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emmanuel, cuando t tengas treinta o cincuenta aos de edad y busques en tu memoria al que, en su piel de perro, tuvo para tus sobresaltos el amor; cuando ya hayas crecido y te puedas permitir el llegar y ver tu corazn, mira que si en tu vida qued algo de este pedazo crepuscular de hombre triste que soy, encuntrale todo lo hermoso que entonces no entendiste y ten, si puedes, una lgrima para l, porque cuando venga otra vez el aire espeso de junio y me haya ido y t regreses de ser el perfecto salterio, el nio que se parti por la mitad para entrar en la vida, algo de m andar en las cosas que te hiedren, all en el fondo del tiempaire, sin m, sin vernos, y pensars: aquel viejo hombre. emmanuel, cuando ya esplendas fruto y haya, tal vez en ese tiempo tuyo que reconocer que fue el poema, y tengas una dulce cancin que a nadie importe, o una vara de medir, o estas palabras de mala sombra, o una categrica mudez, o te halles de pie a la llegada de la nueva revolucin y seas uno de los que no lo puedan creer, o aquel que esperaba otra cosa y no fue as, o el engaado hasta por nadie y por l mismo, o el que a m tambin a m tambin y esperes la otra nueva revolucin seguro de que ser mejor,
o el que llegue a pisar por primera vez estrellas que ahora no sabemos. El que viaje a la luna como viajar ahora a noland y tu padre no exista, el que descubra la verdadera vida eterna o el que, de pronto, cuando los barcos sean en desuso y el mar una vieja postal, haga posible otra vez el mar; caer del sueo aquello que t fuiste y entonces llegar, como rado imperio, a traerte la melanclica edad donde hicimos flagelo, rotura, olvido, oficio de olvidar; guarda para que puedas alguna vez mostrrsela a los tuyos esta hmeda labranza de poesa, estas cosas del amor como ans, rosa, paloma, libertad, y piensa que todo pudo haber sido de otro modo si el mundo... si los hombres... si la vida... si es que... si la... si...