Rodolfo El Paseador

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“Rodolfo el Paseador”

Rodolfo era un perro labrador bastante amistoso, por eso siempre que salía de paseo con su
amo, no dejaba de saludar a todos los animales que encontraba en su camino.
Al iniciar el paseo de la tarde, la primera con quien se encontraba era con la gata Greta,
quien vivía a tres locales de su edificio. Rodolfo al verla le decía: “Hola querida Greta!
¿Cómo va tu día?”, aunque ella nunca le respondió, él no dejó de saludarla, pensaba que
llegaría el día en que ella también se sintiera gustosa de verlo y le devolviera el saludo.
Luego veía a Gilberto, un loro parlanchín que se posaba en la reja de la ferretería. Gilberto
gritaba desde que veía a Rodolfo dar la vuelta en la esquina: “corran, ya viene el perro…
corran, ya viene el perro…”, frase que había aprendido de los niños que jugaban en la calle,
pero que la decían cuando Pepe, un perro callejero pasaba por los alrededores. Rodolfo
saludaba gentilmente a su amigo, diciéndole siempre: “Hola querido Gilberto!, Cómo va
tu…” pero Gilberto no lo dejaba terminar y empezaba a contarle de los clientes del
almacén, de los niños jugando y gritando y de las señoras que al escucharlo cantar (bastante
desentonado) le gritaban que se callara… Rodolfo siempre sonreía ante sus historias que
más parecían quejas y permitía que se desahogara, luego se despedía amablemente y seguía
su camino.
Con la tercera que se encontraba era con Filomena, una paloma mensajera, que siempre
estaba de afán. También a ella, Rodolfo la saludaba: “Hola querida Filomena! ¿Cómo va tu
día?”, ella, que no paraba de caminar rápidamente por su jaula, le respondía como
repitiendo una grabación: “como siempre Rodo, esperando que alguien haga bien su
trabajo, pero en nadie se puede confiar”. Rodolfo le respondía cada día con el mismo
cariño: Filo querida, tómalo con calma, no puedes hacerlo tu sola ni en un solo día…
El final del paseo estaba cerca, ya Rodolfo podía oler la entrada a su casa, y movía la cola
alegremente, sabía que adentro lo esperaba una gran cena y mucha, mucha agua para
refrescarse, pero no pudo evitar pensar en que ninguno de sus amigos le había preguntado
cómo estaba él ni cómo iba su día… Mientras su amo abría la puerta de entrada, una voz
desconocida para él, susurró: “Cómo te fue en el paseo?”. Rodolfo miró a su alrededor y
solo vio una pequeña araña que empezaba a hacer su telaraña en una esquina superior de la
puerta. Le preguntó si era con él con quien hablaba, y la araña le dijo que si, que por
supuesto, que lo había visto salir muy alegre. Rodolfo agradeció el gesto de la araña, se
presentó y le ofreció su amistad. La pequeña araña por su parte, le dijo que había llegado
esa mañana al vecindario, que se llamaba Esperanza y que si la invitaba a su próximo
paseo.

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