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Pontificia Universidad Católica Santa Rosa

Facultad de Ciencias Teológicas


Escuela de Teología
6to período del 2020-III

GRANDES CENTROS DE EXPANSIÓN DEL CRISTIANISMO


Capítulo IV

Profesor: David Martínez Autor: Almanzar


Jesús.
C.I.: 15.927.600
Caracas, octubre de 2020
Un estudio de la situación interna de la Iglesia, así como la consolidación de
sus estructuras, especialmente la metropolitana, sirve como antecedente para
documentar de alguna forma la cristianización de los espacios rurales y el surgir
del monacato. Dedica su atención al estudio del culto martirial y de su continuidad.
La evolución diversificada de la presencia de la Iglesia según las provincias
romana contribuye a matizar las valoraciones historiográficas. Observamos cómo
la Tarraconense ofrece los dos primeros y únicos nombres de obispos
metropolitanos hispanos claramente declarados como tales, durante el siglo. V. Se
trata de Titianus, recientemente conocido por la Consencio de Menorca, dirigida a
san Agustín, hacia el año 419. El otro metropolitano hispano del siglo. V es
Ascanio de Tarragona (463-465).

Si ya en el siglo. IV, miembros de las grandes familias hispánicas accedían


al episcopado de la Diócesis de Hispania, como sucedía en otras regiones del
Imperio, observamos como estos personajes contaban con una cierta experiencia
de gobierno, que les ofreció recursos para garantizar una cierta cohesión no sólo
eclesiástica, sino también civil en el siglo. V, cuando la autoridad imperial no sólo
declinó, sino que desapareció. Este episcopado sirvió de puente que permitió
cohesionar la sociedad tardo romana y la hispanorromana, durante el siglo de las
invasiones de los bárbaros, mientras que la autora muestra como la iglesia
católica no fue objeto de políticas represivas importantes, de parte de estas
gentes.

“La primera comunidad cristiana de que tenemos noticia es la de


Jerusalén. En capítulos anteriores ha quedado patente la importancia
real y simbólica de Jerusalén en el mundo judío anterior al cristianismo.
La siguió teniendo en tiempos de Jesús y, tras su muerte, para los
judíos que lo aceptaron como mesías y formaron un nuevo grupo de las

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“nazarenos”. Este primer movimiento cristiano no necesitaba someterse
a ningún proceso de enculturación. Había nacido en el judaísmo y del
judaísmo, inmerso con plenitud en su mismo sistema de
representaciones simbólicas”. [CITATION Man031 \l 8202 ]

Los estudios de la situación de la Iglesia en cada provincia romana permiten


que nos aproximemos al estado de los realizados, aunque su cantidad y calidad
no se correspondan exactamente con la importancia de los datos disponibles. Con
todo, considero muy optimista la afirmación según la cual la estructura
metropolitana eclesiástica se hubiera consolidado de una forma más o menos
homogénea en toda Hispania. En concreto, los datos que lo muestren son muy
escasos para Cartago Nova (Cartagena) y Tingis (Tánger).

En el siglo IV la Iglesia se fue integrando en el Estado Romano a partir de la


política de Constantino desde de los Acuerdos de Milán (312 – 313) tras el intento
fallido de Diocleciano de eliminar el cristianismo, viéndolo como una amenaza
grave para el Imperio y la ideología imperial tetrárquica. La política religiosa de
Constantino, al parecer dirigida por su consejero imperial el obispo de Córdoba,
Osio, hizo que el emperador interviniera activamente en los asuntos internos de la
Iglesia mediante concilios, reuniones de obispos destacando el Concilio de Arlés
(314), convocado frente al donatismo surgido en África y el Concilio de Nicea
(325), que logró derrotar definitivamente al donatismo, pero no al arrianismo que
siguió resistiéndose.

Los siguientes emperadores insistieron en esta tendencia salvo el fallido


intento de involución de Juliano el Apóstata (361-363), reforzando el poder de la
Iglesia hasta la culminación del proceso con Teodosio I, quien, bajo la poderosa
sombra de Ambrosio de Milán, en el Edicto de Tesalónica (380) encumbró al

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cristianismo niceno como religión oficial del Estado. Poco a poco el cristianismo
paso de perseguido a perseguidor, tanto del paganismo como, sobre todo, de los
herejes cristianos que no aceptaban la ortodoxia nicena. Esta política marcó un
antes y un después, apoyándose el Estado en la Iglesia de una forma que marcará
los siglos venideros siendo la institución, de hecho, un Estado dentro del estado

Cuando la Iglesia comenzó a vivir en libertad. A lo largo de los siglos II y III


en el corazón de la era de las persecuciones, se puede advertir una progresiva
intensificación de la penetración cristiana en el mundo antiguo. Esta penetración
revistió distinto grado según las regiones, y también puede afirmarse que, por lo
general, afectó, sobre todo, a la población de las ciudades. El cristianismo fue en
estos siglos un fenómeno preferentemente urbano, y tan sólo a partir del siglo III
comenzó a difundirse con cierta amplitud en los medios rurales, aunque hubo
excepciones.

“En Alejandría y en todo el cristianismo egipcio de factura


helenística de los primeros siglos, el didáskalos, el intelectual cristiano
que dirigía o enseñaba en la escuela donde se elucubraba sobre la fe,
se hacía oír también en las asambleas que la jerarquía convocaba para
zanjar las cuestiones doctrinales que planteaban algunos obispos, o
dieles discordantes, así el tipo de cinodos o concilios celebrados dentro
del ámbito o influencia de la Iglesia alejandrina con anterioridad al
Concilio de Nicea. Difieren totalmente con los que tuvieron lugar por
ejemplo a mediados del siglo III en el Africa Proconsular”. [ CITATION
Man031 \l 8202 ]

En el Oriente romano hallamos durante la época apostólica dos principales


focos de cristianización: Siria y Asia Menor. La capital de Siria era Antioquía, que

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había ocupado un lugar destacado en la historia cristiana desde los mismos
orígenes de la Iglesia. En el siglo III la acción misionera se extendió desde aquí
hacia el oriente, creándose un nuevo centro de difusión evangélica en Edesa,
capital de la región de Osrohene. Este camino de penetración cristiana prosiguió
adelante en el siglo III: el cristianismo avanzó por Mesopotamia, se introdujo en
Persia y desde allí los misioneros cristianos llegaron a la India. El Asia Menor fue
otro gran foco cristiano en esta época, y las iglesias se multiplicaron en numerosas
ciudades de todas las provincias. La carta dirigida a Trajano por Plinio el Joven,
gobernador de Bitinia acredita que el cristianismo se hallaba arraigado en la
provincia.

Asia Menor fue también punto de partida de la difusión del cristianismo en


Armenia, donde halló tan buena acogida que el país se cristianizó rápidamente en
el siglo III. En Palestina, la difusión de la fe fue más difícil y, tras el ocaso del
judeocristianismo, las comunidades cristianas parecen estar prácticamente
limitadas a la población griega de las ciudades. En cambio, en Egipto, desde
principios del siglo III se advierte un vigoroso florecimiento de la iglesia de
Alejandría, que pronto fue famosa en todo el mundo y que se prestigió por
entonces con la figura de Orígenes.

Alejandría desarrolló una actividad misional entre la población campesina


del valle del Nilo, que se cristianizó en grado considerable a lo largo de este siglo.
Por lo que hace a la Europa oriental, Grecia quedó atrás en intensidad de
cristianización, comparada con la vecina Asia Menor. Corinto parece haber sido el
principal centro de vida cristiana. En las regiones balcánicas y danubianas el
cristianismo había ya penetrado en el siglo III, y la persecución de Diocleciano
causó numerosas víctimas.

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El cristianismo llegó a las Galias por el sudeste. El puerto de Marsella y el
valle del Ródano eran las vías de penetración, y en el siglo II existían
cristiandades importantes en ciudades como Lyon y Vienne. El cristianismo
alcanzó después la Germania romana, y en el siglo III había iglesias cristianas en
Tréveris, en ciudades como Colonia y Maguncia, y en algunas localidades de la
Germania inferior. Una incipiente cristianización se había iniciado en Britania,
donde hubo mártires en el siglo III, y en el siguiente algunos obispos insulares
asistieron al concilio de Arles (a. 314). cuando llegó la hora de la libertad de la
Iglesia, el cristianismo había penetrado profundamente en Siria, Asia Menor y
Armenia; y, por lo que toca al Occidente, Roma, con la región suburbicaria y el
África cartaginesa estaban también densamente cristianizadas. Otras tierras,
como Egipto, Grecia y parte de Italia, de las Galias y de España, sin alcanzar el
nivel de las primeras regiones, contarían también en su población con fuertes
minorías cristianas.

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BIBLIOGRAFÍA

 Ubiña, M. S. y. J. f., 2003. Los Grandes Centros de la Expansión del


Cristianismo. En: Historia del Cristianismo. Madrid: Trotta S.A, p. Cap. IV.

 http://expansiondelcristianismo.blogspot.com/2018/06/1origen-y-expansion-
del-cristianismo.html [consulta 21 noviembre].

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