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SORDOS QUE QUIEREN HIJOS SORDOS

La mayoría de los padres quieren lo mejor para sus hijos. Pero difieren en qué es “lo
mejor”. Para algunos es comer fruta y leer por las noches, para otros ir a misa y no fumar.
Y hay quien considera que es bueno que su hijo nazca sordo.
Es el caso de Sharon Duchesneau y Candace McCullough. En el año 2002 esta pareja
decidió que sus hijos iban a ser como ellas, que iban a nacer sin la capacidad de oír. No
fue sencillo. Resulta que los bancos de semen no aceptan donantes con esta
discapacidad, así que no pudieron acudir a ellos. Finalmente, el padre fue un amigo
común, el quinto en la línea de una familia de sordos. La madre biológica fue Sharon y
con él tuvieron un niño y una niña, los dos sordos.
En su momento hubo muchas críticas a su decisión. Miembros de la Asociación
Nacional de Sordos de Estados Unidos dijeron que no entendían “por qué alguien quiere
traer al mundo a un niño con una minusvalía”. Profesores de bioética hablaron
directamente de “vergüenza”. Ellas no lo vieron así.
Al parecer, para ciertos sordos su sordera no es una discapacidad, es una forma de ver
el mundo. Una cultura. A esta Cultura Sorda no se pertenece sólo por no poder oír, hay
que compartir ciertos valores, reglas y costumbres. El pilar más importante es la lengua
de signos, una herramienta indispensable para la comunicación entre sordos. Esta
lengua, a diferencia de la materna, no suele aprenderse en casa, sino en escuelas
especializadas o asociaciones de sordos. La razón es que no todos los sordos nacen de
padres sordos. Tanto unos como otros deben aprender el lenguaje de signos.
La pareja de la que hablo estudió en la Universidad de Gallaudet, la única en el mundo
que sólo acepta estudiantes sordos o que dominen la lengua de signos. Allí Candace se
licenció en salud mental y Sharon en bioética. Estoy inclinado a pensar que fue esa
universidad la que las llevó a desear un hijo sordo.
Soy un firme defensor de los colegios de integración. La universidad de Gallaudet es
todo lo contrario. Casi un gueto. Hasta cierto punto, me parece lógico que quien solo se
ha rodeado de sordos durante sus años de formación quiera tener un hijo sordo.
Pero, en el fondo, no deja de ser, como mínimo, arriesgado. Por mucho que uno crea
que no escuchar es lo mismo que ser blanco o negro, no es ético quitar esa capacidad a
tu hijo antes de nacer. La selección genética debería servir para ampliar las capacidades
humanas, no para limitarlas. Supongo que el hijo de una pareja sorda es bilingüe, hablará
la lengua del país y la materna (la lengua de signos). Si Sharon y Candace hubieran
esperado a que sus hijos tuvieran 18 años para preguntarles si quieren ser sordos, ¿qué
dirían estos? ¿Elegirían escuchar o preferirían ser operados para ser igual a sus padres?

Raúl Gay, en eldiario.es (5/09/2013) (adaptación).

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