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Hombres de Fe

Te animo a leer la vida de estos hombres y mujeres de FE,


conoce las dificultades que tuvieron, las luchas, las
victorias y como siempre avanzaron, éstas biografías
fortalecerán tu fe, y acordáte que, el DIOS que los llamó a
ellos, es el mismo que te llamó a vos para que emprendas
grandes cosas para la GLORIA DE SU NOMBRE.
 

Smith Wigglesworth Jim Elliot


Juan Wesley Charles H. Spurgeon
Charles Finney D. L. Moody
William Carey Oswald J. Smith
Jack Coe Benjamin Simpson
William Branham Kathryn Kuhlman
  Aimee Semple McPherson

EL PODEROSO TESTIMONIO DE WILLIAM CAREY - 

«Esperen obras magnificas de Dios, intenten obras magnificas por Dios». -William Carey-

Viajó a la India en 1793 con su reacia esposa y cuatro hijos para llevar el mensaje de
Jesucristo a estos hombres y mujeres viviendo sin la esperanza del evangelio. Enfrentó tanto
sufrimiento allí que es asombroso que William Carey no haya abandonado su misión y
regresado a su país. Todo lo contrario, se quedó por 40 años y enseñó la Palabra de Dios a
este país.

Una de las tradiciones que atormentaba al misionero Carey era el sati — la costumbre de
quemar vivas a las viudas apenas moría el esposo. Carey trabajó duro para absolver el sati. A
través de su ardua labor en contra del sati, los indios vieron que realmente William Carey les
amaba. Fue nombrado «Amigo de la India» y «Padre de las Misiones Modernas».

Carey supervisó más traducciones de la Biblia que se hayan hecho en la historia del
cristianismo. La vida nunca le fue fácil, pero Carey simplemente se negó a abandonar su
llamado.

Su fe se probó cuando un fuego desbastador destruyó todo su trabajo literario. Su vida ha


inspirado a un sin número de personas tanto de su época como del presente. Una Llama en la
oscuridad muestra una vida dedicada a Dios y obediente a su llamado. Esta obediencia le llevó
a hacer un gran impacto para la obra de Dios.

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Cinco hombres –todos jóvenes– de personalidades dispares, procedentes de distintas zonas de Estados
Unidos llegaron a Ecuador con un objetivo común. Ellos habían respondido a una misma demanda: la
de predicar el evangelio donde nunca hubiese sido predicado. Un mismo y feroz pueblo se les aferró al
corazón: los aucas. Para evangelizarlos, sin embargo, deberían estar dispuestos a perderlo todo.

"Operación Auca"
El domingo 8 de enero de 1956 habría de ser una fecha inolvidable, aunque dolorosa, para las
misiones en las selvas ecuatorianas, en Sudamérica.

Ese día el misionero Nate Saint salió temprano de Arajuno, la base de operaciones de la
“Operación Auca”, y sobrevoló por enésima vez en su pequeño Piper Cruiser la aldea de los
temibles aucas. Notó en ella una ausencia de hombres, lo cual le llenó de alegría. De vuelta
hacia la cabeza de playa, que los misioneros habían denominado ‘Palm Beach’, en el río
Curaray, vio un grupo de unos diez hombres que caminaban precisamente hacia ese lugar.
Adelantándose al grupo, en un par de minutos aterrizó junto a sus compañeros:

—¡Por fin, muchachos! ¡Vienen hacia acá!

Durante tres meses y dos días habían estado provocando sucesivos acercamientos por avión,
dejando caer regalo tras regalo, con mensajes de buena voluntad, y ahora, por fin, había
llegado la hora de verse cara a cara, en tierra. Los cinco misioneros habían invadido territorio
auca hacía cinco días y éstos habían decidido por fin acercarse.

Con esa buena noticia, Nate llamó a las doce y media a su esposa Marj, que seguía atenta sus
movimientos a través de la radio, en Shell Mera, la base de las misiones cristianas en Ecuador
oriental. Con palabras entrecortadas le dijo:

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— Una comisión de diez hombres viene en camino. Parece que van a estar aquí para el
servicio de esta tarde temprano –dijo, bromeando–. Oren por nosotros. ¡Este es el día!
Hablaremos otra vez a las cuatro y media.

Cinco vocaciones irrenunciables

La “Operación Auca” fue la puntada final de una estrategia misionera que había comenzado
muy atrás en el corazón de cinco jóvenes misioneros norteamericanos.

De muy joven, Jim Elliot, nacido en 1925, se había preparado para la que creía sería la misión
de su vida: predicar el evangelio a gentes que nunca lo habían oído en algún país
hispanoamericano. Desde niño se familiarizó con las Escrituras, y desde los años de Colegio –
donde fue un alumno aventajado– se interesó en aprender el español.

Poco antes de terminar el Colegio escribía a sus padres: “En esta vida no hay tal cosa como
una realización completa ... Quiera el Señor enseñarme lo que significa vivir teniendo en cuenta
el fin, como Pablo dijo: “Ni estimo mi vida preciosa para mí mismo; solamente que acabe mi
carrera con gozo ...”

En agosto de 1951 Jim se encontró con un viejo amigo, Peter Fleming. Nacido en 1928, se
había titulado recién en esos días como Licenciado y profesor, y estaba buscando la dirección
divina en cuanto a su vida. Como fruto de esa conversación, ambos se dieron cuenta que
tenían un destino común. En febrero de 1952 Jim y Pete cumplían su sueño y viajaban a
Ecuador.
Tras seis meses de estudio del español en Quito, se internaron en la selva hasta Shell Mera,
donde estaba la base de la Asociación Misionera de Aviación (M.A.F., por sus iniciales en
inglés). De allí prosiguieron viaje hasta Shandia, una estación misionera quichua.

En septiembre de 1953 se les unió Ed McCully, antiguo compañero de colegio de Jim,


deportista y orador destacado. Hijo de un predicador, por sus extraordinarias dotes había
pensado hacerse abogado, pero un día antes de matricularse en esa carrera, decidió obedecer
al llamado de Dios. Ahora él, con su esposa Marilou y su pequeño hijo, se unían al pequeño
grupo misionero en Shandia.

Nate Saint y su esposa Marj Farris había llegado a Shell Mera algunos años antes que ellos, en
1948, como piloto de la M.A.F. De profesión mecánico de aviones, su misión en la M.A.F.
consistía en transportar misioneros, sus provisiones, enfermos hasta y desde las avanzadas
más lejanas en su pequeño Piper Cruiser.

Roger Youderian, nacido en 1924, era paracaidista del ejército, y había peleado en la Segunda
Guerra Mundial. Estando en Berlín sintió el llamado a servir como misionero. Desde 1953 había
estado sirviendo entre los indios jíbaros y los atshuara.

Una carga especial

Aunque de distinta procedencia y con distinto trasfondo, los cinco jóvenes misioneros sentían
una carga especial por el pueblo auca. Todas las otras tribus cercanas habían sido alcanzadas:
los jíbaros, los quichuas, los colorados, los cayapas, pero los aucas se habían resistido
fieramente. ¿Quiénes eran y por qué eran tan hostiles?

Los aucas eran una tribu –y un territorio– impenetrables. Todos los misioneros anteriores,
desde Pedro Suárez, en 1667 habían sido asesinados. No obstante, por largos períodos, ellos
se habían abierto a la civilización, pero vez tras vez la experiencia terminó en tragedia. Así que
volvían a cerrarse. La hostilidad hacia el hombre blanco había sido exacerbada por los
buscadores de caucho, a comienzos del siglo XX, quienes los habían robado, torturado,
esclavizado y matado. Eso había sumido a los aucas en la desconfianza y en el temor.

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Muchas conjeturas se habían hecho los misioneros respecto de ellos. ¿Son asesinos natos?
¿Matan por preservar su territorio, por robar? Esas preguntas no tenían respuestas. Sin
embargo, un par de cosas parecían muy claras: para los aucas, el hombre blanco era
indeseable, y quien se atrevía a pisar su territorio ponía en riesgo su vida.

La “Operación Auca” comenzó en septiembre de 1955.

El primer movimiento hacia esa zona la hizo Ed McCully, quien se estableció en Arajuno, un
poblado quichua de unas cien personas en el borde mismo del territorio auca. Separados de
ellos sólo por el río Arajuno, Ed puso alrededor de su casa un alambrado eléctrico y se propuso
tener siempre a la mano una pistola o una escopeta para usarla para intimidar en caso de
ataque. La estación de Arajuno llegó a ser la base de la Operación.

El 19 de septiembre, Nate y Ed sobrevo-laron la tupida selva buscando poblados. Tras varias


pasadas, descubrieron unos quince lugares despejados y unas pocas casas. Dos semanas
después, Nate y Pete pudieron realizar una nueva exploración y constataron la existencia de
media docena de casas grandes a sólo quince minutos de vuelo de Arajuno. ¡Ya estaba
localizado el objetivo!

Para superar la barrera del idioma, Jim viajó a una hacienda cercana donde vivía una mujer
auca que había huido de su pueblo. Ella enseñó a Jim algunas frases que permitieran a los
misioneros un primer acercamiento.

El 6 de octubre comenzaron con el lanzamiento regular cada semana de regalos desde el aire,
usando la técnica que Nate habilidosamente había creado. Según esta técnica, que denominó
“de la cuerda en espiral”, se lanzaba un balde de lona amarrado a una cuerda. El avión volaba
en círculos cerrados a una cierta velocidad que permitiera que el balde quedara casi quieto en
un punto central. Abajo, una persona podía recogerlo con la mano, sacar lo que éste contenía,
y aun poner en él lo que deseara antes de que éste fuera alzado de nuevo desde el avión.

Se comenzaron a suceder las visitas y los regalos uno tras otro. Los aucas los recibían con
agrado. Para el cuarto viaje, Nate instaló en el avión un parlante a batería para enviar los
mensajes amistosos que Jim había aprendido. A la sexta semana, los aucas empezaron a
poner, de vez en cuando, algún regalo de vuelta en la canasta. Cada signo amistoso de los
aucas era recibido con alborozo por los misioneros.

Para el 3 de diciembre ya llevaban nueve visitas. A medida que pasaba el tiempo, veían más
cercano el día que podrían acercarse a ellos por tierra. Para tal fin empezaron a explorar el
terreno. Encontraron una playa junto al Curaray apta para aterrizar, ubicada a unos 7
kilómetros de la “Ciudad Terminal”, la población que solían visitar por avión, y decidieron
establecerse allí el 3 de enero.

El plan estaba trazado hasta en sus mínimos detalles. Cada misionero tenía a cargo una parte
de la “Operación”. Incluso Marj, tendría la importante función de atender el equipo de radio en
Shell Mera, manteniéndose en contacto permanente con el avión. Por su parte, Bárbara (la
esposa de Roger) se quedaría en Arajuno con Marilou (esposa de Ed) en la preparación de la
comida que llevaría diariamente a Palm Beach.

A esta altura, las cinco esposas habían barajado ya de manera muy realista la posibilidad de
quedar viudas, y la conclusión para ellas era clara: a la hora de casarse ellas aceptaron que
nunca habría dudas en cuanto a quién ocupaba el primer lugar en sus matrimonios: Dios y su
obra.

El 18 de diciembre, Nate había escrito en su Diario: “Al sopesar el futuro y buscar la voluntad
de Dios ¿parece justo que pongamos en peligro nuestras vidas por sólo unos pocos salvajes?
Al hacernos esta pregunta, nos damos cuenta que no es el llamado de los miles necesitados,
sino más bien la simple insinuación de la Palabra profética de que habrá en su presencia en el

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último día algunos de cada tribu; y sentimos en nuestros corazón que es agradable al Señor
que nos interesemos en abrir paso a la prisión auca para Cristo.”

La mañana del 3 de enero, los cinco hombres cantaron uno de sus himnos favoritos y se
dispusieron a marchar. En tres viajes sucesivos, el avión trasladó los enseres necesarios,
incluyendo una pequeña casa que instalaron en el tronco de un árbol, a diez metros de altura,
junto a la playa.

El miércoles y jueves, Nate y Peter, que iban a Arajuno a dormir, sobrevolaban la “Ciudad
Terminal” invitando a los hombres a venir a Palm Beach. Algunos pequeñas señales les
anunciaban su próxima aparición.

El viernes a las 11:15 resonó una voz al otro lado del río, e hicieron su aparición tres aucas: un
hombre y dos mujeres. Los misioneros les acogieron amistosamente. Como el hombre
mostrara interés por el avión, Nate lo invitó a volar por encima de su propio poblado. El resto
del día transcurrió sin sorpresas.

El día “D”

El domingo 8 Nate vio desde el aire acercarse decididamente un grupo de aucas, y entonces
llamó a su esposa, para que estuviera atenta para un contacto por radio para las cuatro y
media.

A las cuatro y media las esposas se conectaron, unas desde Shell Mera, las otras desde
Arajuno. Llamaron a Palm Beach, pero sólo había silencio. Esperaron hasta última hora esa
noche, queriendo creer que el silencio se debía sólo a algún pequeño contratiempo. Las horas
transcurrieron largas y dolorosas.

A las siete de la mañana del lunes 9, Johnny Keenan, colega de Nate en la M.A.F., volaba
raudo hacia Palm Beach para obtener noticias de sus compañeros. A las nueve y media
Johnny remitió su informe, que Marj retransmitió escuetamente a todos.

—Johnny ha encontrado el avión sobre la playa. Le han arrancado toda la tela. No hay señal de
los muchachos.

Los días posteriores

El miércoles, colegas misioneros y militares norteamericanos y ecuatorianos organizaron una


cuadrilla de rescate que partió de Arajuno rumbo a Palm Beach. Ellos abrigaban aún la
esperanza de hallar en cada curva del río, a lo menos, a alguno de los cinco misioneros
regresando a pie.

Cuando llegaron a Palm Beach descubrieron cuatro cuerpos; el quinto había sido avistado poco
antes, pero fue imposible recuperarlo aguas abajo. La patrulla de salvamento llevó a cabo una
pequeña ceremonia de sepultura bajo el gran árbol con la casita.

El sábado, las viudas fueron invitadas a sobrevolar Palm Beach y pudieron ver por unos
instantes la tumba común de sus esposos. Al virar de regreso el avión, Marj Saint, la viuda de
Nate, dijo:

—Ese pequeño cementerio es el más hermoso del mundo.

El muro se rompe

El martirio de los cinco misioneros, publicada por los diarios, despertó la inmediata reacción en
el mundo entero. De todas partes empezaron a llegar saludos y condolencias a las cinco
viudas. El ejemplo de los mártires alentó a muchos otros a servir al Señor como misioneros.

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Entre tanto, se formularon rápidamente planes para continuar la obra de los mártires. Johnny
Keenan retomó los vuelos con regalos sobre las aldeas aucas para demostrarles su intención
amistosa. La obra entre los vecinos quichuas experimentó un sorprendente aliento. Ellos
mismos comenzaron a orar también por los aucas.

El 3 de septiembre de 1958, tres años y ocho meses después del martirio, tres mujeres aucas
convertidas y adoctrinadas por Elisabet Elliot y Raquel Saint –hermana de Nate– volvieron a su
aldea, donde permanecieron tres semanas hablando del amor de Dios, manifestado a través de
las misioneras.

Unos días después, Elisabet y Raquel Saint entraron ellas mismas en esa aldea, como
respuesta a una invitación. Allí fueron recibidas como hermanas.

La muerte de cinco hombres había logrado romper la desconfianza ancestral. El camino para la
palabra de verdad se había abierto: los aucas podrían ser alcanzados con el evangelio.

Adaptado de Portales de Esplendor, de Elisabet Elliot

Un hombre de Dios movido por el Espíritu


Smith Wigglesworth: "Apóstol de fe"

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Resucitar a los muertos fue sólo una de las increíbles facetas del ministerio de Smith
Wigglesworth. Para él la simple obediencia a lo que uno creía no era una característica
extraordinaria; era simplemente el fruto de la fe. Se dice que su propia fe era inquebrantable y
algunas veces implacable. Pero también se dice que poseía una unción especial para la
enseñanza y un claro sentido de la compasión, que tenían por fruto incontables salvaciones y
milagros en su ministerio, todos los días. Por Roberts Liardon

Smith nació el 8 de junio de 1859 en un pequeño pueblo de Inglaterra. Aunque sus padres no
eran cristianos, no hubo nunca un tiempo en que el joven Smith no buscara a Dios. No le
enseñaron a orar en su hogar, pero siempre estaba en esa búsqueda por su cuenta. Su abuela
era una antigua wesleyana que creía en el poder de Dios y siempre hacía que Smith la
acompañara a las reuniones. Cuando Smith cumplió ocho años, quiso cantar él también en la
iglesia. Al comenzar a cantar, "un claro conocimiento del nuevo nacimiento" vino a él, y
comprendió lo que Jesucristo había hecho por él por medio de su muerte y resurrección. El
joven Wigglesworth se convirtió inmediatamente en un pescador de almas. La primera persona
que ganó para Cristo fue su propia madre.

¡Hay algo diferente en ti!


Desde los trece años Smith participó activamente en la Iglesia Metodista Wesleyana. Su vida
espiritual cobró nuevo significado, y comenzó a anhelar el Espíritu de Dios. Tiempo después,
los metodistas planeaban una reunión especial de predicación, y siete jovencitos fueron
invitados a participar, incluso Smith. Con tres semanas para prepararse, el joven "vivía en
oración". Cuando llegó el día, tomó la plataforma para predicar durante quince minutos, y al
terminar, no recordaba ni una palabra de lo que había dicho. Lo único que recordaba era el
increíble ardor que lo cubría, y los gritos de aliento de la gente. En 1875, se unió al Ejército de
Salvación para compartir su amor por los perdidos. Creía que el Señor lo ayudaría en todo, y
comenzó su ministerio. En 1877 fue a casa de un plomero para pedirle trabajo. El hombre le
dijo que no necesitaba ayudantes, así que Smith le agradeció, se disculpó por haber usado su
tiempo, y se volvió para irse. Pero repentinamente el hombre lo llamó y le dijo: "Hay algo en ti
que es diferente. Creo que no puedo dejar que te vayas". Y lo contrató. Smith hacía un trabajo
tan excelente que decidió mudarse a Liverpool, con su experiencia en plomería. Con el poder
de Dios que descansaba firmemente sobre él, comenzó a ministrar a los niños de la ciudad y a
predicarles el evangelio, movido por su deseo de ayudarlos.

El matrimonio
Uno de los grandes atributos de la vida de Smith Wigglesworth fue su esposa, Mary Jane
"Polly" Featherstone. Polly era tan fuerte, o más, algunas veces, que su esposo. Nunca se
negaba a acompañarlo, y Smith estaba de acuerdo. Dios comenzó a usarla para salvar a los
perdidos a tal punto que los ministros metodistas la llamaban a evangelizar en sus iglesias, y
cientos de personas se convirtieron con su ministerio. El poder de Dios descansaba
poderosamente sobre ella. Empujado hacia el púlpito A fines del siglo XIX, Smith viajó a Leeds
para comprar materiales para su trabajo de plomería. Mientras estaba allí, asistió a un culto en
una iglesia donde se ministraba sanidad divina. Observó las maravillosas sanidades que se
producían, y su corazón se conmovió. Entonces comenzó a buscar a los enfermos en su
ciudad, Bradford, y pagaba sus viajes para ir a las reuniones de sanidad de Leeds. Como
comprendían que Smith necesitaba "un empujoncito" para comenzar su ministerio público, los
líderes del Hogar de Sanidad de Leeds tomaron una decisión, y le pidieron que los reemplazara
en el púlpito mientras ellos iban a la convención de Keswick. Smith dudó al principio, pero los
ministros le aseguraron que él podía hacerlo. Cuando llegó el día de ministrar, Smith estaba a
cargo de la reunión, pero no había quién predicara. Todos estuvieron de acuerdo en que él
debería hacerlo. Vaciló, pero comenzó a ministrar, y al terminar su mensaje, quince personas
se acercaron para que orara por su sanidad. Un hombre que andaba con un par de muletas, se
acercó, y cuando Smith oró por él, comenzó a saltar por todos lados, sin sus muletas,
totalmente sano. ¡Nadie estaba más sorprendido que Smith!

Bañado en el poder y la gloria


En 1907 llegó otro punto crucial en la vida de Smith Wigglesworth. Había oído que un grupo de
personas en Sunderland habían sido "bautizadas en el Espíritu Santo" y "hablaban en otras

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lenguas". Entonces decidió ver este fenómeno por sí mismo. Smith, buscaba a Dios con todo
su corazón para experimentar este "bautismo en el Espíritu Santo", y fue a un centro de
reuniones cercano del Ejército de Salvación para orar. Tres veces el poder de Dios lo abatió al
suelo. Smith estaba decidido a conocer a Dios en esa área. Durante cuatro días estuvo delante
del Señor mientras esperaba hablar en otras lenguas, sin resultado. Finalmente, desalentado
en su espíritu, sintió que era hora de regresar a Bradford. Pero antes de partir, se dirigió a la
casa pastoral para despedirse de la esposa del vicario, la Sra. Boddy. Le dijo que tenía que
regresar a su casa y que aún no había logrado hablar en lenguas. Ella le respondió: "No es el
hablar en lenguas lo que usted necesita, sino el bautismo". Smith le pidió que le impusiera las
manos antes de partir. Ella oró una oración sencilla pero llena de poder, y luego salió del
cuarto. Fue entonces que cayó el fuego. Bañado en el poder y la gloria del Señor, Smith vio
una visión de la cruz vacía con Jesús exaltado a la diestra del Padre. Lleno de adoración y
alabanza, abrió su boca y comenzó a hablar en otras lenguas, comprendió finalmente que
aunque antes había recibido la unción, ahora era bautizado en el Espíritu Santo como en el día
de Pentecostés.

"Déjala ir"
Uno de los dolores más grandes en la vida de Smith estaba a punto de ocurrir. Mientras
esperaba en la estación del tren para partir hacia Escocia, recibió una noticia devastadora.
Polly se había desplomado a causa de un ataque cardíaco mientras regresaba de la obra
misionera de la calle Bowland. Smith corrió a su lado y descubrió que su espíritu ya había
partido para estar con el Señor. No dispuesto a aceptarlo, inmediatamente reprendió a la
muerte y su espíritu regresó, pero sólo por un breve tiempo. Entonces el Señor le dijo: "Yo
deseo llevarla a casa conmigo ahora". Así que, con el corazón destrozado, Smith dejó en
libertad a su compañera, aquella a la que había amado tantos años, para que fuera con el
Señor. Polly Wigglesworth sirvió al Señor hasta el último minuto de su vida, el 1º de enero de
1913. Algunos dicen que después de su muerte, Smith pidió una doble porción del Espíritu. A
partir de ese momento, su ministerio tuvo aún más poder.

Este es el secreto...
Smith comenzó inmediatamente a ministrar por todo el país, viajaba con su hija y su yerno.
Tenía una increíble revelación en el tema de la fe, y su enseñanza al respecto atraía a las
masas. Wigglesworth no se quedaba "con la esperanza" de que la oración diera resultado. Su
revelación sobre la fe era concreta, y ablandaba aún los más duros corazones para llevarlos al
amor de Jesucristo. Para 1921, el ministerio de Wigglesworth florecía. Su hogar estaba
inundado de invitaciones para ministrar en otros países, y se embarcó en el más largo viaje de
toda su vida. Aunque era muy popular en la Europa continental y en los Estados Unidos, nadie
pareció notar su llegada a Colombo, Ceylán (Sri Lanka). Pero pocos días después, las
multitudes llenaban el edificio para tratar de conseguir un lugar. Muchos quedaron afuera.
Cuando la reunión terminaba, Smith pasaba por entre medio de miles de personas, las tocaba y
creía en el poder de Dios para con ellas. Según los relatos, decenas de personas fueron
sanadas con el solo paso de "su sombra" por encima de ellas. En 1922 viajó a Nueva Zelandia
y Australia. Algunos creen que las reuniones de Smith fueron el punto de partida de las iglesias
pentecostales en estos dos países. Aunque sólo pasó unos meses allí, miles de personas
fueron salvas, sanadas y llenas del Espíritu Santo con la evidencia de hablar en lenguas.
Australia y Nueva Zelandia experimentaron así el mayor avivamiento espiritual que jamás
hubieran conocido.

Las aflicciones tuvieron que ceder


Aunque los ojos de Wigglesworth habían visto muchos milagros y sanidades instantáneas, él
mismo no recibió esos milagros. En 1930, cuando ya tenía setenta años, sufría de tremendos
dolores. Oró, pero no recibió alivio, así que fue a ver a un médico, que después de sacarle
algunas radiografías le dio un diagnóstico de un caso severo de cálculos en el riñón en un
estado avanzado. Su única esperanza era una operación, dado que, según el médico, si
continuaba en este doloroso estado, moriría. Smith le respondió: "Doctor, el Dios que creó este
cuerpo es quien puede sanarlo. Ningún cuchillo me cortará mientras yo tenga vida". Smith
pensó que este sufrimiento acabaría pronto, pero duró seis largos y dolorosos años. Durante
este tiempo, nunca dejó de asistir a las reuniones programadas, con frecuencia ministraba dos
veces por día. En algunas reuniones, oraba por hasta ochocientas personas mientras se
retorcía de dolor él mismo. Algunas veces abandonaba el púlpito cuando el dolor se volvía

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insoportable, para luchar en el baño mientras despedía otra piedra. Luego regresaba a la
plataforma y continuaba con la reunión. Con frecuencia se levantaba de su propia cama para ir
a orar por la sanidad de otros. Muy pocos sabían que él mismo estaba atravesando la más
grande prueba de su vida. Algunas veces perdía tanta sangre que su rostro estaba pálido y
tenía que envolverse en mantas para recobrar calor. Después de los seis años, tenía más de
cien piedras en una botella de vidrio.

Y no fue más... Porque Dios lo llevó


Dos años después de iniciada su batalla contra los cálculos en los riñones, Smith no se daba
por vencido. En cambio, en 1932, pidió a Dios quince años más para servirle. Dios le otorgó lo
que había pedido, y durante esos años, visitó gran parte de Europa, Sudáfrica y Estados
Unidos. Su más grande gozo era ver la Palabra confirmada con señales y prodigios, a través de
la fe de la gente. Su principal meta era que las personas vieran a Cristo, no a Smith
Wigglesworth. El 12 de marzo de 1947, inclinó la cabeza, y sin pronunciar palabra ni
experimentar dolor alguno, fue a estar con el Señor.

Fe, compasión y milagros


¿Acaso el poder de Dios en que anduvo Smith Wigglesworth ha dejado la Tierra? ¿Se fue con
él cuando murió? ¡Por supuesto que no! El mismo poder con el que operaba Wigglesworth está
a nuestra disposición hoy; no necesitamos más poder. Sólo necesitamos utilizar nuestra fe y
compasión para que ese poder opere. Wigglesworth operó con la fe más osada que yo jamás
haya visto desde el Libro de los Hechos, pero esa fe era encendida por la compasión. Smith le
tomó la Palabra a Dios y se dejó mover por su compasión hacia las personas, y esa
combinación produce milagros.
El desafío ahora ha pasado a nuestra generación. Dios ha convocado a hombres y mujeres
para que invadan ciudades y naciones con el poder del cielo. ¿Responderás al llamado de
Dios? ¿Te atreverás a "sólo creer"? Despierta el don que hay en ti, e invade tu hogar, tu
comunidad y tu nación con el poder de Dios. Que la voluntad del cielo se haga en la Tierra...¡a
través de ti¡

Nuestro fundador, el Rev. Alberto Benjamín Simpson


La Alianza Cristiana y Misionera debe su existencia a la visión de Alberto Benjamín Simpson
(1843-1919), un ministro presbiteriano que abandonó una acaudalada congregación en Nueva
York para pastorear, en cambio, las masas desposeídas de esa misma ciudad.

Según describe el propio Simpson: "...Por lo tanto, después de tres años de gran
compañerismo y perfecto entendimiento con estas queridas personas, y sin que mediasen
desacuerdos de ninguna clase, les dije francamente que Dios me llamaba para un trabajo
diferente, y pedí al Presbiterio de Nueva York que me dejase en libertad con el propósito de
llevar el evangelio a las masas" (A. E. Thompson, A. B. Simpson, His Life and Work, Christian
Publications.)

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Alberto Benjamín Simpson nació en la Isla Prince Edward (Canadá) el 15 de Diciembre de
1843. Fue dedicado al Señor mediante las oraciones de John Geddie, el pastor de la familia,
quien fuera él mismo, más tarde, un gran misionero conocido por su labor en las islas Nuevas
Hébridas, en el Pacífico Sur.

En 1847, la familia Simpson se trasladó a la provincia de Ontario, donde adquirieron una


granja. Allí, Alberto recibió la influencia espiritual de la estricta tradición calvinista y puritana de
la Iglesia Presbiteriana Escocesa, influencia que fue balanceada por la lectura de la obra de
Walter Marshall acerca del Misterio Evangélico de la Salvación, la que llevó a este joven de 15
años a comprender los conceptos de salvación y de santificación cristianos.

Al terminar sus estudios escolares, hizo clases durante un tiempo, con el fin de reunir el dinero
necesario para poder matricularse en el Colegio Knox de la Universidad de Toronto,
graduandose a los 21 años, luego de lo cual fue recibido como pastor de la Iglesia
Presbiteriana de Knox, en Hamilton, Ontario.

Después de ocho años de ministerio exitoso y de haber ganado 750 nuevos miembros para su
iglesia, se decía de él que era mejor que ningún otro en cuanto a elocuencia, habilidad y éxito
en su labor ministerial. (A. E. Thompson, A. B. Simpson, His Life and Work, Christian
Publications.)

A la edad de 32 años, en Diciembre de 1875, Simpson fue llamado a ocupar el púlpito de la


mayor iglesia presbiteriana de Louisville, Kentucky, la iglesia presbiteriana de la calle Chestnut.
Allí se embarcó en un esfuerzo evangelístico a nivel de toda la ciudad, que le sirvió para
apreciar la trascendencia del ministerio evangelístico.

Al cabo de cinco años allí, su atención fue atraída por las masas de inmigrantes recién llegados
a la ciudad de Nueva York, fundando una misión junto a las puertas de la Iglesia Presbiteriana
de la calle Trece, donde, después da haber llevado hasta el Señor una cantidad de más o
menos 100 inmigrantes italianos, la congregación le sugirió que buscara otra parte para
proseguir este ministerio. En consecuencia, Simpson, dándose cuenta que Dios lo llamaba a un
"ministerio diferente", dejó su cargo para dedicarse de lleno a su labor con las masas de Nueva
York.

El llamado de Dios en la vida de A. B. Simpson dio como resultado una doble visión. Por una
parte, su concepto de la totalidad y de la centralidad de Cristo en la doctrina, dio origen a lo que
ha sido llamado el "evangelio cuádruple" : Jesucristo es nuestro Salvador, Santificador,
Sanador y el Rey que viene, fórmula que es compartida también por las Asambleas de Dios y
por las iglesias del Evangelio Cuádruple.

En segundo lugar, la visión de las almas perdidas y de la gente que perece sin Cristo, le
impulsó a enviar los primeros equipos de misioneros al Congo. La creencia y la estrategia de
Simpson era hacer que las personas llenas del Espíritu Santo se convirtieran en siervos activos
de la obra del Señor.

El resultado de estas dos visones fue el desarrollo de un mensaje centrado en Cristo y en la


extensión del ministerio más allá de la iglesia local en lo que hoy día es la Alianza Cristiana y
Misionera.

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Juan Wesley -fundador de la iglesia Metodista y uno de los más grandes


evangelistas conocidos en la historia.

Aun los historiadores seculares respetados dicen que a través del ministerio de Juan Wesley,
sus ayudantes y convertidos y el Gran Despertar sobre Inglaterra que resultó, Inglaterra fue
librada del terrible baño de sangre que caracterizó la Revolución Francesa que ocurrió dos
años antes de la muerte de Wesley. Se dice que durante su ministerio, viajó más de 400,000
kilómetros a lomo de caballo (una distancia equivalente a dar diez vueltas alrededor de la tierra
sobre el Ecuador), y predicó más de 40,000 mensajes. ¿Cuál fue su secreto?

Interesantemente, él ya era un ministro ordenado de la Iglesia Anglicana aun antes de


experimentar su nuevo nacimiento en 1838. Unos seis meses después, tuvo un poderoso
encuentro con el Espíritu Santo. En sus propias palabras: "Estábamos reunidos y en constante
oración, cuando alrededor de las tres de la mañana, el poder de Dios vino poderosamente
sobre nosotros, a tal grado que clamamos con un gozo excesivo, y muchos cayeron al suelo.
Tan pronto que nos recuperamos un poco de ese asombro y maravilla ante la presencia de Su
majestad, irrumpimos a una voz: ‘¡Te alabamos, Oh Dios, te reconocemos como el Señor!’"

A partir de allí, él comenzó a predicar con una unción y poder extraordinarios, y su predicación
resultaba en convicción poderosa de pecado en los corazones de multitudes de personas.

La verdad es que si uno se pone a leer sus mensajes hoy día, diría que no había nada en ellos
como para provocar emoción. Y sin embargo Dios los usó para llevar a miles de personas al
Señor. No era la palabra; era el poder de Dios sobre la palabra.

Siempre al terminar su mensaje oraba pidiéndole a Dios que "confirmara su palabra" que
pusiera su sello sobre ella, y que "diera testimonio de ella". Y Dios lo hacía así. Los pecadores
sentían su culpa y clamaban a grito abierto y en gran angustia, pidiendo misericordia, bajo la
influencia de la profunda convicción de su pecado. Muchos caían al suelo bajo el poder de
Dios, en el momento del arrepentimiento. Unos pocos minutos después, estarían regocijándose
con la seguridad de que sus pecados habían sido perdonados, y con una profunda conciencia
de la paz de Cristo.

Wesley relató la siguiente experiencia en su diario personal:

"Supimos que muchos se ofendieron al oír los clamores de aquellos sobre quienes descendió
el poder de Dios; entre ellos un médico, quien dijo que podría tratarse de un engaño o falsedad.
Hoy una de las primeras personas en clamar misericordia fue una mujer a quien dicho médico
conocía por años. Al verla llorar, le pareció increíble que fuese la misma persona. Se acercó a
ella y observó todos los síntomas; vio que por la cara le corrían gruesas gotas de sudor y se
estremecía hasta los huesos. Al ver eso, no supo qué decir, pues quedó convencido de que no

11
se trataba de ningún engaño, ni tampoco de ningún desorden natural. Mas cuando su cuerpo y
alma fueron sanados en un instante, el médico vio el dedo de Dios en lo que le había ocurrido a
la mujer".

Pero las manifestaciones de la presencia de Dios no se limitaban a las reuniones; algunos eran
sobrecogidos por una tremenda convicción hasta tres semanas después: De repente echaban
tales gritos como si estuvieran en angustia de muerte, se arrepentían, y posteriormente se
regocijaban por el perdón de pecados.

Declaraciones de Wesley:

Wesley creía que los Dones del Espíritu eran para nuestros tiempos. En una carta escrita en
junio de 1746, declara: "No recuerdo de ninguna Escritura donde se nos enseñe que los
milagros debían confinarse a la edad apostólica o cualquier otro período de tiempo. Es cierto
que San Pablo dice que las profecías y las lenguas cesarán, pero en ningún momento dice que
estos milagros cesarán antes de que cesen la fe y la esperanza..."

En cuanto a la clase de personas que impactarán en el Reino:

En una ocasión, otro ministro le preguntó cómo hacerle para lograr que mucha gente viniera a
escucharle. La respuesta de Wesley fue:

"Si el predicador está ardiendo, los demás vendrán para ver el fuego."

"Dame cien predicadores que no le temen a nada excepto al pecado, y no desean nada
excepto a Dios, y no me interesa ni una paja que sean clérigos o laicos, ellos sacudirán las
puertas del infierno y establecerán el reino de los cielos en la tierra."

El secreto del poder y la bendición espiritual - Oswald


Smith

Algunos son usados por Dios; otros, no. Algunos trabajan bajo la unción del Espíritu, en tanto
que otros lo hacen en la energía de la carne. Para algunos la obra de Dios es penosa; para
otros es un gozo y un deleite. Muchos están buscando constantemente, buscando lo que no
saben; otros están siempre satisfechos, han entrado en su reposo.

Hay algunos que tienen la idea de que si pudieran conseguir alguna experiencia grande,
excepcional, extraordinaria, quedarían satisfechos para siempre; llegarían a ser hombres

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poderosos en Dios. Han leído las vidas de Wesley, Finney, Moody y han descubierto que estos
hombres tuvieron una experiencia de este tipo, una manifestación especial de la presencia
divina. Y piensan que si ellos tuvieran así mismo esta experiencia, también ellos pasarían a ser
gigantes espirituales.

Y así, con estas visiones delante de sus ojos, siguen buscando. Se pasan horas incontables en
la oración y el ayuno. Confiesan los pecados y los ponen a un lado.

Algunas veces hacen restitución. Dejan el trabajo sin hacer y dedican todo momento a
clamores y ruegos agonizantes pidiendo el poder del Espíritu Santo.

Y, digámoslo claro, en muchos casos sus oraciones son contestadas. Tienen la experiencia
que buscan. Y luego hablan de esta experiencia. Se glorían en ella. Éste es su único y
exclusivo testimonio. Y cuando los hombres escuchan se emocionan. «¡Oh, si tuviéramos una
manifestación similar!», exclaman. Y durante un tiempo andan en las cumbres de la fe. No hay
sombras. No hay pecado, o por lo menos así se lo parece. No hay tentaciones. Cada día es un
día de gozo, y todo va bien, porque por fin han conseguido poder-, la unción está sobre ellos, y
en el poder de esta unción maravillosa ministran la Palabra de vida.

Pero gradualmente, al pasar el tiempo y ser honrados por Dios, van asumiendo la actitud del
«soy más santo que tú». Poco a poco su círculo se va reduciendo. Los otros cristianos al
principio observan, y luego se van retirando. Aparecen señales de orgullo, de orgullo espiritual.
Exigen que los otros reciban lo que ellos tienen. Luego siguen la división, la pugna y las
discordias. Y, finalmente, la tentación, el pecado y la oscuridad. Después de lo cual buscan otra
experiencia semejante, exactamente de la misma manera que antes y con parecido resultado.

Otros, en cambio, se concentran en la doctrina. Leen libros, estudian las opiniones de los
hombres, escudriñan lo que piensa este maestro y el otro. Usan palabras para expresar sus
teorías que no están en la Biblia: pecado ingénito, erradicación, segunda obra de la gracia,
perfección sin pecado, etc. Quieren la santidad porque saben que la santidad es poderosa,
pero están convencidos de que con tal que la doctrina sea correcta, conseguirán la experiencia.
Al fin creen que lo tienen todo correcto y procuran conseguirlo, se trate de ésta o de aquella
bendición. Y de nuevo la consiguen y la pierden.

Cuando la consiguen, se sienten seguros de que la doctrina da resultado y la predican con toda
su alma. Las personas se ponen en contacto con ellos y reciben grandes bendiciones y se
sienten animados a creer lo mismo, y de este modo obtener la bendición. Pero luego, cuando el
brillo se va desgastando, y el gozo ha levantado el vuelo y ha huido, aunque todavía tienen la
misma doctrina, no reciben la bendición. Al fin entran en la servidumbre y se echan atrás. Y de
nuevo vienen las divisiones y las contiendas. Otros cristianos se apartan, y ellos se hallan
ministrando a un círculo muy reducido, constituido, en su mayor parte, por los que sostienen
doctrinas similares, pero están desprovistos de poder, en tanto que la iglesia en general se
mantiene al margen.

Y, con todo, han sido sinceros, sí, verdaderamente sinceros. Han procurado y buscado lo mejor
que Dios puede ofrecerles. Pero ni la doctrina ni la experiencia pueden producir la
espiritualidad. Después de todo, es la práctica lo que es importante. Por ello, preferiría tener
mala la cabeza y recto el corazón, que recta la cabeza y malo el corazón. Y preferiría que la
práctica fuera recta y la teoría equivocada, que tener la teoría recta y la práctica equivocada.

No paso por alto la experiencia. En modo alguno. Las experiencias de Wesley, de Finney y de
Moody eran reales. Yo no buscaría una manifestación especial de Dios, pero le daría gracias si
llegara. Mas, como hemos de andar por fe y no por vista, no por sentimiento o experiencia, no
quisiera depender de ella para el poder espiritual. No quisiera adoptar la actitud de que si
tuviera una gran experiencia sería ungido de una vez para siempre. Las experiencias vienen y
van. Es lo que sigue a la experiencia lo que cuenta.

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«El mundo no ha visto todavía», dijo D. L. Moody, «lo que Dios puede hacer por medio de un
hombre que se le haya rendido.» Moody fue ungido, pero fue el hecho de que rindiera su vida
lo que le transformó en la potencia que era; en otras palabras, su contacto diario con Dios
cuando recibía una nueva unción para cada nuevo servicio.

Por ejemplo, aquí hay fuego y un trozo de hierro. Si quiero que el hierro se caliente, he de
colocarlo en contacto con el fuego. Y si quiero darle una experiencia excepcional, que no ha
tenido nunca, lo introduzco súbitamente en el fuego, con lo que se volverá rojo, candente. Pero
esto no cubre su necesidad de calor para todo el tiempo futuro. No puedo decir:

«Al fin he tenido una gran experiencia, sentimientos maravillosos; estoy candente, y candente
para todo el tiempo venidero. Y ahora todo lo que toque se pondrá también candente.» Y luego,
pensando que esto es suficiente en sí, intencionalmente abandonar el fuego y salir con la
misión que sea, dando por sentado que toda la escoria ha sido eliminada y ahora puedo
impartir su calor por donde vaya. ¡Oh, no! Pronto el hierro volverá a estar frío y totalmente
incapaz de impartir calor. ¿Qué hemos de hacer, pues? Hemos de tenerlo cerca del fuego, y
sólo así participará del calor del fuego. Sólo así podrá impartir su calor.

Lo mismo te ocurre a ti, amigo. Es posible que tengas una gran experiencia. Que participes del
fuego divino. Puedes haber tenido visiones y revelaciones maravillosas. Pero a menos que
sigas en contacto diario con el fuego de la presencia de Dios, pronto te hallarás frío e
impotente. Si la unción ha de permanecer, será necesario que estés en comunión diaria con el
que unge. La bendición sólo puede ser mantenida por medio del contacto constante con el que
bendice. No hay caminos fáciles; no sé de ninguna experiencia que dure para toda la vida. Hay
que pagar el precio. Y el precio en este caso es el contacto diario con Dios. Y este precio sólo
pocos están dispuestos a pagarlo. Procuran bendiciones y manifestaciones. Agonizan y oran.
Buscan visiones y revelaciones. Pero esta espera diaria en Dios, que establece y consolida,
esto lo descuidan.

¿Tienes establecido, amigo, un lugar en que encontrarte con Dios? ¿Has asignado una hora?
¿O bien estás siempre ocupado? ¿Observas la vela matutina, la hora quieta? ¿Es Jesucristo
real para ti? ¿Le conoces? ¿O bien te lo han presentado meramente? Le has encontrado,
naturalmente. Le has encontrado cuando te convertiste. Pero, ¿le conoces? ¿Te has
familiarizado con Él? ¿Le visitas regularmente? ¿Qué significa para ti? Yo he conocido a
mucha gente, pero muy pocos de modo íntimo. Tienes que vivir con las personas que conoces
íntimamente. Pasa mucho tiempo hasta que se establece esta relación. ¿Le dedicas el tiempo?
Has de andar con Dios.

Supón que tu esposa te sirve de modo fiel. Supón que siempre está lavando platos, haciendo
camas, preparando comidas, aseando la casa, y todo ello lo hace por ti. Dime, ¿estarías
satisfecho? No, si es que la amas. Creo que si es así, habrá ocasiones en que darías casi
cualquier cosa con tal que cesara en su trajín, se sentara a tu lado, te abrazara y simplemente
te mostrara que te ama. Te deleitaría si ella cesara lo bastante en su tarea para mostrarte un
corazón en comunión real. Y ¿quiere Dios, amigo, tu trabajo, o te quiere a ti? ¿No tiene Él
deseos de tener comunión con los suyos? ¡Ay, sí! Y Él quiere estar contigo cada día. Y si tú
has de participar del fuego divino, tienes que estar en contacto constante con Él, o vas a
enfriarte. Tienes que andar con Dios.

¿Recuerdas a María y Marta? Marta era muy activa, estaba siempre ocupada. Quería hacer
cosas por Jesús. Marta no tenía tiempo para la comunión y la amistad. El tiempo lo dedicaba al
servicio, en tanto que María estaba sentada a los pies de Jesús. Marta le daba su trabajo;
María se daba a sí misma. María tenía tiempo para la comunión. Le gustaba hablar con Él. Y,
¡oh, cuánto le gustaba a Él hablar con ella! «María ha escogido la mejor parte», dijo Jesús.
Porque María le conocía como Marta nunca lo conseguiría.

Nunca tienes que buscar la bendición, amigo. No es necesario que estés esperando la plenitud
del Espíritu. Sólo hay dos cosas que Dios puede exigirte, dos cosas que has de preguntarte.
«¿Me he apartado de todo lo que sé es malo, de todo lo que contrasta al Espíritu Santo? ¿He
cedido todo mi yo, cuerpo, alma y espíritu a Jesucristo? ¿Soy su esclavo voluntario?» Esto es

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todo. Nada más. No hay necesidad de nada más. Esto satisface a Dios. ¿Qué más puede
pedimos? ¿Qué más puede pedir un esposo a su esposa? Nada. Si ella se ha apartado de todo
lo que le desagrada a él, y si se ha entregado del todo a él, él lo tiene todo. Ningún hombre
puede exigir más. No importa tanto la doctrina. No busques la experiencia. Entrégate del todo a
Él. Y luego... luego serás lleno del Espíritu.

Y para seguir siendo lleno del Espíritu, para vivir una vida santificada, no hagas nada que El
desapruebe, sigue cediéndote de modo incondicional a Él, y estando en contacto diario con Él.
Esto es todo. No puede haber nada más. Es simple, ¿no? Sí, simple, pero verdadero, porque
produce resultados. Lo que es maravilloso es que produce resultados. Y de esta manera,
amigo, entrarás en el reposo del corazón. Residirás en la Tierra de Promisión. Serás lleno del
Espíritu, y tu vida será ungida por el Espíritu. Porque el contacto diario con Dios es el secreto
del poder y la bendición espiritual.

Charles Finney

Charles Finney, un brillante abogado, arreglo sus cuentas con Dios, de rodillas,
un dia en que se encontraba en un bosque en las afueras de Adams, Nueva
York.
Las asombrosas consecuencia de aquella primera elección fueron tan notables
que casi sobrepasan cualquier intento de descripción.
Durante mas de cincuenta años, decenas de miles de pecadores se entregaron
al Señor, movidos por el poder y la unción con que Finney predicaba la Palabra
de Dios.
La historia de su vida es un relato de medio siglo de avivamientos, quizás
superado solamente por el apóstol Pablo.
Finney llego a experimentar la vida abundante a tal plenitud, que en cualquier
lugar adonde iba, esta vida parecía fluir de el y alcanzar a otras personas como
las llamas de un incendio azotado por el viento.
Es imposible leer la vida de Charles Finney y no sentirse conmovido e
impulsado a emular, aunque sea en parte, los extraordinarios logros de este
gigante de la fe.

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Un Bautista llamado "Príncipe de los


Predicadores"
Sin manipulación de llamadas al altar, sin utilizar métodos sensacionalistas o
emocionales, Spurgeon confiaba solo en Dios para convencer a los pecadores, como él
mismo dijo, “No vengo a este púlpito esperando que quizás alguno por su propia
voluntad quiera volverse a Cristo. Mi esperanza está puesta en otra cosa, espero que mi
Maestro traerá algunos de ellos y dirá, “eres mío, y serás mío, te reclamo para mí”. Mi
esperanza surge del ofrecimiento de la Gracia que se ofrece gratuitamente, y no de la
libre voluntad del hombre”.

Charles Haddon Spurgeon, nació en Kelvedon, Essex, Inglaterra el 19 de Junio de 1834. Tanto
su padre como su abuelo fueron pastores, fue criado en un hogar Cristiano, pero fue en Enero
de 1850 que se convirtió. Spurgeon predicó su primer sermón en Agosto de ese mismo año.
Spurgeon leyó El Progreso del Peregrino a la edad de seis años y parece que luego lo leyó
unas 100 veces. Antes de sus 20 años había predicado cerca de 600 veces. Spurgeon
típicamente leía 6 libros por semana, y podía recordar lo que había leído y la fuente aún años
después.

Es interesante notar que a pesar de que Spurgeon fue un eminente pastor Bautista durante
todo su ministerio, Spurgeon encontró a Cristo en una Iglesia Metodista Primitiva. Cuando
adolescente Spurgeon dudaba de Dios y una mañana de Domingo se levantó para ir a su
iglesia, pero debido a una tormenta de nieve no pudo llegar a la Iglesia a la cual se dirigía y
llegó a esta pequeña Iglesia Metodista. El pastor de la iglesia no llegó al servicio porque estaba
enfermo. Entonces uno de los feligreses laicos fue al púlpito y empezó a predicar. Predicó
sobre Isaías 45:22, “ Mirad á mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra: porque yo
soy Dios, y no hay más.” y luego según las palabras de Spurgeon “El me miró bajo la galería,
y me atrevo a decir que siendo pocos los presentes, sabía que yo era un extraño. Fijando sus
ojos en mí, como si conociera mi corazón, el dijo, “joven, pareces miserable. Y siempre serás
miserable en la vida, y miserable en la muerte. Si no obedeces el texto; pero si lo obedeces
ahora, en este momento serás salvo. Joven mira a Cristo Jesús, ¡míralo!, ¡míralo!, ¡míralo! No
tienes otra cosa qué hacer sino mirarlo y vivir”. Spurgeon dijo, “Así como con la serpiente de
bronce que fue levantada, la gente miraba y era sanada, así fue conmigo”

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Tomó poco tiempo para ver el fruto de su Salvación. Spurgeon comenzó a trabajar para el
Señor con mucho celo. Empezó a repartir tratados y después empezó a testificar a la gente
acerca de Jesús. Luego empezó a enseñar en la Escuela Dominical. Predicó su primer sermón
cuando tenía solo 16 años, y la gente se admiraba de que un adolescente predicara con tanto
poder la Palabra de Dios. Cuando tenía 17 años, se convirtió en pastor de una pequeña iglesia
en el pueblito llamado Waterbeach. Luego cuando tenía 19, llegó a ser pastor de la Capilla de
New Park Street, Southwark, Londres. Llegó allí como aspirante en calidad de prueba por tres
meses y estuvo allí por el resto de su vida. Londres fue bendecido por sus predicaciones y la
gente comenzó a venir de todas partes y muy pronto Spurgeon llegó a ser el pastor del
Tabernáculo Metropolitano. En un año 200.000 copias de sus tratados-sermones se distribuían
en las universidades de Oxford y Cambridge. Sus sermones se tradujeron a veinte idiomas. Los
periódicos americanos imprimían sus sermones cada semana y le llamaban el predicador de la
era. A través del tiempo Spurgeon publicó 3.561 sermones.

El púlpito de la iglesia de New Park Street y del Tabernáculo Metropolitano donde predicó
Spurgeon, coleccionaron sus sermones durante su ministerio que llenaron 63 volúmenes. Los
sermones contienen de 20 a 25 millones de palabras lo cual equivale a 27 volúmenes de la
novena edición de la Enciclopedia Británica. Las series de Spurgeon se mantiene como el más
grande conjunto de libros escritos por un solo autor en la historia del Cristianismo. La biblioteca
personal de Spurgeon contenía 12.000 volúmenes. Spurgeon miraba su trabajo como ministro
como un reformador porque trabajaba tratando de hacer que la gente volviera a las antiguas
verdades de las cuales se habían apartado.

A pesar de que los pastores protestantes eran evangélicos, eran pobres en doctrina. La meta
de Spurgeon estaba en enderezar a la iglesia con doctrina fuerte. Spurgeon dijo, “Mi labor
diaria es revivir las viejas doctrinas de Gill, Owen, Calvino, Agustín y Cristo”. La teología de
Spurgeon estaba centrada en Dios, centrada en Cristo. Su amor por el Señor se manifestaba
en sus predicaciones, tenía un gran amor por las almas del mundo. Los Cristianos se
alimentaban y los pecadores necesitados eran confortados bajo su ministerio, pero sobre todo
los pecadores eran llamados a venir a Cristo. En uno de sus primeros sermones el terminó
diciendo lo siguiente: “El que creyere y fuere bautizado será salvo, mas el que no creyere
será condenado, pecador fatigado, pecador rumbo al infierno, aquellos que están bajo el
yugo del diablo, reprobados, rameras, ladrones, adúlteros, fornicarios, borrachos,
blasfemos! Hablo a ustedes como a todos. No hago excepción de hombres. Dios no ha
hecho excepciones aquí. Todo el que crea en el nombre de Jesucristo será salvo. El
pecado no es barrera, la culpabilidad no es obstáculo. Todo aquel, aunque sea tan
oscuro como Satán, y tan culpable como un demonio – todo aquel que esta noche crea,
será perdonado de sus pecados, sus iniquidades serán borradas; será salvo en el Señor
Jesucristo, y estará en el cielo salvo y seguro. Este es el glorioso evangelio. Dios te lleva
al hogar y te da fe en Jesús”  También dijo de una manera fuerte, “Hay suficiente polvo en
algunas de vuestras Biblias que podéis escribir con vuestros dedos sobre ella la palabra:
condenación”

Cuando Spurgeon llegó a la Iglesia de New Park Street en 1854, esta congregación que en
años anteriores había tenido alrededor de 1200 miembros, tenía solo 232 miembros ahora,
pero durante el ministerio de Spurgeon por 38 años el número se había incrementado a 5.311.
La iglesia era la congregación bautista independiente más grande del mundo. Spurgeon llevó a
sus servicios al Primer Ministro W.E. Gladstone, a miembros de la familia Real, miembros del
Parlamento, etc.

Luego un santuario más grande se construyó y fue llamado el Tabernáculo Metropolitano.


Durante la construcción del edificio, entró al salón y para probar la acústica repitió el versículo
“He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Estas palabras fueron
escuchadas por un hombre que trabajaba en alguna parte del edificio. Más tarde ese hombre
vino a Spurgeon y le dijo que el versículo había tocado su corazón y por medio de esto había
venido a Cristo. Una vez que se terminó el edificio, fue la congregación más grande en la
historia que era alcanzada con la voz de un hombre en tiempos en los que no había
micrófonos.

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Lo siguiente es una porción de su primer sermón en el nuevo santuario en Marzo, 31 de 1861.

“Que envíe Dios el fuego de Su Espíritu aquí, para que el ministro esté más y más
apegado de su Maestro. Vendréis a pensar cada vez menos con respecto al que habla y
más con respecto a la verdad que se expone... Veremos entonces que esta iglesia se
convierte en dos..., tres, y cuatro mil fuertes iglesias. Tendremos el salón de lectura bajo
esta plataforma lleno en cada reunión de oración, y veremos en este lugar jóvenes
consagrándose al Señor, se levantarán ministros, se levantarán y llevarán este fuego a
otras partes del planeta... Si Dios nos bendice, seremos de bendición para otras
multitudes. Al enviar Dios su fuego, los pecadores más perdidos de este vecindario se
convertirán a Dios, los borrachos dejarán sus copas, el blasfemo se arrepentirá de su
blasfemia, el lascivo dejará su lujuria – Los huesos secos se levantarán y serán
revestidos con frescura. Y corazones de piedra se volverán de carne...

Spurgeon dijo en otra ocasión, “Supongamos que Dios trajera a los hombres a la Salvación por
causa de los méritos de ellos. ¿Dónde estarías vosotros borrachos? ¿Qué harías vosotros
maledicientes? Vosotros que habías sido impuros y sucios, y cuyos corazones habían
rechazado a Dios, y que aun hoy no lo amáis, qué harías? Pero cuando entendemos que es
por pura Gracia, entonces toda la vida pasada, tan oscura y maligna como haya sido, no puede
retenerte para que no vengas a Jesús.”

Spurgeon era un hombre de oración, que vivía en su espíritu en comunión con Dios. Según el
Doctor Wayland Hoyt un americano: “Yo estaba caminando con el (con Spurgeon) en el
bosque, y cuando llegamos a cierto lugar simplemente dijo, venga arrodillémonos junto a esta
cabaña y oremos, y así elevó su alma a Dios en la más reverente y amorosa oración que he
oído”. Orar era tan natural para él como respirar. También, según el Dr. Theodore Cuyler,
mientras caminando por el bosque tuvieron un tiempo de humorismo, Spurgeon paró de
repente y dijo, “Venga Theodore, agradezcamos a Dios por la risa” y allí mismo oró.

Spurgeon era un hombre muy humilde, a pesar de que miles de personas iban a escucharlo,
nunca tomó la gloria para sí mismo, porque se veía a sí mismo como nada y daba toda la gloria
a Dios. Spurgeon dijo: “Siempre estoy inclinado a tomar la habitación más baja en la casa de mi
Padre, cuando entre al Cielo, será para estar entre el más pequeño entre los pequeños de los
santos, y con el más pecador de los pecadores”

Por muchos años fue afectado por una agonía física severa pues sufría de gota, además su
esposa fue semi-inválida toda la vida, sin embargo fue siempre su secretaria personal y fue la
que continuó el trabajo de publicación de sus escritos aun después de la muerte de él. Muchas
veces estuvo con gran dolor mientras predicaba. El sabia lo que era sufrir, y su ministerio fue
atacado por oponentes. La siguiente es una carta que escribió a su hermano.

Mi Querido Hermano, fui llevado enfermo mientras trataba de predicar el Jueves y una horrible
depresión y sensación de choque hizo mi que sintiera una gran miseria en mi predicación, me
dieron medicina dos veces pero me sentía medio muerto. Podrías venir preparado con un
sermón para el Domingo en la noche porque es posible que sea capaz de predicar? Mis dientes
me ponen nervioso, mi hígado me molesta y mi corazón me da gran pesar. Espero llevar a
cabo la Conferencia, pero ayer estaba muy lejos de lograrlo, es terrible. Deseo terminar el
Reporte del Colegio, y se me acaba el tiempo ...

Con amor y de corazón, Tu agradecido hermano, Charles.

A pesar de estar enfermo, Spurgeon tomaba tiempo para escribir a un muchacho que nuncao
conoció, y del cual solamente sabía por las oraciones de sus padres. Durante sus últimos días
estuvo parcialmente consciente, la Señora Spurgeon y los doctores sabían que pronto se iría.
Cayó en completa inconciencia desde el 28 de Enero hasta la tarde del 31 de Enero de 1892,
cuando entró por la puerta celestial para estar con su Padre a la edad de 58 años.

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Los mensajes de Spurgeon eran completamente evangelísticos. En uno de sus sermones
suplicaba a los pecadores: “ Pecadores, confiad en Jesús; y si perecéis confiando en Jesús, yo
pereceré con vosotros. Tendré mi cama en el infierno a la par de vosotros, pecadores, si fuera
posible que perezcáis habiendo confiado en Cristo, y allí estaréis, y me azotaréis por toda la
eternidad por haberos hecho confiar en una falsedad. Esto haced si pereciéramos. Pero eso
nunca podrá ser; aquellos que confían en Jesús, no perecerán, ni nadie los podrá arrebatar de
su mano. Venid a Jesús, El no os rechazará jamás.

¡Que el Señor bendiga las palabras que he hablado! Aunque rápidamente fueran sugeridas en
mi mente y fervientemente entregadas a vosotros, el Señor las bendiga, para la causa de
Cristo. Amen.

DWIGHT LYMAN MOODY


(1837-1899)

Dwight Lyman Moody nació el 5 de Febrero de 1837  en  Northfield, Massachusetts. Fue el
sexto hijo de Edwin y Betsy Holton Moody. Dwight recibió educación académica hasta el quinto
grado. Sin mucha inclinación hacia la vida en el campo, a la edad de 17 años salió de su hogar
para buscar empleo en Boston. Al no encontrar el puesto esperado, busca trabajo con su tío
Samuel Holton quien, no sin , le da trabajo en la tienda de zapatos que poseía. Para mantener
al joven Dwight sin hacer travesuras, su tío le pone una condición al darle empleo: tendría que
asistir a la iglesia Mount Vernon.

En Mount Vernon vino a ser parte de la escuela dominical enseñada por Edward Kimbal. El 21
de Abril de 1855, Kimbal hizo una visita a la zapatería Holton. Encontró a Moody en el almacén
y conversó con él acerca del amor de Cristo y Moody aceptó ese amor.

Al año siguiente Moody se trasladó a Chicago con grandes planes en el negocio de zapatos. Al
triunfo en dicho negocio siguió el interés en proveer una escuela dominical para los niños de
Chicago. La escuela dominical se formó fué creciendo hasta convertirse en salón de reuniones
ya estrecho para los asistentes. Ante esto, los asociados de Moody le aconsejaron que formara
su propia iglesia. El 28 de Febrero de 1864 la Iglesia de la calle Illinois abrió sus puertas con
Moody de pastor.

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Al abandonar el mundo de los negocios, Moody se entregó con fervor de negociante a una
continua labor religiosa. En unos cuantos años dejó a un lado el pastorado y se dedicó a dar
recorridos evangelísticos cubriendo América y Gran Bretaña. Esta sería su labor hasta el día de
su muerte en 1899.

Durante este período, la pasión de Moody por la educación creció. En el verano de 1870,
Moody conoció a la señorita Emma Dryeer, directora y maestra en la Universidad del estado de
Illinois. En el año siguiente Emma desarrolló un ministerio de ayuda a desamparados por el
incendio en Chicago, llevando juntamente un programa estudio bíblico a los hogares. Moody
convenció a la señorita Dryer para que permaneciera en  Chicago y condujera este estudio de
la Biblia bajo el auspicio de su Iglesia.

El la década siguiente Moody continua su trabajo evangelístico y Dryer desarrolla su programa


bíblico entre las mujeres de Chicago. En todas las oportunidades ella le alienta a formar un
escuela preparatoria para jóvenes.

A comienzos del año 1883 muchos residentes de Chicago comienzan a tener reuniones
semanales de oración pidiendo que Moody regrese a Chicago y establezca la escuela. El 22 de
Enero de 1886, durante una reunión para planificar una evangelización en la ciudad, el tema de
la escuela preparatoria surge una vez más. Esta vez la persistencia de la señorita Dryer a dado
resultado pues Moody se dirige a los reunidos diciendo: "Les diré lo que quiero y lo que anhela
mi corazón. Creo que necesitamos un bloque de jóvenes. Hombres que estén

El testimonio de un evangelista usado por Dios


Jack Coe, "El hombre de la fe temeraria"
Jack Coe fue un gran evangelista usado por Dios en sanidad. También fue una figura de
"padre" amoroso y compasivo para los huérfanos de su hogar de niños. Fue
considerado un evangelista radical porque, junto con otros, hizo mucho para combatir
los prejuicios raciales en la iglesia.

Jack Coe nació el 11 de marzo de 1918, en Oklahoma. Su padre tenía el mal hábito de jugar y
beber. Cuando Jack tenía cinco años de edad, su padre lo abandonó al perder los muebles y
aun la casa por deudas del juego.

Su madre, Blanche, se mudó con sus hijos a Pensilvana, donde trató de darles una vida
decente. Vivían en un sótano. Mientras la hermana mayor cuidaba de los niños, su madre
trabajaba de lavandera durante el día y asistía a la escuela de enfermería por la noche.

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La voz de Dios
Para cuando Coe tenía nueve años, su madre se sentía abrumada por la responsabilidad de
cuidar ella sola a sus hijos. Entonces llevó a Coe y a su hermano a una casa muy grande.
Después de hablar con las personas que vivían allí y despedirse de sus hijos, se alejó; dejó al
pequeño Coe y a su hermano en los escalones de entrada de un orfanato. Jack permaneció allí
ocho años. Durante este tiempo, sabía muy poco sobre Dios. Cuando cumplió diecisiete años,
comenzó a beber y andar de juerga, y al poco tiempo se había convertido en un alcohólico
como su padre.

Una noche volvió a su casa nuevamente envuelto en el sopor del alcohol. Intentó dormir, pero
no lo logró. Entonces, al buscar un vaso de whisky, escuchó que alguien estaba con él en el
cuarto. Sorprendido, notó que su corazón le molestaba. Comenzaba a latir, y luego se detenía.
Entonces escuchó una voz: "Esta es tu última oportunidad", le dijo la voz. "Te he llamado varias
veces, y esta es la última".Ante estas palabras, saltó de su cama y cayó de rodillas, llorando:
"Oh, Dios, dame hasta el domingo. Si me das tiempo hasta el domingo, arreglaré mis cuentas
contigo".

"¡Caracoles, lo tengo!"
Llegó el domingo, y Coe no tenía idea de adónde ir. Así que fue a su oficina para buscar en la
guía telefónica. Tomó el grueso libro y lo dejó caer, y al abrir los ojos, vio el nombre y la
dirección de una iglesia nazarena y fue para allá. Después del sermón, cuando el pastor
preguntó si alguien quería ir al cielo, y dijo: "Tenemos para usted una experiencia en la que
puede nacer de nuevo", Coe corrió hacia el altar, mientras gritaba: "¡Eso es lo que yo quiero!
¡Eso es lo que yo quiero!" Una pequeña señora de cabello gris oró con él. Entonces,
repentinamente, sintió algo que nunca antes había sentido. Dado que no conocía la "jerga
cristiana", comenzó a correr por toda la iglesia y gritaba: "¡Caracoles, lo tengo! ¡Caracoles, lo
tengo!" Regresó a su casa a las 04:00 de la madrugada. Se había quedado en la iglesia todo
ese tiempo, orando y alabando a Dios.

"¿Qué te han hecho?"


Durante los seis meses siguientes, Jack Coe fue un hombre "hambriento". Iba a la iglesia todas
las noches y allí se quedaba hasta la madrugada. Devoraba la Biblia, y muchas veces se
imaginaba ocupando el lugar de ciertos personajes bíblicos. Su madre, a través de su
testimonio también encontró al Señor.

Después de un año y medio de ser salvo, Jack se encontró con una iglesia pentecostal donde
recibió el bautismo en el Espíritu Santo. Lo único que pudo hacer durante los tres días
siguientes, fue hablar en lenguas. Para hacerse entender en inglés, tenía que escribir en un
papel.

Instituto Bíblico, Juanita y el ejército


Desde 1939 a 1940, Coe asistió al Instituto Bíblico Southwestern, de las Asambleas de Dios. P.
C. Nelson era presidente del Instituto en ese momento. Mientras estudiaba allí, Coe conoció a
una joven llamada Juanita Scott. Después de algunos años, se casaron. Durante este tiempo,
también comenzó a orar y pedir entendimiento con relación a la sanidad divina.

Su hermana tenía neumonía doble y los médicos habían dado por perdidas todas las
esperanzas. Coe fue inmediatamente a verla. Cuando entró a la habitación en el hospital, supo
que después de una serie de críticos eventos totalmente fuera de lo común, Dios había sanado
a su hermana... a último momento.

En 1945, fue a Texas, donde estudió y oró continuamente por el tema de la sanidad divina.
Pidió a Dios una manifestación especial de su poder, y luego decidió anunciar una reunión de
sanidad. "Dios va a abrir los ojos de los ciegos esta noche, y hará que los cojos caminen y los
sordos oigan. Lo hará aquí, en esta iglesia, mañana por la noche", fue su osada confesión de
fe. La noche siguiente, la iglesia estaba atestada de gente. Después que predicó, la gente
formó una fila. Las enfermedades no parecían gran cosa. Algunos dolores de estómago, de
cabeza, dolencias menores. Pero entonces Coe levantó la vista y vio... a una mujer ciega. "Oh,

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Señor, ¿qué voy a hacer con ella?", pensó. Después de esquivarla, oró y ungió a la mujer con
aceite. Sus ojos se abrieron y la mujer comenzó a gritar: "¡Puedo ver! ¡Puedo ver!"

El hombre y el ministro Su fe era "temeraria y desafiante", pero a la gente que era sanada, esto
no parecía molestarle en absoluto. También fue el primer evangelista que atrajo y recibió a
grandes cantidades de personas de la comunidad negra en sus reuniones. Predicaba en forma
directa y brusca, y llamaba a las cosas por su nombre.

El niño con pecas


Una noche, en Lubbock, Texas, durante una reunión, un niño pecoso se acercó al evangelista.
Abrazado a sus piernas, el niño dijo: "Por favor, ministro, déjame ir a casa contigo". Entonces,
una mujer lo apartó, mientras Coe se quedaba mirando. Pero la impresión causada por ese
niño permaneció en él toda la noche. Al día siguiente, lo buscó, pero no pudo encontrarlo. Coe
siempre había sentido que algún día abriría un hogar para otros niños sin hogar, como él lo
había sido. Un día se decidió y le preguntó a su esposa: "Querida, ¿qué dirías si te dijera que
Dios me ha estado hablando de abrir un hogar para niños?" Económicamente, parecía
imposible. Pero Juanita dijo: "Siempre pensé que debería trabajar en un hogar de niños, así
que quizá sea este el momento. ¡Adelante, obedezcamos a Dios!"

De a poco y en paz
En obediencia, los Coe dieron un anticipo por un pequeño lote en Dallas, y continuaron con sus
cruzadas de sanidad. En cada campaña, informaba a la gente de sus planes de construir un
hogar para niños, y pronto comenzó a recibir donaciones de madera y materiales. Los Coe
pusieron en venta su propio hogar, que se vendió en solo una semana. Entonces se mudaron a
una parte del hogar de niños que aún estaba en construcción, y vivieron allí hasta que estuvo
terminado. Poco a poco, Dios fue proveyendo los recursos para el hogar de niños. La gente les
donó cortinas, mantas y ropas, y poco después, pudieron tener su inauguración. El hogar
estaba listo, y comenzaron a recibir niños.

Un moderno diluvio
Coe también estaba presente cuando se produjo la inundación más grande de la historia de los
Estados Unidos, en la ciudad de Kansas. Antes de llegar a la ciudad, soñó con una gran
inundación que cubría todo. Pero esto no lo detuvo: levantó una gran carpa. Dios hablaba de
juicio en las reuniones, por medio del don de profecía, pero la mayoría de la gente ignoraba las
advertencias. Algunos de ellos, riendo y burlándose, abandonaban las reuniones. Llovía todas
las noches, y mientras miles de personas respondían al llamado evangelístico, la tierra
quedaba empapada. Pero Coe continuaba sintiéndose algo inquieto en espíritu. Durante dos
noches no pudo dormir y decidió sacar la carpa.

Mientras se dirigía a desmontar la gran carpa, la gente comenzó a cuestionar sus motivos.
"¿Qué está haciendo?" "¿No habrá culto esta noche?" "No creo que haya nada de qué
preocuparse." "Lo máximo que podría hacer el agua si el río subiera, sería mojar las sillas." "No
hay peligro de que el agua rebase los diques." "No deje que el diablo lo detenga." Pero Dios le
había hablado claramente a Coe: "Saca la carpa de aquí".

Pero para las 19:30, el equipo no había hecho grandes progresos, así que Coe los organizó,
urgiéndolos para que se apresuraran. Estaban aprestándose para bajar la parte del techo,
cuando otro ministro se acercó y le dijo: "No levantes la carpa. Dios puede cuidarla". A esto,
Coe respondió: "Sé que Dios puede cuidar de ella, y por eso es que la estoy levantando. Dios
me dijo que la quitara, y voy a quitarla". Finalmente, tres horas después, mientras sacaban la
última estaca, el arrancador se trabó y no pudieron moverlo ni un solo centímetro más.

En ese mismo momento, todos los silbatos y las sirenas de la ciudad comenzaron a sonar a
todo volumen. Y llegó el aviso: "¡Los diques se están rompiendo!" Cuarenta hombres
comenzaron a trabajar con Coe para cargar la lona. Cuando terminaron, salieron rápidamente
de la ciudad. Después de haber hecho todo lo posible, y mientras cruzaban el puente hacia un
lugar seguro, y al mirar atrás, Coe vio que en el lugar donde había estado la carpa, el nivel del
agua era de aproximadamente seis metros. La carpa habría quedado completamente destruida.

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Nueva iglesia, nuevo hogar, nuevo entendimiento
Coe construyó un "hogar de fe". Allí se permitiría estar a los enfermos hasta que recibieran su
sanidad. Diariamente habría oración y clases sobre sanidad. Lo abrió al lado de su “Hogar de
Niños Heraldo de Sanidad”, en el verano de 1954.
En julio de ese año, tuvo la campaña en carpa más grande de la historia de su ministerio.
Había llevado la "Carpa Grande" a Pittsburgh, Pensilvania, donde se estima que nacieron de
nuevo 30.000 personas. Una noche se dedicó solamente a los "casos de camillas". Más del
75% de quienes llegaron en camilla se levantaron y caminaron. Una estación de televisión local
transmitía las reuniones, lo que atraía aún más gente.

Sin embargo, esta campaña de un mes de duración fue la última del ministerio de Coe. En
enero de 1954, abrió la nueva Iglesia Centro Evangelístico de Dallas. Era un edificio sencillo y
bello, con una enorme cruz blanca que brillaba en el frente. En el Centro se realizaban
reuniones todas las noches. Un autobús recogía a quienes no tenían otra forma de llegar, y una
ambulancia estaba lista para trasladar a cualquier persona que deseara venir de un hospital, o
de su hogar, para recibir oración.

Una muerte temprana


En diciembre, mientras predicaba en Hot Springs, Arkansas, el evangelista de la sanidad cayó
gravemente enfermo. Era un hecho sabido que Coe había descuidado terriblemente su propia
salud. Tenía un programa de actividades tremendamente riguroso, con tres reuniones por día,
durante tres a seis semanas por campaña. El exceso de trabajo, el estrés y la falta del reposo
necesario pronto se hicieron sentir. Debido a los desgastes excesivos a que sometía su cuerpo,
se dice que su organismo era el de un hombre de noventa años.

Al principio, Coe pensó que estaba sufriendo de agotamiento, pero pronto llegó el diagnóstico:
polio. Su esposa quiso que lo internaran en un hospital, y Coe accedió para dejarla tranquila.
En el hospital, permaneció inconsciente la mayor parte del tiempo. Hubo muy pocos momentos
en que pudo recobrar la capacidad de hablar y hacer conocer sus deseos. Según su esposa, el
Señor habló a Coe y le dijo que se lo llevaría a su Casa. A principios de 1957, Jack Coe fue a
estar con el Señor. Su ministerio, simplemente, había sido cumplido.

Deja al pasado en el pasado


Una de las características más importantes de Coe fue que nunca permitió que su pasado lo
detuviera. Su pasado podría haber influido en su actitud, pero nunca lo detuvo ni lo obligó a
retirarse.

¡Pero era un hombre dispuesto a hacer algo con ese anhelo que había en su corazón! Estaba
decidido a tomar control de esa vida que lo había puesto en una terrible desventaja, en lugar de
permitir que continuara controlándolo.

Más detalles sobre esta apasionante historia y otras los encontrará en el libro "Los Generales de Dios", por Roberts
Liardon. Editorial Peniel.

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La mujer que mostró al Espíritu Santo como el Amigo


Kathryn Kuhlman, "la mujer que creía en los milagros"

En medio de este profundo silencio una voz dice: "¡Creo en los milagros!" y comienza un
nuevo culto de milagros con Kathryn Kuhlman. Su ministerio, único, cambió el énfasis
en el cuerpo de Cristo, que pasó de la demostración externa de los dones al Dador de los
dones: el Espíritu Santo. Muchos han tratado de imitar su voz y sus movimientos
teatrales, pero sin resultado. Ella fue un ejemplo de una persona que no temió pagar el
precio de andar en el servicio de Dios. Por Roberts Liardon

Kathryn Johanna Kuhlman nació el 9 de mayo de 1907 en Misuri, Estados Unidos. Y tenía
catorce años cuando nació de nuevo. Durante su vida relató muchas veces la historia de cómo
respondió a lo que parecía ser un llamado soberano proveniente en forma directa del Espíritu
Santo, no de ninguna persona. Ella venía de un trasfondo "religioso", más que espiritual, por lo
que las iglesias a las que asistía nunca hacían llamados para recibir la
salvación.
El padre de Kathryn estaba de pie en la cocina cuando ella llegó
corriendo de la iglesia para compartir la buena noticia con él.
Acostumbraba contarle todo. En sus propias palabras, se lanzó sobre él
y le dijo: "Papá... ¡Jesús ha entrado en mi corazón!" Sin mostrar
ninguna emoción, su padre sólo dijo: "Me alegro".
Kathryn recordaba que nunca estuvo realmente segura de si su padre
había comprendido en verdad lo que le había dicho. Finalmente, la
jovencita decidió asistir a la iglesia bautista a la que iba su padre, en
lugar de la metodista a la que iba su madre. Aun entonces, ya tenía
ideas propias.

La doncella evangelista
Una característica de aquellos que Dios usa en gran manera es que están dispuestos a dejarlo
todo y seguir su dirección. En 1913, la hermana mayor de Kathryn, Myrtle, se casó con un
joven y apuesto evangelista que estaba terminando sus estudios en el Instituto Bíblico Moody.
Myrtle y Everett Parrott comenzaron un ministerio como evangelistas itinerantes.
Aproximadamente diez años más tarde, en 1924, Myrtle y Kathryn persuadieron a sus padres
de que la voluntad de Dios era que Kathryn viajara con ellos.
En ese momento, los Parrott tenían su base en Oregon. Habían conocido a un renombrado
maestro y evangelista, el Dr. Charles S. Price, quien tenía un ministerio de sanidad y les
enseñó sobre el bautismo en el Espíritu Santo.
Kathryn pasó cinco años con su hermana y su cuñado, se preparaba lo que sería la base de su
propio ministerio. Trabajaba en la casa para aliviar cualquier carga que su presencia pudiera
significar, y pasaba muchas horas leyendo y estudiando la Palabra.
En 1928, los Parrott llegaron a Boise, Idaho. Para este entonces habían adquirido una carpa y
tenían una pianista llamada Helen Gulliford.
Poco tiempo después Helen y Kathryn, como Pablo y Bernabé en la iglesia del Nuevo
Testamento, decidieron separarse de los Parrot. Un pastor de Boise les ofreció la posibilidad de
predicar en un pequeño salón de billar que había sido reacondicionado para servir como salón
de reuniones. Ese fue el comienzo del "Ministerio Kathryn Kuhlman".

"¡Quiero que sea grande!"


Después de predicar en todo Idaho, Kathryn y Helen fueron hacia Colorado. Luego de una
campaña de seis meses en Pueblo, llegaron a Denver. Un hombre de negocios, Earl F. Hewitt,
se había unido a ella en Pueblo, como administrador del ministerio. En ese año, 1933, la
depresión estaba en su punto más alto. Sin embargo, ella creía que si servimos a un Dios de
recursos limitados, entonces estamos sirviendo al dios equivocado. Kathryn vivía por el
principio de fe y confiaba en Dios.

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Por eso dijo a Hewitt que fuera a Denver y actuara como si tuvieran un millón de dólares. Le
dijo: "Ve a Denver. Alquila el edificio más grande que encuentres. Consigue el mejor piano
disponible para Helen. Llena el local de sillas. Manda a publicar un anuncio grande en el
Denver Post y haz propaganda por radio, en todas las emisoras. Este es el negocio de Dios, y
vamos a hacerlo a su manera: ¡A lo grande!"
Hewitt le tomó la palabra y siguió sus instrucciones. El lugar había sido un depósito de la
compañía Montgomery Ward. Las reuniones se prolongaron por cinco meses, durante los
cuales se mudaron a otro depósito. Después de cinco meses, un hombre se ofreció a dar un
adelanto para un edificio que pudieran usar en forma permanente y que tuviera un gran cartel
de neón que diría: "La oración cambia las cosas".
Dado que la respuesta a su ministerio era tan grande, Kathryn accedió a quedarse en Denver.
En febrero de 1935, se abrió el Tabernáculo del Avivamiento de Denver, con el enorme cartel
de neón que le habían prometido: "LA ORACIÓN CAMBIA LAS COSAS". El auditorio tenía
capacidad para dos mil personas sentadas. Durante los siguientes cuatro años, miles de
personas asistieron a las reuniones. Se realizaban cultos todas las noches, excepto los lunes.

El paso en falso
En 1935, un predicador llamado Burroughs A. Waltrip, de Austin, Texas, fue invitado a predicar
en el Tabernáculo. Era un hombre extremadamente apuesto, ocho años mayor que Kathryn.
Pronto ambos descubrieron que había una atracción entre ellos.
El único problema era que este hombre estaba casado y tenía dos hijos pequeños. Kathryn
aparentemente ignoró las señales del Espíritu Santo en su interior, que le indicaban que esta
relación era un error. Poco después de su primera visita a Denver, Waltrip se divorció de su
primera esposa y dijo a todos que fue ella quien lo había abandonado.

El error
Después de dejar a su familia, Waltrip se mudó a Mason City, Iowa, presentándose como un
hombre soltero, e inició un centro evangelístico llamado Radio Chapel. Se lo conocía como un
evangelista dramático y sensacionalista, y comenzó a emitir diariamente desde la Capilla.
Kathryn y Helen fueron allí para ayudarlo a reunir fondos para su ministerio.
Pronto, la relación romántica entre Kathryn y Waltrip, a quien ella llamaba "Mister" se hizo
pública. Helen y otros amigos de Denver trataron de persuadir a Kathryn de que no se casara
con el apuesto evangelista, pero ella insistía en que su esposa lo había dejado, lo cual lo hacía
libre para casarse nuevamente.
Kathryn decidió creer la historia que Waltrip contaba, pero mientras preparaban la boda, su
corazón estaba constantemente turbado. No tenía paz en su espíritu. La mayoría de la gente
dice que "Mister" no amaba a Kathryn en absoluto. Lo que amaba era su capacidad para atraer
multitudes y reunir fondos. Este hombre era bien conocido por su codicia y su estilo de vida
extravagante.
Antes de la fecha decidida para el matrimonio en Mason City, Kathryn comentó el tema con sus
amigas, Lottie Anthony y Helen. Lottie recuerda que Kathryn dijo: "Es que no logro encontrar la
voluntad de Dios sobre este tema". Las mujeres trataron de convencer a Kathryn de que
esperara y buscara tener paz en Dios. Pero ella no las escuchó.
Cuando los recién casados regresaron a Des Moines después de la ceremonia, Kathryn hizo
algo extraño. Después de registrarse en el hotel, se negó a quedarse con su nuevo esposo. Su
amiga Lottie Anthony dice que ella se metió en el auto y se dirigió rápidamente hacia el hotel
donde ella y Helen se hospedaban.
Kathryn se quedó en el cuarto de sus amigas, llorando y admitiendo que había cometido un
error al casarse, y que pediría la anulación del matrimonio.
Las tres mujeres salieron de Des Moines: esperaban explicar la situación a la congregación en
Denver. Pero la congregación no les dio ninguna oportunidad. Estaban furiosos con Kathryn.

Sueños destrozados
La obra que Kathryn había construido tan diligentemente durante los cinco años anteriores se
desintegró con rapidez.
Kathryn Kuhlman, la mujer que algunos habían adorado como "perfecta madonna" era, en
realidad, un ser humano sujeto a tentaciones. Ella fue una gran mujer de Dios, pero lo que la
hizo grande fue la decisión de actuar para recuperarse de su error.
Pero esto no se produjo de un día para otro. Kathryn pasó los siguientes ocho años en
completo anonimato en lo que al gran ministerio se refiere.

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Pero a partir del momento en que tomó su decisión, Kathryn nunca se apartó del llamado de su
vida, nunca se desvió de la senda que Dios había trazado para ella.

Las muchas voces


Poco después de iniciar sus reuniones en el Gospel Tabernáculo (Pensilvania), comenzó un
programa diario en la radio WKRZ en Oil City. A los pocos meses, la respuesta de la gente era
tal, que sumó otra estación en Pittsburgh.
Repentinamente, en lugar de que las personas la acosaran, Kathryn se vio inundada de
correspondencia; la estación de Oil City finalmente debió prohibir a las personas que entraran
al estudio, porque no se podía trabajar.
En esta época del fin de la guerra, el Espíritu Santo se movía para restaurar al cuerpo de Cristo
por medio del don de la sanidad. Las grandes campañas de sanidad estaban al orden del día.
En ese momento Kathryn aún oraba principalmente para que las personas fueran salvas. Pero
también comenzó a orar e imponer las manos a quienes necesitaban sanidad. No tenía la más
mínima idea de que esta área del ministerio le daría fama internacional.

A medida que su ministerio se desarrollaba, Kathryn comenzó a poner menos énfasis en la fe, y
más en la soberanía del Espíritu Santo. En sus reuniones no había tarjetas de oración, ni
carpas para los inválidos, ni largas filas de personas enfermas que esperaran que ella les
impusiera las manos. Kathryn nunca acusó a los que no recibían sanidad de ser débiles en la
fe. Parecía que las sanidades se producían en todo el auditorio mientras la gente estaba
simplemente en sus asientos, concentrados en Jesús, con la mirada puesta en el cielo.

Demasiados como para nombrarlos a todos


¿Cuáles fueron algunos de los milagros más destacados? Aunque hubo miles y miles de
milagros, el mayor milagro, para Kathryn, era que una persona naciera de nuevo. En cierta
ocasión, un niño de cinco años, paralítico de nacimiento, caminó hacia la plataforma sin ayuda
de nadie. Otra vez, una mujer que había estado paralítica y confinada a una silla de ruedas
durante doce años, caminó hacia la plataforma sin ayuda de su esposo. En Filadelfia, un
hombre al que le habían colocado un marcapasos ocho meses antes, sintió un dolor intenso en
su pecho cuando Kathryn le impuso las manos. Al llegar a su casa, descubrió que la cicatriz de
la operación se había borrado, y no estaba seguro de si el marcapasos funcionaba. Más tarde,
cuando el médico ordenó tomarle algunas radiografías, descubrieron que el marcapasos había
desaparecido ¡y el corazón estaba totalmente sano!
Era común que los tumores se disolvieran, los cánceres se esfumaran, los ciegos vieran y los
sordos oyeran. Las migrañas eran sanadas instantáneamente. Aun los huecos en los dientes
eran rellenados por intervención divina. Sería imposible dar una lista de los milagros que se
produjeron a través del ministerio de Kathryn. Sólo Dios lo sabe.
Ella solía llorar de gozo al ver los miles de personas sanadas por el poder de Dios. Algunos
recuerdan que las lágrimas caían hasta sobre sus manos.
También se dice que Kathryn lloraba al ver las personas que se iban de sus cultos aún en sus
sillas de ruedas o enfermas. Nunca trató de explicar por qué algunos recibían su sanidad, y
otros no. Ella creía que la responsabilidad era de Dios. Le agradaba referirse a sí misma como
"vendedora", no "gerente". Cualquier cosa que la Gerencia decidiera hacer, ella estaba
obligada a obedecer. Pero solía decir que esa era una de las primeras preguntas que le haría a
Dios cuando llegara al cielo.

Estoy bien con mi Dios


El último culto de milagros de su ministerio fue realizado en el Auditorio Shrine de Los Ángeles,
California, el 16 de noviembre de 1975. Cuando Kathryn abandonaba el auditorio, una
empleada de su oficina de Hollywood vio algo que nunca olvidaría.
Mientras todos salían del auditorio, Kathryn caminó en silencio hasta el final de la plataforma.
Una vez allí, levantó la cabeza y recorrió lentamente con su mirada la planta alta de asientos,
como si estudiara a cada uno, durante un tiempo que pareció una eternidad. Luego bajó la
mirada a la segunda sección, siguió cada fila y cada asiento con la mirada. Finalmente estudió
detalladamente cada uno de los asientos de la planta baja.
Solo podemos imaginar lo que pasaba por la mente de Kathryn: los recuerdos, las victorias, las
sanidades, las risas, las lágrimas. ¿Sería posible que ella supiera que jamás volvería a pisar la
plataforma? ¿Sería posible que en ese momento estuviera despidiéndose de su ministerio
terrenal?

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Sólo tres semanas después de ese día de noviembre, Kathryn agonizaba en el Centro Médico
Hillcrest de Tulsa, Oklahoma, después de una operación a corazón abierto.

"Quiero irme a casa"


Oral y Evelyn Roberts estuvieron entre las pocas personas a las que se permitió visitar a
Kathryn en el Centro Médico. Cuando entraron a su cuarto y se acercaron a su cama para orar
por su sanidad, Oral recuerda que sucedió algo muy importante. "Cuando Kathryn se dio
cuenta de que estábamos allí para orar por su recuperación, extendió sus manos como
formando una barrera y las levantó hacia el cielo". Evelyn Roberts miró a su esposo y dijo: "No
quiere que oremos. Quiere irse a casa".
Kathryn Kuhlman fue un tesoro muy especial. Su ministerio fue pionero en llevar a nuestra
generación al conocimiento del Espíritu Santo. Ella intentó mostrarnos cómo tener comunión
con Él, y amarlo. Kathryn verdaderamente tenía la capacidad de revelarnos el Espíritu Santo
como nuestro Amigo. Por esto, nadie puede cerrar este capítulo mejor que ella misma:

"El mundo me ha llamado tonta por haberle dado mi vida entera a Alguien que nunca he visto.
Sé exactamente lo que voy a decir cuando esté en su presencia. Cuando mire el maravilloso
rostro de Jesús, tendré sólo una cosa para decir: 'Lo intenté'. Me entregué lo mejor que pude.
Mi redención será completada cuando me encuentre frente a quien todo lo hizo posible".

Más detalles sobre esta apasionante historia y otras los encontrará en el libro "Los Generales de Dios" por Roberts
Liardon. Editorial Peniel. www.editorialpeniel.com

Tomado de www.lacorriente.com

Una mujer decidida a enfrentar cualquier desafío para Dios.


Aimee Semple McPherson: "Mujer de la Providencia"
En un tiempo en que las mujeres eran sólo reconocidas como "elementos accesorios"
en el ministerio, Aimee Semple McPherson construyó el templo Angelus para darles
participación. El templo fue construido y dedicado durante la época de la Gran
Depresión, con capacidad para cinco mil personas sentadas, pero se llenaba cuatro
veces cada domingo. Aimee construyó la primera estación de radio cristiana en el
mundo.

Nació el 9 de octubre de 1890, cerca de Salford, en Ontario, Canadá. Aimee Elizabeth Kennedy
fue la única hija de James y Mildred.
Creció como hija única en una enorme granja, con los animales como compañeros de juegos.
Creció escuchando las historias de Daniel en el pozo de los leones, de José y el Faraón, de

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Moisés sacando al pueblo de Dios fuera de Egipto. Para cuando tenía cuatro años, Aimee
podía pararse en una esquina, sobre un tambor y atraer a una multitud de gente recitando
historias bíblicas.
Aimee era una niñita que tenía agallas y estaba llena de ideas muy definidas. Nada la
intimidaba, excepto el hecho de que, sin importar donde estuviera, Dios podía ver todo lo que
hiciera.
Cuando Aimee era niña, le agradaba observar a su madre, que era la directora de la escuela
dominical en las reuniones del Ejército de Salvación. Tan pronto como regresaba de la iglesia,
Aimee juntaba unas sillas y las colocaba en círculo en su cuarto, e imitaba a su madre:
predicaba a un grupo imaginario.

¿Darwin o Cristo?
A raíz de sus lecturas de investigación acerca de la teoría darwiniana en el colegio, Aimee llegó
a la conclusión de que la teoría debía de ser cierta. Después de todo, la iglesia ya no
practicaba lo que la Biblia decía. Parecía que fuera solamente un lugar de reunión social para
juegos y entretenimientos, y no había milagros como los que ella veía en la Biblia. Así que
comenzó a debatir con los ministros que visitaban su iglesia y a cuestionar por qué predicaban,
si en ese tiempo no había milagros.
Frente a todas estas dudas, Aimee oró así: "¡Oh, Dios... (si es que hay un Dios), revélate a mí!"
El día después de haber orado a Dios para que se le revelara, Aimee volvía a casa de la
escuela, con su padre, y al pasar por la calle principal de Ingersoll, vio un cartel en una ventana
que decía: "Campaña del Espíritu Santo con Robert Semple, evangelista irlandés".
Aimee había oído que estos pentecostales caían al suelo y hablaban en idiomas desconocidos.
También había escuchado relatos alocados de sus gritos y danzas. Era muy curiosa, por lo que
la noche siguiente, antes de llevarla a ensayar para el programa de Navidad, fue a la campaña
y se sentó en el último banco.

Hasta los pájaros sonrieron


En la reunión, Aimee era toda ojos. La divertía ver a algunas personas del pueblo gritando
"¡Aleluya!" con las manos levantadas. "¡Qué show!", pensó.
Cuando entró en el pequeño templo, fue como si el mundo entero se detuviera para ella. El
Rev. Robert Semple subió al púlpito y abrió su Biblia en el segundo capítulo de Hechos. Luego
repitió una sencilla orden: "Arrepentíos... arrepentíos".
Aimee comenzó a revolverse, incómoda, en su asiento. Cada vez que Semple hablaba, sus
palabras la atravesaban como una flecha. Más tarde, Aimee diría: "Yo nunca había escuchado
un sermón así. Utilizó la Biblia como espada, y cortó el mundo entero en dos".
Tres días después, Aimee detuvo su automóvil en medio de una calle solitaria, levantó sus
manos hacia el cielo y clamó a Dios oir misericordia. Finalmente, había nacido de nuevo.

El matrimonio
En agosto de 1908, Aimee se casó con Robert Semple en la granja de su familia.
A principio de 1910, los Semple, que ahora esperaban un hijo, llegaron a Hong Kong. Pero
Aimee no estaba preparada para lo que vio. La dieta china de orugas, insectos y ratas la
asqueaba, y su departamento era tan ruidoso que casi no podían descansar.
Un día, los hindúes quemaron a un hombre vivo justo fuera de la ventana de su cocina. Esto,
junto con todo lo demás, hacía que Aimee viviera al borde de la histeria la mayor parte del
tiempo. Había llegado a odiar la obra. Y pronto, debido a las malas condiciones en que vivían,
ella y Robert contrajeron malaria. El estado de Robert era peor que el suyo, y el 17 de agosto,
sólo dos meses después de llegar, Robert Semple había muerto.
Un mes después de la muerte de su esposo, Aimee dio a luz una pequeña niña que pesó sólo
dos kilogramos. La llamó Roberta Star.

Hogar, dulce hogar


Ya de regreso en su hogar, Aimee lloró la pérdida de su esposo Robert durante más de un año,
pero también continuó buscando la voluntad de Dios para su vida. Fue a Nueva York y luego a
Chicago; deseaba ministrar en las iglesias que Robert había dejado. Cuando la salud de su hija
se deterioró, regresó al hogar de su niñez. Pero su dolor no le permitía estar quieta por mucho
tiempo, y finalmente volvió a Nueva York.
Mientras estaba allí, conoció a Harold McPherson, quien pronto se convertiría en su segundo
esposo.

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El 28 de febrero de 1912, Aimee y Harold se casaron. Para julio de 1912, estaba esperando
otro hijo.
Según Aimee, el único problema real que ella y Harold debieron enfrentar en su relación
matrimonial fue debido a que sus metas eran totalmente diferentes.
Harold tenía un buen empleo y quería que Aimee fuera como las demás mujeres: que limpiara
la casa y cocinara. Pero Aimee sentía que ya no podía permanecer tan confinada y al mismo
tiempo cumplir con el llamado de "ir".
Antes de salir para asistir a su primera reunión de campaña pentecostal, le envió un telegrama
a Harold: "He tratado de seguir tu camino y he fallado. ¿No querrías venir tú ahora, y seguir mi
camino? Estoy segura de que seremos felices".

Una carpa y el poder espiritual


Pronto Aimee comenzó a predicar por su cuenta. Utilizaba cualquier método para atraer a la
gente, y las personas venían de todas partes en el campo para escucharla. En 1915, una de
sus reuniones contó con una asistencia de más de quinientas personas. Se había convertido en
una novedad. Además de su carácter dramático, era una mujer, y en esos días era difícil
encontrar a una predicadora, así que todos estaban curiosos por ir a verla y escucharla.
Con las ofrendas reunidas, pudo comprar la tan necesitada carpa.
Había una empatía natural en Aimee que acentuaba las peculiaridades de su ministerio y atraía
a grandes cantidades de personas de todas clases. Los que se acercaban experimentaban el
poder de Dios en sorprendentes manifestaciones. Muchos venían para sentir de esa forma la
presencia de Dios, y miles de personas recibían el bautismo del Espíritu Santo.

Quemaduras, heridas y carnaval


Como ya hemos mencionado, Aimee era conocida por su forma afectuosa de predicar. Con
frecuencia trataba a la gente que la escuchaba como una madre trataría a su hijo. Nunca
condenaba ni amenazaba; siempre alentaba a quienes la escuchaban a enamorarse de la
gracia y la misericordia de Dios.
Pero, como una madre firme, no era débil. Cierta vez, una lámpara le explotó en el rostro, y
quedó envuelta en llamas. Rápidamente metió la cabeza en un cubo con agua, pero no antes
que se le produjeran varias heridas en el cuello y el rostro. Para empeorar las cosas, todo esto
había sucedido delante de un grupo de molestos que habían ido a observar y burlarse. La
carpa estaba llena la noche en que esto ocurrió, por lo que Aimee se retiró a la parte posterior,
terriblemente dolorida. Uno de los que se burlaban subió a la plataforma y dijo: "La señora que
predica sanidad divina se ha lastimado. Se quemó la cara, así que esta noche no habrá
reunión".
Pero tan pronto como acabó de decir esa palabra, Aimee entró corriendo nuevamente a la
carpa y de un salto subió a la plataforma. Estaba en agonía, pero pudo reunir suficientes
fuerzas como para sentarse al piano y gritar: "¡Alabo al Señor que me sana y quita todo mi
dolor!" Cuando ya estaban cantando la segunda o tercera estrofa, la gente allí reunida fue
testigo de un milagro: ¡el rostro de Aimee pasó de ser rojo como una langosta, a recobrar el
color de la piel normal!

Construcción del Angelus Temple


Para este entonces, Aimee podía ver que necesitaba un lugar permanente donde predicar. Así
que entre los años de 1919 y 1923 recorrió nueve veces los Estados Unidos, predicando y
reuniendo fondos para construir el Angelus Temple. Dondequiera que iba, la gente la amaba.
A fines de 1922, el Templo, con capacidad para cinco mil personas sentadas, estaba finalmente
terminado. El New York Times cubrió ampliamente la dedicación del templo, y a partir de
entonces, los cinco mil asientos del mismo se llenaban cuatro veces cada domingo.
En febrero de 1923, Aimee abrió su escuela de ministerio que finalmente se conocería como el
Instituto Bíblico Faro del Evangelismo Cuadrangular Internacional.
En febrero de 1924, abrió la radio KFSG, con la primera licencia radiofónica otorgada a una
mujer. También fue esta la primera estación de radio cristiana que existió.

La reina de la guerra silenciosa


Los años entre 1938 y 1944 fueron muy tranquilos para Aimee. Muy poco se decía de ella en la
prensa.
Gran parte de los esfuerzos de Aimee durante estos años se dedicaron a pastorear, capacitar
futuros ministros, establecer cientos de iglesias, y enviar misioneros por todo el mundo.

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Una grande descansa
Para 1944, la salud de Aimee estaba muy debilitada, y sufría de enfermedades tropicales que
había contraído durante sus viajes misioneros. En febrero de ese año, nombró a Rolf nuevo
vicepresidente del ministerio. Este había probado ser fiel y sirvió bien a su madre durante
muchos años. En realidad, fue la única persona que permaneció a su lado tanto en los buenos
como en los malos tiempos.

La historia completa de Aimee Semple McPherson jamás podría ser contada en un solo
capítulo. Como en el caso de otros grandes Generales de Dios, sólo el cielo revelará todo lo
que ella hizo.

Más detalles sobre esta apasionante historia y otras los encontrará en el libro "Los Generales de Dios" por Roberts
Liardon. Editorial Peniel. www.editorialpeniel.com

Tomado de www.lacorriente.com

Cuando Dios enseña a través de éxitos y fracasos


William Branham, un hombre de notables señales y prodigios
William Branham estuvo rodeado de sucesos extraordinarios e increíbles. Simple en sus
razonamientos, y con escaso dominio del idioma, fue líder del avivamiento de La Voz de
Sanidad, a fines de los años ‘40. Ningún evangelista de la sanidad pudo combinar el
oficio profético, milagros y la sanidad divina como lo hizo Branham. Por Roberts Liardon

William Marrion Branham nació el 6 de abril de 1909, en Kentucky, EE.UU. Esa mañana, de
manera repentina, una luz del tamaño de una almohada vino como un remolino por la ventana,
giró alrededor de donde estaba el bebé y bajó sobre la cama. Todos quedaron boquiabiertos,
preguntándose qué clase de niño había nacido de los Branham.

El viento del cielo


Cierto día, mientras Branham llevaba un balde de agua desde el granero hasta la casa,
escuchó el sonido del viento soplando en la copa del árbol. Se puso de pie de un salto para
mirar, y entonces notó que el viento no soplaba en ningún otro lugar. Dando un paso atrás, miró
al árbol y escuchó una voz que decía: "Nunca bebas, fumes, ni contamines tu cuerpo de
ninguna forma, porque tengo una obra para que hagas cuando seas mayor". Durante el resto
de su infancia, Branham hizo todo lo que pudo para evitar pasar nuevamente junto a ese árbol
por el pánico que le había causado.

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El tabernaculo Branham
En junio de 1933, a los veinticuatro años de edad, Branham realizó su primera gran campaña
en una carpa. En una noche asistieron tres mil personas.
El 11 de junio realizó un culto de bautismos en el río Ohio, donde bautizó ciento treinta
personas.
Ese otoño, las personas que habían asistido a sus reuniones construyeron un tabernáculo al
que llamaron "Tabernáculo Branham". Desde 1933 hasta 1946, Branham fue el ministro del
Tabernáculo, mientras al mismo tiempo trabajaba en un empleo secular.

Dolor y sufrimiento
Durante la década del ’30 se casó con una maravillosa joven cristiana. Su nombre era Hope
Brumback. Tuvieron dos hijos: Billy Paul y Sharon.
En sólo una noche, Branham perdió a dos de las tres personas más preciosas en el mundo
para él. Su esposa falleció de tuberculosis y su hija de meningitis. Sólo le quedaba Billy Paul y
un dolor imposible de soportar.

El Ángel del Señor vino


Branham fue a un lugar apartado a orar y leer la Biblia. Tan profundo era su clamor, que
parecía que el alma se le iba a separar del cuerpo. "¿Querrás hablarme en alguna forma, Dios?
Si tú no me ayudas, yo no puedo continuar", lloraba.
Esa misma noche, notó una luz que parpadeaba en el cuarto. Pensando que alguien estaba
entrando con una linterna, miró por la ventana, pero no vio a nadie. Repentinamente, la luz
comenzó a extenderse por el suelo. Alarmado, saltó de su silla cuando vio una bola de fuego
refulgiendo en el piso. Entonces oyó unas pisadas y vio a un hombre con una túnica blanca que
se acercaba.
Mientras Branham temblaba de miedo, el hombre habló: "No temas. Fui enviado de la
presencia del Dios Todopoderoso para decirte que tu peculiar vida y tus incomprensibles
caminos, han sido la forma de indicarte que Dios te ha enviado para llevar el don de la sanidad
divina a los pueblos del mundo.
Si eres sincero, y haces que la gente crea, nada se interpondrá en tu camino".
La primera respuesta de Branham fue como la de Gedeón . Le dijo al ángel que él era pobre e
iletrado, y que por ello sentía que nadie aceptaría su ministerio ni lo escucharía.
Pero el ángel dijo a Branham que recibiría dos dones como señales para confirmar su
ministerio. Primero, podría detectar las enfermedades por medio de una vibración física en su
mano izquierda.
En años posteriores, Gordon Lindsay fue testigo de este fenómeno sobrenatural.
Branham respondió al ángel: "Señor, me temo que no me recibirán". Y el ángel respondió:
"Entonces sucederá que conocerás el secreto más profundo del corazón de las personas. Esto
lo oirán".
Cuando esto ocurría mientras Branham oraba por alguien, él se apartaba del micrófono y
hablaba en privado con la persona, la llevándola inmediatamente al arrepentimiento.

Los muertos son resucitados


En junio de 1946, Branham regresó a St. Louis y condujo una campaña de doce días en la que
predicó y oró por los enfermos. La carpa estaba llena de gente y muchos quedaron afuera, aun
bajo lluvias torrenciales. Tremendas manifestaciones se produjeron: los cojos andaban, los
ciegos veían, los sordos oían. Un ministro que había sido ciego durante veinte años recibió la
vista. Una mujer que rechazó el Espíritu de Dios cayó muerta fuera de la carpa víctima de un
ataque al corazón. Branham salió a verla y oró por ella. La mujer se levantó y recibió la
salvación en Cristo Jesús. Las sanidades se multiplicaron y se hicieron incontables. Muchas
veces Branham se quedaba hasta las 2:00 de la madrugada orando por los enfermos.

Sacudiendo naciones
En abril de 1950 Branham viajó a Escandinavia, siendo el primer evangelista de La Voz de
Sanidad que viajara a Europa.
Branham también había recibido muchos pedidos de oración desde África, algunos de los
cuales venían acompañados por boletos de avión. Finalmente, en otoño de 1951, Él y su
equipo viajaron a Sudáfrica, donde realizaron campañas hasta diciembre. Se dice que las
reuniones fueron las más grandes realizadas en el país, con una asistencia de hasta cincuenta
mil personas, y miles que quedaban afuera.

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Branham comienza a desviarse
Branham fue muy influyente en el ministerio de la sanidad divina durante nueve años. En este
tiempo, muchos evangelistas de la sanidad comenzaron a surgir por todo el país, operando con
grandes señales y prodigios. La revelación de la sanidad divina había llegado a su punto
máximo en todo el mundo. Pero a partir de ese año, los fuegos del avivamiento de sanidad
comenzaron a menguar. Para 1955, Branham comenzó a experimentar dificultades, y su
ministerio cambió en forma drástica.

Se va Lindsay
Gordon Lindsay fue una de las cosas más importantes que le sucedió al ministerio de Branham.
Lindsay tenía la Palabra y Branham tenía el don. Lindsay también tenía la capacidad
organizativa que podía multiplicar el ministerio y el don de Branham. Obviamente, eran un
equipo ministerial armado en los cielos.
Pero Branham se negó a reconocer el valor de Lindsay. Creo que separarse de él fue un gran
error y la causa por la cual este cayó luego en serios errores doctrinales.

No permaneció en su llamado
Branham no tomó bien el cambio. En realidad, nunca vivió la transición. En lugar de orar al
Señor para saber cuál sería el lugar donde debería ministrar en el próximo mover de Dios, se
volvió hacia doctrinas radicales y sensacionalistas. Tomó el oficio de maestro por voluntad
propia, no por orden de Dios.
Dios no lo llamó a ser un maestro, porque él no conocía la Palabra. Como consecuencia, a
través de su ministerio comenzaron a enseñarse y enfatizarse doctrinas problemáticas.

Lo hizo a su manera
Branham decía tener extrañas visiones espirituales que aparentemente hacían que siempre
estuviera buscando su cumplimiento con gran ansiedad. Durante la década del ’60, lamentaba
la declinación de su popularidad, al notar que otros evangelistas lo habían superado. Entonces
su ministerio se convirtió en una carrera competitiva.
Branham trató de recuperar su popularidad por medio de la enseñanza de doctrinas que, según
él, le habían sido dadas por revelación profética. Pero, al abusar del don, sus profecías se
pervirtieron. En lugar de utilizar su capacidad profética para llamar a los corazones de los
hombres de regreso a Dios, trató de predecir acontecimientos internacionales.

La historia de su muerte
Branham predicó su último mensaje en la semana del Día de Acción de Gracias de 1965.
El 18 de diciembre de 1965, mientras regresaba a Indiana cruzando Texas, Billy Paul Branham,
su hijo, manejaba el auto que iba delante del de Branham y su segunda esposa. Un conductor
ebrio giró para evitar chocar contra el auto de Billy Paul, pero cruzó la línea divisoría del medio
y chocó de frente contra el auto de Branham.
Billy Paul giró y regresó al lugar del accidente. Saltó de su auto y vio que Branham había
atravesado la ventanilla y había vuelto a caer dentro del auto.
Billy Paul fue a controlar el estado de su padre y vio que tenía huesos rotos, pero aún tenía
pulso. Al controlar el estado de su esposa, notó que no tenía pulso. Obviamente, estaba
muerta.
Repentinamente, Branham se movió, y al ver a su hijo, le preguntó: "¿Está bien mamá?"
Billy Paul le contestó: "Papá, está muerta". Entonces Branham le dijo: "Pon mi mano sobre
ella".
Su hijo obedeció, puso la mano ensangrentada de Branham sobre su esposa. Inmediatamente
le regresó el pulso, y la mujer revivió.
William Branham permaneció en coma durante seis días, antes de morir el 24 de diciembre de
1965.

Aprendamos la lección
La historia de William Marrion Branham no fue escrita con ánimo de crítica. Creo que contiene
una lección muy poderosa : Haz lo que Dios te dice que hagas; nada más, nada menos. No se
trata de un juego. Hay un solo movimiento, y le pertenece a Dios. Tu tarea es seguirlo.
Sigue su plan, exactamente, todos los días de tu vida, y nunca te desvíes de él por tus propias

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ideas o por la presión de los demás. Tu unción solo se manifestará cuando sigas el plan que
Dios ha diseñado para ti. Adopta su plan, y no te apartes de él en lo más mínimo.

Extraído de "Los Generales de Dios", por Roberts Liardon Editorial Peniel. www.editorialpeniel.com

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