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Texto Crítico
Alfredo Pavón
Director
Porfirio Castañeda Nevárez / Leticia Medina Salazar
Estrella Ortega Enríquez / Sara Luz Páez Vivanco /
Yasmín Rojas
Comité Editorial
Jorge Ruffinelli
Director fundador (1975-1986)
Consejo editorial
Carlo Antonio Castro Guevara (†)
Elizabeth Corral Peña
Ángel José Fernández
Esther Hernández Palacios
José Luis Martínez Morales
José Luis Martínez Suárez
Alfredo Pavón
Índice
texto crítico
Estudios y ensayos
Notas
José Luis Martínez Morales. Sergio Pitol: crónica de una relación amistosa
y académica 145
Entrevistas
resúmenes/Abstracts
ESTUDIOS Y ENSAYOS
Vicente Francisco Torres
Hace cien años se publicó uno de los más famosos libros de Horacio Qui-
roga: Cuentos de la selva. Quizá sólo sea superado en fama y ediciones por
Cuentos de amor, de locura y de muerte. En el presente artículo, enriqueceré los
cuentos del volumen original con otros que tienen lugar en el mismo
ámbito, tan caro al gran cuentista sudamericano.
Los estudiosos de la obra de Horacio Quiroga (1878-1937) suelen dis-
tinguir dos periodos. El primero, modernista, decadente y dado al horror
aprendido en Edgar Alan Poe. Este periodo suele ser considerado como
transitorio e inauténtico porque el cuentista uruguayo no había encontrado
su voz, sus temas ni la eficacia expresiva. El segundo es el que se desarrolla
en la selva de Misiones, el mejor, el del auténtico Quiroga.
¿Qué es lo que produjo el cambio de una a otra etapa?
En 1903, después de un desastroso viaje a París, la Meca de los artistas
de entonces, en donde conoció la pobreza y el desdén, Quiroga va al noreste
argentino como fotógrafo, en una expedición comandada por Leopoldo
Lugones. Ésta tenía como propósito estudiar las ruinas jesuíticas de San
Ignacio. Si los primeros cuentos de Quiroga habían planteado la morbidez y
los trastornos psíquicos, la selva misionera y, antes, una estancia en el Chaco
le descubrieron al hombre ya no luchando contra los miedos y las manías, es
decir, contra fantasmas, sino contra cosas tan reales como los elementos de
la naturaleza: flora, fauna, selva, río. Misiones es una región “donde el alto
Paraná ruge encajonado en el fondo de un abismo de paredes graníticas,
hechizado por el silencio de la selva impenetrable”.1
Unos dicen que la primera etapa es menor (Noé Jitrik), mientras otros
hablan de una evolución (Emir Rodríguez Monegal), si bien marcada por
Misiones, parte no prescindible del trabajo del gran cuentista.
1
Horacio Quiroga, Cuentos de la selva, pról., sel. y notas de Carmen Crouzeilles (Buenos Aires: Ed.
Solaris, 1977), vol. ii, p. 16.
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Abundan entonces los frutos, y en su busca vienen a rondar al pie de los árboles
el pecarí porcino, la avizora paca, el agutí, de carne negra y sabrosa, el tatú bajo
su coraza invulnerable; y como ellos son cebo a su vez, acuden sobre su rastro
el puma, el gato montés elegante y pintoresco, el aguará en piel de lobo, cuando
no el jaguar, que a todos ahuyenta con su sanguinaria tiranía.
9
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humanos –abundan los viudos, las viudas y los huérfanos– que llegaban
buscando el aislamiento en el monte. De aquí el título del célebre libro
de Emir Rodríguez Monegal: El desterrado. Vida y obra de Horacio Quiroga.
Un hombre picado por una víbora vive una larga agonía, que se expresa
en un monólogo. Un muchacho de la ciudad quiere experimentar la ruda
existencia en la selva; fallece porque ingiere miel narcótica; y luego lo devoran
las hormigas carnívoras conocidas como corrección. Otros personajes de otros
cuentos tendrán mejor suerte, pues volverán a las ciudades, sólo derrotados
por el paludismo.
El monte misionero y el río Paraná le permitieron elaborar una fantasía
en la que vemos la historia de la evolución del hombre. Antes, ya había ren-
dido su tributo a Edgar Alan Poe, con “Historia de Estilicón”, en donde un
hombre intenta domesticar un gorila proveniente de lo más hondo de
la manigua.
En varios relatos, se observa la lucha de los hombres para sobrevivir
ante las crecientes del río Paraná,8 que Quiroga siempre tenía a la vista
desde la meseta en donde construyó su casa. Luego, un par de niños
quedan huérfanos, abandonados en medio del bosque, porque su padre
muere a causa de una herida enconada. Un hombre cae, accidentalmente,
sobre su machete; otro, al caer, se rompe la columna vertebral y uno más
sucumbe víctima de la rabia que le contagia su perro. En Misiones, sitio al
que iban a recalar extranjeros, locos, solitarios o fracasados, una especie de
cementerio de elefantes, un hombre, en un ataque de delirium tremens, asesina
a su hija cuando la ve convertida en una rata enorme. Quiroga dramatiza,
con delectación, cada uno de los hechos cotidianos de la selva, que, en otras
obras, aparecen como trágicos, como una insolación.
En los cuentos de este autor, la selva no es un escenario, sino un rotundo
ambiente. Quizá por esto nunca describe las cataratas de Iguazú, ni las rui-
nas jesuíticas, sitios turísticos por antonomasia. En su nombre, llevaba su
destino: su nombre completo fue Horacio Silvestre Quiroga Forteza.
Así como los caucheros, según muestra la novelística latinoamericana,
eran enganchados mediante adelantos monetarios y borracheras, los mensú,
8
Paraná, en lengua tupí, significa pariente del mar o agua que se mezcla con el mar. Nace en Brasil, de
la confluencia del río Grande y el Paranaíba. Hace la frontera de Brasil, Argentina y Paraguay. En su
margen derecha, están el Chaco, Santa Fe y Buenos Aires. En la izquierda, Misiones, Corrientes y
Entre Ríos.
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Allí no se acepta la excusa del analfabetismo: hay que firmar con una cruz, un
garabato o con la huella del pulgar. Y luego reventar de cansancio o paludismo
o por gracia de Dios, que todo lo ve. Terminada la contrata, los supervivientes,
llenos de sana alegría y libres como pájaros, se embarcan hasta Posadas, capital
de Misiones, para festejar. Los acompaña, cariñoso, un sub capataz. Allí pasan
algunos días y, sobre todo, noches. La caña corre, las mujeres abundan y todas
casualmente se llaman Venérea. El sub simula acompañarlos en la gran orgía
y aguarda con paciencia de buitre. No muchas horas después todos los mensú
están borrachos y endeudados hasta el cuello.9
13
Vicente Francisco Torres
12
Emir Rodríguez Monegal, El desterrado. Vida y obra de Horacio Quiroga (Buenos Aires: Ed.
Losada, 1968), p. 83.
13
Quiroga modificó la naturaleza para tener el entorno que quería. En la meseta donde levantó
su casa, mandó cavar grandes agujeros, para llenarlos de tierra fértil para plantar cedros y palmeras.
14
Rodríguez Monegal, El desterrado. Vida y obra de Horacio Quiroga, pp. 185-186.
14
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Bibliografía
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Ruby Arelí Araiza Ocaño
Los caballeros que escribieron las novelas básicas de Hispanoamérica y gran par-
te de su prole, con su legado de vasallaje de la Academia Española de la Lengua
y de actitudes literarias y vitales caducas, nos parecían estatuas en un parque,
unos con más bigotes que otros, unos con leontina en el reloj del chaleco y
otros no, pero en esencia confundibles y sin ningún poder sobre nosotros.
Ni D’Halmar ni Barrios, ni Mallea ni Alegría, ofrecían seducciones ni re-
motamente parecidas a las de Lawrence, Faulkner, Pavese, Camus, Joyce, Kafka.1
3
Jaime Concha, “Juana Lucero: Inconsciente y clase social”, en Estudios Filológicos (1972), núm.
8, p. 7.
18
Enfermedad y locura: una lectura de Juana Lucero...
19
Ruby Arelí Araiza Ocaño
Juana Lucero se une al conjunto de obras que, a finales del siglo xix y
principios del siglo xx, dialogan con los discursos científicos, médicos y de
salud pública. Estos registros discursivos fueron una gran influencia pa-
ra los narradores de la época, quienes, preocupados por tales novedades
científicas, se dieron a la tarea de reflexionar sobre el cuerpo de la mujer,
sus padecimientos físicos y la predisposición que tenían a la locura. Claudia
Araya Ibacache hace un resumen preciso de las propuestas científicas que
moldearon la imagen de la mujer de esa época:
5
Claudia Araya Ibacache, “La construcción de una imagen femenina a través del discurso médico
ilustrado. Chile en el siglo xix”, en Historia (Enero-junio de 2006), Vol. I, p. 8.
6
Isabel Clúa Ginés, “La morbidez de los textos: literatura y enfermedad en el fin de siglo”, en
Frenia (2009), vol. ix, p. 34.
20
Enfermedad y locura: una lectura de Juana Lucero...
7
Hasta 1884, 1895 y 1899, tanto en los diccionarios de Zerolo como en el de la Academia Usual
(rae), se definía el término “histerismo” como “Padecimiento nervioso de la mujer, caracterizado
principalmente por convulsiones y sofocación”. Tales síntomas se ven en personajes femeninos de
novelas decimonónicas. En Juana Lucero, hay episodios en que la protagonista padece tales síntomas,
pero no son los únicos. Un conjunto de situaciones traumáticas la llevan a la pérdida de la razón.
21
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8
Augusto D’Halmar, Los vicios de Chile. Juana Lucero (Santiago de Chile: Imprenta Turín, 1902),
p. 46.
22
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9
Vicente Suarez Casañ, Conocimientos para la vida privada. La prostitución (Santiago de Chile:
Imprenta Albión, 1893), p. 68.
23
Ruby Arelí Araiza Ocaño
24
Enfermedad y locura: una lectura de Juana Lucero...
antes de que el Estado aprobara el Reglamento para las Casas de Tolerancia, una forma de regular,
normar y controlar el ejercicio de la prostitución con fines económicos, morales e higienistas”. Clau-
dia Darrigrandi Navarro, Huellas en la ciudad: figuras urbanas en Buenos Aires y Santiago de Chile, 1880-1935
(Santiago de Chile: Editorial Cuarto Propio, 2014), p. 150.
25
Ruby Arelí Araiza Ocaño
Bibliografía
Donoso, José. Historia personal del boom. Santiago de Chile: Aguilar Chilena
de Ediciones, 2007.
Navarro, Joaquina. La novela realista mexicana. Adver. de Alfredo Pavón.
Tlaxcala: Universidad Autónoma de Tlaxcala, 1992.
Suarez Casañ, Vicente. Conocimientos para la vida privada. La prostitución.
Santiago de Chile: Imprenta Albión, 1893.
27
Eric Espinoza
2
Por ejemplo, el guía o caudillaje, la caracterización del lenguaje utilizado, el anquilosamiento de
una generación precedente, aspectos todos propuestos por el alemán Julius Petersen. Julius Petersen,
“Las generaciones literarias”, en Filosofía de la ciencia literaria (México: fce, 1946), pp. 164-180.
30
Elías Nandino: poeta Contemporáneo
3
Luis Mario Schneider, “Los Contemporáneos: la vanguardia desmentida”, en Los Contemporáneos
en el laberinto de la crítica (México: El Colegio de México, 1994), p. 16.
4
Loc. cit.
5
José Luis Martínez, Literatura mexicana, siglo xx (1910-1949) (México: cnca, 1990), p. 29.
31
Eric Espinoza
6
José Luis Martínez y Christopher Domínguez Michael, Literatura mexicana del siglo xx
(1910-1960) (México: cnca, 1995), p. 29.
7
Carlos González Peña, Historia de la literatura mexicana (México: Porrúa, 1984), p. 17.
8
Octavio Paz y otros, Poesía en movimiento. México, 1916-1966 (México: Siglo xxi, 1966).
9
Loc. cit.
10
Carlos Monsiváis, La poesía mexicana del siglo xx, notas, sel. y resumen cronológico de Carlos
Monsiváis (México: Empresas Editoriales, 1966).
32
Elías Nandino: poeta Contemporáneo
33
Eric Espinoza
17
Julián Marías, Generaciones y constelaciones (Madrid: Alianza Editorial, 1989), p. 119.
18
Cit. por Petersen, “Las generaciones literarias”, en Filosofía de la ciencia literaria, p. 172.
34
Elías Nandino: poeta Contemporáneo
Xavier fue quien nos presentó a Jorge Cuesta y a Gilberto Owen. Jorge y
Gilberto ya eran amigos desde antes. Xavier los conoció en un café porque
alguien se los llevó a presentar. Los encontró inteligentes y cultos y los invitó a
nuestros “estudios”. (República de Brasil 41).
Después de que ellos se empezaron a juntar con nosotros, las reuniones
para hablar de libros, autores, noticias y de arte en general se hicieron más
frecuentes. Cualquiera de nuestros cuartos, o de los cafés cercanos a la Plaza de
Santo Domingo, era bueno para ponernos a platicar.19
El tiempo de evolución que vivieron en conjunto los del “grupo sin grupo”
luego de 1923 o 1924 fue compartido por Nandino, cercanísimo en edad y,
posteriormente, en temas poéticos. Las vivencias y las lecturas discutidas o
descubiertas fueron factor determinante para su conformación como “gru-
po literario”: “los autores que más nos impactaron a todos juntos en ese
tiempo fueron Rimbaud, Rilke, Mallarmé, Proust, Gide, Valéry, Huysmans,
Blasco Ibáñez y Juan Ramón Jiménez. Lugones, Julio Herrera y Reissig
entre los sudamericanos y Edgar Allan Poe entre los norteamericanos.”20
Nandino, pues, está muy cerca de este subgrupo –Villaurrutia, Novo, Cuesta
y Owen–, que subrayó durante su unificación la lectura del Juan Ramón
Jiménez de Eternidades y Piedra y cielo –en el caso de Owen y Villaurrutia– o
de Gide o Valéry –en el de Cuesta–; que se interesó y comentó a Góngora y,
en consecuencia, practicó la retórica y la poética barroca.
Si a Nandino no le toca vivir todas las circunstancias escolares del “grupo
sin grupo”, sí vive a plenitud la época cultural posrevolucionaria. Los alcanza
también, por así decirlo, en una etapa clave: el momento vasconceliano, en
palabras de Gabriel Zaid.21 Ciertamente, las vivencias junto a ellos cobran
entonces una significación especial en el marco de los acontecimientos
culturales, políticos y sociales. Las experiencias ensanchan a Nandino
19
Elías Nandino, Una vida no/velada (México: Grijalbo, 1986), p. 62.
20
Ibid., pp. 66-67.
21
Gabriel Zaid (Comp.), Ómnibus de poesía mexicana, pres., comp. y notas de Gabriel Zaid (México:
Siglo xxi, 1966).
35
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36
Elías Nandino: poeta Contemporáneo
Pepe Gorostiza algo de Canciones para cantar en las barcas; Novo algunas
cosas de Nuevo amor y yo algo de Eco.”25
Mientras realizaba sus estudios de medicina y llegaba al Hospital Juárez
como practicante, se consolidaba también la formación del grupo literario.
Dice claramente:
a aquellos jóvenes de entonces les guardo una gran estimación; buena parte de
mi formación intelectual y de mi autocrítica literaria las adquirí con ellos,
así como ellos lograron gracias a mí, cierta humanización [...].
25
Nandino, Una vida no/velada,, p. 82.
26
Ibid., pp. 81 y 87.
37
Eric Espinoza
de una misma edad, más que influencia hay intercambios.”27 Si bien es cierto
que la reflexión en torno a la muerte aparece desde los primeros poemarios
de Nandino como la mayor constante, aun antes de que su amigo íntimo,
Xavier Villaurrutia, se convirtiera en la principal influencia dentro de su
poesía, se pueden advertir tales correspondencias entre la obra de Vi-
llaurrutia –especialmente, Nostalgia de la muerte– y la de Nandino, y de la de
éste con la de otros Contemporáneos, particularmente con algunos versos
de Gorostiza y Montellano. Y no sólo respecto de los temas se puede trazar
la afinidad de Nandino con otros Contemporáneos, también en cuanto a la
forma. Me refiero al nocturno y la décima, que comparte específicamente
con Villaurrutia.
Tanto en Nandino como en Villaurrutia puede hallarse un diálogo íntimo
con la muerte, construido en un ambiente semejante, caracterizado por las
sombras, los reflejos, el silencio, la soledad, el sueño. La muerte en los
poemarios de Nandino entraña su tratamiento como una parte simbólica
de la vida misma. Y semejante a Villaurrutia, a veces nostálgica, a veces
misteriosa. En Villaurrutia, es claro que nada hay más angustiante que
nuestra fatal mortalidad: la compañera inseparable desde el momento de
nuestro nacimiento. La muerte nos circunda con “global amago”. Y es
dentro del sueño, “espejo de soledad”, como él dice, que la arrolladora
muerte tendrá su más propicio lugar: “Soledad, aburrimiento, vano si-
lencio profundo”, un yo poético en medio de la angustia y el tedio.
La sensación trágica y de aislamiento profundo aparece asimismo en
Nandino: “ese llanto invencible que brota a medianoche”, y en Villau-
rrutia: “Al fin llegó la noche a despertar palabras.” En Nandino, el trato
con la muerte también tiene lugar en una “estancia nocturna”, como el
momento más favorable para formular una explicación sobre su vida,
que añada, a su vez, significación a su muerte.
Dejando a un lado la idea de que su carrera de médico estableció una
suerte de confidencia con su literatura, es relevante mencionar que comparte
con otros Contemporáneos la devoción por la muerte, estimulada también
por su contexto social y cultural. Octavio Paz ha dicho: “hacia 1930 aparece
el tema de la muerte en la literatura mexicana [...], los escritores mexicanos
27
José Emilio Pacheco, “Presentación”, en Elías Nandino: Voz viva de México (México: unam,
1983), p. 1.
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Elías Nandino: poeta Contemporáneo
de esa década sufrieron una suerte de fascinación [...]. En casi todos los
poetas españoles e hispanoamericanos de ese periodo aparece el tema de
la muerte [...]. Pero la poesía que se escribía en España y en América sobre
este tema no tenía el carácter obsesivo que tuvo entre los mexicanos.”28 De
ahí que Nandino haya podido leer asimismo un ensayo del filósofo alemán
Paul-Louis Landsberg, aparecido por primera vez en 1937, La experiencia de la
muerte.29 De acuerdo con Paz, ésta, y la de Muerte y resurrección, de Max Scheler,
fueron lecturas conocidas y admiradas principalmente por Villaurrutia, Go-
rostiza, Montellano y Cuesta.30 En consecuencia, en no pocos versos
de los publicados por Nandino desde 1938 hallamos el enfrentamiento
consciente con la muerte, la cual se irá personificando a medida que el
poeta trascienda el mundo físico, luche con la realidad de su mundo interior
y espiritualice en la intimidad a su muerte, concediéndole la posibilidad
de ser cuerpo, palabra, vida.
¿Es liberadora o aniquiladora? ¿Creadora o destructora? ¿Presente o au-
sente? ¿Trascendencia segura hacia lo divino o disolución perenne en la nada?
El sentimiento de la muerte en la poesía de Nandino nace con una supuesta
impasibilidad ante ella, que defiende su inserción en el curso de la vida, y
no es plena potencia destructora, sino transición anímica: “La vida es vida
que en morir se goza.”31 Se pretende despojarse del miedo morboso ante la
certeza del morir, aunque la muerte sea la condición implacable de nuestra
existencia: “Nada sabemos de la orilla helada, del poniente lejano que nos
roba.”32 La inquietud por la muerte añade impulso a la pasión erótica, como
resquicio de la muerte de la vida “para evitar el hielo del fastidio”:
28
Octavio Paz, México en la obra de Octavio Paz 2; generaciones y semblanzas (México: fce, 1989), p. 178.
29
Landsberg nació en 1901, en Bonn. Para 1926, fue profesor de filosofía en la universidad de su
ciudad natal. Luchó contra el nazismo y por tal motivo huyó obligadamente de Alemania poco antes
de que Adolfo Hitler subiera al poder. Exiliado en España, en 1934 asumió la cátedra de filosofía en
la Universidad de Barcelona y en 1936 se le invitó a la Universidad de Santander. A raíz del estallido
de la guerra civil, viajó a Francia y se unió al movimiento Esprit. En Pau, fue arrestado por la Gestapo
y deportado en 1943 al campo de Oranienburg, donde murió de extenuación al siguiente año.
30
Paz, México en la obra de Octavio Paz 2; generaciones y semblanzas, p. 177.
31
Elías Nandino, “Poema a la muerte”, en Nudo de sombras (México: Katún, 1983), p. 5.
32
Ibid., p. 6.
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33
Ibid., p. 5.
34
Xavier Villaurrutia, “Nocturno miedo”, en Nostalgia de la muerte y otros poemas (México: fce,
1995), p. 46.
35
Elías Nandino, “Nocturno difunto”, en Nocturna palabra (México: fce, 1960), p. 80.
40
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y luego su recuerdo,
y luego su nostalgia?36
36
Villaurrutia, “Paradoja del miedo”, en Nostalgia de la muerte y otros poemas, p. 46.
37
Francisco de Quevedo, “Salmo xix”, en Poesía, pról. de Jorge Luis Borges (México: Porrúa,
1994), p. 22.
38
Elías Nandino, “Sonetos a la muerte, ii”, en Espejo de mi muerte (México: Isla, Imprenta de
Manuel Altolaguirre, 1945), p. 119.
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Elías Nandino, “La poesía de Xavier Villaurrutia”, en Estaciones (México, 1956), núm. 1, p. 467.
53
“Siento haber de dejar deshabitado / cuerpo que amante espíritu ha ceñido; / desierto un
corazón siempre encendido, / donde todo el Amor reinó hospedado.” De Quevedo, Poesía, p. 25.
54
Nandino, “Sonetos a la muerte”, Espejo de mi muerte, p. 27.
55
Villaurrutia, “Nocturno de la alcoba”, en Nostalgia de la muerte y otros poemas, p. 62.
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Loc. cit.
57
Nandino, Espejo de mi muerte, p. 21.
58
Bernardo Ortiz de Montellano, “Segundo sueño”, en Paz y otros, Poesía en movimiento. México,
1916-1966, p. 389.
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Bibliografía
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Estrella Ortega Enríquez
en otro. Así, la mismidad –identidad-idem– será lo que identifique a un sujeto como inmutable en
su devenir temporal; ipseidad –identidad-ipse– lo que permita reconocer un cambio en ese sujeto
que, paradójicamente, sigue siendo el mismo.
3
Paul Ricoeur, Tiempo y narración iii (México: Siglo xxi, 1996), pp. 997-998.
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Estrella Ortega Enríquez
silencio metafísico que anida en su interior, no puede ser quien quiere ser;
sin embargo, lucha constantemente contra aquello que le impide definir su
identidad y hace una figuración de sí mismo cuando se contrasta con el
otro, con Besarión, hasta sufrir una duplicidad que sólo es tal cuando
la racionaliza:
Besarión intenta ser, finge ser, para no ser. ¿No ser qué? ¿No ser quién? Él
mismo. Besarión tiende decididamente a no ser.
Y yo, ¿tiendo a no ser?... No, tiendo a ser. No me dejan. Estoy interferido,
bloqueado. Sólo podré ser en ciertas condiciones. Cuáles, no sé. Apenas
las presagio.
Como la condición de estar conmigo. ¿Eso es la soledad? Quizá podría
llamarse la soledad profunda.
Aunque si estoy conmigo, estoy acompañado. Ya que si estoy conmigo
no soy yo solo, somos dos. “Estar con” indica “alguien o algo junto a”,
no el mismo.
Si somos dos, constituimos uno y el otro. ¿Cuál de ellos soy? Digo: yo y el
que está conmigo. Luego, el que está conmigo es el otro. ¿O si digo “estar
conmigo” supongo “un yo” y otro “un yo”?
Debí decir: “estar en mí” y no me hubiera enmarañado el pensamiento.
Ha sido por prestarme a la seducción de las palabras: con sus rasgos de
ideas parece que estuvieran descubriéndole algo a uno, como alertándolo sobre
la naturaleza de sus capas profundas. Empezaron a confundirme y se me iba
formando el miedo de ser dos, o de albergar a un otro, o de haber perdido
a mi otro yo o de hallarme bajo su dominio.8
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Elsa López Arriaga
3
Interés al que Vicente Leñero renunciará más tarde, según explica en entrevista a Silvia Cherem:
“Con los años, me decepcioné un poco de la teología de la liberación. Sentí que estaba demasiado
imbuida de una visión marxista y a los teólogos de la liberación que admiraba comencé a verlos
incompletos, radicales.” Silvia Cherem. “A medio juego. Entrevista a Vicente Leñero”, en Revista de la
Universidad de México (México, unam, 2006), núm. 28, p. 17.
4
De François Mauriac aprendió a ver el mal, en su convicción teológica, como punto clave en la
narrativa religiosa. En Graham Green, encontró casi un esquema policiaco sobre la búsqueda de Dios
para llegar al hombre que reniega de la fe y da la espalda a la salvación. Y por León Bloy, un narrador
fervientemente católico, descubrió como puntos centrales la miseria material, el aplastamiento
moral y la soledad espiritual del hombre.
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13
Elzbieta Sklodowska, La parodia en la nueva novela hispanoamericana (1960-1985) (Amsterdam/
Philadelpia: John Benjamins Publishing Company, 1991), p. 109.
14
Martínez Morales, “Vicente Leñero: de San Lucas a Lucas Gavilán”, en Texto Crítico, núm. 9, p. 239.
15
Pere Ballart, Eironeia. La figuración irónica en el discurso literario moderno (Barcelona: Quaderns
Crema, 1994), p. 422.
16
Linda Hutcheon, A therory of Parody. The teachings of twentieth-century art forms (Great Britain:
Methuen, 1985), p. 6. Sklodowska afirma y comulga con Hutcheon al entender la parodia como
una imitación, “con diferencia crítica”, de un discurso ya existente. Bajo esta perspectiva, la dis-
tancia se convierte en conditio sine que non para movilizar las competencias del lector y activar el
sentido paródico del texto.
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La opinión de Martínez Morales respecto al término gavilán ayuda a concretar el sentido de
rebajamiento, en el que he hecho hincapié: “Sin llegar a ser un mexicanismo, sí se utiliza en canciones
y refranes mexicanos. No hay que olvidar, además, que iconográficamente a cada evangelista se le ha
representado con un ser alado, y aunque es Juan a quien se le atribuye el águila y a Lucas un toro, es
factible pensar que de allí haya decidido Leñero hacer la transposición a Gavilán.” Martínez Morales,
“Vicente Leñero: de San Lucas a Lucas Gavilán”, en Texto Crítico, núm. 9, p. 249.
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Loc. cit. Lucas Gavilán manifiesta su interés en la teología de la liberación, principalmente
en “los estudios de Jon Sobrino, de Leonardo Boff, de Gustavo Gutiérrez y de tantos otros”; el
trabajo práctico que realizan ya numerosos cristianos a contrapelo del catolicismo institucional,
me animaron a escribir esta paráfrasis del Evangelio según San Lucas”. Loc. cit.
22
Loc. cit.
23
Ballart, Eironeia. La figuración irónica en el discurso literario moderno, p. 423.
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Elsa López Arriaga
El universo paródico
Según Seymour Chatman, la parodia, considerada en su sentido más sucinto,
24
Leñero, El evangelio de Lucas Gavilán, p. 10.
25
Alberto Porqueras Mayo, El prólogo como género literario (Madrid: Consejo Superior de In-
vestigaciones Científicas, 1957), p. 135.
26
Leñero, El evangelio de Lucas Gavilán, p. 10.
27
Loc. cit.
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El vértice de la parodia en El evangelio de Lucas Gavilán...
Desmitificación de Jesucristo
A partir de Jesucristo Gómez, principalmente en su carácter humano, se
percibe el rastro de la desmitificación en El evangelio de Lucas Gavilán.30 La
parodia parte de la conciencia de Jesucristo Gómez de ser él mismo una co-
pia, de reconocerse como el reflejo de un personaje anterior: el Jesucristo
bíblico. Intencionalmente, María, su madre, le asigna un nombre en aras de
vincularlo con Jesús de Nazaret: “Jesucristo vino a defender a los pobres y a
luchar contra las injusticias. Maldijo a los ricos. Combatió a los explotadores.
Dio su vida para cambiar este mundo... Por eso quiero que mi hijo se llame
Jesucristo –terminó María David.”31
28
Seymour B. Chatman, “Parody and Style”, en Poetics Today (2001), núm. 1, p. 28.
29
Sklodowska, La parodia en la nueva novela hispanoamericana (1960-1985), p. 109.
30
La humanización como distintivo de la sacralización es igualmente clara en la transformación
onomástica de los personajes, llevados, con este gesto, a la esfera de lo profano. El Arcángel Gabriel
es convertido en la comadrona doña Gaby, quien anuncia el nacimiento de Juan Bautista y de Jesu-
cristo Gómez. Es una mujer que asiste los partos, situación ligada a lo inferior corporal. Otro caso
parecido es el del Diablo Samperio, quien representa a la figura mítica antagónica del catolicismo. Las
elecciones de nombres, pues, no son gratuitas. Baste un ejemplo: dos de los discípulos de Jesucristo
Gómez comparten nombre: Justo de Santiago y Justo Irigoyen. En el original, ambos se llaman
Judas, aunque, en este caso, la semejanza atiende a la posibilidad antifrásica de la parodia. El discípulo
que traicionó a Jesucristo, Judas Iscariote, en la novela tiene el nombre de Justo Irigoyen: la antífrasis
está clara: Justo/traidor.
31
Leñero, El evangelio de Lucas Gavilán, p. 20.
69
Elsa López Arriaga
32
Martínez Morales, “Vicente Leñero: de San Lucas a Lucas Gavilán”, en Texto Crítico, núm. 9, p. 253.
33
James George Frazer, La Rama dorada. Magia y religión. (México: fce, 1951), p. 185.
34
Leñero, El evangelio de Lucas Gavilán, p. 35.
35
Loc. cit.
36
Loc. cit.
70
El vértice de la parodia en El evangelio de Lucas Gavilán...
37
Ibid., p. 36.
38
Lc 2, 25.
39
Lc 2, 37.
71
Elsa López Arriaga
La inversión de valores
En El evangelio de Lucas Gavilán, la parodia se vale del folklore carnavalesco –
aunque no son condicionantes una de otra– para cuestionar distintas estruc-
turas y formas. A lo largo de toda la novela, el Evangelio de San Lucas es
visto a través del ojo del carnaval, a partir de algunos elementos: el carácter
festivo, la inversión de valores e incluso lo inferior corporal representado prin-
cipalmente a través del vómito. Las categorías bajtinianas resultan útiles para
identificar los rasgos del carnaval y elementos populares en la novela, aunque
ésta permanezca limitada por una dudosa liberación y una momentánea re-
novación. Se trata, así, de un carnaval sui generis regido por la irreverencia.
Uno de los puntos de partida más sólidos del carnaval y de la parodia es
acercar al mito y al lector, sumiendo al primero en una situación cotidiana.
La manera de quebrantar los rituales serios establecidos es por medio de la
“degradación carnavalesca”. Ésta se constata en El evangelio de Lucas Gavilán
a partir de dos perspectivas: la inversión de valores entre alto/bajo y la pre-
40
Mijail Bajtín, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de François Rabelais
(Madrid: Alianza Editorial, 1987), p. 275.
41
Leñero, El evangelio de Lucas Gavilán, p. 306.
42
Ibid., p. 307.
72
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73
Elsa López Arriaga
45
Bajtín, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de François Rabelais, p. 25.
46
Leñero, El evangelio de Lucas Gavilán, p. 68.
47
Ibid., pp. 69-70.
74
El vértice de la parodia en El evangelio de Lucas Gavilán...
El humor irreverente
La novela propone una crítica mordaz por medio de un espacio cómico
–popular como el carnaval; crítico y frontal como la parodia. El humor
en El evangelio de Lucas Gavilán no es pasmoso, ni sostiene una risotada
estruendosa; se trata de una respuesta más sutil, de una sonrisa dibujada.
Si bien múltiples aspectos del carnaval están presentes en la novela,
Leñero se desapega de la risa popular, propia de lo carnavalesco. Está
presente en la novela la risa crítica, que “se dirige a la inteligencia pura:
la risa y la emoción son incompatibles [...]. Es indispensable que no me conmueva.
Esta es la única condición realmente necesaria, aunque no sea suficiente”.50
La risa crítica debe apelar, en buena medida, a la inteligencia e, incluso, a la
competencia del lector.
Salta a la vista la burla, la exposición, la irreverencia y el menosprecio
del narrador hacia distintos sistemas, como la filosofía, la antropología,
la teología, la falsa intelectualidad, entre otros. El tono se percibe, clara-
mente, en el diálogo de Jesucristo con el maestro en filosofía José Luis
Trejo Saltibañez, quien “se encargó de recomendar a los adictos su puntual
48
Ibid., p. 130.
49
Bajtín, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de François Rabelais, p. 285.
50
Henry Bergson, Introducción a la metafísica. La Risa (México: Porrúa, 2004), p. 126.
75
Elsa López Arriaga
51
Leñero, El evangelio de Lucas Gavilán, p. 156.
52
Ibid., p. 160.
53
Ibid., p. 97.
76
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Elsa López Arriaga
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Bibliografía
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Luis Alberto Aldama Hernández
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El discurso animalístico: Juan José Saer y su diálogo...
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Luis Alberto Aldama Hernández
Esa vida me dejó –y el idioma que hablaban los indios no era ajeno a esa
sensación– un sabor a planeta, a ganado humano, a mundo no infinito sino
inacabado, a vida indiferenciada y confusa, a materia ciega y sin plan, a firma-
mento mudo: como otros dicen a ceniza. Durante años, me despertaba día
tras día sin saber si era bestia o gusano, metal en somnolencia, y el día entero
iba pasando entre duda y confusión, como si hubiese estado enredado en un
sueño oscuro, lleno de sombras salvajes, del que no me libraba más que la
inconsciencia nocturna. Pero ahora que soy un viejo me doy cuenta de que la
3
Juan José Saer, El entenado (Buenos Aires: Folios, 1983), p. 99.
84
El discurso animalístico: Juan José Saer y su diálogo...
certidumbre ciega de ser hombre y sólo hombre nos hermana más con la bestia
que la duda constante y casi insoportable sobre nuestra propia condición.4
85
Luis Alberto Aldama Hernández
deslavados rellenos de paja, o formas sin sustancia infladas por el aire indi-
ferente del planeta, no dejaba de visitarme a cada función.5
86
El discurso animalístico: Juan José Saer y su diálogo...
prendiendo que se trataba más bien de lo contrario, que, para ellos, a ese
mundo que parecía tan sólido, había que actualizarlo a cada momento para
que no se desvaneciese como un hilo de humo en el atardecer.7
7
Ibid., p. 121.
8
Ibid., p. 134.
87
Luis Alberto Aldama Hernández
9
Norberto Bobbio, El existencialismo. Ensayo de interpretación (México: fce, 1949), p. 47.
10
Ibid., pp. 40-50.
11
Saer, El entenado, p. 155.
88
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Bibliografía
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Luis Alberto Aldama Hernández
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Efrén Ortiz Domínguez
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Desplazamientos de sentido en la ciudad contemporánea...
93
Efrén Ortiz Domínguez
2
Guillermo Samperio, Gente de la ciudad (México: fce, 1986), p. 10.
94
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Terca redondez
95
Efrén Ortiz Domínguez
96
Desplazamientos de sentido en la ciudad contemporánea...
97
Efrén Ortiz Domínguez
7
Gonzalo Celorio, México, ciudad de papel (México: Tusquets, 1997), p. 12.
8
Ibid., p. 15.
9
Ibid., pp. 21-22.
10
Ibid., p. 26.
98
Desplazamientos de sentido en la ciudad contemporánea...
¿Qué es hoy día la ciudad de México? Una mancha expansiva que se trepa por
los cerros. Un inmenso lago desecado que en venganza por la destrucción
11
Ibid., p. 3.
12
Ibid., 49.
13
Ibid., p. 55.
99
Efrén Ortiz Domínguez
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Efrén Ortiz Domínguez
102
Desplazamientos de sentido en la ciudad contemporánea...
17
Ibid., p. 152.
18
Ibid., p. 153.
19
Loc. cit.
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Efrén Ortiz Domínguez
Son el primer y el mejor regalo que la ciudad otorga a sus mortales. Salen con
el Sol, todas tacones, cabello aun mojado, blusa recién planchada, lociones y
cremas que recuerdan los ires y venires del durazno y la rosa. Como la mañana
es nueva, no les importan los empujones en el metro, las apreturas en peseras y
autobuses. El día comienza al ritmo de sus caderas, y la ciudad entona un
himno asediando “Muchachas que trabajan.”20
Luego, en línea continua con la evocación del paseante que atraviesa los
bulevares, se extasía ante las novedades que le brinda el paisaje urbano: la
multitud, los autos, los escaparates. La imagen no sólo es visual; la memoria
se impregna con mil detalles sensuales, de entre los cuales el menos asiduo
de los sentidos nos golpea con una fuerte imagen: “sumérgete en los olores
de esa ciudad en miniatura, y prueba recorrer el pasaje con los ojos cerrados:
te inundarán el olfato plantas medicinales, polvos milagrosos, lociones in-
falibles de las tiendas esotéricas, sensualidad opuesta al ascetismo de las
tiendas de artículos religiosos en el pasaje Catedral.”21 Pero ninguna imagen
20
Vicente Quirarte, Enseres para sobrevivir en la ciudad (Bogotá: Luna libros, 2012), p. 87.
21
Ibid., p. 155.
104
Desplazamientos de sentido en la ciudad contemporánea...
Bibliografía
22
Ibid., 162.
105
Ignacio Ballester Pardo
El arte, para bien o para mal, ha dependido del poder. En la tradición mexi-
cana, destacan casos de poetas asociados o protegidos por cúpulas políticas:
sor Juana Inés de la Cruz, la Academia de Letrán, Enrique González Mar-
tínez, Contemporáneos, Jaime Sabines u Octavio Paz.1 Estos dos últimos
casos, Sabines y Paz, son considerados, desde el siglo xx, como ejemplos para-
digmáticos de una vertiente popular y otra culta, que, en el xxi, representarían
José Emilio Pacheco, por un lado, y Gerardo Deniz, por otro. No obstante, en
ningún caso se trata de compartimentos estancos pues la vinculación de
la poesía y la academia conforma buena parte de la historia de México.
La Academia Mexicana de la Lengua celebró sus primeras sesiones
en 1875, aunque sus antecedentes datan de 1835. En el contexto postin-
dependentista, entre quienes la fundaron sólo había dos poetas: Andrés
Quintana Roo (1787-1851) y Francisco Manuel Sánchez de Tagle (1782-
1847).2 Actualmente, cuenta con treinta y seis sillas, dos de las cuales, la xiii
y la xxxiii, están vacantes, por la reciente muerte de Ramón Xirau, en julio
de 2017, y el retiro de Elías Trabulse, en marzo de 2017, respectivamente.
Además de docentes e investigadores, siete son poetas –por orden de
número–: Alejandro Higashi (Ciudad de México, 1971), Adolfo Castañón
(Ciudad de México, 1952), José Pascual Buxó (San Feliu de Guixols, Girona,
España, 1931), Ramón Xirau (Barcelona, España, 1924-Ciudad de México,
2017), Eduardo Lizalde (Ciudad de México, 1929), Jaime Labastida (Los
Mochis, Sinaloa, 1939) y Vicente Quirarte (Ciudad de México, 1954). No
encontramos a ninguna poeta, pues la presencia de mujeres –ocho– en la
1
Alí Calderón, La luz que va dando nombre. Veinte años de la poesía última en México. 1965-1985 (Puebla:
Secretaría de Cultura, 2007), p. 7.
2
Vicente Quirarte, “El poeta en la Academia”, en Revista de la Universidad de México (México,
unam, junio de 2007), núm. 40, p. 19. Véase <http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/4007/
pdfs/18-23.pdf>.
Ignacio Ballester Pardo
3
Ricardo Venegas, Con-versatorias. Entrevistas a poetas mexicanos nacidos en los 50 (México: conaculta/
Eternos Malabares, 2013), p. 94.
108
Liga de la poesía y de la academia en México: Vicente Quirarte
y Víctor Toledo,4 por su ligazón con el autor de Razones del samurai. Poesía
reunida 1978-1999.5
¿Se es poeta por la academia o académico por la poesía? Se trata de dos
oficios, a priori, independientes, que, en el México del nuevo milenio, están
cada vez más cerca. Quirarte es poeta porque empieza a publicar en revistas
como Punto de Partida, al inicio de los años ochenta, y es académico porque
reúne los méritos suficientes como investigador. Recordemos que un ras-
go que caracteriza de forma conjunta a la Generación de los cincuenta
es que los poetas están muy vinculados a la universidad,6 como explica el
propio autor en su artículo “Filiación y continuidad de la poesía mexicana
reciente”.7 Todavía existe una fisura gris entre poesía y academia. En ese
hueco, desaparecen textos y autores y, todavía, se instalan temores generales
y tópicos:
4
Ibid., pp. 368-369.
5
Vicente Quirarte, Razones del samurai. Poesía reunida 1978-1999 (México: unam, 2000).
6
Gabriel Zaid, Leer poesía (México: Océano, 1999), pp. 181-182.
7
Vicente Quirarte, “Filiación y continuidad de la poesía mexicana reciente”, en Punto de Partida
(México, unam, marzo de 1982), Cuadernillo 23, pp. 11-16.
8
Alejandro Higashi, pm/xxi/360° Crematística y estética de la poesía mexicana contemporánea en la
era de la tradición de la ruptura (México: uam-i/Tirant Lo Blanch, 2015), p. 212.
9
Vicente Quirarte, “El poeta en la Academia”, en Revista de la Universidad de México (México, unam,
junio de 2007), núm. 40, pp. 18-23. Véase <http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/4007/
pdfs/18-23.pdf>.
109
Ignacio Ballester Pardo
110
Liga de la poesía y de la academia en México: Vicente Quirarte
111
Ignacio Ballester Pardo
112
Liga de la poesía y de la academia en México: Vicente Quirarte
15
Vicente Quirarte y otros, Presentación del libro La isla tiene forma de ballena (México: inherm,
2016). Véase <https.//www.youtube.com/watch?v=kzcOWqXo68g>.
113
Ignacio Ballester Pardo
16
Ana Chouciño Fernández, “Poesía y palimpsesto en Vicente Quirarte y Jorge Esquinca o la
búsqueda de un lugar en territorio minado”, en Literatura mexicana (México, unam, 1998), pp. 183-201.
17
Marta Piña Zentella, “Trazo urbano en la obra de Vicente Quirarte”, en Revista de Literatura
Mexicana Contemporánea (El Paso, The University of Texas at El Paso/Eds. Eón, octubre-diciembre
de 2008), año xiv, núm. 39, pp. 23-30.
18
Marco Antonio Murillo, “Cómic y poesía, dos casos: Quirarte y Carreto”, en Marcapiel (2016).
Véase <https://marcapiel.com/article/comic-y-poesia-dos-casos-quirarte-y-carreto/>.
19
Ignacio M. Sánchez Prado, Intermitencias americanistas. Estudios y ensayos escogidos (2004-2010)
(México: unam, 2012), p. 281.
114
Liga de la poesía y de la academia en México: Vicente Quirarte
De los escasos críticos que han trabajado a Quirarte, fuera de este sistema
endogámico que acostumbra ser la academia mexicana, la más especializada,
Chouciño, trabaja en la Universidad de Santiago de Compostela, España,
mientras que el resto, Piña, Farfán o Murillo, han expuesto de una u otra
manera sus estudios sobre el poeta en The University of Texas at El Paso,
en Estados Unidos. En México, además del mencionado Alejandro Higashi,
únicamente protagoniza los estudios de Alí Calderón y algunas reseñas o
notas periodísticas de sus coetáneos: Eusebio Ruvalcaba, Eduardo Casar,
Jorge Esquinca o Frédéric-Yves Jeannet.
Paradójicamente, al mismo tiempo que un poeta es reconocido por su
trabajo fuera de México, es silenciado en su país: “Perdiéndole el respeto a
la academia”, cobra, entonces, fuerza la famosa expresión: “Ya no le entran
los frijoles.” El titular de la Cátedra “Luis Cernuda”, de la Universidad
de Sevilla, en 2006 participó en “Poesía y visión. Jornadas de encuentro
entre palabra y pintura” y, en 2008, en el Seminario “El corazón en los
ojos. Pinceles y poesía en la generación de Contemporáneos”. Ambas
actividades tuvieron lugar en Valencia, donde, por esos años, vieron la luz,
en la Editorial Pre-Textos, los libros que recogen su poesía en España: Como
a veces la vida (2000), Nombre sin aire (2004) y Esa cosa tan de siempre (2013),
además del libro de ensayos sobre la plástica en Contemporáneos: Ojos
para mirar lo no mirado (2011). Ese año, en octubre de 2011, Vicente Quirarte
participó en un recital poético de la Universidad de Alicante, organizado
por el Centro de Estudios Literarios Iberoamericanos Mario Benedetti,
con la colaboración de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. En
ese momento, me decidí a estudiar su obra, aunque dicho semestre lo
cursaba precisamente en la Universidad Nacional Autónoma de Méxi-
co. Más adelante, en 2015, Vicente Quirarte publica La isla tiene forma de
ballena, una novela histórica sobre los liberales mexicanos que vivieron
en Nueva York, entre 1864 y 1867. Es su primera novela. Es la primera
vez que aparece en Seix Barral.
La figura del crítico en México se legitima con las instituciones estatales
y se proyecta internacionalmente con los fondos públicos. Por ejemplo,
Quirarte e Higashi, académicos y poetas, participaron, en 1999 y 2012,
respectivamente, en la Cátedra Rosario Castellanos, financiada por la
Secretaría de Relaciones Exteriores de México y la Universidad Hebrea
115
Ignacio Ballester Pardo
20
Alejandro Higashi, “Consecuencias cognitivas de la intervención editorial en la poesía mexicana
contemporánea”, en Valenciana. Estudios de filosofía y letras (Guanajuato, Universidad de Guanajuato,
2016), núm. 18, p. 61. <http://www.revistavalenciana.ugto.mx/index.php/valenciana/article/
view/143/396>.
21
Quirarte, “El poeta en la Academia”, en Revista de la Universidad de México, p. 19. Véase
<http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/4007/pdfs/18-23.pdf>.
22
Loc. cit.
23
Loc. cit.
24
Vicente Quirarte, Los días del maestro (México: conaculta, 2008), p. 96.
116
Liga de la poesía y de la academia en México: Vicente Quirarte
Recuerdo aquella vez que me presentó Vicente Quirarte con el maestro Bonifaz
en la taquería donde acostumbraba a desolemnizar la tertulia. Cuando Quirarte
le comentó con gran deferencia hacia mí la publicación de Catulo en el destierro,
en la colección El ala del tigre (ambos títulos inspirados en la obra del maestro),
Bonifaz contestó restándole importancia al hecho: “Todos los poetas jóvenes
alguna vez son Catulo; todos, alguna vez, escribimos como Catulo.”26
25
Ignacio Ballester Pardo, “Entrevista con Vicente Quirarte”, en Poéticas. Revista de Estudios
Literarios (Granada, Valparaíso Ediciones, 2017), núm. 7, p. 126. Véase <http://poeticas.org/index.
php/poeticas/article/view/131>.
26
José Ángel Leyva, “El Catulo de Bonifaz, el Bonifaz de Catulo”, en Maribel Urbina y otros, La
flama en el tiempo. Testimoniales y estudios poéticos (México: uam/Academia Mexicana para la Educación
e Investigación en Ciencias, Artes y Humanidades, 2018), p. 89.
27
Ignacio Ballester Pardo, “Arte poética en Vicente Quirarte: decálogo entre el cielo y la tierra”, en
Carmen Alemany Bay (Coord.), Artes poéticas mexicanas (de los Contemporáneos a la actualidad) (Guadalajara:
Universidad de Guadalajara, 2015), pp. 265-281. Véase <https://www.academia.edu/34535140/
Arte_po%C3%A9tica_en_Vicente_Quirarte_dec%C3%A1logo_entre_el_cielo_y_la_tierra>.
117
Ignacio Ballester Pardo
28
Quirarte, Razones del samurai. Poesía reunida 1978-1999, p. 42.
118
Liga de la poesía y de la academia en México: Vicente Quirarte
Este es uno de los poemas más citados y antologados de los escasos estudios
que tratan a Quirarte. El epígrafe dedicado a Francisco de Quevedo, autor
del poema “Amor constante más allá de la muerte” –del que parte éste–,
dialoga de nuevo con una tradición centenaria. Sin desacralizar el texto
original, Quirarte actualiza los tópicos, manteniendo la forma clásica
del soneto, a falta de completar la rima en las dos primeras estrofas. Al
final del segundo cuarteto, leemos “y perder el respeto a la Academia”,
verso central del texto de Quirarte, que alude, de forma explícita, a la
institución que nos ocupa y a su deseo de que ésta se desacralice y salga
a la calle. Pese a perderle el respeto, la mayúscula sigue indicando la im-
portancia de la institución en su obra, así como la especificidad de su
alusión: la Academia Mexicana de la Lengua. En cuanto al último verso
de Quirarte –“Holbein será, mas Holbein y Correggio”–, Holbein, el
artista alemán del renacimiento nórdico, y Corregio, pintor del renaci-
miento italiano, aluden a zonas cercanas a la Avenida Insurgentes de
la Ciudad de México. Se está definiendo el espacio urbano mediante
pintores renacentistas que inician otra forma de emplear el tópico de
Quevedo: “mas polvo enamorado.” Tales correspondencias las estudia
Carmen Alemany en un reciente trabajo, en este caso, sobre José Emilio
29
Ibid., p. 69.
119
Ignacio Ballester Pardo
120
Liga de la poesía y de la academia en México: Vicente Quirarte
35
Alejandro Palma Castro, “De la extrañeza al dificultismo: los monstruos de Gerardo Deniz”,
en “This Spanish Thing”: Essays in Honor of Edward F. Stanton, ed. de Michael J. McGrath (Newark,
Delawere: Juan de la Cuesta, 2016), pp. 221-236. Véase <https://www.academia.edu/34143726/
De_la_extra%C3%B1eza_al_dificultismo_los_monstruos_de_Gerardo_Deniz>.
36
Julián Herbert, Caníbal. Apuntes sobre poesía mexicana reciente (Toluca: Bonobos, 2010), p. 15. Véase
<http://transtierros.blogspot.com.es/2015/05/apuntes-sobre-poesia-mexicana-reciente.html>.
121
Ignacio Ballester Pardo
Bibliografía
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Liga de la poesía y de la academia en México: Vicente Quirarte
123
Ignacio Ballester Pardo
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Liga de la poesía y de la academia en México: Vicente Quirarte
125
Jorge Luis Herrera
Ana Clavel
I
Una de las escritoras mexicanas más destacadas de la última década es, sin
duda, Ana Clavel (Ciudad de México, 1961).1 Las razones son diversas. Por
ejemplo, la claridad y fluidez de su prosa; las indagaciones en torno a
ciertas temáticas transgresoras y socialmente incómodas –la fuerza del
deseo, la disolución de la identidad, el fetichismo, la pedofilia, el incesto–;
los diálogos con múltiples autores, obras y disciplinas artísticas, sobre
todo visuales,2 de lo cual se desprende la recurrencia a utilizar, en y a partir
1
Ana Clavel es autora de los libros de cuento Fuera de escena (1984), Amorosos de atar (1992), Paraísos
trémulos (2002) y Amor y otros suicidios (2012) y de las novelas Los deseos y su sombra (2000), Cuerpo náufrago
(2005), Las Violetas son flores del deseo (2007), El dibujante de sombras (2009), Las ninfas a veces sonríen (2013)
y El amor es hambre (2015).
2
Este rasgo es evidente en todas sus novelas. Por eso, parece natural que la escritora reconozca la
importancia que para ella tienen las artes en general y, sobre todo, las visuales: cine, pintura, fotografía,
dibujos de sombras. En su texto “Soy totalmente visual”, afirma: “De manera por demás pleonástica,
a mí el mundo me entra literalmente por los ojos. Soy totalmente visual. El arte de contar se lo
debo a un programa de televisión que me enseñó, sin yo saberlo y desde muy niña, mis primeras
lecciones de estructura de un cuento: Galería Nocturna, cuyo presentador, Rod Serling, introducía, a
partir de un cuadro expresivo, una historia fantástica casi siempre de tintes pesadillescos.” Ana Clavel,
Jorge Luis Herrera
“Soy totalmente visual”, en Ciencia Ergo Sum (México, Universidad Autónoma del Estado de México,
marzo-junio de 2009), vol. 16, núm. 1, p. 101.
3
De acuerdo con The Concise Oxford Dictionary of Art & Artists, el término instalación surgió
durante la década de los años setenta y hace referencia a una expresión artística en la que “creates
a three-dimensional space pre-programmed or mechanically energized in order to enclose the
spectator and involve him in a multiplicity of sensory stimulations-visual, auditory, kinetic, tactile,
and sometimes olfactory”. Ian Chilvers, The Concise Oxford Dictionary of Art & Artists (Chatham, Ken-
tucky: Oxford University Press, 1996), p. 168.
4
El performace es, según The Concise Oxford Dictionary of Art & Artists, “An art form combining
elements of theatre, music, and the visual arts. [...]. Performance art is usually more carefully pro-
grammed and generally does not involve audience partipation. [...] it was only in the later 1960s and
particularly in the 1970s that Performance art became recognized as a category of art in itself. [...] and
performance was often a demostration, or an execution, of [its] ideas... [...]. The form and tone of
Performances have varied enormously”. Ibid., p. 396.
5
También, pero en menor grado, con Lolita (1955) de Vladimir Nabokov y El perfume: historia de
un asesino (1985) de Patrick Süskind.
128
Las Violetas son flores del deseo: vorágine multimedia...
129
Jorge Luis Herrera
ii
La historia de Las Violetas son flores del deseo llega al lector gracias a Julián
Mercader, narrador autodiegético que habla en primera persona del singular
sobre el deseo hacia su hija Violeta, deseo que lo desborda y que trata de
sublimar mediante la creación de unas nínfulas inanimadas, sexualizadas,
dobles de su descendiente a los doce años,15 virginales, capaces de sangrar,16
con calor corporal, piel aduraznada y “labios entreabiertos”, que “parecían
murmurar esa frase que después se convertiría en un secreto mensaje
interesante para el espectador, lo cual equivale a que sea emocionalmente neutro”. Cit. por Guasch,
El arte último del siglo xx. Del posminimalismo a lo multicultural, p. 168.
12
Desde una perspectiva más “mundana”, el proyecto multimedia puede considerarse también
un anexo publicitario de la novela.
13
Josefina Ludmer, “Literaturas postautónomas”, en Ciberletras. Revista de crítica literaria y de cultura
(2007), núm. 17, p. 2. Véase <http://www.lehman.edu/faculty/guinazu/ciberletras/v17/
ludmer.htm >.
14
Loc. cit.
15
Por ejemplo, el narrador habla sobre el deseo hacia su hija: “No pretendo convencer a nadie al
decir que busqué consumar en las Violetas una pasión que me abrazaba las entrañas, en vez de
dirigirla hacia el objeto real que la despertó tan despiadadamente. Tampoco que, a mi modo,
creía ayudar a otros a salvarse.” Ana Clavel, Las Violetas son flores del deseo (México: Alfaguara, 2007),
p. 47.
16
Julián afirma: “Toda felicidad era tan fugaz, una herida permanente. Fue entonces que pensé
en construir las Violetas púberes. Abrirlas y hacerlas sangrar. Quebrantar sus cuerpos cerrados
y perfectos de muñecas inofensivas, romperlas con una grieta esencial, hacerlas vulnerables.”
Ibid., 71.
130
Las Violetas son flores del deseo: vorágine multimedia...
17
Ibid., p. 43.
18
Ibid., p. 37. En la novela de Hernández, las Hortensias se fabrican y distribuyen con fines
similares. Se refiere, por ejemplo, un supuesto volante de propaganda: “¿Es usted feo? No se preo-
cupe. ¿Es usted tímido? No se preocupe. En una Hortensia tendrá usted un amor silencioso, sin riñas,
sin presupuestos agobiantes, sin comadronas.” Felisberto Hernández, “Las Hortensias”, en Obras
completas (México: Siglo Veintiuno Editores, 1982), vol. 12, p. 218.
19
Clavel, Las Violetas son flores del deseo, p. 47.
20
El narrador describe a Tántalo como “el siempre deseante, el condenado a tocar la manzana
con la punta de los labios y, sin embargo, no poder devorarla”. Ibid., p. 10.
131
Jorge Luis Herrera
132
Las Violetas son flores del deseo: vorágine multimedia...
es, según Espinoza, que el segundo es mediado por la conciencia: “el deseo
es el apetito acompañado de la conciencia del mismo.”27
iii
El diálogo intertextual de Las Violetas son flores del deseo con “Las Hortensias”
llega hasta el extremo en que Felisberto Hernández forma parte de la
diégesis.28 En otras palabras, aunque ciertos elementos están inspirados
en la persona “real”, es presentado como personaje de ficción. Pero
este juego de disolución de límites entre lo real y lo ficticio es llevado
más allá, ya que también se alude a aspectos de la vida del artista plástico
austríaco Oskar Kokoschka, episodios que Hernández probablemente
conoció y utilizó en “Las Hortensias”. No está por demás comentar que
Kokoschka, después de un romance de casi dos años con Alma Mahler,
viuda de Gustav, el compositor, transfirió su fijación hacia una muñeca,
réplica de su examante, lo que supuestamente le ayudó a superar el abandono.
De este modo, Julián comparte con Kokoschka el deseo consciente que dio origen a
sus muñecas: la nostalgia por su objeto/ser amado, parafraseando a Espinoza.
El personaje de Felisberto posee otras peculiaridades en las que vale
la pena detenerse. Es descrito como “un hombre singular: [...] pianista
itinerante y escritor del Uruguay”.29 Y más adelante, se relata, ya en un
plano puramente ficcional, que “fingió su propia muerte y [que] tomó
en préstamo la vida de un medio hermano recluido en un manicomio desde
los tiempos en que escribió Las Hortensias y en cuya existencia se inspiró ese
relato abismal”.30 El narrador lo introduce al contar que comenzó a recibir
27
Loc. cit.
28
En entrevista, Clavel habla sobre su relación con “Las Hortensias”: “Durante la escritura
de Las Violetas son flores del deseo hubo un momento en que me topé con las muñecas sexuadas de
las que habla Felisberto Hernández en Las Hortensias. El reto era ir más allá de esa extraordinaria
historia. Y así fue como se me ocurrió que se tratara de mujeres adolescentes que sangran y que
son como vírgenes. Después incluí al personaje de Felisberto y lo recluí en un asilo de ancianos;
allí descubrió estas muñecas y se deslumbró con ellas. No tenía pensado meter al personaje de
Felisberto Hernández, pero a la hora de articular la historia se fue dando.” Jorge Luis Herrera,
“Entrevista con Ana Clavel. Escritora de deseos y sombras”, en Voces en espiral. Entrevistas con escritores
mexicanos contemporáneos (Xalapa: Universidad Veracruzana, 2009), p. 131.
29
Clavel, Las Violetas son flores del deseo, p. 111.
30
Loc. cit.
133
Jorge Luis Herrera
iv
Respecto a las ligas entre Las Violetas son flores del deseo y La muñeca, de Hans
Bellmer, antes que nada debe decirse que Clavel vincula el génesis de su
novela con la observación de dicha serie, “abriendo así el espectro de una
suerte de familia de muñecas-flores del mal como una sugestiva metáfora
del deseo y la fantasía erótica”.35
Realizaré aquí un paréntesis para explicar que Bellmer engendró, en
1934, su primera muñeca articulada, de un metro cuarenta centímetros
de altura, y que desde ese momento continuó elaborándolas, fotogra-
fiándolas y fotografiándose con ellas –muchas estaban hechas a base de
papel y pegamento. Las piezas evidencian el poco interés de su creador por
reproducir miméticamente la realidad, pues varias poseían extremidades
repetidas o carecían de algún pedazo o miembro. Los fragmentos eran
ensamblados en posturas y situaciones insólitas, descoyuntados. El fotó-
grafo colocó sus creaciones en distintos sitios –bosques, jardines– y en
31
El protagonista cuenta que, antes que el supuesto Horacio Hernández lo buscara, desconocía
la existencia del escritor Felisberto y de Las Hortensias, y que “con gran dificultad conseguí un
libro impreso en 1947 en una librería de viejo perdida en el centro de la ciudad”. Ibid., 38.
32
Se menciona que la aparición de las Violetas volvió a desatar en el autor de “Las Hortensias”
el frenesí provocado por el deseo hacia las nínfulas: “un anciano como h. h. que más que dormitar
hibernaba su deseo.” Ibid., p. 44.
33
Ibid., 118.
34
Lavery identifica que la abreviatura h. h. parece otro guiño intertextual, pues el protagonista de
Lolita, de Nabokov, se llama Humbert Humbert. Lavery, The Art of Ana Clavel, p. 158.
35
Ana Clavel, Catálogo sobre el proyecto multimedia Las Violetas son flores del deseo (México:
Alfaguara/Canal 22/Casa Refugio Citlaltépetl/fonca, 2008), p. 3.
134
Las Violetas son flores del deseo: vorágine multimedia...
135
Jorge Luis Herrera
V
Como anticipé, la propuesta multimedia estuvo constituida por una expo-
sición, una foto-instalación, un performance y una página web, que sirve de
memoria viva.46
a contradecirse. Objeto erótico y sensual, es a la vez un objeto mórbido y violento. En esta
fascinación indeterminada por sentimientos contradictorios, pueden coexistir junto con la
sensualidad y el erotismo, la muerte”. Rosa Aksenchuk, “‘La Muñeca’ (‘La Poupée’), simulacro
y anatomía del deseo en Hans Bellmer”, en Observaciones Filosóficas (Chile, 2007), núm. 4. Véase
<http://www.observacionesfilosoficas.net/lamuneca.html#1not>.
44
Clavel, Las Violetas son flores del deseo, p. 59. En “Las Hortensias”, igual que en Las Violetas son
flores del deseo, las descripciones de escenas en las que aparecen muñecas, o fragmentos de éstas, se
hallan cargadas de húmeda plasticidad y sugieren también vínculos con fotos de Bellmer. Son
particularmente atractivos los pasajes en los que conviven las nínfulas, sus extremidades y los
espejos. Sin embargo, me fascinan aún más aquellos pasajes finales, sobre todo el siguiente,
donde el caos y la lubricidad imperan, en una especie de colorido caleidoscopio en el que los
fragmentos del cuerpo forman un ballet alucinante: “En la primera vitrina había una escena
sin leyenda: en una gran piscina, donde el agua se movía continuamente, aparecían, en medio
de plantas y luces de tonos bajos, algunos brazos y piernas sueltas. Horacio vio asomarse, entre
unas ramas, la planta de un pie y le pareció una cara; después avanzó toda la pierna; parecía un
animal buscando algo; al tropezar con él se quedó quieta un instante y en seguida se fue para el
otro lado. Después vino otra pierna seguida de una mano con su brazo; se perseguían y se juntaban
lentamente como fieras aburridas entre una jaula. Horacio quedó un rato distraído viendo todas las
combinaciones que se producían entre los miembros sueltos, hasta que llegaron, juntos, los dedos
de un pie y de una mano; de pronto la pierna empezó a enderezarse y a tomar la actitud vulgar de
apoyarse sobre el pie; esto desilusionó a Horacio; hizo la seña de la luz a Walter, y corrió la
tarima hacia la segunda vitrina.” Hernández, “Las Hortensias”, en Obras completas, p. 232.
45
Un dato curioso sobre Bellmer es que ilustró obras eróticas de Georges Bataille, Pauline Réage
y Sade.
46
Incluye el primer capítulo de la novela un texto sobre la misma y otro sobre el origen de la
exposición −un video que toma a las muñecas intervenidas, una por una y en grupo, así como fotos
y resúmenes curriculares de sus autores−, una réplica virtual de la foto-instalación –acompañada de
otro texto explicativo y de una serie de “fotos detrás de la Instalación”–, el performance-video y sendas
secciones de notas sobre la novela y de agradecimientos.
136
Las Violetas son flores del deseo: vorágine multimedia...
47
Claire Becker, Arturo Buitrón, Rocío Caballero, Alejandro Escalante, Saúl Kaminer, Gabriel
Macotela, Jocelyne Marmottan, Rubén Maya, Gustavo Monroy, Tarsicio Padilla, Maribel Portela,
Arturo Rivera y Luis Manuel Serrano.
48
Del tipo de las denominadas “Lupitas”, típicas durante la Semana Santa en Celaya, Gua-
najuato, México.
49
Clavel, Catálogo sobre el proyecto multimedia Las Violetas son flores del deseo, p. 4.
50
Clavel cuenta sobre el momento en que conceptualizó la serie: “yo acababa de ver el video de
la película de Catherine Breillat, Anatomie de l’enfer (2004), en la que una pequeña de unos siete años,
se esconde entre mazos de hortensias y desde ahí muestra sus intimidades a un grupo de amiguitos
con quienes había estado jugando. Es una escena lúdica y gozosa de exhibición y hallazgo. Recuerdo
que detuve la pantalla y le pedí a Rogelio Cuéllar que la fotografiara. Sin dudarlo, le dije: ‘Algo así
es lo que quiero para las Violetas.’ Ahí, entre los matorrales, las piernas de una niña con tobilleras y
zapatos, como la versión infantil de la mujer desnuda y abierta de piernas de la instalación Étant donnés
de Marcel Duchamp, a la que uno debe asomarse por los agujeros de una puerta.” Clavel, Soy
totalmente visual”, en Ciencia Ergo Sum, p. 102.
137
Jorge Luis Herrera
138
Las Violetas son flores del deseo: vorágine multimedia...
vi
Retomaré un rasgo de las “literaturas postautónomas”, que ilumina varias
particularidades de la propuesta literaria y multimedia de Las Violetas son flores
del deseo: la ambivalencia como “uno de los modos cruciales de construcción
del presente y al mismo tiempo uno de los modos centrales de pensarlo”,54
que se manifiesta de formas diversas, siendo dos de las principales la postura
amoral ante el deseo pedofílico incestuoso, que se problematiza aún más
al ubicar al lector/espectador en la perspectiva del deseante, y la surgida
tanto al extraer personajes y situaciones del terreno de la “ficción” para in-
sertarlos en el plano de la “realidad” como al introducir en la “ficción” a
personas “reales”, en este caso, Hernández y Bellmer. De esta manera, las
literaturas postautónomas “toman la forma de escrituras de lo real”,55 en
ocasiones gracias a las nuevas tecnologías, como en el caso de Las Violetas
son flores del deseo. Por eso, estas expresiones artísticas, esencialmente literarias,
se rigen por otros principios, porque obedecen a otras lógicas, en las cuales
se funden los límites que separan las nociones de “ficción” y de “realidad”.
Por otro lado, aunque Clavel a veces abandone su rol de escritora e
incursione en disciplinas artísticas como las enumeradas, no se erige pro-
piamente como artista plástica, sino que se sitúa en un terreno híbrido,
transversal, hasta cierto punto inaprensible, todavía, al que accede gracias
a su sensibilidad artística y a su bagaje cultural, a pesar de que el único arte
que ejerce profesionalmente sea la literatura. Digo que el terreno es híbrido,
transversal y hasta cierto punto inaprensible porque se ha conformado y
nutrido, en buena medida, gracias al “caos” provocado por la disolución
de las fronteras y por la caducidad de muchas de las etiquetas que res-
pectivamente separaban y definían las diferentes artes y géneros. Es evidente
que en esta época, a comienzos del siglo xxi, las expresiones artísticas están
compuestas de múltiples elementos, que antes eran considerados ajenos y/o
54
Ludmer, “Literaturas postautónomas”, en Ciberletras. Revista de crítica literaria y de cultura, núm. 17,
p. 2. Véase <http://www.lehman.edu/faculty/guinazu/ciberletras/v17/ludmer.htm >.
55
Loc. cit.
139
Jorge Luis Herrera
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fragmentadas. Carlina del Norte: The University of North Carolina at
Chapel Hill, 2014. Vol. 54, Special Issue.
56
Lavery, The Art of Ana Clavel, p. 178.
57
Maricruz Castro Ricalde, “Exilia, de Cecilia Pego, el canon literario y el ethos social”, en Luz
Elena Zamudio Rodríguez y Jorge Luis Herrera (eds.), Romance Notes. Escritoras mexicanas del siglo xxi.
Miradas líquidas fragmentadas (Carolina del Norte, The University of North Carolina en Chapel
Hill, 2014), vol. 54, pp. 55-65.
140
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141
Jorge Luis Herrera
142
NOTAS
José Luis Martínez Morales
Mario Muñoz me invitó a dar un cursillo sobre literatura rusa clásica, y al ter-
minarlo advertí que era aquí donde debía vivir. Me presenté al maestro José
Luis Martínez Morales, director entonces del Instituto de Investigaciones
Lingüístico-Literarias, para saber si podía cambiar mi planta en el Instituto de
Investigaciones Filológicas [de la Universidad Nacional Autónoma] por una en
el Instituto que dirigía. Me recibió con cordialidad y resolvió con una rapidez
estupefaciente todos esos trámites que por lo general son complicados. Gracias
a su ayuda, en unas cuantas semanas había quedado yo incorporado en el Ins-
tituto. Encontré el lugar donde mejor he podido escribir, es decir, donde mejor
he podido vivir.1
1
Sergio Pitol, “Discurso de recepción del Doctorado Honoris Causa en la Universidad Vera-
cruzana”, en La Palabra y el Hombre (Xalapa, Universidad Veracruzana, octubre-diciembre de 2003),
núm. 128, p. 35.
José Luis Martínez Morales
Huelga decir, desde luego, que la gratitud de Sergio hacia mi persona fue
desmesurada y dice mucho de su bonhomía. El agradecido soy yo porque
a partir de entonces me brindó su amistad y, durante mi segundo periodo
al frente del Instituto (1994-2000), su respaldo y apoyo para la realización
de congresos literarios, con la presencia de varios académicos y escritores
mexicanos –entre ellos, Álvaro Enrigue, Vicente Leñero, Jorge López Páez,
José Luis Martínez, Carlos Monsiváis, Pedro Ángel Palou, Daniel Sada,
Juan Villoro y Jorge Volpi–, y para los homenajes a Carlos Fuentes y
Augusto Monterroso.
Por otra parte, yo siempre disfruté la lectura de su obra, aunque la
primera experiencia lectora de su Infierno de todos (1964) me produjo un sabor
agridulce, si no es que más bien amargo. Fue en 1965, imbuido, entonces,
por la atmósfera pietista del Seminario, que la lectura del libro de Sergio me
causó desasosiego. Por la lectura de los clásicos griegos, estaba acostumbrado
a que la literatura nos hablase de las grandes pasiones y tragedias humanas,
pero a éstas las creía asunto del pasado. Las historias de Infierno de
todos, en cambio, me parecieron demasiado vitales y demasiado cercanas
a una realidad que yo, por otra parte, más adivinaba que conocía. Fueron,
sobre todo, los personajes niños del cuento “Semejante a los dioses” y, en
particular, el propio Victorio Ferri, los que más calaron hondo en mi espíritu,
quizá porque en esos tiempos para mí no era concebible la existencia o
configuración de una personalidad infantil con una psique muy cercana
a lo demoníaco. Los niños a quienes yo estaba acostumbrado tratar eran los
del catecismo: juguetones, sí, traviesos, sí, pero nada más. Y aunque me
fascinaron los cuentos, le reprochaba al autor hubiese sido demasiado
cruel al crear a esos personajes niños, pues pensaba que creaturas tales
sólo podían ser producto de su imaginación. Ahora, cuando más de una
vez he leído noticias sobre niños que masacran a niños, me doy cuenta
que la literatura puede ser exponente, previas mediaciones estéticas, de
una sociedad en descomposición.
Para cuando Sergio entró al Instituto, en 1993, yo ya conocía su obra
narrativa publicada hasta esa fecha. Pero a partir de ese momento, amable
y agradecido siempre para conmigo, tan pronto salía una obra suya más,
reedición u original, me entregaba uno de los primeros ejemplares, con una
dedicatoria muy halagadora para mi persona. Todas con afecto, todas con
146
Sergio Pitol: crónica de una relación amistosa y académica
agradecimiento hacia mí. De entre todas ellas, la que más aprecio, aunque
creo que allí Sergio exageró la nota, es la del ejemplar del Arte de la fuga
(1996), que a la letra dice: “Para José Luis Martínez, a quien estimo como
amigo y jefe, y a quien indirectamente este libro le debe mucho. Un abrazo
cordial. Sergio Pitol. Xalapa, Ver., 5 de noviembre 96.”
Cuando, en 1992, me fue a ver para su reincorporación a la Universidad
Veracruzana –pues ya había estado durante los años 1966-1967–, aproveché
para comentarle que, con Sixto Rodríguez, estaba preparando una antología
sobre la narrativa veracruzana, por encargo de la Dirección General de
Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Le dije que
yo tenía mis dudas sobre si debía incluirlo o no pues nos habían indicado
que los autores tenían que haber nacido en el Estado de Veracruz. Y si
bien yo sabía que había vivido en Potrero, cerca de Córdoba, Veracruz, la
información que tenía lo registraba como poblano. Con su sonrisa franca
y amable, me expresó: “Yo soy cien por ciento veracruzano. Nací en la
ciudad de Puebla, es cierto, pero por mero accidente. Mi madre tuvo
problemas con mi gestación y el médico que la atendía le recomendó
que, para prevenir problemas, era mejor que atendiera mi nacimiento
en un sanatorio de Puebla.” Y así lo ratificó en su discurso de recepción
del doctorado Honoris Causa por la Universidad Veracruzana: “Para empezar
–dice al inicio del segundo párrafo– quiero aclarar que soy un veracruzano
nacido por azar en Puebla.”2 Desde luego que esto de la adscripción a un
lugar por el registro civil no tiene la menor importancia, sobre todo cuando
se trata de un escritor, como es el caso de Sergio, que trascendió las fronteras
geográficas: “Eres el escritor veracruzano más cosmopolita”, le decía yo.
Y él nomás sonreía.
Y a este propósito, yo comenté, en una mesa redonda sobre literatura
veracruzana, en el año de l996, que los espacios fictivos de la narrativa
de Sergio Pitol están configurados a partir de una geografía tanto mexicana
–dentro de la cual la veracruzana ocupa un lugar especial– como extranjera.
Franco Moretti señala: “la geografía es un aspecto decisivo del desarrollo y
de la invención literaria: una fuerza activa, concreta, que deja sus huellas en
los textos, en las tramas, en los sistemas de expectativas.”3 En tal sentido, le
2
Ibid., p. 29.
3
Franco Moretti, Atlas de la novela europea 1800-1900 (México: Siglo xxi, 1999), p. 5.
147
José Luis Martínez Morales
escuché, por aquellos tiempos, decir a Sergio Pitol: “Muchas de mis novelas
están como en un columpio, de un lado Italia y de otro Veracruz.” Esta
declaración suya la asumí como una propuesta para aplicarla a su novela
Juegos florales (1982). En ésta, la presencia de la provincia veracruzana, como
elemento tematizado al interior de su discurso narrativo, entra en juego con
los espacios fictivos de ciudades italianas como Roma y Venecia. Pero más
allá de los referentes veracruzanos o europeos reales, hay un aspecto de
la novela digno de ser resaltado. En su primera travesía por barco hacia
Europa, el personaje escritor y alter ego del autor empieza a escribir una
historia que termina en Italia. Al dar a conocer a los editores de Orión
su relato, Billie Upward, un miembro de dicha empresa editorial, le critica
su carencia de raíces y la imposibilidad de “ubicar el lugar donde la acción
transcurría”.4 La finalidad de la empresa editorial, le aclara, es “Revelar a un
público cultivado aspectos del mundo que el mundo desconocía”.5 Y ejem-
plifica esta intención con el caso de un relato islandés recién traducido y
próximo a publicarse:
4
Sergio Pitol, Juegos florales (México: era, 1990), p. 67.
5
Loc. cit.
6
Loc. cit. Las cursivas son mías.
7
Ibid., p. 68.
148
Sergio Pitol: crónica de una relación amistosa y académica
infancia, en un ingenio del trópico “lo más semejante al paraíso que po-
día concebir”.8 El proceso de génesis del relato le produce a su autor,
como a su protagonista, un sentimiento de extrañeza, que lo conduce
a “la reflexión sobre su ambivalente situación entre Roma y su país”.9
Este fenómeno anímico se lo explica porque “su infantil protagonista,
por un proceso indefinido y subterráneo, se fue convirtiendo al pasar los
años en un niño urbano que veía en el ingenio un lugar exótico y divertido,
totalmente distinto a como lo podían concebir los chicos que allí vivían”.10
La diferencia de óptica hacia el lugar –de quien sólo va a pasar las vacaciones
y de quien vive allí– lo lleva a concebir al ingenio como un “pequeño burgo
crecido a la sombra de un castillo”.11 Cuando Billie Upward conoce el rela-
to, admite que “la atmósfera estaba bien lograda”, aunque le molesta “el
mensaje cargado de un nacionalismo atroz, cuajado de un odio malsano a
los extranjeros”, pues ve en “el ingenio, un símbolo del mal, una especie
de castillo de aire rarificado y ominoso, un enclave de extranjeros en el
trópico”.12
De dicho episodio, quiero resaltar la discusión y quizá la propuesta sub-
yacente en torno a la relación geografía y literatura. A este propósito, Franco
Moretti ofrece la siguiente cita de Bajtín: “El ritmo griego de la aventura
necesita una extensividad espacial abstracta [...]. El carácter del lugar deter-
minado no entra en el evento como un elemento constitutivo: el lugar entra
en la aventura sólo como pura extensividad abstracta. He ahí por qué todas
las aventuras de la novela griega están dotadas de transferibilidad: lo que
ocurre en Babilonia podría ocurrir en Egipto o en Bizancio y viceversa.”13 Y
aunque el estudioso italiano dice dejar el juicio de esta aseveración bajtiniana
a los lectores, él defiende su propia postura:
8
Ibid., p. 72.
9
Ibid., p. 76.
10
Ibid., pp. 76-77.
11
Ibid., p. 78.
12
Ibid., p. 98.
13
Moretti, Atlas de la novela europea 1800-1900, p. 74.
149
José Luis Martínez Morales
150
Sergio Pitol: crónica de una relación amistosa y académica
151
José Luis Martínez Morales
18
Sergio González Rodríguez, “La novela de Billie Upward: Venecia-Jalapa y anexas”, en
Tiempo cerrado, tiempo abierto. Sergio Pitol ante la crítica, comp. de José Eduardo Serrato (México: unam/
era, 1994), p. 158.
19
Antonio Tabucchi, “La máscara y el rostro de Sergio Pitol”, en ibid., p. 53.
20
Julio Cortázar, “El estado actual de la narrativa en Hispanoamérica” en Obra crítica/3 (Madrid:
Alfaguara, 1994), p. 98.
152
Sergio Pitol: crónica de una relación amistosa y académica
21
Ana María Barrenechea, “La literatura fantástica: función de los códigos socioculturales en la
constitución de un tipo de discurso”, en Lectura crítica de la literatura americana, sel., pról. y notas de Saúl
Sosnowski (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1996), p. 32.
22
Miguel Valera Hernández, “Clavijero, uno de los grandes de la historiografía a nivel universal”,
en Punto y Aparte (Xalapa, 20 de junio de 2002), p. 18.
23
José Luis Martínez Morales, Atrevimientos. Ensayos sobre narrativa veracruzana (Xalapa: Editora
del Gobierno de Veracruz, 2002), p. 6.
153
José Luis Martínez Morales
24
Loc. cit.
25
Confluencias. Lecturas en torno a Sergio Pitol, ed. e introd. de Elizabeth Corral (Xalapa: Instituto
Veracruzano de la Cultura, 2016,
26
Ibid., p. 77.
154
Sergio Pitol: crónica de una relación amistosa y académica
Al reeditar sus textos, Sergio siempre les hacía pequeñas variantes: son detalles
estilísticos, sobre todo supresiones de palabras o cambio de las mismas; sin
embargo, a veces estas minucias lexicales se vuelven significativas, curiosas y
hasta divertidas si se analizan con una mirada maliciosa y quizás impertinente;
o perversa, a la manera de ciertas lecturas que propone Borges de algunos
textos consagrados. En este pequeño trabajo, analicé algunos ejemplos
de los cuentos de Infierno de todos, a partir de la última edición de 1999
y tomando en cuenta las anteriores. Transcribo a continuación los dos
primeros ejemplos:
27
Ibid., pp. 83-83.
155
José Luis Martínez Morales
28
Sergio Pitol, Obras reunidas: Cuentos y relatos (México: fce, 2004).
156
ENTREVISTAS
Yasmín Rojas
mr. En 1960, tenía ya a mi primer hijo, en Nueva York. Era madre soltera.
Era difícil, entonces, ser madre soltera. En Nueva York, no había muchas
condiciones, o sea, no había guarderías, ni cosas así. Yo trabajaba mucho y
casi no veía a mi hijo. Entonces, en el año 1961, no sé por qué, se me ocurrió
que, si viniéramos a México, a lo mejor podría pasar más tiempo con mi
hijo. Es una de esas cosas que no me explico tanto ahora, pero resultó.
mr. La época en que El Corno Emplumado tuvo sus ocho años de vida fue una
etapa cultural muy poderosa, de distintas maneras, en las artes, en política,
en las relaciones bifronterizas. En México, algunos de los grandes artistas
acababan de fallecer –Diego Rivera, Tina Modotti, etc.– y sus espíritus y
trabajo aún permeaban la atmósfera. Otros aún vivían: David Alfaro Siqueiros,
Anita Brenner, Rufino Tamayo. La política mexicana de ofrecer refugio a los
artistas que sufrían persecuciones en otros lados trajo a refugiados como
Leonora Carrington, León Felipe y Mathias Goeritz. Jóvenes artistas, como
Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Juan Martínez, Juan Bañuelos, Felipe
Ehrenberg y José Luis Cuevas, comenzaban a aparecer en la escena. En
los Estados Unidos, acabábamos de emerger del macartismo y comen-
zábamos a buscar voces que habían sido silenciadas durante décadas previas.
Alrededor del continente –diría que alrededor del mundo–, la década
de los años sesenta fue una época de efervescencia cultural, rebelión y
resistencia a la sofocación e hipocresía social.
mr. Aunque El Corno Emplumado fue sólo una de un gran número de revistas
literarias que emergieron a principios de los años sesenta, no ocupamos
ninguna otra revista como modelo para su contenido y forma. Queríamos
ser originales. Vimos que la forma y el contenido estaban íntimamente
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Todo es político, incluso la poesía: Margaret Randall
conectados. Hablamos sobre crear una revista donde las páginas se con-
formaran con el trabajo que imprimíamos, en lugar de que el trabajo
se adecuara a las páginas. Por ello, a veces imprimíamos, en las páginas,
poemas en líneas verticales. Queríamos ser modernos, únicos, libres.
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Yasmín Rojas
puede ser de cualquier tema: de tema social, de idea, del amor, del miedo, del
paisaje, etc. De manera más amplia, todo es político.
yr. ¿Me podría hablar sobre las intenciones estéticas que compartían Sergio
Mondragón y usted durante la publicación de El Corno Emplumado?
mr. No veíamos al arte visual como algo que necesariamente debiera ilustrar
la palabra escrita, ni viceversa. Sentíamos que cada trabajo creativo debía
defenderse por sus propios méritos. A veces, como en el ejemplar donde
incluimos una sección de poesía indígena,1 acompañamos esos textos
con dibujos de artistas indígenas de Guerrero. Aunque, generalmente,
cada contribución a la revista era completa, bajo sus propios términos.
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Todo es político, incluso la poesía: Margaret Randall
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Yasmín Rojas
mr. Durante los años de El Corno Emplumado, nacieron mis tres hijas: Sarah,
Ximena y Ana. Esos fueron, sin duda, momentos muy importantes para
mí. Y por supuesto, el movimiento estudiantil de 1968 marcó mi vida de
manera muy significativa. Estoy segura de que hubo otras experiencias más,
pero todas éstas, siento, fueron las más importantes.
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Todo es político, incluso la poesía: Margaret Randall
yr. Esta pregunta tiene que ver con Cuba y su postura política. ¿Al enterarse
del “caso Padilla”, cambió su opinión sobre el ideal revolucionario?
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Yasmín Rojas
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Todo es político, incluso la poesía: Margaret Randall
yr. ¿Era visible el control del Estado y la censura? ¿Se sintieron vigilados
por alguna autoridad o grupo político?
mr. Sí. La censura del Estado fue real y visible durante los años en que publicamos
El Corno Emplumado. Cuando anunciamos que nuestro siguiente número estaría
dedicado al trabajo en Cuba, la Unión Panamericana –extensión cultural de la
Organización de los Estados Americanos (oea)– nos amenazó con cancelar
500 suscripciones, si lo hacíamos. Está de más decir que no lo dudamos
y perdimos esas valiosas suscripciones. Tuvimos patrocinio de varias
ramas del gobierno mexicano: la Secretaría de Educación Pública, la
Presidencia, Bellas Artes, etc. Cuando la revista se puso al lado de los
estudiantes, en 1968, perdimos esos subsidios. Y por supuesto, la revista
fue forzada a cerrar, como consecuencia de nuestro involucramiento
personal en el movimiento estudiantil. Así que el control gubernamental
y la censura estuvieron siempre muy claros para nosotros.
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RESÚMENES/ABSTRACTS
Vicente Francisco Torres. Centenario de Cuentos de la selva1
On the occasion of the centenary of Cuentos de la selva, the short stories are
analized in this volume, as well as Cuentos de amor, de locura y de muerte and the
ones compilated for Obras Completas –done by Carmen Crouzeilles–, this
will show the importance of de la selva de misiones, the ambiance where the
authentic Horacio Quiroga is found.
Ruby Arelí Araiza Ocaño. Enfermedad y locura: una lectura de Juana Lucero de
Augusto D’Halmar
1
Con excepción de la de Jorge Luis Herrera, todas las demás traducciones pertenecen a
Yasmín Rojas.
Resúmenes
the time, who, worried for the scientific discoveries, began reflecting about
the woman’s body, its physical problems and their predisposition towards
insanity. This tendency is evidenced when analizing the protagonist, Juana
Lucero, whose physical problems allows D’Halmar to reconstruct the
social values of femenine sicknesses.
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Abstracts
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Resúmenes
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Abstracts
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Resúmenes
Jorge Luis Herrera. Las Violetas son flores del deseo: vorágine multimedia en
torno al deseo
Las Violetas son flores del deseo (2007). En general, dicho proyecto incita a
pensar en torno a las vorágines provocadas por los deseos. En ese sentido, la
novela –eje de mi ensayo– se proyecta y se permuta en distintas expresiones
artísticas: catorce muñecas gigantes de cartón intervenidas, un performance,
una instalación y una página web. Fijaré mi atención en ciertos detalles fic-
cionales fundamentales, por ejemplo en aquéllos que se desprenden del
diálogo entre la propuesta de Clavel, el cuento “Las Hortensias” del escritor
uruguayo Felisberto Hernández y la obra del fotógrafo alemán Hans Bellmer.
Emplearé fuentes e ideas variopintas. Por ejemplo, recurriré a los conceptos
“deseo”, desarrollado por Espinoza, y “literaturas postautónomas”, de Jo-
sefina Ludmer.
I will analyse the multimedia Project proposed by the Mexican writer Ana
Clavel (1961) on the occasion of the launching of her third novel Las Viole-
tas son flores del deseo (2007). In general terms, the project encourages thinking
about the vortices caused by desires. In that sense, the novel –focus of my
essay– is projected in and transformed into different artistic expressions:
fourteen intervened giant cardboard dolls, a performance, an installation
and a web page. I will focus my attention on certain fundamental fictional
elements, for example in those that stem from the dialogue between
Clavel’s proposal, and the short story “Las Hortensias” by Uruguayan
writer, Felisberto Hernández and the work of German photographer,
Hans Bellmer. I shall use an array of sources and ideas. For example, I will
draw on the concepts of “desire” as developed by Spinoza and “post-
autonomous literatures” by Josefina Ludmer.
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