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Abe Lucas (Joaquin Phoenix) es un profesor de Filosofía, al que lo

precede cierta fama de poeta maldito, que llega al campus de una


universidad para impartir sus clases. Todos a su alrededor están
bastante entusiasmados, excepto él mismo, que parece observar los
acontecimientos con gran indiferencia. En el cóctel de bienvenida ya
se percibe su falta de interés en todo, su falta de estímulo, su
desgano. No obstante, conoce a Rita Richards (Parker Posey), una
profesora casada que claramente se siente atraída por él y, mal que
mal, iniciará una relación con ella.

Abe Lucas atraviesa una crisis emocional y existencial. Incluso


cuando, en lugar de mantener relaciones sexuales sin compromiso
con Rita, prefiere quedarse en su casa, leer y beber whisky. En sus
clases enseña a Kant, a Kierkegaard, a Husserl, a los existencialistas
franceses. Su visión de la vida es muy pesimista.

Un día lee un ensayo de una alumna, Jill Polard (Emma Stone), que le
llama particularmente la atención. Jill Pollard resulta ser alto bombón y,
lentamente, Abe y Jill se hacen amigos, desarrollan una suerte de
amor platónico. Abe, profesor entrado en años, y su alumna, joven,
inocente y bonita. Hermoso cliché. Como era de esperar, Jill se
enamora de su profesor, a pesar de tener un novio que la ama. Sin
embargo, Abe parece estar fatigado de las relaciones y no parece muy
entusiasmado con intentar nada.

Un día están en un bar y escuchan, por casualidad, la conversación


que se desarrolla en la mesa contigua. Una madre pierde la tenencia
de sus hijos y llora por la injusta resolución dictada por el corrupto juez
Spangler. Entonces, Abe tiene una epifanía y su vida  adquiere un
nuevo propósito: asesinar al juez Spangler. Planificar su muerte lo
llena de un enorme placer macabro.

A partir de aquí, su vida es otra. Recupera el ánimo, se pone a salir


con Rita y con Jill al mismo tiempo. Ya no escribía poesías pero ahora
es capaz de volver a escribir por Jill, que se convierte en su musa
inspiradora. Se siente desbloqueado. Y la película también da un
volantazo y se convierte en un policial, aunque el rol de detective no le
compete a la policía (incapaz de vincular a Abe con Spangler), sino a
Jill.

Ahora bien, más allá de la trama (que no sorprende, pero que resulta
sólida y bien construida), lo interesante pasa por otro lado: el cambio
habilita un debate ético intempestivo. ¿Qué pasa cuando la justicia
humana es injusta? En Manhattan, hay una escena en la que Isaac, el
protagonista, dice que el debate teórico no aplica con los nazis, que la
única resolución sensata es golpearlos en la cabeza con un bate de
beisbol. La violencia y contundencia de este discurso reaparece en el
discurso de Abe Lucas que, pese al título de la película, es un
pensador estrictamente racional.

Por su parte, Woody Allen es un intelectual, no es un hombre de


acción. Dice Alvy Singer, el protagonista de Annie Hall: “uno trata de
que las cosas salgan perfectas en el arte, porque es muy difícil en la
vida real”. Entonces, el arte es catarsis. El arte consigue llevar a cabo
lo que no se puede en la vida. Desde ahí, Hombre irracional muestra
su faceta más atractiva, desde ese debate que se instala a propósito
del bien y del mal, a propósito de la culpa y del castigo.

Desde luego, la relación con Crímenes y pecados se presenta casi


como algo inevitable. Sin embargo, mientras que en Crímenes y
pecados el culpable no es ajusticiado (y en eso radica el golpe
maestro de la película), en Hombre irracional sí hay una suerte de
ajusticiamiento del culpable. ¿Será que Woody Allen quiere negar una
moral que al fin termina imponiéndose? Woody Allen es un director
fundamentalmente inofensivo, no hay que olvidarse de eso. No es
inteligente, ni sagaz, ni profundo citar a Kierkegaard, a Kant, a
Husserl, a Dostoievsky. Por el contrario, es una obviedad. Sin
embargo, dudo que Woody Allen no haya actualizado su biblioteca.
Simplemente, creo que cita a los mismos autores de siempre por la
misma razón por la que su cine funciona: es lo que el público quiere. A
veces tengo la sensación de que el hecho de que su cine sea
tan naif no es culpa suya, sino del público que lo aplaude. Aclaro que
yo formo parte de ese público. A mí me encanta, esa es la verdad.
Salgo de ver sus películas con la cabeza llena de ideas. Pero no soy
tan escandalosamente ingenuo: me doy cuenta de que su cine es
complaciente, me doy cuenta de que su cine sólo puede escandalizar
a burgueses fatigados. No obstante, es tan infrecuente que el cine
recupere ciertos postulados de la literatura y de la filosofía, que incluso
cuando lo hace de una manera tan desprolija, funciona. Esa es la
verdad. ¿Qué otra cosa puedo hacer más que aplaudir, maldita sea?
Un profesor de filosofia con un bloqueo mental y espiritual, una joven
fresca y renovadora, y un crimen supuestamente perfecto son las
claves de este thriller que pasara como una de esas peliculas del
director que se olvidan casi inmediatamente.

En “Crimenes y pecados” (“Crimes and Misdemeanors”, 1989), Woody


Allen toco uno de los puntos mas altos de su carrera, y su fascinacion
con la tematica lo ha llevado a intentar recuperar el espiritu de la obra
protagonizada por el genial Martin Landau, con diferentes grados de
exito.

En “Hombre irracional” (“Irracional Man”, 2015), el crimen perfecto es


planeado por Abe Lucas (Joaquin Phoenix), un profesor de filosofia
que llega a ficticia Universidad Braylin con un prontuario que lo
precede: es alcoholico, mujeriego, oscuro y depresivo, pero no por eso
menos brillante y digno de estudio. Esas caracteristicas, como suele
suceder en las peliculas del director, se vuelen irresistibles para una
de sus estudiantes (Jill Pollard, interpretada por Emma Stone), y una
de sus colegas (Rita Richards, la siempre encantadora Parker Posey).

Durante la primera mitad de la pelicula Allen nos lleva por un viaje de


referencias filosoficas e intelectuales, pasando por Kant, Heidegger,
Dickinson y muchos mas; intentando darle forma a Lucas, quien
alguna vez creyo sinceramente que podia cambiar el mundo y hacerlo
un lugar mejor (marchando, haciendo trabajo voluntario), pero que
lentamente fue consumido por la realista burocracia y apatia de la
sociedad. Hoy Lucas es un atormentado alcoholico, un critico que
define al estudio de la filosofia como “masturbacion mental”, tiene
bloqueo de escritor (mientras escribe un libro que esta seguro no sirve
para nada), y sufre de impotencia.

Del otro lado estan Jill, una joven que contrasta la oscuridad de Lucas
con una (siempre bien argumentada) sensacion de esperanza, de
alguien que tiene toda la vida por delante; y Rita, una profesora de
quimica en un matrimonio que no la satisface, que sueña con que un
espiritu libre como el de Lucas la saque de la mediocridad en la que
vive.

Somos testigos entonces de los encuentros extracurriculares de Abe


con ambas, platonicos en ambos casos, por su impotencia en el caso
de Rita y por su (recientemente encontrado) sentido de la propiedad
con Jill. Pero todo cambia cuando, por un hecho fortuito, el profesor
encuentra una nueva razon para vivir y ver colores a su alrededor:
librar al mundo de una persona que el considera merece morir.

La pelicula entonces se enfoca en el plan, la ejecucion y las


consecuencias del hecho – tanto desde lo filosofico, desde la
justificacion, como desde lo tangible. Es quiza en este momento en el
cual el guion se vuelve un tanto mas desconcertante respecto de la
cinematografia, porque los roles de los personajes cambian, pero no el
mundo que los rodea: Jill es ahora la persona atormentada y Lucas
quien respira aire fresco y tiene una mirada esperanzadora de la vida.
Las preguntas ¿quien merece morir? ¿Quien es juez y ejecutor?
intentan ser respondidas por medio de dialogos que llega un punto
suenan a una disertacion, mas que al intercambio entre dos personas,
pero

Es una reflexión acerca de lo monótona que puede ser la vida


cotidiana, y de comportarse como todo el mundo espera que nos
comportemos, entre otros temas.

¿Lo que deseamos es lo correcto? ¿La vida que llevamos es lo que


queremos?

Parece que los principales personajes de esta película sufren de


hastío, de tedio, de monotonía, de falta de sentido.

¿Por qué Jill no quiere seguir con su novio que la quiere y que daría
todo por ella? ¿Por qué Rita quiere dejar su “perfecto” matrimonio para
lanzarse a la aventura? ¿Por qué Abe no disfruta que aprecian su
trabajo como maestro? ¿Habrá que poner emoción a la vida sea como
sea?

El título Hombre irracional que es el original y no lo cambiaron para


México (y que bueno), es excelente y en dos palabras nos describe lo
que vamos a ver en la pantalla.

El mensaje intrínseco es aterrador, un hombre para recuperar su


alegría de vivir recurre a un asesinato, aunque no se debe de negar
que el mundo sería mejor sin algunas personas, la acción es
escalofriante.

Es difícil el crimen perfecto, así que piénsalo dos veces.

El hombre no está pasando por su mejor momento, como también le


suele suceder a la mayoría de las creaturas de Allen. Abe lo dice muy
claro: “No puedo escribir. No puedo respirar, no podía recordar las
razones para vivir, y cuando lo hacía, no eran convincentes”.

Vuelta de tuerca mediante -aunque retorcida, porque la posición de


Abe es distinta a la que desea Dostoievski en Crimen y castigo, libro
de cabacera de Allen en más de una oportunidad a la hora de sentarse
ante su máquina de escribir-, Abe encontrará la manera de “mejorar”
su existencia interviniendo en la vida de un tercero. No ya la de Jill
(Emma Stone), la estudiante que no queda muy en claro por qué se
babea tanto ante el nuevo profesor, ni la de Rita (Parker Posey), una
mujer que ansía salir de la abrumadora rutina de su vida marital. Abe
cometerá un acto, para muchos aberrante, para él, sencillamente
eficaz, y del que no renegará porque cree hacer lo correcto.

Acto irracional o no, lo que hace Abe provoca que la película pegue un
giro de casi 180 grados. Y a partir de allí aparece el Allen que gusta a
muchos, el que cuestiona la moral -y la suerte- de los personajes, el
que intenta meterse al público en el bolsillo, porque crea un trío de
cómplices. Sólo él, el protagonista y el espectador saben lo que Abe
hizo.

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