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Main Categ Organ Apego
Main Categ Organ Apego
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Palabras clave
The organized categories of infant, child, and adult attachment: Flexible vs. inflexible attention under
attachment-related stress. Publicado originalmente en Journal of the American Psychoanalytic
Association, vol. 48, no. 4, p.1055- 1127 (2000). Copyright del JAPA 2000. Traducido y publicado
con autorización del Journal of the American Psychoanalytic Association.
Este trabajo ganó el premio del Journal of the American Psychoanalytic Association del 2000.
Resumen
Desde una perspectiva evolucionista, un mecanismo central que promueve la
supervivencia del infante es el mantenimiento de la proximidad a las figuras de
apego. En consecuencia, la(s) figura(s) de apego representan la solución principal
del niño frente a las experiencias de miedo. Algunos aspectos de los avances en el
terreno del apego se delinean dentro de este contexto, empezando con la teoría
etológica/evolutiva de Bowlby, y continuando con las primeras descripciones de
Ainsworth sobre la interacción entre la madre y el bebe en Uganda y Baltimore.
Utilizando un procedimiento de laboratorio llamado la situación extraña, Ainsworth
identificó tres patrones organizados de respuestas infantiles ante la separación y la
reunión con la madre. Se aportarán narraciones derivadas de la conducta ante la
situación extraña grabadas en vídeo de los niños en cada categoría (seguro,
evitativo y ambivalente, junto con una discusión de las secuelas prototípicas de cada
categoría (e.j. conducta en el colegio, narraciones relacionadas con la separación y
dibujos a la edad de seis años). La “Entrevista del Apego del Adulto” (EAA) también
es descrita así como el movimiento hacia el nivel de la representación. Las
transcripciones de las entrevistas EAA se analizan actualmente según la capacidad
del que habla para adherirse a las máximas de Grice sobre el discurso racional
cooperativo, y se han identificado tres categorías de “Entrevista del Apego del
Adulto” del tipo organizado, o estados mentales con respecto al apego, (autónomo-
seguro, desentendido y preocupado). Cuando se administra la entrevista a padres
que han sido observados con sus infantes en la situación extraña, cada categoría de
EAA nos ha mostrado repetidamente la posibilidad de predecir la respuesta del niño
hacia los padres en la situación extraña. Se proveen ilustraciones del discurso
característico de cada categoría y se observa que individuos con historias
aparentemente desfavorables tienen una prole segura siempre y cuando su historia
se narre coherentemente. Como en la conducta del infante en la situación extraña,
las diferencias en la seguridad del adulto identificadas a través de patrón del
discurso son interpretadas en términos de flexibilidad o inflexibilidad de la atención
bajo una situación de estrés relacionada con el apego.
Aunque concluiré sugiriendo que estamos entrando en una nueva era en el estudio
del apego (ver también Main, 1999) (3), hasta este momento el campo puede verse
como habiéndose desarrollado en tres fases principales. En la primera, John
Bowlby, basándose en parte en observaciones de primates no humanos, fijó su
atención sobre el concepto de un sistema conductual de apego que funciona para
regular la seguridad del infante en los entornos en los cuales originalmente
evolucionamos (Bowlby 1969) (4) En este mismo volumen, describió la teoría
analítica como “un intento de explicar el funcionamiento de la personalidad tanto en
sus aspectos sanos como en los patológicos en lo que se refiere a la ontogénesis”
(1969, pág 4). Bowlby propuso que debería realizarse un enfoque más prospectivo
y observacional – al desarrollo de la represión, la defensa, la escisión, y otros
procesos que permitan a los teóricos y los investigadores trabajar hacia delante
desde un acontecimiento particular, bien específico, hasta sus secuelas. Bowlby
escogió como punto de partida particular las respuestas de los niños que habían
sido separados de sus padres y colocados en entornos no familiares tales como
hospitales y residencias infantiles. Las secuelas de tales separaciones mayores
“traumáticas” incluyeron no sólo la aparición de ansiedad y ambivalencia con
respeto a las personas previamente queridas sino, también, eventualmente un
estado de desapego (indiferencia) en el cual se reprimían tanto sentimientos
afectuosos como hostiles.
Mary Ainsworth encabezó la segunda fase del desarrollo de este campo con sus
observaciones naturalistas intensivas de la interacción entre la madre y el infante en
los hogares de Kampala, Uganda (Ainsworth, 1967), y de Baltimore, Maryland
(Ainsworth et al, 1978). Junto con el estudio de Baltimore, Ainsworth desarrolló el
procedimiento de laboratorio conocido como la situación extraña. Aquí se usaban
las respuestas del infante frente a separaciones muy breves de uno de los padres, y
reuniones con él, para clasificar la organización de su apego al padre como seguro,
evitativo, o resistente/ ambivalente (5). La organización segura se encontró que era
predecible a través de la sensibilidad de la madre a las señales del infante y las
comunicaciones en el hogar, mientras que las dos formas de organización de apego
inseguro – indiferente evitativo, y el abiertamente ansioso ambivalente/resistente –
estaban relacionadas respectivamente con rechazo materno y falta de predictibilidad
(6). Sorprendentemente, Ainsworth descubrió que las respuestas desfavorables en
la forma de la reunión con los padres, que previamente se habían asociado con
infantes de dos y tres años de edad que habían tenido separaciones importantes,
podían aparecer en niños de doce meses que no habían sufrido separaciones, con
toda probabilidad simplemente como resultado del estrés acumulativo (Kriss, 1956;
Sandler, 1967), impuesto por una respuesta materna limitada o impredecible.
La tercera etapa en el estudio del apego se abrió con “un movimiento hacia el nivel
de la representación” (Main, Kaplan, y Cassidy, 1985, pág. 66) que tuvo lugar a
mediados de los ochenta y que está mayoritariamente asociado con un estudio
presentado en un trabajo monográfico editado por Bretherton y Waters (1985). Mi
propia preparación para este cambio hacia un énfasis representacional en el estudio
del apego, se apoyaba en parte en una revisión anterior de una serie de películas
desarrolladas por James y Joyce Robertson (1967-1972). Mientras el trabajo de
Ainsworth había mostrado que el rechazo repetido en la conducta de apego por
parte de la madre podía llevar al infante a evitarla en situaciones estresantes, las
películas de los Robertson sobre separación demostraban que en niños de 1-2
años, quienes, con toda probabilidad nunca habían sido significativamente
rechazados, podían evitar a sus madres en base a cambios en procesos mentales o
emocionales que tenían lugar en la ausencia de interacción. Me llamó
especialmente la atención la película “Thomas” (Robertson y Robertson, 1967 –
1972), en la cual a un niño de dos años que había disfrutado de una relación
previamente armoniosa con su madre, se le presentó una fotografía de ella durante
su ubicación en una familia de acogida, durante un período prolongado. Al principio
Thomas besaba y acariciaba la foto. Varios días más tarde, sin embargo, daba
marcha atrás al verla, mirando hacia abajo y se distraía con un juguete que llevaba.
En respuesta a una presentación final de la foto de su madre, Thomas activamente
volteó la espalda con una expresión de ansiedad. Como una fotografía no puede
“comportarse,” no puede decirse que pueda haber despertado las reacciones
cambiantes de Thomas. Como Thomas además no había visto a su madre durante
este periodo, el desarrollo gradual de la evitación de la foto tiene que haber incluido
aspectos de cambios en su relación imaginada.
En este mismo artículo (Main, Kaplan y Cassidy 1985) describimos la relación entre
la respuesta del infante ante la situación extraña con cualquiera de los padres cinco
años antes, y la forma de la narrativa de ese padre al responder a la Entrevista de
Apego del Adulto (George, Kaplan y Main, 1984, 1986, 1996). Un sistema que
analizaba las transcripciones textuales de la EAA (Main y Goldwyn, 1982-1998),
demostró que tanto si las experiencias de apego de su infancia habían sido
favorables o desfavorables, los padres de los niños que aparecieron como seguros
con ellos en la situación extraña tendían a ser coherentes, claros y colaboradores
durante las discusiones de sus propias historias vitales. Es más, algunos tipos de
dificultades específicas a la hora de mantener un discurso coherente y colaborador
por parte de los padres predijeron formas específicas de apego inseguro del
infante. Diez años más tarde, un meta-análisis demostró que nuestros resultados
habían sido reproducidos en al menos 15 muestras más, y se mantenían estables
incluso cuando la entrevista se realizaba antes del nacimiento del niño (van
Ijzendoorn, 1995).
Las manifestaciones conductuales del apego humano nos son familiares a todos.
Sin embargo, aunque tanto los adultos como los niños tienen figuras de apego
(personas a las cuales más probablemente se dirigirían cuando están bajo estrés
(Ñver Hazan y Shaver, 1994; Simpson y Rholes, 1998), el apego es más fácilmente
observable en la preocupación intensa que muestran los niños pequeños en
entornos poco familiares con respeto a la localización exacta de las figuras
parentales. Durante la infancia temprana (y más tarde en formas menos explícitas y
más modificadas), el apego se identifica con: un interés insistente en mantener
proximidad con una o con unas pocas personas seleccionadas (normalmente pero
no necesariamente familiares biológicos); la tendencia a usar a estos individuos
como una base segura desde la cual explorar los entornos desconocidos; y huida
hacia la figura de apego como un refugio de seguridad en momentos de alarma.
Los primeros vínculos de apego están formados a los siete meses y los vínculos de
apego se forman hacia sólo una o unas pocas personas. Entendemos que es el
infante el que selecciona a su(s) figura(s) de apego principal(es), generalmente en
base a interacciones sociales contingentes (ver Main, 1999). Como han demostrado
Cicchetti, Crittenden y otros (ver Main, 1995), los vínculos de apego surgen tanto
como producto de interacciones con personas maltratantes como con personas que
responden con sensibilidad. Y la proclividad, basada en la biología, a formar
vínculos de apego asegura que sólo en circunstancias extremadamente anómalas,
un niño permanecería no apegado.
Mientras que Bowlby estaba refinando su teoría, Mary Ainsworth estaba realizando
sus estudios sobre interacciones infante-madre en Uganda. En esta investigación,
de un año de duración, terminada en 1954, ella había diseñado seguir el desarrollo
del apego en 26 infantes durante el primer año de vida –fijándose, por ejemplo, en
las edades a las cuales los infantes empezaban a discriminar a su madre de los
demás y, más tarde, a llorar específicamente cuando ella se iba. Además, observó
que algunos infantes parecían estar seguros en el apego con sus madres, algunos
inseguros, y otros todavía no apegados. Ella formuló la hipótesis que estas
diferencias estaban relacionadas con diferencias en la interacción infante-madre.
Era característico de Ainsworth el ver a las madres de los niños “con apego
inseguro” en un contexto más amplio, y tomó en cuenta los factores que
disminuyeran el grado de respuesta parental de casi cualquier persona. Estos
factores incluían la enfermedad familiar grave, relaciones infelices con el marido,
presiones laborales abrumadoras, o la presencia de una o más co-esposas en la
casa. He aquí la descripción que hizo Ainsworth sobre Muhamidi:
Como Bowlby (1969), Ainsworth tenía la mente muy abierta con respeto a la
posibilidad de cambio en las relaciones tempranas. Los infantes inseguros tenían,
ella creía, el potencial de hacerse seguros, como ella ilustró en la descripción de un
infante con apego muy inseguro, cuya relación con su madre mejoró una vez que
ella tuvo y ganó una pelea con una esposa más antigua – una mujer grande y
mandona, que subsecuentemente abandonó el poblado. Al mismo tiempo,
Ainsworth creía que algunos niños, que estaban seguros durante la infancia, tenían
riesgo de ser inseguros más adelante. Por ejemplo, un infante llamado Paulo fue
considerado como de apego seguro en el momento de las observaciones de
Ainsworth, pero dándose cuenta de los otros niños de la familia, se preocupó sobre
si él permanecería con apego seguro y, comparaba a William con Paulo de la
manera siguiente:
Dos de los bebés de mi muestra, Paulo y William, están en los grupos de apego
seguro. Sin embargo, el pronóstico sobre su salud mental difiere si uno lo juzga
desde la conducta de la madre hacia los otros hijos de la familia, y la respuesta de
éstos hacia ella. La madre de William reparte su tiempo y afecto entre todos sus
hijos. La madre de Paulo dedica su atención mayoritariamente al bebé lo cual hace
sentirse abandonados y rechazados a los hijos. Quizás esto ilustra una causa por la
cual la relación entre el apego del infante y la salud mental futura no es muy simple
[1963, págs. 111-112].
Mientras que una mayoría (trece de veintitrés) (8) de los infantes se comportaron
como se esperaba, y fueron más tarde denominados como seguros (Grupo B), ante
la sorpresa de Ainsworth seis de los infantes mostraron muy poco o ningún
malestar al ser dejados solos en el entorno desconocido, y además ignoraron o
evitaron a la madre al volver esta. Se comportaban curiosamente como niños más
mayores que ya habían alcanzado la etapa de desapego como respuesta a
separaciones prolongadas según describieron Robertson y Bolwby (1952). Estos
infantes, llamados evitativos (Grupo A) le parecían a Ainsworth que respondían a
estas situaciones estresantes reprimiendo las expresiones de ansiedad y enfado.
Como la imagen de un espejo, los cuatro infantes restantes diferían de todos los
otros en que estaban demasiado angustiados como para involucrarse en
exploración o en juego, incluso cuando la madre estaba presente. Llamados
ambivalente / resistentes (Grupo C), estos infantes parecían preocupados con sus
madres durante toda la prueba, y sin embargo demasiado enfadados y/o
angustiados como para reconfortarse con la vuelta de ésta. Las proporciones
medias de los infantes de A, B, y C en trabajos realizados en todo el mundo replican
muy estrechamente las proporciones de la muestra de Baltimore de Ainsworth,
siendo la mayoría juzgados como seguros, en casi todas las culturas (van
Ijzendoorn y Sagi, 1999). Sorprendentemente, el apego infantil no ha sido
consistentemente relacionado ni con el sexo ni con el orden de nacimiento.
Intrigada por estas diferencias inesperadas, que observó en las respuestas de los
niños criados en casa a separaciones mínimas, Ainsworth decidió emprender una
investigación del tipo “a ciegas” de los datos correspondientes a los extensos
registros de narrativas que había recogido de la interacción infante-madre en la
casa. Este estudio reveló tres patrones de cuidado diferentes, cada uno de los
cuales estaba notablemente asociado con una categoría particular de la conducta
del infante en la situación extraña (9). Ahora, proveerá unas de las narrativas de los
videos de la conducta en la situación extraña de tres infantes de entre doce y quince
meses de edad que habían sido respectivamente juzgados como apego seguro,
evitativo, y resistente / ambivalente durante la situación extraña. Siguiendo cada
narrativa, presento una revisión más completa de las conductas de cuidado
asociadas, tal como las describió Ainsworth. Luego, comentaré las probables
secuelas conductuales y representacionales que aparecerán más tarde en los niños
originalmente clasificados en las tres diferentes categorías de respuesta frente a la
madre cuando tenían un año. Los evaluadores puntuaron a cada infante en cuatro
escalas distintas de siete puntos cada una, en búsqueda de proximidad, evitación de
proximidad, mantenimiento de contacto, y resistencia de contacto en cada reunión.
Sólo después de esto, se asigna cada niño a una categoría – de hecho, a dos
categorías, una general y a una subcategoría más específica. Las limitaciones de
espacio, sin embargo, nos reducen a las discusiones de la categoría general.
Ben
Entrada del extraño. Cuando la mujer joven que juega el papel del extraño entra en
la habitación por segunda vez, Ben se dirige a su madre, apoyándose contra sus
rodillas. La extraña invita a Ben a jugar, y la madre suavemente le anima a que lo
haga.
Primera separación: El niño dejado con el extraño. Ben acaba de empezar a jugar
con la extraña, cuando su madre tranquilamente sale de la habitación. Otra vez,
siguiendo las instrucciones, deja su bolso de forma que Ben sepa que ella va a
volver pronto. Ben no llora todavía, pero casi inmediatamente va a la puerta y
empieza a llamar: “Mamá, mamá”. La extraña intenta distraerle y él se calma
brevemente, mira alrededor de la habitación, y vuelve a llamar. Mientras que su
llamada era inicialmente sólo comunicativa, él ahora está cada vez más angustiado.
La extraño le coge en su regazo y él oye la voz de su madre, el niño se inclina,
distanciándose del cuerpo de la extraña, extendiendo sus brazos hacia la puerta.
Los estudios realizados con una muestra de gente pobre en Minnesota, cuyos
pioneros fueron Sroufe, Egeland y sus colegas (ver Suess, Grossmann, y Sroufe
1992 para una muestra alemana comparable) demostraron que las relaciones entre
iguales de los niños seguros con sus madres durante la infancia, tienen mucha
probabilidad de ser positivas y que estos niños tienen más probabilidades que otros
de ser líderes. Sus profesores (que desconocián totalmente su forma de apego)
típicamente consideraban a estos niños como poseyendo un yo-resistente, y los
trataban de forma realista. Los niños con apego seguros no victimizan a otros niños
ni son victimizados por ellos, ya que los victimizadores de los grupos a los que
pertenecían los encuentran asertivos (Troy y Sroufe 1987; Weinfield y otros 1999).
Consideremos ahora lo que sabemos acerca niños de seis años que son como Ben.
Main y Cassidy (1988) encontraron que después de una separación de una hora de
larga de sus madres, los niños de apego seguro típicamente saludarían a su padre o
madre inmediatamente pero calmadamente expresan placer e interés. Estos
resultados han sido reproducidos en varias muestras de bajo riesgo (ver, por
ejemplo, Wartner y otros 1994).
Esto sugiere que un niño de apego seguro puede tanto aceptar que algo imprevisto
ha ocurrido como imaginar una forma de “resolver” esta crisis constructivamente.
Resultados similares a los nuestros fueron hallados en la muestra de niños pobres
de Minnesota, en la cual se estudió el juego libre con arena, en vez de narrativas
sobre separaciones. Aquí Rosenberg (1984) encontró que—en curioso contraste
con los niños de apego inseguro—los niños de apego seguro tendían a: (a) inventar
una crisis –“ ¡Oh! ¡Oh! ¡El tigre se come al niñito!”—y después (b) seguirla con un
final feliz—“¡Y después el tigre lo escupe! Y el niño está bien otra vez”. (Utilizando
el juego con muñecos para estudiar las separaciones, se observaron respuestas
similares a las obtenidas por Kaplan y Rosenberg en niños con apego seguro en el
estudio de Solomon, George y Dejong [1995]).
Al intentar contestar a la pregunta de cómo una narrativa de “crisis – solución” ha
resultado estar tan curiosamente asociada con el apego seguro a la madre en tres
muestras independientes es útil considerar la conducta en la situación extraña de
infantes tratados con sensibilidad, donde el niño (1-2 años) responde abierta y
emocionalmente cuando se enfrenta a una crisis, pero “la resuelve” llorando y
consiguiendo recuperar de nuevo con éxito al padre, creando así un final feliz. La
capacidad para crear activamente una crisis que resolver es especialmente
demostrativa: aparentemente los niños seguros en la muestra de Minnesota podían
crear (en el juego) situaciones de peligro conscientes de que encontrarían un final
feliz.
Madre (al entrar): Hola, Ben. ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo?
(Nótese que esta pregunta es “abierta,” dándole a Ben la oportunidad de extenderse
sobre sus experiencias más recientes).
Ben: Bueno. He hecho algunos dibujos. Hay uno en la pared, allí. Y he mirado
algunas fotos, y he contestado algunas preguntas sobre un niño. Las fotos estaban
un poco pasadas de moda. Mamá, mira la mesa.
Madre: ¡Oh! ¡No es una mesa ya! ¡Es un arenero!
Ben: ¡Sí! Ella (la eximinadora) quitó la tapa, y allí estaba toda la arena, e hice una
granja, ¿ves? Con muchos animales, y este perro pastor aquí les cuida.
Madre: Sí, eso veo. Y aquí está el perro pastor, y se parece a nuestro Rumpus.
Ben: No, no se parece. Porque Rumpus está gordo. Quiero decir, que es un gran
perro, pero no se parece a este perro. Rumpus está gordo.
Madre: ¡Adivina quién le da de comer! ¡Tú! (Ambos se ríen)
Ben: Bien. Le voy a cambiar el nombre. ¿Qué te parece Porky?
A todos los niños de nuestra muestra se les pidió que hiciesen un dibujo de sus
familias al principio de la sesión de laboratorio. (Los padres estaban ausentes en
este momento mientras se les administraba la Entrevista de Apego para Adultos).
Los niños con apego seguro típicamente producían un dibujo que mostraba figuras
centradas y apoyadas, de tamaño moderado, con distancias moderadas entre uno y
otro, y – de acuerdo con el nivel de habilidad para dibujar –, detalladss y bien
diferenciadas. Aunque las expresiones faciales eran ordinariamente agradables y
tranquilas, no todas las figuras necesariamente estaban sonriendo. Los miembros
de la familia, sin embargo, eran dibujados a menudo como de pie con los brazos
extendidos, como si estuviesen listos para abrazar a una persona que pudiese
entrar en el dibujo.
Aunque hay algo simbólico en la representación de tal postura, esta postura puede
ser fácilmente asumida de hecho y, por lo tanto, estos dibujos no pueden ser
considerados fundamentalmente como no realistas. Los niños seguros también
tuvieron una respuesta realista a la foto familiar tomada al comienzo de la sesión de
laboratorio, y que se les enseñó durante la separación. Típicamente, aceptaban la
foto indicando placer (“la camisa se parece a la mía, ¿eh?”), y la devolvían.
Adrián
Adrián es un niño delgado, de apariencia seria, en cuya cara de alguna forma falta
el afecto. Su madre está bien arreglada y es rápida y decidida en sus movimientos.
Adrián juego con los juguetes en el episodio de apertura, y es neutral pero acepta la
aproximación del extraño. No da muestra visible de notar que su madre se va, y
juega con la extraña durante los tres minutos completos sin siquiera mirar a la
puerta.
La primera reunión empieza cuando su madre aparece en la puerta y le llama.
Adrián se inclina – de hecho, casi se agacha – sobre el juguete con el que estaba
jugando, y gira su cuerpo, apartándose ligeramente de ella. Cuando ella se acerca
más, Adrián se dobla sutilmente hacia abajo y más lejos. La madre se acerca, se va
a su silla, comentando sobre los juguetes con los que está jugando Adrián, y
tratando de dirigir su atención hacia los nuevos. Él sigue mirando fijamente hacia
fuera.
Cuando su madre sale de la habitación la segunda vez, Adrián está totalmente solo.
Sorprendentemente, no muestra ninguna reacción afectiva y continúa centrándose
en los juguetes durante los tres minutos enteros. Cuando entra la extraña hay poco
cambio en la conducta de Adrián. Sin embargo, si acaso, es más amistoso con la
extraña que con su madre.
En la segunda reunión, Adrián hace un pequeño sonido de displacer al oir la
llamada de su madre (“¡unh!”), y se vuelve hacia otro lado cuando ella se acerca.
Cuando ella se agacha hacia él, él se dobla y se pone ligeramente rígido.
Cogiéndole en sus brazos mientras ella se pone de pie, ella intenta atraer su
atención pero Adrián permanece sin expresión y se inclina hacia fuera, señalando
de una manera neutral un juguete del suelo. La madre le baja y comenta sobre su
interés en el juguete.
Dos minutos más tarde se termina el procedimiento. Adrián ni ha mirado a su
madre ni ha atendido a su conversación una sóla vez.
Puede que inicialmente sorprenda a los lectores saber que los cuatro infantes más
evitativos de Ainsworth exhibieron una ansiedad alta y malestar incluso cuando sus
madres se movían de habitación en habitación en sus casas. Este hallazgo, sin
embargo, era, siguiendo el concepto de Ainsworth de evitación, como un tipo de
defensa prodrómica frente a la ansiedad y la rabia provocadas en situaciones
inusualmente estresantes. En análisis llevados a cabo en Berkeley, encontré que
las puntuaciones (por definición, sin afecto) de la evitación de la madre durante la
situación extraña estaban en contraste altamente relacionadas con el grado en que
el infante mostraba conductas de rabia hacia la madre en casa. Sin embargo, a
pesar del hecho de que ni el enfado ni la ansiedad tenían una posibilidad de
expresión directa en la situación extraña, estudios posteriores llevados a cabo por
Sroufe y Waters(1977), y más recientemente por Spangler y Grossmann
(1993,1999), indican que durante el procedimiento de la situación extraña, los
infantes evitativos experimentan un malestar o angustia considerable a un nivel
fisiológico.
Madre (al entrar): Hola Adrian ¿te lo has pasado bien? ¿Te has divertido? (Nótese
que no se requiere una respuesta amplia a dichas preguntas. Es más la respuesta
del niño está guiada hacia la contestación entusiasta “si”).
Adrian (seguido de una pequeña pausa): “... Sí.
Madre “¿No es fantastico? Uy hay un arenero completo allí. Y un perro también”.
Adrian (seguido de una segunda pequeña pausa): “... sí es un arenero.”
Los dibujos de la familia de los niños evitativos que hemos descrito como
invulnerables a menudo presentaban figuras flotando en el aire, y muy separadas,
poco diferenciadas, con sonrisas estereotipadas. Sorprendentemente, uno o dos
niños, sin embargo, menudo dibujaban uno o más de los individuos sin brazos (la
versión materna temprana al contacto táctil debe ser recordada aquí), incluso
cuando otros aspectos del dibujo indicaban que el dibujar brazos estaba dentro de
las capacidades de dibujar del niño (Kaplan y Main, 1984, 9186). (11) En los dibujos
realistas de los niños seguros, las personas no flotan en el aire, ni pierden brazos.
Es llamativo comparar el tratamiento poco realista que los niños evitativos hacen de
una petición orientada a la realidad como la de “dibuja tu familia” con sus respuestas
al presentarles la fotografía familiar. Aquí, sorprendentemente, los niños evitativos
de la madre cuando eran infantes frecuentemente se negaron a coger la foto,
miraron hacia otro sitio, dieron la espalda e incluso pusieron la foto boca abajo. En
otras palabras, mientras que los dibujos familiares estaban a menudo llenos de
simbolismo (quizás no intencionado), por el contrario trataron lo que era sólo un
símbolo o una representación como si fuera real.
Cecilia
Esta narrativa refleja la respuesta en la situación extraña de un infante
ambivalente/resistente:
Cecilia muestra incomodidad inmediatamente al verse en el entorno no familiar del
laboratorio, aunque estaba presente su madre – una mujer de apariencia abrumada
y ligeramente desarreglada. Cuando entra la extraña, Cecilia mira con sospecha e
incomodidad y se niega a involucrarse en juegos interactivos. Inmediatamente
después de la separación, empieza a llorar, a la vez que resiste con rabia los
intentos de la extraña para calmarla.
Al reunirse con su madre, Cecilia llora a gritos; cuando se le coge en brazos no se
calma sino que continúa llorando contrneándose incómodamente en el regazo de su
madre. No se calma ni después que su madre le ha cogido durante un minuto
completo. Cuando su madre intenta interesarla en los juguetes, la niña mira
momentáneamente alrededor de la habitación y luego se da la vuelta para volverse
a colgar a su madre, llorando y aparentemente todavía incómoda. La madre repite:
“tranquilízate, tranquilízate, estás bien,” pero Cecilia se niega a bajarse de su regazo
o a ponerse a jugar.
Cuando la madre se vuelve a marchar, Cecilia empieza a llorar a gritos y gatea
hacia la puerta. La extraña entra inmediatamente, pero Cecilia rechaza sus
iniciativas con enfado.
La madre vuelve inmediatamente según se la instruye y después de una larga
pausa, en la que ella mira mientras Cecilia continua llorando, la coge y la sujeta en
brazos. Sin embargo, cuando ella trata de bajarla, Cecilia se tira hacia atrás en un
movimiento de rabieta. Cuando su madre se acerca para consolarla, su llanto
aumenta, cierra los ojos, retorciéndose. Dos minutos más tarde, Cecilia permanece
centrada en su madre, agarrada a sus rodillas y lloriqueando de forma petulante e
insatisfecha. No ha llegado nunca a involucrarse con los juguetes.
Los observadores tienden a responder a este escenario con irritación hacia uno o
hacia los dos miembros de la díada. Nótese, además, como al igual que en el caso
de Adrián, hay ausencia de una trama narrativa. Cecilia estaba angustiada desde el
principio, haciendo dramáticamente insignificante el que también estuviese
angustiada durante la separación y mucho después de la vuelta de su madre.
Al observarles en la guardería, los niños como Cecilia tienden a ser “tratados como
bebés” por sus profesoras; es decir, no se espera de ellos que jueguen de forma tan
independiente como otros niños, y se les trata como mucho más pequeños de lo
que son (Sroufe y Fleeson, 1986). Mientras que niños como Ben no les
matonearían, estos niños son una presa fácil para niños evitativos como Adrián
(Troy y Sroufe, 1987).
Cuando estos niños tienen seis años, aparece una sutil ambivalencia frente a la
reunión, acompañada por lo que a veces parecen expresiones de afecto exageradas
(Main y Cassidy, 1988). Por ejemplo, algunos pueden echar un brazo sobre el
padre, inclinando la cabeza y mirando la cámara – pero el mismo niño que hace
esto en un momento puede apartarse impacientemente acto seguido. Había
demasiados pocos niños de éstos como para identificar un patrón de discurso en
nuestra muestra original, pero combinando la nuestra y otras muestras, observamos
lo que a nosotros nos pareció como un foco excesivo en los sentimientos y en la
relación:
Sólo unos pocos niños como Cecilia estaban disponibles para el estudio de Kaplan
(1987), pero sus respuestas parecían reflejar su ambivalencia anterior. Uno
describió al niño del dibujo como corriendo detrás de los padres, pero después les
disparaba. Otro habló de darles flores a los padres al reunirse, pero después
escondía las ropas de éstos. Los dibujos de familia de niños como Cecilia a los seis
años fueron llamados vulnerables (Kaplan y Main, 1984, 1986). Representaban
figuras típicamente demasiado grandes o demasiado pequeñas (por ejemplo, una
familia muy pequeñita junta en una esquina de la hoja). En otros ejemplos se
enfatizaba los aspectos blandos y vulnerables de los cuerpos como por ejemplo en
estómagos grandes y redondos con ombligos. La foto parecía molestar a estos
(pocos) niños: uno se movía incómodamente y después de pellizcaba la piel.
Resumen
La categoría segura-autónoma
Finalmente, los padres de los bebés seguros, exhibían más que otros lo que yo he
llamado monitorización meta-cognitiva (Main, 1991; ver también Fonagy, et al.
1991). Tendían a buscar más insistentemente la exactitud que los padres de los
niños inseguros (“pienso que estaba equivocado sobre esa primera gran separación,
no podía haber tenido todavía diez años, tenía que haber tenido ocho, o incluso
menos;” “yo sé que he elegido distante pero ahora que lo pienso tímido hubiese sido
más exacto”). A la misma vez, curiosamente, también mostraban tolerancia frente a
la imposibilidad última de distinguir la apariencia de la realidad (“Bueno, eso es lo
que yo pienso, pero mi hermana piensa que yo idealizo enormemente a mis padres,
¿quién sabe?” o “Bien, así es como lo veo hoy, pero mañana puede que lo
vea completamente distinto”).
La categoría preocupada
Al final de los ochenta, sin embargo, encontré el trabajo del filósofo lingüista
británico H. Paul Grice, cuyas discusiones de las variaciones en el discurso eran
altamente congruentes con las escalas de la EAA y las directrices para su
clasificación que habíamos desarrollado algunos años antes. Grice (1975, 1989),
había identificado el discurso ideal o racional como siguiendo el principio de
cooperación que requería adherencia a cuatro máximas: (1) cualidad: ser sinceros
y tener evidencia de lo que uno dice; (2) cantidad: ser sucinto, y sin embargo,
completo; (3) relevancia: que la dirección de tu conversación sea relevante al tema
entre manos; y (4) forma: ser claro y ordenado.
Ahora presentaremos una serie de ejemplos ilustrativos del discurso que tipifica las
tres clasificaciones organizadas de la entrevista. Empiezo con un padre colaborador,
y consistente quien tenía, bajo nuestro punto de vista y bajo el suyo propio, una
infancia relativamente fácil. En el análisis de la EAA, nuestro acuerdo con la
perspectiva afirmada por el interlocutor sobre su infancia se basa en parte en las
explicaciones sobre su elección original de adjetivos. He aquí uno de los incidentes
que este hombre relata para mostrar su elección de la palabra cariñosa-amorosa
con respecto a la relación con su padre:
Hubo una vez que accidentalmente prendí fuego al garaje porque estaba
experimentando con mi juego de química con el cual mis dos padres me habían
dicho que no debía jugar allí; después de los bomberos mis padres fueron los
primeros en aparecer y desgraciadamente el juego de química era la evidencia
descarada. Pensé que me esperaba la paliza de mi vida. Pero, incluso cuando todo
estaba lleno de humo, mis padres se olvidaron de pegarme. Bueno, mi madre dijo
después que, desde luego, esperaba que en el futuro prestase más atención a sus
instrucciones. Pero mi padre simplemente corrió hacia mí me cogió en brazos y me
abrazó con mucha fuerza. Tanta que mis pies quedaron colgando. Posteriormente
tenía una especie de guiño cuando mencionaba “aquella vez que tuvimos una
pequeña combustión espontánea en el garaje”.
Bueno, para empezar, mi madre no era muy alegre, y le puedo decir ahora mismo
que la razón era que tenía exceso de trabajo. Nos tuvo a cuatro de nosotros en tres
años, lo cual hubiese sido mucho para cualquiera, y yo era la mayor de todos. Yo
creo que de los cuatro he sido la que he tenido más dificultades con esto, y me
acuerdo que ella se metía mucho conmigo preguntándome constantemente sobre
cosas que eran – o cosas que al menos yo pensaba que no eran - relevantes para
ella. Al mismo tiempo, cuando estaba dolida o enfadada, nunca era capaz de
responderme, y me acuerdo que una vez me rompí el brazo y no se lo dije durante
horas porque tenía miedo de que se enfadase.
...intrusiva sería uno, siempre estaba metiéndose en mis cosas. Y no alegre sería
otro. Me imagino que me está preguntando sobre toda la relación, ¿verdad?
Entonces pongámonos a las dos como no contentas la una con la otra. Me imagino
que estábamos, bueno, distantes mucho tiempo. Ahora necesitamos un cuarto...eh,
haciendo un esfuerzo sería otro, quiero decir que algunas veces se esforzaba en
ayudarme. Y enfadada, algunas veces ella estallaba.
Bueno, como he dicho, mi madre era bastante intrusiva y nunca era capaz de
responder cuando yo estaba mal. Y me dolía mucho por aquel tiempo, y todavía
estoy como hiperalerta sobre si la gente me responde cuando estoy molesta o por lo
menos mi marido me encuentra hiperalerta en ese departamento. Y otra cosa es
que me siento fatal por ello, y digo que nunca sucedería, pero a veces me pillo a mí
misma actuando exactamente como ella.
Infancia muy normal, definitivamente una infancia normal, con ambos padres, yo
diría. Mi madre me apoyaba en todo lo que hacía, siempre estaba muy interesada
en el trabajo del colegio y siempre me preguntaba sobre cómo me había ido el día
en el colegio. Ella ponía mucho énfasis en nuestra independencia. Me enseñó a no
preocuparme por problemas pequeños lo cual es bueno.
Cuidadora. Bueno quiero decir que ella siempre era muy cariñosa y nos apoyaba
mucho-(“Bueno, ¿podría usted darme un recuerdo o incidente específico que me
ayudase a entender la palabra cuidadora?”). No recuerdo tan lejos, Quiero decir
que fue hace mucho tiempo: (Bien, piense un poco. Esto puede ser difícil)...Pues
me preguntaba cómo me iba en el colegio, si tenía buenas notas, si tenía buenos
amigos, ya sabes, cosas que te importan. Quería estar segura de que me vestía
bien, que me comportaba bien. Estaba allí siempre cuidándome, asegurándose de
que hiciese las cosas bien, de que no hiciese nada malo.
Herida. Déjeme pensar, una vez me rompí el brazo jugando en el jardín. Cosas
como esa hacían que mi madre se enfadara mucho, odiaba episodios como esos.
Me dolió durante mucho tiempo, pero nunca se lo dije. Se enteró por algún vecino o
por la forma en que yo ponía mi brazo... No le gustaban los llorones. Yo siempre
trataba de no llorar porque ella era una persona muy fuerte.
Mi relación con mis padres durante la infancia. Bueno, empecemos con mi madre,
eso es fácil, porque los temas personales de mi madre totalmente dominaron mi
niñez... Por ejemplo ella intentaba que le contase cada detalle de lo que me pasaba
cada día, y yo me inventaba cosas pero eso no era suficiente porque ella tenía
tantas cuestiones de ella que tenía que saber todo y contarlo todo. Pero yo siempre
supe lo que ella buscaba y (aquí la que habla quita el pronombre), tenía mucho
material sobre eso pero ella fracasa en comprender que yo tenía, todavía tengo, y
de ahora en adelante voy a tener mi propia vida.
Bueno, amorosa ella era amorosa, nos besaba, nos abrazaba y nos decía que nos
quería. Pero al mismo tiempo estaba enfadada. Ahora entiendo que esto venía de
su propia relación con su madre. Algunas veces ella intentaba entender sus propios
asuntos aunque debo decir que no los reconocía, me refiero a sus asuntos y de
dónde procedían asi que dejé los problemas personales. Ahora Ceci y yo no
tenemos problemas, no como ella tenía conmigo, yo le digo, Ceci si tienes
problemas vienes y me los cuentas directamente a mí. Y intrusiva, y....
Cuando se le preguntó sobre las experiencias de su niñez con sus padres, por
ejemplo, podía comentar sobre su relación presente con su propia hija (o la relación
presente con sus padres más que la relación en su niñez), y su conversación puede
dar unos giros tan largos que su entrevista se pasa bastante del tiempo límite
esperado.
Amorosa. Mi madre era amorosa. Todas las noches nos daba un beso de buenas
noches, abrazos y me decía que me quería, que me adoraba, bla,bla,bla... Por lo
tanto eso era bueno y le estoy agradecida por ello pero al mismo tiempo me hacía
sentir culpable, como si le debía a ella algo y le tuviese que devolver diciéndole lo
mismo, y he aprendido ahora que los hijos no te deben nada, no tienen que decir
nada. Pero sabe, yo estaba agradecida por ello, y todavía lo estoy pero lo que trato
de decir es que era doloroso tener que oírle y yo solía preguntarme si la heriría si no
le decía nada de vuelta, pero ella era amorosa. Y yo pagué el precio.
Bueno, como resultado de todo lo que mi madre hizo, quiero decir sus problemas y
de su forma de proyectarlos sobre mí, yo solía ser una persona bastante insegura.
Esa era mi forma de ser, yo actuaba como si fuera fuerte y todo el mundo pensaba
que yo era fuerte, nadie se daba cuenta de que yo podía estar sufriendo, eso hizo
mi crianza, me hizo ser la cuidadora de todo el mundo de la misma forma que era la
cuidadora de ella. Pero ya lo he resuelto , quiero decir con Ceci, las formas en las
que me ha afectado, ahora simplemente tomo todo lo que mi madre hacía, y hago lo
contrario (16) . Como ayer, vino a cenar y le dije: Madre si no te gustan las cebollas
a la crema, no las comas, no necesito que me lo digas cada vez que las hago, eso
es algo que no necesito...
La relación con mis padres en la infancia...Me temo que no recuerdo mucho de eso,
como que he dejado todo eso de lado...Creo que soy un tipo de escapista. Quiero
decir que trato de ser positiva y no pensar en mi niñez en general, bueno, trato de
pensar bien de mis padres. Así que en eso es en lo que trato de fijarme y es más
difícil recordar las cosas negativas. Deme otro minuto..... Vamos a ver, la idea de mi
padre de la familia era que él tenía que contribuir a nuestra seguridad económica, yo
sé que él tenía que haber hecho más. Mi madre.... era una buena persona pero no
me calmaba cuando yo estaba angustiado, y.....
Al decir que tiene dificultad al recordar su infancia y que ha dejado esta de lado y
que –en sus propias palabras—es una “escapista” que trata de ver las cosas
positivas de sus padres y no recordar las negativas, un codificador inexperto podría
tender a pensar que esta persona debería ser colocada en la categoría de los que
se desentienden. Nótese sin embargo, que no ha violado significativamente la
consistencia interna porque trata de contarnos e intenta mantenerse positiva con
respecto a su madre y también nos cuenta que la relación temprana no fue de
hecho positiva. En el nivel más básico su lenguaje implica que es demasiado
consciente de sus propios esfuerzos de ser positiva con nosotros para identificar
violaciones de la verdad desconectadas o inconsistencias manifiestas del tipo de las
que vimos en el interlocutor que de hecho era de los que se desentienden.
Finalmente, su afirmación sobre su dificultad para recordar su niñez no la utiliza
para bloquear el discurso, sino se mantiene colaboradora y no viola la cantidad.
La “Entrevista de Apego del Adulto” es famosa, sobre todo, por sus correlatos
externos -por ejemplo, su capacidad para predecir la sensibilidad parental y también
para predecir la conducta del infante en la situación extraña frente al interlocutor, y
para discriminar entre muestras clínicas y no-clínicas. Sin embargo las
características de la EAA como herramienta de evaluación (ej. sus propiedades de
medida o psicométricas) han sido evaluadas en una serie de estudios y han
demostrado una sorprendente fiabilidad y validez (ver Hesse 1999, para una
revisión). Por ejemplo la organización del apego del adulto ha sido encontrada
altamente estable cuando se administra la entrevista al mismo individuo a lo largo
de periodos de tiempo que van de dos meses hasta cuatro años; el acuerdo entre
jueces en lo que respecta a la clasificación también ha resultado satisfactorio; y las
respuestas a la entrevista no varían si cambiamos al entrevistador.
Estos hallazgos implican, por supuesto, que diferentes estados mentales por parte
de los progenitores con respecto al apego predicen diferentes patrones de crianza
(cuidado). Si éste fuera el caso, los padres seguros-autónomos deberán ser más
sensibles y responder más a sus infantes que los padres inseguros, y en el resumen
de van Ijzendoorn (1995), las entrevistas seguras-autonomas en varias muestras
resultaron poder predecir crianza sensible y con respuesta hacia sus retoños, tanto
por los padres como por las madres.
El desarrollo de la EAA estaba anclado en la respuesta de los infantes en la
situación extraña en una muestra de clase media de bajo riesgo. Por lo tanto, no
podía esperarse que también pudiese servir para distinguir unos individuos de
poblaciones con problemas psicológicos de otros tipos de poblaciones. Sin
embargo, ahora ha sido demostrado repetidas veces que las proporciones de
transcripciones juzgadas como seguras-autonomas en tales muestras es
sorprendentemente pequeña, (aproximadamente 8%, frente al 45 % o más en las
muestras controles), aunque los investigadores hayan realizado “a ciegas” las
transcripciones del estatus psiquiátrico y hayan excluido pacientes con dificultades
orgánicas y con trastornos de pensamiento (van Ijzendoorn y Bakermans-
Kranenburg 1996). Otros estudios han encontrado inseguridad en la mayoría de las
madres de niños con problemas clínicos (teniendo en cuenta que los trastornos de
los niños no sean de base predominantemente biológica), en criminales, en
individuos violentos o abusivos y en juventudes alemanas de extrema derecha (ver
Hesse 1999b para un resumen).
Me gustaría considerar brevemente el futuro del campo del apego (ver también
Main, 1999). Hasta ahora, la mayoría de los investigadores que trabajan con
poblaciones humanas han estado involucrados en describir, clasificar y predecir
conducta (en su sentido más amplio), más que en tratar de intervenir en ella. Esto
ha sido una empresa necesaria, pero los descubrimientos que he revisado aquí son,
sin quitarles su gran importancia, en su mayor parte correlacionales. La próxima
fase en el desarrollo de este campo será poner a prueba nuestra comprensión de
estos fenómenos observados intentando controlarlos y alterarlos. En esta tarea, por
ejemplo los clínicos pueden aumentar nuestra comprensión del apego inseguro
explorando la posibilidad de intervenir para ayudar a los individuos inseguros a
lograr estados de seguridad. Con este fín, la Entrevista de Apego del Adulto está
siendo utilizada ahora como una valoración del estatus del paciente antes de la
terapia (ver Korfmacher et al. 1997) o, cuando se combina con tests posteriores,
como una evaluación de su efectividad (ver por ejemplo, Diamond et al. 1999 y
Fonagy et al. 1996). Aunque el apego inseguro no puede proveer una explicación
completa del surgimiento de dificultades clínicas o de tendencias criminales, la
capacidad para ayudar a los individuos a desarrollar un estado mental seguro con
respecto a sus historias de apego podría actuar como un factor protector y facilitar
más cambio positivo (ver Schuengel, van Ijzendoorn, y Bakermans-Kranenburg,
1999).
Otra nueva dirección para el campo del apego será sin duda definida por el
crecimiento de nuestra comprensión de la neurociencia, y probablemente surgirán
estudios para evaluar las diferencias en el estatus de apego combinados con
evaluaciones de fisiología, imágenes del cerebro y genética de la conducta (Main,
1999). Dichos estudios serán más útiles si no nos limitamos a simplemente tratar de
identificar “el” cerebro o sus correlatos fisiológicos de apego inseguro frente a
seguro sino si en su lugar incluimos valoraciones del estatus neurológico y/o
fisiológico hechos antes de una intervención clínica exitosa.
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Mary Main: profesora de Psicología, Universidad de California.
Este trabajo está dedicado a la memoria de Alvin Goren (1927-1996), miembro docente del Instituto
Psicoanalítico de San Francisco. La autora desea agradecer a la American Psychoanalytic
Foundation, a la Kohler-Stiftung Foundation, a la Harris Foundation y a la Sengstack Foundation por
su aporyo. Está agradecida a Erik Hesse por la crítica de este manuscrito, y a Diana Diamond por
sus esfuersos enseñarle a escribir para esta nueva audiencia.
El trabajo está basado en una introducción al campo del apego presentado en la reunión de otoño de
la American Psychoanalytic Association, 20 de Diciembre de 1997.