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Dialogo renovado con un Unos/as Camilista(s)

Juan Bautista Jaramillo H1.

Renovar asumido como refrescar, implica que un pensamiento práxico como el camilista,
se atempera a las vicisitudes de los tiempos; y tiene que ser así en tanto, aun y siendo
religioso, el legado político de Camilo, dista de ser una propuesta dogmática, por el
contrario, la misma hecha práctica, es muestra de una opción amplia y articuladora de la
diferencia. Si no hubiera sido así, su acción religiosa, académica, política, se hubieran
enclaustrado en los muros de la conformidad que su tiempo le reclamaban, máxime
gozando de los privilegios que por su origen de clase podía asumir.

La renovación de aspectos como la unidad que tanto preocupó a Camilo, se reviven


en prácticas de procesos y sujetos colectivos, cuyo proyecto ha estado y estará orientado a
buscar la Unidad de la Clase Popular; ¡esa ha sido la apuesta de muchos compañeros y
compañeras que en ese empeño dedicaron sus vidas!, Gilma, Carlos Alberto, Uverney, los
cientos de camilistas anónimo/as, que como Carolina, recordaremos calladamente su
asimilación existencial de eso que se llama Ser camilista.

En diálogo póstumo con esta/os camilistas, y centrados en dos asuntos que copaban
sus preocupaciones vitales, la Unidad y la Paz, viene bien traer a cuento de cara a los retos
que este 2016 plantea al pueblo colombiano y a quienes como ello/as, partieron
convencidos de la necesidad de profundizar en aquello que nos une y trabajar las
diferencias mientras se avanza en fortalecer las coincidencias, siempre conscientes de las
diferencias; este es el gran reto, ¡asumir el desafío de la Unidad en la diferencia!.

La tarea que legó Camilo, salir de las capillas, abandonar los estados de confort, de
la tranquilidad que éstas garantizan, pues las practicas sectarias y exclusoras, soslayan las
diferencias y terminan en la homogeneidad ideológica o política que deviene en
sectarismos y dogmatismos. He aquí una derivada de suma importancia para las prácticas
de algunas izquierdas y para el conjunto del movimiento social, que terminan
convirtiéndose en iglesias, so pretexto de buscar la liberación.
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Profesor Universidad del Valle.
Cada vez me convenzo más que la única posibilidad que tenemos la clase Popular, es
juntarnos, identificar claramente nuestros objetivos lo que nos permitirá definir con quienes
coincidimos y en que concordamos. De Camilo hemos aprendido, que hay que ver de
entrada aquellos elementos en los que tenemos coincidencias, aquellos aspectos en los
cuales podemos y debemos trabajar de manera conjunta; esto nos exige cambiar manera y
formas de pensar, exige construir nuevas antropologías 2.

El planteamiento que se esboza por boca Uverney, lleva a que profundicemos en la


importancia de pensar y asumir una ontología de la Unidad, una praxis en la que el respeto
a las diferencias este al centro.

La herencia del pensamiento colonial, del pensamiento burgués, se centra en la


exclusión, en el no reconocimiento del Otro; para la visión colonial-burguesa-capitalista,
las posturas otras no existen; claro cómo van existir si ni siquiera se reconoce la presencia
plena del otro como Ser. Por ejemplo, para el Invasor, el nativo amerindio no era persona,
no poseía alma, tenía forma humana pero carecía de condición humana, en tal sentido no se
lo trataba, ni valoraba como tal. Desde estos tiempos, el otro es anulado y sometido a
asumir el pensamiento dominante, se anula la diferencia que exige partir del
reconocimiento del otro.

El asunto se hace más complejo cuando se proclama la necesidad e importancia de


ser otros. Esta enorme tarea y reto práxico, requiere que se avance en clarificar las
propuesta humanista, el proyecto en construcción, que tiene que ser diferente a la herencia
colonial-capitalista, en tanto el modelo de persona que lega el capitalismo es por naturaleza
del mismo capitalismo Inhumano, egocéntrico, individualista, narcisista. La tarea
revolucionaria implica transformar las estructuras económicas, políticas y jurídicas; pero va
más allá, en tanto como lo han mostrado experiencias de procesos cercanos o
comportamientos de muchos que se reconocen revolucionarios se han venido abajo, por la
falta de avanzar en transformar el tipo de seres que somos.

El ser con otros exige en reconocimiento de los que se suponen coincidentes. Se supone que
los que profesan amor al prójimo, llámense cristianos o marxistas podrían tener más
cercanía que aquellas posturas que se fundamentan en el mero interés particular, egoísta,
egocéntrico. Muchas prácticas que desarrollamos nos alejan de juntarnos a partir de las
coincidencias, pocas o muchas. De hecho lo que hemos vivido muchos y de seguro hemos
hecho vivir, es que no juntamos las diferencias que se suponen andamos por la misma vía,
los jóvenes no retoman la experiencia de quienes han dado unos pasos más en la vida; los
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viejos no reconocemos los nuevos aportes; muchos nos llamamos marxistas y no hemos
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Diálogos con Uverney.
leído un párrafo completo del viejo, y por eso no valoramos las posturas de quienes le han
dedicado tiempo a formarse en esa línea.

Un proyecto de este corte sitúa parte de la tarea revolucionaria en transformar la humanidad


desde las practicas que agenciamos en la cotidianidad, valorándonos, valorando a los
compañeros de viaje, siendo solidarios, fraternos, profundamente amorosos. Una gran
tarea, es recuperar la solidaridad como ternura de una nueva sociedad. Solidaridad efectiva,
equiparable al amor eficaz. Propuestas completamente disonantes al modelo de ser y
sociedad burgués, acentuado en la andanada neoliberal.
Pero avanzar con el otro, además de reconocerlo implica, aceptar posturas
diferentes; entrar en relación de co-construcción, en unidad; exige no sólo aceptar la
existencia del otro, sino asumir la posibilidad de otras postras diferente, visiones, ideas,
perspectivas del mundo tan importantes y validas como que se asuman desde posiciones de
poder invocado desde institucionalidades u oficialidades. Entrar en relaciones de unidad,
implica figurar una ontología en la que el ser que prevalezca sea el nosotros, sin anular las
particularidades. Una Ontología de la unidad exige ser con otros de manera clara, abierta,
real y directa.
Esto es muy importante, lo de una Unidad cimentada en el ser con otro/as, pero de manera
real, por mucho tiempo hemos conocido camilistas, que invertimos la máxima de juntarnos
en o desde aquello que no unifica, lo que hemos hecho y vemos es que solemos partir de las
diferencias, y desde aquí anulamos cualquier posibilidad de encuentro.

Lo que se podría pensar entonces como camilista, es que el reto grande esta en avanzar en
el fortalecimiento de los procesos político organizativos a la par que se afianzan
transformaciones de fondo en procura de aportar a la construcción de un proyecto de Ser
cualitativamente distinto al propuesto por el pensamiento colonial. No se trata solo de
hacerse al poder, se requiere construir relaciones cualitativamente diferentes, entre los
seres humanos y con la naturaleza. Si aportamos algo en este sentido estaremos dando
pasos agigantados en transformaciones revolucionarias de fondo.
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