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La sociedad tiene la idea persistente de que ser mujer implica automáticamente ser madre.
La presión que la sociedad que ejerce sobre las mujeres es fuerte y continua, al grado de creer en
la existencia del instinto maternal como una realidad inobjetable. Sin embargo, esta idea es cada
vez más cuestionada. En la actualidad la mujer puede optar por la carrera a estudiar, donde vivir,
si casarse o no, pero si expone que no desea tener hijos se activa la alarma social desatando
incongruencias en un sentido de vida invadido por la posibilidad de elección, lo que de manera
directa afecta el Bienestar subjetivo de la mujer al enfrentarse al cuestionamiento de su rol de
mujer heredado por generaciones.
Diferentes motivaciones a no ser madres que son influenciadas por factores tales como los
laborales, una mayor oportunidad de desarrollo personal y profesional, pero sin embargo las
mujeres no pueden escapar de un estigma social asociado a no ser madre afectando a su ser
autónomo donde la maternidad sea entendida como una opción igual de válida y placentera que
otra decisión personal.
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1. INTRODUCCIÓN
En Chile está cada vez más visualizada diversas realidades que cada persona enfrenta en
su diario vivir las que en ocasiones no siguen un lineamiento esperado o expuesto por una
sociedad y que escapan de lo comúnmente llamado tradicional. Desde este ámbito, una de las
realidades que se ha hecho perceptible produciendo una serie de diversas opiniones con una
atención real y en lo que se basa el presente estado del arte, es la incidencia de los factores
psicosociales en la Autonomía, Bienestar Individual y Salud mental de la mujer en edad fértil al
decidir no ser madre en chile, llevando a visualizar lo intransigente que puede ser un país, una
sociedad e incluso el propio género en temas relacionados directamente a la mujer y sus
decisiones íntimas. Donde la valentía de atreverse a decir que no, es objetada como un acto de
egoísmo provocando incluso manifestaciones violentas hacia las mujeres.
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1.1 Relevancia de la Investigación
En el año 1972 en los Estados Unidos de América se pueden vislumbrar los primeros
movimientos orientados a la proliferación de una vida sin la necesidad implícita de acompañarla
con hijos, la cual estaba encabezada por las activistas sin hijos Ellen Peck, una feminista
estadounidense, escritora y activista libre de niños que junto a Shirley Radl fundaron la
Organización Nacional para No Padres conocida como NON por sus siglas en inglés, la cual se
fundó en Palo Alto, California. Instaurándose como una de las primeras organizaciones
orientadas en defender los derechos de toda persona que no tiene hijos por elección. En la cual
NON promovió la vida libre de niños como una persona social y políticamente responsable sobre
su elección reproductiva indica Healey (2016).
Hoy a nivel mundial es posible observar como las mujeres han alzado su voz y expuesto sus
decisiones personales para que sean respetadas y valoradas como tal. Exposición que no ha sido
indiferente en ninguna región del continente lo que ha generado la creación de nuevos
movimientos u organizaciones donde su misión es duplicar esas voces, que por diversos motivos
pueden ser calladas, es aquí donde se puede encontrar agrupaciones que han traspasado fronteras
y entregándole vida a movimientos con un gran impacto a nivel mundial con ideas
contemporáneas y vigentes logrando adoptar hasta un nombre generacional posicionándolas
como la “Generación NoMo” término inglés que deriva de “No Mather” acuñado por aquellas
mujeres que no contemplan la maternidad como única condición de ser representada como mujer.
Agrupaciones que de cierta manera ofrecen un resguardo para toda mujer que enfrenta la
vulneración de su autonomía y salud mental que por medio de juicios e intolerancia social
terminan categorizando a la mujer pasando a ser reconocida o reducida ante una sociedad como:
“una mujer triste que no tiene hijos”.
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1.2. Desarrollo de la Investigación
¿Cómo inciden los factores psicosociales en la Autonomía, Bienestar individual y Salud mental
de la mujer en edad fértil al decidir no ser madre en Chile?
Trayendo consigo problemáticas que afectan distintas áreas personales que van desde la
alteración de la salud mental y la importancia del sentirse aceptado y/o la integración social
dentro de una comunidad. Por ende la importancia de visualizar y exponer todo problema que
aleja a las personas del bienestar emocional y en su lugar encontrar frustración, pesimismo,
obsesiones, ansiedad y/o depresión por intentar encajar con lo conocido como normal llevan a
alterar los diversos aspectos que tiene la vida en general. De esta manera se pretende contribuir al
conocimiento y educación desde la perspectiva psicológica, exhibiendo las diversas visiones que
tienen las personas tras una decisión personal y autónoma, y por ende la importancia que trae
consigo el bienestar personal de cada individuo.
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1.2.3. Justificación de la investigación.
Las consecuencias que contrae una decisión personal son asumidas por cada individuo,
pero las consecuencias que tiene una mujer cuando toma la decisión personal de no ser madre, no
importando que sea individual dicha decisión, debe aceptar recibir diferentes opiniones de
aquellas personas participes de las sociedades, que se sienten con el derecho de desvirtuar a una
mujer por optar a una decisión que escapa de lo tradicional, e impuesto históricamente
acusándola de no encajar con el modelo social, familiar o de pareja con el que se debe regir para
calzar con el modelo ideal de feminidad esperado por la sociedad, donde es considerada la
maternidad como un recurso natural para defender su identidad femenina.
Un hijo cambia por completo la vida. Hay quienes cambian de opinión en el transcurso de
ella y aceptan y quieren esos cambios que vienen con ellos; y hay quienes se mantienen firmes en
esa posición y no los desean; y definitivamente es de admirar a ambas posturas. En esta cuestión
no hay bueno o malo. No hay blancos o negros. Simplemente es lo que cada mujer decida lo que
es mejor para sí. Se tiene la costumbre de juzgar a esas mujeres que deciden no ser madres, que
prefieren buscar el éxito profesional, personal, sentimental y dejan de lado esa etapa de su
vida. Son mujeres que no se ven a sí mismas como madres, que no tienen la necesidad o ese
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instinto de querer tener hijos. Se llega a tildarlas de mujeres incompletas o egoístas. Y no lo son,
sólo que sus metas en la vida son distintas. Al igual que se puede juzgar a una mujer que la única
prioridad en su vida es ser mamá, tener hijos y dedicarse por completo a ellos, su familia, su
hogar. Se puede encasillar de mediocre, sin aspiraciones. Y no por ese hecho quiere decir que no
las tenga, simplemente son diferentes. Se debe tener mucho valor para tomar esa decisión del NO
a la maternidad, al igual que se debe ser muy valiente para asumirla. Porque lo que hace a una
mujer con una vida completa no son los hijos, ni la falta de ellos. Sino el coraje y el corazón con
los que se enfrenta a la vida y las situaciones que se presentan en ella. (Ferman, 2019).
2. Objetivos la investigación.
2.2.1 Describir el comportamiento de la tasa de natalidad entre los años 2010 – 2017 en
Chile.
2.2.2 Identificar los factores sociales que inciden en la Autonomía de la mujer chilena
tras la decisión de no optar por la maternidad.
2.2.3 Explicar los factores psicológicos que influyen en la salud mental de una mujer
tras decidir no ser madre afectando el Bienestar Individual.
2.2.4 Analizar la incidencia de la salud mental en el ejercicio del rol materno en la mujer
chilena.
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3. MARCO TEÓRICO
El desarrollo del marco teórico da cuenta de una serie de antecedentes en relación a el rol
de la mujer en la sociedad y el Feminismo como pionero en el cambio de percepción.
Rueda (2016) indica que en nuestra sociedad, al igual que en otras muchas, ocurre un
fenómeno que viene a aumentar considerablemente la importancia de la categorización
hombre/mujer y la designación de sus roles. Este fenómeno consiste en que los niños y niñas no
solo aprenden una serie de definiciones culturales de la masculinidad y la feminidad que
comprenden un amplio y diverso conjunto de asociaciones ligadas al sexo, (como anatomía,
función reproductora, división del trabajo y atributos de personalidad) sino que también
aprenden, asociándolos con el sexo, rasgos que están metafóricamente o remotamente ligados a
el. Al igual que el autoconcepto, la autoestima (a nivel individual), las relaciones de pareja, la
familia, la red social (a nivel grupal) y las relaciones sociales, políticas y económicas están en
gran medida influidas por estos papeles sexuales. (Bem, 1983 citado en Rueda, 2016). (p. 1)
Lipovetski (2007):
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Para tal efecto Lipovetski (2007) es pionero en innovar e insertar un concepto que alberga
a la mujer excluida socialmente por no calzar con el status quo de la sociedad, que aún hoy ya
estando en otro siglo, sigue siendo un tema que trae consigo diversidades de opinión las cuales no
contemplan el sentir personal del individuo donde la mujer, como figura socio histórica, ha
exhibido una transformación palpable en la evolución en su rol y al mismo tiempo conservar
modelos tradicionales de relacionarse y definirse. Dentro de este marco Lipovetsky en su libro
afirma la confluencia de roles y transformaciones en la vida de las mujeres y su rol de mujer que
trasciende en la sociedad ampliando las brechas del modelo tradicional impuesto históricamente
hacia la mujer vista como principal función ser la de ama de casa, mutilando sueños personales,
sometidas a una moral severa hacia la expresión de su sexualidad el cual predomina la limitación
de su cuerpo y decisión de procreación.
De esta manera Rueda (2016) expresa que indiscutiblemente esto ha modificado con ello
los roles que han desempeñado tanto hombres como mujeres a lo largo de la historia, de cierta
manera esto se puede vislumbrar de algún modo en condiciones como, es el cuidado de la casa e
hijos, acceso a el trabajo remunerado e igualitario en definitiva a un cambio en el
comportamiento social, donde las expectativas de maternidad y paternidad se han adaptado a la
situación actual y llevan a que la mujer pueda adentrarse al ámbito público y el hombre se dé la
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oportunidad de participar en el ámbito privado. Eliminando prejuicios que existían al respecto,
pero no así cuando la decisión va hacia no optar por ser madre, ahí los prejuicios aparecen,
juzgan y limitan a la mujer. Godoy y Mladinic (2009, citado en Parra, 2013) señalan que uno de
los fenómenos más relevantes ocurridos en los mercados laborales mundiales durante las últimas
décadas, incluido Chile, ha sido la feminización de la fuerza laboral, destacando así entre otras
cosas, el aumento de empleos técnicos y profesionales ocupados por mujeres; el ejercer un
empleo les otorgaría a las mujeres una mayor independencia personal, autonomía económica y
posibilidades de realización personal, lo cual ha puesto en tela de juicio a los roles asignados
tradicionalmente, en donde hombre equivalía a producción y mujeres a reproducción.
De lo anterior se desprende que si bien existe conflicto en cuanto a ejercer varios roles a la
vez, ya que como se señaló previamente, un rol necesariamente implica expectativas respecto a
su ejercicio; las mujeres también obtienen consecuencias positivas, lo cual haría posible el llevar
a cabo esta multiplicidad de roles. Haciendo alusión a ello, Amaya-Castellanos y otros (2012,
citado en Parra, 2013) señalan que “la acumulación de roles es más gratificante que estresante, en
la medida en que se presenta como fuente de salud, autoimagen positiva y prestigio. La
acumulación de diferentes roles dan sentido y significado a la vida, alcanzando un mayor
bienestar emocional y social así evitando desarrollar conductas autodestructivas”. De este modo
se puede exponer una realidad palpable en nuestra sociedad donde en la conciliación de la vida
laboral y familiar no existe y las mujeres terminan recurriendo a otra mujer para lograr algún
arreglo, que en general, además de ser poco satisfactorio, nunca es suficiente.
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les colocaba en una posición inferior, de modo que resultaba necesario modificar el rol de madre
que se venía presentando comúnmente, para lograr un cambio en la condición de la mujer.
A fines de 1990, durante el primer año de gobierno de Patricio Aylwin, hubo un cambio:
la Secretaría Nacional de la Mujer pasó a llamarse Servicio Nacional de la Mujer [SERNAM] y
al director se le confirió el rango legal de ministro de Estado. Casi en paralelo y en el contexto
del retorno a la democracia, nació la Red Chilena contra la Violencia hacia la Mujer, uno de los
mayores exponentes del movimiento feminista que hoy se alza. Se trata de una articulación de
colectivos, organizaciones sociales, ONGs y mujeres que realiza acciones de denuncia,
campañas, estudios e intervenciones públicas a nivel nacional con el propósito de terminar con la
violencia ejercida en contra de mujeres y niñas.
Hasta el siglo XIX en Latinoamérica, argumenta Araya (2006) la mujer había sido casi
exclusivamente un sujeto representado por el discurso masculino, haciéndolo generalmente de
manera unitaria y globalizante. La incorporación decimonónica de la mujer a la educación fue
una de las principales causas del surgimiento de voces femeninas. (Araya 2006) A su vez este
suceso trae consigo repercusiones en variados ámbitos de una sociedad que dificultaba la
expresión y reconocimiento femenino a causa de un silencio histórico impuesto a la mujer
observados por medio de la literatura y narración del pasado. Dificultando la constitución de esta
privándola de identidad propia y de la valoración como sujetos pensadores.
En relación a la importancia de posicionar la mujer Stuven (2013) señala que en los años
60 del siglo pasado en Chile el movimiento conocido como feminismo de primera ola dio a
conocer las primeras denuncias de situaciones de discriminación que ya se vivenciaban en contra
de la mujer. Reclamando diversos puntos que abarcaban desde la opresión del género masculino
hacia la mujer y como había sido ignorada por la historia escrita por hombres logrando de esta
manera llamar la atención de las demandas exigidas por la mujer. Es así como argumenta
Pateman (1989) citado en Stuven (2013) a comienzos del siglo XX la mujer aún carecía de un
espacio donde teórica y prácticamente pudiera ejercer como miembro de la sociedad igualitaria y
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libertaria que consagraba la república, a pesar de avances notables como el aumento de la
alfabetización femenina quedando de esta manera la mujer relegada a la esfera doméstica,
dependiente de la sociedad civil, pero sin sus derechos.
De esta manera la mujer termina siendo y sintiéndose como la gran excluida, ella
permanecía bajo la protección patriarcal, del padre o del esposo, limitada tanto en sus derechos
civiles como en su participación en la vida pública. (Lerner, 1990 citado en Stuven, 2013).
Debido a esto las propuestas que se desarrollaron en ese entonces estaban focalizadas en la mujer
y ser escuchadas, ya que las mujeres estaban ahí, pero no pareciera dentro de una sociedad
imperante masculina, limitante y en reiteradas situaciones misógina donde la mujer quedaba
expuesta al espacio de cuatro paredes de cuidado familiar desde donde se construía
históricamente su identidad.
Stuven (2013) sostiene que estas propuestas son pensadas en la mejora de las condiciones
laborales que pudiesen fomentar y facilitar su cumplimiento social tradicional, mejorar su
posición dentro del grupo familiar al que pertenece y posibilidades y posiciones laborales
igualitarias reivindicando su lugar al interior del trabajo, de la familia y de la sociedad civil. Es
así como logran formarse “Sociedades de protección” relevantes en la defensa de las mujeres, de
sus derechos y oportunidades las cuales dieron como fruto la creación de dos importantes
organizaciones, el Club de Señoras; la cual agrupaba a mujeres de clase alta de la sociedad y el
Círculo de Lectura fundado por Amanda Labarca quién fuese profesora, escritora, embajadora,
feminista y política chilena que orientaba su labor hacia el mejoramiento de la mujer
latinoamericana y el sufragio femenino en Chile círculo dirigido hacia mujeres profesionales de
clase media fundados ambos grupos en el año 1915.
Aunado a esto en el año 1917, Barros de Orrego quien fue considerada como la primera
intelectual chilena y una de las precursoras del feminismo en Chile en un escrito de esa época
manifestó abiertamente a la sociedad ser partidaria del derecho a voto de la mujer instaurando un
antes y después en la percepción y derechos de la mujer en la sociedad chilena. Estas situaciones
que actuaron como vitrina del movimiento y lucha de la mujer por posicionarse y ser reconocidas
también remecieron sectores del mundo masculino mostrándose a favor del reconocimiento e
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incorporación de la mujer. Lira (1872) público en las páginas del diario chileno “El
Independiente” el 22 de diciembre artículos con el título “La mujer. Sus derechos Políticos y
Sociales”, como una manera de interceder en pro de la mujer para que esta tuviera acceso a
estudios superiores, afirmando que su inteligencia podía superar la masculina, y reconoció la
conveniencia de otorgarles derechos políticos. Provocando un movimiento en diversos sectores
liberales que aúnen sus voces con los grupos feministas y logran presentar propuestas que van en
directo beneficio de las mujeres.
El hito más importante para la atención de la salud reproductiva de las mujeres en Chile
que el Ministerio de Salud [MINSAL] expuso en el documento sobre las Normas nacionales
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sobre regulación de la fertilidad 2014 ha sido la creación, en 1952, del Servicio Nacional de
Salud [SNS], época en que los principales problemas de salud correspondían al área materno -
infantil. Sin embargo, al inicio de la década de los 60, la mortalidad materna y en especial, la
mortalidad por aborto, continuaba siendo elevada, causando alrededor del 35% a 40% de todas
las muertes maternas. En 1962, Fricke, entonces Director General del SNS, convocó a una
Comisión Asesora en Política de Regulación de la Fecundidad, cuyo objetivo fue el de elaborar
estrategias para reducir la alta incidencia de abortos inducidos y sus complicaciones y disminuir
el alto costo asociado a su tratamiento. Al mismo tiempo, un grupo de médicos, académicos y
clínicos, promovió una iniciativa para enfrentar la llamada “epidemia” del aborto provocado. Así,
ese mismo año, crearon la Asociación Chilena de Protección a la Familia [APROFA], afiliada
luego a la Federación Internacional de Planificación de la Familia, [IPPF] por su sigla en inglés,
para prestar asesoría al Ministerio de Salud en el desarrollo de las actividades de Planificación
Familiar.
De esta manera las Normas nacionales sobre regulación de la fertilidad 2014 indican que
en Chile comienza la entrada en vigencia desde enero del año 2010 la Ley Nº 20.418 que “Fija
normas sobre Información, orientación y prestaciones en materia de regulación de la fertilidad”,
asegura la provisión de métodos anticonceptivos y de anticoncepción de emergencia a toda la
población, y refiere, que toda persona tiene derecho a recibir educación, información y
orientación en materia de regulación de la fertilidad, en forma clara, comprensible, completa y
confidencial, que de acuerdo a sus creencias y/o formación, le permita elegir libremente y
acceder a los métodos de regulación de la fertilidad que cuenten con la debida autorización.
4.2 Fecundidad.
La fecundidad es un tema que en los últimos años ha sido un indicador que entrega
información variada y relevante en relación a la población de recambio, así como la cantidad de
hijos nacidos. Este indicador además permite instaurar preguntas a analizar sobre la disminución
real de los últimos años. De esta manera el INE (2019) entrega una forma para poder medir el
nivel de fecundidad la cual se mide a través de la tasa global de fecundidad, que expresa el
número promedio de hijos (mujeres y hombres) que ha tenido cada mujer al final de su período
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fértil, quien no ha estado expuesta a morir desde el nacimiento hasta la conclusión de su período
fértil (15-49 años), y ha tenido los hijos de acuerdo a las tasas de fecundidad por edad del período
en estudio. Se denomina “nivel de reemplazo” de la población, cuando el valor de la tasa global
de fecundidad es de 2,1 hijas e hijos promedio por mujer, valor que permite asegurar el
reemplazo generacional. De acuerdo a la Tabla N° 1 la tasa de natalidad en Chile (número de
nacimientos por cada mil habitantes en un año) fue en 2017 del 11,9 %, y el índice de Fecundidad
(número medio de hijos por mujer) de 1,6. Lo cual si se observa la evolución de la Tasa de
Natalidad en Chile se observa que ha bajado respecto a 2016, en el que fue del 12,8%, al igual
que ocurre al compararla con la de 2010, en el que la natalidad era del 14,7%.
Tabla N° 1
Chile - Natalidad
Fecha Tasa de Natalidad/² por Índice de Fecundidad
1000 Habitantes
El INE a través del Censo, el cual corresponde a un conteo y recuento de individuos que
conforman una población, en el caso de Chile el último fue efectuado el año 2017. Al referirse a
la fecundidad está aborda la capacidad reproductiva de una población y que depende de las
condiciones educativas, sociales y económicas que la rodean. Específicamente, corresponde a la
cantidad de hijos que tiene una mujer durante su vida fértil. En los cuestionarios censales de 2017
se incluyeron tres preguntas relacionadas con la fecundidad. La que hacía referencia al total de
hijas e hijos nacidos vivos la que entregó información sobre la paridez media, que es el número
promedio de hijas e hijos que han tenido las mujeres a lo largo de su vida fértil (15 a 49 años). De
esta manera se observa en los resultados aportados por el Censo (2017), indica que la paridez
media se situó en 1,3. La fecundidad se relaciona directamente con la edad. Esto se ve reflejado
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en las estimaciones de la paridez del total país donde el número promedio de hijos por mujer
muestra una tendencia creciente a medida que avanzan los grupos de edad, hasta alcanzar un
valor máximo de 2,33 hijos en el grupo de mujeres de 45 a 49 años. La comparación entre las
estimaciones de paridez da cuenta del descenso de la fecundidad observado a nivel nacional. Esta
baja también puede constatarse a partir del aumento de 35% en la cantidad de mujeres en edad
fértil sin hijos durante los últimos períodos de Censo.
Figura Nº 1
Promedio de hijos por mujer¹ de 15 a 49 años según grupo de edad, censos 2002-2017
Fuente: Instituto Nacional de Estadística. Síntesis de resultados Censo 2017. Chile: Santiago
45.0%
40.0%
35.0%
30.0%
25.0% 17
20.0%
15.0%
10.0% Serie 1
5.0%
0.0%
Figura Nº 2
En tanto, la Porcentaje
Tasa Globaldedenacimientos
Fecundidad a(TGF) o número promedio de hijos o hijas por
nivel regional.
Fuente:
mujer fue Instituto
de 1,6 enNacional
2017,demanteniendo
Estadística. Anuario de Estadísticas
su valor por debajoVitales
de la2017.
tasa Chile: Santiago (que es de 2,1
de reemplazo
hijos o hijas promedio por mujer, valor que permite asegurar el reemplazo generacional). Donde
además la tasa de fecundidad adolescente (15 a 19 años) disminuyó considerablemente de 53,5
nacimientos por mil mujeres en 2010 a 27,3 nacimientos en 2017.
Dentro de los factores psicosociales que se destacan para que hoy las mujeres en Chile
estén postergando la maternidad o simplemente no consideran ser madres. Obedece a una serie de
factores determinantes, entre ellos se destaca la mayor inserción femenina en el mundo del
trabajo la cual parece haber generado, por lo menos entre los estratos medios y altos, una
incompatibilidad con las funciones estrictamente domésticas así como la edad de optar a la
decisión de ser madre. Pese al descenso general de la tasa de fecundidad, persisten profundas
diferencias entre el número de hijos de las mujeres, dependiendo de su situación socioeconómica
y su nivel de educación. […] En este sentido, la educación de las mujeres es un factor decisivo,
ya que les permite un mayor control de los recursos y más autonomía para tomar decisiones, entre
ellas la del uso de anticonceptivos. (Biblioteca Nacional de Chile, 2019)
En la entrevista otorgada a la revista Qué Pasa del diario La Tercera de Chile, lunes 18 de
noviembre del 2019, Pommer, (Gineco-Obstetra de la Universidad de Chile) y ex director del
Instituto de Investigación Materno Infantil de la Universidad de Chile [IDIMI] expresa que las
mujeres buscan su autonomía y decidir cuándo y cuántos hijos tener lo que afecta directamente en
que se retrase la edad a la que se es madre. “En la medida que las mujeres quieran desarrollarse
profesionalmente retrasan su expresión de fecundidad, tienen menos tasas de embarazo y más
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aborto, por eso evalúan más los riesgos relativos y optan por solo un hijo”. Por ende el promedio
de hijos de las mujeres a lo largo de su vida fértil, muestra una notable caída, sin señales de
recuperarse. Parte de este declive se debe al alto costo de tener hijos. Chile se ubica cada vez más
cerca de las naciones que presentan esta variable casi estancada, como la de países de la Unión
Europea. (Sepúlveda, 2019)
Es lo que muestran los últimos datos entregados por el Instituto Nacional de Estadísticas
[INE], sobre las Estadísticas Vitales 2017, que revelan cómo la Tasa Global de Fecundidad
[TGF] o promedio de hijos de las mujeres a lo largo de su vida fértil (15 a 49 años), muestra una
notable caída, sin señales de recuperarse. De esta manera Chile se ubica cada vez más cerca de
las naciones que presentan esta variable casi estancada. Es el caso de los países miembros de
la Unión Europea, donde la TGF en 2017 fue de 1,59 hijos por mujer en edad fértil, y que este
año presenta una cifra cercana al 1,60. Situaciones extremas se dan España, por ejemplo, donde la
cifra llega a 1,31, y en Italia, con 1,32. Francia, es la excepción con 1,9, número que ha logrado
revertir gracias a potentes medidas estatales de apoyo a la maternidad y crianza. Logrando de esta
manera el INE en las Estimaciones y Proyecciones de Población en Chile 1992-2050, establecer
que hacia el 2029 se alcance el nivel más bajo de fecundidad con un promedio de 1,57 hijos por
mujer en edad fértil.
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Figura Nº 3
Promedio de hijos de las mujeres a largo de su vida fértil (15 a 49 años)
Fuente: Instituto Nacional de Estadística. (2019)
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Figura Nº 4
Edad a la que se tiene el primer hijo por nivel educacional. Mujeres de más de 40 años
Fuente: Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional.2017.
La CASEN (2017) por medio de sus investigaciones expresa que la implicancia de esto
afecta a los niños de distintos niveles socioeconómicos que nacen en familias, que en esta
dimensión, no sólo son muy diferentes, sino que son hoy más diferentes que hace algunas
décadas, y esto tiene implicancias importantes. Dado el efecto de la maternidad temprana sobre la
carrera laboral, este fenómeno seguramente tenga consecuencias de largo plazo que incrementen
la desigualdad en la distribución del ingreso. De esta manera a nivel país genera grados de
preocupación en relación con las generaciones más jóvenes, pero en la cohorte de 25 años de
edad, ya que un 71% de las mujeres sin estudios superiores, que representan el 41% de la cohorte,
ya tienen hijos, comparado con sólo un 27% entre las con estudios superiores. El embarazo
adolescente ha disminuido considerable y permanentemente en los últimos años. Según cifras del
Registro Civil, en el año 2016 se registraron 22.349 jóvenes adolescentes embarazadas, en
21
comparación a las 31.434 del año 2014. Sin embargo, en 2016, 678 jóvenes tenían 14 años o
menos al momento de ser madre, es decir antes de ingresar a la educación media1. Ello
especialmente considerando que las mujeres que son madre a temprana edad tienen mayores tasas
de rezago escolar o abandono de la educación formal, lo que, como se argumentó anteriormente,
afecta sus posibilidades de acceder a la educación superior y sus opciones laborales a futuro,
perpetuando la desigualdad.
5. CAPÍTULO II: FACTORES SOCIALES QUE INCIDEN EN LA AUTONOMÍA DE
LA MUJER TRAS LA DECISIÓN DE NO OPTAR POR LA MATERNIDAD.
De alguna manera; expresa Fernández (2018) los estereotipos sociales han determinado
durante siglos que la función principal de la mujer es la de procrear; esto se debe principalmente
a la necesidad de perpetuar la raza humana. Sin embargo, cada vez son más las personas; tanto
hombres, como mujeres; que tienen sus razones para no querer tener hijos.
Es así que Chacón y Tapia (2017) manifiestan que hoy en el siglo XXI existe un cambio
de mentalidad en donde tales factores como es la Autonomía y la Independencia económica, las
cuales adquieren una centralidad cada vez mayor entre las mujeres, lo que ha ido transformando
decisivamente las identidades femeninas. Así, las mujeres que entraron al siglo XXI son muy
diferentes a aquellas que inauguraron el siglo XX y hoy las oportunidades se han ampliado y se
han extendido los horizontes posibles.
Por consiguiente Molina (2003) citado en Chacón y Tapia (2017) expresa que al
comprender los factores que llevan a algunas mujeres a optar por no tener hijo/as; se debe pensar
incluir en el análisis mental los aportes de la teoría feminista mencionadas anteriormente donde el
género como parte de todos los aspectos de la vida humana explica y da sentido a una realidad
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vivida de manera diferente, tanto si se trata de hombres o de mujeres. Valcárcel (2009) citado en
Chacón y Tapia (2017) expresa que el hecho de desnaturalizar lo femenino y lo masculino e
irracionalizar la sujeción de las mujeres a espacios normativos permite comprender los cambios
en las relaciones sociales y la subversión normativa que implican dichas transformaciones.
Acorde con los factores psicosociales Parra (2013) indica que existen a nivel macro, las
que se relacionan a incertidumbres en el mercado de trabajo y una mayor inversión en capital
humano de las mujeres, aumentando sus expectativas en relación a la autonomía individual y la
autorrealización, son factores que influyen en los planes reproductivos. Además, a nivel micro, la
mayoría de las mujeres necesitan reunir un mínimo de condiciones para decidir ser o no madres.
Este conjunto de condiciones se relacionan con la estabilidad laboral o ingresos suficientes, una
vivienda adecuada y flexibilidad de tiempo para conciliar maternidad y empleo. Desde esta
perspectiva macro-micro, se desprenden las políticas sociales de cada país; es decir, las políticas
de empleo, las políticas de vivienda, las políticas familiares y de igualdad; las cuales son
fundamentales para promover o frenar la transición hacia la maternidad.
De acuerdo a lo expresado por Lagarde (1999) citado en Chacón y Tapia (2017) uno de
los factores que impulsa la decisión de no ser madres se relaciona con la necesidad de resguardar
un valor central a nivel identitario, esto es, la autonomía, o en términos prácticos, la posibilidad
de decidir sobre sus vidas y definir sus proyectos personales.
5.1 Autonomía.
Álvarez (2015) sostiene que la autonomía es una capacidad de las personas y, como tal,
admite desarrollos variados que pueden condicionar fuertemente su ejercicio. Esto hace que sea
tan difícil afirmar de alguien que no tiene, en absoluto, autonomía, como afirmar que tiene una
autonomía máxima. Tener más o menos autonomía depende de una serie de factores, de
condiciones internas y externas al sujeto. Entre las condiciones internas la literatura clásica sobre
la autonomía ha destacado la racionalidad. Esta condición, netamente kantiana en su formulación
originaria, ha sido enriquecida por ulteriores desarrollos relativos a las posibilidades de la acción
racional, en la medida en que va precedida de un proceso de singularización de los deseos o
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preferencias, seguido de otro proceso de jerarquización de las mismas. Esta compleja tarea que
cada sujeto realiza comprometiendo su capacidad de reflexión comporta evaluar, calibrar, sopesar
y finalmente asignar un orden de prioridades; orden que, a su vez, responderá a pautas que
revelan la disposición moral y emocional del sujeto.
Las Naciones Unidas (2005) en su repositorio expresa que la autonomía como concepto
“implica la capacidad de instituir proyectos propios y la producción de acciones deliberadas
(voluntad) para lograrlos, es decir subjetivarse como sujetos. Sujetos capaces de discernir sus
deseos y sus intereses y de elegir las mejores acciones para concretar dichas elecciones. De esta
manera la autonomía es un derecho establecido e igualitario para todos, que en el caso de la
autonomía de género se orienta hacia el grado de libertad que una mujer tiene para poder actuar
de acuerdo con su elección y no con la de otros lo cual se relaciona con la autonomía física de las
mujeres […] en la que sus exigencias se basan en reconocer los derechos reproductivos de las
personas y, en particular, el impacto de estos derechos sobre la autonomía de las mujeres. En tal
sentido, hay una estrecha relación entre la adquisición de autonomía de las mujeres y los espacios
de poder que puedan instituir, tanto individual como colectivamente, ya que el ser humano se
encuentra inserto dentro de una sociedad en la que debe alinearse con ciertas pautas que se exigen
para poder lograr una realización dentro de ese espacio designado, y la autonomía aquí también
debe alinearse con la sociedad elegida para el vivir.
Acorde con la realidad, Benavente y Valdés (2014) sugieren que se debe considerar el
grado de autonomía de un sujeto singular inseparable del grado de autonomía del grupo social al
que pertenece. Es decir, el grado de autonomía personal que una mujer pueda desplegar
dependerá también de la autonomía posible de su grupo social y de aquella que las mujeres de la
sociedad a la que pertenece hayan alcanzado, así la autonomía de un grupo social no depende
exclusivamente de la voluntad personal de quienes pertenecen. Para que alguien pueda saber qué
quiere en su vida y cómo lograrlo, que se sienta con derecho a decir no, a incidir en su realidad
para lograr sus proyectos, necesita un tipo de subjetividad cuya construcción no depende
exclusivamente de su psiquismo; por consiguiente, según este autor, la autonomía significa para
las mujeres contar con la capacidad y con condiciones concretas para tomar libremente las
decisiones que afectan sus vidas. Para el logro de una mayor autonomía se requieren muchas y
diversas cuestiones, entre ellas liberar a las mujeres de la responsabilidad exclusiva por las tareas
24
reproductivas y de cuidado, lo que incluye el ejercicio de los derechos reproductivos; poner fin a
la violencia de género y adoptar todas las medidas necesarias para que las mujeres participen en
la toma de decisiones en igualdad de condiciones.
Estudios realizados por Bórquez (2013) citando en Bauman (2006) en la actualidad, la
autonomía es entendida como deber y derecho de los individuos, posicionado este valor, como un
elemento central. Esta autonomía, no debe entenderse como una independización de lo social,
sino que como un elemento en función de lo social. Las personas construyen la definición de sí
mismas y participan de la sociedad, a partir de su individualidad, en este sentido, la idea de
colectivo y homogeneidad opera a nivel social, pero al mismo tiempo, el sujeto busca
constantemente una diferenciación. De alguna forma, esta paradoja remite a la lucha por la
igualdad de género, donde no se puede ser distinto, pero al mismo tiempo, no basta con ser
iguales. En este sentido, la maternidad podría plantearse como una actitud contraria a la
individualidad a la incertidumbre propia de la sociedad actual, ya que significa un proyecto a
largo plazo indisolublemente pensado con otro.
Las razones por las que se han dedicado y se siguen dedicando tantos esfuerzos a perfilar
el concepto de Autonomía, según Álvarez (2015) manifiesta que tienen que ver con el entramado
de valores en el esta se enmarca y a cuya realización contribuye. Estos valores apuntan
seguramente al ideal de la emancipación, del autogobierno; a la realización de la libertad
individual a través del ejercicio consecuente de la racionalidad práctica; a la fundamentación de
su contrapartida, la responsabilidad; a la igualdad entendida como consideración y respeto por las
elecciones individuales; a la diferencia que emana de las decisiones de las personas.
De este modo Escobar (2017) instaura a la mujer en su rol reconocido socialmente como
reproductivo y las diversas conceptualizaciones actuales impuestas por el grupo de mujeres que
deciden no tener hijos, en donde éstas mujeres lidian con esta decisión, en una estructura social
pensada desde lo teórico y normativo para la familia tradicional, generando conflicto desde lo
público y a la vez nuevas formas de compensación para convivir y trabajar.
25
Los estereotipos, señalamientos y otras estrategias discursivas dirigidas hacia las mujeres
sin hijos se expresan tanto en el discurso común de la sociedad, como por parte de opiniones
“expertas” de los profesionales de la salud. En cuanto al discurso común, Ávila (2005, citado en
Muñiz y Ramos, 2019) señala que la presión social puede apreciarse como comentarios o
representaciones que se dirigen a conductas consideradas transgresoras del patrón cultural y
coincide con Gillespie (2003, citado en Muñiz y Ramos, 2019) en que pueden encontrarse desde
el lenguaje al no existir un concepto positivo para definir a las mujeres sin hijos y son descritas
desde el prefijo adjetivado como “sin hijos” o “no madres”. Como mencionan Abshoff e Hird
(2000, citado en (Muñiz y Ramos, 2019), las mujeres sin hijos son un oxímoron, definidas por lo
que no son.
Estudios realizados por Muñiz y Ramos (2019) citando a Ávila (2005) señala que una
manera de identificar las presiones sociales para seguir la vía materna se puede encontrar en
todos aquellos comentarios o representaciones que se dirigen a conductas consideradas como
transgresoras del patrón cultural. Ahora bien que por medio de dichos comentarios o
representaciones adquieren formas diversas en el discurso y son identificados como
interrogaciones, sugerencias, persuasiones, manifestaciones de incredulidad, obligaciones,
exhortaciones. Las contradicciones que se expresan en los estereotipos y los comentarios
dirigidos hacia las mujeres que no son madres generan malestares y constantes replanteos sobre
las decisiones tomadas o sobre las propias trayectorias que dan cuenta de la “incomodidad social”
que provocan las mujeres sin hijos/as, que se expresa en una serie de representaciones
contradictorias. Anzorena y Yañez, (2013) aportan que se las descalifica en su capacidad de
cuidado y en sus opiniones sobre la crianza, pero a su vez se las considera siempre disponibles
para cuidar a otros/as. Se les tiene compasión pero también se envidia su libertad. Se afirma la
inevitabilidad de su destino de madres, pero sólo en caso de ser heterosexuales.
De igual modo Bórquez, (2013) indaga que tomar la decisión de no ser madre significa
una abierta transgresión a las nociones más arraigadas de mujer, pareja y familia. En la que se
puede observar cómo es que desde la infancia, la madre comienza a generar expectativas respecto
de la maternidad de su hija, con la llegada de los nietos, pareciera ser la culminación de este
proyecto. En tal sentido el anhelo por parte de la madre, lo cual puede entenderse las reacciones
frente a esta decisión como la desilusión de un anhelo que existe desde que la niña nace, o
probablemente desde que la niña se encuentra en el vientre materno. De igual modo parece ser
27
que existe la idea de que durante la vejez, existe una retribución por aquellos que fueron cuidados
por la madre, siendo ella ahora quien debe ser cuidada por sus hijos.
La presión social abarca aspectos tales como la presión desde la medicina de la que da
cuenta la investigación de Ávila, (2005) especialmente desde los ginecólogos; en donde su
discurso ante cualquier malestar o problema de salud plantea la solución de la mano de la
maternidad. Los siguientes ejemplos así lo demuestran en dicha investigación:
De los estudios de Ávila, (2005) se desglosa que, la relación de las mujeres con la
maternidad es un proceso tan naturalizado y mitificado que "elegir" no ejercerla, sobre todo de
manera voluntaria, se convierte en un factor de tensión en la sociedad, que se expresa en la
estigmatización y la presión social. (p. 123 – 124)
28
6. CAPÍTULO III: FACTORES PSICOLÓGICOS QUE INFLUYEN EN LA SALUD
MENTAL DE UNA MUJER TRAS DECIDIR NO SER MADRE AFECTANDO EL
BIENESTAR INDIVIDUAL.
Escobar (2017) indica que la mujer antes de tomar la decisión de no ser madre, pasa por
una etapa intermedia que es la postergación de la maternidad, como primera señal a no tener
hijos, en donde Paredes (2013) proporciona el término “Maternidad Postergada” que se ocupa
“para identificar a una mujer que llega a los 40 años, sin descendencia. Con la característica
imprescindible de no padecer de ninguna patología ni antecedente que limite su fertilidad”. He
aquí entonces que la postergación también pasa por una decisión, aunque biológicamente se está
en capacidad de tener un hijo y socialmente sea algo esperado y culturalmente naturalizado.
Cualquiera que sea el motivo por el cual una mujer hoy en día opte por la decisión de no
tener hijos, según exponen Muñiz y Ramos (2019) origina en la sociedad curiosidad,
confrontación y señalamientos; son vistas como mujeres egoístas, ambiciosas o enmarcadas por
la tragedia y desestabilidad, lo cual expone que, en las dinámicas sociales cotidianas, no acaba de
aceptarse el que las mujeres permanezcan sin hijos como una opción válida (Fernández,
2014). Reafirmando la especie de construcción cultural, donde la maternidad incluye aspectos
sociales, históricos e ideológicos lo que implica que existen normas que se desprenden de grupos
sociales específicos en determinados momentos históricos que definen y organizan la noción de
maternidad como construcción cultural. (Palomar, 2005 citado en Muñiz y Ramos, 2019). Dichas
29
normas a su vez, surgen de las representaciones socioculturales sobre la capacidad reproductiva
de las mujeres y cumplen una función de control en cuanto a la sexualidad y fecundidad, lo que
implica un conjunto de estrategias y prácticas discursivas que definen, construyen y limitan la
feminidad, donde la mujer desaparece tras la función materna, la cual, queda configurada como
su ideal (Tubert, 1996).
La Organización Mundial de la Salud [OMS] (2019) indica que la salud mental es más
que la mera ausencia de trastornos mentales. La dimensión positiva de la salud mental ha sido
subrayada en la definición de salud de la OMS, tal cual consta en la constitución misma: «La
salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de
afecciones o enfermedades». Los conceptos de salud mental incluyen bienestar subjetivo,
autonomía, competencia, dependencia intergeneracional y reconocimiento de la habilidad de
realizarse intelectual y emocionalmente. También ha sido definido como un estado de bienestar
por medio del cual los individuos reconocen sus habilidades, son capaces de hacer frente al estrés
normal de la vida, trabajar de forma productiva y fructífera, y contribuir a sus comunidades.
Desde este punto de vista, se considera a un individuo normal, y sin afección a su salud
mental, si muestra la suficiente capacidad para relacionarse con su entorno de una manera
flexible, productiva y adaptativa, si muestra la suficiente capacidad para lograr una fluidez con su
entorno de una manera constructiva y si sus percepciones de sí mismo y del entorno son
promotoras de equilibrio cognitivo-afectivo, de relaciones interpersonales duraderas, abiertas,
sanas y estables, y de patrones de comportamiento funcionales. (Mebarak, De Castro, Salamanca,
30
y Quintero, 2009) que no alteren el bienestar individual de las diferentes áreas que una persona se
desarrolla diariamente.
La cultura influye en forma importante para que una mujer anhele tener hijos, y que a
través de la introyección es como vamos moldeando la forma de ser y comportarse en el ambiente
en el que se encuentra inmersos. Perls (1976) citado en Rojas (s/f) dice que: “La introyección es
el mecanismo neurótico mediante el cual los introyectos estructuran la personalidad,
incorporando patrones, actitudes, modos de actuar y pensar que no son verdaderamente nuestros”.
Así es como los introyectos, al no tener fundamento en la experiencia propia, se oponen a lo
auténtico, y son mensajes recibidos del ambiente que nos tragamos sin digerirlos, y por lo tanto
son las necesidades de otros. Precisamente, las mujeres que anhelan la maternidad, han
incorporado introyectos que la cultura provee, estos son algunos de los más fuertes que definen a
la mujer como tal:
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En medio de este panorama, es posible mencionar que entre las consecuencias que trae en
las mujeres el ejercicio de múltiples roles -esposa, madre, ser mujer y trabajadora-, se encuentra
el cansancio, lo cual pudiese llegar a desmoronarlas por momentos (Giampino, 2002 citado en
Parra, 2013), o incluso, acarrearles problemas a la salud, sobre todo si las mujeres no cuentan con
una red de apoyo apropiada (Feldman y Saputi, 2007 citado en Parra, 2013). De esta manera se
vuelve un tema de importancia el contar con un entendimiento acertado sobre como una mujer
puede o no optar a la maternidad sin que se sienta amenazada por su entorno más íntimo o
incluso no cercano sembrando las incredulidad ante su postura de vida, miedos e inseguridades,
en donde simplemente hay una elección diferente a la normalizada socialmente.
Dentro de aquellos factores que inciden en las decisiones Bórquez (2013) aporta en
relación a la perspectiva de las parejas y familias en cuanto a la decisión, ya que no existe una
credibilidad respecto de la mujer en relación sobre la maternidad. Esta incredulidad se basa
principalmente en la seguridad sobre la creencia de que todas las mujeres quieren ser madres o
por la edad en la que se hace la declaración en torno a la decisión de no tener hijos. Más allá de la
incredulidad que significa esta decisión, no creer en la veracidad del desinterés por ser madre es
solo el principio. Posteriormente, comienzan las desvalorizaciones y amenazas. En el caso de la
familia, las críticas giran en torno a la corta edad para tomar la decisión, la anormalidad que
significa no querer ser madre y se repite la temática de la soledad en la vejez como amenaza
frente a la opción de no tener hijos.
32
Cayendo nuevamente en la amenaza y el castigo social asociados a la decisión de no ser
madre, Bórquez (2013) explica que parecen ser la continuación de la demanda por justificaciones
y validar que algo está mal en ellas, que mentalmente no están bien donde de alguna manera la
presión ejercidas en ellas provoca contrariamente una alteración en su salud mental, tras el
reiterado cuestionamiento hacia la decisión. Existe una tendencia respecto de las negativas
reacciones de su entorno en relación a esta decisión de vida. Emergen argumentos tales como que
la maternidad forma parte del desarrollo integral de la mujer, pero principalmente se apela al
tema de la amenaza en relación a la soledad durante la vejez, siendo esta la etapa del ciclo vital,
el momento donde se arrepentirían de la decisión tomada.
Esta noción de ciclo vital femenino, coincide con el hecho de que la mayor parte de las
amenazas de soledad y que producen una alteración al Bienestar Individual como indica Bórquez
(2013) proviene de parte de las mujeres del círculo social cercano en manera contradictoria a lo
que pudiese pensarse y teniendo en cuenta que el argumento de los hombres para criticar la
decisión de no ser madre, gira más en torno a lo biológico, a la naturalidad de la maternidad
como elemento de construcción social, como lo es la maternidad. En donde aún conviven con
antiguos discursos que posibilitan la permanencia de nociones tradicionales sobre el rol de la
mujer, el hombre y la familia. Lo cual desde esta perspectiva se puede comprender desde que
lugar vienen los castigos sociales que han sufrido las mujeres que deciden no ser madres, quizás
33
como una forma de intentar volver al camino trazado al rol de hijas o parejas. Incrementando las
inseguridades respecto a su desarrollo, cuestionándose si están errando o si están padeciendo
alguna alteración mental.
Por otro lado Leles de Silva (2016) indica que el uso del lenguaje comúnmente utilizado
aparece como el factor observable y reiterativo de oír de como la sociedad se refiere a la mujer
que no quiere tener hijos, un discurso cargado de: egoísta, fría, incompleta, que no le gustan los
niños, que se va a arrepentir, que se va a quedar sola alterando de lo que como persona elige para
su bienestar individual. En referencia a esto existe una gama de oraciones y frases más comunes
destinadas hacia las mujeres sin hijos. Algunos ejemplos mencionados son: “tu reloj biológico
aún no ha comenzado a sonar” “los niños le dan sentido a la vida”, “serás una gran madre”, “no
quieres que cuando seas anciana alguien cuide de ti”. De la cual parecerá una estela que deja en
su camino al pasar, una serie de encasillamiento de “no madre” sopesan tras las miradas
castigadoras y dejando en constante inseguridad sobre la elección.
A su vez Ávila (2005) expresa que utilizar el concepto de elección sobre la maternidad no
es muy afortunado, ya que tiene la desventaja de ser problemático en tanto que nos remite a la
idea del sujeto cartesiano, a la idea del agente intelectual, libre y centrado. Es un concepto que no
da cuenta de la ambigüedad, de lo contradictorio, de lo inestable y de lo procesual que es en sí
34
mismo el sujeto. Tampoco da cuenta de las relaciones de poder que coaccionan y limitan el
campo de “elecciones” posibles; e incluso, es un concepto con el que no se identifican
explícitamente algunas mujeres. Sin embargo, se utiliza porque da cuenta de la autonomía y
autodeterminación que ejercen los sujetos sobre sus vidas y el entorno social que los envuelve.
Además, porque el concepto de “elección” es una idea muy arraigada en el ethos liberal y en la
agenda democrática de los derechos humanos de las sociedades actuales, en las que se inscriben
los derechos sexuales y reproductivos. Éstos establecen el derecho de las personas a decidir de
manera libre y responsable el número de hijos y si tenerlos y a disponer de la información y de
los medios para ello, así como el derecho a adoptar decisiones sin sufrir discriminación,
coacciones ni violencia.
Los factores que ejercen incidencia en el bienestar según los estudios de Grisales, (2015)
en su sentido más amplio: provienen de diferentes índoles desde los recién conocidos,
compañeros de trabajo y amigos. En todos los casos las mujeres deben entrar en la dinámica de
justificarse y defenderse de las preguntas, para ello se elabora un discurso argumentativo que
pretende persuadir sobre la validez de la decisión. Esta situación evidencia claramente que la
decisión de no ser madres va en contravía de la valoración de su contexto social; los amigos, los
conocidos, los familiares no entienden por qué ellas van en contra de una práctica que no se
cuestiona, solo se reproduce, pues se tiene por natural, como se expresa anteriormente. Algunas
veces los cuestionamientos cesan bajo la idea que es un capricho “pasajero”, es decir, ellas están
temporalmente equivocadas y luego “entrarán en razón”, cuando el “instinto materno” se
manifieste. Como está naturalizado que las mujeres deben ser madres (y hay un momento para
ello: no en la adolescencia sino al terminar la universidad, estar trabajando y tener una pareja) su
opción es vista como una desviación y algunas veces son catalogadas como enfermas, inestable y
se repite el argumento de egoísta; es decir, por muchos argumentos que expongan recae sobre
ellas la sospecha que algo anda mal en ellas.
El afrontamiento individual es utilizado sobre aquellas amenazas para lo cual Macías (et
al 2013) indica que implica esfuerzos comportamentales y/o cognitivos orientados a manejar la
situación estresante que se distinguen entre ellos. El afrontamiento hace mención a procesos
individuales que si bien reciben influencia de lo social, es el sujeto mismo quien define su propia
35
orientación para manejar los problemas en su vida cotidiana y con ello concreta el tipo de
estrategia que utiliza al afrontar los eventos críticos o estresantes en su realidad. Por su parte, el
afrontamiento familiar ilustra una dinámica de grupo, que busca regular las tensiones que
enfrentan y garantizar la salud de sus miembros y en especial de la mujer que está tomando una
decisión decisiva de como desea vivir su vida.
Las personas creen que tener hijos es cerrar un círculo, que forma parte del proceso
natural y que tiene que darse sí o sí. Por desgracia suele estar mal visto que una mujer no tenga el
deseo de ser madre. Se enjuicia a estas mujeres pensando que no sabrán lo que es el amor
incondicional hasta que no sean madres. Lo que no ocurre con la idea de paternidad. Otro juicio
de valor es que no tener hijos es una decisión egoísta. Todavía en esta sociedad, dedicarse tiempo
a uno mismo, pensar en uno mismo y mirar por uno sigue pareciendo algo negativo. La Real
Academia de la Lengua Española [RAE] define la palabra egoísmo como un “inmoderado y
excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del
de los demás”. La mujer que no desea ser madre seguro que atiende las necesidades de su pareja,
de sus padres, de sus compañeros de su trabajo y de sus amigos. Solo decide no atender las
necesidades de un proyecto que no desea tener. Nada que ver con el egoísmo. (Ramírez, 2016).
Dentro de un colectivo cada vez más amplio de nuestra sociedad lograr el Bienestar es una
de las ideas que más esté influyendo en los últimos tiempos sobre el modo de realizarse como
personas, de sentir, pensar, relacionarnos, comportarnos, amar, estrechar lazos, etc., sea la idea de
que es posible y deseable alcanzar de igual forma el Bienestar emocional positivo permanente sin
experimentar emociones negativas. Esta creencia parte de un supuesto: que debemos sentirnos
plenamente satisfechos, en cada momento, con todo lo que hagamos y experimentemos, como
requisito indispensable para sentirnos bien.
Además, unido a lo anterior, se suele creer que es posible llegar a materializar dicha
creencia a través de un proceso de realización o crecimiento personal que debe abarcar todos los
ámbitos más importantes de nuestra vida, pues de lo contrario no nos sentiríamos realizados en
algún aspecto, no seríamos plenamente felices y entonces nuestro bienestar quedaría incompleto.
De forma paralela a esta idea aparece también la del éxito social, uno de los prejuicios más
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poderosos de nuestra sociedad, pues hoy en día la ausencia de éxito está asociada a menor
reconocimiento y apoyo social.
Recalcar la labor que ha tenido el movimiento feminista en los cambios de los últimos
años expone Barrantes y Cubero (2013) es importante principalmente en la decisión de sí se
asume la maternidad o no, ya que a través de luchas como la legitimación del aborto, apertura en
el uso de anticonceptivos y aceptación de la orientación sexual lésbica, se ha logrado un cambio
en la concepción de la maternidad.
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En la cerámica, la mujer experimenta [...] la fuerza creadora primordial [...] Sabemos el
importante papel desempeñado por la vasija sagrada en épocas remotas, sobre todo como
vehículo de la acción mágica. En esta manifestación básica, los rasgos esenciales del carácter
femenino que se transforma están ligados a la vasija como símbolo de la transformación.
Briffault describe el moldeado de cerámica de las mujeres en forma de seno, y más adelante
afirma que «la fabricación de vasijas, como muchos de los trabajos en las sociedades primitivas
[...], forma parte de un carácter ritual o religioso». «La identificación de la vasija con la Gran
Madre está profundamente arraigada en la antigua creencia en la mayor parte del mundo». Es
probable que la mujer moldeara no solamente vasijas, sino también imágenes de sí misma: la
vasija de la vida, la que transforma la sangre en vida y leche. Al hacerlo, expresaba, celebraba y
concretaba su experiencia como ser creador provisto de poderes indispensables. Sin su atributo
biológico, el niño —el futuro y el sustento de la tribu— no podía nacer; sin su invención y sin su
destreza, no podrían existir la olla y la vasija, los más sagrados de entre los objetos realizados
por la mano humana. La olla, la vasija, la urna, la jarra, no eran objetos de decoración o simples
envases; posibilitaban el largo almacenaje de los aceites y los granos, la transformación del
alimento crudo en cocido; algunas veces, también servían para guardar los huesos y las cenizas
de los muertos.
Rich (2013) le da curso a esa analogía ancestral de la magia del ser mujer y su capacidad
de crear dentro de sí, como la capacidad de cocinar algo para el festín de otros, exponiendo
entonces que la mujer es receptiva; un «receptáculo» un recipiente de deseos externos para
complacer los anhelos de cumplir con su deber de ser mujer. De esta manera la mujer quedaría
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como único lugar el «espacio interior» del hogar, y su anatomía la fuerza, como un imperativo
ético, a ser maternal en el sentido de masoquista, paciente y pacífica. Hecha esta salvedad y
expuesto de esta manera entonces las mujeres sin hijos son «frustradas», «estériles» y «vacías».
Teniendo en cuenta que no estamos refiriéndonos al «espacio interior» como un determinante de
la función social propia de la mujer, sino a los grupos primordiales de asociación, podemos
comprender el alcance de la asociación mujer-vasija.
Es así como Barrantes y Cubero (2013) indican que el feminismo buscaba romper con las
definiciones tradicionales de lo que era ser mujer, las cuales hacían una asociación automática de
esta con la maternidad, condición que la delegaba en una posición de inferioridad y de
sometimiento a los hombres, siendo esto un impedimento para alcanzar la autonomía por la cual
luchaba el feminismo.
Escobar (2017) manifiesta en su trabajo que uno de los argumentos para que las mujeres
durante su vida lleguen a ser madres, aunque no tengan deseos de serlo, es que conforme avanza
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su edad les dicen que les nacerá el llamado instinto materno, por lo tanto igual quieran o no deben
ser madres porque su naturaleza de mujer instintiva lo señala.
Continuando con los estudios realizados por Manitta (2017) aporta que en el año 1992,
Elisabeth Badinter publicó su libro ¿Existe el instinto maternal? Historia del amor maternal como
respuesta a lo que ella describe como una tendencia de la época, que consiste en hacer de la
maternidad y del amor maternal algo natural e instintivo. En su extensa investigación histórica,
demuestra que hasta finales del siglo XVIII las madres europeas –no solo las aristócratas,
también las burguesas y en general toda mujer que pudiera permitírselo– rehusaban amamantar a
sus hijos y los enviaban recién nacidos a los hogares de las nodrizas que se ocuparían de sus
cuidados y alimentación. Entre los cinco y los diez años promedio, los niños volvían al hogar de
sus madres y eran de nuevo enviados lejos, esta vez a internados donde completaban su
educación. Esta modalidad de crianza respondía al interés de las mujeres de reservar su tiempo y
dedicación al matrimonio, del cual dependía su estabilidad económica, y a las actividades
sociales donde eran reconocidas. En cualquiera de los dos casos, la dedicación a los cuidados del
niño pequeño, tal como se la concibe hoy, hubiera significado la renuncia a esos espacios de
reconocimiento que las mujeres de aquellas épocas consideraban de gran valor, y de los que
dependían, en gran parte, sus posibilidades de sostenerse económicamente. En estos periplos de
crianza, solo uno de cada seis niños sobrevivía hasta la edad de dos años.
Por lo tanto, Escobar (2017) con respecto a la postura teórica - histórica expuesta sobre la
existencia o no del instintito maternal, Badinter (1981) citado en Escobar (2017), concluye que
realmente se trata de un mito, ya que “Al recorrer la historia de las actitudes maternales, nace la
convicción de que el instinto maternal es un mito. No hemos encontrado ninguna conducta
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universal y necesaria de la madre. Por el contrario, hemos comprobado el carácter sumamente
variable de sus sentimientos, de acuerdo con su cultura, sus ambiciones, sus frustraciones. […] el
amor maternal es sólo un sentimiento, y como tal esencialmente contingente, aunque sea una
conclusión cruel. Este sentimiento puede existir o no existir; puede darse y desaparecer. […]
Todo depende de la madre, de su historia y de la Historia. No, no existe ninguna ley universal en
este terreno que escapa al determinismo natural.
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Los embarazos no deseados, expone Langer (2012) que resultan de relaciones sexuales no
consensuadas o del fracaso de los métodos anticonceptivos son más de los que deberían,
considerando que existe un método seguro y eficaz para prevenir el embarazo tras una relación
sexual sin protección: la anticoncepción de emergencia. Está lamentablemente, es un recurso que
no está disponible en todas las regiones. Los embarazos no deseados son especialmente comunes
en adolescentes, mujeres solteras y mayores de 40 años; sin embargo, también se dan en otros
grupos de edad. Su frecuencia parece ser mayor entre las mujeres de escasos recursos y bajo nivel
educativo, aunque ocurren en todas las clases sociales. Sus consecuencias no solo afectan a las
mujeres, sino también a los hombres y a las familias.
En continuación con el autor anterior el indica que la interrupción voluntaria del embarazo
ha ocurrido en todas las culturas y en todas las épocas, a veces legal y culturalmente aceptado, en
otras rechazado con violencia. Es un problema complejo que puede abordarse desde la ética y la
filosofía, el derecho, la política, la psicología, la sociología, la historia y las ciencias de la salud.
Las consecuencias sobre la salud de las mujeres son indirectas: las más graves se derivan del
aborto inducido al que las mujeres recurren para tratar de evitar el embarazo no deseado, y que se
realiza en condiciones de clandestinidad e inseguridad. La continuación de los embarazos no
deseados también tiene consecuencias sobre la salud de la madre y del hijo, ya que estos ocurren
con mayor frecuencia en mujeres en ambos extremos de la edad reproductiva, períodos durante
los cuales los riesgos son mayores.
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La madre que no desea a su hijo es una mujer “obligada” a asumir un papel que no anhela,
sin embargo, algunas o muchas de ellas, una vez que nace su hijo son capaces de despertar su
espíritu materno y empiezan a querer a su bebé. Una fortuna que beneficia el proceso de la vida
de dicho vástago, aunque será un hijo que buscará con constancia la aceptación y aprobación de
la madre. Siendo esta, una actitud que la extrapolará a las representaciones simbólicas del
arquetipo “madre”. Es decir, en relaciones de amistad, laborales o sentimentales que asocie
emocionalmente con su madre biológica. (Quiceno, 2019).
Otro tipo de comportamiento manifiesta Molina (2014) que puede asumir la madre que no
desea, ni quiere a sus hijos es el de una madre Sobreprotectora Santa que se caracteriza por ser
insegura, temerosa, sufrida, ella ejerce el control de sus hijos, haciéndose la mártir, sufre con
constancia y es incapaz de proporcionarles límites. Esta mujer transmite a sus hijos la imagen de
víctima, la que en muchas culturas es aprobada. Esta madre presenta, además, dos prototipos
extremos, la que asfixia y la que se comporta como una adulta niña, el primer prototipo es el de
una madre suplidora, a cual más, de todos los requerimientos de sus hijos, los asfixia, es incapaz
de delegar funciones en ellos, hace todo por ellos, inhibe su autonomía. Convierte a los hijos en
sus apéndices, catapultándolos hacia la degradación de Peter Pan, hijos atrapados en “las faldas
de mamá”.
Las mujeres que no desean tener hijos/as, expone Anzorena y Yañez (2013) por las
razones que sea, muchas veces se encuentran defendiendo sus decisiones en soledad, como si se
tratara de posiciones irracionales y extremistas. Las formas en que el mandato de la maternidad
se construye lleva al falso dilema de que ser madre o no ser madre son opuestos e
irreconciliables. Sin embargo, las decisiones, nada acabadas, ambivalentes, no-maternidad no
tienen que ver con ser o no ser madres sino con un rechazo a la maternidad institucionalizada,
con negarse a ser madres bajo cualquier circunstancia o a ser “sólo madres”, esto muy unido a la
afirmación de lo vocacional y de “otros proyectos”. Si se planea la maternidad, se realiza no
como objetivo de vida sino como una forma más de experiencia y expresión de las posibilidades
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de la vida. […] lo que muestra una ruptura de las dicotomías indicando que en la vida las
decisiones no se plasman en un negro o blanco, sino que existen grises donde las mujeres
transitan sus decisiones.
Ahora bien, expresa Chacón y Tapia (2017) con respecto a las representaciones en torno a
la maternidad, las mujeres disocian la sexualidad de la reproducción y la maternidad de lo
femenino. Para ellas la maternidad es una opción racional, pero no un mandato “natural” y por
tanto las mujeres pueden decidir si desean o no tener hijos (as) y controlar la opción.
Más allá de la amenaza, existe una abierta agresión por tomar la decisión de no ser madre.
Se habla también de la etiqueta social que se pone sobre las mujeres, y que en muchos casos
sigue apareciendo, que por diferentes motivos optan por no tener hijos. Ambos ámbitos, pueden
ser comprendidos como formas de castigo, más o menos evidentes, que la sociedad ejerce sobre
la mujer que no opto por la maternidad. (Bórquez, 2013)
Esto implica un cambio de roles entre los miembros de la familia, una distorsión de las
fronteras entre las distintas generaciones que la componen y una “sobrecarga de responsabilidad
al niño o adolescente con respecto a su rol y a la etapa del ciclo vital en la cual se encuentra”.
Barbosa, Segura, Garzón, y Parra (2014) citado en Chacón y Tapia, (2017). A lo que se suma un
modelo de pareja de los padres caracterizada por la desigual y agudizada división sexual del
trabajo al interior de la familia. Ambos hechos son los motivos centrales que identifican como
argumento para no tener hijos (as) […] sin la carga que supone tener hijos (as).
Finalmente, indica Parra (2013) citando a Giampino (2002) un tópico también importante
de plasmar en este apartado es el sentimiento de culpa que experimentan algunas mujeres
44
trabajadoras por no brindarles el tiempo necesario a sus hijos, lo cual les hace implementar
mecanismos compensatorios, siendo los obsequios materiales los más comunes; otras, por su
parte, flexibilizan reglas respecto a los niños en el área educativa, esto porque desean que el
escaso tiempo que pueden brindarles esté exento de toda situación que implique algún conflicto
entre ambos.
8. DISCUSIONES:
45
Dentro de un colectivo cada vez más amplio de la sociedad donde no optar a la
maternidad puede que aparezca como una de las ideas que más esté influyendo en los últimos
tiempos sobre el modo de realizarse de una mujer, de sentir, pensar, relacionarse, comportar,
amar, estrechar lazos, etc., se da la idea de que es posible y deseable alcanzar el bienestar
individual positivo permanente sin experimentar emociones negativas. Esta creencia parte de un
supuesto: que debemos sentirnos plenamente satisfechos, en cada momento, con todo lo que
hagamos y experimentemos, como requisito indispensable para sentirse bien, lo cual en ocasiones
no se produce por las consecuencias que provoca las decisiones personales las cuales están
movidas por factores amplios e individuales que afectan de diferentes maneras la vida de una
mujer.
Todo lo planteado anteriormente, expone Bórquez (2013) denota […] una crisis entre la
familia y la sociedad. Esta crisis tiene por un lado, el debilitamiento de acuerdos basales de la
sociedad como lo es el concepto de maternidad, producto de los procesos sociales actuales. Estos
procesos a su vez, se reproducen al interior de la familia donde el restablecimiento de nuevos
acuerdos en relación a conceptos como la maternidad, resultan por una parte, extremadamente
complejos debido a la complejidad del mismo sistema familiar y por otra parte, más lentos que
los cambios a los que el sistema debe adaptarse. En otras palabras, decidir no ser madre en una
familia con todas las características de la familia actual donde, […] los cambios en las prácticas
conviven con discursos heredados del pasado, significa aún, ir contra aquello establecido, que si
bien pareciera ser más flexible que en décadas anteriores, no escapa a los juicios y valoraciones
de un núcleo familiar en transición.
46
Se observa la sorpresa que aún provoca que la mujer exprese que no desea tener hijos, la
reacción común se asocia a frases reiterativas: “¿no te gustan los niños?” y “dentro de unos años
cambiarás de opinión”. Lo que posiciona más a la mujer en un estado de incertidumbre; ya que
para la sociedad aún es extraño que una mujer no desee tener hijos, como si fuera algo en contra
de su propia esencia; sin embargo, ser mujer no implica ser madre. Hay diversas maneras a través
de las que se manifiesta la presión social para que una mujer tenga hijos donde el término que se
designa y es reiterativo es como una mujer egoísta. Reafirmando la idea de que toda mujer debe
ser madre; ya que se considera algo normativo, instintivo, contra lo que cuesta oponerse; por
contraste, se percibe a la mujer con hijos como un ser completo, realizado, de forma que la
maternidad se percibe como la meta que toda mujer debe cumplir para realizarse como mujer.
Probablemente aporta Escobar (2017) por lo que se refiere a la manera de cómo se debe
mirar la reproducción, no sólo desde su ámbito biológico, si no que psicológico, cultural y sexual,
este último aspecto un tanto olvidado por las políticas públicas o mal diseñado a la hora de
abordarlo, genera la duda sobre como Chile redirige la mirada en esta dirección y cómo se ven en
una encrucijada o no, las mujeres que deciden no tener hijos, frente a sus derechos sexuales y
reproductivos y observar si realmente estos derechos se logran ejercer o si de alguna u otra
manera están incluidos dentro de la oferta pública para este grupo de mujeres emergentes.
Mujeres que ven en la decisión una vida plena y satisfactoria al igual que la perciben los
que optan a otros tipos de vida, enjuiciar, clasificar o designar a la mujer como si le faltase algo
solo provoca inseguridades donde solo hay un acuerdo de vida donde la mujer es la que asume las
consecuencias. Si bien la presión social para tratar de convencerlas de ser madre, es más bien de
carácter indirecto sin un contexto de obligación, al observar los discursos que por medio de las
narrativas que suelen invadir a las mujeres por su decisión se puede observar que estos adquieren
diversas formas, donde, por un lado, se identifican aquellos que de manera explícita tienen la
intención de coaccionar a quienes los dirigen, mientras que otros, son expresiones indirectas de la
exigencia, y que al ser manifestados desde el reconocimiento del deber (de ser madre) y la certeza
(de que éstas mujeres tendrán hijos), exhiben su intención de influir en las decisiones
reproductivas de las mujeres.
47
9. CONCLUSIONES:
En los años 60 sale a la luz los primeros métodos anticonceptivos reconocidos a nivel
mundial, donde la píldora ha sido la estrella de este acontecimiento por años, lo que concedió a
muchas mujeres la primera posibilidad real de controlar los embarazos y por ende controlar el
número de hijos. De esta manera rompiendo por primera vez lo heredado por generaciones
llevándolas a poder controlar sus tiempos y cuerpo dejando atrás de cierta manera los miedos y
riesgos que traía un embarazo, abriendo por primera vez el poder decidir sobre el embarazo,
cambiando el legado generacional de crear lazos, relaciones, casarse y traer hijos.
48
Optar por la infertilidad voluntaria en mujeres a nivel mundial es la primera manifestación
de una decisión personal y autónoma sobre el cuerpo y vida. La cual conlleva un cumulo de ideas
que se relaciona directamente con varios deseos personales que tiene una mujer en donde las
variables pueden ser infinitas, encontrándose aquellas que juegan un rol trascendental con
aquellas ligadas al estilo de vida, relaciones, pareja y carrera profesional, ya que a medida que las
mujeres fueron derribando barreras comienzan a adquirir diversos roles; que suman a lo ya es ser
mujer; a lo cual antes solo quedaba resumido al rol de ser madre. Sumándose que cada vez las
oportunidades laborales y profesionales dejan atrás el factor género, ampliando la gama de
opciones disponibles en cuanto a puestos laborales, opciones de carrera, mayores
responsabilidades y objetivos abiertos a todos por igual, destacando eso sí que estas opciones no
quitan el no poder criar a un hijo, simplemente refuerza que la maternidad es una decisión de
vida.
Donde la maternidad ha pasado de ser un ente casi tatuado en la piel de una mujer a ser
una decisión personal, que requiere de introspección, preparación al igual que cualquier decisión
que se toma en la vida en pro del bienestar personal, pero que a diferencia de otras decisiones
personales, esta medida trae consigo una intolerancia social, frente a un acto tan personal, donde
se ven incluso obligadas a responder, y dar una respuesta “coherente” ante el que pregunta, de
por qué no desea una mujer ser madre. Decisión que aunque sea tomada debe traspasar leyes
públicas impuestas donde la mujer no puede decidir de manera autónoma el camino de vida que
desea optar por decisión personal. Leyes creadas para salvaguardar una población y tener acceso
al recambio poblacional de cada país. Designadas de cierta manera por lo social; por la sociedad
en la que se relaciona y los patrones que debe obedecer jerárquicamente dentro de un círculo
cerrado, que es lo que significa socialmente ser o tener una familia de esta manera encajar en este
círculo socialmente aceptado, para que de cierta manera no sopese en sí, una idea contradictoria
instaurada históricamente por aquellas abuelas, madres, padres, tíos, etc. que ven incomprensible
ir contra las normas arraigadas en el seno de una cultura hegemónica.
Dejando a mujeres dudando sobre su integridad de rol de mujer, donde no ser madre es
una elección personal limitada en las mujeres que de cierta manera se sigue llevando con
49
discreción, casi en soledad, y sobre la que siguen recayendo sanciones sociales. Las mujeres sin
hijos son un oxímoron, definidas por lo que no son como las “no-madre” quienes se pasará la
vida contestando a preguntas que dan por hecho que lo normal es elegir ser madre. No
importando que aun cuando ese margen de elección sea muy estrecho, personal, autónomo y en
beneficio de la mujer como sujeto pensante.
Como se ha dicho no ser madre por elección es un punto, pero existe de igual manera una
manifestación aún más prohibida: la de ser madre y arrepentirse. Mientras tanto la mujer
voluntaria a no ser madre debe ir por la vida dando explicaciones de su decisión existen variadas
mermas psicológicas y sociales para poder expresar que una mujer sea madre y se arrepienta,
incluso asumirlo como mujer y madre ya trae una recriminación intima; ya que ser madre y se
arrepiente de esa elección jamás lo confesará socialmente abiertamente ni incluso a su círculo
cercano, sabe que socialmente será presa del juicio social, ético y moral de la representación
social del ser madre y madre buena.
Elegir un estilo de vida diferente al designado al género femenino no indica ser egoístas
por ello, al contrario, quieren evitar ser madres de alguien para el que no van a tener tiempo.
Donde los factores son tan personales como infinitos, encasillar algunos son meras respuestas
casi obligadas para tranquilizar al externo que le inquieta la decisión personal tomada por una
mujer. Por todo ello, el ser mujer y sentirse juzgada por la sociedad, requiere una aceptación
personal sobre la decisión del bienestar individual, donde simplemente no se debe permitir la
presión ya que existe todo el derecho de hacer lo que quieras. Donde no ser madre es
simplemente: “No serlo, porque puedo elegir”.
Si bien la presión social para tratar de convencerlas de ser madre, es más bien de carácter
indirecto sin un contexto de obligación, al observar los discursos que por medio de las narrativas
que suelen invadir a las mujeres por su decisión se puede observar que estos adquieren diversas
formas, donde, por un lado, se identifican aquellos que de manera explícita tienen la intención de
coaccionar a quienes los dirigen, mientras que otros, son expresiones indirectas de la exigencia, y
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que al ser manifestados desde el reconocimiento del deber (de ser madre) y la certeza (de que
éstas mujeres tendrán hijos), exhiben su intención de influir en las decisiones reproductivas de las
mujeres.
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hijos/905378/
56
ÍNDICE
Página
Resumen 1
1. Introducción. 2
1.1. Relevancia de la investigación. 3
1.2. Desarrollo de la Investigación. 5
1.2.1. Planteamiento del Problema. 5
1.2.2. Área de la investigación, aporte y efectos del estudio 5
1.2.3. Justificación de la investigación. 6
2. Objetivos de la investigación 7
57
2.1. Objetivos Generales. 7
2.2. Objetivos Específicos. 7
3. Marco Teórico. 8
3.1 El Rol de la mujer en la Sociedad. 8
3.2 El feminismo como pionero en la percepción de ser mujer. 10
4. Capítulo I: Comportamiento de la tasa de natalidad entre los años 2010 – 2017 14
en Chile.
4.1 Regulación de la fertilidad en Chile. 14
4.2 Fecundidad 15
4.3 Factores Psicosociales determinantes en la postergación de la maternidad. 18
5. Capítulo II: Factores sociales que inciden en la autonomía de la mujer tras la 22
decisión de no optar por la maternidad.
5.1 Autonomía. 23
5.1.1 La Presión de la Sociedad. 25
6. Capítulo III: Factores psicológicos que influyen en la salud mental de una 29
mujer tras decidir no ser madre afectando el bienestar individual.
6.1 Salud Mental. 30
6.2 Bienestar Individual. 33
7. Capítulo IV: Salud mental en el ejercicio del rol materno en la mujer chilena. 37
7.1 Maternidad, como necesidad vital del ser mujer. 37
7.2 Instinto Materno. 39
7.3 Ser Madre sin desearlo. 41
7.4 Rechazo a la maternidad institucionalizada. 43
8.Discusiones 45
9. Conclusiones 48
Referencias 51
58
”El regalo más bonito que me ha hecho mi familia es hacerme sentir que tengo derecho a
soñar cómo quiero vivir, que es importante y que nadie tiene derecho a cuestionarlo”
UNIVERSIDAD BOLIVARIANA
ESCUELA DE PSICOLOGÍA.
59
INCIDENCIA DE LOS FACTORES PSICOSOCIALES EN LA AUTONOMÍA,
BIENESTAR INDIVIDUAL Y SALUD MENTAL DE LA MUJER EN EDAD FÉRTIL AL
DECIDIR NO SER MADRE EN CHILE
Autor:
Makarena Poblete Soto
Profesores Guías:
Pedro Romero
Cristofer Bahamondez
Chillán – CHILE
Enero 2020
60