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La historia de la farmacia y el farmacéutico en el país se

remonta a la época colonial


1/12/2019 | 07:00 |

En el Primer Congreso Panamericano de Farmacia realizado en La Habana, Cuba, en el


año 1948, se firmó la resolución que consagra al 1º de diciembre de cada año como Día
Panamericano.

 En el Primer Congreso Panamericano de Farmacia realizado en La Habana,


Cuba, en el año 1948, se firmó la resolución que consagra al 1º de diciembre
de cada año como Día Panamericano de la Farmacia, en conmemoración de
aquel congreso y en homenaje a los farmacéuticos de las Américas.

   Previamente, el 12 de octubre de 1935, en la ciudad de Rosario, se fundó la


Confederación Farmacéutica Argentina (COFA), que acaba cumplir 81 años de
vida junto a los profesionales. Desde aquella fecha, el país festeja el "Día del
Farmacéutico Argentino".

   La historia de la farmacia y el farmacéutico en el país se remonta a la época


colonial.

   Cabe recordar que en el Buenos Aires colonial no había farmacias, sino


boticas. Los primeros médicos que vinieron a esta parte de América
preparaban los remedios que aconsejaban.

   Así, en el acta del 24 de enero de 1605 del Cabildo de Buenos Aires, se


consigna que el vecindario debía pagar al primer cirujano que solicitó se le
recibiese como tal, don Manuel Alvarez, la suma de cuatrocientos pesos al año,
más el importe de las medicinas y ungüentos que suministrase a los enfermos
de la población.

   Si bien Buenos Aires debió aguardar 25 años desde su segunda fundación


para que el Cabildo considerara la primera presentación de un profesional
titulado ofreciendo prestar sus servicios médicos; la espera de una gestión
análoga proveniente de un boticario se hizo esperar casi dos siglos: recién se
encuentra en los acuerdos del año 1770.

Fue iniciada por Don Agustín Pica, a quien se lo considera como el primer
boticario laico que solicitó del Cabildo autorización para ejercer su profesión en
Buenos Aires.

   En 1782, en el virreinato de las Provincias del Río de la Plata, no había


menos de 31 boticas establecidas y 4 botiquines. De ellos 16 y 3 botiquines se
hallaban en tierra argentina, 11 boticas y un botiquín en Bolivia, y 4 boticas en
el Uruguay.

   De aquellos días coloniales a estos de pelea por la visión sanitarista de la


farmacia pasaron años, donde la profesión tuvo idas y vueltas.
   Para consolidar la tarea profesional, en 1935 se consolidó la creación de la
COFA, luego de varios años de trabajo. Los delegados de las entidades
representativas de los profesionales venían desde el primer cuarto de siglo
proponiendo la constitución de la Confederación.

   Así lo expresaron en el Primer Congreso Farmacéutico Argentino (Capital


Federal, 1916); Tercer Congreso Farmacéutico de la Federación Farmacéutica
de la Provincia de Buenos Aires (Bahía Blanca, 1932); Jornadas Farmacéuticas
(Capital Federal, 1933); Primer Congreso Entrerriano (Rosario Tala, 1934);
fundación de la Federación Farmacéutica Argentina Regional (Santa Fe, 1934);
Segundo Congreso Farmacéutico Entrerriano (Rosario Tala, 1935) y Quinto
Congreso de la Federación Farmacéutica de la Provincia de Buenos Aires (La
Plata, 1935).

   Finalmente, el 12 de octubre de 1935, veinticuatro dirigentes firmaron el acta


fundacional, en la que dejaron constancia de que había "llegado el momento de
dar forma definitiva al viejo anhelo de unir todas las instituciones en un
organismo superior para coordinar la acción profesional, resolver con éxito
importantes problemas de salud pública, vinculados con los legítimos derechos
de los universitarios farmacéuticos y tratar de elevar el prestigio profesional y
científico de la clase farmacéutica, procurando el bienestar de sus
componentes; que esta unión de fuerzas hoy dispersas, resulta de imperiosa
necesidad, debido a la magnitud y gravedad de los problemas científicos,
legales, éticos, profesionales y económicos a solucionar".

   Durante la Asamblea, realizada al día siguiente, se eligió a Jorge Mullor como


Presidente de la Confederación.

El arsenal terapéutico usado a lo largo de la historia, fruto del mestizaje del


conocimiento de civilizaciones -y por qué no de la suerte, en ocasiones-, ha
logrado que a día de hoy tengamos al alcance de la mano fármacos eficientes y
seguros, y en algunos casos desde hace más de un siglo. No somos
conscientes de que la historia de la farmacia es relativamente joven y que son
pocos los medicamentos que han cumplido ya cien años.

Los orígenes de la historia de la farmacéutica se remontan al primer tercio del


siglo XIX, sin embargo solo es un punto de partida establecido como el
comienzo de una ciencia. Muchos siglos antes curanderos, alquimistas,
boticarios, farmacéuticos o químicos, buscaban remedios en la naturaleza que
mejoraran la calidad de vida de quienes les rodeaban y, sin saberlo, muchas
veces encontraron soluciones que hoy día siguen siendo fundamentales en la
medicina.

Son muchos los fármacos centenarios que ya no existen pero que "han dado
pie a lo que tenemos hoy día" y, aunque parece increíble, "todavía perduran
bastantes", afirma el catedrático de farmacología de la universidad de Alcalá y
vocal de docencia e investigación del Consejo General de Farmacéuticos,
Francisco Zaragoza.

La práctica de la farmacia comienza con la búsqueda de remedios para sanar.


En el caso de la digoxina, que proviene de las hojas de digital purpúrea
('Digitalis purpurea'), el catedrático se remonta poco más allá del 1200 donde
está documentado su uso. Durante la Edad Media su uso disminuyó por su
toxicidad, pero en el siglo XVIII William Withering, considerado su descubridor,
establece su dosificación correcta. Sin embargo, no fue hasta dos siglos
después cuando se sintetizó la molécula y hoy es uno de los fármacos más
usados para enfermedades cardiovasculares.
Más antiguo aún es el etopóxido que debe sus orígenes a Plinio el Viejo,
escritor y jurista romano, en el siglo I de nuestra Era. "Plinio el Viejo tenía un
condiloma acumidado (proliferación verrugosa) en los genitales que trataba con
una planta, la podofilo ('Podophyllum pelltatum'), que tiene una resina de la que
se extrae el etopóxido, un quimioterápico de actualidad".

Precisamente, se sigue usando para las verrugas una mezcla en polvo de


resinas extraídas de sus raíces. Con pasta de resina de podofilo y benzoína
aún se preparan soluciones y la resina de podofilo es un queratolítico cáustico
(ayuda a eliminar la capa externa de la piel) de uso tópico.

"Y si hablamos de antigüedad están los alcaloides del opio que están
documentados desde la medicina tradicional china", continua Zaragoza en una
entrevista, "de ellos destaca la morfina o la codeína actual". "También están
los alcaloides del curare que en función de cómo era la forma del envase que se
traía de Brasil, tenía unos principios activos u otros, es decir se modificaba el
grado de relajación muscular para la anestesia", añade.

"Los principios activos de esta planta han dado pie a los relajantes musculares
que se emplean ahora en quirófanos", advierte, recordando que "la síntesis ha
imitado lo que la naturaleza nos proporciona", de hecho la mayoría de los
fármacos actuales fueron remedios caseros naturales hace años, lo que ocurre
es que en muchos casos no está documentado.

Este es el caso del paracetamol, que cómo tal no ha cumplido los 100 años, pero
que sus orígenes datan de 1899 y su descubrimiento fue "por casualidad". Según
explica, "surge cuando un viajante acude a la feria de un pueblo. El hombre,
que tenía lombrices (oxiuros), se quejaba de picor en el ano, para lo que se
aplicaba naftaleno, que viene de la naftalina". Tras adquirir el tratamiento a un
farmacéutico del pueblo, "pasados 4 o 5 días el hombre fue a ver al médico
para decirle que las obleas de naftaleno no le habían quitado el picor pero sí la
fiebre que tenía por una supuesta gripe".
El médico al ver que no olía a naftalina acudió al farmacéutico que había
elaborado el producto quien, según cuenta Zaragoza, observó que en su
elaboración en vez de naftalina había echado un producto que se usaba para
pintar muebles conocido como anilina. "El producto fue un éxito absoluto,
quitaba la fiebre pero a algunos de los pacientes les producía
metahemoglobinemia -amorataba labios y mucosas-, así que decidieron dejarlo
antes de tener un disgusto", explica. Posteriormente, en 1930 se obtuvo la
síntesis química que hoy conocemos como paracetamol.

Otros muchos fueron descubiertos por casualidad, este fue el caso de un


fármaco surgido de un hongo, el cornezuelo del centeno, del que se tienen
datos de la Edad Media. "Hubo unas intoxicaciones que cursaban con
gangrena", explica. "Se comprobó que había correlación entre el consumo de
pan y los síntomas. Se encontraron que en el centeno crecía un parásito, el
claviceps purpurea (hongo ascomiceto), que producía una vasoconstricción
extrema que generaba gangrena", afirma Zaragoza. De este hongo surgieron
alcaloides que todavía se utilizan como la ergotamina, que data de 1918, para
combatir migrañas.

"A base de las observaciones se han conseguido desarrollar muchos fármacos",


advierte, este ha sido el caso de la reserpina en 1931, un alcaloide de rauwolfia
derivado de la raíz de la Rauwolfia serpentina, un arbusto nativo de la India que
"bajaba la presión y mejoraba los síntomas de lo locos", aunque no fue hasta la
década de 1950 cuando, "gracias a la sagacidad de la industria farmacéutica",
se desarrollaron los primeros fármacos. "La reserpina marcó un hito", y
actualmente de uno de los fármacos más usados para la hipertensión arterial.
Pero no cabe duda que existen fármacos centenarios que siguen siendo los
reyes de la botica: la aspirina, la heparina y los barbitúricos. El descubrimiento
de la 'Aspirina' se debe a Felix Hoffmann, quien obtuvo de las hojas de sauce
del ácido salicílico, "se sabía que era capaz de combatir estados febriles, pero
de una manera mucho más liviana a como fue después. Hoffmann había
iniciado en Bayer una línea de acetilación de compuestos, mejoró sus
propiedades, y se empezó a usar como analgésico y antitérmico, después se
vieron las propiedades antiinflamatorias y la actividad antiagregante
plaquetaria.
"También acetilaron la morfina, que era bien conocida, el mejor analgésico que
aún hay, y obtuvieron la heroína; cuando se vio su capacidad adictiva se tuvo
que prohibir". Antes fue registrada como analgésico, pero este es un episodio
de la historia olvidada de la farmacología, ya que "el éxito tiene mil padres pero
el fracaso es huérfano".
Otro fármaco centenario son los barbitúricos, que muchos creen que han
dejado de usarse, sin embargo siguen como antiepilépticos. "El ácido
barbitúrico fue un gran descubrimiento, procede de la condensación del ácido
malónico (de las manzanas) y la urea (de animal), que da nombre a la
malonilurea. Esto fue en 1903, cuando era un logro condensar distintas
moléculas", explica.
Emil Fischer y Josef von Mering descubrieron en Verona (Italia), "donde estaban
de vacaciones", que era un compuesto que deprimía y pensaron que podría
ayudar a personas con excitación. Se comercializó como Veronal, por la ciudad
donde estaban, posteriormente se introdujo un benceno y se desarrollo el
fenobarbital, molécula de un conocido anticonvulsivo que evita convulsiones
epilépticas, y dio pie a otros fármacos.
Finalmente destaca la heparina, que "proviene del intestino de cerdo, y es un
anticoagulante impresionante". "Cuando dicen que del cerdo se aprovechan
hasta los andares, del intestino se obtuvo este principio activo que se sigue
utilizando". "El éxito auténtico de la heparina es que ha puesto el punto de
partida de la obtención de las heparinas de bajo peso molecular que se utilizan
hoy día, que su perfil farmacológico y terapéutico es infinitamente mejor que el
de la heparina no fraccionada (heparina natural)", añade.

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