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Un primer periodo, que abarca desde los años ‘30 a los ‘50 de nuestro
siglo, está dominado por una relación entre la filosofía y la reflexión
acerca de la educación: la filosofía es la disciplina madre y el
pensamiento educativo y en consecuencia la práctica educativa necesitan
estar fundados sobre proposiciones filosóficas. Una concepción común
acerca de la realidad, de la naturaleza del conocimiento y del bien
permite derivar un planteo educativo. A partir de este enfoque los
autores señalan que este periodo estuvo dominado por los ismos:
pragmatismo, realismo, idealismo, escolasticismo...
Desde mediados de la década del ‘50 se manifiestan posiciones críticas
respecto del llamado enfoque filosófico y cobra fuerza en el campo de la
teoría educativa el movimiento analítico, aplicado al análisis del lenguaje
y a la lógica del discurso pedagógico. Esta influencia se extiende por más
de dos décadas, hasta los años ‘80, en que se aplica a las ideas
pedagógicas el criticismo, ya acentuando la crítica teórica por ej. Bajo la
influencia de pensadores europeos como Foucault, Gadamer, Derrida- ya
asumiendo una actitud que podríamos calificar de critico-practico social,
inspirada muy directamente en la lógica dialéctica del marxismo. Un
representante de esta corriente de enorme influencia en nuestro medio y
a la vez con incidencia mundial es P. Freire, quien de hecho es
considerado por los representantes actuales de la pedagogía crítica,
como el pionero de esta corriente. En esta perspectiva, senalan Giarelli y
Chambliss que la filosofía de la educación se enraíza no en un
fundamento extra-experimental o en un método lógico, sino más bien en
un análisis de las prácticas por las cuales las comunidades humanas
mantienen, extienden y renuevan su existencia(1991, 273-274).
CONCLUSIONES DEL A través de este trabajo el autor buscar hacer un análisis histórico crítico
AUTOR SEGÚN EL de la filosofía de la educación con una intención principalmente
epistemológica, que puede presentarse desde dos perspectivas
TEXTO complementarias:
A) El análisis aludido que demostró que no hay diferencia esencial entre
pedagogía y filosofía de la educación. No se trata de dos ciencias
diversas, pues su objeto y su método son coincidentes, las diferencias
terminológicas remiten a tradiciones filosófico-culturales distintas. En el
caso de la pedagogía, la denominación remite a la tradición idealista
alemana, en particular al movimiento neo-kantiano de las llamadas
ciencias del espíritu, entre las cuales la pedagogía tiene un lugar central,
puesto que su objeto es la formación del hombre, y este es
precisamente, el punto de llegada de toda filosofía, en la medida en que,
para esta posición, el espíritu humano es la realidad por excelencia, más
aun, una realidad que se despliega en su obrar.
La expresión filosofía de la educación, por su parte, se impuso y sigue
vigente en el ámbito de la filosofía analítica, con planteamientos que
también, en el tratamiento de las cuestiones pedagógicas, son afines con
la concepción kantiana de la razón; como se vio, por ejemplo, al referir
temáticas y desarrollos de I. Scheffler, de la London Line e incluso de H.
Siegel y los principales representantes del pensamiento crítico.
B) en la denominación de ciencia de la educación y posteriormente su
uso en plural, ya no hay esa coincidencia en objeto y método, pues la
tradición positivista francesa convirtió la filosofía de la educación en
sociología de la educación. En el panorama actual ambas perspectivas
están vigentes y ello es también fuente de contradicciones, de allí se
aborda el segundo objetivo, es decir, el desarrollo de las líneas esenciales
de una filosofía de la educación que ha intentado partir de lo que se da a
la experiencia en el fenómeno de la educación, para mostrar, en primer
lugar, su carácter de filosofía practica desde su objeto formal y por ello
las relaciones de subalternacion con la antropología filosófica, la ética y la
filosofía de lo social y de la cultura.
Se hizo una exposición critico-sistemática de las líneas contemporáneas
en educación intelectual, mostrando la presencia del formalismo y del
criticismo, como denominadores comunes de las propuestas actuales.
Partir de allí se trató de ubicar los aportes recogidos, en el contexto de
las exigencias del fin de la educación, por ello se abordó la cuestión de los
hábitos intelectuales desde una perspectiva que permitiera superar el
formalismo y desarrollar una propuesta centrada en el objeto propio del
intelecto: la verdad