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El docente en los tiempos de COVID-19

En un lugar de la Mancha…, como diría nuestro célebre Cervantes, contextualizado a la situación


actual, tendríamos que decir, “en un lugar donde la virtualidad nos permita llegar”, entender que
el mundo ha cambiado y a pasos muy apresurados, es una realidad un poco drástica para
algunos. Nos tocó aprender el manejo eficaz de plataformas y servidores, escenario que nos han
hecho descubrir una nueva faceta que quizá nunca llegamos a pensar que tendríamos, la de
“mediadores virtuales del conocimiento”.

La docencia siempre ha sido un reto para todos los que la ejercemos; sin embargo, como
consecuencia, de los efectos provocados por el COVID 19 en el mundo; ésta se ha convertido en
una labor indispensable y no tan invisible, como solía ser. Hoy, en cambio, me atrevería a decir
que ya no se observa tan desdibujado el ejercicio docente como lo era antes de la pandemia.

Aunque, reflexionando sobre nuestras prácticas pedagógicas, considero que, definitivamente, sí


es mucho mejor la presencialidad. Es innegable que extrañamos compartir con los compañeros
de trabajo y escuchar expresiones como “mírelo, profe, me está molestando” o “guarde ese
celular”, “preste atención”, “siéntese bien”, entre otras. Hoy es frecuente y hasta repetitivo decir,
“encienda la cámara”, “apague el micrófono”, “comparta pantalla”, entre otras frases que ya están
en el léxico de la educación actual.

Ahora bien, ya es parte de la cotidianidad escuchar “profe, se oye entrecortado”, “podría repetir”,
“se me va la señal”, y por qué no acordarse de las palabras soeces que se perciben en contra
del computador o celular, de las que para no ser tan drástica, mencionaré solamente “¡ay, esta
vaina no sirve!”; y ni qué decir de los ruidos a veces estridentes en las casas, cuando ladran los
perros y cantan los pájaros en las jaulas, se oyen regaños, gritos, en fin; todo hace parte del
nuevo entorno educativo que viven nuestros estudiantes y nosotros los docentes. Ah, y por
supuesto no puedo dejar de mencionar a los vendedores ambulantes, que sin lugar a dudas al
final del periodo académico les daremos una “mención de honor por su infaltable participación en
las clases” pues en ocasiones al abrir los micrófonos se escucha como música de fondo
“aguacate, tomate, papaya, etc”.

Por lo anterior, vale la pena relacionar el título de una de las obras de nuestro Nóbel de Literatura
con el de este texto, debido a que así como Gabo se inspiró en la relación de sus padres al
escribir la novela “El amor en los tiempos del cólera” y que fue dedicada al verdadero amor, de la
misma forma, considero que la iniciativa que conduce este autobús de la docencia no es solo el
amor, sino la pasión por la labor que se realiza, la motivación al saber que hay alguien que nos
espera detrás de esa pantalla para recibir un aprendizaje cada día, la intuición del anhelo que
tienen los estudiantes por interactuar en espacios diferentes al de las redes sociales o a las
temerosas noticias de esta pandemia, que parecen cada día menos alentadoras y el sentido de
compromiso que como docentes nos debe caracterizar.

Este tiempo ha servido para muchas cosas, hemos mejorado en puntualidad porque los espacios
de Zoom o Teams son limitados; hemos tenido que acudir a toda la creatividad que en la
presencialidad quizá no usábamos. Hasta en youtubers nos hemos convertido, grabando videos
a los chicos para que los vean una y otra vez y así realicen bien las actividades asignadas,
siguiendo las indicaciones al pie de la letra.

No quiero pasar por alto el caso de las mamás maestras. Definitivamente me tengo que quitar el
sombrero (expresión un poco coloquial, pero muy certera) ante las profesoras que han tenido que
distribuir el tiempo entre sus clases, la atención a los hijos y los quehaceres de la casa, los
esposos y otras labores.

Desde otra perspectiva, se debe decir que aparentemente a comienzos del mes de octubre
parece que el asunto del virus está un poco más calmado; sin embargo, prefiero no ser tan
optimista y esperar, pues es probable que, por la excesiva confianza de la gente y la falta de
precaución, los rebrotes de la enfermedad comiencen a hacer estragos nuevamente. Me
sorprende ver a las personas en una “aparente normalidad” todo parece igual que antes, lo único
diferente es que todos sin excepción usan el accesorio de moda, el infaltable “tapabocas”,
accesorio que ha quebrado a las empresas que producían labiales, por decirlo de manera jocosa,
debido a que las mujeres solo usamos el labial si nos tomamos una fotografía.

Finalmente, y por lo que quizá omití decir, es que quiero resaltar la loable labor del maestro en
los tiempos del COVID-19, pues es similar a la de los profesionales de la salud, héroes y hasta
sobrevivientes de esta pandemia. No quiero parecer exagerada, pero si hemos salido invictos a
tan largas y extenuantes horas de trabajo virtual, creo sin temor a equivocarme que al retomar
las labores presenciales seremos capaces de afrontar los más grandes retos para que nuestra
labor sea excelente y dejar huella en los discentes.

Por: María Jableidi Parra

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