La violencia como un momento en la filosofía de la praxis de Sánchez Vázquez
La principal preocupación de Sánchez Vázquez en su filosofía es la necesidad de la
transformación de mundo. Es por esto que va a intentar ofrecer elementos, partiendo de su influencia marxista, para poder dar cuenta, de manera eficaz, de la transformación de mundo en el contexto específico que le toca vivir. Es justamente este contexto el que lo va a llevar a pensar en la violencia remitiéndose tanto a la filosofía de Marx como a sus condiciones propias. Así, con dichas preocupaciones en mente, Sánchez Vázquez critica la concepción convencional que se tiene de la práctica, ya que, en general, ésta es entendida como una escisión entre el sujeto y el objeto que aquel produce. Esto quiere decir que el objeto fruto de la producción del sujeto se desprende de éste, adoptando así una función que nada tiene que ver con quien lo produjo. Por ello, Sánchez Vázquez rechaza el concepto de práctica entendido en su sentido convencional, para proponer, en su lugar, el de praxis, esto es, una práctica que no tienda hacia otra cosa más que a sí misma, que se sostenga por sí misma. Un producto que nutra a su propio productor, que sea útil a los individuos que ejercen la práctica, o por decirlo de otra forma, una práctica que tienda hacia la humanización. Por lo tanto, la materia prima de la praxis serán las relaciones sociales. En Filosofía y circunstancias Sánchez Vázquez ofrece una explicación acerca de su forma de entender el materialismo dialéctico. En efecto, él explica cómo es que tanto el materialismo vulgar como el idealismo resultan ineficaces para dar cuenta de una práctica más humana, de una praxis. Por un lado, explica que el materialismo vulgar no logra dar cuenta de esto debido a que su perspectiva se centra únicamente en la lucha de clases, dejando de lado la teoría, lo cual trae como consecuencia una filosofía deshumanizadora que cosifica a los individuos. Por otro lado, rechaza el idealismo debido a que desde tal perspectiva se concibe la actividad como puramente especulativa, dejando de lado así, la realidad tangible. Por lo anterior, su filosofía de la praxis va a buscar la fusión entre idealismo y materialismo, otorgándole un papel principal al materialismo. Justificará entonces esta fusión aludiendo a que para entender las relaciones sociales, tanto práctica material como teoría se necesitan mutuamente. La práctica material necesita a la teoría debido a que ésta constituye su criterio de verificación, esto es, no la deja perderse en la especulación y le otorga un carácter tangible; mientras que la práctica material necesita a la teoría debido a que ésta la dota de movimiento en tanto que le hace perseguir motivos y metas específicas, esto es, la humaniza. Así, con esta forma de entender el materialismo dialéctico va a tratar de pensar la violencia. Sánchez Vázquez reconoce que en la época en la que vive, debido a que impera la lógica del lucro y la propiedad privada que se refleja en la opresión de ciertos grupos sociales, la violencia se encuentra normalizada, se ha convertido en una forma de vida. Es por esto que la llama una violencia silenciosa, porque no llama la atención, nadie voltea a verla como algo fuera de lo común. Teniendo este contexto peculiar en cuenta, Sánchez Vázquez analiza la naturaleza de la violencia, identificando su carácter instrumental, lo cual quiere decir que es incapaz de valerse por sí misma, porque sólo adquiere un sentido siempre y cuando se encuentre justificada por un fin ajeno a ella misma. Dicho carácter instrumental puede entenderse de dos maneras: como una relación entre un activo y un pasivo, esto es, una subjetividad violentando a un objeto que no ejerce resistencia alguna, que se encuentra ahí dispuesto para ser transformado por el agente –este es el caso del artista en relación con su materia prima–, así como aquella que tiene como materia prima las relaciones sociales (filosofía de la praxis), en la que no existe la pasividad, sino que ambos participantes, en tanto que son subjetivos, pueden cumplir un papel activo. Otro aspecto importante a resaltar de la violencia es su relación con la práctica revolucionaria. Esta relación no es necesaria, son dos elementos que surgen en momentos específicos y con direcciones propias que pueden confluir, pero no en cualquier escenario se necesitan mutuamente. Sin embargo, en el contexto ya mencionado, en tanto que, como ya vimos, es un escenario en el que la violencia impera, el uso de la violencia se encuentra plenamente justificado con el fin de acabar con la violencia ya existente. Esto debido a que una revolución no violenta en las circunstancias ya descritas no serviría de nada dado que no sería capaz de ejercer ningún tipo de resistencia ante la violencia imperante. Por lo tanto, se convertiría en cómplice de la misma, cumpliendo un papel pasivo como la materia prima del artista dispuesta a ser transformada. Aun así, aunque la violencia resulte necesaria en el contexto mencionado por Sánchez Vázquez para hacer frente a la violencia normalizada, como ya se vio, ésta debe cumplir un papel meramente instrumental; no debe instaurarse un nuevo escenario en el que impere esta nueva violencia. Por el contrario, esta violencia de resistencia debe constituir tan sólo un momento en el movimiento dialéctico de la praxis, debe existir únicamente con el fin de eliminar la violencia que cosifica la vida humana y seguir el curso de la praxis, cuya dirección, en tanto que su materia prima son las relaciones sociales, tiende hacia la humanización.