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Desintegración y guerras de secesión en Yugoslavia

2015-05-06 06:05:41 Marcos Ferreira

Hace aproximadamente un cuarto de siglo comenzaron las guerras de secesión de Yugoslavia (1991-
2001). El proceso se abrió con la Guerra de los Diez Días (1991) y finalizó con la Guerra de Macedonia
(2001). Entre ambos conflictos, se dieron la Guerra de Croacia (1991-1995), la Guerra de Bosnia-
Herzegovina (1992-1995) y la Guerra de Kosovo (1998). De aquella contienda bélica se constituyeron
como estados independientes Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Serbia, Montenegro, Macedonia y
Kosovo. En estas líneas haremos un somero repaso sobre qué fue y cómo se desarrolló la disolución de
la antigua Yugoslavia.

La República Federativa Socialista de Yugoslavia


Creada en 1945, la República Federativa de Yugoslavia (RFSY) fue un actor geopolítico de primer orden
durante el desarrollo de la Guerra Fría (1945-1990). Aliada en un principio con la URSS y el bloque del
este, la situación cambió radicalmente con la expulsión de Yugoslavia de la Kominform por actitudes
revisionistas, oportunistas y nacionalistas. Fuera del bloque oriental, las autoridades yugoslavas, con
Josip Broz “Tito” a la cabeza, tenían un gran problema; habían perdido sus principales socios políticos y
comerciales, por lo que la pregunta era, ¿qué hacer? La solución surgió rápido cuando los Estados
Unidos ofrecieron a Yugoslavia ayuda económica y militar.

La ayuda resolvía los problemas económicos y de seguridad que podría tener Yugoslavia a corto plazo.
Sin embargo, a largo plazo algo más sería necesario. En este sentido, las élites yugoslavas se sacaron
de la chistera dos recursos que constituirían los elementos definidores e identificadores de Yugoslavia
durante la Guerra Fría. Por un lado, en el plano económico, social y político, se creó y desarrolló el
Socialismo Autogestionario. En términos simples, se buscaba dar mayor poder a los obreros, a las
fábricas y a las repúblicas, creando un sistema socialista descentralizado diferente al erigido en la URSS.
En el plano internacional, se desarrolló primero la política de neutralidad y posteriormente el Movimiento
de Países no Alineados.

Esos dos recursos, que no dejaban de ser una huida hacia delante, permitieron a Yugoslavia contar con
una relativa estabilidad y prosperidad económica, política y social, mientras que en el plano geopolítico,
Yugoslavia se convirtió en la nación más favorecida, tanto en términos diplomáticos como económicos,
de los Estados Unidos. No obstante, las cosas comenzaron a cambiar con la muerte de Tito en 1980. Y
no porque el Mariscal fuese lo único que unía a los yugoslavos, tal y como Martín Leguineche y otros
tantos repitieron a comienzos de los 90, sino porque fue a comienzos de 1980 cuando Yugoslavia
comenzó a sufrir una crisis de deuda y desempleo.

Durante toda la década de 1980 la economía y la sociedad yugoslava sufrirían esta crisis financiera y
económica. Sin embargo, como en aquellos momentos Yugoslavia todavía seguía siendo un socio
privilegiado de occidente, el FMI continuó refinanciando sus pagos, al tiempo que sus acreedores fueron
aceptando quitas de deuda. Sin embargo, con la caída del bloque del este entre los años 1989-1991,
otros países como Polonia o Checoeslovaquia se habían situado como socios preferenciales de
Occidente. Si Yugoslavia quería seguir disfrutando de la categoría de nación más favorecida, debería
adaptarse a los tiempos, olvidarse del socialismo y moverse hacia el capitalismo. Después de todo, con
el fin de la Guerra Fría, Yugoslavia ya no tenía ningún valor geoestratégico.

El punto de inflexión
Formada por un total de seis repúblicas y dos provincias autónomas, los dos principales protagonistas
del estado yugoslavo eran Eslovenia y Serbia. Las demás repúblicas e instituciones federales se
mantenían a la expectativa de lo que se decidiese en Ljubljana y Belgrado. Esto fue exactamente lo que
sucedió a lo largo de 1990 y la primera mitad de 1991.

En enero de 1990 se celebró el 14º congreso de la Liga Comunista de Yugoslavia (LCY). En él, la
delegación eslovena se enfrentó con la delegación serbia debido al rumbo que debía tomar Yugoslavia.
Los eslovenos argumentaban que era necesario avanzar hacia la democracia liberal, la economía de
mercado y un modelo más descentralizado, mientras que los serbios argumentaban que era preferible
más centralización. Finalmente el congreso se saldó con un rotundo fracaso, con la delegación eslovena
abandonando el congreso y junto a ella la croata.

Con la LCY fuera de juego, Eslovenia declaró que convocaría elecciones pluripartidistas en su república
para abril de 1990 y a renglón seguido cada república fue celebrando sus elecciones hasta fines de 1990,
siendo Serbia la última república en celebrarlas. De las elecciones salieron fortalecidos los proyectos
nacional-soberanistas en Eslovenia y Croacia, mientras que en Serbia salió reforzado el sector nacional-
centralista de Slobodan Milosevic. Por otro lado, las autoridades federales, especialmente el ejecutivo, se
vio desbordado por la situación, observando cómo sus intentos de mantener a Yugoslavia unida y llevarla
hacia Occidente fracasaban por la oposición de las repúblicas de Eslovenia, Croacia y Serbia.

En la primera mitad de 1991, cuando todas las repúblicas ya contaban con sus propios ejecutivos
federales y con sus respectivos presidentes, se celebraron una serie de reuniones presidencias en
donde se intentaron poner los mecanismos para adecuar los diferentes intereses existentes. Por un lado,
Eslovenia y Croacia insistían cada vez más en la independencia. Más aún, Eslovenia, a finales de 1990 y
Croacia en mayo de 1991, celebraron referendos de independencia que se saldaron con resultado
positivo. Por otro lado, Serbia y Montenegro mantenían que era necesaria una recentralización de
Yugoslavia o por lo menos la creación de una Yugoslavia en donde viviesen todos los serbios y otras
repúblicas que así lo deseasen. Por último, Macedonia y Bosnia-Herzegovina tenían una posición
intermedia entre ambas posturas, defendiendo la continuidad de Yugoslavia pero en un modelo más
federal que el existente. No obstante, el acuerdo fue imposible y el 25 de junio de 1991 Eslovenia y
Croacia declaraban su independencia respecto a la República Federativa de Yugoslavia, Estado que de
facto dejaba de existir para hacerlo poco después de iure.
La Guerra de Eslovenia (1991)
Al día siguiente de la declaración de independencia de Eslovenia, el Ejército Popular de Yugoslavo (EPY)
puso rumbo al territorio más septentrional de Yugoslavia para poner fin a la deriva soberanista. No
obstante, y para sorpresa de muchos, Eslovenia consiguió defender su independencia y forzar la entrada
de actores internacionales para negociar un alto el fuego. Si Eslovenia obtuvo la victoria ante el EPY se
debió, por un lado, a que el ejército yugoslavo envió tropas mal pertrechadas a la zona, sin ninguna
experiencia de combate y en un número claramente insuficiente, y por otro lado, por la excelente
preparación eslovena de la independencia, especialmente en el plano mediático, en el cual se vendió la
imagen de que lo que se estaba dirimiendo en Eslovenia era algo similar a lo sucedido en Hungría en
1956 o en Praga en 1968. Tras unos diez días de conflicto, se alcanzaron los Acuerdos de Brioni, por los
que las tropas yugoslavas debían retirase de Eslovenia, mientras que ésta debía anular su independencia
por tres meses.

La Guerra de Croacia (1991-1992)


En Croacia ya se venían dando enfrentamientos armados de baja intensidad desde el verano de 1990
con la Revolución de los Troncos, pero los verdaderos enfrentamientos comenzarían en el estío de 1991.
Aunque Croacia también se había mostrado muy activa a la hora de obtener la independencia, a
diferencia de Eslovenia no habían preparado casi nada para obtenerla y defenderla. Además, Eslovenia
era prácticamente un territorio homogéneo desde el punto de vista nacional, Croacia no. Así, la minoría
serbia, que era el 12% del total de la población en 1991 y que se agrupaba especialmente en las zonas
de Krajina, Eslavonia Occidental y Eslavonia Oriental no estaba muy contenta con los planes del
ejecutivo croata. Rápidamente se auto-organizaron bajo la República Serbia de Krajina, la cual recibió el
apoyo del ejecutivo serbio a través del Ejército Popular Yugoslavo y de las bandas de paramilitares
serbios como los Tigres de Arkan o las Águilas Blancas de Vojslav Seselj.

República Serbia de Krajina

Las autoridades croatas se vieron desbordadas por el empuje del bando serbio, al cual no le costó
demasiado controlas las zonas mencionadas anteriormente. Especialmente trágica resultó la caída de
Vukovar, en noviembre de 1991, convirtiéndose rápidamente en un símbolo de la nación y el nacionalismo
croata. Un par de meses después, a comienzos de 1992, se decretó un alto al fuego entre las dos
partes, que permitía la implementación del Plan Vance y la congelación del conflicto por un tiempo. Así,
las autoridades croatas podían replegarse y preparar al mínimo detalle las operaciones para recuperar
los territorios administrados por la República Serbia de Krajina, mientras que las autoridades serbias
podían olvidar a los serbios de Croacia y centrase en Bosnia- Herzegovina.

La Guerra de Bosnia-Herzegovina y el epílogo croata (1992-1995)


Bosnia-Herzegovina era la república más plurinacional de Yugoslavia. Su población estaba compuesta
por bosniacos musulmanes (43% de la población), serbios ortodoxos (31% de la población) y croatas
católicos (17%). Más aún, su población se encontraba entremezclada, siendo prácticamente imposible
establecer áreas étnicamente homogéneas a no ser que se usase la limpieza étnica. Por ello, de la
desaparición de Yugoslavia, eran los habitantes de Bosnia-Herzegovina los que más tenían que perder.

Distribución nacional en BiH concorde los datos del Censo de 1991. El verde
representa a la población bosniaca. El azul a la población serbia. Y el amarillo a la
población croata.

Allí la guerra comenzó en abril de 1992. Las tropas paramilitares serbias, con el apoyo del ahora
Ejército de la República Srpska, comenzó a expandirse y limpiar étnicamente los territorios de Bosnia
Oriental, que según las autoridades guiadas por Radovan Karadzic debían quedar bajo soberanía serbia.
Ante el empuje inicial serbio, la alianza entre musulmanes y croatas lo hizo lo mejor que pudo para
defender los territorios que estaban bajo su control. No obstante, no pasó mucho tiempo cuando los
croatas, a fines de 1992, también decidieron ponerse en contra del bando bosnio. Esto se debía a que en
marzo de 1991, Milosevic y Tudjman habían acordado la división de Bosnia-Herzegovina a través del
Acuerdo de Karadjordjevo, los cuales serían ratificados mediante el Acuerdo de Graz de mayo de 1992
entre las autoridades serbias y croatas de Bosnia.

A comienzos de 1993, los serbios ocupaban alrededor del 70% del territorio total de Bosnia-Herzegovina,
mientras que croatas y bosniacos se enfrentaban por el control del centro de Bosnia y la Herzegovina. La
situación se estaba descontrolando. Los diferentes planes de paz no funcionaban, las autoridades
serbias de Bosnia quedaron aún más descontroladas cuando Milosevic rompió con ellas a mediados de
1993. Por consiguiente, era necesario volverá restablecer la coalición bosnio-croata. Esto se logró a
comienzos de 1994, con el Acuerdo de Washington. A partir de este momento, el bando serbo-bosnio iría
perdiendo terreno, mientras que el bando bosnio-croata lo iría ganando. En este sentido, importante fue
que Serbia se viese sometido a una presión internacional de importancia, a través de un bloqueo
económico que duraba desde 1992, para que se alinease con la comunidad internacional y dejase de
apoyar las aventuras de los serbios en Bosnia y Croacia.

División territorial de Bosnia i Herzegovina tras los Acuerdos de


Dayton

En 1995 se firmó el Acuerdo de Split, que permitía a las tropas del Ejército Croata entrar en Bosnia para
ayudar a la Armija a equilibrar las fuerzas en BiH. A su vez, en Croacia, el gobierno iba a recuperar el
control sobre las zonas ocupadas por los serbios a través de la Operación Flash y Tormenta.

Así, sólo la zona de Eslavonia Oriental quedaba por recuperar, lo que sería realizado de forma pacífica a
través del Acuerdo de Erdut. Por su parte, en Bosnia-Herzegovina, en el verano de 1995, las tropas
croatas y de la Armija avanzaron posiciones sobre los territorios controlados por los serbios de Bosnia,
con la inestimable ayuda de la OTAN. Así, para septiembre se había conseguido establecer un equilibro
de fuerzas, que permitió alcanzar en noviembre de 1995, aunque no sin dificultad, los Acuerdos de
Dayton, con los cuales se ponía fin a la Guerra de Bosnia i Herzegovina.

La Guerra de Kosovo (1998-1999)


Durante las tres primeras guerras de secesión de Yugoslavia, las autoridades kosovares, lideradas por
Ibrahim Rugova, decidieron usar la no violencia y confiar en Occidente para poder obtener la
independencia de Serbia. No obstante, cuando los albano-kosovares observaron que en Dayton nada era
mencionado sobre Kosovo y que Milosevic era considerado como un alto estadista y un hombre de paz,
la estrategia de Rugova se vino abajo. Después de todo, los acontecimientos previos demostraban que
sólo empuñando las armas se podría obtener la independencia. Así fue como el Ejército de Liberación
Kosovar (ELK) comenzó a ganar popularidad.

Creado a comienzos de 1990, no fue hasta 1996 cuando el ELK comenzó a estar verdaderamente
activo. Y no sería hasta 1998 cuando sus acciones comenzarían a ser importantes. El objetivo de los
insurgentes era realizar atentados contra todo lo que perteneciese al “invasor” serbio, población civil
incluida, para así provocar la reacción de las autoridades serbias, lo que a su vez volvería a provocar la
intervención diplomática de las potencias occidentales. Y la estrategia funcionó a la perfección. Menos de
un año de que el ELK comenzase con su estrategia, que las fuerzas militares y paramilitares serbias se
excediesen en su respuesta y tras el incidente de Racak, del cual todavía no se sabe si fue perpetrado
por las fuerzas serbias o fue un montaje del ELK, se convocaba la Conferencia de Rambouillet para
febrero-marzo de 1999.

La conferencia resultó ser una encerrona para las dos delegaciones. Las potencias occidentales estaban
cansadas de aquella cuestión que derivaba del fin de Yugoslavia, por lo que decidieron presentar un
acuerdo cerrado a las dos partes. O lo firmaban o no, pero no había posibilidad de discusión. Aunque en
un principio lo rechazaron, la delegación kosovar accedió a rubricarlo. Después de todo sabían que
Serbia no podría aceptar que la OTAN tuviese plena autonomía y libertad de movimiento por todo el
territorio serbio. Al fin y al cabo aquello era como una invasión militar y el establecimiento de un
protectorado en un país soberano e independiente que formaba parte de instituciones internacionales
reconocidas. Finalmente, Serbia rechazó rubricar el acuerdo y las potencias occidentales decidieron
bombardear a Serbia a través de la OTAN, en una operación que servía más para legitimar la existencia
de la OTAN que para llevar estabilidad a la zona. Finalmente, tras tres meses de bombardeos, Serbia
accedió a retirar las tropas de Kosovo, mientras que la Resolución 1244 era aprobada y poco después la
OTAN desplegaba sus tropas en la zona, mientras que la ONU hacia lo mismo sólo que con personal
civil y administrativo. Así, Kosovo obtendría la independencia de facto, proclamándola oficialmente en
2008.

La Insurgencia en el Valle de Presevo y la Guerra de Macedonia


(1999-2001)
La resolución del conflicto kosovar en los términos mencionados anteriormente, produjo consecuencias
indeseadas, pero no por ello inesperadas. En la zona de Presevo, Bujanovac y Medveda, en el sur de
Serbia y haciendo frontera con Kosovo, se formó el Ejército de Preševo, Medveđa y Bujanovac. El
objetivo de los insurgentes era unir esas zonas con Kosovo, debido a que había una gran cantidad de
población albanesa en ellas. No obstante, la comunidad internacional no tenía ningún interés en
simpatizar con las causas y objetivos de los insurgentes, por lo que se accedió a que Serbia usase su
monopolio de la fuerza para resolver la insurgencia, lo que sucedió en mayo de 2001. Sin embargo, el
irredentismo albanés no iba a finalizar ahí, ya que en Macedonia, país en el que el 25% de su población
es de nacionalidad albanesa, la mayor parte de ella concentrada en las zonas fronterizas con Kosovo y
Albania, estalló la guerra.

El Ejército de Liberación Nacional, que fue creado a partir de veteranos de los ejércitos de Kosovo y de
Presevo, inició una rebelión armada a comienzos de 2001 en las zonas del norte del país. El objetivo de
los insurgentes no era independizarse de Macedonia, sino conseguir mayores cotas de autonomía dentro
de la propia estructura estatal de Macedonia. Sin embargo, al igual que en el caso de Presevo, la
comunidad internacional no estaba por la labor de favorecer a guerrillas que aumentasen más
inestabilidad a la zona y más en un país como Macedonia, que había conseguido conjugar bien los
intereses de la minoría albanesa. Así, y tras la intervención de la OTAN, se consiguieron calmar los
ánimos de ambos bandos y rubricar el Acuerdo de Ohrid, por el cual se ponía fin al conflicto y se
otorgaban mayores derechos, especialmente culturales, a la minoría albanesa.

El patinazo de la comunidad internacional


Desde la Guerra de los Diez Días hasta la Guerra de Macedonia, la respuesta de la comunidad
internacional a los conflictos yugoslavos fue bastante discutible. El error que todos los actores
internacionales en el conflicto cometieron fue tratar con condescendencia a los actores locales que
protagonizaban las disputas. Las potencias y organizaciones internacionales, comenzando por la Unión
Europea, pasando por las Naciones Unidas y finalizando por los Estados Unidos consideraron que
aquello iba a ser una especie de Berlín 2.0. Que aquellos estados eran los mismos del siglo XIX a los
cuales se les dominaba con extrema facilidad. Se equivocaron, y su error fue aprovechado por los
agentes locales que supieron manipular a la perfección a las potencias internacionales para poder
conseguir sus objetivos en el espacio balcánico.

En la actualidad, el sueño de unir a los eslavos del sur ha quedado como una anécdota, como un vestigio
del pasado. Sin embargo, los siete estados que han sustituido a la antigua Yugoslavia tienen que hacer
frente a problemas que ya existían incluso antes de su formación. La federación ya no existe y es
probable que en el futuro tampoco lo vuelva a hacer. Sin embargo, la historia de los Balcanes demuestra
que las estructuras estatales van y vienen, pero que las nacionalidades permanecen. Por eso, Eslovenia,
Croacia, Serbia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia, Montenegro y Kosovo deben recuperar el ideal
yugoslavo y trabajar conjuntamente en las cuestiones características de los Balcanes si quieren un futuro
de largo recorrido para sus estructuras estatales.

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