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Marian

Fernanda Arreola Meza 28/10/2020

Publicada en 1912, “La muerte en Venecia” de Thomas Mann, premio Nobel de


literatura en 1929 cuenta la historia de Gustav Aschenbach, un escritor maduro que
goza de reconocimiento que llega a Venecia en busca de inspiración, pero también
con el objetivo de llenar sus días con reflexiones estéticas en un entorno idílico. En
el hotel coincide con Tadzio, un joven polaco que se encuentra de vacaciones con
su familia. El muchacho se convierte en objeto de deseo y adoración; un amor ideal
e imposible basado en la contemplación estética y que llevará a Aschenbach a
renunciar a todo, incluso a sí mismo.

A nuestro parecer, la tesis que plasma el autor es lo mortífero de la belleza


clásica, esa descrita por los griegos. Podemos distinguir especialmente la visión
platónica donde la belleza es aquello que causa admiración no solo a los ojos y
oídos, sino a un amplio campo que engloba valores estéticos, morales, la justicia,
buenas costumbres, la virtud… en resume, lo equiparado a la verdad y la bondad.

Textualmente nos dice “Porque la belleza, Fedón, nótalo bien, solo la belleza es
al mismo tiempo divina y perceptible. Por eso es el camino de lo sensible, el camino
que lleva al artista al espíritu.” Por lo tanto, más allá que una lectura homoerótica de
la sexualidad reprimida de Mann, en esta obra encontramos en Tadzio la
representación de la belleza platónica y la juventud, así como el deseo inalcanzable
de poseer tales cualidades. El joven, desde la visión personal, se ve como la belleza
inalcanzable que atrae al artista a su fin mortal.

Aschenbach por sí mismo ya representa el arte helénico descrito por Nietzsche


en El nacimiento de la tragedia: encontramos lo Apolíneo en línea paterna donde
sus antepasados habían sido hombres dedicados a una vida disciplinaria y sobria,
mientras que su madre era hija de un director de orquesta bohemio, obteniendo un
perfil Dionisiaco. Esta mezcla explosiva posibilita la naturaleza tan contradictoria
como fructífera del artista, siendo la combinación de un espíritu de rectitud profesión
con ímpetus apasionados, es decir, un equilibrio entre lo Apolonio y dionisiaco. Así,
Aschenbach es una representación de la tragedia ática que se ve consumada con
su muerte frente el objeto de su adoración: el joven Tadzio.

Estos dos personajes oscilan entre ellos teniendo de escenario a Venecia, una
ciudad que se hunde literal y metafóricamente. Encontramos la localidad como
representación de decadencia, donde la belleza de su arte, su arquitectura y sus
característicos canales son una mascara de la grotesca verdad que ocultan sus
calles: la peste. Tal decadencia hace alusión a la propia crisis europea acontecida
después de la Belle Époque, que podríamos incluso unir a la idea de Nietzsche de
el la tragedia teniendo su propio fin decadente.
Marian Fernanda Arreola Meza 28/10/2020

Señalamos que el propio fin del protagonista sufre un desarrollo decadente,


pues incluso después de ser acicalado en la estética y “devolverle” la juventud,
sus canas, arrugas, piel seca y demás, viven debajo de los perfumes y tinturas.
Esto, mas claramente, lo vemos cuando contrae la peste y, mirando a Tadzio en el
océano, cae al suelo para nunca volver a levantarse. Un fin decadente y trágico en
aras de contemplar la belleza deseada hasta el punto de la locura.

En conclusión, Thomas Mann representa en esta obra la condena natural que


induce al artista su propia adicción, puesto que Aschenbach aun después de ser
conocedor de la precaria situación sanitaria de Venecia, decide quedarse por no
renunciar a la visión de Tadzio.

“Dónde me he metido, dónde me he metido” se repetía una y otra vez Aschenbach.





Bibliografías
T. Mann (1912). La Muerte en Venecia. Madrid, España. Debolsillo.

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