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ALMERIENSIS

Revista miscelánea de Teología, Ciencias Religiosas y Humanidades


Centro de Estudios Eclesiásticos e Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Almería
Volumen XI • Año 2018 • Número 2

SEPARATA

CRISTO ÚNICO SALVADOR.


LA DECLARACIÓN «DOMINUS IESUS»
FRANCISCO SIMÓN CONESA FERRER
Almeriensis vol. XI, n. 2 (2018) 279-310

CRISTO ÚNICO SALVADOR


La Declaración Dominus Iesus

MONS. FRANCISCO SIMÓN CONESA FERRER


Obispo de Menorca

SUMARIO
1. Introducción
2. Contexto y motivación de la Declaración «Dominus Iesus»
3. Valor doctrinal de la Declaración
4. Antecedentes del documento
5. Líneas principales de la Declaración
6. Jesucristo, salvador único y universal
7. La salvación por medio de la Iglesia
8. Valoración de la Declaración

RESUMEN: Tomando como punto ABSTRACT: Taking as a starting point


de partida las reacciones que sus- the reactions that the declaration
citó la declaración Dominus Iesus Dominus Iesus aroused, the con-
se examina el contexto de este do- text of this document, its doctrinal
cumento, su valor doctrinal y los value and the background in other
antecedentes en otros documentos documents of the Magisterium of
del magisterio de la Iglesia. Segui- the Church are examined. Next,
damente se analizan sus principa- its main affirmations in relation to
les afirmaciones en relación con la salvation are analysed. In relation
salvación. En relación con la cris- to Christology, the document re-
tología el documento responde a sponds to three serious soteriolog-
tres graves problemas soteriológi- ical problems: the consideration of
cos: la consideración de Jesucristo Jesus Christ as a complementary
como un salvador complementario, Savior, the separation of the eter-
la separación del Verbo eterno y el nal Word and the Incarnate Word
Verbo encarnado y la separación de and the separation of the action
la acción de Verbo y la acción del of the Word and the action of the
Espíritu Santo. En los capítulos Holy Spirit. In the ecclesiological

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FRANCISCO S. CONESA FERRER

eclesiológicos la declaración sos- chapters the declaration holds


tiene que la Iglesia es sacramento that the Church is a universal sac-
universal de salvación y, aun acep- rament of salvation and, even ac-
tando que el bien y verdad presente cepting that the good and truth
en las religiones puede ser camino present in religions can be a way of
de salvación, se niega que las reli- salvation, it denies that religions in
giones en sí mismas sean vías de themselves are paths of salvation.
salvación.

PALABRAS CLAVE: Dominus Iesus, Ma- KEY WORDS: Dominus Iesus, Magis-
gisterio Eclesiástico, Sacramento terium of the Church, Universal Sa-
Universal de Salvación, Cristología, crament of Salvation, Christology,
Religiones. Religions.

1. INTRODUCCIÓN

La reacción de la prensa ante esta Declaración fue furibun-


da1. Como lamentablemente suele ser habitual, no atendieron a
los argumentos con que fue presentada, ni al contexto o motiva-
ciones de la declaración. Los titulares de la prensa internacional
fueron demoledores. The Angeles Times (6-9-2000), por ejemplo,
titulaba: «El Vaticano declara que el catolicismo es la única vía
de salvación». En otros diarios encontramos titulares como: «La
Iglesia cierra las puertas al diálogo», «Ratzinger, la ira de los pro-
testantes», «Así el Cardenal sabotea las aperturas de Wojtyla».
Sorprende, en primer lugar, que un documento teológico
como Dominus Iesus suscitara tanto interés por parte de la opi-
nión pública. Me temo que los medios de comunicación aprove-
charon la ocasión para lanzar una invectiva contra la Santa Sede
y, especialmente, contra el temido cardenal alemán que estaba
al frente de lo que repetidamente llamaban «Ex-Santo Oficio».
Es también llamativa la superficialidad con que fue tratado el

1
Sobre la recepción del documento cf. A. AMATO, La Dominus Iesus e la re-
cezione del Magistero, en http://www.clerus.org/clerus/dati/2002-01/14-999999/
DomIesus.html [acceso: 23/7/2018]; R. FISICHELLA, «Ricezione ecclesiale della
Dominus Iesus», PATH 1/2 (2002) 173-182.

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CRISTO ÚNICO SALVADOR. LA DECLARACIÓN DOMINUS IESUS

tema, recortando su contenido a las afirmaciones sobre ecume-


nismo, las cuales fueron presentadas en tono alarmista. Todas
estas críticas desproporcionadas influyeron, como es evidente,
en la recepción del documento por parte de los católicos y de los
cristianos de otras confesiones.
En el mundo católico hubo diversos pronunciamientos en
contra. Especialmente crítico fue un manifiesto titulado «Ante
la declaración Dominus Iesus» suscrito por 73 teólogos, en su
mayoría españoles, encabezados por Hans Küng, John Sobrino
y Leonardo Boff. También los teólogos católicos belgas de len-
gua francesa lamentaron el tono y contenidos de la Declaración.
Las comunidades protestantes se sintieron especialmente
molestas porque el documento afirma que «no son Iglesia en
sentido propio» (DI 17). La Federación protestante de Francia
emitió un comunicado en el que expresaba su sorpresa por esta
afirmación. Y decían: «No es que esta afirmación sea nueva, Pero
¿por qué repetirla hoy?». Otra crítica común fue que la Decla-
ración hacía una interpretación restrictiva de la doctrina del
concilio Vaticano II, ignorando los progresos realizados en el
diálogo ecuménico desde entonces.
En España, la Federación de Entidades Religiosas Evangéli-
cas de España (FEREDE), se sumó a estas críticas mediante un
comunicado en el que manifestaba su «dolor por una postura
en la que no sólo se busca afirmar la identidad católico-romana,
sino en la que también se niega la identidad y condición de Igle-
sia al movimiento cristiano protestante».
No es objetivo nuestro hacer una reseña de las reacciones a
Dominus Iesus. Valgan estos ejemplos para mostrar lo compli-
cada y convulsa que fue la recepción de este documento. Sin
embargo, hay que decir que, a pesar de toda esta campaña mediá-
tica, el documento era necesario, fue oportuno y sigue teniendo
vigor. Para comprenderlo, es preciso abstraerse de las reacciones
viscerales y leerlo con atención2. Con el fin de introducirnos en

2
Este es precisamente el método contrario al que propugna Knitter, se-
gún el cual, dado el amplio rechazo que ha suscitado, no es necesario analizar

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el documento, nos fijaremos en el contexto del mismo, en su val-


or doctrinal y en los antecedentes magisteriales. En un segundo
momento examinaremos el contenido de las principales afirma-
ciones teniendo especialmente en cuenta lo que se dice acerca
de la salvación, que es el tema central de estas conferencias. Al
final, intentaremos hacer un balance, señalando sus luces y tam-
bién algunos puntos más débiles.

2. CONTEXTO Y MOTIVACIÓN DE LA DECLARACIÓN «DOMINUS IESUS»

El documento Dominus Iesus hay que entenderlo desde el


contexto que lo motivó: el debate contemporáneo sobre la re-
lación entre el cristianismo y las religiones no cristianas y la
afirmación, difundida por la llamada «teología pluralista de
las religiones», de que todas las religiones son vías igualmen-
te válidas para la salvación. La consecuencia inmediata de esta
posición es el debilitamiento de la missio ad gentes, que queda
sustituida por el diálogo.
En la presentación del documento, el Cardenal Ratzinger ha-
cía referencia explícita a este relativismo, que se extiende no sólo
en los círculos teológicos, sino que alcanza también a la opinión
pública, considerando «que todas las religiones constituyen para
sus seguidores caminos igualmente válidos de salvación»3. El
Cardenal ya había tenido una intervención importante advirtien-
do de este peligro, publicada en L’Osservatore Romano en 1996 y
que tenía por título «Situación actual de la fe y de la teología»4.
La declaración intenta responder a un desafío que no pro-
viene de fuera, sino que ha surgido en el interior mismo del

el contenido, cf. P. F. KNITTER, «Dominus Iesus and the Hermeneutics of Re-


ception», Jeevadhara: A Journal for Socio-Religious Research 31 (2001) 183.
3
J. RATZINGER, Contexto y significado de la Declaración Dominus Iesus, en
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración Dominus Iesus (Madrid
2000) 10.
4
J. RATZINGER, Sobre la situación actual de la fe y de la teología, en
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/incontri/rc_con_
cfaith_19960507_guadalajara-ratzinger_sp.html [acceso: 17/8/18].

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CRISTO ÚNICO SALVADOR. LA DECLARACIÓN DOMINUS IESUS

cristianismo. Es el desafío que proviene de aquellas teologías


que reaccionan al hecho de pluralidad de religiones equiparando
el valor de todas y otorgándoles idéntico valor salvífico. Desde
el punto de vista cristiano esto no se puede hacer sin negar la
unicidad de la mediación salvífica de Jesucristo y, relativizar el
significado de la Iglesia. En último término esta posición lleva a
problematizar o, incluso, negar, la conciencia de fe cristiana so-
bre la encarnación del Hijo de Dios y sobre la unicidad y carác-
ter absoluto de la salvación de la humanidad entera en el único
mediador Jesucristo, lo que comporta la negación del cristianis-
mo en sus raíces.
La declaración pretende «llamar la atención» y «ayudar a la
reflexión teológica» (DI 3), iluminando las discusiones sobre el
valor de las religiones. Se trata, por eso, de un documento pensa-
do para los cristianos y no para el ecumenismo ni para el diálogo
con los miembros de otras religiones (cf. DI 3). Pretende estable-
cer los grandes axiomas o principios teológicos que debe tener
en cuenta una teología cristiana de las religiones, ayudando al
«discernimiento teológico» (DI 1). La declaración no pretende
paralizar la reflexión teológica sobre las religiones, pero sí que
señala unos cauces y unos límites.

2.1. La teología pluralista de las religiones


La llamada «teología pluralista de las religiones» tomó fuer-
za, sobre todo, en los años 80 del siglo pasado. Esta teología
sostiene que las religiones son sólo intentos parciales de captar
lo Absoluto, intentos condenados de antemano a no poder com-
prehenderlo tal cual es. Por ello se afirma que todas las formas
históricas de religiosidad tienen un mismo valor, una misma dig-
nidad y significado. Las diferentes religiones serían expresiones
diferentes de un conocimiento y experiencia de Dios que es co-
mún a muchas tradiciones.
Los principales autores partidarios de esta posición, auto-
denominada «pluralista», son bien conocidos. A la cabeza del
movimiento se sitúa el filósofo de la religión presbiteriano John

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Hick (1922-2012), quien valiéndose de la distinción kantiana


entre fenómeno y noúmeno, sostiene que la realidad divina tal
como es en sí (aspecto nouménico) es inaccesible al hombre; lo
que las religiones aprehenden son diferentes aspectos del noú-
meno divino único que no puede ser conocido en sí mismo. Cada
religión capta y configura la realidad divina según la cultura en
la que está inserta, lo que da lugar tanto a concepciones per-
sonales como impersonales de lo divino5. Según la «hipótesis
pluralista» «las grandes fes mundiales suponen percepciones di-
ferentes y concepciones distintas de lo Real —y, por ello, distin-
tas formas de responder a lo Real— según las diversas maneras
de ser humano»6.
De acuerdo con estos principios, Hick sostiene que todas las
religiones son igualmente revelatorias (y, por ello, igualmente
verdaderas) y todas ellas son caminos de salvación. No hay nin-
guna religión que pueda sostener tener la revelación definitiva de
Dios, pues todas contienen aspectos parciales de la revelación.
Según Hick, en distintas partes del mundo surgen distintas ex-
periencias revelatorias, que son vividas como trascendentes. El
contenido de estas experiencias se conceptualiza y se expresa
según la propia cultura. Pero ninguna experiencia es completa
ni última; nadie tiene un acceso privilegiado a la realidad divina.
Es más, si alguna pretendiera ser la revelación definitiva de la
realidad divina habría que rechazarla como totalitaria e impe-
rialista.
Desde el punto de vista cristiano estas afirmaciones sólo son
sostenibles si negamos el carácter definitivo de la revelación
en Cristo, es decir, si cuestionamos la divinidad de Jesucristo.
Pues bien, esto es lo que hace Hick. Para este autor la doctrina
de la encarnación es sencillamente un mito junto a otros, una

5
La propuesta de Hick se remonta a J. HICK, God and the Universe of
Faiths: Essays in the Philosophy of Religion (Londres 1973); es desarrollada en
ID., An Interpretation of Religion (Londres 1989).
6
Ibid., 240.

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metáfora que no debe ser tomada literalmente7. La confesión de


la divinidad de Jesús es una figura mítica para expresar que en
él podemos encontrar a Dios y que es capaz de transformar la
existencia humana. Hablar de «encarnación» es usar una metá-
fora con la que nos referimos al hecho de que una vida humana
ha sido vivida como respuesta a Dios. En consecuencia, se pue-
de hablar de una pluralidad de encarnaciones de Dios y, consi-
guientemente, de una pluralidad de mediadores y mediaciones
salvíficas. Por ello, Hick invita a abandonar el cristocentrismo y
«pasar el Rubicón», dejando de lado toda pretensión de exclusi-
vidad que —según afirma— conduce a la intolerancia y el funda-
mentalismo. Es preciso realizar una «revolución copernicana» y
dejar de considerar a Cristo como la única fuente de salvación.
Otro de los adalides de esta posición pluralista es Paul Knitter
(n. 1939), quien sigue a Hick en su opción pluralista y teocén-
trica, pero pone el acento en la praxis, intentando realizar una
síntesis entre la teoría pluralista de las religiones y la teología de
la liberación8. Knitter sostiene que el lugar teológico del diálo-
go no es Dios sino el hombre, al que hay que liberar mediante
una praxis adecuada. Propone superar tanto el eclesiocentrismo
como el cristocentrismo y el teocentrismo avanzando hacia un
«kingdom-thentrism» o «soterio-centrismo». Según este autor, el
problema no es de qué modo se refiere cada una de las religiones
a la Iglesia, a Cristo o a Dios, sino de qué modo está comprome-
tida en la promoción del bienestar humano («human welfare»)
y en el ofrecimiento de la liberación de los pobres. Los criterios

7
Cf. ID., Jesus and the World Religions, en ID. (ed.), The Myth of God In-
carnate (Londres 1977) 167-185; ID., The Metaphor of God Incarnate (Londres
1993). Es significativo que diez años después de editar el libro sobre el mito
del Dios encarnado, Hick editara un nuevo libro titulado The Myth of Christian
Uniqueness (Londres 1988) cuyo original es de 1987.
8
Cf. P. F. KNITTER, Toward a Liberation Theology of Religions, en J. HICK – P.
F. KNITTER (eds.), The Myth of Christian Uniqueness (Londres 1988) 192. Otras
obras significativas del autor son P. F. KNITTER, No Other Name? A Critical Sur-
vey of Christian Attitudes towards the World Religions (Nueva York 1985); ID.,
One Earth Many Religions (Nueva York 1995).

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FRANCISCO S. CONESA FERRER

de distinción entre las religiones no son, por tanto, doctrinales,


sino prácticos; dependen de su eficacia soteriológica humani-
zante. Los cristianos no necesitan saber si Jesucristo es el único
salvador universal para comprometerse en la promoción de la
salvación. Por el contrario, es la ortopraxis la que constituye el
criterio último de valoración de una religión.
En consecuencia, Knitter propone una concepción no abso-
lutista de la unicidad de Cristo y habla de una «unicidad com-
plementaria» con otros mediadores religiosos. Jesús sería único
junto a otros únicos liberadores. Por ello, dice, «el budismo y el
hinduismo pueden ser tan importantes en la historia de la sal-
vación como pueda serlo el cristianismo, y otros reveladores y
salvadores pueden ser tan importantes como Jesús de Nazaret»9.
La universalidad y unicidad de Cristo no sería exclusiva ni inclu-
siva, sino complementaria. En otros escritos este autor habla de
una «unicidad relacional» de Cristo: «Jesucristo —dice— es un
Verbo que sólo puede ser entendido en la conversación con otros
Verbos»10.
A Knitter y Hick se ha venido a sumar un buen número teólo-
gos tanto católicos como protestantes, que sostienen posiciones
similares, aunque algunas son más matizadas. Como Pannen-
berg ha hecho notar, no es nuevo que se den este tipo de posicio-
nes relativistas, «lo que es nuevo es que esta situación se tome
en serio dentro de las discusiones de la teología cristiana y se
sienta por muchos teólogos como un reto para lo que han sido
los fundamentos de la doctrina cristiana a través de los siglos»11.
Entre nosotros esta posición pluralista fue sostenida por Rai-
mon Panikkar (1918-2010), sobre todo en sus últimos escritos12.

9
P. KNITTER, «La teología de las religiones en el pensamiento católico»,
Concilium 203 (1986) 126; vid. ID., No Other Name? A Critical Survey of Chris-
tian Attitudes toward the World Religions, cit.
10
P. F. KNITTER, Jesus and the Other Names (Nueva York 1996) 80.
11
W. PANNENBERG, El pluralismo religioso y pretensiones de verdad enfrenta-
das, en G. D’COSTA (ed.), La unicidad cristiana reconsiderada (Bilbao 2000) 170.
12
El cambio desde una primera posición rahneriana a una perspectiva
«pluralista» se percibe en la edición inglesa revisada de una de sus obras: R. PA-

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CRISTO ÚNICO SALVADOR. LA DECLARACIÓN DOMINUS IESUS

Panikkar caracteriza a la realidad divina como Misterio. El Mis-


terio está presente por doquier y está activo, revelándose, des-
cubriéndose, aunque permanece esencialmente desconocido. El
cristiano afirma que Cristo es la revelación de Dios, la revelación
del Misterio. Panikkar, a diferencia de Hick, suscribe esta afir-
mación, aunque la reinterpreta. En efecto, este autor recurre a
la antigua cristología del Logos para establecer una distinción
entre el Cristo universal y el Jesús histórico13. Ciertamente Jesús
de Nazaret es el Cristo, pero el Cristo no es solamente Jesús.
Para Panikkar Cristo es el Logos presente en la creación, el prin-
cipio rector del mundo (Pantocrator), el guía interior del corazón
de todo hombre. Ahora bien, hay manifestaciones de este Cristo
universal —cristofanías— en otras religiones. Hay palabras del
Logos en otras tradiciones religiosas; «el cristiano no es el único
instrumento de la revelación divina»14. Dios ha hablado por boca
de otros hombres y por ello, las religiones tienen una validez
propia y ocupan un lugar específico en relación con la salvación.
Aunque para el cristiano, el símbolo más poderoso del Misterio
sea Cristo, en otras tradiciones se le designa con otros nombres
como Rama, Krishna o Purusa.
Merece la pena mencionar, finalmente, la posición del teólogo
católico Jacques Dupuis (1923-2004). Aunque este autor critica
tanto de Hick como de Knitter y se distancia de ellos, en sus úl-
timos escritos y sobre todo en su obra «Hacia una teología del
pluralismo religioso»15 propugna lo que denomina «pluralismo

NIKKAR, The Unknown Christ of Hinduism: Toward an Ecumenical Chistophany


(Londres 21981).
13
Esta distinción aparece especialmente en R. PANIKKAR, The Intra-Reli-
gious Dialogue (Nueva York 1978). En ocasiones se sirve de la cristología del
Kyrios para afirmar que el Señor es Jesús, pero el Señor se manifiesta fuera
de Jesús, cf. R. PANIKKAR, Autoconciencia cristiana y religiones, en R. SCHERER
(coord.), Fe cristiana y sociedad moderna (Madrid 1989) 232.
14
R. PANIKKAR, Autoconciencia cristiana y religiones, cit., 253.
15
J. DUPUIS, Towards a Theology of Religious Pluralism (Nueva York 1997).
Cf. un análisis de su pensamiento en G. URIBARRI, La singular humanidad de
Jesucristo. El tema mayor de la cristología contemporánea (Madrid 2008) 277-
337.

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FRANCISCO S. CONESA FERRER

inclusivo». Según Dupuis, el lenguaje de tipo absoluto no es ade-


cuado para hablar de Cristo. La revelación en Cristo es finita y
limitada y su mediación es «relacional», pues es relativa a la que
realizan otros mediadores. La clave de esta posición está en la
tesis de que la conciencia humana de Jesús, aun cuando sea la
conciencia del Hijo de Dios, es una conciencia humana y, por
tanto, limitada. Dupuis realiza una separación entre la humani-
dad y la divinidad, atribuyendo la limitación a la humanidad de
Jesús y la plenitud a la divinidad, olvidando que es todo el sujeto,
el Hijo encarnado, quien realiza la redención.
Poco después de la declaración Dominus Iesus, la Congrega-
ción para la Doctrina de la Fe emitió una notificación poniendo
de relieve las ambigüedades de su pensamiento y subrayando
que «el operar salvífico del Verbo actúa en y por Jesucristo, Hijo
encarnado del Padre, cual mediador de la salvación de toda la
humanidad»16.

2.2. Presupuestos de la teología pluralista de las religiones


Estas afirmaciones relativistas hunden sus raíces en un am-
biente general que es descrito de un modo conciso en el número 4
de la Declaración. El relativismo teológico ha crecido en un «hu-
mus» compuesto de supuestos tanto filosóficos como teológicos.
En primer lugar, los principales supuestos filosóficos se refie-
ren a la pérdida de la verdad que se advierte en el pensamiento
contemporáneo. La Encíclica Fides et Ratio (14-9-1998), llamó
ya la atención sobre este problema, señala que vivimos en un
ambiente de «desconfianza hacia las afirmaciones globales y
absolutas»17, que da lugar al escepticismo y la indiferencia. La
«desconfianza» en la verdad y la renuncia a alcanzarla no es algo

16
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Notificación a propósito del libro
del Rvdo. P. Jacques Dupuis, S.J., Hacia una teología cristiana del pluralismo
religioso (14 de enero de 2001), n. 2.
17
JUAN PABLO II, Carta encíclica sobre las relaciones entre fe y razón, Fides
et ratio (14 de septiembre de 1998) n. 56.c.

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CRISTO ÚNICO SALVADOR. LA DECLARACIÓN DOMINUS IESUS

que afecte sólo a los filósofos, sino que se trata de una convic-
ción tan difundida que ha llegado a ser una mentalidad común18.
En este ambiente, la verdad se ha convertido en algo relati-
vo a cada persona y el consenso en la única fuente admitida de
acuerdo sobre la verdad19. Cualquier afirmación de la verdad se
considera sospechosa y un atentado contra la democracia y la
tolerancia. Se impone, entonces, el relativismo, la consideración
de que sólo hay opiniones, pero no una verdad objetiva y uni-
versal. La verdad se disuelve en el diálogo. Como sabemos muy
bien, la lucha contra la imposición de este relativismo fue una de
las claves del pontificado del Papa Benedicto XVI, quien desde el
inicio de su ministerio denunció «la dictadura del relativismo»,
«que no reconoce nada como definitivo y que deja como última
medida sólo el propio yo y sus antojos»20.
El relativismo es una respuesta fácil ante la multiplicidad de
ofertas religiosas que existen. Este relativismo se puede presen-
tar de diversas maneras21. A veces se acentúan los aspectos cul-
turales (relativismo cultural) y se afirma que cada religión es la
expresión apropiada de su propia cultura. Este relativismo —que
no es infrecuente en el terreno de las ciencias de las religiones—
se basa en la asunción de que la religión es un subproducto de
la cultura. Existe también un relativismo epistemológico, que
afirma que no podemos conocer ninguna verdad absoluta, sino
solamente lo que es verdadero para nosotros. Por esta razón,
no podemos afirmar de modo universal que el cristianismo es
verdadero. Este tipo de relativismo suele acabar en sincretis-
mo, es decir, en el esfuerzo por combinar las diversas religiones
para reducirlas a un supuesto denominador común. Finalmente,

18
Cf. Ibid., n. 55.
19
Cf. Ibid., n. 56.
20
J. RATZINGER, Homilía en la Misa «pro eligendo pontífice» (18-4-2005),
en http://www.vatican.va/gpII/documents/homily-pro-eligendo-pontifice_2005
0418_sp.html [acceso: 13/1/2019].
21
Cf. M. DHAVAMONY, «Teología de las religiones», en R. LATOURELLE – R.
FISICHELLA – S. PIÉ-NINOT (dirs.), Diccionario de Teología fundamental (Madrid
1992) 1221.

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FRANCISCO S. CONESA FERRER

encontramos lo que se denomina relativismo teológico. En esta


perspectiva se critica la arrogancia soteriológica del cristianis-
mo y se sostiene que todas las religiones son simplemente sen-
deros distintos hacia la misma meta. Por eso el sendero que uno
elige es tan sólo asunto de preferencia personal.
En segundo lugar, junto a este supuesto de orden general, la
Declaración destaca también algunos presupuestos teológicos
que están en el trasfondo del relativismo. Destaco tres que me
parecen particularmente relevantes.
Por un lado, lo que se ha denominado «biblismo», es decir, la
identificación de la palabra de Dios sólo con la Sagrada Escritu-
ra y la consiguiente lectura de la Escritura fuera de la Tradición
de la Iglesia. Esta posición, que es descrita por Fides et Ratio
como una forma de fideísmo peligrosa, realiza una lectura des-
encarnada de la Escritura22 y ha sido difundida en el ámbito teo-
lógico por influencia especialmente de la exégesis protestante.
Otro presupuesto teológico es la afirmación de la inefabilidad
de Dios, hasta el extremo de que ni siquiera en su revelación al-
canzaríamos la verdad sobre Dios. De esta manera, Dios perma-
nece siempre inaferrable. Las religiones serían distintos intentos
por conceptualizar a Dios, por intentar alcanzarle, sin lograrlo
nunca. Pero todas serían senderos hacia la misma meta. En este
punto ha influido especialmente la teología negativa de Asia. Al-
gunos teólogos de la India, apoyándose en lo que denominan
«concepción oriental de la verdad», sostienen la necesidad de
desabsolutizar toda verdad. Supuestamente tal visión oriental
consideraría que la verdad está siempre sujeta a los límites hu-
manos, frente a la concepción dogmática propia de los griegos
y occidente.
Finalmente, para poder mantener la opinión de que todas las
religiones son iguales se resta también valor ontológico al mis-
terio de la Encarnación. Así resulta más fácil equiparar el valor
de todas las religiones. La Encarnación sería un mero aparecer
de Dios en la historia, siendo posible diversas «encarnaciones»

22
Cf. Fides et Ratio, n. 55.

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CRISTO ÚNICO SALVADOR. LA DECLARACIÓN DOMINUS IESUS

de Dios. El concepto de «encarnación» tendría —como hemos


visto— un valor simbólico o metafórico, que no debería ser in-
terpretado desde una perspectiva metafísica.
Desde estos presupuestos se elabora una teología que o bien
arroja la duda o bien niega simplemente la verdad y la universa-
lidad salvífica de la revelación cristiana, del misterio de Cristo y
de la Iglesia (cf. DI 4). Para responder a ella es preciso remitir-
se a la revelación cristiana, a la que corresponde el primado en
teología y, desde ella, discernir las diversas posiciones en torno
a las religiones.

3. VALOR DOCTRINAL DE LA DECLARACIÓN

Conviene señalar cuál es el valor doctrinal de esta Declara-


ción, un tema que fue ya abordado en la presentación de la mis-
ma. Estamos ante un documento emitido por una Congregación
vaticana. Como sabemos, ningún documento emitido por una
Congregación es infalible, porque las Congregaciones no son ór-
ganos del magisterio definitivo. Sin embargo, este documento
tiene una autoridad singular porque concluye con una apostilla
en la que dice que el Sumo Pontífice Juan Pablo II, «con ciencia
cierta (scientia cierta) y con su autoridad apostólica (apostolica
sua auctoritate), ha ratificado y confirmado esta Declaración».
La aprobación específica del Santo Padre hace de ella —dice
Ratzinger— «un testimonio autorizado» y «base doctrinal irre-
nunciable que ha de guiar, inspirar y orientar tanto la reflexión
teológica como la acción pastoral y misionera de todas las comu-
nidades católicas diseminadas por el mundo»23. La aprobación
pontificia sitúa a la Declaración en el magisterio ordinario del
Papa. «Aun no siendo un acto propio del Magisterio del Sumo
Pontífice, —explica Bertone— refleja sin embargo el pensamiento

23
J. RATZINGER, Contexto y significado de la Declaración Dominus Iesus, en
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración Dominus Iesus (Madrid
2000) 15.

291
FRANCISCO S. CONESA FERRER

de éste, al haber sido explícitamente aprobado y confirmado por


el Papa»24.
El documento reafirma la doctrina de la Iglesia y no contiene
ninguna afirmación nueva. En su presentación, Mons. Tarsicio
Bertone, que era Secretario de la Congregación, indica que el
término «declaración» significa que no se pretende enseñar nin-
guna doctrina nueva, sino reafirmar y exponer la fe de la Iglesia,
enseñada ya por el Magisterio25. Su objetivo es «exponer nue-
vamente la doctrina católica» (DI 3), «corroborar las verdades
que forman parte del patrimonio de fe de la Iglesia» (DI 3). En
cuanto que pertenecen al patrimonio de fe de la Iglesia, estas
enseñanzas reclaman un asentimiento definitivo e irrevocable.
Cuando el documento expone puntos de doctrina católica,
usa con frecuencia la expresión «debe ser firmemente creída»
(Cf. DI 5, 7, 10, 11, 13, 14, 16, 20). Con ello no se está realizando
un acto magisterial nuevo, sino que se afirma que esa doctrina se
encuentra en el Magisterio ordinario y universal.
Tras cerca de un mes de reacciones negativas al documento,
con el fin de avalar el contenido de la Declaración, el Papa Juan
Pablo II, en un gesto sin precedentes, intervino personalmen-
te en un Angelus haciendo suya la Declaración, afirmando que
la Dominus Iesus no despreciaba otras religiones, ni negaba la
salvación de los no cristianos, ni renegaba del diálogo ecuméni-
co. Concluía diciendo «espero que esta declaración, que tanto
aprecio, después de tantas interpretaciones equivocadas, cum-
pla finalmente su función clarificadora y, al mismo tiempo, de
apertura»26. El Papa Benedicto XVI ha contado que la iniciativa
de esta intervención fue del mismo Juan Pablo II, el cual deseaba
dejar claro que se identificaba por completo con el contenido de
Dominus Iesus. Cuenta también Benedicto XVI que el texto de la

24
T. BERTONE, Intervención, en CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE,
Declaración Dominus Iesus (Madrid 2000) 17.
25
Ibid., 16.
26
JUAN PABLO II, Angelus (1 de octubre de 2000), en https://w2.vatican.va/
content/john-paul-ii/es/angelus/2000/documents/hf_jp-ii_ang_20001001.html
[acceso: 13/1/2019].

292
CRISTO ÚNICO SALVADOR. LA DECLARACIÓN DOMINUS IESUS

intervención papal fue escrito por él, aunque los comentarios de


algunos fueron que con esta declaración el Papa Juan Pablo II se
distanciaba del Cardenal27.

4. ANTECEDENTES DEL DOCUMENTO

La declaración es el primer documento oficial de la Iglesia


que se ocupa de la doctrina cristiana sobre la unicidad y uni-
versalidad de Jesucristo y de la obra salvadora. Para entenderla,
debe ser situada en el marco de otros documentos que se habían
ocupado del tema, aunque no de modo directo. Destacamos los
más importantes:

4.1. Concilio Vaticano II (1964-1965)


En el concilio Vaticano II encontramos los pilares que permi-
ten edificar una teología de las religiones. La reflexión conciliar
sobre la salvación de los no cristianos se encuentra dispersa en
diversos documentos conciliares y especialmente en los cuatro
que señalaré.
La constitución Lumen Gentium (21 de noviembre 1964) afir-
ma que Dios actúa en el corazón de los hombres y también «en
los ritos y culturas de los pueblos» (LG 17), todo lo cual sirve
de preparación para el Evangelio (cf. LG 16). Esta constitución
dedica un párrafo especial a responder a la pregunta sobre la sal-
vación de los que no han conocido a Cristo. Su afirmación fun-
damental es que «quienes, ignorando sin culpa el Evangelio de
Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón
sincero y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, en cumplir con
obras su voluntad, conocida mediante el juicio de la conciencia,
pueden conseguir la salvación eterna» (LG 17).
En la constitución pastoral Gaudium et Spes (7 de diciembre
de 1965) se retoma esta cuestión, pero en perspectiva cristológica.

27
Cf. BENEDICTO XVI, Últimas conversaciones con Peter Seewald (Bilbao
2016) 217.

293
FRANCISCO S. CONESA FERRER

El número fundamental es el 22 donde se afirma que la salvación


en Jesucristo es una realidad ofrecida por vías misteriosas a to-
das las personas de buena voluntad: «Cristo murió por todos,
y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es
decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu
Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo
Dios conocida (modo Deo cognito), se asocien a este misterio
pascual» (GS 22).
La declaración sobre las religiones no cristianas Nostra aetate
(28 de octubre de 1965), recogiendo las intuiciones de algunos
padres de la Iglesia, habla de la presencia en las religiones de
«un destello de aquella verdad que ilumina a todos los hombres»
(NA 2). El Concilio hace un esfuerzo por reconocer lo que signi-
fican las religiones, a las que mira con actitud abierta y positiva,
valorando «lo que en estas religiones hay de santo y verdadero»
(NA 2).
Finalmente, también el decreto sobre las misiones Ad gentes
(7 de diciembre de 1965) reconoce en las religiones la presencia
de riquezas que Dios ha distribuido de manera generosa (cf. AG
11). «El Espíritu Santo —se afirma— obra ya en el mundo antes
de que Cristo fuera glorificado» (AG 4). La revelación purifica y
eleva lo bueno que hay en las culturas y ritos de los hombres (cf.
AG 9). Una afirmación importante en relación con la salvación
se contiene en el n. 7, donde dice que «Dios, puede conducir por
caminos que Él sabe (viis sibi notis) a los hombres, que ignoran
el Evangelio inculpablemente, a la fe».

4.2. La Encíclica «Redemptoris Missio» (1990)


En la Encíclica de Juan Pablo II Redemptoris Missio, se ofre-
cía ya una respuesta a los desafíos del pluralismo religioso, aun-
que quizás por tratarse de un escrito de temática misionera, tuvo
poco eco. En esta Encíclica se reafirma, en primer lugar, la fe
en Jesucristo como único salvador de toda la humanidad (nn.
4-11). Una afirmación importante se hace en el número 5, cuan-
do se dice que Cristo es el único mediador, pero no se excluye

294
CRISTO ÚNICO SALVADOR. LA DECLARACIÓN DOMINUS IESUS

que puedan existir mediaciones parciales. El texto dice así: «Los


hombres no pueden entrar en comunión con Dios, si no es por
medio de Cristo y bajo la acción del Espíritu. Esta mediación
suya única y universal, lejos de ser obstáculo en el camino ha-
cia Dios, es la vía establecida por Dios mismo, y de ello Cristo
tiene plena conciencia. Aun cuando no se excluyan mediaciones
parciales, de cualquier tipo y orden, éstas sin embargo cobran
significado y valor únicamente por la mediación de Cristo y no
pueden ser entendidas como paralelas y complementarias». Otro
punto importante es el n. 6, donde se reafirma la unidad entre el
Verbo eterno y el Jesús histórico: «Cristo no es sino Jesús de Na-
zaret, y éste es el Verbo de Dios hecho hombre para la salvación
de todos».
La Encíclica aborda otras cuestiones de interés para una teo-
logía de las religiones como la relación entre la Iglesia y el Reino
de Dios (nn. 17-20), la presencia del Espíritu en las iniciativas
religiosas de la humanidad (n. 28) y la importancia del diálogo
interreligioso (nn. 55-57).

4.3. El documento «Diálogo y anuncio» (1991)


«Diálogo y anuncio» es un documento muy clarificador emi-
tido conjuntamente por la Congregación para la Evangelización
de los pueblos y el Pontificio Consejo para el Diálogo interreli-
gioso. En la línea del concilio Vaticano II, el documento presenta
una valoración positiva de las religiones, las cuales testimonian
los esfuerzos de los hombres por responder a los enigmas de la
condición humana (cf. n. 14; 17). Los valores positivos que hay
en ellas —se dice— «han desempañado y siguen desempeñando
un papel providencial en la economía de la salvación» (n. 17).
En relación con la salvación, el documento subraya que el
plan divino de salvación es único y tiene su centro en Cristo (cf.
n. 28). Siguiendo al Concilio señala que por vías que sólo Dios
conoce, el Espíritu Santo puede actuar para que la salvación de
Cristo alcance a quienes no le conocen. «A través de la prác-
tica de lo que es bueno en sus propias tradiciones religiosas,

295
FRANCISCO S. CONESA FERRER

y siguiendo los dictámenes de su conciencia, los miembros de


otras religiones responden positivamente a la invitación de Dios
y reciben la salvación de Jesucristo, aunque no le reconozcan
como salvador» (n. 29). La Iglesia, por su parte, es querida por
Dios como signo e instrumento del plan divino de salvación. Por
eso, los miembros de otras religiones están ordenados y orienta-
dos a la Iglesia (n. 35).

5. LÍNEAS PRINCIPALES DE LA DECLARACIÓN

La declaración Dominus Iesus está escrita y pensada para ha-


cer frente a las corrientes teológicas de tipo relativista. No pre-
tende, por ello, exponer una teología completa de las religiones,
sino recordar «algunos contenidos doctrinales imprescindibles»
(DI 3). Lo hace remitiéndose constantemente a datos de la reve-
lación que deben ser «firmemente creídos». Es un documento
denso, aunque el esquema de exposición es muy sencillo.
En efecto, tras la introducción, en la que se exponen los ob-
jetivos y el motivo de la declaración, se aborda primero la unici-
dad y universalidad salvífica de Jesucristo y, a continuación, la
unicidad y universalidad salvífica de la Iglesia.
Por un lado, la perspectiva cristológica destaca tres conteni-
dos doctrinales. El primero es el carácter definitivo y completo
de la revelación en Jesucristo (nn. 5-8), frente a las teologías que
consideran la revelación cristiana como limitada, incompleta o
imperfecta. La declaración subraya que la revelación es «única,
plena y completa, porque quien habla y actúa es el Hijo de Dios
encarnado» (DI 6). Esta afirmación conlleva dos corolarios28. El
primero es la distinción entre la fe teologal cristiana y la creen-
cia de las religiones. La fe teologal es la acogida de la revelación
de Dios uno y trino; la creencia religiosa responde a la «expe-
riencia religiosa todavía en búsqueda de la verdad absoluta y

28
Cf. la exposición de J. L. SÁNCHEZ NOGALES, «La declaración Dominus
Iesus y el diálogo inter-religioso», en J. PALOS – C. CREMADES (coord.), Diálogos
de teología, vol. III (Valencia 2001) 227-235.

296
CRISTO ÚNICO SALVADOR. LA DECLARACIÓN DOMINUS IESUS

carente todavía del asentimiento al Dios que se revela» (DI 7).


El segundo corolario es que sólo los libros del Antiguo Testa-
mento y Nuevo Testamento son inspirados por el Espíritu Santo.
Sin embargo, los libros sagrados de las religiones no pocas ve-
ces contienen destellos de la verdad y «elementos gracias a los
cuales multitud de personas a través de los siglos han podido y
todavía hoy pueden alimentar y conservar su relación religiosa
con Dios» (DI 8).
El segundo contenido cristológico se refiere a la fe de la Igle-
sia en Jesús como el único salvador (nn. 9-12). Se presenta esta
cuestión en contraste con algunas tesis que pretenden relativizar
el misterio de Cristo: la distinción entre el Verbo eterno y Jesús
de Nazaret, la distinción de una economía del Verbo eterno dis-
tinta de la economía del Verbo encarnado y la separación de una
economía del Espíritu Santo y una economía del Verbo encar-
nado.
Finalmente se presenta, apoyándose en numerosos datos bí-
blicos y magisteriales, la unicidad y universalidad del misterio
de Cristo (nn. 13-15). Jesucristo —dice la declaración— «en su
evento de encarnación, muerte y resurrección ha llevado a cum-
plimiento la historia de salvación, que tiene en Él su plenitud y
centro» (DI 13).
Por otro lado, las consecuencias eclesiológicas de estas afir-
maciones son desarrolladas en los capítulos siguientes. En
primer lugar, se afirma la existencia de una única Iglesia, en co-
rrespondencia con la unicidad y universalidad de Jesucristo (nn.
16-17) y se considera esta unicidad en relación con otras Iglesias
no católicas y comunidades eclesiales. Recogiendo una afirma-
ción conciliar (cf. LG 8) se dice que la Iglesia de Cristo «subsistit
in», subsiste en la Iglesia católica, afirmando la permanencia en
el tiempo de la única Iglesia en la Iglesia católica, sin excluir
que fuera de la misma, existan elementos de santificación y de
verdad.
Seguidamente, se considera la unicidad y universalidad de la
Iglesia en el contexto del Reino de Dios (nn. 18-19) recordando

297
FRANCISCO S. CONESA FERRER

la doctrina conciliar sobre la Iglesia como «germen e inicio» de


ese Reino y recuperando la enseñanza de Redemptoris Missio so-
bre el tema.
Por último, la Declaración aborda de manera directa la rela-
ción de la Iglesia y de las religiones no cristianas con la salvación
de los hombres (nn. 20-22), señalando que toda salvación llega
de Cristo a través de la Iglesia, aunque no sabemos cómo se rea-
liza esta vinculación en el caso de los no cristianos.

6. JESUCRISTO, SALVADOR ÚNICO Y UNIVERSAL

El contenido y líneas principales de la Declaración nos hace


ver que el verdadero problema de las teologías relativistas es
cristológico. El planteamiento relativista respecto de las religio-
nes sólo es posible si previamente demolemos toda la doctrina
de la Encarnación y la Redención obrada por Jesucristo. Por eso
la declaración reafirma con claridad que sólo Jesucristo es el
mediador y plenitud de la revelación y de la salvación29.

6.1. Jesucristo, mediador y redentor singular y único


La mediación de Jesucristo y el carácter universal de la sal-
vación es un dato sólidamente contenido en la Sagrada Escritu-
ra. La declaración lo reafirma con toda solemnidad: «Debe ser
firmemente creída, como dato perenne de la fe de la Iglesia, la
proclamación de Jesucristo, Hijo de Dios, Señor y único salva-
dor, que en su evento de encarnación, muerte y resurrección ha
llevado a cumplimiento la historia de la salvación, que tiene en
él su plenitud y centro» (DI 13). En este texto, como en todo el
Documento, se pone en relación la mediación de Cristo tanto
con la Encarnación como con el Misterio Pascual.

29
He estudiado el contenido de la declaración en F. S. CONESA, «Los gran-
des axiomas teológicos de la declaración Dominus Iesus», en J. PALOS – C.
CREMADES (coord.), Diálogos de teología, cit., 247-264.

298
CRISTO ÚNICO SALVADOR. LA DECLARACIÓN DOMINUS IESUS

En virtud de la Encarnación, Dios se manifiesta de modo sin-


gular en Jesús de Nazaret, el Verbo Encarnado. La declaración
pone el acento especialmente en este punto: «Debe ser firmemen-
te creída la doctrina de fe que proclama que Jesús de Nazaret,
hijo de María, y solamente él, es el Hijo y Verbo del Padre» (DI
10). Se subraya, así, la afirmación más originalmente cristiana,
que es la divinidad de Jesucristo. «El cristianismo —como expli-
ca Latourelle— es la única religión cuya revelación se encarna
en una persona que se presenta como la verdad viva y absoluta.
Otras religiones tuvieron sus fundadores, pero ninguno de ellos
(Buda, Confucio, Zoroastro, Mahoma) se propuso como objeto
de la fe de sus discípulos. Creer en Cristo es creer en Dios. Cristo
no es un simple fundador de una religión; es a la vez inmanente
a la historia y el trascendente absoluto; uno entre millares, pero
el único, el totalmente otro»30. Por esto, el cristianismo supone
una novedad total en el contexto de las religiones.
En la declaración se afirma reiteradamente que sólo Jesucris-
to es el Hijo de Dios, frente a las confusiones que ha introducido
la llamada teología pluralista al tomar como mito o metáfora
la expresión «encarnación» o al aceptar pluralidad de personas
que pueden ser llamadas «Hijo de Dios» o «Señor». Jesucristo no
es «uno de los tantos rostros que el Logos habría asumido en el
curso del tiempo para comunicarse salvíficamente con la huma-
nidad» (DI 9). La encarnación es un evento único e irrepetible.
Sólo Jesucristo es el Verbo del Padre.
La unicidad salvífica de Jesucristo es puesta también en re-
lación con el Misterio Pascual. En este punto la Declaración

R. LATOURELLE, Revelación, en R. LATOURELLE – R. FISICHELLA – S. PIÉ-NI-


30

NOT (dirs.), Diccionario de Teología fundamental (Madrid 1992) 1268. Decía


Juan Pablo II: «Encontramos aquí el punto esencial por el que el cristianismo
se diferencia de las otras religiones, en las que desde el principio se ha expre-
sado la búsqueda de Dios por parte del hombre. El cristianismo comienza con
la Encarnación del Verbo. Aquí no es sólo el hombre quien busca a Dios, sino
que es Dios quien viene en Persona a hablar de sí al hombre y a mostrarle el
camino por el cual es posible alcanzarlo», JUAN PABLO II, Carta Apostólica Ter-
tio millenio adveniente (10 de noviembre de 1994) n. 6.

299
FRANCISCO S. CONESA FERRER

recuerda y reafirma los Símbolos de la fe: «por nuestra salvación


descendió y se encarnó, se hizo hombre, padeció y resucitó al
tercer día» (DI 10). Sólo en Cristo tenemos la salvación y la re-
dención de los pecados.
En definitiva, Jesús es el Verbo de Dios, que es crucificado y
resucitado y, así, nos da la vida y la salvación. Esto acontece en
Jesús de un modo «singular y único, propio, exclusivo, universal
y absoluto» (DI 10).

6.2. Jesucristo salvador universal y las mediaciones parciales


Una vez asentado que Jesucristo es el salvador universal, la
declaración pretende hacer frente a tres graves problemas so-
teriológicos: la consideración de Jesucristo como un salvador
complementario, la separación del Verbo eterno y el Verbo en-
carnado y la separación de la acción de Verbo y la acción del
Espíritu Santo.
La salvación, que acontece siempre por medio de Jesucristo,
tiene un alcance universal. Lo que Jesús es (mediador) y hace
(salvador) tiene valor para toda la humanidad. La cuestión de la
salvación en Cristo aparece especialmente en el capítulo tercero,
que toma como punto de partida la afirmación de 1 Tim 2, 4:
«Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conoci-
miento de la verdad. Porque hay un solo Dios y también un sólo
mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre tam-
bién, que se entregó a sí mismo en rescate por todos». En este
texto se afirma, a la vez, la voluntad salvífica universal de Dios
y la mediación de Jesucristo. Dios quiere la salvación de todos;
también de los hombres que pertenecen a otras religiones. Ahora
bien, la salvación que Dios ofrece a todos los hombres se realiza
siempre a través de la mediación única de Jesucristo.
Hay un único misterio salvífico, una sola economía de salva-
ción. Esta es una de las verdades centrales, que es reafirmada
en la Declaración como objeto de fe firme: «que la voluntad sal-
vífica universal de Dios Uno y Trino es ofrecida y cumplida de
una vez para siempre en el misterio de la encarnación, muerte

300
CRISTO ÚNICO SALVADOR. LA DECLARACIÓN DOMINUS IESUS

y resurrección del Hijo de Dios» (DI 14). Estamos en el núcleo


mismo de la fe cristiana.
Por esto, si el creyente de otras religiones es salvado no puede
serlo sino en virtud de la mediación realizada por Jesucristo.
Toda salvación tiene su fuente en el Misterio Pascual. Los hom-
bres religiosos que alcanzan la salvación lo hacen en tanto que
son —dice el Concilio— «asociados al Misterio Pascual» (Pas-
chali Mysterio consociati), lo cual sucede de un modo misterioso
(GS 22).
Ahora bien, el deseo humano de salvación puede estar im-
pulsado por algunas figuras de las religiones y puede encontrar
su apoyo en algunos medios que ofrecen las mismas. En este
sentido, esas mediaciones pueden entrar en el plan de salvación
(cf. DI 14). Puede reconocerse la posibilidad de que figuras o
elementos positivos de las religiones entren en el plan divino de
salvación. El documento alude a LG 62, un texto referido a la
cooperación de la Virgen María en la salvación, en el que se afir-
ma que «la única mediación del Redentor no excluye, sino que
suscita en sus criaturas una múltiple cooperación que participa
de la fuente única». Ahora bien, se trata siempre de mediaciones
parciales31 y participadas, que tienen sentido a la luz de la me-
diación de Jesucristo. El amor salvador de Dios dirigido a toda
la humanidad se hace operativo precisamente a través de la per-
sona y obra de Jesús de Nazaret.

6.3. La separación entre Jesús de Nazaret y el Verbo eterno


Como hemos visto, para afirmar el pluralismo religioso se
sostiene que Jesús de Nazaret es una de tantas encarnaciones
histórico-salvíficas del Verbo eterno. Su revelación sería comple-
mentaria a la de otras figuras. Se separa al Verbo de Jesús y se
establece un hiato entre la acción salvífica del Verbo Eterno y la
del Verbo Encarnado. En la introducción al documento el Car-
denal Ratzinger ya hacía referencia al «rechazo sustancial de la

31
Esta es la expresión usada en JUAN PABLO II, Encíclica Redemptoris Mis-
sio, n. 5.

301
FRANCISCO S. CONESA FERRER

identificación de la figura histórica individual de Jesús de Naza-


ret con la realidad misma de Dios, del Dios vivo»32, lo que llevaría
a pensar que la revelación y la salvación realizadas por Jesucris-
to tendría que ser complementada por otras posibles revelacio-
nes realizadas por diferentes genios religiosos de la humanidad.
En la declaración se refuta la distinción entre una economía
del Verbo Eterno, distinta de la economía del Verbo Encarna-
do. La teología pluralista considera que la revelación y salvación
ofrecida en Cristo no puede ser definitiva ni completa porque la
naturaleza humana de Jesucristo supone una limitación. Esta-
blece, por ello, una separación entre la economía del Verbo, que
sería universal y la que se realiza en Jesús de Nazaret, que sería
válida para los cristianos (cf. DI 9). En un texto muy clarifica-
dor, Dominus Iesus responde a esta escisión diciendo que «las
palabras, las obras y la totalidad del evento histórico de Jesús,
aún siendo limitados en cuanto realidades humanas, sin embar-
go, tienen como fuente la Persona divina del Verbo Encarnado,
verdadero Dios y verdadero hombre y por eso llevan en sí la defi-
nitividad y plenitud de la revelación de la vías salvíficas de Dios,
aunque la profundidad del misterio divino en sí mismo siga
siendo trascendente e inagotable» (DI 6). El problema —como
señala Uribarri— es que la teología pluralista no comprende la
singularidad de la humanidad de Cristo, la cual, a pesar de su ca-
rácter humano y, por ello, limitado, está investida de la potencia
reveladora de Dios, dado su singular relación con el Verbo. La
humanidad de Cristo es la humanidad del Verbo de Dios y, por
ello, es fuente de revelación y de salvación33.
Por esta razón, Jesús no es un salvador complementario de
otras presencias salvíficas (DI 9). Se da una identidad total entre
el Verbo Eterno y Jesús de Nazaret, el hijo de María (cf. DI 10).

32
J. RATZINGER, Contexto y significado de la Declaración Dominus Iesus, en
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración Dominus Iesus (Madrid
2000) n. 11. Sobre las mediaciones cf. L. LADARIA, Jesucristo, salvación de todos
(Madrid 2007) 131, 174s.
33
Cf. G. URIBARRI, La singular humanidad de Jesucristo. El tema mayor de
la cristología contemporánea (Madrid 2008) 358 y 365.

302
CRISTO ÚNICO SALVADOR. LA DECLARACIÓN DOMINUS IESUS

6.4. La acción del Verbo y la acción del Espíritu Santo


Otro error soteriológico es separar la separar la acción salví-
fica del Verbo encarnado y la del Espíritu Santo, que sería para-
lela o complementaria. Mientras que la acción salvífica a través
del Verbo encarnado sería particular, la obra del Espíritu Santo
sería universal.
Ahora bien, la acción del Verbo y la acción del Espíritu no
pueden separarse, porque están referidas la una a la otra. Ade-
más, la acción salvífica de Jesucristo, que tiene un carácter uni-
versal, se realiza siempre con y por medio del Espíritu Santo.
Sólo hay una economía; el Espíritu no es alternativo a Cristo.
Sin el Espíritu, no puede llegar a nosotros la obra del salvador
de todos.
La universalidad de la salvación ofrecida en Jesucristo no
puede entenderse sin la acción universal del Espíritu Santo34.
Es el Espíritu quien obra en la historia de los hombres y los
pueblos alentando su vivencia religiosa y suscitando «elemen-
tos religiosos y humanos» (GS 92). El Espíritu, que sopla donde
quiere, despierta en el corazón de los hombres el anhelo de Dios
y puede sembrar creencias verdaderas y suscitar acciones bue-
nas más allá de los confines de la Iglesia. El cristiano, no puede
sino respetar lo que el Espíritu Santo ha realizado.
Ahora bien, la acción del Espíritu en los hombres religio-
sos está en relación de dependencia de Cristo. Hay que tener
en cuenta que el Espíritu no revela nada de sí mismo, sino que
todo lo hace en relación al Verbo; es, en expresión de Balthasar,
«el desconocido allende el Verbo»35. Lo que hace el Espíritu es
sembrar las semillas del Verbo, preparando así el anuncio del
Evangelio. Y, en el plano salvífico, su acción tiene siempre por
objeto asociar al único misterio de salvación que se ha realizado

34
Cf. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, El cristianismo y las religiones (1996),
nn. 50-61; F. S. CONESA, «La presencia del Espíritu Santo en las religiones», en P.
RODRÍGUEZ (ed.), El Espíritu Santo y la Iglesia (Pamplona 1999) 583-597.
35
Cf. H. U. VON BALTHASAR, «Le Saínt-Esprit. L’inconnu au delà du Verbe»,
Lumiere et vie 13/67 (1964) 115-126.

303
FRANCISCO S. CONESA FERRER

en Jesucristo. La gracia que salva es la gracia de Cristo, obtenida


por los méritos de su pasión y muerte y comunicada por medio
del Espíritu. Por ello, no cabe distinguir una economía realizada
en Jesucristo y otra paralela obrada por el Espíritu (cf. DI 12).
Todo lo que hace el Espíritu no puede menos de referirse a Cris-
to36.
Tampoco se puede separar la acción universal del Espíritu de
la acción peculiar que despliega en la Iglesia. Aunque el Espíritu
Santo pueda actuar fuera de los confines visibles de la Iglesia,
nunca su acción se realiza sin relación a ella.
En conclusión, la declaración subraya que sólo existe un plan
divino de salvación, que procede de Dios Trinidad. En un texto
denso y recapitulatorio de la declaración se dice: «Se trata de
una sola economía salvífica de Dios Uno y Trino, realizada en
el misterio de la encarnación, muerte y resurrección del Hijo
de Dios, llevada a cabo con la cooperación del Espíritu Santo y
extendida en su alcance salvífico a toda la humanidad y a todo el
universo» (DI 12). La voluntad salvífica del Padre se realiza a tra-
vés de la mediación de Cristo y con la acción del Espíritu Santo.
Esta perspectiva trinitaria de la economía salvífica, que tiene su
fundamento en el Nuevo Testamento, ofrece una base firme para
la reflexión teológica sobre las religiones.

7. LA SALVACIÓN POR MEDIO DE LA IGLESIA

La mediación única de Jesucristo se prolonga en su Cuerpo,


que es la Iglesia. Esta continuidad entre el misterio de Cristo y
el de la Iglesia se funda en la misma voluntad del Señor, que no
estableció la Iglesia como una mera comunidad de discípulos,
sino como misterio de salvación. La Declaración insiste, en este
sentido, en la íntima conexión entre Cristo, el Reino y la Iglesia
(cf. DI 19).

36
El tema es tratado con cierto detalle en JUAN PABLO II, Encíclica Redemp-
toris Missio, nn. 28s.

304
CRISTO ÚNICO SALVADOR. LA DECLARACIÓN DOMINUS IESUS

7.1. La Iglesia, sacramento universal de salvación


La salvación ofrecida a todos los hombres por la mediación
de Jesús de Nazaret, el Verbo Encarnado, y la acción del Espíritu
está en relación con la Iglesia. La gracia de la salvación que pro-
viene de Cristo y que es comunicada por el Espíritu, alcanza al
hombre por medio de la Iglesia, que es «el sacramento universal
de salvación» (LG 48). Por esto, la Iglesia no es un camino más
junto a otros que Dios ofrece al hombre.
Si al no creyente alcanza también la gracia de la salvación, no
sucede de un modo independiente de la Iglesia. El no creyente
tiene una «misteriosa relación» con la Iglesia37, aunque no perte-
nezca formalmente a ella. El Concilio afirmó que los no cristia-
nos son asociados por caminos misteriosos al misterio pascual
(cf. GS 22; AG 7). Ahora bien, cuando los no cristianos son aso-
ciados por el Espíritu Santo al Misterio Pascual de Jesucristo, lo
son también al misterio de su cuerpo, que es la Iglesia. Dominus
Iesus acentúa esta observación conciliar: no sabemos cómo la
gracia salvífica de Cristo alcanza al no cristiano (cf. DI 21). Por
su parte, el documento de la Comisión Teológica Internacional
sobre «Cristianismo y religiones» sostiene que los no cristianos
justificados están incluidos en la Iglesia y vinculados de alguna
manera a ella38.

7.2. ¿Son las religiones caminos de salvación?


Las religiones no pueden equiparse a la Iglesia; no son cami-
nos de salvación junto al camino que es la Iglesia. Ciertamente
hay elementos buenos en las religiones. Como hemos visto, el
documento sobre «Diálogo y anuncio» decía que a través de la
práctica de lo que es bueno en las propias tradiciones religiosas,
y siguiendo los dictámenes de su conciencia, los miembros de
otras religiones responden positivamente a la invitación de Dios y

37
Cf. JUAN PABLO II, Encíclica Redemptoris Missio, n. 10.
38
COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, El cristianismo y las religiones (1996),
nn. 72s.

305
FRANCISCO S. CONESA FERRER

reciben la salvación de Jesucristo39. En esta línea, la Declaración


«Dominus Iesus» afirma que las religiones «contienen y ofrecen
elementos de religiosidad que proceden de Dios» (DI 21). Estos
elementos buenos son semillas del Verbo y preparación para el
Evangelio. Pero, junto a ello, existen en las religiones muchos
otros elementos que pueden obstaculizar la relación con Dios.
Hay aspectos oscuros en las religiones: «con mucha frecuencia
los hombres, engañados por el Maligno, se envilecieron con sus
fantasías y trocaron la verdad de Dios en mentira, sirviendo a la
criatura más bien que al Creador» (LG 16). En consecuencia, el
bien y la verdad presente en las religiones y que ha sido sembra-
do por el Espíritu puede considerarse camino de salvación, pero
la religión misma en cuanto tal no es vía de salvación40. O, dicho
de otro modo, «las religiones no cristianas desempeñan sin duda
en la Providencia alguna función salvadora, pero no son salvífi-
cas por sí mismas»41.
Poco después de la publicación de la Declaración, en enero de
2001, se dio a conocer una nota de la Congregación para la Doc-
trina de la Fe, en el que se examinaban algunas tesis de Jacques
Dupuis. En ella se dice que «es legítimo sostener que el Espíritu
Santo actúa la salvación de los no cristianos también mediante
aquellos elementos de verdad y bondad presentes en las distintas
religiones». Pero se añade inmediatamente que «no tiene funda-
mento en la teología católica la consideración de las religiones,
en cuanto tales, como vías de salvación, porque además hay en
ellas lagunas, insuficiencias y errores acerca de las verdades fun-
damentales sobre Dios, el hombre y el mundo»42.

39
Cf. Diálogo y anuncio, n. 29.
40
Cf. J. RATZINGER, Contexto y significado de la Declaración Dominus Iesus,
cit., 13. El documento de la COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL sobre Cristianis-
mo y religiones (1996) es más optimista sobre el valor salvífico de las religiones
(nn. 84-86) pues se fija, sobre todo, en la gracia de Cristo presente en las reli-
giones.
41
J. MORALES, Teología de las religiones (Madrid 2000) 228.
42
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Notificación sobre la teología del
pluralismo religioso de Dupuis (24-1-2001), n. 8.

306
CRISTO ÚNICO SALVADOR. LA DECLARACIÓN DOMINUS IESUS

En el año 2007 se publicó un nuevo documento de la Congre-


gación referente a la evangelización en el que se hace frente a la
opinión de que «todo intento de convencer a otros en cuestiones
religiosas es limitar la libertad» y, por eso «basta ayudar a los
hombres a ser más hombres o más fieles a su propia religión»
(n. 2). Esta nota doctrinal vuelve a reafirmar que «la Iglesia es
medio de la presencia de Dios y por eso, instrumento de una ver-
dadera humanización del hombre y del mundo» (n. 9)43.

8. VALORACIÓN DE LA DECLARACIÓN

8.1. Importancia para la fe de la Iglesia


El documento cumple la finalidad con la que fue emitido:
orientar la fe de los cristianos y ayudar a los teólogos en el dis-
cernimiento. Como se ha dicho, es un documento denso y muy
técnico, cargado de citas y referencias a la Sagrada Escritura, los
Símbolos de la fe y los textos magisteriales. Contiene las claves
cristológicas y eclesiológicas para comprender el valor de las re-
ligiones y su significado en la salvación.
Debemos reiterar que la declaración no supone innovación
doctrinal alguna. La incomprensión que suscitó el documento
se debe, en parte, a que fue escrito en categorías dogmáticas, no
en términos periodísticos, y que sus destinatarios eran los fieles
católicos y no los medios de comunicación ni siquiera los cristia-
nos de otras iglesias o confesiones.
Al mismo tiempo, Dominus Iesus deja muchas puertas abier-
tas. No es un documento cerrado, sino que en muchos puntos
invita a proseguir la reflexión teológica. Se invita, por ejemplo,
a profundizar en cómo los elementos positivos de la religiones
entran en el plan divino de salvación (cf. DI 14), en lo que sig-
nifica una mediación participada (cf. DI 14) y en la relación de
los no cristianos con la gracia de Cristo (cf. DI 21). En lo que se

43
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Nota doctrinal acerca de algunos
aspectos de la evangelización (3-12-2007).

307
FRANCISCO S. CONESA FERRER

refiere a la salvación, la declaración invita a explorar cuáles son


los caminos de salvación en las religiones no cristianas, el valor
de la oración y de sus libros sagrados. El documento no es —ni
pretende ser— un obstáculo para la reflexión teológica sobre las
religiones, si bien sí desea señalar las deficiencias de la llamada
teología pluralista de las religiones.
En este sentido fue un documento oportuno y clarificador. Es
de lamentar, sin embargo, los errores cometidos en su presenta-
ción, que provocaron una cadena de ataques a la Santa Sede, se-
guramente inesperados. El ejemplo de lo sucedido con Dominus
Iesus invita a reflexionar sobre la importancia no sólo de lo que
se dice, sino también de cómo se dice. Seguramente se prestó
poca atención a la presentación del documento y no se tuvo en
cuenta que iba a ser leído por personas poco acostumbradas al
lenguaje dogmático que, además, desconocían la compleja te-
mática que se trata.
Algunos autores católicos han sugerido que el documento de-
bería haber tenido un tono más positivo. Francis Sullivan con-
sidera que faltó sensibilidad ecuménica en sus afirmaciones44.
Walter Kasper, que está de acuerdo en el fondo de la declaración,
ha dicho que usó un lenguaje inadecuado, demasiado abstracto
y conciso, lo que sembró la duda sobre el empeño ecuménico de
la Iglesia45. Quizás hubiera valido la pena proseguir la línea de
reflexión menos negativa y más optimista presente en el docu-
mento «Diálogo y anuncio» o en el escrito de la Comisión Teo-
lógica Internacional sobre «Cristianismo y religiones». De todas
maneras, la experiencia, transcurridos casi 20 años, es que la

44
De hecho, Sullivan considera que la declaración no hace una correc-
ta interpretación del Concilio y de la afirmación de que la Iglesia de Cristo
«subsistit in Ecclesia Catholica», que este autor no lee en sentido exclusivo. La
Iglesia de Cristo continúa estando presente en la Iglesia católica, pero también
«subistit in» otras comunidades, cf. F. A. SULLIVAN, «The Impact of Dominus
Iesus on Ecumenism», America 1837/13 (2000) 8-11.
45
Cf. W. KASPER, «La teología ecuménica: situación actual», Diálogo ecu-
ménico 39/123 (2004) 89.

308
CRISTO ÚNICO SALVADOR. LA DECLARACIÓN DOMINUS IESUS

declaración no bloqueó del diálogo interreligioso ni tampoco las


relaciones ecuménicas46.

8.2. Valor pastoral de la Declaración


Dominus Iesus cumplió también una función pastoral, al pro-
mover y apoyar la missio ad gentes, que es la vocación original
de la Iglesia. Las corrientes relativistas, al sembrar la duda sobre
la necesidad de anunciar a Jesucristo, debilitan la misión. Desde
la teología que subyace a la declaración y a otros documentos
del Magisterio, las religiones son valoradas como preparación
al Evangelio, en cuanto que contienen elementos verdaderos y
buenos, los cuales pueden acercar a la salvación. Pero, al mismo
tiempo, se es consciente de los errores objetivos que contienen
las religiones y, por ello, la necesidad de anunciar a Cristo, «en
quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa»
(NA 2). Por eso se dice en la declaración que «la certeza de la
voluntad salvífica universal de Dios no disminuye sino aumenta
el deber y la urgencia del anuncio de la salvación y la conversión
al Señor Jesucristo» (DI 22).
El diálogo interreligioso forma parte de esta misión, está in-
corporado a la misma. Dominus Iesus no rechaza el diálogo, pero
acentúa que éste sólo es posible si hablamos a partir de lo que
creemos. Las posiciones eclécticas e irenistas dificultan grande-
mente el diálogo, porque si no sabemos lo que cree el otro, es
imposible hablar sobre algo que no sea el propio sujeto, sus ac-
titudes o sentimientos. El mejor servicio al diálogo es la verdad,
es decir, no ocultar las propias creencias, sino manifestarlas. Re-
lativizar las propias creencias sobre el papel de Cristo o de la
Iglesia no facilita el diálogo, sino que produce desconcierto47.
En el diálogo, el cristiano está llamado a descubrir la epifanía
de Dios presente en otras tradiciones religiosas y advertir en las

46
Cf. A. AMATO, «La dichiarazione Dominus Iesus a quindici anni dalla
publicazione (2000-2015)», Poznanskie Studia Teologiczne 29 (2015) 7-15.
47
Cf. F. SOTTOCORNOLA, «Il dialogo interreligioso e la Dominus Iesus. Un
caso di incontro», Il Regno Attualità 46 (2001) 66-68.

309
FRANCISCO S. CONESA FERRER

otras religiones elementos providenciales y designios del amor


de Dios hacia los hombres. Por esto, debe hacerse con respeto y
con gran apertura. Se trata de descubrir las semillas del Verbo
presente en ellas y estar atento a lo que el Espíritu ha podido
obrar. Ahora bien, el verdadero diálogo interreligioso conlleva el
anuncio, es decir, el deseo de ayudar a las personas a alcanzar un
conocimiento explícito de lo que Dios ha obrado en Jesucristo y
la invitación a ser discípulos suyos y miembros de la Iglesia.
En la declaración hay una afirmación de fondo muy impor-
tante: que la verdad y la salvación no se pueden separar. La ver-
dad que importa al hombre se refiere a su vida, a la que aporta
luz y salvación. Pero la salvación no se realiza sin la verdad. «La
salvación se encuentra en la verdad» (DI 22). Por eso la teología
pluralista de las religiones es un callejón sin salida, pues, desde
un relativismo atroz, pretende la salvación vaciando de conteni-
do las religiones, pretendiendo hacerlas coincidir es una espe-
cie de religiosidad universal indiferenciada. Sólo quien conoce y
acepta la verdad se pone en camino de salvación (cf. DI 22). Por
eso, la Iglesia tiene el deber de anunciar constantemente a Jesu-
cristo, que es «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6).

310
ALMERIENSIS
Revista miscelánea de Teología, Ciencias Religiosas y Humanidades
Centro de Estudios Eclesiásticos e Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Almería
Volumen XI • Año 2018 • Número 2

SEPARATA

CRISTO ÚNICO SALVADOR.


LA DECLARACIÓN «DOMINUS IESUS»
FRANCISCO SIMÓN CONESA FERRER

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