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¿QUÉ ES EL MICROBIOMA HUMANO Y

POR QUÉ PODRÍA SER MÁS


IMPORTANTE PARA LA MEDICINA QUE
EL GENOMA?
POR:  ALEJANDRO MARTINEZ GALLARDO 
05/23/2015
SOMOS MÁS BACTERIAS QUE HUMANOS Y LA MAYORÍA DE
NUESTRAS ENFERMEDADES PARECEN ESTAR LIGADAS A
CAMBIOS EN EL ECOSISTEMA QUE CONFORMAN MILES DE
MILLONES DE MICROORGANISMOS QUE VIVEN DENTRO DE
NUESTRO CUERPO
Hay una cierta moda entre microbiólogos: decir que son sólo
10% humanos y 90% bacterias, virus, fungi y otros
microorganismos. Como sabemos los científicos no gustan
mucho de las metáforas, y aunque esto se toma un poco en
broma, es una sentencia basada en la evidencia. Sí, somos
menos humanos que microbiota --también bacteriófagos,
protistas, archaea, etc., para incluir a otros miembros de esta
fauna ignota, que es como la materia oscura de la biología.
Reconocer esto nos coloca en un súbito vértigo ontológico, que
en un principio nos podría alienar un poco dentro de nuestro
cuerpo --ese pequeño universo-- y colocarnos en una crisis de
identidad, pero que pensándolo bien nos permite concebir
nuestro ser como algo más amplio, diverso e interconectado.
Se calcula que el ser humano está formado por 100 billones
de células de microbios, 90% del total de nuestro material
biológico. Esta profusa selva microscópica --que compone entre
3 y 5 millones de genes, más de 90% de nuestros genes
totales-- es lo que se conoce como el microbioma humano, es
decir el ecosistema interno que conformamos humanos y
microorganismos. El microbioma es considerado un segundo
genoma o un nuevo órgano, ya que fue descubierto hasta los
años 90. Los humanos y los microorganismos, mayormente
bacterias, hemos evolucionado juntos por milenios, ora en
relación de mutualismo, ora en parasitismo. Lo que es seguro
es que necesitamos de muchas de las miles de especies que se
pueden encontrar fundamentalmente en el intestino humano
(aunque también en la piel y en el tracto urogenital); el
microbioma es nuestra íntima pareja (somos internamente
poligámicos), hasta que la muerte nos separe. Nuestro
microbioma, trabajando estrechamente con nuestro sistema
inmune es lo que nos protege de todo tipo de patógenos
invasores y nos permite tolerar las diferentes moléculas que
consumimos en la comida o que respiramos (como el polen).
No sólo es parte de nuestra "Secretaría de Defensa", es
también parte de nuestros "Servicios Diplomáticos", ya que un
microbioma diverso es clave para evitar una excesiva
respuesta, un estado beligerante constante que se traduce en
un estado inflamatorio.
El microbioma humano, resultado de millones de años de
coevolución, es altamente  plástico y volátil. Alteraciones en la
dieta, el consumo de fármacos --especialmente antibióticos--,
cambios de temperatura, perdida de sueño e incluso el famoso
jet lag, pueden modificar la composición de nuestra propia
biosfera interna y desatar caos y desequilibrio. Una de los
principales consecuencias de perturbar nuestra comunidad
micriobial, según la doctora Alanna Collen, es que ello obliga a
que el sistema de defensa tenga que trabajar el doble,
disparando para todos lados, incluyendo a células amigas, lo
cual provoca  un incremento de inflamación. Como sabemos
por el trabajo de médicos como David Perlmutter, la
inflamación parece ser la raíz en común de la mayoría de las
enfermedades modernas no contagiosas. Es por esto también
que, como sugiere el doctor Martin Blaser, alteraciones en la
población del microbioma humano están asociadas con
enfermedades tan diversas como la diabetes, el autismo, el
intestino irritable o hasta la obsesidad y la depresión.
De hecho, algunos inmunólogos incluso consideran que se
puede decir que "el sistema inmune mamífero, diseñado para
controlar microorganismos, en realidad es controlado por
microorganismos". El biólogo de Stanford Justin Sonnenburg,
dice que "el hombre no sólo tiene una población bacteriana en
su intestino, el hombre es un producto de esta población
bacteriana". No está de más recordar la cosmogénesis según
Stephen Jay Gould: "Primero fue la bacteria". Llevamos nuestro
origen material dentro de nosotros.
La gran cantidad de enfermedades asociadas a una disbiosis
o un desbalance del microbioma hace que sea el tema del
momento en la medicina y en la biología. Enfermedades
autoinmunes, alergias, problemas glandulares, problemas
gastrointestinales como el síndrome de intestino irritable, el
reflujo, la colitis (y otras), la diabetes, la artritis, el autismo, y
posiblemente el cáncer se ven afectadas por el micriobioma.
Sería más económico en realidad nombrar qué enfermedades
no tienen que ver con el microbioma, pero ocurre que cada vez
descubrimos nuevas correlaciones, por lo que es arriesgado
decir que cualquier enfermedad no tiene que ver con el
microbioma o con la inflamación.
Si hemos evolucionado desde el albor de la humanidad con
estos microorganismos, ¿por qué es hasta ahora que se han
vuelto tan molestos e importantes? Tanto Alanna Collen como
Justin Sonnenburg identifican las siguientes cuatro causas por
las cuales nos encontramos en una crisis microbiótica:
1) El uso de antibióticos- El incremento en el uso de
antibióticos para controlar todo tipo de infecciones (incluyendo
aquellas para las que no son efectivos, como las gripas) en
humanos y animales de granja (que consumimos en alimentos)
ha hecho que muchas especies de nuestro microbioma
"indígena", por así decirlo, se extingan o estén seriamente
amenazadas.
2.) Nuestra dieta moderna- La dieta moderna basada en
poca fibra y en general en un menor consumo de plantas
prebióticas ha hecho mella en nuestro microbioma. A la par, la
comida procesada, sustancias que son "como comida" (pero no
realmente comida), la dieta de "papitas y hamburguesas", ha
limado el camino para que el ecosistema interno sea dominado
por bacterias agresivas propensas a la inflamación.
3.) El incremento en las cesáreas- No  es un secreto que hoy
en día algunas mujeres eligen que sus hijos nazcan por cesárea
no sólo por evitar riesgos sino también por comodidad. Esto es
preocupante ya que el microbioma, ese órgano adquirido, se
forma justamente cuando el bebé cruza el canal vaginal y se
llena de las bacterias de su madre. Estas amorosas bacterias
--muchas de ellas lactobacilos-- son la primera línea de defensa
del organismo y desempañan papeles protagónicos en la
secreción de hormonas y neurotransmisores. Al faltar este feliz
ejército, un bebé forma su microbioma de un entorno más
agresivo, como el que puede encontrar en un hospital.
4) La disminución de horas netas de lactancia- La otra vía
por la que un bebé abastece su microbioma es a través de la
leche materna, rica en bifidobacterias, algo que simplemente no
tiene sustituto, aunque puede paliarse con probióticos.
Alanna Collen considera que estamos en los inicios de una
nueva era en lo que concierne a las enfermedades humanas.
"Decodificar el genoma humano supuestamente iba convertirse
en la segunda revolución pero simplemente no ha dado
resultados, pero una revolución del microbioma parece más
prometedora. Y es que no podemos cambiar nuestros genes,
pero podemos cambiar nuestros microbios". Y, cambiar
nuestros microbios, es cambiar nuestros genes: en cierta forma
nuestra esencia es una construcción dinámica y plural. 
Sabemos hoy que la mayoría de las enfermedades no son
determinadas por los genes. Por ejemplo, la Sociedad
Americana contra el Cáncer en Estados Unidos ha investigado
los genes asociados al cáncer en los últimos 50 años y sólo ha
encontrado un 5% de correlación. Esto significa que 95% de los
cánceres no tienen una causa estrictamente genética. Esto
sugiere que la mayoría de nuestras enfermedades son
provocadas por factores epigenéticos --es decir, producidos por
la forma en la que vivimos e interactuamos con nuestro medio
ambiente-- entre los que podríamos incluir a nuestro
microbioma, el cual se puede considerar como un genoma en
constante interacción con el medio ambiente. En cierta forma
esto es alentador, ya que permite imaginar que podemos tomar
control de nuestra salud, más allá de un determinismo
genético. Para ellos parece importante asumir una perspectiva
holística en la que se piense no sólo en nuestras células
humanas cuando nos alimentamos, hacemos ejercicio o
tomamos medicamentos, sino también en nuestro microbioma.
Esto es un cambio de paradigma de lo antibiótico a lo probiótico
y del individualismo evolutivo a una conciencia hologenómica.   

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