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DESCRIPCION ESCENOGRAFICA
Es la sala de la casa de pueblo, de hacienda.
Cosas que se pueden llevar: Hamacas, mecedoras, sofás antiguos, sillas antiguas,
matas, radio viejo, alfombra vieja, ambientación de una sala de una hacienda
EFECTO DE SONIDO: Tocar la puerta, timbre, MUSICA, Coreografía etc.
ESCENA I
ELENA: (dice a la entrada) ¡Brígido!... ¡Brígido!... ¡Anda por Dios hombre, abre la puerta!
(gritando)
ELENA: Anda a abrir que de todas formas tú sólo saludas con la cabeza… !muchacho¡
ELENA: ¡Pero niño, vaya a abrir la puerta que no ve que están a punto de tumbarla! Y si es el
Padre Castrillo permítale pasar de una vez, cualquier otra persona viene inmediatamente a
comentármelo (Brígido empieza a salir de escena) ¡Eh! ¿Qué es eso? En esta casa se
acostumbra a que toda persona de servicio se incline a sus amos antes de retirarse.
BRÍGIDA: ¡Ay! Disculpe usted, es que la vi tan apurada (se inclina con exageración).
ELENA: (tipo monologo) No creo que sea el padre Castrillo, él no toca con tanto apuro sino
cuando viene a recoger la limosna, ¿Quién será? ¡Qué gente por Dios! Nunca pensé que
cuando mi nieto llegara al mundo, diera tanto trabajo, si nos da por exhibirlo en el circo con su
madre a medio real la entrada, nos hacemos una fortuna.
ESCENA III
BRÍGIDO: (Fuera de escena) ¡Señora no es el cura! Sino un niño que creo que es Sumoza.
BRÍGIDO: Digo, que Sumoza es su apellido, un amigo suyo que habla más que un loro.
ELENA: ¡Ah! Danielito Sumoza, otro que viene a curiosear, pero hay que recibirlo, porque si no
quien lo aguanta. (A Brígido) ¡Anda a abrirle pues!
ESCENA IV
DANIEL: ¡Ay Elena, cuando me enteré ni te imaginas como me puse de contento! No estaba
sino esperando unos cuantos días para venir a ver lo y a visitarlos.
ELENA: Ya tiene veinte días y ésta es tu casa, no tienes que esperar una ocasión especial.
DANIEL: Es cierto, debí haber venido antes, durante y después del nacimiento del niño.
ELENA: Varón
DANIEL: No mija, que será heredero del título de su padre, los barones Von Genius de
Alemaniabpor supuesto que el varoncito será rubio o por lo menos catirito.
ELENA: (Con desazón) si, si… , mejor dicho, no se puede definir, tú sabes que los recién
nacidos son indefinibles.
DANIEL: ¿A los veinte días no ha abierto los ojos? ¡Será ciego! Tendrá algún síndrome
especial, mira que ahora esa es la moda.
ELENA: Sí bueno, ya los abrió, pero como se la pasa durmiendo… no se los he visto bien.
DANIEL: ¡Dios! Pero qué indiferencia la tuya, ¡si tuviera un nieto, ya yo le habría visto y
registrado todo, todito!
ELENA: ¿Pero no tienes una sobrina que es para ti como tu hija y que se casó hace poco?
ELENA: ¿Tú?
DANIEL: Ella… bueno, yo; estoy esperando que ella, o ellos… Si tienen un hijo sería como mi
nieto pero, no es lo mismo, ¡ay, no hablemos de cosas tristes! (Pausa) ¿Vamos a ver a la
criaturita?
DANIEL: Tu nieto.
DANIEL: ¡Qué encanto! Debe ser lindo. Sangre alemana por un lado, y por ustedes, ¡no se diga!,
por todas partes le viene su sangre muy limpia: por los Torresveitía, por los del Hoyo, por los
Sampayo, de los fundadores de Cumaná… Vamos a verlo.
ELENA: ¡Porque no! Con mucho sentimiento, te digo que ahora no se puede ver a Godofredo
Witremundo Sigfrido, como sea.
DANIEL: Me callo.
DANIEL: ¿De veras? Los nobles son flores de estufa… Mira, yo te prometo no hablar .
ELENA: Por favor, Daniel, no insistas, en este momento no puedes verlo, simplemente no es
posible.
DANIEL: Me voy con una espina clavada en el corazón. (Empieza a salir dramáticamente).
ELENA: Pero hombre, no te pongas así tan dramático que no hay razón vale.
DANIEL: Si hay, el motivo es que mi amiga, mi hermana del alma, tú, me niegues ver a un niño
al que le debí cortar el ombligo (se pone dramático).
DANIEL: ¡No volveré nunca más! ¡No te veré nunca más! ¡Tampoco conoceré a… como se
llame! ¡Adiós… pero para siempre! (Ya fuera de escena) ¡Elena!
ELENA: ¿Qué?
DANIEL: No puedo… A pesar de lo que me estás haciendo, no puedo irme sin demostrarte una
vez más mi amistad sincera. (Esto último lo dice sarcásticamente).
DANIEL: Sí, (volviendo al centro de la escena) de hecho vine sólo para convencerme de que
lo que se dicen no es cierto y desmentirlo en toda Caracas si es posible… a esas infames
lenguas largas.
DANIEL: Una cosa horrible, una mancha, una desgracia sobre tu casa, sobre los tuyos.
DANIEL: Dicen por ahí que tu hija no ha dado a luz a un niño… sino a un PAN QUEMADO.
DANIEL: ¡Ay! ¡Cómo que es verdad! (Se acerca a Elena para ayudarla a reaccionar)
¡reacciona! ¡Qué angustia! ¿Será que llamo gente? ¡No sabía que sería tan fuerte su reacción!
¡Elena! (sacudiéndola) ¡Elena! ¡El muchacho debe ser un talmone!
ELENA: ¡Una mancha sobre nuestra familia! ¡Un alemán negro… negritoo como el carbón
como azabache, más negro que la oscuridad!
ELENA: ¡Es negro, Daniel! ¡Como una maldición! Sólo imagínate que será de ese niño cuando
tenga que bailar el vals, la polca, el Schuhplattler… ahora tenemos que aprender a bailar
tambor para enseñarle (se pone las manos en la cabeza).
(puede sonar la canción de SAN JUAN BAUTISTA Y HACEN LA Coreografía de 2
MINUTOS)
ESCENA V
BRÍGIDO: Señora, el padre Castrillo.
ESCENA VI
ELENA: He mandado llamar al Padre Castrillo para que hable con Julieta.
ELENA: El diablo ya está afuera. Ahora se necesita saber por qué mi nieto ha salido negro
como el carbón.
PADRE CASTRILLO: (Entrando) En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…
DANIEL: Amén.
DANIEL: ¿Se puede saber a qué se debe este alto honor de visitar una vez más esta digna
mansión?
ELENA: Sí,… el Padre Castrillo, está aquí porque nos preocupa lo sucedido con Julieta y
queremos que nos diga la verdad, y yo creo que si usted la confesara TODO SE ACLARARÁ…
PADRE CASTRILLO: Señora, usted sabe muy bien que no puedo hacer eso, secreto de
confesión es secreto de confesión¡¡¡ …
ELENA: No se trata de un secreto de confesión, sino de que la logre convencer con sus santas
y sabias palabras para que nos diga que pasó.
ELENA: No, está en Alemania en asuntos comerciales, pero está ilusionadísimo por el
nacimiento de su hijo, en cada ocasión manda una carta pidiendo una foto de su hijo, y cuando
le avisamos que era varón dijo que se embarcaría en la primera oportunidad que tuviera,
dígame si llega de repente y tenemos que mostrarle… (Con tono despectivo) eso que ha
nacido. Le confío mi última esperanza, Padre.
PADRE CASTRILLO: ¿Cree usted, que confíe más en mí que en su propia madre?
PADRE CASTRILLO: Bueno… Iré a ver qué puedo hacer, no les aseguro nada, ¿dónde está
su cuarto?
ESCENA VII
(Se quedan los dos pensativos viendo al suelo mientras esperan al padre).
DANIEL: ¿Quién habló así de repente que de broma no me mata de un susto? (Mientras
suspira y se lleva la mano al corazón).
FULGENCIO: ¡Soy yo, Fulgencio! ¡Ya va, ya entro para allá y les cuento!
FULGENCIO: (Entrando ya en la sala) ¡Elenita! ¡Ya está preso, lo traerán ya codo con codo!
ELENA: ¿ A Quién?
DANIEL: Pobrecito.
FULGENCIO: Al mayoral del rosario, tú sabes el misio, el que vino hablando y que alemán,
francés, inglés, ese nadie le entiende nada.
ELENA: ¿A Cándido?
FULGENCIO: Sí, puse ayer la denuncia y me acaban de avisar por teléfono que ya le echaron
el guante. Es un Criminal ese hombre.
ELENA: Tan humilde y servicial que parecía, bueno así es esa gente.
FULGENCIO: Sí bueno, así ocultan algunos sus instintos, mostrando una bondad falsa que de
todas formas será descubierta.
FULGENCIO: Es porque ese hombre debe saber el porqué de que haya nacido un negro ojos
azabache en nuestra familia.
FULGENCIO: Porque… (Hacia el centro de la escena) desde que era chiquita, ese hombre
siempre le hacía cariños a Julieta, la acariciaba, se la sentaba en sus piernas, la abrazaba, le
traía flores y le cantaba en ingles…
DANIEL: Eso más bien es algo cariñoso, aunque desde un principio no debió haberle cometido
dicho acto, puesto que ése puede ser el padre de ese niño.
FULGENCIO: Y yo que se lo decía a ésta (Haciendo un gesto hacia Elena) no quiero que ese
negro tenga esas confianzas con mi sobrina.
DANIEL: ¿Y él? ¿Usted cree que Julieta se haya enamorado del negro Cándido, es un hombre
de edad?
FULGENCIO: Como todos los insectos. Bueno Elena, me gustaría hablar contigo a solas, con
permiso de los presentes.
DANIEL: Vaya usted, ahora Cándido resultó brujo… no hay problema. (Salen de escena
Fulgencio y Elena) ¡Ay, así yo aprovecho y me cuelo al cuarto! (Sale también de escena).
ESCENA VIII
ARTURO: Creí haber oído voces, pero esto está más sólo que un judío en una Iglesia, no
puedo creer lo emocionado que estoy, se respira aire de grandeza, definitivamente la
maternidad es algo santo. ¡Ay Julieta! Mi prima Julieta, que no quisiste que yo fuera tu Romeo y
ahora ese hijo que has engendrado con amor, en lugar de llamarse Godofredo o una cosa así
de fea, se llamaría Arturito.
ESCENA IX
ARTURO: Aún no, pero es bello, ¿verdad? Se parecerá a mí, buenmozo, carismático, un
guapetón como yo…
ARTURO: ¿Ah?
DANIEL: Sí, imagínese que parece un bizcocho quemado, un carbón negro negrito, casi que
se ve morado.
DANIEL: Usted sabe que yo no soy para nada chismoso, pero como es de la familia, se lo diré,
tiene usted un primo negro.
ARTURO: ¡Imposible!
ARTURO: Esto no puede estar pasando, tiene que ser imposible, un castigo de Dios, un
negrito, pero ¿de dónde?
ARTURO: ¡Oh, crueldad del destino! Ella, a quien yo quise tanto, a quien amo todavía; ella a
quien le escribí quince sonetos llamándola ángel, espuela, mi cuarzo. No puede ser…
DANIEL: ¡Ay hombre! Estaba usted chiquito, ¿Qué hay en este mundo que no sepa?
ARTURO: ¡Y de los de relieve! Ella no me quiso porque le parecí poco para sus ideales, ¡no
sabe ella lo que tengo escondido! Aquí soy todo corazón, aquí todo pensamiento, un volcán…
Toque para que se queme.
ARTURO: ¡Aún recuerdo aquel día que me enamoré de ella! (Empieza Arturo a recordar
viendo al techo).
ESCENA X
ARTURO: Era el día de sus quince años, recuerdo que sólo me parecía bonita, empecé a
quererla aquel día, ese día, todavía recuerdo aquella canción, aquel vals Alemán, nunca
olvidaré ese día. (Comienza a sonar “tiempo de vals” y empieza a bailar). Eh no, esa no es.
ESCENA XI
JULIETA: (Entra gritando) ¿Qué te pasa? Te volviste loco…era lo que nos faltaba
ESCENA XII
ELENA: Disimula… Arturo, ¿Qué tal, Arturito? Supongo que habrás venido a felicitarnos.
ELENA: Pues me alegro de que hayas venido, ya que también formas parte de esta familia.
ESCENA XIII
JERÓNIMO: ¡Ya va! Antes de empezar con los problemas, me gustaría dedicarle un poema a
mi bella esposa, se llama: Para Elena, de autor Anónimo; dice así: (saca un pedazo de papel
de bolsa y comienza a leer en prosa…)
Para Elena
Es el brillo de tu mirada,
es el sonreír de tu cara,
es la exactitud de palabra,
ELENA: ¡Gracias! (Dice con hipocresía) Pero necesito saber qué es lo que has pensado.
ELENA: Contigo no se puede contar ni para los casos más graves, en vez de andar
dedicándome poemas, debiste pensar en qué hacer.
FULGENCIO: Tú, el jefe de la familia, el que tiene más responsabilidad con el asunto, el padre
de la madre, el abuelo del niño…
JERÓNIMO: ¿Qué quieren que haga? ¿Qué lo pinte con yeso para las paredes o tiza de
pizarrón?
JERÓNIMO: Yo espero con calma los acontecimientos, entre tanto tengo que comunicarles
algo de interés… privado.
DANIEL: Por mí ni se preocupe, yo soy una tumba. (quien entra súbitamente al salón)
ARTURO: Y yo ni estoy.
JERÓNIMO: Llegó esta mañana a La Guaira y dentro de algunos minutos llegará aquí.
ELENA: ¡Llegará!
FULGENCIO: Pues bien, Jerónimo, nosotros, que si queremos a nuestro apellido y estamos
interesados en todo lo que nuble la transparencia de nuestro nombre, hemos pensado muy
bien la cuestión.
ELENA: No hemos pensado solamente, hemos procedido, allí está el padre Castrillo,
convenciéndola a que confiese.
JERÓNIMO: ¿Qué?
FULGENCIO: Elena, vayamos a hablar con el sacerdote a ver qué sucedió al final. (Salen los
dos de escena).
ESCENA XIV
ARTURO: Recuérdese que yo amé, amo y amaré a su hija con todo mi corazón, no estoy de
acuerdo con ningún consejo de familia, ni de guerra, ni de paz, ni nada de eso, de hecho, no
creo que ella haya hecho nada malo, confío plenamente en ella, porque es el amor que por ella
siento el que me alumbra los senderos de la vida.
JERÓNIMO: ¡Todo un poeta! Pero recuerda que estamos hablando de mi hija, y que tiene
esposo.
ESCENA X
ARTURO: ¿Y qué?
ELENA: Dice que no hace más que llorar y que, aunque la amenazó con todas sus armas, ella
no confesó nada.
DANIEL: Perdonen porque me meta en el asunto, pero, creo que tengo una solución.
TODOS: ¿Cuál?
ELENA: ¿Dónde podríamos conseguir a un niño europeo, aunque sea prestado? ¡Ah! (A la
puerta) ¡Brígido!
ESCENA XVI
ELENA: Entre tus amigos, ¿ninguno tendrá un niño europeo que nos preste por un ratico?
ARTURO: O que nos lo alquile o nos los cambie por unas joyas.
BRÍGIDO: (Pensativo) ¡Ah! Norberto tiene un hijo bien parecido, parece alemán.
ELENA: ¡Corre y que nos lo preste por medio día, que nosotros se lo pagamos como quiera!
ARTURO: ¡Si lo consigues, te regalo mi carro nuevo , que no es mucho, pero puedes
consquistar a muchas chicas!
DANIEL: ¡Sí! (Triste) lo que hacen las obligaciones. (Sale de escena detrás de Brígido).
ESCENA XVII
JERÓNIMO: ¿A quién?
ESCENA XVIII
(Entra Brígido)
ESCENA XIX
JERÓNIMO: ¡Elena por Dios! Siéntete madre por una vez en tu vida, déjala tranquila, pon tu
amor por encima de tu orgullo, cuando el marido llegue que le hablaré a él.
FULGENCIO: ¿Y el escándalo?
JERÓNIMO: Peor es el crimen que ustedes pretenden.
FULGENCIO: ¿Y si la rechaza?
JERÓNIMO: Y…¿no es eso lo que ustedes están haciendo en este momento? Piensan
rechazarla sacándola de la familia, y despreciarla diciendo que ya no es su sangre.
FULGENCIO: ¡Jerónimo!
ESCENA XX
JULIETA: (Entrando a escena) ¡Gracias papi, gracias! Yo sabía que tú serías el único en
apoyarme. (Se acoge en sus brazos) Sostenme.
ARTURO: ¡Ay! ¡Qué me has dado en la canilla! Y me has cortado la frase… tan linda que es,
yo te estoy apoyando, pensé que me abrazarías como a tu padre.
JERÓNIMO: ¡Tú eres el principal alborotador aquí! ¿No sé por qué no te he sacado de mi
casa?
JULIETA: ¡Tú no has sentido ni una pizca de dolor, comparado a lo que yo he sentido!
FULGENCIO: Eso lo sé pero…
JULIETA: ¡Pero qué! ¿Quieres que después de haber llevado a un niño en mis entrañas y
haberlo nutrido con mi alma, después de haberlo parido, cuando llevo mis senos a sus labios y
por primera vez conozco este algo sagrado que llaman amor maternal, el cual mi madre ha
perdido?
ELENA: Yo no he perdido…
JULIETA: ¡Cállese que estoy hablando! ¿vaya a desprenderme de ese niño por complacerlos a
ustedes y a sus vanidades sociales? ¡No, no y no!
JULIETA: ¡Sépanlo bien! Que, si lo echan debajo de un puente, voy al puente a darle la vida; si
lo tiran barranco abajo, me lanzo para salvarlo. ¡Qué me importa a mí que sea negro, verde o
morado! Es mi carne, mi sangre, pero más importante, y que ustedes no conocen… Es mi
espíritu, es mi hijo. Ante la inmensidad de esa palabra ¡mi hijo! Ya no hay nada más grande en
el mundo.
ARTURO: ¡Creo que voy a llorar! (Se pone en el hombro de Jerónimo y éste se lo sacude)
JULIETA: ¡El que quiera quitármelo que pruebe! Lo muerdo, lo araño, lo descuartizo.
JERÓNIMO: Debe ser que allá en la hacienda no te fiabas en el color del escogedor de café.
FULGENCIO: ¿Yo?
JERÓNIMO: Sí, tú allá en la hacienda tienes una familia de puros isleños, porque son más
baratos y te dan más cache.
ARTURO: ¡Já, já! ¡A mí me han dicho que tiene un hijo de cuadritos blancos y negros! Así
juegas ajedrez sin necesidad de tablero.
JERÓNIMO: ¡Cálmate hija mía! Vayamos al cuarto que tú no deberías estar resistiendo
conmoción semejante, recuerda que te hace daño que te corta la leche…
ARTURO: Bueno… Yo mejor me voy que tengo muchas cosas que hacer; ese Von Genius,
quien no me agrada para nada, debe estar por llegar. (Sale de escena).
ESCENA XXI
VON GENIUS: (Fuera de escena) ¡Brígido! Haga pasar mis maletas a la habitación, ¿dónde
está la gente de esta casa? ¿Cómo que no hay nadie!
ESCENA XXII
VON GENIUS: (Entra feliz y sonriente, con mucho entusiasmo abrazando a los presentes)
¡Suegrita! ¡Suegro! ¡Tío Fulgencio, tú también! ¡Julieta! ¡Qué felicidad, Dios mío santo!
FULGENCIO: Lo toqué por detrás y trae revólver, mejor es que no vea al niño todavía,
muéstrenle al otro.
VON GENIUS: Bueno, ¿dónde está mi hijo? ¡Quiero verlo! ¿Dónde está Julieta?
VON GENIUS: ¿Por qué? Necesito ver a mi hijo… quiero conocerlo, besarlo.
ELENA: Haré que traigan al niño… (Se acerca a la puerta) ¡Brígido, tráigale el blanquito al
señor Herman!
VON GENIUS: ¿BLANQUITO? ¡Qué agradable suena esa idea! Debe parecer un PAN DE
LECHE, en mis baúles le traigo ropa, zapatos, juguetes.
(Sale Fulgencio)
ESCENA XXIII
BRÍGIDO: (Trayendo de la mano a un NIÑO GRANDE y que se resiste a entrar) ¡Aquí está
el niño!
MUCHACHO: Yo entro, pero me quiero ir rápido, tengo que salir a seguir VIENDO MI CLASE
VON GENIUS: ¿Ah? ¿Éste es mi hijo? ¡Es un fenómeno! Veinte días de nacido y ya habla,
éste no es mi hijo.
VON GENIUS: ¿Me quieren explicar por qué tanto misterio? Semejante comedia, me voy a
volver loco.
JERÓNIMO: Toma niño una chupeta, dile a tu madre que muchas gracias.
(Sale el muchacho de escena).
BRÍGIDO: Pensé que era pa’ hacer un mandado, ya me voy. (Sale de escena).
(Entra Daniel)
DANIEL: ¡Ojalá!
VON GENIUS: ¿Cómo que ojalá? ¿Usted quiere que yo le meta su buen golpe?
VON GENIUS: ¿Qué importa? ¡Lo quiero como sea! (Yéndose a la puerta) ¡Julieta!
VON GENIUS: (Volviendo al centro con el niño) ¡Qué lindo! ¡Qué gordito!
TODOS: ¿Eh?
VON GENIUS: ¡Idéntico a mi abuelo, Alfredo el general, un hombre moreno que se enamoró de
mi abuela de origen alemán¡
VON GENIUS: Por la línea Materna sí, pero por mi padre, cuando estuvo el abuelo de sirviendo
de militar en Alemania, se casó con una doncella. Usted sabe que a los morenos les gustan
mucho las blanquitas.
VON GENIUS: ¡Me hacen el favor! ¡Yo no he engañado a nadie! ¿verdad, Julieta?
VON GENIUS: ¡Nadie preguntó por mi madre o mis abuelos! Y sí lo hacen, no los niego.
ELENA: ¡Con trampolín! Ahora nos preparamos para echarle el agua bendita al muchacho, así
que de una vez le quitamos las malas vibras de todo este mal momento.
FIN.