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E. H, Carr 2QUE ES 10g, La HISTORIA? ot 2x Oifusion walt S Conferencias “George Macaulay Trevelyan” ’ 1 dictadas en a Universidad de Cambridge la iso no mata en enero-marzo de 1961 — oo ae al libra, = DD, elmercada st. & My yas EDITORIAL ARIEL, S. A. BARCELONA “Tivo origins What is bistery ‘Traduccion de Josquis Roxene Maun Disco coleciin: Hans Romberg 121 edistém: noviembre 1981 (Edkoral Sei Barca, 8. A.) Brbmers Stiri CColectin Ariel: septiemire 1983 ‘Segunda edicins octubre 1984 © 19618 E, H, Gate, Londres cexelusivos de edsisn en castellano ‘reservados para todo el mundo Y proploded dela treduectin 01548 y 1984: Edicoral Ariel, S.A. raga, 270 ~ C8008 Bareelons Derech ISHN: #6-346-1001- Depéiito legals Tmpreso en Expaia 3408 - 1984 inpuss parte de eta publendin,iclide of hee dela cabins, ecb alomenestl ccm ex reer slg ©! pee wing ol, Jo ms dicticn, quimic, mecinin, Spica, de gravacia de fomenpa, 5 perma pov dedi. Me maravillo a menudo de que resul- te tan pesada, porque gran parte de ella debe de ser pura invencién.» Catherine Morland, luablando de Ia Historia, (Gann Austen, Northanger Abbey, cap.x1V) 1 EL sISTORIADOR Y Los HECHOS Qué es Ia historia? Para precaverme contra quien encuentre superflua o falta de sentido la pregunta, voy a partir de textos relacionados respectivamente con Ja primere y la segunda encarnaciones de la Cam- bridge Modern History. He aqui a Acton, en su i forme a los sindicos de Ia Cambridge University Press acerea de In obra que se habia, comprometido @ dirigir: ‘ Es ésta una oportunidad sin precedente de reunir, en ta forma més stil para los més, el acer- vo de conocimiento que el siglo xix mos esta le gando. Mediante una inteligente divisién del tra- bajo serfamos capaces de hacerlo y de poner al aleance de cualquiera el timo documento y las conclusiones mas elaboradas de Ia investigacion, internacional. ‘No podemos, en esta generaciém, formular una historia dafinitiva; pero af podemoe eliminar La istoria convencional, y mostrar a qué punto he- mos legado en el trayecto que va de ésta a aqué- lla, ahora que toda Is informacién es aseauible, y que todo preblema es susceptible de sofuci¢n (1). (Ihe Cambridge Matern Historye Ite Origin, Autharshle mad Production (190), pgs, 102 Y trancurridos casi exactamente sesenta afios, ei profesor Sir George Clark, en su intraduccién gene- ral a la segunda Cambridge Modern History, comen- taba aquel convencimiento de Acton y sus colebora- dores de que Iegaria el dia en que fuese posible pre- sentar una «historia definitivas, en los siguientes tér- minos: Los historiadores de una gencraciéa posterior hho esperan cosa temejante. De su trabajo, esperan que sea superado una y otra ver. Consideran que el conocimiento del pasado ha legado a nosotros por mediaciéa de una o mas'mentes humanes, ha sido eelaborado» por ésias, y qui no puede, por tanto, consistir en Stomos elementales ¢ imperso- nales que nada puede alterar... La exploracién no parece tener limites y hay investigadores impa- cientes que se refugiau en el escepticismo, o cuan- do menos en Ia doetrina de que, puesto que todo jnicio histérico implica personas y puntos de vie- ta, todos son igual da vélidos y no hay verdad hist6rica «objetivas (2). ‘Cuando los maestros se contradicen de modo tan fla- grante, es Iicito intentar averiguar qué sucede. Espero hallarme 10 bastante al dia como para darme cuenta de que algo escrito en la ttima década éel siglo pasado tiene que ser un disparate, Pero no estoy lo suficientemente adelantado como para compartir 1a opinién de que cualquier cosa escrita en estos alti. mos diez afios forzosamente tiene que ser verdad. Sin duda habrén pensado ustedes ya que esta in (2 The New Combridge Modern itistory, | (959, ps XXIVXXY, 10 vestigacion puede parar en algo que rebase los limi tes de la naturaleza de la historia. El desacuerdo entre Acton y Sir George Clark refleja el cambio su- frido por mmestra concepeién de conjunto de Ia socie- dad en el intervalo entre ambas afirmaciones. Acton es un exponents de la fe positiva, de Is clarividente confianza propia en uno mismo, que caracteriza In ‘iltima fase de In época victoriana; Sir Georgs Clark refleja la perplejidad y el escepticismo conturbado de Ja generacién «rebelde>, Cuando tratamos de contes: tar a Ia pregunta ¢Qué es la Historia?, nuestra res- puesta, consciente o inconseientemente, refleja nues tra posicién en el tiempo, y forma parle de nuestra respuesta a la pregunta, mas amplla, de qué idea he mos de formarnes de Ja sociedad en que vivimos. No temo que parezea trivial, visto més de cerca, el tema escogido. Sélo me asusta parecer pretencioso por haber planteado problema tan amplio e importante. El siglo x1 fue una gran épora para los hechos. Lo que yo quiero —dice Mr. Gradgrind.en Tiempos dificites—, son Hechos... Lo nico que se necesita en la vida son Hechos En coajunto, los historiadores decimonsnicos estaban de acuerdo con ¢l. Cuando Ranke, en el cuarte decenio del siglo, apuntaha, en legitima protesta contra Ia historia moralizadora, que la taren del historindor era «sélo mostrar lo que real- mente acontecié (wie es eigentlich gewesen)», este no muy profundo aforismo tuva un éxito asombroso. ‘Tres generaciones de historiadores alemanes, britank- cos € incluso franceses, se lanzaron al combate ento- nando Ja formula magica «Wie es eigentlich geweses iu a modo de conjuro, encaminada, como casi todos los conjuros, a ahorrarles Ia cansada obligacién de pensar por su cuenta. Los positivistas, ansiosos por consolidar su defensa de la historia como ciencia, ‘contribuyeron con el peso de su influjo a este culto de Jos hechos. Primero averiguad los hechos, ios positivistas; luego deducid dello jones. En Gran Brotafia, esta visién de Ja historia encajé perfectamente con la tradicién empirica, ten- dencia dominante’ée la filosofia briténica de Locke a Bertrand Russell. La teorfa empirica del conocimien- toppresuponc una fotal separaclén entre el sujeto el objeta. Los hechos, lo tmismo que las impresiones = scxlsies inchien enc! dtwervatan ceads el exterior, y. son indépendientes de sa consiencia. El proceso re cepilve es paslvo; tas haber recibide los datos, se os maneja, El Ozford Shorter English Dioti Lit pero tendensions obra de Ta asc Timita claramente ambos procesos cuanda define el hhecho como dato de Ja experiencia, distinto de las conchusioness. A esio puede llamérsele concepcién ¢ sentido comin de Ja historia. La historia consiste en tun cuerpo de echos verificados. Los hechos los en- cuentra’el historiador en les. documentos, ex lee ins: cripciones, etcétera, lo mismo que los pescacos sobre el mostrador de una pescaderfa, El historlador los retin, sc los leva a casa, donde los guisa y los sirve como a él mis le apetece. Acton, de ausieras aficio- nes culinarias, los preferfa con un condimento sen- cillo. En su carta de instructiones a los colaboradores dela primera Cambridge Modern History, formulaba el requisito dé que «nuestro Waterleo debe ser satis- factorio para franceses e ingleses, alemanes y holan- deses por igual: que nadie pueda decir, sin antes exa- 2 minar Ie lista de los autores, dénde dejé In pluma el Obispo de Oxford, y dénde la tomaron Fairbairn o Gasquet, dénde Liebermann o Harrison» (3). Hasta el propio Sir George Clark, no obstante su desacuerdo con el enfoque de Acton, contrapania «el sélido mii cleo de los bechos» en lo historia, a «le pulpa de Ina interpretaciones controvertibles que lo radea» (4), olvidando acaso que en la fruia da més satisfaccién Ja pulpa que el duro hueso. Cerciérense primero de Jos datos, y Iuego podrén aventurarse por su cuenta y riesgo en las arenas movedizas de Ta interpretaclén: tal eg Ia iltima palabra de la escuela histérica empi- rica del sentido comin. Ello recuerda el dicho fa- vorito del gran periodista lberal C. P, Scott: «Los. hechos son segrados, la opinién libres. Pero esté claro que asf no se Mega ninguna par- te, No voy a embarcarme en una disquisicién filosé- fica acerca de la naturaleza de nuestro conocimiento del pasado. Supongamos, a efectos de Is discusién presente, que el hecho de que César pasara el Rubi- cén y el hecho de que haya una mesa en el centro de esta sala son datos de igual orden, o de orden pareck do, y que ambos datos penetran en nuestra conciencia de modo igual o parecido, y que ambos tienen ade- mis el mismo carécter objetivo en relacién con 1a persona que los conoce. Pero aun en el caso de esta suporicién atrevida y no del todo plausible, nuestro razonamiento topa con el obstdculo de que no todos los datos acerca del pasado son hechos histéricos, ni son tratados como tales por el historiadar. Qué cri- terio Jos_hechos histéricos de otros datos acerca del pasado? (3) Aer, Lecturer on Meders History (900, Se (8) Gints See Eicener, Tp de Junio, 152 rags 972 B Qué es un hecho histérico? Es ésta una cuestién crucial ela que hemos de fijarnos algo mas atenta- mente. Segin el punto de visia del sentido comin, cexisten hechos bisicos que son Jos mismos para to: dos los historiadores y que constituyen, por as{ de- cirlo, Ia espina dors el hecho, pon games por caso, de que la batalla de Hastings 3¢ Ii ‘brara en 1066, Mas esta opinién sugiere dos observa ciones. La primera, que no son datos como éste los que interesan fundamentalmente al historiador. Sin duda es importante saber que Ia gran batalla tuvo lugar en 1066 y no en 1065 6 1067, 0 que se Worara en Hastings, en vez de en Eastbourne o Brighton, El hhistoriador tiene que saber estas cosas con exactitud. Pero, cuando se suscitan problemas como éste, re euerdo siempre aquella obscrvacién de Housman: sla precisién os un deber, no una virtud» (5). Elogiar iStoriador por la precisién de sus datos es como encomiar 2 un arquitesto por utilizar, en su edi- ficio, vigas debidamente preparadas o cemento bien mezclado. Ello es condicién necesaria de su obra, pero no su funcién esencial, Precisamente en cuestio- nes de éstas se reconoce al historindor el derecho a fundarse ening que se han Tamads_«c lisres» de Ja historia; Ja arqueologia, Ia epigral in numismation, la eronolog(a, ete. No se espera dol historindor que domine Jas técnicas especiales mer- ced a las cuales el perito sebri determinar el origen y ¢l perfodo de un frogmento de ceriimica o de mér- mol, o descifrar una inscripeién oscura, o Mevar a cabo los complejos célculos astronémicos necesarios para fijar una fecha precisa, Los Mamados datos bi sa) Mh Mem Atronomon: Liber Primus (26, 150, sek 4 sicos, que son los mismos para todes los historiado- yes, més bien suslen pertenecer_a [3 categoria de materias primas_del_historiader que a la historia misma, La segunda cbservacién que hemos de hacer es que la necesidad de fijar estos datos bisicos no se apoya en ninguna cualidad de los hechos mismos, sino en una decisién que formula el bistoriador priori. A pesar de la sentencia de C. P. Scott, todo pe- Fiodista sabe hoy que Ja forma més eficaz de influir en la opinién consiste en scleccionar y ordenar los hechos adecuados, Solla decirse que los hechos ha blan por sf solos. Hs falso, por supucsto. Los hechos sélo hablan cuando el historiador apela a ellos: € zs quien decide a qué hechos se da paso, y en qué orden y contexto hacerlo. Sino me equivoco, era um personaje de Pirandello quiea decia que un hecho es como Un saco: no se tiene de pie mis que si mete- mos algo dentro, La tinica razdn por la que nos inte- resa saber que la batalla se libro en Hastings en 1066 estriba en que los historiadores lo consideran hecho histérico de primordial importancia. Es el historindor quien ha decidido, por razones suyas, gue eT paso aquel Fischuolo, ef Rubicén, por César, es un hecho rienece sn tanto que él paso del Rubicdn por millones de otras personas antes y des- puis, no interesa a nadie en absoluto. El hecho de ‘que ustedes legaran a este edificlo hace media hora. a pie,en bicicleta 0 en coche, ¢s un hecho del pasado como pueda serlo el hecho de que César pasara el Rubicén, Pero los historiadores dejardn seguramente de tener en cuenta el primero de ambos hechos. El profesor Talcott Parsons calificd una vez la ciencia de ssisiema selective de orientaciones cognitivas 15 hacia 1a realidad» (6), Tal vez podria haberse dicho con mas sencillez. Pero Io cierto es que Ia historia es eso, entre otras cosus, El historlador ev _necesari mente selective, La creenda en un nicleo dsco de ‘Thechos historicos existentes objetivamente y con in dependencia de la interpretacién de] historiador es una falacia absurda, pero dificilfsima de desarraigar. ‘Echemes una ojeada sobre el proceso por el cual un mero dato del pasado se convierte en un hecho historico. En 1850, en Stalybridge Wakes, un vende dor de golosinas era deliberadamente golpeado hasta Ja muerte por una muchedumbre enfurecida, tras una Aisputa sin importancia, ¢Es ello un hecho historico? Hace un afio hubiese contestado que no sin vacilar. Lo habfa recogido un testigo ocular en ciertas memo- Has poco conocidas (7); pero munca vi que ningtin historiador 16 considerase digno de mencién. Hace un aio, el Dr. Kitson Clark Jo eité en sus Conferen- iss Ford en Oxford (8). ;Confiere esto al dato el atri buto de historico? Creo que aun no. Su situacion ac- tual, dirfa yo, es la de que se ha presentado su candi- datura para el ingreso en el selecto club de los hechos hhistéricos. Se encuentra abora eguardando partida rios y patrocinadores. Puede que en afios sucesivos ‘veamos aparecer este dato, primero en notas_a pie de pégina, y luego en el texto, en articulos y libros acerca de Ja Inglaterra decimonénica, y que dentro de veinte o treinta afios haya pasado a ser un hecho hilst6rico sélicamente arraigado, Como también puc- pepo io wate win i (04. 1st pia # " 8 ee EE en sy Fae «tm EE cen ton soe Ba meee i te Mae of 16 de que nadie lo menciones, en cuyo caso volverd a sumirse en el fimbo de los hechos del pasado no per- tenecientes a Ia historis, de donde el Dr. Kitson Clark ha tratado generosamente de salvarlo, ¢Qué sera lo que decida cuil de ambos cosas ha de suceder? De- penderd, pienso yo, de que la tesis o la interpretacién en apoyo de la Cual el Dr. Kitson Clark cité este in- cidente sea aceptada por los dems historladores como vélida ¢ importante. Su condicién de hecho histérico dependeré de una cuestiGn de interpret cidn, Este elemento interpretativo interviene én todos Jes heshos hisidxieos. Permitaseme evocar un recuerdo personal. Cuando yo estudiaba historia de la Antigiledad en esta misma Universidad, afios ha, hube de dedicarme especis! mente al tema de «Grecia en la época.de las guerras médicase, Reunf en mis estanterias unos quince 0 Yeinte voltimenes, dando por supuesto que hallaria, en aquellos tomos, todos los datos relatives a mi tema. Supongamas —la que era casi del todo cierto— que aquellos livros contenfan todos los datos que se conocian enfonces, 0 que podian conocerse. Ni por un momento se me ocurié investigar en virtud de ‘qué accidente o de qué proceso de erosién habia so- brevivido aquella reducidisima seleccién de. datos, entre los miles y illes de hechos que alguna vez tue ‘vicron que ser conocides de alguiea, para convertirse en los hechos de Ja historia. Sospacko que afin hoy una de las fascinaciones que ejerce la histarin ane tigua y medieval radica en Ia impresién que nos da de tener a nuestra disposicién todas los datos, den- tro de unos limites controlables: 1a movediza barre- Ta que separa los hechos histéricos de los que no lo son se esfuma porque los pocos hechos conocides 7 son todos ellos histéricos, Como dijo Bury, que estu- 456 ambos periodos, «el acervo de dator con que cuenta Ia historia antigua y medieval esta plagado de Tagunass (9). Se ha dicho que Ia historia es un gigan- tesco rompecabezas en el que faltan numerosos tro- zos. Mas el problema principal no estriba en las la- gunas’ Nuestra imagen de Grecia en el siglo v antes de nuestra era es deficiente, y no sobre todo por ha- berse perdido tantos fragmentos de ella accidental- mente, sine por ser, en Incas gencrales, In imagen {que plasmé un reducico grupo de personas de Ta cia. Gad ce Atenas. Nosotros sahemos bastante blen qué opinién tenia de la Grecia del siglo v Un eludadano ateniense; pero ignoramos qué le parecta = un es- partano, a un’ccrintio‘o a un tebano, por no decir ‘un persa, a un esclavo 0 a otto residente en Atenas que no fuese ciudadano, Nuesira imagen ha sufrido tina seleccién y uns determinscién previus antes de Ieger a nesotras, no fanto por sccldente come por potaooss coussisite.o feccuediantemants, imino de una dptica suya peenliar, y que pensaron que los datos que apoyaban tal punto de vista merecian ser conservados. Ast también, cuando leo en una historia contemporinea de la Edad Media que la gente, en la Edad Media, era profundamente religiosa, me pre- unto cémo lo sabemos ¥ si es cierto, Les que conoce- ‘mos como hechos de la historia medieval han sido asi todos scleccionados para nosotros por genera tiones de cronisins que por si profecién se ozupa- ban de la teoria y In préctica de In religién y que por lo tanto la conideraban como algo de suprema importancia, y recogfan cuanto a ella atafiia y no gran cosa mds, La imagen del campesino ruso pro- () 1-B.tny,SletedEsays (9), vig. 18 ‘Sandamente religioso fue destruida por 1a revolucién de 1917, La imagen del hombre medieval profunda- ‘mente religioso, sea verdadera o falsa, es indestruc- ble, ya que casi todos los datos que acerca de él se sonocen fueron seleccionadas de antemano por per soaas que creyeron en ella, ¥ que querian que los demés la compartieran, en tanto que muchos otros ‘datos, en Jos que acaso hubiéramos hallado pruebas ‘de lo contrario, se han perdido sin remisién. El peso muerto de generaciones desaparecidas de historiado- Fiumnaauonses y cronisias, he determinado sin pesk ‘de apelacién nuestra idea del pasado. «La his- toria que leeds», escribe ol Profesor Barraclough, sSedievalista « su vez, squnque bEsids en Tox hechos, oes, idad, en absolute Mctica, sino més bi una_serie de_juicios admitidoss (10), Pero pasemos ahora a Ja carga, distinta aunque ‘igualmente pesada, del historiador que se ocupa de ia época moderna y contempordnea. EI historiador de la antigiiedad o el medievalista podran estar agra- Gecidos de! amplio proceso de trilla que, andando el icmpo, ha puesto a su disposicién un cusrzo mane- fable de datos histéricos. Como dijera Lytion Stra ghey con ou impertinente estilo, sel primer requisite dl historiador es Ja ignarancia, una jgnorancia que ‘Simplifica y aclara, selecciona y omites (11). Cuando ‘me siento tentado, como me ocurre a veces, a envi- diar la inmensa seguridad de colegas dedicados a Ja historia antigua o medieval, me consuela la idea de que tal seguridad se debe, en gran parte, a lo ‘mucho que ignoran de sus temas, El historiador de 0) G. Meaasaooes, Hisory iv hegre worth C888, pig {iy Laren Stents, Peng Ene Victories 9 — épocas més recientes no gaa de ninguna de las ventajas de esta inexpugnable ignorancia. Debe cult var por si mismo esa tan necesaria ignorancia, tanto mds cuanto més se aproxima a su propia época, Le inoumbe la doble tarea de descubrir los pocos datas relevantes y convérlirlés en hechos bisisricos, y de ahistOricos. Pero esto er exactamenie lo contra: vio dela hersjia decimondnica, segin la cual la historia consiste en Ja compilacién de la mayor can- tidad posible de datos imelutables v objetivos. Quien caiga en tal herejip, 0 tendré que sbandoniar Ia his toria por coasideraria tarea inabarcable y dedicarse a coleccionar sells 0 a cunlquler otra forma de coleccionismo, 0 acabard ea el manicomio. Esta herejfa ¢s la que tan desvastadores efectos ha tenido cen los altimos cien afios para el historiador moder- no, produciendo en Alemania, Gran Bretafia ¥ Esta dos Unidos una amplia y creciente masa de historias flcticas, iridas como lo que ms, de monogratias minuciosamente especializadas, obra de aprendices de historiadores sabedores cada vez més acerca de cada vex menos, perdidos sin dejar rastio en un océano de datos, Me temo que fuera esta herojia —mis que al conflicto, alegado al respecto, entre Ia Jealind ai liberatiemo o al catolicismo— lo que malo- gr6 a Acton como historiador. En un ensayo de su primera época, dijo de su maestro Dillinger: «Por nada escribiria partiendo de un material imperfecto, y para él todo material era impertector (12). Acton ap inn wo Ooh Matar gd Mrmr Mie See collbucar au sol toc Hsria sobre le mejor Injuccléa fonds af aleanee “dal hombre” (Uistory of Freeton and Ghee Bears 18M, BOE), » estaba sin duda pronunciando aqui un veredicto arr Hcipado sobre si mismo, sobre aquel curioso fené- meno de un historiador en el que muchos ven ef mis distinguido ocupante que la cétedra Regius de Historia Moderna en esta Universidad ba tenido ‘munca, y que, sin embargo, uo cscribié ninguna Bistoria. Y Acton escribié su propio epitafio en la ota introductoria af primer volumen de Is Cam- Bridge Modern History publicado a poco de su must te, cuando Iamentaba que los requerimientos que agobiaban a! historiedor-samenazan con convertirle, d= hombre de latras, en compilador de una enciclo- pedia» (13). En alguna parte habla un error. Y el Gor era la fe en esa incensable © interminable acumulacién de hechos rigurosos vistos como fun- damento de Ia historia, le conviccién de que los tos habl ¥de que_xunca se tienen demasiados datas, conviccién tan inapelable entonces gue jos historiadores del momento que creyeron necesario —y hay quieres todavia siguen creyéndolo innecesario— plantearse la pregunia ¢Qué es la Historia? El fetichismo decimonénico de los hechos venia completado y justificado por un fetichismo de loa documentos. Las documentos eran, en ol temple do ey one ene ore devoto liegsba ante ellos con la frente humillada, ¥ bablnba de ellos en tono reverente. Si los doce: ‘mentos lo dicen, ser verdad. Mas, cqué nos dicen, ‘2 fin de cuentas, tales documentos: los decretos, los, tratados, las cuentas de los arriendos, les libros az tes, la correspondeneia oficial, las cartas y 10s diarios privados? No bay documento que pueda decimnos (09) Cambrége Moser sory, CD A. a acerca de un particular mas de lo que opinabs de 41 su autor, 1o que opinaba que habia acontecido, Jo que en st opinién tenfa que ocurrir u ocurriria, 0 acaso tan sélo lo que queria que los demas creyesen que é1 pensaba, o incluso solamente Jo que é1 mismo crey6 pensar. Todo esto no significa nada, hasta que el historiador sc ha pucsio a trabajar sobre ello y Jo ha descifrado. Los dates, hayan sido encantrados

lo empezaron Bernhard ni Sutton, sino el mismo Stresemann. ¥ si tuviéramos, por ejemplo, los apun- sesde Chicherin acerca de dichas conversaciones, nos ‘gedariamos sin embargo enterados tan sélo de lo == de ellas pensaba Chicherin, y lo que realmente scurrid tendrfa igualmente que ser reconstruido en % mente del historiador. Claro que datos y docx sSentes son esenciales para cl historiador. Pero hay 25 ———— “Gié quardarse de convertirlos en fetiches. Por si sol tit historia; no brindan por s{ solos a Ja fatigosa_ pregunta Liegados a este punto, quisiera decir unas palabras sobre Ix razén por la que los historindores del siglo pasado solian desentenderse de la filosofia de la his toria. La expresién Ja inventé Voltaire, y desde enton- ces se la viene utilizando en distintas acepciones; pero yo Ia usaré, si es que alguna vez la uso, como con- estacion a muestra pregunta: Qué es la Historia? Para los intelectuales de Europa occidental el siglo x0x fue un perfodo cémodo que respiraba confiamza y oF timismo, Los hechos resultaban satisfactorios en con- Junto; y la inclinacién a pluntear y.contestar pre guntas molestas acerca de elles fue por lo tanto debil, Ranke creia pisdosamente que Ia divini inicindos en los designios de la eterna sabiduria». El profesor Butterfield apuntaba con visible satisfac ion, nada menos que en 1931, que «los historiadores than reflexionade poco acerca de la naturaleza de las cosas y aun acerca de In-naturaleza de su propia ma- teria de estudio» (15). Pero mi predecesor en estas conferencias, el Dr. A. L. Rowse, mis preciso en su critica, escribié de «La Crisis Mundial» de Sir Wins ton Churchill (su libro acerea de la primera Guerra Mundial) que, aungue estaba a la altura de la Histo- ria de la Revolucién Rusa de Trotsky en lo que hacia a personalidad, viveza y vitalidad, quedaba por de- oh, Pomanas, The Wg Inaprtion of Hoy (BL oe 26 rovidencia ~ seencargacia del signifiady-de histor él se en cargaba de los hechos; y Burckhardt, con un matiz cinico mis moderno, observaba que «no estamos ‘eejo de clis a.un respecto: «no habia detrés filosofia © fa Historia alguna (16). Los historiadores brit: ‘Gos se negaron a dejarse arrastrar, no porgue cre geen que la historia carece de sentido, sino porque Fearn a éste implicito y evidente. La concepcién libe- ‘tal de Ja historia del_sij ‘estrecha afi- ‘séiad con la doctring_econémica de! _(aissecfaire, a ee ee serena ¥ a, Cue cada cual prosiga con su especialided, Fe proveers la mano oculta a a ormonfa universal Eis fechos de la historia cran por si mismos una {del hecho supremo de que existia un progreso ery a porccer Innit, hacia coms mie eleva &s Era aquélla Ia edad de Ia inocencia, y los ‘histo- “adores paseaban por e! Jardin del Edén sin un re- ero de Silosofia con que cubrirse, desnudos y sin Greczorzarse ante el dios de In historia. Desde enton- fax hemos conocido el Pecads y hemos experimen Sto en nosoires la Caida; y los historindores que en G actualidad pretenden dispensarse de una filosofia & ba historia tan sélo tratan, vanamente y sin natu ‘alidad, como miembros de una colonia nudista, de secrear el Jardin del Edén en sus jardincillos de su- urbio, La molesta pregunta no puede ya ser eludi- hos. Durante los dltimos cineuanta afios se ha Hlevado ‘a cabo no poce trabajo serio a propésito de la pre- gunta: ¢Qué es la Historia? De Alemania, el pafs que Sento iba a contribuir a perturbar el muelle reinado Zeal iberalismo decimonénico, salié en los dos iiltimos (08) A. L, Rewee, The End of am Epoch UMD, pies, 22283, a decenios del siglo xmx el primer desatto a la doctrina de la primacia y la autonomis de los hechos en ta historia. Los filésofos que salicron a la palestra ape~ nas son ya algo m4s que nombres: Dilthay es ol iat co que ha sido recientemente objeto de un tardio re- canocimiento en Gran Bretafia, Antes de cambiar ct ‘Siglo, Ia prosperidad y Ia confianza eran todavia de- masiadas en este pafs para dedicar atencién alguna a los herejes que arremetfan contra el culto de. los hhechos. Pero no bien hubo empezado el nuevo siglo, paso a Italia Ia antorcha, donde empezaba Croce abogar por una filosofia de la hisioria que desde luc- g0 debia mucho a los maestros alemence. Deolaré Croce que toda Ia historia es chistoria contempors- nea» (17), queriendo eon ello decir que la historia consiste esencialmente en ver el pasado por 16 ojos del presente y ala lz de los problemas de ahora, y que le tarea primordial del historiador no es recoger datos sino valorar: porque si no valora, 2cémo puede saber To que merece ser recogido? En1910 el histo- ddador norteamericano Carl Becker afirmaba, con lenguaje delitorsdamente provocader, que «los he- chos de Ia historia no existen para ningtin historia- dor hasta que él los creas (18). Tales desaffos pasa- ron Ye momento casi desapercibidos. Hasta pasa- do 1920 no empezé a estar de moda Croce —y Io es- tuvo bastante— en Francia y Gran Bretaiiz, Y no tal ver porque Croce fuera pensador mis sutil o me- 1) HL sontesto de ese famom alorisuo es ol egvlete: “Lot ne qistes potion mbyaocrtor » tado juno Miiioe dan» ln hls Sis toda ef caicter de “aitora coutempertnea, powaue, er fetotos fetuporuiscate que nos parent Tow avouecaietion not ctalowadon, Ss Matra ice ‘ealad «inp aceasta Sltscloues preentes en que Morte tice scomoelnieris” Sta inane cone Hine te ls Leeds tas ee Fe 6. Be Mise. (UB) Adanle Monthy, octubre 110, pg 22 28 stilista que sus predecesores alemanes, sino por después de la primera Guerra Mundial los he parecieron sonreimos de modo menos propicia ‘en los afios anteriores a 1914, y éramos por tanto ‘wits asequibles a wns filosoffa que se proponfa dismi- “sa=& su prestigio. Croce ejerci6 wn gran influjo sobre “@ Biéiofo ¢ historisdor de Oxford, Collingwood, el “em pensador briténico de este siglo que haya rea- Seso um aportacién seria a la I histo- ‘Se No wivi6 Jo bastante para escribir el tratado six Sesitico que tenfa planeado; pero sus papeles, publi 'y no publicados, sobre el particilsr, fueron re- “gapidos después de su muerte en un volumen editado == 1645, tirulado Lo Idea de ta Historia, Poede resumire coms sigue ol parecer de Colig: seoed. La Filosofia de la historia no se ocupa edel pz bs ex sie af se ln opinion que de él.en_s{ se forma ‘PEstoriadors, sino ede ambas cosas relacionadas ‘geze sic. (Esta aseveracién refleja los dos signitica- Beencurso de la palabra chistoriaw: Ia investigacién ‘Bemads a cabo por el historiador y Ja serie de acon- Sinn del pasado que investiga. «El pasado que semis el historiador no es un pasado muerto, sino sem pasado, que ca cierto modo vive atin en el pre- ‘geste>, Mas un acto pasado est4 muerto, es decir, ca- ‘s== de significado para el historiador, a no ser que “$e pueda entender el pensamiento que se sitiia tras For eso, «toda la historia es la historia del pensa- Sess cla Historia os in reproduccidn ca la mee ‘= £1 historiador del _pensamiento cuya historia es- Sesa> La reconstitucién dei pasado en la mente dei ‘Sescociador se apoya en la evidencia emptrica. Pero no == suyo un proceso empirico ni puede consistir en se sera enumeracién de datos. Antes bien el pro- » ceso de reconstitucién rige la seleccién y la interpre: tacién de los hechos: esto es precisamente lo que los hace hechos histéricos, Historia», dice el profe- sor Oakeshott, que en esto esié muy cerca de Co- lingwood, «es la experiencia del historiador. Nadie la “hace” como no sea el historiador: el nico modo de acer historia es escribirla> (19), Esta critica pencirante, aunque puede Snspirar so rae reservas, saca a la uz ciertas verdades olvidedae. Ante todo, los hechos de Ia historia nunca nos ilegan en estado (25). allingwood, en su reaccién contra la chistoria de ti- ‘Jers cola», contra una mera compilacién de hechos, se acerca peligrosamente a tretar la historia como ‘ie brotado del cerebro humano, con to que nos ssistcgra a Ja conclusiéa aludida por Sir George ‘ark en el pirrafo anteriormente citado, Ia de que seo cxiste verdad histérica “objetiva’s. En ver. de la 2H & Counowan, The as of Histor (186, pte at. BU Faces, Short Suites on Great Subject, 1 (WB), plik 35 teoria de que le historia carece de significado, s¢ nos ofrece aqui la teoria de su infinidad de significados, ninguno de los cuales es mejor ni mas cierto que Tos demés, Io que en el fondo equivale a lo mismo. Des te luego la segunda tzorfa es tan insostenible como la primera. No puede deducirse, del hecho de que una montaia parezoa cobrar formas distintas desde dife- entes dngulos, que earece de forma objetiva o que tiene objetivamente infinitas formas. No puede dedu- cirse, porque Ja interpretacién desempefie un papel necesario en Ia fijacién de los hechos de Is historia, ni porque no sea enteramente objetiva ninguna inter pretacién, que todas Jas interpretaciones sean igual- mente validas y que en principio los hechos de 1a his toria no sean susceptibles de interpretacién objetiva, Miés adelante nos detendrernos en el significado exac- to de la objetividad en Ia historia, Pero tras la hipétesis deCOlliagwood, se oculta otro peligro aiin mayor. Si el historiador ve necess- riamente el periodo histérico que investiga con ojos de su época, y si estudin los problemas del pasado como clave para Ia comprension de log presentes,

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