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Dr.

Giorgio Clemente

El Tribunal de Cuentas Europeo y sus relaciones con las demás instancias


institucionales y con la opinión pública.

Intervención del Dr. Giorgio Clemente


Presidente del Comité de Administración del Tribunal de Cuentas Europeo

1. Introducción. La función del Tribunal de Cuentas dentro del ordenamiento europeo. 2. El mandato de
fiscalización originario y su evolución. 3. La "asistencia" a la autoridad presupuestaria y el procedimiento de
aprobación de la gestión. El modelo de "single audit". 4. Relaciones con la administración auditada: el
procedimiento contradictorio. 5. Comunicación externa de las actividades.

INTRODUCCIÓN. LA FUNCIÓN DEL TRIBUNAL DE CUENTAS DENTRO DEL ORDENAMIENTO


EUROPEO.

Los objetivos específicos de la fiscalización consisten en "la apropiada y eficaz utilización de los fondos
públicos, la búsqueda de una gestión rigurosa, la regularidad en la acción administrativa y la información,
tanto a los poderes públicos como al país, mediante la publicación de informes objetivos...". Esta definición,
contenida en el Preámbulo de la Declaración de Lima sobre las Líneas Básicas de la Fiscalización que fue
adoptada en 1977 por la INTOSAI, sintetiza la función esencial del control, que reside en examinar la
actividad de los responsables de la gestión desde una doble perspectiva: mejorar sus resultados y rendir
cuentas de la utilización de los fondos públicos, directamente a los órganos depositarios de la legitimidad
democrática e indirectamente a los contribuyentes.

El Tribunal de Cuentas Europeo, en cuanto órgano de control externo de las finanzas europeas, se inserta
también en un circuito institucional, que abarca, por un lado, el Parlamento Europeo y el Consejo en su
calidad de autoridad presupuestaria, y, por otro, la Comisión como instancia responsable de la ejecución del
presupuesto. La información a la opinión pública tiene lugar por medio de la publicación de informes, en su
sitio web y en el Diario Oficial. Los informes y los comunicados de prensa que les acompañan se transmiten
además a los medios informativos nacionales e internacionales.

Conviene aclarar cuanto antes que el Tribunal de Cuentas Europeo no dispone de funciones jurisdiccionales,
por lo que sus informes y dictámenes carecen de poder sancionador directo. Ello no obsta para que los
trabajos del Tribunal ejerzan un impacto (indirecto) en la gestión, puesto que las instituciones tienen la
obligación de “conformarse” a las observaciones de los controladores, obligación que desencadena una

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reflexión de la administración auditada sobre su propio funcionamiento y mecanismos “virtuosos” de


autocorrección (como veremos más adelante con mayor detalle). Sigue siendo válida pues la magnífica
intuición del Presidente Kuschner quien definió al Tribunal como la "conciencia financiera de la Unión". Lo
propio de la conciencia no es imponer, sino sugerir y aconsejar.

Siguiendo las indicaciones de los organizadores de esta Conferencia, a los que agradezco el honor que me han
dispensado con su invitación, comenzaré mi intervención describiendo la misión de control del Tribunal y, a
continuación, sus relaciones con las instancias mencionadas. Al no poder agotar el tema, tengo el propósito de
acentuar sobre todo los aspectos evolutivos y los puntos problemáticos, que hoy en día constituyen el núcleo
del debate interinstitucional y que, por ello, resultan más interesantes para un público "entendido".

EL MANDATO DE FISCALIZACIÓN ORIGINARIO Y SU EVOLUCIÓN.

La misión originaria del Tribunal, según se establece en el Tratado constitutivo de 1975, preveía tanto el
examen de la legalidad y regularidad de los ingresos y los gastos como la auditoría de la buena gestión
financiera. La primera actividad se refiere a la conformidad a las normas de los actos de liquidación y entrega
de los ingresos y de los actos de compromiso y pago de los gastos (es preciso señalar al respecto que el
Tribunal no distingue entre regularidad contable y legitimidad, al considerar ambas como parte de un único
concepto de “auditoría financiera”). En cuanto a la segunda actividad, se admite comúnmente, pese a faltar
una definición normativa de la expresión “buena gestión”, que tiene como objetivo determinar si se han
alcanzado los objetivos de gestión y, en ese caso, en qué medida y a qué precio.

El control de la legalidad y la regularidad no basta por sí sólo, ya que el cumplimiento de las normas no
impide el uso irracional de los recursos.

En cambio, una operación (o un conjunto de operaciones que formen parte de una actividad de gestión
compleja), no puede reflejar una buena gestión si no resulta conforme, ante todo, a las exigencias de la
legalidad.

Tales exigencias constituyen por tanto el límite inferior de la auditoría de la gestión, mientras que el límite
superior viene representado por la valoración de la oportunidad política de las decisiones que subyacen a la
operación auditada, valoración que trasciende la esfera de actuación del órgano de control.

En la auditoría de la buena gestión, el órgano de control puede, sin embargo, evaluar los fundamentos de
hecho de las decisiones tomadas, pronunciarse sobre la justificación económica de una política determinada,

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comprobar si los instrumentos utilizados son los más eficaces, si se han producido efectos secundarios
imprevistos y no deseados, si no sería oportuno prever modificaciones en función de la evolución de las
circunstancias y, si por último, la ejecución de la política examinada ha permitido alcanzar los objetivos
fijados.

La auditoría de la buena gestión es la actividad que mayor relieve ha tenido en la experiencia institucional del
Tribunal hasta el inicio de la década de los noventa.

La misión del Tribunal se vio ampliada en el año 1993 con la introducción en el Tratado de Maastricht de una
Declaración de fiabilidad de las cuentas (DAS, según las siglas francesas) y de la legalidad y regularidad de
las operaciones subyacentes. Fenómeno nuevo en el panorama comunitario (y en la experiencia fiscalizadora
de los Estados miembros, salvo en el caso de la National Audit Office británica, de la Algemene Rekenkamer
de los Países Bajos y, a partir de 2006, de la Cour des comptes francesa), esta declaración responde a las
mismas exigencias del sector privado, es decir, que los registros contables correspondan a la totalidad de las
operaciones y que reflejen fielmente las vicisitudes financieras de la organización.

La DAS se inserta por su naturaleza en la categoría de controles financieros (o de “conformidad”) y consta de


dos partes diferentes, referidas respectivamente a la presentación regular de las cuentas y a la legalidad de las
operaciones subyacentes.

La Declaración de fiabilidad de las cuentas, que acompaña justamente al informe consolidado, asume la
forma de una opinión sobre el registro exacto de las transacciones (veracidad de los registros contables),
análoga a la emitida en el sector privado por las empresas de auditoría; no se trata de una certeza, ya que ésta
sólo podría obtenerse tras analizar todas las operaciones (lo cual no resultaría aconsejable por su relación
coste/beneficio del todo desfavorable), sino de una “opinión”, basada en la verificación de una muestra de
operaciones que se considera representativa de la totalidad y se constituye mediante métodos estadísticos a
partir del conjunto de operaciones de la organización.

Las verificaciones realizadas en el contexto de la DAS deben respetar los principios de la revisión de cuentas
de las empresas, confirmados por las asociaciones profesionales del sector (normas IFAC, etc.): integridad
(todas las operaciones deben estar contabilizadas); realidad de las operaciones y del patrimonio (todos los
registros se fundan en un hecho generador que atañe al período considerado); correcta determinación del valor
(las operaciones de ingresos y gastos y los elementos del activo y del pasivo se contabilizan por su justo valor,
teniendo en cuenta el principio de prudencia); presentación “transparente” de la información, etc. La
certificación ofrece también datos sobre la situación financiera y patrimonial de la organización auditada,

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sobre los vencimientos y el volumen de los flujos financieros e, igualmente, sobre las posibilidades reales de
mantener las obligaciones asumidas desde el punto de vista político, tanto a breve como a largo plazo. Se
toman en consideración pues elementos que no afectan solamente a la regularidad de las cuentas, sino que
podrían impedir que éstas reflejaran "fielmente" y en su integridad (el true and fair view de la terminología
anglosajona) la situación financiera al término del ejercicio.

Una operación lógica conceptualmente diferente es la certificación de la legalidad de las distintas operaciones
que constituyen la base de las cuentas. Se trata también de una compliance audit (auditoría de conformidad a
las normas). De hecho, es necesario determinar si las distintas operaciones son conformes a los parámetros
normativos en los que se basan: disposiciones sustantivas (reglamentos sectoriales, convenciones, acuerdos,
contratos) y disposiciones contables (nomenclatura presupuestaria, Reglamento financiero, normas internas de
gestión).

A diferencia del auditoría de la gestión, que se lleva a cabo en un lapso temporal apto para el seguimiento de
la actividad de gestión en su conjunto, la certificación de las cuentas se refiere a un determinado ejercicio
financiero, motivo por el cual el Tribunal decidió de inmediato que debía tener una periodicidad anual. El
artículo 129, apartado 4, del nuevo Reglamento Financiero n° 1605/2002 dispone actualmente que la DAS
acompañe las cuentas consolidadas, cuya presentación está prevista cada año antes del 31 de octubre, a más
tardar. De este modo la DAS está unida, temporalmente, a la decisión del Parlamento acerca de la aprobación
de la gestión de la Comisión (de la que trataré con detalle más adelante: el artículo 276, tal y como ha sido
modificado por el Tratado de Amsterdam, contiene en la actualidad una disposición expresa al respecto.

Los trabajos en apoyo de la DAS comprenden un programa de control directo de las operaciones. El método
de muestreo aplicado es el denominado MUS (Monetary Unit Sampling = método de muestreo por unidad
monetaria), basado en las probabilidades de extracciones proporcionales a las dimensiones de las operaciones.
La muestra se constituye separadamente para los compromisos y para los pagos.

La primera DAS se presentó en noviembre de 1995 en relación con las cuentas (y las operaciones
correspondientes) de 1994. Con el paso del tiempo la DAS ha experimentado una evolución: se ha mantenido
la vertiente de la fiabilidad de las cuentas, pero la vertiente de la legalidad y la regularidad de las operaciones
subyacentes, que ha dado lugar a intensos debates, está sujeta a cambios.

En primer lugar, se ha abandonado la medición cuantitativa constituida por el "porcentaje de error" probable
(extrapolado a partir de la muestra de operaciones examinadas), que daba lugar a equívocos particularmente
en la prensa (pero también en el Parlamento mismo) por su supuesta coincidencia con el fraude. Su

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publicación terminó a partir de la DAS correspondiente al ejercicio 1997.

En segundo lugar, la Declaración contiene asimismo desde 1998 observaciones específicas sobre los
"principales ámbitos" operativos de gasto. La DAS global es pues el resultado de la “consolidación” de las
distintas observaciones específicas. Ya en relación con los ejercicios 1996 y 1997, se habían añadido a la
DAS global análisis específicos para los dos ámbitos principales de gasto (fondos agrícolas y fondos
estructurales). Esta disposición figura ahora en el artículo 248, tal y como ha sido modificado por el Tratado
de Niza. No se han previsto en cambio observaciones específicas por ámbito geográfico.

Asimismo, a partir del Libro blanco sobre la reforma administrativa de la Comisión (abril de 2000), dicha
institución ha iniciado la modernización de sus estructuras y procedimientos, incluida la reorganización del
sistema contable y del sistema de control interno, lo cual ha modificado, por llamarlo así, el environnement
(el "entorno") de fiscalización del Tribunal. De eso se deduce la necesidad de que la DAS tenga en cuenta el
nuevo sistema. En consecuencia se ha afirmado el principio que los elementos de prueba en apoyo de la DAS
no pueden limitarse a los simples resultados de las pruebas de confirmación (control de las operaciones).
Cada una de las "observaciones específicas", además de fundarse en las verificaciones habituales de las
operaciones, deriva actualmente de otras tres fuentes: 1) evaluación de los sistemas de control y supervisión
tanto de la Comisión como de los Estados miembros (con arreglo a análisis de riesgo específicos); 2)
evaluación de los resultados de los controles realizados en su caso por otros auditores; 3) examen de las
declaraciones y de los informes anuales de los directores generales de la Comisión (establecidos conforme al
artículo 82 del Libro blanco).

En la actualidad las pruebas de confirmación, destinadas a corroborar las constataciones fruto del examen del
funcionamiento de los sistemas, abocan en una evaluación cualitativa de conjunto, tendiente a identificar las
causas de los errores y los factores que pueden impedir la aparición de nuevos errores en el futuro.

La autoridad presupuestaria (Parlamento y Consejo) ha manifestado su interés por esta DAS “evolucionada”
(del tipo, precisamente "cualitativo" y no "cuantitativo"), que permita, sin embargo, el seguimiento de los
progresos conseguidos y su comparación, de un año a otro, en los diferentes ámbitos presupuestarios. Con
esta perspectiva, el Tribunal se dispone a comparar sus análisis de riesgo con los aplicados por los servicios
de la Comisión y a determinar, por consiguiente, los ámbitos de intervención a los que orientará de modo
particular su propio examen. El Tribunal comparará además sus conclusiones sobre los controles efectuados,
poniendo de relieve, de un ejercicio a otro, los aspectos de la gestión para los que se han adoptado medidas
correctoras y los aspectos para los que estas medidas deben ser adoptadas por la Comisión o los Estados
miembros, en particular cuando se trata de la gestión "compartida". En los diferentes ámbitos el Tribunal se

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esforzará por fundar sus análisis con indicadores pertinentes (destinados a medir el grado de regularidad de
las operaciones de modo indirecto, a través de la eficiencia de los procedimientos).

LA "ASISTENCIA" A LA AUTORIDAD PRESUPUESTARIA Y EL PROCEDIMIENTO DE


APROBACIÓN DE LA GESTIÓN. EL MODELO DE SINGLE AUDIT.

Estrechamente relacionada con la función de control del Tribunal está la de asistencia. Conforme al artículo
248 del Tratado, el Tribunal "asiste" al Parlamento y al Consejo en el ejercicio de sus funciones de control de
la ejecución presupuestaria. Esta asistencia se desarrolla principalmente en el contexto del procedimiento de
aprobación, acto que “libera” al ejecutivo con respecto a la gestión llevada a cabo y constituye el momento de
cierre del procedimiento presupuestario.

No es casualidad que el Tribunal naciera a finales de la década de los setenta, coincidiendo con el
reconocimiento de un mayor peso al Parlamento en esta materia. Y es por tanto en este procedimiento de
aprobación de la gestión en donde el Tribunal presenta las propias observaciones sobre las cuentas del
ejercicio transcurrido y sobre la gestión (la Declaración de fiabilidad y el informe al que acompaña). La
aprobación de la gestión se basa, además del informe anual que ha de presentarse cada 31 de octubre a más
tardar, en los informes especiales.

La decisión correspondiente es adoptada por el Parlamento, previa recomendación del Consejo (artículo 276
del Tratado). Aunque basada en las observaciones del Tribunal, la decisión no es un acto contable ni técnico,
sino político, con lo cual no hay una relación automática entre los dos actos. La prueba es que en los diez
últimos años, pese a que el Tribunal no ha presentado ninguna DAS enteramente positiva (debido a la falta de
garantías razonables sobre los pagos, en particular los efectuados por los Estados miembros en favor de los
beneficiarios finales), la aprobación sólo se ha rechazado una vez, en 1998 en relación con el ejercicio 1996, y
ese rechazo no indujo inmediatamente a la dimisión de la Comisión Santer. Esta dimisión se produjo sin
embargo el año siguiente, a resultas de un informe muy crítico presentado por un comité de expertos
independientes ("sabios") nombrado por el Parlamento Europeo.

El Presidente del Tribunal presenta el informe anual al Parlamento reunido en sesión plenaria. A continuación
comparecen ante la Comisión de Control Presupuestario (Co.Co.Bu.) los Miembros encargados de los
respectivos capítulos.

En el marco de este procedimiento de aprobación, las autoridades encargadas de la gestión rinden cuentas de
las medidas adoptadas para responder a las observaciones y recomendaciones formuladas por el Tribunal.

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Cuando no se produce una adhesión espontánea del Ejecutivo, el Tribunal señala a la autoridad presupuestaria
los ámbitos en los que sus observaciones no han provocado en absoluto, o en grado suficiente, los cambios
necesarios para garantizar una buena gestión de los fondos. La autoridad presupuestaria sacará las oportunas
consecuencias de este hecho, no sólo desde el punto de vista normativo sino también en lo que atañe a la
determinación de las mejoras que deben introducirse en la gestión. En su decisión de aprobación, el
Parlamento expone también a la Comisión sus propias recomendaciones.

Por esta vía se han transmitido de hecho importantes “mensajes”, como los que condujeron a la mencionada
reforma administrativa que se inició en el año 2000 y al refuerzo de los controles realizados por la Comisión
del funcionamiento de los sistemas nacionales de supervisión por lo que se refiere a la gestión compartida con
los Estados miembros.

El diálogo entre Tribunal y Parlamento no se agota con el acto de aprobación. El Presidente del Tribunal
presenta al Parlamento el programa de trabajo (en el mes de marzo), en el cual se tiene en cuenta, entre otras
cosas, el interés manifestado por esta última institución y por el Consejo en sus documentos relativos a la
aprobación de la gestión. Los ajustes de la metodología DAS, que antes he expuesto brevemente, son en gran
medida el resultado de las peticiones de información formuladas por el Parlamento.

Asimismo el Parlamento puede pedir en cualquier momento la opinión del Tribunal.

Un ejemplo reciente es el constituido por el dictamen 2/2004 sobre el modelo de auditoría única (single
audit), que fue solicitado por el Parlamento en la Decisión sobre la aprobación de la gestión del presupuesto
general correspondiente al ejercicio 2000.

Se trataba, según el Parlamento, de introducir un modelo de auditoría única aplicable al presupuesto de la


Unión Europea en el que "cada uno de los niveles de control se basara en el anterior, con vistas a reducir la
carga que recae sobre el objeto de la auditoría y aumentar la calidad de ésta, sin minar, no obstante, la
independencia de las instancias de control en cuestión". El sistema debe operar según la lógica de obtener
sinergias: cada uno de los niveles puede (debe) utilizar los resultados de los controles realizados por los
demás. La acumulación de las contribuciones aportadas por las diversas instancias de control constituiría por
consiguiente un patrimonio común.

El Tribunal asumió de forma ambiciosa este desafío para rediseñar todo el circuito de controles internos,

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individualizando los siguientes puntos negativos: falta de una estrategia global acompañada de objetivos
claros y coherentes, ausencia de obligación impuesta formalmente a los controladores de tener en cuenta las
verificaciones realizadas por otros; insuficiencia de la información comunicada por los Estados miembros
acerca de los resultados de sus controles. En los ámbitos de gestión compartida, los costes de realización de
las verificaciones en gran parte corren a cargo de los Estados miembros, mientras que el beneficio revierte al
presupuesto europeo. Los Estados miembros tienen por tanto escasos incentivos para dedicar suficientes
recursos al control de los fondos comunitarios. Faltan datos además acerca del coste de los controles a cargo
de los Estados miembros y, por consiguiente, del coste total de los controles relativos al presupuesto europeo.
Por último se observan entre los distintos controles importantes diferencias en el plano cualitativo y falta de
coherencia en lo relativo al enfoque, al alcance, al calendario, etc.

El Tribunal ha indicado por consiguiente los elementos que considera indispensables para garantizar un marco
de control eficaz y eficiente: la fijación de principios y normas comunes; la proporcionalidad entre costes y
beneficios en relación con el porcentaje de error considerado aceptable en cada ámbito; la combinación de
objetivos específicos y complementarios para garantizar un nivel de controles apropiado a un coste razonable.
Si se aplicaran principios y normas comunes, tanto en los Estados miembros como en las Instituciones, los
controles internos deberían ofrecer garantías razonables (aunque no absolutas) de la legalidad y la regularidad
de las operaciones y de que, asimismo, se respetan los principios de economía, eficiencia y eficacia. La
estructura lógica en cadena (chain-based model) daría lugar a una serie de garantías “en cascada” en la que se
insertaría en última instancia el Tribunal como órgano de control externo. En cuanto a los gastos sujetos a
gestión compartida, la demostración de que existen sistemas de control y supervisión que mantienen el riesgo
de irregularidades en los Estados miembros dentro de límites razonables permitiría a la Comisión ejercer
esencialmente una función de supervisión, con lo cual se harían menos necesarias las inspecciones sobre el
terreno practicadas a nivel central.

El Tribunal considera que la determinación del riesgo de irregularidad aceptable en los distintos ámbitos, así
como las repercusiones en términos de costes, son valoraciones de carácter político que requieren por ello la
participación del Parlamento y del Consejo.

La Comisión ha expuesto recientemente los desfases (gap assessment) entre el marco de control existente en
los distintos ámbitos de gastos y los principios generales definidos por el Tribunal en su dictamen, y ha fijado
las acciones necesarias y el calendario para llevarlas a cabo (roadmap para lograr un sistema integrado de
controles).

4. Relaciones con la administración auditada: el procedimiento contradictorio

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Las relaciones entre el órgano de control y la administración auditada están sujetas a un procedimiento de
discusión bilateral o contradictorio conocido también por la expresión inglesa clearance procedure. Este
procedimiento surte en principio un doble efecto: obligar al órgano de control a formular observaciones
concretas y documentadas, por un lado, y permitir a la administración auditada a hacer frente a imputaciones
específicas y a problemas concretos.

En el procedimiento contradictorio se clarifican las posiciones respectivas de las dos partes. Si bien no puede
esperarse que las instituciones auditadas y el órgano de control mantengan puntos de vista perfectamente
concordes, la divergencia de opiniones no debe referirse nunca a los hechos, ni a su análisis de conjunto, sino
sólo a puntos concretos (por ejemplo, observaciones poco claras o faltas de objetividad o no corroboradas por
pruebas, recomendaciones inadecuadas con respecto a la situación real, respuestas prolijas, confusas,
expresadas con ánimo excesivamente polémico, etc.).

Formalmente la expresión “procedimiento contradictorio” no figura en el texto del Tratado. La exigencia de


este procedimiento, y la necesidad de que se desarrolle por escrito, se deducen implícitamente, sin embargo,
en el momento en que el Tratado impone al Tribunal la obligación de “publicar las respuestas de las
Instituciones” (artículo 248). En realidad, las respectivas posiciones se clarifican previamente en reuniones
contradictorias “bilaterales” que tienen lugar en Brúcelas.

El Tratado no fija tampoco plazos ni modalidades precisas para el desarrollo del procedimiento. Tales
indicaciones figuran en el Reglamento financiero n° 1605/2002, que fija un calendario para el informe anual
(el 15 de enero para la transmisión de las observaciones a la Comisión y el 30 de septiembre para las
respuestas), así como plazos para los informes especiales (dos meses y medios a partir de la transmisión de las
observaciones preliminares; un mes después del fin del procedimiento escrito para la aprobación del informe).
Las Disposiciones de aplicación del Reglamento interno del Tribunal de cuentas, por su parte, regulan la
cuestión de la responsabilidad: en concreto, en nombre del principio de colegialidad, el artículo 63, apartado
1, prevé que los acuerdos firmados en una reunión de procedimiento contradictorio estarán supeditados a la
aceptación por el pleno del Tribunal, puesto que, en cualquier caso, sólo de éste depende el texto definitivo de
sus informes. De forma equivalente, el Colegio de la Comisión es el que debe adoptar las respuestas con
carácter definitivo.

Naturalmente la ausencia de respuesta en los términos previstos, o el eventual desacuerdo sobre las
observaciones del Tribunal, no pueden bloquear el proceso ulterior. En la primera hipótesis, el Tribunal se
reserva de todas formas el derecho de publicar [sus informes especiales] (artículo 62, apartado 2, de las
Disposiciones de aplicación). En la segunda, el Tribunal es libre de publicar sus propios comentarios sobre las

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respuestas de las instituciones (artículo 63, apartado 2 de las Disposiciones de aplicación). Esto ha sucedido
tan sólo en casos excepcionales.

El conjunto del procedimiento se desarrolla sobre la base de un acuerdo interinstitucional (formalizado en un


intercambio de notas -el primero de los cuales se remonta al 1982- actualizado periódicamente) y se funda en
los principios de lealtad recíproca. Por un lado, la responsabilidad de las relaciones con el Tribunal debe
situarse en el nivel jerárquico apropiado. Por otro, el Tribunal se obliga a no modificar el texto posteriormente
al procedimiento contradictorio (ni mucho menos a añadirle elementos nuevos), aunque puede decidir
suprimir determinados pasajes después del procedimiento y, por consiguiente, de eliminar los
correspondientes pasajes de las respuestas de las Instituciones.

En la práctica, las cosas no siempre funcionan como disponen las normas en vigor, ya tengan carácter
reglamentario o se basen en pactos. Las respuestas de la Comisión se envían a menudo con retraso y no son
“oficiales”, al no llevar la firma del Comisario de Presupuestos. En algunos casos ha sucedido que al no haber
concordado el Tribunal su punto de vista con una instancia suficientemente representativa de la Comisión,
ésta ha tenido la posibilidad de separarse de las decisiones acordadas durante las reuniones contradictorias,
por lo que el Tribunal se ha encontrado en la situación de tener que trabajar sobre la base de la incertidumbre.
En consecuencia, ha sido necesario reclamar el respeto de las reglas. En 1997, el Presidente del Tribunal
escribió al entonces Comisario de Presupuestos para recordarle el espíritu y la letra de los acuerdos en vigor.
Hoy en día, el Miembro del Tribunal “coordinador” de los procedimientos contradictorios tiene un mandato
de negociar con la Comisión, en el cual se formaliza el procedimiento desde la notificación de constataciones
preliminares (que constituyen los antecedentes en que se basa la redacción de los proyectos de informe), se
reafirma la conveniencia de mantener los contactos bilaterales al nivel adecuado (también en el caso de
celebrarse reuniones preliminares a las verdaderas reuniones contradictorias), y se recuerda la necesidad de
respetar los términos puestos en el Reglamento Financiero.

Conviene señalar, por último, que no existe procedimiento contradictorio con los Estados miembros: a tenor
del Reglamento Financiero, su participación es posterior a la adopción del informe por el Tribunal. La
Comisión es la encargada de comunicar a los Estados miembros los elementos del informe relativos a la
gestión de los fondos de los que son responsables; los Estados miembros disponen de sesenta días para
responder a la Comisión, la cual transmite posteriormente una síntesis de las respuestas al Tribunal, al
Consejo y al Parlamento el 15 de febrero a más tardar (artículo 143 del Reglamento financiero).

COMUNICACIÓN EXTERNA DE LAS ACTIVIDADES.

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En 2002 el Tribunal adoptó una política en materia de comunicación externa de sus actividades (es decir, a la
opinión pública y los medios de comunicación). La finalidad principal reside en garantizar que los resultados
de los trabajos del Tribunal sean conocidos y entendidos no solamente por los técnicos, sino también por los
beneficiarios de las ayudas y, de forma más general, por los ciudadanos. El Tribunal se propuso por tanto lo
siguiente: formular objetivos de auditoría claros y completos, si es posible centrados en cuestiones clave;
extraer conclusiones relacionadas con dichos objetivos, enmarcadas en el contexto idóneo y corroboradas por
los resultados de las verificaciones realizadas; utilizar un lenguaje inequívoco y de fácil lectura (aclarando el
impacto de las constataciones negativas y el alcance de los resultados positivos). Es necesario poner de
relieve las medidas correctoras y, en el ámbito del follow-up o seguimiento, las modalidades y el calendario
para su aplicación. Las recomendaciones, por último, deben contener mensajes desprovistos de ambigüedad,
concretos y bien orientados. Un Servicio "transversal" (perteneciente al ámbito del Grupo CEAD-
Coordinación, Evaluación Fiabilidad y Desarrollo) es responsable de la calidad del "producto" del Tribunal en
los aspectos citados, así como de su homogeneidad estilística.

El Tribunal acompaña de comunicados de prensa (las denominadas Notas informativas) todos los informes
publicados y también todas las cuestiones específicas que revistan interés para la Institución. Los
comunicados de prensa constituyen una interfaz de máxima importancia entre el Tribunal y los medios de
comunicación; ello presupone que en su redacción colaboran estrechamente el sector de fiscalización
correspondiente, el sector responsable de la coordinación y el Servicio de Relaciones Exteriores. Dada la
naturaleza específica de gran parte de los trabajos del Tribunal, suele ser recomendable facilitar en este
contexto información más amplia sobre el contexto global de los resultados de los controles.

Al ser el Tribunal una institución de carácter técnico y no político, sus contactos con el exterior consisten
esencialmente en la presentación de los informes y en la explicación de las observaciones que resultan de sus
trabajos de auditoria. Sólo el informe de fiscalización final adoptado por el Tribunal representa la posición
oficial y le obliga en consecuencia. Al no tener naturaleza política, el Tribunal no está obligado a
pronunciarse oficialmente sobre cuestiones específicas que trascienden la esfera de la fiscalización o de sus
actividades, por lo que nunca se ha considerado necesario disponer de un portavoz oficial con carácter
permanente.

La función de portavoz oficial del Tribunal recae, en el caso de los informes especiales y las cuestiones
específicas, en el miembro ponente y, en los demás casos, en el Presidente.

Dado su carácter técnico, resulta improbable que los informes susciten por sí mismos el interés de la prensa.

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Las conferencias y los encuentros con ella (en particular, cuando se presenta el informe anual) representan un
modo eficaz, como demuestra la experiencia, de atraer la atención de los medios de comunicación sobre el
papel del Tribunal, de evitar malentendidos y de aumentar la cobertura periodística del Tribunal y de su
trabajo. Una buena "cobertura" constituye por otra parte una de las condiciones requeridas para incrementar la
concienciación de la opinión pública e, indirectamente, la "autoridad" de las indicaciones del Tribunal.

El Servicio de Relaciones Exteriores supervisa y coordina, bajo la autoridad del Presidente, los contactos
cotidianos con la prensa y da curso a las peticiones de información procedentes de terceros. El Servicio
"tramita" anualmente alrededor de seiscientas peticiones vía e-mail. Las denuncias se reenvían en su caso a
los servicios competentes.

En su calidad de institución europea, el Tribunal tiene la obligación, en virtud del Tratado, de respetar los
principios de apertura y transparencia. En cuanto auditor, debe observar igualmente el principio de reserva de
las informaciones obtenidas (conforme a las normas internacionales de auditoría). La divulgación externa de
información más específica y completa de la contenida en los informes adoptados y publicados tropieza pues
con una limitación, que la recientísima decisión relativa al acceso público a los documentos del Tribunal
(Decisión 12-2005) se ha encargado de resaltar. Innovando con respeto a la disciplina anterior, más
restrictiva, sobre la confidencialidad de la información, la decisión ha establecido que todos los documentos
de los que sea autor el Tribunal son accesibles en principio, salvo algunas excepciones concretas
(consistentes, esencialmente, en el riesgo de perjuicio para la seguridad pública, la defensa, las relaciones
internacionales, la política financiera, monetaria o económica de la Comunidad o de un Estado miembro, o
bien en la intimidad y la integridad de la persona). No obstante dichas excepciones, el Tribunal puede
conceder el acceso a un documento, en todo o en parte, cuando su divulgación revista un interés público.
Estas reglas se limitan, sin embargo, a los documentos ya finalizados, porque de lo contrario podrían afectar
al proceso decisorio del Tribunal. Asimismo, está prohibido facilitar datos a terceros antes de transmitirlos
por vía oficial a las demás Instituciones. Tampoco puede el Tribunal comunicar documentos de los que no sea
autor: en ese caso, indicará al organismo al que es necesario dirigirse para obtener el acceso.

Considero finalizada en este punto mi tarea de presentación y me pongo a su disposición para contestar a las
preguntas que deseen formularme.

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