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El fin de la educación

(Ensayo)

Presentado por:
René Cabrera

ID: 771925

Asignatura:
Modelos educativos.
NRC: 71-472

Fundación Universitaria Minuto de Dios


Agosto 22 de 2020
Bogotá
Introducción

Los seres humanos estamos en constante formación por muchas esferas. En ocasiones las

personas al escuchar la palabra educación lo refieren a la escuela, poniendo sobre sus

hombros dicha labor que es, realmente, de muchas instituciones sociales con las que el

individuo se encuentra en interacción.

Este texto propende una aproximación a la finalidad de la educación, como aporte a la

transformación del individuo, para que este pueda transformar su sociedad. Ello se hará a la

luz de los autores referenciados, oportunamente. Se formulará una tesis de ensayo, el

desarrollo de los argumentos y unos retos que tiene de relieve la educación como motor de

una sociedad más humana y justa.

Los sueños de una sociedad más justa, una colectividad que viva valores, que muestre

comportamientos éticos, que ahonde en pro del bien de la humanidad, que adelante en

estudios científicos y que busque la verdad, se dirigen a buscar un salvador o una

institución que atienda esta imperante necesidad social. Pero como no existen fórmulas

mágicas, ni personas, así como instituciones que puedan hacer esto, por un simple hecho; el

hombre es un ser social y es en las interacciones humanas donde se educa, entonces es

responsabilidad de todos los agentes educativos y de su praxis histórica las que aportan o

no a la formación de un sujeto. Ello implica familia, escuela, comunidad, gobierno, etc.

Se formularán unas conclusiones y desafíos que dejan abierta la reflexión para seguir

abordando la temática. Al final se tendrá el elenco de referencias que sustentan las posturas

proferidas.
El fin de la educación, ¿un asunto de formación personal o social?

Tesis: “La educación, como fenómeno social, tiene por finalidad formar el sujeto

integralmente para transformar la sociedad”.

Durante muchos años la pregunta por la educación ha asaltado la humanidad y a partir de

ella se han configurado formas de perfilar un colectivo social específico; pero también los

contextos sociales particulares enmarcan el hecho educativo; luego mejorar la educación

contribuye a una mejor sociedad. La educación subyace las particularidades individuales.

De acuerdo con Brígido (2006), este fenómeno no pertenece a ninguna colectividad

específica, pero se manifiesta en todas (p. 39). Todas las colectividades humanas tienen

unas formas concretas para formar a sus miembros, por medio de usos y costumbres, dando

así, de alguna manera, un margen identitario.

Esas formas, costumbres y tradiciones son las que Brígido (2006), teniendo de relieve los

planteamientos de Durkheim, dice que la enseñanza de las costumbres aporta un rasgo

coactivo y de imposición a la niñez (p. 40). No obstante, resultaría inimaginable que en un

grupo social no existieran formas de enseñar que legitimen unos rasgos concretos de su

civilización. Resultaría inverosímil que se llegue de forma espontánea a unos mínimos de

regulación social quitando las directrices propias de una cultura.

La cultura aporta rasgos en un individuo y estos se deben tener en cuenta a la hora de

analizar y entender los matices del proceso de formación de un individuo en una sociedad.

Las sociedades son heterogéneas y esto lo resalta Tabla (2015) cuando postula la necesidad

de entender, por parte del sociólogo, las particularidades de un grupo étnico: leyes, etc. (pp.
9-10). Estas hacen parte de la imprenta humana y configuran la forma de ser en el mundo y

postulan un paraqué estar en una sociedad humana, otras palabras, la búsqueda de sentido.

Esa búsqueda de sentido en una sociedad es la que va dar el ethos a un ser humano.

“Ethos”, esa palabra tan manoseada en la actualidad, que los griegos nos heredaron, se

entendía como costumbre o característica de un sujeto en la polis (Ceceña, 2016, pp. 181-

184). En este sentido, Presidencia de Colombia y Colciencias (1995) ven la educación

como el ethos cultural de Colombia; pero esto entendiendo la formación no sólo del hacer y

del saber como únicos garantes de educación que puede transformar la realidad global, sino

también habilidades humanas que potencien las esferas sociales (pp. 31-32). Con ello se

atisba que la educación sea un agente de transformación y de mejoramiento para la

sociedad y puntualmente de una situada en un contexto específico.

Aquí cabe un interrogante que genera escozor, por el abanico de posibles definiciones y

significados que se han dado: ¿qué es la educación? Este texto se dejará llevar de la mano

por la definición de educación de Brígido (2006) en la que, siguiendo siempre a Durkheim,

va proponer que sería una formación de hábitos en el que el individuo desarrolla capacidad

de análisis, siente y tiene una manera de actuar (43). Como se puede intuir, la educación

debe significar para el sujeto desde dentro, para así darle forma a una praxis histórica. Y es

ahí donde realmente se puede tomar conciencia de cómo se es en el mundo y el

compromiso de mejoramiento o no de las circunstancias sociales donde se vive.

Para que haya este compromiso en un individuo, la sociedad debe darle las herramientas,

porque de la nada, nada sale. Es ahí donde debe aparecer la apuesta por una educación que

sea realmente integral y que forme, lo que muchas veces ha sido una asignatura pendiente,

la dimensión interior humana, de la misma forma que la académica. Este aspecto lo muestra
específicamente Rus (2010) al evocar el avance de corte cientificista en los proyectos

educativos, pero también la paupérrima formación en estos asuntos morales (p.420). Y esto

por la eminente mala comprensión del término, ya que se ve ligado al bien o mal, más que

lo que es etimológicamente: las costumbres propias de un colectivo social.

En ese orden de ideas, la educación tiene como finalidad la formación de un sujeto en un

contexto, y este a su vez, podrá transformar su realidad y su contexto en uno más humano.

Pero entiéndase bien: el sujeto. Es decir, la totalidad de las dimensiones de la persona, no

exclusivamente una o dos dimensiones de él. En este sentido va mostrar Morin (1999) la

importancia de que se tenga clara la multidimensionalidad del individuo, a saber: lo

racional, lo psíquico, lo afectivo, lo corporal o biológico y lo social (p.15). Es decir, para

lograr los fines de la educación, como a bien se tiene, implica la formación en todas las

dimensiones, para que realmente se pueda transformar el contexto de un sujeto en uno más

digno, humano y solidario.

No se puede desconocer lo anterior porque según advierte Morin (1999), podemos caer en

uno de los “talones de Aquiles” del conocimiento y es acrecentar el egocentrismo en un

sujeto, a fin de que pueda buscar culpables de lo que sucede y no apersonarse de su

responsabilidad o corresponsabilidad en la situación (p.6). Así las cosas, se debería educar

al individuo en lo que respecta a su ser ético, científico, biológico, social. Que sea capaz de

conocer, conocerse y convivir.

Pero como parte de esta formación se recibe en distintos espacios y con diversos factores,

todos los involucrados deben estar en pro de dar herramientas reales al individuo para su

desarrollo, por ejemplo, familia, sociedad, escuela. Para Rus (2010) es importante que se

compartan vivencias verdaderas a nivel familiar, escolar y social; los hechos educan y esta
institución llamada familia forma una situación esencial en los niños. También la escuela y

la comunidad, desde su ámbito que les compete deben dar los rudimentos necesarios para

que el sujeto se estructure. (pp. 424-425). Todos estos factores deberían converger para una

mejor educación. Y lo anterior porque la educación es un fenómeno social. Es

responsabilidad de todos los agentes que intervienen en las relaciones sociales y no

exclusiva de una institución como la escuela.

No existe una realidad que se viva en casa, otra que se aprenda a conceptualizar en la

escuela y otra que sea vivible en la sociedad; si hubiera separación, sería una visión

fraccionada de la realidad y no de unidad en la educación real de un sujeto dentro de una

colectividad. En este horizonte, Mazorco (2010) va hablar de una unidad donde “cada uno

es-siente-hace-sabe” (Mazorco, 2010, p, 283). Y ello acarrea una interconexión dentro de

las esferas que se ven involucradas en la educación de un individuo.

El asunto es retador porque no sólo tiene que ver con la transmisión de un discurso, o una

escala de valores, que los mismos educadores (sean cuales sean) consideran vetustas,

utópicas y poco realizables por sí, sino que contiene un grado de responsabilidad histórica

de vivencia y de creer en lo que se enseña, a fin de que el discurso vaya respaldado por una

praxis histórica; que los docentes decidan formarse en el conocimiento del mundo y de sí

mismos; que los entes gubernamentales legislen en pro del cuidado del cosmos, de la

equidad e igualdad; que la institución familia irradie por testimonio valores; que la

comunidad científica adelante estudios en pro del bien común.

Así la educación, como desarrollo de hábitos, desde Brígido (2006, p. 43), en verdad

gestionará un crecimiento y formación real del sujeto y podrá ser agente de transformación

social, apuntando al mismo horizonte, desde las particularidades y competencias de cada


agente educador: la formación integral del ser humano. Si seguimos con una visión

fraccionada de la realidad, se va seguir formando un sujeto fraccionado. Y por ende,

seguirá escribiéndose lo mismo de lo mismo, sin que haya una transformación de la

humanidad; se seguirá hablando de valores y de ética, de academia y derechos humanos,

pero la realidad no cambiará, porque el sujeto que se forma arrastra las cadenas que limitan

al humano ser realmente humano.


Conclusiones

 La educación es un fenómeno social, el cual debe ser abordado atendiendo a las

circunstancias contextuales. Ello posibilita el análisis de la realidad y las

particularidades culturales.

 La cultura aporta rasgos en un individuo y estos se deben tener en cuenta a la hora

de analizar y entender los matices del proceso de formación de un individuo en una

sociedad.

 La educación debe tener la apuesta por una formación que sea realmente integral, es

decir, que permita formar la totalidad de dimensiones humanas: biológica, social,

racional, afectivo, ¿espiritual?

 Debe haber compromiso en todos los agentes que influyen en la educación de un

sujeto para vivir la escala de valores y praxis histórica que promulgan, a fin de

educar con testimonio.

 Desafío: La responsabilidad de educar implica el ejercicio de creer y practicar lo

que se quiere irradiar ¿estamos realmente convencidos, como sociedad, de lo que

decimos y enseñamos a nuestros niños?, ¿será que nuestros planteamientos tan

racionales son sencillamente una forma utópica y nada aterrizada de mostrar un

mundo ideal y una escala de valores que internamente no nos identifica?, ¿será que

tiene, en educación, mucha validez aquél viejo adagio que dice que del dicho al

hecho hay mucho trecho?, ¿será que tenemos que empezar por nosotros antes de

poner esperanzas en otros y ver la viga que nos atraviesa el ojo, antes de anunciar la

paja que esté en el ojo de los niños?


Referencias

Brigido, A. (2006). La sociología de la educación. Sociología de la educación: Temas y

perspectivas fundamentales  (pp. 37-45). Córdoba, Argentina: Editorial Brujas.

Ceceña R. (2016). Polis, êthos y espacio. La comprensión deíctica de la realidad humana

como fundamento del cuestionar en Grecia antigua. Acercamientos y reflexiones en torno a

la Geografía 1(1), pp. 181-199.

Mazorco, G. (2010). Educación en crisis. Polis, Revista de la Universidad Bolivariana,

9(25), pp. 269-288.

Morin, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO. 

Presidencia de la República y Colciencias. (1995). Colombia: al filo de la

oportunidad. Informe de la Misión de Sabios. Tomo 1. Bogotá: Imprenta Nacional.

Rus, A. (2010). Los problemas de la educación. Profesorado, Revista de currículum y

formación del profesorado, 14(1), pp. 415-428. 

Tabla, A. (2015). La crisis educativa en Colombia: Un análisis desde las instituciones

sociales. Revista Humanas en Contexto (2) 109-118.

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