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Estados Unidos y la amenaza china


Alfredo Toro Hardy es escritor y diplomático venezolano

2020-11-16

Estados Unidos se siente amenazado por el emerger de China. Este emerger se


expresa a través de estrategias convergentes tales como el “Sueño Chino de
Rejuvenecimiento Nacional” o “Hecho en China 2025”.

La primera de dichas estrategias persigue una China prospera y poderosa, la


expansión de la huella geopolítica del país y un cambio en su geografía estratégica.

La segunda, persigue transformar a la nación en el líder mundial en ciencia, tecnología


e innovación.

Al final de todo este proceso se encuentra una fecha clave: 2049. Ese año marcará el
primer centenario de la fundación de la República Popular China y, en tanto tal,
representa el momento en el cual el país deberá haber alcanzado la cúspide de la
jerarquía mundial.

         Si bien el desafío a su primacía constituye la razón de base de la reacción


estadounidense y del surgimiento de una nueva Guerra Fría, es en el campo de la
geopolítica donde la situación se torna más sensible. ¿En dónde reside la amenaza
geopolítica que China le plantea a Estados Unidos? Esta se sustenta en tres marcos
perceptivos de la psiquis china y en tres escenarios geográficos de proyección. 

         Los marcos perceptivos serían los siguientes. [1] Primero, China tiene una
fijación con su pasado, lo que implica que mira al futuro con los lentes de su pasado
glorioso. En tal sentido, moverse hacia adelante no significa otra cosa que moverse
hacia atrás [volver a viejas glorias]. [2] Segundo, China mantiene una carga de
resentimiento por las humillaciones sufridas en su momento de mayor debilidad. Ello
alimenta un poderoso nacionalismo y un sentimiento de acreencia histórica aún
impago. [3] Tercero, el país tiene una óptica revisionista del orden internacional y, en
particular, del status quo regional. Ello no sólo deriva de su aversión hacia un sistema
que cobro forma cuando China era débil sino que contraviene su visión jerárquica del
mundo. Como resultado de las tres consideraciones anteriores, el reemerger de China
está llamado a sacudir las visiones geopolíticas convencionales y, por extensión, un
orden dentro del cual Estados Unidos detenta el liderazgo. 

         Los escenarios geográficos referidos serían [1] el Mar del Sur de China, [2] las
llamadas Primera y Segunda Cadena de Islas y [3] los mares del mundo. Vayamos por
orden.

[1] Primero, China reclama el 90% del Mar del Sur de China y de los recursos
energéticos y pesqueros que el mismo contiene. Apelando a derechos históricos que
argumenta mantener desde tiempos inmemoriales, China ha trazado sobre el mapa de
dicho mar una línea de nueve guiones que abarca la casi totalidad del mismo. Ello no
sólo le plantea diferendos con varios países de la región, sino que contraviene la
Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Más aún, desconoce la
jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia que ha dictaminado parcialmente
sobre el tema. 

         Para darle dientes a su posición, China se ha abocado a la construcción de


numerosas islas artificiales [fortificadas] en el Mar del Sur de China. Tales islas han
sido transformadas en fortalezas militares equipadas con radares avanzados,
sofisticadas baterías de misiles y, en varios casos, modernos aviones de combate.
Todo ello ha sido complementado por la construcción de una poderosa armada
desplegada en la zona. 

[2]     Segundo, China aspira a controlar las llamadas Primera y Segunda Cadena de


Islas. Estas representan los dos mayores archipiélagos que separan a la costa
continental del Este de Asia del Océano Pacífico. El deseo de Pekín sería cerrar este
espacio a la presencia de la Armada de los Estados Unidos. La Segunda Cadena de
Islas representaría una aspiración a más largo plazo y, en última instancia, cobraría
forma por vía de una división del Océano Pacífico en espacios de control compartido
entre China y Estados Unidos.

A no dudarlo, dentro de la primera Cadena de Islas se da la presencia de diversos


cuellos de botella susceptibles de bloquear el acceso de China hacia el Océano
abierto. Sin embargo, cualquier búsqueda de seguridad absoluta por parte de China en
relación a estos espacios, se traduciría en inseguridad absoluta para otros países de la
región, tales como Japón o Filipinas.  

[3]     Tercero, China se encuentra en proceso de desarrollar y desplegar una “Armada


de Aguas Azules”, susceptible de disputar el monopolio del que disfruta Estados
Unidos en los océanos del mundo. La aspiración de transformar a China en una gran
potencia marítima conduce, a la vez, a la necesidad de asegurarse bases navales en
diversos puntos del mundo. Comenzando por una primera base en Djibouti, en el
llamado Cuerno de África, China se plantea expandirse hacia otros lugares. Se
argumenta que la construcción de diversas infraestructuras portuarias en el Océano
Índico tendrían como expectativa final su reconversión en bases navales chinas.  

         Los marcos perceptivos arraigados en la psiquis nacional de China convergen


con las aspiraciones de proyección de ese país sobre un conjunto de espacios
geográficos diversos. Ello se traduce en un reto geopolítico mayúsculo para el
liderazgo que detenta Estados Unidos.

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