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COMPETENCIAS ÉTICAS Y JURIDICAS DEL EGRESADO DE DERECHO

En el presente escrito, se analiza de manera somera, las competencias


éticas y jurídicas del egresado de derecho.

Por lo tanto, es importante hacer una revisión del concepto de


competencias.

Para Le Boterf (1998), las competencias son “una construcción a partir de


una combinación de recursos (conocimientos, saber hacer, cualidades o aptitudes,
y recursos del ambiente (relaciones, documentos, informaciones y otros) que son
movilizados para lograr un desempeño”.

Según Esteba & Menjivar (2011), los planteamientos que toman como
referencia el constructo de competencias tiene en común algunos rasgos:

1) reacciona frente a aprendizajes academicistas y


pretenden consolidar lo que se aprende dándole algún tipo de
racionalidad; 2) tiene una orientación de enfoque utilitarista de la
enseñanza, lo cual es representado en las experiencias de
formación profesional, en las que el dominio de determinadas
destrezas, habilidades o competencias es la condición primordial
de la formación; y 3) estima que la funcionalidad es la meta de toda
educación, refiriéndose a que lo aprendido puede ser empleado
como recurso o capacitación adquirida en el desempeño de
cualquier acción humana, no solo de carácter manual, sino también
en las conductuales (…),intelectuales (…), de comunicación y de
relación con los demás (…) p. 24.
La competencia también puede ser entendida como una actuación idónea
que emerge de una tarea concreta, en un contexto con sentido (Bogoya, 2000),
por lo tanto, exige del individuo la suficiente apropiación de un conocimiento para
la resolución de problemas con diversas soluciones y de manera pertinente.

La UNESCO (2002), en el foro mundial sobre “garantía de la calidad,


reconocimiento y convalidación de diplomas de educación superior” declara que
para promover la cooperación internacional en educación superior la comunidad
académica debe atender la necesidad de definir los principios de pertinencia, ética
y respeto que hace el mundo empresarial. Desde la generación de estas normas
que regulan la convalidación de títulos profesionales se inicia el discurso de las
competencias en la educación superior; garantizando que las titulaciones estén
actualizadas y que respondan a los problemas actuales y se garantice la
prestación de una educación superior transfronteriza.

Según el tratadista de las competencias, Tobón (2006), la formación


basada en competencias es el nuevo enfoque para la educación en sus diversos
niveles (primaria, secundaria, técnica, superior), debido a que posibilita una serie
de cambios y transformaciones que vienen siendo demandadas por la sociedad,
los estudiantes y los mismos docentes. Es así, como el enfoque de competencias
viene construyendo una serie de principios conceptuales y herramientas para
pasar del énfasis en la transmisión de la información al aseguramiento de saberes
esenciales, no solo en lo cognoscitivo, sino también en el ser y el hacer, que les
permita a los estudiantes desempeñarse con pertinencia y pertenencia ante las
actividades y problemas propios de los diferentes contextos (sociales,
disciplinares, investigativos, profesionales, ambientales, políticos, económicos y
laborales).

Según, Morales (2007), la determinación de las competencias para cada


una de las carreras universitarias, se realiza a través de consultas sistemáticas a
los diferentes actores sociales relacionados con el proceso educativo. De esta
forma, grupos de académicos, graduados, estudiantes, empleadores y sociedad
civil en general, aportan con sus criterios para la definición de las competencias
que deben tener los profesionales que se titulan en las universidades. Las
competencias de quienes se gradúan en las facultades de Derecho, deben
determinarse a través del proceso mencionado. Es probable que el perfil
profesional de los abogados exija un claro conocimiento y sensibilidad frente a los
verdaderos objetivos del Derecho, que tienen que ver con la búsqueda
permanente de la justicia y el bien común; así como adecuados conocimientos
sobre las estructuras jurídicas que organizan y determinan las formas de vida del
País y del mundo. Además, es probable, que abogados y juristas deban ser
profesionales con una alta formación social y humanista, considerando que su
labor afecta los destinos de personas individuales y por ende el destino de las
colectividades. La Ética que se constituye en una competencia básica en todas
las profesiones, adquiere características de exigencia ineludible en el jurista, pues
los valores y el deber ser moral son los fundamentos esenciales de todo
ordenamiento jurídico.

La Ética nace con la Filosofía y es una disciplina “normativa basada en la


razón; se encarga de estudiar los actos humanos, en el sentido de discriminar qué
actos son buenos y cuáles no” (Marlasca, 1997). Por lo tanto, su propósito “es el
examen y la explicación de los actos humanos: la conducta, las actitudes y otras
manifestaciones del hombre ante los acontecimientos del diario vivir” (Barquero,
2001)

El término ética proviene de la palabra griega ethos, que originariamente


significaba “morada”, “lugar donde se vive”. Dicho concepto terminó por señalar el
“carácter” o el “modo de ser” peculiar y adquirido de alguien. En ese sentido, se
puede afirmar que:

La ética tiene una íntima relación con la moral, tanto que


incluso [ambos ámbitos] se confunden con [bastante] frecuencia, la
moral es aquel conjunto de valores, principios, normas de
conducta, prohibiciones, etc. de un colectivo que forma un sistema
coherente dentro de una determinada época histórica y que sirve
como modelo ideal de buena conducta, socialmente aceptada y
establecida. (Ramírez, 2007).

Los códigos de ética cumplen la función de promover en los gremios


profesionales la reflexión cotidiana sobre su quehacer, sobre los dilemas éticos
que experimentan para autoimponerse las directrices que consideren coherentes
con los valores éticos, los derechos fundamentales y principios constitucionales,
así como la sana convivencia social.

Teniendo en cuenta los anteriores conceptos, el desarrollo de


competencias, abarca un desarrollo integral de la persona, con una formación
completa tanto en lo académico como en la manera en que se debe desenvolver
en al ámbito profesional, es decir, con ética y responsabilidad social del ejercicio
profesional.

Es importante tener en cuenta, el principio de responsabilidad, que sustenta


al principio de autonomía debido a su doble dimensión: una dimensión personal,
como ser individual y una dimensión social, como ser con vocación comunitaria.
Frankel (1989) recuerda que la dimensión moral de una profesión pertenece al
colectivo y el excesivo énfasis en lo individual no puede hacer olvidar la
importancia de la estructura social que mantiene al individuo consciente de su
comportamiento, propicia una correcta transmisión de las normas y establece una
correcta relación con los usuarios. La profesión, como grupo, cobra fuerza,
visibilidad, estabilidad, duración en el tiempo, y responsabilidad moral colectiva de
forma independiente a la postura ética de cada uno de sus miembros, ya que la
responsabilidad ética de una profesión está cualificada por los valores y deberes
de la profesión.
A los principios de autonomía y responsabilidad se debe añadir el concepto
de conciencia profesional como característica de la dimensión ética de la
profesión.

La capacidad profesional: apunta hacia la preparación intelectual, las


destrezas y aptitudes (bagaje de conocimiento, habilidades y actitudes), la ética
(los valores y principios) y la física (salud y condiciones necesarias para el
ejercicio de una profesión). Es decir, es el desarrollo de las competencias para el
ejercicio profesional.

Son cualidades que la persona profesional debe tener, las cuales se


potencian, desarrollan y cultivan a lo largo del proceso de la formación académica
y continúan perfeccionándose en el ejercicio profesional.

El CNA determina que un programa de alta calidad se reconoce a través del


desempeño laboral de sus egresados y del impacto que éstos tienen en el
proyecto académico y en los procesos de desarrollo social, cultural y económico
en sus respectivos entornos. De igual manera aprecia si los egresados del
programa son reconocidos por la calidad de la formación recibida y se destacan
por su desempeño en la disciplina, profesión, ocupación u oficio correspondiente.

La Educación Superior es un proceso permanente que posibilita el


desarrollo de las potencialidades del ser humano de una manera integral y tiene
por objeto el pleno desarrollo de los discentes y su formación profesional.
Una de las herramientas que contribuye a la formación integral es el
currículo, el cual se define por el Ministerio de Educación Nacional como el
conjunto de criterios, planes de estudio, programas, metodologías, y procesos que
contribuyen a la formación integral y a la construcción de la identidad cultural
nacional, regional y local, incluyendo también los recursos humanos, académicos
y físicos para poner en práctica las políticas y llevar a cabo el proyecto educativo
institucional. En el mismo orden de ideas, es importante tener en cuenta la
autonomía universitaria, que les permite a las universidades desarrollar su
actividad educativa, al respecto la Sentencia T-153/13, Magistrado Ponente: Alexei
Julio Estrada precisa lo siguiente:

El principio de autonomía universitaria es un atributo que les


permite a las instituciones de educación superior autorregularse
filosófica y de autodeterminarse administrativamente, es por ello
que cada una de estas instituciones educativas tienen la potestad
de expedir sus propias reglas internas (estatutos).

El artículo 69 de la Constitución Política y el artículo 28 de la


Ley 30 de 1992 regulan este principio como la capacidad que
tienen las entidades de educación superior para darse sus propias
directivas y regirse por sus propios reglamentos.

Por otra parte, la Corte Constitucional ha determinado que el


alcance de la autonomía universitaria se origina a partir de dos
grandes vertientes: (i) desde la autorregulación filosófica y (ii)
desde la autodeterminación administrativa; La primera de ellas
se desarrolla dentro del marco de libertad de pensamiento y
pluralismo ideológico previamente adoptado por la institución para
transmitir el conocimiento, y la segunda desde un enfoque que se
dirige a la organización interna del centro de educación superior. 1

Acorde a la citada sentencia, y teniendo en cuenta el objetivo del presente


escrito respecto al profesional de derecho egresado de la Universidad Libre,
institución reconocida por su amplia trayectoria en la formación de profesionales
de derecho con un alto perfil, es decir, profesionales del derecho, de reconocida
calidad, con sentido de la ética y con una proyección social positiva al servicio de
la comunidad en general, lo que deja en alto el buen nombre del alma mater.
1
Corte Constitucional, Sentencias C-220 de 1997, T-310 de 1999, T-826 de 2003, C-1435 de 2000,
entre otras.
Teniendo en cuenta la Ley 1123 de 2007, artículo 28 sobre los deberes del
abogado, las competencias que desarrolla el egresado unilibrista, acorde a su
función social,

Entre las competencias éticas y jurídicas que debe desarrollar el profesional


del derecho, es la comprensión de las problemáticas jurídicas sociales más
actuales y de reciente aparición, que plantean nuevos problemas al ordenamiento
jurídico, dados los constantes cambios sociales, y las demandas de la
globalización, en sus diferentes matices.

El adquirir y saber manejar las diferentes técnicas especializadas de


utilización de los instrumentos jurídicos necesarios para la resolución de los
complejos supuestos teóricos y prácticos planteados, acordes a la situación.

El saber resolver problemas jurídicos complejos conforme a criterios


jurídicos y deontológicos, basándose en el respeto de los valores democráticos, de
los principios constitucionales, en el respeto de la constitución y las leyes, las
cuales debe acatar, dentro de su desempeño profesional, es decir, actuar siempre
a la altura de las circunstancias, con responsabilidad social, dadas las
connotaciones del derecho como ciencia social.

El saber y ser consciente de la dimensión ética de las profesiones jurídicas


y de la responsabilidad social del graduado en derecho, y actuar
consecuentemente, acorde a lo esperado del profesional del derecho, en defensa
y respeto a la ley.

Teniendo en cuenta, la constitución y las leyes, un profesional


comprometido con los Derechos Humanos, y con el Estado social de Derecho, es
decir, la prevalencia de los derechos, como primacía del ser humano, inalienables.
La capacidad de trabajar en equipos interdisciplinarios como experto en
Derecho contribuyendo de manera efectiva a sus tareas.

El profesional de derecho debe mantener incólume su integridad moral,


cualquiera que fuere el campo de su actuación en el ejercicio profesional.
Conforme a esto, se espera de él, rectitud, probidad, honestidad, dignidad y
sinceridad, en cualquier circunstancia.

A manera de conclusión, el profesional del derecho, tiene un campo de


acción amplio, lo que le permite un conocimiento de las diferentes problemáticas
sociales, y por ende actuar de manera eficiente, oportuna, de manera que su
producto final, este acorde a la Constitución y las leyes.

La ética profesional, está basada en todos aquellos valores que son


necesarios para cumplir un buen desarrollo del profesional del derecho, en los
cuales la universidad Libre, hace énfasis en todo momento, lo cual se ve reflejado
en el desempeño profesional de sus egresados, es decir, son profesionales
idóneos, con altas competencias laborales, que actúan bajo la ética profesional.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Barquero, Alfredo. (2001) “Ética Profesional”. Editorial Universidad
Estatal a Distancia. EUNED. San José.

Bogoya, D. (2000). Hacia una cultura de la evaluación para el siglo XXI.


Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

Corte Constitucional, Sentencia T-153 de 2013. Magistrado Ponente: Alexei


Julio Estrada.

Esteban, R. & Menjívar, S. (2011). Una mirada internacional a las


competencias docentes universitarias. Ediciones: Octaedro. Barcelona.

Frankel, M. (1989) Professional codes: why, how, and with what


impact?.Journal of Business Ethics.

Le Boterf, G. (2001). Ingeniería de las competencias. Barcelona: Ed.


Gestión 2000.

Marlasca, A. (1997) Introducción a la Ética. San José: Editorial


Universidad Estatal a Distancia. EUNED. San José.

Morales, J. (2007) La Educación por Competencias. Disponible en:


http://www.uazuay.edu.ec/tuningderecho/ articulos.htm, acceso en abril de 2007.

Ramírez, J. (2007) La ética parlamentaria. Expediente Parlamentario, 13, 1-


180. Extraído el 13 Mayo, 2009, de www3. diputados.gob.mx/camara/.../file/
Etica_parlamentaria.pdf

República de Colombia. Constitución Política de Colombia.

República de Colombia. Ley 30 de 1992.

República de Colombia. Ley 1123 de 2007.

Tobón, Sergio. (2006) El Enfoque de las Competencias en el Marco de la


Educación Superior. Módulo Uno. CIFE. Madrid.

UNESCO. (2002) La educación superior y los desafíos mundiales.

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