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 Gino Germani ante la condición humana

Martina Casullo

Datos Biográficos

Nació en Roma en 1911. Estudió Ciencias Económicas en la Universidad de esa


ciudad.  La cárcel y el confinamiento en la isla de Ponza fueron los lugares que el
fascismo le asignó ante lo que prefirió el  exilio. A fines de 1934 se traslada a la
Argentina donde completó la carrera de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de
la Universidad de Buenos Aires. Entre 1942 y 1946 fue encargado de investigaciones en
el Instituto de Investigaciones de esa Facultad bajo la dirección de Ricardo Levene.

Fue miembro de la Comisión Asesora de Demografía que preparo el IV Censo


Nacional. Ejerció funciones docentes en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires, en el Instituto de Sociografía y Planeación de la
Universidad Nacional de Tucumán y en la Universidad Nacional de La Plata. Durante la
dictadura no tuvo conexiones con la Universidad pero dictó regularmente clases de
Psicología Social y Sociología en el Colegio Libre de Estudios Superiores. Creo en
1957 la Carrera de Sociología en la Universidad de Buenos Aires, dirigió el Instituto de
Sociología y fue el primer director del Centro de Investigaciones en Estructuras Sociales
Comparadas del Instituto Torcuato Di Tella.

En 1966 a causa de la intervención militar al mando del General Onganía acepta el


cargo de profesor de estudios latinoamericanos en la Universidad de Harvard en Estados
Unidos donde logra un lugar destacado entre lo especialistas en sociología de la
modernización. Se jubiló en 1979,  año en que vuelve a Roma y fallece.

Ha publicado numerosos trabajos en el país y en el exterior sobre Morfología Social,


Psicología Social y Metodología de la Sociología (Jorrat).

La condición humana: Sociedad e individuo

Las reflexiones de Gino Germani sobre la condición humana están íntimamente


relacionadas a la situación política que lo llevó a exiliarse de Italia, el fascismo y al
movimiento nazi que llevó a Hitler al poder en 1933. Al igual que muchos intelectuales
contemporáneos observaron con preocupación y sobresalto tales actos de irracionalidad
que plantaban nuevas cuestiones y nuevas respuestas a la relación entre individuos,
grupos y, en definitiva, entre el individuo y la sociedad o las instituciones que
simbolizan a ésta.

Como bien retrata Horowitz: “Si Theodor Adorno acertaba al señalar algunas
características básicas de la ‘personalidad autoritaria’, uno debería, por extensión, ser
capaz de identificar los rasgos de la personalidad antiautoritaria que Ana Germani
aborda en el libro consagrado a su padre [...] creo que Gino Germani expresó esos
rasgos en diversos aspectos” (2004: 11).
Fenómenos de relevancia que tuvieron lugar en el siglo pasado, la expansión del
comunismo, la depresión económica de 1929, los regímenes totalitarios y la segunda
guerra mundial, se dieron en un contexto en el que las normas, los valores, las
expectativas y los comportamientos tendían a asegurar una mayor diversidad y
diferenciación social pero colocaban al mismo tiempo a los individuos, los grupos y a
los sistemas sociales en conflicto frente a la deseada y buscada uniformidad social[1].

Como muchos cientistas sociales de izquierda, ante la decepción y el desconcierto que


provocaba el apoyo de las masas a los regímenes totalitarios –actitud que representará
sobre todo al Instituto de Frankfurt– Germani buscará ayuda en elementos de la
psicología profunda para intentar entender este comportamiento, centrando luego su
interés en aplicar las dimensiones de análisis para abordar el fenómeno del peronismo.
Más allá de la experiencia italiana, el autoritarismo y el totalitarismo representaban para
Germani la más alta expresión del poder estatal, reflejo del problema de la integración
tanto de las sociedades como de sus clases. Estas expresiones sociales y políticas
cuestionaban aspectos esenciales de la sociedad moderna y amenazaban tanto el
porvenir de la libertad como el desarrollo de una personalidad autónoma, antídotos
ambos de la aparición y perpetuación de nuevas servidumbres.

La nueva sociedad de masas ponía a éstas en situación de disponibilidad para aventuras


políticas de diverso signo, pero el problema de las masas no estaba en su presunta
brutalidad sino en su aislamiento y su falta de relaciones sociales. La crisis no radicaba
en una exacerbación del individualismo sino en una insuficiente individuación, reducida
a un efecto automático de la diferenciación social que “ahoga al yo auténtico bajo el yo
social y transforma el ser viviente en un manojo de funciones” (Jorrat). El proceso de
individuación se reducía a un mero efecto automático de diferenciación social pero que
no proporcionaba al individuo los medios para forjarse una personalidad sino que
promovía una atomización social. La transición presentaba entonces como problema
fundamental a la moral, al estilo de Emile Durkheim y Erich Fromm, en tanto
debilitamiento de los lazos sociales que les proporcionaban a los individuos los
necesarios sentimientos de comunión y pertenencia.

La contradicción entre uniformidad y diferenciación que la sociedad moderna ponía en


el tapete, expresada en la aparición de las masas y el surgimiento del totalitarismo
comprometía a las Ciencias Sociales con una agenda bien precisa. Germani se acercará
al  psicoanálisis reformista no sólo porque comparte la idea de la necesidad de una
renovada psicología social sino porque como otros, estaba convencido que la respuesta
ante los nuevos interrogantes provendría de la integración del elemento humano y del
estudio de las relaciones entre fenómenos estructurales y psicosociales. Sólo atendiendo
el nivel de análisis de la interacción se lograría interrogar y clarificar el significado
cultural de determinados nexos históricos y sus consecuencias para el porvenir de la
libertad y el desarrollo de una personalidad autónoma (Blanco, 64/69).

En el prólogo del libro Miedo a la Libertad de Erich Fromm[2], Germani postula que si
bien desde fines de la Edad Media el sujeto había logrado constituirse como entidad
separada y autónoma, había características de la estructura social contemporánea que lo
colocaban en situación de aislamiento y soledad moral. Si el individuo no lograba una
vinculación con el mundo y la sociedad basada en relaciones de reciprocidad y la
expansión plena del yo, quedaba al desamparo y en condiciones de “presa fácil” de
estructuras que por lealtades ciegas y pérdida de libertad le ofrecían protección y
membresía. Como señala Blanco, en este tipo de vínculos Germani veía el origen de una
situación anómica de desintegración social puesto que la sociedad en formación ofrecía
sólo una individuación puramente mecánica que promovía la uniformidad regateando 
los recursos indispensables para el desarrollo de una personalidad autónoma.

Pero la nueva formación social, la moderna sociedad de masas no sólo presentaba


peligros sino también una oportunidad. La participación social y política de amplios
sectores de la población hasta ese momento excluidos reflejaba una etapa fundamental
en la emancipación social (Blanco). Proteger y alargar los espacios de la libertad en lo
personal, en las tareas científicas y en la labor académica, representaban los valores que
guiaron sus propias obras (Ana Germani, 151).

Escribía en 1935:

Si en el siglo XIX la ignorancia era considerada como el peor enemigo del pueblo,
ahora hay algo peor y eso es la semiinstrucción, la enseñanza parcial y sectorial con
falsos objetivos culturales [...] Hoy el fascismo logra combatir la cultura y la instrucción
con mucha más eficiencia que las autocracias del pasado, y las masas no son más meros
espectadores sino que son los protagonistas y los participantes más importantes de
aquella coreografía impuesta por los fascistas. (Ana Germani, “Prólogo”)

La preocupación por la experiencia totalitaria se trataba más de un problema moral que


ideológico, de rechazo a cualquier forma de opresión. Germani comprendió muy bien
que: “...no estamos simplemente encerrados en un mundo de continuidades y
discontinuidades intelectuales, sino más bien enfrentando políticas alternativas bastante
prácticas y dolorosas sobre si debemos avanzar, detenernos o retroceder (Jorrat, 246)

Ciencia y Sociología

La sociedad de masas planteaba el asombro pero también el desafío de llegar a


determinadas metas que ella misma proponía y que aún no se alcanzaban. En el pasado
no había cabida para debatir acerca de la autodeterminación y la identidad personal
dado que la gran mayoría de los individuos cumplían pautas de tipo prescriptivo
mientras que la sociedad moderna obligaba a decidir conscientemente aquello que en el
pasado estaba resuelto de una vez y para siempre por la tradición. El hombre moderno
debía entonces buscar la contestación, la máxima autodeterminación que el nuevo tipo
de sociedad abría a la mayoría de los hombres (Gino Germani, 1958: 258). Tenía la
íntima y fuerte convicción de que la Universidad, y en particular, la sociología eran
instrumentos para la construcción de una sociedad distinta (Ana Germani, 2004: 145).

Germani veía en la ciencia una herramienta poderosa de emancipación. Fuertemente


imbricado en el pensamiento de Karl Mannheim coincidía en que el problema
fundamental del mundo contemporáneo era la falta de correspondencia entre el
desarrollo alcanzado por las ciencias naturales y el avance en la tecnología y una mayor 
racionalidad de la vida social y moral. Las transformaciones económicas no se
reflejaban en relaciones humanas más racionales sino todo lo contrario, su contrapartida
era la aparición de comportamientos irracionales. Ante tal estado de situación, las
ciencias sociales estaban conminadas a actuar como orientadoras de un proceso que
promoviera una reconstrucción racional de la sociedad (Blanco, 2003: 70).
Para superar el estadio de irracionalidad que primaba en el orden social y moral era
necesaria una conciencia emancipada en la que los hombres no sólo estuvieran en
condiciones de manipular sino también de interactuar. Las condiciones para una
conciencia emancipada exigían un nivel superior de la reflexión, la autorreflexión,
mediante la cual los hombres pueden interrumpir ese vínculo inmediato, irreflexivo, con
los intereses de su práctica:

En la medida en que consideremos que una decisión autónoma del individuo, fundada
en la razón y en una mayor libertad en relación con las circunstancias determinantes de
tipo sociológico o psicológico, constituye un objetivo valioso, digno de ser perseguido,
por cierto hallamos en la sociología y en las otras disciplinas alguna contestación
utilizable. (Gino Germani, 1958: 265)

Germani creía que una actividad científica objetiva y experimental comprometida con
cierta praxis social alejaría al individuo moderno de la atomización a través de dotarlo
de una nueva moral que le permitiera actuar con libertad. Las ciencias del hombre
podían proporcionar una contestación, según sus palabras, probablemente no en
términos de respuesta clara o definitiva pero sí como una orientación del camino a
seguir y de las características generales de la estructura social más favorable a tal
propósito. También puede proveer los métodos individuales que podrían adoptarse para
lograr la liberación de la potencialidad personal de decisión consciente y racional[3].

Consideraba a la planificación como el requisito indispensable de la sociedad moderna


pero su preocupación constante giró en torno de las tensiones entre los imperativos de
esa planificación y el mantenimiento de las libertades individuales. Intentó entonces
conectar la sociología con las tareas de una planificación social y comprometer a la
ciencia con una defensa de los valores de la cultura moderna no sin advertir los aportes
negativos que tanto la sociología como otras ciencias del hombre  podían hacer al
problema del comportamiento. La cuestión del libre albedrío constituiría para él,
precisamente, un límite a la existencia de un universo social enteramente determinado:

se mezclan aquí varios problemas, algunos de los cuales escapan a la ciencia. Veamos
especialmente el problema del libre albedrío [...] La ciencia busca causas,
indudablemente, pero los niveles en que se ponen las dos cuestiones –explicaciones
sobre la base de causas y problemas de la libertad humana– son muy distintos y es
incorrecto mezclarlos. Por otra parte, muchas de las proposiciones científicas son de
carácter probabilística o estadístico y esto sobre todo en la sociología. Por lo tanto, la
actitud explicativa de la sociología no puede utilizarse para sostener sin más alguna
forma de determinismo psicológico. Por otra parte, como ya se indicó, la ciencia trata de
explicar y buscar causas, pero no de justificar”. Podemos explicar o tratar de explicar
por qué fueron asesinados seis millones de judíos en Alemania, pero tal explicación, o
sea el análisis de los mecanismos sociológicos, psicológicos y otros que produjeron ese
hecho, nada dice acerca de la validez moral del hecho mismo.

“el relativismo metodológico de la ciencia no puede emplearse para fundamentar el


relativismo ético. El carácter histórico y socialmente condicionado del sistema moral no
puede asumirse como fundamento del relativismo ético. No puede invocarse para
sostener la aceptación acrítica de las normas imperantes en cada lugar y momento; no
puede utilizarse como una justificación [...]. (Gino Germani, 1968: 251/252)
Germani se proponía establecer la forma en que las ciencias sociales podían aportar al
mejoramiento de la condición humana:

No podemos afirmar sobre la base de los resultados de la sociología o de la


antropología, que un sistema moral es mejor que otro, pero sí conocemos algo acerca de
las condiciones más favorables para que el hombre pueda decidir basado en la razón y
con libertad sobre estas cuestiones. (Gino Germani, 1968: 264)

Disciplinas como la Sociología y la Antropología descubrían para él, sistemas morales


que muchas veces se revelan contradictorios en sus principios y sus aplicaciones, y es la
búsqueda de encontrar una explicación a esos fenómenos donde las ciencias del hombre
deben intentar develar la estructura subyacente que vincula entre sí las diferentes formas
en que lo social se manifiesta. No deja sin embargo, de resaltar el hecho de que de la
ciencia pueden surgir conclusiones confusas y contradictorias con consecuencias tanto
aceptables como inaceptables:

Traducir el relativismo de la ciencia, que es un relativismo metodológico –y surge de la


necesidad de colocarse frente a los sistemas morales con una actitud imparcial–, en un
relativismo ético [...] Hay un hiato entre ubicarse metodológicamente frente a la
realidad social, y estudiarla de manera imparcial y la afirmación de una postura no ya en
el campo de la ciencia sino en el de los valores, e inferir de la coexistencia de sistemas
de moral opuestos, vinculados con diversos sistemas sociales, la imposibilidad  de
establecer una escala objetiva, universalmente válida de valores morales [...]

Afirmar la validez de un sistema moral tan sólo porque es histórica y sociológicamente


explicable. Aceptar todo lo que es simplemente porque es, lo que puede traducirse
fácilmente en la sumisión a cualquier sistema por la única razón de haberlo explicado.
La aceptación de esta explicación no se funda en el conocimiento científico. Esto no
autoriza de ninguna manera para afirmar que los individuos de una sociedad deben
(imperativo moral) aceptar el sistema moral allí imperante, tan sólo porque se lo ha
explicado sociológicamente. (Gino Germani, 1968: 249/250).

Integración Intelectual

Germani orienta la reflexión sociológica hacia el presente sobre la base de una


integración de distintas corrientes intelectuales y diferentes abordajes disciplinarios.
Integró la escuela italiana del poder con la escuela alemana de la autoridad y acompañó
a su sociología política de una psicología política fruto de su interés por las
producciones del movimiento psicoanalítico. Escapando tanto del sociologismo como
del psicologismo, se interesó en la dimensión subjetiva de la acción, nutriéndose
básicamente de la obra de Erich Fromm.

Creía que la Psicología, como disciplina que indaga los motivos de la acción, era
esencial para intentar dar respuesta con herramientas de análisis nuevas al problema de
la racionalidad de la acción política que el advenimiento de la sociedad de las masas y
que la emergencia del totalitarismo habían tornado problemática.

En palabras de Irwing Horowitz Germani:


Era refractario de las teorizaciones en el vacío y al espíritu del sistema. Del mismo
modo, rechazaba las ortodoxias de escuela y sólo cometiendo un abuso se pudo ver en él
a un “funcionalista”. Sus raíces no se hunden en la tradición sistemática, que en los años
sesenta quería decir Parsons, sino más bien en esa sociología histórica como podría
entenderla hoy un Mannheim. [...] Generalizaba y formulaba modelos, como es tarea del
sociólogo, pero los circunstanciaba, advirtiendo que su verdad es hija del tiempo y del
espacio y que el espectáculo del mundo real es siempre más complejo que el modelo.

Como la mayoría de los liberales antiautoritarios que sufrieron dictaduras de varios y


diversos tipos, sospechaba de la gran teoría y se resistía a una concepción metafísica del
mundo que reificaba y polarizaba el  mundo social. Las palabras sociológicas más
malditas para Germani eran reificación y polarización. La reificación intelectual,
especialmente en nombre de una gran teoría sintética, era para él no la esencia de la
imaginación sociológica sino su corrupción metafísica. (1992: 46)

Mannheim apelaba a lograr una “democratización fundamental” a partir de del ingreso


de las masas a la vida política nacional y su interés en el psicoanálisis partía de la íntima
convicción de estudiar sistemáticamente los correlatos psicológicos que acompañan al
proceso social. Por su parte, el psicoanálisis sui generis o “reformista” de Erich Fromm
ponía a la interacción social como el espacio único donde, a través de la socialización,
la naturaleza humana adquiere rasgos de personalidad históricamente únicos. Su
propósito era sacar a la luz el carácter histórico y socialmente determinado de las formas
de conciencia social.

Como señala su hija Ana, Germani se proponía dar a las ciencias sociales un carácter
sociopsicológico donde la convergencia entre la sociología y la psicología formaba
parte de un proyecto político cultural que buscaba conectar el desarrollo de las ciencias
sociales con un programa de intervención práctica sobre el mundo social. Desde esta
perspectiva, ningún otro intelectual o psicólogo cumplió como él un papel de
importancia en relacionar a las ciencias sociales con el psicoanálisis a través de la
traducción y difusión de dichas escuelas de pensamiento. Fue también uno de los pocos
sociólogos que incorporó de manera sistemática la dimensión psicosocial tanto en las
lecciones universitarias como en su producción teórica.

Hay también una fuerte influencia en el pensamiento de Germani de cierta producción


intelectual de algunos de los miembros del Instituto de Frankfurt. No hay duda de la
repercusión que tuvo la investigación de Theodor Adorno sobre la Personalidad
Autoritaria. Germani estaba interesado en imprimirle esos procedimientos a la
sociología pero su relación con el Instituto no fue meramente formal-metodológico sino
enteramente político-ideológico. Esto unido a la figura de Karl Manhheim que
representaba al marxismo heterodoxo y aunque diferente a la del Instituto de Frankfurt,
expresaban una renovación de la tradición marxista y la necesidad de prestar una mayor
atención a la subjetividad (Blanco, 1999: 95/116).

disciplinaria específica ni una tradición cultural determinada, por el contrario, revela la


existencia de un diálogo con diversas tradiciones intelectuales como la escuela de
Frankfurt, el culturalismo, el psicoanálisis reformista, el racionalismo crítico, el
neopositivismo y el interaccionismo simbólico. Integra así también en este diálogo a la
antropología, la teoría política y la psicología social. El análisis de la actividad editorial
de Germani, rigurosamente trabajado por Alejandro Blanco, contribuye también a
reconsiderar una representación bastante corriente que pone a Parsons y el estructural
funcionalismo como base fundamental de la producción intelectual de Germani (Blanco,
1999: 46-47).

En este sentido, para Leopoldo Allub, Gino Germani es padre fundador del paradigma
socio-histórico en la Argentina. Desde éste se proponía integrar en un marco unitario los
procesos individuales y sociales, la estática o equilibrio con la dinámica o cambio, la
diacronía con la sincronía (Allub, 1998).

Desde esta perspectiva, su mirada de la sociedad no la hacía con los mismos prismas de
Dukheim ya que consideraba  que ésta no podía ser visualizada como un mero agregado
de elementos individuales ni tampoco como una entidad nueva, la sociedad debía
representarse como un sistema de relaciones e interacciones que produce cambios en el
individuo y que, a su vez, modifica el todo valiéndose de las mediaciones culturales.
Asimismo, se diferenciaba del funcionalismo convencional –que enfatiza la noción de
que los diferentes aspectos de la realidad social tienen tendencia a desenvolverse
siguiendo patrones congruentes entre sí– pues afirmaba que cada época histórica tenía
una fuerza específica que crea el cambio fundamental, el cual, a su momento, pone en
movimiento otros cambios (Allub, 1979: 145-147).

Si bien Germani insistía, desde lo que llamó la “sociología científica”, en que las
afirmaciones científicas sobre la realidad deberían ser sometidas a algún tipo de prueba
independiente y objetiva para poder ser consideradas científicas y, esto las asemejaba a
las de las ciencias naturales en tanto búsqueda de leyes de uniformidad –y denota cierto
tinte positivista–, en las ciencias sociales el componente central es la libertad. En su
visión de la causalidad fue enemigo de los sistemas cerrados y un ardiente defensor de
la libertad y el indeterminismo. En la plenitud de su madurez intelectual en la
Universidad de Harvard, se lo ve con mayor nitidez como un exponente de la sociología
del conflicto al que consideraba como un hecho social endémico que debía
institucionalizarse para asegurar la continuidad de las organizaciones sociales (Allub,
1979)[4].

            Coincidimos con Alejandro Blanco en que no se puede afirmar que Germani fue
el inventor de la sociología en Argentina ya que ésta tenía una larga tradición desde
principios del siglo pasado cuando su enseñanza fue introducida en las universidades y,
cuando en los años 40 y 50 Ricardo Levene y Alfredo Poviña habían establecido sus
bases organizativas creando el instituto, una revista y formando las primeras
asociaciones profesionales. Sin embargo, sí se puede remarcar que frente a una
producción limitada al examen de las ideas sociológicas, fue Germani quien colocó a la
sociedad en el centro de las inquietudes comprometiendo a la disciplina con cuestiones
que ocuparon el debate público. Tampoco fue el inventor de la investigación empírica
pero fue por su intermedio que ésta adquirió carta de nobleza en la enseñanza
universitaria. Rescatándolo como “ejemplar” de interpretación sociológica de un
fenómeno, Blanco retrata a Germani, a nuestro criterio, de manera única y clara:

Empirista, funcionalista, cientificista, psicologista...Fue todas esas cosas distintas y


hasta contradictorias a la vez. El principio de no contradicción puede fácilmente
predicarse de un conjunto de proposiciones, pero difícilmente de una trayectoria
intelectual. (Blanco, 2004:13)
Germani llega a la Argentina en una época de transición para el país y en sus obras
reflejará esa visión de una sociedad en una etapa de cambio; la transición de la sociedad
tradicional a una sociedad de masas; las transformaciones tecnológicas, sus
consecuencias y el proceso de migraciones internas (desde las comunidades rurales a la
ciudad) como correlato directo; la dimensión de los fenómenos subjetivos frente a los
desajustes producidos por dichas migraciones, siendo un foco de conflicto par el cambio
la nueva familia que debería abandonar pautas tradicionales para adoptar las modernas.

En su análisis de los efectos en el campo intelectual frente al gobierno de Perón, frente a


las movilizaciones en el campo de lo político, Silvia Sigal destaca a quienes apoyados
en los desarrollos de las Ciencias Sociales muestran una nueva identidad. Para la
Sociología, Gino Germani sostenía que “debía comenzar desde cero”, abandonando las
viejas metodologías y adoptando lo nuevo proveniente del marco internacional. En un
momento en el que se profundizaba el diálogo que la sociología europea y
norteamericana iniciaron en los años 30’ y que se intensificara en la posguerra, Germani
se orientó a esta formación de un estándar internacional de la disciplina integrando el
refinado tratamiento de la información estadística a sus inquietudes intelectuales en
tanto filósofo de la historia. Entre los años 1950 y 1955, se producía un resurgimiento
de la sociología en Europa que otorgaba a los intelectuales el nuevo papel de iluminar
“no con ilusiones sino con utopías concretas y proyectos simples derivados de las
necesidades cotidianas de la sociedad” (Orvietto Pinto en Sigal).

Esta tarea, el joven Germani la inicia en un ambiente cultural fuertemente hostil a la


sociología moderna. Si bien la disciplina estaba ya institucionalizada desde mucho
tiempo atrás en las universidades argentinas después de 1930, y bajo el impacto de la
reacción antipositivista, soportaba un proceso de declinación y agotamiento, sobre todo
en sus aspectos empíricos pues la investigación por los hechos brillaba por su ausencia
(Vitiello, 1992: 58-63).

Así, Eduardo Devés Valdés señala que:

una de las características  más importantes de las ciencias sociales en América Latina 
ha sido su capacidad de reflexionar sobre sí mismas, de explicitar métodos, objetos,
temas, paradigmas, posiciones y escuela. Los trabajos de los años 50 ya apuntaban a la
constitución de estas disciplinas, y es una de las estrategias destacar su quiebre u
oposición a lo que llamaban la “etapa precientífica”, que retratan mostrando las
limitaciones, a la vez que proponiendo los quiebres epistemológicos necesarios, según
los propios tratadistas: Gino Germani, Luis Costa Pinto, Luis Fuentealba e incluso
Rafael Caldera. (2003: 39)

En su estudio sobre el emprendimiento editorial de Gino Germani Alejandro Blanco


destaca:

[...] además de ser éste uno de los emprendimientos editoriales más importante en el
campo de las Ciencias Sociales, Germani pone en juego dos operaciones diferentes: Por
un lado, construye una nueva agenda sociológica que gira alrededor del debate sobre la
sociedad de masas y su relación con el totalitarismo y el porvenir de la democracia. Por
otro lado, desplaza la reflexión sociológica de su vocabulario más específico para
inscribirla en el contexto más amplio de las ciencias sociales. (Blanco, 2003: 46)
Modernización, Movilización y Marginalidad

Autoritarismo, modernización, marginalidad, movilización y participación política,


estructura social, estructura de clases, estratificación y movilidad social son algunos de
los conceptos que han quedado incorporados al vocabulario de la ciencias sociales y
Germani tuvo mucho que ver en esto. Para Horowitz, Modernización, Movilización y
Marginalidad son los tres pilotes de su obra (1992: 44).

No le interesaba el proceso de modernización en sí, sino la serie dada de los procesos


que podía estudiar en la región latinoamericana. El proceso de “europeización” que se
produjo con las revoluciones industriales y liberales y que comprometió al mundo
entero adoptó a partir de la  posguerra el nombre más discreto de “modernización”. El
tema de los ensayos de Germani versa sobre estas particulares transformaciones y las
formas que adoptaron en el subcontinente latinoamericano.

Germani ve a la modernización como la piedra de toque del siglo XX. La noción de


modernización de Germani es mucho más amplia –y política–. Tiene que ver con cómo
una sociedad puede encarrilar la tecnología hacia fines distintivamente políticos y
enlazar la ciencia con fines distintivamente económicos.

La emergencia, a partir de los años cincuenta de los problemas del Tercer Mundo,
condujo a despertar el interés por el cambio social. La noción de autoritarismo
burocrático, abrazada a la de modernización, le dio a Germani una comprensión
especial, no solamente de Argentina sino del Tercer Mundo como un todo. La
modernización para Germani fue un problema de sistemas políticos, no de atraso
económico.

Para Eduardo Devés Valdés, Gino Germani fue el autor que con mayor fuerza se refirió
a la “sociología de la modernización”, fijando una serie de criterios para definir su
propuesta teórica. Según el autor, la sociología de la modernización de Germani alude
en primer lugar a la transición desde un sistema tradicional a uno moderno, y está
destinada a estudiar estos procesos en los lugares en que se iniciaron con retardo,
cuestión que por su parte se articula con el fenómeno de la dependencia. Germani define
a la modernización a partir de una serie de pautas relativas a la población y tasas vitales,
urbanización, cambio en las estructuras sociales y culturales y marginalidad, entre otras.
Estas pautas no se modificaron de manera idéntica en todas las sociedades, ni
simultáneamente dentro de un mismo sistema. Ello evidentemente tiene que ver con
factores de especificidad histórica, cultural y de interrelación étnica.

A partir de una conceptualización de lo que es la modernización en el sentido


económico, político y social, estableciendo una serie de indicadores mensurables, le
interesa fijar las etapas de ese proceso en América Latina. A la vez, destaca que la
modernización no es simplemente la acumulación de tales indicadores sino que “la
característica distintiva de la sociedad moderna reside en su permanente incorporación
de mecanismos adecuados para originar y absorber un flujo de cambio continuo, al
tiempo que mantiene un “adecuado” grado de integración. Insiste en esto último
señalando que “la modernización no es el hecho del cambio continuo, sino su
legitimidad en términos de expectativas institucionalizadas y actitudes internalizadas, a
la vez que la capacidad de originarlo y absorberlo”. Para ello es necesario que se dé un
desarrollo económico autosostenido así como un cambio social y político también
autosostenido (Devés, 2003: 56-57).

La noción de movilización también deriva de las condiciones imperantes en Italia y la


Argentina, o que al menos se desarrollaron allí al máximo debido a que ambas eran
sociedades tanto en proceso de modernización como de movilización. Distinto de Brasil
y Alemania, la movilización de masas en Italia y Argentina alcanzó y permaneció en un
nivel alto. Cómo la modernización alimenta la movilización y, a su vez, cómo la
movilización provee estímulos al proceso de modernización, constituyen la interacción
básica en el núcleo de la sociología política; son la característica fundamental del
trabajo de Germani.

Hay nociones bien difundidas de la masa como parte de una vanguardia socialista, no
menos que las definiciones de un proletariado con conciencia de clase. Pero Italia y
Argentina representaban fenómenos de una masa conservadora inspirando a elites
innovadoras. Germani mira a este proceso cuidadosamente, más bien precavidamente,
porque la movilización no simplemente conduce a una teoría del socialismo
revolucionario, sino que en la misma medida ayuda a explicar el fascismo reaccionario. 
Ayuda a dar cuenta de mucho del siglo XX: la experiencia política totalitaria en una
variedad de ropajes económicos.

La marginalidad, es una función de la fragmentación de las clases sociales en el mundo


moderno. No solamente tiene que ver con la noción de estar afuera de las clases
fundamentales; es una característica principal del sistema de estratificación dentro de
una sociedad total desprovista de un centro. En este sentido la marginalidad caracteriza
el marco societal del Tercer Mundo, donde la alineación y la anomia se colectivizan.

Mientras que la marginalidad se convirtió en típica de la sociedad moderna, típica de la


forma en que la gente posindustrial sobrevive, la movilización, por su parte, fue la
expresión pública del síndrome autoritario y, en sentido contrario, su expresión privada.
El elemento privado en la marginalidad está íntimamente ligado a la condición
psiquiátrica. La marginalidad se convirtió en la teoría general de las clases sociales
alienadas, la teoría de la forma en que la movilización cedió su identidad privada al
control pública. La privatización devino lo opuesto de la socialización: ambas
expresaban las formas en que lo público y lo privado se oponían. La sensibilidad
modernizadora no se preocupa solamente por la innovación, o por las cosas nuevas en
aras de una estética original, sino que más bien se interesa, por un lado, en un
mecanismo de integración de las clases sociales marginales y, por otro lado, en la
movilización con fines políticos de amplios sectores sociales.

La “secularización” –que derivó de Howard Becker– recibió de Germani una


elaboración original. Era para él un trend plurisecular en la historia de las sociedades
occidentales, en el que se resume su particular susceptibilidad al cambio social, a la
especialización, a la acción colectiva. Se trata de un ethos que, ejerciéndose en la esfera
del conocimiento científico, de la tecnología y de la economía, ha originado la sociedad
moderna, es decir una “nueva especie” de sociedad. El representa el “principio
dinámico” y el “núcleo universal” del complejo cultural industrial moderno.

También ha incorporado algunas cosas nuevas que hoy otros usan con ventaja: se trata
de la teoría de los “ciclos de movilización social”. Estos se inician a partir de una
ruptura del estado de integración de los grupos y sectores, dentro de una sociedad dada.
Tales perturbaciones modifican las condiciones de vida tanto de las masas como de las
elites, tornándolas subjetivamente disponibles y objetivamente movilizables, aunque no
siempre bajo formas políticas.

El concepto de ciclo de movilización ha permitido a Germani desarrollar penetrantes


análisis del autoritarismo político en las sociedades en curso de modernización, que
emergen de la literatura, tan amplia cuanto repetitiva, sobre el fenómeno del fascismo.

El fenómeno fascista representa según Germani, una de las soluciones posibles a los
conflictos que amenazan un ordenamiento social dado, particularmente agudos en
períodos de gran transformación. Representa la clausura típica de ciclos de movilización
típicos, basada sobre la desmovilización de las clases subalternas.

En los últimos años se preocupaba y se interrogaba con mayor frecuencia sobre el futuro
de las sociedades modernas “secularizadas”. La expansión de la libertad y del proceso
de “individuación”, era una dinámica acumulativa que generaba una creciente
diferenciación institucional, un incremento en el pluralismo de valores y una creciente
aceleración en los cambios. En esta ascendente  “secularización” veía una amenaza al
fundamento mismo de la sociedad posindustrial, a su núcleo de valores y normas
aceptadas que H. Lasky llamaba “el acuerdo sobre los fundamentos”. A Germani le
parecía que el principio dinámico de la historia universal procedía velozmente hacia su
destrucción. Lo cual de ningún modo podía alegrarlo

Bibliografía
 Allub, Leopoldo. “Biografía y teoría social: el paradigma socio-
histórico de Gino Germani”, Estudios Sociológicos, Septiembre-
Diciembre, 1998. Hemeroteca Digital ANUIES. Asociación
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 Vitiello, Antonio. “La sociología de Gino Germani”. En En JR
Jorrat y R Sautú (Comps.). Después de Germani.Exploraciones
sobre estructura social en la Argentina. Buenos Aires: Paidós,
1992.

Gino Germani (libros)


 Estructura Social de la Argentina, Buenos Aires: Raigal, 1955.
 La Sociología Científica, México: Universidad Autónoma de
México, 1956.
 Estudios de Psicología Social, México: Universidad Autónoma de
México, 1956.
 Política y Sociedad en una época de transición, Buenos Aires:
Paidós, 1964 (y ediciones posteriores).
 La Sociología en América Latina: problemas y perspectivas,
Buenos Aires: Eudeba, 1964.
 Estudios sobre sociología y psicología social, Buenos Aires:
Paidós, 1966.
 La sociología de la modernización, Buenos Aires: Paidós, 1969.
 Modernization, Urbanization and the Urban Crisis, New
Brunswick, New Jersey: Transaction Books, 1973.
 Urbanizzazione e modernizzazione (antología), Bologna: Il
Mulino, 1974.
 Autoritarismo, fascismo e classi sociali, Bologna: Il Mulino, 1975.
 Authoritarianism, National populism and fascism, New
Brunswick, New Jersey: Transaction Books, 1978.
 Marginality, New Brunswick, New Jersey: Transaction Books,
1980.
 Sociology of Modernization, New Brunswick, New Jersey:
Transaction Books, 1981.

Notas
[1]
Juan Pérez plantea así el contexto en que a mediados de los años 40 del
siglo pasado se produce un auge de la psicología social y de la necesidad
de dar respuesta a fenómenos que no podían ser explicados por la mera
generalización de factores psicológicos o sociológicos sino por la
interacción entre lo individual y lo social que, tienen a su vez una
autonomía propia que los reproduce tanto como los transforma. Germani
buscará este nivel de análisis e introducirá a la Psicología Social y a otras
disciplinas con las que la Sociología debe trabajar de forma
complementaria para poder explicar los nuevos hechos sociales que
produce la sociedad moderna. (Pérez, Juan. “Psicología Social: relación
entre individuo y sociedad”. En J.M. Morales et al. Psicología Social.
Madrid: Mc Graw Hill. 1994.)
[2]
Editado por Gino Germani en 1947. Buenos Aires, editorial Paidós.
[3]
Como bien señala y analiza Alejandro Blanco, hay aquí una clara
influencia de las ideas de la Escuela de Frankfurt respecto del problema
del predominio de una racionalidad instrumental y de la necesidad de una
ciencia social que apuntara a la transformación de la praxis social de
carácter emancipatorio. La mera racionalidad formal privaba a los
individuos de formas de integración “orgánicas” a la sociedad. Pp. 115-
116.
[4]
Gino Germani, Sociología de la modernización, Buenos Aires: Paidós,
1969.

Martina Casullo
Universidad de Palermo
Actualizado, noviembre 2006
 

© 2003 Coordinador General para Argentina, Hugo Biagini. El


pensamiento latinoamericano del siglo XX ante la condición humana.
Versión digital, iniciada en junio de 2004, a cargo de José Luis Gómez-
Martínez.
Nota: Esta versión digital se provee únicamente con fines educativos.
Cualquier reproducción destinada a otros fines, deberá obtener los
permisos que en cada caso correspondan.

 A lo largo de la historia han surgido diversos pensadores que han


planteado desde su punto de vista una forma de observar e
interpretar la verdad. Pero fue con la Modernidad cuando se
destacaron los autores más importantes en este tema.

Uno de ellos es René Descartes, quien plantea el Realismo o


Cartesianismo, donde se entiende al pensamiento como lo verdadero,
o tal como él mismo ha expresado mejor, Cogito Ergo Sum "Pienso
Luego Existo". La realidad no era necesaria, pues primero la tenemos
en la mente.

El famoso Emmanuel Kant establece de


igual manera su percepción de distintos
tipos de bien, como el bien utilitario, el
bien placentero,y el bien honesto, que
logran ser una base para juzgar la
actuación del ser humano.

Pero fue con el positivismo a finales del


siglo XIX y la Teoría de la Relatividad
cuándo realmente surgió el movimiento del Relativismo, donde no
podemos aceptar una verdad absoluta.

Aunque no lo creamos, siempre hemos visto ejemplos claros del


impacto del relativismo a lo largo de toda la historia de la humanidad
comienzos, por ejemplo las guerras, la esclavitud, los holocaustos

¿Por qué fue posible? ¿Por qué se aceptaron estos acontecimientos?


Aquí el hombre se desvió totalmente del concepto de verdad y bien
que está basado en la realidad. Se piensa entonces que toda la
realidad es un tema de conciencia.

Publicado por Debbi A. De Jesús / Mirgódhel en 20:12


Etiquetas: Historia
RESEÑAS 469
de los individuos acerca de su estratificación social pueden cambiar en el tiempo
y la movilidad podría ser resignificada en la vida los individuos.
Para finalizar, se recomienda la lectura de Cambio estructural y movilidad social
en México a los interesados en la problemática de la movilidad social. Es innegable que
es un esfuerzo pionero en la recuperación del debate en la agenda de investigación.
Gino Germani: la renovación intelectual de la sociología, selección de textos
y estudio preliminar de Alejandro Blanco, Buenos Aires, Universidad
Nacional de Quilmes, 2007, 376 pp.
LIDIA GIROLA*
Releyendo (o leyendo por primera vez) a nuestros clásicos
I
Una tarea frecuente de muchos sociólogos, y de científicos sociales en general en
América Latina, ha sido la de retomar, glosar y comentar, a veces críticamente y otras
no, la obra de gran cantidad de pensadores europeos y estadounidenses que son considerados
padres fundadores, clásicos o, al menos, autores importantes para las ciencias
sociales. Pero en pocas ocasiones esa tarea se ha volcado a la relectura y recuperación
de la obra de nuestros propios padres fundadores, de los investigadores que en
América Latina han incidido fuertemente para que las diversas disciplinas surjan, se
institucionalicen y profesionalicen.
Leer a nuestros clásicos, sobre todo cuando sus aportaciones marcaron una época
del quehacer disciplinar, e incluso constituyeron una perspectiva que rindió frutos
mucho más allá de la academia, puede depararnos gratas sorpresas y una visión de
nuestra propia historia que de otra manera habríamos perdido.
Alejandro Blanco nos tiene ya acostumbrados a un ejercicio riguroso de la memoria
sociológica. Su objeto de estudio, desde hace varios años, es la obra de Gino Germani
—uno de los principales investigadores sociales en América Latina—, y especialmente
su impacto en la institucionalización y profesionalización de la disciplina, no
sólo en Argentina, el país donde trabajó, sino en toda la región.
Hay varios aspectos remarcables en la antología de textos que ahora presenta. Por
una parte, permite al lector adentrarse en una porción crucial de la reflexión sociológica
de Germani, cuyas obras no son en la actualidad de fácil acceso, ya sea porque
no están reeditadas o porque —como se encuentran en libros y revistas diversos— a
veces resulta extremadamente complicado tener una perspectiva de conjunto.
* Universidad Autónoma Metropolitana.
470 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS XXVI: 77, 2008
Por otra, el estudio introductorio de Blanco no sólo sintetiza los contenidos de
los textos presentados, sino que además los pone a jugar en el marco de las preocupaciones
y los intereses que motivaron al autor, y en el horizonte epistémico y cultural
de la época, de tal manera que uno entiende sus objetivos cuando los escribió, y a
qué situaciones pretendía responder.
Sin embargo, creo que el mayor valor de la antología está en que permite que el
lector actual conozca algunas de las aportaciones sustantivas de un investigador que,
como Germani, en alguna medida por los avatares de la política académica del momento
y por las asociaciones a veces espúreas que se hicieron con respecto a su trabajo,
fue un autor maldito en la sociología argentina de finales de los años sesenta y
comienzos de los setenta, en un momento de especial efervescencia estudiantil, preludio
de grandes cambios en los ámbitos nacional y latinoamericano. Si bien el término
“revisionismo” está pasado de moda, y puede que la expresión “re-visitar” sea
más apropiada, lo que queda claro al estudiar los trabajos que aparecen en la antología,
es que los sociólogos latinoamericanos no pueden —ni deben— ignorar la obra
de uno de los más notables pensadores de la segunda mitad del siglo XX. Y esto no
sólo como parte de su formación, sino porque muchas de las ideas que Germani
planteaba, tienen ahora tanta o más validez que cuando él las formuló. Por supuesto
que muchas de sus apreciaciones han sido cuestionadas con fundamento y otras son
aún cuestionables, pero sus aportes en cuanto a la caracterización del momento histórico
que vivían las sociedades occidentales, y específicamente las sociedades de
América Latina en sus difíciles y complejos procesos de transición modernizadora;
son innegables sus logros en cuanto a relacionar la investigación empírica con el
análisis teórico, y la brillantez de sus trabajos pioneros sobre estructura social, urbanización
y los riesgos de una democratización acelerada.
II
El conocimiento común acerca de la obra de Germani tiene que ver con su análisis de
los procesos de modernización en América Latina, y especialmente con sus contribuciones
al debate sobre las posibilidades de la democracia y la permanente amenaza
del autoritarismo y los populismos en la región. Sin embargo, esta antología que presenta
trabajos que van de mediados de los años cuarenta a finales de los setenta, nos
permite tener una visión mucho más compleja de los intereses y las preocupaciones
del autor, a la vez que nos brinda un panorama del desarrollo de la sociología en
América Latina, del cual Germani fue no sólo uno de los artífices principales, sino un
participante destacado.
Por eso es importante la tarea de Blanco, que permite ubicar la producción del
autor en sus diversos contextos.
a) Por una parte, y de eso también tuvimos experiencia en México, la sociología se
comenzó a desarrollar en América Latina en diversas escuelas y facultades universitarias
como materia complementaria o especial, de manera relativamente
RESEÑAS 471
temprana, a finales del siglo XIX, y se expandió en las primeras décadas del siglo
XX. Sus características principales eran su carácter ensayístico, especulativo
incluso, influido sobre todo por tradiciones de pensamiento cercanas al historicismo
y el culturalismo. Fue en los años cuarenta cuando se comenzó a dar un
movimiento de renovación intelectual en la disciplina, que reclamó para sí el
carácter de ciencia empírica. Blanco menciona como principales impulsores de
este cambio profundo a Medina Echavarría, en México, a Florestan Fernandes,
en Brasil, y a Gino Germani, en Argentina. Los textos de este último sobre el
método de la sociología, las características de la investigación sociológica, la
relación estrecha entre la disciplina y la democracia, la libertad y la razón, que
aparecen en la Antología, tienen que ubicarse en el ámbito de ese cambio de
marco conceptual y epistémico que daría nacimiento a una nueva forma de concebir
el estudio de lo social.
Como parte de esa reconstrucción intelectual, Germani, a través de su trabajo
editorial, introdujo y puso a disposición de los investigadores en ciernes, una
extensa y para el momento relativamente desconocida bibliografía de autores
europeos y estadounidenses, provenientes de corrientes y disciplinas diversas, y
que posibilitaron una amplitud de miras y una perspectiva compleja y rica para
la explicación sociológica que comenzaba a producirse. Una de las virtudes que
pueden reconocérsele a Germani es su falta de provincianismo y su vocación
por una cultura ilustrada y universal.
b) Otro contexto a tener en cuenta, relacionado con el anterior, es el de los procesos
de la transición latinoamericana, a través de diversos mecanismos de modernización,
de estadios pre-modernos, tradicionales, pre-industriales (las denominaciones
varían), a situaciones de incorporación de las masas a la vida
política, de urbanización y secularización, y a nuevas situaciones de inestabilidad
política, económica y social. Como Blanco bien señala, la experiencia del
fascismo en Europa marcó a Germani desde su juventud. Sus preocupaciones
estuvieron siempre orientadas a comprender los cambios profundos que las sociedades
en proceso de industrialización experimentan, los avatares de la integración
de los sectores emergentes a la vida política y los peligros siempre presentes
del totalitarismo, la demagogia y las salidas populistas, así como las diversas
vías de acceso a la democracia y a la modernidad.
Los textos que sobre esos temas se presentan en la antología se refieren a
situaciones concretas, tanto de la Argentina como de Latinoamérica, y se basan
en investigaciones empíricas que Germani fue de los primeros en realizar, a la
vez que tienen como referentes más amplios los debates que sobre el tema se
producían en América Latina y el mundo occidental. Su participación en foros
internacionales y regionales, el impulso para la realización de congresos y seminarios,
la publicación de sus trabajos en revistas nacionales y extranjeras, hablan
de la trascendencia de su obra, mucho más allá de fronteras nacionales o
regionales.
c) Finalmente, el otro contexto que habría que tener en cuenta es quizá el que más
lo conecta con el debate acerca de dilemas cruciales para la cultura moderna,
472 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS XXVI: 77, 2008
como son los relacionados con la anomia y la desintegración social, la libertad
y sus frenos psicológicos y contextuales, el individualismo concebido en sus
dos facetas, como egoísmo y atomización, o como responsabilidad y autonomía
de la voluntad. Aunque estamos acostumbrados a relacionar a Germani sobre
todo con el estructural funcionalismo parsoniano y con el énfasis en la investigación
empírica de Merton, y a achacarle una visión etapista del desarrollo
social, que llevaría de la sociedad tradicional a la sociedad de masas, una visión
menos simplista y más informada permite constatar que son muchas las influencias
teóricas que recibió y que expresó en su obra y, aunque de signo diverso,
todas ellas están orientadas por el afán de explicar en diferentes dimensiones la
crisis del mundo moderno.
De esa manera se puede entender la importancia que le asignó al psicoanálisis
como instrumento para comprender las estructuras psicológicas que posibilitaban
el surgimiento de regímenes autoritarios, en la línea de Erich Fromm o
de los teóricos de la Escuela de Francfort. Como consecuencia directa de la introducción
al lector en español de obras fundamentales de la antropología cultural,
como los estudios de Ruth Benedict y Margaret Mead sobre culturas no
modernas ni occidentales, se deriva su preocupación por deslindar el relativismo
cultural del relativismo ético, tal como se manifiesta en uno de los textos que se
presentan en la antología. Y sustantivamente, la cuestión de la libertad, de la
democracia y de las paradojas y contradicciones que el mundo moderno contiene
de manera inmanente.
III
Comentemos brevemente de lo que tratan los textos presentados, con el propósito no
sólo de saber qué dijo Germani en su momento, sino de qué puede decirnos ahora,
qué tienen de importante sus propuestas para que aún hoy sea relevante su lectura.
Para ello, los artículos pueden agruparse en tres bloques:
• Los que tienen que ver con la reflexión acerca de la sociología como disciplina
en formación y consolidación, sus métodos, sus obstáculos y sus relaciones con
otras disciplinas, como el psicoanálisis.
• Los que se plantean cuestiones relativas a la anomia, los obstáculos a la libertad
y la desintegración social como consecuencia de los cambios societales en el
mundo moderno.
• Los que abordan los problemas derivados de las crisis y la transición a la modernidad
en América Latina, que se dedican sobre todo a los procesos de secularización,
urbanización e incorporación de las masas a la vida política.
Hacer de la sociología una ciencia empírica, con un estatus epistemólogico y
metodológico similar al de las ciencias naturales, fue uno de los objetivos de Germani.
¿Esto qué significa? Por una parte, es una respuesta crítica a la visión de la socioloRESEÑAS
473
gía como una forma más o menos novedosa de filosofía social, o como un cúmulo de
apreciaciones más o menos especulativas, sin sustento en evidencias empíricas. Por
otra parte, la suya es una búsqueda infatigable por lograr el reconocimiento de la
ciencia constituida (los científicos naturales o “duros”) a la nueva disciplina, y para
eso los resultados de las investigaciones sociológicas tienen que ser verificables, tienen
que tener protocolos metodológicos claros y, en la medida de lo posible, deben
poder predecir las tendencias de desarrollo del fenómeno estudiado. Hay que tener
claro entonces que su momento no es el nuestro, que las dudas que la epistemología
de las ciencias sociales ha venido planteando desde los años sesenta hasta ahora no
eran las suyas;1 que los textos que sobre el tema aparecen en la antología son producto
de un momento anterior, el de la constitución de la sociología como ciencia, y que
por lo tanto hay más cercanía con los planteamientos de Weber, o de Parsons, por
ejemplo, que con los de Giddens, Habermas o Latour. Sin embargo, fue una instancia
necesaria que permitió acumular una masa crítica de investigaciones y que renovó
(para utilizar el término de Blanco) y dignificó a la disciplina.
Germani sostiene, en 1946, que “el surgimiento de la ciencia de la sociedad se
halla ligado al movimiento general del mundo moderno hacia una extensión progresiva
del dominio de la racionalidad”. Y aunque hablar de los autores en términos de
“precursores” o de sus formulaciones como “anticipaciones” de enfoques actuales,
no siempre es adecuado ni siempre representa fidedignamente la posición del autor,
es difícil no ver en esta afirmación un anuncio de lo que cada vez con mayor certeza
se dice de la sociología: que es la ciencia con la que la modernidad reflexiona sobre
sí misma.
La influencia de las ideas de la Escuela de Francfort, y especialmente de Fromm,
de John Dewey y de la sociología del conocimiento de Karl Mannheim, se percibe
claramente en el artículo de 1951 sobre problemas de método en psicoanálisis y
sociología. En él sostiene la necesidad de la integración de las diversas ciencias sociales
(reconociendo sus perspectivas específicas) para “captar el acontecer concreto”
del mundo moderno; y aunque no explicita las diferencias de enfoque entre la
sociología y el psicoanálisis, sí reconoce las deficiencias del enfoque ortodoxamente
freudiano que postulaba la validez universal de algunos mecanismos psíquicos.
Germani abre la posibilidad de confluencia entre los condicionamientos sociales y
las estructuras de la personalidad, en contextos históricos específicos, con lo que
intenta articular, como desde otras fuentes teóricas lo hizo Elias, la dimensión psicológica
de los comportamientos humanos con lo social, lo histórico, lo político y lo
económico.
En dos trabajos de 1952, a la par que reafirma la independencia de la sociología
con respecto a la filosofía, critica el intuicionismo e impresionismo sociológicos, y
aboga por “la unidad de la ciencia”. Esto último puede resultar, para el lector actual,
una muestra de positivismo, pero si lo ubicamos en el contexto en que Germani es-
1Problemas relativos a qué quiere decir “objetividad”, las diferencias entre “verdad” y
“validez”, el problema de “la base empírica”, la diferencia entre verificación y falsación, entre
otros.
474 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS XXVI: 77, 2008
cribía, se puede entender que era ante todo una muestra de su lucha por fundar el carácter
empírico de la disciplina y por evitar la tendencia a ahorrarse “el penoso proceso
de verificación”, muy común en ese momento. Del positivismo dice que su principal
pecado ha sido el reificar los hechos sociales y elevar a rango de cosas concretas
lo que no son sino construcciones conceptuales. Esta crítica se queda corta.
En los sugerentes artículos de 1964 y 1966, Germani abunda en lo que él considera
cuestiones de extrema importancia para la constitución de la sociología como
ciencia: la formación y profesionalización de los investigadores, la existencia de mecanismos
de comunicación y control en el campo de la actividad científica, la práctica
sistemática y regular de la crítica y la progresiva construcción de una “tradición” de
investigación rigurosa, que “no implica ninguna orientación científica en particular,
sino un conjunto de reglas y valores para guiar y evaluar la actividad científica en sociología”.
La otra cuestión planteada es la relación entre la sociología y el problema de la
vida moral: al aumentar el conocimiento acerca de las sociedades en el mundo, en el
pasado y el presente, la sociología ha asumido, lo mismo que otras ciencias sociales,
el hecho irrefutable de que existe una gran variedad de sistemas morales en las sociedades
que estudian, lo que las ha conducido a adoptar el relativismo cultural como
un requisito metodológico fundamental. A la vez, Germani señala que, dado que “el
valor de la ciencia es la verdad y su propósito es buscar lo que es y no lo que debe ser,
la ciencia y por consiguiente la antropología, la sociología y otras disciplinas deben
tomar una actitud neutral con respecto a los hechos que estudian”. Sin embargo, es
inaceptable traducir el relativismo metodológico en un relativismo ético, ya que aunque
uno pueda explicar un determinado conjunto de preceptos y valores morales, eso
no significa que los justifique o los acepte, y mucho menos que los recomiende.
¿Cuál es la utilidad de la sociología, entonces? Aquí Germani retoma claramente
a Weber: las ciencias sociales no pueden decirnos cómo actuar, “pero sí colocan a
la pregunta en su contexto histórico y social y de este modo iluminan su significado”.
La postura de Germani es, al menos en estos textos,2 relativamente optimista
con respecto al futuro, y manifiesta una concepción ilustrada acerca del papel y el
valor de la razón y la libertad, y el individuo como persona que se auto-determina.3
¿Qué podemos criticarle a Germani en cuanto a su posición con respecto a la
disciplina? Si bien su conocimiento del estado del arte en su momento es exhaustivo
y mucho más completo que el de la mayoría de sus colegas, hay un sesgo “anti-in-
2 En sus pláticas a los estudiantes de primer ingreso de la carrera de Sociología de la UBA
—entre los que me encontraba—, a fines de la década de los años sesenta, en el marco de una
de las tantas dictaduras militares que se sufrieron en Argentina, se mostraba mucho más escéptico
y desesperanzado.
3 Dice Germani: “En la medida en que consideremos que una decisión autónoma del
individuo, fundada en la razón y en una mayor libertad con relación a las circunstancias determinantes
de tipo sociológico o psicológico, constituye un objetivo valioso, digno de ser perseguido,
por cierto hallamos en la sociología y en las otras disciplinas alguna contestación utilizable”
(Blanco, 2006:165).
RESEÑAS 475
terpretativo” derivado probablemente de sus lecturas de autores norteamericanos,
que no habían entendido la postura de Weber al respecto y la asociaban más bien con
Dilthey, como una forma de intuicionismo, o le daban un papel menor, como Otto
Neurath, que decía que “la comprensión es como la taza de café que un investigador
se toma cuando está cansado”, pero no reemplaza a la explicación. En esa misma
veta también hay una errónea interpretación del tema de la “neutralidad valorativa”
en la obra de Weber, que lo lleva a asociarla con “el requerimiento de imparcialidad
y desvinculación de toda actitud ideológica que deben caracterizar el trabajo científico”,
y la tajante separación entre juicio de hecho y juicio de valor, cuando —según
otras lecturas— lo que Weber plantea es la necesidad de hacer conscientes los puntos
de partida valorativos del investigador (la referencia a valores), y el recurso a los procedimientos
metodológicos como una manera de filtrar y controlar intereses y valores
personales en el curso de su trabajo de investigación.4 La vigilancia epistemológica
planteada por Pierre Bourdieu es la continuación de la postura weberiana al respecto
y no la esquizofrenia valorativa propuesta por el Durkheim de Las reglas del método
sociológico,5 o por algunos autores estadounidenses, que al parecer son los que influyeron
en la postura de Germani, que reclama el “desdoblamiento de roles” por
parte del científico y su adhesión a los cánones de la metodología científica y los valores
que la orientan, sin problematización alguna.6
El segundo bloque en que pueden organizarse los artículos compilados por Blanco
es el que se refiere a la cuestión de la integración social —y consecuentemente al
análisis de la desintegración—, y a la anomia como resultado tanto de la carencia de
normas y valores compartidos como de la no vigencia del elemento “no contractual
de los contratos”, que redunda en una falta de límites para la acción individual y
colectiva. También en sus prólogos a obras de Harold Lasky y Erich Fromm, la cuestión
de la libertad es abordada por Germani tanto en sus aspectos subjetivos como
objetivos.
En un artículo de 1945 propone una excelente síntesis del pensamiento durkheimiano
sobre la anomia, donde se resaltan aportaciones que han impactado el pensamiento
sociológico posterior: por una parte, el rechazo al contractualismo por tantos años en
boga en el pensamiento social, ya que el origen de la cohesión no está en un acuerdo
explícito de las personas realizado en tiempos pretéritos, sino en el hecho de compartir
creencias, valores y representaciones, y cada vez más, con el avance de las sociedades
industriales, en una creciente interdependencia derivada del incremento y la diferenciación
de las funciones sociales. Durkheim enfatizaba, como bien lo señala
Germani, en que el conjunto de normas comunes, las costumbres compartidas y la idea
que cada sociedad tiene de sí misma, constituyen lo que ahora denominamos un marco
de significados compartidos, que permiten que los acuerdos de diverso contenido
4 Al respecto, véase la diferencia entre neutralidad valorativa y la referencia a valores,
que plantea Aguilar Villanueva (1979).
5 Que por suerte para la sociología, no respetó ciegamente en su obra posterior.
6 Al respecto se puede consultar el sugerente texto de Jürgen Habermas “Contra un
racionalismo menguado de corte positivista”, en Adorno et al. (1973).
476 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS XXVI: 77, 2008
entre las personas, se respeten y solventen. De allí que el autor francés hablara de los
“elementos no contractuales (no acordados explícitamente por las partes) de los contratos”
como el sustento de los mismos. Otro descubrimiento durkheimiano que Germani
remarca es la falta de correlación entre pobreza y alta tasa de suicidio, “No son, en
efecto, los países más pobres (menos industrializados), ni las clases menos afortunadas
los que presentan las mayores tasas; por el contrario, éstas se observan en los
países más industrializados, en las comunidades urbanas y, dentro de éstas, en las
clases medias y altas”. Pero además, Germani enfatiza en la relación del tema con
las preocupaciones que él mismo compartía con Durkheim: la crisis de la cultura moderna,
la desintegración social y la incapacidad de la sociedad para fijarse límites; a
la vez que coincide en que la única manera de reconstruir el tejido social es a través
de la libertad y la razón.
Germani estaba preocupado por las consecuencias de la modernización acelerada,
que pueden implicar desintegración social, desclasamiento y pérdida de referentes
normativos. Menciona los estudios de Thomas y Znaniecki7 sobre los inmigrantes
polacos en Norteamérica, y lo relaciona con los indicadores de desintegración: altas
tasas de criminalidad, ruptura de nexos familiares, conductas divergentes de distinto
grado con respecto al marco normativo convencional. Pero no se queda ahí: señala
los efectos recíprocos entre el cambio acelerado y las estructuras de la personalidad,
y la paradoja en relación con el proceso de individuación creciente, que desemboca
en una creciente tendencia a la uniformidad. Este tema, recurrente en la obra de Germani
(véanse los artículos sobre Lasky y Fromm, de 1946 y 1947, en la antología
misma), lo encontramos también en los textos que por la misma época publicaron
Horkheimer y Adorno, y se constituyó en crucial para el pensamiento de autores muy
posteriores, como Gilles Lipovetsky y Christopher Lasch, en sus críticas a la sociedad
de masas y al individualismo extremo (Lipovetsky, 1986; Lasch, 1991).
Finalmente, el tercer bloque de nueve artículos, que cubre un periodo de 23
años —de 1956 a 1979—, es una muestra de los estudios que Germani realizó sobre
la realidad tanto del fascismo —y los riesgos de transiciones modernizadoras fallidas
en cuanto a lograr la democratización de la vida social y política—, como de los
procesos modernizadores mismos —específicamente la secularización y la urbanización—.
Es por este tipo de trabajos que Germani es más conocido y, sin embargo, al
7La referencia a Thomas y Znaniecki es muy interesante, porque Germani señala que “lo
que Durkheim llamara anomia, estos autores lo denominan “desintegración social” y se produce
por la disminución de la influencia sobre los miembros del grupo de las existentes reglas sociales
de conducta” (Blanco, 2006:63), y esto permite aclarar el origen de una confusión que ha permeado
el pensamiento sociológico estadounidense prácticamente desde sus inicios. Para Durkheim
la anomia es el efecto no esperado y perverso tanto de la falta de reglamentación como de la
falta de regulación por parte de la sociedad con respecto a la conducta de sus miembros; si bien
esto también puede producir desintegración, no debería confundirse con la falta de vinculación
y la pérdida de lazos sociales propias de las sociedades modernas, en las cuales la atomización
y el individualismo exacerbado pueden hacer que tales lazos se debiliten (véase Girola,
2005:58).
RESEÑAS 477
día de hoy sus aportaciones parecen relegadas y poco consultadas, salvo por aquellos
que hacen la historia del pensamiento latinoamericano o los estudiantes obligados a
estudiar las teorías de la modernización en América Latina. En parte se debe a que es
con estos temas que se lo vinculó al estructural funcionalismo parsoniano, y en parte
por la desmemoria disciplinar que caracteriza a la sociología en América Latina.
Los trabajos que Alejandro Blanco seleccionó para formar parte de la antología
son tan sólo una parte de un corpus muy abundante, pero permiten reconocer la
valía y sobre todo la vigencia de muchas de las afirmaciones de Germani, así como
los sesgos y falencias que su visión implica.
En 1962, Germani señalaba que las sociedades contemporáneas viven una época
de transición que se caracteriza por el cada vez mayor ritmo del cambio, en todos
los órdenes, y que implica
la coexistencia de formas sociales que pertenecen a diferentes épocas, lo cual imprime un
carácter particularmente conflictivo al proceso que es inevitablemente vivido como crisis,
pues implica una continua ruptura con el pasado, un desgarramiento que no sólo tiende
a dividir personas y grupos, sino que penetra en la conciencia individual, en la que
también llegan a coexistir actitudes, ideas, valores pertenecientes a diferentes etapas.
del desarrollo societal. Si bien podemos criticarle que para referirse a los distintos
estadios y mostrar sus elementos propios, retoma casi puntualmente lo que Parsons
planteaba en su libro El sistema social, de 1951,8 habría que rescatar que haya
remarcado lo que ahora llamamos el carácter híbrido de las formaciones sociales de
la modernidad, la multiplicidad de características concretas que las sociedades modernas
pueden mostrar, y que haya enfatizado en que las crisis de todo tipo, que implican
recomposición de las bases de la integración social y luchas por la inclusión
de sectores subalternos, son endémicas en el mundo moderno.
En los artículos siguientes, y refiriéndose en especial a América Latina, el tema
crucial es la democracia, sus posibilidades, los obstáculos que los procesos de modernización
suponen y los riesgos autoritarios que acompañan la incorporación de las
masas a la vida urbana. En ellos, con esa aguda visión anticipatoria acerca de cuáles
eran los temas cruciales a debatir, aborda cuestiones que han impregnado la discusión
sociológica en los últimos treinta años. Las patologías de la modernidad: el
autoritarismo (mezcla de elementos de derecha e izquierda) como uno de los caminos
que las sociedades en transición han elegido para promover la industrialización
y el crecimiento económico; las diversas formas que puede asumir la modernidad en
8 Por ejemplo, la propuesta de las variables-pauta, el esquema dicotómico de sociedad
tradicional/sociedad de masas, los contenidos del proceso de secularización. Sin embargo,
aclara que utiliza estas nociones por economía conceptual, y reconoce la diversidad de los
procesos de modernización y sus posibles resultados, de una manera un tanto más sofisticada
y más ligada con casos concretos que su versión parsoniana. La obra de Germani ha sido tan
abundantemente criticada en este aspecto, que considero de más volver a formular aquí esas
críticas.
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el mundo en desarrollo; la creciente concentración del poder a escala mundial y la
concomitante interdependencia internacional; la incrementada vulnerabilidad física
y social de todas las instituciones, grupos, individuos y el orden social como un todo
frente a la acción legítima o ilegítima de otros grupos o individuos; el hecho de que
si bien la democracia moderna, pluralista y sin exclusiones halla su base teórica y
práctica en la modernización y el desarrollo económico, estos mismos procesos encierran
contradicciones intrínsecas que pueden en algunos casos impedir el surgimiento
de regímenes democráticos, y en otros llevar a su destrucción; la importancia creciente
de las comunidades de expertos en un mundo interdependiente; la pluralidad
de sistemas valorativos, de orientaciones y actitudes, que ocasionan dificultades en
el proceso de socialización primaria y secundaria, cuando este proceso se desarrolla
en condiciones de cambios continuos en el marco normativo y dentro de un clima de
problematicidad y crítica que afecta a todas las instituciones.
No hay, en sus últimos trabajos, conclusiones optimistas sobre el destino de la
democracia, ni sobre el de la sociedad moderna ni del género humano en general.
Hacia el final de su vida, el optimismo ilustrado en la fuerza liberadora de la razón,
se había apagado, dando lugar a un realismo amargo frente a la situación del mundo.
Criticado por los estudiantes, marginado por las autoridades universitarias, Germani
no obtuvo, después de los años setenta, el reconocimiento a la importancia de sus
aportaciones en estos temas.
Es con la aparición de los libros de Alejandro Blanco, y el de Ana Germani9
(Germani, 2004), que podemos reparar ese olvido, y sobre todo reconocer en la obra
de este autor un hito fundamental en la constitución del pensamiento sociológico en
América Latina.
Bibliografía
Adorno, Theodor et al. (1973), La disputa del positivismo en la sociología alemana, Barcelona,
Grijalbo.
Aguilar, L. (1979), “La política después de las ilusiones”, Revista Nexos, núm. 37.
Blanco, A. (2006), Razón y modernidad: Gino Germani y la sociología en la Argentina, Buenos
Aires, Siglo XXI.
Germani, A. A. (2004), Gino Germani: del antifascismo a la Sociología, Madrid, Taurus.
Girola, L. (2005), Anomia e individualismo: del diagnóstico de la modernidad de Durkheim
al pensamiento contemporáneo, Barcelona, Anthropos.
Lasch, Ch. (1991), The Culture of Narcisism, Nueva York, W.W. Norton & Company.
Lipovetsky, G. (1986), La era del vacío, Barcelona, Anagrama.
9 Véase también la reseña de Germán J. Pérez al libro de Ana Germani en URL:

argumentos.fsoc.uba.ar/n05/artículos/resenia.pdf.

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