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El Lenguaje científico en la sociedad – Javier Cano Plasencia –

ISSN: 1989-9041, Autodidacta ©

EL LENGUAJE CIENTÍFICO EN LA SOCIEDAD

Javier Cano Plasencia


Santa Teresa de Jesús
javicanop@hotmail.com

1. INTRODUCCIÓN

Hace unos años asistí a un curso llamado “Relaciones entre ciencia y sociedad”,
organizado por el consejo de alumnos de la Facultad de Ciencias de la Universidad de
Extremadura. Andaba por aquella época a un tiro de piedra de acabar la carrera de
biología, y aquel curso me garantizaba la consecución del total de créditos de libre
elección necesarios para licenciarme. Aunque, como en botica, allí hubiera un poco de
todo, algunas de las charlas que se impartieron tocaron con exactitud las claves para
entender el innegable grado de desconexión existente entre el lenguaje científico y la
sociedad actual.

La sociedad, conviene aclararlo desde el principio, no es en absoluto culpable de


que una minoría de la comunidad científica pretenda establecer una celosa
exclusividad sobre el conocimiento de la ciencia. Me refiero a grupos de profesionales
que, al dominar cierta área concreta, disfrutan y alimentan su ego dando explicaciones
rimbombantes y dejando en la más absoluta confusión al profano en la materia que
haya cometido la osadía de interesarse por el tema.

En realidad, este hecho es perfectamente extrapolable a casi cualquier campo


profesional. Tan solo hace falta echarle un poco de imaginación: informáticos que se
recrean en discursos plagados de incomprensibles tecnicismos o fontaneros que
hacen de la explicación de una avería un tratado de física cuántica son tan solo
algunos ejemplos de ello. De hecho, cualquier estudiante de carrera de ciencias,
empezando por un servidor, ha sentido alguna vez la tentación de convertirse en uno
de ellos. Ponerse una bata blanca, adoptar una pose melodramática y darle al mundo
una clase maestra sobre aquello que probablemente ha escuchado por primera vez en
la clase del día anterior. El problema real viene cuando, una vez que se ejerce
profesionalmente en el campo de las ciencias, nos empeñamos en seguir cayendo una
y otra vez en el mismo error.

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En este tema, afortunadamente, no se puede generalizar. De hecho todos, en uno


u otro momento de nuestra formación académica, nos hemos encontrado con
argumentos para ello: profesores privilegiados que consiguen hacer de su materia un
pasatiempo. Personas tan brillantes que han sabido conservar su humildad; capaces
de desgranar conceptos complejos hasta hacerlos tan comprensibles que, casi por
arte de magia, despiertan en uno inquietudes hacia el objeto de estudio. Por
desgracia, también casi todos hemos tropezado con la cara inversa de la moneda.
Individuos que, lejos de difundir el conocimiento, cometen la irresponsabilidad de
intentar preservarlo como un tesoro que fuera a desgastarse por el uso.

Tampoco los medios de comunicación, tan eficientes a la hora de transmitir con


exactitud milimétrica ciertas noticias de dudoso interés, pueden presumir precisamente
de colaborar en la divulgación de la ciencia entre la sociedad: casi todo se reduce,
salvo honrosas excepciones, a noticias puntuales – y no siempre del todo rigurosas-
en una escueta sección de un periódico o en la parte final de un telediario. En este
ámbito merece mención aparte el tratamiento que desde la publicidad se hace de
algunos términos científicos usados de forma ambigua, engañosa y, en la mayoría de
los casos, completamente disparatada. En realidad, si se analiza un poco, es un hecho
casi tan lógico como lamentable: presentar algo que lleva muchos años en el mercado
como un producto novedoso resulta más fácil si nos ayudamos de un par de
sucedáneos de términos científicos que den el pego a primera vista. Así nos
encontramos con jabones de baño con esencia de “Rosmarinum Officinalis” (nombre
científico de la planta del romero), yogures con “L. cassei inmunitas” (la letra L hace
alusión al género bacteriano Lactobacillus, presente en el 95 % de los yogures
comerciales) o cereales ricos en “forticalcio plus” (en este caso me van a permitir no
entrar siquiera en explicaciones). Créanme: si un experimento científico consigue
resultados exitosos, la claridad de sus conclusiones será absoluta. No hay por qué
engañar si el trabajo es bueno. Es en los casos contrarios, aquellos en los que lo que
prima es ocultar carencias, cuando se recurre a este tipo de tretas que acaban
consiguiendo que buena parte de la sociedad haga uso de estos términos científicos
como objeto de mofa.

¿Consigue la comunidad científica –término, por cierto, al que también convendría


sacudirle la caspa- llegar hasta todos los sectores de la sociedad? A continuación se
intentará, de una forma breve y muy personal, analizar algunas de las claves para
llegar a contestar a esta delicada pregunta.

2. ¿EXISTE UN INTERÉS POR LA CIENCIA EN LA SOCIEDAD?

Dejando a un lado ciertos mitos sociales que evocan al científico como un individuo
de escasa cordura y ensimismado en sus propios pensamientos, resulta interesante
preguntarnos por el interés real que la ciencia despierta en la sociedad actual. Es
evidente que en los tiempos que corren, el concepto de ciencia ha experimentado un
cambio sustancial con respecto al pasado. Ya no se habla de una comunidad cerrada,
ni de una exclusividad para acceder a cierto grado de conocimiento científico. Hoy por

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hoy, afortunadamente, entendemos la ciencia como un concepto abierto, dinámico y


accesible. La ciencia está presente en nuestra rutina diaria, y tan solo hay que saberla
observar .Está en la calle, en las casas y en cada uno de nuestros trabajos. Todos, de
alguna u otra manera, disfrutamos de la ciencia, le sacamos partido y, en algunos
casos, dependemos enteramente de ella; ahora bien, ¿sentimos un interés real por
conocer sus entresijos o más bien nos conformamos realizando continuos actos de fe?

El eurobarómetro número 282, editado en Diciembre del 2007, aborda el tema a


golpe de encuesta a nivel de la población europea y arroja datos que permiten sacar
unas conclusiones generales muy interesantes. Se detallan a continuación los
resultados de las preguntas más relevantes:

- A la pregunta “¿En qué tipos de noticias está usted más interesado?”, un 31 %


de los encuestados dio como primera respuesta la investigación científica.
Relacionado con este aspecto, un 57 % de la población europea declaró estar
muy interesado o bastante interesado en la investigación científica,
reduciéndose este porcentaje al 48% si nos referimos únicamente a la
población española.

- De los ciudadanos que declaran estar interesados en la investigación científica,


el 61 % elige la televisión para informarse al respecto. Casi un 50% de los
encuestados afirmaron leer artículos científicos en periódicos y revistas,
escuchar programas de radio (26%) o buscar información en Internet (28%).
Más de uno de cada cinco encuestados dice que compra prensa especializada
en el tema regular u ocasionalmente.

- En relación al grado de satisfacción de los encuestados sobre el tratamiento


que hacen los medios de comunicación de la información científica, un 58% de
los ciudadanos europeos afirman estar muy satisfecho o bastante satisfecho. Si
hablamos de nuestro país, este porcentaje se reduce hasta el 47%.

- A la hora de evaluar el tratamiento de la información científica en los medios de


comunicación, la mayoría de los encuestados en toda la unión europea tienen
una imagen general positiva de cómo se presentan las noticias y la consideran
de confianza en un 65%, objetiva en un 63%, útil en un 60%, variada en un
57% y suficientemente visual en un 57%. Al mismo tiempo también dicen que
es difícil de entender en un 49%, alejada de sus preocupaciones en un 45% y
nada entretenida en un 51%.

- Una gran mayoría de los ciudadanos de la Unión Europea afirman que en la


mayor parte de las ocasiones en las que se abordan cuestiones sobre ciencia
en los medios de comunicación, estos ofrecen distintos puntos de vista acerca
del mismo tema.

- Muchos ciudadanos de la Unión Europea piensan que los medios de


comunicación informan más a menudo sobre investigación externa a la UE
(29%). Un 22% piensa que los medios presentan más a menudo la

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investigación europea, mientras que un 20% considera que se presenta con


más frecuencia la investigación de su país de origen.

- En relación a las prioridades de los ciudadanos de la Unión Europea en cuanto


a las noticias sobre investigación científica, una larga proporción señaló la
facilidad de comprensión (37%), la actualidad de los temas (36%), y la utilidad
de las noticias como factores que consideraban de importancia. La fiabilidad
(29%), la proximidad con respecto a las preocupaciones de los ciudadanos y la
objetividad (ambos en un 20%), se encuentran entre la cuarta y sexta posición
en este respecto.

- Ante la pregunta “Cuando los medios de comunicación presentan una noticia


acerca de la investigación científica, ¿Cuál de los siguientes aspectos le
importan más?”, la respuesta más recurrente fue su fácil comprensión, seguida
de su tema, su utilidad, su fiabilidad, la cercanía a sus preocupaciones, su
objetividad, su variedad de temas, su capacidad de entretener, su atractivo
visual y la hora a la que es emitida la noticia.

Teniendo en cuenta los resultados obtenidos para las preguntas realizadas, se


pueden sacar de modo general las siguientes conclusiones:

- La población de la unión europea está interesada de una forma general en


aspectos relacionados con la divulgación científica.

- Existe una necesidad real de mejorar la forma en la que se trata la información


científica, dado que la mayoría de los europeos piensan que lo realmente
importante de una noticia científica es que sea fácilmente comprensible para el
espectador. Además, la mitad de los encuestados afirman que las noticias
científicas son difíciles de entender.

- Los encuestados no consideran prioritario la capacidad de entretenimiento a la


hora de abordar las noticias científicas ni esperan que estas sean atractivas
para el público.

- La población se divide a la hora de elegir el medio de comunicación preferido


para obtener información, pero la televisión sigue siendo el medio
predominante para los europeos.

3. LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LA DIVULGACIÓN CIENTÍFICA

Echando un rápido vistazo a las encuestas del apartado anterior, podemos decir
sin miedo a equivocarnos que, de una manera más o menos general, la sociedad
europea está implicada en el conocimiento de la realidad científica actual. Otra cosa
bien distinta es, no solamente la facilidad con la que podemos acceder a este

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conocimiento, si no la fiabilidad que nos ofrecen los medios que pueden acercarnos a
él.

A) TELEVISIÓN

Parece claro que la caja tonta, pese al creciente auge de Internet, sigue siendo la
opción mayoritaria a la hora de interesarnos por la investigación científica. La realidad
es que en España, generalmente la televisión no ofrece un tratamiento satisfactorio de
las noticias de este campo. Si obviamos los escasos programas especializados en el
tema -la mayoría en la televisión pública, ya que son escasas las cadenas privadas no
de pago que apuestan por ello-, el tratamiento de la ciencia dentro de los espacios de
información general es más bien escaso. En los telediarios, por ejemplo, los espacios
dedicados a la ciencia son minúsculos y a menudo ininteligibles, dado que en muchas
ocasiones se dedican a transcribir discursos literales de investigadores que la mayoría
de la audiencia no logra desentrañar.

Si aludimos a programas exclusivamente científicos, los nombres apenas se


cuentan con los dedos de una mano. Canales especializados como National
Geographic representan un oasis que aúna didáctica y rigurosidad a partes iguales. En
España sobresale a este respecto como icono de la ciencia televisiva la figura del
incombustible Eduardo Punset. Llegados a este punto conviene aclarar que mi
admiración por Don Eduardo a efectos científicos es total, pero en lo referente a lo
didáctico, no es que nos ponga las cosas precisamente fáciles.

B) INTERNET

La herramienta didáctica que nos han proporcionado las nuevas tecnologías es de


indudable utilidad, pero su uso conlleva una serie de riesgos que debemos tener en
cuenta. En materia de ciencia, existen numerosas páginas que ofrecen información
científica variada, seria y de fácil comprensión. El problema nos llega a la hora de
visitar portales virtuales que no cuentan con un debido sistema de filtrado de la
información. Foros, chats o páginas con aires didácticos de participación popular
constituyen ejemplos claros de ello. De hecho, es cada vez más frecuente en la
práctica docente el encontrarse con trabajos en los que la red supone la fuente
principal de información y cuyo resultado académico resulta poco menos que
desastroso, debido principalmente a la escasa fiabilidad de la web de origen. Internet
es, usado de una manera adecuada, una maravillosa herramienta para acercarnos a la
ciencia, pero no conviene olvidar que es en la mayoría de las ocasiones el propio
usuario el que debe establecer el filtro sobre la información recibida.

C) PRENSA

Los periódicos españoles, es conveniente reconocerlo, cuentan con secciones de


ciencia que recogen de una forma rigurosa novedades relacionadas con la

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investigación científica, pero cabría preguntarse si en la mayoría de ocasiones el trato


de la noticia pudiera resultar incluso demasiado riguroso. Tirando de ejemplos, en un
diario cualquiera de este país podemos leer cosas como “La corriente creada por los
fluidos tisulares circundantes a las células podría ser responsable de infecciones por
virus de la familia Ortomyxoviridae” o “Los resultados, obtenidos en dos cohortes
independientes, indican que los niveles de LPI y la expresión de GPR55 en grasa de
sujetos obesos están incrementados en comparación con los voluntarios delgados”.
Para hacer justicia conviene decir que ambas expresiones se encuentran desubicadas
de su contexto original, pero, teniendo en cuenta que un servidor suele poner a sus
alumnos de ciencias de 17 años tareas de lectura de este tipo de noticias, ¿podemos
decir que éstas contribuyen a un acercamiento de la ciencia al lector español medio
de prensa diaria?

En el primer ejemplo, con un poco de suerte, uno de esos alumnos con


conocimiento científico medio podría sacar en claro que, en un organismo vivo, existe
líquido en la periferia de las células, que la palabra tisular alude a tejido y que la familia
vírica paramyxoviridae se refiere a los virus causantes de las diferentes gripes. En el
segundo caso, si me apuran, no llegará siquiera a leer el párrafo entero.

La ciencia en la prensa escrita está orientada a niveles demasiado elevados.


Transcripciones literales de expresiones del investigador o términos que se dan
erróneamente por sabidos por el lector son sólo algunos factores que pueden propiciar
que este tipo de noticias acaben siendo objeto de interés de una abrumadora minoría.
Conviene recordar que, según el eurobarómetro desgranado en este mismo artículo,
más de la mitad de los ciudadanos de la UE encuestados afirman que las noticias
científicas son difíciles de entender. Leyendo este tipo de ejemplos, no se hace difícil
comprender por qué.

D) PUBLICIDAD

El uso de conceptos científicos en el campo de la publicidad se ha convertido en la


actualidad en una práctica tan común como desafortunada. La asociación de la
utilización de ciertos productos a dudosas consecuencias positivas para el usuario
supone la base de una corriente pseudocientífica que avanza imparable en nuestra
sociedad. Así, es bastante común escuchar al alumnado ciertas charlas de recreo
comparando las bondades en materia de salud de “mi fermento líquido de yogurt
enriquecido con bífidus activo” frente al tradicional pero poco sofisticado “bocata de
chorizo de Fulanito”.

La invasión de L.cassei inmunitas, detergentes tensoactivos, geles con cápsulas


de microzinc-piritione o estudios científicos de universidades que ni su mismo rector
conoce no tiene por qué ser negativa desde la posición del consumidor, pero, ¿saben
qué?.Personalmente, no puedo evitar tener la impresión de que alguien me observa
riéndose de mí mientras se entretiene contando su dinero. El caso es que, para mi
sorpresa, hasta en este campo podemos encontrar aspectos positivos para la
divulgación científica. Como muestra un botón:

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Hace unos años se emitía por televisión un spot publicitario de una determinada
marca de agua mineral. El anuncio en cuestión nos hablaba de las bondades del agua
en la eliminación de residuos del organismo, y consistía básicamente en el plano fijo
de un vaso de cristal lleno en un tercio de su capacidad con agua recubierta con una
película de un residuo aceitoso. Un brazo irrumpía en la secuencia vertiendo poco a
poco agua en el vaso y, a medida que éste se llenaba, la película aceitosa iba
ascendiendo al compás el nivel del agua hasta que el líquido se desbordaba
expulsando el residuo del recipiente.

Una analogía rigurosa y eficaz, sin artificios. Realmente no se necesita mucho más
para transmitir un concepto con claridad; tanto que, año tras año, lo uso como ejemplo
para mis alumnos. Sin más ni más, quince segundos de ciencia pura.

4. CONCLUSIÓN

Me encantaría hacerlo, pero no puedo. Disfrutaría argumentando, como conclusión


magistral del artículo, que la comunidad científica mundial y la española en particular
consiguen establecer un vínculo íntimo e irrompible con la sociedad actual, que el
lenguaje de la ciencia es asimilado por todos los ciudadanos fácil y naturalmente y que
el interés general por el avance científico va a más por lo accesible de sus contenidos
y la sencillez empleada a la hora de darlos a conocer. La realidad, desgraciadamente,
sugiere todo lo contrario.

El eurobarómetro citado en este artículo nos dice que un 31% de los ciudadanos
de la Unión Europea afirma que las noticias que más le interesan son las relacionadas
con la investigación científica. No es mi intención desacreditar una fuente de
información tan respetada, pero hablando en plata, yo eso no me lo creo; al menos en
mi particular microcosmos de 20 personas, no. Quizás pueda argumentarse que este
dato cuenta con escaso valor estadístico debido al reducido número de individuos del
muestreo, pero sospecho que si ampliamos el rango hasta llegar al total de habitantes
de mi ciudad, tampoco alcanzaríamos ese más que optimista treinta y uno por ciento.

En general, los españoles no estamos interesados por la ciencia. Nos encanta, en


cambio, proclamar a los cuatro vientos que sí lo estamos y declararnos fieles
seguidores de los documentales de la 2, cuando la realidad de las audiencias nos dice
que los programas del corazón y el fútbol siguen, nunca mejor dicho, ganando por
goleada. En estos tiempos de crisis, los primeros recortes económicos fueron dirigidos
a la investigación. Nuestros científicos, punteros a nivel mundial, carecen de recursos
para sus proyectos y no les queda otra que emigrar para gloria de otros países que los
acogen con los brazos abiertos. No le damos importancia a la investigación científica,
y en lugar de maquillar esta verdad con datos y encuestas que no se sostienen, cabría
empezar a preguntarse por qué.

Todos podemos y debemos contribuir. Como profesor de biología, me señalo como


el primero de los culpables; así que hago acto de contricción y, como muestra, ahí va

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mi granito de arena: en lugar de decir “padezco un proceso severo de infección por


Ortomyxoviridae con febrículas asociadas”, diré que “tengo un señor gripazo”. A estas
alturas, no creo que se me vayan a caer los anillos.

BIBLIOGRAFÍA

- Eurobarómetro número 282; “La investigación científica en los medios de


comunicación” ; Diciembre de 2007
- www.noticias.lainformacion.com
- www.eoropapress.es

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