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“El Olivo de Getsemaní”

Por Hugo Montoya


Escrito en mi diario personal en enero de 1982. (imágenes agregadas)
Yo nací 100 años antes que ocurriera el suceso más extraordinario que ha ocurrido jamás en la
historia del mundo. Cuando era solo un vástago me pusieron junto a otros, nos dieron agua y empezamos
a crecer. Mi papá es un árbol robusto de 150 años, yo era una de sus ramas, hasta que el dueño del
huerto me recortó, me plantó y me cuidó. Crecí cerca de mi padre, lo vi como un ejemplo a crecer y
fortalecerme, pero especialmente a fructificar. Él siempre me enseñaba muchas cosas.
Me enseñó a platicar con los pájaros, a ser tierno con
los polluelos y cuidar de ellos contra los vientos y lluvias. Me
enseñó el arte de esquivar los vientos fuertes. Me enseñó a no
tomar mucha agua, aunque tuviera sed, para que mis raíces
crecieran más profundas, y así poder soportar los vientos. Me
enseñó a distinguir que tipo de fertilizante es el mejor y como
lo debería aprovechar. Cuando yo era de cinco años me enseñó
la ciencia de la polinización y ese verano, durante mi primer
año dando flores, pude fructificar en 5 kilos de aceitunas.
También aprendí que pertenecemos a una gran
…y ese
creación infinita, y que somos parte de un gran plan, el plan de
verano, Salvación de un Dios todopoderoso. Se me dijo que, si llenaba
durante mi la medida de mi creación, podría seguir viviendo en otra esfera.
primer año
Las leyes que seguimos fueron dadas por ese buen
dando flores,
Padre Celestial, que fue el creador y diseñador de todas las
pude plantas, árboles y seres vivos. Él nos creó primero
fructificar en espiritualmente y después físicamente. Esas leyes regulan
5 kilos de nuestras funciones tan vitales como germinar, crecer, absorber,
aceitunas… la fotosíntesis, florecer y fructificar. ¡Dad Fruto! ¡Eso es lo más
importante!
¡Dad fruto!
¡Eso es lo más Mi padre, el olivo, me dijo, hijo sino das fruto nunca
más te volveré a ver, el dueño de este huerto vendrá y te
importante! sacará por infértil, te desarraigará y te quemará. Por eso ese
quinto año con mis cinco kilos de aceitunas era el Olivo más
feliz del mundo. Había llenado la medida de mi creación, estoy
seguro de que mi Padre Celestial y el dueño del Huerto estaban
orgullosos de mí, por cumplir el propósito por el cual fui plantado. Ahora lo importante es que cada año
produzca fruto, y fruto bueno, lleno de aceite.
Cuando tenía 67 años vi algo que jamás lo olvidaré. Hubo un hecho milagroso, durante casi tres
meses una estrella nueva brillo intensamente en los cielos. Era muy hermosa y yo me pasaba la noche
contemplándola, la primera noche que apareció, brillaba con tal intensidad que parecía anunciar nuevas
de gran gozo.
Al quedarme viendo fijamente a esa brillante estrella, me pareció escuchar una voz decir: Hoy es
un día especial en el gran plan de salvación, pues hoy el primogénito del Padre, el mayor de todos
descenderá con sus hermanos y nacerá de María y su nacimiento ocurrirá exactamente a la mitad del
tiempo desde que Miguel fue puesto en la tierra y el fin de los tiempos. Y luego parecía agregar: A Jehová,
el primogénito, le ocurrirán cosas horribles, pero así se ha dispuesto y Él lo ha aceptado, el cielo lo ama
por ser tan especial, siempre obedeciendo en todo, Él pasará su prueba.
Esa misma noche vi pasar corriendo a unos jóvenes pastores que iban rumbo a Belén, y mientras
corrían se decían: Apurémonos para poder ver al Dios de Israel, si al Dios de toda la tierra. Entonces lo
comprendí, el hijo del Padre Eterno nació en Belén esa noche, me sentí tan bien de estar tan cerca de ese
gran acontecimiento.
Pasaron 33 años desde esa gran fecha, cuando yo llegaba a mis cien años de existencia. En otra
noche, más oscura, llena de tinieblas y sin estrella, se acercaron al huerto once hombres, uno de ellos
mando a ocho de ellos que se quedaran cerca de la entrada del huerto, y ellos se acurrucaron entre los
brazos y raíces de mi Padre, el olivo con más fuerza que se encontraba en la entrada. El pequeño grupo de
cuatro se acercó a donde estaba yo, entonces reconocí al que los guiaba, el viene con frecuencia a este
huerto, es mi amigo, se arrodilla por mucho tiempo debajo de mi sombra y platica con su Padre en el
cielo.
Mi amigo les indico a los otros tres
que lo esperaran, que tenía que hacer algo
muy importante y luego les dijo: “Velad y
orad para que no entréis en tentación”,
ellos se acomodaron en el pasto, tendieron
sus mantos y se quedaron dormidos. Mi
amigo se acercó más y más a mí. A un lado
mío debajo de mis ramas y con mi tronco
por descanso se postró y empezó a orar y
hablaba diciendo: “Padre mío, si es posible
pase de mi esta copa, pero no sea como yo
quiero, sino como tú”. Vi bajar del cielo a
un ángel que vino a consolar a mi amigo, y
el Cristo fue fortalecido.
Comenzó a entristecerse,
angustiarse y sudaba, y era su sudor como
grandes gotas de sangre que caían hasta la
tierra, y estando en agonía lloraba.
Yo quise despertar al pequeño
grupo de tres, pero estaban dormidos,
entonces pensé en la manera de ayudar a
mi amigo que sufría, intenté desesperadamente bajar una de mis ramas más largas y acariciar su cabeza
con mis hojas.
Me pareció ver que el velo se descorrió y escuchar al Padre Celestial, aquel que había creado y
diseñado todo ser viviente, le oí decir, la ley no puede ser traspasada y debe ser cumplida. Entonces todas
las creaciones lloraron y en ese momento el Cristo expió y redimió al mundo y sus habitantes. Toda
enfermedad fue sanada todo dolor fue aliviado, toda angustia fue superada, toda soledad fue
acompañada, todo pecado fue limpiado.
Siglos antes, mis antepasados en otro jardín vieron la expulsión del hombre de la presencia del
Padre Celestial, hoy yo era testigo de la forma en que el hombre puede regresar a la presencia de Dios. La
tierra entera con todas sus creaciones había sido redimida, se había pagado el precio con la sangre más
preciosa.
Después hubo un gran alboroto en la entrada del huerto un gran grupo de hombres se acercó y
uno de ellos le dio un beso en la mejilla a mi amigo. Entonces unos alguaciles lo aprendieron y se lo
llevaron cautivo. Después me enteré del resto de su sufrimiento, como lo encarcelaron, humillaron,
escupieron, azotaron, coronaron con espinas, juzgaron, y lo crucificaron. Ese día de su crucifixión los cielos
se cubrieron con nubes negras, hubo una gran tormenta y un terremoto. Los pájaros se espantaron y
huyeron de nuestras ramas. La tormenta tiró nuestras aceitunas, todo era desolación y el escenario era
muy triste. Parecía el fin de las creaciones.
Pero entonces llegó el primer día de la semana, ese día amaneció soleado y los pájaros regresaron
y trinaban como nunca lo habían hecho. Las flores, las plantas, todos los seres vivos emanaban energía y
optimismo. Yo mismo me sentía vigorizado, no sabía porque, pero existía algo en el aire, un gran gozo por
algo que no comprendía.
Entonces vi a mi amigo, acercarse ahora se veía diferente, majestuoso, glorificado y perfecto, una
luz resplandecía alrededor de él. Nuevamente vino a orar a un lado mío. Esta vez su oración fue diferente.
Agradecía por la fortaleza recibida en su noche más oscura, informaba a su Padre, lo que había hecho al
haber organizado el mundo espiritual y como había declarado libertad a miles de hijos de Dios, que
habían estado esperando por muchos años ese día de su
liberación. Él se veía todopoderoso, como si todo poder, reino,
potestad y todo conocimiento se le hubiera dado. Pedía
fervientemente por todos sus hermanos, los que nacieron antes
que él, los que vivían con él y aun pidió por lo que no han nacido
y vendrán después que él. Pidió por todos, pues Su expiación
redimió a todo el género humano y ahora todos podían regresar
a donde se encontraba su Padre y a donde Él se dirigía.
Al levantarse, alzo sus manos, tocó mis hojas y con una hermosa
sonrisa me dijo “Gracias, regresaré”.
Han pasado casi dos mil años, ya soy viejo, he seguido fructificando cada año, miles de
ramas han salido de mí que se han convertido en otros árboles, he visto guerras, odio,
calamidades, también he visto la bondad, niños acercarse y jugar debajo de mi sombra.
Espero con gran esperanza el día que mi amigo regrese y ese día será lleno de gloria, como
aquel día en que El me visitó por última vez.

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