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El trastorno de crisis de angustia es más frecuente en mujeres entre los 18 y los 35 años.
Laura está tranquilamente en la cama preparada para irse a dormir y de repente, sin motivo
aparente, todo cambia. Comienzan las palpitaciones, la sensación de falta de aire, de no
poder respirar y el miedo irracional, entre otros síntomas. Probablemente, Laura haya
sufrido un ataque de pánico o una crisis de ansiedad. Estas crisis varían según la persona y,
como en el caso de Laura, pueden aparecer sin ningún motivo, mientras que otras veces son
otras circunstancias las que provocan el ataque, como el propio miedo y la preocupación de
una persona que ya ha pasado por uno y teme que vuelva a ocurrir: esos sentimientos
pueden desencadenar un nuevo ataque.
“Los síntomas de una crisis de pánico son muy típicos”, explica Jerónimo Sáiz, jefe del
Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal, en Madrid. “Son muy
violentos, muy súbitos, muy intensos y rápidos y producen mucho malestar”. El
experto indica que en muy poco tiempo los pacientes tendrán palpitaciones, sensación de
taquicardia, de falta de aire, de opresión en el pecho y sudoración. Pueden notar náuseas o
dolor de tripa y tener sensación de mareo. Sin embargo, aunque los pacientes suelen
describir esta sensación de mareo, en realidad Sáiz especifica que más que mareo es temor
a marearse. Otros síntomas que pueden aparecer es una sensación de inestabilidad o
aturdimiento, miedo a perder el conocimiento, hormigueo y entumecimiento. Por otro lado,
además de los síntomas físicos también pueden aparecer algunos psíquicos, como la
sensación de que las cosas no son reales alrededor de uno mismo o que tiene un aspecto que
no reconoce. Por último, está el miedo a perder el control o volverse loco.
Estas crisis de angustia y ansiedad no son nuevas ni su incidencia ha aumentado con la
crisis. Aunque es cierto que todos los factores tienen que ver y estar sometido a un estrés
continuo, perder el trabajo o la casa puede aumentar el riesgo de tener un ataque de
ansiedad. Sin embargo, ajenos a esos factores hay otros que complican las crisis de
angustia, tal y como señala Saiz: cuando los pacientes las sufren tienen la percepción de
que tienen un problema físico, en lugar de uno emocional. “Es decir, creen que están
padeciendo una enfermedad muy grave, como un infarto de miocardio, que pone en
peligro su vida”. A esto, también se le suma que en la mayoría de los casos la gente
desarrolla los llamados síntomas de evitación, que no son otros que síntomas fóbicos por
los cuales empiezan a tener un miedo irracional y exagerado. “Este temor está relacionado
con la creencia de que si tenemos un ataque cuando estamos solos no vamos a recibir
ayuda. De ahí viene la agorafobia y otra serie de limitaciones que pueden afectar a las
personas y que son evidentemente invalidantes e importantes”, añade.