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CAPITULO II

II.1. El objeto de la obligación


El objeto de la obligación es la prestación prometida por el otro contratante; no es una
cosa, sino una prestación. Sin duda esa prestación consiste en ocasiones en la
transmisión de un derecho real, es decir, en un derecho que recae sobre una cosa,
pero puede ser diferente.
En las obligaciones de prudencia y diligencia (o de medios), el objeto de la obligación
consiste tan sólo en conducirse con prudencia y diligencia para intentar el logro del fin
perseguido. En las obligaciones determinadas (o de resultado), la prestación no
consiste solamente en una actitud general que haya de mantenerse sino que está
concretada: el deudor está obligado a alcanzar un resultado. El objeto de la obligación
es patrimonial cuando la prestación posee un valor pecuniario; extrapatrimonial, si la
prestación tiene un valor puramente moral.
 
Cuando el deudor se obliga a transmitir un derecho real, personal o intelectual, la
prestación consiste en la transmisión de un derecho al acreedor.
Si se tratase de un derecho real, la cosa debe existir. Cuando la cosa no existe, falta
un elemento esencial del contrato, que se halla así viciado de nulidad absoluta. Si bien
la cosa prometida debe existir, puede no existir sino en lo futuro: la obligación que
recae sobre una cosa futura es válida (Art.1130, párrafo 1)
La obligación debe recaer sobre una cosa que esté en el comercio. La prestación
prometida debe ser determinada (Art.1129). Los contratantes que no hayan
concertado el objeto de su obligación no están obligados a nada. La cosa debe estar
determinada, al menos en cuanto a la especie. La cosa debe, pues, estar determinada
en su género, pero no se necesita que esté individualizada. De ello resulta que
la calidad de la cosa no tiene necesidad de ser precisada.

En principio, el objeto de la obligación puede recaer sobre una cosa ajena. Sin
embargo, cuando el objeto de la obligación consiste en la transmisión de un derecho
real, se necesita que la persona que transmite ese derecho sea su titular: es nula
la venta o la donación de la cosa ajena. El objeto de la obligación consiste unas veces
en un hecho personal del deudor: hecho positivo o negativo. Ese hecho debe poseer
cuatro requisitos:
a) ser posible
b) ser lícito
c) ser personal del deudor
d) presentar un interés para el acreedor.
El hecho prometido debe ser posible. A lo imposible nadie está obligado, dice el
adagio. Pero para que exista nulidad, la imposibilidad debe ser absoluta: debe ser
imposible para todos; si la obligación es posible para el contratante o para algunas
personas, es una obligación válida. En caso de imposibilidad absoluta, el contrato se
anula por falta de objeto. No obstante, lo anterior, si el deudor al contratar conocía la
imposibilidad absoluta de cumplimiento, debe daños y perjuicios al acreedor de buena
fe, porque ha incurrido en culpa al obligarse en esas condiciones.
El hecho prometido debe ser lícito. No cabe obligarse válidamente a ejecutar un hecho
inmoral o ilícito. El hecho debe ser personal del que lo haya prometido. Una persona
sólo se encuentra obligada por su voluntad o por la ley; no cabe hacer a otro deudor
contra su voluntad: es el efecto relativo del vínculo obligatorio. Sin embargo, el
Art.1120 permite garantizar la obligación de un tercero, prometiendo el hecho de un
tercero.  
El hecho prometido debe presentar un interés para el acreedor, pero no es necesario
que sea un interés pecuniario, basta un interés moral. Si el objeto de la obligación no
presenta ningún interés para el acreedor, éste no dispondrá de acción para reclamar
su cumplimiento.

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