Está en la página 1de 24

“EL OBJETO, LA PRESTACIÓN Y EL CONTRATO EN EL

NUEVO CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL ARGENTINO”1

por Manuel Cuiñas Rodríguez

AÑO: 2016

SUMARIO

1. Caracterización del objeto como elemento estructural del

contrato.

2. El objeto de los negocios jurídicos contractuales.

3. Interrelación entre contrato, obligación, objeto y prestación.

4. Requisitos relativos al objeto del contrato.

4.1. Licitud.

4.2. Los límites impuestos por el art. 279 del CCCN.

4.3. Posibilidad.

4.4. Determinación.

4.5. Existencia.

4.6. Aptitud.

4.7. Patrimonialidad.

1. Caracterización del objeto como elemento estructural del contrato.

Contrariamente a lo que se da en otros Sistemas de Derecho, en nuestro

ordenamiento positivo no hay norma alguna que en forma expresa enuncie que el

objeto es ineludiblemente necesario -esto es, constitutivo o esencial- para que

pueda tenerse por normativamente perfeccionados a los actos jurídicos bilaterales

1
Este trabajo es reformulación parcial y ampliación del publicado originalmente por el autor en La Ley, 1998-C,
1066, intitulado El objeto, la causa y los negocios jurídicos contractuales, adaptado a la normativa del nuevo
CCCN.
contractuales 2. Pero, sin embargo, la dogmática resultante del articulado continente

de las prescripciones que para este tópico se presentan en el Derecho privado

argentino, habilita a deducir o inferir que se legisló en el entendimiento de que el

punto de partida para lo relativo al negocio jurídico era tomar como axiomático

algunos requisitos básicos o fundantes de la propia estructura del acto, sobre los

cuales se normó en distintos preceptos, dándolos por un valor entendido.

Así, en lo relativo al objeto del contrato, las consecuencias normativas resultantes

de la obligada concordancia de los preceptos contenidos en los arts. 259, 279, 958,

1003, 1004 y sgtes. del CCCN, habilitan a sostener que tal elemento debe estar

necesariamente presente en todo negocio contractual, ajustándose a determinados

parámetros expresamente contemplados en las referidas disposiciones, dado que,

caso contrario, los hipotéticos actos jurídicos surgentes en oposición a lo reglado

serán susceptibles de nulificarse -art. 386, CCCN-. Por ello, como de carecer de

objeto negocial válido lo eventualmente actuado la consecuencia será la nulidad,

para que un acto jurídico sea válido a nivel contractual, primera y necesariamente

deberá tener objeto. Y esto último será condición necesaria pero no suficiente, dado

que, para seguir, tal objeto deberá ceñirse o no deberá contrariar -que es lo mismo-

2
Conf. Garrido, Roque F. y Zago, Jorge A., Contratos civiles y comerciales, Universidad, Bs. As., 1989, Tº I, págs.
91 y 93. En el art. 1261 del Cód. Civil uruguayo se dispone que “para la validez de los contratos son esenciales los
cuatro requisitos siguientes: a) consentimiento de las partes; b) capacidad civil de la parte que se obliga; c) un objeto
lícito y suficientemente determinado que sirva de materia de la obligación; d) que sea lícita la causa inmediata de la
obligación”. Estos mismos requisitos, a título de “condiciones”, se exigen por el art. 1108 del Cód. Civil francés para
la validez de los contratos en el país galo. En el art. 452 del Cód. Civil boliviano se establece que son requisitos para
la formación del contrato el consentimiento de las partes, el objeto, la causa y la forma siempre que sea legalmente
exigible. En el art. 1261 del Cód. Civil español se halla estipulado que “no hay contrato sino cuando concurren los
requisitos siguientes: 1º) consentimiento de los contratantes, 2º) objeto cierto que sea materia del contrato, 3º) causa
de la obligación que se establezca”, remitiéndose por el art. 50 del Cód. de Comercio del mismo Estado a lo
dispuesto en las reglas generales del Derecho Civil -entre las que se encuentra el ya transcripto artículo-, para todo lo
relativo a los contratos mercantiles, en lo que no esté expresamente contemplado por normas comerciales. Asimismo,
la Doctrina científica más caracterizada de este último país está conteste en cuanto a que la forma externa que el
contrato deba revestir puede considerarse como un requisito más para configuración del negocio jurídico. Conf.
Díez-Picazo, Luis, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, Civitas, Madrid, 1996, Vol. I, pág. 144; Puig
Brutau, José, Fundamentos de Derecho Civil, Bosch, Barcelona, 1988, Tº II, Vol. I, pág. 40; al respecto se ha
afirmado que “para que se produzcan los efectos propios del negocio jurídico .......... a veces será requisito
imprescindible el cumplimiento de alguna formalidad (forma ‘ad solemnitatem’); ella, como los demás requisitos
que puedan exigir las leyes (‘conditiones iuris’), serán en su caso parte del supuesto de hecho de cada tipo de negocio
jurídico”, de Castro y Bravo, Federico, El negocio jurídico, Civitas, Madrid, 1991, pág. 55. En el art. 1325 del Cód.
Civil italiano de 1942 se establece que “los requisitos de los contratos son: 1) el acuerdo de las partes; 2) la causa; 3)
el objeto; 4) la forma, cuando resulta que es prescripta por la ley bajo pena de nulidad”.
específicas previsiones que eventualmente haya para el negocio jurídico del caso, y

que conforman el bloque de legalidad no dispositivo del ordenamiento 3.

Caracterizar al objeto –al igual que al consentimiento y a la causa- como

“elemento”, importa considerarlo fundamento o parte integrante necesaria de todo

contrato 4. A su vez adjetivarlo o calificarlo como “estructural” implica reconocerle

entidad de superlativa importancia en la conformación de los negocios jurídicos

bilaterales patrimoniales tendientes a generar, modificar, transmitir o extinguir

obligaciones 5.

2. El objeto de los negocios jurídicos contractuales.

Para iniciar el estudio, parece prudente definir qué se entiende por “objeto”. Es, al

decir de la Autoridad de la Lengua, la “materia o asunto de que se ocupa una

ciencia” 6; en el caso sería la materia cierta sobre la que versa un contrato, esto es la

sustancia real atrapada de determinado modo por un negocio jurídico. 7

Al contratar, las partes tratan de satisfacer necesidades o deseos. Para ello, deben

acotar la realidad en la que se hallan, y dado que el contrato tiene un contenido

3
Verbigracia, genéricamente, debe contratarse sobre res commercii -art. 279, CCCN-, y, específicamente, no pueden
ser objeto de cesión, ni el pacto de preferencia, ni los derechos inherentes a la persona humana -arts. 1165 y 1617,
CCCN-.
4
Elemento es, “en la filosofía natural antigua, cada uno de los cuatro principios inmediatos fundamentales
considerados como constitución de los cuerpos: tierra, agua, aire y fuego”, siendo asimismo el “fundamento, móvil o
parte integrante de una cosa”, Diccionario de la Lengua Española, XXI Edición, Espasa-Calpe, Madrid, 1996,
Edición rústica, Tº I, pág. 798, acepciones 3 y 4. En el caso, el cuerpo a constituir y la cosa a integrar, es el contrato.
En este sentido se ha sabido escribir “que si nos referimos a la estructura o composición del contrato corresponde que
usemos el término ‘elemento’ para aludir a los distintos componentes del mismo, a los antecedentes que lo integran y
hacen posible que exista como tal. A los que hacen a la formación de la figura”, de la Vega, Francisco A., El objeto
de los contratos, en Lecciones y Ensayos, UBA, FDYCS, Bs. As., 1969, Nº 40/1, pág. 123.
5
La estructura es “la distribución y orden de las partes importantes de un edificio”, lo que “sirve de sustentación a un
edificio”, Diccionario de la Lengua Española, XXI Edición, Espasa-Calpe, Madrid, 1996, Edición rústica, Tº I, pág.
921, acepciones 1ª y 4ª respectivamente. El acto jurídico sobre el que se viene discurriendo apunta, en definitiva, a la
adecuada construcción del edificio contractual; de no lograrse esto, los vicios o vacíos estructurales determinarán el
derrumbamiento -por ineptitud e inadecuación- de lo imperfectamente concebido.
6
Diccionario de la Lengua Española, XXI Edición, Espasa-Calpe, Madrid, 1996, Edición rústica, Tº II, pág. 1459,
acepción 5ª.
7
”Si por objeto se entiende, en el lenguaje corriente y también en el jurídico, la materia sobre la que versa el concepto
en estudio, el objeto del negocio debe buscarse en la sustancia que constituye la manifestación de la voluntad que
integra el núcleo del acto”, Brebbia, Roberto H., El objeto del negocio jurídico, La Ley, 1192-E, pág. 893.
eminentemente patrimonial, el sector de la realidad global en el que se impactará

con la contratación será -directa o indirectamente- el económico. 8

Desde el costado del Derecho, la realidad puede ser atrapada, en orden a satisfacer

intereses tutelables jurídicamente, a través de determinados modos “típicos” -

contratos legislados- o de maneras “atípicas” -en virtud de la autonomía de la

voluntad, arg. arts. 957 y 958, CCCN-.

El objeto de la eventual contratación será entonces la vía que los tratantes

convienen seguir para penetrar la realidad a la que aspiran acotar. Y esa vía, sea

típica o atípica, consistirá en una operación jurídica determinada 9, constitutiva del

objeto negocial de los sujetos actuantes. Pero como tal operación jurídica -

verbigracia compraventa, contrato de servicios, cesión de derechos, etc.- está


10
destinada a satisfacer los intereses propios de los otorgantes del negocio , va de

suyo que no puede caer en el vacío, sino que será tal -operación jurídica- sólo

respecto de determinadas cosas, hechos o derechos 11, configurantes del objeto real
12
que se pretende atrapar normativa y fácticamente . Se evidencian entonces

8
”Consideramos que el objeto del contrato es la ‘realidad social acotada como base de operaciones del mismo’, de
ahí entonces que es suficientemente extenso para quedar enmarcado en la más amplia gama de ‘realidades
económico-sociales’ susceptibles de ser atrapadas en materia de negocio jurídico contractual. Podemos decir,
entonces, que el objeto del contrato está en íntima relación con su causa fuente real (hecho económico), (y) regula
así el acceso a los bienes y servicios para satisfacer necesidades de consumo e insumo.”, Ghersi, Carlos A. en Ghersi,
Carlos A. y colaboradores, Contratos civiles y comerciales, Astrea, Bs. As., 1994, Tº 1, págs. 117/8.
9
”El objeto del contrato es la operación jurídica que las partes pretenden realizar. Esta operación jurídica se distingue
de las prestaciones prometidas que son el objeto de la obligación.” Es lo que entienden los Mazeaud, postura a la que
adhieren, entre otros, Mosset Iturraspe, Cazeaux y Trigo Represas; conf. Trigo Represas, Félix y Cazeaux, Pedro N.,
Derecho de las Obligaciones, Librería Editora Platense, La Plata, 1975, Tº 1, pág. 88 y nota 26 de tal Obra. Conf.
también Stiglitz, Rubén S., Objeto, causa y frustración del contrato, Depalma, Bs. As., 1992, págs. 19 y 40.
10
Evidenciados con su querer al consentir, e integrándose tal querer con lo dispuesto por el Derecho supletorio y, en
su caso, el imperativo. “Ese querer una conducta, que figura como contenido de las declaraciones de voluntad,
constituye un objeto temporal de una especie singular. Se trata de una ‘realidad’, de una ‘materia’ que apunta a los
intereses a regular y ha integrado el contenido de la oferta. Es lo que llamamos con la expresión abreviada ‘el objeto
del contrato’ y al que alude el Código cuando al señalar los requisitos de la oferta nos dice que, para que ella exista
‘debe ser a persona o personas determinadas sobre un contrato en especial, con todos los antecedentes constitutivos
de los contratos’ (art. 1148)”, de la Vega, Francisco A., El objeto de los contratos, en Lecciones y Ensayos, UBA,
FDYCS, Bs. As., 1969, Nº 40/1, pág. 126.
11
Verbigracia, los objetos reales en la compraventa y la permuta serán cosas -arg. arts. 1123 y 1172, CCCN-, en el
contrato de servicios serán cosas y hechos -arg. art. 1251, CCCN-, y en la cesión de derechos onerosa serán cosas y
derechos -arg. art. 1614, CCCN-.
12
”En el Derecho Civil Argentino, el objeto del acto jurídico puede tener dos acepciones principales, según el plano
desde el que se le considere. Así, si deseamos expresar el ‘fin inmediato’ u objeto que se propone el agente, nos
encontramos con una regulación jurídica de intereses sobre los que se puede disponer. Pero si vamos más allá,
entonces aparece el contenido u objeto de ese objeto, es decir, los elementos concretos que lo constituyen, los
elementos concretos a que se refiere, sobre que versa. Y, entonces, nos encontramos con las ‘cosas’, ‘hechos’ y
inmediatamente en el negocio jurídico dos objetos; uno negocial-normativo y otro

real-sustantivo. 13

El apoyo legal a lo expuesto viene dado, principalmente y para el objeto negocial,

por la descripción contenida en el art. 957 del CCCN. Es que por la citada norma el

consentimiento está destinado a reglar los derechos y deberes de los contratantes en

en el ámbito de relaciones jurídicas patrimoniales –obligaciones-. Y esa regulación

de derechos y deberes sólo puede lograrse a través de la utilización de figuras

jurídicas -típicas o atípicas- que posibiliten operar en la realidad y la moldeen

conforme a la voluntad expresa o presunta de los agentes del caso. En modo

congruente con esto, del art. 972 del CCCN puede inferirse también que,

necesariamente, para que haya contrato surgente de una oferta pasible de ser

aceptada, el negocio debe tener por objeto una determinada operación jurídica

cuyas precisiones debe contener la propia oferta. 14

‘derechos’ regulados por la ‘voluntad’ lícita del agente. Verbigracia: en la compra y venta, hay ‘voluntad’ del
vendedor para transferir el dominio de la ‘cosa’ y del comprador, de pagar el precio; ello constituye una regulación
de intereses entre comprador y vendedor, pero esa regulación se formaliza con referencia a cosas, hechos y derechos
-cosa vendida, precio pagado, hecho de la entrega, hecho del pago, derecho de dominio que se transfiere. Estos dos
aspectos se integran en uno solo, de modo que podemos afirmar que el objeto de los actos jurídicos se halla
inmediatamente constituido por la regulación jurídica de intereses, y mediatamente, por esos intereses regulados que
se estructuran mediante cosas, hechos y derechos en su particular agrupamiento”, conf. Boffi Boggero, Luis M.,
Estudios jurídicos, Cooperadora del Centro de Derecho y Cs. Sociales, Bs. As., 1960, pág. 93. Disiento en el sentido
de calificar como objeto inmediato a la regulación u operación jurídica y como objeto mediato a la sustancia
regulada, si es que con tales denominaciones se quiere evidenciar alguna supuesta preferencia volitiva de los agentes
o una cierta cronología racional-normativa. Es que para algunos sujetos del derecho puede ser más trascendente el
tener acceso a determinada cosa para poder utilizarla -verbigracia, un bien de capital-, siendo secundaria la operación
negocial que le permita su aprehensión -leasing, locación, compra, etc.-. Mientras que para otros puede ser más
relevante efectuar determinada operación con fines de inversión -como ser la compraventa de un inmueble de hasta
determinado precio-, siendo accesorio sobre qué ‘cosa’ se contrate efectivamente. A todo evento puede darse que se
decida primero sobre que cosa operar y luego cómo hacerlo o, a la inversa, que se elija la operación a realizar y en un
posterius seleccionar la cosa. Es prudente destacar además que algunos de los hechos que Boffi Boggero refiere en el
texto citado se corresponden derechamente con la prestación debida, elemento propio de la obligación, y
mediatamente con el contrato. Con estas apostillas, coincido en que el acto jurídico tiene dos objetos. Desde el
prisma del contrato, tanto la operación jurídica como la sustancia regulada por ella tendrán la misma entidad una vez
integrado el consentimiento, y serán, a la vez que inescindibles, consecuencia primera de lo acordado; también por
ello resulta más correcto técnicamente calificar a ambos objetos -figura negocial escogida y cosas, hechos o derechos
involucrados- como inmediatos.
13
El negocial califica al real, y éste da materia cierta a aquél; ambos, conjuntamente, permiten aprehender la
realidad merced al acto jurídico contractual perfeccionado.
14
”Cuando el art. 1148 -en la temática de la oferta- nos dice que debe versar ‘sobre un contrato especial, con todos
los antecedentes constitutivos de los contratos’, alude a que no puede haber contrato si el objeto no es una operación
jurídica determinada”; Mosset Iturraspe, Jorge, Contratos, Ediar, Bs. As., 1992, pág. 199, para la norma antecedente
del Cód. Civil. Al presente, entre “las precisiones necesarias” a las que se hace referencia en el art. 972 del CCCN,
que son las que delinean el negocio lícito a realizar, debe estar, imprescindiblemente, el tipo contractual propuesto u
operación jurídica concreta –v.gr. venta, locación, suministro, etc..
Asimismo, y en lo que se refiere al objeto real, éste surge claramente de casi todos

los primeros preceptos que se dedican a cada figura negocial en la parte especial del

Derecho de los contratos en el CCCN, al igual que de otros textos legales y normas

convencionales creadas merced a la autonomía privada. A título ejemplificador, en

la compraventa se comprenden dos cosas como objeto sustantivo, esto es la cosa a

vender y el dinero a abonar por ella -art. 1123, CCCN-; en la cesión de derechos

onerosa se involucran derechos a ceder y dinero -cosas- a pagar por ello -art. 1614,

CCCN-; en el contrato oneroso de servicios se abarcan hechos a realizar por el

prestador y cosas -dinero- a dar por el comitente -art. 1251, CCCN-; en la donación

con cargo están involucradas cosas a donar y, potencialmente, cosas a dar, hechos a

realizar u omitir, y derechos a ceder -arts. 1542 y 1562, CCCN-; en el contrato de

mandato se otorgan derechos por parte del mandante para ser ejercidos mediante

hechos -otorgamiento de actos jurídicos- por parte del mandatario -art. 1319,

CCCN-, estando asimismo, por regla de presunción de onerosidad, comprendidas

las cosas –dinero- con las que se pagaría la labor por parte del mandante -art. 1322,

CCCN-; etc. .-

3. Interrelación entre contrato, obligación, objeto y prestación.

Ahora bien, la perfección de un negocio jurídico tiene por fin inmediato “la

adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas” -art.

259, CCCN-. Y una obligación es, básica y precisamente, una “relación jurídica en

virtud de la cual un sujeto (deudor) tiene el deber de realizar a favor de otro

(acreedor) determinada prestación” 15


, siendo la referida prestación un elemento

15
Alterini, Atilio A., Alterini-Ameal-López Cabana, Curso de Obligaciones, Abeledo-Perrot, Bs. As., 1985, Tº I, pág.
8.
definitorio y capital de la obligación, surgiendo ésta como efecto o consecuencia

querida -de modo patente o latente- del negocio jurídico contractual otorgado.

Recuérdese que la prestación consiste en una actitud -comisiva u omisiva- a

desarrollarse por el deudor del bipolo obligacional; es “el comportamiento, la

conducta, la acción o la omisión que debe cumplir el deudor” 16. Y ello es así por

cuanto la relación obligacional es “una estructura jurídica de poder, regulativa de

un futuro programa de conducta de contenido económico”. 17

Siguiendo con el análisis del efecto, consecuencia o fruto del contrato, esto es la

obligación -entendida en el sentido técnico referido más arriba-, ésta tiene una

materia cierta primera o inmediata, que constituye su objeto propio, y que es la ya

recordada conducta comisiva u omisiva que debe desarrolar el deudor para


18
satisfacer el interés del acreedor . Vale decir que la prestación misma es el objeto

inmediato de la obligación. 19

El apoyo normativo de esta última afirmación viene dado fundamentalmente por la

redacción de las normas contenidas en los arts. 773, 779 a 789, 805 a 826 y 865,

todos del CCCN. En casi todas ellas -que no son pocas- se señala y/o regula a la

prestación como objeto de la obligación. 20

16
Trigo Represas, Félix y Cazeaux, Pedro N., Derecho de las Obligaciones, Librería Editora Platense, La Plata, 1975,
Tº 1, pág. 89.
17
Ghersi, Carlos A. y colaboradores, Obligaciones civiles y comerciales, Astrea, Bs. As., 1994, pág. 55.
18
”El objeto del nexo obligatorio lo constituye la prestación ........... . Es ésta la tendencia que actualmente prevalece”,
Trigo Represas, Félix y Cazeaux, Pedro N., Derecho de las Obligaciones, Librería Editora Platense, La Plata, 1975,
Tº 1, pág. 89.
19
Es que la obligación, sea de base legal, convencional o delictual, es el instrumento que el Derecho utiliza para
regular la mayoría de las conductas en interferencia intersubjetiva; y la conducta resultante de la relación obligatoria
recibe el nombre técnico de prestación.
20
Al respecto se ha escrito que “si la prestación fuera el objeto de la obligación -acota Messineo-, no se sabría qué
función asignar en el nexo obligatorio a las cosas o a los servicios”. “Puig Peña ha respondido bien a la posición .......
argumentando que las cosas, los hechos y las abstenciones no son el objeto de la obligación, sino el objeto de la
prestación”. “Para Betti, Gangi, Nicoló, Peirano Facio y Carnelutti, el objeto de la obligación es el bien debido. Este
último autor expresa que la acción, el comportamiento del deudor, no constituyen el objeto de la obligación, sino que
son el medio de cumplimiento de la misma”. “Dice a este respecto Carnelutti, que si la acción del deudor fuera el
objeto de la obligación, cuando el deudor incumple la obligación y ha de acudirse a la ejecución forzada, se tendría
que aceptar que al faltar el acto voluntario del deudor habría desaparecido el objeto y lo que recibiría el acreedor
sería un subrogado de aquél. Esta fundamentación no nos convence, pues el mismo problema que se plantea en ella
ocurriría si no se pudiera obtener la entrega del bien debido y debiera recurrirse a la indemnización subsidiaria, con
lo que el acreedor recibiría un subrogado de aquél. El defecto de esta posición consiste en que se contempla el
problema desde el punto de vista de los efectos de la obligación y no desde el que se refiere a la estructura de la
La prestación obligacional deberá recaer sobre “algo”. Y ese “algo” está

predeterminado en el contrato que sirvió de causa fuente a la obligación: serán las

cosas, hechos -verbigracia servicios- o derechos que pueden conformar el objeto


21
inmediato real o sustantivo del negocio jurídico , y que constituirán a su vez el

objeto mediato de la obligación -el inmediato de ésta es la prestación en sentido

restringido a pura conducta comisiva u omisiva-. 22

El cuadro completo de la construcción propuesta determina entonces que el negocio

jurídico contractual tiene dos objetos inmediatos -o si se quiere un objeto inmediato

dual-, uno de índole negocial-normativa (la operación jurídica) y otro de naturaleza

real-sustantiva (las cosas, hechos o derechos). El efecto o consecuencia del contrato

misma, que es el que interesa tener en cuenta cuando nos referimos a los elementos de la obligación. El hecho de que
no pueda obtenerse el cumplimiento por parte del deudor, no quiere decir que en su génesis, la obligación no haya
contado con todos sus elementos constitutivos”. Todo de Trigo Represas, Félix y Cazeaux, Pedro N., Derecho de las
Obligaciones, Librería Editora Platense, La Plata, 1975, Tº 1, págs. 90/1 y notas 29 y 30 de tal Obra. Referente a lo
mismo, y siguiéndose entre otros a Carnelutti, se ha expuesto que si el objeto de la obligación fuese la prestación
“¿cuál sería el objeto cuando pagara un tercero? (arts. 727/729 C.C.). En tal supuesto no hay prestación que se haya
cumplido, porque el tercero no tenía el deber de realizar ningún comportamiento (doc. arts. 503 y 1195 ‘in fine’
C.C.) y, si la prestación fuese el objeto, la obligación del caso carecería de objeto. Esto no puede sostenerse porque,
entonces, la relación obligacional habría recaído sobre nada”, Alterini, Atilio A., en Alterini-Ameal-López Cabana,
Curso de Obligaciones, Abeledo-Perrot, Bs. As., 1985, Tº I, págs. 47/8. También en tal argumentación se abordan
tópicos diferenciados; una cuestión es la relativa a los efectos derivados del incumplimiento del obligado y otra la
atinente a los elementos que estructuran la relación jurídica obligacional. Aunque el obligado incumpla la prestación
comprometida, el objeto -la prestación misma- sigue existiendo como elemento estructural de la relación bipolar
otrora generada pero debiéndose, por lo que en caso de no ser prestaciones intuitu personae -art. 881, CCCN- el
acreedor podrá ver satisfecho su interés igualmente si la prestación debida -el objeto obligacional- es realizada por un
tercero. Así, “la imposibilidad sobrevenida, objetiva, absoluta y definitiva de la prestación … extingue la obligación
sin responsabilidad” –art. 955 CCCN-; es que cuando la prestación que forma la materia obligacional, viene a ser
física o legalmente imposible por causas no imputables al deudor –como ser caso fortuito o fuerza mayor-, se pierde
la posibilidad, precisamente, de concretar su objeto –arg. art. 725, CCCN-.
21
”El contrato es fuente de relaciones jurídicas obligacionales; la obligación tiene por objeto la prestación de dar,
hacer o no hacer y la prestación, finalmente, tiene por objeto las cosas o servicios debidos”, Mosset Iturraspe, Jorge,
Contratos, Ediar, Bs. As., 1992, págs. 193/4. En idéntico sentido Puig Peña en la doctrina española, tal como se
refirió en la nota anterior. Nótese que en el art. 279 del CCCN se alude a hechos y a bienes en punto a la regulación
del objeto del acto jurídico in genere. Y a su turno en el art. 1003 del CCCN se remite al 725, complementando los
requisitos de tal objeto en particular para el contrato; mismo requisitos que en el art. 725 CCCN se imponen para el
objeto de la obligación.
22
Pareciera que por la redacción del art. 725 del CCCN, en el concepto amplio o genérico de prestación se abarcan
tanto la conducta que debe desarrollar el deudor (prestación en sentido restringido o estricto), cuanto aquello sobre lo
que debe desarrollarla (objeto mediato de la obligación) e integra el interés del acreedor; conf. Wierzba, Sandra M.,
Manual de Obligaciones Civiles y Comerciales, Abeledo-Perrot, Bs. As., 2015, pág. 17. Sin embargo, ello no ha sido
homogéneo en todo el CCCN, toda vez que, por ejemplo, en el art. 1234, regulándose el leasing, se norma acerca de
“hacer entrega de la cosa objeto de la prestación comprometida”, lo que evidencia que prestación en sentido
restringido es pura conducta –dar, no dar, hacer o no hacer- y configuraría el objeto inmediato de la obligación,
mientras que prestación en sentido amplio comprende también aquello sobre lo que debe recaer la conducta
prestacional –cosas, hechos o derechos-, configurante del objeto mediato de la obligación. Asimismo, hay una
norma, dedicada a ciertas modalidades especiales de los contratos de consumo, en la que se prescribe acerca de “la
prestación objeto del contrato” –art. 1114, CCCN-, lo que impone la necesidad de establecer algún tipo de relación
entre obligación y contrato, en punto a caracterización de la prestación como común a ambas categorías jurídicas.
será la obligación, y esta relación jurídica resultante tendrá como objeto inmediato

a la prestación, teniendo esta última a su vez como objeto a las mismas cosas,

hechos o derechos “acotados” -merced a la operación jurídica escogida por las

partes- en el acto jurídico bilateral que hizo las veces de causa fuente. El objeto de

la prestación hará entonces de objeto mediato de la obligación, coincidiendo este

último con el objeto inmediato real-sustantivo del contrato.


23
De esto resulta que el objeto mediato del contrato será la misma prestación

comprometida, la que a su vez constituye el objeto inmediato de la obligación 24. Y

a su turno el objeto mediato de la obligación coincidirá necesariamente con el

objeto inmediato real-sustantivo del negocio jurídico; es que sólo así se verá

realizado efectivamente -al cerrarse el círculo contractual y obligacional- lo

consentido oportunamente por las partes, en línea con lo prescripto en el art. 868

del CCCN que exige el respeto al principio de identidad del pago. En definitiva, la
25
prestación, calificada y modelada por la operación jurídica otorgada , se

desarrollará sobre la materia configurante del objeto real del contrato y, de tal

modo, podrá verificarse en el “plano del ser” la concreción cierta de lo aspirado por

las partes al momento de vincularse jurídicamente.

23
”Mediato, ta. (Del lat. mediatus, p.p. de mediare, mediar) adj. Dícese de lo que en tiempo, lugar o grado está
próximo a una cosa, mediando otra entre las dos; como el nieto respecto del abuelo”, Diccionario de la Lengua
Española, XXI Edición, Espasa-Calpe, Madrid, 1996, Edición rústica, Tº II, pág. 1345.
24
”El objeto es, a no dudar, uno de los elementos o requisitos esenciales del negocio, ya que sin él no puede
concebirse su existencia. No cabe lógicamente admitir una manifestación de voluntad sin contenido, volcada en el
vacío, sin una materia en que ella trascienda y se exprese. Por ello, debe rechazarse de manera absoluta la tesis que
niega la existencia de este requisito como parte constitutiva del negocio, relegándolo al ámbito conceptual de las
obligaciones en base a la aseveración de que las prestaciones que integran la obligación son efectos y no objeto del
acto”. “Lo que implica afirmar, por los que así piensan, que las prestaciones son objeto de las obligaciones y no de
los contratos, como si no fuera posible admitir lógicamente que las prestaciones pueden ser, a su vez, objeto
inmediato de las obligaciones y objeto mediato del negocio”. “No hay oposición lógica conceptual entre estas dos
nociones: al constituirse el acto mediante la conjunción de sus elementos esenciales -entre ellos el objeto- produce
los efectos buscados por las partes, aunque éstos, en razón de la propia naturaleza de la prestación o de lo
determinado por las partes, dilaten su concreción en el tiempo. Por lo tanto, el contenido preceptivo del acto y sus
efectos no sólo son términos que no se excluyen, sino que constituyen, en el caso, una sola entidad, que no puede
disociarse y que es la que el Derecho debe tener en cuenta al analizar la estructura del negocio”. Todo de Brebbia,
Roberto H., El objeto del negocio jurídico, La Ley, 1192-E, págs. 892/3 y nota 3 de tal trabajo.
25
Verbigracia, la cosa deberá entregarse al locatario para que la ostente a título de tenedor, o deberá traditarse
otorgando la posesión al comprador para que haga lo propio a título de dueño.
La idea última que se persigue con la construcción propuesta es la de concordar

normas contenidas en preceptos dedicados al acto jurídico, a la obligación y al

contrato , y, a la vez, estructurar una coherente teoría del objeto negocial a partir

de las normas vigentes que se adapte lo más posible a ellas -a la vez que al plano

del “ser”-, y no a la inversa, esto es esbozar un marco teórico ideal primero que

luego deba ser forzado en exceso para que se encuadre a la legalidad, a riesgo de

que aún termine por oponerse -lo racionalmente construido- palmariamente al

Derecho positivo y a la naturaleza misma de la mecánica de la contratación.

De aceptarse entonces lo expuesto más arriba, sólo deberían agregarse adjetivos

calificativos a los términos “objeto” y “prestación” empleados en forma diferencial

en el CCCN para poderse leer con coherencia normas diversas que a tales materias

se refieren. Así, cuando en el art. 725 del CCCN se predica que la prestación…

constituye el objeto de la obligación, se está haciendo referencia al objeto

inmediato de tal relación jurídica creditoria -que a su vez es objeto mediato del

contrato-. Sin embargo, en el arts. 1114 del CCCN –contratos de consumo- se

enuncia que la prestación es el objeto del contrato, debiendo entenderse en este

caso que aquella –la prestación- es el objeto mediato de la tal convención

patrimonial 26. A su turno, en el art. 1234 del CCCN puede leerse acerca de la cosa

objeto de la prestación, pero aprehendida aquella –la cosa- como objeto mediato en

el campo obligacional, la que resulta a su vez objeto inmediato real-sustantivo vista

desde el contrato 27. 28

26
El art. 1443 –contratos asociativos- refiere a la “prestación … necesaria para la realización del objeto del
contrato”.
27
De igual modo, en el art. 1685 del CCCN se alude a las “cosas objeto del fideicoimiso”.
28
Se han ensayado antes de ahora teorías parecidas, pero con fisuras constructivas. Así, por ejemplo, Lavalle Cobo ha
propuesto en su comentario a los arts. 1167, 1168 y 1169 del Cód. Civil que Vélez se ha referido al objeto mediato
de los contratos cuando alude a la prestación, mientras que en la nota al art. 1170 señala que las cosas son el objeto
mediato del contrato; conf. Lavalle Cobo, Jorge E., en Belluscio-Zannoni, Código Civil y leyes complementarias,
comentado, anotado y concordado, Astrea, Bs. As., 1984, Tº 5, págs. 792 a 797. Y ya se vio que cosa y prestación se
diferencian; la primera es un objeto material susceptible de tener un valor, y la segunda es el comportamiento -acción
u omisión- debido por el deudor, por lo cual o las cosas o las prestaciones serán objeto mediato de los negocios
jurídicos contractuales, mas no ambas. Por su parte López Olaciregui ha utilizado en su actualización a la Obra de
4. Requisitos relativos al objeto del contrato.

Se impone seguidamente el análisis de los requisitos objetivos del contrato o, lo

que es lo mismo, el abordaje de las características que debe revestir el objeto de un

negocio jurídico contractual. A consecuencia de hipotéticamente faltar o estar

viciado alguno de tales requisitos del objeto en un determinado contrato, el mismo

será inválido y pasible de la sanción de nulidad.

Así, deben distinguirse los caracteres del objeto inmediato negocial -la operación

jurídica-, los del objeto inmediato real de la contratación -las cosas, los hechos o

los derechos involucrados en el negocio- y los requisitos del objeto mediato

contractual -las prestaciones comprometidas, que son el objeto inmediato de las

obligaciones generadas por el contrato-.

4.1. Licitud

La operación jurídica escogida por los tratantes para atrapar la realidad y calificar

las prestaciones debe ser lícita, esto es conforme o no contraria al Derecho objetivo.

Por ello, “si se trata de una operación jurídica típica: compraventa, permuta,

locación, etc., se descarta, en principio, la ilicitud”, “en consideración a que la ley

admite y regula dicha operación jurídica” 29. Y el giro “en principio” se debe a que

sea en el caso de figuras típicas, como también en el de los negocios atípicos, la

ilicitud puede configurarse por concertarse un contrato ilegal o contrario a normas

Salvat -Tratado de Derecho Civil, Parte General, Tº II, pág. 244- la calificación de inmediato y mediato al referirse
al objeto. Así, para este autor la operación jurídica vender haría las veces de objeto inmediato del negocio, mientras
que la cosa a hipotéticamente venderse conformaría el objeto mediato. Pero esta propuesta, además de merecer
reparos dogmáticos, se hace acreedora de las mismas objeciones que se formularon en la nota 13 a la similar opinión
de Boffi Boggero.
29
Mosset Iturraspe, Jorge, Contratos, Ediar, Bs. As., 1992, pág. 196 y nota 12. “Entendido el objeto -inmediato
negocial, agrego yo- del contrato como la operación jurídica destinada a la creación, modificación, transmisión, o
extinción de relaciones jurídicas obligacionales, anticipamos que su licitud se halla subordinada a su conformidad
con el ordenamiento jurídico. Así comprendido el objeto -inmediato negocial del contrato, insisto-, todo intercambio
que resulta de un contrato típico, en principio, es formal y materialmente lícito. En efecto, desde que se lo admite y
se lo regula (tipicidad contractual), en principio, queda descartada la ilicitud; Stiglitz, Rubén S., Objeto, causa y
frustración del contrato, Depalma, Bs. As., 1992, pág. 43.
imperativas, por celebrarse un contrato prohibido o contrario al orden público, o

por perfeccionarse un negocio inmoral o contrario a las buenas costumbres 30. Y en

todos estos ilícitos e hipotéticos casos se estaría operando en base a una especie

convencional regulada legalmente o merced a la utilización de la lícita autonomía

privada -arg. art. 958, CCCN-.

Puede darse el caso de un contrato ilegal cuando el heredero forzoso de una

persona realiza una cesión de derechos hereditarios a un tercero ajeno por completo

a la hipotética sucesión, al tiempo en que todavía el potencial causante se halla vivo

-arg. art. 1010, CCCN-. Otro tanto ocurriría si se donasen bienes futuros o la

totalidad de los que integran el patrimonio actual de un sujeto sin hacerse reserva

alguna -arg. art. 1551, CCCN-, o se transase sobre un pleito con sentencia firme

ignorada -arg. art. 1647, inc. c), CCCN-.

Habría contrato prohibido, por violentarse el orden público, en caso de que no se

acatasen las prescripciones contenidas en la Ley 14.005 sobre venta de inmuebles

en fracciones y a plazos, al igual que si no se respetasen convencionalmente las

disposiciones de la Ley 20.744 de Contrato de Trabajo y modificatorias, o se

acordase indexar el importe periódico a abonarse en pesos por una locación en

30
Conf. Mosset Iturraspe, Jorge, Contratos, Ediar, Bs. As., 1992, pág. 196, y Stiglitz, Rubén S., Objeto, causa y
frustración del contrato, Depalma, Bs. As., 1992, pág. 43. Normalmente la imperatividad de las normas se percibe
por el modo de la redacción de los preceptos que las contienen. El abordar la noción de orden público excede la
finalidad de este trabajo, pero en general la misma abarca a cuestiones basales para la organización política y jurídica
de la sociedad global de un determinado Estado, que resultan trascendentes para la interrelación de sus miembros y
para la subsistencia de la comunidad misma dentro de una estructura con mecanismos pacíficos de convivencia; y
tanto desde el Derecho público como desde el privado pueden contemplarse situaciones que involucren el concepto
de orden público. Así, tanto las leyes laborales como las de locaciones atrapan cuestiones relativas a este tópico;
puede verse a este respecto la extensa nota Nº 90 en Stiglitz, Rubén S., Objeto, causa y frustración del contrato,
Depalma, Bs. As., 1992, pág. 48. La Moral disciplina la conducta individual, no la colectiva como el Derecho, pero
tiene proyecciones externas al sujeto, importando e involucrando en ocasiones a la comunidad toda -a criterio del
legislador-. Las buenas costumbres se identifican con la moral, y hacen las veces de valla o límite a la autonomía de
la voluntad. No puede ser la moral católica la que sirva de regla o cartabón para efectuar el confronte y calificar lo
hipotéticamente contratado, porque nuestra comunidad es heteroconfesional -y casi todas lo son en mayor o menor
medida-. Adhiero en este punto a una concepción sociológica laica, para la cual “las buenas costumbres constituyen
principios que de ordinario son motivo de práctica por ‘la generalidad de las personas honestas, de buena fe, de sanos
principios, en un ambiente y en un momento determinado’, lo que implica reconocer que nos hallamos frente a un
concepto relativo, ya que las costumbres se alteran, pues sobre ellas influyen las circunstancias de tiempo y lugar”,
Stiglitz, Rubén S., Objeto, causa y frustración del contrato, Depalma, Bs. As., 1992, pág. 53. De referencia obligada
en estos tópicos son las normas contenidas en los arts. 12, 958 y 1004 del CCCN.
contra de lo dispuesto en la Ley 23.928 de Convertibilidad del Austral a partir del

01-04-91.

Ejemplos de contrato inmoral son el negocio usurario por el cual se pactaron

intereses excesivos o se acordó una cláusula penal exorbitante -arg. arts. 279 y 767,

CCCN, concordados-, al igual que el contrato de venta de humo -por el cual se


31
promete una influencia que no se posee o no se ejerce- , o el de prestación

disimulada de trabajos intelectuales para beneficio de un tercero que los presenta

como propios. 32

4.2. Los límites impuestos por el art. 279 del CCCN.

Previo a la descripción de los requisitos que debe reunir el objeto inmediato real del

contrato, se impone una breve detención en la norma contenida en el art. 279 del

CCCN. Es en este precepto en donde, con categoría genérica, se reguló lo atinente

al objeto de los actos jurídicos; y ya se evidenció más arriba que el contrato es la

especie pródiga del género, por lo cual lo aplicable a éste le resulta de aplicación a

los negocios jurídicos contractuales 33.

Así, teniéndose presente la sistematización efectuada respecto del objeto de los

contratos y de las obligaciones, en lo dispuesto en el art. 279 se abarca al objeto

inmediato real de los contratos o, lo que es lo mismo, al objeto mediato de las

31
La venta de influencia es “la que tipifica la actividad de un sujeto que se compromete a conseguir un puesto,
empleo u otro beneficio ante la Administración Pública, remuneradamente o sin recibir contraprestación.” Puede
darse también la hipótesis en que “el sujeto influyente compromete sus servicios a cambio de una retribución pero no
despliega ninguna actividad. El funcionario es ajeno por completo a los supuestos propósitos de aquél. Esta es la
verdadera venta de humo (dentro de la más amplia venta de influencia), pues el vendedor -así nominado
figuradamente- promete una influencia que no posee o que no ejerce. Se trata de un sicofante (impostor)”; Bueres,
Alberto J., Objeto del negocio jurídico, Hammurabi, 1986, pág. 177.
32
”Sobre la cuestión se tiene decidido que es inmoral el contrato celebrado entre dos profesores, mediante el cual uno
de ellos se comprometió, por una suma de dinero, a redactar un trabajo intelectual destinado a un concurso en que
participaría el otro, con el objeto de obtener una beca para viajar al exterior, engañando así a la entidad que la
otorgaba y perjudicando a los otros concursantes que se valen por sí”; Stiglitz, Rubén S., Objeto, causa y frustración
del contrato, Depalma, Bs. As., 1992, págs. 57/8 y nota 111, en donde se cita el fallo publicado en ED, 15-463,
correspondiente a un decisorio del Dr. José Julián Carneiro cuando era Juez de 1ª Instancia en lo Civil.
33
Además, el art. 1003 del CCCN declara aplicables en materia de contratos las disposiciones genéricas del art. 279
del mismo cuerpo normativo.
obligaciones. Y ello porque se hace referencia en tal precepto, de modo explícito, a

los bienes y a los hechos. Sin embargo deben entenderse implícitamente regulados

también los derechos, dado que, como es sabido, el conjunto de los bienes en el

ámbito patrimonial está integrado por cosas –“bienes materiales”, conf. art. 16

CCCN- y derechos –“bienes inmateriales” por exclusión, arg. arts. 15 y 16 CCCN-,

por lo cual “los bienes susceptibles de valor económico” evocan un alcance no

limitado al específico concepto de “bienes materiales” del art. 16. Se ha de tomar

entonces la palabra “bienes” en el sentido indeterminado de uso corriente, que ya

utilizaban los romanos cuando atribuían semejante alcance al análogo res, es decir,

la máxima amplitud. Puede sostenerse, por ende, que comprende no solamente los

bienes materiales propiamente dichos –cosas- sino también los inmateriales –

derechos-, y que su alcance es genérico 34. Así, “el objeto del acto jurídico no debe

ser un hecho imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, a las buenas

costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad

humana. Tampoco puede ser un bien –cosa o derecho- que por un motivo especial

se haya prohibido que lo sea” –conf. art. 279, CCCN-.

Teniéndose presente lo anterior, e integrándolo con lo establecido en los arts. 1003

y sgtes. del CCCN, el objeto inmediato real del contrato debe reunir los requisitos

de posibilidad -arg. arts. 279, 1003 y 1004, CCCN-, determinación -arg. arts. 1003,

1005 y 1006, CCCN-, existencia -arg. art. 1007, CCCN-, aptitud o idoneidad -arg.

art. 1008, CCCN- y patrimonialidad -arg. art. 1003, CCCN-; esto último, también

resulta ser requisito del objeto mediato del contrato -es decir la prestación-, la cual

debe ser susceptible de valoración económica -arg. art. 725, CCCN-.

34
Conf. Cifuentes, Santos en Belluscio-Zannoni, Código Civil y leyes complementarias, comentado, anotado y
concordado, Astrea, Bs. As., 1984, Tº 4, pág. 338.
4.3. Posibilidad.

La posibilidad del objeto inmediato real del contrato implica que debe tratarse de

cosas o derechos que estén en el comercio o que no estén legalmente vedados para

ser sustancia de actos jurídicos determinados, o de hechos que no sean de imposible

realización -arg. arts. 279, 1003 y 1004, CCCN-.

Así, conforme al art. 234 del CCCN, “están fuera del comercio los bienes cuya

transmisión está expresamente prohibida: a) por la ley –inenajenabilidad absoluta

legal-; b) por actos jurídicos -inenajenabilidad absoluta voluntaria-, en cuanto este

Código permita tales prohibiciones”. De tal suerte, hay cosas absolutamente

inalienables o no enajenables por causas legales –v.gr. art. 237, CCCN- y por razón

de la autonomía de la voluntad válidamente ejercida –v.gr. art. 1972, CCCN- 35


.

“La inenajenabilidad absoluta de origen legal comprende, por ejemplo, las cosas

del dominio público del Estado y los bienes de la Iglesia destinados al culto.

También existe incesibilidad legal de ciertos derechos, que aunque no son cosas

pertenecen … al género bienes …. . En tal inteligencia, no pueden cederse … el

derecho de … habitación, … las indemnizaciones por accidentes de trabajo o

despido, las jubilaciones, pensiones y retiros no devengados …, etcétera. La

inenajenabilidad absoluta voluntaria se refiere a los supuestos en que se permite a

los sujetos de derecho prohibir la enajenación -limitada por cierto- de algunas

cosas. Así, pues, puede impedirse negocialmente la enajenación de una cosa a

persona determinada (art. 1972 CCCN) o la enajenación de la cosa donada … por

un plazo que no sobrepase los diez años (art. 1972 CCCN). En los restantes casos,

35
Pareciera que en el CCCN se asignó al término enajenación el significado de transmisión del dominio, tal como se
desprende de la lectura de los arts. 1189 y 1972 del CCCN; y los contratos que pueden servir para transmitir el
dominio de las cosas -o la titularidad de los derechos- son la compraventa, la permuta, la donación, la transacción y
el fideicomiso -y la cesión de derechos-. La Autoridad de la Lengua, sin embargo, asigna al término el significado
más amplio de “pasar o transmitir a otro el dominio de una cosa o algún otro derecho sobre ella”, como podría ser la
tenencia para el uso y el goce –locación- o para la utilización gratuita conforme a su destino -comodato-; conf.
Diccionario de la Lengua Española, XXI Edición, Espasa-Calpe, Madrid, 1996, Edición rústica, Tº I, pág. 815,
acepción 1ª.
no pueden ponerse trabas a la disponibilidad de los bienes voluntariamente (art.

1972 y, v.gr., art. 2085 en la venta de unidades funcionales). … En cuanto a la

inenajenabilidad relativa, ella concierne a las cosas que necesitan una autorización

para ser enajenadas … . La autorización puede ser legal (los bienes privados del

Estado cuya disponibilidad depende de la aquiescencia legislativa) o judicial (los

bienes de los incapaces, o los que los emancipados recibieron a título gratuito -art.

29 CCCN-). … Además, las cosas de inenajenabilidad relativa están fuera del

comercio y, sin embargo, existen múltiples supuestos en que pueden servir de

soporte a un negocio jurídico. Sin perjuicio de la posibilidad de disponer en ciertos

casos del cadáver ... , hay muchos ejemplos de la especie” 36. Así, en el art. 14 de la

Ley 24.193 de Trasplantes de Órganos y Materiales Anatómicos -promulgada y

reglamentada por los Dtos. 773/93 y 512/95, respectivamente- puede leerse que “la

extracción de órganos o materiales anatómicos en vida con fines de trasplante entre

personas relacionadas conforme a las previsiones de los artículos 15 y concordantes

de la presente ley, estará permitida sólo cuando se estime que razonablemente no

causará un grave perjuicio a la salud del dador y existan perspectivas de éxito para

conservar la vida o mejorar la salud del receptor”, por lo que queda claro que “se

trata de supuestos de bienes que están fuera del comercio que pueden integrar un

objeto negocial”. 37

Hay algunas cosas que, pese a estar dentro del comercio, se hallan implícitamente

vedadas legalmente para ser materia de determinados actos jurídicos. Tal es el caso

de las cosas muebles que no pueden ser hipotecadas -art. 2205, CCCN-, las

36
Bueres, Alberto J., Objeto del negocio jurídico, Hammurabi, 1986, págs. 170 a 172.
37
Bueres, Alberto J., Objeto del negocio jurídico, Hammurabi, 1986, pág. 172. No debe confundirse la naturaleza
jurídica de las partes separables del cuerpo humano y aun la del cadáver -que es la de cosas en sentido técnico-, con
la posibilidad de traficar onerosamente o no respecto de tales objetos; conf. Gatti, Edmundo, El cuerpo humano, el
cadáver y los derechos reales, La Ley, 1997-C, pág. 749. La eventual gratuidad impuesta de forma imperativa por el
legislador -verbigracia art. 27, inc. f, Ley 24.193, para dación de órganos o materiales anatómicos-, no les quita el
carácter de bienes materiales susceptibles de valor económico art. 16, CCCN-, y precisamente tal veda legal es la
que evidencia que son objetos apreciables económicamente.
inmuebles que no pueden prendarse -art. 2219, CCCN-, las infungibles que no

pueden ser objeto de un préstamo de consumo -art. 1525, CCCN-, etc.. 38

También la posibilidad, como requisito del objeto, debe darse respecto de los

hechos -art. 279, CCCN-. Su contracara, esto es la imposibilidad, puede ser física o

material, o jurídica. La primera está sintetizada en aquella expresión que refiere que

a lo imposible nadie está obligado -ad impossibilia nemo tenetur-, y ejemplos de tal

imposibilidad fáctica son el tocar el cielo con las manos, transformar el papel en

oro, recorrer un hombre a pie cien metros en tres segundos, y tantos otros que se le

ocurrirán de seguro al lector. La segunda -imposibilidad jurídica-, apunta a vallas

normativas para la realización de hechos que conforme al ordenamiento jurídico no

pueden tener lugar, como serían el comprometer la dirección de la construcción de

una obra por quien no está habilitado para ello, el brindar asesoramiento jurídico

por parte de quien no es abogado, el realizar una pericia psiquiátrica por parte de

quien no es un profesional de la salud mental, etc.. 39, hechos todos rayanos con la

ilicitud y, por ello, susceptibles de ser atacados por ostentar tal antijurídica cualidad
40
. En todos los casos la imposibilidad -en cualquiera de sus variantes y para

38
Téngase presente que lo predicado para las cosas es, como ya se evidenció, extensible a los derechos. Así, los
derechos extrapatrimoniales derivados de las relaciones de familia –como la responsabilidad parental- no pueden ser
materia de transacción, mientras que los patrimoniales sí -arg. art. 1644, CCCN-. En algunos casos se requiere,
inclusive, la preceptiva autorización judicial -arg. art. 692, CCCN-; conf. Zannoni, Eduardo A., Derecho de familia,
Astrea, Bs. As., 1978, Tº II, págs. 686/7. El derecho de habitación no pueden ser objeto de cesión -art. 2160, CCCN-.
Y adviértase que entonces estas especies de imposibilidades jurídicas, y también las descriptas para las cosas en el
texto anotado, son susceptibles de entenderse, desde el costado de la operación jurídica u objeto inmediato negocial,
como ilicitudes. Así, puede decirse que la operación jurídica de venta con pacto de retroventa no puede aplicarse
válidamente a cosas muebles no registrables dado que sería en tal caso un contrato inoponible a terceros adquirentes
de buena fe y a título oneroso -art. 1166, CCCN-, o, desde el costado de las cosas muebles no registrables, que éstas
no pueden ser objeto válido de una venta con pacto de retroventa -pero sí de otras operaciones jurídicas, como ser la
locación- porque ello está específicamente calificado de inoponible respecto de algunos terceros -arts. 234 y 1166,
CCCN, concordados-. En consecuencia, predicar que se está en presencia de ilicitud o de inoponibilidad jurídica
dependerá del punto de mira en que se sitúe el intérprete. Cfr. Bueres, Alberto J., Objeto del negocio jurídico,
Hammurabi, 1986, pág. 162.
39
Conf. Llambías, Jorge J., Tratado de Derecho Civil, Parte general, Perrot, Bs. As., 1973, Tº II, pág. 329. Vélez
supo anotar en su día al pie del art. 953 del Cód. Civil que “la imposibilidad del objeto del acto jurídico puede tener
su origen en motivos materiales o en motivos jurídicos. La imposibilidad material se presenta respecto a las cosas
que jamás han existido, o que han dejado de existir, o que no pueden existir. Hay imposibilidad jurídica, cuando la
obligación tiene por fin procurar la propiedad de cosas que no pueden ser el objeto de una propiedad, o que son ya la
propiedad del acreedor. Sería lo mismo la obligación que tuviese por objeto un matrimonio entre personas que no
pueden casarse”. Lo anotado al comienzo de la cita para las cosas se relaciona con el requisito de existencia.
40
Ver nota 38. En el plano de los efectos es tan estéril debatir acerca de si hay o no diferencia normativa entre la
imposibilidad jurídica y la ilicitud como hacerlo respecto del caso fortuito y la fuerza mayor: las consecuencias, se
poderse declarar la nulidad del acto- debe tener el carácter de absoluta, esto es el

óbice debe existir para todo sujeto que se halle en las mismas circunstancias, y debe

valorarse al momento de la ejecución del negocio jurídico. 41

4.4. Determinación.

Otro de los requisitos ya enunciados más arriba y que debe reunir el objeto

inmediato real o sustantivo de todo contrato es el de determinación -arg. arts. 1003,

1005 y 1006, CCCN-. Al respecto puede leerse en el art. 1005 del CCCN que

“cuando el objeto se refiere a bienes, éstos deben estar determinados en su especie

o género según sea el caso, aunque no lo estén en su cantidad, si esta puede ser

determinada. Es determinable cuando se establecen los criterios suficientes para su

individualización”, por lo que mientras la especie o género deben acordarse

necesariamente al perfeccionarse el negocio, la cantidad debe ser, sino determinada

ab initio, al menos determinable ex post.

nomine a la situación de una u otra forma, serán idénticas –conf. art. 1730 CCCN-. En el caso del objeto de los actos
jurídicos, la disconformidad de lo otorgado con la posibilidad jurídica o con la licitud aparejará que se tenga al
negocio por nulo como si careciese de materia cierta. Esto habilitaba a afirmar que en la redacción del art. 953 del
Cód. Civil había más de un pleonasmo o repetición innecesaria, máxime si se tiene en cuenta que el propio
Codificador había anotado que “los hechos contrarios al derecho y a la moral, son puestos en la misma línea que los
hechos imposibles, en el sentido de que ellos no pueden ser objeto de una obligación eficaz, porque jamás se podrá
invocar la protección de la justicia para asegurar su ejecución” -nota al art. 953, Cód. Civil-. “De ahí que frente a esta
....... repetición de conceptos derivada del precepto, se haya dicho: ‘en la palabra ilícitos están comprendidos los
prohibidos por la ley, frase que viene a ser así como un pleonasmo. Lo mismo puede decirse de los hechos que
perjudiquen los derechos de un tercero, frase tomada de Mackeldey’”; Cifuentes, Santos en Belluscio-Zannoni,
Código Civil y leyes complementarias, comentado, anotado y concordado, Astrea, Bs. As., 1984, Tº 4, págs. 342/3.
Consideraciones análogas merece la redacción del actual art. 279 del CCCN.
41
”Lo importante, ....... , es que la imposibilidad no sea meramente subjetiva, sino objetiva, y que ella debe poderse
valorar en el momento en que el negocio debe ser ejecutado, no en el momento de la manifestación, pues si el objeto
al principio imposible se vuelve antes del momento de su ejecución posible, el negocio es válido; y viceversa, si
posible al celebrarse, se convierte en imposible objetivamente (imposibilidad sobrevenida), puede llegarse a resolver
o reducir el contenido del negocio. La aplicación de los efectos del caso fortuito o la fuerza mayor da plena cuenta de
estas ideas (arts. 513 y 514, Cód. Civil)” –hogaño art. 1730, CCCN-; Cifuentes, Santos en Belluscio-Zannoni,
Código Civil y leyes complementarias, comentado, anotado y concordado, Astrea, Bs. As., 1984, Tº 4, pág. 342. “Si
la imposibilidad es relativa, por ejemplo, se obliga (alguien) a hacer el retrato de una persona sin tener esa habilidad,
ni ser pintor, el contrato es válido y si no se cumple debe daños y perjuicios. La imposibilidad jurídica resulta
cuando: 1º) sean hechos ilícitos, por ejemplo matar a alguien; 2º) que sean contrarios a las buenas costumbres,
verbigracia si se ofrece una suma con tal que abandone la casa de su marido; 3º) hechos prohibidos por la ley, por
ejemplo: obligarse a no votar ...........; 4º) si son hechos que se oponen a la libertad de las acciones o de la conciencia;
verbigracia: profesar o no determinada religión; casarse o no con una determinada persona; 5º) que no sean hechos
que perjudiquen los intereses de un tercero, por ejemplo: obligarse a enajenar todos los bienes en fraude de sus
acreedores”; Piantoni, Mario A., Contratos Civiles, Lerner, Bs. As., 1975, Vol. 1, pág. 111.
“Por ejemplo: un contrato en que se estipulara que A vende a B animales, no sería

válido porque el objeto material de la prestación, de transferir la propiedad, los

animales, están determinados en su género y no en su especie. Sería válido en

cuanto a ello si se hubiera dicho animales vacunos, aunque en este último caso

tampoco está determinada la cantidad y por ende, por esta razón, no sería válido el

contrato. El contrato sería válido si se hubiera estipulado que A se compromete a

transmitir la propiedad de un animal vacuno, o tantos animales vacunos como sea

necesario para poblar un campo dado; pues entonces sí que está determinada la

especie y la cantidad. Cantidad cierta en el primer caso, determinable en el segundo

de acuerdo a la capacidad del campo.” 42

También, “las partes pueden pactar que la determinación del objeto sea efectuada

por un tercero. En caso que el tercero no realice la elección, sea imposible o no

haya observado los criterios expresamente establecidos por las partes o por los usos

y costumbres, puede recurrirse a la determinación judicial, petición que debe

tramitar por el procedimiento más breve que prevea la legislación procesal” –art.

1006, CCCN- 43. Tal procedimiento ritual, por lo general, será el sumarísimo.

A su vez, “toda cosa presente o futura, cuya tenencia esté en el comercio, puede ser

objeto del contrato de locación, si es determinable, aunque sea sólo en su especie” -

art. 1192, CCCN- 44


, y en el supuesto de contrato de obra o servicios, “a falta de

42
Piantoni, Mario A., Contratos Civiles, Lerner, Bs. As., 1975, Vol. 1, pág. 103.
43
El CCCN, se aparta en este aspecto de otros sistemas legislativos -como el español-, donde el tercero debe fijar el
precio con criterio de equidad (arbitrium boni viri) o de acuerdo a la buena fe (arbitrium nerum). En estos últimos
regímenes la sola iniquidad o la mala fe del tercero facultan a la parte afectada para impugnar la decisión. En el
derecho nacional no están previstos tales resortes en forma explícita, pudiendo en principio sólo recurrirse a la
determinación judicial en los supuestos establecidos en la norma. Pero de cualquier manera la determinación del
precio efectuada por el tercero cederá, siendo impugnable judicialmente, si medió lesión subjetiva -art. 332, CCCN-,
o si el tercero obró con dolo –conf. arts. 271, 272 y 274, CCCN-; conf. Bueres, Alberto J., Objeto del negocio
jurídico, Hammurabi, 1986, pág. 166; conf. Díez-Picazo, Luis, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, Civitas,
Madrid, 1996, Vol. I, págs. 212/3.
44
“A diferencia de los otros contratos puede alquilarse un coche, un caballo, sin determinarse precisamente cual sea”;
anotaba Vélez en la nota del art. 1500 del Cód. Civil decimonónico.
ajuste sobre el modo de hacer la obra, el contratista o prestador de los servicios

elige libremente los medios de ejecución del contrato” -art. 1253, CCCN-. 45

4.5. Existencia.

La existencia también es requisito del objeto inmediato real de los negocios


46
contractuales . Y los bienes futuros, por no existir actualmente, pueden

considerarse inexistentes al tiempo de la convención patrimonial. A este respecto,

“los bienes futuros pueden ser objeto de los contratos. La promesa de transmitirlos

está subordinada a la condición de que lleguen a existir, excepto que se trate de

contratos aleatorios” -art. 1007, CCCN- 47. En línea con tal previsión normativa, la

cosa futura puede ser objeto del contrato de locación, los créditos futuros del

factoreado pueden cederse en tanto sean determinables y las obligaciones futuras

pueden afianzarse –arts. 1192, 1423 y 1577, CCCN-.

Para el caso de darse una compraventa, en el art. 1130 del CCCN se establece que

“si la venta es de cosa cierta que ha dejado de existir al tiempo de perfeccionarse el

contrato, éste no produce efecto alguno. Si ha dejado de existir parcialmente, el

comprador puede demandar la parte existente con reducción del precio” 48.

45
La alusión al precio que se hacía en el art. 1632 del Cód. Civil indicaba que a falta de precisión sobre el modo de
hacer la obra, el Codificador había tenido presente que, por tratarse de un contrato oneroso, debía haber equivalencia
entre aquél y la obra. El actual CCCN no refiere al precio en tal supuesto, sino a la ley, los usos o, en su defecto, a la
decisión judicial sobre el tópico –art. 1255, CCCN-. Sin perjuicio de ello, de seguro, en términos de juridicidad, el
precio incidirá en la eventual definición judicial acerca de la determinación del modo de ejecutar la obra o prestar el
servicio.
46
Algunos autores entienden que este requisito está abarcado por el de la posibilidad; conf. Bueres, Alberto J., Objeto
del negocio jurídico, Hammurabi, 1986, pág. 162 y sgtes., y Mosset Iturraspe, Jorge, Contratos, Ediar, Bs. As., 1992,
pág. 200, nota 31, en donde puede leerse que “las cosas inexistentes constituyen un objeto imposible”.
47
Implícitamente se está vedando, en el ámbito de los contratos conmutativos, pactar sobre cosas inexistentes como
si existieran o sobre cosas futuras que nunca llegarán a existir, ya que ello determinaría la nulidad del contrato por
falta de objeto.
48
Pese a que la norma está dedicada específicamente al contrato de compraventa, resultaría aplicable a cualquier otro
supuesto de imposibilidad parcial por analogía –arg. art. 2 CCCN-; conf. Bueres, Alberto J., Objeto del negocio
jurídico, Hammurabi, 1986, pág. 164. Asimismo, si bien al comprador, ante la inexistencia parcial de la cosa, puede
requerir la disminución del precio por expresa disposición legal –art. 1130, CCCN-, implícitamente también puede
pretender –por lo facultativo de lo anterior- dejar derechamente sin efecto el contrato, para lograr lo cual debería
acreditar un menoscabo de entidad tal que afectara la causa fin subjetiva al tiempo de contratar. Es que “si el
ejercicio de la pretensión de invalidez fuera notoriamente antifuncional parecería razonable considerar que, al
mantenerse inalterada la causa, sólo asistirá al pretensor el derecho de pedir la cosa en el estado en que se encuentra
Las cosas que no existen pero pueden llegar a existir -de darse un hecho de la
49
naturaleza o uno mixto- reciben la denominación de cosas futuras . Y, como se

vio más arriba, cuando los bienes futuros fuesen objeto de los contratos, “la

promesa de transmitirlos está subordinada a la condición de que lleguen a existir”,

salvo si los contratos fuesen aleatorios –conf. art. 1007, CCCN- 50


. Aplicación

particular de esto se hace en la figura de la compraventa. Así, “pueden venderse

todas las cosas que pueden ser objeto de los contratos” –art. 1129 CCCN-, y “si se

vende cosa futura, se entiende sujeta a la condición de que llegue a existir” –art.

1131, CCCN-. En tal caso, “el comprador puede asumir, por cláusula expresa, el

riesgo de que la cosa no llegue a existir sin culpa del vendedor” –art. 1131, in fine,

CCCN-. Pero si el comprador no asume convencionalmente tal riesgo, el contrato

será absolutamente conmutativo y sujeto -en cuanto a sus efectos- a la condición

suspensiva de que la cosa llegue ciertamente y finalmente a existir -arg. art. 1131,

CCCN-, sea en forma total o parcial, debiendo aplicarse en caso de “existencia

parcial” la solución prevista para la cosa cierta que ha dejado de existir

parcialmente de modo sobreviniente, esto es el comprador podrá requerir la

reducción parcial y proporcional del precio pautado –arg. arts. 2, 1130 y 1131,

CCCN-. 51

4.6. Aptitud.

con disminución del precio (arts. 1071 y 1198, primera parte)” –hogaño arts. 10 y 961, CCCN-; Bueres, Alberto J.,
Objeto del negocio jurídico, Hammurabi, 1986, pág. 164.
49
Conf. Mosset Iturraspe, Jorge, Contratos, Ediar, Bs. As., 1992, pág. 200, nota 31.
50
”En este artículo el codificador recoge y generaliza la antigua distinción romana referente al contrato de compra y
venta, entre la emptio spei (venta de la esperanza) y la emptio rei speratae (venta de la cosa esperada). Las
disposiciones del presente artículo se complementan con las de los arts. 1327, 1332, y 1404 a 1407, todas ellas del
Capítulo de la compra y venta” del Cód. Civil velezano; conf. Lavalle Cobo, Jorge E., en Belluscio-Zannoni, Código
Civil y leyes complementarias, comentado, anotado y concordado, Astrea, Bs. As., 1984, Tº 5, pág. 799.
51
Ver nota 47. Conf. Mosset Iturraspe, Jorge, Contratos, Ediar, Bs. As., 1992, pág. 200, nota 31 y Lavalle Cobo,
Jorge E., en Belluscio-Zannoni, Código Civil y leyes complementarias, comentado, anotado y concordado, Astrea,
Bs. As., 1984, Tº 5, pág. 800, en donde se ha escrito también, para la anterior legislación, que “el contrato
conmutativo sobre cosa futura puede no ser condicional, o sea que también puede haber un contrato puro y simple en
el cual el comprador no asuma el riesgo de que la cosa llegue a existir. Esta interpretación surge a contrario sensu
del art. 1332, y es concordante con el art. 1327”.
También la idoneidad o aptitud del objeto inmediato real del contrato es requisito

legal, tal como se desprende de diversas disposiciones normativas. Así, en general

“los bienes ajenos pueden ser objeto de los contratos” -art. 1008, CCCN-, y,

específicamente, darse en locación -arg. arts. 1192, 1213, 1214, 2129 y 2142,

CCCN- o en depósito -arg. art. 1365, CCCN-. De otro lado, “la venta de cosa total

o parcialmente ajena es válida, en los términos del art. 1008” –art. 1132, CCCN-, lo

que supone que, si el que promete la transmisión del dominio al comprador “no ha

garantizado el éxito de la promesa, sólo está obligado a emplear los medios

necesarios para que la prestación se realice y, si por su culpa, el bien no se

transmite, debe reparar los daños causados. Debe también indemnizarlos cuando ha

garantizado la promesa y esta no se cumple” –art. 1008, CCCN-. Asimismo, “el

que ha contratado sobre bienes ajenos como propios es responsable de los daños si

no hace entrega de ellos” –art. 1008, in fine, CCCN-, todo lo cual es también

aplicable, por específica remisión normativa, a, contrato de permuta –arg. art. 1175,

CCCN-. Y ya se vio más arriba que las cosas futuras en ocasiones pueden ser

objeto de contratación, pero sin embargo tales cosas, que habrán de ser

determinadas y de las que el donante no tiene el dominio al tiempo de la

liberalidad, no son aptas para hacer las veces de objeto inmediato real de una

donación, ya que en tal caso la misma sería nula -arg. art. 1551, CCCN-. Por estos

ejemplos se comprende que no todo objeto inmediato real es adecuado para el

objeto inmediato negocial escogido por las partes o, lo que es lo mismo, algunas

operaciones jurídicas no son viables sobre determinadas cosas, hechos o derechos.52

52
Este requisito se vincula también con la prescripción contenida en el art. 279 del CCCN en la parte que se dispone
que “el objeto del acto jurídico no debe ser … un bien que por un motivo especial se ha prohibido que lo sea”, ya
analizada al momento de estudiarse el requisito de posibilidad; por ello, pueden traerse a cuento los ejemplos ya
vertidos antes de ahora, esto es el caso de las cosas muebles que no pueden ser hipotecadas -art. 2205, CCCN-, las
inmuebles que no pueden prendarse -art. 2219, CCCN-, las infungibles que no pueden ser objeto de un préstamo de
consumo -art. 1525, CCCN-, etc.. Conf., verbigracia, en tal sentido, los ejemplos y las sistematizaciones de Mosset
Iturraspe, Jorge, Contratos, Ediar, Bs. As., 1992, pág. 201 y Stiglitz, Rubén S., Objeto, causa y frustración del
contrato, Depalma, Bs. As., 1992, pág. 67.
4.7. Patrimonialidad.

El objeto mediato de los negocios jurídicos contractuales, esto es la prestación -a su

vez objeto inmediato de la obligación, como se desarrolló ut supra-, debe cumplir

con el requisito de patrimonialidad, tal como surge de la concordancia de lo reglado

en el art. 1003 del CCCN y la letra del art. 725 del mismo cuerpo normativo,

precepto este último en donde puede leerse que “la prestación que constituye el

objeto de la obligación debe ser … susceptible de valoración económica”, siendo

ello congruente con que el “objeto del contrato … debe ser … susceptible de

valoración económica” –art. 1003, CCCN- 53.

Cuestión distinta es el carácter que pueda tener el interés de las partes en general, y

del acreedor en particular, sea en las prestaciones comprometidas recíprocamente

en el marco del contrato, o en la prestación debida por el deudor en el campo

estrictamente obligacional, ya que tal interés podrá ser de índole patrimonial o

extrapatrimonial, sin que ello incida en modo alguno en la posibilidad de apreciarse

pecuniariamente a la prestación del caso –arg. arts 725 y 1003, in fine, CCCN- 54.

53
En su día Vélez anotó al artículo 1169 del Cód. Civil que “si la prestación objeto del contrato, aunque susceptible
en sí de apreciación pecuniaria, no presentara para el acreedor ninguna ventaja apreciable en dinero, no estaría éste
autorizado a pedir la ejecución de la promesa hecha. Un simple interés de afección no sería suficiente para darle una
acción ..............”. A se había matizado que “afortunadamente la nota no integra el texto de la norma, permitiéndonos
interpretarla de acuerdo con la moderna doctrina, que ampara los intereses morales o extrapatrimoniales, sobre la
base de una prestación siempre patrimonial”; Mosset Iturraspe, Jorge, Contratos, Ediar, Bs. As., 1992, pág. 203, nota
38. Tal lo receptado finalmente en los arts. 725 y 1003 del CCCN.
54
Con razón se había postulado respecto de las normas correspondientes contenidas en el Cód. Civil velezano que
“... el interés del acreedor puede ser extrapatrimonial, habida cuenta de la multiplicidad de variantes que puede
presentar el ejercicio de la autonomía de la voluntad (art.1197 C.C.). Máxime que, en ciertas relaciones jurídicas no
obligacionales (usufructo, art. 2844 C.C.; servidumbre, art. 3000 C.C.), el objeto puede ser ‘de mero placer’ o ‘de
mero recreo’, lo cual -en todo caso- indica el criterio legislativo. Sólo es necesario que .......... el comportamiento
debido por el deudor tenga significado económico; así, v. gr., el interés extrapatrimonial de aprender a una lengua
muerta puede dar lugar a un contrato, porque basta que la actividad docente de quien se compromete a enseñarlo
(prestación del deudor) sea ‘susceptible de apreciación pecuniaria’, que pueda cobrar por ello, aunque de hecho no lo
haga. ............. En los hechos ilícitos se genera una obligación a cargo del responsable, cuya prestación es patrimonial
(arts. 1069, 1078 y 1083 Código Civil). Y el interés a que corresponde puede ser extrapatrimonial: el daño moral
integra la reparación en el hecho ilícito (arts. 1075 y 1078 C.C.); ello mismo ocurre en los contratos (art. 522, C.C.)”;
Alterini, Atilio A., en Alterini-Ameal-López Cabana, Curso de Obligaciones, Abeledo-Perrot, Bs. As., 1985, Tº I,
págs. 52/3. “En efecto , la ley protege no solamente los intereses patrimoniales, sino también los de otra índole
(afectiva, moral, cultural, etcétera). De esa manera, aun cuando la prestación debe tener contenido económico, el
interés típico del acreedor puede ser de otro orden, sin que la obligación pierda su juridicidad. Baste pensar, por
ejemplo, en quien encarga la construcción de un monumento para honrar a un familiar: la prestación es patrimonial,
el interés no. Por ello, son exactas las palabras de Spota cuando, con cita de Barassi, señala que ‘la prestación es un
Por esto último “sostiene Giorgiani que la patrimonialidad de la prestación es un

carácter objetivo que existe o no -al margen de la contraprestación en dinero o la

incorporación de una cláusula penal-, no debiendo buscarse una correlación entre

patrimonialidad de la prestación y patrimonialidad del daño. Para averiguar si una

determinada prestación es patrimonialmente valorable debe tomarse en

consideración, a criterio del catedrático de la Universidad de Bolonia, ‘el ambiente

jurídico social en que la obligación surge. La valorabilidad pecuniaria de una

prestación viene a indicar que, en un determinado ambiente jurídico social, los

sujetos están dispuestos a un sacrificio económico para gozar de los beneficios de

aquella prestación y que esto pueda tener lugar sin ofender los principios de la

moral y de los usos sociales, además de, por supuesto, la ley’”. 55

medio (económico o, mejor, que puede ser objeto de apreciación económica) para la consecución de fines que
pueden no ser económicos’”; Mayo, Jorge A., en Belluscio-Zannoni, Código Civil y leyes complementarias,
comentado, anotado y concordado, Astrea, Bs. As., 1984, Tº 2, pág. 521.
55
Mosset Iturraspe, Jorge, Contratos, Ediar, Bs. As., 1992, pág. 204.

También podría gustarte