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EFIGIE DE ALGÚN SUEÑO 

   
PREFACIO  
 
 
Al mirar estos poemas, me es inevitable considerar cuánto he cambiado. El 
tiempo ha obrado en mí su curiosa hechicería. Algunos años atrás soñé otro libro; 
la adolescencia y la lástima abundaban en sus páginas. Quiero creer que éste es, si 
bien más desencantado, menos triste. Los ingleses me han enseñado la discreción 
que el simbolismo español no supo mostrarme. Por otra parte, ya no ignoro que la 
vida es, esencialmente, sufrimiento; quejarse de nuestra propia desdicha, que es 
una suerte universal, es sólo prueba de una vulgar vanidad. 
Me digo a mí mismo que no escogí la resignación, la duda o el desencanto; 
que, en ese sentido, no he escogido estos poemas. Todas esas cosas fueron el único 
camino. Espero que en el pausado ritmo de estos versos aún encuentres un atisbo 
de belleza, de amor o incluso de felicidad. Ese atisbo es nuestra última esperanza. 
 
S.L.P. 
   
 
GÉNESIS 
 
Porque en todas las tardes de esta vida, 
muy poco nace, pero mucho muere…! 
 
- César Vallejo 
 
He soñado la génesis del hombre, 
en una noche llena de sospechas. 
Soñé empapado de sudor y luna, 
y en un estado inquieto de consciencia. 
Soñé que allí no había una manzana, 
ni prístinos adanes ni arduas evas, 
ni bien ni mal (siquiera se insinuaba 
un ángulo formando alguna recta…!). 
He soñado la génesis del hombre, 
partícipes ni el agua ni la esperma. 
Tal vez, en el más plácido escenario, 
un soplo era el principio de la gesta. 
He soñado la génesis del hombre, 
y he vuelto de mi sueño libre apenas, 
porque en todas las noches de esta vida 
muy poco nace, pero mucho sueña…!   
LOS MITOS Y LOS SUEÑOS 
 
Los mitos y los sueños son escritos 
en los secretos muros de la mente 
desde la misma primigenia fuente 
de símbolos ociosos y arquetipos. 
En sus oscuros ámbitos, los ritos 
–el fuego y las especias, la paciente 
y cristiana oración– son infinitos. 
Eterna es la manzana y la serpiente. 
Eterno es el puñal y es el hermano, 
eternos son los dioses y los días, 
y eternas son las arduas simetrías 
de que se nutre el corazón humano. 
Son pocas pero viejas, viejas cosas: 
los mitos y las lunas y las rosas...    
A MÍ MISMO 
 
En la penumbra larga te cuestiono. 
Entiendo que fue pródiga en olvido 
esta época de lunas que has vivido 
con algo de piedad y algo de encono. 
A veces sueñas una arcana fuente 
de la que brotan otros lentos sueños. 
(Ni tú ni yo hemos sido nunca dueños 
de los jardines tiernos de tu mente.) 
Otras intuyes que la oscura muerte 
del padre ha sido eterna, y que las cosas, 
hasta las más incólumes y hermosas, 
están echadas a esa misma suerte. 
Algunas hablas con la amada muerta, 
pidiéndole que vuelva a los confines 
de este mundo de lunas y jazmines, 
aunque ya le han cerrado aquella puerta. 
O en la serena y oprobiosa aurora 
que pesa sobre el odio de tu frente 
sabes que ha sido un sueño aquella fuente, 
y que es inútil anhelarla ahora. 
No sé qué dios oscuro y vengativo 
ha imaginado el sueño y la vigilia; 
no sé el consuelo pobre que te auxilia 
del horror de soñar estando vivo. 
Te espanta ir a dormir, pero es en vano. 
Mientras escribes estas líneas sientes 
el murmurar del agua de las fuentes 
de un mundo menos cierto y más arcano.   
OZYMANDIAS 
 
My name is Ozymandias, King of Kings; 
Look on my Works, ye Mighty, and despair! 
 
- Shelley 
 
Yerta entre las arenas infinitas 
la estatua de Ozymandias yace eterna; 
los ojos pétreos, la mirada tierna, 
las fechas y las crónicas inscritas 
con frívolo rigor en los escombros 
del frágil y olvidado monumento. 
Es piedra lo que espera ser aliento, 
son polvo ya las lágrimas y asombros. 
En las arenas mudas, Ozymandias, 
duermes en el letargo de los dioses; 
contigo están los príncipes feroces 
de Escocia, del oriente y las islandias. 
¿Qué largos sueños soñarán las piedras?, 
suspiran los ingenuos caminantes 
pasando ante las ruinas agobiantes, 
mordidas por el tiempo y por las hiedras. 
¿Qué oriente ven estos macizos ojos, 
qué sueño bulle en el ebúrneo pecho? 
Eres más hombre cuanto más deshecho; 
más humanos que tú son tus despojos. 
En las arenas de que fuiste dueño 
tu sangre soberana se ha perdido: 
tus ruinas son la efigie de algún sueño, 
la arena lo es del tiempo y del olvido. 
   
 
A UN POETA 
 
La clepsidra y el agua, las arenas 
y el cristal, mesuraban esos días. 
Las lunas eran arduas geometrías 
inquiridas en álgebras serenas. 
En una esas noches sarracenas 
un hombre se interroga en un espejo, 
consciente de que todo es el reflejo: 
la luna, Dios, el tiempo, las arenas. 
En la rosa, en el agua y en el cieno 
viste la mano con que has sido escrito, 
absorto en las arenas, sarraceno, 
antes que en Inglaterra el erudito. 
De la invariable noche en la dudosa 
penumbra viste la agobiante luna; 
en las plurales rosas, una rosa, 
y en las estrellas infinitas, una. 
Viste en el agua, el ave y el ocaso 
quién es todas las cosas y ninguna. 
Algunos lo han llamado Dios; acaso 
has preferido tú llamarla l​ una​. 
La viste. Estaba allí, sobre tu frente. 
En las arenas del desierto mudo 
el universo se quedó desnudo 
ante tus tristes ojos de repente. 
Por versar estas ciertas herejías 
la espada fue verduga de tu suerte. 
Llena de versos y cosmogonías 
viste a quien fue tu vida y fue tu muerte.   
CUENTO DEL MAR Y LA LUNA 
 
— Nunca te voy a olvidar​, 
pronunció la blanca luna. 
Conversaban con el mar 
de su amor y su fortuna. 
 
Con el correr de las olas 
se perdió el mar en el mar. 
La luna, triste, fue a hablar 
con los campos de amapolas. 
 
— ¿Dónde fue el mar, amapolas?​, 
pronunciaba apenas. ¡Pobre…! 
Así conversaban sobre 
cómo era sentirse solas. 
 
— Nunca lo voy a olvidar​, 
dijo la luna otra vez, 
y volvió llorando al mar, 
nadie sabe bien por qué. 
 
Hay quienes dicen acaso 
que por eso está tan lejos, 
que fue buscando el ocaso 
(esto lo cuentan los viejos). 
 
Que así del mar las espumas 
fueron nacidas, del llanto 
que dio a la luna quebranto 
entre las lóbregas brumas. 
 
Pero yo la he visto a veces 
hablar en tonos hermosos. 
— Está hablando con los peces​, 
dicen algunos dudosos. 
 
La he visto hablar en la bruma 
y sé que no habla a las olas, 
ni a las suaves caracolas 
que lame y besa la espuma. 
 
— Te busqué en los campos ​—dice—, 
pues te perdí con las olas. 
Te soñé en las amapolas 
y en las espigas te quise. 
 
— Nunca me fui, luna triste 
—dice alumbrado de estrellas—​, 
y nunca vos me perdiste 
ni con las olas ni en ellas. 
 
Aunque en el plácido abismo 
de mi universo las olas 
me esfumen, yo soy el mismo. 
Y así conversan a solas...   
GENEALOGÍA 
 
Solos entre volúmenes y escritos, 
muertos acaso en otra Alejandría, 
hay un libro, una página y un día 
que aguardan, tras lectores infinitos 
e innúmeros, los ojos destinados 
al ritmo de su prosa o de su verso. 
Hay un libro entre muebles olvidados 
que me espera en su plácido universo. 
Su autor, anónimo o indescifrable 
para estos ojos vanos y fortuitos, 
será un oscuro Nombre: un innombrable 
doble de mis volúmenes y escritos. 
En él, frutos de una memoria y una 
tristeza casi mías, está la noche 
que ya escribí: la ignominiosa luna, 
los libros y la pena y el reproche. 
Busco la dicha de encontrar acaso 
las hojas que figuran estas hojas, 
el término inicial de mis congojas 
y el rojo más antiguo de este ocaso. 
Lo escrito es una letra evanescente 
de un alfabeto ajeno y una historia 
indescifrable. Hay un antecedente 
de todo lo que esboza mi memoria, 
de mis congojas, lágrimas y penas, 
de esta penumbra y esta noche hueca. 
Y aguarda en las efímeras arenas 
del tiempo, que es su vasta biblioteca. 
   
DE MI PADRE 
 
 
Los débiles cristales de esta casa 
me devuelven a la vereda anciana. 
El patio está vacío; en la ventana 
un rostro se interroga, y nadie pasa 
 
tras el cristal especular. No olvido 
ver a mi padre andar su biblioteca 
sereno y minucioso, y una hueca 
penumbra tras el vidrio indefinido. 
 
Un torpe ayer de penas y de asombros, 
la vida se conjura en la memoria. 
La rosa y la veranda son escombros, 
y tratan de decir alguna historia. 
 
Donde leyó mi padre, la fortuna 
dejó una rosa pálida y serena. 
En el terrible espejo está la luna, 
que permanece incólume y ajena. 
 
¿Cómo podré saber si aquella puerta 
por siempre no he cerrado? Nadie sabe 
qué puerta hemos cerrado y con qué llave, 
ni qué hay detrás de la que sigue abierta. 
 
Me observo con ingenua candidez; 
creo que algo familiar hay en el gesto, 
mas sé que todo es familiar en esto 
que hemos llamado hogar alguna vez. 
 
Sobre mi pensamiento pesan cosas 
que yo juzgué del sueño o del olvido. 
En el jardín aún brotan esas rosas 
que nunca confesó haber preferido. 
 
Los tristes tragaluces ya han urdido 
su lobreguez arcana; en la veranda 
la noche inescrutable y gris ablanda 
todas las cosas que él había erigido.   
BOCETO 
 
La luna ignominiosa ha prodigado 
su lenta eternidad en un instante. 
El patio ha enmudecido, agonizante; 
el pórtico de flores se ha cerrado. 
 
Pensé —juzgando ilógica otra suerte— 
que nada sería igual (después de todo 
las cosas deben ser de cierto modo…) 
tras la oprobiosa tarde de su muerte. 
 
Pero ante la ardua luna sin embargo 
las rosas que soñé serían marchitas 
florecen como espumas infinitas, 
y el mar no entró en un mágico letargo. 
 
Contrario a lo que yo juzgué preciso 
todo en su condición de ser insiste: 
nada se hundió con ánimo indeciso 
en el abismo de lo que no existe. 
 
--- 
 
Se hablan las mismas viejas, viejas cosas; 
se espera con sosiego en los andenes; 
se ven pasar las lunas y los trenes 
y el agua derramándose a las rosas. 
 
Nada fue cierto de mis conjeturas; 
todo es igual, todo es indiferente. 
Las lunas y las noches son oscuras 
y diáfana es el agua de la fuente. 
 
Su sangre es esparcida por el viento, 
su carne es devorada por el lodo, 
y sin embargo es natural que todo 
ignore cruel su desvanecimiento. 
 
haberse ya olvidado de su aliento. (?) 
 
Sobre los ojos lóbregos que enseño 
sin lágrimas quizá, pero con pena, 
todo parece efigie de algún sueño, 
todo es de algún reloj la turbia arena. 
 
De todas estas cosas no ha cambiado 
ni ha muerto de repente ni una de ellas. 
Yo creí que el sol sería de pronto helado, 
y que en el cielo no habrían más estrellas. 
 
… (?)   
SUEÑO 
 
De tiempo todo está lleno, 
de ti está todo vacío: 
casas, ventanas y puertas, 
y nuestros cinco sentidos. 
 
Sólo tiempo, sólo tiempo: 
nada más ha sido escrito 
donde fue escrita la historia 
de los claros seres vivos. 
 
Raudales de la memoria: 
ya nada en ellos es mío. 
Sólo los miro si pienso 
aquello con que se han ido. 
 
Pero en el sueño regresan, 
y los claros cursos límpidos 
de la memoria se quitan 
el velo de los olvidos. 
 
Porque nuestro sueño acecha 
lo verdadero, lo vívido. 
Por eso a veces se abre 
la flor del ojo dormido. 
Por eso a veces llenamos 
las sábanas de rocío. 
 
A nadie, despierto, veo. 
Alguien, dormido, yo he visto.   
WHAT IF THEY SEE ME 
 
What if they see me in those deserted nights, 
when sleepless and in hope of something precious, 
the moon above me crackling like a tender bread 
in the furnaces of time, 
I doubt the truths I’ve built my faith upon? 
What if they see my aged demeanour 
in the solitude of days, 
when lost among a dream of stars 
I do not know the faces of those gods I have prayed to? 
What if, somehow unaccountably, they hear 
the voices and the groins my thoughts are made of, 
the evilness, the weariness, the ignorance they’re made of? 
What if they see me like a quiet river, 
like a shoreless sea in which depths of purple blue 
devils and gods are fused without a sorrow? 
Would they not turn their faces, close their teary eyes 
with tears of hatred? 
Would they not speak thus to their hearts: 
turn your pristine gaze away, do not look at this ugly soul, 
kiss not the lips that ate the ancient apple, 
reject the ghost, the murderer of all​? 
What if they see me the way my home can see me sometimes, 
or these various forms of life to which I am devoted, 
free from the masquerades and foolish words 
through which I’m who they see, they know and, sometimes, love?   
LA ROSA 
 
La inmarcesible rosa de tu huerta, 
que el curso de las albas ha erigido, 
con pétalos de lágrimas y olvido 
ha despertado esta mañana, muerta. 
Todas las rosas —​ la que sigue abierta 
y la que para siempre se ha perdido— 
son una rosa indivisible y cierta, 
como uno es lo soñado y lo vivido. 
Y es hora de escoger: ¿vale la pena 
derramar esas lágrimas hermosas? 
¿No son acaso eternas estas cosas, 
como el tiempo medido por la arena? 
Durante el alba plácida y desierta, 
todas las rosas son la de tu huerta.   
PARQUE 
 
Bajo una luna de cobre 
nos encontramos ayer. 
Tristes, hablábamos sobre 
cosas que no pueden ser. 
 
Cada palabra de arena 
se nos iba con el viento. 
La luna grave y ajena 
pesaba en mi pensamiento. 
 
Fui diplomático, fuiste 
cordial: dijimos las cosas. 
Algunas eran dudosas; 
no obstante, todo era triste. 
 
El crepitar de las hojas 
me recordaba una vida 
pasada y ahora perdida, 
libre de sed y congojas. 
 
Cuando dijimos ​adiós 
bajo la luna sombría, 
sentí lo que sintió Dios 
la noche del primer día. 
 
Poco pesó en tu mirada 
lo que callé y lo que dije. 
Ya sé que nada te aflige, 
y que eso es no sentir nada. 
 
Mientras te miro partir, 
pienso que, en el primer día, 
cuando lo nuestro nacía, 
ya había empezado a morir.   
VISIÓN 
 
En el antiguo patio se han urdido 
las hebras de un oscuro laberinto, 
donde todo es igual pero distinto 
(como lo es en el sueño y el olvido). 
Oh, igual era la vasta luna, apenas 
luciendo la penumbra de la rosa, 
que acaso ni era igual ni era otra cosa 
que antes, como arena en las arenas. 
Y estabas tú. (Da igual si fue la vida, 
el sueño o la memoria. Acaso verte 
revela que la vida y que la muerte 
son sueño y son memoria a su medida.) 
¿Eras tú? ¿Era tu sombra? Oh, triste rosa 
que a un tiempo has sido vívida y dudosa…! 
 
 

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