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¡Ey soy Jesús “aprende de mí que soy manso y humilde de

corazón”! (Mt 11,29)


La misericordia es la cosa más bella que un hombre puede ofrecer a otro. ¡Cuánto más
cuando esta actitud proviene de un servidor de Dios! El tiempo en el seminario es un
tiempo esencialmente de prueba, cada dificultad, reto y tristeza debe servir de lección para
que un día el sacerdote se identifique con la miseria de los demás, en la memoria del
seminarista quedará para siempre el abrazo misericordioso que Dios le dio en esta situación
difícil, este es el abrazo que el sacerdote tendrá que ofrecer al mundo.
Pues si tanto hemos recibido ¿por qué no damos un poco en nuestros actos?, aunque sean
pequeños, por ejemplo, tener caridad con el otro, sin importar cuál sea tu posición o curso,
solo basta tener a Dios presente, y como si fuera poco utilizamos la expresión “tal persona
dijo”; no escribo para hacer un párrafo en contra, lo hago para recordar que el cristianismo
inicia amando y termina amando, al final te preguntarán ¿cuánto has amado?; (Más que en
“dar”, la caridad está en “comprender”-busca una excusa para tu prójimo –las hay
siempre-,si tienes el deber de juzgar.)
La vida en nuestro seminario suele volverse fría y perdemos de vista lo verdaderamente
autentico, el Señor, que siempre está, no dice nada, solo ama, que si caes te levanta
Basta con que hagamos lo mismo que él hace sin perder de vista que eso que hacemos con
el otro ya el señor lo ha hecho en nuestra vida y como si fuera poco lo ha hecho con amor
has lo mismo “no pensemos que valdrá de algo nuestra virtud de santos, si no va unidad a
las corrientes virtudes del cristiano” y aunque lo escuchamos, pero no lo vivimos si quieres
ser primero sed humilde y vuélvete el último de los demás.
En la carta de Diogneto en el tomo II de la liturgia de las horas habla de los cristianos en el
mundo, estos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. Nosotros somos parte de esa
porción y no cualquiera, somos la porción que muestra lo que estamos llamado a vivir en el
cristianismo la plenitud del amor siendo luz para el mundo, pero tristemente somos tiniebla
para nosotros mismo pero lo verdaderamente importante es saber que el Señor nos dice “Yo
estoy con vosotros” y aunque el combate sea serio el Señor nos dirá mi gracia te basta, eso
nos debe animar.
Orad los unos por lo otros. - ¿Qué aquel flaquea? - ¿Qué el otro? Seguid orando, sin perder
la paz. - ¿Qué se van? ¿que se pierden?¡el señor nos tiene contado desde la eternidad ¡
El seminario es un don, nuestra vida es don, basta con que lo descubras y no hay mejor
manera que con los hermanos, con cristo en tu regula, con cristo en tú curso, y finalmente
en tu grupo, todos somos iguales, por ahí empezamos amar, solo eso basta, amar.
Solo si nos sentimos parte de Cristo y del Reino caminaremos bien durante los años del
seminario. Y para captar ese todo es necesario levantar la mirada, dejar de pensar que yo
soy toda mi vida.

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