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IDEAL DEL YO (Dicc.

Laplanche – Pontalis)

Término utilizado por Freud en su segunda teoría del aparato psíquico: instancia de la
personalidad que resulta de la convergencia del narcisismo (idealización del yo) y de las
identificaciones con los padres, con sus substitutos y con los ideales colectivos. Como instancia
diferenciada, el ideal del yo constituye un modelo al que el sujeto intenta adecuarse.

En Freud resulta difícil delimitar un sentido unívoco del término «ideal del yo». Las variaciones de este concepto
obedecen a que se halla íntimamente ligado a la elaboración progresiva de la noción de superyó y, de un modo más general,
de la segunda teoría del aparato psíquico.
Así, en El yo y el Ello (1923) se tratan como sinónimos ideal del yo y superyó, mientras que en otros trabajos la función del
ideal se atribuye a una instancia diferenciada o, por lo menos, a una subestructura particular existente dentro del superyó.
En la Introducción al narcisismo (1914) aparece el término «ideal del yo» para designar una formación intrapsíquica
relativamente autónoma que sirve de referencia al yo para apreciar sus realizaciones efectivas. Su origen es principalmente
narcisista: «Lo que [el hombre] proyecta ante sí como su ideal es el substitutivo del narcisismo perdido de su infancia; en
aquel entonces él mismo era su propio ideal».
Este estado narcisista, que Freud compara a un verdadero delirio de grandezas, es abandonado, especialmente a
causa de la crítica que los padres ejercen acerca del niño. Se observará que ésta, interiorizada en forma de una instancia
psíquica particular, instancia de censura y de autoobservación, se distingue, a lo largo de todo el texto, del ideal del yo: ella «
[...] observa sin cesar al yo actual y lo compara con el ideal».
En Psicología de las masas y análisis del yo (1921) se sitúa en primer plano la función del ideal del yo.
Freud ve en él una formación claramente diferenciada del yo, que permite explicar en especial la fascinación amorosa, la
dependencia frente al hipnotizador y la sumisión al líder: casos todos en los que una persona ajena es colocada por el sujeto
en el lugar de su ideal del yo.
Este proceso se encuentra en el origen de la constitución del grupo humano. La eficacia del ideal colectivo proviene
de la convergencia de los «ideal del yo» individuales: « [...] cierto número de individuos han colocado un mismo objeto en el
lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo» (2 a); y a la inversa, aquéllos son los
depositarios, en virtud de identificaciones con los padres, educadores, etc., de cierto número de ideales colectivos: «Cada
individuo forma parte de varios grupos, se halla ligado desde varios lados por identificación y ha construido su ideal del yo
según los modelos más diversos» (2 b).
En El yo y el ello, donde figura por vez primera el término «superyó», éste se considera como sinónimo de ideal del
yo; se trata de una sola instancia, que se forma por identificación con los padres correlativa- mente con la declinación del
Edipo y que reúne las funciones de prohibición y de ideal. «Las relaciones [del superyó] con el yo no se limitan únicamente a
este precepto: "tú debes ser así" [como el padre]; incluyen también esta prohibición: "tú no tienes derecho a ser así" [como
el padre], es decir, a hacer todo lo que él hace; muchas cosas le están reservadas».
En las Nuevas lecciones de introducción al psicoanálisis (1932), se efectúa una nueva distinción: el superyó aparece
como una estructura global que: implica tres funciones: «autoobservación, conciencia moral y función de ideal». La distinción
entre es tas dos últimas funciones queda especialmente ilustrada en las diferencias que Freud intenta establecer entre
sentimiento de culpabilidad y sentimiento de inferioridad. Estos dos sentimientos son el resultado de una tensión entre el yo
y el superyó, pero el primero guarda relación con la conciencia moral, y el segundo con el ideal del yo, en tanto que es amado
más que temido.

La literatura psicoanalítica atestigua que el término «superyó» no ha desplazado al de ideal del yo. La mayoría de los
autores no los confunden.
Existe un relativo acuerdo en cuanto a lo que se designa por «ideal del yo»; en cambio, las concepciones difieren en
cuanto a su relación con el superyó y la conciencia moral. El problema se complica aún más por el hecho de que los autores
llaman superyó, como Freud en las Nuevas lecciones, tanto a una estructura de conjunto que comprende diversas
subestructuras, como más específicamente a la «voz de la conciencia» en su función prohibitiva.
Así, por ejemplo, para Nunberg, el ideal del yo y la instancia prohibitiva se hallan claramente separados. Los
distingue en cuanto a las motivaciones que inducen en el yo: «Mientras el yo obedece al superyó por miedo al castigo, se
somete al ideal del yo por amor» (5); y también en cuanto a su origen (el ideal del yo se formaría principalmente sobre la
imagen de los objetos amados, y el superyó sobre la de los personajes temidos).
Aunque tal distinción parece bien fundada desde un punto de vista descriptivo, resulta difícil de mantener en forma
rigurosa desde el punto de vista metapsicológico. Muchos autores, siguiendo la indicación dada por Freud en El yo y el ello
(texto citado más arriba), subrayan la imbricación de los dos aspectos del ideal y de la prohibición. Así, D. Lagache habla de
un sistema supery6-ideal del yo, en cuyo interior establece una relación estructural: « [...] el superyó corresponde a la
autoridad, y el ideal del yo a la manera en que el sujeto debe comportarse para responder a lo que espera la autoridad».

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