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Resumen de todos los textos

2009

PSICOTERAPIA II
a) Psicoterapia II, materia clínica.
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La experiencia realizada durante seis años en la carrera de Psicología de la UNLP nos ha llevado a revisar el
dictado de la materia, el programa general y el programa de trabajos prácticos. Estas modificaciones se
fueron realizando tanto en el 2005 como en el corriente año y se basan en nuestro registro de los efectos del
encuentro –cuando se produjo encuentro- realizado entre estudiantes y docentes. Los diversos escritos que
realizan los estudiantes durante la cursada nos han permitido ponernos en contacto con afectaciones que
quedaban en invisibilidad (y mudez) en los dispositivos centrados utilizados. Seguimos encontrando una
demanda de herramientas de operación práctica en la población estudiantil, a la vez que nos interesa
participar de una redefinición más ajustada de la clínica donde intervendrá el futuro psicólogo.
Hemos incorporado diferentes herramientas, que provienen de diversos espacios de pensamiento y/o
territorios de prácticas, algunas de ellas son nociones propias del pensamiento contemporáneo, no
clasificable en disciplinas del conocimiento, otras provienen de los actuales desarrollos del psicoanálisis de
los grupos y los vínculos.
En esta situación configurada, la cátedra ha reformulado la propuesta temática, a la vez que el dispositivo
teórico práctico, para cursar la materia. Para este último, retomamos en el 2004 una tradición en las carreras
de psicología de la Argentina representada fundamentalmente por la experiencia de la comunidad clínica de
Fernando Ulloa, en 1970, en la UBA.
La noción de clínica que tomamos y redefinimos se encuentra desarrollada en una ficha de cátedra titulada
“La noción de clínica en relación con los procesos de subjetivación”. Como se verá en el transcurso de las
clases, y se podrá leer en los materiales de lectura que ofrecemos como insumos, la clasificación habitual de
las psicoterapias suele pecar de vulgar y superficial. La clasificación por dispositivo empleado suele ser
insuficiente y la que se realiza por orientación teórica a la que se suscribe es declamatoria e inexacta cuando
toca explicar aquella orientación con la que se discrepa. Las incumbencias profesionales, por potro lado,
suelen denominar clínica a la modalidad asistencial, reduciendo la clínica del psicólogo a una de sus prácticas,
a la vez que se inscribe en la episteme moderna que constituye separado al par individuo-sociedad, cuando
clasifica los ámbitos del ejercicio profesional. Cierto psicoanálisis ha colaborado con sostener esta episteme,
al enunciar que no es posible trabajar con psicoanálisis en dispositivos multipersonales. Hoy no es posible
sostener sin interrogantes esa clasificación. Los intentos por reunir, articular, lo que se constituye separado
en el pensamiento, dieron lugar, en su momento, a la psicología social, hoy se abre la posibilidad de pensar
como in-escindibles al sujeto psíquico y a su sociedad. Esta cuestión teórica, incide en las formas de pensar la
diversidad de prácticas profesionales del psicólogo, entre ellas, la de la psicoterapia.
Para trabajar estos obstáculos al pensamiento, hemos ido incluyendo algunos insumos de pensadores
contemporáneos que ayudan a realizar este camino de elucidación crítica y alteración subjetiva
imprescindible para pensar nuestros haceres. Esta cátedra además incluye algunas producciones de sus
integrantes.

b) Aprender y Enseñar hoy: realizar experiencias

Nos interesa retomar otro aspecto del problema que enfrentamos juntos, alumnos y docentes: ¿qué y cómo
se debe enseñar hoy la clínica y la psicoterapia? Consideramos que en las actuales condiciones – que muchos
autores constatan como un agotamiento del dispositivo pedagógico- para pensar es necesario realizar una
experiencia, y esta necesidad no es excepcional, ni solamente en las etapas iniciales de la formación, sino en
cada vez que las prácticas nos interpelan.
Cuando decimos realizar una experiencia estamos pensando en hacer algo, es decir efectuar una cierta
facticidad y pensarla, que conmocione en algún grado la subjetividad instituida. Estamos hablando tanto de la
subjetividad predominante en los estudiantes y en los docentes que participen en ella. Pensar incluye
siempre hacerse cargo de las afectaciones sufridas durante la experiencia. Se suele producir pensamiento,
cuando se abandonan las inercias producidas por nuestros lugares institucionales. Consideramos que la
alteración de los modos de ser y estar es imprescindible para el trabajo de un psicólogo, que como veremos
al revisar la noción de subjetividad, no se reduce a la dimensión “psi”.
Desde esa apuesta, la cátedra realizó una experiencia de jornadas de trabajo grupal. Hemos realizado
diversas jornadas con la modalidad de multiplicación dramática y la última con una modalidad más expresiva
y lúdica. La modificación de tecnología correspondió al registro de algunos efectos de las anteriores jornadas
en los estudiantes y los docentes, que nos interrogaban y a la vez mostraban un cierto agotamiento del
placer de jugar y pensar dramatizando, que era nuestro objetivo primero. Es probable que realicemos una de
estas experiencias, también en este año. Por lo general, si acordamos realizarlo estamos revisando el criterio
de obligatoriedad para estas actividades.
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Tomando en cuenta que desde el año 2004 abrimos la posibilidad de cursar bajo el formato de “promoción
sin examen” (para los estudiantes que se encuentren en las condiciones reglamentadas), hemos duplicado el
horario de la clase teórica, realizando así un tipo particular de seminario-taller. Es nuestro interés que los
alumnos que opten por este formato de cursada, realicen una experiencia intensiva de trabajo clínico en
grupo amplio, con los integrantes de la cátedra. Apostamos a que las clases teóricas se transformen en
espacios de experiencias teórico-clínicas.

II) OBJETIVOS:
El objetivo general de esta asignatura consiste en capacitar a los estudiantes entrenándolos para un
abordaje clínico, que incluye la dimensión psicoterapéutica, pero no se reduce a ella. La idea rectora de esta
propuesta de capacitación es aprender clínica haciendo clínica.
Los objetivos específicos son:
 la comprensión de los fenómenos vinculares y grupales presentes en las diversas clínicas, tanto en
abordajes individuales como multipersonales.
 la sensibilización, para el registro de sus afectaciones y el entrenamiento en su elucidación
 el acercamiento a la multiplicidad de dispositivos y procedimientos empleados en la intervención
clínica
 cierta lectura de los múltiples efectos de la intervención
 cierta autorización de la capacidad de diseño de dispositivos singulares para cada situación clínica que
se configure

Para ello hemos programado diferentes experiencias por las que podrá atravesar el estudiante:
En el espacio de clases teóricas (no obligatorias):
 Se alternarán exposiciones teóricas con la presentación de situaciones clínicas que oficiarán de
insumos pertinentes al tema a considerar.
 Se proseguirá con el trabajo en un dispositivo de grupo amplio, trabajando como asamblea de
clínicos. Tanto estudiantes como docentes transitarán por una diversidad de situaciones, que
constituirán una oportunidad de capacitación del estudiantado en el diseño de diversas modalidades
de abordaje estratégico, además de una oportunidad de reflexión conjunta. La experiencia de cada
jueves retoma el concepto de la comunidad pensante de analistas, en diferentes grados de formación.
El objetivo de este espacio es ir trabajando y trabajándose se cada uno de los integrantes de la
comunidad, para constituirse en clínico, al compás del abordaje de un problema habitual de la clínica
actual y es responsabilidad de la profesora titular y un pequeño equipo de colaboradores.
 Se conceptualizarán los recursos implementados y sus efectos. Se irán abordando las problemáticas
teórico-clínicas presentes en el programa de la asignatura correspondiente al año 2008.
 Se propondrá al estudiante que durante la cursada confeccione sus escritos -de parcial o de final de la
Promoción Sin Examen- realizando un ensayo, más que una monografía, de acuerdo a las
instrucciones que se le brindarán.

III) CONTENIDOS
Fundamentación del ordenamiento del programa:
Este año hemos optado por organizar tanto el programa general de la materia, como el de trabajos prácticos
en bloques temáticos, sin suponer la existencia ni imponer un orden semanal secuencial. De este modo, las
relaciones dentro de cada bloque y entre los bloques, no son consecutivas sino más bien hipertextuales.
Los temas y los textos de apoyo se irán enlazando de acuerdo a los problemas que se vayan presentando, de
este modo, se constituirán en herramientas para pensar las situaciones singulares que se configuren durante
la cursada. Apostamos a que este ordenamiento colabore con la producción de recorridos singulares de
lectura y la apropiación de herramientas conceptuales.
La bibliografía, por lo tanto esta ordenada alfabéticamente, sólo para que la búsqueda se haga de acuerdo al
recorrido que se vaya haciendo en la cursada.
Núcleos temáticos:
I.- LA PSICOTERAPIA Y LA CLÍNICA
Elucidación crítica de la noción de Psicoterapia. La función del modelo en la cura. La psiquiatría y la
pedagogía. Las prácticas clínicas, más allá del eje salud-enfermedad. Del modelo médico al psicoanalítico. El
psicoanalismo y el control social. Alienación, padecimiento y sufrimiento. Dispositivo de trabajo, posición
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subjetiva del psicólogo y procedimientos clínicos de intervención. Las psicoterapias como prácticas más allá
de la ecuación individuo-grupo.
Objetivos:
1. Introducir al campo de la clínica y las psicoterapias.
2. Diferenciar a través de una breve genealogía, las intervenciones del psicólogo de la psiquiatría y la
pedagogía.
3. Fundamentar la intervención clínica del psicólogo en situación, más allá de las trascendencias
postuladas por el eje salud y enfermedad.
4. Elucidar las condiciones actuales del ejercicio profesional.
5. Introducir la noción de posición subjetiva del profesional, en la intervención contemporánea.
6. Problematizar la clásica división de las psicoterapias en “individual” y “grupal”.

II.- LA PRODUCCIÓN DE SUBJETIVIDAD


La noción de subjetividad (Lewkowicz). Genealogía de la producción de subjetividades. Modos del socius,
tecnologías y modos de configuración subjetiva (Foucault). Dispositivos y tecnologías de sí. Mas allá de lo
“psíquico” y lo “social”. La estructura y la historia. El “sujeto” y las subjetivaciones. Las lógicas de
pensamiento y sus recorridos prácticos. Trauma, catástrofe y acontecimiento. Afectaciones, agenciamientos
y devenires subjetivos (Deleuze-Guattari).
Objetivos:
1. Introducir al campo de problemas de la subjetividad.
2. Comprender la necesidad de otra lógica, presente en algunos autores del pensamiento
contemporáneo.
3. Realizar una genealogía de los modos de subjetivación.
4. Ubicar la psicología como disciplina y el psicoanálisis como tecnología de subjetivación.
5. Revisar la noción de trauma psíquico, en las actuales condiciones.

III.- LOS DESARROLLOS CONCEPTUALES EN “GRUPOS” Y LAS PRÁCTICAS GRUPALES


Genealogía del campo grupal: urgencias sociales, avatares institucionales y prácticas grupales. Las
experiencias grupales fundadoras (Bion). La noción de organizador y sus fuentes: el Psicoanálisis y los
organizadores psíquicos (Anzieu y Kaës), la Psicología Social y el organizador tarea (Pichón), el Análisis
Institucional (Loureau) y los aportes de C. Castoriadis respecto de las significaciones sociales. La experiencia
argentina. Las prácticas grupales de hoy y el devenir “grupo-herramienta”.
Objetivos:
1. Revisar críticamente las experiencias grupales realizadas, las urgencias que les dieron lugar y sus
producciones teóricas.
2. Revisar críticamente la experiencia argentina de la sociología social pichoniana.
3. Introducir al psicoanálisis francés de los grupos.
4. Diferenciar dispositivos sociales y tecnológicos, en los diferentes campos de prácticas del psicólogo.
5. Reformular las actuales condiciones de producción de lazo social y grupal y su incidencia en el diseño
de dispositivos y procedimientos de intervención.

IV- LA CLÍNICA EN INSTITUCIONES Y EN LA “COMUNIDAD”


El diseño de dispositivos para los abordajes comunitarios y las intervenciones institucionales. El psicólogo en
las acciones de salud y educación. El trabajo con la implicación del profesional. Posición subjetiva del
operador: animación y abstinencia. Estrategias, procedimientos de intervención y operaciones situacionales.
La comunidad en trascendencia y la creación de lo común. La noción de multitud (Virno). Los procesos
inmunitarios como defensa negativa de la vida. (Espósito).

Objetivos:
1. Elucidar la noción de comunidad, presente en las teorizaciones modernas.
2. Revisar la noción de institución y situación a la luz del trastorno en la producción del ciudadano,
sujeto de derechos y obligaciones.
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3. Trabajar las lógicas presentes en las nociones de abstinencia e implicación. Visualizar los efectos de
intervención del posicionamiento subjetivo del operador psi.
4. Introducir a los aportes del pensamiento contemporáneo acerca de los procesos inmunitarios en la
constitución en inmanencia de lo común.
5. Introducir a la noción contemporánea de multitud y sus consecuencias en el campo psi.

V.- LA CLÍNICA VÍNCULAR


Dispositivos clínicos multipersonales, sus efectos y sus conceptualizaciones. Las parejas y las familias como
espacios de trabajo clínico. Los dispositivos grupales y la cura. La mirada, el cuerpo y lo escénico en el
dispositivo clínico multipersonal. La perspectiva vincular en psicoanálisis. La noción de vínculo. La ajenidad y
la presencia en la producción de “semejante”.
Objetivos:
1. Problematizar los efectos de la presencia de numerosidad de cueros en los dispositivos clínicos.
2. Introducir a los aportes del denominado psicoanálisis de los vínculos, en los abordajes de situaciones
vinculares diversas, parejas y familias.
3. Establecer las diferencias entre dispositivos técnico-profesionales y las intervenciones en
agrupamientos espontáneos.
4. Introducir los fundamentos de la modalidad psico-dramáticas de abordaje clínico.

VI.- EL PSICÓLOGO, EL EQUIPO Y LA TRANSDICISPLINA


La construcción de equipo. De las lógicas disciplinarias a las transdisciplinarias. Las subjetividades instituidas
de los profesionales como obstáculos para la construcción del equipo. Las materialidades del dispositivo
institucional. De la identidad profesional al hacer del profesional. Programas, estrategias y dispositivos
clínicos.
Objetivos:
1. Introducir en la perspectiva del análisis de los efectos del disciplinamiento de los saberes y la
profesionalización de las intervenciones.
2. Problematizar la noción de transdisciplina como fuga de los impensables disciplinarios.
3. Indagar en los atravesamientos institucionales del trabajo en equipo: contrataciones y jerarquías.
4. Profundizar las especificidades del psicólogo, en un abordaje en equipo.

BLOQUE I

I – El lazo y lo común. Clínica y subjetividad.


Objetivos:
o Considerar la conexión entre alumnos y docentes con quienes se compartirán las actividades en la
comisión de TP.
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o Explicitar las concepciones y creencias habituales con respecto a: subjetividad, psicoterapia, vínculo
y operaciones clínicas.
o Conocer la perspectiva en la que se inscribe la noción de “clínica” de F. Ulloa
o Iniciar el contacto con algunas herramientas que propone la cátedra e inscribirlas en un horizonte
problemático diferente al de los años setenta.
o Debatir qué compone hoy lazo, problema común o comunidad.
o Conocer el debate actual sobre la noción de subjetividad
o Trabajar las condiciones actuales de producción de subjetividad
o Iniciar el trabajo de cronista
o Consignar la elaboración del primer parcial (domiciliario)
Insumos textuales:
1. Bozzolo, R.: Carta a los cursantes
2. Bozzolo, R.: "La noción de clínica y su relación con los procesos de subjetivación". Ficha 2008
3. Ulloa, F.: “Comunidad Clínica” Ficha.
4. Ulloa, F: Fragmentos sobre mortificación y ternura en Novela Clínica Psicoanálitica. (Págs. 238-241).
Ficha de cátedra.
5. Ulloa F: “Innovaciones en el psicoanálisis” (fragmentos) Ficha de cátedra.
6. Ulloa, F: “En la numerosidad social hay algo de puesta en escena”, en Cuadernos de campo Nº 2,
publicación de Campo Grupal. Octubre 2007. Ficha de cátedra.
7. Corea, C: “La destitución de la comunicación y el agotamiento de la subjetividad pedagógica”
Fragmentos Seminario Flacso Virtual. Ficha de Cátedra
8. Duschatzky, S. “La educación: una posibilidad en los pliegues del desfondamiento”. En Cuadernos de
campo Nº 2, publicación de Campo Grupal. Octubre 2007.Ficha.
9. Guattari, F. “Acerca de la producción de subjetividad”, Cap 1 de Caosmosis, Buenos Aires, 1996,
Editorial Manantial. Ficha de cátedra.
10. Guattari, F: “Glosario de esquizoanálisis”. Ficha de cátedra.
11. Bozzolo, R.:“Condiciones Actuales de producción de subjetividad” ponencia en panel II Congreso de
Configuraciones Vinculares. Mayo 2008. Ficha de circulación interna
12. Lewkowicz I.: Escritos varios sobre comunidad, lo común y la subjetividad actual. Ficha de cátedra.
13. Aguirre, E. y Burkart, M. “Los vínculos actuales: confianza y amenaza”. Publicado en Campo Grupal N°
83 A propósito de I. Lewkowicz. Octubre 2006. Ficha de circulación interna.
14. Fernandez, A.M.: “Lógicas colectivas y producción de subjetividad”, tercera parte, cap.2, en: Las
lógicas colectivas. Imaginarios, cuerpos y multiplicidades. Buenos Aires 2007, Editorial Biblos.
15. Bleichmar, S.: "Entre la producción de subjetividad y la constitución del psiquismo". Ficha.
16. Labandeira, M.C. “Sólo hay encuentros” Publicado en Campo Grupal N° 83 A propósito de I.
Lewkowicz. Octubre 2006. Ficha de cátedra.
17. Lewkowicz, I: "La noción de subjetividad". Ficha de cátedra

La noción de clínica y su relación con los procesos de subjetivación


Raquel Bozzolo (2008)

Incluimos las psicoterapias en una clínica singular que apuesta al despliegue de las potencialidades que, al
haber quedado capturadas en lo que denominamos subjetividades instituidas, obstaculizan tanto el
pensamiento como el placer de un hacer creador.
En algunas oportunidades la actividad amerita ser incluida en el dispositivo de la cura, a veces en los
dispositivos de trabajo llamados institucionales, otras en los denominados abordajes comunitarios, o
eventualmente, configurar situaciones de encuentro, (que tradicionalmente formaron parte de las
actividades de promoción de salud). En otro momento, la práctica se podrá incluir en las tareas de
rehabilitación, de peritaje, de aprendizaje o de re-socialización. Tales prácticas que se caracterizan por
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exponer conflictos, padecimientos, sufrimientos, malestares, pueden también presentar, como formación
sintomática, disfunciones en las tareas que se propusieron realizar tanto los sujetos individuales como los
agrupamientos consultantes.
El despliegue de la diversidad de prácticas a las que nos referiremos, se ubica en un más allá del individuo,
puesto que no asumimos la escisión creada en la modernidad que establece por separado al individuo y a la
sociedad.
Dentro de este campo de problemas se encuentran a nuestro criterio gran parte de las experiencias que
producen subjetivación, es decir proceso por el cual se destraba la maquinaria que fija las formas repetitivas
y empobrecedoras de habitar el mundo y se experimentan y habilitan otras modalidades subjetivas.
En la búsqueda de teorizaciones apropiadas para pensar las clínicas que desbordaban la cubeta psicoanalítica
encontramos fuertes obstáculos en líneas teóricas que, bajo el imperio del modelo estructuralista,
impidieron pensar lo radicalmente nuevo. La conceptualización del deseo así como la del vínculo sujeto-
cultura tuvieron que ser problematizadas a la luz de otros paradigmas de pensamiento.
Consideramos a la psicoterapia como una específica práctica de intervención en un plano de consistencia
que solemos denominar psíquico, diferenciada de otras prácticas comunitarias o institucionales.
En nuestra concepción toda clínica implica una cierta transformación en los modos de habitar el mundo, de
modo tal que tendrán que verse afectadas, aunque lo hagan en distintos grados, cualesquiera de las
dimensiones subjetivas, la dimensión psíquica (ya sea de inscripción inconsciente o consiente), y la dimensión
institucional-social,
El “psicoanálisis de las configuraciones vinculares”, ha sido la nominación inicial, dentro del ambiente psi de
nuestro país, de una orientación teórica que ha enriquecido nuestras herramientas. Esta designación intenta
diferenciarse del psicoanálisis clásico, mal considerado individual.

Acerca del “Psicoanálisis de las configuraciones vinculares” (P.C.V).


Tal como decía Humpty Dumpty a la Alicia de Lewis Carrol: “Lo que significan las nominaciones depende de
quien tiene el poder”. Entonces: ¿Qué define qué es el psicoanálisis?
En los últimos desarrollos acerca del “vínculo” realizados por Isidoro Berenstein se plantea una interesante
manera de alojar lo ajeno, el exceso, lo otro, el plus, y no sólo lo que ocupa el lugar dejado por la falta. Esta
perspectiva de pensar el vínculo abre nuevas posibilidades de comprensión de procesos colectivos, en los
cuales la suplementación resulta transformadora.
Todos estos lugares presentan un rasgo que me interesa resaltar: el evidente e insoslayable abordaje de los
anudamientos singulares entre lo significante social y lo fantasmático individual, que suele quedar
neutralizado en los dispositivos mas clásicos, centrados en la cura.
Nos queda claro que no hay “una” teoría, para dar cuenta de estas prácticas. Hay en su lugar, teorizaciones
que no pretenden construir en forma apresurada un sistema teórico acabado, válido para cualquier
situación. La denominación “conjuntos plurisubjetivos”, exige la elucidación de la significación que homologa
psiquismo y/o a persona individual y a subjetividad. Los conjuntos plurisubjetivos suelen aludir a “muchos
psiquismos juntos”; y en este caso se puede volver a neutralizarse lo significante social.
La inclusión de una variedad de recursos teóricos, que al modo de herramientas 1 nos prestan ayuda para el
diseño de intervenciones, que de acuerdo a la evaluación del campo donde se implementen, conquistan una
legitimación para la situación. De este modo, incorporamos diversas nociones, a las que hemos hecho
trabajar en situación de intervención: dispositivo social y modos históricos de subjetivación, ambas de Michel
Foucault; las nociones de implicación institucional y de analizador, de René Lourau; la perspectiva de Félix
Guattari para lo que él denomina el coeficiente de transversalidad institucional; las nociones de significación
social, de imaginación radical y de elucidación crítica de Cornelius Castoriadis, las nociones de Carlos Marx de
alienación y de fetichismo de la mercancía. Incorporamos, también de Castoriadis, la noción de proyecto de
autonomía, con el consiguiente replanteo de la noción freudiana de sublimación. Consideramos de
importancia el aporte de Alain Badiou, con sus nociones de situación, acontecimiento y sus formulaciones
acerca del sujeto como posición, que ya no corresponde a la persona sino a los efectos de los dispositivos
sociales y los posicionamientos suscitados en ellos. También lo es el pensamiento de G. Deleuze acerca de las
afectaciones y las intensidades en el devenir de la subjetivación. Todos estos aportes han sido formulados
fuera del universo de referencia psicoanalítica, aunque no hubieran sido posibles sin las intervenciones
transformadoras del psicoanálisis y del marxismo.
Dentro de aquellas nociones propias del psicoanálisis, resultaron relevantes en un comienzo, el análisis del
lazo social y libidinal como matriz de los procesos de identificación realizado por Freud, las nociones acuñadas
por Bleger sobre lo que él llamó sociabilidad sincrética, que han sido desarrolladas por Marcos Bernard, al
trabajar la identidad por pertenencia al grupo. Nos fueron resultando potentes y útiles las redefiniciones de
la posición del analista, que realiza Lacan, sobre todo en cuanto a las modalidades de enunciación, acto e
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interpretación, trabajando en inmanencia y en abstinencia, sin recurrir a lecturas traductivas de otras


perspectivas psicoanalíticas, que suponen un sentido ya establecido, fuera de la situación analítica. Los
desarrollos acerca de la representación y el pensamiento y la noción de contrato narcisista, han resultado
aportes insoslayables de Piera Aulagnier. Las nociones de pacto denegativo, apuntalamiento y
transicionalidad, los desarrollos sobre el psiquismo grupal y de la grupalidad de la fantasía, nos permiten
pensar la tensión homomorfia-isomorfia en un grupo, nociones estas, en su mayoría re-trabajadas por el
psicoanálisis francés, especialmente por René Kaës.
Retomamos los actuales desarrollos del análisis del discurso que permiten trabajar la constitución subjetiva
no sólo en función de los enunciados identificatorios, sino de las reglas de la enunciación, como proponía
hace algunos años Hugo Bleichmar, al pensar el narcisismo y la construcción del Yo. Los aportes de la
semiología de Bajtin, retomados por Agamben, nos han hecho priorizar el diálogo y el testimonio como
procedimientos de subjetivación.
Con respecto a los aportes en los que nos apoyamos, queremos hacer mención del insustituible trabajo
realizado con el historiador Ignacio Lewkowicz, y con su mujer la semióloga Cristina Corea 2, en la apropiación
de herramientas del pensamiento contemporáneo y de sus propios desarrollos.
Las enseñanzas de Pichón Rivière, que se suelen confundir entre nosotros con “dinámica de grupos”: la
noción de tarea, de pertinencia, de lo emergente, de portavoz, de enseñaje, de praxis, (en el sentido de una
experiencia pensada y en el de pensar pensándose), nos siguen resultando de utilidad para la comprensión
del trabajo con agrupamientos centrados en una tarea real externa, que no son tradicionalmente incluidos
en los desarrollos teóricos del psicoanálisis de grupos.
Finalmente, están siendo decisivos para pensar nuestras intervenciones, los aportes -acerca de las
condiciones del capitalismo contemporáneo como productor de de formas inéditas de lazo- de Maurizio
Lazzarato y Paolo Virno. Con ellos estamos pensando los modos subjetivos de la multitud y el acontecimiento.
Los desarrollos de Roberto Esposito han enriquecido nuestra mirada –sobre todo de los procesos negativos
de protección de la vida (procesos inmunitarios)- en las dificultades para la construcción de un común, de una
comunidad.

¿Es esta una nueva clínica?


La dimensión de los cuerpos, del espacio físico, de los movimientos, de lo dramático, son existentes
insoslayables en el campo de los grupos y en el llamado campo “social”.
En los grupos llamados “naturales” o “espontáneos” o en los llamados “agrupamientos con tarea”, el efecto
histerógeno del grupo que está siempre presente, para las teorizaciones realizadas por Pichón Rivière este
efecto tiene un tope: la tarea. La pertinencia a la tarea es el tope a la llamada fomentación obscena de lo
imaginario. Para los desarrollos de la psicología social, el coordinador del grupo sostiene una pertinencia que
se va construyendo en el proceso grupal. Hemos desarrollado en los últimos años ciertas precisiones sobre la
tarea, ubicándola como operador vacío (ver O. Bonano: “Algunas tesis sobre la tarea”, ficha de Cátedra) y por
lo tanto, al considerar a la tarea como dimensión política instituida, nos hemos distanciado de una definición
neutramente funcionalista de la misma. En estos grupos, la presencia y las intervenciones del coordinador-
experto tienen un enclavamiento distinto al que tienen en el dispositivo artificial de la asistencia terapéutica;
y por lo tanto su conceptualización impone la utilización de nociones extra-analíticas. El hecho de no ser el
coordinador el centro organizador de lo grupal, sino sólo el garante del dispositivo tecnológico encabalgado
al agrupamiento preexistente y al no ser exclusivamente la transferencia al coordinador sobre la que se
organiza el proceso, genera diferencias no despreciables con la corriente francesa de psicoanálisis de grupos
(Anzieu y Kaës).
Si además, pensamos que la “grupalidad psíquica” no agota las dimensiones colectivas de los sujetos, se nos
complica aún más la tarea, ya que si en la conformación del agrupamiento están presentes y activas las
significaciones sociales, elucidarlas será una tarea posible sólo cuando junto con el trabajo interpretativo que
demande la tramitación del sufrimiento psíquico, se componga un sujeto (ya no individual ni multipersonal)
de pensamiento: un “nosotros”, que no se constituye desde la suma de los “yoes”.
Las actuales condiciones de rotura del lazo social, instituido en la sociedad moderna, no dejan al coordinador
al margen de estos desfondamientos, ya que lo constituyen al igual que al resto de los integrantes del grupo.
Diferenciamos abstinencia de neutralidad: el posicionamiento psicoanalítico de abstinencia de deseo en el
psicoanalista, no sólo es posible sino imprescindible en estas coordinaciones, sin neutralizar aquellos factores
provenientes de lo significante-social, ante lo cual no somos neutrales; por el contrario estamos implicados al
igual que los integrantes del agrupamiento. El trabajo de los encuentros que logran producir pensamiento
altera las subjetividades instituidas y desata procesos de subjetivación.
En el dispositivo de grupo terapéutico, la presencia de los otros expuestos a las miradas (y mirando a los
otros) genera un campo similar al de los grupos espontáneos, de allí que la dificultad de sustracción al efecto
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histerógeno sea mayor que en el dispositivo de análisis individual de diván. La tarea del terapeuta se
acrecienta ya que debe tomar como existente aquello que el grupo produce allí en sesión, más allá de lo
asociativo-transferencial ¿Cómo tomarlo? ¿Cuándo señalarlo? ¿Cuándo interpretarlo? La conducción de un
análisis de grupo requiere de un esfuerzo supletorio para la configuración del campo, su distribución espacial
y su consigna de trabajo y asignación de roles, aunque enriquece su capacidad de transformación, en los
casos indicados.
En la actualidad, hemos rescatado un aspecto del dispositivo grupal: la función de co-pensor que formuló
Pichón Rivière, en el sentido de producción de inteligencia de Fernando Ulloa. Ambas cuestiones hablan de
una función tradicionalmente entendida como conciente, que se comparte y que colabora en los procesos de
subjetivación. La producción de pensamiento tiene que ver con estos procesos y no se reduce a una actividad
mental, ya que el pensar es a la vez el hacer ser un mundo y su forma de habitarlo.

La cuestión de lo histórico social y lo psíquico individual


No consideramos lo histórico social como contexto del individuo.
La subjetividad instituida es la manera de existencia de un habitante de una situación. Las formas de
construcción de subjetividad varían según las modalidades del socius y de las tecnologías de producción
imperantes. En plena sociedad moderna esta conformación subjetiva se realizaba por moldeamiento de los
cuerpos en los dispositivos disciplinarios (cárceles, escuelas, fábricas, hogares familiares, etc.) y hoy, en la
denominada sociedad de seguridad (Foucault) o de control (Deleuze) se realiza a través de dispositivos que
acoplan de manera maquínica procesos diversos: por ejemplo elementos vivos con elementos técnicos
(cuerpo + computadora), y controlan a distancia a las grandes conjuntos humanos: las poblaciones. El
acontecimiento, que en la sociedad moderna se configuraba en ruptura con lo disciplinado, por presentación
de deseos que habían sido sofocados, hoy es objeto de control, ya no por la vía represiva, sino la de la
modulación, de la canalización que regula construyendo además del objeto de deseo, las diversas formas del
desear.
Desde el punto de vista de una teoría de la subjetividad, no hay subjetividad construida de una vez y para
siempre. Tampoco nos es posible pensar una identidad psicológica de una vez y para siempre. Los procesos
psicoterapéuticos inciden en los psiquismos, gracias a sus producciones sintomáticas (que a la vez que están
sobredeterminados, expresan zonas de indeterminación) y los procesos de subjetivación operan en las zonas
de inconsistencia de las subjetividades instituidas, transformándolas. Estas zonas de inconsistencia suelen
presentar tanto el resto de las operaciones de subjetivación anteriores como el exceso producido por lo que
no ha sido capturada por ella.
Cuando hablamos de psiquismo nos referimos al precipitado singular de múltiples transcripciones (desde las
series complementarias hasta las marcas de las situaciones actuales) que tiene modalidades de significación
ya descriptas por Freud al postular las formas de procesamiento de las diferentes instancias, tal como lo hace
Silvia Bleichmar. Nos interroga la posibilidad, ya confirmada por las alteraciones actuales, de transformación
histórica de aquello que se supone condición de producción de sujeto psíquico, que en las versiones más
actuales del psicoanálisis constituye una invariante estructural. Si el suelo de constitución del psiquismo que
hemos estudiado se altera, ¿qué se produce? Los trabajos de Félix Guattari en los sesenta y hoy de Franco
Berardi (Bifo) apuntan al trabajo de tramitación de estas alteraciones.
Las formas en que se precipitan tanto los sucesos del pasado como las situaciones del presente son
singulares, es decir no son individuales, sino que en cada situación (signada por el anudamiento de lo
deseante y la cultura en un cierto momento histórico) el arreglo será diferente. El discurso social (como
conjunto de procedimientos pautados y no sólo de enunciados) que otorga significación ha jugado con
importancia decisiva. La dimensión del tiempo se ha transformado con respecto al planteo de la modernidad
del tiempo reversible y lineal y hoy se abre la posibilidad de re-pensar los procesos de historización.
No hay forma de transformación del otro sin alteración propia.

DR. FERNANDO ULLOA - COMUNIDAD CLINICA


En los últimos tiempos se ha ido extendiendo en el campo de la salud mental, una modalidad clínica que con
el nombre de Comunidad Terapéutica agrupa un conjunto de prácticas diversas tanto por su metodología,
por sus fundamentos de teóricos y por sus objetivos
La reserva acerca de la posible incoherencia entre la relación comunitaria y el contexto institucional, alude al
hecho de que con frecuencia la práctica en la institución reprime las movilizaciones personales y
organizativas, promovidas desde la Comunidad, o incluso suprime lisa y llanamente el programa.
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Comunidad Clínica. Estos antecedentes muestran en la mayoría de las actividades psicológicas comunitarias
terapéuticas dos características que también suelen presentarse en las comunidades clínicas de capacitación,
sobre todo en el campo de la salud pública.
La primera de estas características, es obvia: la solidaridad entre individuos que intentan unirse para
enfrentar en común sus sufrimientos o su carencia . La otra también suele ser casi siempre obvia: la pobreza
de recursos materiales, conceptuales y técnicos a partir de los cuales se pone en marcha, en general, la
experiencia. Pobreza de recursos y organización real o falsificada de la solidaridad . Esta es otra historia o
quizás la verdadera historia que ha de marcar las consecuencias o al menos las respuestas inmediatas del
entorno donde se gesta una comunidad terapéutica. También ha de marcar en algunos casos las respuestas
de sus propios organizadores, sobre todo, si de entrada no previeron el grado de compromiso y dedicación
que puede llegar a adquirir una experiencia comunitaria solidariamente organizada como proceso
transformador. Este compromiso suele ser mayor aún cuando la sola confrontación de la experiencia con las
condiciones negativas del entorno, le confiere carácter de denuncia y por ende adquiere un sentido político.
Los antecedentes que he destacado en el nivel terapéutico de la actividad comunitaria y que considero útiles
para Comunidad Clínica se refieren pues a aspectos tales como: la carencia inicial de recursos, la
caracterización y recaudos ideológicos acerca de métodos y objetivos, las consecuencias de censura,
autocensura y marginación y fundamentalmente a la solidaridad organizada de los recursos humanos
disponibles.
En ambos programas comunitarios, el que privilegia la curación y el que privilegia la capacitación -y digo
privilegia, pues mecanismos curativos de capacitación se dan en los dos- un grupo humano se une técnica y
no sólo técnicamente para alcanzar una meta definida en un caso como salud, en otro como habilidad y
conocimientos clínicos.
Mi intención es pues describir un sistema de capacitación para el quehacer psicológico
Vengo insistiendo en el papel que juegan, como motor impulsor de las experiencias comunitarias, las
condiciones iniciales negativas que suelen darse en los campos que he mencionado. El problema es saber
cómo han de operar estas condiciones negativas en los clínicos o futuros clínicos. ¿Gravitarán inevitable y
definitivamente como factores de deformación crónica sobre las personas, las técnicas y las instituciones,
creando un aislamiento y una asimetría permanente entre el clínico y el clinado? ¿O por el contrario la
correcta caracterización en cuanto al origen y consecuencias permitirán asentar un proceso de aprendizaje y
transformación tanto en el trabajador de la salud como sobre las condiciones negativas mismas?    
Comunidad Clínica es un intento de respuesta.
Organización de una Comunidad Clínica
Además de la numerosidad, la tarea principal que desarrollan y el nivel de conocimiento y experiencia que
tengan la mayoría, irán determinando las prioridades a que se ajustará el proceso. Esta Asamblea Clínica es el
ámbito natural de problematización y orientación en las soluciones. Es aquí donde todo el mundo “da la
cara” para mantener precisamente condiciones personales “cara a cara” imprescindible en el aprendizaje
clínico, aún en grupos numerosos.  Conviene destacar que en los Talleres Clínicos en que está dividido un
grupo muy numeroso, o en el momento del Taller de un grupo que no sea necesario dividir, la tarea está
centrada en lo que clásicamente se reconoce como presentación o Ateneo Clínico donde un individuo o
equipo expone y discute con el resto su trabajo.
A) En primer término y como prioridad ha de atenderse a la problemática propia de un grupo nuevo que
debe institucionalizar sus normas o a los pleitos organizativos que arrastre un grupo preexistente. Será
importante en esta tarea ajustarse a los elementos que en líneas generales componen un encuadre clínico .
Esto es fundamental ya que una Comunidad Clínica de capacitación y aprendizaje constituye desde el inicio
una situación que debe ser encuadrada clínicamente de manera pertinente. Cuando hablo de clínica, manejo
el concepto como una metodología no restringida a ser aplicada solamente a campos psicopatológicos. El
método clínico es una forma de procesar y resolver psicológicamente muchas otras situaciones, además de
las psicoterapéuticas. Es un método de aprendizaje y en este caso el aprendizaje se refiere al proceder
clínico. Los elementos que componen un encuadre útil para la organización de esta situación clínica, son
básicamente cuatro:
1) Las condiciones materiales del campo, o sea la distribución del espacio, tiempo, número de
integrantes, etc.
2) El proyecto u objetivos centrales del grupo que integra la Comunidad Clínica. El ajuste a estos
objetivos irá marcando lo que es pertinente o no en la conducción clínica de la experiencia.
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3) El esquema científico, metodológico y técnico desde el cual se realiza la conducción de la


comunidad. En mi práctica son fundamentales las lecturas hechas desde una perspectiva
psicoanalítica con una metodología operativa en cuanto a la concepción dinámica del proceso
grupal. Por supuesto que también aquí mantengo los recaudos ya señalados acerca de efectuar
lecturas clínicas del proceso de una manera pertinente a los objetivos y al momento de la
experiencia.
4) Finalmente el cuarto componente de un encuadre clínico se refiere a la gravitación y respeto por
el estilo personal de todos los integrantes del campo. Este punto juega como factor fundamental
en el adiestramiento de un clínico y será precisado con mayores detalles en algunos pasajes del
artículo.
Todo este proceso organizativo constituye la verdadera fundación de una Comunidad Clínica. Precisamente
una tarea así tiende a tomar al grupo como objeto en sí mismo y va abriendo posibilidades para hacer otro
tanto con sus integrantes. En este sentido no sólo se trata de la fundación de la comunidad sino de la
inserción de cada miembro en la misma.
[Comentario de la cátedra Psicoterapia II]. El proceso organizativo planteado, que daría como resultado la
fundación de una Comunidad Clínica, funciona con al menos dos presupuestos, de los cuáles deberíamos
despojarnos para poder pensar en la posibilidad de una Comunidad Clínica que privilegie la capacitación en
las condiciones actuales. El primero refiere a la noción de Grupo y el segundo a la de Tarea.
La idea de grupo que integra una comunidad presupone que el objetivo de capacitación -formación de por sí
lleva a la conformación de un grupo, organiza, y deja las bases sentadas para que se definan objetivos y
finalmente se tome como objeto en si mismo. La noción de tarea, en su generalidad compendia este
proceso. Ahora bien si como dice Bonano “la tarea, en tanto organizador central del agrupamiento, siempre
está instituida, es decir, prescripta por la institución, aunque sea asumida creencialmente como construcción-
producción del agrupamiento; por lo tanto en esta perspectiva la tarea siempre es un imperativo, porque
sitúa al actor en su posición institucional. O sea: tarea equivale a direccionalidades y marcas en terreno
sólido. A una operación subjetivante entonces no la llamaría tarea”. La tarea prescripta entonces puede estar
ahí organizando el simple estar en un determinado espacio, aunque no necesariamente dar origen-fundación
a algo.
La fundación de una comunidad y la inserción de cada miembro en ella no pueden pensarse como algo en
trascendencia, es decir entonces, que no puede hablarse de una fundación desde aquellas condiciones
institucionales. Hay en todo caso, momentos de un agrupamiento donde algo del orden de la comunidad de
pensamiento y reflexión aparece y momentos en los que no. Hay dispositivo, pero la comunidad se produce
allí, cada vez o no se produce. Depende de la apuesta.

 B) He hablado de una inserción de los individuos en la Comunidad Clínica pero hay otra inserción que debe
ser cuidadosamente atendida. Me refiero a lograr una verdadera instauración del grupo en el ámbito
institucional que lo alberga. Puede resultar extraño, pero la experiencia docente universitaria y la práctica
asistencia, demuestran cotidianamente, lo difícil y lo necesario que resulta que un individuo trascienda los
límites de pertenencia a su grupo más o menos reducido, para alcanzar desde éste una inserción organizada
y de peso en la institución. Esta tarea tiende a lograr que Comunidad Clínica no se limite a reflejar
pasivamente la problemática externa sino que pueda gravitar sobre la institución como factor de
transformación efectiva.

C) Una tercera tarea organizativa en el funcionamiento de una Comunidad Clínica, está configurada por el
examen de la inserción de cada uno de sus miembros en la tarea específica que le corresponde. Resulta
importante atender el proceso de inserción que cada grupo de alumnos va haciendo en el área asistencial
pública en que trabaja. El propósito es transformar estos obstáculos en descubrimientos y experiencias para
su formación y no en deformaciones de su capacidad clínica.  

D) la posibilidad de establecer un buen nivel general en cuanto al deseo de conectarse y asimilar esta
información. La experiencia señala que ello depende en gran medida de lograr establecer adecuadamente en
el grupo, algo que en método clínico se conoce como aptitud clínica, o sea una predisposición para la
interpretación clínica del campo a partir de haber internalizado un buen encuadre metodológico y que va
marcando un pasaje gradual del clásico yo siento, al yo creo, al yo pienso y finalmente al yo sé . Esta escala es
también la escala con que se va incrementando el deseo de trascender la conexión con los propios
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contenidos experienciales y afectivos, para acceder a la necesidad de recurrir a conocimientos bibliográficos.


Esto, como en toda práctica resulta de organizar una correcta simultaneidad entre práctica real y práctica
teórica. Cuando la asimilación de información no es acompañada de experiencia práctica o cuando la práctica
no lo es de procesamiento conceptual y de bibliografía, se detiene el aprendizaje y en el mejor de los casos
sólo se logra habilidad para rodear obstáculos pero no para resolverlos.

Proceso
Sabido es que lo vivencial de un encuentro clínico -y Comunidad Clínica lo es- tiene una calidad inefable que
dificulta su captación para quién estuvo fuera de la situación. Esta dificultad para transmitir es mayor aún, si
la capacitación que van adquiriendo quienes participan en este encuentro, está en gran medida centrada
sobre un tipo de aprendizaje guestáltico como lo es el aprendizaje por insight.
El aprendizaje por insight, después de un proceso a veces arduo, va creando un trasfondo emocional donde
en un determinado momento se recorta discriminada y repentinamente, una comprensión de inicio parcial
pero que luego adquiere el valor de una clave. Esto es insight y es esencial en la estructuración del
pensamiento instrumental de un clínico. Para quien ha experimentado este proceso, puede resultarle
relativamente fácil describir las figuras conceptuales más importantes en su saber, peor le resultará mucho
más arduo hablar acerca de aquél telón de fondo afectivo sobre el que se destacan estas figuras. Es con estos
recaudos, como advertencia al lector, que continúo el desarrollo de este artículo. Este telón de fondo el que
me refería, que en el clínico se irá incorporando como aptitud clínica, como encuadre, le será posible recrear
un ámbito similar, cada vez que deba no ya referir conocimientos teóricos sino practicar los mismos. Es que
este trasfondo o actitud clínica, es en última instancia el equivalente metafórico del original clinal o lecho
clínico donde el clinado reposará sus demandas y necesidades concretas. En mi relato van apareciendo
persistentemente algunos términos: práctica, capacitación, insight, actitud clínica.
No he empleado hasta ahora un equivalente habitual de capacitación: formación. Esto es coherente con el
aprendizaje ocurrido en una Comunidad Clínica. Es que el término formación suele remitir muy directamente
a un tipo de aprendizaje que pone el acento en el propósito de crear un clínico equipado muy
excelentemente, desde el punto de vista de sus esquemas teóricos, bibliográficos e incluso con una
personalidad bien trabajada desde una experiencia psicoterapéutica personal. Nadie podría dudar del valor
de este sistema formativo y de la eficacia que este psicólogo clínico puede alcanzar como tal. Pero una
formación concebida en estos términos necesita ir acompañada de circunstancias bastante diferentes de las
que se dan en la realidad para la cual ha sido pensada, la capacitación que proponemos como Comunidad
Clínica. Una formación como la descripta más arriba, implica en general un largo y costoso tiempo y un más
costoso aún aparato institucional del tipo de los institutos privados de psicoanálisis. Si aquí empleo el
término capacitación es para destacar otra modalidad de adiestramiento clínico, más concordante con las
condiciones y objetivos de una inserción en la práctica pública a partir de las condiciones actuales que se dan
en el ámbito universitario y asistencial.
Precisamente se trata de eso, de una práctica que con adecuada simultaneidad tienda a trabajar tanto desde
las necesidades formativas del clínico como de las necesidades de la población a las que se debe atender. Se
trata de rescatar el verdadero sentido del término práctica, sin la degradación peyorativa de “practicón” y
donde formación no sea equivalente a deformación, sea esta deformación cientificista o lo sea en la asunción
elitista del rol, o se de, como suele suceder con más frecuencia, a través de una interpretación parcial,
distorsionada o reactiva (reaccionaria) de los acontecimientos con que se enfrenta un clínico. Capacitación es
pues, práctica organizada coherentemente, sin saltearse, en una suerte de noviciado conventual,
universitario o de otra índole, las condiciones reales facilitadoras o adversas en que deberá ejercer su tarea el
futuro clínico. Esto nos remite a un aspecto fundamental de una Comunidad Clínica. ¿Cómo lograr que sin
aislarlo de estas condiciones reales, un clínico que comienza a serlo, encuentre el espacio adecuado para ir
metiendo el cuerpo en una experiencia de participación personal, que le ofrezca la suficiente seguridad
psicológica para acceder al reconocimiento de sí mismo? ¿Cómo lograr que de este reconocimiento de sí
mismo, en este propio insight, pueda asentar su capacidad para promover a su vez este tipo de conocimiento
en otros? [Comentario de la Cátedra: esta pregunta es algo que tratamos de responder] Me refería antes a
algunos términos significativos. Es preciso ahora adelantar algunos otros que no sólo vayan aclarando el
concepto de seguridad psicológica, sino adentrándonos más en el proceso íntimo que estamos describiendo.
Estos términos pueden ser: mirada clínica recíproca, correlato afectivo de esta mirada, internalización
metabolizada de un encuadre que de- venga actitud clínica, estructura de demora o capacidad para que la
mirada advierta más allá de la significación inmediata de los acontecimientos. Otros conceptos irán surgiendo
en la medida que ampliemos estos. Empezaré por seguridad psicológica. Crear condiciones de seguridad
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psicológica es casi una tarea artesanal para todos los integrantes de un aprendizaje en común. Algo así como
ir curtiendo un cuero crudo hasta que adquiera simultáneamente firmeza y suavidad. Es una tarea artesanal
que se inicia cuando todos aceptan no sólo mirar sino ser mirados.
El ver como resultado de una mirada no reducida ni reductora, es el fundamento de la clínica psicológica de
lo que será el discurso clínico. En la mirada recíproca se gesta el diálogo clínico como diálogo integrador. Hay
una suerte de ejercicio o propuesta típica en el funcionamiento de una comunidad clínica que podría
sintetizarse así: “Ponte de pie, mira en torno y di lo que tengas que decir. Deja que te miren y mira mientras
hablas. Que los demás adviertan tanto tú habilidad como tú torpeza, tu certidumbre como tus dudas. Es más,
refiérete tú mismo si puedes a ellas”.
[Comentario de la cátedra Psicoterapia II]. Una de las tantas dificultades con las que nos encontramos hoy
es la inconsistencia respecto de la presencia y cooperación de y con otro. Es decir ya no se trata sólo de
dejarse mirar y atreverse a hacerlo, sino de que haya alguien del otro lado. La reciprocidad de miradas que
permite el diálogo clínico supone un encuentro, a un otro con el cual se piensa, se mira, se le habla. En las
condiciones actuales encontrarse con ese otro no es nada fácil.  Para pensar en la constitución de seguridad
psicológica tenemos que pensar, entonces, en primer término en la contingencia, en que ante todo es
necesario existir para alguien y que el otro exista para mí, para que haya encuentro, miradas y quizás
después dialogo. Esta temática abre puertas también a proponer la construcción de Confianza, como
condición necesaria aunque no suficiente.
Si profundiza acerca de sus sentimientos posibles es probable que se encuentre con el predominio de los
afectos: o la vergüenza o la arrogancia. Quizás tenga dificultades en advertir estos sentimientos en sí mismo
al imaginarse mirando o siendo mirado entre pares
Sin embargo el registro y la resolución de estos sentimientos, es fundamental en el adiestramiento de un
clínico. Son sentimientos totalmente ligados a la mirada. La vergüenza es propia de una situación donde uno
es sorprendido espiando, es decir mirando sin ser visto. La arrogancia por el contrario, es más propia de
quien acepta ser centro de miradas sin mirar a su vez. Tanto un afecto como otro tienden a reducir
drásticamente el campo de lo percibido. La vergüenza inhibe el registro sobre nosotros mismos. La
arrogancia reduce lo advertido acerca de lo ajeno. Cuando al mirar al otro podemos expresarle lo advertido,
dejamos de espiarlo. Esto va transformando nuestra vergüenza en compromiso compartido y en elaboración
sobria del discurso. Cuando aceptamos la mirada especular del otro, vamos accediendo a nuestros puntos
ciegos caracterológicos. A menor ceguera sobre nosotros mismos, menor arrogancia y mayor firmeza en
defensa de nuestras convicciones. Esto es básico para un clínico. Por otra parte la reciprocidad en la mirada,
no sólo adiestra en el manejo de los afectos, en el diálogo integrador, sino que es la base de lo que en
psicología clínica conocemos como la reciprocidad posible. Es difícil precisar este concepto, quizás porque
expresa algo tan básico e inaprensible como la solidaridad y seguimos adentrándonos en la idea de seguridad
psicológica. Toda situación donde se entrecruzan las miradas, se entrevé entre dos, implica la posibilidad de
una asimetría. En clínica la asimetría es casi un punto de partida. En la que se da entre clínico y clinado, o
entre clínicos de diferentes grados de experiencia y de conocimientos. Es una asimetría necesaria, inherente
a la asunción de roles. El asunto es cómo ésta asimetría, en el proceso clínico, puede tornarse no
necesariamente simetría, pero sí reciprocidad. Contar desde el inicio de la situación clínica más asimétrica
imaginable, con una actitud por parte del clínico que implique ya el germen de una reciprocidad posible, es
garantizar una situación que no se estructure finalmente en dependencia. Es decir una situación sin
dominadores.
 [Comentario de la cátedra Psicoterapia II]. La reciprocidad pone una condición clave para la institución del
co-pensor, término extraído de la cantera de ideas propuestas en su momento por Enrique Pichón Rivière. Ya
no se trata de trasmitir (saberes), tampoco de aprenderlos, sino de pensar juntos el problema que nos va a
constituir como comunidad, justamente cuando podamos co-pensarlo.
Por eso seguridad psicológica puede definirse dentro del funcionamiento de una comunidad de clínicos,
como un objetivo a conseguir donde la habilidad o la torpeza,- repito los términos anteriores- del otro,
tiendan básicamente a evocar situaciones similares habida en nuestra experiencia antigua o actual. Es esta
evocación la que va permitiendo a un clínico poner “lo del otro” dentro de si” para conocer desde ahí al otro.
Pero un grupo cuyos integrantes van adquiriendo esta capacidad evocativa, crea a su vez condiciones de
contención entre sus miembros al poner “lo del otro en sí”, Va creando testigos calificados del aprendizaje y
práctica de cada uno. La clínica suele ser un trabajo en soledad, por eso el testimonio del otro se hace
compañía solidaria, cuando quienes miran no sólo observan sino evocan desde su propia tela.
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Puedo sí decir, que en una comunidad de aprendizaje y práctica clínica, que va adquiriendo gradualmente
buen nivel de seguridad psicológica, el problema no es tanto el quantum afectivo, sino la habilidad de cada
uno de sus miembros para el registro directo de los afectos propios y ajenos.
El adiestramiento clínico, es un punto de partida fundamental para alcanzar la internalización metabolizada
de un encuadre clínico, no como andamiaje externo sino como columna vertebral; es poder transformar el
estilo personal propio de cada sujeto clínico, en estilo experiencial. Esto sólo se lo logra, cuando el clínico
advierte desde su propia experiencia afectiva, la del otro.
El problema es transformar este estilo personal en experiencial. Por supuesto esto supone de parte del
futuro clínico conciencia de sí mismo.
Siguiendo en el ascenso propuesto, un clínico que integre a su esquema científico su propio estilo personal es
alguien que tiene a su vez un propio proyecto personal en cuanto a la asunción de su rol de clínico y esto
necesariamente lo llevará a plantearse la congruencia o incongruencia que este proyecto personal mantiene
con los objetivos singulares propios del campo o situación que esté conduciendo. Es decir, que
inevitablemente deberá plantear- se un problema fundamental en el quehacer clínico: el problema o mejor
dicho el falso problema de la neutralidad del clínico. No podrá eludir la confrontación entre su proyecto
personal y el que conduce.
Finalmente el clínico que ha ido completando el “ascenso” de un encuadre internalizado va simultáneamente
adquiriendo autonomía que le permite no depender de las condiciones materiales del campo. Debo
finalmente referirme a un último concepto que adelanté anteriormente: la estructura de demora o la
capacidad de un clínico para hacer lecturas que trasciendan la significación inmediata de un acontecimiento.
Ya sea en el nivel de la sobredeterminación afectiva o de los enfrentamientos “restitutivos”, el
funcionamiento de Comunidad Clínica ofrece múltiples oportunidades para la ruptura de estas situaciones
aparentes permitiendo acceder a un conocimiento más profundo de lo que acontece. Esto es lo que se
conoce como estructura de demora. Para entender esta faz en el aprendizaje clínico debemos tomar como
eje la unidad de operación o unidad de inclusión cronológica en una situación clínica: mirar, pensar, hablar.
En el adiestramiento se trata de desarticular esta unidad en tanto clínico: se adiestra gradualmente cada uno
de los pasos que corresponde al mirar, pensar y hablar y su correlato de observar, diagnosticar operar. El
objetivo es finalmente llegar a restablecer dicha articulación, pues un clínico bien adiestrado mantiene una
gran simultaneidad en las tres operaciones.
Pero veamos más detenidamente relación entre unidad de operación y estructura de demora. El problema
de todo campo clínico consiste en gran medida en saber desestructurar y reestructurar adecuadamente los
sucesos ocurridos. En esto hemos insistido al señalar la necesidad de romper la significación inmediata
sobredeterminante dentro de un campo clínico, ruptura que se da en relación al interrogarse acerca del
porqué genético y el para qué intencional de un comportamiento. Sin duda el mirar clínico adquiere de por sí
un carácter más desestructurante en tanto configura un “dejar venir” los hechos que suelen no coincidir con
las expectativas del clinado más propenso no sólo a reposar su necesidad en el lecho de nuestra actitud
clínica sino a sentarse comensal a la mesa en que debe y, desea satisfacer la carencia de alumno o de
paciente. El hablar, sobre todo por parte del clinado, tiende en cambio más a restablecer lo que amenaza
alterarse. Es entonces, el segundo eslabón de la unidad de operación, eslabón que en realidad va más allá del
pensar para comprender la fantástica y relación existente entre sentir-pensar, donde comienza a procesarse
lo que llamamos estructura de demora. Es aquí donde el clínico comienza a interrogarse acerca de por qué
siento por que memoro lo que memoro, que hacer y cuándo hacer lo que pienso hacer con ambas cosas.
Se puede entender mejor el concepto de estructura de demora partir de tres articulaciones:
1) Restablecer el deseo tanto del clínico como del clinado de recurrir a los propios contenidos, articulando los
niveles lógicos con los efectivos, es decir el saber y el sentir.
2) Articular lo propio y lo ajeno adquiriendo capacidad de reconocer en el clinado aquello que le es
semejante. Semejanza que no necesariamente se refiere a algo personal sino principalmente a contenidos
que almacena de sus experiencias clínicas anteriores. Es precisamente este reconocer lo semejante, lo que
luego posibilitará demorarse en el hecho nuevo, en lo diferente.
3) Articulación que al ligar el acontecer presente con el pasado etiológico permite resignificar ese pasado
desde una perspectiva actual lo cual también es romper un significado inmediato mantenido constante hasta
entonces a través del tiempo. Estructura de demora es la actitud clínica hecha acción es decir, el inicio de la
aptitud o idoneidad clínica. Estructura de demora paradojalmente es estructura de ruptura. Es el requisito
indispensable para acceder en clínica del acontecer al objeto científico
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Mi propósito con este artículo ha sido proponer en primer término algunas líneas generales en la
organización y tarea de una Comunidad Clínica de práctica y capacitación y referirme al funcionamiento
íntimo de la misma sobre ejes tales como la mirada recíproca que va produciendo conciencia sobre propios y
ajenos, a la par que va creando a través del testimonio solidario del otro, la pertenencia y la seguridad
psicológica necesaria para avanzar en el difícil arte del quehacer clínico aún en condiciones adversas.
[Comentario de la cátedra Psicoterapia II]¿Puede pensarse en hacer comunidad cuando no existe a priori
una voluntad conjunta de hacerlo?  Nuevamente, depende de la apuesta que se haga

Entrevista a Fernando Ulloa


“En la numerosidad social hay algo de puesta en escena”

¿Cómo va variando la práctica del análisis institucional a medida que van variando los contextos sociales y las
configuraciones institucionales?
Yo en este momento no hablo de instituciones sino de numerosidad social. Numerosidad social al principio
era todo el campo social. Cuando pude definir la numerosidad social como el campo donde cuentan tantos
sujetos de cuerpo presente como sujetos hablantes cuentan. El primer cuentan tiene que ver con la mirada
en reciprocidad. El segundo cuentan tiene que ver con el sujeto singular. En el campo de la numerosidad
social, dónde la palabra y la mirada son en reciprocidad, y donde hay un sujeto singular que además esta
contextuado socialmente, hay algo de puesta en escena teatral. “Per” es un prefijo que significa intensidad
emotiva, intelectiva, sostenida en el tiempo.
Hay una frase de Freud que dice “los pacientes graves son los que hacen avanzar el psicoanálisis”. Entonces
las condiciones adversas graves, meterse en camisa de once varas, te obliga a avanzar. En las ocurrencias hay
una memoria recuperada, rompen con el repetir para no recordar. En un grupo para mí es básico el registro
de las ocurrencias que van disparando con valor de interpretación el comentario de un compañero. Con valor
de interpretación porque rompen una inhibición.
La cuarta variación es el agravio. Cuando uno se descubre en una falencia narcisística o se descubre en algo
que el paciente hizo y que uno no lo tolera. Ahí es donde hay que retroceder frente al agravio. Si uno está en
formación lo llevará al propio análisis y si uno está cerca del fin de análisis, cuyo indicio es que uno ha
adquirido una capacidad de propio análisis, no retroceder ante los agravios, saber que solamente desde ahí
se acrecienta la presencia, se acrecienta el gravamen, y se acrecienta la gravidez, es decir, la fecundidad.
No se trata de interpretar la neurosis de transferencia, sino de interpretar lo que es pertinente a ese
momento. Lo que uno interpreta en realidad es la transferencia en el sentido primero que le dio Freud:
transferencia intertópica de la tópica inconsciente a la tópica conciente. Las ocurrencias (“a propósito de
esto”, “me di cuenta de que siempre supe lo que acabo de decir”), son la estructurada hablada de lo
percibido, son casi una interpretación, totalmente pertinente que no se mete con la estructura singular de un
sujeto, son con lo que ahí está pasando
FERNANDO ULLOA INNOVACIONES EN EL PSICOANÁLISIS

La palabra es dicha y escuchada en reciprocidad. Dado que el discurso siempre tiene algo de exclusivo, esto
marca también el inicio de un sujeto singular. En síntesis cabe suponer que la numerosidad social configura
un campo donde cuentan tantos sujetos de cuerpo presente como sujetos hablantes cuentan.
Una imagen vale por un montón de palabras —si éstas están presentes, al menos en el observador—, el
efecto per, pensado como intensidad emotivo-intelectiva sostenida en el tiempo, multiplica a pleno el valor
de la palabra
Por eso, cuando en el debate crítico algo las activa, se ponen de manifiesto bajo la forma de fastidio,
frustración, enojo, a veces irritación u otros estados de ánimo capaces de generar maneras de ser.
La memoria, recuperada por las ocurrencias y los toques de ánimo inmemorables cuando son reactivados,
pasan a la conciencia donde el tiempo fluye como fluye el pensamiento
Cuando un psicoanalista, adiestrado en la conducción y escucha de ese debate, logra hacer retroceder la
intimidación tan frecuente en la confrontación de ideas, el lugar vacante es ocupado por lo que llamo la
resonancia íntima.
En esta resonancia lo que alguien dice es escuchado en coincidencia o en disidencia. La coincidencia
acrecienta la confianza y el consenso, a cuyo amparo crece ese debate y las tomas de decisiones que de ahí
emergen.
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Pero son las disidencias -cuando no restablecen intimidaciones, en general narcisísticas, pues también hay
posturas ideológicas necesarias de ser sostenidas- lo que verdaderamente enriquece el resultado debatido.

FERNANDO O. ULLOA NOVELA CLÍNICA PSICOANALÍTICA


HISTORIAL DE UNA PRÁCTICA

Frase “cultura de la mortificación”. , un matiz del sufrimiento social contemporáneo que afecta a sectores
aún no del todo sumergidos en la mudez sorda y ciega de la mortificación
Le asigno al término “mortificación”, más que el obvio valor que lo liga a morir, también al malhumor.
Una vez que ella se ha instalado, insisto, el sujeto se encuentra coartado, al borde de la supresión como
individuo pensante
Existen algunos indicadores más o menos típicos de esta situación, tales como la desaparición de la valentía,
que da lugar a la resignación acobardada; la merma de la inteligencia, e incluso el establecimiento de una
suerte de idiotismo en el sentido que el término tenía en la antigua Grecia, cuando aludía a aquel que al no
tener ideas claras acerca de lo que le sucede en relación con lo que hace, tampoco puede dar cuenta pública
o privadamente de su situación. En esto consistía la condición de idiota, un tanto alejada del significado
actual, más insultante. Es el sentido diagnóstico de entonces el que aquí recupero.
Tampoco puede haber alegría en la mortificación y es obvio el resentimiento de la vida erótica, posiblemente
la causa epidemiológica a la que aludía en el reportaje.
En estas condiciones disminuye y aun desaparece el accionar crítico y mucho más el de la autocrítica. En su
lugar se instala una queja que nunca asume la categoría de protesta, como si el individuo se apoyara más en
sus debilidades, para buscar la piedad de aquellos que lo oprimen.
La transgresión es fundadora, la infracción, que se conforma en general con obtener alguna mezquina
ventaja
El término aplicado a “institución”, que califica la ternura -la inicial materno infantil- alude al hecho de que
bien puede decirse de ella que se trata del oficio más viejo de la humanidad, del que todos hemos sacado
tanto beneficio como perjuicio. En este sentido, la ternura tiene prioridad sobre una antiquísima forma de
mortificación social, a la que habitualmente se ubica en el principio de los tiempos: la prostitución.
A la ternura se la identifica, en general, con la debilidad y no con la fortaleza, y se la refiere tanto a la
invalidez infantil como a los aspectos fuertemente débiles del amor. Sin embargo, la ternura es el escenario
mayor donde se da el rotundo pasaje del sujeto -nacido cachorro animal y con un precario paquete
instintivo- a la condición pulsional humana. Es motor primerísimo de la cultura, y en sus gestos y suministros
habrá de comenzar a forjarse el sujeto ético.
La ternura es un gesto transmisor de toda la cultura histórica que habrá de imprimirse en el sujeto infantil.
Gesto transmisor que siempre habrá de producir memoria que no hace recuerdos, pero sí el alma -patria
primera de los hombres, al decir del poeta.
En función de sus atributos básicos, la ternura será abrigo frente a los rigores de la intemperie, alimento
frente a los del hambre y fundamentalmente buen trato, como escudo protector ante las violencias
inevitables del vivir.
De “buen trato” proviene “tratamiento”, en el sentido de “cura”, y esto, por contraste, nos lleva a entender
más la mortificación, sobre todo cuando nos enfrentamos con una de sus formas terminales, que es
paradigma de maltrato y máxima patología de los tratamientos cuando organizan el manicomio, no
necesariamente limitado a la institución hospitalaria.

CRISTINA COREA
LA DESTITUCIÓN DE LA COMUNICACIÓN Y EL AGOTAMIENTO DE LA SUBJETIVIDAD PEDAGÓGICA

La diferencia entre saber e información no es temática, sino enunciativa.


Mientras el saber es la condición de enunciación del conocimiento, la información es la condición de
enunciación de la opinión; mientras el saber es acumulativo, jerarquizado y textual; la información es
instantánea, sin jerarquía e hipertexual. El registro del saber se hace por medio de la lectura y la escritura; el
registro de la información se lleva a cabo por medios tecnológicos. Todas las operaciones del saber
requieren, para llevarse a cabo, la condición de un tiempo acumulativo y la presencia de los dos lugares de
la comunicación: el maestro, el profesor, el adulto, el sabio –cualquier figura de la autoridad- transmite el
saber; el alumno, el estudiante, el discípulo –cualquier figura del educando- lo recibe. La subjetividad
instituida en torno al saber es radicalmente distinta de la subjetividad que se produce en el entorno de la
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información. En el primer caso hay tipos subjetivos instituidos; en el segundo unas configuraciones
instantáneas, leves, ocasionales: el operador, el usuario, el consumidor
En el primer caso estamos ante sujetos institucionalmente legitimados en posiciones distintas respecto de la
transmisión del saber y en el segundo caso ante agentes que pueden manejar o administrar indistintamente
la información necesaria en el momento oportuno. Lo decisivo aquí es que las operaciones producen
subjetividades distintas: allí donde el saber requiere dos lugares diferenciados por la enunciación de la
autoridad, la información instituye uno solo: el del operador, que se conecta a la información según sus
propias necesidades. Caída del paradigma de la comunicación.
El saber opera diferencias enunciativas, simbólicas y jurídicas que resultan impertinentes en la lógica de la
información. La conclusión es obvia: sin posición de autoridad instituida, esto es, legitimada por el Estado, no
hay lugar de enunciación del saber.
Experiencia, saber y autoridad son, en las instituciones estatales, sinónimos. La relación instituida en torno al
saber instaura un sujeto del saber supuesto. Supuesto aquí significa: instituido; supongo que hay saber,
porque el saber y sus portadores se instituyen desde el Estado. Y correlativamente, al suponer que hay saber,
lo instituyo. La autoridad, el adulto, el maestro, el médico, saben. El niño, el menor, el alumno, el paciente,
no saben. Para que se instaure la relación pedagógica, para que se instaure una relación mediada por el
saber, es necesario que se instale una relación de transferencia con el saber y con el otro: el otro sabe; hay
saber.
En esas condiciones, la intervención pedagógica (vía escuela, familia, academia o clínica) tiene efectos en
tanto que hay sujeto de supuesto saber.
No se trata aquí del tú puedes de la New Age o de la autoayuda. Eso sería nada más que la evidencia
desesperada de que se agotó el dispositivo de transferir y entonces me tengo que autoayudar
(autotransferir). En ese sentido, la ideología de la autoayuda, aunque indica el agotamiento de la institución
transferencial, no logra el movimiento que requiere el pasar de la transferencia a la confianza: en lugar de
pensar las operaciones que generan confianza en cada situación, transfiere toda la confianza sobre uno
mismo (yo): la autoayuda es una figura de la autotrasferencia, y estamos en el punto paradójico y final del
agotamiento del saber.
Finalmente, en el terreno de la confianza no hay jerarquías, sino puras diferencias.
Podemos pensar también al revés: cuando no hay institución jerárquica de las diferencias, las diferencias (de
sexo, de edad, de capacidad, de velocidad, etc.) tienen dos caminos de resolución: el choque, el
enfrentamiento, la pura existencia fáctica (el galpón) o producirse en un vínculo sobre el terreno abonado
por la nueva modalidad de la confianza.

LA EDUCACIÓN: UNA POSIBILIDAD EN LOS PLIEGUES DEL DESFONDAMIENTO


SILVIA DUSCHATZKY

Información es todo aquello que se nos impone, que nos convoca a una operación de conexión. La
información en la era de la velocidad no es un dato pleno de valor, sino el nodo que nos conecta a una red.
Su único valor es producir una operación de enganche capaz de diluirse frente a una nueva operación.
Los protagonistas de las escenas insisten en no saber qué hacer; los padres no saben qué hacer, los docentes
no saben qué hacer y los chicos hacen más allá del saber. El no saber no es mera ignorancia sino una
constatación de que el saber que no dialoga con lo que se presenta no produce efectos prácticos, no habilita
modos subjetivantes de hacer con lo real.
Decíamos, que la impotencia envuelve a los sujetos. Me atrevería a dar vuelta la afirmación: no se trata de un
mero no saber sino de un saber que no habla, que no produce actos, no arma lazo, no crea posibilidades de
existencia .
Veamos como opera un saber que ha dejado de hablar. ¿Qué sabemos de la función paterna? Ante todo que
es portadora de ley, que su función es inscribir al cachorro humano en el universo de la cultura, en el mundo
de las convenciones que nos unen a los otros; pero resulta que sorpresivamente nos topamos con un padre
que nos comenta que por las noches sale a robar con su hijo. Y ¿qué sabemos de la función docente?: que
cuenta con los recursos para afectar al alumno en una dirección determinada y ¿con qué nos encontramos?,
con un profesor agredido, otro que renuncia y un director que pide licencia porque las circunstancias lo
superan. ¿Qué sabíamos de los dispositivos de producción de ley?, que prescribían y ordenaban un hacer.
Qué su fuerza no radicaba en la presencia física - de las máximas autoridades en la escuela- sino en la
capacidad performativa de sus normas y discursos. ¿Qué ocurre en cambio?
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Los docentes, directivos, alumnos, padres devienen habitantes de un universo desreglado. ¿Cómo pensar al
habitante de un universo desreglado? En principio se trata de un sujeto a la deriva, sin anclaje que lo funde,
sin una anterioridad que lo constituya. Pero la paradoja de esta situación es que un sujeto a la deriva o se
deshace o se constituye pensando lo que hay.
Los testimonios nos hablan del padecimiento de un estar a la deriva. Se padece por dispersión, por
superfluidad. Pero no es igual padecer que dar cuenta que se padece, que narrar el padecimiento. Se padece
con el cuerpo, se padece en soledad, se padece porque no alcanzamos a descifrar qué nos hace padecer.
Cuando el padecimiento se narra, se arma un interlocutor y se instala una palabra, una palabra que al ser
dicha instaura un principio de simbolización dónde no lo había.
Por lo tanto el encuentro, término que remite no a una mera reunión de términos sino a la capacidad de que
esos términos se afecten, fundaba el principio de la situación educativa. Desde aquí la imposibilidad de
situación educativa en los tiempos que vivimos, no radica en que no se enseñan contenidos pedagógicos sino
en un estar desencontrados.
Un estar a la deriva es un estar padeciente. El padecimiento en los relatos se insinúa como un padecimiento
extensivo: es un padecer de alumnos, docentes, padres. El padecimiento revela una posición de
vulnerabilidad y la vulnerabilidad habla de un afectarse por la situación. La vulnerabilidad es la condición
primera de un pensamiento en inmanencia, un pensamiento cuya fertilidad no está en criterios externos de
legitimidad sino en su poder de afectar-se y afectar una práctica. La percepción de vulnerabilidad deviene de
la ineficacia de las representaciones.
La vulnerabilidad supone un pliegue en dos direcciones: por un lado en relación a las representaciones de la
cultura escolar tan afecta a las jerarquías y las asimetrías. La pedagogía en su trayectoria produjo
asociaciones de sentido entre autoridad-saber-verdad- . Así, cuanto más poder y más saber más autoridad y
más sentido saturando (y suturando) la vida social. La vulnerabilidad entonces es un pliegue en tanto de
ahora en más los modos de habitar resultan de un doble juego: decidir y hacerlo con otros.
El pliegue no es un pensamiento en busca de entidades fijas. El pliegue huye del verbo ser y remite a
circunstancias: en qué caso, donde, cuando, cómo. El pliegue es un pensamiento de las formas, un
pensamiento que permite componer lo que se muestra desarticulado, informe o pleno de forma. Un
pensamiento en pliegue es un pensamiento de la composición no de la clasificación.
Los testimonios testimonian la imposibilidad del ejercicio del rol 3. Sin embargo no se trata de disfunciones,
sino de los efectos de la caída de la función. El Nombre del padre, maestro, alumno es un vestigio, hoy solo
se trata de nombres que han perdido la cosa que nombran. Ser director, docente, alumno será entonces
producto de movimientos que produzcan la relación donde no la hay, donde ya no se produce por efecto
automático de los instituidos. La cohesión por ejemplo entre ese padre y el docente no resultará de la
equivalencia de identidades sino de las huellas de un hacer juntos.
Como sugiere Cristina Corea, en condiciones de fluidez, si una experiencia no está hecha de múltiples
operaciones, se cae, se diluye, no acontece.
Los testimonios testimonian un hacer que no produce, un estar que amontona pero no enlaza, un choque de
presencias que no alcanza a convertirse en encuentro. Pero también dan cuenta de las potencias: la cercanía
de los cuerpos, la vulnerabilidad compartida, la ignorancia de partida.
Dicho de otro modo; la potencia está en lo que hay: presencias desarticuladas, fragmentadas pero presencias
al fin. Se trata de que esas presencias produzcan una existencia (La existencia no es de índole física sino
simbólica. La existencia es del orden de la creación).

FELIX GUATTARI- ACERCA DE LA PRODUCCIÓN DE LA SUBJETIVIDAD

Subjetividad como producida por instancias individuales, colectivas e institucionales.


Considerar la subjetividad desde el ángulo de su producción.
Los diferentes registros semióticos que concurren a engendrar subjetividad no mantienen relaciones
jerárquicas obligadas, establecidas de una vez para siempre.
De hecho, la subjetividad es plural y polifónica, para retomar una expresión de Mijail Bajtin. No conoce
ninguna instancia dominante de determinación que gobierne a las demás instancias como respuesta a una
causalidad unívoca.
Por lo menos tres órdenes de problemas nos incitan a extender la definición de la subjetividad, superando la
oposición clásica entre sujeto individual y sociedad, y por ello mismo a revisar los modelos de inconsciente
actualmente en curso: la irrupción de los factores subjetivos en el primer plano de la actualidad, el desarrollo
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masivo de las producciones maquínicas de subjetividad y, en último lugar, la reciente acentuación de


aspectos etológicos y ecológicos relativos a la subjetividad humana.
Los factores subjetivos ocuparon siempre un lugar importante en la historia.
El inmenso movimiento lanzado por los estudiantes chinos de la plaza Tiananmen tenía ciertamente por
objetivo consignas de democratización política.
Este movimiento puso en juego todo un estilo de vida, una concepción de las relaciones sociales (basada en
las imágenes transmitidas por el Oeste), una ética colectiva. Y, a la larga, ¡nada podrán los tanques contra
esto! ¡Lo mismo que en Hungría o Polonia, la mutación existencial colectiva tendrá la última palabra! Sin
embargo, los grandes movimientos de subjetivación no toman necesariamente un rumbo emancipador. La
inmensa revolución subjetiva que atraviesa al pueblo iraní desde hace más de diez años se focalizó a su vez
en arcaísmos religiosos y en actitudes sociales globalmente conservadoras,
En el Este, la caída de la cortina de hierro no se produjo bajo la presión de insurrecciones armadas sino por la
cristalización de un inmenso deseo colectivo que demolió el sustrato mental del sistema totalitario
poststalinista. Fenómeno extremadamente complejo por cuanto combina aspiraciones emancipadoras con
pulsiones retrógradas, conservadoras y hasta fascistas, de orden nacionalista, étnico y religioso.
Con la perspectiva del tiempo, su apuesta aparece claramente como una tentativa de someter a las
poblaciones árabes y de adueñarse de la opinión mundial.
La historia contemporánea está siendo dominada cada vez más por un incremento de reivindicaciones de
singularidad subjetiva: contiendas lingüísticas, reivindicaciones autonomistas, cuestiones nacionalísticas,
nacionales que, con total ambigüedad, expresan una aspiración a la liberación nacional, pero que por otro
lado se manifiestan en lo que yo llamaría reterritorializaciones conservadoras de la subjetividad.
¿Deben considerarse las producciones semióticas de los mass media, de la informática, la telemática, la
robótica, al margen de la subjetividad psicológica? No lo creo. Así como las máquinas sociales pueden ser
ubicadas en el capítulo general de los equipos colectivos, las máquinas tecnológicas de información y
comunicación operan en el corazón de la subjetividad humana, no únicamente en el seno de sus memorias,
de su inteligencia, sino también de su sensibilidad, de sus afectos y de sus fantasmas inconscientes.
Encontramos así: 1) componentes semiológicos significantes manifestados a través de la familia, la
educación, el ambiente, la religión, el arte, el deporte...; 2) elementos fabricados por la industria de los
medios de comunicación, del cine, etc., y 3) dimensiones semiológicas a-significantes que ponen en juego
máquinas informacionales de signos, funcionando paralelamente o con independencia del hecho de que
producen y vehiculizan significaciones y denotaciones, y escapando, pues, a las axiomáticas propiamente
lingüísticas.
La economía a-significante del lenguaje se vio reducida a lo que yo llamo máquinas de signos, a la economía
lenguajera, significacional de la lengua.
¡Fue un grave error de la corriente estructuralista pretender situar todo lo concerniente al psiquismo bajo la
única batuta del significante lingüístico! Las transformaciones tecnológicas nos obligan a tomar en cuenta, a
la vez, una tendencia a la homogeneización universalizante y reduccionista de la subjetividad y una tendencia
heterogenética, es decir, al reforzamiento de la heterogeneidad y de la singularización de sus componentes.
Daniel Stern renuncia, pues, a la ponderación excesiva de la psicogénesis de los complejos freudianos,
presentados como “universales” estructurales de la subjetividad. Pone de relieve, además, el carácter
inicialmente transubjetivo de las experiencias precoces del niño, que no disocian el sentimiento de sí del
sentimiento del otro. Una dialéctica entre los “afectos compartibles” y los “afectos no compartibles”
estructura las fases emergentes de la subjetividad. Subjetividad en estado naciente que no cesará de
reaparecer en el sueño, el delirio, la exaltación creadora o el sentimiento amoroso...
La ecología social y la ecología mental hallaron ámbitos privilegiados de exploración en las experiencias de
psicoterapia institucional. Pienso obviamente en la clínica de La Borde, donde yo mismo trabajo desde hace
mucho tiempo; allí se lo ha dispuesto todo para que los enfermos psicóticos vivan en un clima de actividad y
asunción de responsabilidades, con el fin no sólo de promover un ambiente de comunicación sino también
para crear focos locales de subjetivación colectiva. No se trata, pues, de una simple remodelación de la
subjetividad de los pacientes -tal como preexistía antes de la crisis psicótica- sino de una producción sui
géneris.
Lo importante no es la mera confrontación con una nueva materia de expresión, sino la constitución de
complejos de subjetivación; individuo-grupo-máquina-intercambios múltiples. En efecto, estos complejos
ofrecen a la persona posibilidades diversificadas de rehacerse una corporeidad existencial, salir de sus
atolladeros repetitivos y en cierto modo resingularizarse.
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El terapeuta se compromete, asume riesgos, pone en juego sus propios fantasmas y crea un clima paradójico
de autenticidad existencial, combinado con una libertad de juego y de simulacro. La terapia familiar produce
subjetividad de la manera más artificial que existe. Se lo comprueba en las sesiones de formación, cuando los
terapeutas se reúnen para improvisar escenas psicodramáticas La escena implica en este caso un
escalonamiento de la enunciación: visión de sí mismo como encarnación concreta; sujeto de la enunciación
que duplica al sujeto del enunciado y a la distribución de roles; gestión colectiva del juego; interlocución con
los comentadores de la escena y, por último, mirada video que restituye en feedback el conjunto de estos
niveles superpuestos. Subrayemos que la instancia de la mirada video habita en todo instante la visión de los
terapeutas. . El cara a cara lúdico con los pacientes, la acogida de las singularidades desarrolladas por esta
especie de terapia se diferencian de la actitud del psicoanalista que aparta la mirada, e incluso de la
performance psicodramática clásica.
La definición provisoria de la subjetividad que me estaría dado proponer en esta etapa como más
abarcadora, será: “Conjunto de condiciones por las que instancias individuales y/o colectivas son capaces de
emerger como territorio existencial sui-referencial, en adyacencia o en relación de delimitación con una
alteridad a su vez subjetiva”. . El término “colectivo” ha de entenderse aquí en el sentido de una
multiplicidad que se despliega a la vez más allá del individuo, del lado del socias, y más acá de la persona, del
lado de intensidades preverbales tributarias de una lógica de los afectos más que de una lógica de conjuntos
bien circunscritos.
La subjetividad no se fabrica sólo a través de los estadios psicogenéticos del psicoanálisis o de los “matemas”
del inconsciente, sino también en las grandes máquinas sociales, massmediáticas o lingüísticas que no
pueden calificarse de humanas.
Con su concepto de inconsciente, Freud postuló la existencia de un continente oculto de la psique en cuyo
seno se desplegaría lo esencial de las opciones pulsionales, afectivas y cognitivas.
El inconsciente ha pasado a ser una institución, un “Equipo Colectivo”, entendido en sentido lato. Queda uno
revestido de un inconsciente desde el momento en que sueña, en que delira, en que comete un acto fallido o
un lapsus... Indiscutiblemente, los descubrimientos freudianos
El inconsciente freudiano es inseparable de una sociedad apegada a su pasado, a sus tradiciones falocráticas
a sus invariantes subjetivas.
La devaluación del sentido de la vida produce la fragmentación de la imagen del yo: sus representaciones se
tornan confusas, contradictorias.
Mucho tiempo que renuncié al dualismo Consciente-inconsciente de las tópicas freudianas y a todas las
oposiciones maniqueístas correlativas de la triangulación edípica y del complejo de castración. Opté por un
inconsciente que superpone múltiples estratos de subjetivaciones, estratos heterogéneos, de extensión y
consistencia variables, inconsciente, pues, más “esquizo”, liberado de las sujeciones familiaristas, más vuelto
hacia praxis actuales que hacia fijaciones y regresiones sobre el pasado, inconsciente de flujos y máquinas
abstractas más que inconsciente de estructura y lenguaje. Sin embargo, no atribuyo a mis “cartografías
esquizoanalíticas”. Lo importante no es el resultado final, sino el hecho de que el método cartográfico
multicomponencial pueda coexistir con el proceso de subjetivación y que resulte así posible una
reapropiación una autopoiesis de los medios de producción de la subjetividad.
Solamente señalo que los registros existenciales involucrados comprometen una dimensión de autonomía de
orden estético.
La ampliación de la noción de objeto parcial en la que colabora Lacan al incluir en el objeto “a” la mirada y la
voz, debería proseguirse. Se trata de convertir esta noción en una categoría que abarque el conjunto de los
focos de autonomización subjetiva relativos a los grupos sujetos, a las instancias de producción de
subjetividad maquínica, ecológica, arquitectónica religiosa, etc.
La polifonía de los modos de subjetivación corresponde, en efecto, a una multiplicidad de maneras de
“vencer al tiempo”.
En cada oportunidad, se trata de definir un espacio funcional precisamente determinado. En las sociedades
arcaicas, al cumplirse ciertos rituales y por virtud de referencias míticas, otros tipos de territorios
existenciales colectivos se circunscriben en función de ritmos, cantos, danzas, máscaras, marcas en el cuerpo,
en el suelo, en los tótems.4 Estas especies de ritornelos
Pero cada uno de nosotros conoce tales franqueamientos de umbral subjetivos por la puesta en acto de un
módulo temporal catalizador que nos Sumergirá en la tristeza o bien en una atmósfera de alegría y
animación. Con este concepto de ritornelo aludimos no solamente a los afectos masivos, sino también a
ritornelos híper complejos que catalizan la entrada de universos incorporales como los de la música o las
matemáticas, y que cristalizan los territorios existenciales más desterritorializados.

4
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Para ilustrar este modo de producción de subjetividad polifónica en el que un ritornelo complejo desempeña
un papel preponderante, consideremos el ejemplo del consumo televisivo.
Atravesado por semejante diversidad de componentes de subjetivación, ¿cómo puedo conservar un
sentimiento relativo de unicidad?: gracias a esa ritornelización que me fija ante la pantalla, constituida desde
ese momento como nudo existencial proyectivo. Yo soy lo que hay ahí delante. Mi identidad ha pasado a ser
el locutor, el personaje que habla en el televisor.
En el caso de la identidad neurótica, el ritornelo puede verse encarnado en una representación “endurecida”,
por ejemplo un ritual obsesivo. Si por una razón cualquiera esta máquina de subjetivación se ve amenazada,
toda la personalidad puede implotar; es lo que ocurre en la psicosis, en la que los componentes parciales
parten en líneas delirantes, alucinatorias.
Tomemos un ejemplo simple: un paciente que durante la cura permanece bloqueado en sus problemas,
dando vueltas en redondo, atascado en un punto muerto. Un día dice, sin darle demasiada importancia:
“Pensé en retomar cursos de manejo de automóviles, pues hace años que no manejo”; o bien: “Tengo ganas
de aprender procesamiento de texto”. Para una concepción tradicional del análisis, este tipo de verbalización
puede seguir pasando inadvertido. Sin embargo, semejante orden de singularidad es capaz de convertirse en
clave disparadora de un ritornelo complejo que modificará no solamente el comportamiento inmediato del
paciente, sino que le abrirá nuevos campos de virtualidad: la reanudación del contacto con personas a las
que había perdido de vista, la posibilidad de restablecer antiguos paisajes, de reconquistar una seguridad
neurológica... Aquí, una neutralidad demasiado rígida, una no intervención del terapeuta resultaría negativa;
puede ser necesario cazar la ocasión al vuelo, consentir, asumir el riesgo de equivocarse, probar suerte,
decir: “Sí, esa experiencia es tal vez importante”. Tratar el acontecimiento como portador eventual de una
nueva constelación de universos de referencia. Esta es la razón por la que opto en favor de intervenciones
pragmáticas orientadas a la construcción de la subjetividad, a la producción de campos de virtualidad no
meramente polarizados por una hermenéutica simbólica centrada en la infancia.
Para esta concepción del análisis, el tiempo cesa de ser padecido; es actuado, orientado, objeto de
mutaciones cualificativas. El análisis ya no es interpretación transferencial de síntomas en función de un
contenido latente preexistente, sino invención de nuevos focos catalíticos susceptibles de bifurcar la
existencia. Una singularidad, una ruptura de sentidos, un corte, una fragmentación, el desprendimiento de
un contenido semiótico —a la manera dadaísta o surrealista— pueden originar focos mutantes de
subjetivación.
Su eficiencia radica en su capacidad para promover rupturas activas, procesuales, en el seno de tejidos
significacionales y denotativos semióticamente estructurados, a partir de los cuales pondrá en acción una
subjetividad de la emergencia, en el sentido de Daniel Stern.
La única finalidad aceptable de las actividades humanas es la producción de una subjetividad que auto
enriquezca de manera continua su relación con el mundo.
El sujeto fue concebido tradicionalmente como esencia última de la individuación, como pura aprehensión
pre-reflexiva, vacía, del mundo, como foco de la sensibilidad, de la expresividad, unificador de los estados de
conciencia.
El contenido participa de la subjetividad, dando consistencia a la cualidad ontológica de la expresión. En esta
reversibilidad del contenido y la expresión reside lo que yo denomino función existencializante.
Plantear la cuestión de la existencia de una máquina formal, transversal a toda modalidad, sea de expresión
o de contenido. Habría, pues, un puente, una transversalidad entre la máquina de discursividad fonemática y
sintagmática de la expresión propia del lenguaje, por un lado y, por el otro, el recorte de las unidades
semánticas del contenido (Hjelmslev)
Nuestra ambición, en cambio, es situar la semiología en el marco de una más amplia concepción maquínica
de la forma, que nos libere de la simple oposición lingüística expresión/contenido y nos permita integrar en
las conformaciones enunciativas un número indefinido de sustancias de expresión como las codificaciones
biológicas o las formas de organización propias del socius.
El problema de la conformación de enunciación no sería ya específico de un registro semiótico, sino que
atravesaría un conjunto de materias expresivas heterogéneas.
La subjetividad maquínica, la conformación maquínica de subjetivación aglomera estas diferentes
enunciaciones parciales y se instaura en cierto modo antes y al lado de la relación sujeto-objeto. Tiene, por
añadidura, un carácter colectivo, es multi-componencial, es una multiplicidad maquínica.
Las sustancias expresivas lingüísticas y no lingüísticas se instauran en la intersección de eslabones discursivos
pertenecientes a un mundo finito preformado (el mundo del gran Otro lacaniano) y de registros incorporales
de virtualidades creacionistas infinitas (que por su parte nada tienen que ver con los “matemas” lacanianos).
En esta zona de intersección se fusionan, y encuentran su fundamento, el sujeto y el objeto.
Ciertos psicólogos pusieron el acento sobre las relaciones de empatía y de transitivismo en la infancia y en la
psicosis.
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A grandes rasgos, se puede decir que el psicoanálisis nació de este punto de fusión objeto-sujeto que vemos
operar en la sugestión, la hipnosis, la histeria.
Por otra parte, y ya en la época de Lévi-Bruhl, Priezluski, etc., los antropólogos mostraron la existencia en las
sociedades arcaicas de lo que ellos llamaban una “participación”, una subjetividad colectiva que investía
cierto tipo de objeto y que se situaba en posición de foco existencial del grupo.
En investigaciones sobre las nuevas formas de arte (como las de Deleuze sobre el cine) veremos, por
ejemplo, que imágenes-movimiento e imágenes-tiempo se constituyen en germen de producción de
subjetividad. No estamos en presencia de una imagen pasivamente representativa, sino de un vector de
subjetivación.
Aquí, el síntoma, el lapsus, el chiste se conciben como objetos separados gracias a los cuales un modo de
subjetividad que ha perdido su consistencia puede hallar el camino de una “puesta en existencia”. El síntoma
funciona como ritornelo existencial a partir de su propia repetitividad.
La función existencial de las conformaciones de enunciación consiste en esta utilización de eslabones de
discursividad para establecer un sistema de repetición, de insistencia intensiva, polarizado entre un territorio
existencial territorializado y universos incorporales desterritorializados:
El aspecto más desterritorializado del ritornelo, su dimensión de universo de valor incorporal, toma el control
de los estratos más territorializados Lo hace a través de un movimiento de desterritorialización que
desarrolla campos de posible, tensiones de valor, relaciones de heterogeneidad de alteridad, de devenir otro.
La lógica de los conjuntos discursivos encuentra una especie de consumación desesperada en la del Capital,
el Significante, el Ser con S mayúscula. El Capital es el referente de la equivalencia generalizada del trabajo y
los bienes; el Significante, el referente capitalístico de las expresiones semiológicas, el gran reductor de la
polivocidad ontológica. Lo verdadero, lo bueno, lo bello son categorías de “puesta en norma” de procesos
que escapan a la lógica de los conjuntos circunscritos. Son referentes vacíos que hacen el vacío, que
instauran trascendencia en las relaciones de representación.

RAQUEL BOZZOLO CONDICIONES ACTUALES DE PRODUCCIÓN DE SUBJETIVIDAD

El sustantivo SUBJETIVIDAD concita la atención, tanto en la interrogación del colega como en el título del
panel. Sustantivar un proceso, un movimiento,  implica siempre el riesgo de sustancializar la subjetividad, es
decir aludir otra vez a una sustancia y no a un acto.

En el breve tiempo que dispongo abordaré dos aspectos:

 los obstáculos para pensar la producción de subjetividad es decir las LÓGICAS


 los posibles que inaugura y las intervenciones que habilita, es decir la JUSTIFICACIÓN del nombre

2.-LÓGICAS  Sólo se puede pensar la producción de subjetividad, en un recorrido práctico, que intervenga
sobre las subjetividades con que se inició la marcha.

Pensar la producción de subjetividad, requiere hacer un recorrido juntos… y luego hacer una vuelta reflexiva,
un pliegue que recoja las afectaciones que se experimentaron y las organice, para reconstruir
genealógicamente cómo se armó la máquina que produjo y está produciendo esas y estas subjetividades,
esos y estos modos del habitar.

Podríamos decir: Consideramos que la “producción de subjetividad” es esto que hacemos, se hace y nos hace
esas múltiples operaciones que realizamos  para habitar una situación.

3.-Probemos de otra manera:

“Ello funciona en todas partes, bien sin parar, bien discontinuo. Ello respira, ello se calienta, ello come. Ello
caga, ello besa. Qué error haber dicho el ello. En todas partes máquinas, y no metafóricamente: máquinas de
máquinas, con sus acoplamientos, sus conexiones. Una máquina órgano empalma con una máquina fuente,
una de ellas emite un flujo que la otra corta. El seno es una máquina que produce leche, y la boca, una
máquina acoplada a aquélla… “

Así comienzan Deleuze y Guattari el ANTI-EDIPO


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4.-Como verán tengo (tenemos) un problema: declaro por un lado no poder explicar una noción sin que se
intervengan las formas instituidas de habitar el mundo y de pensarnos en él, pero a la vez acepto hablar en
un panel y traigo hasta un  cuadro explicativo.
Elijo entonces enfatizar la producción de subjetividad y no de la noción de subjetividad, porque no hay, no
existe “la” subjetividad
¿Qué hay sino hay “la” subjetividad? Hay cuerpos, hay afectaciones de los cuerpos, hay intensidades de
diverso grado hay facticidades y significaciones (pocas, pero las hay)… Seguramente hay más recorridos
singulares que los que hemos podido registrar.  
Pensar en producción y no en subjetividad requiere una lógica  con verbos; porque estamos aludiendo a un
movimiento, a un hacer maquínico, a una multiplicidad de operaciones que tal como decía, Ignacio
Lewkowicz, llamamos subjetividad. Esta subjetividad-acto va constituyendo la forma en que un humano
tolera una situación, habita un dispositivo o hace ser un mundo… Pero al mismo tiempo estas operaciones lo
constituyen como humano.

5.- la población “PSI”, hemos sido los señores de la subjetividad cuando ésta aludía a lo opuesto a la
objetividad….Nos hemos formado y deformado con teorizaciones donde la subjetividad de la que hablamos y
con la que pensamos y operamos era siempre individuada… Así surge el sujeto psíquico, el sujeto social, el
sujeto del grupo, etc. Ese sujeto designa un punto de voluntad, de acción, de intención, de deseo. Es desde
esta concepción de sujeto que afirmamos que nuestras prácticas PSI contribuyen a una subjetivación… pero
ésta no es la única subjetivación posible en las condiciones actuales, y quizás ni siquiera es la mejor forma de
habitar el hoy.
Pablo Huppert, plantea: que si pensamos a las subjetividades como modos de organización del sentido, y
como las operaciones prácticas por las que se conectan hombres y cosas, los hombres con los otros, lo otro,
podemos afirmar que en algún tiempo existía un acople entre sujeto y subjetividad.

“En la antigüedad, ese acople funcionaba al modo de una sutura, el sujeto y la subjetividad eran uno… La
modernidad  inauguró un pensar acerca de un sujeto que se desujetaba de la subjetividad de la época.

El sujeto sujetado a la subjetividad epocal no era un sujeto plenamente consistente. Según el recorrido, esta
inconsistencia se pensó como vacío, inconsciente, punto ciego, síntoma, lucha de clases, sujeto barrado,
falta, falla, exceso, plus. ¿Que ocurre ahora? Hemos aprendido que hay procesos de desubjetivación y de
subjetivación  diversos…

Pero por la calle no circulan sólo sujetos y sujetos desubjetivados, como dice Pablo: No todo lo que hoy
camina es sujeto: también los chabones yiran porái.

Me pregunto qué acople maquínico, qué dispositivo los produce como chabones, y para ello pienso la
subjetividad como actos y operaciones, toda una “producción de si” y no como el producto de un proceso.
Nuestro problema no es si hay o no sujetos, sino que los produce como tales?

Durante mucho tiempo se entronizó un modo universal del sujeto y se lo pensó  como lo sustancial del ser
humano, hoy sabemos que estas formas fueron y están siendo producidas en unas condiciones especificas de
existencia, en un modo de funcionamiento del socius. La conciencia, el lenguaje, el deseo, lo social, ocuparon
el lugar de lo que los hace ser humanos.

6.-HISTORIA Y ESTRUCTURA 

No  intento enlazar períodos y subjetividades instituidas sino modos de producción de subjetividades de


acuerdo a dispositivos prácticos, tecnologías, procedimientos que es posible pensar como predominantes en
alguna situación histórica, y producen maquínicamente a sus habitantes.

Como se puede ver, en estos tiempos posmodernos se superponen tecnologías diversas;  a las tecnologías
disciplinarias y de soberanía que subsisten se suman formas inéditas de captura del acontecimiento,  que van
realizando una modulación de las conductas, produciendo formas del existir que nos resultan inesperadas
aunque en ocasiones estén habitando nuestros propios cuerpos.

7.-JUSTIFICACIÓN Pensar en estos términos la producción de subjetividad permite alojar  aquello que la
operación moderna dejaba en sombra y que hoy se presenta ante nuestra perplejidad.
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Es decir, cuando se nos presentan una multiplicidad de formas de habitar el mundo que no se incluyen en la
noción de subjetividad que teníamos y que estaba implícita en nuestra formación como “psi”, o en nuestra
constitución como ciudadanos, allí se nos torna imprescindible elucidar críticamente…, pero para ello ya algo
del recorrido práctico ha comenzado a intervenirnos.

Estas formas de habitar el mundo pueden presentarse en ocasión de un suceso o de un dispositivo diseñado
para ello. Un ejemplo de lo primero fue Cromañón, … o había otra composición, otro anudamiento
desconocido de afectaciones, deseos y acciones, otra SUBJETIVIDAD… que nos resultaba no sólo distinto sino
extranjero  y hasta ajeno. … y allí se pudo presentar lo que nos dejaba perplejos y nos obligaba a pensar y
pensarnos.

8. En un principio nos sentíamos extraños, extranjeros a  las operaciones más frecuentes que juzgábamos
como cínicas, pragmáticas o como una variante de la subjetividad consumidora a la que llamamos
gestionaria.
Fuimos realizando una experiencia a partir de bloquear algunos de los mecanismos que nos producían, tanto
a los docentes como a los estudiantes con una subjetividad empobrecida, de baja intensidad, y de gran
capacidad para lograr habitar ese dispositivo expendedor de títulos universitarios. Pudimos registrar
positivamente las sustracciones necesarias para evitar el contagio que se temía al entrar en contacto vivo con
los otros. Entender estos procesos inmunitarios como protección negativa de la vida, como forma biopolítica
actual nos está  acercando a estas formas  subjetivas que rechazábamos entendiéndolas sólo negativamente
porque nos se sumaban a nuestras generosas invitaciones a “pensar con nosotros”. 

Escritos varios sobre comunidad, lo común y la subjetividad actual - Ignacio Lewkowicz La


comunidad, entre lo privado y lo público. Corea - de la Aldea - Lewkowicz

1. Las significación "comunidad" sufre transformaciones drásticas entre una situación histórico-social En
posición de historiador, el sentido de un término procede de la red - práctica en la que se inscribe. El sentido
situacional de un término es precisamente la serie de prácticas que se realizan en su nombre. A partir de esas
prácticas en que se realiza, un término adquiere una significación. La significación, entonces, no depende
tanto del término cuanto del uso práctico que de él se hace en una configuración sociocultural específica.
Una cosa es la "koinonía", comunidad griega en tiempos de polis;
A partir de estas diferencias, será posible situar la mutación actual que vacía de sustancia la comunidad tal
como la había instituido el estado nacional.

2. El individuo maduro y autónomo es la ficción específica que resulta de la institución estatal de la


subjetividad pertinente para el funcionamiento de los estados nacionales: el ciudadano.
Según su tipo de prácticas productoras de subjetividad, el individuo es una tenue individuación, tardía e
incompleta, respecto de la pertenencia comunitaria. Un hombre de define prácticamente por el hecho de
habitar en su comunidad, de ser miembro de su polís, de su comunidad. Esta pertenencia comunitaria es la
que le da estatuto humano ante sí propio y ante sus semejantes (incluso la idea de sí propio y semejantes es
una leve extrapolación de nuestras percepciones individualistas). Si la humanidad de un hombre se define
por su pertenencia a la polis, antes que ser un individuo es un fragmento, un soporte, un punto de la red
comunitaria. Es más un fragmento de humanidad que un átomo fundante.
Todas las prácticas de producción de subjetividad se orientan a instituir al hombre como inseparable
absoluto de su comunidad -que en todo momento lo hace ser lo que es: un espartiata.
Pero "morir" es también una infiltración de nuestras representaciones. Modernas. El que ha sido así
expuesto no será enterrado. Al no haber sido aceptado por su comunidad, ese individuo no ha nacido; el
nacimiento biológico es casi nada respecto del verdadero nacimiento que es la certificación social que lo hace
pertenecer a la comunidad.
Sólo acceden a las tumbas con nombre quienes hayan muerto en batalla, vale decir, aquellos cuya muerte ha
sido una muerte comunitaria, en defensa de la comunidad, cumpliendo con su rol comunitario.

3. En la Antigüedad griega, la significación primaria es la comunidad. El individuo, en la medida en que es


posible, es una significación derivada, de segundo grado, que se obtiene a partir de la significación
comunitaria. El mundo moderno, burgués, nacional, se funda en una jerarquía diversa de estas instancias.
Para nuestras instituciones productoras de subjetividad (familia nuclear, escuela estatal, etc.) por delegación
estatal, la realidad primera es la del individuo. El individuo compone en sí el átomo de la socialidad.
La instancia del lazo social se concibe como secundaria, obtenida por composición de átomos individuales.
25

4. La instancia derivada de composición social de los individuos se comprende en el mundo burgués por la
institución de una frontera (inhallable en otras sociedades) entre la esfera de lo privado y la esfera de lo
público.
Esta instancia que comienza más allá de las fronteras de lo privado es la modalidad burguesa de lo
comunitario.

5. Nuestros estados actuales dejaron de definirse como nacionales. La apelación a la ficción de una sustancia
histórica nacional ha cesado de constituir la base de su legitimidad. La supuesta comunidad nacional ya no
sustenta las operaciones estatales. El ciudadano que constituía el átomo individual de la socialidad nacional
ha sido desplazado por la figura del consumidor.
No se trata ya de la cualidad de unos lazos que son heterogéneos respecto de los individuos que se traman
en el lazo -como lo disponía la socialidad nacional en su "más allá de los privado”; se trata de una socialidad
muy pobre, sin mayores determinaciones cualitativas que las ya dadas en los individuos. El proyecto post-
moderno consiste en instituir lo social como individual. El modo de tratamiento pertinente es el conteo.
Lo social es lo estadístico. El átomo real es el individuo: de ahí la encuesta como dispositivo universal de
acceso a 'lo social".

6- dos tipos de mediciones: Por un lado, los consumidores instituidos son evaluados según sus preferencias.
Por otro, los excluidos y expulsados son computados según sus particulares carencias

7- la comunidad como que la multiplicación de individuos carentes en algún flanco de sus necesidades; estos
individuos medidos según la norma comunitaria no serán más que objetos: objeto de representación, objeto
de buena o mala política de asistencia
La posición comunitaria es una posición que adopta efectivamente lo que hasta entonces no era comunidad
cuando se planta como comunidad. El acto de nominación y posición de sí propia como comunidad es
fundante de su recorrido activo. Esta fundación -como la de cualquier vínculo social activo- no da lugar a una
permanencia sustancial sino a una vitalidad precaria. ¿Qué significa aquí "precario”? Pues que nada asegura
su permanencia si no es la propia actividad de creación y recreación de sus propios vínculos, sus modos de
organización, las estrategias de autoafirmación. "Precario" no habla de una debilidad sino de una condición
inherente a los lazos sociales activos.
La posición comunitaria en el campo de la salud mental se implica en la inmanencia de las comunidades
efectivas en lugar de aplicarse en exterioridad sobre comunidades representadas.
En posición de objeto, el único sujeto es el amo.
Pero en posición de sujeto, la salud que se genera es de otra especie, de otra sustancia inconmensurable con
la anterior.
La posición misma es patogénica: la posición de objeto enferma -tanto de objeto protegido cuanto de objeto
maltratado. Pues el peor maltrato es el maltrato auto infligido de quien se representa a sí mismo según las
claves de la representación establecida: la auto percepción de la comunidad representada como objeto y
víctima de políticas.
La comunidad de víctimas en posición de objetos es un medio de reproducción de las instancias y
organizaciones de representación. Las organizaciones que hablan en nombre de una supuesta sustancia
representada y postergada sólo funcionan si los representados no se presentan por sí propios. Esta forma de
prohibición de la presentación directa de las comunidades en nombre de la representación supuestamente
más sabia y efectiva es lo que se puede llamar una "exclusión incluyente".
La comunidad efectiva entonces no es una entidad dada definible en términos de "ser" con tales o cuales
propiedades a-priori. La comunidad efectiva es un hacer -y sobre todo un hacerse. Es hacerse en posición
subjetiva; es hacerse de una posición subjetiva. La comunidad efectiva nunca es "la” comunidad sino siempre
"esta" comunidad.
Pero en términos de "posición comunitaria", el término que funda la posibilidad de la salud es precisamente
el deseo.
El deseo de salud es una cláusula equívoca.
En primer lugar, porque el deseo de salud se determina según la posición efectiva del sujeto comunitario en
cuestión. En segundo lugar, porque la posición tramada en términos de deseo es ya de por sí saludable.
26

¿Comunidad? Comunidad sustancial y comunidad problemática. Clase de I. Lewkowicz -


6/7/99
¿Qué es una comunidad? Depende de una decisión. En principio, se puede asumir que se trata de una
entidad anterior y exterior a sus componentes. Anterioridad y exterioridad producen consistencia,
consistencia que opera como ficción legitimante en tanto que naturalización de la comunidad. En este
sentido, la comunidad pre-existe y justamente por eso existirá.
Pero también se puede asumir que se trata de una entidad práctica o problemática. Esto es, no hay
comunidad que pre-exista a un problema, es el problema el que hace comunidad. En esta línea, la comunidad
no es una entidad permanente y sustancial, sino situacional y problemática.
Pero ¿qué es pensar una comunidad? Las estrategias de pensamiento dependerán de las nociones antes
precisadas. Si se decide que la comunidad es una entidad pre-existente, el movimiento estratégico convocará
al saber especializado. El problema en estas coordenadas adquiere status de anomalía y entonces demanda
la intervención de los especialistas. En tales condiciones, la comunidad deviene objeto de estudio y los
especialistas observadores del objeto comunidad.
El problema obtiene status de anomalía, la solución urge. En este sentido, los especialistas operan como el
dispositivo que pone en funcionamiento al saber heredado para el caso específico. Casi toda la tarea de los
expertos consiste en que el problema-anomalía no roce la tan casta comunidad. Frente a la anomalía, la
esencia comunitaria parece estar en peligro.
Pero si se decide que la comunidad es una entidad problemática o práctica, la noción de problema resulta
radicalmente otra. Para esa categoría de comunidad, el problema es de vital importancia para dejarlo en
manos de especialistas. El problema es vital porque es el punto donde se constituye la comunidad. Si esto es
asumido como cierto, no hay lugar en esta comunidad ni para técnicos ni para el despliegue de los saberes
anteriores.
La operación lógica propia de la comunidad problemática es el pensamiento situacional. Éste busca forjar las
herramientas necesarias para entrar en relación subjetiva con el problema. Del despliegue de soluciones
previas, casi nada.
Apenas una precisión. La comunidad es práctica y problemática porque consiste en la red de prácticas a
partir de la cuales se identifica, se procesa, se simboliza, se tramita el problema. La comunidad se constituye
en la medida que el problema (compartido) opera como lazo social.
¿Cuál es la subjetividad capaz de tolerar la comunidad pre-existente? ¿Cuál es la subjetividad capaz de
habitar la comunidad problemática?
La subjetividad heroica es el soporte subjetivo de la comunidad pre-existente. La subjetividad heroica
organiza con el problema una relación de exterioridad. La operación consiste en reducir el problema a su
solución específica. La exterioridad queda asegurada en tanto que el problema comunitario deviene objeto
de estudio y política. La modalidad de la subjetividad heroica resulta entonces cercana a la resistencia.
Resiste al problema, lo expulsa de la comunidad.
La subjetividad que se constituye en la situación problemática es radicalmente otra. Siendo el problema el
lazo que constituye la comunidad, no hay posibilidad de organizar relación de exterioridad con él. En este
sentido, el problema es la superficie de emergencia de la comunidad. La subjetividad problemática entonces
es aquella que tolera como esencia situacional un problema. Se trata de la subjetividad que hace del
problema su bien más preciado.
Soluciones y obstáculos. La subjetividad heroica busca soluciones; la subjetividad problemática precisa
obstáculos. Las soluciones desintegran al problema; los obstáculos lo desplazan. Desplazar no es postergar,
se trata de una modalidad de relación distinta con el problema. Consiste en intervenir sobre los obstáculos y
justamente por eso producir otros. Pero la subjetividad problemática sabe que su tarea es esa, y semejante
destino no la desalienta. Por el contrario, se convierte en ocasión de subjetivación.
Haber pagado durante tanto tiempo la pertenencia laboral a la universidad puede dar lugar a una figura que
es la de la subjetividad heroica, que como en todos lados deja de habitar la inmanencia de la situación para
constituirse a partir de valores trascendentes.
Por otra parte, la subjetividad heroica se premia a sí misma no por su producción sino por su sacrificio:
valores morales sacrificiales, que lejos de estar al servicio de una producción docente tienen como último
valor la abnegación.

La inversión de la torre de Babel (Fragmentos de una clase del 29-11-01)

Lo propio de la situación de galpón es que entiendo las palabras pero las palabras no me hablan, significan
pero no hacen sentido. Es decir, no soy un término tomado como receptor de ese enunciado.
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Yo tomaría como característico del galpón la inversión de Babel, lengua compartida, sentido: cada uno en la
suya. Cada uno en la suya significa, no cada uno siendo egoísta y haciendo competitivamente lo mismo que
los otros, cada uno en la suya hasta por fuera de cualquier competencia, porque una competencia supondría
un suelo común, es “yo te quiero cagar”.

LOS VÍNCULOS ACTUALES: CONFIANZA O AMENAZA- ELINA AGUIRRE Y MIGUEL BURKART

Llamamos a ese grupo Situaciones Clínicas, y durante todo aquel año nuestro método se apoyó sobre la idea
básica de que en la fluidez del suelo contemporáneo no es posible pensar teóricamente sin una situación que
sirva de referente, que permita armar interrogantes comunes sobre lo que acontece.
Un elemento que insistía: la confianza
Ignacio sostenía que los vínculos en condiciones de incertidumbre se sostienen fundamentalmente en la
confianza; o, dicho de otro modo, que el mundo de la incertidumbre plantea que hay que confiar, pero no
porque haya algo confiable -esa es precisamente una de las consecuencias de la caída del estado y el
consiguiente agotamiento de la ‘maquinaria” que instituye al otro como semejante, sino porque si no se
confía, se derrumba aquello que intentamos componer. Ahora bien, ¿cómo confiar en un otro que no es otro
en el sentido de semejante, es decir, que no es un otro instituido como otro? Si admitimos que el mundo
actual es un mundo caracterizado por la fragmentación y la diferencia radical, la confianza deviene una
operación subjetivante.
La hipótesis es que esa diferencia, esa multiplicidad propia de un mundo fragmentado es vivida como
amenaza. Por tanto, si no hay confianza, hay amenaza -al menos, hasta que se demuestre lo contrario.

El “choque” es un intento desesperado de encuentro


Existe algo así como un umbral de tolerancia bajísimo ante cualquier tipo de diferencia. Si nos preguntamos
por ese estado de susceptibilidad, advertimos que en el “fondo” nos habite una sensación de peligrosidad
ante la presencia del otro, de cualquier otro, diferente, desconocido.
Donde hay encuentro hay choque, o también podría ser entendido como: el choque es un intento fallido
(desesperado) de encuentro. Desde esta perspectiva, el encuentro podría ser pensado como ese común
mínimo e indispensable que abre la posibilidad de producción de un vínculo. Por el contrario, el choque sería
ese puro impacto con otro, que regenera la sensación de peligro y amenaza.
Qué es lo que permite el paso de un choque a un encuentro, nos topamos con el valor de la confianza como
componente esencial de los vínculos actuales, que comenzamos a pensar en la experiencia de aquel grupo en
el Estudio. De algún modo, la confianza es lo que nos permite dejar de percibir al otro como una amenaza, un
peligro al que estamos expuestos y, al mismo tiempo, experimentar un encuentro, delimitar un “común” que
abra un diálogo.
El ejercicio de la confianza, cuando se realiza en una figura conocida, apoyándose sobre una relación previa,
cuenta con preconceptos que constituyen una base que lo hacen posible. Ahora bien, necesariamente la
práctica de la confianza cambia si el suelo donde se apoya se trasforma: si el estatuto del otro se altera y, por
tanto, el vínculo con el otro deja de estar determinado, la confianza ya no es ese voto incondicional y
duradero que depositamos en otro, por el hecho de encarnar la figura de aquel que desde lo social es
designado como digno de confianza: un amigo, un hermano, en fin: un semejante. En las nuevas condiciones,
la confianza es más bien una apuesta que nos jugamos ante un otro totalmente desconocido que, en el mejor
de los casos, lo convierte de amenaza en aliado. La confianza en el mundo actual es una apuesta sin
garantías, y no un voto que expresa una decisión conciente apoyado sobre la “seguridad” de un vínculo
preexistente, el vínculo con el prójimo, el semejante.
Qué hace que se pase de ser una “amenaza” a compartir un mínimo de “confianza”, aunque sea por un
momento fugaz?
“no te voy a hacer daño”. Está bien, quizás se le olvidó decir: “por esta vez no te voy a hacer daño”. Esta
escena nos muestra algo, nos muestra cómo alguien puede pasar de un minuto a otro de ser enemigo a ser
nuestro “salvador”. En rigor, lo que muestra la escena es la contingencia en la que estamos cuando nos
encontramos en un medio fluido.
La secuencia de la escena nos muestra de qué manera cada uno define sus encuentros y la legalidad que los
atraviesa de momento a momento, de situación en situación. El que activamente es una amenaza en un
momento determinado puede pasar a ser, en el momento siguiente, la persona que te salva la vida. La
pregunta es qué pasa en el medio, cuáles son las operatorias que permiten pasar de una situación a otra.
28

Del signo al gesto


”. ¿Qué hay entonces? Pequeños gestos, mínimos, insignificantes, que se hacen enormes en cada situación y
terminan configurando su sentido y desenlace. Gestos que son leídos en algunos casos como una amenaza y
en otros como un acto de confianza.
Hay, como primer dato de la existencia, amenaza.
En la ontología de los vínculos actuales, podríamos admitir la hipótesis de que estamos ante el debilitamiento
del signo, y la consecuente imposición del gesto como materia prima de la producción de vínculo. El gesto es,
en definitiva, el único y frágil indicio con el que contamos en el encuentro con otro, el indicio que nos orienta
ante la opción desesperada entre confianza y amenaza.

ANA MARÍA FERNÁNDEZ LAS LÓGICAS COLECTIVAS - IMAGINARIOS, CUERPOS Y MULTIPLICIDADES

Tornar la advertencia foucaultiana del universal antropológico implica encontrarse permanentemente con el
tope de la amalgama moderna, es decir, las invisibilizaciones que genera un modo de naturalización por el
cual pesamos que la realidad está efectivamente compuesta de sujetos, objetos y representaciones; en tal
operatoria deshistorizamos -universalizamos- tanto la idea de "un sujeto" que conoce el mundo a través de
"sus representaciones" como el criterio por el cual la diferencia será pensada como negativo de lo idéntico, o
sea, queda reducida a la alteridad.
Indagar las lógicas colectivas supone desde esta perspectiva trabajar las dimensiones subjetivas puestas en
juego evitando, como ya se ha dicho, sustancializar, esencializar o naturalizar una idea de sujeto que se
connote en el marco del universal antropológico.
Con esta idea de pliegue de lo empírico en lo trascendental se refiere a la encerrona que supone el desarrollo
de indagaciones empíricas "positivas" que toman como "objeto" de estudio un sujeto trascendental,
universal: el Hombre.
De allí que planteará que pensar de otro modo es la condición de posibilidad para la creación de aquellas
libertades por venir.
La posibilidad de construir tales libertades tendrá como una de sus condiciones historizar-desesencializar un
pensamiento que ha pensado la diferencia como alteridad donde el diferente necesariamente será
imaginarizado como inferior, peligroso o enfermo.5
En realidad, la noción moderna de sujeto es inseparable de la noción de representación y de un modo
particular de pensar la diferencia —en clave platónico-hegeliana— como negativo de lo idéntico una
reformulación crítica del sujeto cartesiano implica, a su vez, poner en discusión — la noción de
representación y la relación identidad-diferencia.
En la misma línea el sujeto político, por ejemplo "el ciudadano" sólo puede gobernar a través de sus
representantes. En síntesis, en un mismo movimiento se universaliza el sujeto, se esencializa la
representación y se designa la diferencia.
Allí "el otro" siempre extranjería, diferencia, complemento o suplemento, es decir, mujeres, homosexuales,
clases, etnias y religiones no hegemónicas, Allí "el otro" siempre extranjería, diferencia, complemento o
suplemento, es decir, mujeres, homosexuales, clases, etnias y religiones no hegemónicas,
Cuando Heidegger se pregunta por lo propio de la imagen del mundo que constituye la modernidad
considera que producir una imagen del mundo no implica que "lo ente se nos represente", sino que "en todo
lo que le pertenece y forma parte de él, se presenta ante nosotros como sistema".
De que el mundo pueda convertirse en imagen es lo que caracteriza la esencia de la Edad Moderna.
Que el mundo se convierta en imagen es exactamente el mismo proceso por el que el hombre se convierte
en subjectum y, por tanto, ha llevado su vida a la posición principal, en el centro de toda relación. 6 Esta
composición moderna del mundo como imagen implica necesariamente la configuración de la producción
representadora. En esta producción representadora "el hombre" dará medida a todo ente y pondrá todas las
normas.7
La puntuación como producción histórica y no esencial por la cual se fundan en un mismo movimiento el
hombre, el sujeto y la representación implica abrir condiciones de posibilidad para desnaturalizar esta
amalgama moderna.
En el siglo XIX los "maestros de la sospecha": Freud, Marx y Nietzsche

7
29

El siglo XX; el propio Heidegger, también Foucault, Deleuze, Castoriadis, Freud, La-can y Derrida, produjeron
pensamiento inaugurando áreas de saberes y prácticas donde la episteme moderna había instituido sus
invisibilidades y silencios de enunciados.
El uso del diván en los dispositivos de cura de "uno por uno". Para que las operaciones del inconsciente
operaran visibilidad, por alguna razón, fue necesario que los cuerpos abandonaran sus posiciones habituales
de uso en las situaciones téte-á-téte.
Pero en el juego de abrir visibilidad se abren necesariamente otras invisibilidades por lo que en tanto su
diseño habilitó un dispositivo de "uno por uno" creó condiciones para invisibilizar el entre-algunos o el entre-
muchos en que se producían los mecanismos que luego serían conceptualizados también desde el uno-por-
uno.
Al mismo tiempo, al centrar sus recursos en el ejercicio de la escucha y distanciar lo más posible el entre-dos
en el uso del diván, quedaron en menor visibilidad en ese uno-por-uno la producción, acumulación y
distribución de las intensidades de las máquinas corporales colectivas (agenciamientos maquínicos
corporales) y la producción colectiva de los agenciamientos de enunciación.
Rene Kaës señala los obstáculos que el "nacimiento" del psicoanálisis surgido como abordaje de procesos
individuales presenta frecuentemente para muchos psicoanalistas para entender la especificidad de los
aconteceres grupales y la especificidad de lo que en tales instancias colectivas se produce, particularmente la
"diversidad de las dinámicas inconscientes grupales".8
El dispositivo con que se trabaja en las jornadas de producciones grupales no sólo es colectivo sino que
emplea un recurso psicodramático como la multiplicación dramática que dispone a abrir visibilidad a los
cuerpos que se afectan colectivamente.
No se trata de ponderar qué dispositivo tiene mayores méritos, sino simplemente de señalar que para poder
pensar las lógicas colectivas de producción de subjetividad posiblemente serán más aptos para ese fin
diseños de dispositivos colectivos. Éstos, cuando utilizan recursos tecnológicos psicodramáticos, vuelven
visibles las afectaciones de los cuerpos y sus intensidades, por lo que fuerzan a pensar estos impensados del
lenguaje y la representación de la amalgama moderna.
2. De la diferencia a la multiplicidad
En su conceptualización de los imaginarios sociales, Castoriadis indagó las condiciones de producción de
aquellas invenciones colectivas y anónimas por las cuales lo histórico social opera transformaciones de
sentido en una sociedad, desmarcando su pensamiento de una idea de sujeto y/o inconsciente colectivo. 9
Para ello, luego de señalar los límites del "pensamiento heredado" para pensar la imaginación colectiva,
estableció unas primeras puntuaciones con relación a la producción de invención de las lógicas colectivas con
la noción de magma.
•Al apuntar la idea de magma como multiplicidad, habilitó el pensamiento de lo colectivo como un campo de
heterogeneidad. Se trata de pensar la diversidad, la multiplicidad en tanto categoría. Al indagar la capacidad
de invención colectiva pudo pensar lo que no es idéntico ni diferente.
•Lo imaginario social, lo histórico social, es indefinidamente determinable.
•Las dimensiones de multiplicidad magmática, indefinidamente determinables, operan en permanente
articulación con las dimensiones identitarias de la determinación.
Al señalar la permanente tensión entre las dimensiones identitarias y magmáticas, evitó los binarismos
clásicos.
Deleuze: no se trata de la crítica a la mera diferencia sino de la diferencia como negativo de lo idéntico, por lo
que en el mismo movimiento en que se distingue la diferencia se instituye la desigualdad
De ahí la importancia otorgada a pensar multiplicidades y no la diferencia, producciones de subjetividad y no
sujeto.
Esta idea deleuzeana de diferencia de diferencias que no remiten a ningún centro o idéntico se acompaña de
la idea de una repetición que no remite a ningún origen;10 se trata de hacer diferencias más que de ser
diferente; de este modo refiere a diferencias de intensidades, no a alteridad. Son diferencias que están
ínsitas en aquello que se va diferenciando. Es un poder ser, un poder de ser abierto, activo que en este hacer
diferencias va produciendo multiplicidades
De ahí la importancia de la noción deleuzeana de multiplicidad, no se trata de negar identidades ni
totalizaciones sino de pensar totalizaciones que no subsuman las partes, la multiplicidad es el don de lo di
verso, de las diferencias que retornan como intensidades que se repiten configurando plexos de relaciones
rizomáticas

3. De los modos de subjetivación a la producción de subjetividad


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En la tarea de desesencializar la noción de sujeto han sido valiosos los aportes de Foucault con su noción de
modo de subjetivación.
a través de la indagación de los dispositivos de saber-poder que instituye, las estrategias biopolíticas que
despliega, las prácticas institucionales y prácticas de sí que habilita- en la construcción de sus habitantes, en
cierto momento histórico.
Los modos de subjetivación se articulan con los modos de objetivación que establecen relaciones de saber y
legitiman las distribuciones de poder y los espacios (público y privado) legitimados para la circulación de cada
colectivo (clases, géneros, etnias, colectividades religiosas, grupos etarios, etcétera).
Los diferentes modos históricos de subjetivación son elementos estratégicos en el policiamiento de cada
sociedad. Tal ordenamiento no se logra sólo a través del modo en que los integrantes de una sociedad
piensan, sienten y actúan, . El análisis de las estrategias de poder que intervienen.
Al mismo tiempo, y siguiendo a Foucault, los modos de subjetivación —en tanto formas de actividad sobre sí
mismo— no sólo darán cuenta de los modos de sujeción; toda instancia de análisis de los poderes tendrá que
establecer las múltiples formas de resistencia a éstos, es decir, de enfrentar también de muy diversas
maneras a los aparatos de dominio. Siempre hay un resto o un exceso que no puede disciplinarse. Es decir
que no puede pensarse la subjetividad como el mero resultado o efecto de los dispositivos de saber-poder y
sus estrategias; habrá que tener siempre en cuenta ese resto-exceso que resiste a la inclusión en lo
instituido.
Ese resto-exceso que resiste a disciplinamientos puede ser pensado tanto en el plano sociohistórico,
colectivo, en las revueltas e insubordinaciones a órdenes políticos y económicos, como en las resistencias,
desobediencias, transgresiones anónimas propias de quien resiste en sus síntomas, locuras, delirios, sueños o
enfrentamientos más o menos silenciosos o anónimos por sus autonomías y/o por sus afirmaciones de lo que
le es propio.
Interesa aquí rescatar algunas puntuaciones que estas nociones foucaultianas han permitido para pensar en
el campo de problemas de la subjetividad:
•El referir a lo histórico ha sido un elemento estratégico para desesencializar la cuestión de la subjetividad.
•Pensar la subjetividad exige desandar un sentido común disciplinario-que ha ubicado la cuestión del sujeto
en la interioridad, en oposición a un mundo o realidad pensados como exterioridad- fundado a partir de un
modo particular de la territorialización disciplinaria como efecto de identificaciones tempranas
•Producir elementos conceptuales que permitan pensar ese resto-exceso requiere desdisciplinar los
dominios de objeto unidisciplinarios y abrir la constitución de campos de problemas, necesariamente
desdisciplinarios, donde las teorías intervinientes aporten problemas y no sistemas donde aporten
herramientas para pensar y no verdades de referencia.
•Se inscribe en aquellos linajes de pensamiento que trabajan en la deconstrucción de oposiciones binarias
clásicas: interioridad-exterioridad, profundidad-superficie, sujeto-objeto, individuo-sociedad, consciente-
inconsciente, estructura-acontecimiento.
La noción de modos de subjetivación se refiere a procesos históricos y estos escritos intentan pensar la
dimensión subjetiva en situaciones del aquí y ahora, en las múltiples producciones de un dispositivo grupal-
institucional en acción o bien en colectivos que implementan sus propios dispositivos tal como las asambleas
barriales y las fábricas recuperadas que visitamos como parte de un programa de investigación.
Aquí se emplea como producción de subjetividad, refiriéndose con el término producción a la instancia de
pensar lo subjetivo básicamente como proceso, como devenir, y por tanto no necesariamente enmarcado en
el paradigma de la representación.
El término subjetividad presenta el desafío de pensar la articulación entre los modos sociales de sujeción y su
resto o excedente no sujetado tratando de mantener un modo de categoría de sujeto que no parta de un
origen indiviso "interior" que luego habría que relacionarlo con "el afuera". En esa línea se trata de construir
herramientas conceptuales que no circunscriban la subjetividad a un plano estrictamente mental.
Entonces, se trata de pensar una dimensión subjetiva que se produce en acto, que produce sus potencias en
su accionar; es decir, pensar básicamente en un campo de inmanencia y no trascendental, singular y no
universal. No se trata aquí de definir qué es la subjetividad sino de pensar cómo se instituyen las dimensiones
subjetivas en las situaciones colectivas que indagamos.
En tal sentido, se ha tratado de localizar situaciones donde se produce subjetividad, por lo que más que a una
sustancia que subyace refiere a un accionar, a procedimientos de producción de un tipo particular de
singularidad, de potencia en acto; en este campo de inmanencia la subjetividad es producida en instancias
colectivas institucionales-comunitarias, en instancias colectivas de pequeño grupo o grupo amplio, sea en
dispositivos diseñados especialmente o en los colectivos de los ámbitos institucionales o comunitario por los
que transcurre la vida.
31

Es esta idea de producción en situación, en acto y por tanto inmanente lo que quiere resaltarse. Se trata no
sólo, entonces, de un sujeto barrado —en tanto que sujeto del inconsciente que quiebra el paradigma de un
sujeto de conciencia— sino de subjetividades producidas en acto, que quiebran toda idea de trascendencia.
No se trata de negar la categoría de sujeto, mucho menos de negar lo que permanece 11sino de producir las
herramientas conceptuales para pensar una dimensión subjetiva producida en el "entre" de un colectivo en
acción; es decir que se trata de pensar esos restos-excesos que se producen en el "entre" de los pliegues,
repliegues y despliegues de las multiplicidades.
Pensar los cuerpos, en tal sentido, es hacer visibles y enunciables los impensados del lenguaje, pensar las
intensidades implica forzar a pensar los impensados de la representación
Tratar de pensar estas lógicas colectivas desde herramientas conceptuales que desborden la amalgama
moderna es trabajar desde subjetividades que se producen en la inmanencia de los cuerpos en acción.
La idea de situación permite pensar, más que la unidad de un evento colectivo -siempre singular-, su
heterogeneidad compuesta de infinitos elementos variables. Indagar las situaciones que los dispositivos en
acción disparan es elucidar las configuraciones que allí se componen, pero que no responden a un plan
previamente estipulado. En tal sentido se ha planteado que el dispositivo dispone, ni predice, ni previene. Es,
al mismo tiempo, distinguir las transformaciones de intensidad de sus potencias cuando se actualizan,
haciendo de ellas experiencias diferentes para quienes las habitan.
En síntesis, pensar en términos de producción de subjetividad y no de sujeto no es una mera cuestión
semántica; no se trata de agregar o ampliar a un sujeto psíquico de la interioridad constituido en
identificaciones familiares tempranas aspectos sociohistóricos; tampoco la palabra subjetividad busca darle
una levedad o porosidad posmoderna al pesado subjectum moderno sino sumar esfuerzos en el desafío de
crear conceptos en la desnaturalización de un modo particular de ontologización que la metafísica moderna
ha efectuado con respecto a la subjetividad.

ENTRE LA PRODUCCIÓN DE SUBJETIVIDAD Y LA CONSTITUCIÓN DEL PSIQUISMO.SILVIA BLEICHMAR

Sabemos que el psicoanálisis es “un arte” – oficio- y “una ciencia” – conjunto de enunciados de cierta validez
para operar sobre los fenómenos de un universo circunscripto, pero su práctica pone en juego algo que lo
coloca en una situación muy particular, y es el hecho de que la materialidad sobre la cual trabaja, aquella de
la representación y el fantasma, corre constantemente el riesgo de devenir teorización explicativa de
carácter universal.
La escritura psicoanalítica se vio afectada por esta modalidad en la segunda mitad del siglo, y bajo la
influencia ejercida fundamentalmente bajo por la pluma de Lacan. Ello daba cuenta, más allá de la
comodidad con la cual el autor se sintiera instalado en su función de maestro para ejercer el poder, del
supuesto afán de crear una fortaleza conceptual, agigantando de hecho el poder que genera la exclusión de
quienes no manejan las claves. Intento que produjo, paradójicamente, el mayor fenómeno que haya
conocido el psicoanálisis, en lo que respecta a la circulación ideológica de enunciados vacíos, de repeticiones
monótonas, de ecolalias diferidas, de convalidación de mercachifles e ignorantes.
Cambios en la subjetividad. Es posible, a condición de que los ubiquemos en la intersección de dos ejes que
tienen en sus extremos polaridades que determinan diferencias y conjunciones: por una parte, el que está
marcado por la producción de subjetividad, el otro, por la producción psíquica. Diferenciar entre condiciones
de producción de subjetividad y condiciones de constitución psíquica puede definirse en los siguientes
términos: la constitución del psiquismo está dada por variables cuya permanencia trascienden ciertos
modelos sociales e históricos, y que pueden ser cercadas en el campo específico conceptual de pertenencia.
La producción de subjetividad, por su parte, incluye todos aquellos aspectos que hacen a la construcción
social del sujeto, en términos de producción y reproducción ideológica y de articulación con las variables
sociales que lo inscriben en un tiempo y espacio particulares desde el punto de vista de la historia política
El ejemplo privilegiado que nos permitirá ubicar ambos ejes lo constituye el concepto “complejo de Edipo”,
tal como fue teorizado en la obra freudiana y retomado a partir del estructuralismo psicoanalítico. ¿Qué
vigencia tiene este articulador fundamental en la actualidad, cuando la familia tal como la hemos conocido a
lo largo de los siglos XIX y XX (respecto a este último en su primera mitad) está en vías de mutación, no sólo
por las formas sociales que toman los acoplamientos sino por la aparición de aquello que he denominado,
hace ya algunos años, “el estallido de la contigüidad biológica”?
Bajo su forma tan difundida como banalizada, este complejo, que consiste en el amor por el progenitor del
sexo opuesto y por el odio al del mismo sexo, puede ser derribado en su carácter de organizador general del
psiquismo a partir de las nuevas formas de procreación y crianza, dado que asistimos a nuevos modelos que
si bien no necesariamente estarían en vías de generalizarse, dan cuenta de la posibilidad de falsación de la
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novela edípica tal cual fue construida en tanto ya asistimos a nuevos modos de acceso a la producción
psíquica en sujetos que no provienen de un modelo con diferencia sexual masculino/femenino, sino que
pueden ser no sólo criados sino hasta engendrados en el interior, de alianzas de distinto orden, un conjunto
de combinaciones posibles que inciden, por supuesto, en la fantasmática particular de progenitores e hijos.
Las variables para la producción del psiquismo han sido plegadas en psicoanálisis a los fantasmas singulares
de los sujetos que acerca de ellas fantasmatizan.
Del lado de los conceptos, de las teorías psicoanalíticas, podemos situar la formulación de los modelos
tópicos, los conceptos de pulsión, represión, defensa, la formalización del inconciente como objeto científico
que da cuenta de un existente real (su “descubrimiento”, dice Freud, y no su invención). Del lado de las
teorizaciones de los sujetos, fantasmáticas: la escena primaria, la vagina dentada, la teoría cloacal, la
castración...
El hecho de que en la familia monógama, heterosexual, con rasgos de patriarcado más o menos acentuados,
el complejo de Edipo se caracterice por ciertas variables: adherencia primaria de la relación madre-hijo y
concomitantemente ejercicio de la función de corte por parte del padre, amor por el progenitor del sexo
opuesto, rivalidad con el progenitor del mismo sexo, lleva a una impregnación de los elementos de
constitución psíquica en el marco de aquellos de la producción subjetiva. Y ello en los siguientes términos: si
se despojara totalmente de sus elementos histórico-sociales a la crianza de los primeros tiempos, lo que
quedaría es la asimetría insoslayable entre el adulto y el niño, asimetría que se caracteriza por la disparidad
de saber y poder, y por la discrepancia de posibilidades y estructuras entre uno y otro.
La fetalización (biológica) obliga al cuidado precoz por parte del adulto provisto de sexualidad no sólo genital
sino inconciente, que lleva a la prematuración (psíquica) a través de la parasitación simbólica y sexual que el
adulto ejerce. En este sentido, y más allá de la mamá, el papá, lo homo, lo hétero, lo que es antropológico,
universal en la constitución psíquica, es esta asimetría y el hecho de que todas las culturas deben ejercer
algún tipo de pautación que impida la apropiación del cuerpo del niño por parte del adulto como objeto de
goce. Es a esta implantación sexual y a esta pautación, que llamaremos Edipo, tanto en la función
estructurante que posee como a los efectos residuales, fantasmáticos, que conducen al llamado “Complejo”,
vale decir nudo psíquico problemático que torna insoslayable el conflicto en razón de que el deseo nace
atravesado por su imposibilidad.
Despojado así de sus rasgos históricos, el Edipo no conserva ya nada del mito originario, lo cual no quiere
decir que no sea fantasmatizado por cada uno de sus protagonistas bajo los modos dominantes de las
formaciones sociales en juego.
Bajo la misma óptica, podemos abordar la cuestión de la castración: la diferencia, la alteridad, lo inquietante,
ha constituido un modelo privilegiado a partir de la diferencia de los sexos, en razón de que es ésta la que
pone en juego dos aspectos centrales del ser humano: por un lado la inquietante extrañeza del otro
(teorizada por Freud en la relación del niño varón con la madre, la niña con el padre), y por otra – mérito de
Lacan haberlo puesto de relieve – porque pone en primer plano la imposibilidad de la completud en términos
existenciales, vale decir, el carácter siempre fallido de la supuesta plenitud del ser. Y no deja de ser
sintomático que los psicoanalistas sigamos discutiendo la universalidad de la envidia al pene, o de la envidia
al pecho y sus dominancias, cuando ambas dan cuenta de modos de tematización e intentos de resolución
singulares – más allá de su generalidad estadística en el interior de ciertas sociedades – de los modos de
relación con el objeto.
Que se llame a ambos con la cómoda denominación de “envidia del pene” – cuando lo que está en juego es
el deseo voraz de apropiarse de un objeto de goce – o “angustia de castración” no es sino efecto de una
extensión. Como almacenamiento de fantasías que nunca son retranscriptas, lo infantil no es destructible, ni
hay maduración que pueda con ello, ese pecho ha sido el prerrequisito que me permite hoy disfrutar.
Volviendo así a estos dos fantasmas privilegiados de la constitución subjetiva, Edipo y castración, así como
otros conceptos que a ellos se añaden (la función del padre, la metáfora paterna), han quedado de tal modo
adheridos a la ideología de preeminencia fálica de la modernidad,
Se corre entonces el riesgo de que el concepto quede adherido a su ideologización,
Es necesario separar, tanto de los enunciados freudianos como de las grandes escuelas post-freudianas que
han inaugurado conocimientos a lo largo del siglo, aquellos núcleos duros de verdad de las impregnaciones
socio-culturales y de las importaciones de otros campos científicos que ya no se sostienen. En ese sentido,
debemos rediscutir los universales de la constitución psíquica y restituir a aquellos determinantes que sólo
son corroborables histórica o geográficamente, su valor de operadores restringidos para abarcar un campo
de fenómenos posibles, al intercambio con otros estudiosos del campo de la constitución de la subjetividad:
antropólogos, cientistas sociales, educadores.
Pero ello obliga a una depuración de enunciados, separando aquellos de orden permanente de su
circunstancialidad histórica: Edipo, castración, envidia del pene, vagina dentada, escena primaria como
engendramiento de bebés, retorno al seno materno, fantasmas que dan cuenta de un modo con el cual los
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seres humanos teorizan sus orígenes; esa inquietante cuestión que hace a la alteridad en su carácter más
radical, como hecho fundante en la proveniencia del otro humano. Pero también como resultantes del
ensamblaje con el cual los modos históricos, que forman parte de la producción de subjetividad, se enraízan
en el procesamiento ideativo haciendo impacto en la estructuración psíquica y ofreciéndole su materialidad
para articularse en la vida social.

SÓLO HAY ENCUENTROS - MARÍA CELIA LABANDEIRA


“El día que sepa a quién dar las gracias,
lo sabré todo y podré morir en paz.”
Jacques Derrida El monolingüismo del otro.
En el prefacio de Para leer El Capital, Althusser dice que así como a partir de Freud comenzamos a sospechar
lo que quiere decir escuchar, y por lo tanto lo que quiere decir hablar y callarse, es a partir de Marx que
deberíamos comenzar a sospechar lo que quiere decir leer, y por lo tanto escribir. Yo agregaría hoy que fue a
partir de Ignacio Lewkowicz que muchos comenzamos a comprender lo que quiere decir pensar, y por lo
tanto existir.
Concebía la angustia como condición de posibilidad para la emergencia de un pensamiento nuevo que
inaugura existencia y no como la escena dramática de un espectáculo superfluo -ése que gozamos
secretamente cuando nos representamos como víctimas. Cuando un sujeto se decide a pensar su angustia
pensándose en ella, establece las condiciones para atravesarla fundándose a sí mismo en esa nueva práctica
de pensamiento. Sin retorno.
Mucho tiempo después supe que ésta había sido para mí su primera enseñanza. Yo comenzaba así a
comprender la activa potencia subjetivante del pensamiento. Un pensamiento que deja huella en quien lo
piensa porque lo transforma irremediablemente en otro. Pensar. Existir.
La práctica de pensamiento que Lewkowicz proponía pronto me hizo comprender que para poder seguir
pensando yo tenía que renunciar a lo que me llegaba ya pensado por otros, en situaciones ajenas a las mías.
Descubría ahora que, aunque renovado, mi sistema de identificaciones aún conservaba su sólida
consistencia. Y yo, cínicamente, me había amparado en ellas por temor al efecto devastador que cualquier
otra novedad pudiera provocarme. Experimenté esa extraña incomodidad que produce aquello que siendo
entrañablemente familiar comienza a resultar ajeno. Conocí lo siniestro. Pero no en los ‘horrores del mundo”
que insistía en denunciar con progresista y mezquina indignación sino en la intimidad de mi propia
estructura.
Pensamiento situacional
El pensamiento no se detiene en ningún sistema cerrado de saberes y convicciones. No deviene identitario.
No transmite, produce. No confirma, subvierte. Así aprendí a mantenerme alerta de ini misma y a desactivar
a la “persona” que creo “ser” para poder dar lugar a los sujetos en que voy existiendo. Pensamiento que se
piensa. En fidelidad a la práctica de pensar y no a la repetición/confirmación de lo pensado. El pensamiento
como práctica de subjetivación. La subjetividad sin la ideología del sujeto. Pensar. Existir.
Organizaba su grupos de estudio como experiencias de pensamiento. Procuraba que algo nuevo ocurriera
allí. Concebía sus clases como situaciones en sí mismas que se justificaban en su propia inmanencia. Evitaba
la transmisión de saberes —aunque no carecía de ellos. Prefería la fecunda producción de ideas. Ideas
individuales y colectivas.
Las “perplejas’ instituciones educativas, con graves dificultades para generar efectos de sentido, no son
ajenas al “desfondamiento” propio de estos “tiempos de fluidez”. Comprendí que la producción de
pensamiento individual y colectivo puede ser una forma de habitarlas para los sujetos -yo incluida- que pasan
por ellas. Pensar. Existir.
Algo ocurre: encuentros. Y sólo una vez producido el encuentro, ¿nunca antes? un mundo toma forma, se
estructura un orden a partir de sus elementos. El encuentro inaugura, a la vez, una determinada forma de
seres, en una determinada forma de orden, con un determinado sentido, pero la determinación sólo es
producto de la estructura del encuentro de sus elementos y no de los elementos en sí mismos antes de tal
encuentro.
La “filosofía del encuentro” permite pensar así el acontecimiento, la novedad radical, la singularidad
enunciativa que subvierte la serie de un estado de situación.

LEWKOWICZ Y COREA La noción de subjetividad


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Sujeto / Subjetividad

Planteamos cuatro usos distintos de la noción sujeto.


La primera es la descripción de cómo una teoría concibe o supone a los hombres . Cuando uno dice que el
sujeto del derecho es el sujeto de la conciencia, lo que dice es que la ciencia jurídica considera que los
hombres son sujetos de la conciencia.
Hay un segundo concepto de sujeto que no se refiere a cómo una disciplina y una ciencia conciben a los
hombres, sino cómo unos dispositivos los producen. No tendría que ver con un conocimiento de los
hombres, sino con la producción de esos hombres.
Habría otras dos nociones de sujeto: el sujeto del inconsciente, que sería a la vez el sujeto del psicoanálisis, y
el sujeto del acontecimiento. El sujeto del inconsciente sería, por un lado, el objeto de conocimiento de una
disciplina que es el psicoanálisis, y por otro, el efecto práctico del dispositivo familiar.
El discurso que lo conoce es a la vez la instancia de producción.
Está causado, y por eso es permanente. Por más que sus irrupciones sean intermitentes, el sujeto del
inconsciente en la medida en que está causado por un objeto, es efecto de ese objeto. Y en la medida en que
está causado, dura lo que dura su causa.
La cuarta noción es la de sujeto del acontecimiento. Se refiere al mismo tiempo a los acontecimientos o a
los actos por los cuales emerge un sujeto que interrumpe una red discursiva. Ya no sería ni objeto del
acontecimiento ni efecto de un dispositivo, sino emergencia de los puntos vacíos de un discurso, de un
orden, de una estructura.
El sujeto del acontecimiento sería un concepto filosófico,
No es una sustancia cognoscible, no es una subjetividad producida por un dispositivo, no depende de una
estructura psíquica sino que es un acto puro.
Precisando algunas nociones:
Subjetividad socialmente instituida. En perspectiva de la historia de la subjetividad, la experiencia humana
es el terreno del sentido (de las significaciones socialmente instituidas). Pero ese sentido es situacional
porque las condiciones de producción de subjetividad varían históricamente.
Pero ¿cómo definir subjetividad? Se trata de la variedad de recursos instituidos con los que cuenta un sujeto
para habitar un dispositivo determinado. Se trata de la serie de operaciones lógicas necesarias para tolerar
esa situación.
Si es cierto que la subjetividad (el efecto) es más que el plan (la causa) que la traza, no es menos cierto que
resulta de esa operación planificada. En tales condiciones, la subjetividad es consecuencia de un proyecto. El
dispositivo produce el soporte subjetivo capaz de habitarlo.
Pero hay subjetividades que resultan de otro recorrido. ¿En qué consiste? Se trata de la subjetividad
emergente de un funcionamiento efectivo.
Es posible pensar que la operación de subjetivación sobre la subjetividad sin plan, tendrá que ver con la
producción de un sentido para esas huellas efectivas.

Mentalidad-Edipo, Vínculo-Subjetividad.
Al mito del individuo edípico, se le opone el mito estructural del vínculo. Son realmente complementarios.
La vincularidad es la variación límite de la teoría psicoanalítica, comporta una inversión: lo que era
secundario o derivado deviene principal, originario, pero como siempre que se hace una inversión, no puede
ser pensado con las mismas categorías.
El pasaje necesario es el pasaje hacia las prácticas. Las prácticas, ni individuales, ni vinculares, no son ni
individuales, ni sociales, sino instituyentes de individualidad y de sociabilidad.
La subjetividad es una categoría residual.
Tanto el Yo como el nosotros son obstáculo a la vincularidad. Creo que lo que más obstáculo hace a la
vincularidad es la existencia de conjuntos. La vincularidad no es conjuntista. Exactamente el opuesto, o el
obstáculo a la vincularidad es el grupo. Individuo y grupo son términos correlativos, no son tan opuestos
como los supone la teoría vincular.

La constitución del campo de la subjetividad:


1. La subjetividad es una categoría residual. Es el residuo de las ciencias sociales y las del individuo.
Se piensa desde los efectos de una institución.
2. La subjetividad es residual de la institución burguesa del hombre: individual y social son categorías que
constituyen problemáticamente el campo: son el síntoma inevitable. Resultan de la distinción público-
privado.
3. Todo el campo actual de la subjetividad es la tensión límite de estos pares. Es síntoma del agotamiento de
la subjetividad instituida burguesa.
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4. Se sale mediante las prácticas (y sus conceptos correlativos, las situaciones y la subjetividad): ni
individuales ni sociales ni mentales ni materiales: instituyentes de las divisiones y cegadas por las divisiones
instituidas.
5. C. Castoriadis ha designado bien el problema. Incluso ha realizado un movimiento activo: del par individuo-
sociedad al par psique-institución (no son pares correlativos).

Historia de la subjetividad
a. Su antecedente más claramente discernible es la historia de las mentalidades.
Las mentalidades fueron, entonces, el conjunto de los contenidos mentales no siempre conscientes, siempre
inorgánicos, que determinan las conductas de los hombres más allá de los controles conscientes de las ideas
sistemáticas
b. Pero la historia de las mentalidades tropieza con un límite: supone que las variaciones de la experiencia
humana son insustanciales.
c. La historia de las subjetividades parte de postular la historicidad situacional de la naturaleza humana. Por
un lado afirma que la naturaleza humana no es una forma constante de contenidos variables; por otra, que la
variación sustancial de la forma misma tiene carácter situacional y no epocal. No supone una historicidad al
modo del historicismo, en la que una sustancia despliega en el tiempo el grueso de sus características. Por el
contrario, para la historicidad situacional, cada situación engendra su humanidad específica. La historia de las
subjetividades depende de una ontología situacional y no una epistemología temporal.
d. La historia de las subjetividades postula una categoría decisiva: el concepto práctico de hombre.
e. El concepto práctico de hombre determina una humanidad específica (como cualquier humanidad) por
la vía práctica -y no tanto por la vía de las representaciones.

2. subjetividad socialmente instituida


a.Los hombres no disponen de una naturaleza extrasituacional sino que lo que los hombres son es el
producto de las condiciones sociales en que se desenvuelven.
b. Esta subjetividad resulta de marcas prácticas sobre la indeterminación de base de la cría sapiens. Esa
indeterminación del recién nacido recibe una serie de marcas que la ordenan
Estas marcas socialmente instauradas mediante prácticas hieren a la cría,
Los enunciados de los discursos que con su capacidad de donación de sentido compensan esas heridas
constituyen la estructura básica de esa subjetividad instituida. Así las prácticas de los discursos instauran las
marcas estructurantes; los enunciados de los discursos instauran los significados básicos de esas marcas. La
marca deviene significativa. La herida tiene sentido: la subjetividad queda determinada por esas marcas y ese
sentido. Sin embargo, la subjetividad instituida jamás es exhaustiva. La instauración misma produce un envés
de sombra.

GLOSARIO DE ESQUIZOANALISIS (FÉLIX GUATTARI)

AGENCIAMIENTO: noción más amplia que la de estructura, sistema, forma, proceso, etc. Un agenciamiento
acarrea componentes heterogéneos, también de orden biológico, social, maquínico, gnoseológico. En la
teoría esquizoanalítica del inconsciente, el agenciamiento se concibe en oposición al «complejo» freudiano.

A-SIGNIFICANTE: distinguiremos las semiologías significantes -que articulan cadenas significantes y


contenidos significados- de las semióticas a-significantes que operan con arreglo a cadenas sintagmáticas que
no engendran un efecto de significación (en un sentido lingüístico), y que son susceptibles de entrar en
contacto directo con sus referentes en el marco de una interacción diagramática. Ejemplo de semiótica a-
significante: la escritura musical, los corpus matemáticos, las sintaxis informáticas, robóticas, etc.

ARCHI-ESCRITURA: expresión propuesta por Jacques Derrida y que formula la hipótesis de una escritura
como fundamento del lenguaje oral. Esa escritura de huellas, de marcas, que se conserva en un espacio de
inscripciones, sería lógicamente anterior a las oposiciones entre tiempo y espacio y entre significado y
significante. El esquizoanálisis objeta a esta concepción su visión todavía demasiado totalizadora, demasiado
«estructuralista» de la lengua.

BLOQUE: término afín al de agenciamiento. No se trata de complejos infantiles, sino de la cristalización de


sistemas de intensidades que atraviesan los estadios psicogenéticos y son susceptibles de operar a través de
los sistemas perceptivos, cognitivos y afectivos más dispares. (Ejemplo de bloque de intensidad: los ritornelos
musicales en Proust, la «frasecilla de Vinteuil»).
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CODIFICACIÓN, SOBRE-CODIFICACIÓN: la noción de código se emplea en una acepción muy amplia; puede
concernir tanto a los sistemas semióticos como a los flujos sociales y los flujos materiales: el término de
sobrecodificación corresponde a una codificación de segundo grado. (Ejemplo: algunas sociedades agrarias
primitivas, que funcionan conforme a su propio sistema de codificación territorializada, se ven
sobrecodificadas por una estructura imperial, relativamente desterritorializada, que les impone su
hegemonía militar, religiosa, fiscal, etc.).

CORTE: las máquinas deseantes se caracterizan como sistemas de corte de flujos. En el Antiedipo, el término
«corte» es inseparable del de flujo.

CUERPOS SIN ÓRGANOS: noción que Gilles Deleuze recoge de Antonin Artaud para indicar el grado cero de
las intensidades. La noción de cuerpo sin órganos, a diferencia de la noción de pulsión de muerte, no implica
ninguna referencia termodinámica.

DEVENIR: expresión relativa a la economía del deseo. Los flujos de deseo proceden mediante afectos y
devenires, con independencia del hecho de que puedan o no ser rebajados a personas, imágenes,
identificaciones. De esta suerte, un individuo, antropológicamente etiquetado como masculino, puede estar
atravesado por devenires múltiples y aparentemente contradictorios: un devenir femenino que coexiste con
un devenir niño, un devenir animal, un devenir invisible, etc. Una lengua dominante (una lengua que opera
en un espacio nacional) puede verse localmente arrastrada por un devenir minoritario. Será calificada
entonces de lengua menor. Ejemplo: el dialecto alemán de Praga utilizado por Kafka.

ENUNCIACIÓN COLECTIVA: las teorías lingüísticas de la enunciación centran la producción lingüística en


sujetos individuados, a pesar de que, en su esencia, la lengua es social y está conectada diagramáticamente a
las realidades contextuales. Así, pues, más allá de las instancias individuadas de la enunciación conviene
poner de manifiesto los agenciamientos colectivos de enunciación. «Colectivo» no debe entenderse aquí tan
sólo en el sentido de una agrupación social; implica además la entrada de distintas colecciones de objetos
técnicos, de flujos materiales y energéticos, de entidades incorporales, de idealidades matemáticas,
estéticas, etc.

ESQUICIAS: sistema de cortes que no consisten únicamente en la interrupción de un proceso, sino en la


encrucijada de procesos. La esquicia trae consigo un nuevo capital de potencialidad.

ESQUIZOANÁLISIS: mientras que el psicoanálisis partía de un modelo de psique basado en el estudio de las
neurosis, centrado en la persona y en las identificaciones, y que opera a partir de la transferencia y de la
interpretación, el esquizoanálisis se inspira, por el contrario, en las investigaciones acerca de la psicosis; se
niega a rebajar el deseo a los sistemas personológicos y niega toda eficacia a la transferencia y a la
interpretación.

FLUJOS: los flujos materiales y semióticos «preceden» a los sujetos y a los objetos; el deseo, en tanto que
economía de flujo, no es, pues, subjetivo y representativo en primer lugar.

GRUPO SUJETO. Los grupos sujetos se contraponen a los grupos sometidos. Esta oposición implica una
referencia micropolítica: la vocación del grupo sujeto consiste en gestionar, en la medida de lo posible, su
relación con las determinaciones exteriores y con su propia ley interna. Por el contrario, el grupo sometido
tiende a estar manipulado por todas las determinaciones exteriores y a estar dominado por su propia ley
interna (super-yo).

IMAGINARIO-FANTASMA: en la medida en que lo imaginario y el fantasma ya no ocupan una posición


central en la economía del deseo del esquizoanálisis, estas instancias deberán recomponerse en el seno de
nociones tales como agenciamiento, bloque, etc.

INTERACCIÓN SEMIÓTICA Y DIAGRAMATISMO: con «diagrama» retomamos una expresión de Charles


Sanders Pierce. Este autor clasifica los diagramas entre los iconos; habla al respecto de «iconos de relación».
Las interacciones diagramáticas (o interacciones semióticas), en la presente terminología, se contraponen a
las redundancias semiológicas. Las primeras hacen que los sistemas de signos trabajen directamente con las
realidades a las que aquellas se refieren; se ocupan de una producción existencial de referente, mientras que
las segundas no hacen más que representar y proporcionar «equivalentes» carentes de asidero operativo.
Ejemplo: los algoritmos matemáticos, los planos tecnológicos, los programas informáticos, participan
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directamente en el proceso de engendramiento de su objeto, mientras que una imagen publicitaria no dará
de éste más que una representación extrínseca (pero que en este caso es productora de subjetividad).

MÁQUINA (Y MAQUÍNICO): distinguiremos aquí la máquina de la mecánica. La mecánica está relativamente


encerrada en sí misma; sólo mantiene relaciones perfectamente codificadas con los flujos exteriores. Las
máquinas, consideradas en sus evoluciones históricas, constituyen, por el contrario, un phylum comparable a
los de las especies vivas. Se engendran unas a otras, se seleccionan, se eliminan y dan lugar a nuevas líneas
de potencialidad. Las máquinas, en sentido lato, esto es, no sólo las máquinas técnicas sino también las
máquinas teóricas, sociales, estéticas, etc., nunca funcionan de forma aislada, sino por agregado o por
agenciamiento. Por ejemplo, una máquina técnica en una fábrica entra en interacción con una máquina
social, con una máquina de formación, con una máquina de investigación, con una máquina comercial, etc.

MOLECULAR / MOLAR: los mismos elementos que existen en flujos, estratos, agenciamientos, pueden
organizarse de un modo molar o de un modo molecular. El orden molar corresponde a las estratificaciones
que delimitan objetos, sujetos, las representaciones y sus sistemas de referencia. El orden molecular, por el
contrario, es el de los flujos, los devenires, las transiciones de fase, las intensidades. Llamaremos
«transversalidad» a este atravesamiento molecular de los estratos y los niveles, operado por los diferentes
tipos de agenciamientos.

OBJETO «a» MINÚSCULA: término propuesto por Lacan en el marco de una teoría generalizada de los
objetos parciales en psicoanálisis. El objeto «a» minúscula es una función que implica asimismo al objeto
oral, al objeto anal, al pene, a la mirada, a la voz, etc. En su momento, sugerí a Lacan la adición a este objeto
«a» minúscula de objetos «b» minúscula, que corresponden a los objetos transicionales de Winnicott, y de
los objetos «c» minúscula, que corresponden a los objetos institucionales.

PERSONOLÓGICO: adjetivo que sirve para calificar las relaciones molares en el orden subjetivo. El hincapié en
el rol de las personas, de las identidades y de las identificaciones, caracteriza a las concepciones teóricas del
psicoanálisis. El edipo psicoanalítico introduce personas y personajes tipificados; reduce las intensidades y
proyecta el ámbito molecular de las catexis de deseo en un «teatro personológico», es decir, en un sistema
de representaciones separado de la producción deseante real (expresión equivalente: triangulación
edipiana).

PLAN DE CONSISTENCIA: los flujos, los territorios, las máquinas, los universos de deseo, con independencia
de su diferencia de naturaleza, se remiten al mismo plano/plan de consistencia (o plano/plan de
inmanencia), que no debe confundirse con un plano de referencia. En efecto, las diferentes modalidades de
existencia de los sistemas de intensidades no atañen a idealidades transcendentes, sino a procesos de
engendramiento y a transformaciones reales.

POLÍTICA DE SECTOR: a partir de 1960, los poderes públicos en Francia, apoyándose en las corrientes
progresistas de la psiquiatría institucional, quisieron lograr que la psiquiatría saliera de los grandes hospitales
psiquiátricos represivos. Entonces se pretendía acercar la psiquiatría a la ciudad, lo que condujo a la creación
de los denominados equipamientos extrahospitalarios: ambulatorios, hogares, talleres protegidos, hospitales
de día, visitas a domicilio, etc. Esta experiencia reformista transformó el aspecto social exterior de la
psiquiatría sin llegar por ello a convertirse en una verdadera empresa de desalienación. Se miniaturizaron los
equipamientospsiquiátricos; pero no se cambiaron en lo fundamental las relaciones de segregación y de
opresión.

PROCESO: secuencia continua de hechos o de operaciones que pueden conducir a otras secuencias de
hechos y de operaciones. El proceso implica la idea de una ruptura permanente de los equilibrios
establecidos. El término no se emplea aquí en la acepción de la psiquiatría clásica, que habla de proceso
esquizofrénico, lo que implica siempre la llegada a un estado terminal. Su acepción está más próxima de lo
que Ilya Prigogine e Isabelle Stengers denominan «procesos disipativos

PRODUCCIÓN DESEANTE (ECONOMÍA DESEANTE): a diferencia de la concepción freudiana, el deseo no está


asociado a la representación. Con independencia de las relaciones subjetivas e intersubjetivas, ocupa sin más
una posición que le permite producir sus objetos y los modos de subjetivación que les corresponden.

PRODUCCIÓN DE SUBJETIVIDAD: la subjetividad no es considerada aquí como cosa en sí, como esencia
inmutable. Ésta u otra subjetividad existe en función de que un agenciamiento de enunciación la produzca o
no. (Ejemplo: el capitalismo moderno, mediante los medios de comunicación de masas y los equipamientos
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colectivos, produce a gran escala un nuevo tipo de subjetividad). Tras la apariencia de la subjetividad
individuada, conviene intentar descubrir cuáles son los procesos de subjetivación reales

REDUNDANCIA: este término fue forjado por los teóricos de la comunicación y por los lingüistas. Se llama
redundancia a la capacidad inutilizada de un código. Gilles Deleuze distingue, en Diferencia y repetición, la
repetición vacía de la repetición compleja, en tanto que esta última no se deja reducir a una repetición
mecánica o material. Aquí encontraremos a su vez la oposición entre redundancia significante, separada de
todo asidero sobre la realidad, y redundancia maquínica, que produce efectos sobre lo real.

RIZOMA, RIZOMÁTICO: los diagramas arborescentes proceden con arreglo a jerarquías sucesivas, a partir de
un punto central, de tal suerte que cada elemento local remonta a ese punto central. Por el contrario, los
sistemas en rizomas o enemparrado pueden derivar hasta el infinito y establecer conexiones transversales
sin que puedan ser centrados o clausurados. El término «rizoma» procede de la botánica, donde define los
sistemas de tallos subterráneos de plantas vivaces que emiten yemas y raíces adventicias en su parte inferior.
(Ejemplo: rizoma de lirio).

TERRITORIALIDAD, DESTERRITORIALIZACIÓN, RETERRITORIALIZACIÓN: la noción de territorio se entiende


aquí en un sentido muy lato, que desborda el uso que recibe en la etología y en la etnología. El territorio
puede ser relativo a un espacio vivido, así como a un sistema percibido en cuyo seno un sujeto se siente «en
su casa». El territorio es sinónimo de apropiación, de subjetivación encerrada en sí misma. El territorio puede
desterritorializarse, esto es, abrirse y emprender líneas de fuga e incluso desmoronarse y destruirse. La
desterritorialización consistirá en un intento de recomposición de un territorio empeñado en un proceso de
reterritorialización. El capitalismo es un buen ejemplo de sistema permanente de desterritorialización: las
clases capitalistas intentan constantemente «recuperar» los procesos de desterritorialización en el orden de
la producción y de las relaciones sociales. De esta suerte, intenta dominar todas las pulsiones procesuales (o
phylum maquínico) que labran la sociedad.
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BLOQUE II

II – El Psicoanálisis y los grupos. Lo vincular en condiciones de alteración


Objetivos:
o Introducir algunos de los desarrollos actuales de la corriente francesa
o Revisar las tesis que en el psicoanálisis francés fundaron el trabajo psicoanalítico con grupos
o Trabajar las nociones de vínculo, presencia y ajenidad, y su incidencia en la constitución del
semejante.
o Revisar la alteración socio-histórica y su incidencia en la constitución de los lazos y vínculos.
o Diferenciar el enfoque de la psicosociología del psicoanalítico.
o Revisar la fundación de la comprensión psicoanalítica del grupo en las conceptualizaciones de la
experiencia realizada por W. Bion
o Balance crítico de la perspectiva bioniana

Insumos textuales
1. Kaës, R: “el apoyo grupal del psiquismo individual”, en Temas de Psicología Social, Año 8, Nº 7, 1985.
Ficha de cátedra.
2. Kaës, R.: Las teorías psicoanalíticas de grupo, Cap 4, apartados IV, V y VI (págs 111 a 122). Edit.
Amorrortu, Buenos Aires, 2000.
3. Kaës, R.: Las teorías psicoanalíticas de grupo. Págs. 33 a 46, Edit. Amorrortu.
4. Anzieu, D.: El grupo y el Inconciente.Segunda Parte, Cap 10: Perspectivas teóricas: A) panorama de la
vida grupal inconciente y B) Teoría general del fantasma en los grupos. Edit. Biblioteca Nueva, 2ª.
Edición, Madrid 1986.
5. Bozzolo, R. “Los vínculos y la producción de subjetividades”, Cap. 4 de Parte V, pág. 264 en “El oficio
de intervenir. Políticas de subjetivación en grupos e instituciones”. Buenos Aires 2008, Editorial Biblos
6. Bozzolo, R.: “Prácticas grupales y avatares institucionales” Ficha.
7. Bonano, O: "La dimensión del apuntalamiento", Cap 7 de Crisis del sujeto contemporáneo, Biblioteca
de Iniciación, Univ. Nac. De Lomas de Zamora, 2000. Hay ficha de cát.
8. Berenstein Isidoro: “Una vision personal del psicoanálisis de las configuraciones vinculares” en
Hermanos, Revista de la AAPPG. Ficha de cátedra.
40

9. Bonano, Bozzolo, L´Hoste: “La noción de trauma en la alteración permanente”. Cap 2, parte III, págs.
136 a 144, en “El oficio de intervenir. Políticas de subjetivación en grupos e instituciones”. Buenos
Aires 2008, Editorial Biblos.
10. Bozzolo, R. “Lugar y función del psicoanalista en el grupo”. Ficha de cátedra
11. Bion, W.R.D.: Experiencias en Grupos. Cap. Final “Revisión”, y fragmentos del Cap.1 - Edit. Paidos
12. Percia, M.: “Instalación política de los grupos (decepciones de Bion)”, en Vinculos y subjetividad en la
era contemporánea. Revista de AAPPG, -Tomo XXVII, Número 1, 2005, págs.191 a 232. Ficha de
cátedra

EL APOYO GRUPAL DEL PSIQUISMO INDIVIDUAL: ALGUNAS CONSECUENCIAS TEORICAS EN


RELACION A LOS CONCEPTOS DE INDIVIDUO Y GRUPO- René Kaës

Las formaciones psíquicas movilizadas por el dispositivo de grupo no son idénticamente movilizadas por el
dispositivo de la cura y no son pues identificables y representables en una teoría de la psique construida a
partir sólo de la experiencia de la cura.
Esta posición epistemológica no significa de ninguna manera la afirmación de que existan dos inconscientes:
se podrá suponer solamente -y eso es lo esencial- que existen formaciones particulares del inconsciente (y
del preconsciente) que la situación grupal moviliza y revela a una escucha psicoanalítica.
La división entre encuadre (o dispositivo) y proceso es ya una distinción clásica. Pero conviene también
pensar en qué forma se articulan el encuadre, como elemento de apoyo y de depósito para el proceso, y el
deseo en sus metabolizaciones transferenciales, contra-transferenciales y teorizantes. Dicho de otro modo,
no podemos nunca disociar completamente el encuadre de lo que lo instituye por un movimiento del deseo y
no podernos practicar el psicoanálisis sin movilizar el deseo y el conocimiento.
El psicoanalista de grupo propone un encuadre y mantiene un dispositivo adecuados para hacer posible un
determinado tipo de trabajo psíquico, a partir de una experiencia original, diferente de aquélla de la cura
tipo.
Estas formaciones y estos procesos se apoyan y modelan sobre el grupo primario y aseguran el pasaje y la
articulación entre el orden endo-psíquico (“individual”) y el orden del vínculo y de las obras colectivas.
Desde esta perspectiva la situación grupal debe ser considera como un 1u de articulación entre formaciones
psíquicas individuales y formaciones psíquicas de carácter general y anónimo. He llegado a forjar tres
nociones que apuntan a rendir cuenta de aquello que, a mi parecer, otorga especificidad al trabajo
Psicoanalítico grupal. Estas tres nociones son las de apoyo múltiple del psiquismo, de aparato psíquico grupal
y de análisis transicional.

1. El Apoyo Múltiple y el doble apoyo del psiquismo


Podría resumir mi hipótesis de esta manera: junto al apoyo del psiquismo sobre funciones bio-fisiológicas
corporales, existe un apoyo de formaciones psíquicas sobre el grupo y sobre 1 particularmente y en primer
lugar, sobre sus representantes y sus formas más inmediatas cargadas de significación: la familia, la madre
Decir, por ejemplo, que el niño ocupa un lugar en la fantasía de los padres o de los abuelos, es reconocer lo
que llamo el apoyo grupal formaciones tales como las identificaciones, las imagos, los complejos familiares y
el narcisismo.
Un apoyo del psiquismo sobre el cuerpo, sobre la madre y sobre el grupo primario.
Un camino de ‘buscar apoyo’, sino también la idea que, a través de un movimiento de pasaje, el. apoyo
puede modelar lo que sostiene. fundamental del ser concebido como construcción y permanencia del sí
mismo.
El primero es el pasaje entre lo biológico y lo psíquico en la primera versión de la primera teoría de las
pulsiones, y evoca un fundamento más que un apoyo del psiquismo, en las funciones corporales.
41

El segundo momento con la noción de barrera de contacto, protección contra excitación y se ‘despliega en la
teoría de la elección del objeto de amor por apoyo sobre el objeto primero,
Se puede remarcar aquí que ANLEHNUNG es co-extensivo del vínculo primario, del eje narcisístico de la
depresión y de la problemática unidad-fragmentación
El tercer momento articula, la cultura y la sociedad, la relación entre pérdida del objeto de amor, desamparo
y formaciones colectivas.
Porvenir de una formula la idea de que la ayuda y la protección son buscadas y reencontradas por medio de
la proyección común sobre las creaciones colectivas (arte, institución, religión). que la identificación define la
naturaleza libidinal del vínculo con el otro y con las instituciones
Sin embargo, se puede decir que esos tres componentes están siempre presentes, y esto desde 1595 a
propósito del concepto de protección contra la excitación (o barrera de contacto), puesto que ésta implica el
rol activamente protector de la madre, su relación con el cuerpo del niño y con su actividad psíquica. Bion
describirá en la función alpha una función de protección ante las excitaciones, de límite elaborativo y
continente.
La noción de “entre o “resquicio” indica esta frontera y esta continencia: el
El concepto de apoyo implica la idea de que los elementos en apoyo están a la vez separados y abiertos sobre
una de sus fases.
La relación del Yo y del cuerpo no es en Freud una relación de determinación unívoca y directa, esa relación
es de derivación, o de articulación. De igual modo, la relación entre el psiquismo y el entorno maternal, entre
el psiquismo y lo socio-político entre el psiquismo y lo grupal, no es una relación de reproducción especular,
sino una relación de articulación transformadora La explicación psicoanalítica apunta a lo que se da en el
aparato psíquico en la ocasión del ejercicio de las funciones corporales necesarias a la vida, en la ocasión del
desarrollo neurobiológico, en la ocasión del contacto y de las funciones de la madre, del padre y de la
sociedad, pero no directamente a causa de éstos o de aquéllos.
La hipótesis de un apoyo múltiple del psiquismo (sobre el cuerpo, sobre la madre, sobre las formaciones
colectivas, especialmente el grupo, y sobre el sí mismo en su conjunto o sobre ciertas formaciones psíquicas),
implica la toma en consideración de las solidaridades en una red de apoyos. E] psiquismo es aprehendido
desde allí como un movimiento de apoyos y de desapoyos, de aperturas y de cierres, de construcción y de
destrucción, de crisis y de creación. Movimientos éstos que suponen estructuras relativamente inmutables,
tales estructuras están provistas por la configuración individuante de los apoyos fundamentales propios de
una persona o de un conjunto de personas (un grupo, por ejemplo).

Todo apoyo tiene como carácter fundamental no sólo el pertenecer a una red de apoyos, sino también el ser
un “doble apoyo”. Con esto quiero decir que lo que se apoya está en condiciones de servir a su vez de apoyo
a lo que sostiene.
La relación madre puede ser descripta de ese modo, o también la pareja de amantes, o la relación
pedagógica. La cualidad de apoyatura en “doble apoyo”, depende de la existencia del espacio intermediario
de apoyo. Este espacio psíquico es el del contrato de apoyatura: entendiendo por esto la reciprocidad en el
placer y en el beneficio del doble apoyo.
Precisemos que el placer de encontrar una apoyatura en el “doble apoyo”, es tanto el de la
complementariedad como el del antagonismo (apoyo sobre el antagonista). Un ejemplo de contrato de
apoyatura es el de la relación entre el líder y su grupo.
Se puede deducir de esto que una perturbación psíquica grave se produce cuando llega a faltar
irremediablemente un apoyo necesario a la formación del psiquismo, sin que sea posible reconstituir, en un
juego de prótesis sustitutivas, las apoyaturas indispensables a la vida. Dicha perturbación surge también
cuando se produce una falla de los apoyos (desapoyos); o bien cuando se anula el espacio de apoyo,
provocando una suerte de suture de la apoyatura y de la formación psíquica.
Este juego de desapoyo y de re-apoyo está implicado en todas las situaciones de crisis y de cambio. Es una
dimensión de la transicionalidad, como lo veremos más tarde12.
Aparato Psíquico Grupal como espacio de mediación y espacio paradojal,
Propongo así la tesis según la cual el psiquismo se estructura en el apoyo grupal y que algunas de sus
funciones son estructuradas como grupos “del adentro”.
Según esta hipótesis, las representaciones se encuentran organizadas por un cierto número de formaciones
psíquicas inconscientes de propiedades notables Esas formaciones son la imagen del cuerpo, la imago de la
psiquis, las imagos y los complejos familiares, las redes identificatorias las fantasías originarias.
En efecto, he constatado dos cosas: la primera es que, para llegar a la representación formulada esas
formaciones toman apoyo sobre representaciones sociales, sobre un ya dicho colectivamente articulado; la
segunda es que esas formaciones a las que, por razones que expondré, califico como grupales, son
12
42

organizadores particularmente solicitados en el proceso grupal mismo y que mantienen entre si relaciones de
rivalidad, de enmascaramiento y de apoyo mutuo.
He calificado esas formaciones psíquicas como grupales, en principio por tres razones. La primera se vincula
con sus propiedades formales: esas formaciones constituyen conjuntos cuyos elementos discretos y
diferenciados están en relación los unos con los otros a través de una ley o un principio de composición. Ese
conjunto delimitado mantiene su identidad y coherencia a través de las modificaciones del adentro y del
afuera, modificaciones que no dejan de afectarlo. Ellas están pues, eminentemente implicadas en un proceso
formativo o terapéutico realizado por medio del grupo. Entiendo que lo que llamo imago de la psiquis, imago
y complejo familiar, fantasías originarias, redes identificatorias, corresponden a esa propiedad formal
Una segunda razón para considerar como grupales esas formaciones psíquicas, se relaciona con su origen en
el apoyo grupal.
En fin, la tercera razón es que las formaciones grupales del psiquismo tienen una función organizadora en el
proceso grupal. Ellas contribuyen a la construcción y a la orientación de las conductas grupales
En mi trabajo sobre el Aparato Psíquico Grupal (1976) he analizado a partir de numerosos casos, de que
manera la construcción del espacio grupal pone en cuestión las funciones simbólicas de la imagen del cuerpo
(y particularmente de la piel).

2. El Aparato Psíquico Grupal


¿Cómo pasar de los grupos “del adentro” (de la realidad psíquica interna) a los grupos “del afuera” (de la
realidad social externa)? Una respuesta a esta pregunta se propone con el concepto de Aparato Psíquico
Grupal; éste constituye entre el espacio del adentro y el espacio del afuera, un espacio intermediario. Este
espacio puede poseer algunas de las características del espacio transicional o del fetiche.
Espacio transicional, el aparato psíquico grupal es entonces espacio de la ilusión, lugar de la experiencia
cultural, eventualmente ordenamiento creador de relaciones entre los grupos del adentro los grupos del
afuera.
Espacio fetiche, es un espacio suturado, repetitivo.
Pero sobre todo intentado calificar así lo que acontece en los grupos; no hay allí solamente una colección de
individuos sino un grupo verdadero, con fenómenos específicos, diferentes de los fenómenos individuales
cuando los miembros de ese grupo han construido ese grupo.
Según mi punto de vista, hay grupo a partir del momento en que un organizador psíquico grupal entró a
funcionar por resonancia o por oposición: una fantasía originaria, una imago corporal, psíquica o familiar,
una red de identificaciones comienza a funcionar y a reunir a todos los integrantes.
La perspectiva que propongo es que hay acción común (e individual) sólo si hubo movilización de un
“complejo”, de una imago o de una fantasía inconsciente, común a la mayoría de las personas en presencia.
La razón de ser del aparato psíquico grupal es la de proporcionar una superficie de proyección a los aparatos
psíquicos individuales a los cuales da forma, límite y continencia, ejerciendo al mismo tiempo un control
sobre ellos.
El aparato psíquico grupal supone, pues, una identidad estructural de ciertas formaciones psíquicas con la
construcción y el proceso de los grupos sin que, no obstante, los primeros se reduzcan a los segundos ni a la
inversa.
Tal es el estatuto paradójico y utópico del aparato psíquico grupal. Esta construcción no está hecha de una
vez y .para siempre: puede desestructurarse, puede reconstruirse de distinta manera, sobre bases
organizacionales diferentes.
Como he postulado para el aparato psíquico individual una serie de derivaciones ligadas al apoyo múltiple,
quisiera subrayar ahora algunos aspectos del estatuto del cuerpo en el aparato psíquico grupal que,
precisamente, carece de corporeidad. Esta carencia se expresa constantemente en los grupos a través del
recurso permanente a lo que J. Schlanger (1971) llama las metáforas del organismo y en la importancia que
toman los investimientos de la imago corporal para los integrantes. Es así que todos hemos hecho la
experiencia según la cual el grupo está representado como un cuerpo unido o dividido, está compuesto de
miembros, de un jefe (cabeza), de células y hasta dispone de un espíritu del cuerpo (precisamente la
ideología).
Esta tensión dialéctica se da en el espacio intermediario y paradójico en el que se desarrolla la construcción
del aparato psíquico grupal.

El Polo Isomórfico
43

Se puede describir la tendencia a la isomorfia así 13: los miembros de un grupo tratan de reducir la distancia,
la tensión y la diferencia entre el funcionamiento del grupo y ciertas formaciones grupales del aparato
psíquico individual. Dicha tendencia apunta a acoplar el funcionamiento del grupo sobre un organizador
psíquico grupal y recíprocamente, cada persona tiende a acoplarse respecto de su funcionamiento en el
grupo, sobre uno de los organizadores que se actualiza en el grupo. Se puede decir entonces, que ese tipo de
relación funciona como un repliegue del grupo en la persona y de la persona en el grupo. Ese tipo de relación
no permite la individuación: cada uno está sujeto a ocupar el lugar que le es asignado en el grupo indiviso,
lugar al cual, además, se auto asigna.
Dicho de otra manera, sobre la base de una isomorfia individuo-grupo, las partes del sí mismo se asignan por
proyección y por identificación proyectiva, en los objetos grupales externos (sociales). Todo lo que sucede en
el afuera sucede entonces también en el adentro. Correlativamente, la organización del grupo se efectúa
como reproducción estricta de las estructuras grupales del psiquismo: si el grupo es un cuerpo, es la realidad
corporal de cada uno que se encuentra negada. Por lo tanto, cada uno de los integrantes sólo puede existir
como miembro de inmutable indivisión, y si no se asigna al lugar requerido para mantener el imperativo
absoluto de la indivisión, está amenazado de muerte. Si en el grupo un elemento comienza a cambiar, ese
cambio amenaza al sujeto desde el interior. De hecho, no hay subjetividad “individuada”.

El Polo Homomórfico
En este caso, los dos sistemas -grupal e individual- que tienen estructuras parcialmente comunes,
particularmente en el lugar de los organizadores grupales, mantienen relaciones que admiten para cada uno
de ellos leyes diferentes, funcionamientos específicos.
Se puede decir también que ciertas partes de sí solamente se identifican, sin fijarse en objetos grupales
externalizados en tal rol instancial, tal lugar fantaseado. La identidad complete e imaginaria entre el aparato
psíquico grupal y el aparato psíquico individual ya no es buscada, sostenida y mantenida a la fuerza. Se puede
entonces constatar un “desujetamiento” de la persona en el grupo, y en el grupo, una movilidad de luga-
res, de roles, de instancias, una complementariedad antagonismos y una jerarquización de objetivos y de
objetos.
El polo homomórfico es el polo del registro simbólico de la diferenciación de los procesos, de los roles, del
sentido y de las tareas. Estructura al grupo y las relaciones en el grupo por la referencia a la ley, articulando
en la diferencia, el orden personal y el orden societario.

La Tensión Dialéctica entre esos dos Polos


Lo que se observa en todos los grupos es la lucha y la tensión entre esos dos polos. En suma, la construcción
de un aparato psíquico grupal autónomo nunca es realizada. Así como pudo describirse tanto en el
organismo biológico como en el aparato psíquico individual una tendencia al regreso a lo inanimado, al nivel
cero, de igual manera podría describirse en el aparato psíquico grupal, una tendencia a regresar a la
indiferenciación psico-grupal, a la unidad en la que se repliegan los objetos mismos sobre el modelo de la
fantasía de la vida intra-uterina y la nostalgia simbólica de las primeras semanas en la disociación psico-soma.
Estos dos polos existen en todos los grupos: pueden estar más o menos ocultos, más o menos valorados. El
análisis de los grupos es el análisis de la tensión dialéctica entre esas dos formas de construcción del grupo. El
análisis de las personas por medio del grupo es el análisis de sus relaciones entre 1os aparatos psíquicos
individuales y los aparatos psíquicos grupales, a través de la construcción del aparato psíquico grupal.

3. Individuo (dividido) y Grupo (indiviso): Perspectivas de Análisis Transicional


La vivencia de la crisis está dada por el cruce de tres dimensiones principales que constituyen, cada una de
ellas, un elemento de la ruptura por la que se expresa subjetivamente la amenaza inherente al estado de
crisis; estas dimensiones son esquemáticamente, las siguientes:
— la unión-separación y la problemática del espacio transicional (Winnicott).
— lo continuo-discontinuo y la problemática del encuadre (Bleger).
— el continente-contenido y las problemáticas del contenedor (Bion), de los niveles lógicos y de la paradoja
(Bateson) y del aparato psíquico grupal (Kaës)
El concepto de transicionalidad representa la elaboración de la experiencia de ruptura en la continuidad del
sí mismo y de las relaciones con los objetos.
He planteado que el análisis transicional es el ejercicio de una práctica psicoanalítica apta para establecer las
condiciones de la elaboración psico-social de una experiencia de crisis. Estas condiciones apuntan,
recordémoslo aquí, a la instauración de un dispositivo apto para producir los procesos necesarios, para cada
individuo, a la elaboración de una vivencia crítica.
13
44

funciones son de continencia y de juego interpretativo-


El concepto de individuo (lo que es indiviso y no puede ser separado) es una elaboración del pensamiento
que pudo apoyarse sobre la realidad de la indivisión radical del psiquismo y de su sustrato biológico
constante, continuo y persistente hasta la muerte; es en el interior de los límites de la corporeidad individual
que se desarrolla la dinámica intrasubjetiva La elaboración de esta división originaria (o sea que se remite al
origen y que es constitutiva del ser) se efectúa en la relación intersubjetiva y en las continuidades y las
discontinuidades sucesivas del entorno psicológico social y cultural que imprimen de ese modo su marca a
cada individuo.
El individuo aparece aquí como voluntad y afirmación de ser non- diviso.
La experiencia de la división originaria lo conduce a internalizar, en la unidad de una figura grupal, esos
diferentes objetos psíquicos.
Es esto lo que me ha conducido a proponer y a argumentar la hipótesis según la cual ciertas formaciones
psíquicas del inconsciente son estructuradas como un “grupo”.
Toda crisis del individuo, toda experiencia vivida de ruptura de la individualidad pone en cuestión esas
formaciones grupales del inconsciente
El grupo no es un individuo, no tiene sustrato biológico idéntico a la corporeidad. Pero se apoya -ahí está el
doble apoyo- sobre el cuerpo de sus “miembros”.
El concepto de aparato psíquico grupal ha permitido pensar que el proceso de grupo se construye en un
acoplamiento con las formaciones grupales del psiquismo y que se construye y funciona, en el polo
isomórfico, como si fuera un individuo y que al quedar apresado en lo imaginario de la unidad indivisa, se
toma a sí mismo por un individuo, no tolerando ninguna falla, ninguna desviación, ningún conflicto,
ninguna crisis. Esto es lo que se produce cada vez que un grupo vive una situación de desastre, de desamparo
o de catástrofe. Actúa entonces “como un solo hombre", ligando sus miembros en la unidad sin fallas de un
“espíritu de cuerpo”. Una conducta grupal semejante es a menudo necesaria para la supervivencia de los
individuos que lo componen, para el mantenimiento de su ideal común o la integridad de su territorio.
La realidad de cuyo reconocimiento se trata es la realidad del otro, lo que sucede solamente con el
reconocimiento de 1os otros como distintos de sí y teniendo su valor propio. De la misma manera la realidad
psíquica interna se constituye solamente por la diferenciación del Yo-no Yo, y la realidad grupal por el
renunciamiento a la unidad ficticia individuo-grupal; toda realidad psíquica social o física no puede
configurarse sino por el reconocimiento de las leyes propias que la rigen.
La necesidad de mantener a la fuerza la ilusión eficaz de la unidad indivisa puede surgir que toda amenaza
con respecto a la unidad del grupo significa una amenaza para la existencia de cada uno.

PRÁCTICAS GRUPALES Y AVATARES INSTITUCIONALES - Raquel Bozzolo

A.- Introducción

Ubicación del tema en el programa: Hablaremos hoy de las prácticas grupales y los avatares institucionales
relacionados con ellas:

prácticas grupales ------------- avatares institucionales.

 El tema a tratar forma parte del módulo V Grupo e institución.


 Les serán útiles algunas nociones vistas en Psicología social, como las de organización e institución.
 Repasaremos algunas de las cuestiones que ustedes vieron en la genealogía de lo grupal en el
módulo anterior y retomamos el criterio genealógico como metodología de pensamiento.
 Es probable que las modalidades de las diferentes coyunturas que revisemos enriquezcan lo visto por
ustedes en el módulo de la especificidad de lo grupal.
Forma de abordar el tema: Habría variadas maneras de enfocar este tema: podríamos tomar los grupos y sus
avatares en la institución, podríamos tomar al grupo como institución, podríamos tomar la institución y sus
grupos naturales, espontáneos o los formalizados, en diferentes avatares, etc.

Me interesa puntuar que declarar la posibilidad de intervenir hoy requiere de un pensamiento de las
actuales condiciones para poder operar en lo que hay, en lo que se presenta y no en lo que queda como
resto de la operación de lo que se postula como único organizador del mundo globalizado: el mercado.
45

Intentar repetir modelos de trabajo profesional desconociendo la alteración de las condiciones lleva a la
impotencia en las prácticas y a un refugio en las teorizaciones dogmatizadas, es decir confina una huida de
las prácticas de transformación.
Acerca del uso de los términos en juego: Al elegir esta perspectiva, estamos tomando una de las acepciones
del término institución: en el sentido descriptivo, como las organizaciones o los agrupamientos más o
menos formalizados donde se encarnan unas ciertas prácticas. Son esas mismas prácticas las que
constituyen la institución al estandarizarse, organizarse, ordenarse y orientarse.
René Lourau: En esta corriente se denomina institución al conjunto de prácticas orientadas por ciertos
valores y pautados por ciertas reglas implícitas o explícitas.
Avatar y alteración radical: Al hablar de los “avatares” de una institución podemos estar hablando tanto en
el sentido más débil como ciertos sucesos, eventos, dentro de una forma más o menos estable de existir.
Pero también podemos aludir a un sentido fuerte, en el sentido del acontecimiento, es decir de la alteración
radical que sufren ciertas prácticas.
Tanto las significaciones que orientan las instituciones como las prácticas institucionales y los agrupamientos
que las encarnan, podrán presentar desajustes, anomalías, crisis, transformaciones e incluso alteraciones
radicales.
Alteración institucional y producción subjetiva: Ahora bien si las instituciones se alteran es por que ciertas
condiciones de producción subjetiva se han alterado, produciendo otras significaciones sociales que
orientan las prácticas, o en ocasiones simplemente desapuntalando las prácticas al entrar en crisis la
significación que las sostenía.

Qué prácticas? Estamos refiriéndonos a prácticas grupales que se insertan en diferentes estrategias de
intervención profesional y se realizan desde diferentes dispositivos tecnológicos de intervención.
En la perspectiva que nos ubicamos, las instituciones y las prácticas grupales son productos históricos.
el diseño de los dispositivos y de estrategias adecuadas para intervenir en las condiciones que se les
presenten; ya sea que demanden o no su intervención profesional
Aclaro que en mi perspectiva actual pensar no se refiere sólo a una operación mental sino a hacer ser.
1.- La primera coyuntura sería la de la influencia positiva de la pertenencia al grupo, donde se inventa el
dispositivo de los pequeños grupos psicológicos
2.- La segunda al que denominaremos el del “cambio de” la institución. Corresponde a las experiencias de la
Psicología Social e Institucional en la Argentina, contemporáneas de las experiencias terapéuticas de grupo
y
3.- La tercera corresponde a la actualidad, caracterizada por el desfondamiento de las instituciones,
1.- En la primera coyuntura
En las empresas se detecta el fracaso de las inscripciones en el organigrama formal de las organizaciones, en
el sentido de generar identificación con la empresa, al mismo tiempo que se considera insuficiente el pedido
del gobierno de realizar una cambio actitudinal.
Las experiencias en fábricas y empresas, se inscribieron en la estrategia del aumento de la posibilidad de
producir.
¿Cuales eran los rasgos específicos de esas prácticas con grupos? Se inventa un dispositivo: el del pequeño
grupo psicológico, se requiere un coordinador conductor de estilo democrático pero de liderazgo efectivo,

Foucault denomina urgencia social a esa problemática que funciona como gigantesco organizador de las
prácticas sociales, generando formas institucionales, practicas de vida, saberes disciplinarios, legislaciones,
etc. La urgencia social va organizando la vida sin intencionalidad ni sujeto, conectando los factores para que
converjan en una estrategia social frente a la urgencia. Así se van diseñando los dispositivos de producción
de subjetividad, es decir esos conjuntos heterogéneos de prescripciones científicas, de leyes, de distribuciones
del espacio y diseño arquitectónico, etc. que disponen los cuerpos y generan las subjetividades es decir, las
forma de habitar los dispositivos.
M. F. denomina así a la sociedad donde cada institución prepara para la otra, donde el individuo, forma
subjetiva producida se va construyendo en una modalidad de habitar la sociedad, reglada por la ley del
estado, que al estar interiorizada gobierna al sujeto, lo disciplina y ordena sus prácticas produciéndolo
subjetivamente. Es en el período inicial de esa modalidad de sociedad, donde se procurará que la escuela sea
el segundo hogar y el equipo de trabajo, o la fábrica sea vivenciado, significado, como una gran familia, etc.

MICHEL FOUCAULT:
 URGENCIA SOCIAL
 ESTRATEGIA SOCIAL
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 DISPOSITIVO SOCIAL DE PRODUCCIÓN DE SUBJETIVIDADES

La urgencia social que primaba en la primera coyuntura que hemos formulado era no sólo la de incrementar
la producción capitalista, sino la de sostener y legitimar un orden social democrático, que se pensaba
correlativo al crecimiento de las naciones. Se constituía una estrategia social que producía un ciudadano
igual ante la ley, que sintiéndose libre para contratar su fuerza de trabajo, y su posibilidad fraterna de
agruparse, en gremios y sindicatos, confíe en delegar su representación en las autoridades que elija. Es
probable que los desarrollos sobre las transferencias en las prácticas psi, no sólo de grupos, se basen en esta
conformación subjetiva que como veremos más adelante, hoy se muestra alterada.
Estrategia: manipulación y vínculos afectivos positivos
Dispositivo: pequeño grupo psicológico
Saberes: plus grupal, unidad grupal, organismo vivo
Autores de referencia: K. Lewin, Elton Mayo, luego Homans, etc
Posicionamiento subjetivo del coordinador: liderazgo democrático

2.- La coyuntura descrita en segundo lugar presenta algunos signos de resquebrajamiento de la sociedad
disciplinaria.
La urgencia social era armar una comunidad moderna y funcional en la continuidad disciplinaria de las
instituciones que constituían la red de lo social.
Las herramientas conceptuales,
teoría de Elliot Jacques, que plantea que la institución es la defensa de los sujetos para la psicosis. Ésta es
adoptada por Bleger, que le agrega que los sujetos psíquicos proyectan en las instituciones sus aspectos
más primitivos y arcaicos, es decir sus aspectos psicóticos, quedando así inmovilizados.
Cuáles son los rasgos de estas prácticas grupales? Los dispositivos grupales de esa coyuntura se conforman
entre dos polos: en los dispositivos terapéuticos predomina la abstinencia con coordinaciones
descentradas, que separan el liderazgo de la coordinación bajo la influencia psicoanalítica
, la posición subjetiva del coordinador oscila de un rehusamiento psicoanalítico al de un animador social,
favorecedor del cambio o en algunas ocasiones de lo que se llama control social.
. Los procedimientos empleados son el señalamiento y la interpretación de ansiedades y defensas frente a
la tarea a realizar.
Las producciones fundamentales de esas prácticas son ciertas ponencias en congresos internacionales y el
libro de Langer, Rodrigué y Grimberg. Se podían diferenciar estrategias diversas: psicoterapia por el grupo,
en el grupo, del grupo.
Entre las primeras practicas, las llamadas psicoterapias por el grupo, se encuentran en esos años los grupos
de AA, que estimulan, incitan , manipulan los resortes generado por la situación grupal, a favor de una
recuperación o rehabilitación del alcoholismo o de una adicción
Las psicoterapias del grupo, clásicamente psicoanalíticas, de cuño bioniano, hace al grupo ocasión de un
trabajo donde el sujeto de análisis es el grupo,
Estrategia: cura psicoanalítica en transferencia y con interpretación

Dispositivo: grupo psicoterapéutico de enfoque psicoanalítico


Saberes o autores de referencia: Bion, Anzieu, Bejarano, Kaës
Posición subjetiva del coordinador: abstinente, función descentrada, de profesional de la SM.
En esta coyuntura histórica se producen prácticas de grupos motivacionales, al servicio de campañas de
publicidad y opinión que empiezan a recibir los aportes del psicoanálisis, los estudios de mercado con
técnicas grupales, las contribuciones al ámbito educativo, las formas de recreación con técnicas grupales, etc.
Se inician algunos desarrollos de los laboratorios de trabajo empresario, con ejecutivos y personal superior,
que continúan algo distintos en la actualidad.
Se realizan las primeras experiencias de los llamados grupos homogéneos, es decir las grupalidades por
rasgo, que van a ser en parte modelo de las prácticas de comunidad de control de las adicciones en la tercera
coyuntura
Estrategia: cura psicoanalítica en transferencia y con interpretación
Dispositivo: grupo psicoterapéutico de enfoque psicoanalítico
Saberes o autores de referencia: Bion, Anzieu, Bejarano, Kaës
Posición subjetiva del coordinador: abstinente, función descentrada, de profesional de la SM.
En esta coyuntura histórica se producen prácticas de grupos motivacionales, al servicio de campañas de
publicidad y opinión que empiezan a recibir los aportes del psicoanálisis, los estudios de mercado con
técnicas grupales, las contribuciones al ámbito educativo, las formas de recreación con técnicas grupales, etc.
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Se inician algunos desarrollos de los laboratorios de trabajo empresario, con ejecutivos y personal superior,
que continúan algo distintos en la actualidad.
Se realizan las primeras experiencias de los llamados grupos homogéneos, es decir las grupalidades por
rasgo, que van a ser en parte modelo de las prácticas de comunidad de control de las adicciones en la tercera
coyuntura
3.- El desfondamiento institucional
La sociedad disciplinaria parece haber tocado a su fin o al menos no es absolutamente hegemónica su
posibilidad de disciplinamiento subjetivo. Las subjetividades actuales funcionan de una manera inesperada
que deja perplejos a aquellos destinados a disciplinarlos, no parecen estar atravesados por la ley ni el
deber. La denominada subjetividad cínica, comienza a invadir numerosos aspectos de la vida cotidiana.
Encontramos prácticas dispersas, en instituciones impotentes para donar de sentido a las prácticas de sus
integrantes.
Estrategia: cura psicoanalítica en transferencia y con interpretación
Dispositivo: grupo psicoterapéutico de enfoque psicoanalítico
Saberes o autores de referencia: Bion, Anzieu, Bejarano, Kaës
Posición subjetiva del coordinador: abstinente, función descentrada, de profesional de la SM.
En esta coyuntura histórica se producen prácticas de grupos motivacionales, al servicio de campañas de
publicidad y opinión que empiezan a recibir los aportes del psicoanálisis, los estudios de mercado con
técnicas grupales, las contribuciones al ámbito educativo, las formas de recreación con técnicas grupales, etc.
Se inician algunos desarrollos de los laboratorios de trabajo empresario, con ejecutivos y personal superior,
que continúan algo distintos en la actualidad.
Se realizan las primeras experiencias de los llamados grupos homogéneos, es decir las grupalidades por
rasgo, que van a ser en parte modelo de las prácticas de comunidad de control de las adicciones en la tercera
coyuntura
3.- El desfondamiento institucional
La sociedad disciplinaria parece haber tocado a su fin o al menos no es absolutamente hegemónica su
posibilidad de disciplinamiento subjetivo. Las subjetividades actuales funcionan de una manera inesperada
que deja perplejos a aquellos destinados a disciplinarlos, no parecen estar atravesados por la ley ni el
deber. La denominada subjetividad cínica, comienza a invadir numerosos aspectos de la vida cotidiana.
Encontramos prácticas dispersas, en instituciones impotentes para donar de sentido a las prácticas de sus
integrantes.
Qué prácticas grupales se realizan hoy?
En mi experiencia, que probablemente les pueda servir, se puede operar si se produce una operación de
fundación de un nosotros que incluye al operador.
Tanto los dispositivos, como la estrategia de operación han necesitado transformarse, hoy parece relevante
subrayar que si no hay alteración de la posición subjetiva del operador, los nuevos dispositivos serán
inútiles.
Lograr la confianza para poder pensar juntos, implica una función transitoria de copensor que permita armar
un notros de pensamiento junto a los integrantes del agrupamiento que se inscriban en él.

LA DIMENSION DEL APUNTALAMIENTO. Osvaldo Bonano


El grupo, el cuerpo, la cultura
Kaës sostiene que el concepto de apuntalamiento es apto para dar cuenta de las relaciones entre la psiquis,
el cuerpo, el grupo y la cultura. Psiquis y grupo están dentro de un mismo núcleo por la proposición,
demostrable sin duda, de que la psiquis tiene un estructura grupal, que es una internalización, una
constitución hacia el interior del sujeto de los grupos en los cuales él se ha conformado como sujeto. Pero a
la vez hay conexiones que unen ese núcleo con dos bordes: uno es el de la cultura, lo histórico social, las
significaciones imaginario-sociales y otro es el borde de lo corporal o biológico.
Para el psicoanálisis el fantasma ocupa un lugar central en la organización íntima del psiquismo; la fuerza que
anima al psiquismo es la realización de los deseos, fundada a su vez en la sexualidad, el erotismo y las
pulsiones. Las fantasías son escenas donde se realizan los deseos (esto no quiere decir exactamente que se
satisfacen o se cumplen). Escenas, porque la fantasía tiene disposición escénica y estructura dramática: en las
fantasías hay personajes, hay acciones, hay tramas argumentales.
El psicoanálisis sostiene que el complejo de Edipo es un organizador fundamental del psiquismo, ya que
regula el acceso a la simbolización, a la ley de la exogamia, al sistema de distribución de hombres y mujeres,
a ciertos códigos de intercambio.
48

Para que en la estructura fantasmática se organicen bajo una determinada forma los movimientos
pulsionales, tiene que darse el aporte de formas y contenidos culturales aportados por los mitos, los relatos,
en definitiva aquello que en esta cátedra llamamos significaciones sociales.

Lo psicobiológico y lo histórico

El mundo psíquico se construye, aún en sus elementos más arcaicos y primarios, en el intercambio
intersubjetivo y con la marca instituyente y estructurante en cada subjetividad, del imaginario social y las
significaciones socioculturales.

El concepto de apuntalamiento trata de proponer una visión de la fundación, estructuración y despliegue del
psiquismo que no sea ni un reflejo simple de lo social ni tampoco algo en que lo histórico social interviene
cuando lo básico ya está constituido. La articulación del psiquismo con el mundo histórico social es una
relación de inherencia, como sostiene Castoriadis. Una cosa no puede ser pensada sin la otra.

Orígenes del concepto

Kaë nombra apuntalamiento es anhlenung. En la investigación Kaës constata que en el campo semántico de
esa palabra hay algo que se puede describir de este modo: una posición del cuerpo al que le falta el apoyo y
que lo encuentra pasando a la vertical por la oblicua de la posición intermedia. Las palabras claves de esta
idea son: falta de apoyo, encuentro e intermedio.
Resaltamos estas palabras porque el apuntalamiento no es una cosa, no es un estado: es un movimiento. Se
trata del pasaje de una situación en donde a algo le falta el apoyo; y el apuntalamiento mismo sería el
movimiento de encontrar apoyo a través de algo que funciona como intermediario. Ese algo que falta, se lo
encuentra en un movimiento.

Surgimiento del psiquismo. La distinción necesidad/sexualidad

A este nivel de las necesidades Freud las llama pulsiones de autoconservación o del yo
Es el momento en que el bebé es recibido la madre, quien satisface su necesidad a través de suministro de la
leche, mediante lo que en psicoanálisis se llama acción específica. Ahora bien, ese es el nivel biológico, el de
la necesidad, y el objeto en ese plano es la leche La satisfacción de las necesidades ya no es automática,
como lo era a través del cordón umbilical, sino que, y este es uno de los requisitos para el surgimiento del
psiquismo,
Freud ya decía en Psicología de las masas que la psicología individual es Psicología Social en el sentido lato
del término porque el otro siempre está incluido en el aparato psíquico como objeto, auxiliar o adversario.
En el vínculo en que el bebé está puesto en el pecho de la madre, al tiempo que se cumplen con estas
funciones biológicas, se estructura la relación con el pecho, que para el psicoanálisis no es ya el objeto de la
necesidad sino del deseo. En las sucesivas experiencias de alimentación y contacto, la madre envuelve al
bebé en un baño sonoro; le habla, lo mira en un intenso contacto de piel y sonidos. En el marco de las
experiencias de satisfacción, se va constituyendo un operador fundamental, que el psicoanálisis define como
sexualidad.

Los momentos del apuntalamiento.

a) apoyo del psiquismo sobre lo biológico.


Castoriadis :la mónada
Piera Aulagnier: el postulado de autoengendramiento
Momento, el de la díada, el bebé ya va a reconocer que hay un pecho que no es de él, pero va a atribuir
aquella omnipotencia que él tenía antes a la madre, quien va a aparecer como el amo del objeto.
Allí se despliega la dialéctica de la presencia/ausencia de la madre (no de la presencia, no de la ausencia, sino
de la presencia/ausencia) lo que va a llevar a que cuando el pecho no esté, haya que representárselo.
Además de la leche, que sacia el hambre, va a haber una relación con el pecho, que más tarde va a ser
propiamente psíquica, fantaseada, pero que aquí comienza a ser erótica, esto es que procura placer.
El pecho, entonces, va a ser fuente de placer cuando está, y va a ser evocado (en realidad, alucinado), cuando
no están. Por lo tanto ahí surge la re-presentación del pecho como objeto mental, representación sobre la
cual va a caer una carga de deseo, de libido. Lo que en el plano biológico son las necesidades, en el plano
psíquico son las pulsiones sexuales que buscan, no ya la satisfacción de la necesidad, sino la realización del
49

deseo. La leche calma el hambre, el contacto con el pecho satisface el deseo de estar chupeteando. Ahí
comienzan a imaginarse objetos, que en la realidad material no están. Como dice Freud: el primer desear es
la investidura alucinatoria de las huellas mnémicas de las primeras experiencias de satisfacción.
En cuanto a la alucinación, es una suerte de percepción al revés: en la percepción hay objeto en la realidad
material, que por el camino de los sentidos genera la imagen mental; la alucinación es el camino inverso: un
deseo que recorre las huellas mnémicas, pero desde adentro hacia afuera y proyecta en el campo mental una
imagen de un objeto inexistente en lo real
Si en el ámbito biológico la necesidad es la cancelación de la tensión de la necesidad en la fuente, la pulsión
sexual es algo diferente; tiene que ver con el plus de placer o eroticidad que implica toda experiencia de
satisfacción o frustración. El psiquismo entonces, emerge apoyado, apuntalado en el cuerpo biológico.
Pero sobre la matriz de la alimentación, hay una otra función que es propiamente psíquica: la incorporación.
Cuando alguien dice: "qué rico, me lo comería todo, te comería a besos", no se trata de antropofagia real,
sino del deseo de incorporación psíquica de un objeto al interior del sujeto deseante.
No se trata de antropofagia sino de la función psíquica de incorporación del otro dentro de uno, la forma
más primaria y arcaica de la identificación y el amor.
Este primer aspecto marca una de las determinaciones en la construcción del concepto del apuntalamiento:
el apoyo de la pulsión sexual sobre las pulsiones de autoconservación.

b) apoyo del psiquismo naciente sobre la psique materna


Situación de casi absoluta inermidad y desvalimiento.
El concepto de desamparo es central en este razonamiento. El desamparo se corresponde con los procesos
de prematuración propios de los primates superiores
El desvalimiento inicial tiene una expresión subjetiva: la angustia del desamparo.
Definición de trauma: inundación por monto y calidad de estímulos que quien los recibe no puede procesar.
Ahora bien, de los estímulos internos, tales como el hambre, el dolor, la irritación es imposible huir. Freud
dice que ante ello, la madre funciona como barrera de protección antiestímulo. Frente a la posibilidad de que
el bebé sea inundado de un modo traumático y destructivo por los estímulos, tanto internos como externos,
la madre evita, filtra, contiene y significa. El aparato psíquico de la madre, durante un largo período funciona
como membrana protectora y constructora del aparato psíquico del bebé.

Durante el intenso y vital período de la crianza, en las madres se borronea selectivamente aspectos de su
perfil de sujeto subjetivado, con una vida autónoma, propia, y hasta cierto punto pasan a ser un apéndice del
bebé. D. Winnicott, un autor psicoanalítico de quien más adelante tomaremos otros conceptos, llama locura
materna a este tipo de conexión de la madre con el bebé en los primeros meses de la vida. Winnicott
sostiene que una madre bastante buena no duda: sabe. La membrana que hace a la constitución de la madre
como ser subjetivado, separado de los otros, individuado, en la parte que se relaciona con el bebé se borra
bastante y se potencia enormemente lo que Kaës llama un fenómeno de transubjetividad. Lo transubjetivo
es, precisamente, un manifestación de borradura de la membrana de la subjetividad individuada, y ello a su
vez permite un código de conexión muy arcaica con los otros.
Lo descrito es el apuntalamiento del psiquismo del bebé sobre el psiquismo de la madre o de la función
materna. En este período, la madre funciona como modelo para el bebé.
El proceso de socialización se juega en y por el proceso de significación, la violencia de la significación.
Decir: esto se llama negro, esto se llama blanco, esto se llama amarillo equivale a decir esto es blanco, esto
es amarillo. Es imponer la significación al otro.
Ya hicimos algunas referencias a la elección de objeto por apuntalamiento: esto se refiere a aquellas
elecciones de pareja, que se hacen sobre el modelo de la relación con la madre

c) apoyo del conjunto madre/hijo sobre la institución social


Pero hay un tercer plano: esa madre, no sólo como cuerpo biológico sino también como psiquismo, está
incluida y determinada, en primer lugar por la relación con el marido, con el grupo familiar y por todo el
entorno cultural y social.
Como dice Winnicott, el bebé no existe, lo que existe es la relación bebé-madre.
No hay biología que se sostenga si no hay psiquismo (en los seres humanos). Esto es la retroacción de la
segunda evolución, la de lo histórico-social sobre la primera evolución (la evolución biológica de las especies)
o primer estrato natural como lo llama Castoriadis. El marasmo es un ejemplo contundente en este sentido.
Un cuerpo biológico, para vivir, tiene que ser investido libidinalmente
50

Lo que es absolutamente insoportable para el psiquismo (esto quiere decir que lleva a la muerte) es la
indiferencia, puesto que ocasiona un nivel de destrucción absoluta, mientras que el odio sostiene de un
modo peculiar y permite construir algo.
Una madre no lo es solamente en el sentido de su condición biológica, sino también como sujeto socializado,
que se ha conformado de acuerdo a significaciones establecidas acerca de qué es ser madre, qué es ser una
buena madre.
Este trabajo de apuntalamiento. El apuntalamiento no es una cosa, no es un estado. Es un proceso, un
movimiento, un pasaje, un trabajo.

La dimensión crítica

La estructura del apuntalamiento permite que se curse esa crisis y que de su resultado emerje la estructura
psíquica. De allí en adelante todo cursa bajo esa condición: cada etapa evolutiva va a ser el agotamiento de la
estabilidad de la seguridad anterior, el desapuntalamiento sobre los apoyos que se habían construido, la
búsqueda e instalación de una estructura intermediaria, entre la que estaba y la que puede advenir, y un
proceso de trabajo que va a permitir cursar y resolver esa crisis, hasta su extinción o la precipitación del
hundimiento, la catástrofe.

La transicionalidad

D.W.Winnicott es el autor que propuso el concepto de objetos y fenómenos transicionales. El prototipo del
objeto transicional es el osito de peluche, la frazadita, la sabanita, que el bebé muerde, chupa. Se sabe que el
objeto transicional calma la angustia de separación
Desde esta plataforma podemos pensar en lo que Winnicott enuncia como espacios y fenómenos
transicionales que tienen esta característica de ser lo que está en el medio de,
No son cosas, por eso es importante despegarse de la idea del objeto transicional (que en definitiva es una
cosa, pero no es la cosa que es, sino que importa lo que representa) para pensar más bien en un espacio
transicional, donde sucede algo del orden del vínculo y del enlace de alguna cosa con otra. Es un lugar donde
sucede un trabajo.
Si hay absorción mutua de los elementos de la relación, al no haber separación, no emerge el psiquismo, ya
que para que el psiquismo emerja tiene que haber separación. Cuando hay absorción mutua de los dos
elementos, no hay espacio de transcripción; el puntal y lo apuntalado hacen un cuerpo común.
espacio transicional suturado
Lo que a nivel clínico es la psicosis, a nivel de lo social es la alienación, que implica - como diría Castoriadis -
un incremento monstruoso de la heteronomía del sujeto. El espacio psíquico del sujeto va a estar calcado de
lo que el otro social, generalmente en posición hegemónica, dice.
Repetían tal cual el discurso del poder, sin la menor distancia o diferencia crítica. Eso es la alienación: una
subordinación completamente acrítica y en posición de sometimiento a los enunciados del poder, que en
términos psicológicos sería el amo del objeto, el amo de la situación, el amo de la significación.
El otro extremo patológico es cuando el espacio transicional es tan grande que no se puede sostener la
esperanza razonable de que se va a encontrar algo del otro lado. Lo que se abre es el vacío, la vivencia del
desamparo se impone en toda la línea y arrasa con lo poco o mucho que se haya formado del psiquismo.
La creatividad es el heredero adulto del juego infantil, el sujeto puede estar solo en la medida en que sabe
que en algún momento, en algún lugar hay alguien con el que va a poder retomar el vínculo.
El espacio transicional está representando simultáneamente (este es su carácter paradojal) la conexión y la
separación.
Entonces las patologías de la transicionalidad son por un lado el vacío y por el otro la sutura
Winnicott sostiene que la experiencia cultural es una extensión de la idea de los espacios y fenómenos
transicionales, dice:
"Al utilizar la palabra cultura, pienso en la tradición que se hereda. Algo que es la parte común de la
humanidad a la que pueden contribuir individuos y grupos, y de la que cada uno de nosotros podrá obtener
algo, si tenemos un lugar donde poner lo que encontramos"
Detengámonos en esta frase: cada uno podrá obtener algo (de la cultura), si tiene un lugar donde poner lo
que encuentra
El antecedente y la estructura básica se dan cuando el bebé crea el pecho porque lo necesita, y una madre
"bastante buena'" es capaz de no desilusionarlo prematuramente.
51

Apuntalamiento y articulación psicosocial

En primer término el apuntalamiento tiene estos aspectos:

 el apoyo de lo psíquico sobre lo biológico


 la relación de modelización del puntal sobre lo apuntalado a partir de la necesidad que tiene el
psiquismo naciente del otro psiquismo y
 Un movimiento de pasaje, de transcripción, una ruptura crítica, que implica cambio de objeto y
cambio de nivel. no es repetición, ni copia
De estos tres aspectos, el decisivo epistemológicamente es el tercero, al proponer una concepción de
la emergencia del psiquismo con toda la complejidad que requiere la articulación inherente con lo histórico
social, y al evitar la recaída en determinismos lineales tipo causa  efecto
En segundo término hay que tener en cuenta que el apuntalamiento es doble o recíproco: el bebé se apoya
en la madre, pero también es válido apreciar que la madre se apoya en el bebé (para confirmar su rol
maternal, para sentirse procreativa, para lo que sea) y, a nivel general, toda relación de apuntalamiento
siempre es doble, mutua o recíproca. Los sujetos, como ya vimos, se apuntalan en las instituciones. Pero esta
relación es recíproca, porque las instituciones deben estar sostenidas en el psiquismo de los sujetos para
mantenerse y reproducirse. Esto habitualmente queda oculto para los sujetos: su papel activo en el
sostenimiento y reproducción de las instituciones que ellos mismos denuncian. No existiría el Estado actual si
cada uno de los habitantes de la situación no tuviese una concepción del Estado y un conjunto de creencias
desde la cual están sosteniendo la existencia de esto.
El tercer elemento es que el apuntalamiento, además de ser mutuo y recíproco, es siempre múltiple, en red.
Esto quiere decir que el apuntalamiento se da:
 sobre el propio cuerpo,
 sobre la madre o función materna (y todos sus equivalentes más o menos imaginarios, más o menos
simbólicos: todo ámbito que se ofrezca al sujeto real o imaginariamente como un lugar de amparo,
protección o seguridad)
 sobre el grupo: en primer lugar el grupo familiar y luego los distintos grupos de afiliación o
pertenencia por los cuales los sujetos estan permanentemente sostenidos,
 sobre la cultura, las obras colectivas y las instituciones.
Cuando alguno de estos lugares del apuntalamiento se resquebraja, cede, puede producirse un
movimiento de repliegue sobre otro de los apuntalamientos disponibles o la búsqueda de un proceso de
creación de espacios en donde se vuelva a construir un proceso de apoyatura. Desde este punto de vista, el
psiquismo es un proceso permanente de apoyo en lugar seguro, ruptura, crisis, desapuntalamiento,
búsqueda de una reapuntalamiento, proceso de reapuntalamiento; es un movimiento de cierres y aperturas
todo el tiempo.
Teniendo en cuenta toda la compleja y rica vida psíquica, para la Psicología Social es importante captar esta
relación de apuntalamiento del sujeto a las instituciones; es en esa relación donde se va a dar el campo de
intervención de la Psicología Social. Aquellos elementos del psiquismo que están jugados, proyectados en las
instituciones y los movimientos y trastornos que se producen en ese campo en forma constante.

Bozzolo Raquel: PSICOTERAPIA ANALÍTICA DE GRUPO- LUGAR, FUNCIÓN Y


SABER DEL PSICOANALISTA EN EL GRUPO

El posicionamiento subjetivo del psicoanalista es definitorio.


Algunas de las prácticas terapéuticas no analíticas que vimos en la case anterior como las de Joseph Pratt
basaban su efecto terapéutico justamente en ciertos rasgos de los grupos, su capacidad de apoyo y confort
mutuo, su posibilidad de confrontación, facilitando el diálogo con un clima permisivo, pero dirigido a un
aprendizaje actitudinal frente a la enfermedad, dicha conducción se basaba en la autoridad médica.
Como vemos ese posicionamiento de terapeuta era de tipo pedagógico, asumía un liderazgo en la tarea de
educación de los enfermos.
Ubicamos en la segunda guerra mundial las experiencias fundadoras de lo que hoy llamamos psicoanálisis de
los grupos. En esas experiencias de las que participan Wilfred Bion y Sigmund Foulkes
52

psicoanalistas formados por la escuela inglesa se realiza una lectura psicoanalítica de los fenómenos grupales
que comienza a girar el posicionamiento del psicoanalista, a un tipo de escucha que requiere una radical
exclusión de la asunción del liderazgo central.
Bion: Su posición acerca de la relación individuo grupo y la dificultad que ofrece el grupo por favorecer los
efectos histerógenos, sugestivos, el llamado “efecto grupo” que moverían a un enmascaramiento de los
fenómenos inconscientes y a una indiscriminación de los integrantes, fusionados en masa.
En primer lugar los supuestos básicos son formas del grupo, observables en la clínica, que se organizan
alrededor de una fantasía dominante, ante la emergencia de un conjunto de ansiedades básicas,
denominar “organizador psíquico inconsciente de la grupalidad”. Muestra la lectura psicoanalítica de los
mecanismos defensivos frente a la despersonalización que produce el ingreso a estos grupos. José Bleger,
psicoanalista argentino, esta defensa se realiza frente a las ansiedades psicóticas que moviliza el ingreso en
un grupo, es decir a la movilización de aspectos sincréticos de la personalidad, ya que en su perspectiva todo
sujeto neurótico conserva aspectos primitivos, indiscriminados, que se activan ante ciertas experiencias.

Bion: ansiedad despersonalizante, fantasía grupal, supuesto básico


Foulkes; diálogo, asociación grupal, matriz del grupo
Ezriel y Foulkes: resonancia fatasmática

Nuestra tesis es que la invisibilización de las condiciones de producción de los dispositivos suele ser causa de
la consolidación de teorías, o la universalización de fenómenos, de ahí la importancia que le damos a las
condiciones materiales (políticas, teóricas, institucionales) en que desarrolla una tarea.
Junto con las influencias de la escuela inglesa de psicoanálisis
Lo que más ha trascendido e interesa puntuar aquí de sus teorizaciones es la noción de matriz grupal, marco
de referencia de todas las interacciones y su idea de la importancia de la comunicación en la asociación
grupal no dirigida, que permiten pensar lo que con Ezriel llaman la resonancia grupal, como forma específica
del asociar en el grupo.
El posicionamiento analítico sostenido es más bien clásico, sosteniendo el rehusamiento, su función es la
interpretación del material que el grupo como todo produce, dirigido en el caso de la psicoterapia a la
transformación de sus participantes, con el grupo como instrumento.

Aportes ingleses: unidad orgánica del grupo, organización defensiva generada en fantasías
comunes…..antropomorfización del grupo Invisibles: condiciones de producción dispositivo
Uno de los primeros trabajos nacionales sobre grupos terapéuticos: “Psicoterapia de Grupo, su enfoque
psicoanalítico” Grimberg, Langer y Rodrigué.

La escuela francesa de psicoanálisis de grupos


Jean Bertrand Pontalís plantea que “no basta descubrir los procesos inconscientes que operan en el seno de
un grupo, cualquiera pueda ser la ingeniosidad de que pueda darse prueba: en tanto se ubique fuera del
campo del análisis la imagen misma del grupo, con las fantasías y los valores que arrastra, se eludirá de
hecho cualquier pregunta sobre la función inconsciente del grupo”
Didier Anzieu : el “Inconsciente y el grupo”, que es publicado a fines de los años sesenta propone un modelo
de inteligibilidad del grupo a partir de considerar que intervienen procesos análogos a los del sueño. Afirma
en 1966 “que el grupo es como el sueño, el medio y el lugar de la realización imaginaria de deseos”.
René Kaës formula un poco después, su teoría del acoplamiento grupal de las psiques lo lleva a afirmar que la
realidad psíquica de un grupo es producida por un aparato psíquico grupal. Retoma la noción de
organizadores inconscientes de la grupalidad y plantea que éstos están en la base de este aparato, sus
conceptualizaciones permiten trabajar los anudamientos de los efectos de grupo con los efectos del
inconsciente individual.
Pontalís: representación del grupo, investidura libidinal del objeto “grupo”
Anzieu: grupo-sueño: realización imaginaria de deseos
Kaës: estructura grupal del psiquismo, fantasías guión-escenas, grupos internos
D. Anzieu escribe en los 70 un artículo clave: “El monitor y su función interpretante” rechaza la nominación de
animador, como ejercicio del liderazgo propio de la psicosociología, monitor es el coordinador de toda
experiencia grupal, sea o no terapéutico.
La nominación elige un derivado de una palabra latina que emparenta su sentido con la memoria,
memorizar, recordar, es parte de la asociación libre propia del dispositivo psicoanalítico que interviene en el
pensar. Dice Anzieu: “el monitor solicita la transferencia y acepta exponerse a ella”. Siempre que un
psicoanalista formado como tal asume su tarea, su función será “el desciframiento de fantasías, angustias y
defensas, apuntando a desanudar las imbricaciones de las proyecciones e identificaciones”.
53

Lugar, función y saber del psicoanalista


La nominación “psicoanalista”, alude a una subjetividad instituida: a un ser. Preferimos caracterizarlo como
un modo del hacer.
Kaës: Sostiene que la precariedad del lugar de psicoanalista es inherente a esa tarea, no solamente en el
grupo.
El tratamiento del lugar y la función del psicoanalista en el grupo, por parte de Kaës, incluye una larga
interpretación acerca de las dificultades que el psicoanálisis tiene, para abordar a los grupos. Lo plantea
como una dificultad de de orden narcisístico.
Los grupos son ciertamente lugares de trabajo psíquico intenso, donde se expresan actuados aquellos
contenidos y procesos inconscientes que no fueron reprimidos, fruto de experiencias ocurridas, cuando
todavía no se había alcanzado un cierto nivel de organización psíquica, donde se pudiera alcanzar la
diferenciación entre representación cosa y representación de palabra.
Piera Alaugnier:
Esta corriente retoma la idea de que los grupos también son oportunidad de enfrentar a los sujetos a una
fuerte amenaza de su unidad imaginaria: al encontrarse el yo con otros “yoes” tan centrales como él
En los agrupamientos ya constituidos o cuando no se ofrecen ciertos lugares, para los expertos, ¿habrá un
lugar para el psicoanalista? ¿O será necesario fundarlo? Creemos que este lugar se funda en una práctica y
en un dispositivo que se construye, para permitir el posicionamiento analítico. Se requerirá que quien asuma
esta tarea pueda mantener un espacio singular signado por un cierto “no saber” acerca del otro, una
suspensión de certezas de su propia teoría para que obstaculizar la escucha y un ofrecimiento a la
transferencia.
Denominan pacto denegativo, cuyos efectos producen sufrimiento psíquico. Como podemos ver en un grupo
se ve en movimiento el establecimiento de las alianzas, los contratos inconscientes y la construcción de los
pactos denegativo, lo que permite su elucidación.
Utilizo la noción de “dispositivo” tomada de M Foucault, que define al mismo como un conjunto realmente
heterogéneo de elementos que se organizan de acuerdo a una estrategia.
En el dispositivo incluyo los discursos científicos, las normas o reglas de funcionamiento y las disposiciones
materiales.
Un terapeuta, un analista institucional, un profesor se posiciona analista según decida cuál es la situación y la
estrategia para la intervención, para la que diseña el dispositivo y el contrato que ofrece a la otra parte.
Sostener una posición analítica es una condición para la tramitación y elucidación de los fenómenos
inconscientes, de distinto orden de determinación.
Los otros participantes (B) y (C), escuchan lo que consiste de hecho en una propuesta y se produce o no
resonancia en ellos, de acuerdo a sus propios grupos internos, a su propia historia vincular, se producirá o no
afectación. El uso de esta palabra no es accidental, intento con esto deslindarme de la idea de la
identificación, o la asociación (de ideas, de significaciones); en la afectación Término usado por Gilles
Deleuze, se advierte el impacto, (me pegó, dicen ustedes). El psicoanalista argentino Fernando Ulloa dice
que los contenidos inconscientes, ya sean éstos reprimidos u originarios, pueden no sólo producir repetición,
sino ser dramatizados, ofreciéndose para una posible elaboración.
La apropiación del lugar ofrecido, no se da por influencia, sino por significación para el que ocupa el lugar que
se ofrece.

Marcelo Percia: Instalación política de los grupos(decepciones de Bion)


Todos lo miran. Es el centro de atención. Esperan algo de él. Alguien solicita que explique qué tienen que
hacer. Una mujer tiene ganas de retirarse. Bion termina por decir que se sienten desilusionados porque
tenían una expectativa que no se está cumpliendo. Pide que acepten su método: estudiar las tensiones de el
grupo.
Bion afirma que el grupo siente tal o cual cosa, aunque sólo observe que una o dos personas se comporten
de esa manera.
Considera la conducta de unos como sentimiento de todos. Apela a la frase: el que calla, otorga. Un lugar
común sobre la construcción del asentimiento colectivo. Supuesta adhesión, acuerdo, conformidad, de los
que siguen la corriente, de los que no se pronuncian, de los que suman sólo porque no se oponen. La idea de
grupo como fantasma de responsabilización colectiva es una figura del disciplinamiento social.
Pontalis: Estas expresiones le parecen figuras antropomórficas o místicas de devotos. Objeta la construcción
del grupo como entidad trascendente a sus miembros o la invención de un personaje transpersonal dotado
de un espíritu común.
Por mi parte, la idea de pensar lo grupal como espacio de subjetividad, sigue siendo un intento de fuga de la
plenitud fenomenológica del círculo y del término grupo como voz hinchada de sustancia, de interioridad, de
54

psiquismo. Un modo de discutir ideas que, a partir de fantasías de grupo como unidad, suponen una
representación inconsciente grupo o la representación grupo como objeto intrapsíquico
Alguien, pronombre que sirve para designar, en forma indistinta, a una persona o a otra. También alguno o
nadie. Nombre de un no sé quién, de lo todavía no identificado. Enunciado de un complemento:
alguien del grupo. Ironía de la singularidad. La expresión «quiero ser alguien» puede significar quiero ser una
persona que importe por su diferencia. Bion piensa algo que confirma con su actitud: los individuos que
participan de una situación angustiosa son capaces de renunciar a su nombre para protegerse envueltos de la
fantasía de un grupo.
Dice que, así las cosas, todo se mal entiende, domina el equívoco, como si cada uno se expresara en una
lengua diferente. Observa que, en esas soledades, los participantes hablan de cosas sin importancia, aceptan
hechos desmesurados o buscan un líder.
El papel defensivo de la fantasía es una idea que desarrolla Klein. Bion enuncia de diferentes formas esta
función: la fantasía como capacidad transformadora de intensidades emocionales desmesuradas (pulsiones
destructivas, peligros de desintegración). La fantasía como soporte imaginario de angustias sin
representación. La fantasía como saber inconsciente que se resiste al conocimiento. La fantasía como
obstinación que indica que el aprendizaje por experiencia se encuentra impedido por carecer la criatura
humana de un aparato para transformar en pensamientos intensidades sin nombre. La fantasía como truco
imaginario que pone en marcha la identificación proyectiva.
Llegaron hasta allí buscando algo milagroso. Lo que pasa los toma por sorpresa. La frustración se difunde en
ese recinto de espejos. Una ilusión malograda transporta sensaciones desgraciadas. Una esperanza
desbaratada allana el retorno de intuiciones terribles. Su primera conjetura es que el grupo, cuando no
puede enfrentar sus propias tensiones emocionales, necesita creer que una especie
Interpreta que el grupo se siente en peligro de disolución a causa del desencanto que provoca su conducta,
todavía, inexplicable. Esboza la serie disolución/solución/ilusión.
Mentalidad del grupo:Observa aburrimiento, desinterés, displicencia y, de pronto, arranques exasperados,
violentos, descalificadores; entonces, sospecha algo más: «el mayor monto de resentimiento resulta de
expresar en el grupo impulsos que los individuos desean satisfacer en forma anónima, y la frustración
producida en el individuo por las consecuencias que le acarrea tal satisfacción».
Escribe Bion «Espero mostrar que el adulto, en su contacto con las complejidades de la vida de grupo,
recurre, en forma que podría ser una regresión masiva, a mecanismos que M. Klein describió (1931-1946)
como típicos de las fases más tempranas de la vida mental. El adulto debe establecer contacto con la vida
emocional del grupo en el que vive; esta tarea puede parecerle tan formidable como le parece al niño la
relación con el pecho, y su regresión revela el fracaso en satisfacer las exigencias de esta tarea».
Bion considera que parte de esa regresión consiste en la creencia de que un grupo es algo distinto de un
agregado de individuos. Piensa el grupo como estado de regresión. Como fantasía de retorno a un tiempo
anterior. Como búsqueda de alivio frente a situaciones de tensión emocional. Como defensa ante las
amenazas del vivir. Como abrigo para el desamparo.
Para Bion el grupo es un agregado de individuos que abraza una fantasía de unidad Inventa los grupos
coordinados como espacios de regresión que permiten verificar sus teorías.
Como creencias infundadas que se presentan bajo la apariencia de hechos fundamentales

Grupo sofisticado o de trabajo


Dice grupo sofisticado para referirse a un estado de grupo pleno en su trabajo. ¿Cómo leer la idea de
sofisticación? Como artificio que requiere elaboración, superación de impulsos naturales de regresión. Un
grupo reconquistado por la razón. Un grupo que acepta estudiarse a sí mismo. Un grupo educado en el
análisis de sus propios temores y fugas. Un espacio de pensamientos refinados.
Comienza a pensar que la experiencia emocional del conocer nos introduce en un paisaje doloroso. Una
geografía de frustraciones difíciles de tolerar. Considera que las personas que integran un grupo pueden huir
horrorizadas del dolor o tratar de organizarse para transfom1arlo. Bion cree que el pensar ofrece un
continente a la experiencia desamparada. Que inventa nombres para angustias que vagan fuera de toda
lengua.
Bion invierte el argumento de Agustín. Imagina dos mentalidades de grupo. Una dominada por el aprendizaje
fraterno de la experiencia; otra, por la pasividad de creyentes que alucinan un dios.

Supuestos básicos
Bion propone como tarea de grupo el estudio de sus propias tensiones. Elabora conjeturas para comprender
los fenómenos que observa: «… la hipótesis de los supuestos básicos es una valiosa ayuda para ordenar el
caos resultante del material de una sesión de grupo».
55

Más adelante presenta la idea así: «La actividad del grupo se ve obstruida, diversificada, y en ocasiones
asistida por algunas otras actividades mentales que tienen en común el atributo de poderosas tendencias
emocionales. Estas actividades, que a primera vista parecen caóticas, adquieren cierto grado de cohesión si
admitimos que surgen de supuestos básicos comunes a la totalidad del grupo».
Escribe sobre el supuesto básico de dependencia: «El primer supuesto consiste en que el grupo se reúne a fin
de lograr el sostén de un líder de quien depende para nutrirse material y espiritualmente y para obtener
protección». Bion piensa que el grupo necesita creer, para escapar
de sus propias tensiones emocionales, que dentro de él hay un Dios que es responsable de lo que sucede.
Destaca como característica del grupo de emparejamiento la presencia de una «atmósfera de expectación
llena de promesas». Confianza de que ocurra algo que nunca llega. Sentimiento mesiánico representado por
la espera de una pareja, una persona, una idea, una utopía. Bion piensa que un grupo en este supuesto
básico se expresa con figuras esperanzadas.
«El tercer supuesto básico es que el grupo se ha reunido para luchar por algo o para huir de algo. Está
preparado para hacer cualquiera de las dos cosas indiferentemente. A este estado mental yo lo llamo grupo
de ataque-fuga»
Escribe Bion: «...la actividad de supuesto básico no demanda del individuo la capacidad de cooperar, sino que
depende del grado en que los individuos posean aquello que he llamado valencia, término que tomé de la
fisica para expresar la capacidad que tienen de combinarse entre sí instantánea y voluntariamente y
compartir y actuar de acuerdo a un supuesto básico».

. Mesianismo
Bion cree que los grupos restablecen formas mágicas propias los primeros tiempos de la vida
Considera que esa alucinación de unidad, que no se transforma en el curso de una acción científica, queda
afectada por diferentes formas de religiosidad.

. Cierta filosofía política


Las palabras que difunde la analítica de Bion: dependencia, apareamiento, ataque y fuga, tienen eficacia
política. Son términos que respiran la atmósfera europea de los años de guerra. Naturalizan el mito de tres
necesidades básicas de la civilización: necesidad de un dios garante de una seguridad total, necesidad de un
ejército fuerte y cohesionado que ataca y nos defiende del enemigo exterior, el extranjero, el extraño; y la
creencia en el porvenir de una raza especial de la que nacerá una humanidad mejor. Teorías justificatorias de
la iglesia, el ejército, la aristocracia.

Peligros del grupo de supuesto básico


Bion reflexiona sobre la vocación totalitaria de los grupos. Explica este fenómeno con el modelo que tiene
para pensar las psicosis. Ausencia de un aparato para digerir emociones intensas que demandan defensas
extraordinarias. La puesta en marcha de fantasías maravillosas: escisión del objeto, mecanismos de ataque y
de fuga, esperanzas mesiánicas.
a- Exponen que, en la segunda sesión, están presentes tres pacientes. Juzgan, por la actitudes de cada uno,
que el grupo está muy angustiado. El terapeuta vincula este hecho con la desilusión por revivir las mismas
dificultades para hablar que sintieron la primera vez.
A lo que agrega que el grupo elige el silencio que, con su clima misterioso, nutre la fantasía de un poder
mágico que los curará.
Sostienen que el grupo en estado de dependencia se aferra a la fantasía de silencio nutricio.
b- la idealización extrema es indicador de un estado regresivo en situaciones de dependencia. Un estado que
supone pérdida de límites individuales, negación de las diferencias, fundición de cada uno en una unidad
colectiva. Pero León Grinberg, Marie Langer y Emilio Rodrigué no sólo aplican
«La posición de dependencia tiene un carácter evidentemente defensivo y surge de contrarrestar, sobre todo
al comienzo del tratamiento, las angustias muy primitivas que aparecen en el seno del grupo. Su finalidad
básica es la de negar la angustia paranoide que despierta la situación colectiva. El individuo siente
desconfianza, hostilidad y miedo frente al terapeuta y a sus compañeros. Por un lado, teme que el terapeuta
le dé algo malo y peligroso o que desenmascare ante el grupo lo que él considera malo, peligroso y prohibido
de su realidad psíquica; por el otro, frente a sus compañeros, el individuo, se ve envuelto en conflictos de
rivalidad y dependencia. Teme que los demás obtengan más amor y -en el plano concreto de las fantasías
regresivas alimento del terapeuta, lo que despierta impulsos destructivos y el deseo de posesión absoluta de
aquél; pero, al mismo tiempo, la sensación de ser el preferido despierta el temor a las represalias motivadas
por la envidia de los demás».
56

Razonan que ante esta intensidad emocional (que imaginan como trasfondo inconsciente de todos) el
supuesto básico de dependencia es la defensa que conjura el peligro. Una fantasía esperanzada de que la
cura llegará, de alguna manera, gracias al poder del terapeuta.
d- Cuatro mujeres con problemas de fertilidad asisten a un grupo terapéutico en un hospital.
Entonces, asistimos (me permito la ironía) a la disolución del inconsciente anticonceptivo: al poder integrar la
propia agresividad proyectada en un objeto exterior (los médicos, la suegra, la terapeuta), la paciente puede
recibir, por fin, el semen fecundante del marido, a la vez que las interpretaciones fecundas de la terapeuta.
Luego, el grupo queda integrado durante nueve meses alrededor de una esperanza mesiánica. Una fantasía,
ahora, acompañada por la tangible presencia de un embarazo.
e- En el primer encuentro se discute si la enfermedad se origina en el cuerpo o en la mente.
Un coordinador que decepciona
Decepcionar quiere decir, El grupo al alcance de su palabra
La instalación grupal de Bion es la de un conjunto de personas que entran en estado de desconcierto porque
quien se espera no responde a las demandas

La esfinge
La experiencia de grupo como lugar de la esfinge.
Escribe Bion: «He indicado ya que dentro del plano emocional, en aquellas situaciones donde los supuestos
básicos son dominantes, se pueden percibir en el material las figuras edípicas tal como sucede en un
psicoanálisis. Pero ellas incluyen un componente, poco tenido en cuenta, del mito de Edipo: la esfinge».
Bion piensa al grupo como espacio de interrogación.
Para Bion la función esfinge se vincula al conocimiento y al estado de grupo de trabajo. ¿Cómo se aloja lo que
cada uno ignora sobre sí? ¿Cómo se mira la propia extrañeza? La esfinge concentra preguntas sobre la
existencia que no tienen respuestas. Interrogantes en los que naufraga la identidad. La remoción de toda
seguridad. La esfinge monstruo del enigma. sacudir lo que existe, sin llegar a preformar lo que aún no existe.

. Cómo sucede pensar


De esa instalación no importa, ahora, volver a repetir las fórmulas que dicen cómo piensa el grupo, sino
advertir cómo sucede pensar en esa situación. El espacio de grupo como fluido que

Kaës, R.: Las teorías psicoanalíticas de grupo,

1- las investigaciones sobre el vínculo, las relaciones de objeto y las configuraciones vinculares
Riviere distinguió dos campos psicológicos del vínculo: un campo interno, que define una relacion e objeto
con un objeto interno, y un capo externo que define un vinculo con un objeto externo. La relacion de objeto
es “la forma particular que toma el yo al ligarse con la imagen de un objeto localizado en él” está constituida
por una estructura dinámica, en movimiento continuo, movida por factores instintivos que funcionan de una
manera determinada. Mientras que el punto de vista psicosocial corresponde al vínculo externo.
Bleger introdujo en la teoría del vinculo una oposición entre dos modos de sociabilidad: la sociabilidad
sincrética y loa sociabilidad por interacción.
La sociabilidad sincrética define una relacion que es, de hecho, una no-relación, pero que es un verdadero
vínculo. Cuando los individuos están en una no-relacion (ej. Fila en la parada de colectivo), están sin embargo
involuntariamente de acuerdo para mantenerse en ese estado de no-relación.
La sociabilidad por interacción implica una relación de objeto interna, una diferenciación en el espacio
psíquico y en el espacio intersubjetivo.
Lo que diferencia al vínculo de la relacion de objeto es que en el vínculo nos encontramos con algo otro. Esos
“otros” no son sólo figuraciones o representantes de las pulsiones, de los objetos parciales, de las
representaciones de cosa y de palabra, del sujeto mismo: son también otros, irreductibles a lo que ellos
representan para otro.
El vínculo de grupos posee una lógica propia: la del acoplamiento de las psiques sobre la base de las
relaciones de objeto (u otros organizadores) de los sujetos miembros del grupo.

2- El problema de las pulsiones en el vinculo de grupo.


Los trabajos sobre el apego han sugerido que, previamente a cualquier investidura de objeto, la pulsión de
aferramiento encuentra su primer fundamento en la necesidad vital de agarrarse al cuerpo de la madre;
mantener contacto con la superficie de su cuerpo y con la actividad psíquica que acompaña a los
acercamientos es una condición previa para cualquier apuntalamiento de la pulsión sobre la experiencia de
la satisfacción de las necesidades corporales indispensables para la vida.
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A esta corriente se pliegan las investigaciones que otorgan a la pulsión de dominio un lugar determinante en
la emergencia del vínculo y especialmente en la formación de la alteridad.
Avron infiere de la observación clínica un proceso inter-rítmico (o de interligazón rítmica) que señala un
modo energético de ligazón entre los individuos presentes en un grupo. Supone así u funcionamiento
pulsional que aseguraría la ligazón básica de los psiquismos, un funcionamiento diferente al de la pulsión
sexual y próximo a las perspectivas de Freud.
El juego pulsional organizado pos la tensión entre las pulsiones de vida y la pulsión de muerte sostiene las
vicisitudes de los movimientos de ligazón y desligazon en los grupos.

El vinculo como condición para la formación de la pulsión:


Abordar desde el ángulo del trabajo psíquico impuesto por la situación intersubjetiva del objeto.
Las curas nos confrontan con las condiciones de transformación de las excitaciones en pulsiones y,
ulteriormente en fantasía de deseo: podemos comprobar que esta transformación es tributaria de las
investiduras del entorno familiar, y más precisamente materno, en su relacion precoz con el niño. Para entrar
en vínculo, el sujeto debe cumplir ciertas exigencias de trabajo psíquico impuestas por el encuentro con el
otro, más precisamente con la subjetividad del objeto.

3- las identificaciones, los referentes identificatorios y los vínculos de pertenencia


Freud habla del contenido de la identificación como de una “pluralidad de personas psíquicas”, y dice:
gracias a este recurso las enfermas pueden expresar, por medio de sus manifestaciones mórbidas, los estados
internos de gran número de personas y no sólo los suyos: pueden sufrir, en cierto modo, por una multitud de
individuos. Observamos una concepción directamente grupal de la identificación, de la fantasía y de la
histeria.
Con el síntoma histérico Dora intenta mediante la identificación gozar del objeto del deseo del otro
apropiándose de ese deseo y de una parte de su identidad. El síntoma condensa esos deseos, sus objetos y
las defensas que se oponen a su realización.
Freud muestra así la triple sujeción del síntoma: somática, psíquica y grupal, efectuándose la ligazón entre
estos tres órdenes a través de las formaciones intermediarias entre el espacio intrapsíquico y el espacio de
los vínculos intersubjetivos que son la fantasía y las identificaciones.
En el ataque histérico “la enferma se dispone a ejecutar los actos y los gestos de las dos personas
intervinientes en la fantasía, o sea que se abandona a un identificación múltiple”.
En psicologías de las masas y análisis del yo, Freud, define la identificación según tres puntos de vista: como
la primera expresión de un enlace emocional con otra persona; como el sustituto regresivo de una elección
de objeto abandonada; y como la instalación en el sujeto de un elemento común entre él y el objeto, en
ausencia de toda investidura sexual de objeto. Cada una de estas dimensiones es constituyente a la vez de la
grupalidad intrapsíquica y del vinculo intersubjetivo.

La organización grupal de las identificaciones en el desarrollo psicosexual


Las identificaciones son la materia primera del vínculo grupal, y la dimensión grupal de las identificaciones
puede ser detectada a lo largo de todas las fases del desarrollo psicosexual.
La identificación primaria, constituida en la fase oral de la organización pulsional, plantea inmediatamente la
cuestión del apuntalamiento de la pulsión y del objeto sobre el cuerpo libidinal de a madre y, en el mismo
movimiento, sobre su actividad psíquica, es decir, sobre la organización de sus objetos internos. El pecho
como objeto común de la demanda del niño y del deseo de la madre y como “soporte de un primer proceso
identificatorio”. La primera identificación corresponde a una unificación del niño y a su alienación en el
deseo materno.
En la identificación narcisista el sujeto buscará ulteriormente amar a un objeto con el cual pueda amarse a sí
mismo de igual manera como se representa haber sido amado por su madre; como el niño ideal que ha sido
y que es siempre para ella, él mismo es por sí mismo esta madre lo ama. Esta identificación se establece en
movimiento de amenaza de pérdida y de diferenciación entre el yo y el otro.
El momento de la identificación especular va a precisar este desprendimiento. El análisis que Lacan propuso
de la experiencia del espejo articula precisamente identificación, funciones del yo, formación de las
instancias ideales, imagen corporal, imago y relacion con el semejante.

Para Lacan, la experiencia del espejo está en el origen del yo. La identificación del primer narcisismo a la
imagen corporal: esta imagen crea la unidad del sujeto, en “esa relacion erótica donde el individuo
humano se fija a una imagen que lo aliena a sí mismo”.
La identificación del segundo narcisismo, es decir, con el otro, permite al hombre situar con exactitud su
relacion imaginaria y libidinal con el mundo. En el espejo, el niño descubre que lo que ve allí es él mismo
58

y no otro, pero que hay algo otro. Ve dos imágenes, se identifica con la suya e identifica a la otra como
diferente de la suya y semejante a su reflejo.

Es sobre este trasfondo como la identificación introyectiva toma su consistencia y su valor estructurante, y
como podemos comprender sus fracasos. La introyección es un proceso primario mediante el cual el bebé
establece un vínculo emocional con sus objetos. Introduce en el yo no sólo el objeto, sino el conjunto de las
pulsiones y de los vínculos narcisistas y objetales enlazados al objeto. La introyeccion es la posibilidad de
mantener y conservar a la vez la investidura narcisista y la relacion con el objeto (con el otro) en su ausencia.
La identificación adhesiva es un fracaso de la introyeccion.
La identificación proyectiva es una proyección de partes de sí mismo en un objeto: también ella marca un
fracaso del proceso de introyeccion.
Las identificaciones edípicas complejizan y superan las organizaciones precedentes. Ésta da acceso a la
ambivalencia del vínculo social.

Los referentes identificatorios y la pertenencia grupal:


Los vínculos de grupo encuentran apoyo en los referentes identificatorios. Estos referentes materiales y
culturales articulan el espacio intrapsíquico, el espacio cultural y el espacio social. También son signos de
distinción.
Los referentes identificatorios movilizan las identificaciones inconscientes, las sostienen o las suprimen.
Cumplen un importante papel en la inscripción genealógica: integran el principio de la transmisión de la vida
psíquica entre generaciones.

4- Los mecanismos de defensa y las alianzas inconscientes.


El concepto de psique de grupo supone una hipótesis sobre el inconsciente y los efectos que este produce en
los grupos.
Anzieu:
 El Sí mismo de grupo definido como un continente dentro del cual se produce una circulación
fantasmática e identificatoria entre los miembros del grupo.
 Supone que algunos proceso y modalidades intersubjetivas y trans-subjetivas podrían contribuir a la
formación del inconsciente, pero también inscribir en él algunos de sus contenidos cuya característica
principal es ser compartidos o comunes con otros sujetos.

El Inconsciente colectivo (Jung) formado por las huellas de acontecimientos o de experiencias colectivas
dejadas en la memoria.
El grupo no es sólo considerado como un continente de inconscientes “individuales”; la atención se orienta
hacia las alianzas inconscientes, es decir, hacia los actos psíquicos de producción conjunta del inconsciente,
en el vínculo mismo entre los sujetos en un grupo. La base clínica de estas investigaciones es el análisis de las
modalidades del retorno de lo reprimido, de las transferencias, de la formación de síntomas y del discurso
asociativo.
Cada conjunto se organiza positivamente sobre investiduras mutuas, sobre identificaciones comunes, sobre
una comunidad de ideales y de creencias, sobre modalidades tolerables de realización de deseos. Cada
conjunto se organiza además negativamente, sobre una comunidad de renunciamiento y de sacrificios, sobre
borramientos, sobre rechazos y represiones, sobre un “dejado de lado” y sobre restos.

Las alianzas inconscientes: participan de las funciones metadefensivas: el grupo debe ofrecer a sus miembros
organizaciones defensivas comunes sobre las cuales ellos adosan sus propios mecanismos individuales de
defensa, principalmente contra las angustias psicóticas y arcaicas reactivadas por la regresión en la situación
del grupo.
El vínculo grupal y la formación de la realidad psíquica propia del grupo se organizan sobre una serie de
operaciones de represión, de renegación o de rechazo efectuadas en común por los sujetos de ese vínculo
para beneficio de cada uno. Esas operaciones caracterizan a las alianzas inconscientes.
La alianza inconsciente es una formación psíquica intersubjetiva. El conjunto así ligado sólo obtiene su
realidad psíquica de las alianzas, los contratos y los pactos inconscientes que sus sujetos consuman y que su
lugar en el conjunto les obliga a mantener. La idea de alianza inconsciente implica las de un obligación y un
sujetamiento.

Contratos y pactos narcisistas : la noción de contrato narcisista corresponde a la atribución a cada uno de un
lugar determinado en el grupo e indicado por las voces que sostuvieron, antes de que apareciera el recién
llegado, un discurso conforme al mito fundador del grupo.
59

Pacto denegativo se lo ha definido mediante este concepto diversas operaciones (de represión, denegación,
renegación, desmentida, rechazo o enquistado) que, en todo vínculo intersubjetivo, se requieren de cada
sujeto para que el vínculo pueda constituirse y mantenerse. Este acuerdo inconsciente sobre lo inconsciente
es impuesto o consumado mutuamente para que el vínculo se organice y se mantenga en su
complementariedad de interés, para que se garantice la continuidad de las investiduras y de los beneficios
ligados a la subsistencia de la función de los ideales, el contrato o del pacto narcisista. Se desprenden así dos
polaridades del pacto denegativo, una organizadora del vínculo y del espacio intrapsíquico, otra defensivo del
espacio interno y del espacio intersubjetivo. En este sentido, el pacto denegativo es una metadefensa: crea
en el conjunto un no-significable, uno-tranformable; zonas de silencio, bolsones de intoxicación, espacios-
basurero o líneas de fuga que mantienen al sujeto de un vínculo ajeno a su propia historia.

La comunidad de renegación: en todo vínculo, la comunidad de renegación se ejerce sobre la realidad del
objeto del deseo del otro y mantiene un estado de no-separación entre los sujetos de un vínculo. Se
acompaña por eso de un régimen de identificaciones narcisistas y proyectivas cruzadas.

La alianza denegadora: esta noción permite caracterizar una situación donde el vínculo es utilizado para
mantener fuera de la represión secundaria representaciones rechazadas por medio de la renegación.

Las alianzas perversas se especifican por la desmentida común, por el secreto compartido y por el dominio
que el perverso ejerce sobre sus compañeros, con la complicidad consciente o inconsciente de estos.

5- La categoría de lo intermediario y las funciones fóricas.


Hemos propuesto el concepto de función fórica para especificar esos emplazamientos y esas funciones en la
organización del vínculo intersubjetivo: ellos son necesarios para el proceso de acoplamiento psíquico
intersubjetivo.
El portavoz es aquel que en el grupo, en un determinado momento, dice algo, enuncia algo, y ese algo es el
signo de un proceso grupal que hasta allí ha permanecido latente o implícito, como escondido dentro de la
totalidad del grupo. El portavoz no tiene conciencia de enunciar algo de la significación grupal que circula en
ese momento, sino que enuncia o hace algo que vive como propio.
En los grupos operativos de aprendizaje el portavoz es el miembro del grupo que, a causa de su historia
personal, expresa algo que permite descifrar al proceso latente, revela los aspectos latentes del proceso, es
el “indicador” de la enfermedad o de la ensoñación inconsciente del grupo.
El Porta-voz como el porta-palabra se sitúa en la articulación del proceso individual y del proceso grupal: uno
y otro cumplen una función metafórica o metonímica de representación.
En la clínica psicoanalítica del grupo, el emplazamiento ocupado por el porta-palabra se sitúa en lso puntos
de anudamiento de tres espacios: de la fantasía, del discurso asociativa y de la estructura intersubjetiva;
puntos donde se anudan los emplazamientos subjetivos de varios miembros del grupo que el porta-palabra
representa y cuya palabra él porta. El análisis del proceso asociativo y de las transferencias en situación de
grupo muestra que el porta-palabra porta él mismo su propia palabra desconocida y que puede conocerla a
través de lo que enuncia por otro o a otro.
El concepto de porta-palabra se refiere aquí de manera central a una concepción del sujeto del inconsciente
en su relación con la palabra hablada. Es el indicador o el analizador de las perturbaciones del grupo o el
revelador del común denominador de la situación.

6- Las representaciones y los vínculos de pensamiento:


El pensamiento de grupo corresponde a formas y contenidos de pensamiento producidos por el grupo en
tanto son el resultado de procesos específicos. Está determinado por diversas modalidades de las
identificaciones con los objetos comunes, por los mecanismos de defensa y las alianzas inconscientes, por
los significantes comunes y los dispositivos de interpretación que los miembros del grupo han establecido
para que el grupo pueda constituirse y mantenerse.
En el pensamiento en grupo se trata de definir las condiciones intersubjetivas, aquí grupales, de la
emergencia y el desarrollo del pensamiento portador de un pensamiento que piensa su propia situación en el
grupo. El estudio del pensamiento en grupo se basa en las condiciones intersubjetivas grupales a partir de las
cuales el pensamiento se produce o no se produce.
Berenstein Isidoro: “Una visión personal del psicoanálisis de las configuraciones vinculares”
El vínculo es una estructura inconsciente que liga a dos o más, generando una suerte de elección
inconsciente, esto es en base a una realización retroactiva, pero lo fundamental es que los sujetos a su vez
van a ser determinados por esa relacion de presencia.
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Esta definición ha de relacionar dos campos llamados relación de objeto y vínculos de (entre) sujetos. Muestra
nuestro camino, no el único seguramente, de un arduo andar entre lo particular, lo individual y la
singularidad derivada de ese universal dado por lo “inter” o el “entre” uno y otro. Una discusión
psicoanalítica involucra una consideración del sujeto y lo que he llamado “multiplicidad”, el lugar del otro y el
otro en su diferencia con el objeto interno y el objeto externo, la realidad interna y su relación con la realidad
externa, la semejanza y la ajenidad en el vínculo entre sujetos y, como se insinúa más arriba, también algunas
ideas acerca del origen.

El vínculo es entre sujetos.


Un sujeto resulta primero de la investidura del yo a partir de los otros, de las zonas erógenas, del yo corporal,
parcial, inicialmente fragmentado. Sus mecanismos, los de investidura, son la identificación, expresada como
“deseo ser como tú”, o lo que llamaremos imposición dicha como deber: “debes ser como yo”. Tanto la
identificación como la imposición primarias son con y desde el otro, inicialmente los padres respecto de un
bebé en quien, por otra parte, establecen marcas inconscientes en la fundación de su psiquismo y empujan
una forma de ser y de hacer. Así se forma como sujeto del vínculo, en ese paraíso de la pertenencia a ese
subconjunto, que lo hace sujeto social.
Así se produce tanto un yo escindido, plenamente aceptado, así como un sujeto múltiple. Es “múltiple” el
conjunto de suplementación del sujeto correspondiente a cada vínculo significativo y es precisamente lo que
lo hace indeterminado, ya que se determinaba en la relación con el yo-cuerpo y lo pulsional. Eso parecía
claro, y también se determina en el vínculo con el otro y lo social. El sujeto se sostiene en el sentimiento de
pertenencia inherente al vínculo, distinto al sentimiento de identidad inherente al yo, ambos hacen a la
construcción de la subjetividad, proceso este de constitución del sujeto y todo lo atinente a él desde el punto
de vista psicoanalítico.

Modalidad de relaciones en la familia:


Hay dos tipos de relación:
1. La de pareja entre dos integrantes de estructuras familiares distinta, entre dos ajenidades que
intentan infructuosamente ser suprimidas.
2. La relación entre los padres y el hijo, relacion de estructura, donde hay lugares que investirán al yo así
como éste deberá investirlos, convirtiéndolos en un lugar propio, el de cada uno y el de los otros de la
estructura de parentesco. Son lugares: padre, madre, hijo, cuarto término.
En el vínculo entre sujetos, los deseos no remiten a uno solo, el yo.

Relación de objeto y ausencia del otro:


La fantasía inconsciente y la fantasía diurna del yo recubren al otro pero no del todo, ya que su cualidad de
presencia necesariamente excede lo que se acostumbra llamar relacion de objeto proyectada en el objeto
externo. En un acto psíquico distinto pasará de “ser” a “tener-lo” como objeto. Resultado de la ausencia del
sujeto materno o paterno y lo que permite aceptarla, se constituye la relación de objeto.

La imposición:
Imposición es la acción de otro sobre el otro o de éste otro al establecer una marca no dependiente del
deseo de quien la recibe, y que requiere de una relación entre quien la impone y a quien le es impuesta.
Imponer es una acción constitutiva y como tal refiere a la obligatoriedad de incluir y hacer un lugar a una
marca proveniente de un nuevo significado en el vínculo entre dos sujetos. Nuevo refiere a que el sujeto no
la tenía previamente a su inclusión en ese vínculo.
En la relación de objeto el mecanismo constitutivo es la proyección-introyección en sus distintas variedades,
con los cuales el propio yo con lo que recibe del otro produce el objeto, aquello que puede reconocer y
aceptar como propio.

La variedad de ajenos:
Hay tres elementos ajenos con relación al sujeto:
 El inconsciente reprimido
 La alteridad del otro
 La dimensión social del conjunto del que forma parte.
Lo que tiene de común entre sí estos tres elementos es el de ser ajenos al propio yo.

Acerca del origen


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El punto de partida de un encuentro significativo con el otro puede constituirse o no en un origen, esto es,
implicar una novedad. Se habla de origen cuando la serie de acontecimientos que siguen remiten a él y llevan
su marca. Un encuentro es significativo si modifica a quienes lo producen.

Otra resistencia
Freud ubicó la resistencia como un problema de la técnica encarnado en la practica psicoanalítica, ya que es
un impedimento para su consecución, surgido como oposición a asociar libremente, así como incluyéndose
en la transferencia. Pero no sólo se trató de n obstáculo a suprimir sino que adquirió sentido en sí mismo
para la practica analítica ya que siguió el modelo de la defensa y de la relacion del yo con lo inconsciente. La
resistencia se relaciona con la represión, como el esfuerzo de desalojo o esfuerzo de suplantación, es decir
con el esforzar continuo de las pulsiones. Ante la presencia del otro, la pulsión trata de investirlo como
objeto deseado, pero la parte ajena de ese otro supuestamente deseado no puede ser abarcada por el
deseo, que sólo lo acepta en tanto semejante, posible de identificar o, a lo sumo, en tanto diferente, con el
cual podrá superponer poco a poco con el propio cuerpo mediante la identificación. En ese camino sigue los
mandatos del ideal. El semejante estimula la investidura de la pulsión.
Nada de esto es posible con lo ajeno del otro, por lo tanto una posibilidad es declararlo hostil.
Otro camino es exponerse a inscribirlo, los cual supone no encontrar dentro de sí una representación. Es
otorgarle carácter de nuevo cada vez que se presenta. Una contrainvestidura es declararlo semejante y
suprimir lo ajeno del otro y de sí mismo, lo cual constituye una resistencia.
Freud describió 5 resistencias, las tres instancias del yo:
 La represión contra la acción de las pulsiones
 La resistencia de transferencia derivada de la anterior
 El beneficio secundario o la oposición a abandonar la satisfacción sustitutiva del síntoma a veces al
propio yo
 La del ello o de lo inconsciente vinculada a la compulsión de repetición y expresada como reacción
terapéutica negativa.
 La del superyó referida a la culpa inconsciente y necesidad de castigo.
Otra resistencia sería la de inscribir o incorporar la presencia del otro con quien se da, y no puede no darse,
una experiencia significativa. La particularidad es que la pertenencia a la relación con ese otro específico y
singular lo erige a uno como sujeto propio de esa relación. Entonces, a la escisión del yo, a su unidad
imaginaria como identidad, debe agregarse su multiplicidad acorde a la pertenencia. La resistencia le hace
proclamarse idéntico y único. Esta resistencia a aceptar lo ajeno del otro aquello que no es pasible de
identificación y que sin embargo lo marca como sujeto de esa relacion. Es una resistencia al vinculo con el
otro que inevitablemente altera al narcisismo, por mucho que el yo se declare inaccesible, o sea altera al
propio yo. Esa presencia excede la representación y la investidura objetal. El objeto proyectado no coincide
con el otro.
No se trata de renegación, la resistencia a la vincularidad se opone a dar lugar a una presenta indicada por la
ajenidad del otro. Su rechazo no es del orden de la represión con desinvestidura y posibilidad de
contrainvestidura. No es un retorno a una representación previa, sino una oposición a una nueva inscripción
del otro.
Lo ajeno no tiene inscripción inconsciente, pues cuando la tiene se hace posible simbolizarlo9, esto es,
hacerlo propio. Lo ajeno es del orden de lo irrepresentable y no obstante deberá hacérsele un lugar, lo cual
convoca a ser un sujeto otro.
Cabe preguntarse si la resistencia a la ajenidad de otro y al vinculo con él es un fenómeno individual y/o
vincular y/o quizá institucional y social.
La resistencia a lo ajeno es un fenómeno vincular e institucional.

Bion, W.R.D.: Experiencias en Grupos. Dinámica de grupos

Klein considera que una parte esencial de la regresión consiste en la creencia de que un grupo existe como
algo distinto de un agregado de individuos y también son partes de su regresión las características de que el
grupo existe por el hecho de que la regresión implica para el individuo una pérdida de su “particularidad
individual”, que no se diferencia de una despersonalización y, por lo tanto, le impide observar que el grupo
es un agregado de individuos. De esto se deduce que si el observador estima que hay un grupo, los
individuos que lo componen deben haber experimentado esta regresión. Recíprocamente cuando los
individuos que componen un “grupo” por una razón u otra se sienten amenazados, el grupo cae n el estado
emocional conocido como pánico.
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El grupo de trabajo
En cualquier grupo pueden encontrarse rasgos que revelan una actividad mental. Aunque sea en forma
casual, todo grupo se reúne para “hacer” algo.

Los supuestos básicos


La actividad del grupo se ve obstruida, diversificada, y en ocasiones asistida por algunas otras actividades
mentales que tienen en común el atributo de poderos tendencias emocionales. Estas actividades, que a
primera vista parecen caoticas, adquieren cierto grado de cohesión si admitimos que surgen de supuestos
básicos comunes a la totalidad del grupo.
Por ejemplo que suponen recibir un tratamiento, ahí actuaria un supuesto básico de dependencia.
En un grupo de emparejamiento existe un sentimiento de esperanza, los sentimientos de este tipo de grupo
son el polo opuesto a los sentimientos de odio, destrucción y desesperación. Ahí será una idea o una persona
la que salvará al grupo, pero el fin a lograr, la esperanza mesiánica, no debe verse realizada.
Otro es el grupo reunido para luchar o para huir de algo.
Lo común a todos los grupos es participar de una actividad y la existencia de un instinto gregario. En
contraste con la función del grupo de trabajo, la actividad de supuesto básico no demanda del individuo una
capacidad para cooperar, sino que depende del grado en que los individuos posean aquello que he llamado
valencia.
Para explicar el destino de los supuestos básicos he postulado la existencia de un sistema protomental
dentro del cual la actividad física y mental esta indiferenciada, y permanece fuera del campo que
ordinariamente se considera adecuado para las investigaciones psicológicas.
Dentro del pequeño grupo terapéutico cuando el grupo de dependencia está en actividad, existe la tendencia
a producir un subgrupo que toma sobre sí la función de interpretar ante el grupo al líder del grupo
dependiente, representado generalmente por el analista. Dentro del grupo de ataque –fuga existe un
subgrupo que desempeña una función similar.
Al hablar de la mentalidad del supuesto básico deberemos mencionar dos características:
 La interpretación de la actividad en el nivel de los supuestos básicos revelan una relacion
distorsionada con el tiempo.
 Consiste en la ausencia de todo proceso de evolución como parte de la mentalidad del supuesto
básico; los estímulos para el desarrollo reciben una respuesta hostil.

Relacion entre un supuesto básico y otro.


Aún concediendo que el postulado de los supuestos básicos contribuye a dar forma y significado al complejo
y caótico estado emocional que el grupo descubre ante el participante dado a la investigación, no existe
explicación razonable de por que deben existir tales supuestos.
Cada uno de los tres supuestos incluye la idea de un líder. El grupo ataque-fuga muestra un total
desconocimiento de la comprensión como técnica. Todos sus miembros ser oponen al desarrollo, que en sí
depende de la comprensión. El grupo de trabajo, por el contrario, reconoce ambas necesidades:
comprensión y desarrollo. Así , el grupo especializado de trabjo que funciona de acuerdo con el supuesto
básico de dependencia, no está exento de preocupaciones ligadas con ideas mesiánicas que parecerían
corresponder con más propiedad al grupo de emparejamiento.
En el grupo de emparejamiento el subgrupo aristocrático permite padres de elevado rango, y cuna palaciega,
ero el niño es notable sólo por identificarse con el resto de nosotros.
El grupo ataque-fuga expresa un sentimiento de incapacidad para la comprensión y el amor sin el cual, por
otra parte, la comprensión no puede existir. Pero el líder del grupo ataque-fuga vuelve a poner a la vista uno
de los componentes temidos, una aproximación al padre temido o al niño.
Por otra parte, los tres grupos de supuesto básico parecen ser, a la vez, agregados de individuos que
comparten entre sí las características de uno de los personajes de la situación edípica, que son dependientes
de cualquiera de los supuestos básicos que esté en actividad.
Lo esencial aquí consiste en el sentimiento que acompaña a la idea expresada, si bien se supone que soy el
líder del grupo (analista) no se percibe como tal.
Dentro del plano emocional en aquellas situaciones donde los supuestos básicos son dominantes, se pueden
percibir en el material las figuras edípicas tal como sucede en un psicoanálisis. Pero ellas incluyen un
componente del mito de Edipo: la esfinge. Algunas veces, cuando mis intervenciones han provocado mayor
ansiedad que l usual, se emplean ciertos términos que casi no requieren interpretación para que el grupo
capte la similitud. No conozco ninguna otra experiencia que demuestre más claramente el terror suscita una
actitud inquisitiva que la experiencia grupal. Pues el grupo, al ser en sí mismo el objeto de interrogación,
origina temores de una naturaleza extremadamente primitiva. Mi impresión es que el grupo se aproxima
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estrechamente, en las mentes de los individuos que lo componen, a fantasías muy primitivas con respecto al
contenido del cuerpo materno.
Los elementos de la situación emocional están tan estrechamente ligados a las fantasías propias de las
ansiedades primitivas que, cuando la presión de la ansiedad se hace demasiado grande, el grupo se siente
impulsado a tomar una acción defensiva.
Supongamos que toma la forma del grupo de ataque-fuga, es decir, una descarga de odio que encuentra
salida en ataques destructivos dirigidos a un supuesto enemigo, o en huir del objeto aborrecido. La
indiferencia que el grupo manifiesta con respecto al individuo, y sobre todo la incapacidad del grupo para
escapar por este medio de la escena primaria primitiva, conduce nuevamente a una descarga de ansiedad y a
la necesidad de otro cambio de supuesto.
La introyección y la proyección del grupo, que por momentos es el temido investigador y por momentos el
temido objeto de la investigación, constituyen una parte esencial del cuadro y contribuyen a aumentarla
confusión que reina en la escena, a menos que se las reconozca como muy activas.

Resumen
Las funciones del grupo de trabajo se dan junto a un comportamiento, con frecuencia fuertemente teñido
con elementos emocionales, que sugería que los grupos reaccionaban emocionalmente a uno de los tres
supuestos básicos. La idea de que tales supuestos básicos surgen en forma involuntaria, automática e
inevitable.
La esperanza mesiánica del grupo de emparejamiento, guarda cierta similitud con la deidad del grupo
dependiente. Dentro de cada grupo de supuesto básico encontramos ansiedad, temor, odio, amor. El
“cemento” que los liga unos a otros está constituido por culpa y depresión en el grupo dependiente; por
esperanza mesiánica en el de emparejamiento; y por disgusto y odio en el de ataque-fuga.
En ocasiones es posible apreciar que el genio nonato del grupo de emparejamiento, es muy similar al dios del
grupo dependiente; en verdad, en aquellas ocasiones en que el grupo dependiente apela a la autoridad de
un líder del “pasado” se aproxima muy estrechamente al grupo apareado, que apela a un líder “futuro”. En
ambos el líder no existe; sólo existe una diferencia de tiempo y una diferencia en la emoción.

El punto de vista psicoanalítico:


Freud dedujo dos de estos grupos especializados de trabajo: ejército e iglesia como de emparejamiento. La
aristocracia también, pues el interés que se pone de manifiesto en pro de la conservación de una casta
carece de la atmosfera científica que asociaríamos con la actividad mental dirigida hacia la realidad externa.
En el ejército se manejan fenómenos de ataque-fuga y la iglesia de dependencia.
Freud también postula la existencia de un instinto gregario. El individuo es miembro de un grupo, y lo ha sido
siempre, aun cuando su participación en dicho grupo consista en comportarse de tal manera que parezca
demostrarnos que no pertenece en absoluto a ningún grupo. El individuo es un animal de grupo que está en
guerra tanto con el grupo como en aquellos aspectos de su personalidad que constituyen la esencia de su
carácter gregario.
Le Bon describe que un líder es alguien bajo cuya dirección se coloca instintivamente un conjunto de seres
humanos, aceptando su autoridad como jefe; el líder debe adaptar sus cualidades personales al grupo, y
debe estar sostenido por una fe poderosa para despertar la fe del grupo.. cuando el comportamiento o las
características de un líder no se ajustan a los limites fijados por el supuesto básico predominante, el grupo lo
ignora.
Con el termino valencia identifico la capacidad del individuo para combinarse en forma instantánea con otros
individuos, de acuerdo con una pauta de conducta establecida –los supuestos básicos-
A la luz de mi experiencia en grupos, el psicoanálisis puede ser considerado como un grupo de trabajo que
tiende a estimular el supuesto básico de emparejamiento. El componente libidinal dentro de los nexos que
unen al grupo es característico del grupo de emparejamiento, pero yo pienso que su naturaleza es distinta
cuando se trata e un grupo dependiente y del grupo ataque-fuga. Cristo o el Mesías no es el líder del grupo
dependiente sino del de emparejamiento, ya que el Mesías o la idea mesiánica ocupa en éste, una posición
central y el nexo entre los individuos es libidinal.
El lazo que une al grupo de trabajo es la cooperación.
La noción que Freud tiene sobre el líder, al que describe como aquel de quien el grupo depende y de cuya
personalidad derivan sus cualidades, surge de considerar la identificación como si fuera casi por completo un
proceso de introyeccion de parte del yo. La identificación de individuo con el líder depende, no de la
introyeccion como elemento aislado, sino también de un proceso simultaneo de identificación proyectiva.
En el grupo ataque-fuga, el líder no goza de mayor libertad para ser él mismo que cualquier otro miembro del
grupo.
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El líder del grupo de trabajo tiene, al menos, la virtud de poseer contacto con la realidad externa; en cambio,
al líder del grupo de supuesto básico no se le exige esa cualidad.
El pánico es un aspecto del grupo ataque-fuga, aunque el pánico, la huida y el ataque incontrolado son en
esencia lo mismo.
El individuo que participa en un grupo terapéutico tiene derecho a esperar su curación. Los pacientes están
convencidos casi sin excepción que el grupo es inútil y no los puede curar. Estos pacientes experimentan que
sus ansiedades no encuentran nada que las mitigue, sino que , por el contrario, se trata de una demostración
detallada y cuidadosa de que sus sospechas y resentimientos, vagfos y defectuosamente formulados, se
basan con frecuencia sólo en actitudes de grupo demasiado sustanciales con respecto a ello y sus problemas.

Anzieu, D.: El grupo y el Inconciente.Segunda

A) panorama de la vida grupal inconsciente


La explicación económica de corte hermenéutico da cuenta del grupo como sistema de fuerzas.
La cohesión de un grupo se atribuye a la implicación de los miembros en la elaboración de los fines y de las
normas comunes y en el establecimiento de una red de relaciones interindividuales, especialmente de
simpatías, cuando esos fenómenos conscientes son la consecuencia de un proceso inconsciente
fundamental, esto es, cuando un número suficiente de fantasías individuales ha entrado en resonancia entre
sí o cuando el grupo se ha cristalizado en torno a una imago común.

La ilusión grupal y las fantasías de rotura


Llamamos ilusión grupal al sentimiento de euforia que los grupos en general experimentan en determinados
momentos y que se expresa como “estamos bien juntos”.
La ilusión grupal supone que el grupo se establezca como objeto libidinal.
El “grupo” se convierte en el objetivo del grupo, restauración colectiva de los narcisismos individuales
amenazados. Así, en el aparato psíquico de los participantes, el grupo funciona como el YO ideal.
En el caso en que el grupo se estructure en torno al Ideal del Yo, lo que se carga libidinalmente es la imago
del padre omnipotente y condescendiente. En el caso en que el grupo se estructure en torno al Yo Ideal es la
imago de omnipotencia narcisista.
La pareja ilusión grupal-fantasías de rotura gobierna las oscilaciones “primarias” (en el sentido
psicoanalítico) observables en los grupos.

El grupo, realización imaginaria del deseo y de la amenaza:


Si el grupo produce la ilusión grupal, es a causa de un proceso más general: el “grupo” fabrica simple ilusión.
En las representaciones colectivas, el grupo pequeño funciona también como un lugar de realización
imaginaria de las amenazas del Superyó y como un lugar de realización real de las amenazas de la sociedad
global.
A través de estas ensoñaciones o de estas acciones, lo que se persigue es una ilusión y el placer intenso que
ellas procuran es el placer de una realizació9n de deseo en forma de ilusión.
Como en el sueño, los procesos psíquicos primarios que en el grupo erigen un objeto del deseo común a los
miembros, son el desplazamiento, la condensación, la figura simbólica y la conversión en su contrario. Como
en el sueño, la elaboración secundaria reordena los resultados de los procesos primarios: esto se traduce en
los grupos, por ejemplo, en una producción de relatos con valor mítico o en construcciones intelectuales de
naturaleza ideológica.

El espacio imaginario del grupo:


Las imágenes subyacentes del cuerpo se exteriorizan generalmente de la forma siguiente: si esta disposición
es un círculo, el grupo es una boca donde salen los discursos coherentes del grupo, o una multiplicidad de
bocas que se devoran entre sí. En todos los casos, la disposición circular o elíptica evoca en los interesados
una imago materno, mientras que la disposición en filas tipo escolar tiene como finalidad inconsciente
imponer la prevalencia de la imago paterna.
El vacío central es tan angustioso que participantes y monitores sienten la necesidad de reducirlo, situando
mesas o bien delante de los participantes, o bien en el medio, o también a ambos lados. Este centro es vivido
como el lugar imaginario ocupado tanto por el objeto malo (en el grupo las pulsiones destructivas se
proyectan no hacia el exterior sino hacia el centro).

La escisión de la transferencia
La transferencia positiva tiende a concentrarse en los grupos pequeños; la transferencia negativa, en el grupo
amplio. La fijación en la reunión plenaria de las angustias de fraccionamiento y de destrucción, así como de
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las angustias persecutorias o depresivas, mantiene en el grupo amplio un nivel de regresión constante y
arcaico. El grupo pequeño se convierte en el lugar imaginario del placer; el grupo amplio, en el lugar
imaginario de la muerte.
No sólo la naturaleza es diferente sino también el objeto de la transferencia. En el grupo pequeño la
transferencia central se dirige al monitor, pero las transferencias laterales de los participantes entre sí son
igualmente activas y significativas.
En cambio en el grupo amplio la transferencia lateral es mínima y la transferencia se dirige hacia el grupo
pequeño de los monitores en su conjunto es decir del considerado grupo interpretante.

Las manifestaciones de las angustias arcaicas:


La amenaza de un ataque a la integridad del Yo (fantasías de rotura) moviliza:
a. Cuatro tipos de angustia arcaica relacionadas con la imago materna
 Angustia de aniquilamiento o de vacío
 Angustia esquizoide de fraccionamiento
 Angustia persecutoria
 Angustia depresiva
b. Una serie de procesos defensivos contra tales angustias:
 Escisión del objeto en bueno y malo
 Identificación proyectiva
 Fragmentación
 Restauración reparadora del vínculo.

Los preceptos “amos los unos a los otros”, “la unión hace la fuerza” son exhortaciones para no dejarse ganar
por la angustia persecutiva, la que se despliega bajo la forma de interpretaciones “salvajes” que los
participantes se aplican mutuamente.

La angustia depresiva (“no llegamos a nada”) es mas fácilmente tolerada y expresada. Uno de los
mecanismos de defensa que suscita es la identificación con los monitores.

La angustia de aniquilamiento afecta más que las anteriores pues contiene una amenaza de destrucción vital,
de castración radical de todo el cuerpo. Los mecanismos de defensa que connotan la presencia de esta
angustia en los grupos se encadenan generalmente en el orden siguiente: el silencio, la identificación con el
agresor y con la víctima y el “emparejamiento”.

El Yo, el grupo y la reorganización de las identificaciones:

Las técnicas de grupo no directivas ponen en tela de juicio las identificaciones imaginarias individuales y
obligan a los participantes a abandonarlas al precio de una angustia de “rotura”, de un miedo a cambiar y del
sentimiento del peligro de volverse loco.

Área transicional en el grupo: el grupo se convierte en un contenedor de las pulsiones, de los afectos y de las
fantasías que circulan entre los miembros; facilita la constitución de una envoltura psíquica que cada uno
puede interiorizar en lugar de un Yo-epidermis demasiado rígido, o demasiado agujereado o demasiado
inconsciente. Los participantes tienen ocasión de revivir y de reencontrar, con relacion a los demás, los
vínculos humanos fundamentales (Winnicott, Kaës). El grupo es una estructura de acogida, de elaboración y
de reparación de las usurpaciones, de los traumatismos acumulativos, de las rupturas sufridas actualmente, o
también con anterioridad, por los sujetos, y contribuye a restaurar en ellos la actividad de simbolización.

Desde la posición de doble apoyo, descrita por Kaës y propia del aparato psíquico grupal, se deduce que el
grupo puede ser también utilizado por los participantes como una pérdida compensatoria, como una pantalla
defensiva o como un fetiche denegador, bien con relación al inconsciente individual, o bien a la cultura

circundante en su aspecto de inconsciente social o en el de sus valores establecidos, costumbres, creencias y


ritos.

Algunos otros fenómenos:

Las formaciones de compromiso toman formas específicas en los grupos: son los mitos, las utopías y las
ideologías. Las ideologías que parten del Yo ideal son de dos clases: persecutivas o depresivas. Solamente las
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que parten del ideal del Yo atestiguan el paso del aparato psíquico a la posición reparadora, a la sublimación
de las pulsiones parciales, al orden simbólico.

Cinco organizadores psíquicos inconscientes:

La circulación fantasmática

Las relaciones entre los seres humanos se ordenan en torno a dos grandes polos, la técnica y la fantasía. El
polo técnico está ligado al desarrollo del sistema percepción-conciencia y a la realización de tareas comunes
o en común; permite la circulación de bienes e ideas. El vínculo interhumano-inconsciente en la pareja, entre
el grupo, en la vida familiar y social, resulta de la circulación fantasmática: estimula, influye o impide que se
desvíen las realizaciones técnicas reales reúne u opone a los individuos incidiendo más en las maneras de ser
y de sentir que en las formas de actuar: quiere provocar la puesta en común de la realización imaginaria de
las amenazas y de los deseos individuales inconscientes.

La fantasmatización es una actividad del Prcc; articula las representaciones de cosas y las representaciones
de palabras según las relaciones complejas. La capacidad de fantasear es uno de los rasgos más importantes
del Yo.

En todo encuentro que se realiza entre dos o más seres, el sujeto humano o bien se repliega sobre sí mismo
para proteger su identidad amenazada y sus fantasías para que el otro o los otros entren en su juego.

¿Qué es la fantasía individual? Es un guión imaginario representado por algunas personas; el sujeto
generalmente está represente en la escena como espectador y no como actor. De ello deriva que la fantasía
tiene una organización grupal interna. El sujeto intenta realizar este guión en su conducta, en sus síntomas,
en sus sueños nocturnos. Las posiciones que hace que ocupen losa otros y él mismo son permutables; el
desarrollo del guión puede comprender algunas variantes de su estructura: sigue siendo la misma, cada
personaje del guión resulta de una o varias identificaciones de procesos psíquicos internos que se encuentran
así personificados, el aparato psíquico utiliza las identificaciones-proyecciones del individuo para que las
instancias psíquicas y las pulsiones que obran en él sean representables y para dramatizar sus relaciones y
sus conflictos.

Un primer organizador psíquico inconsciente del grupo:

La fantasía individual.

La resonancia fantasmática es el reagrupamiento de algunos participantes en torno a uno e ellos.


Reagrupamiento quiere decir no tanto acuerdo como interés, convergencia, eco y estimulación mutua.
La fantasía individual inconsciente se trata de un primer organizador psíquico de la vida del grupo. Spitz
distingue tres organizadores en el niño pequeño: la sonrisa a la persona humana, la angustia ante el rostro
extraño o angustia de la pérdida del objeto de amor, el recurso al no por el gesto y la palabra.

La resonancia fantasmática intra-grupo se dirige a la problemática individual de un miembro, sino al


denominador común de las fantasías inconscientes de los miembros o a los mecanismos de defensa
colectivos movilizados contra la tensión común. Finalmente, sólo toma en consideración la transferencia
central sobre el psicoanálisis, ya que las transferencias laterales entre los miembros son consideradas como
desplazamientos de la transferencia central.

El primer organizador psíquico inconsciente del grupo apunta a constituir un aparato psíquico grupal,
partiendo de un aparato psíquico individual, esta tendencia responde a la isomorfía que desembocaría en el
grupo piscótico, confusión de los aparatos psíquicos individuales. Los siguientes organizadores del grupo
obedecen a la segunda tendencia, van hacia una homomorfia creciente, en donde el aparato grupal se apoyo
sobre el aparato psíquico individual, pero diferenciándose de él.

Qué supone en cuanto estructura latente el que un grupo se organice de forma manifiesta en torno a la
fantasía inconsciente de uno de los miembros: que los otros miembros delegan inconscientemente en éste la
doble función necesaria y difícil de formar compromisos entre el Ello, el Superyó y la realidad, descargando
sobre el aparato grupal la responsabilidad de los conflictos de sus aparatos psíquicos individuales; el
individuo llamado precisamente central se sitúa como el Yo del grupo: el líder es entonces un árbitro.
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Un segundo organizador: LA IMAGO

No es la fantasía prevalente de un individuo, sino la imago del jefe. La imago pertenece al mismo orden de
realidad inconsciente que la fantasía, pero con un par de diferencias importantes. Primero, la fantasía es una
representación de la acción -de una acción que implica a algunos protagonistas que son personificaciones de
las pulsiones y de los mecanismos de defensa- mientras que a imago es una representación de persona,
representación que contribuye a constituir las instancias psíquicas reguladoras del Yo, que son el Superyó, el
ideal del Yo y el Yo ideal. Segundo, la fantasía se construye durante el desarrollo psíquico del individuo. Al
menos para Freud, la imago se habría construido históricamente durante el desarrollo de la especia y
preexistiría en el niño desde el nacimiento en forma potencial. De aquí el carácter universal de las imagos y
su predisposición a suministrar a los grupos, a las colectividades y a las organizaciones su unidad psíquica
profunda.

Bion ha desarrollado la intuición freudiana de la imago con el nombre de supuesto básico. El primer supuesto
básico es el de la dependencia. El segundo supuesto es del ataque-huida. Son estas imagos cuya carga
pulsional recibe después el padre, las que son revividas en los participantes en situación de grupo no
directivo. La dependencia corresponde a la forma primitiva de la libido, es decir, al vínculo que tiene el bebé
con el pecho bueno y que el ataque-huida correspondería a la forma primaria de la pulsión de muerte; es
decir, a la envidia destructora del pecho malo frustrante y destructor. Una y otra serían, pues,
representaciones del objeto parcial al que tiende la pulsión desde que se constituye el primer esbozo del
aparato psíquico.

El tercer supuesto es el de emparejamiento.

El segundo organizador (imago) tiende a asegurar al grupo un estado de equilibrio entre la tendencia a la
isomorfia y a la homomorfia.

Un tercer organizador: las protofantasías.

Estas fantasías se refieren a:

 A los orígenes del individuo: de la vida intrauterina y las escenas primitivas.


 A los orígenes de la diferencia de sexos

 A los orígenes de la sexualidad: de seducción.

La fantasía de castración toma una forma específica, como fantasías de rotura que reúnen la angustia fálica
de castración y la angustia oral de separación del pecho.

¿es el complejo de Edipo el organizador específico del grupo familiar o el metaorganizador grupal?

En la distinción de la estructura y la organización, los tres organizadores precedentes (la fantasía individual, la
imago y las protofantasías) asegurarían la organización fantasmática de la vida grupal, mientras que el
complejo de Edipo sería el fundamento de su estructura tópica.

Los tres organizadores han aportado ejemplos en el sentido de una homomorfia creciente: la resonancia de
una fantasía individual, la universalidad de una imago y lo que se podría llamar la “colectivización” de una
protofantasía. El primer fenómeno es específicamente, es decir, especialmente, pero no exclusivamente, en
los grupos, y en las instituciones. El segundo fenómeno es propio de las multitudes de los grupos formales o
informales y de las colectividades organizadas. El tercero parece el más específico de los grupos informales,
pequeños o amplios.

Sólo la familia puede hacer acceder al individuo a la organización edípica, sin embargo, cuando fracasa,
adolescentes y jóvenes adultos tienden a reunirse en grupos, en pandillas, en comunidades libres que
pueden, a veces, permitirles acabar una evolución edípica que había quedado en suspenso.

El grupo psicoterapéutico tiene un estatus intermedio entre la familia y el grupo. En efecto, igual que la
familia, el grupo psicoterapéutico moviliza en los participantes el complejo de Edipo.

Organizador, pseudo-organizador y desorganizador.


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Tanto en el grupo como en el individuo, la fantasía puede aparecer como un desorganizador. Lo es según la
naturaleza y la masividad de la angustia con la que está en relación, ya que el contagio, propio de toda
situación plural de la angustia (pareja, grupo, muchedumbre), se añade a la dificultad.

La fantasía del grupo-máquina traduce un debate con la angustia persecutiva, lo que supone algunos
silencios por la angustia de ser devorado. La ilusión grupal se constituye sobre una negación de la pérdida del
objeto de amor. Las fantasías de rotura son más difíciles de delimitar, se pueden explicar tanto en términos
de castración imaginaria como de perdida de l objeto, pero acompañadas de una proyección de la envidia
destructora.

Un quinto organizador: la imagen del cuerpo propio y la envoltura psíquica del aparato grupal.

La fantasía individual, la imago y el complejo de Edipo pueden organizar o desorganizar el aparato psíquico
grupal a condición de que éste posea un mínimo de estructura. La instancia dominante en el aparato psíquico
grupal tiende a ser, no el centro o el núcleo organizador, sino la envoltura que le asegura su unidad, su
continuidad, su integridad, su diferenciación periférica de lo interno y lo externo, con una zona de transición
entre uno y otro, que permite ciertos tipos de intercambios con unas barreras que impiden otros tipos de
intercambios, con zonas marginales de depósitos, de implicaciones, de olvidos.

Los tres primeros organizadores psíquicos inconscientes de los grupos –la fantasía individual, la imago y las
protofantasías- evolucionan desde una isomorfia de partida, con relación al aparato psíquico individual, hacia
la homomorfia creciente. El cuarto organizador, el complejo de Edipo, interviene en otra línea de fuerza:
opera en la diferenciación, jamás acabada y a menudo puesta en tela de juicio, del grupo-familia
(heterogéneo y natural porque está basado en la diferencia de sexos y de generaciones) y del grupo-
asociación (homogéneo y cultural, en el que, una u otra de estas diferencias, incluso las dos, no son tomadas
en consideración). El quinto organizador instaura otra diferencia entre el exterior y el interior en sus límites,
hace falta que se constituya una superficie que sea a la vez delimitadora, protectora, envolvente, inmunitaria
y que se convierta en fuente activa de iniciativas. Estas envoltura psíquica grupal constituye el quinto
organizador.

Estos cinco organizadores, independientes en cuanto a su naturaleza, son interdependientes en cuanto a su


funcionamiento. Están presentes en todos los grupos.

Principios del funcionamiento psíquico del aparato grupal:

Lo imaginario grupal se deriva de tres principios de funcionamiento psíquico propios del aparato grupal

1- Principio de Indiferenciación del individuo y del grupo:

Toda una dimensión de lo imaginario grupal, movilizada por ese principio, está hecha de juegos que
consisten en oponer y/o asociar al individuo con el grupo y al grupo con el individuo. La ilusión grupal y su
antagonismo, las fantasías de rotura (la diferenciación es vivida como un rompimiento) han proporcionada
ejemplos de ella

2- Principio de auto-suficiencia del grupo con relación a la realidad física y social.

Este principio hace que los grupos funcionen en dos niveles que tienden a mantenerse separados: el nivel de
los supuestos básicos, con el grupo busca una organización interna principalmente destinada a satisfacer la
resonancia fantasmática y/o imagógica entre sus miembros y el nivel del grupo de trabajo, en el que el grupo
se da una organización apropiada al análisis de la realidad exterior y a la acción refleja y concentrada sobre al
análisis de la realidad exterior ya la acción refleja y concentrada sobre los sectores de ésta que le interesan o
que le conciernen.

El grupo auto-suficiente es ante-edípico y anti-edípico: amor y odio, sexos y generaciones tienden a


confundirse con él, tanto en forma espiritualizada o intelectualizada de un grupo de perfectos iguales
supuestamente sin rivalidad, que se creen inmortales, que incluso pretenden gozar de una total
promiscuidad, como bajo la de una familia psicótica que proporciona. Dentro de ella, a sus miembros la
satisfacción de sus deseos incestuosos y mortíferos.
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3- Principio de delimitación entre un dentro del grupo y un fuera de él. Es también un principio de
englobamiento o de contenencia.

Una membrana psíquica, en las fases de crisis, la representación imaginaria cambia: la envoltura se endurece
y se rasga, o se pulveriza y se fragmenta; el interior del grupo se vacía de su sustancia, a menos que una zona
borrosa, intermedia, se establezca en la periferia del aparato grupal y que fenómenos transicionales lleven al
grupo a nuevos pensamiento que lo preparan para las transformaciones ya necesarias.

Bozzolo, R. “Los vínculos y la producción de subjetividades”

Los problemas de la subjetividad constituyen un campo de reflexión que intenta pensar las “formas de
existencia” de los sujetos, las modalidades del “ser sujeto” de una cultura dada, producidas por ciertas
prácticas sociales conformadas como dispositivos. Suscribimos al uso del término “campo”, definido como
aquel espacio o territorio simbólico caracterizado por un capital (simbólico) común y por la lucha (fuerzas en
pugna) por su apropiación. Como dice Bourdieu en estos campos siempre hay “algo en juego y gente
dispuesta a jugar”.
El campo de la subjetividad al ser caracterizado como complejo exige un abordaje tal que se anime a
enfrentar los impensables de cada saber disciplinario que pretende jugar en ese campo. Son sistemas
abiertos, y en esta concepción de apertura es la que posibilita la transformación que incluye necesariamente
el tiempo, es decir, la historia, el devenir.
Se ha generado en la actualidad la necesidad de otras formas del pensar, la episteme que hegemonizó los
saberes modernos en Occidente es la episteme “de lo uno”, así se pensó por separado lo que se intento
vincular: por un lado al individuo, por el otro a la sociedad, quedando formulada una verdadera antinomia.
Tal episteme, al pensar al individuo como “uno”, lo piensa al mismo tiempo indiviso y de una única manera
de ser. Lo distinto no es pensable más que en términos de jerarquía.

Los vínculos y los lazos sociales


La noción de “lazo” bajo la nominación de lazo social se encuentra en Durkheim como un intento de
encontrar el objeto de estudio de la sociología. Este autor se pregunta qué mantiene unida a la sociedad sin
que el deseo de cada sujeto lo arroje contra los otros. La respuesta es que lo que une a la sociedad como un
cemento es la conciencia colectiva o conciencia moral. Afirma que en las sociedades ágrafas la solidaridad. Es
mecánica, y se basa en la similitud y la homogeneidad; en las sociedades más avanzadas, la solidaridad es
orgánica, y se basa en la cooperación. El hecho social tiene las siguientes características: exterioridad,
potencia coercitiva y vida propia.
Lo social aparece como “más que la suma de las partes” ésta fue la visibilidad que pudo arrojar esta
episteme: el plus del organismo por encima de la suma de los elementos que lo constituyen.
Marx no sólo plantea la tarea de conocer la sociedad sino de transformarla. Formula que el despliegue d ela
sociedad humana se produce en el empeño de transformación de la naturaleza a través del trbajo, que
siempre supone relaciones de cooperación entre los hombres. Es en la producción de su propia vida como los
hombres se hacen tales. Las posiciones en torno del modo de producción inciden en producir la ideología, el
conjunto de representaciones del mundo.
Queda plateada la convicción de que sólo con otros hombres adviene hombre. Esto es, un proceso histórico,
es decir, los hombres y la sociedad son ambos productos del trabajo que surge frente a la necesidad de
sobrevivir, transformando la naturaleza.
Pensar el vínculo en su variante intersubjetiva, del contrato narcisista (Piera).
La constitución del psiquismo y el advenimiento del yo ¿pueden ser entendidos como producidos solamente
o principalmente por la trama intersubjetivos familiares o también por la compleja trama que constituyen las
distintas instituciones sociales? ¿Es el conjunto social, con sus significaciones, sus dispositivos sus
procedimientos específicos, el que se encarga del modelamiento del nuevo sujeto social?
La formulación de “mundo interno”/”mundo externo” vuelve a colocar en exterioridad a lo social y a
construir un “psiquismo puro interior”. Hay aquí una connotación de algo instituido, exterior al sujeto y de
potencia coercitiva.

Dimensión histórica:
Concebir a los sujetos hechos de un vez y para siempre, naturalizar su forma de existencia, anula la
posibilidad de transformación en el plano del sujeto individuado y en el plano de los colectivos humanos.
Tomamos de Castoriadis su concepción de que lo social es siempre socio-histórico. Al considerar a los
colectivos humanos, y aún a las psiques singulares, les otorga una capacidad de imaginación que llama
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“imaginación radical”, que permite producir las significaciones sociales, que constituyen la institución social,
que instituyen la sociedad. Postula que lo sociohistórico adopta diferentes formas de ser “sociedad”. Se
plantea la existencia de una forma del ser de las significaciones sociales en plena indeterminación, que
constituye el magma de significaciones disponibles a ser determinadas por el colectivo en un momento
histórico dado.
Plantea que los hombres se construyen en forma heterónoma, pues son producidos en y por un mundo que
lo preexiste; ello mismo hace que naturalicen la existencia del mundo social.
Afirma la existencia de una capacidad de instituir el mundo social por parte de los propios hombres, en apoyo
de aquello que constituye su real. Otorga a los colectivos humanos la facultad de dar sentidos determinando
significaciones sociales al extraerlas del magma de significaciones que se encuentra en plena
indeterminación.
Habla de la elucidación crítica como el trabajo que intenta pensar lo que los hombres hacen y saber lo que
piensan.
Las significaciones sociales se inventan, se crean en ocasión de algo, pero no como producto derivado de otro
orden.

Modos de subjetivación.
Foulcault formula al sujeto psíquico como una forma universal, indeterminada, pero fuente de toda
determinación y no susceptible de transformación radical.
Concibe la subjetividad como el modo en que el sujeto hace la experiencia de sí mismo.
Nociones como dispositivo y urgencia social resultan de utilidad para pensar la emergencia de las nuevas
formas de existencia individualizadas o colectivas que se inventa; así instituyen sociedad y luego quedan
naturalizadas, como existentes universales. Las nociones de “gobernabilidad”, “disciplinamiento y control” y
“modo de subjetivación” nos ayudan a comprender los fenómenos de reproducción de una culturay
contribuyen a no pensar lo social como exterior.

Bonano, Bozzolo, L´Hoste: “La noción de trauma en la alteración permanente”.

Emergencias, situación límite, trauma y catástrofe: La emergencia es el estado crítico de un sistema; el


trauma en tanto punto o momento crítico de un aparato (psíquico) habilita el trabajo de recomposición de la
capacidad de ese aparato para procesar aquello que en el momento traumático constituyó un exceso
cuantitativo. A la vez, al ser un término propio de la teoría psicoanalítica, habilita también un operador
específico, el psicoanalista, y un tipo de operación: la clínica como tramitación psíquica.

Emergencia nacional: guerra de Malvinas; trauma social: derechos humanos y sus bordes, en oportunidad del
terrorismo de Estado y sus efectos. La noción de trauma social tuvo para nosotros potencia de trabajo:
permitió alojar en nuestros dispositivos operaciones que apuntaban a una conjunción de la tramitación del
sufrimiento psíquico y la elaboración de significados y sentidos de la experiencia histórica. Nuestra apuesta
fue, en ese momento, conformar un colectivo que produjera otro discurso que preservara el psiquismo y la
subjetividad. Observamos en la clínica que no sólo preservaba a los familiares de los desaparecidos como los
sujetos que habían sido, sino que en ocasiones inauguraba otra modalidad de habitar el mundo, al mismo
tiempo que lo creaban en forma colectiva.

Nuestra actual opción supone que ya no han social y psíquico, tampoco trauma, sino alteración socio-
histórica, esto es, subjetividad. Hoy, cuando se trata de capturar las posiciones de sujeto que con su pensar-
hacer inventan nuevas formas de ser y estar con los otros, y las hacen ser, la noción de trauma social deviene
inútil y constituye un obstáculo para el pensamiento, en la exacta medida de su pertenencia al horizonte
problemático de la exterioridad entre el sujeto y lo social.
¿es lo social aquello que bien como trauma o como catástrofe habilita enunciar lo que se presenta? Lo social
que adjetiva tanto a trauma como a catástrofes, irremediablemente compone una oposición en exterioridad
a lo individual y en este sentido viene a ser lo que le falta a lo psíquico cuando se trata de armar un universo
de complementariedades.
Hay algo que va más allá del horror de las desapariciones o de los atentados, y que comenzó a instituirse
durante la dictadura militar, la destitución sin retorno de una modalidad de lazo social organizado con el
Estado nacional. “Sin retorno” implica que no hay restitución posible. Para la subjetividad estatal lo
impensable no es la figura psíquica de lo siniestro sino la destitución irreversible de ese lazo social. Tal
alteración no es un accidente en un supuesto orden de las cosas, sino una nueva manera de ser. Esta
alteración es catastrófica para esa subjetividad.
71

Lo aquí nombrado como “subjetivo” no debe asimilarse ni reducirse al sujeto psíquico. Si la subjetividad a la
que aludimos no coincide con el sujeto psíquico, ya no es sostenible que a alteración se dé en un “contexto”
sociohistórico, esto es: exterior. Es en las subjetividades instituidas donde se produce la alteración
sociohistórica. La calificación de perverso al fenómeno de la corrupción en ciertas modalidades de gestión
presenta bajo la sospecha patológica lo que es verdad una forma de subjetividad producida por la caída de la
vigencia de una ley, que actuaba como organizador simbólico, la ley del Estado que se ilusionó como la del
bien común. Si una ley, la del Estado que regulaba en posición meta, ha caído, reina una dispersión en la que
no es posible converger en sentidos comunes.
¿Por que hay horror? Los modos de lo siniestro o de la encerrona trágica se recortan sobre este fondo de
humanidad sustancial. Sin embargo, ya que es esta calidad del horror producido por la catástrofe lo que lleva
a lo irreparable y lo irreversible e impone pensar que no hay recomposición posible al instituido previo, sino
que es necesario un pensamiento-acto que instaure otro mundo, pues ya nada es… ni será como era.
Lo catastrófico de la coyuntura actual es una modalidad de la crisis con una radicalidad tal que algo se corta
violentamente y se desmorona; el orden existente se da vuelta, se interrumpe. Tal destrucción. Tal
derrumbe, presentan lo radicalmente contingente, en tanto pueden o no abrir paso a otro ser. Es la evidencia
de que algo puede ser o puede no ser. A partir de allí, ya no caben la restitución ni la reparación, sino la
instauración.
No pensamos que la ley se pervierte sino que se presenta el estado de excepción sobre el que se basa toda
soberanía. El estado de excepción es aquel espacio que se abre donde la regla es la no vigencia de la ley.
Nada está prohibido para el poder soberano, rige así la no ley, cae la posibilidad de sanción y se instituye la
legalidad de la ilegalidad.

Destitución: “la regla es no cumplir la regla” (residentes)


Las formas de estar en los agrupamientos son formas disgregadas, fragmentadas, dispersas, en las que cada
integrante está con su propio discurso sin acuerdos en un espacio y tiempo común sin un sentido
compartido.
Sería tentador seguir la línea del pacto perverso e inscribirlo en una patología de los acuerdos denegatorios
grupales.
El sufrimiento se liga al vaciamiento de sentido general de la residencia. Bajo la regla vigente de “la no regla”
se disuelven las responsabilidades y se descuidan las jerarquías en las tareas.
Llama la atención la forma en que la jefa describe el acto de ejercer su autoridad como “locura o brote” y su
desorientación, su desconcierto para ejercerla mientras los residentes añoran jefes, pero los desconocen.
Personajes en busca de un autor, de un guión inexistente que organice tantos fragmentos.
Las condiciones de emergencia de estos disloques son la cesación de los sentidos que sostenían estos
agrupamientos: el trabajo, la formación, el proyecto del futuro profesional, la salud pública como valiosa, el
lazo con el compañero y tantos otros. Algunos de los sufrimientos se originan en la apelación inútil a sentidos
que ya han dejado de regular la vida pero siguen alojados en la subjetividad como sombras de significaciones
vaciadas que caen sobre ella.

Subjetivación: la producción de las propias reglas:


Hoy, que esa dimensión está hecha añicos, toda pretensión de apuntalarse en significaciones en
trascendencia sólo redobla el sufrimiento, porque intenta hacerlo sobre lo que ha cesado, ha caído, pero aún
no ha sido destituido, pues ésta es una tarea. Si se admite que se ha producido una mutación sociohistórica-
subjetiva radical, la tarea de lograr cohesiones hay e un equipo o un agrupamiento sólo puede conseguirse si
un sujeto colectivo produce sus propias reglas y significaciones y en ese acto se constituye como subjetividad
otra.
La irrevocable caída de la ley como organizador, la presentación de un vacio horroroso, exige que el
agrupamiento mismo devenga sujeto colectivo, al establecer sus propias reglas y cumplir solidariamente con
ella. Esto implica reconocer el agotamiento y luego la destitución de la ley como ordenador simbólico puesto
en trascendencia. Toda apelación a restituir una normatización perdida y buscada en trascendencia se
encuentra irremediablemente con el vacio.
Dos modalidades actuales de sufrir:
1- En el amontonamiento disgregado
2- En los islotes ruinosos de los instituidos caídos.
De ahí que toda operación de intervención (clínica) debe platearse su estatuto y sus procedimientos. Si no
hay organizador en posición meta, sólo es posible determinarlos en cada situación.
La jefa imaginaba la situación de acuerdo con su propia representación y la experiencia le mostró
brutalmente que era sólo una entre muchas representaciones dispersas y aun divergentes. Este tipo de
posicionamiento es el que constituye el “amontonamiento disgregado”. La decisión convergente de que “así
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no” al menos propone una cohesión activa en torno a un punto no demasiado claro, pero que puede abrir el
devenir de una situación. Ellos se instalan en una posición donde deciden y enuncia lo propio.
La residencia implica algo así como una tregua, un recorrido con pago, antes y después del cual “están
afuera”. Ese porvenir incierto donde ha caído el trabajo los tironea para instalarse defensivamente en una
moratoria eterna en la que tienen derecho a recibir todo y6 permanentemente.
¿Cuál es el lugar del operador hoy? Una de las estrategias que se abre es el recorrido por los sentidos caídos,
pero que aún están adheridos como lastre. A esto llamamos “efectuación de lo agotado”. Soportar el vacío,
bloquear la tentación de sutura, acompasar la efectuación del agotamiento y su efecto, la destitución
subjetiva, son operadores posibles de esa elaboración subjetiva.
Fogonear el agotamiento y la destitución a partir de la expectativa o anhelo de reponer lo que se cayó, e
instaurar a partir de lo que hay, abre nuevos posible para los agrupamientos. Se trata de habitar la ruina y en
esas condiciones pensar.
Basados en la convicción de que lo catastrófico como alteración continua es la condición actual, nuestra tesis
de intervención no es la de restitución de lo desmoronado, sino la de instauración de lo que nunca fue. Si la
tesis de lo traumático imponía la recomposición de una capacidad perdida, ante lo catastrófico tomado como
alteración permanente. Sólo la instauración es posible. Apostar desde ahí a instaurar una cohesión subjetiva
va a implicar que podamos ser testigos de aquellos gestos, enunciados y convergencias que si no los
señaláramos podrían pasar de largo y evanescerse. En el resultado de las elecciones a jefe de residentes
tuvimos que puntuar una y otra vez el sentido del gesto convergente del “así no”, amenazado todo el tiempo
de sucumbir a la culpa y al abismo de la exclusión radical del “estar afuera”.
Cuando hacen el plateo de los honorarios…………………
Somos así testigos cuando logramos componer con los miembros del agrupamiento el lugar de enunciación
que permite que algo de la anterior posición subjetiva se abandone. Para componer se requiere de un
operador implicado desde el propio sufrimiento por las marcas dejadas en él por las prácticas constantes de
desubjetivación. La intervención se produce cuando se construye el problema sin ceder a ninguna de las
asignaciones de sentido previas y cuando la subjetividad del operador admite su propia alteración en la
situación conformada también con su propio posicionamiento. Es a esto a lo que hoy llamamos8 “procesos
de subjetivación”.

BLOQUE III

III – Organizadores de agrupamientos e instituciones. Operaciones clínicas


Objetivos:
o Conocer la noción de organizador y ponderar su utilidad actual.
o Proponer un esquema que considere diferentes órdenes de organizadores
o Discutir el papel de la tarea como organizador y su enclave institucional
o Conocer las herramientas de pensamiento de la subjetividad para trabajar situaciones problemáticas
de la clínica actual.
o Introducir la problemática de estas formaciones subjetivas
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o Pensar la incidencia de dispositivos, procedimientos y posiciones subjetivas en el trabajo con


agrupamientos.
o Trabajar la cuestión de la demanda en agrupamientos, en las condiciones actuales.
o Revisión de los modelos estructurales y los planteos situacionales.
Insumos textuales:
1. Bonano, O.: “Organizadores del grupo”. Ficha
2. Carmona, J.: “La tarea como agente en los cuatro discursos”, Cap 3 de Psicologia Social y
Psicoanálisis. Pichon con Lacan, Fundación Universitaria Luis Amigó, Medellín.
3. Lewkowicz, I, (2003) “Suceso, situación, acontecimiento”. Ficha de circulación Interna .
4. Lewkowicz, I (2002) “El analista sin estado”. Ficha de circulación Interna,
5. Lazzarato, M: “El acontecimiento y la política” (fragmentos del Cap 1) en Políticas del acontecimiento,
Tinta Limon ediciones.
6. Lazzarato, M: “La máquina”, en http://transform.eipcp.net/transversal
7. Esposito, R: Bíos. Biopolítica y filosofía. Cap.2 “El paradigma de inmunización”. Amorrortu editores,
Buenos Aires 2006.
8. Lazzarato, M: “Por una redefinición del concepto ‘biopolítica’”, Publicado en la págína
caosmosis.acracia.net
9. Bonano, O.: (2006) “Algunas tesis sobre la Tarea”. Ficha
10. Bonano, Bozzolo, L´Hoste: 4 - “Intervención institucional en equipo de psicología de un hospital”, ficha
de un protocolo de una intervención institucional en “El oficio de intervenir. Políticas de subjetivación
en grupos e instituciones”. Buenos Aires 2008, Editorial Biblos. Parte III Anexo, pág 192.
11. Bonano, Bozzolo, L´Hoste: “Tercer momento: la intervención en las crisis de sentido”, págs.112/117
en “El oficio de intervenir. Políticas de subjetivación en grupos e instituciones”. Buenos Aires 2008,
Editorial Biblos
12. Bozzolo, R. y L’Hoste, M.: “Nuevas condiciones para el trabajo con grupos e instituciones” Ficha
13. Bonano, Bozzolo, L´Hoste: “6 – Intervenciòn institucional en una residencia de salud mental”. en “El
oficio de intervenir. Políticas de subjetivación en grupos e instituciones”. Buenos Aires 2008, Editorial
Biblos. Parte III Anexo, pág 206.
14. Bonano, O: (2008) “Sufrimiento psíquico en instituciones”, Cap 6, Parte III en El oficio de intervenir.
Políticas de subjetivación en grupos e instituciones. Editorial Biblos
15. Lewkowicz, I.: “Subjetividad Contemporánea: entre el consumo y la adicción”. (texto inédito).
16. Bonano, O: “Grupo y dimensión colectiva de las prácticas” Cap.3, parte III en en “El oficio de
intervenir. Políticas de subjetivación en grupos e instituciones”. Buenos Aires 2008, Editorial Biblos
17. Bonano, Bozzolo, L´Hoste: “Elucidación y subjetivación” texto inédito.
18. Rolnik S. (2005) "Una nueva suavidad"en Micropolitica, Cartografias del deseo, Ediciones Tinta Limon,
pag 413 
19. Lewkowicz, I.: “La institución materna. Una historización”, en Pedagogía del aburrido. Escuelas
destituidas, familias perplejas, Paidós, Buenos Aires 2004
Osvaldo Bonano. Organizadores del grupo
Estos grupos son sustancialmente distintos de un tipo de agrupamiento artificial en los cuales se plantea que
el grupo no tiene tarea. A estos últimos, algunas corrientes los llaman "grupos de diagnóstico". Un grupo sin
tarea consiste en que los sujetos se reúnan, comiencen a interactuar y que el proceso esté centrado en darse
cuenta cómo trabaja el grupo, cuáles son los roles que se despliegan, cuáles las defensas psíquicas, etc.
Haciendo este tipo de experiencias se aprende muchísimo acerca de la dinámica de los grupos, y de las
expresiones del inconsciente
Pichon Rivière dijo algo categórico: no hay grupo sin tarea. Como ya señalé, hay ciertos casos donde se trata
de reducir la tarea al mínimo para que florezcan lo más posible los fenómenos intersubjetivos y grupales. y la
fantasía en los grupos humanos.
En todo grupo, en forma normal hay una tensión y una oscilación permanentes entre el plano de la tarea y el
plano de la circulación afectiva, fantasmática, al punto tal que hay momentos en que todo es circulación
afectiva y la gente no hace lo que tiene que hacer, y otros donde es pura tarea, se estructuran grupos "fríos",
en los que nadie da bola a nadie.
74

Cuatro determinaciones en el análisis psicosocial.

La dimensión de la tarea concierne al lugar que tiene el grupo dentro de la circulación social; en tanto la
tarea impone el objetivo de producción de algo, se juega la capacidad de cooperación racional.
En la definición de grupo que propone Pichon Rivière, esta dimensión se propone de un modo explícito.
"Grupo es un conjunto restringido de personas que reunidas en un tiempo y espacio común desarrollan una
tarea que constituye su finalidad y despliegan los procesos de su mutua representación interna".
Según este esquema, la tarea es el representante al interior del agrupamiento de lo societario, de lo
simbólico.
Una determinación va a provenir del psiquismo del sujeto individuado (que no es lo mismo que decir
"individuo"); en este punto cardinal va a estar la estructura fantasmática del sujeto, con sus diversos grupos
internos: fantasías originarias, imagos y complejos, redes identificatorias, imagen del aparato psíquico
subjetivo, etc., un conjunto de estructuras psíquicas cuya pormenorización excede en mucho los objetivos de
este tema.
Otra determinación, también psíquica, va a provenir de los fenómenos psíquicos propios del agrupamiento.
Los sujetos individuados disponen de una infraestructura que los hace capaces de 'hacer grupos': nacen y se
constituyen en un grupo familiar y están conformados por sus grupos internos.
La tercera determinación va a provenir del grupo social, pero en este caso en tanto reglas y normas, aquellas
que determinan quién, como y bajo qué condiciones se forma parte de un grupo. Este plano, el de las reglas y
normas y también el de los roles, sociológicamente descriptos, es el que tradicionalmente estudió la
dinámica de grupos.
La cuarta determinación va a provenir de lo que R. Kaës llama lo societario.
Bien, la proposición, entonces, pasa por sostener que realizar un análisis psicosocial de cualquier
agrupamiento implica proponer determinaciones desde los cuatro puntos cardinales del esquema;
Sobre el esquema propuesto podemos agregar el agrupamiento de los polos de a dos; por lo tanto se
distinguen dos subsectores, de los cuales uno sería, tomando la terminología lacaniana, el polo imaginario, y
el otro el polo simbólico. Lo societario y las normas hacen más a la circulación simbólicamente sancionada de
códigos, implica la vigencia de la ley, el registro y respeto de las diferencias y lo diferente y el respeto al
principio de realidad para la producción de la tarea pertinente del agrupamiento. En el subsector de lo
imaginario, bajo el peso de lo psíquico se tiende más a lo arcaico, a lo fusional con el otro, a la vigencia del
principio de placer en la realización de deseos.

Suceso, situación, acontecimiento Expone: Ignacio Lewkowicz


No es sencillo; es muy difícil que haya presente. En general, lo que llamamos presente es la pura perduración
inercial de algo que en su momento tuvo sentido
Por ahora, llamamos situación a esa zona de insolvencia. La totalidad es en principio una ilusión, una quimera
del pensamiento.
Por ahora, llamamos situación a esa zona de insolvencia. La totalidad es en principio una ilusión, una quimera
del pensamiento. Y sobre todo, es una intuición sin concepto.
La totalidad permite siempre la fuga hacia otra entidad, y postergar el problema de la x. Dicho así, parece un
planteo moral. Pero el planteo es conceptual. Conceptualmente, la totalidad está siempre en un estado
penúltimo. Y esto tiene consecuencias tremendas para el pensamiento de la totalidad, pues para probar la
consistencia de cualquier sistema tengo que referirlo a otro.
La situación es el punto en que tenemos que hacernos responsables, el punto en que tenemos que
constituirnos, el punto que tenemos que habitar, sin remitirnos a una totalidad.
Un fragmento es lo que queda cuando se desmorona o se desfonda una totalidad o una consistencia
supuesta.
Hubo una significativa transformación de las familias medievales en torno del siglo XIV en cuanto al número
de miembros. El número de hijos era una función de la edad del matrimonio: cuanto más jovenes se casen –
sobre todo las mujeres–, más hijos tendrán. Pero en el siglo XIV el número de miembros por familia cambia.
Así que para poder pensar un acontecimiento hay que separarlo de cualquier connotación de
espectacularidad. Un acontecimiento tiene una cualidad casi imperceptible. Y en principio, para pensar una
situación que se produzca como efecto de un acontecimiento, necesitamos situar el acontecimiento como
una interrupción, una anomalía o una heterogeneidad respecto de un orden estructural. Un acontecimiento
es algo que en principio no tiene cabida en una estructura.
Un suceso es algo que sucede en el sentido de formar parte de una sucesión: si algo sucede es porque toma
su sentido de su lugar en una serie.
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En cuestión de palabras y nominaciones, quizás nos convenga llamar suceso a lo que conserva un orden de
sentido sucesivo, a lo que procede de una secuencia.
Por que subjetividad se genera cuando uno –o un equipo, o un conjunto– se piensa a sí mismo por remisión a
un origen.
El acontecimiento Kafka singulariza términos dispersos en una situación, articulando elementos que de otro
modo serían inarticulables. Esos elementos son previos, pero sólo son previos en una pura dispersión, en una
pura insensatez. No son cosas que formaban un conjunto cercano a Kafka, sino que son términos dispersos
que se componen en una situación a partir del acontecimiento. Es decir que aquí no es el orden de la
situación el que determina el suceso, sino que es el acontecimiento el que causa la situación que lo contiene.
El acontecimiento es la puesta en acto de lo que no estuvo en potencia.
Entonces, así como un suceso se define por su mero sucederse dentro de una serie, por no agregar una
cualidad sino por desplegar lo que estaba plegado, un acontecimiento se define a la inversa como la
introducción de una cualidad heterogénea. Un acontecimiento es una cualidad heterogénea que junta las
cosas de otro modo. O que junta otras cosas, elementos muy cercanos pero desligados.
Una situación no admite observadores: sólo admite habitantes. Una situación es situación porque nos obliga
a pensar desde dentro. Si no, es una mera ocasión para desplegar la subjetividad que ya tenemos constituida.
Una situación es límite para una subjetividad, para una forma de pensar. Una situación es límite para mí si no
puedo habitarla con mi máquina previa de pensar. Es decir que una situación límite no es una desgracia
tremenda, sino que es estar ante una configuración de elementos que me obliga a transformarme para
habitarla.
Y otro le contestaba: “bueno, si no se entiende, habrá que pensarlo de otro modo”. O sea que si no se
entiende, no es que el fenómeno “está mal”, sino que el modo de pensar no puede entenderlo, no puede
habitarlo.
La situación no es límite porque sea horrible, sino porque es inhabitable para una subjetividad. En este
sentido, es que una situación es situación en tanto que habitada, en tanto que pensada desde sí.
. Y habitada empezaba a tener sentido, a condición de transformar el modo de pensar. Habitar no es
interpretar: es pensar según la situación, es pensar constituido en la situación. Por eso es muy difícil habitar
un espacio: uno en general transita espacios sin habitarlos, desde las determinaciones previas. Por eso
también es muy difícil habitar las relaciones: uno en general las transita poblado de representaciones previas,
viendo si lo que hay se corresponde o no con la representación, y no si el modo de pensar se corresponde
con lo que hay.
Una situación se habita si el que la habita nace al habitar, si se constituye ahí, si piensa
de una manera tal que no piensa cuando está en otro lado.
. Y sobre todo pasa si uno se piensa según convicciones y no pensando en la situación. Las convicciones,
como representaciones a priori, son impedimentos para habitar.
. La lógica del estado impide la situación por totalización. Y el mercado impide la situación por destitución,
por disolución. ¿Qué es un estado? En principio es un espacio soberano, una meta-institución poblada de
instituciones. El estado es la operación que convierte cualquier término en parte de un todo. El estado es
soberano en este espacio, y convierte por su propia operatoria cada elemento de ese espacio en una parte
del todo.
Entonces, por un lado decimos que el estado es una institución que permanentemente totaliza. Y por otro,
que no se habita una situación cuando se está en ella como parte de un todo.
La situación no es el entorno donde va a ocurrir algo, ahí tendríamos un suceso en una serie. En una
situación, un acontecimiento obliga a la superficie a configurarse de otra manera, a seleccionar los puntos
que pueden entrar en la relación de habitabilidad con esto, y a desdeñar o apartar los puntos que son en sí
impertinentes.

El analista sin estado - Ignacio Lewkowicz


El dinero en la relación analítica es el dinero del paciente.
Si el estado se ha desmoronado, los pacientes no son los mismos. Pero el dinero no era sólo de los pacientes.
El estado que se ha desmoronado no es sólo el estado de los pacientes. Es también el estado de los analistas.
Es ante todo el estado que permitía la existencia de las teorías de los analistas acerca de sus pacientes y, más
aún, el que permitía la operatoria básica del dispositivo analítico. El análisis sin estado no es el de las
organizaciones psíquicas de los pacientes que han perdido un referente sino, ante todo, el de la teoría y la
práctica clínica que han perdido un puntal impensado -impensado por haberlo supuesto-.
76

El estado se retira llevándose consigo la ley trascendente. Hay dos sin tres. La desolación de los pacientes se
corresponde con la desolación de los analistas. El analista está sólo sin un tercero trascendente que lo ponga
al abrigo del dos sin ley.
La alteración de la subjetividad instituida afecta al analista porque lo toca en el punto teórico esencial, que lo
constituye como tal. La desolación compartida, la perplejidad de a dos: desolación y perplejidad por
desvanecimiento del parámetro, ese tercero que tornaba simbólico el encuentro entre dos. El encuentro ya
no es entre uno y un tercero sino entre uno y uno.
El devenir a partir de la caída del supuesto que organizaba la subjetividad instituida es impredecible pero
obligatorio. El imperativo psicoanalítico es breve: intervención crítica sobre los puntos que las situaciones
sociales producen como síntoma. Si el síntoma se produce en el seno de la teoría o de la institución subjetiva
psicoanalítica, la consigna no se altera en nada.

Por una redefinición del concepto ‘biopolítica’ (Maurizio Lazzarato).

Foucault definía como “disciplinarias” y “biopolíticas”. Mientras las primeras tienen como objeto el
“hombre/cuerpo”, las segundas se encargan del “hombre/especie”. Ambas se aplican a la “multiplicidad de
los hombres”, pero mientras las primeras resuelven la multiplicidad en los cuerpos, las segundas se aplican “a
la masa global afectada por procesos de conjunto que son propios de la vida, como el nacimiento, la muerte,
la producción, la enfermedad, etcétera”. Se trata de “una tecnología en que los cuerpos se reubican en los
procesos biológicos de conjunto”.

El concepto de biopolítica debe comprender no sólo los procesos biológicos de la especie, sino también esta
vida a-orgánica que está en su origen, como también está en el origen de lo viviente y del mundo.

El objeto de la biopolítica, según Foucault, es la “población”. La hipótesis que se podría desarrollar es que el
objeto de la biopolítica debe comprender no sólo a la “población” sino también al “público”.
Es a través de una presencia en el tiempo y no en el espacio que el público se constituye. La subordinación
del espacio al tiempo define un bloque espacio-temporal que Tarde ve encarnado en las tecnologías de la
velocidad, de la transmisión, del contagio y de la propagación a distancia.
Son fenómenos aleatorios e imprevisibles… que se desarrollan esencialmente en la duración, que deben
considerarse en un límite de tiempo más o menos largo; son fenómenos de serie. La biopolítica abordará, en
suma, los acontecimientos aleatorios que se producen dentro de una población tomada en su duración”.
Pero de este concepto de “población”, que sólo puede constituirse y captarse por medio de series
temporales, Foucault tenderá más bien a subrayar los aspectos biológicos y de poder. La dimensión temporal
que Foucault introduce en la definición de la relación social adquiere todo su sentido en el “público”.
Remitirse aquí a los procesos biológicos de la especie no tiene sentido.
Los mecanismos “reguladores” instaurados por la biopolítica son radicalmente diferentes de los mecanismos
disciplinarios, y remiten, de manera sorprendente, a los mecanismos de regulación y de producción del
público:
“En los mecanismos introducidos por la política, el interés estará en principio… en las previsiones, las
estimaciones estadísticas, las mediciones globales; se tratará… no de modificar tal o cual fenómeno en
particular, no a tal o cual individuo en tanto que lo es, sino, en esencia, de intervenir en el nivel de las
determinaciones de esos fenómenos generales […]. Y se trata, sobre todo, de establecer mecanismos
reguladores que, en esa población global con su campo aleatorio, puedan fijar un equilibrio, mantener un
promedio, establecer una especie de homeostasis, asegurar compensaciones”.
Por un lado tenemos una tecnología del adiestramiento que individualiza el cuerpo como organismo y por el
otro una tecnología de la seguridad que reubica los cuerpos dentro de los procesos de conjunto. Foucault
define estos procesos de conjunto solamente como biológicos. Pero estos “mecanismos biopolíticos”
conciernen también a la constitución del público que presenta las mismas características de aleatoriedad y
de imprevisibilidad, y que no puede ser captado y regulado más que a través de series temporales.
Para Gabriel Tarde, quien sostiene que en nuestra sociedad existe la tendencia a “ transfigurar todos los
grupos sociales en públicos”, el instrumento principal de regulación de estos últimos sería la estadística. Lo
que la estadística debe traducir en series temporales no son los datos, sino los actos sociales (morir, nacer,
comprar, vender, etc.) y la intensidad (“los deseos” y las “creencias”), pudiendo así definir la relación social
mediante las tendencias y las variaciones que pueden regular lo aleatorio, lo cual constituye la especificidad
de los públicos. Estos actos y esta intensidad son infinitesimales y moleculares, conscientes e inconscientes y
constituyen los “flujos” (las “corrientes”, según su definición) más allá de la distinción entre lo individual y lo
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colectivo. Se difunden por medio de imitación, por “contagio” y “propagación” más allá del contacto físico
característico de las masas14. Estos actos y esta intensidad, por su naturaleza y número, no son
“disciplinables”, son definidos en el tiempo y por el tiempo.
No se trata de diseñar una “cartografía” de la sociedad, sino una “curvografía”.
El concepto de público (más aún que el de “población”) pone en crisis la regulación de la multiplicidad
mediante tecnologías sociales centradas en el espacio. Es evidente entonces que la reclusión (enfermement)
no puede ser el paradigma del poder para controlar al “público”. El cuerpo puede ser reducido a organismo
mediante la reclusión y la disciplina, pero no el “público”. El “público” no es un hecho social estático
reducible a organismo, sino una variación, una tendencia, un devenir. No podrá ser adiestrado en un espacio
cerrado como sucede con una multiplicidad poco numerosa (obreros, enfermos, prisioneros). La
multiplicidad, en el público, tiende a volverse simultáneamente molecular e inmediatamente colectiva y a
asumir la forma del flujo, de la variación, de la velocidad.
El público podrá ser regulado y controlado solamente en un espacio abierto; hay que controlar los flujos, en
cuanto tales, mediante los elementos que lo constituyen: el tiempo, la velocidad, la “acción a distancia”.
Gabriel Tarde tiene una intuición genial cuando dice que el público es la dimensión sociológica del porvenir,
justamente porque este grupo social es regulado por medio de un bloque de espacio-tiempo organizado por
series temporales.
“Cuerpo”, “población” y “público” son modos diferentes de disciplina y de regulación que no se oponen ni se
contradicen, sino que pueden articularse los unos sobre los otros. El público, en efecto, es un
acontecimiento.
El espectáculo articula y multiplica el público en una relación cada vez más estrecha entre comunicación y
consumo recualificando incluso lo “político”. Cuerpo, población y público son entonces en el fordismo
técnicas disciplinarias, de regulación y de control, centradas en constituir la multiplicidad como fuerza de
trabajo. Fábrica, welfare y espectáculo son dispositivos de “maximización” de lasfuerzas sociales para
“extraerles” el trabajo.
Desde un punto de vista más general se podría decir que las técnicas disciplinarias, biopolíticas y
espectaculares buscan controlar “el tiempo” (forma subjetiva de la riqueza) mediante la institucionalización
de la división entre “tiempo de trabajo” y “tiempo de vida”. Es sólo por medio de esta división que la fábrica
opone su productividad a la no-productividad de la sociedad. Los mecanismos biopolíticos, disciplinarios y
espectaculares capturan la fuerza creativa del tiempo “liberado” de toda referencia mítica, religiosa o natural
oponiendo el tiempo que produce valor (tiempo de trabajo) al “tiempo de vida” (que desde el punto de vista
del poder debe producir control y sujeción).
Fábrica, welfare y “espectáculo” son así las instituciones que organizan, codifican y reproducen esta división
del tiempo.
La constitución del obrero colectivo y la constitución del público son las dos caras de un mismo proceso: así
como el obrero está sometido al choque de la cadena de montaje, el público está sometido al choque de la
cadena de imágenes montadas. Trabajo y percepción son ambos organizados por dispositivos maquínicos.
La forma del trabajo, los procesos de control y subjetivación del welfare y la figura del consumidor se
redefinen mediante relaciones y métodos de regulación que remiten a la gestión del público, antes que a la
disciplina y a la biopolítica. El trabajo, el consumo y la vida tienden a volverse flujos (como decía Tarde) que al
mismo tiempo asumen la forma molecular y colectiva 15; por eso se caracterizan cada vez más por la
“aleatoriedad”, por la “imprevisibilidad”; se convierten en “fenómenos en serie”, deben por tanto “ser
considerados dentro de una cierta duración” y se refieren a una “multiplicidad numerosa”, como decía
Foucault a propósito de la población.
Las diferencias entre trabajo manual y trabajo intelectual, entre autor y público, entre productor y
consumidor, entre máquina que produce valor y máquina que produce percepción, entre producción
material y producción semiótica, se redefinen “productivamente” (tanto desde el punto de vista del valor
como del de la “autovalorización”) en la economía de la información, la cual se convierte en el modelo
paradigmático y la tendencia real del desarrollo.
La economía de la información es la nueva máquina de captura de “las fuerzas y los signos” producidos en los
movimientos de desterritorialización (como fenómenos histórico-colectivos) que, sustrayéndose a los códigos
y a los procesos de sujeción de la fábrica, del welfare y del espectáculo, desestructuran las viejas
estratificaciones (del organismo, del lenguaje, de la vida) y abren a otros dispositivos colectivos de
producción de subjetividad.
Los movimientos colectivos de desterritorialización han refutado, roto y sorteado el trabajo que jerarquizaba
y dominaba el conjunto del trabajo social y definía lo que era productivo (el trabajo obrero) y lo que no lo era
(el trabajo de las mujeres, de los niños, de los artistas, de los viejos, etc.).
14

15
78

Podemos decir que los movimientos en general rechazan la reducción del cuerpo a “mecanismo” y a
“organismo” (a organismos sensomotores) y rechazan la reducción de la reproducción del cuerpo a los
procesos “biológicos” de reproducción de la especie en función del trabajo.
La desterritorialización operada por los movimientos (como fenómenos histórico-colectivos) a finales de los
años sesenta, echa por tierra la distinción entre “tiempo de trabajo” y “tiempo de vida”, liberando al tiempo
de sus “cristalizaciones” fordistas. Rompe el tiempo-medida y hace emerger el tiempo-creación, el tiempo
potencia cuya virtualidad no puede ser ya regulada y capturada por la división entre “tiempo de trabajo” y
“tiempo de vida”.
Cuando en la posguerra el biopoder está estrechamente subordinado a la reproducción de la “sociedad del
trabajo”, los mecanismos del Estado que lo regulan no cesan de producir y alimentar el “racismo”. La
producción del “racismo” es bloqueada solamente por los conflictos de clase que, contra los partidos de
izquierda mismos, perturban al biopoder mediante procesos de autovalorización. Pero, siempre según el
análisis de Foucault, hay que subrayar que el “socialismo” (en el sentido marxiamo del término: socialismo
del trabajo) produce y reproduce necesariamente el racismo.
Es el caso de los así llamados países “comunistas”, donde la explosión de los conflictos raciales y étnicos, tras
la caída del Muro de Berlín, puede ser interpretada como el puro producto del biopoder “trabajador” sin
lucha de clases.
A la producción de subjetividad del fordismo (el obrero, las formas de subjetivación del welfare y del
espectáculo) los movimientos contraponen la producción concatenada de una subjetividad “cualquiera”,
caracterizada por la capacidad de “afectar y de ser afectada” [La subjetividad, ya no se debe definir como
indeterminación absoluta (“indeterminación capaz de toda determinación”), sino como potencia absoluta. Y
aquí se trata, entiéndase bien, de subjetividad “maquínica”].
El tiempo, de acuerdo con la profunda intuición marxiana, es el tejido del ser en el capitalismo. Pero según
modalidades que han roto con la captura del tiempo por lo económico (“el tiempo de trabajo”), lo biológico
(“tiempo de la vida”) y el “espectáculo” (“el tiempo vacío del aplazamiento infinito de lo real y de lo virtual”).
La economía de la información y sus dispositivos electrónicos y digitales pueden explicar provechosamente y
de manera empírica esta implicación intensiva y extensiva del “tiempo” (de la vida). Intensivamente las
tecnologías electrónicas y digitales delimitan (reproduciéndolo) este nuevo plano de inmanencia hecho de
intensidad, de movimientos, de flujos a-significantes, de temporalidad. Percepción, memoria y concepción
entran en relación con el nuevo plano de inmanencia delimitado por los flujos de los dispositivos electrónicos
y digitales. Las tecnologías electrónicas y digitales realizan (reproduciéndola) la percepción, la memoria, la
concepción como “diferentes tipos de movimiento”, como “relación entre flujos”, como “síntesis
temporales”. Extensivamente son también estas máquinas las que cubren con sus redes la totalidad de la
sociedad y de la vida.
Las tecnologías digitales y electrónicas organizan materialmente la reversibilidad entre cuerpo individual y
práctica social. Lo colectivo en nosotros y lo colectivo fuera de nosotros están interconectados mediante
“máquinas” que lo atraviesan y lo constituyen, como atraviesan y constituyen las condiciones preindividuales
y supraindividuales de la producción de lo real y de la subjetividad.
Las máquinas electrónicas y digitales funcionan como los motores que acumulan y producen no ya energía
mecánica o termodinámica, sino justamente esta “energía” a-orgánica. Máquinas que cristalizan, acumulan,
reproducen y capturan el tiempo de la vida y no solamente el tiempo de trabajo, que regulan y capturan la
fuerza de lo virtual. Aquí es lo digital, y no la estadística como en Tarde, lo que tiene la capacidad de capturar
(de sintetizar) lo molecular y lo colectivo que caracteriza tanto la “naturaleza” como lo “social”.
El concepto de vida contenido en la expresión “tiempo de vida” remite así, antes que nada, a la capacidad de
afectar y de ser afectado, a su vez caracterizada por el tiempo, por lo virtual.
La forma de la red y del flujo expresa al mismo tiempo la capacidad que tienen estos dispositivos de capturar
no sólo las formas de cooperación y de producción de subjetividad caracterizadas por la nueva capacidad de
“actuar”, sino también las formas de cooperación y de producción de subjetividad fordista y prefordista que
se reproducen en la economía-mundo.
El tiempo de la vida en el posfordismo remite, en primer lugar, no a los procesos biológicos de los que habla
Foucault sino a la “máquina-tiempo”. Tiempo de vida es también sinónimo de la complejidad de las
semióticas, de las fuerzas y de los afectos que participan en la producción de la subjetividad y del mundo.
Tiempo de la vida es también la multiplicidad de los “actos sociales” definidos como tendencias y variaciones.

Maurizio Lazzarato. POLITICAS DEL ACONTECIMIENTO


79

Cada nuevo comienzo, cada nueva invención, recae en un tejido de relaciones ya constituidas. La integración
de este nuevo comienzo en las redes de cooperación es, a su vez, el comienzo de otros procesos de creación,
de otros acontecimientos imprevisibles.

La formación del valor depende entonces, a la vez, de la invención y la difusión, de la expresión de una
virtualidad y su efectuación social. Las dos dimensiones del proceso constitutivo del acontecimiento –la
dimensión espiritual y la dimensión material (efectuación)- se relanzan la una a1a otra y se aplican
recíprocamente. De los dos a lados el proceso es impredecible, imprevisible y arriesgado, ya que no se puede
dirigir la invención ni la difusión social. En esta teoría de la creación como encuentro acontecimental,
combinación, interferencia, hibridación hay que subrayar que la invención implica una dimensión
suplementaria de la acción colectiva o social. Porque si la invención es siempre una colaboración, una co-
operación, un co-funcionamiento, es al mismo tiempo una acción que suspende en el individuo y en la
sociedad lo que hay de constituido, de individuado, de habitual. La invención es un proceso de creación de la
diferencia que pone en juego, cada vez, al ser y a su individuación. Toda invención es ruptura de normas, de
reglas, de hábitos que definen el individuo y la sociedad. La invención es un acto que pone al que la realiza
fuera del tiempo histórico y lo hace entrar en la temporalidad del acontecimiento.

La creación requiere la liberación parcial del individuo en relación con la sociedad, el “desgarramiento
momentáneo del tejido de ilusiones sociales mutuas, del velo de las influencias intermentales”. La invención
se hace en una dimensión a-histórica, como diría Nietzsche, al escapar momentáneamente de la cadena de la
imitación ambiente, y ubica al inventor frente al “afuera universal”.

La invención implica pues, un doble proceso de desubjetivación que abre una nueva producción de
subjetividad, que concierne tanto a la singularidad que produce algo nuevo como al público que participa en
esta co-creación y la prolonga, ya que ambos deben escapar a los hábitos establecidos (a lo social), a las
alternativas binarias que imponen.
Los efectos de la invención y de la creación, a diferencia de los efectos del trabajo, son infinitos.
A diferencia del trabajo, esta acción también es inmediatamente pública, ya que está abierta a todos; se hace
bajo los ojos, los afectos, las inteligencias y las voluntades de todos. Esta publicidad abre al encuentro
acontecimental de los posibles y no al reconocimiento subjetivo.

Los todos distributivos y los todos colectivos


La efectuación social, es decir, la propagación de la posibilidad creada por la invención, se hace poco a poco,
por captura y apropiación de otras mónadas. Efectuar es prolongar una singularidad en la cercanía de otra
singularidad, enlazar las mónadas entre ellas, trazar una línea de fuerza entre mónadas, homogeneizarlas,
convertirlas momentáneamente en parecidas y hacerlas cooperar por un tiempo, para un objetivo común, sin
por eso negar su singularidad, sin totalizarlas.
No se pasa de la invención a la constitución en valor, de lo micro a lo macro, de lo local a lo global, por
abstracción o totalización, sino por capacidad de hacer que se mantengan juntos, de agenciar, poco a poco,
los patchworks y los networks), para utilizar el vocabulario de William James, o también los flujos (de
creencias y de deseos) y los agregados, para usar las categorías de Tarde.
La manera más fácil de comprender este proceso de constitución es pensar en la net. La net es una malla de
flujos y de redes, de flujos y de redes actuales y de flujos y de redes virtuales. La actualización de una red
depende de la potencia de agenciamiento y de conexión que se hace poco a poco. Navegar significa operar
continuamente conjunciones y disyunciones de flujos. Al navegar, se entra en una red donde se cambia
inmediatamente la configuración, puesto que allí se induce su propia singularidad, su propia mónada con sus
diferencias, actuales y virtuales.
Al entrar en una red, entramos en una relación de posesión, en una relación de coproducción, de
cooperación simpática o de oposición. La net es una aprehensión de aprehensiones, una captura de capturas,
y no es totalizable
la diferencia entre los “todos distributivos” o “distintivos” y los “todos colectivos”. Los todos distributivos son
formas de coordinación de singularidades que constituyen sumas que no totalizan sus propios elementos. La
distribución se explica por la conjunción “y” y no por el verbo ser. “Esto y aquello: alternancias y
entre1azamientos, diferencias y semejanzas, atracciones y repulsiones, matices y brusquedades.” La
coordinación, el ser conjunto, expresa una potencia en la cual las mónadas, las singularidades existen una a
una, cada una por su propia cuenta.
Los todos tardianos no se dirigen hacia la identidad ni hacia la contradicción, sino a la composición y a la
descomposición. Coordinaciones y disyunciones .
80

Pensar el proceso constitutivo a través de agenciamientos de flujos y de networks, de invención y de


repetición, de singularidad y multiplicidad, había sido ya la innovación teórica fundamental del pragmatismo
norteamericano y de la sociología de Tarde a fines del siglo XIX.
Los ejes de efectuación social de la invención son las corrientes (flujos) y las redes (o agregados). Los flujos
resultan de las esferas de acción de las mónadas (deseos y creencias) y circulan entre los cerebros. Los
agregados son multiplicidades de mónadas que se entre-poseen. Un agregado es una manera de hacer que
se mantenga juntas las singularidades, que se sostienen por apropiación unilateral o recíproca.
Cada individuo (humano, vital, físico) es de este modo un agregado y “un agregado cualquiera es un
compuesto de seres adaptados que están juntos, sean los unos a los otros, sean juntos en una función
común. Agregado significa adaptado”.
Todo lo que existe es un adaptado de fuerzas que se imbrican y se componen, según una intuición
leibniziana, al infinito. Agreguemos que no es un amontonamiento, una suma, sino una coordinación
sistemática de singularidades, de monadas. Y cada agregación o cada adaptación es una individuación, una
invención, un acontecimiento.
Un agregado es un agenciamiento de agenciamientos. Y este agregado puede a su vez entrar en la
constitución de otro agregado que expresa una mayor potencia de posesión o agenciamiento. En cada
agregado, cada mónada conserva su singularidad relativa y cada agregado su individualidad. Los agregado no
están unificados en un sistema y no obedecen a leyes generales, sino que se conservan juntos, se entre-
poseen. La constitución de una cantidad social, la transformación de un posible en valor, se hace poco a poco
por integración de singularidades. La integración global es el conjunto de las integraciones locales.
Así es como Bourdieu (al igual que la mayoría de los sociólogos constructivistas) piensa la acción social en
tanto una construcción. Pero en la medida en que no tiene en cuenta el acontecimiento y la invención, es
incapaz de comprender el surgimiento de lo nuevo de otro modo que no sea degradación o alteración. Si se
ignora la invención, sólo es pensable la reproducción.
Tarde no rechaza aprehender la sociedad como un todo (coordinación de cerebros). Por el contrario, rechaza
categóricamente la descripción de su constitución por la acción de seres superiores y distintos,
“condicionados pero no constituidos por los cerebros, de los cuales no serian sólo la mutua penetración
mental y moral, sino también la sublimación y la transfiguración reales existentes por fuera de la acción de
cada uno de ellos”. Al proponer una dinámica constitutiva basada en las acciones individuales singulares y
una coordinación que les es inmanente, Tarde devuelve la libertad y la autonomía a los individuos y abre el
proceso de su coordinación a la indeterminación y a la imprevisibilidad de la acción.
Tarde saca una conclusión más general de su concepción de la constitución: no hay leyes sociales, no hay
leyes económicas que se impondrían de manera impersonal, sin que ninguna mónada las haya querido ni
concebido. No hay más que relaciones de mando y obediencia, de capturas entre mónadas. El mercado, la
bolsa, el capital, la sociedad son capturas de capturas

Maurizio Lazzarato . La máquina


Interpretando el punto de vista de Deleuze y Guattari se podría afirmar que el capitalismo no es un “modo de
producción”; ya no es un sistema, sino un conjunto de dispositivos de servidumbre maquínica
[asservissement machinique] y a la vez un conjunto de dispositivos de sujeción social [assujettissement
sociale].
Uno puede vivir sometido a “servidumbre” o puede estar “sujeto” a una máquina (técnica, social,comunica-
tiva, etcétera).
Estamos sujetos a la máquina en tanto que somos sus usuarios, en tanto que somos sujetos de acción de los
que ella se sirve. La sujeción actúa sobre la dimensión molar del individuo (su dimensión social, sus roles, sus
funciones, sus representaciones, sus afectos), mientras que la servidumbre maquínica actúa sobre la
dimensión molecular, preindividual, infrasocial (los afectos, las sensaciones, los deseos, las relaciones aún no
individualizadas, no asignables a un sujeto).

La constitución del sujeto en la comunicación y en el lenguaje


El sistema capitalista, mediante la sujeción social, produce y distribuye roles y funciones, nos equipa con una
subjetividad y nos asigna una individuación específica (identidad, sexo, profesión, nacionalidad, etcétera). La
sujeción, por una parte, nos individúa, nos constituye en sujeto siguiendo las exigencias del poder y, por otra
parte, une a cada individuo a una identidad “propia y sabida”, bien determinada de una vez por todas.
¿Cuál es la forma en que la televisión produce sujeción? ¿Qué papel juegan el lenguaje y la comunicación en
este proceso?
La función-sujeto en la comunicación y en el lenguaje no tiene nada de natural; debe ser, por el contrario,
constituida e impuesta. Según Deleuze y Guattari el sujeto no es ni condición de lenguaje ni causa de
enunciado. En realidad, dice Deleuze, lo que produce los enunciados en cada uno de nosotros no es nosotros,
81

en tanto que sujeto, sino algo totalmente diferente: son “las multiplicidades, las masas y los grupos, los
pueblos y las tribus, los agenciamientos colectivos que nos atraviesan, interiores a nosotros, y que ya no
conocemos”. Son ellos los que nos hacen hablar y es a partir de ellos que producimos enunciados. No hay
sujeto, sólo hay agenciamientos colectivos de enunciación productores de enunciados. “El enunciado es
siempre colectivo, incluso cuando parece haber sido emitido por una singularidad solitaria como la del
artista”.
La máquina televisual extrae de estos agenciamientos colectivos, de la multiplicidad que nos atraviesa y nos
constituye, un sujeto que se piensa y se vive como causa y origen absoluto e individual de sus expresiones,
palabras, afectos. La televisión funciona a partir de un pequeño número de enunciados ya codificados que
son los enunciados de la realidad dominante y a partir también de una serie de modalidades de expresión
prefabricadas, buscando que estos enunciados y expresiones lo sean también de los sujetos individuales. ¿De
qué manera lo hace?
La televisión hace que los enunciados conformes a la realidad dominante del capitalismo pasen por
enunciados de los individuos, mediante la puesta en funcionamiento de una máquina de interpretación de
sus palabras y de su expresión y una máquina de subjetivación [subjectivation] que funciona a partir de la
constitución de un doble del sujeto. La televisión te incita a hablar en tanto que sujeto de enunciación como
si fueses la causa y el origen de los enunciados y, al mismo tiempo, eres hablado, como sujeto de
enunciación, por la misma máquina de comunicación.
Siguiendo la evolución de las ciencias del lenguaje, de la lingüística a la pragmática, la televisión se ocupa de
todos los componentes de la enunciación, lingüísticos y no lingüísticos. La televisión no solamente funciona a
partir de un pequeño número de enunciados preelaborados sino también a partir de la selección de un cierto
léxico, de una cierta entonación, de una cierta velocidad de la cadencia de la palabra, de un cierto
comportamiento, de un cierto ritmo, de una cierta gestualidad, de una cierta forma de vestir, de una cierta
distribución de las tonalidades de color, de un cierto marco en el que hablas, de un cierto encuadre de la
imagen, etcétera.
Eres vertido en los enunciados y las expresiones de la máquina de comunicación sin que caigas en la cuenta.
Todos los dispositivos de enunciación de nuestras sociedades democráticas son variaciones más o menos
sofisticadas de este desdoblamiento del sujeto mediante el cual el sujeto de enunciación se debe reflejar en
un sujeto de enunciado: sondeos, marketing, elecciones, representación política y sindical, etcétera.
La sujeción no es una cuestión de ideología.
El propio capitalismo se puede definir no sólo como un modo de producción, sino también como una
máquina de subjetivación.
Para Deleuze y Guattari, el capital actúa como un formidable “punto de subjetivación que constituye a todos
los hombres en sujeto, pero unos, los capitalistas, son sujetos de enunciación, mientras que otros, los
proletarios, son sujetos de enunciado sujetos a máquinas técnicas”.
sí mismo, tal y como lo conforman las técnicas de dominio contemporáneas, es la realización simultánea de
procesos de subjetivación y de procesos de explotación, ya que, aquí, es el propio individuo quien se
desdobla. Por una parte, el individuo lleva la subjetivación al paroxismo, dado que implica en todas sus
actividades los recursos “inmateriales” y “cognitivos” de “sí mismo”, y por otra parte lleva a identificar
subjetivación y explotación, dado que es a la vez patrón de sí mismo y esclavo de sí mismo, capitalista y
proletario, sujeto de enunciación y sujeto de enunciado.

La servidumbre maquínica
La máquina-televisión actúa entonces como un dispositivo de sujeción maquínica que se alimenta del
funcionamiento de base de los comportamientos perceptivos, sensitivos, afectivos, cognitivos y lingüísticos,
operando de este modo sobre los resortes mismos de la vida y de la actividad humana.
La servidumbre maquínica consiste en la movilización y en la modulación de los componentes
preindividuales, precognitivos y preverbales de la subjetividad, haciendo funcionar los afectos, las
percepciones, las sensaciones aún no individuadas, aún no asignables a un sujeto, etc., como elementos de
una máquina. Mientras que la sujeción implica a personas globales, representaciones subjetivas molares
fácilmente manipulables, “la servidumbre maquínica agencia elementos infrapersonales, infrasociales, en
razón de una economía molecular del deseo más difícil de mantener en el seno de las relaciones sociales
estratificadas” que movilizan a los sujetos individuales. La servidumbre maquínica, por tanto, no es lo mismo
que la sujeción social. Si esta última se dirige a la dimensión molar, individuada, de la subjetividad, la primera
activa su dimensión molecular, preindividual, preverbal, presocial.
En la servidumbre maquínica ya no somos usuarios de la televisión, “sujetos” que se relacionan con ella como
un objeto externo. En la servidumbre maquínica somos agenciados a la televisión y funcionamos como
componentes de dispositivos, como elementos de input/output, como simples relés de la televisión, que
hacen pasar y/o impiden el paso de la información, de la comunicación, de los signos. En la servidumbre
82

maquínica hacemos literalmente cuerpo con la máquina. El funcionamiento de la servidumbre maquínica no


conoce distinción entre “humano” y no humano, entre sujeto y objeto, sensible e inteligible. La sujeción
social considera a los individuos y a las máquinas como totalidades cerradas sobre sí mismas (el sujeto y el
objeto) y traza entre ellas fronteras infranqueables. La servidumbre maquínica, por contra, considera a los
individuos y a las máquinas como multiplicidades abiertas. El individuo y la máquina son conjuntos de
elementos, de afectos, de órganos, de flujos, de funciones que se sitúan en el mismo plano y que no se
pueden oponer según dualismos como sujeto/objeto, humano/no humano, sensible/inteligible. Las
funciones, órganos y fuerzas del hombre se agencian con ciertas funciones, órganos y fuerzas de la máquina
técnica; juntos constituyen un agenciamiento.
La máquina no es solamente la totalidad de sus piezas, los elementos que la componen. “Es portadora de un
factor de autoorganización, de feed-back y de autoreferencialidad incluso en su estado maquínico”. Tiene un
poder: el poder de abrir procesos de creación. De este modo, por extraño que pueda parecer a la tradición
del pensamiento occidental, la “subjetividad” se encuentra a la vez del lado del sujeto y del lado del objeto
Es mediante la servidumbre maquínica que el capital llega a poner a trabajar las funciones perceptivas, los
afectos, los comportamientos inconscientes, la dinámica preverbal y preindividual y sus componentes
intensivos, a-temporales, a-espaciales, a-significantes. Es mediante estos mecanismos que el capital asume el
control de la carga de deseo que porta la humanidad.
Esta parte de la realidad de la “producción” capitalista permanece en gran parte invisible. Ni siquiera la
noción de “transindividualidad” alcanza a aprehenderla, porque habría que hablar sobre todo de
“transmaquínica”, de relaciones que operan simultáneamente a este lado y más allá de la dimensión social e
individual.
La parte de servidumbre maquínica que según Guattari conlleva el trabajo humano (o la comunicación) “no
es nunca cuantificable en cuanto tal”, porque no es contable. “A cambio, la sujeción subjetiva, la alienación
social inherente a un puesto de trabajo o a cualquier función social, es siempre perfectamente contable”.

El ritornelo o la producción de subjetividad o la máquina abstracta


Las maquinarias de servidumbre y de subjetivación trabajan sobre las relaciones. Su acción, según la
definición de poder en Foucault, es una acción sobre una acción posible, una acción sobre individuos “libres”,
es decir, sobre individuos que pueden siempre, virtualmente, actuar diferente. Ello no implica solamente
eventuales fracasos en la sujeción, resultados imprevisibles, la activación de desviaciones, de trucos, de
resistencias de los individuos, sino también la posibilidad de procesos de subjetivación independientes,
autónomos. Encontramos aquí el tercer concepto de máquina: la “máquina abstracta”, cuyo funcionamiento
ejemplificaremos de nuevo mediante la televisión.
En el momento en que miro la televisión me encuentro en el cruce de diferentes dispositivos: (1) de
dispositivos que podemos definir como de servidumbre maquínica y que aquí pueden estar representados
por “la fascinación perceptiva provocada por el barrido luminoso del aparato”, que puede agenciarse con
intensidades, temporalidades, afectos del cuerpo, del cerebro, de la memoria, que me atraviesan y que
constituyen mi dimensión preindividual, molecular; (2) de una relación de captura mediante el contenido
narrativo que moviliza mis representaciones, mis sentimientos, mis hábitos en tanto que sujeto (mi
dimensión molar); (3) de un mundo de fantasmas conscientes e inconscientes que habitan mis fantasías...
A pesar de la variedad de componentes de sujeción y servidumbre, a pesar de la diversidad de temas de
expresión y de sustancias de enunciación lingüísticas y maquínicas, discursivas y no discursivas que me
atraviesan, conservo un sentimiento relativo de unicidad y de clausura, de completitud. Este sentimiento de
unicidad y de completitud viene dado por lo que Deleuze y Guattari llaman ritornelo. De este conjunto de
dispositivos se escinde un “tema”, un ritornelo que funciona como un “imán”. “Las diferentes componentes
conservan su heterogeneidad, pero son capturadas sin embargo por un ritornelo” que las mantiene juntas.
El ritornelo nos remite a las técnicas de producción de subjetividad, de “relación consigo” de Michel
Foucault. De las relaciones de poder y de saber se escinden procesos de subjetivación que escapan a ellas.
El ritornelo es la condición para que funcione la “máquina abstracta”, la cual, a pesar de su nombre, es la
máquina más singular, la que llega a funcionar transversalmente y a todos los niveles, dotándolos de una
consistencia no solamente cognitiva o estética, sino sobre todo existencial. La máquina abstracta agencia
elementos materiales y semióticos, pero lo hace a partir de un punto no discursivo, de un punto innombrable
e inenarrable, porque toca el foco de no discursividad que yace en el corazón de la discursividad. Opera una
mutación subjetiva, haciendo franquear umbrales existenciales.
Guattari describe de esta manera la “máquina abstracta” Debussy: “Se trata de una enunciación, un corte,
una suerte de foco no discursivo. No sólo está la dimensión musical, sino también las dimensiones adya
adyacentes, plásticas, literarias, sociales (el salón, el nacionalismo), etcétera. Se trata por tanto de un
universo heterogéneo con componentes múltiples. De estas constelaciones de universos, de mundos, se
escinde un ‘enunciador’ que las mantiene juntas de una nueva manera”.
83

Hay en el ritornelo, en la relación consigo, en la producción de subjetividad, la posibilidad de ejecutar el


acontecimiento; existe la posibilidad de sustraerse a la producción serializada y estandarizada de la
subjetividad. Pero esta posibilidad ha de ser construida. Los posibles han de ser creados. Es éste el sentido
del “paradigma estético” de Guattari: construir los dispositivos políticos, económicos y estéticos en los que
tal mutación existencial pueda ser experimentada. Una política de la experimentación y no de la
representación.

Jaime Alberto Carmona. LA TAREA COMO AGENTE EN LOS CUATRO DISCURSOS

Enrique Pichón Rivière define el dispositivo del grupo operativo en función de la tarea, como centro
articulador y organizador del acontecer grupal Esta definición de su dispositivo como “grupo centrado en la
tarea”, lo diferencia de los “grupos centrados en el individuo”, como son, por ejemplo, “los grupos
psicoanalíticos o de terapia en los que la tarea está centrada en aquel que para nosotros se llama portavoz”.
Pero Pichón también diferencia su grupo operativo, de otro tipo de dispositivo como “los grupos centrados
en el grupo” en el análisis de la propia dinámica grupal, “Técnica que está inspirada en Kurt Lewin, en la que
se considera al grupo como una totalidad”. La crítica que el autor le hace a esta propuesta es, en un sentido
opuesta a la que le hace a los grupos centrados en el individuo, a saber; que centran su análisis en el grupo
como totalidad y dejar de lado el factor individual -pero en el fondo es la misma crítica-. Finalmente ambos
modelos, las grupos centrados en el grupo y lo grupos centrados en el individuo, dejan de lado, según Pichón,
la relación sujeto-grupo.
Teniendo en cuenta lo anterior; el grupo operativo no solamente se define por tener la tarea como centro,
sino también por mantener como horizonte de análisis e intervención la relación grupo-sujeto,
horizontalidad-verticalidad
Los grupos operativos nacieron y tuvieron sus primeros desarrollos en el campo de la intervención de
pacientes psicóticos, tanto en el escenario del trabajo grupal en el Hospicio de las Mercedes, como en los
intentos de abordaje de la psicosis por medio del trabajo con grupos familiares; muy pronto los grupos
operativos como técnica y como campo de investigación del desarrollo mismo de la técnica, se articularon
también en función de la formación de psicólogos sociales. Por ello, siempre que Pichón se refiere a la tarea,
toma como referente esos escenarios, pero él mismo advierte que: “el eje de la tarea hace útil este
instrumento para cualquier clase de trabajo”. Esto lo demuestra Pichón con el experimento social que
constituyó la experiencia Rosario, en el que el grupo operativo es puesto al servicio de un trabajo con una
comunidad donde la tarea no podía definirse, ni como terapéutica, ni como formativa.
Pichón sostiene que los procesos de aprendizaje y cambio en los grupos, con sus respectivas resistencias, y la
aparición y tratamiento de las diversas formas del malestar y la enfermedad mental, constituyen el
fundamento mismo del acontecer del grupo;
Esta concepción particular de la vida grupal, tiene efectos para la definición particular de la tarea, en la obra
de Pichón, ya que ésta va más allá de lo explícito: “Así es como definimos la tarea: consiste en el abordaje de
conocimiento, que tiene un nivel explícito manifiesto de abordaje. Pero en este plano explicito de la
ejecución de la tarea o tratamiento del tema, surgen cierto tipo de dificultades, de lagunas, de cortes en la
red de comunicación, montos de exigencia que aparecen como signos, corno emergentes de obstáculos
epistemológicos”. En el mismo texto, más adelante, el autor aborda la dimensión de la tarea que se refiere a
la lucha contra la resistencia: “este obstáculo o dificultad de abordaje denuncia una actitud de resistencia al
cambio, si consideramos que la enfermedad mental o las dificultades sociales de cualquier tipo van
acompañadas de una resistencia al cambio”.
Pichón no concibe el grupo como una realidad transparente a sí misma, como una entidad que pueda
definirse precisamente por la propiedad detener una especie de autoconciencia, sino todo lo contrario. El
grupo, tal como lo concibe el autor es opaco para sí mismo, tiene siempre una zona de sombra, que tiene sus
propias dinámicas, cuyos productos se hacen valer en el grupo sin que haya una apropiación o consenso
grupal en torno al sentido de esos productos. La contradicción y la falta de transparencia del grupo en
relación consigo mismo son dos aspectos que se articulan frecuentemente, en la medida en que justamente
la contradicción se suele presentar entre una dimensión del grupo que tiene que ver con la tarea explícita,
con lo que podríamos llamar los propósitos expresos del grupo y esa otra dimensión del grupo que queda en
la sombra y de a que el grupo solamente sabe por sus efectos que aparecen operando justamente como
resistencias al cambio: el análisis sistemático de las contradicciones (análisis dialéctico) constituye la tarea
central del grupo. Este análisis apunta básicamente a indagar la infraestructura inconsciente de las ideologías
que se ponen en juego en la interacción grupal.
En un plano más general, en la medida en que todo aprendizaje y todo proceso terapéutico en un grupo,
constituyen por excelencia procesos de cambios cualitativos, la “resistencia al cambio” sería una expresión
grupal de la resistencia, tanto en el sentido epistemológico como en el sentido terapéutico.
84

Esta definición del grupo, en general, y del grupo operativo en particular, como realidades que poseen una
zona de sombra que es constitutiva de su realidad y una dimensión conflictiva que es parte de su naturaleza,
perfilan unos caracteres básicos que de tener en cuenta todo psicólogo social, como profesional que se
ocupa de fenómenos grupales y sus malestares, y todo coordinador de grupo operativo en particular. Un
coordinador de un grupo operativo ha de ser capaz de leer esos dos niveles de la actividad grupal y habrá de
cumplir el rol de un facilitador al servicio de la tarea y del grupo. Una parte fundamental de esa tarea será
ayudarle al grupo a explicitar lo implícito y así contribuir a la lucha contra la resistencia al cambio que se
deriva de las ansiedades básicas que existen en todo grupo.

A propósito del psicólogo social y su tarea, dice Pichón: “el campo de acción del psicólogo social es el de los
miedos; su tarea es: esclarecer su origen y el carácter irracional de los mismos, los que en última instancia
pueden ser reducidos a dos: el miedo a la pérdida y el miedo al ataque”. Luego, en el mismo artículo,
refiriéndose concretamente al grupo operativo, dirá: “hay, entonces un interjuego permanente entre el
miedo a la pérdida de lo ya conocido y el miedo al ataque de lo que puede venir. El interjuego de estas dos
situaciones rige todo, son los universales esenciales de la tarea en el grupo operativo”.

Esta dimensión de la tarea del coordinador en el grupo operativo, que consiste en ayudar al grupo a explicitar
lo implícito, tiene que ver con una dimensión de la tarea del grupo, como conjunto que va en esa misma vía,
a saber, afrontar las formas particulares que adoptan los miedos básicos frente a cada momento de la tarea,
para desactivar las resistencias al cambio que surgen justamente de ellos. Esta es quizás la dimensión
fundamental de la tarea que el grupo no puede cumplir sin ayuda del coordinador. Justamente, porque una
tramitación adecuada de estas ansiedades básicas es condición para que un grupo pueda asumir de lleno la
tarea, es que Pichón dice que la tarea del coordinador está en la pretarea del grupo.

Tres dimensiones de la tarea: el trabajo, la obra y la representación meta

La tarea como trabajo remite a la actividad grupal, al quehacer el grupo en sus dimensiones manifiesta y
latente, en su lucha con las resistencias y en el proceso de transformación grupal y de cada uno de los
integrantes. La tarea como obra remite a la tarea realizada, en la terminología de Pichón esto implicaría el
atravesamiento de las tres fases: pretarea, tarea y proyecto; y la culminación del proyecto en una obra.
Cuando esto ocurre, si el grupo no logra relanzar la tarea o articularse en función de otra tarea y otro
proyecto, puede ocurrir que cambie el centro gravitacional del grupo, o que el grupo se disuelva.
Una de las dimensiones fundamentales de la operatividad y la productividad de un grupo, para el autor están
en función de las transformaciones que se operen en los esquemas referenciales de los integrantes y de la
modificación del ECRO grupal. La obra de un grupo puede ser algo tan intangible como la reconfiguración de
un grupo familiar que le permita afrontar sus ansiedades básicas, sin endilgarle esa tarea a uno de sus
integrantes, o el proceso de aprender a aprender en los grupos de formación. La tercera dimensión de la
tarea es su condición de representación meta -empleando la noción de Freud- es decir como significante que
sirve de horizonte al deseo del grupo. En tal calidad opera como organizador grupal y tiene un lugar
fundamental en el momento de la constitución de un grupo operativo y en las demás fases, en la medida en
que sirve como una especie de brújula que oriente el trabajo del grupo.

La tarea entendida como trabajo

Hablar de un grupo centrado en la tarea es hablar de un grupo centrado en el trabajo. Y situar el trabajo
como el centro de un grupo es colocar en el centro mismo de la actividad grupal aquello que constituye el
principio mismo de la humanización. Según Hegel, es en y por el trabajo que el siervo se humaniza y alcanza
el estatus de humano antes que el amo mismo. La cultura, en el sentido más global de la palabra, podríamos
entenderla como un grupo centrado en una tarea. El humano es un ser que se define por su relación al
trabajo y en ese hacer se construye como ser.

Hablar de un grupo centrado en la tarea implica, por definición, que no será un grupo centrado en los amores
o en los odios, y que aunque estas pasiones siempre están presentes en los grupos, la tarea constituye, en sí
misma un espacio para la dialectización y la elaboración de esta dimensión de lo humano. Así la tarea opera
como un tercero que garantiza un elemento de estabilidad grupal.

En su artículo “El empleo del tofranil en la psicoterapia individual y grupal”, Pichón lo muestra de una manera
muy clara: “el campo de la tarea tiene por base una situación triangular, debiendo comprenderse e
interpretarse el vínculo transferencial dentro de este contexto triangular”. Este comentario del autor nos
pone, además, sobre la pista del papel que cumple la tarea como una terceridad, que introduce un elemento
85

de movilidad de los roles de los integrantes de un grupo; roles que se inmovilizan hasta estereotiparse si no
existe esta función de terceridad de la tarea, que permite dialectizarlos.

Habría que decir que cuando la tarea, entendida como trabajo, se constituye en el centro para un sujeto o un
grupo, comporta una dimensión de enajenación que presenta dos costados opuestos: de un lado es una
enajenación positiva y necesaria para devenir humanos, es decir humaniza, confiere la dignidad de lo
humano, le permite al sujeto y al grupo hacerse a un ser en tanto que trabajadores y en ese sentido ser
partícipes de la obra de la cultura. La tarea también puede tener una dimensión enajenante, en el sentido
negativo de esta palabra, cuando se constituye en una actividad mecánica y repetitiva que no está en
concordancia con el deseo del sujeto o del grupo y no les permite transformarse y crear.

La tarea entendida como obra


Ya enunciamos que, en el ECRO de Pichón Rivière, la producción grupal tiene una dimensión fundamental
que está en relación con los procesos de aprendizaje y comunicación que se dan en el interior del grupo, y
con las consecuentes transformaciones del esquema referencial grupal y de cada uno de los integrantes. Esta
dimensión de la tarea se refiere a cambios cualitativos en la perspectiva del aprender a aprender y de la
desalienación de ideologías que funcionan al servicio de la protección contra los miedos que obstaculizan el
trabajo grupal. El afrontar y, a cada paso, ir venciendo la resistencia al cambio por parte del grupo, deviene
una producción grupal en la medida en que opera transformaciones en el grupo y en cada uno de los
integrantes.

En suma, las transformaciones subjetivas y los procesos que s operan en los integrantes del grupo pueden ser
más importante como producto, que la materialización del trabajo grupal en alguna obra concreta.

“La tarea’ consiste en resolver las situaciones estereotipadas y dilemáticas que surgen de la intensificación de
las ansiedades en la situación de aprendizaje.
Darle toda a importancia a esta dimensión subjetiva, vincular y de construcción de tejido social, del grupo
operativo, no excluye, por supuesto, la otra dimensión más fáctica de la tarea, a saber que el producto de un
grupo operativo también puede materializarse en una obra que puede separarse del grupo y perdurar
independientemente de él. De acuerdo con esta perspectiva, la tarea, puede ser una actividad académica o
una publicación, una obra material.

La tarea corno representación meta


Esta es una dimensión intangible de la tarea.
Sin embargo, de las tres dimensiones, es la más determinante, en la medida en que opera como el elemento
que orienta el deseo del grupo. Podríamos decir que las dos dimensiones anteriores de tarea tienen el
carácter de una presencia, mientras que esta tercera dimensión tiene el carácter de una ausencia, que opera
como causa del trabajo grupal. Cuando un grupo se formula una tarea como aquello que aspira a realizar,
está situando una falta como principio organizador que va a regir su quehacer. La tarea, en su calidad de
representación meta, podernos situarla como una falta que causa el trabajo grupal.
Si una fantasía de completud se llega a apoderar de un grupo (ilusión de “tenerlo...todo”), esto puede tener
efectos inmovilizadores, incluso puede conducir a los fenómenos de cierre y de estereotipia más radicales.
Esto ocurre con ciertas castas sociales y en ciertas elites del mundo académico que logran crear un gueto que
monopoliza algún campo del saber y que puede terminar produciendo un empobrecimiento grupal y un
deterioro progresivo. También puede ocurrir lo contrario, la experiencia de la falta puede llegar a
exacerbarse tanto en un grupo, que se constituya en un emblema que dificulte la operatividad grupal, esto
ocurre con algunos grupos cuya identidad se constituye en torno a algún significante de la falta, sea ella
material a simbólica.
Tenemos entonces que “la falta de la falta”, es decir una pretendida plenitud, puede paralizar la
productividad grupal; y que una identificación del grupo a la falta, en virtud de la exacerbación o exaltación
de la misma, también puede ser un obstáculo para el trabajo de un grupo-
La tarea, en calidad de representación meta, que opera como la falta que causa el trabajo de un grupo, no
sería, en sentido estricto una ausencia. Ya que una representación, aunque su materialidad no sea otra que la
de un sonido o una imagen de todos modos constituye una presencia. Así, podríamos definir más
rigurosamente la tarea, en tanto que represtación neta, como “la presencia de una ausencia”.

Este desdoblamiento de la tarea, en estas tres dimensiones, nos permite trascender la dimensión empírica de
la tarea y abordar su dimensión significante.
Una tarea puede operar como significante en el sentido más riguroso que Lacan le da a la noción de
significante, es decir, “aquello que representa a un sujeto para otro significante”, y en este caso lo noción de
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sujeto no hay que confundirla con la individuo, un grupo puede operar como un sujeto. Así, una tarea puede
funcionar como un significante en la medida en que representa a: un sujeto -individuo o grupo- para los
otros. Estamos hablando en este caso de la tarea como representación meta, por ejemplo aquella que en las
organizaciones se expresa en “la misión institucional” y en los individuos se expresa en su proyecto vital. Por
Freud y Pichón sabemos que en ambos casos hay una dimensión manifiesta y una dimensión latente. Las
instituciones, los grupos y los individuos, suelen ser representados ante los otros –instituciones, grupos o
individuos- por la representación meta que, como tarea, les define un lugar en el mundo.

Pero la tarea no solamente opera como significante en su condición de representación meta, la tarea como
trabajo tiene una función significante fundamental, en la medida que opera como un tercero que, según
Pichón, triangula, es decir, regula y ordena los vínculos entre los humanos; y, finalmente, la tarea como obra,
puede ser también un objeto de intercambio de un sujeto o un grupo con otros, es decir un elemento puesto
en función de la construcción de vínculos sociales y un elemento que le sirva al grupo o al sujeto para hacerse
representar ante otros grupos y en virtud de ello, hacerse a un lugar en el entramado social.

Bonano, O.: “Algunas tesis sobre la Tarea”.


Una práctica es una significación en acto, es un hacer; está condicionada por el horizonte problemático de los
saberes, pero en la inmanencia de las prácticas suceden incidentes, excedencias o acontecimientos que
suplementan las condiciones de partida.
(Enrique Pichón Rivière). Es un campo en el que puede haber demanda (o 'sitio’) de intervención, y es
centralmente el de los equipos (una de las formas de los agrupamientos que “se dan espontáneamente a la
vida social” R. Kaës), sean aquellos en los que participamos como integrantes (
Aquella lógica es consistente con el horizonte problemático de la Psicología Social pichoniana (“la tarea es la
marcha del grupo hacia sus objetivos”), que situó a la constelación Necesidad-Objetivo-Tarea como uno de
los organizadores del agrupamiento
(el otro como sabemos es la M.R.I., más sesgado hacia la fantasmática), y propuso los vectores de
direccionalidad, estrategia, táctica y logística como herramientas para la operación.
con la noción de resistencia al cambio (
Si se acepta (ciegamente) que la función del coordinador (es peor aún si es jefe, director, etc.) es conducir al
grupo a su objetivo; y que todo lo que desvíe o demore en la marcha hacia su objetivo tiene por causa la
resistencia (al cambio), es inevitable que se produzca un empantanamiento. Tal vez sea esta la vía más
directa para que la concepción operativa se ordene bajo el discurso del amo. La tesis, sin duda psicologista al
extremo, que el motor de la resistencia al cambio son las ansiedades depresiva o paranoide, además de
engrosar el funcionalismo del esquema, termina extraviando definitivamente toda posible elucidación
política y subjetiva respecto de la tarea.
La tarea ya no comanda desde el universo simbólico del tercero ordenador; muchas veces apenas fuerza el
“rostro obsceno de lo imaginario” (Cfr: reacciones de alumnos de Psicoterapia II frente a la obligatoriedad de
las jornadas, suposición que la cátedra es un ‘espacio de libertad’; o la ruina de la función institucional
establecida de los “Trabajos Prácticos” como espacio para que un alumno aprenda bajo la lógica del saber, a
partir de la lectura previa de de la bibliografía).
No es posible pensar y operar en los agrupamientos que se dan espontáneamente a la vida social sin la
noción de tarea y las operaciones que allí se engarzan; no es posible hacerlo con las categorías y
significaciones heredadas. Por lo tanto estamos ante un problema, un problema verdadero, puesto que no
hay respuesta para esta impasse. Tal vez ayude a pensarlo la proposición de la tarea como un operador vacío.
Se trata de operar sobre la condición inercial en que se plantea la tarea inicialmente, y cooperar para que se
pueda pensarla, con lo que se la hace ser al modo situacional.

Raquel Bozzolo y Marta L’Hoste.

Nuevas condiciones para el trabajo con grupos e instituciones

Trabajar con colectivos que, al calor de ciertas prácticas, gestan una posición de sujeto e inventan sus propias
nominaciones.
hemos retomado algunas herramientas del psicoanálisis de los grupos, de la psicología social pichoniana y del
análisis institucional. Puestas en el campo de los grupos y de sus tecnologías, queremos diferenciar dos tipos
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de dispositivos: por un lado los dispositivos tecnológicos que diseñamos como entendidos y por el otro
aquellos dispositivos generados en la lucha de las madres. Lo que en ese entonces denominamos
acompañamiento de esa lucha hoy lo enunciamos como participar en la composición de un sujeto colectivo.
Nuestra apuesta es componer el trabajo con agrupamientos espontáneos que enuncian e instauran
condiciones para habitar y hacer ser un mundo.
Formamos parte, en nuestro país, de una corriente en el campo de la psicología que se dedicó al trabajo
grupal con la convicción de que los grupos eran instrumentos privilegiados para la articulación de lo que se
denominaba en ese momento lo psicosocial. Nuestro posicionamiento se fundaba en el pensamiento de que
las prácticas políticas de las masas iban a transformar el mundo, y no los dispositivos tecnológicos,
elaborados por profesionales expertos.
Al instalarse la dictadura, que alteró las condiciones en que se desarrollaban las formas de la vida cotidiana,
trabajar con las Madres fue para nosotras una forma de preservar la capacidad de pensar en medio de la
devastación, más que una prescripción del ideal militante.
Muchas de nuestras experiencias de trabajo han sido desde entonces lo que denominamos talleres reflexivos
de tramitación subjetiva. Tal tramitación ha ido variando, así como ciertos aspectos de los dispositivos
empleados. Transitamos de los efectos del terror a los efectos de la caída de la ley y de las garantías del
Estado. Lo que fue pensado en un principio como estado de excepción, se instaló como alteración
permanente.
¿En que condiciones trabajamos hoy? En esta mesa se nos convocó a hablar acerca de “¿qué denuncian los
grupos de las instituciones?”. Nos venimos preguntando largamente ¿qué fue de aquellos “valores y aquellas
normas que orientaban las prácticas sociales”, definición clásica de institución? ¿Podemos seguir hablando
de instituciones, o de lo que se trata hoy es de intervenir en los efectos del agotamiento de las mismas? Las
diversas situaciones experimentadas en nuestra práctica nos han ido alejando de una idea de crisis en la que
algo se altera y deberá reorganizarse La alteración socio histórica subjetiva en la que estamos inmersos no es
una crisis en esos términos, solemos declararla como alteración radical de nuestras formas colectivas de
vivir y de ser con otros, en la que no hay retorno.
En las intervenciones en agrupamientos organizados alrededor de tareas, nos encontramos con formas
singulares de estar y padecer la coyuntura actual. Las formas de estar en esos ámbitos, suelen presentarse
disgregadas, dispersas, fragmentadas, carentes de un articulador común. Los cuerpos, juntos en un espacio y
tiempo se encuentran, entonces sólo fácticamente bajo la forma de un amontonamiento.
Las formas subjetivas se caracterizan por una desagregación, cada uno de los habitantes está aislado en su
propio discurso. ¿Como qué nos demandan? Nos decimos: como analistas institucionales, como supervisores,
como expertos en grupos, sin embargo, con frecuencia se nos requiere como un algo impreciso...sin
nominación. Se manifiestan distintos grados de incomodidad y malestar en las relaciones interpersonales;
suelen presentarse letargo, aburrimiento y sensaciones de inutilidad, futilidad, e impotencia ante cualquier
posibilidad de transformar algo.
Hemos denominado padecimiento a esta modalidad del sufrimiento o dolor no muy visible, no muy
consciente, que no se impone como experiencia subjetiva, sino que se instala y se hace cuerpo. Estos
padecimientos no tienen una consistencia en el orden de un instituido a develar sino que son la presentación
de vacíos. En este sentido no son aspectos silenciados de la institución, sino más bien las figuras de su
declive. Estamos entonces estableciendo otra manera de pensar la convocatoria a este panel: no creemos
que hoy los “grupos” denuncien lo silenciado en las instituciones como sí lo hacían en los cincuenta o
sesenta. La fragmentación y el tedio se presentan en la superficie y no necesitan ser denunciados, sino
experimentados, pensados.
Constituir un grupo requiere hoy un acto de instauración que demanda procedimientos precisos.
Hoy, en plena proliferación de información mediática, reina el sin sentido.
Respecto de las reglas que armaban institución, la predominancia actual, es la ley de la no ley; y esto no es
“sin consecuencias”.
Hay dos modalidades en que se presentan las operatorias de recubrimiento del vacío en los agrupamientos
actuales. Una apela a restituir la normatividad perdida, procedimiento que en general carece de potencia
para crear formas de vivir en condiciones alteradas; otra se suma a la proliferación en el registro imaginario
de los sujetos psicológicos, con sus peleas y conflictos sin que esto encuentre el tope en una forma socio-
histórico-subjetiva necesaria para la producción pensante.
En qué condiciones subjetivas podemos pensar estos procedimientos?
Hace diez años hubiéramos contestado rápidamente que los grupos hubieran sido instrumento privilegiado
para develar lo inconciente institucional, pues estaban dadas las condiciones de posibilidad de operar en un
sentido visibilizador. Hoy estamos convencidas que las herramientas van a construirse en la delimitación del
problema a abordar.
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Nuestro posicionamiento en las intervenciones fue abandonando la primacía de la interpretación, también


rehusándonos a asumir la actitud de denunciante. Intentamos ser testigos¡ que señalan aquellos gestos,
enunciados, convergencias y padecimientos que se presentan en los agrupamientos. Una de nuestras
estrategias es el recorrido por los sentidos institucionales caídos y que se encuentran aún adheridos como
lastre. El trabajo de extenuación de esos lastres tiene siempre un efecto de destitución subjetiva. Esta tarea
implica acompasar, soportar el vacío, arriar ideales, en primer lugar los propios, bloquear la tentación de
sutura, fogonear el agotamiento y la destitución de la expectativa de reponer lo que se cayó para dar paso a
la creación, a partir de lo que hay, de lo que nunca fue.
Apostamos a componer con el agrupamiento una enunciación que instaure nuevos sentidos. Nos
enfrentamos a fuerzas de resistencia tanto en los integrantes de los agrupamientos como en nosotros
mismos para dejar de ser los expertos, los sujetos del supuesto saber, los objetos de transferencia.
Deslindarnos de esa oferta, es un trabajo permanente en el camino de producir otro nosotros.

Ignacio Lewkowicz. Subjetividad contemporánea: entre el consumo y la adicción

Las adicciones en perspectiva histórica


1) Ningún discurso se siente cómodo en el terreno de las adicciones. La adicción aparece como una evidencia
ideológica sin concepto riguroso que pueda cubrir la multiplicidad diseminada de sus usos. Las adicciones
pertenecen "por derecho propio" al inespecífico campo de los “problemas sociales”. Un primer dato
entonces, nada menor, es que el problema adictivo desborda irremediablemente las capacidades de
comprensión y de acción de las diversas disciplinas destinadas a sus cuidados.
2) No estamos ante el mero incremento cuantitativo de unas prácticas que llamamos adictivas sino ante la
instauración cualitativa de un tipo radicalmente nuevo de subjetividad socialmente instituida. Pues es difícil
imaginar situaciones sociales en las que no hubiera individuos que excesivamente se aferran a algunos de los
productos ofrecidos por su cultura. Pero lo cierto es que solo nuestra modernidad tardía realiza esta
posibilidad de lectura.
3) Que el adicto sea una figura instituida significa que es efecto de unas practicas de producción de
subjetividad. Esta figura es reconocible, esta tipificada, es objeto de prácticas, saberes y cuidados; en
definitiva, brinda una identidad capaz de soportar el enunciado de virtud ontológica: soy adicto.
4) El mundo de la adicción solo es posible en determinadas condiciones socioculturales. El adicto es posible
en situaciones en que el soporte subjetivo del estado ha dejado de ser el ciudadano y ha recaído en el
consumidor, en la que el envés subjetivo de la figura instituida del consumidor se ha desplazado del
inconsciente, propio del sujeto de la conciencia, a formas aun no teorizadas pero que insisten bajo el modo
de patologías del consumo y de la imagen; en que la instancia de derivación y reconocimiento ha dejado de
ser el discurso médico y sus derivaciones "psi" para recaer en el discurso massmediatico; en el que el modo
genérico de tratamiento y cuidado es el de la autoayuda y el grupo homogéneo de los identificados por el
rasgo adictivo.
5) El consumo de objetos variables produce una serie determinada de imágenes reconocibles. El consumo
adictivo de fijación a un objeto (una sustancia, una práctica, un tipo sexual, una actividad informática, etc)
engendra a su vez una imagen específica: la imagen del adicto como tipo reconocible, predicable, como
imagen donadora de una identidad, la identidad adictiva. El adicto dispone de un discurso que lo representa
y lo aliena de modo reconocible para el conjunto. Las drogas de por sí, no causan adicción, las diversas
situaciones en las que circulan sin patología adictiva así lo demuestran. Pero en las condiciones actuales de
subjetividad de consumo, las drogas constituyen el objeto privilegiado de la amenaza adictiva.

Problemas y herramientas.
a) Hipótesis. Nuestra hipótesis es que la subjetividad contemporánea puede pensarse a partir del consumo, o
más bien, que la subjetividad socialmente instituida es la subjetividad consumidora. ¿Qué significa
subjetividad? ¿Qué significa que esta subjetividad sea consumidora?
b) Subjetividad instituida. En la perspectiva de la historia de la subjetividad el tipo de subjetividad propio de
cada situación se define por las prácticas y los discursos que organizan la consistencia de esa situación.
La naturaleza humana no está determinada de por sí: lo que hace ser hombres a los hombres no es un dato
dictado por la pertenencia genérica a la especie. Los hombres no disponen de una naturaleza
extrasituacional, es decir, no son un dato de la naturaleza dictado por la pertenencia genérica a la especie.
Los hombres son el producto de las condiciones sociales en que se desenvuelven. Esa naturaleza humana,
resultante de las condiciones sociales, es intraducible de una situación a otra. De ahí se deriva que la esencia
humana sea situacional.
Esta subjetividad no es el contenido variable de una estructura humana invariante sino que interviene en la
constitución de la estructura misma. Esta subjetividad resulta de marcas prácticas sobre la indeterminación
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de base de la cría sapiens. Esa indeterminación del recién nacido recibe una serie de marcas que la ordenan.
Estas marcas -de diverso tipo según las diversas organizaciones sociales- producen una limitación de la
actividad indeterminada de base que estructura el punto caótico de partida. Estas marcas socialmente
instauradas mediante prácticas hieren a la cría, que recibe una serie de compensaciones a cambio de la
totalidad ilimitada e informe que era hasta entonces. Los enunciados de los discursos que con su capacidad
de donación de sentido compensan esas heridas constituyen la estructura básica de esa subjetividad
instituida. Así las prácticas de los discursos instauran las marcas estructurantes; los enunciados de los
discursos instauran los significados básicos de esas marcas. La marca deviene significativa. La herida tiene
sentido: la subjetividad queda determinada por esas marcas y ese sentido. A esto lo llamamos subjetividad
instituida. En principio, se quiere remarcar que cualquier subjetividad, lejos de ser intemporal, es un tipo
posible que resulta de las prácticas y discursos propios de una situación.
c) Individuo y sociedad. La historia de la subjetividad busca abolir en su funcionamiento la distinción entre las
dimensiones individual y social.
El eje problemático de la relación entre lo individual y lo social es la imposibilidad de artículación lógica
entre estas instancias.
La abolición de la distinción entre ciencias de lo individual y de lo social es el resultado de la institución de
otra dimensión: la dimensión inespecífica de las prácticas. Son las prácticas las que producen lógicas sociales,
pero también son las prácticas las que fundan la constitución individual.
Prácticas.
La noción de práctica es fundamentalmente inespecífica. En la perspectiva de la historia de la subjetividad, el
producto es un efecto de las prácticas, pero de ningún modo su sentido. Atenta a los mecanismos de
producción de sentido, la historia de la subjetividad trabaja desde la noción de práctica, es decir, desde el
desenvolvimiento de esas fuerzas discontinuas que se cruzan, se yuxtaponen, se ignoran y se excluyen. En
este movimiento magmático se instituye un sentido, sentido que no deja de producir marcas ni en la lógica
social ni en el tipo individual capaz de habitarla.
Pero la noción de práctica no sólo autonomiza el hacer de lo hecho, también autonomiza el hacer de sus
concepciones, y esta quizá sea la principal intervención de Michel Foucault en el campo de las Ciencias
Sociales. La intervención consiste en la postulación del privilegio de las prácticas respecto de las
representaciones.
¿Cómo pensar entonces el vínculo entre representaciones y prácticas? Para la problemática de la
determinidad, nada ocurre que no sea la actualización de unas determinaciones previas. Las prácticas son
manifestación, realización o actualización, de unas concepciones anteriores. Pero en la perspectiva de la
historia de la subjetividad, la articulación no es pensada como determinación, sino como condición. La
condición constituye un elemento que inevitablemente ha de ser tenido en cuenta, pero una condición
puede ser excedida, apropiada y significada por otra más fuerte. En este sentido, las prácticas organizan con
las concepciones una relación de condicionamiento, que sin ser eliminada puede ser excedida, significada,
alterada.
La estrategia discursiva que parte de las prácticas impide plantear dos niveles distintos de circulación de las
ideas: uno ideal y no prostituido, y otro material que resulta de la distorsión del primero. La noción de
práctica interviene sobre esta distinción. Si es cierto que el sentido de una idea es la red de prácticas en las
que se inscribe, ya no resulta operativo discriminar entre el decir y el hacer, entre las representaciones y las
prácticas. Más bien se trata de dar cuenta del funcionamiento concreto de las prácticas, y así las
representaciones importan en tanto que prácticas (discursivas).

Subjetividad y humanidad situacional.


Desplazada la categoría de sujeto, el status situacional de la naturaleza emerge como núcleo problemático en
el ámbito de las ciencias sociales.

Una noción de subjetividad


Lo central es el estatuto situacional de la naturaleza humana. Esto es, no hay una definición universal de
hombre sino situaciones socio-históricas que engendran su humanidad específica.
Para la historia de la subjetividad, el concepto práctico de hombre determina una humanidad específica por
la vía práctica -y no tanto por la vía de las representaciones.

Subjetividad estatal.
En condiciones modernas, en condiciones de estado-nación, el conjunto de las instituciones queda articulado
por esta meta-institución que es el estado. El estado no sólo es el reservorio de la soberanía, sino que es
también el articulador simbólico que conecta entre sí las diversas instituciones. O en otros términos, el
estado como meta-institución coordina las instituciones en un todo.
90

El estado es el ordenador simbólico por excelencia, dado que el conjunto de las instituciones recibe su lugar
y su función a partir de su relación con el estado. En los estados nacionales la vida del un individuo se
desarrolla en el interior de sus instituciones y en el paso de una institución a otra. El individuo vive y transita
por la familia, la escuela, la fábrica, el hospital, etc. Se forja la subjetividad capaz de habitar estas
instituciones y se forja la subjetividad capaz de transitar por ellas. En síntesis, se forja la subjetividad
ciudadana.

Estado y ciudadanía.
El ciudadano es el tipo subjetivo forjado por los estados nacionales, Puede pensarse al ciudadano como el
tipo instituido resultante del principio revolucionario de igualdad ante la ley.
El ciudadano, como subjetividad, es reacio a la noción de privilegio o de ley privada. La ley es homogénea,
prohíbe por igual y permite por igual a todos.
La ley es la dimensión fundante de la subjetividad ciudadana. Hay ciudadanos porque hay ley; hay ley porque
hay estado capaz de inscribirla, significarla y sostenerla.

Desrealización de los estados nacionales.


En esta línea, el proceso que mediáticamente se llama globalización, se puede pensar más precisamente
como la desrealización de los estados nacionales. Si algo caracteriza a nuestra época es agotamiento del
estado nacional.
Esta pérdida de arraigo es la que transforma a los estados soberanos en estados técnicos-administrativos.
El proceso de globalización puede pensarse entonces como un proceso técnico de efectos muy potentes
sobre el estado. En principio, es un mecanismo técnico porque instaura nada más que la conexión virtual de
la superficie integral del globo.
Se constituye una red de conexión que atraviesa las fronteras. O mejor, más que atravesarlas, las desrealiza.
Porque atravesar las fronteras significa que hay una marca que existe, y que se puede estar de un lado o del
otro. Pero desrealizarlas significa destituir el carácter de frontera de la frontera. No existe este espacio
interior al que nos habíamos acostumbrado a llamar mercado interno, estado-nación o espacio soberano.
Entonces, el mundo queda conectado a partir de los flujos de capitales, de imágenes, de información.
Es necesario aquí hacer una precisión: la conexión no significa, ni mucho menos, la homogeneización.
Desde la perspectiva que aquí se intenta se puede situar el problema
en los siguientes términos: la globalización unifica al mundo desde el punto de vista del estímulo, pero las
respuestas son diversificadas localmente
Pero las respuestas en cada uno de los puntos de este globo dependen de las condiciones locales. Los
estados cuando pierden su realidad, pierden la capacidad de gobernar los estímulos.
En otras palabras, la globalización significa unificación general de los estímulos económicos y diversidad local
de las respuestas político-sociales. Este es el punto clave en que se articulan la idea de globalización y de
fragmentación.
Que se agoten los estados nacionales significa que ha caído la institución principal en la instauración de
nuestra subjetividad. Que los estados nacionales hayan caído no significa que hayan desaparecido, sino que
han perdido la potencia hegemónica de institución de subjetividad propia de los siglos XIX y XX. No es
tampoco que, dentro de un proceso irremediable, estén desapareciendo, sino que carecen actualmente de
esa potencia que los hacía capaces de orientar el curso del devenir y el modo de ser de los hombres..

Agotamiento del EN.


El estado como pan institución cae cuando las prácticas de mercado pasan a ser el fundamento de la vida
social. ¿En qué consiste el agotamiento del Estado Nación (EN)? No se trata del mal funcionamiento de las
instituciones del EN o del incumplimiento de unas leyes determinadas, se trata más bien de la incapacidad
del estado para postularse como articulador simbólico del conjunto de las situaciones sociales.
Cuál es el estatuto del estado?
El estado actual, esto es, el estado técnico-administrativo (ETA) es incapaz de producir una ordenamiento
simbólico para la heterogeneidad de las situaciones. En las condiciones actuales, el ETA es una fuerza entre
otras. En esta lógica, las fuerzas del mercado son capaces de imponer una variedad de funciones
administrativas a ese estado que ha dejado de ser programático y ha devenido administrativo.
En rigor, el procedimiento del mercado no es la articulación simbólica sino la conexión real. Esto es, el
mercado en su devenir produce una variedad de efectos incalculables, pero al hacerlo no produce un sentido
para tales consecuencias. En definitiva, los flujos de mercado conectan situaciones sin generar en el proceso
un ordenamiento simbólico para tal encuentro.
El individuo contemporáneo, durante el transcurso de su vida no va pasando, como en el estado nación, de
una institución a otra; todas guiadas y marcadas por el mismo principio, sino que va saltando de situación en
91

situación cada una con su propia lógica. Y en ese sentido la identidad queda fragmentada o diseminada. Sin
articulación entre estas distintas instancias la subjetividad se constituye como un conjunto de láminas sin
articulación posible en una identidad.
Mientras las instituciones modernas estaban inscriptas en la totalidad estatal, las instituciones actuales son
cada una un mundo aparte
Empresa.
Lo propio de esta destitución del estado es la transformación del átomo institución al átomo empresa. Las
instituciones se conectan según un parámetro estatal, las empresas se conectan según un parámetro
mercantil.
Actualmente la lógica hegemónica en términos sociales es la lógica empresaria.

El consumidor.
La figura del consumidor es reconocida en términos sociales.
El consumidor es una figura concomitante con el proceso de globalización. Más precisamente, lo que
llamamos consumidor es el soporte subjetivo de este proceso que llamamos “desrealización de los estados
nacionales”
No es un adjetivo del hombre contemporáneo sino su definición en término de subjetividad.
La subjetividad consumidora esta producida por una serie de prácticas específicas. La serie de prácticas que
la estructura, instituye al consumidor como un sujeto que varía sistemáticamente de objeto de consumo sin
alterar su posición subjetiva. Es el sujeto que realiza una permanente sustitución de objetos sin que dicha
práctica le ocasione ninguna alteración.
En la lógica de la moda y de la vertiginosa sustitución de objetos, el término nuevo de la serie es mejor
porque es nuevo.
El anterior cae sin tramarse en una historia, no hay continuación, uno sustituye al otro.
¿Qué posición subjetiva es la que inducen estas prácticas? Todo ha de esperarse del objeto, nada del sujeto.
La promesa es la del objeto próximo. No se produce nada semejante a la modificación del sujeto por el
objeto ni del objeto por el sujeto.

El consumidor y su lógica
Se puede decir entonces que el consumidor es un tipo subjetivo que espera todo del objeto. El consumidor
cree la promesa del mercado según la cual en el mercado hay de todo. Esto implica dos suposiciones
implícitas: la primera sostiene que todo lo que hay en el mercado es necesario; la segunda, que todo lo que
es necesario está en el mercado.
La premisa de base es la existencia indubitable del objeto satisfactorio.
Ahora bien, si la satisfacción no se produce es porque hay defecto en el objeto. El consumidor no puede, en
tanto que consumidor, realizar ninguna experiencia subjetiva. Entonces, la lógica es sustituir ese objeto por
otro.

La promesa del mercado.


El consumidor parte de las promesas del mercado.
El estado promete que si nos mancomunamos a algún destino colectivo nos va a esperar después de un
período de sufrimiento, un futuro de grandeza. Nuestro mercado contemporáneo instituido como núcleo
central de las potencias promete distinto.
La promesa del mercado es la de un objeto capaz de proporcionar satisfacción integral. El consumidor lo que
espera no es la realización de un proyecto sino un estado de plenitud.
Se sabe que en el mercado hay de todo y para todos.
En el mercado hay de todo porque el objeto debe adaptarse totalmente al sujeto.
El principio social de identidad establece en función de qué parámetros un integrante de una sociedad será
reconocido como perteneciente a ella por los demás. A partir de dicho principio, será convocado o
rechazado, será valorado o despreciado, etc. Si en los estados-nación un ciudadano se definía por la
conciencia, su identidad estaba configurada por los contenidos fundamentales de su conciencia: sobre todo
por su conciencia política o por su ideología.
En los estados técnico-administrativos ni la conciencia ni la ideología inciden en la determinación social de
una identidad. El consumidor se define por sus actos de consumo.

La promesa del consumo.


Es necesario abandonar la prioridad de su valor de uso para concentrarse en su valor de signo.
92

El hecho mismo de ser hombre es lo que está en juego. Así como ser hombre, en las épocas de vigencia de
los estados naciones fue poseer una conciencia, ser hombre hoy es ser reconocido como imagen por otro que
a su vez lo es.
El consumo es producción de signos. El acto de consumir es un signo para el reconocimiento del otro. El
problema es que quien poseía una conciencia difícilmente la perdiera, al menos la locura no constituía una
amenaza cotidiana. En cambio, hoy la imagen esta continuamente amenazada porque no es una propiedad
que se puede adquirir definitivamente sino que hay que adquirirla todo el tiempo.

Obligaciones y derechos.
En los estados nacionales el universo de los derechos del ciudadano se produce a partir de la instancia
decisiva de la ley. La teoría jurídica moderna es muy clara al respecto
Llamemos modernos al estatuto de los derechos en los estados nacionales, es decir, a aquellos que se
producen a partir de la imposición de una obligación impuesta por la ley.

Consumo y derechos.
En los estados técnico-administrativos, los derechos no son el subproducto de una ley que obliga, sino que
resultan de una afirmación directa de declaraciones de series de derechos. El centro dejó de ser la ley para
ser el derecho mismo.
Llamemos post-modernos al estatuto de los derechos en los estados técnico-administrativo, es decir, a
aquellos que derivan de una proclamación directa, sin imposición de obligaciones.
A partir de aquí se puede pensar que mientras el límite de los derechos modernos es la prohibición legal
simbólica, el tope de los derechos post-modernos es la imposibilidad real revelada.
Para seguir con la nominación, llamemos derechos simbólicamente producidos a los que derivan de una
prohibición y llamemos derechos imaginariamente establecidos a los que derivan de una proclamación. El
punto es que entre derechos iguales, decide la fuerza
No tenemos con las leyes del mercado un establecimiento permanente de las pautas que determinan lo
incorrecto y lo correcto. Si con el código existía la permanencia de unas prescripciones siempre conocidas,
con el mercado estamos ante condiciones que varían de coyuntura en coyuntura sin explicitar jamás a priori
las prescripciones que aquí y ahora están rigiendo.
El mercado es, desde largo, el ámbito de la diferencia y de la desigualdad; en el mercado cada uno puede lo
que puede.
El consumidor tiene derechos. No hay ninguna instancia fundante más que el consumidor mismo. Por su
magnitud, se ve que lo anterior no es solo un ejemplo. Pero lo importante es notar que desde el punto de
vista subjetivo la relación con la ley es bien distinta en ciudadanos y consumidores.
Los derechos del consumidor son más efectivos que los derechos de los ciudadanos. La efectividad aquí se
entiende solamente como la posibilidad de ejercicio.

Variación en el estatuto del tiempo


a) Institución social del tiempo. Sabemos que cada cultura instituye su tiempo
Lo que se quiere decir es que no hay tiempo en sí, sino que lo que entendemos por tiempo siempre es una
entidad socialmente instituida.
En este sentido, una lógica social es solidaria con unas prácticas productoras de temporalidad
b) El tiempo nacional. El tiempo socialmente instituido por el Estado Nación es el tiempo de lacontinuidad,
del progreso, del autodesarrollo. Un tiempo homogéneo pero ascendente. Homogéneo en su contenido pero
ascendente en su desenvolvimiento.
El instante anterior tiene efecto de sentido sobre el que viene.
c) Tiempo contemporáneo. En tiempo instituido en las condiciones
actuales, en cambio, es del orden del instante. Las cosas no están determinadas por su historia, las cosas
significan lo que son hoy. No se trata de la ruptura con lo pasado, sino más bien de la sustitución (caída) de
un instante por otro
En rigor, se trata de la lógica de la moda: sustitución del material simbólico sin alteración subjetiva. Se trata
del tiempo del instante, el tiempo del zapping,
Un instante no sucede a otro sino que lo sustituye. No forma una serie significativa.
d) Vértigo monótono La temporalidad contemporánea instituye la modalidad de sustitución de un instante
por otro.
El tiempo nacional es del orden de la duración; el tiempo contemporáneo es del orden de la sustitución.
En condiciones de urgencia, no hay posibilidad de pensar.
. Pensar es entonces producir esa temporalidad capaz de interrumpir la monotonía vertiginosa.
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e) Tiempo y alteración. En síntesis, el agotamiento del EN es también el agotamiento de una noción


temporalidad totalizadora, donde el despliegue temporal consiste en el desarrollo progresivo y homogéneo
de la esencia nacional
En rigor, la experiencia de la temporalidad actual es la experiencia de la ausencia de una única noción de
temporalidad capaz de imprimir el ritmo al conjunto de las instituciones sociales. Se trata en definitiva de la
institución de temporalidades situacionales.
Pero ¿Cuál es la alteración? la inexistencia de una totalización donadora de un sentido general. ¿Cuál es
entonces el estatuto de nuestra condición? Se trata de una variedad de situaciones organizadas, ya no por un
principio trascendente, sino por reglas inmanentes.

El consumo y la adicción.
Desde la historia de la subjetividad se postula que las significaciones son socialmente instituidas. Esto
significa que en el campo de las adicciones, son las condiciones sociales de adopción de las sustancias las que
proporcionen las claves de su comprensión. Las sustancias difieren de su sentido social. No hay drogas sino
sustancias investidas como tales.

Experimentación y consumo.
A partir de esto, es posible marcar dos tipos muy distintos de relación social con eso que se inviste como
drogas, a partir de dos soportes subjetivos diferentes: el ciudadano y el consumidor.
Lo que interesa plantear es que esos dos modos distintos no son estilos personales, sino que dependen de
condiciones sociales muy precisas que predeterminan el modo de relación de los individuos con las
sustancias que hoy llamamos adictivas.
En los años cuarenta se experimenta con drogas.
. El consumo y la adicción. Desde la historia de la subjetividad se postula que las significaciones son
socialmente instituidas. Esto significa que en el campo de las adicciones, son las condiciones sociales de
adopción de las sustancias las que proporcionen las claves de su comprensión. Las sustancias difieren de su
sentido social. No hay drogas sino sustancias investidas como tales.
Experimentación y consumo. A partir de esto, es posible marcar dos tipos muy distintos de relación social
con eso que se inviste como drogas, a partir de dos soportes subjetivos diferentes: el ciudadano y el
consumidor.
Lo que interesa plantear es que esos dos modos distintos no son estilos personales, sino que dependen de
condiciones sociales muy precisas que predeterminan el modo de relación de los individuos con las
sustancias que hoy llamamos adictivas.
En los años cuarenta se experimenta con drogas.
La significación central del ciudadano es la conciencia. O más bien se es ciudadano a partir de tener una
conciencia.
La idea de experimentación se vinculaba con un sujeto de la conciencia que buscaba experimentar otros
estados de conciencia; estados de conciencia alterados pero con una conciencia vigilante capaz de anotar,
percibir y registrar el conjunto de esos estados alterados inducidos, no por el consumo sino por el uso,
llamémoslo epistemológico, de unas sustancias que alteran la percepción. Pero el sujeto de la conciencia ahí
está desdoblado en un sujeto que usa la droga y un sujeto que observa al sujeto afectado por la droga.
Cuando el soporte subjetivo del lazo social es el consumidor el tipo de relación específica es bien distinto. En
principio, no hay uso sino consumo.
Dijimos que el consumidor se estructura a partir del supuesto de que el mercado proporciona el objeto
realmente satisfactorio, y en ese sentido el que consume drogas en tanto que consumidor y no
experimentador, consume no para observar cual es el estado inducido por el consumo de tal o cual sustancia
sino para conquistar un estado de ser pleno; un estado físico y mental de plenitud.
Lo que se espera es ese estado y no una reflexión ulterior o una integración simbólica de ese estado.
Consumo y realización
el consumo se sostiene fundamentalmente en la promesa y no en la realización del hallazgo. La subjetividad
instituida del consumidor es la del “buscador” del objeto que devuelva imagen de plenitud. Pero no la del
“encontrador” de objetos.
En otros términos, la subjetividad instituida se sostiene en la promesa y no en la consumación. La
consumación del consumidor suprime al consumidor y da lugar a un adicto. Adicto a algo que le proporciona
plena satisfacción en el sentido que proporciona siempre el mismo estado físico mental de plenitud.
El adicto se constituye a la vez en la realización y en la interrupción del consumo.
El mercado produjo efectivamente el objeto que colmó a un sujeto, pero ahora no puede ya ofrecer otro
objeto a ese sujeto. Por una vez, el sujeto ha hecho una experiencia del objeto, pero ha quedado prisionero
94

en la naturaleza satisfactoria de la relación. Desde la lógica del consumo este triunfo paga un precio altísimo:
el sujeto ha desaparecido tras el objeto que lo satisface y desde entonces lo constituye.
En rigor, puede pensarse que el rechazo cultural del tipo adicto tiene mas que ver con su patología como no
consumidor que como infractor de la ley.

Consumo y exclusión
El mecanismo de establecimiento de una inclusión se realiza a partir de una exclusión. En la medida en que
no hay sistema capaz de incluirlo todo, la exclusión específica es fundante de su propia lógica.
La exclusión de la locura era fundante de los lazos entre conciudadanos. En los estados actuales, el excluido
es quien queda por fuera del lazo del consumo. Ahora bien, si la operación social sobre la locura era la
reclusión; el modo de exclusión de los no consumidores es la expulsión.
El consumo es productor de imagen. El consumidor que al consumir se reconoce como imagen se instituye
como signo. Los que no acceden al consumo, expulsados también -correlativamente- de la imagen no pueden
hacer signo: se tornan precisamente por eso insignificantes.

Adicción y nominación.
El adicto es una nominación instituida desde la subjetividad consumidora.
Adicción e identidad.
Pero además, la representación social del saber sobre el adicto produjo identidad.
Es decir que si bien la sustancia proporciona siempre un mismo estado físico mental, lo decisivo es que hay
una marca que proporciona identidad en torno a esa sustancia. Es decir el saber produce como efectos la
instauración de una marca que es el reaseguro de una identidad en una condición estallada.

Adicción y legalidad.
La adicción es, entre otras cosas un problema jurídico.
En otros términos, lo importante aquí es que la ley de los estados nacionales era estructurante de la
subjetividad. O en otros términos, que el orden jurídico aparece como instancia destinada a instituir lo vivo
y a producir el segundo nacimiento, el verdadero nacimiento en términos sociales.
Ahora bien, algo característico de esta mutación de estados nacionales a estados técnico-administrativos es
la caída de la ley como ordenadora del lazo social.
Por un lado, desapareció el estado que la sostenía, por el otro, se reveló su carácter ficcional. Por un lado, se
reforma la ley, por el otro se observa que todas las reformas fracasan.

Adicción y subjetivación.
Llamamos subjetividad instituida, al tipo de ser humano que resulta de las prácticas discursivas propias de
una situación. Llamamos subjetivación a los procesos, por los cuales se va más allá de la subjetividad
instituida.
En rigor, reproducción y alteración no son sustancias heterogéneas sino operaciones sobre una misma
superficie social.

Agotamiento de las estrategias de intervención.


La estrategia de intervención del EN es la estrategia de las causas.
La relación causa/efecto es expresiva en tanto hay previsibilidad entre una causa y su efecto.
En condiciones de conexión real, no hay causa capaz de producir previsibilidad alguna, en rigor, no hay causa
capaz de instituir un ordenamiento simbólico. ¿Cuál es entonces la estrategia de intervención? La estrategia
resulta una tarea sobre los efectos.
Esto es, en ausencia de un estado capaz de producir a priori un ordenamiento simbólico y en presencia de un
mercado que conecta situaciones de modo imprevisible, la simbolización -la producción de un sentido- es un
trabajo situacional sobre los efectos. La estrategia es situacional porque no hay totalidad nacional sino
situaciones dispersas; es sobre los efectos porque no hay causa capaz de producir un sentido a priori.
Esto es, en ausencia de un estado capaz de producir a priori un ordenamiento simbólico y en presencia de un
mercado que conecta situaciones de modo imprevisible, la simbolización -la producción de un sentido- es un
trabajo situacional sobre los efectos. La estrategia es situacional porque no hay totalidad nacional sino
situaciones dispersas; es sobre los efectos porque no hay causa capaz de producir un sentido a priori.
¿Cuál es entonces la naturaleza de nuestra condición actual? La emergencia de unas prácticas sin
representación.
En definitiva, la estrategia de pensamiento capaz de sostener esa novedad demandará la elaboración de una
variedad de herramientas situacionales.
95

Historización y subjetivación.
No hay estrategia general de subjetivación, pero la operación lógica consiste en la producción de una
diferencia respecto de lo instituido, diferencia que produce inevitablemente alteración. Se trata, en rigor, de
la institución de una temporalidad capaz de producir un sentido otro para esa situación.
Si el tiempo socialmente instituido opera como duración, la subjetivación podrá consistir en historizar esa
continuidad e instituir un corte. Si el tiempo socialmente instituido opera como pura sustitución, la
subjetivación también podrá consistir en la introducción de un corte, pero el corte tendrá que ser capaz de
quebrar esa continuidad vertiginosa, y así producir un sentido. Se trata en definitiva de una operación de
historización sobre la noción de temporalidad socialmente instituida.

Bonano; Bozzolo; L'Hoste. Elucidación y subjetivación

Citar un pensador como Castoriadis, puede constituir un gesto de suscripción a un movimiento de


pensamiento, una suerte de contraseña de afiliación y pertenencia identitaria.
Castoriadis ha sido un feroz crítico del substancialismo ontológico y sostiene la tesis del ser que solo hace
despliegue de aquellas potencialidades que ya estaban en su origen. Crítico también del estructuralismo,
proyecta siempre la estructura en lugares que son invariantes. Ambas posiciones son a-históricas. Esta
perspectiva crítica consiste en un viraje con peso ontológico, al proponer que el ser de lo histórico social y de
la psique, son creación en un devenir de auto alteración permanente. Con sus tesis sobre la Imaginación
radical propone un lugar central para la invención, al afirmar que el dominio de lo histórico-social y lo
psíquico son emergencia de lo que toma forma sin apelación a un fundamento exterior. La novedad radical es
aquella que adviene de la nada, de lo que no es, en el sentido que no puede explicarse por lo anterior. Se
presenta en actos de determinación de un real indeterminado, siendo esta forma de existencia a la que llama
magma. El status del ser es aquí, el de la determinación y la indeterminación. Es un pensamiento que hace
caer la categoría siempre presente del determinismo en el dominio histórico-social y habilita el trabajo sobre
las condiciones de emergencia de lo nuevo.
Se trata es de la creación de nuevas formas de ser y hacer sociales, el par "instituido-instituyente", lo
instituyente propiamente dicho es la creación en el sentido señalado.
Lo instituyente no es la aparición de cualquier cosa más o menos novedosa o desconocida, sino la creación de
una forma social (y por lo tanto también subjetiva) radicalmente nueva. En nuestros dispositivos y
operaciones trabajamos con la idea de presentación-emergencia-producción, lo que nos permite situar de
otro modo los interrogantes respecto a esos dispositivos y a los procedimientos de operación.
Pero si se postula al lazo social como institución y al individuo como soporte subjetivo de ese lazo cabe la
pregunta ¿de donde nace lo nuevo?
Las significaciones sociales constituyen la subjetividad y los agrupamientos tanto como la dimensión vincular.
Hoy estamos otorgando una acepción diversa a la creación de mundo, que en Castoriadis se presenta bajo la
forma de creación de significaciones sociales o de forma social, producto de la imaginación radical.
Sospechamos que lo social es una de las formas en que se constituye, se inventa el (un) mundo, no la única.
Es decir, sostenemos que las tesis de Castoriadis acerca de la indeterminación magmática y puesta en forma
(la determinación de lo indeterminado) de lo socio-histórico, es aplicable a la creación de mundos. Así como
en la modernidad, se creó un mundo que hemos llamado social, al agotarse, al no reproducirse ese mundo
en la actualidad, es posible interrogarnos acerca de qué mundo estamos haciendo ser.
¿Con qué dispositivos y desde qué “lugar y función” se realizaban las intervenciones que hicimos? ¿Qué
seguimos haciendo hoy?
La problemática presentada exigía abrir la dimensión histórico-social al interior de las experiencias de
subjetivación. Lo histórico-social ha sido un excluido específico, y lo sigue siendo para muchos dispositivos
clínicos multipersonales que se definen como psicoanalíticos. Este trabajo con las significaciones sociales,
dimensión excluida por efecto del operador de la separación ya señalado, nos llevó a inventar un dispositivo
que llamamos grupo reflexivo. Centramos nuestros procedimientos en la elucidación critica de las
significaciones que transversalizaban las tareas y las subjetividades de los miembros de cada agrupamiento;
elucidación definida por Castoriadis como pensar lo que se hace y saber lo que se piensa.
En un primer momento este procedimiento se orientaba a crear condiciones subjetivas para la destitución de
lo instituido que ya no apuntalaba las prácticas que se consumaban. Confiábamos -y apostábamos- a la
emergencia espontánea de nuevas significaciones que permitieran hacer trama institucional y sostener las
prácticas. Coordinábamos desde una posición que definíamos como abstinente en el campo contra-
transferencial. Aludíamos así al rehusamiento a jugar tanto el deseo propio, como las inducciones de parte de
los integrantes del agrupamiento. Apostábamos a que la elucidación de las implicaciones institucionales
pondría en acción fuerzas instituyentes en la emergencia espontánea de subjetividades autónomas,
96

Lo que en un momento de nuestro recorrido fue pensado como un procedimiento, que nosotros
realizábamos sobre el agrupamiento, hoy devino efecto de la alteración subjetiva recíproca, producto del
trabajo que realizamos con el agrupamiento.
Fuimos variando la forma de iniciar la actividad de los encuentros: de los disparadores propios del grupo
reflexivo, trocamos a la utilización de una escena entre los coordinadores. En tal situación, presentamos en
forma guionada las vacilaciones, preconceptos, obstáculos, etc. que se nos aparecen frente a la tarea a
realizar allí con ellos.
Usualmente hemos ubicado temporalmente la escena el día antes o unas horas antes de llegar al lugar donde
se va a realizar el encuentro.
A esta escenificación, que aunque reconoce cierto parentesco con el teatro espontáneo y el psicodrama
consideramos original, la denominamos provocadora. Rescatamos el campo semántico originario de
provocar: multiplicar las voces. En el provocador se presentan las subjetividades, se exponen las
incertidumbres y los vacilaciones en las posiciones de los coordinadores, en su estar pensando la experiencia
a realizar con ellos.
Entendemos la escenificación como un procedimiento utilizado para producir efectos azarosos, que invitan y
solicitan el encuentro con nosotros, ante la forma anticipada de nuestro pensarlos. Juega una apuesta, pero
la máquina que se va a producir, si se arma, va a ser anónima, o mejor dicho va a situarse más allá de las
personas, de sus “yo”, y aún más allá del “grupo”.
Tal como ahora lo concebimos, el pensamiento es pura operación; no es el mero hacer ni la producción
mental de un yo. Pensar se piensa siempre en términos de nosotros. Lo que en algún momento nombramos
como sujeto colectivo, hoy es actor y producto a la vez de la operación de pensamiento, que una vez
ocurrida, elucida críticamente las significaciones que lo habían hecho ser.
La problemática de los agrupamientos va mutando sus formas de presentación, en la actualidad aparecen
una variedad de padeceres, se han alterado las modalidades subjetivas y la relación con las instituciones.
Conectarse con la inermidad y la desolación, en el declive institucional producido por el agotamiento del
Estado Nacional, hoy es una plataforma de partida para nosotros, que implica no tener expectativa de
reponer lo que se cayó. Ante lo catastrófico tomado como alteración permanente sólo cabe la instauración
de lo que nunca fue. Si como corresponde hoy, distinguimos crisis, catástrofe y acontecimiento, la dimensión
de catástrofe hace a la desubjetivación, proceso por el cual el sujeto deja de ser. Al presentarse alteraciones
radicales en lo socio-histórico subjetivo, la experiencia subjetiva del yo que se ha sido, es catastrófica: se vive
un extrañamiento, perplejidad, pérdida de referencias y de sentido. Las operaciones con potencia cohesiva
suponen que el agrupamiento con su pensar-hacer, haga ser nuevas formas de estar con los otros, actos en
los que se funda lo común, que no se da por identidades preestablecidas sino por un hacer en situación.
Ante la extenuación de los modos subjetivos otrora vigentes, sólo es posible ser constituyendo el
agrupamiento. Tal vez la función del operador pase por provocar a esa máquina, que sólo se arma en forma
contingente, si algo del encuentro se produce.
¿Cuál es entonces el lugar y función del operador hoy? Cuando seguíamos más al pie de la letra a Castoriadis,
habíamos concebido que la operación a realizar era crear condiciones para que cada agrupamiento produzca
aquellas significaciones que lo cohesionen. Hoy, que la producción de lazos ha devenido operación subjetiva
-en cuanto es necesario instaurar lo que nunca fue-, dicha operación implica al operador, que ya no puede
suponer un lazo-condición de su función, de su lugar, de la potencia de su hacer práctico. Ese lazo acontece...
o no, es del orden de lo contingente y solo puede ser una constitución recíproca.
La intervención efectiva se produce cuando se construye el problema sin ceder a ninguna de las asignaciones
de sentido previas y cuando la subjetividad del operador admite su propio devenir en la situación constituida
también con su posicionamiento. En nuestras últimas experiencias nos establecimos en una cierta función
provisoria, transicional, y logramos componer con los miembros del agrupamiento un sujeto colectivo de
enunciación que permite que algo de una anterior posición subjetiva se abandone y otra se inaugure en su
devenir.-

Suely Rolnik- Micropolítica. Cartografías del deseo.¿Una nueva suavidad?

Penélope se niega a la aventura, porque en la aventura se evidencia para ella la desterritorialización, el


objeto de su pánico. Fervorosas adeptas y propagadoras, a su modo, de la fe en lo absoluto, las Penélopes no
se reconocen en la discontinuidad de los contornos y no lo reconocen como ineluctable. Y cada vez que
sienten lo discontinuo, lo consideran un mero accidente —y, en tanto tal, pasajero— accidente atribuido a la
falta de otro dentro de ellas. La desterritorialización es traducida como sensación de estar desagregándose
mientras Ulises les falta. Y, melancólicamente, Penélope lo acusa: «Me destruyes con tu voluntad de
ausencia».
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Pero esa sensación de destrucción (en la ausencia) es indisociable de una esperanza: la de la sensación
aliviadora de reconstrucción (en su presencia) —condición de existencia de las Penélopes. La queja de la falta
de Ulises alimenta la esperanza de que en cada retorno él le devuelva la certeza de ser mujer. La tan llorada
amenaza de pérdida de Ulises es amenaza de una pérdida de sí misma; amenaza apaciguada en cada retorno
de Ulises, que le devuelve ese sí misma.
Para Ulises la evidencia de la desterritorialización —objeto de su pánico— está en tejer. Por lo tanto, Ulises
se niega a tejer. Fervorosos adeptos y propagadores, pero de otro modo, de la fe en lo absoluto, los Ulises
tampoco se reconocen en la discontinuidad de los contornos, ni la reconocen como ineluctable.
Y cada vez que sienten lo discontinuo, lo consideran un mero accidente y, en cuanto tal, pasajero. El
accidente, aquí, es atribuido al exceso de presencia del otro, que les impide el acceso a todos los otros. La
desterritorialización es traducida como sensación de estar siendo devorado por Penélope. Y, fóbicamente,
Ulises la acusa: «Me destruyes con tu carencia, con tu deseo de presencia».
En este caso, inverso al de Penélope, la sensación de destrucción (en su presencia) es indisociable de una
esperanza: la de una sensación aliviadora de reconstrucción (en su ausencia) —condición de existencia de los
Ulises. Él precisa irse para mantener a Penélope bajo la amenaza de perderlo y en esa amenaza mantener
vivo su deseo por él, deseo en el cual se refleja. Amenazada, Penélope grita su nombre a los cuatro vientos y
desde el fondo de su desesperación le dice: «Yo no existo sin ti…», «sin ti, mi amor, yo no soy nadie…», «me
duermo pensando en ti… y amanezco pensando en ti…», «yo sé que voy a amarte toda mi vida…» Al oír eso,
Ulises se alivia: en el desconsuelo de ella, se consuela. Estando de nuevo seguro ahora sabe: «En cada
ausencia mía, yo existo en la espera llorosa de ella, que constato y vuelvo a constatar en cada vuelta».
Es en ese retiro ritual, hecho de una eterna fuga y de un eterno retorno —configuración de la simbiosis— en
el que Ulises garantiza su espejo. Las agresivas escapadas (los viajes de Ulises) son condición de existencia de
ella. Penélope precisa, en su espera, quejarse de la «otra», —todas las mujeres (reales o imaginarias, no hay
diferencia). En esa queja, indaga: «Espejo, espejo mío, ¿existe alguien más mujer que yo?» Y el eterno
retorno de Ulises, respuesta del espejo, hace de ella La Mujer. La espera melancólica (el tejer y retejer de
Penélope) es condición de existencia de él. En la irritación frente a la carencia de Penélope, Ulises se funda
como Hombre. Él precisa quejarse de la desesperación inconsolable de ella, pues en esa queja certifica la
permanencia del suelo que pisa, el suelo de su perpetua reterritorialización. En realidad, en sus viajes, Ulises
nunca se desterritorializa: está siempre y solamente en la secreta tierra firme hecha del incesante lamento
de Penélope.
El pánico de Ulises ante la carencia de Penélope genera el pánico de Penélope ante la fuga de Ulises, que
genera el pánico de Ulises. Pero Ulises nace del pánico de Penélope, que nace del pánico de Ulises…
. Pero, en realidad, los dos precisan tanto del abandono, como de la unión: —pacto simbiótico.
. Penélope controla el tiempo: teje la trama de la eternidad. Ulises controla el espacio: monta la imagen de la
totalidad. Dos estilos complementarios del deseo de absoluto: inmovilidad tibia y melosa, movilidad fría y
seca. La misma esterilidad. Una sola neurosis: equilibrio homeostático. Miedo a vivir. Voluntad de morir.
Pero un día, el Ulises —presente en cada uno de nosotros, hombres y mujeres— sale de la escena: se separa
definitivamente de Penélope. No volverá nunca más. Superado el miedo, ya no precisa de espejo en la espera
de ella, ni en la de nadie: se entrega de cuerpo y alma a la desterritorialización. Y otra escena se instaura: la
de las máquinas célibes.
Sin territorio fijo, las máquinas célibes vagan por el mundo.
En esa furia de tejer con tantos hilos, tan rápidamente sustituidos, ya no conseguimos detenernos. El otro,
descartable, es el mero paisaje que como mucho mimetizamos.
Hay cierta amargura en todo eso. Sin tiempo ni espacio para tejer lo que sea, cuerpo y alma van perdiendo la
capacidad de urdir. Invalidándose nuestras defensas inmunológicas: nos volvemos tan vulnerables que, al
más leve toque, nos disolvemos. Y morimos de sida.
Es verdad que no siempre funcionan así las máquinas célibes. A veces la especial pasión nos despierta algún
hilo que aún nos lleva a investir un tejer. Pero, entonces, lo que frecuentemente ocurre es que asistimos
impotentes a nuestra recaída en la simbiosis —la misma. Una vez más aterrizamos en ese suelo: nos
reterritorializamos.
Dos escenas, dos peligros, un solo daño: entre la simbiosis y la desterritorialización vivida como finalidad en
sí misma, quien sale perdiendo es el amor.
¿Entonces el amor se vuelve imposible? No exactamente. Exhaustos de tanta repetición, descubrimos que
siendo como Penélope exaltando el retorno al confort del hogar, al confinamiento conyugal, o siendo como
Ulises, exaltando la libertad de aventura que únicamente existe en función de su eterno retorno al nido, sólo
se enmascara el miedo a la desterritorialización por un deseo de absoluto. Y no solamente eso. Constatamos
también que el acto de exaltar esa libertad para circular incorpóreamente, sin Penélope alguna que nos
refleje en su espera (máquinas célibes), termina separándonos de nuestra propia vida. Consternados,
descubrimos que por haber pretendido librarnos del espejo, lo que acabamos perdiendo es la posibilidad de
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involucrarnos —como si la única ligazón posible fuese la de especular. Por haber pretendido librarnos de la
simbiosis, lo que acabamos perdiendo es la posibilidad de construir territorios como si el único montaje
posible fuese la simbiosis.
Un más allá del espejo donde nuestro viaje no sea ya aquel de un Ulises (preso), ni aquel otro de las
máquinas célibes (desgarrado). Viaje solitario: una soledad poblada por los encuentros con lo
irreductiblemente otro. ¿Pero cómo sería ese viaje? De él sabemos apenas dos o tres cosas. La primera es
que él sólo se hace si preservamos lo conquistado por las máquinas célibes —tener autonomía de vuelo, un
vuelo donde el encuentro con lo irreductiblemente otro nos desterritorialice; ser pura intensidad de ese
encuentro.
La segunda es que, si eso es necesario, no es suficiente: al mismo tiempo que se da la desterritorialización, es
preciso que, a lo largo de los encuentros, se construyan territorios. (Máquinas célibes, lo que no sabíamos es
que sin territorio alguno, la vida, desarticulada, mengua). Y nos empeñamos en la creación de esta nueva
escena (¿Nuevas escenas?).
Somos casi replicantes, ya sabemos también de qué está hecho ese empeño: está hecho de amor.
En realidad, lo que no soportamos es la estridencia de esos sonidos inarticulados. Es el «nada más de aquel
todo». Lo que no soportamos es que somos un poco Penélopes, un poco Ulises, un poco máquinas célibes,
un poco replicantes… y no solamente eso. E incluso, en los momentos en que, desavisados, conseguimos
soportarlo, descubrimos con cierto alivio que, de la convivencia desencontrada de esas figuras, se destila ya
una nueva suavidad.

Lewkowicz, I.: “La institución materna. Una historización”

La historicidad del desamparo. Prueba difícil para el historiador-historizador, porque parece que el
desamparo es condición humana ontológica o estructural, previa a cualquier historización. Una especie de a
priori ontológico más radical que cualquier a priori histórico. ¿O es que en alguna circunstancia nacemos
amparados?
Ignoro la respuesta a esa pregunta, pero me parece que la historización del desamparo lleva a la historización
de una institución muy particular que es la madre. Quizás la madre sea la institución más difícil de percibir
como institución, como cosa instituida, como realidad sometida a proceso de institución.
La madre siempre es cierta, se dice.
Sabemos que la madre —aunque por mi parte no sepa otra cosa— tiene que ser suficientemente buena.
Pero ignoramos suficientemente buena para qué. Se dirá, para vivir. Pero, ¿para vivir cómo?, ¿para vivir en
qué sociedad?; y ¿qué es suficientemente buena?
Quisiera describir un poco cómo es la madre espartana entre los siglos VI y IV a. C. para señalar cierta
historicidad de la maternidad.
En Esparta se consideraba que cuando un hombre ha pasado el quinto ciclo de siete años, es decir a los 35
años, empieza su decadencia.
Pero que sólo se transmite la cualidad adquirida de la que se goza en ese momento.
Por ese motivo, Licurgo, el legislador mítico de Esparta, recomienda que si uno quiere darle un hijo a la
comunidad haga fecundar a su esposa por un soldado que esté en la plenitud de su edad y que haya dado ya
lugar a una primogenitura aceptada por el Consejo de ancianos. En ese entorno se engendra un hijo, en ese
entorno es madre la madre.
El amamantamiento también proviene de la comunidad, no de la madre. El que llaman infans es
amamantado por una comunidad rotativa de nodrizas: la leche y su pecho resultan más estatales que
maternales. Sin embargo, si el cachorro humano ha sobrevivido es porque los padres han hecho las cosas
bien -por ejemplo, el padre ha sabido engendrar directamente o retirarse a tiempo-
Se puede ver en un ejemplo: cuando marchan los soldados al campo de batalla, el coro de las madres le
canta al conjunto de los hijos que regrese sobre su escudo antes que sin él.
. ¿Qué se juega en ese pedido? Cuando retorna el ejército del campo de batalla, aquellas madres cuyos hijos
regresan sobre los escudos salen a recibir las felicitaciones del conjunto; las otras se encierran avergonzadas.
Licurgo consideraba que las mujeres estaban por fuera de la comunidad y que habían rechazado la ley. No
forman parte de la comunidad; son una especie de condición externa de autorreproducción de la comunidad
masculina. Pero en tiempo-
Se puede ver en un ejemplo: cuando marchan los soldados al campo de batalla, el coro de las madres le
canta al conjunto de los hijos que regrese sobre su escudo antes que sin él.
. ¿Qué se juega en ese pedido? Cuando retorna el ejército del campo de batalla, aquellas madres cuyos hijos
regresan sobre los escudos salen a recibir las felicitaciones del conjunto; las otras se encierran avergonzadas.
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Licurgo consideraba que las mujeres estaban por fuera de la comunidad y que habían rechazado la ley. No
forman parte de la comunidad; son una especie de condición externa de autorreproducción de la comunidad
masculina. Pero en
los asuntos humanos nunca nada es tan neto.
En Atenas al menos hay una indicación. Demóstenes, en el siglo IV, dice que un ciudadano, un kalós
kagathós, necesita para vivir tres mujeres: para la descendencia legítima, la esposa; para los cuidados
cotidianos, la concubina; para los placeres de la carne, las cortesanas, las hetairas.
la modernidad burguesa. Digo burguesa porque, como siempre, el criterio burgués es de reducción del
personal. Drásticamente las tres funciones convergen sobre esa señora. Es la institución destinada a amparar
y que sitúa a la madre con una serie de responsabilidades y en una serie de condiciones: esta madre tendrá
que engendrar un ciudadano, un hombre del mundo del mercado, un hombre del mundo del Estado, un
muchacho marcado por la ley. Esa madre que es también concubina y amante en el seno de la institución
familiar está destinada oficialmente para amparar al desamparado que llega al mundo.
La relación de amparo es histórica. Quiero decir que la relación de amparo, desde la que pensamos el
desamparo, es esta configuración burguesa en la que hay una institución, que es la familia, en la que se
acoge al recién nacido en su desamparo primordial. El amparo transcurre en el seno de una institución de
amparo; el desamparado, en una institución de amparo, recibe el amparo. La matriz desde la que pensamos
el amparo es institucional.
Hasta ahora no me había dado cuenta de que Descartes en el armado espontáneo de su escena recurre a un
tópico de la historia de la filosofía: desde la más temprana infancia había adquirido ideas falsas y que ahora
que estaba maduro y en apacible soledad podía dedicarse a pensar verdaderamente, O sea que “pensar” con
otros e inmaduro no es pensar verdaderamente. Nuestras instituciones ejercen esa desposesión del pensar
infantil desplazando el pensar hacia un hombre maduro como yo aislado, no es un nosotros en el que el niño
pueda componerse: tiene que ser instituido desde otro que ya esté instituido; por eso las instituciones
precisan suponerlo abismalmente desamparado. Es preciso desposeer el pensamiento infantil para poder
después proporcionar al niño el recto camino del pensar cartesiano: “niño, olvida tus insensateces y luego
dudarás correctamente”. Insisto: tenemos una figura que produce desamparo al desestimar ese pensamiento
en su valor de pensamiento genuino y fundante, al tomarlo como síntoma, como inmadurez, como fantasía,
como chiste, como ocurrencia y no como proceso de pensamiento capaz de constituir subjetividad; de esta
manera las instituciones desamparan al niño al que entonces han de amparar.
Quisiera plantear la figura de la desolación. Llamaría situaciones de desolación a aquellas en las que no existe
una institución destinada al amparo. Pero si no hay institución destinada al amparo bien puede haber
relaciones de constitución, relaciones de configuración, relaciones en las que los dos términos están
vinculados entre sí sin una institución garante que las reúna. En el desfondamiento de las instituciones —no
sólo en la extrema pobreza— hay dos que están desfondados y que tienen que configurarse pensando, hay
dos que están desfondados y que pueden cuidar- se mutuamente si mutuamente se piensan.
En la desolación, en el desfondamiento de las instituciones —y por lo tanto, desfondamiento de las
instituciones de amparo— me gustaría plantear para historizar la función materna un desplazamiento: de las
instituciones de amparo a las prácticas de cuidado. En las prácticas de amparo que transcurren en una
institución, una madre, por ejemplo, suficientemente instituida, disponiendo de un saber instituido sobre el
humano, tiene una responsabilidad jurídica institucional y dispone de toda una serie de técnicas para
ampararlo. En el desfondamiento, en la desolación, son necesarias relaciones de cuidado. Pero estos
cuidados tienen que ser pensados uno por uno, pues no hay un repertorio instituido capaz de amparar.
Transitamos una situación inédita, hay que pensar cada detalle cada vez, pues nada de lo pensado de
antemano tiene chance ni garantía de vigencia. Cada vez se hace preciso pensar para el chico, la madre y el
entorno, qué pasa con ese chico y qué pasa con esa madre y qué pasa con ese entorno. Estamos ante una
relación que se sostiene sólo si, en vez de suponer —como ocurre con el saber instituido—, se piensa.
Diría, de paso, que se incurre en un tipo muy particular de violencia cuando se trata al desolado como
desamparado, es decir, cuando tratamos mediante teorías del amparo a alguien suponiendo que hay
instituciones capaces de ampararlo Nuevamente, para ampararlos los desposeemos de su pensamiento
-desamparado, no se puede pensar- y los hacemos desembarcar en instituciones que supuestamente los
amparan. Pero en rigor, lo que opera es un proceso para nada cartesiano de desposesión de] pensamiento.
Una madre puede ser suficientemente buena en un reino suficientemente sólido; pero si el reino deja de ser
suficientemente sólido, si es un reino de incertidumbre, la práctica de crianza tiene que tener algo de
profético si quiere estabilizarse sobre base de predicciones. Porque las certezas sobre el porvenir —y no del
porvenir lejano, el porvenir inmediato, es decir, si el que viene esta noche es tu padre u otro, soy yo u otra—
se han licuado; se han desarticulado los regímenes de repetición capaces de producir estas estabilidades
requeridas para que el saber pueda suponer.
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Entonces, en régimen de contingencia perpetua, la relación tiene que ser permanentemente pensada porque
el entorno es permanente fluctuante. Si se trata de criar a alguien para un mundo y ese mundo varía día a día
-tanto el mundo lejano como el inmediato varían día a día, instante a instante-, entonces las relaciones de
cuidado no pueden desempeñarse correctamente en la suposición instituida de las instituciones de amparo.
Si como dicen, Cristo había sido concebido con madre pero sin pecado, resulta que hoy somos concebidos
con pecado pero sin madre. Esto ocurre así si llamamos madre a esa realidad suficientemente buena capaz
de garantizarnos una entrada con embrague, una entrada amigable en lo que se suele llamar
eufemísticamente el entorno cultural. Intento decir en nuestras condiciones de desfondamiento nacemos de
útero, pero no es seguro que nazcamos de madre. Más bien diría, al menos como requisito metodológico,
que nacemos sin madre -y que, si no la fabricamos, no la tenemos-. No disponemos de un Estado oficiando
de buen reino que produzca la institución que el bebé por venir requiere. Más bien, si tomamos el lenguaje
de la economía neoliberal, se le encarga al niño flexibilizado que organice su puesto de trabajo. El
neomanagement para bebés dice: “organice su puesto de trabajo, contrate el personal maternal apropiado y
desarrolle su programa vital”. Las condiciones heredadas necesarias para maternar no son suficientes en este
mundo incierto.
Se suele recordar, en general ironizando un poco, al adagio jurídico latino según el cual la madre siempre es
cierta pero el padre es incierto. La justicia de géneros ha llegado finalmente también a este punto: la madre
no siempre es cierta; también deviene incierta -en el sentido de la incertidumbre general de la eficacia
institucional-. Y esta figura no da para ironías sobre maridos engañados sino para la intimación de los niños
desolados. La figura instituida de la madre está sometida actualmente a un severo proceso de drástica
historización. Y ya no podemos confiar nosotros, los recién nacidos, en esa señora que nos ha engendrado,
sino que tenemos que confiar en que esa señora que nos ha engendrado será capaz de crear con nosotros
nuestros puestos de trabajo.
Espero estar siendo claro en el planteo. No tenemos un andamiaje estructural para el vínculo materno. El
andamiaje estructural para el vínculo materno-filial estaba garantizado a ciegas no sólo por la filiación
materna sino por la institución social familia, estaba garantizado por la institución Estado que ponía un
marco en el que ese vínculo era posible. Ese marco señalaba el vínculo con una línea de puntos y había que
llenarlo con la singularidad de la traza de ese encuentro. Ahora, desfondado ese marco, la relación materno-
filial se constituye en el encuentro -y bien puede no constituirse-. No sólo puede no constituirse por déficit
constitucional de la madre -porque lo que estamos planteando es que, para ser madre, el déficit
constitucional es hoy un hecho ineludible-, sino también por no encontrar el modo efectivo de establecer el
vínculo.
El desamparo en la desolación es no poder pensar lo que efectivamente hay. El desamparo en la desolación
es no poder pensar el modo en que se constituye el vínculo. El desamparo en la desolación es suponer que
hay un vínculo y, por lo tanto, no imponerse construirlo. El vínculo en la desolación es lo que uno puede
pensar con otro. El vínculo no es una relación estructural que está en potencia garantizando que luego vamos
a realizarla. En desolación no existe otro vínculo que pensar con otro el vínculo que nos constituye al
pensarlo.

Bonano, Bozzolo, L´Hoste:


“Intervención institucional en equipo de psicología de un hospital”,

La significación de la salud pública como bien universal y como derecho para todos se ha ido trastocando en
un bien privado y un acceso altamente diferencial de acuerdo con capacidades de consumo, de bienes de
salud. Hoy las prestaciones de servicios de salud, a cargo de grandes empresas, subsidiarias de fondos
financieros internacionales y regidos por la ley de la máxima ganancia, no tienen el tope que les imponían
valores y significaciones centrales con vigencia efectiva en períodos anteriores.
Los pedidos de colaboración de equipos constituidos por médicos, maestros, etc., relatan conflictos
interpersonales e institucionales; el sufrimiento psíquico se expresa en sentimientos de dolor, desaliento,
enojo, descreimiento en sus propios instrumentos; la cultura del maltrato ocasiona procesos psíquicos de
desinvestidura y empobrecimiento. Cuando recibimos un encargo, realizamos un análisis crítico del mismo.
En el abordaje de los dispositivos de intervención diferenciamos el campo de análisis del campo de
intervención. En el primero incluimos herramientas conceptuales provenientes del análisis institucional, el
psicoanálisis de los grupos, la teoría del grupo operativo, el análisis organizacional y teorías sociales
contemporáneas. En el campo de intervención, la estrategia elegida en cada caso guiará la selección o
invención de recursos técnicos: entrevistas personales, reuniones de equipo con técnicas grupales,
asambleas, construcción artificial de pequeños grupos.
101

Respecto del análisis por encargo del encargo la primera cuestión que nos aparece es la ambigüedad con que
se formula el pedido ante uno de nosotros: que vengan a charlar….estoy preocupada…
Crecía en nosotros la molestia por trabajar sin remuneración, la sensibilidad ante un cierto manejo tiránico y
nuestra decisión de no obviar esta vez el planteo de este tema, como posible analizador de cuestiones
centrales a elucidar.

Interdisciplina y otros malestares


A partir de la consigna de hacer una ronda con la frase “estamos acá para…”, las integrantes producen un
material que juega entre dos funciones: constituyentes y defensiva, de lo que llamamos “organizadores del
grupo”. Una apunta a la unidad, al cuerpo, a la ilusión de que el simple estar puede producir algo: veo a
todos juntos…se abrocha una representación del grupo a un significante: la “interdisciplina”, que se abrirá a
producir variados sentidos durante toda la intervención. Se lo enuncia: es un lugar de pertenencia..me
interesa la interdisciplina… por un lado la interdisciplina que aparece como modalidad idealizada de trabajo,
se presenta soldada en muchos momentos a otra significación: la “pertenencia”, lo que nos lleva a sospechar
que la identidad de este equipo, y la propia identidad personal en el rol, están seriamente amenazadas. En la
otra función, esta soldadura operaba como una defensa que inmovilizaba la expresión de cualquier malestar.
Solo decían: hay algunas dificultades….con Alicia tenemos algunas diferencias… Ante la intervención “¿Podés
enunciar en una frase el problema?”, comienzan a desplegarse, con emoción, los sufrimientos.
Intervenciones de este tipo, que estimulan la explicitación de cuestione4s, por lo general desmontan el estilo
de aludir/eludir, al garantizar por la presencia de la coordinación un espacio de escucha.
Observamos que los malestares se ubican en el espacio intersubjetivo, en el espacio institucional y en el de la
propia subjetividad, luchando contra tanto obstáculo. La enunciación del sufrimiento se hace con una
modalidad quejosa, donde apenas hay lugar para el sometimiento, para el enojo y para la autodenigración, o
sólo queda irse del equipo como recurso extremo de preservación personal. Posición de victimización que las
deja ubicadas como objetos de la institución y no como sujetos de actos de enunciación: El dinero y la
jerarquización implican que se obtiene algo a cambio del trabajo. Comienza a fisurarse el pacto denegativo
sobre el que este grupo está configurado: del dinero no se puede hablar en el equipo. Cuando alguna de las
integrantes intenta romper el pacto de desmentida respecto del dinero, Alicia fuerza su función represora.

De tazas sucias y planillas vacías.


Estas dos aparecen como analizadores, o sea como aquello que fuera a lo oculto de la institución, en
situación, a decir su verdad.
Estamos como en casa.. Alicia es la mamá y nosotros los hermanitos….
La “fomentación obscena de lo imaginario” tenía la función de bloquear y arrojar a lo negativo la
transversalidad que las capturaba, por vía de la exasperación libidinal. Intervenimos entones señalando la
positividad el gesto de dejar sucias las tazas: hay una vocación por dejar las cosas sucias, porque parece que
hay mucha mugre en la institución.
El otro analizador fue la planilla. Algo rebasa que proviene de afuera. Esta dura emergencia de la realidad y la
constatación dolorosa de la no existencia, llevo a plantear a alguien: quisiera que la reunión sirva para algo. A
lo que respondimos: no vamos a exacerbar la violencia entre ustedes, porque entendemos que es una forma
de amortiguar la percepción de la real fuente de la violencia.

Qué te puedo cobrar


El analizador dinero. Aquí se coloca una intervención propia de nuestro modo de trabajo, que colabora en la
operación de elucidación crítica de las implicaciones institucionales: se percibe en varias de ustedes la
ruptura de la complicidad con la institución del trabajo gratuito, es decir, hay una transformación de la
implicación institucional, pero ¿qué se puede hacer para que eso tenga un soporte colectivo, no sólo grupal?
Ante el planteo de una agrupación colectiva que sostenga demandas, tal vez necesiten encontrar en sí
mismas la ruptura y allí tendría otro anclaje ir al gremio.
Vuelve a haber una pelea Alicia-integrantes. Nosotros señalamos: justo cuando surge el reclamo ante los
jefes, hay un retorno de la hostilidad al interior del equipo. Este planteo de intervención implica trabajar
aspectos de la fantasmática intersubjetiva en su entrelazamiento con significaciones sociales de
subordinación, tanto de género como profesionales.
Aquí se habla de las “chicas” en vez de las psicólogas. Esta desocultación nos permitió interpretar un plano
propiamente psíquico: se percibe una instalación masoquista desde las injurias narcisistas y las
humillaciones de las que son objeto.
El proceso de fundación del equipo afecta a su imaginario de constitución; no es lo mismo ser llamadas
porque las necesitan a que les “permitan” trabajar. Revisando la historia y las significaciones que allí
quedaron marcadas, se puede decir que la “interdisciplina”, como base de fundación, toma el sentido de ser
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usadas por los médicos para su propio lustre (laboratorios). Respecto de ¡somos veinte mujeres!, las mujeres
creímos que lo nuestro era hablar de los afecto y como psicólogas de la locura, pero si nos excluimos de
hablar de las ideas y eso se articula con la “interdisciplina” quedamos confinadas a un lugar inevitablemente
menor.

Bonano, Bozzolo, L´Hoste:


“Tercer momento: la intervención en las crisis de sentido”,

En los dispositivos grupales instalados en la problemática de la dictadura empezamos a percibir una falta de
resonancia grupal y constatamos que la capacidad subjetivante era escasa a menudo, los eventos en el
campo de los derechos humanos habían quedado reducidos a una suerte de ritual de recordación, propio de
cierta política hegemónica de la memoria.
Una conjunción de factores fue inclinando nuestro trabajo hacia la intervención en variadas alteraciones del
imaginario que se expresaban en algunas prácticas profesionales. Veníamos percibiendo ciertos desacoples y
desajustes entre sus producciones materiales y los enunciados que las sostenían y legitimaban. Por un lado,
este fenómeno se producía al variar las demandas. Por el otro, al mostrar su agotamiento, aquellas
significaciones sociales otorgaban sentido global a esas prácticas.

Las prácticas profesionales ante la crisis de los sentidos:


Al nivel de los agrupamientos y los vínculos, se trastocan jerarquías, liderazgos, se desorganizan estatutos y
se transgreden sin sanción normas de funcionamiento. En el desempaño de las tareas profesionales de los
equipos se exteriorizaba sufrimiento, perplejidad y desorientación por el divorcio que se manifiesta entre lo
valores y los símbolos que duraban décadas habían cobijado las prácticas y la realidad presente de las
mismas.
Por lo general, relataban conflictos interpersonales e institucionales. El sufrimiento psíquico se expresaba en
sentimientos de dolor, desaliento, enojo, descreimiento en sus propios instrumentos; la cultura del maltrato
ocasionaba procesos psíquicos de desinvestidura y empobrecimiento.
Empiezan a escucharse cuestionamientos serios a las prácticas profesionales. Estas cuestiones que son
provistas por el “proceso identificatorio social”, están siempre en un estado de movilización. Estamos en un
momento de lo que se ha dado en llamas “la caída de los grandes relatos”, en que se manifiestan sin cesar
significaciones, que ya no proporcionan sentido suficiente para ciertas prácticas y por lo tanto trastornan o
quiebran los apuntalamientos del sujeto en la red de sentido del imaginario social.
Las intervenciones se realizaron en agrupamientos profesionales en una situación caracterizada por la crisis
de la organización delo Estado, en campos institucionales en los que juegan posiciones de fuerzas y
estrategias. Nuestra intervención jugó como una fuerza más entre esas fuerzas y con la perspectiva de que lo
dado, es decir, el conjunto de tramas institucionales que intervenían en la situación, se transformara. La idea
que orientaba nuestro trabajo era provocar la producción de nuevas significaciones que permitieran, en un
mismo acto, la institución de una nueva trama institucional y el apuntalamiento de las prácticas que los
integrantes del agrupamiento consideraran necesario ejercer.
Nos urgía la construcción de una teoría de la subjetividad, para la comprensión tanto de lo que los humanaos
hacen como de lo que piensan de sí. Una teoría tal, requiere estar descentrada de las nociones de conciencia,
de individuo o de actor social m ideas históricamente determinadas por la concepción liberal de las
democracias representativas y la teoría del contrato social que funda la modernidad. Retomábamos el
planteo de Guattari acerca de que la subjetividad no es necesariamente individual sino que puede ser
colectiva. Incorporamos las nociones de Foucault de prácticas de sí y modos de subjetivación. Su noción de
poder nos fue llevando a una redefinición de lo político como transformación conjunta de la subjetividad y
de los lazos sociales.
La caída de la ley se manifiesta como urgencia a que alguien ocupara la vacancia del rol normativo. La
arbitrariedad y la anomia que encontrábamos en los equipos profesionales, el escaso respeto de los
contratos de trabajo y la nula importancia adjudicada a su vigencia nos llevó a simpatizar con una estrategia
que apuntara a la autonomía en el sentido propuesto por Castoriadis, es decir, a generar posicionamientos
que apuesten a la gestión de sus propias reglas de funcionamiento. Por eso el trabajo se concentraba en las
implicaciones institucionales relativas al dominio de lo histórico-social. Lo intersubjetivo era tomado en esa
perspectiva estratégica; trabajamos la dimensión libidinal en los posicionamientos individuales sobre la
trama de las prácticas profesionales compartidas. Nuestras estrategias apostaban a disolver los rasgos
identitarios, que clausuraban sobre lo instituido, y a posibilitar procesos de invención que colaboraran con la
constitución de nuevas subjetividades.
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Uno de nuestros procedimientos consistía en no complementar lo que se manifestaba como falta o falla, ni
bloquear aquello que aparecía como exceso: habíamos comprobado que tales posicionamientos llevaban a
situaciones culpógenas y autoritarias. ¿Trabajar como bomberos o como fogoneros?
Seguimos profundizando el análisis de nuestras propias implicaciones con el convencimiento de que era
necesaria la conmoción de la subjetividad instituida del profesional. Continúa, entonces, la deconstrucción
de la idea de profesional como experto poseedor de un saber situado en trascendencia, y nos vamos
afirmando más en la idea de técnicos del saber práctico. Empezamos a sostener que en una intervención no
es `posible la transformación de uno solo de los términos; actuar sobre lo instituido social efectivo de un
agrupamiento requiere la deconstrucción de las identidades profesionales, lo que habilita un recorrido
impredecible también para los operadores. Insiste la pregunta acerca de cuál es la institución desde la que
intervenimos.
Nuestro posicionamiento era abstinente en cuanto a qué harían los integrantes de los agrupamientos con lo
que se producía en el trabajo elucidatorio; los procedimientos tendían a crear conmoción, flujos,
intensidades, afectaciones, es decir condiciones subjetivas para la destitución de lo instituido, pero no
proponían favorecer acciones hacia objetivos determinados.
Las anteriores prácticas en el interior del movimiento de derechos humanos se ubicaban dentro de la
animación política, la que en su horizonte, siempre mantiene la preocupación acerca de lo de que van a
hacer los integrantes con lo que emerja de la operación en curso. Nuestro posicionamiento como operadores
implicaba el ensamble de dos subjetividades: la militante y la psicoanalítica. La militante se mueve con la
perspectiva que, además de la representación, hay un mundo y que siempre se está en alguna parte de él,
por lo tanto se impone la inquietud acerca de para qué interés jugarán los actores sociales. Cuando no se
esquiva que la consistencia de la situación está dada también por la dimensión institucional y organizacional,
la cuestión de las acciones prácticas de los actores sociales respecto de esas dimensiones no es prescindible.
La concepción de lo real como exceso nos permitió un despegue respecto de toda tesis estructuralista según
la cual la operación de simbolización se limita a hacerlo con lo presente en la estructura. De lo que se trata es
de la creación de nuevas formas de ser y hacer sociales.
Usaron la noción de envés de sombra de la situación para el estado-lugar en que se encuentran esas
cuestiones que se manifiestan sólo como síntomas o excedencias. En el trabajo con Madres la estrategia
apuntaba a conmover la pasividad en posición de victimas que idealizaban un pasado, al tiempo que
despolitizaban el pasado y el presente, remover la sofocación de lo político y producir tal afectación que se
retomara una cierta capacidad política, que en otro momento había permitido al movimiento “instituir otra
realidad”.

Bonano, Bozzolo, L´Hoste:


“ Intervenciòn institucional en una residencia de salud mental”.

¿Cuál es el tema en este caso? Haber hecho trabajar el analizador dinero, pero se trata del devenir de una
operación en el que sus efectos van más allá de sus propósitos.
Crecía la molestia por trabajar sin remuneración, la sensibilidad ante un cierto manejo tiránico y nuestra
decisión de no obviar esta vez el planteo del problema como posible analizador de cuestiones centrales a
elucidar.
Ante la situación aun irresuelta de nuestro pago y las discutidas expectativas de continuidad, sostuvimos que
sólo aceptaríamos cobrar ese trabajo si, bajo alguna forma a gestionar, lo pagaba el hospital.
El horizonte problemático de este texto está constituido por:
 La no retribución del trabajo y la inexistencia de reciprocidad en el lazo.
 Su articulación con las subjetividades profesionales bajo las condiciones actuales dee desfondamiento
institucional, y
 Las operaciones actuales conducentes a procesos de subjetivación.
Un aspecto central de la transformación subjetiva del operador concierne al trabajo gratuito en instituciones
públicas. Sin duda éste era un instituido del imaginario fuertemente anclado en la idea de la solidaridad,
cimentado en el lazo social del Estado, lo cual suponía una fuerte valoración de los espacios públicos en los
que se efectuaba la asistencia a la comunidad y la formación de los profesionales en esa orientación. Esta
significación imaginaria efectiva fundaba la donación de sentido para es articulación.
Se va configurando una situación que nominamos de “tiranía mutua”. Los diversos enunciados presentan:
 Una imputación de falta de ética a nuestro pedio de pago por no coincidir con nuestra declaración de
la caída de la gratuidad en la formación de los residentes en el hospital publico.
 La imposibilidad de determinar cuál es la tarea con ellos: se oscila entra considerarla asistencia (lo
que posibilitaría el pago) mientras que la capacitación debe ser gratuita.
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Nuestro acto de intervención pasó por sostener tenazmente la desnaturalización del no pago. Dado que ya
no nos considerábamos apuntalados en la solidaridad, surge en nosotros desolación. Pues esto apareció
como efecto de nuestro rehusamiento, que forzaba la ruptura de la complicidad, a suponer un cierto lazo
entre ellos y nosotros. Esta intervención va más allá de la elucidación de las implicaciones institucionales, en
cuanto en ella se juega una operación de conciencia en la que la crítica que se elabora colectivamente une
(enlaza) a los actores en la “superación” de la atadura. Nuestro rehusamiento pretende hacer caer
radicalmente la idea de un lazo existente.

Producción del semejante: las elecciones.


Relataron ciertos sucesos experimentados como perplejidad: presencia de robos frecuentes entre ellos, lo
que acarreaba dificultades en la constitución del semejante en el agrupamiento.
Entre los residentes se reforzaba una alta valoración de lo individual, y no se encontraba una base para la
producción de lago común en el supuesto punto de partida de ser psicoanalistas. Se enfrentaban con la caída
de la significación de la residencia como formación en servicio, es decir con el trabajo.
Al terminar haciendo elecciones abiertas para jefe de residentes (antes habían votado todos en blanco)
rompieron así en acto, lo instituido donde usualmente un residente ya está previamente instalado por
consenso grupal. La convergencia fue significada como complot, tanto por la jefe como por ellos mismo, y no
como una decisión que los configuraba como colectivo. La significación de complot presentaba la dificultad
de hacerse cargo de tal enunciación.
La residencia implica algo así como una tregua, un recorrido con pago, antes y después del cuál están afuera.
Nuestro acto de plantear el pago llevó a interrogar las prácticas de la residencia en tanto transversalizadas
por instituciones agotadas y dispuso al equipo a trabajar con lo que era posible hacer allí, con lo que había.
Hoy pensamos que resulta indispensable cobrar, en cuanto implica un reconocimiento que nos da existencia,
sorteando en algo la superfluidad que en las actuales condiciones nos amenazan. Esta operación permitió
instalarnos desde un trabajo, una función, un oficio,, y no quedar como resto de una operación de mercado.
Los padecimientos se presentan en formas en que se reconoce cierto goce, el cual hace resistencia a la
alteración, muchas veces incluye al equipo de intervención. La fijación a los núcleos identitarios obstaculiza el
devenir subjetivo. Cuando no se encuentra anclaje en esos núcleos, puede abrirse la pendiente de un cierta
desubjetivacion.
Nuestra posición aposto a realizar una experiencia en la que se fue produciendo testimonio de las
alternativas subjetivas que se fueron presentando. Hacer experiencia significa afrontar los riesgos de lo
incierto que se producirá allí con otros, en esa singular forma del estar allí con ellos.

Bonano, O: “Sufrimiento psíquico en instituciones

Fallido en una invitación: “el sufrimiento de las instituciones” en verdad la institución no sufre, sufrimos
nuestra propia relacion como sujetos psíquicos con la institución. ¿Pero cuáles fueron las condiciones de
producción de ese fallido?
Otra caso fue la privatización de YPF (te dan desde la cama, el ajuar, el cajo9n, el velatorio). Ello permite
figurarse el tipo de relación psíquica que esto implicó, no ya para la persona sino para una secuencia que
abarcó a tres generaciones sucesivas. Había gran cantidad de catamarqueños que fueron traídos
directamente de zonas rurales, porque no tenían “ideas raras”.
La institución es una forma de la sociedad y la cultura, pero también es una formación psíquica; reúne
formaciones y procesos heterogéneos: sociales, políticos, económicos y psíquicos. Parece que, por razones
que son intrínsecas, buena parte de las representaciones sociales no piensan la relación del sufrimiento de
los sujetos con la institución. Se lo padece y aún se lo reconoce, pero es difícil pensarlo.
El sujeto psíquico se apuntala en su propio cuerpo, en los grupos a los que pertenece, en el espacio
institucional y en las representaciones sociales, o sea en el “imaginario efectivo”. Las personas depositan en
la institución rasgos como la protección, el amparo, el cuidado básico, la continuidad, la permanencia. Estas
depositaciones, al surgir de grupos psíquicos internos primitivos son defendidas por mecanismos como la
represión o la desmentida, que bloquean el acceso al pensamiento de lo que allí se les juega, y entonces se
instala lo impensado.
Pero una parte de nuestro sí mismo está fuera de nosotros. Es aquella parte primitiva e indiferenciada, ese
trasfondo irreductible de la vida psíquica. Esa parte también es puesta enl la institución y funciona como
marco inmóvil y silencioso para el despliegue de la vida. Ésta es una relación anónima, poderosa y violenta,
más bien del orden de lo irrepresentable.
En esa maraña, en esa nop diferenciación, el sufrimiento en la institución puede deslizarse al sufrimiento de
la institución. Si no hay distinción entre nosotros como sujetos individuados y la institución, entonces lo que
sufre es la institución.
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Pero aquello que habitualmente es irrepresentable, en situaciones dadas, irrumpe en la mente con efectos
críticos y de pronóstico reservado y adviene a la representación luego de una ruptura catastrófica del marco
institucional. Sólo de4spues de esa ruptura se cobra conciencia de todo lo que ese ámbito significa para los
sujetos. En el ejemplo de YPF se produjeron gravísimas secuelas psicosociales, no sólo en lo económico sino
de este brutal desapuntalamiento.
Para las personas, las instituciones cumplen un papel fundamental de regulación y continuidad.
Hay en general un fracaso de las funciones metapsíquicas de las instituciones. La institución ya no se impone
contra la irrupción de lo impensado y el caos. Y por lo tanto estamos obligados a pensar la institución.
En un equipo que trabajaba en una relacion de contrato con un municipio, el tema de discusión era el
territorio gris de si las licencias por maternidad eran un derecho o una concesión graciosa de las
autoridades..
Otro caso era el de las “becarias ad-honorem”
Cuando empezamos a trabajar con ellas había, entre todos, el siguiente conflicto, fuente de malestar, silencio
y sufrimiento: cuando se fue saliendo de la atonía y el silencio, las rentadas les reprocharon a las becarias ad
honorem que éstas no tenían que ir todos los días y cumplir con los horarios como ellas. De modo que la
designación rentada (con las obligaciones que implica) aparecía, defensivamente sin duda, más como un
perjuicio y una suerte de castigo que como una ventaja envidiada, obvia fuente de malestar entre ellas y de
dificultades en la tarea.
Hay una forma general de este enlace del sufrimiento y la cultura, Freud dijo que el sujeto cambia una cuota
de felicidad posible por una cuota de seguridad prometida, pero esta formulación debe ser transversalizada
con lo social-histórico efectivo, para no quedar encerrada en una abstracción universalizante.
Según en contrato narcisista el sujeto está sometido por la cadena generacional e investido narcisísticamente
por los otros, porque es reconocido como portador de la continuidad del conjunto. El sujeto siente (tiene
certeza) que tiene un lugar, que es reconocido y que es representante de la institución, pero además tiene
derecho a un espacio propio, individuado, y no por eso traiciona al grupo de origen.

Bonano, O: “Grupo y dimensión colectiva de las prácticas”

Lo colectivo y lo grupal.
La dificultad para “articular” lo que fue pensado en exterioridad (un sujeto psíquico individual y una
sociedad) fue efecto por un lado del horizonte cartesiano de la relacion entre sujeto y objeto y, por el otro,
de las tesis de la modernidad de un ciudadano individual, sujeto a la ley y centrado en su conciencia,
enfrentado a una sociedad concebida como contexto histórico y político. Todo esto afectó a ciertos modos de
concebir los dispositivos grupales. Jugó allí una convicción grupalista que ha sido y sigue siendo una de las
matrices persistentes en las prácticas de intervención a través del grupo.se trata de una noción primordial
que apunta a la potencia transformadora de lo grupal en sí, en la medida en que se postula al grupo como
“eslabón perdido” y por lo tanto intermediario articulador entre lo individual y lo social.
El núcleo más ambiguo y equívoco es que lo grupal equivale a colectivo. Pero lo colectivo no es igual a
número; lo socio-histórico no se constituye por interacción intersubjetiva. Lo colectivo es propio del sujeto
político, e implica el interés desinteresado en la transformación universal de lo subjetivo humano. Lo grupal
puede ser vehículo de reestructuraciones individualistas y herramienta activa de conformación
subjetividades instituidas, de las prácticas de sí.
El dispositivo grupal implica una mutación dentro de un linaje.

Los grupos como dispositivos de intervención


Nos vimos ante la necesidad de modificar los dispositivos de intervención a partir del procesamiento
colectivo del terrorismo de Estado. El dispositivo de “grupo de orientación” pasaba por la forma de una
charla inicial que modelizaba, al transmitir la experiencia, más que nada política, realizada por las Madres, a
la vez que intentaba generar condiciones de participación con conmoción subjetiva. Este dispositivo abría
condiciones para la subjetivación, en la medida en que se daba en el interior de las condiciones sociales
prácticas sociales instituyentes. Pero fueron cambiando e introdujimos un dispositivo modificado.
La continuidad de esas experiencias concierne a dos cuestiones centrales:
 Dar cuenta de los puntos de anudamiento de la subjetividad en lo sociopolítico-histórico
 Construcción de dispositivos grupales que posibiliten a sus integrantes recorrer un cierto tramo en la
elaboración de acontecimientos sociales.
En la tramitación del “trauma social” el trabajo elaborativo con respecto a la memoria, a partir de la consigna
del “Nunca más”, estaba condicionado por la tesis de que la memoria se construye con los otros y en
espacios públicos. El grupo, en tanto representación común, es espacio de intimidad que propicia la
elaboración subjetiva, pero a la vez es publico en tanto esta inscripto siempre en un orden institucional.
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Esta dimensión institucional y colectiva era indispensable para tramitar el material psíquico kligado al horros
y lo siniestro. Los integrantes de un agrupamiento natural o de un dispositivo artificial de intervención, como
oo son los grupos de reflexión, despliegan todo el tiempo referencias a as signiicaciones que los implican a las
instituciones que organizan sus prácticas; es en el vector de la tarea de cada grupo donde esas significaciones
se concentran especialmente. Sostener que esas significaiones son organizadoras del agrupamiento en su
plano de consistencia, con la misma fuerza que las producciones vinculares intersubjetivas (pactos, mitos,
contratos, ilusiones) y las intrasubjetivas (fantasías, miedos, imagos), fue un punto de partida indispensable y
obligó a una tarea de transformación de los procedimientos heredados.

La concepción operativa en los grupos de reflexión


Los grupos de reflexión, como especificación de los grupos operativos, en tanto explícitamente grupos
organizados desde una tarea que no sea exclusivamente la remodelación psíquica, pudieron tener, bajo esa
contraseña, distintos objetivos y tareas; y por lo tanto se ofrecieron desde saberes y prácticas profesionales
como respuestas a necesidades y urgencias sociales diversas. Otro aspecto de la concepción operativa de
grupos aportó una condición decisiva: la posición abstinente del coordinador respecto de cómo el grupo
constituye sus objetivos y va gestionando su tarea acerca el procedimiento al eje de la autogestión.
Se constituye como grupo de formación en el terreno de las prácticas curativas y su objetivo es elaborar
tensiones.
La estrategia del laboratorio social, en los grupos de comunicación, discusión y tarea en los que el papel del
coordinador, de acuerdo con los principios de la “indagación operativa”, consiste en lograr una
“comunicación activa y creadora, y en dinamizar, resolviendo discusiones frontales que ocasionan el cierre
del problema.

Del grupo de reflexión al grupo reflexivo: la elucidación de las significaciones sociales.


Para Riviere el grupo tiene entre otros efectos el terapéutico. Pero acaso el eje de demarcación principal
pase porque, en tanto grupo operativo, tiene tarea; o mejor: la tarea es organizador principal del grupo, y
desde allí se puede decidir una diferencia neta con la perspectiva curativa o terapéutica se su prescripción de
tarea no lo centra en la remodelación psíquica de sus integrantes. Es la dimensión del trabaja, en su
oposición con la de trabajar-se, que bien puede ser puerta abierta a la captura en un grupismo afectivista y
fusional, centrado en el puro goce de estar en racimo.
El eje de la tarea, en su generalidad y universalidad, es el ombligo que conecta al agrupamiento con la
circulación social de practicas y por lo tanto con significaciones sociales que nunca van a poder reducirse a
contenido y procesos psíquicos.
Desde entonces llamamos “grupos reflexivos a un dispositivo de intervención que se caracteriza por:

Variabilidad en cuanto al problema abordado


Cuestiones estratégicas que definen el posicionamiento de la coordinación, orientadas a la
elucidación de las significaciones sociales que transversalizan al agrupamiento en sus tareas.
Inicio de la tarea grupal a partir de disparadores, desde la particularidad del problema a tratar. En
general se trata de anécdotas breves y de desenlace incierto, de sentido ambiguo e impacto
dramático.

En esta descripción se percibe que estos dispositivos conservan del grupo de reflexión el eje de ser grupos
centrados en una tarea o en un tema, y la posición abstinente de la coordinación respecto de la definición
del problema, pero aquí la tarea no está ya centrada en “elaborar tensiones” que aunque vagamente, remite
siempre a una suerte de trastorno psíquico sino en la elucidación de las significaciones sociales.
Nuestro grupo reflexivo no es un grupo operativo, por eso era un dispositivo, un conjunto heterogéneo que
encuentra su consistencia en un eje estratégico, lo que al principio llamamos análisis de las implicaciones y
luego se transformó en la elucidación de ellas. Hoy lo llamamos “destitución de subjetividades instituidas”.
El modelo de referencia de esta teoría de la subjetividad se instaura y detecta en el campo de la implicación,
la que muestra una concepción de sujeto producido-productor en los procedimientos de la institución
histórico-social. El grupo reflexivo es un dispositivo metodológico que habilita la tramitación de estas
dimensiones, se funda en el linaje de la intervención institucional e implica las siguientes prescripciones:

 Análisis critico del encargo y demanda sociales


 Detección y trabajo sobre los analizadores, que suministran el material central del proceso
elaborativo, y
 Análisis critico de la implicación y posición reflexiva.
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La introducción de la dimensión institucional en el análisis hace estallar las fronteras del grupo. Lo específico
del análisis institucional es constituir una subversión del dispositivo de análisis “microsocial” del grupo. El
análisis institucional es colectivo y, en tanto tal, político, de lo impensado y lo impensable de las practicas de
grupo. Una agrupación es la resultante de una cantidad infinita de determinaciones sociales y políticas, cuya
piedra de toque es el Estado, que atraviesa transversalmente al agrupamiento.
Según la propiedad más decisiva de la lógica de los magmas (opuesta a la lógica conjuntista identitaria),
“una representación (significación) no es un ser distinto y bien definid”, sino que es todo aquello que acarrea
consigo”. En suma, lo vincular intra e intersubjetivo no es separable de la elucidación crítica de las
significaciones sociales: no hay elaboración psíquica sin tramitación sociohistórica colectiva. No hay
transformación sociohistórica sin destitución de las subjetividades instituidas, incluida la de los operadores.
Las significaciones sociales no se “interpretan”, se elucidan, y la verdadera elucidación sólo puede ser un
proceso colectivo.

La dimensión colectiva cuando el grupo no está.


Hay experiencias en que no se producía grupo, no se instalaba una trama grupal tal que las resonancias del
otro, permitieran albergar la tramitación conjunta del sufrimiento institucional.
Lo instituyente no es la aparición de cualquier cosa más o menos novedosa, sino la creación de una forma
social (y por lo tanto subjetiva) radicalmente nueva. Se trata entonces de la producción de la realidad social
por la dimensión colectiva, propia del sujeto político, de la subjetividad. Trabajamos con la idea de
presentación-emergencia-producción y enfrentamos hay interrogantes con respecto al proceso de creación
de nuevas significaciones.
Lo subjetivo es un acto en un punto en el que irrumpe algo real, imposible de enunciar y tramitar en los
términos constitutivos de la situación dada, punto en el cual la posición reflexiva y la elucidación crítica
permiten destituir un enclave de la subjetividad instituida.
Se trata de actos de sujeto y prácticas de enunciación, para los que los procesos mentales de esclarecimiento
resultan insuficientes y la distinción entre individual y colectivo no es pertinente.

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