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CAPITULO I

Santiago es una casa de putas. Sobretodo en las noches de


verano en las que humoristas y gente de televisión celebra
fiestas con militares en jocosos tugurios del barrio alto. La
juerga esta buena para la farándula oficialista. Unos
celebran, otros mueren… y otros, ven cine. Cine del más
delirante y espantoso - Al menos así lo catalogaría el
gobierno y su ente represor. Cine prohibido por la dictadura.
Cine de países que ningún chileno ha escuchado hablar, cine
de vampiros de Pakistán, películas de amor de Oriente
Medio, historias de redención y venganza en un Templo
Shaolin. Todo se conjuga en los nueve televisores que Bruno
tiene en su sala de cine. Si tenía suerte conseguía una copia
en 35mm y la rodaba en su viejo proyector heredado de su
abuelo. Los matices de los colores variaban en el rostro del
joven. El adolescente tenía todo para disfrutar su obsesión
por el séptimo arte: Televisores importados, caseteras de
VHS, proyector de 35mm, una casona para él sólo.
Y es que a Bruno Stone le intriga profundamente lo
desconocido: El cine de Oriente.
No es que no le apasionara el cine del resto del mundo. Pero
sentía que se iba a pasar la vida descubriendo películas de
Oriente: China, Japón, Hong Kong, Taiwán, Singapur,
Tailandia, Pakistán, Las Filipinas; Películas creativas que
difícilmente cruzarían a América del sur.
Sentía que tenia todo un universo por descubrir; La búsqueda
cruzaría su vida. Los años no pasarían en vano mientras
aparecieran películas y relatos escondidos dignos de ver, oír
y palpar.
Son las 5:23 AM y Bruno ve una película gore italiana.
Y es que la cabeza del adolescente es un delirio, una
ensalada de luces, sonidos e ideas. Mira películas de zombies
en el Congo, suicidas cintas japonesas, existencialistas
europeos; Para terminar su noche leyendo historias de
guerra; Todo esto mientras en su radio suena música disco
cortesía de algún país extranjero mediante la frecuencia de
su radio de onda corta.
Escudriña una película tras otra. Era una obsesión apreciar la
condición humana en sucesivas y estrambóticas maratones
de cine.
Su rostro iluminado por sus televisores apilados en forma de
triangulo que conectadas a videocaseteras proyectaban
distintas películas del mundo: Indonesia, Alemania, Etiopía,
Unión Soviética, China. No importaba su procedencia. Y no
bastando con eso, tenía andando un proyector que iluminaba
la pared y sonaba toda la noche. A Bruno le encanta la
mescolanza entre historias, ruidos e imágenes. Y a pesar de
esto, tiene la capacidad para concentrarse en una sola cinta,
mientras el resto continua proyectándose.
Bruno ama la noche, el jovenzuelo ama el cine.

6:30 AM, el estruendo del despertador pilla al joven


despierto. No ha dormido nada, se la ha pasado toda la noche
viendo cintas que le trae su hermana de sus viajes por el
mundo. Recorría los videoclubes más roñosos y las
productoras más destartaladas del mundo para conseguirle
las raras películas que Bruno se afanaba de ver en sus
televisores. Ignacia Stone, una veinteañera de tenaz carácter
se las arreglaba para siempre conseguirle una rareza a su
hermano. Y es que desde la muerte de su padre la joven se
atribuyó el paternalismo que el joven había perdido.

7:57 AM, Bruno está en el salón de su colegio echado sobre


la mesa, piensa el monjas japonesas que vio cuando sonó el
despertador. No es raro que se la pase echado todo el día. El
colegio no es el fuerte del adolescente. Se sienta atrás solo
para dormitar. Sus amigos no están ahí. Sus verdaderos
amigos aparecen por su casa las noches de semana para
visionar las películas del mundo.

El Antisocial Cinema Club nació con el afán de poder ver el


cine que la dictadura prohibía. Si los duendes de Pinochet
prohibían a Bertolucci, era obvio que prohibirían también a
Felini y una larga lista de películas dignas de ver. Y es que
por aquel entonces ser cinéfilo era tan subversivo como ser
comunista. Soñar con un país diferente era justamente lo que
no querían que hicieras. La dictadura sólo permitía películas
que te permitieran evadirte, lo que no sabían es que toda
película lleva un mensaje. Fue así como se les coló un
clásico: El estreno de Star Wars en Chile. En donde el oscuro
gobernador de capa caída que reprimía a los subversivos e
idealistas era apuntado como el malo de la película.

Además en el Antisocial Cinema Club hay códigos que se


deben respetar. En los visionados se hablaba de cine, de las
pocas cosas buenas que tenia la vida. Se iba a comer, a
bailar, a discutir sanamente. Pero no se iba hablar de los
males de la dictadura. Y por ningún motivo se nombraba a
Pinochet. Se le llamaba Calígula, era más cinematográfico y
menos ordinario. Cuando hablabas de Calígula sabes que te
referías a Pinochet. Y es que su apellido era innombrable en
la casa de Bruno. Nombrarlo era merecedor de una patada en
el culo. Y es que como adolescentes se divertían los cinéfilos
viendo películas. Realmente la dictadura no tenía cabida en
la casa del joven cinépata. Su hogar era una apertura a otra
dimensión. A la babélica dimensión que podía otorgarte el
cine.

8:39 PM ¡Llegaron las estrellas! Grita Bruno desde el


segundo piso al ver la llegada de Cavieres, Jorge Cavieres;
El payaso que por las noches combatía a la dictadura. Ya
antes había llegado Jaime, el cabizbajo profesor de física
ataviado por la edad. Y así poco a poco se conformaba el
Antisocial Cinema Club, en donde se veía, discutía y
teorizaba sobre Cine ¡El cine es todo la bueno de la vida la
concha de su madre! Grita nuevamente el adolescente al
agarrar el cassette de VHS que verán esa noche de jueves.
“Eso es relativo” interrumpe el profesor “si es un drama,
nada de bueno tiene sentir las miserias de la vida”
¡Justamente por eso mi querido Jaime! Grita Bruno
¡Las miserias de la vida nos dan cuenta cuán felices somos!
Pero Jaime no comparte la jovialidad del adolescente. Siente
que su felicidad es producto de la comodidad y la inmadurez.
Sobretodo la inmadurez.
Y es que Bruno vivía holgadamente en una casa de Santiago.
No es que fuera rico, pero vivía con todas las comodidades.
Su padre murió cuando el apenas tenía cuatro años. Y la casa
en la que vivía la había heredado de sus abuelos. Su madre
vivía a tres cuadras. No es que se llevara mal, pero el estilo
de vida que el adolescente llevaba lo hacía meritorio de tener
una casa. Las paredes de su casa estaban plagadas de viejos
afiches de cine y muebles que apilaban desordenadamente
vinilos y VHS. Bruno amaba su independencia, amaba su
vida.
“El cine como todo arte debe estar comprometido; Como
toda idea debe ser un salto a la evolución” define Vasili, el
joven que toca piano y del cuál mucho no se sabe.
La película comienza y así florece en las oscuras noches de
Pinochet el Antisocial Cinema Club. Con todos sus delirios,
sus matices, sus discusiones y toda la fluorescencia que
podía caber en ese amplio salón de la casona en Ñuñoa.

¿Porqué Antisocial Cinema Club?


¡Porque somos una tropa de antisociales Jodeeee! Mírate.
Cuarentón, harapiento hablando de física cuántica a
pendejos que solo quieren llegar a su casa a echarse una
paja pensando en la vecina. Si no te sientes un inadaptado
no eres digno de este sublime club – le refriega Bruno a
Jaime.
Y es que efectivamente, ver películas prohibidas estaba
penado por la ley. El club era clandestino. El gobierno de
facto dinamitaba y quemaba vivos a opositores. Y eso a
Bruno pasaba importarle un carajo.
Somos de lo más desadaptados Jaime, siéntete parte. Afirma
Bruno.
¡No somos desadaptados! ¡Simplemente somos terroristas!
¡Comunachos! ¡Marxistas! ¡La peor lacra que existe en esta
huea irreal de país! ¡Vengan de a uno milicos culiaos que
me los como con mostaza! Vocifera con la boca llena Dante
Cavalierí, poeta sue géneris y parte del Club. Su infantil
perorata no era gratuita, él combatía a la dictadura con las
armas vestido de overol. Posiblemente era uno de los
hombres más buscados del régimen. Pero ellos, al igual que
sus compañeros de visionado, aún desconocían su identidad.
Todos comen papas fritas y hablan con la boca llena,
discuten sobre la finalidad del cine. Más de la forma que el
fondo. Todos concuerdan que el arte no está del lado de las
tiranías, ni los genocidas.

Esta semana tienen un ciclo del Cine de Woody Allen. Algo


que desmoralizaría a cualquier idealista. Comparar Santiago
con Nueva York era autoflagelarse. Los norteamericanos
tenían esa ciudad llena de influencias, colores, sabores y
nosotros teníamos a Pinochet gobernándonos. Era una
tragedia griega. Pero a los jóvenes del Antisocial Cinema
Club eso les importa un carajo, porque la fluorescencia que
brota en sus reuniones no tiene nada que envidiarle a las
capitales del mundo. La dictadura no pasa directamente por
ellos, salvo por Jaime. Piensan que Woody debería venir a
Chile, que su sola presencia era un acto de rebeldía contra la
tiranía de Caligula. Pero claro ¿Cuando el norteamericano
pisaría este veleidoso continente? Probablemente nunca.
Pero si lo haría Superman unos años más tarde, cuando
amenazaran a unos actores en una carta escrita con sangre.

Había dos formas de vivir en dictadura: Bajo el miedo, como


hacía buena parte del país sometido a los constantes
arrebatos de quienes detentaban un gramo de poder.
Agobiados ante la posibilidad de que un día alguien echara
tu puerta a gritos y te hiciera desaparecer.
Y los que resistían, los que peleaban, los que no se dejaban
avasallar. Y ahí estaban los cinéfilos, bailando, desafiando al
amargo status quo. Bailaban, saltaban. Habían visto una
película de Fassbinder. Y en la radio sonaba Born To Be
Alive. Era difícil mantener el optimismo sumido en un
profunda crisis económica que de la mano de la enajenación
en el poder hacían de Chile uno de los países más grises del
mundo. Si desde el espacio alguien te relatara los colores de
la tierra seguro se distinguiría una gris espada a un costado
de América.

Antonia tiene 19 años. estudiaba medicina en la Universidad


Católica. Pero por un presunto intento de abuso sexual la
expulsaron. El abusador era un profesor suyo, ella lo
denunció. Pero el poder y prestigio eran demasiado para
creerle a una extranjera sin peso en la facultad. Mientras
tanto trabaja de garzona en un café de Santiago. Oriunda de
Córdoba siempre habla maravillas de su ciudad. Que era
mística, que había lugares en la que podías entrar a otra
dimensión. Demasiado esotérica para una mujer que hasta
hace poco estudiaba una carrera científica. Pero ahí estaba,
padeciendo el abuso de poder. Vivía junto a su pololo Bruno.
Se habían conocido en una exposición de pintura. Los había
presentado un artista que tenian en común. Fue amor a
primera vista, no necesitaron del tiempo para enamorarse.
La rutina en la casa era la siguiente: Antonia se duerme en
las piernas de Bruno, mientras él continúa insomne viendo
películas. El adolescente padece un feroz insomnio que lo
hacía dormir poco o dormir de día. No era extraño que
durmiera tres o cuatro horas. O si no dormía, lo hacía de día
mientras Antonia trabajaba. El insomnio es tan visceral
como su amor por el cine. Pensó tomar pastillas,
recomendación de su madre, pero él no quería dilapidar
tiempo que podía perfectamente otorgárselo a su amor por el
cine. Bruno quería ser eficiente con el presente y si eso
significaba no dormir, así entonces era. Se pensó y se hizo.
A Bruno le iba mal en el colegio, prefería las películas a
agarrar los libros de matemáticas. Afortunadamente pasaba
los ramos, con ayuda de Antonia a final de semestre. Si su
hermana lo ayudaba a ampliar su cultura cinéfila, Antonia le
ayudaba a sobrevivir en el mundo real. Antonia era un pilar
en la vida del imberbe cinéfilo. Seguro sin ella, repetía ramos
o no iba al colegio. Sin la argentina él se habría convertido
en una especie vago fuera del sistema. Esa especie de
maternidad que ejercía era lo que tanto le excitaba al joven.

De su papá había heredado un rifle a postones que tenía en


su pieza. Pero el no creía en las armas. Mucho más que eso:
era vegetariano. No comía cadáveres, pero tampoco se
cerraba a hacerlo, en plena crisis económica y ante la
eventualidad de no tener que comer bien podía zafarse un
pedazo de carne. El rifle estaba colgado en la pared como en
las películas. Pero aquí no había cabezas de osos, ni de alces.
Era una mera decoración entre tanto vinilo y VHS que
atestaba la casa. Solía disparar al aire, sin balas, sólo por el
ruido ¿Será un resabio de todo el western que consumió?
¡Somos solo ruido la concha de tu madre! Gritaría en una
puesta de sol. Y es que su casa tenía dos balcones, uno que
daba al este donde se ocultaba el Sol y otra a la calle
mirando hacia la cordillera. Era extraño, extrañísimo que
ningún vecino le denunciase a los agentes de Pinochet. Será
que se había criado en esa casa y todos lo habían visto
crecer. Denunciarlo sería denunciar al niño que jugaba a las
bolitas frente a tu casa.
Bruno tiene que estudiar química, piensa que nada de eso le
va a servir en la vida. Con que sepa leer y las matemáticas
básicas ya tiene suficiente.
“¿Eh pendejo y la historia? Tienes que conocerla para
saber donde estás parado ¿Sabes porque tenemos a estos
trogloditas en el poder?¿Sabes porque el mundo lo tolera?
¿Sabes como llegaron ahí? Lo interpelaría Cavieres una
noche de cine.
Bruno es de estudiar a ultima hora. Tiene una prueba y no
quiere repetir el ramo. Le pide ayuda a Antonia que a
diferencia de su pololo, ella era destacada académicamente.
A veces el adolescente miraba a su polola dormir y pensaba
que tenía todo para ser un super chica. Una heroína de
Marvel, una protagonista de algún anime. Se sentía
afortunado al tenerla. A pesar de todo el descalabro que
ocurría en Chile, Bruno gozaba su vida. Gozaba de Antonia;
Gozaba de ver cine; Gozaba de sus amigos y las diatribas y
peroratas que se daban en el Antisocial Cinema Club.

¡Y va a caer! ¡Y va a caer! ¡La dictadura de Pinochet!


Gritan al unísono Cavieres y Sebastián. Claro el primero
partió y el segundo se le unió. Esto luego de que vieran una
película en donde en un mundo fantástico un dictador con
poder ilimitado cayera ante la sublevación de su pueblo ¿El
nombre de la película? Quién carajo sabía, si las siglas del
idioma malayo no eran siquiera tipografía occidental. Era
una caligrafía autóctona del lugar. Muchas veces les tocaba
película cuyo idioma no entendían, pero las imágenes
hablaban por si solas. Así fue que vieron todas las películas
de Bela Tarr, un húngaro que ocupaba larguisimos planos
secuencia.
Si bien daban mucho cine arte. Una de las películas favoritas
de Bruno era Poltergeist. Se la repetía una vez al mes. Y era
difícil definir una película favorita, eran tantas las que le
gustaban que a veces se le olvidaba cuales eran las que
prefería. Piensa que el cine puede derrotar a Pinochet, un par
de películas que den la vuelta al mundo y la dictadura cae;
Llega la democracia, las mariposas, el buen arte y sobretodo,
se comienza a realizar cine en Chile. Y es que la producción
local era escasísima. Se estrenaba una película cada varios
años. Bruno piensa que debería realizar un documental
contra la dictadura. Algo que ya estaba realizando el director
Miguel Littin, quien cruzó ilegalmente las cumbres de
América para realizar su obra. Pero la diferencia con el
director, es que Bruno tenía toda la efervescencia de la
juventud. Tenia una voz que a su vez inocente poseía toda la
fuerza del cine que había consumido desde sus cortos años
Si Mussolini creó la Cinecitta, Pinochet destruyó la
cinematografía local. Los cerebros del cine habían sido
exiliados o perseguidos. Si a Victor Jara le cortaron las
muñecas y lo obligaron a tocar seguro a un director de cine
le sacaban los ojos y lo obligaban a realizar una película. La
dictadura era dura y qué más poderoso que las imágenes para
luchar contra ella.
Bruno organizó una cicletada en la manzana de su casa luego
de ver una película de Pasolini. Los ánimos estaban para
pedalear juntos luego de la película. El único que se
excusaba era Jaime que tenía clases al día siguiente. Pero eso
no fue suficiente para el grupo lo convenciese de sumarse.
3:01 AM
- Que linda esta huea loco y que hermoso sería Santiago
con luces, con vida, con punk – dice Sebastián, quien
solía pedalear de noche.
- Esa película es lo que somos ¿Cómo se llamaba? –
Pregunta Jaime
- Salo profe, Salo – contesta Bruno
- Brutal, honesta, la Italia de aquél entonces es lo que
estamos viviendo – dice Cavieres.
- Y peor amigo, en Italia no los dinamitaban, ni los
tiraban encadenados al mar – agrega Bruno –
justamente por eso es que estoy pensando realizar un
documental sobre el Chile de hoy. Tengo la cámara,
tenemos el terror, los tengo a ustedes.

Se escucha el sonido de dos motores. Los jóvenes se


detienen esperando ver aparecer vehículos militares que los
moliesen a golpes por existir a una hora en que la vida no
debiese ser. Pero no. Nada sucede. Continúan pedaleando.
Piensan en el documental, en el nombre que debería llevar.
En los festivales que podría recorrer. Tal vez se convirtiera
en una obra icónica contra las dictaduras, tal vez fuera una
obra de mierda que nadie vería.
- Casa de putas debería llamarse - agrega Cavieres.
- Chile un hoyo negro, suena bien - Se suma Jaime.
- A veces se pone ordinario usted, profesor – contesta Bruno
a modo de burla.
La idea ya estaba planteada. Hacer un documental así en una
era del terror era ambivalente de realizar. Fácil, porque
bastaba grabar lo que ocurría día a día. El Chile de Caligula
planteaba las escenas más horrorizantes de los años
ochentas. Difícil, porque cargar una cámara en un régimen
totalitario era sospechoso para el poder. Bastaba sacar una
foto para que los militares y la policía te mortificara a
golpes.

¡Teeeeee amooooooo Antoniaaaaaa! Gritaba Bruno a metros


de llegar pedaleando a su casa. A lo que la argentina lo
gratificaba como correspondía. Bruno odiaba ir al colegio,
pero tenía que sacar cuarto medio, porque así se lo prometió
a sus tres mujeres: Antonia, Ignacia y su mamá. Dicen que
cuando te crías entre féminas te vuelves afeminado. Y
efectivamente el adolescente era más sensible que el resto.
No era troglodita, ni superficial como los idiotas con los que
estudiaba. Captaba la esencia de las películas, amaba a una
mujer hasta convertirse en poeta. Tal vez vivía en una
burbuja, pero el cine lo hacia relacionarse de forma distinta
con la vida. Sabía exactamente lo que era el dolor, el
sufrimiento. Era ajeno al dolor de la dictadura. Si bien en su
familia no había torturados, ni desaparecidos, tenía bien
claro quienes eran los malos y las cosas que ocurrían.

- ¿Tigres de la patria? Pregunta Bruno asombrado


- Efectivamente – contesta Cavieres.

Y es que Jorge se había enfrentado a ellos en una de sus


noches. Los tigres de la patria eran un grupo paramilitar que
luchaban contra la oposición. Solían ocupar cadenas y ácido
contra sus victimas ¿Por qué Tigres de la patria? En un
comienzo pensaron llamarse Pumas de la patria, en honor el
autóctono animal de la Patagonia, era chileno y tenía fuerza.
Sin embargo consideraron al puma un animal demasiado
homosexual para auto proclamarse así. Más parecía un gato
que un animal de acecho, ellos querían poder en su nombre y
no podían ponerse “Los Leones” porque ya existía una calle
con ese nombre, pensaban que los considerarían ridículos
ponerse como una avenida. Por eso no les quedó otra que
ponerse los tigres, no era homosexual, ni tenia nombre de
calle. ¿Y son peligrosos? Pregunta Bruno. “Son sapos, no
alcanzan a ser mercenarios, lo hacen por vocación, por
maldad” Y realmente eran de temer ¿Porqué? Porque eran
del barrio. Se movían por Ñuñoa, Providencia y el centro de
Santiago. Cualquier día podían dar con alguien del
Antisocial Cinema Club y molerlo a cadenazos y acido en el
cuerpo. Podían matarlo, entregarlo a las autoridades, hacerlo
desaparecer y cuanta maldad te pudieras imaginar.

Los miembros del Antisocial Cinema Club celebran tomando


néctar. Y es que en la casa de Bruno había un árbol frutal,
quien con amor sacaba delicadamente los naranjos para
convertirlos en zumo. Antioxidantes directamente al cuerpo.
Y de estos se llenaban cada vez que hacían un brindis por el
buen cine. Cabe señalar que en esa casa siempre sonaba
música disco. Tenia vinilos y una radio de honda corta en la
que siempre sonaba ese estilo de música. Por lo que la
felicidad irradiaba en esa casa. Era un lugar genial para vivir
en dictadura: veías buen cine, comías rico, escuchabas
música disco. Si bruno decidiese abrir su casa como centro
cultural seguro seria un éxito. Pero también seguro que
tendría espías y a la inteligencia encima. Pero no sólo música
disco sonaba. Antonia admiraba el rock latino, sobretodo de
su país. Grupos como Virus, Soda Stereo y GIT sonaban
mientras el joven estaba en el colegio.
Bruno le había contado a ella sobre Los Tigres de la Patria,
que eran peores que los milicos “más papistas que el Papa”
que se movían por el sector, que eran cuatro y eran jóvenes,
perfectamente podían ser universitarios o escolares. Pero el
temor era ligero, como cuando tienes algo pendiente o ese
pequeño miedo que hace que te toques la oreja. Si no le
temían a los milicos ¿Porque temerle a cuatro imberbes que
no manejaban siquiera artículos de inteligencia? Pero en
realidad cualquier adherente a Pinochet era de temer, era un
potencial sapo. Un negacionista que con tan solo mirarlo feo
podía denunciarte como comunista.

Antonia está desnuda sobre la alfombra mirando el techo.


Reflexiona qué será de su futuro ¿Será garzona toda la vida?
¿Vivirá con Bruno? ¿Volverá a Córdoba a ganarse los
porotos? ¿Será capaz Bruno de sustentarse o es que solo
vivirá de la herencia de su padre? ¿Hará algo Bruno por su
vida más que ver películas? De todas maneras Antonia
amaba a Bruno tal cual era. No necesitaba más. Sin embargo,
sentía que el joven tenía mucho más para dar que dedicarse
al contemplativo acto de ver y reflexionar sobre cine. Podía
estudiar periodismo y desenmascarar a la dictadura
investigándola escribiendo artículos que la desafiasen.
Podría estudiar literatura y escribir contra Caligula. Hacer
cine y denunciarlo ante el mundo. Para Antonia, Bruno era
demasiado valioso para que solo se dedicase a ver películas.
Tenia todas las herramientas para convertirse en alguien
valioso para Chile. De esos que aportan desde el anonimato.
Suena una canción de Soda Stereo y se estremece en la
alfombra, adora al grupo. Palpa el calor en su cuerpo
mientras escucha la canción.
Una bomba estalla. La fuerza expansiva quiebra los vidrios
del vecindario. Antonia se asoma desnuda por el balcón.
Cuatro jóvenes clavan la mirada en ella.
CAPÍTULO II

Habían libros desparramados de Ray Bradbury; Philip Dick;


H.G. Wells. George R.R. Martin. Arthur C. Clarke. E y
varios más. Pero sobre todo libros de Isaac Asimov. Y es que
si bien Jaime era mediocre en su diario vivir. Pusilánime y
poco esperanzador, la ciencia ficción llenaba ese vacío que
probablemente lo llevaría al suicidio. Amaba la ciencia
ficción tanto como las reuniones en el Antisocial Cinema
Club. Y es que la ciencia ficción perse era revolucionaría. Si
los científicos y los escritores del género vivieran en Chile
seguro pelearían contra Pinochet. Pero no, no estaban. Solo
estaba su obra y él lidiando con su mediocridad.
Estaba leyendo “Confesiones de un artista de mierda” de
Dick cuando escuchó unos disparos. Habían acabado con la
vida de un vecino a quien conocía de toda la vida. Jaime no
sabe como reaccionar, toda esta mierda tiene que terminar
piensa él. Todo era muy Farenheit. Un Chile irreal; Los
milicos quemaban libros, perseguían y mataban gente.
Pensar estaba prohibido. De un plomazo habían convertido
un país de poetas en un país con miedo; De gente gris con la
mirada baja.
Jaime era tan adicto a la ciencia ficción, que si hubiera
vivido en esa época en que se lanzaban folletines semanales
él los tendría todos. Los coleccionaría y los miraría en su
pieza divididos por colores, años y autores.
Él vivía en un país de Ciencia Ficción, todo estaba
condicionado para que se convirtiera en un rebelde y
batallara cuán jedi contra el Imperio. El sentido común
contra la barbarie; Los pensantes contras las bestias; Los
buenos contra los malos. Pero Jaime no tenia la pachorra
para enrolarse en una cruzada de tal magnitud. Más veía a
Cavieres con su ímpetu y la locura como esos actores de los
libros que tanto leía. La mediocridad de Jaime era tan grande
que Sancho Panza tenía más gallardía. Por eso nadie lo
respetaba, sus alumnos conversaban en clase, sus amigos del
Antisocial Cinema Club lo bromeaban, sus vecinos apenas lo
saludaban.
Soñaba con ver una nave espacial aterrizando sobre la
moneda y absolviendo a todos los malos. Podría
bombardearla, pero esa cruel imagen ya había recorrido el
mundo. Jaime estaba atrapado, solo le quedaba continuar
envejeciendo más de lo que ya estaba.

Jaime siente que se le va la vida. Solo ayer tenia 27 años.


Corría, subía montañas, tenia novia. Era feliz. Y ahora la
vida lo desecha, recién cumplido 40 años. Entra en la era en
que irremediablemente se envejece. Carece de energía,
carece del placer del sexo. La soledad lo agobia. Las únicas
cosas que lo hacen feliz son el Antisocial Cinema Club y la
ciencia ficción Sin sus ciclos de cine el profesor ya se habría
suicidado. Es que la vida pesa, el cuerpo le pesa. No es como
sus alumnos que con toda vitalidad viven la juventud, el
amor, el sexo. El quiere la vida, pero la vida no parece
quererlo a él.
No tiene familia a quien llorarle, reclamarle o cuestionarle.
A Jaime se le va la vida. El cine es su mayor evasión, las
realidades paralelas en las que vive sólo lo deprimen. El cree
que no, que una realidad paralela lo hace soñar. Ese es el
problema de Jaime, es un soñador. Sueña con la mejor
versión de si mismo y eso lo deprime. La distancia que lo
separa de su mejor versión es un valle infranqueable. Piensa
que tiene todas las de perder. A su edad ya no hay mucho por
hacer. En el Chile enajenado de Calígula el único sueño es
terminar con la dictadura. Pero eso no parece motivarle
tanto. Porque las cadenas de los cuarenta ya lo tienen
sujetado a la desdicha que está por venir. Sólo dolores, sólo
nostalgia por la juventud que no se vivió. Nunca conoció
Europa, nunca salió de Chile. Nunca subió las montañas más
altas de América.
A sus veinte años Jaime practicó montañismo. Subió
volcanes en la Patagonia, subió el mítico volcán Lascar y vio
Atacama desde las alturas ¿Cuántos chilenos pueden decir lo
mismo? Pero eso ya era parte del pasado. Días que le pesan a
Jaime, alguna vez fue feliz. Tener cuarenta años y vivir en
una gris dictadura no era tener una gran expectativa de vida.
Y lo peor es que le quedaban otros cuarenta años más por
vivir. El cine era su escape, su salida al magro momento en
que vivía. Rodearse de gente loca por el cine era especial. El
placer que no vivía en su día a día lo obtenía de las
estrambóticas juntas en el Antisocial Cinema Club. Aunque
no lo demostrase ver a Bruno gritar antes de cada película lo
abarrotaba de felicidad.
Ver a jóvenes campantes en algo tan deprimente como una
dictadura era lo que el profesor necesitaba. El cine y el
dialogo intelectual lo satisfacían. Tal vez eso le había
salvado la vida.

“Primera ley de la termodinámica muchachos: la energía


puede ser transformada de una forma en otra, pero no
puede ser creada, ni destruida” declara Jaime ante su curso
de tercero medio. Pero el curso parece distraído. No inspira,
ni motiva. Y para sus alumnos el ramo es un tramite vulgar
para terminar los doce juegos. Pero no es la termodinámica
que motiva a Jaime. Él estaba obsesionado con los universos
paralelos. La sola idea de que existiese en un multiverso lo
hacía alucinar ¿Sería más exitoso?¿Sería un universo más
avanzado o un mundo post apocalíptico? La idea de un
universo divergente se adueñaba de sus pensamientos
trasnochados. Todo mientras en las calles de la ciudad
militares cercenaban opositores por las mismas razones que a
él lo desvelaban: Pensar.
Cree que en otra realidad tal vez su madre estuviera viva. Y
su hermano no habría desaparecido aquella tarde de 1976. Se
imagina conociendo a su padre. Cenando un domingo con él
mientras bromean junto a su madre y su hermano. Tal vez un
sobrino les acompañaba. O una novia le cortejara sus chistes.
Que extraño se veía eso, él que no experimentaba algo
cercano desde que tenia veinte años. Y ahí estaba.
Teorizando sobre una realidad paralela mientras debía
continuar impartiendo clases a desinteresados niños de
colegio público. Pensar es lo único que tenía junto al
Antisocial Cinema Club. Sin ellos se habría agazapado de
ideas suicidas. Estas cosas lo mantenían vivo. Piensa en qué
película de ciencia puede proponer para el visionado de la
próxima semana, cuando dos autos de policía entran al
colegio. Desde la ventana de la sala que está en el tercer piso
se ve todo. Jaime mira la escena, piensa que debería
intervenir. No es muy instructivo ver dos autos policiales
dentro de un complejo educativo. Piensa que debe ir donde
el rector para imponer orden y que no ocurran estas escenas.
Pero no hace nada, solo observa como luego de minutos siete
carabineros se llevan violentamente a dos alumnos.
Posiblemente los jóvenes desaparezcan. Seguramente los van
a torturar para interrogarlos para luego hacerlos desaparecer.
Jaime ya tiene la experiencia con su hermano.

En el Chile distópico de Pinochet, varios libros se habían


quemado, varios huesos habían desaparecido. No había
mucha esperanza. La crisis económica acechaba a buena
parte del país. Pero Jaime estaba feliz, estaba en su mundo
en el Antisocial Cinema Club. Nombre estrafalario que le
puso Bruno, quería hacer de sus visionados una institución,
algo ilegal. Porque en el Chile distópico todo era ilegal,
sospechoso. Ver buen cine era un acto de rebelión para
quienes te decían lo que tenias que ver, actuar y pensar.
Sobretodo para alguien que amaba la Ciencia Ficción, esta
en si misma era un acto de rebeldía contra el Statu Quo. Esta
iba siempre más allá de la norma, era transformadora, algo
repudiado por los más reaccionarios. Seguro se habían
quemado muchos libros de Asimov y Bradbury. Los libros
eran militantes, ninguno era inocuo. Pensar era peligroso en
la República de Calígula, ocupar tus neuronas era digno de ir
al paredón.
Jaime baila mientras escucha Abba. Todos en el visionado
bailan. Están felices, extasiados. Vieron una película de
terror que los dejó prendidos “Una película de terror que se
llame Chile” Grita Cavieres mientras salta como enajenado.
Jaime sonríe al ver a Cavieres, es admirable ver tanta vida en
un ser humano.
Antonia les avisa que están listas las gaseosas. Grita, tiene
que gritar, la música está muy fuerte. Ningún vecino
reclama. Ni siquiera el sapo que tienen en la cuadra. “A
Chile hay que despertarlo a cañonazos de poesía” Grita
Dante. Bailan entre ellos, se toman de las manos, saltan,
bailan solos, gritan. La tristeza de la dictadura no está en
ellos ahora. Van a ser las 4:00 AM. Jaime tiene clases a las
8:00 pero le importa un carajo, porque en ese momento es
feliz. La felicidad que tanto se le ha negado. ¡La dictadura es
diabólica así que bailemos antes que nos maten! Grita Jaime
cagado de la risa tratando de imponerse a la melodía de
ABBA.

7:33 AM
Jaime no ha dormido un carajo. Camina rápido a su colegio
abrigado con un su bolso de cuero en donde tiene las pruebas
corregidas de sus alumnos. Algo que hizo rápidamente el día
anterior antes de asistir a los visionados de cine. El profesor
piensa que debería hacer algo. Su cabeza lo perturba, los
visionados lo perturban. Vive una realidad tan poco
matizada. O es feliz o es un pobre desgraciado soportando la
realidad del Chile de la dictadura. A duras penas come.
Come lo básico: arroz, papas, fideos. Envidia sanamente a
los demás miembros del Antisocial Cinema Club. Su
juventud, su algarabía, su situación económica. Pero sabe
que sobrevivirá a la dictadura. De alguna forma tiene la
certeza que el Chile distópico no acabará con su vida. Tiene
cuarenta años, la carne le pesa, pero tiene fe. Fe en que
saldrá adelante, fe en Chile. Fe en la ciencia ficción. Si no
fuera por ella seguro estaría postrado en la cama o se habría
suicidado con veneno para moscas. Todo muy mediocre,
nada teatral, ni parafernálico. Lo básico para acabar con una
realidad desdichada.
12:37 AM. Acaban de ver una película de amor de una isla
del pacifico. Parece que era oceánica, no saben muy bien. Es
otra de las películas raras que le trajo Ignacia a Bruno. No
entendieron su idioma, pero si la trama, era una película de
amor entre palmeras y los suburbios de una ciudad
asquerosa. Hoy no hay fiesta. Antonia está durmiendo y
Bruno tiene sueño. No suena música disco, ni punk y nadie
está gritando. Por lo que Jaime y Dante se van caminando
arrastrando sus bicicletas. Conversan sobre la película. Sobre
Pinochet. Las calles están vacías. Perfectamente se podría
hacer una cinta apocalíptica en donde no queda ser humano
despierto con este trasfondo. Podrían estar pedaleando, pero
prefieren caminar. No tienen miedo. El cine hace que éste no
exista, el vivir otra realidad te saca de la triste existencia que
embarga a Chile.
Tres balas de fusil caen sobre los jóvenes, ambos se agachan
por el estruendo. ¡La concha de su madre! Grita Sebastián.
Jaime que yace en el suelo no piensa mucho y corre tras unas
piedras que están a metros suyo en la plaza que están tirados.
Comienza a lanzárselas al convoy ¡Milicos conchas de su
madre! A provecha la oscuridad a su favor y lanza todas las
piedras que puede. Y a continuación junto a Sebastián
agarran sus bicicletas y se pierden pedaleando por alguna
callecita de la ciudad.
Jaime había perdido el miedo.

Había decidido que la próxima noche que se topara con los


milicos dispararía con algo de verdad. Estaba agotado que el
miedo gobernara su existencia. Algo tenía que hacer con su
vida. Las acaloradas noches del Antisocial Cinema Club lo
animaban a acabar con esta miseria que era su vida. Vamos
con todo pensaba por dentro. No iba a dejarse arrugar por el
tiempo. Lo que llamaban vida tenía que ser algo mejor que
envejecer, arrugarse y cagarse los huesos con la complicidad
del tiempo.
¡Necesito un arma muchachos! Gritaría en una sesión de los
visionados de cine.
¡Y para qué si seguro aprietas el gatillo y te desmayas!
Responde Cavieres
¡No payaso ruin!
¡Esto se acabó, Caligula no puede tener nuestros huevos en
sus manos!¡Hay que armarnos!

A los días siguientes, Dante le pasaría un fusil de dudosa


procedencia, al parecer era fabricado por la propia FAMAE.
Un arma ciento por ciento chilena. Las mismas armas que
Pinochet fabricaba para reprimir, las ocupaba Dante para
derrocar la dictadura. El arma no era difícil ocupar, por lo
que Jaime no necesitaba ningún tipo de entrenamiento, solo
las ganas de acabar con su presa.

3:37 AM
Dante y Jaime caminan por la Avenida Ángel Cruchaga, la
calle tiene una arquitectura europea, es por eso que caminan
por ahí, se pegaron una distancia de kilómetros para sentirse
caminando por Europa y no sentirse en la pérfida ciudad de
Santiago. A lo lejos un camión de milicos se acerca a su
posición. Ambos están armados.
Y es así como al son de la música de Abba sonando en su
cabeza y sin medir consecuencias comienza a disparar contra
el camión de milicos que custodiaba la noche de verano en
Santiago. Dante lo mira perplejo, era primera vez que veía a
Jaime envalentonado. La pasión que liberaba al disparar lo
dejó marcando ocupado. Jaime se liberaba de sus miedos, de
sus trancas, de su fracasado presente en cada bala que
disparaba y lo hacía con fruición. Con la misma fruición –
creía él – con la que los poetas se vengaban de los milicos.
La alevosía con que atacaba él sólo un camión de militares
era sorprendente. El problema es que el fusil no tenia balas
ilimitadas y tarde o temprano debía correr, escapar. Esa
corriente de pasión lo hacía libre de todo lo que asediaba: el
miedo, la frustración, la nostalgia. Estaba vivo y lo palpaba
al enfrentarse a quienes mataron a su hermano hace casi diez
años.
A partir de ese momento el timorato profesor de física, ya no
era un vulgar chileno para la dictadura; se convertía en un
enemigo de Estado.

Que bella que está Angélica hoy día, piensa Jaime mientras
mira a su alumna escribiendo en su cuaderno. Y es que ella
era una de las cosas que amaba junto a la Ciencia Ficción y
el Antisocial Cinema Club.
Ya en su casa, suena una canción de Yazoo. Y Jaime no deja
de pensar en Angélica; Su trigueña estudiante de la cual el
profesor ama en secreto. Es triste tener un amor imposible.
Es triste saber que se debe continuar viviendo luego de eso.
Amando a una mujer que no puede amar. Es triste.
Desdichado. Un infeliz. Muy infeliz. La realidad lo hace
muy infeliz. Puta vida ¿Que sentido tiene vivir sin Angélica?
Que sentido tiene vivir si no puedes amar libremente a la
mujer que ama.
Solía gritarles “infeliz concha de tu madre” a los milicos que
se asomaban en las noches que tocaba visionados en el
Antisocial Cinema Club, pero en realidad, él era el infeliz
concha de su madre. Sabia que no iba a encontrar mujer así.
Simplemente no la iba a encontrar.
Angélica era un ángel atormentado. Había dolor en su
mirada, no es que Jaime la mirara lascivamente. A Jaime le
dolía el dolor de Angélica.
Lo que de ella sabía era que amaba las canciones de Virus y
Jaime pensaba obsesivamente en ella cuando escuchaba sus
canciones
“Es el mundo tan poco sensual”
“Sofocado por el sueño y la presión, busco un cuerpo para
amar”
Jaime estaba condenado. Condenado a un amor imposible.
A amar un ángel que nunca bajaría para agasajarlo. A una
realidad tan insustancial como las hipotética realidades que
imaginaba para escapar de su depresión. Jaime estaba
condenado y lo sabia. Amaba a una mujer que no podía
amar. ¿Qué amaba de Angélica? Sus gruesos labios, su triste
mirada, la forma de su pelo, su afición por la poesía. Entre
otras cosas.
“Si no existiera, la inventaría” Piensa mientras yace sentado
mirando a sus alumnos que realizan una prueba.
Angélica a ratos parecía distante. Esta mujer estaba
destinada a convertirse en leyenda.
CAPITULO III

“Ojalá cuando estallé una bomba nuclear en Chile estar


pedaleando” piensa Sebastián mientras se tira en descenso
encaramado en su bicicleta por una angosta calle que une su
pueblo en las alturas con la Capital.
Y es que pedalear en noches de verano lo llena de
misticismo. Palpando el aroma de algo que huele quemado y
la brisa golpeando su piel hace que pedalear de noche le
resulte inolvidable. Sobretodo si acababa de fumarse un
porro como lo había hecho con su amigo Dante.
Sebastián se sentía infinito. Completamente infinito, miraba
los colores anaranjados producidos por los focos de la calle
aparecer a la lejanía. Y escuchaba en su walkman canciones
recién llegadas de la isla del punk. Escuchaba temas inéditos,
cassettes que no llegaban a Chile y que él tenia la posibilidad
de escuchar gracias a la fortuna que era tener a un tío de
embajador. En eso se parecía a Bruno.
Era 1984 y Chile vivía su propio 1984 según el libro de
George Orwell. Las protestas comenzaban contra la
dictadura de Pinochet y Javier leía poesía de Benedetti por su
radio clandestina. Claro que por el tipo de onda que emitía su
radio solo era perceptible en los alrededores. Solo sus
vecinos campesinos podían escuchar la radio que emitía
Sebastián y que era desconocida por los agentes de la
dictadura.
El joven vivía en plena pre-cordillera, donde nieva mientras
en Santiago llueve.
Pedalear era un regalo que le había dado la vida y este era
sonorizado por la melodía del punk que estallaba en bares y
calles de ciudades sofisticadas. El punk era vida, se podía
gestar un ser vivo mientras se lo escuchaba; Podías gritar
mientras lo escuchabas; Podías matarte arriba de tu bicicleta
mientras lo palpabas a todo volumen en tus oídos. El
vertiginoso punk. Y Sebastián así lo recalcaba por las tardes
cuando por su radio lo sintonizaba completamente extasiado.

Chile era una dictadura sanguinaria, donde un sujeto que


balbuceaba decidía el destino de los chilenos. Y apenas los
militares y sapos se enterasen de la radio que montaba
Sebastián artesanalmente en su casa, irían a por él. Pero al
joven eso le importaba un carajo. Porque cuando escuchaba
punk, como que todo te importa un carajo. Era esencia
misma. Y la osadía formaba parte de tu vida. No necesitaba
aprobación de nadie y de ningún tipo. Cuando el punk calaba
en sus huesos era más feliz que la chucha. Y Sebastián se
sentía dichoso de poder transmitirlo desde su sucucho
perdido entre las montañas de Chile. En el suelo de su pieza
tenia apilados libros de Camus, Jack London, Jack Kerouac,
todo muy beat, todo muy cliché.
Pero su escritor favorito de toda la vida fue Julio Verne. O
Jules Verne como le gustaba decirle a él. Se sentía inmaduro
por gustarle un escritor a quienes solían catalogarlo como
literatura infantil. Pero para el Julio Verne tenia todo el
punk. Sus protagonistas siempre eran personajes que
desafiaban el status quo y peleaban por sus sueños, que huea
más punk era esa. Por lo tanto, no era de extrañar que tuviera
apilada toda su colección en un solo mueble. Tenia desde los
clásicos como La vuelta al mundo en 80 días a desconocidos
cuentos que Julio Verne no había logrado publicar en vida.
A pesar de su amor por el punk, Sebastián lamentaba no
haber crecido en la época en que David Bowie publicaba sus
títulos. Idolatraba al cantautor. “Bowie nos ama a todos”
solía predicar una vez se topaba con una canción suya en su
walkman. Y es que Bowie tenía un dejo de melancolía que
podías revindicar. Esa melancolía que no te hace un
fracasado, sino un héroe derrotado en alguna película indie.
Estabas acabado, pero tenias toda la onda del mundo. Eras
un mártir en tu propia jungla. Porque Bowie ama a la
humanidad, piensa Sebastián mientras disfruta la canción
Hero arriba de su amada bicicleta palpando el calor en los
poros que quedan expuestos al viento veraniego.

Sebastián vivía en una casita de madera que construyó junto


a su padre. Su casita en el árbol era básicamente un lote de
discos, cassettes y libros. Muy inquieto intelectualmente,
siempre necesitaba de los estímulos para tener su anhelada
paz mental. Porque no solo la bicicleta le daba paz. Sino
también las palabras de Julio Cortázar se la daban y por lo
mismo también eran el plato fuerte de la radio.
Lo transmitía cada vez que podía. Cuando no estaba
pedaleando por las carreteras entre Santiago y la cordillera,
él solía leer. Era un vagabundo. Pero era feliz.
Había dejado la universidad para recorrer Chile arriba de su
bicicleta. Y es que los senderos de América habían dejado tal
amor por Chile. Que sentía que con su radio algo aportaba a
su país y a la resistencia contra la dictadura.

Sebastián desafiaba abiertamente a la dictadura, no sólo


leyendo a Cortázar, sino también asistiendo a los
clandestinos visionados de cine o fundando una radio punk
en un país uniformado. Seba pedaleaba, lo hacía por las
principales avenidas en pleno toque de queda. Al igual que
Bruno, Antonia y sus camaradas del Antisocial Cinema
Club, todos subvertían a la dictadura existiendo en un
horario en el que Calígula te quería durmiendo. Según el
gobierno de facto, solo ellos podían existir en la noche y
estaban para salvaguardar el orden de los marxistas, el caos,
el terrorismo. Pero ahí estaban los relativistas y excéntricos
coexistiendo con la opresión de Pinochet.
Sebastián tuvo la fortuna de no ser coercionado por su pasión
al pedaleo. Pero el joven nunca sintió miedo ¿Y cómo podía
sentir miedo si pedaleabas escuchando los gritos
anglosajones del punk? El miedo y el punk están en las
antípodas.
Fue así como un día apareció Dante por su casa
¡Pirata! Gritaba Cavalieri cada vez que se encontraba fuera
de su casa. Y es que Dante había dejado de asistir
gradualmente a las sesiones del Antisocial Cinema Club.
Combatir a la dictadura no era fácil, sobretodo cuando se
combatía a un ejercito completo. Y lo mejor es que se la
peleaba con las mismas armas que producía la FAMAE.
Pertenecía al mítico grupo de poetas con overol que
combatían a la dictadura mientras recitaban poesía. Eran
hombres de carácter suicida, pero a ellos les resultaba bien.
No habían sido atrapados, ni descubiertos por la dictadura y
su ejercito de espías. Cuando estaban inspirados combatían a
la dictadura sin overol. Se jactaban de asesinar militares.
“Un milico menos, es un Chile más digno” solían decirles a
quienes cuestionaban su causa. Y de este grupo se
excéntricos suicidas pertenecía Dante, que cuando estaba
inspirado agarraba el micrófono de la radio y se lanzaba unas
diatribas contra el gobierno y sus adherentes.
El poeta solía llegar en bicicleta, al igual que Seba, los
poetas se movían en bicicleta porque la revolución se hacía
recitando y pedaleando. Y sobretodo si eran vecinos. Solía
trotar por la pre cordillera y cuando pasaba por fuera de la
casa de Sebastián le gritaba ¡Pirata! Debido a la
clandestinidad de su radio.
La relación entre ambos iba más allá de la amistad. El poeta
había hecho cómplice al Seba al dejarle tres bazucas en la
esquina de su casa.
Pero como este vivía envalentonado por el espíritu punk. le
importaba un carajo, simplemente le hacía un favor a un
amigo. Vivian tan lejos de la civilización que quien podría
fijarse en una casita de madera oculta bajo una sabana verde
de vegetación.
Sebastián no era indiferente con la lucha de los poetas, a su
manera y recitando poesía los apoyaba. Javier tenía libros de
Benedetti, De Rokha, Maria Rilke. Pero su favorito era
Huidobro. Sentía que su poesía contenía todo lo que podía
existir en el futuro. Su poesía era futurista, delirante. Y
fluorescente que por si sola podía iluminar el bajo estado de
animo de los chilenos. La poesía de Vicente Huidobro era
para las personas que siempre estaban en movimiento. Su
poesía había que gritarla, no recitarla. Y eso hacía Seba en su
radio clandestina mientras la mayoría de los chilenos
atiborrados miraban a Don Francisco por televisión ¿Quiénes
lo escuchaban? No muchas personas, a ratos se escuchaba en
la frecuencia AM de la localidad en la que vivía. Algún
campesino distraído que se quedaba pegado al unísono del
punk y las rimas de los trovadores sudamericanos.
Pero como les decía, Javier era cómplice de los poetas.
Guardaba nada menos que tres bazucas. En cualquier
allanamiento que hicieran a su casa se iría fusilado sin mayor
explicación. Sin embargo, Javier sabía que el día de la
corneta unos militares golpearían o echarían abajo la puerta
de su casa. Estaba demasiado perdido entre los valles de la
pre cordillera. Solo alguien que escapara de la justicia podría
tocar a la puerta de su casa. Nunca sospecharía quien iba a
tocar a su puerta
¡Y recuerde satánico señor Pinochet, usted es la desgracia de
Chile! Finalizaba su alocución Sebastián luego de recitar
unos poetas románticos alemanes. Le encantaba provocar
amparado en lo remota de su audiencia. El joven siempre
mandaba uno que otro mensaje al General y sus secuaces.
Era catártico luego de todo el día pedaleando y escuchar
punk terminar con una frase contra los autoridades. Y
sobretodo cuando Dante lo visitaba. Dante era más serio,
predicaba mensajes de resistencia con contenido. Aludía a
Kissinger, Nixon, Bush. La Guerra fría no se quedaba fuera,
el sistema económico, la cesantía. Las torturas, los
desaparecidos, las quema de libros y todo lo que concerniera
a la situación política en Chile. Y es que para los poetas la
política lo era todo, ejecutaban personas en acción idearía.

Quedaban años para que atentaran contra Pinochet, pero los


poetas ya estaban resolviendo un ataque contra el dictador.
No era fácil. A los poetas los perseguían un grupo
paramilitar a quienes habían apodado Los Mercenarios. Dos
civiles, una agente de inteligencia y un soldado de la Fuerza
Aérea. Más fuertes, agiles e inteligentes que los propios
poetas. Los trovadores siempre estaban al limite de ser
alcanzados por este grupo. Por eso un atentando contra
Pinochet eran palabras mayores cuando una jauría de perros
te seguía los pasos. De momento bastaba matar militares,
hacendados, espías y adherentes al Gobierno. Los más duros
estaban en el campo, en las zonas rurales donde la educación
era un privilegio de pocos. Allá donde el punk solo existía en
una dimensión paralela.
Era viernes por la noche y Sebastián agarraba el micrófono
gritando versos de Altazor de Huidobro. Momento en el que
una piedra golpea su ventana. Era Dante. Más agitado de lo
normal. La situación se había complicado para los poetas.
Acababan de ser emboscados por Los Mercenarios, quienes
habían tomado raptado a Vasili. Ese no era su nombre
verdadero. Era el pseudónimo que había adoptado de un
héroe de guerra soviético que había matado nazis como
cucarachas. Sin embargo, ahora la situación era contrariada.
Vasili estaba en manos de sus verdugos. Y su paradero era
completamente desconocido.
Dante desesperado recoge dos de las tres bazucas y
desaparece sin dar más explicaciones.
Sebastián queda descolocado, nervioso ante la situación del
poeta. Esa noche se quedaría tocando punk mientras su
mente estaba con el pobre desgraciado.
Habían pasado semanas desde que Dante no daba señales de
vida. Sebastián estaba realmente preocupado, mas no tenia
como comunicarse con el clandestino trovador. Mientras
tanto, continuaba con su radio pirata recitando versos y
tocando canciones de los Sex Pistols. Porque Sebastián
amaba Sid Viciuos. Amaba locamente a los Pistols. Saltaba
como enajenado cuando sonaba Anarquía en el Reino Unido.
Un poster gigante colgaba de ellos en su pared. Se le había
traído su tío desde Inglaterra. Y era raro que un facho
comprara un poster de los Sex Pistols. Sobretodo cuando
representabas a Pinochet en el exterior. Pero se daba la
molestia y satisfacía los gustos de su sobrino. Era una ironía:
su tío era un embajador del dictador, mientras en la esquina
de su casa aún le quedaba una bazuca que sería usada contra
el gobierno.

Sebastián consideraba a su bicicleta la mejor de sus amigas


desde el instante que ésta la había sacado de una depresión.
Y por tanto no era molestia pedalear todo el día y parte de la
noche. Gozaba las noches de verano, solían recordarle a
viejos amores. Pero sin la nostalgia. Pensaba en ellas y
pedaleaba locamente transpirando contra el viento. Cuando
no hacía las cosas que le gustaba solía caer en melancolías.
Por eso amaba tanto la bicicleta. Con ella combatía esos
estados cabizbajos.
El amor de su vida se había ido a Estados Unidos dejándolo
solo con su tristeza. Pero ahí estaban el punk y su bicicleta
quienes le habían salvado la vida y daba cuenta que ésta ya
no carecía de sentido.
Siempre decía que de morir, quería morir escuchando punk
montando una bicicleta. Que esa era su catarsis y que no
había momento más glorioso que ese. No sabia que la
muerte, como diría Nicanor Parra, es una puta caliente. Y las
putas calientes son jodidamente impredecibles.

Todo comenzó el día que se acabó el agua. En ninguna de


todas las llaves salía. Sebastián fue a la raíz del problema y
se percató que la cañería que llevaba a la acequia estaba
averiada. Coincidió también que un jeep petrolero rondeaba
la casa.
¿Quién iba a meterse en una zona perdida en un jeep
petrolero?¿Sería un montañista buscando estacionar su auto
para luego escalar la montaña? Javier no lo sabía. Pero era
muy extraño que un auto entrara en su precario camino de
tierra. Nadie realmente lo hacía. Solo bicicletas o caballos.
Así que a partir de aquella sospecha Javier comenzó a tomar
precauciones y comenzó a transmitir su radio a luz de vela.
No era fácil, pero era más romántico mientras estaba tirado
en el suelo sosteniendo con los brazos estirados un disco de
los Sex Pistols. Realmente no miraba el disco de los
ingleses. Sino más bien pensaba en su amigo Dante. Había
desaparecido con dos bazucas y no daba señales de vida.
Todo mal rollo pasaba por la cabeza del joven
¿Los habrán atrapado?
¿Estarán siendo torturados?
¿Están vivos?
¿Cómo los estarán torturando?
Sebastián no podía lograba ocupar sus ideas en otra cosa.
Estaba muy nervioso
CAPITULO IV
Cavieres está postrado y amarrado a una cama. Un tipo de
bigotes apaga lo que queda de cigarro en su mano Le
sacaron las uñas, una a una para torturarlo y ahora el calor
del cigarro afiebra sus sentidos. Jorge está semidesnudo,
transpirando. Con marcas de tortura en su cuerpo. No sabe
si saldrá con vida. Le cuelga su cabeza. Jorge tiene frío,
sabe que la muerte es su destino y está completamente
entregado. La espera con gracia, no quiere seguir sufriendo.
Es mejor dejar de existir que estar en manos de estos
psicópatas. Jorge decidió luchar contra Pinochet y las
consecuencias era evidentes. No tiene miedo, solo está
cansado. Quiere morir.
Pero siete meses antes… Cavieres cae al suelo y cierra los
ojos. Los niños gozan con algarabía la caída de este
particular payaso experto en morisquetas. Y es que el joven
de día anima fiestas infantiles. Se vestía de payaso para
divertir a los niños con estrafalarios títeres. Tenía un don
para entretenerlos. Por lo que trabajo no le faltaba. En su
bolso se mezclaban maquillajes, narices de goma, VHS y
municiones de su viejo fusil AK 47.
Jorge Cavieres era una artista en todo el sentido de la
palabra. Creaba personajes para inocentes criaturas de día y
combatía a los malos por las noches. Cargaba su fusil y
corría por las calles de Santiago sin itinerario con el afán de
encontrarse cara a cara con los milicos.
II pleut sur Santiago, era una película francesa realizada por
el exiliado Helvio Soto. La cinta trataba sobre el Golpe de
Estado a sólo dos años. Bastó ver esa película para pintarse
la cara verde olivo e irse corriendo a la Moneda. Sólo los
carabineros abrieron fuego apenas lo vieron. La tronada
despertó a todo el vecindario que desde las alturas veían a
este solitario personaje correr aleonado por los adoquines
de Santiago ¿A quién se le ocurriría correr a esas horas
frente a la casa de gobierno?¿Será un trastornado?¿Será un
loquito que escapó del psiquiátrico? Nada de eso, él
desafiaba abiertamente a la dictadura con todo los riesgos
que eso implicaba. Ningún civil digno y en sus sentido
podía tolerar tal atropello a la razón. Pelear contra Pinochet
como fuera, era su consigna “Desde mi posición hago lo
que puedo” le diría Jorge a una de las pololas que tuvo. Era
un solitario. Un payaso que alegraba los corazones de los
niños en sus fiestas infantiles, como también el de sus
amigos en el Antisocial Cinema Club.
¡El arte es Revolución! Gritaría un día en una de las
sesiones de cine apenas aparecieran los créditos de una
película asiática sobre samuráis ¡La vida misma lo es!
Continúa acalorado ¡Hay que acabar con esta tiranía! ¡Hay
que matar Calígula hueoooon! ¡Y a todos sus secuaces!
Gritaba henchido de gozo, mientras el resto del club lo
ovacionaba al unísono de su espíritu extasiado.
Cavieres tenía especial talento para entretener a los niños.
Hasta los más consentidos y cascarrabias reían con él. Por
lo mismo no era raro que la familia militar la contactara
para animar sus cumpleaños. Jorge trabajaba con un colega
de la escuela de teatro. El le ayudaba a montar el escenario,
los títeres, pero el protagonismo lo tenía Cavieres. Nadie
imaginaba que ese tierno y simpático payaso se
transformaría en un veleidoso agitador por las noches. Ni
tampoco que en su bolso rojo traía en una ak47. El mismo
fusil con el que se disparó Salvador Allende. Según él era
un homenaje. Pero lo cierto es que fue el único fusil capaz
de conseguir. “Mientras tenga un fúsil, eso basta para
combatir a la dictadura” le diría una solitaria noche en el
Antisocial Cinema Club a Bruno y Sebastián. Porque el
payaso era el más agitador del grupo, el que menos miedo
tenía. A diferencia de Bruno que no había visto pasar la
dictadura por su vida, Cavieres si había visto cadáveres y
las atrocidades de la dictadura. Es más. Un día tuvo la
oportunidad de enfrentarse directamente con uno de los
represores icónicos de la dictadura: El Gordo Benedetto.
Este tenía fama entre los opositores por su fuerza y
crueldad. Solía infiltrarse en las marchas opositores para
provocar a la gente. Fue así que una tarde de mayo se
encontró con el Gordo quien a cadenazos se enfrentaba con
un opositor. Cavieres que en ese momento tenía su
maquillaje puesto disparó al aire con su fúsil. Pero ninguna
reacción tuvo en el gordo. Por lo que decidió dispararle.
Lamentablemente ninguna le dio, pero este ya había notado
la presencia del particular payaso, por lo que decidió
escapar. Más tarde el Gordo informaría de la existencia del
payaso en las marchas a Los tigres de la patria. El gordo
tenía cosas más importantes que pelear contra un lunático
vestido de payaso. Se decía que el gordo aparte de pelear en
marcha, combatía a los poetas. A esos de quien tanto la
prensa hablaba.

Cavieres era fanático de las películas de pistoleros. Su


sueño era protagonizar un western latino, algo claramente
irrealizable ya que acá en América del sur no existía esa
cultura. Pero Jorge piensa que podría actuar para algo
parecido inspirado en la época de la independencia. O en las
historias de genocidios que existían del sur a la Patagonia.
Idolatraba a Bruce Lee, como buena parte del Antisocial
Cinema Club, pero sobretodo las películas de Sam
Peckinpah. A ojos de cualquiera este payaso bien podría
salir del psiquiátrico. Ejercía para niños, idolatraba
violentas películas de western y cargaba consigo un AK47.
Era extraño ver un personaje así coexistiando con la
dictadura.

¡Una maratón de Peckinpah por favor! Grita Cavieres una


noche en los visionados de Cine. Y es que Bruno era muy
disperso, si bien realizaba ciclos de películas por países o
autores. En realidad se la pasaba viendo películas cuyo
contenido estaban en las antípodas. Podía ver una cinta
soviética de a principios de siglo o ver una película recién
salida del horno hollywoodense. Bruno consumía cine sin
ningún tipo de orden. Veía películas por tincadas o a veces
según el orden que le llegaba.

Es una calurosa noche de Enero en la que Bruno junto a


Cavieres recostados sobre la alfombra revisan todos los
cassetes de VHS que tiene el adolescente. Son demasiadas
películas. Se supone que las van a catalogar para poder
llevar a cabo visionados temáticos. Por ejemplo, quieren
comenzar con el ciclo de cine japonés. Los japoneses tienen
todo el universo para contar historias. Bruno piensa que son
superiores, un verdadero ejercito de genios que cuentan
historias.
- Nunca estaremos a la altura hueon, acá el cine no existe y
los que de verdad hacían cine se fueron expulsados - dice
Bruno.
- Y a decir verdad tampoco eran tantos, contados con los
dedos de una mano. En cambio estos asiáticos, levantas una
piedra y te aparecen cien – responde Cavieres
Ya tienen suficientes películas japonesas para realizar un
ciclo de por lo menos seis meses. Algunas están subtitulada,
pero la mayoría no. Ignacia se conseguía las películas
originales sin siquiera estar subtituladas al ingles. No te
quedaba otra que deducir lo que hablaban. Pero para los
miembros del Antisocial Cinema Club eso no representaba
mayor problema. Eran ávidos de cine. La última película
que habían visto sin subtítulos trataba de una comedia checa
sobre un ciclista que se enamoraba de su prima.
- Mira acá tengo Godzilla y varias de Kurosawa. Podríamos
partir por estas. Tengo muchas de ambos directores. En el
camino agregamos a los que vengan apareciendo – dice
Bruno mirando los cassetes.
- Me parece genial, el cine es lo que único que nos queda.
Prenden el televisor y sin querer sintonizan un canal
nacional en el que aparece Calígula discurseando sobre la
situación del país.
¡Pero que asco de país!
¿Cómo podemos ser gobernados por semejante personaje?
¡Si no habla, balbucea!
¡Somos gobernados por un viejito que balbucea! Grita
Cavieres pegado al televisor
Bruno sonríe. Tiene razón. Estamos tan atrasados. Sienten
que viven en un país que está por estallar. Pero estallar de
cultura; De música y buen cine. Sienten que las ideas, las
grandes ideas están siendo sostenidas en el ostracismo por
este país represor a punta de culetazos en el hocico. Bruno
cree que en algún momento Chile se va a convertir en
Madrid. Que cuando estos milicos desalmados caigan habrá
una especie de revolución cultura llena de libros, películas,
festivales y todo lo que le da sentido a la vida. Básicamente
lo que sucede en los países europeos. Porque era obvio que
los chilenos nos comparamos con los europeos. Es mejor
eso que compararte con un país caribeño.
La casa de Bruno está plagada de cassetes de VHS, todas en
el suelo. Deben ser miles y de esos miles escogieran unas
cincuenta películas para organizar un visionado de cine
japonés. Los japoneses la tienen clara. Y es por eso la
multitud de películas que sacan año a año.
- Me falta una mujer – agrega Cavieres en un arranque de
honestidad – tú tienes a Antonia, que es preciosa y yo no
tengo a nadie a quien tocar. Mi AK47 es lo más cercano que
tengo a una polola.
- Tal vez no quieres tenerla – contesta Bruno – digo si te
dedicaras a encontrar una mujer en vez de correr sin sentido
por las noches, puede que algo te saliera.
- En los cumpleaños que organizo siempre están las mejores
mujeres, rubias, ojos claros, delgadas, como nos gustan a
los chilenos – responde Cavieres – pero es estrictamente
profesional. Sería poco ético salirme del personajes para
ligarme a la mama de uno de los niños ¿No te parece?
Tal vez si Cavieres tuviera una mujer a quien amar, no
correría los riesgos que corre al desafiar la dictadura.
Cavieres estaba loco, él mismo podía reconocerse como
uno. Una persona normal no corría los peligros a los que se
sometía. Debía agradecer que estaba vivo. Piensa en su
amigo Jaime, ¿Es así como será su vida? Cuarentón, solo,
sin mucha esperanza sobre su futuro. La vida tenía que ser
más que eso. No tiene ni treinta años y ya se cuestiona la
vida ¿Será la crisis de los treinta? Tiene que hacer algo
grande, la vida no puede solo mirar películas y animar
fiestas para pequeños burgueses. Debe hacer algo por su
vida. No bastan los niños, ni las películas que tanto adora.
Tiene que hacer algo de lo que pueda jactarse ¡Matar un
militar! Es la primera idea que se le viene a la cabeza. Tal
vez asesinar un uniformado es algo de lo que pueda
vanagloriarse cuando llegue la democracia. Piensa como
podrá hacerlo.

El Antisocial Cinema Club era todo lo bueno que podía


ocurrirle a un joven en dictadura. Veían maratones de cine
mientras comían pizza o papas fritas, discutían sobre ellas.
Reflexionaban sobre su mensaje, su aporte a la humanidad, a
su cultura, a su generación.
¡El cine tiene que estar al servicio de la humanidad! Grita
Cavieres como solía hiperventilarse ¡No puede ser mero
entretenimiento para el vulgo! ¡El arte es mucho que eso!
Yo a diferencia de Cavieres – contesta Bruno mientras se
devora un pedazo de pizza – no creo que el cine deba estar a
favor de la revolución. Sabrán, comunista no soy. Pero si
creo que el arte debe estar con quienes padecen.
Estoy de acuerdo con mi amor – Agrega Antonia - El arte es
la cúspide del idealismo y si de ahí no hay un grado de
empatía, no tiene mucho sentido.
¡Por eso, la revolución! Grita Cavieres
Pero yo no hablo de dogmas, hablo de un sentir humano –
contesta Antonia.
Estamos todos de acuerdo que el cine, el arte y toda idea
bien intencionada debe subvertir a los milicos. Luchar contra
los malos – Aporte Dante.
Jaime no quiere quedarse fuera “Tarkovsky decía que”
¡Noooo, esperaaaa! ¡Tres porros encima necesito para esta
huea! Se suma Sebastián ¡Sin tres porros no te puedo ver a
Tarkovsky!
¿Alguien de acá habrá estudiado a Pasolini el poeta? Dice
Vasili, quien solía ir poco a las reuniones del Antisocial
Cinema Club.
¡Pero claro! Responde Bruno ¿No era el mismo que decía
que el lenguaje cinematográfico era un idioma en sí?
El debate está caliente o al menos así lo sienten ellos. El
Antisocial Cinema Club es toda la vida que te quita la
dictadura. Un oasis en el Chile distópico. Eso piensa
Cavieres, puede que si decide matar a un militar no vuelva a
las sesiones, pero tiene que correr el riesgo. Debe hacer algo
por Chile más que alegrar las tardes de niños burgueses.

Jorge hace como se cae, pero no cae y así sucesivamente


tiene una flecha atravesada en la cabeza. Jorge se va a caer,
pero no lo hace. Los niños estallan en carcajadas. Jorge
finalmente cae. El público ríe y aplaude.
Jorge admira a esas criaturas. “No saben el Chile en el que
viven” le dirá a una de las conspicuas apoderadas.
Hoy en la noche tiene planificado herir a un militar, pero ya
no por diversión como solía hacerlo. Hoy no regresa a su
pieza arrendada en Matucana si no mata a un milico.
Son pasadas las once de la noche, Cavieres está escondido
debajo de un auto estacionado en una gran avenida. No
escucha nada. Mira los semáforos prenderse y apagarse. La
noche solitaria deprime un poco a Cavieres. Casi desiste la
idea de matar a un militar, por primera vez piensa que si lo
hace no regresará con vida a su casa y se acabaran las fiestas
animadas y las gloriosas noches en el Antisocial Cinema
Club ¿Por qué Antisocial? Porque eran todos unos
antisociales. A ojos del gobierno eran unos humanoides que
conspiraban de alguna manera contra el orden establecido.
Realmente hacían más que ver películas. Y ahí estaba el
ejemplo de Cavieres, esperando bajo la carrocería el
momento que un convoy o un auto sin patentes apareciera. A
lo lejos suena un motor, toma su AK47 y se acomoda para
dispararle a la rueda de lo que sea. Pero no. No eran agentes
del estado. Un viejo Volvo que andaba desparramado por la
ciudad. Si lo pillaban seguro corría peligro. El payaso está
incomodo, nada se acerca, la ciudad parece muerta. Se
escucha una moto a lo lejos. Ve lo que parece ser dos
jóvenes, uno lleva un bate de beisbol, no parece buena señal.
Cavieres dispara y no cesa. La motocicleta se cae, pero los
tripulantes salen ilesos. El joven de polera americana que
traía el bate beisbol mira de donde provienen los tiros. No
fue difícil atrapar a Cavieres. Sin balas en su fusil no quedó
otra que ser atrapado y recibir los golpes de los jóvenes que
le seguían. Los Tigres de la patria, como se hacían llamar asi
mismos, tenían vigilados a los jóvenes cinéfilos. Sabían que
Cavieres estaba en la zona. El grupo lo componían dos
universitarios y dos escolares adherentes al gobierno, que
por afición solían cooperar con el Estado en la caza de
comunistas ¿Porqué Tigres de la patria? Ya lo dijimos, puma
era muy maricueca y un tigre tenía todo el vigor para cazar
comunistas. Y así lo demostraron en la captura de Cavieres.
Sin mucha resistencia debido a su incomoda posición, bastó
un golpe certero en la cabeza para dejarlo inconsciente. Jorge
ahora era un detenido más entre los miles de chilenos que
estaban presos a lo largo de este extraño país.
CAPITULO V

Dante corre por su vida. Eso luego de que fracasara una acción
contra una comisaría en un pueblo de la Patagonia. No
advirtieron que el gobierno había tomado sus resguardos luego
de que el Frente Patriótico Manuel Rodríguez se tomaran otra
comisaria. Los poetas se dispersaron. Cada uno corrió por su
vida ante la sorpresa de que un batallón entero los esperaba
escondidos tras los arboles. Los superaban en número, no
había por donde combatirles. Lo mejor era correr. Los disparos
no cesan en medio de la selva patagónica. Ya no hay poesía,
solo el aliento que se les escapa tras el acecho del ejercito de
Pinochet
¡Comunista de mierda! – se escucha a la lejanía.
¡Rata concha de tu madre! – grita otro militar.
Y es que los poetas habían sido derrotados. Siempre
actuaban desde la sorpresa. El hecho de que solo fueran
cuatro hacía que fuera más difícil para el gobierno
descifrarlos. Si caía uno, simplemente callaba hasta morir.
Semanas atrás se habían tomado la comisaria en una
localidad llamado Macau. Era la única entidad de gobierno a
kilómetros entre todos esos pueblitos de la Patagonia.
Habían matado al comisario que se había resistido y tomaron
como rehenes a los seis cabos que estaban para salvaguardar
de terroristas ese pedazo de la Patagonia. Se perdieron en la
selva. No pidieron rescate, solo querían hacer notar su
presencia. Que no eran unos meros artistas enloquecidos, que
tenían la fuerza para tomarse una entidad de gobierno y salir
ilesos. Los poetas venían con todo.
Y así fue cuando se tomaron un rodeo. En la mitad de la
medialuna se hallaba Dante. Guapo y campante en medio de
una localidad campesina que apenas aparecía en el mapa.
¡Mírenme huasos de mierda! Grita.
En la galería estaban sus cómplices mirando cuán triste
espectáculo de maltrato animal. Y es que abusar de animales,
también era visto como abuso de poder ¿Qué culpa tenía el
novillo que dos huasos decidieran golpearle por diversión?
Pero eso no era todo. De esos huasos se sabía que habían
sido cómplices de la desaparición de campesinos que
apoyaron la Reforma Agraria en los años setenta. Los
ajusticiados siempre eran bien estudiados y habían testigos
quienes sostuvieran las acusaciones. Los poetas siempre iban
con la acusación bajo la manga. Podían matar fachos por
placer, pero lo hacían por la justicia que no existía. Ellos
repartían justicia, esa que la institucionalidad no te
aseguraba. Y quién podía creer en la justicia cuando las
leyeras las imponía la dictadura.
Los campesinos sorprendidos ante la presentación de los
poetas no saben como reaccionar, si bien saben el crimen
que se les atribuye, no entienden muy bien como unos
jóvenes con pinta de artistas van a pelear a tan lejana
localidad cuya entretención es practicar el rodeo y golpear a
sus mujeres. Son siete contra cuatro. Los poetas siempre
actúan en conjunto.
¡Mátalos luego hueon, quiero irme de este pueblo de mierda!
Grita Vasili desde la galería que estaba a media llenar.
La gente mira sorprendido al joven que acaba de gritar, la
escena es extraña. Nadie viene a este pueblo, ni la policía. Es
un pueblo que ni los gobernadores locales han pisado. Pero
ahí están los poetas para impartir justicia.
Dante no lo piensa y con su fusil dispara a uno de los huasos
arrimado al caballo. Este cae estrepitosamente. El otro
intenta escapar, pero para Dante que está bien entrenado no
es difícil herirlo en una pierna. Cinco hombres desde la
galería entran a la medialuna con el fin de matar a Dante,
pero Javier y Vasili disparan desde el palco. Como dirían los
mosqueteros Uno para todos y todos para uno
Nicolás está fuera de la medialuna reprimiendo cualquier
ayuda externa. Los culpables deben morir. Acá la cosa se
paga sangre con sangre. Si asesinaste a un campesino por su
forma de pensar, deberás someterte a la justicia de los
poetas.
Las mujeres gritan, otras lloran. Los poetas van a vengar a
cada una de las victimas o esa es la idea. No importa si
exponen sus valiosas vida. Porque tienen toda la vida por
delante. De seguro triunfarían en las cosas que se
propusieran. Ya fuera ser doctores, abogados, ingenieros.
Pero no, prefirieron entrenarse y armarse contra Pinochet.
Dante camina hacia el huaso herido en la pierna mientras el
griterío y las balas no cesan. Lo tiene en frente
¿Te da placer torturar vacas, cobarde concha de tu madre?
Le pregunta el poeta.
El huaso lo mira con ojos de gato enjaulado, pero Dante no
pierde el tiempo y de un solo balazo en la cabeza le da
muerte.
Quedan otros cinco por matar, pero no se ven muy bien, de
los cinco que saltaron en rescate de los huasos sólo
reconocieran a dos como cómplices de las desapariciones.
De seguro la noticia aparecería en primera plana mañana
“Terroristas atacan deporte nacional” y las cadenas de
televisión visitarían ese pueblo de mierda junto a autoridades
de gobierno.
La cosa se ponía difícil para los poetas, cada vez más la
presión aumentaba. La represión era muy grande.

Los poetas eran conocidos sobretodo por recitar poesía más


que escribir. No se sentían seguros escribiendo poemas en el
país que vio nacer a Neruda. Porque comparado con los
titanes de la poesía que nacieron en Chile, tú resultabas ser
muy malo. Mediocre, no acorde a los grandes poetas que
brillaron en este pedazo de tierra llamado Chile. Si dicen que
hasta un pájaro le dio el nombre a esta nación.
Para ellos Chile seguía siendo poético mientras ellos
ensalzaran la antorcha de la poesía. No iban a dejar que el
país de Vicente Huidobro se convirtiera en el cadáver que
era. Los poetas eran luz en un largo cadáver que daba al
pacifico. Si tenían que morir por la causa se moría y
henchidos de gozo justiciero.
La escena había terminado. Nicolás no tuvo que afrontar
ayuda externa, porque nadie acudió en su ayuda. Siete
huasos habían sido asesinados. Cuatro al menos
identificados, los otros sólo eran matones que disfrutaban ver
a un novillo ser golpeado. Para los poetas el rodeo era otro
acto de tortura. El deporte de Pinochet, merecía ser abolido y
si no, al menos ajusticiado.
Cabe señalar que los poetas estaban trastocados, sobretodo
Dante, el hermano de Antonia y Vasili que asistían al
Antisocial Cinema Club. Las diásporas en las sesiones de
cine hacían que estos dos hombres vivieran en una realidad
paralela. Veían cine de todo el mundo. Vivian obsesionados
con las acrobacias de Bruce Lee. Ellos carecían del talento
del genio de las artes marciales, pero tenían su ímpetu. Su
venganza redentora. Porque la venganza es redentora, sino
no existiría el concepto de justicia.

Es una calurosa tarde de Febrero y los poetas logran todos


reunirse en la casa de Dante, sobrevivieron a la encerrona
que les hicieron los milicos. Para los poetas no era fácil,
además debían enfrentarse a los mercenarios. Un grupo de
paramilitares que trabajaba para el gobierno. Algunos dicen
que los hacían por su amor a la patria. Por su amor irrestricto
al orden impuesto por Calígula. Pero los poetas tenían sus
dudas. Estaba el gordo Benedetto que ocupaba su vida en la
lucha política, que básicamente era represión. De su vida
privada no se sabia mucho. Lo único que pudieron averiguar
era que se dedicaba a provocar a opositores y que los
agarraba a cadenazos. Y que también oficiaba como agente
de inteligencia. Que en más de una ocasión lo vieron en uno
de esos autos sin patente que ahogaban Santiago en sus
noches más oscuras. Era tal la fuerza del gordo que podía
enfrentarse a varias personas a la vez. Es por eso que los
poetas que a veces actuaban con overol, lo respetaban. En un
mano a mano con el gordo cualquier poeta o ciudadano del
país tenía las de perder.
Pero ahí estaban los poetas, sobreviviendo al ejercito, a
huasos descarriados, agentes de inteligencia y sus
colaboradores grupos paramilitares. Eso era lo que más
resquemor generaban los poetas en las autoridades, el no
saber su identidad. Algunos huasos los habían identificado y
varias personas más, pero a la hora de dar las descripción
todo se tornaba muy confuso. Lo que recuerdan era a Dante,
este joven guapo, rubio, nieto de italianos que parecía luchar
una batalla ajena. “Usted es muy lindo para ser comunista”
le dijo un anciano. El joven se lo tomó de buena manera,
sino la cabeza de su interlocutor habría rodado por el suelo.
No era primera vez que los poetas se veían emboscados.
Tampoco era su primera vez enfrentándose a una batallón
militar. Como aquella vez en Colonia Dignidad. De milagro
salieron vivos de esa secta nazi en el sur de Chile. Esa era
para no contarla. Pero estos jóvenes eran unos genios en el
ejercicio de la retirada, como culebras desaparecieran por los
lugares más insospechados. Tenían el don de atacar y luego
desaparecer a ojos de tus testigo.

La democracia no está tan lejos, quedarían unos pocos años


para que Calígula fuera derrotado en un plebiscito, pero eso
los poetas, ni los cinéfilos lo sabían. Para ellos la lucha era
hasta que Pinochet cayera. Pero cayera de verdad. Ante los
ojos de toda la nación. O se veía al viejito muerto o la lucha
era insuficiente. Para eso los poetas proponían un nuevo
atentado, ya se habían echado a un par de militares y huasos
incondicionales al gobierno. Pero ahora querían hacer un
ataque más efectivo. Matar a la mayor cantidad de
adherentes al gobierno en un solo acto. Poco les importaba el
cuestionamiento de sus métodos. Cada uno tenía sus motivos
para luchar contra la dictadura. A Vasili, por ejemplo, le
habían prohibido los libros de Julio Cortázar. Razón
suficiente para estar enzarzado en la lucha contra esos
monstruos al poder. A Nicolás lo habían detenido junto a su
padre y lo habían desenterrado a un campo de concentración
en el norte de Chile. A Dante le habían exiliado a su
hermana a Francia. Y Javier sencillamente tenía simpatía de
izquierda. Todo esto se conjugaba para que juntos lucharan
enconadamente contra la dictadura.
La historia de ellos era paralela a los cinéfilos, ambos
subvertían a la dictadura desde su posición. Tal vez para ser
contada en otro momento.
CAPITULO VI

A veces piensa que va a morir joven. Cree que personas


como ella están destinadas a marchitar antes de tiempo. Son
intuiciones que a ratos palpa. La verdad es que Antonia ama
la vida y desea vivirla hasta que las canas le broten en la
cabeza. El día que la secuestraron ella escuchaba y gritaba
una canción de su país
¡Creo que hubo un mal entendido, yo a vos no te quise
matar! … ¡Inesperadamente fui feliz, pero no lo puedo
recordar!... ¡Pensando que te iba a encontrar! ¡Pero no
volviste a aparecer!
Los Tigres de la Patria estaban advertidos de la existencia
del Antisocial Cinema Club, habían espiado a sus miembros,
memorizado sus rutinas y sabían que Bruno no estaría en el
momento del estallido. Era más fácil raptar a una mujer sola
que con un adolescente aleonado defendiendo a la mujer que
amaba. Sabían que la resistencia sería precaria. Había
demasiada paz en Antonia para luchar contra cuatro hombres
con armas y cadenas. Se la llevaron desnuda maniatada de
manos y con los ojos vendados a un lugar desconocido. La
casa estuvo sola y deshabitada por horas con la puerta
abierta. A su llegada Bruno no sospechó nada. La puerta
estaba abierta ¿Qué podía pasar? Seguro Antonia había
salido a caminar y se había dejado la puerta abierta. Pero las
horas pasaban y nada se sabía de su polola. Llegada la noche
el adolescente no sabía como reaccionar, una especie de
pánico se apoderó de él.
Antonia estaba desaparecida.
Desesperado llama a su hermana; Llama a su madre. Llama a
sus amigos. Llama a la policía.
Bruno no sabe que hacer. Demolido, desconsolado ante la
ausencia llora en el suelo, llora como un niño, es un niño
llorando a la madre perdida.
A su casa llega su mamá, Jaime y Cavieres. Tratan de
consolarlo, de calmarlo, pero el joven está inconsolable, solo
llora la perdida de su polola ¿La habrá raptado la CNI?
¿Aparecerá muerta?¿Aparecerá? ¿Cómo terminaría todo
esto? La realidad era indescifrable. Todo podía pasar. Todas
las posibilidades estaban abiertas. Lo que sucediera con
Antonia era tan incierto como el futuro de Chile.
Mientras tanto en la Patagonia, su hermano gritaba ¡Alerta
fascista! antes de atacar una comisaria de carabineros. Y es
que Dante combatía a la dictadura sobre todo en regiones
australes, donde la batalla no era desigual. Pero Pasarían
semanas para que el joven se enterase del secuestro de su
hermana.
Antonia era el cable a tierra de Bruno que parecía vivir en el
mundo paralelo de las películas. Sin ella el joven sería un
paría, de esos outsiders que no terminan ni la enseñanza
media.

Por primera vez Bruno experimentaba la experiencia de la


dictadura. Nadie estaba libre del flagelo, Ni él que tenia poco
que ver con la disidencia. Bruno solo veía películas
clandestinas y pedaleaba por la noche. Esa era su acto de
rebeldía contra Pinochet. Pero ahora padecía lo que a miles
de chilenos les tocaba padecer: La desaparición de familiares
y amigos. Noches de angustia desconociendo el paradero de
sus amados. Sabía que era muy probablemente no ver a
Antonia nunca más. Porque de eso se encargaba la dictadura,
de hacer desaparecer.
Bruno dejó de ir al colegio. Estaba tumbado como un niño
en su cama, desesperado, no dormía.
Pero la cinefilia no se acababa. A pesar de estar obnubilado
por la desaparición de Antonia, las maratones de cine
continuaban de todas maneras. Más películas y de lugares
más desconocidos todavía. Habían visto una película de
Samoa, si con suerte sabían donde quedaba ese país ¿Samoa
era país o una colonia europea? Daba lo mismo, la cosa es
que no se entendía un carajo, pero ahí bien estaba Ignacia en
traer las películas más insólitas del mundo ¿En Samoa habría
otro dictador aneuronal gobernando el país?
- Seguro debe haberlo, si mientras más desconocido el país
más viles son sus gobernantes – dice Sebastián.
- En realidad para el mundo nosotros podemos ser una
especie de Samoa, un país gobernado por militares,
desconocido, aislado completamente del mundo por el
Pacifico, las montañas, el desierto y los mares antárticos –
agrega Jaime aportando siempre su dosis de optimismo.
- ¡Estamos gobernados por un viejito aneuronal e impotente!
– grita Cavieres - ¡Nos gobierna una tropa de viejos
impotentes!¿Entienden esa huea?
Pero Bruno piensa en Antonia, quizá en Samoa se la
comerían viva una tribu de caníbales. Pero acá en Chile los
caníbales al poder tienen técnicas más sanguinarias para
hacer hablar a los detenidos.

Bruno veía las películas más raras del mundo. Veía películas
de Hollywood que le gustaban como E.T., pero le apasionaba
enormemente ese cine que aún así viviendo en democracia
sería difícil de ver. Si su hermana no hubiese sido ese bicho
raro que se dedicaba a viajar por el planeta, probablemente
Bruno vería el cine que el underground en Chile veía. Se la
pasaría en el Goethe Institute viendo peliculas de Wim
Wenders con artistas y opositores al gobierno.
Ahora es el turno de una película inglesa llamada Satan’s
Slave, cuya particularidad – a parte de lo intrigada de la
trama – es que el sacerdote de la historia de igual a Don
Ramón. Luego de eso vería una película mexicana de los
sesenta sobre una mujer rica que hacía justicia vestido de
murciélago, un plagio directo de Batman. Y así
sucesivamente hasta quedarse dormido. Bruno ya no iba al
colegio, la desaparición de Antonia era exasperante. Pasaban
los días y nada se sabía de ella. Tenia como principales
sospechosos a los Tigres de la Patria y a Milenko, asi se
llamaba al médico que la acosó en la universidad. De este
último tenían la sospecha que trabajaba para el gobierno en
procedimientos de dudosa reputación. Así que sería difícil
encontrar Antonia por sus medios, ya que ambos grupos
estaban protegidos por el gobierno. Pero los cinéfilos eran
unos suicidas, eso no los detendría en la búsqueda de la
mujer de la casa.

¡Por la venganza redentora de Bruce Lee! alzan sus copas los


cinéfilos antes de ver una película. Dante había regresado del
sur y se había enterado de la desaparición de su hermana.
Estaba dedicido a encontrarla bajo cualquier tipo de método.
Si tenia que secuestrar o asesinar, lo haría. Y es que Antonia
era su sangre y con la familia no se juega. Te metes con la
familia y puedes sacar lo peor de ti mismo protegiéndola.
Luego de que el adolescente le comunicara la noticia a
Dante, este desapareció un tiempo. Iba encontrar a su
hermana de forma clandestina. Eso calmaría un poco a
Bruno, si el poeta había decidido encontrar a su hermana
hasta el fin del mundo, significaría que lo haría. El
adolescente admiraba el aplomo del poeta. La frialdad del
clandestino hacía que fuera difícil verlo a llorar. Bruno no
imagina a Dante llorando por su hermana, pero si
planificando metódicamente su rescate.
CAPITULO VII

Chile es un patíbulo al costado del Pacifico. En el mar


desembocan los cadáveres y esta no es una mala metáfora.
En esta triste circunstancia se encuentra Bruno tratando de
encontrar a la persona que ama. Se la raptaron hace meses y
nada sabe más de ella. A veces se tira en la alfombra y
comienzan las lucubraciones que duran horas y horas hasta
que amanece y el joven desiste de ir al colegio. Porque tiene
que hallar a su amada ¿Qué será de Antonia?¿Estará viva?
¿Se la habrán violado antes de molerla en pedacitos? Bruno
y el Antisocial Cinema Club han sobrevivido a la barbarie
que es el Chile de Calígula. A pesar de todo este matadero
las sesiones no paran y los jóvenes no desisten de ver buen
cine. Las sesiones no son tan alegres como antaño, pero el
buen cine y el debate continúan. Son sagrados.
Bruno no deja de pensar en Antonia, pero pese a todo
mantiene la esperanza de encontrarla. Cree que la dictadura
no se enseñaría con alguien que nunca ha estado en la lucha
política. Una inocente, una don nadie. Pero claro, eso a los
psicópatas de la inteligencia poco les importaría a la hora de
llevar a cabo sus actos.
Antonia sobrevivirá, le dice Cavieres a un acongojado Bruno
un día que vieron una película de Bruce Lee. Y claro que
sobrevivirá, Antonia era solo un señuelo para atrapar a estos
caprichosos jóvenes adictos al cine. Ya no eran tan
clandestinos como pensaban. Si el grupo paramilitar Tigres
de la patria sabían su existencia, seguro también lo sabía la
inteligencia. Y en la búsqueda de Antonia desenmascararían
a estos desadaptados sociales.
Los cinéfilos están a punto de caer en la trampa que les
tendieron los fascistoides.

Suena la canción Dreamer, stupid little dreamer en su


walkman. Jaime pedalea y piensa en una realidad en donde
Angélica está en su vida junto a sus padres y su desaparecido
hermano. Los recuerdos del pasado junto a un improbable
futuro se entrelazan en la mente del acabado profesor. La
marihuana y las endorfinas surgen efecto y hacen delirar al
profesor mezclando los tiempos en una sola imagen. Jaime
pedalea enajenado. En realidad pedalea lo que le da el
cuerpo de un cuarentón camino a la vejez.
A Angélica la imagina en chaqueta de cuero y a su hermano
lo imagina sonriendo comiendo pan con palta como solía
hacerlo. La canción continúa… dreamer, estúpido pequeño
soñador. Juntos todos en una mesa, viendo a Don Francisco.
La letra de la canción traducida dice algo así como Soñador,
no eres más que un soñador, un estúpido y pequeño
soñador, No eres más que un soñador. Pero a un cuarentón
tienes que dejarlo soñar ¿Qué te queda si vas directamente a
decrepitud? Y eso hace en las feas calles del Santiago de la
dictadura. A una hora en que todos duermen, él imagina a su
amor platónico conociendo a su desaparecida familia. Si, el
hombre alguna vez la tuvo.
Ya no la tiene, claro está. Lo más cercano que puede
considerar a su familia son a los demás miembros del
Antisocial Cinema Club. Todos serían sus hermanos
menores y Bruno el concho, el más libre y delirante del
grupo.
Autos sin patentes y convoy militares recorren la ciudad
buscando disidentes. Gente fuera de norma. Personas
despiertas a la hora y en el lugar incorrecto. La dictadura
golpea el alma de Chile, deshonró la poesía y convirtió el
miedo en el escudo nacional

Y un día, Angélica simplemente desapareció. Nadie en el


colegio sabe que le sucedió. Sus vecinos aseguran que su
papá era un viejo comunista a quien un agente de
inteligencia le advirtió que pronto irían a por él. Y que desde
entonces el hombre planificó su escape junto a su hija al sur.
A la indómita tierra habitada por fuertes vientos, águilas y
pumas. Otros decían que su papá era un informante de la
central de inteligencia y que unos comunistas lo estaban
buscando para cobrar venganza. Pero esa probabilidad era
incierta para un señor que vivía en el país de Caligula y que
además escuchaba a escondidas a Víctor Jara.
Jaime comienza una investigación para dar con su misteriosa
amada. No desapareció, simplemente cambió de lugar
pensaba él con un optimismo que sobrecogía. En una
realidad tan miserable cabía un gramo de esperanza.
Sorpresiva era esta forma de pensar en un profe sumido en la
depresión. El hombre estaba decidido a encontrar a Angélica.
Investigando dio con su mejor amiga que vivía al final del
pasaje en donde vivían los desaparecidos. Silvana era su
mejor amiga desde la infancia y tal vez la única persona del
barrio con quien se comunicaría Angélica. Pero Silvana
estaba tan impactada como todos la que los rodeaban.
Angélica no se molestó en dejar pistas, señales, nada.
Simplemente de un día a otro ya no estaban. Habían dejado
sus muebles y todo el inventario de una casa como de
costumbre. Lo que les llamó la atención a los vecinos una
mañana de jueves fueron las puertas abiertas. Al desaparecer
ni se molestaron en cuidar los inmuebles del hogar. Pareciera
que iban retrasados a la hora de tomar el tren ¿Qué sería de
esa chica de triste mirada?¿Serían cierto los rumores que su
papá era comunista?¿Como viviría una chica urbana en un
lugar en donde difícilmente había acceso?¿Sería cierto lo del
sur?

¡Porque estamos en el infierno! ¡Y vamos directo a él!


Pónganme esas cumbias – grita Jaime algo hiperventilado –
No importa, si no nos mata Caligula, será la edad. El viejazo,
el pelo que desaparece, los dientes que se caen.
Suena una cumbia de la Sonora Palacios “Un campesino
salió de la cárcel, después de una larga condena con la
esperanza de que en su pueblito un amigo lo recibiera
Y con tristeza y amargura sólo encontró la indiferencia.
Todo ha cambiado, todo es distinto, ya de su chacra no
queda nada.”
¡Los seres que uno ama desaparecen!¡Si Bruno, es una triste
verdad, aprovecha todo lo que puedes porque algún día todo
eso que amas ya no estará!
Desde la calle se escuchan disparos, todos quedan
estupefactos. Pero la música sigue. Jaime se asoma a la
ventana y grita ¡Acá estoy concha de tu madre, si vienen a
por mi que sea rápido que no estoy pal hueveo de nadie!
Pero nadie contesta. El bailoteo sigue. Hoy no se escucha
disco. Hoy se escucha esos viejos vinilos de la cumbia que
escuchaban sus padres. Esas viejas cumbias que bailaba el
abuelo borracho en algún casamiento o fiesta de año nuevo.
Mientras tanto, Dante se asoma por la puerta y se queda
vigilando. No podía dejar pasar tres disparos en la casa de su
pequeño cuñado. Porque fueron tres. Como una advertencia.
Tal vez serían los grupos de inteligencia a que venían a por
él y lo encontraron justo en sus clandestinos visionados. Pero
a eso a lo demás miembros parece no importarle. La cumbia
sigue, no para. En cualquier momento el Chile de Caligula
les arrebata la vida, no se puede parar si suena un buen
mambo. Los visionados se han transformado en la mejor
forma de experimentar la vida: Ver películas difíciles de
encontrar, comer como condenado, bailar y putear a
Pinochet.
Dante continúa en la puerta, se fuma un porro. La calle está
muerta. Nadie mirando, caminando. Sólo el calor del verano
que se va. Todo muy sospechoso. El italiano bota el porro y
comienza a correr por la manzana. Revisa las casas por las
que pasa, alguna actividad fuera de norma. Pero nada. Una
vez más Dante desafió el toque de queda corriendo a la hora
en que los militares sacan su artillería a la calle.

Algún dia uno de sus miembros morirá, probablemente sea


Bruno o Cavieres quien en sus noches de locura amenaza el
orden establecido. Algún día los visionados del Antisocial
CinemaClub desaparecerán, tal vez llegue la democracia y el
club perderá su identidad clandestina.
CAPITULO XVIII

¡Buenos días Don Heráclito! Grita Bruno pedaleando desde


la calle al ver al anciano regar sus plantas.
Don Heráclito era vecino Bruno desde toda la vida. Sus
padres habían sido una especie de filósofos y en honor al
gran filosofo le pusieron así. Hablamos de los tiempos en
que nadie hablaba de filosofía, sino más de poesía ¿Y bueno
quién hasta hoy habla del arte del pensar?
El octogenario de aspecto huraño vio a Bruno a jugar a la
pelota en la calle, lo vio crecer, madurar, hasta ser el hombre
que es hoy. Tampoco es que Bruno sea un hombre maduro,
pero sin duda ya no es el niño que el anciano vio crecer.
El viejo riega sus plantas siempre a la misma hora, justo
cuando el sol se posa sobre el horizonte. Si no fuera porque
le agrada el sol regaría de noche y seria testigo de los
rumores del barrio, los pololeos, los nuevos amigos del
vecino. Don Heráclito no tiene mucha vida, se la pasa en su
casa viendo lo que la televisión chilena le muestra al
ciudadano promedio. Y como chileno promedio cree en las
mentiras que le vende la televisión: falsos enfrentamientos,
un ejercito de terroristas al acecho de la tranquilidad de la
patria. ¡Dispara usted o disparo yo! Y es que el griterío de
Don Francisco es irreconocible.
Y a pesar de que la casa de Bruno es enorme, a veces cuando
el lugar esta en silencio logra escuchar los gritos de Don
Francisco desde el televisor de Heráclito. Y es que el viejo
sordo acostumbra a ponerle máximo volumen al televisor.
Mientras que el adolescente sigue desolado. Al menos se
mueve, algo se mueve. Vuelve a ir al colegio, pero continua
siendo al alma destruida, un zombie tiene más expectativas
que él. Bruno sin Antonia es como un perro sin su cola, ni
sus patas traseras. Un ser deforme emocionalmente.
A veces ve películas sólo, pero no logra concentrarse. Las
personas que amas desaparecen, pero el cine no se acaba por
nada, así haya que ver películas a palos. El cine como
consuelo, reparo y redención. Para eso están las películas,
para acompañarnos en los momentos malos de la vida, para
repararnos, para redimirnos. Y Bruno no detiene ninguna de
sus búsquedas, ni por Antonia, ni por la condición humana
en el cine. Ellos pasarán, algún día sus cuerpo se
desintegraran en un cajón bajo tierra, pero el cine continuará.
Y eso Bruno lo sabe, el cine es más grande que la vida
misma. Puede que las películas lo ayuden a encontrar a
Antonia. O puede simplemente que le ayuden a equilibrar su
vida. Desde que la argentina desapareció el insomnio dura
días. Días en los que se la pasa pegado frente a sus
televisores, consumiendo cine como un adicto. “Tiene que
aparecer” piensa Bruno y es que en los 80s simplemente las
personas no desaparecen. Aparecen vivos o decapitados.
Vivos o quemados vivos. Pero aparecen. Ya van semanas y
nada se sabe de Antonia, nada. El joven piensa en infiltrarse
entre agentes de inteligencia, ser informante o algo con tal de
dar con el paradero de su amada. Sabe que su idea es pésima,
pero la desesperación te lleva a pensar desde las más locas
ideas. Le plantea la idea a cada uno de los miembros del
Antisocial Cinema Club, pero todos responden tajantemente
en contra. Por lo demás, de lograr incorporarse seguro
terminaría muerto. Los agentes ya le conocían, una vez ya no
les fuera útil terminarían por matarlo. La idea era pésima
realmente. Bruno tenia todas las de perder.
Comienza la búsqueda por Antonia ¿Pero por donde
comenzar?¿Qué pistas seguir?¿A quién investigar? Bruno
sabe que algo en esto tiene que ver Milenko, el profesor que
intentó acosarla en la universidad cuando ella estudiaba
medicina. Sólo tenia que ir a amenzarlo para que este viejo
doctor hablara. De él se decían muchas cosas, pero lo que
recalcaban es que estaba metido en los interrogatorios de la
inteligencia contra opositores. Que el tenía un técnica para
ingerir el mayor dolor posible al captor sin que este muriera.
Y así los detenidos hablaban para luego ser asesinados o
tirados a la calle.
Entonces por ahí comenzaría la búsqueda, por hacer hablar a
Milenko, pero como iba a lograr que un agente de la
dictadura hablara, seguro se llevaría todos sus crímenes a la
tumba. El viejo tenía que hablar y Bruno estaba decidido a
que confesara todos sus crímenes de paso rescataba a
Antonia. Para comenzar una búsqueda se necesitan pistas
que seguir, anomalías que aparecen en el proceso, pero el
adolescente no encontraba ninguna, salvo la acusación de
acoso que tenía contra Milenko. Por otra parte, estaban los
tigres de la patria y de esos oligofrénicos no sabía mucho.
Sólo que eran una mezcla entre escolares y universitarios
adherentes al gobierno y estaban para lapidar a opositores.
¿Qué hacer?¿Y si dejaba la búsqueda completamente a su
cuñado que tenía todo en sistema de inteligencia para
encontrar asesinos de la dictadura? Dante siempre daba con
los peores lacayos de la tiranía y los combatía como quien
juega a los soldaditos de plomo.
Antonia tenía que aparecer. Eso piensa mientras ve una
película casi pornográfica de las Filipinas, en donde unos
vampiros se chupan los cuerpos y se succionan toda la
sangre.

Antonia es la nodriza de la casa, su ausencia se siente.


Porque ella era básicamente quien atendía a los miembros
del Antisocial Cinema Club. Junto con Bruno cocinaban,
reían, preparaban toda la casa para que las noches de
visionados fueran inolvidables. Ahora su ausencia pesa, ya
no están tan bien atendidos como antes. Siguen comiendo,
pero es raro ver cine sin una mujer en la casa. La presencia
femenina se sentía siempre en las noches de visionado, era
como la voz de la cordura entre tanta locura. Entre tanta
testosterona ella le daba delicadeza a las horas de cine. Su
aire femenino se extraña. En venganza los miembros de los
visionados piensan realizar actos contra la dictadura. Actos
simbólicos. La otra noche Sebastían recomendaba poner
cabezas de cerdo en las casas de los militares de mayor
jerarquía o en la moneda. La idea no era mala, era una
metáfora perfecta contra la dictadura. Pero Bruno como buen
vegetariano, desistiría de tal acto. Cuando se vive una pena
es cuando más vivo uno se siente. Y así tal cual vive el
adolescente. Siente que nunca olvidará esos momentos en
ausencia de su gran amor.
CAPITULO IX

¡Pirata! Grita Dante desde las afueras de la casa de Sebastián


Él reconoce su voz. El poeta había regresado y traía las
buenas nuevas. Los Mercenarios habían abandonado a Vasili
a las a fueras de la ciudad. Estaba vivo, fue torturado y
vejado, mas los sujetos no habían logrado corromper su
ímpetu de poeta. Tenia todas las ganas de regresar a las
calles y matar militares.
Dante y Sebastián conversaban sobre lo humano de la
divino: Que había encontrado un libro del místico
Krishnamurti; Que el otro día vio a tres agente en un auto sin
patente raptar a una persona; Que Pinochet se había vestido
de mapuche ante las cámaras de televisión.
Había que idear un plan para tumbar a los gobierno,
desmoralizar a sus adherentes era una buena opción.
Sabían que si ponían una bomba en la casa de cada militar
importante la represión seria muy grande y pagarían justos
por pecadores a la hora de que los agentes de inteligencia
hicieran su trabajo. Para los poetas era vital enfrentarse cara
a cara con sus enemigos. Ese era el problema con Sebastián.
Que era solo un ciclista alejado de la realidad que se la
pasaba tocando punk en una radio que no hacía mucho daño.
Sin embargo, el joven era ideal para hacer de palo blanco en
una operación y así ocurrió esa tarde septiembre.
El Comandante Ossa salía de su casa puntualmente a las
6:45 AM escoltado siempre por un policía. No era difícil
desarmarlo. Los poetas tenían experiencia atacando militares
y patrones de fundo. Siempre jugaban de visita como se diría
futbolísticamente y terminaban goleando. Se habían
enfrentando a patrones de fundo en plenas celebraciones y
con todos sus peones a la vista. Tenían experiencia matando.
Y el Comandante Ossa sería otra victima más de una larga
lista que tenían por cumplir.
A eso de las 6:15 AM habían llegado los poetas y estaban
posicionados. El papel que jugaba Sebastián era clave para
acabar con ese un militar que acumulaba sangre en sus botas.
Sebastián se acomodaba en la esquina de la cuadra cagado de
frio esperando la señal de los poetas. El joven nunca había
tenido contacto directo con la dictadura. Siempre estuvo
blindado en los valles del Cajón del Maipo.
Faltaba poco para que fuera la hora. Y todos ya estaban
alerta al movimiento del portón. En la calle nada parecía
amenazador. No pasó ningún auto de policía, ni vehículo
sospechoso.
6:43 AM, el portón comienza a moverse. Lentamente sale el
policía motorizado. En ese momento Vasili da la señal al
joven para que comience acercarse al portón. Sebastián
acelera despacio, muy despacio. Esperando que el
motorizado saliera completamente para acelerar el
movimiento. Este sale y el ciclista se acerca al portón.
Momento en el que sale el auto que llevaba al Comandante
Ossa e impacta con Sebastían que vuela sobre el auto y cae
de manera brusca. Los poetas vieron la escena mientras se
acercaban caminando al lugar. El policía motorizado insulta
al joven en el suelo, mientras el Comandante baja la ventana
de su auto para cerciorarse del estado del joven. En ese
instante una bala irrumpe en la rueda del auto y rápidamente
una segunda bala da en el pecho del policía motorizado. Los
poetas entraban en acción.
El policía cae al suelo y Ossa intenta subir la ventana cuando
una ráfaga de tiros lo impactan.
Vasili se acerca al auto y ve al Comandante Ossa
desangrarse. Sin rodeos opta por un tiro de gracia y le
dispara en la cabeza para luego desaparecer corriendo.
Pero para los poetas era fácil, ellos no habían sido
atropellados por un auto. Pero los subversivos lo
convencieron que el choque no sería tan demoledor para él y
así fue. Aún podía caminar, así que se subió a su bicicleta y
al igual que los poetas, desapareció por las calles de
Santiago.
Javier ya era cómplice de los poetas. No era un NN perdido
entre los millones de chilenos que habitan esta región. Ahora
quedaba al descubierto. Tenía las manos manchadas con
sangre ¡Y a mucha honra! Pensaba él. El problema es que el
jardinero que vio toda la escena sindicó a cinco personas, no
cuatro. Por lo cual, los Mercenarios ya manejaban el
antecedente. Y estarían preparados para descubrir al nuevo
integrante.
Sebastián realmente no estaba preparado para enfrentarse a
ninguno de Los Mercenarios, hasta la vieja Mariana Calleja
podía con el escuálido ciclista.
Sebastián estaba cagado, si Los Mercenarios sabían de ti,
seguro te caerían cuando menos lo esperabas. Sebastían
estaba en una lista de jóvenes que los matones tenian por
atrapar. No era de lo mejor estar en esa lista. Y el joven
desconocía el peligro que corría. Seguía con su vida,
sintonizando punk para sus vecinos y asistiendo a los
visionados del Antisocial Cinema Club.
El joven básicamente está cagado. Tarde o temprano irán a
por él. Descubrirán su radio y lo meterán en una casa de
exterminio para torturarlo hasta que dé los nombres de
quienes idearon el ataque contra el militar. Ahora la
dictadura si pasa por él. El problema es que no tenía la
protección de los poetas, ya que con suerte ellos podían velar
por su vida. Hacían muy bien su trabajo de matar adherentes
al gobierno, pero a veces se descuidaban de sobremanera y
podían caer fácilmente presa de los autos sin patente.
El punk ya no podrá salvarlo. Ni los poetas podrán hacerlo.
Sebastián cruzó la vereda de lo ético.
La noticia del militar asesinado aparece en todos los medios
de comunicación. Si no lo atrapan los milicos, será la prensa
que se te viene encima. Los demás miembros del Antisocial
Cinema Club no saben que su amigo fue parte del asesinato.
Sebastian se siente orgulloso. Por fin le hizo un favor a la
patria.

¡Buenas noches esbirros de la dictadura!


¡Podrán matarnos!
¡Secuestrarnos!
¡Flagelarnos!
¡Quebrarnos!
¡Pero la cinefilia no se detiene!
¡El Antisocial Cinema Club más grande que cualquier mal
que pueda ingerirnos la dictadura!
¡No nos dejemos avasallar!
¡El Cine es más grande que toda la maquinaria y el terror de
Calígula!
¡Que viva el cine por la mierda! – grita Bruno algo
emocionado.
Y es que Antonia aún no aparecía. Y el cine no se detenía.
La verdad es que las películas no lo hacían por nadie. Los
visionados podrían sobrevivir a la misma desaparición de
Bruno y es que los miembros del club tenían las llaves de la
casa del adolescente por si algo llegaba a pasarle. El
Antisocial Cinema Club era una tradición que no podía
desaparecer con algunos de sus miembros. Los visionados
estaban destinados a convertirse en un ritual que se
superpusiera hasta la democracia. Las ganas de continuar
con el subversivo acto de ver cine ilegal eran más fuertes que
el miedo que podía generar los agentes de inteligencia. Las
bestias que recorrían las calles de Santiago en busca de
opositores comenzaban a ser conocidos en el mundo por la
crueldad de sus tácticas. Y posiblemente Antonia podría ser
victima de estas. Bruno está destrozado, pero él sabe que ella
misma quisiera que no detuviera los visionados en su
ausencia.
CAPITULO X

La noticia aparecería en todos los medios de comunicación.


Unas cabezas de chancho habían aparecido desparramadas
por toda la Alameda. Y justo frente a la casa de gobierno. El
telón de fondo era genial. Los cerdos decapitados y por
detrás la moneda con Pinochet al mando. La injuria era
grave. Se dice que el mismo dictador había gritado al
director de inteligencia para que diera con el paradero de
quienes habían perpetrado este vil acto. Los medios hacían
eco de la gravedad del asunto. Pero para los miembros del
Antisocial Cinema Club, este era el comienzo de más actos
contra la dictadura. Esto se estaba gestando en los delirantes
personajes de los visionados y la adrenalina que sentían
cuando veían sus actos sancionados por la prensa era
simplemente fascinante ¡Haremos esto hasta que llegue la
democracia! Gritaría Sebastián frente a un televisor en
donde el periodista reprendía cuán acto de inmoralidad
A los jóvenes les gustaba el desprecio que comenzaba a
gestarse en la prensa sobre ellos. Y la verdad es que este
apenas sería el comienzo de más acciones contra la dictadura
de Pinochet. No habia que rendirse. No habia que dejarse
agazapar por el miedo. No habia que temerle a los autos sin
patentes, ni a los psicópatas que torturaban a diestra y
siniestra en casas tomadas por el gobierno. Se sentían
henchidos de gozo al recibir el rechazo por la prensa
oficialista, porque en el Chile de Caligula no existen canales
que cuenten la realidad de lo que pasa en el país. Un par de
boletines clandestinos y la radio Cooperativa cuentan lo que
pasa en la nación. El resto vive en complacencia con el
dictador. El Chile distópico de Caligula es desastroso. Viven
en un brutal represión que además tiene al 42% del pais
cesante. 4 de cada 10 chilenos no tienen para comer. La
pobreza es tan violenta como la represión. Por otra parte
grupos de izquierda resistían a la dictadura, pero sin mucho
éxito. Quienes más gozaban con el desprestigio de los
medios eran los poetas. Ellos eran muy efectivos para matar
adherentes al gobierno. Y tenían los peores calificativos por
parte de la prensa. Se decía de ellos que habían combatido en
Centroamérica, en Cuba, En Yugoslavia. Casi eran unos
monstruos creados por el comunismo para ensuciar la linda
patria que nos habían dado los militares. Marxistas hechos
para liquidar la chilenidad y traernos la órbita soviética a
América del sur. Pero los cinéfilos se estaban empezando a
ganar un cupo en el lugar de la prensa. Este era un acto tan
bajo que Chile no podía quedar indiferente. Los inusuales
jóvenes que ven cine están haciendo patria. Pero Bruno
desaprueba este acto, él como buen vegetariano siente pena
por estos animales. Hasta él mismo piensa que es un acto
cruel, un poco vil, despreciable. Él mismo se ofrece para
mejorar sus actos contra la dictadura. Tiene una moviela y
piensa darle una voz a Pinochet. Ponerle sonidos guturales
mientras habla, porque la verdad es que el dictador no habla,
balbucea. A penas se entiende lo que dice, un borracho tiene
mejor dicción que el dictador en el poder.

Chile es un país de poetas y mujeres desaparecidas. O al


menos lo fue hasta antes de la dictadura. Los trovadores
proliferaban por este angosto pasillo del continente. Ya sin el
gran símbolo que fue Neruda, los poetas pasaban a la
clandestinidad, eran asesinados o expulsados. Sin mujeres a
la vida le falta sentido, la pierna suave relaja a todo hombre.
Sin las féminas realmente cuesta vivir y así lo sienten Bruno
y Jaime. Con sus mujeres ataviadas por la dictadura ya poco
había porque sonreír. Pero el Antisocial Cinema Club
sobreviviría a cualquier desaparición. Los visionados eran la
más ferra resistencia contra la dictadura. Las sesiones de cine
sobrevivirían hasta llegada la democracia.
¿Qué sentido tiene despertar sin Antonia a su lado? Bruno
padecía de sobremanera su desaparición. Extraña su olor, su
sonrisa, la servial existencia en su vida. La argentina era
como una especie de madre para él. Lo ayudaba con todo lo
que estuviera relacionado con el mundo normal. Y es que
entre tanta película que se veía, el joven vivía en un mundo
paralelo. Estaba loco por las peliculas, por el cine exótico,
por lo inusual. Las cintas que se hacían en lugares que nunca
conocería. Y ahora se volvía loco por la desaparición de su
mujer. Antonia era todo un símbolo en el Antisocial Cinema
Club, tal vez la voz de la cordura entre tanto hombre
enloquecido por el cine.
CAPITULO XI

Sebastián habla como enajenado, que los militares son un


asco aquí, que Calígula se caga en los pantalones allá; Que
es un mandoneado, que su mujer lo humilla en el calor del
hogar. Pero Bruno no piensa mucho lo que le manifiesta su
amigo. Él piensa como desbaratar a Milenko Ivankivic. No
es muy difícil, piensa. Es solo un civil. Un civil que adhiere
y trabaja para el gobierno. Seguro tenía guardia propio o
algún escolta que cuidara de tan necesario elemento. El
joven no tiene mucho que perder, sin Antonia la vida carece
de sentido. Solo las películas logran suplir la ausencia de su
amada, pero a veces no bastan. Y es así que un jueves al
mediodía espera al doctor en su desvencijada camioneta a las
afueras de la universidad. El malo era académico, no sólo un
teórico. Era un peón duro de la dictadura, de esos que en los
setenta salía apalear comunistas en las calles de Santiago.
Milenko era archi necesario para los psicópatas de la
inteligencia.
Tuvo la mala idea Bruno de traer consigo a Sebastián y este
no dejaba hablar de los Sex Pistols. Que Sid Vicious era
inocente de haber matado a su novia. Que era lo mejor que le
había pasado a Inglaterra y a toda Europa en los últimos
años. Pero el adolescente ignoraba todo lo que le decían, más
bien, tenia clavada la atención y la mirada en la puerta de la
universidad. A penas recordaba el rostro del doctor una vez
fue a buscar a Antonia a la universidad. Lo que recuerda
sobretodo era su calvicie y su avanzada edad.
¡Ya cállate mierda! Le impone Bruno a su acompañante.
¡Pero es que la verdad tiene que ser dicha! Le contesta
Sebastián a su impávido amigo.
¡Sigues con tu perorata y te juro que te bajo a patadas de mi
camioneta! – le responde Bruno antes de volver a concentrar
su mirada en la entrada de la Universidad.
Pasan los minutos y continúan saliendo jóvenes, todos llenos
de vida y vigor. Por un momento Bruno envidia el estado de
ánimo que aquí se siente. Ellos parecen no tener miedo, ni
desaparecidos en su familia. El ambiente universitario es
más feliz de lo que pensaba. Esperaba ver más caras de rabia
que dicha. Jóvenes con rostros dispuestos a cambiar el Statu
Quo de la dictadura. Pero no, desde la camioneta solo se ve
la felicidad propia de una burbuja. Burbuja que él mismo
vivía hasta antes de la desaparición de Antonia.
12:47 PM. Y por vez primera ve a Milenko con la cotona
blanca propia de doctor. Lleva consigo unos libros ¿Será él?
La verdad es que apenas recuerda al doctor. Si no fuera por
su pronunciada calvicie Bruno dudaría que es él. Pero no se
equivoca. Esa cara no se puede olvidar tan fácilmente.
Es él – masculla Bruno
¿Ese pelao? – contesta Sebastián – Si parece un X-men,
hasta a mi me da un poco de miedo.
Y es que el aplomo del doctor era marcada en su rostro. De
aspecto frío pareciera carecer completamente de sentimiento.
Era la persona ideal para torturar opositores con sus métodos
sacados de la medicina tradicional. Siente Bruno por
momentos que es difícil encarar alguien así, que la
personalidad de Milenko es demasiado avasalladora para un
imberbe adolescente.
El doctor se sube a su Peugeot 504 estacionado no muy lejos
de la entrada, tiene la suerte Bruno de verlo todo y no tener
que encender su camioneta, ni bajarse de ella. Milenko
comienza su regreso a casa y Bruno lo sigue sin que este se
percate de su existencia. Si no fuera por su rostro
machiavelico e inclemente nada sospecharían de este doctor
que no se dirige a ninguna otra parte que sea su casa.
Pero Bruno sabe que el doctor trabaja para la inteligencia, al
menos así se lo hizo saber Antonia. Sabe que más temprano
que tarde el portón de su casa se abrirá e irá a parar a algún
lugar de exterminio. Los jóvenes deciden esperar hasta el
otro día si es necesario.
Es así como llenos de chocolates y maní pasan la noche
esperándolo. Esperando que el doctor acuda a su cometido
con el gobierno.
6:52 AM. El portón de su casa se abre y sale el mismo
Peugeot que vieron el día anterior. Al parecer el doctor aún
no se da cuenta de la presencia de los cinéfilos.
Su auto se dirige al Servicio Médico Legal, lugar donde
llegaban a parar los muertos de Santiago. Milenko no es
inocente, en complicidad con la dictadura trafica órganos.
Órganos de personas de escasos recursos, gente que no tiene
como defenderse en el sistema pérfido que se vive. Ese día le
tocaría extraer la cornea de un atropellado ¿Quién recibía
esos órganos? Se dice que pacientes acaudalados en
necesidad de los órganos. Otros dicen que iban a parar al
extranjero. Siempre todo movido por el dinero. No había
causa en el tráfico de órganos más que el dinero. En un país
normal Milenko no solo caería preso por la complicidad de
las torturas, sino además por traficar órganos. Tenía todas las
condenas del mundo este oscuro doctor
¿Se salvaría en democracia de sus actos?
¿O más bien, podría la democracia condenar los actos de este
belicoso científico?
En las diez horas que estuvo en la institución nada pasó.
Bruno decidió no actuar. Pudo haber entrado al lugar y
amenazar con el rifle a postones que tenia a Milenko, pero
no lo hizo. El dia fue perdido. Bruno tenía la esperanza que
el doctor fuera a parar a una casa clandestina en donde
pudiera encontrar Antonia, pero nada de eso sucedió. El
doctor acudió a su trabajo como de costumbre para luego
regresar tranquilamente a su hogar. El adolescente no sabe si
espiarlo a él sea la mejor decisión. Puede que nunca dé con
el paradero de Antonia. Todo es muy confuso y sobre todo
en el Chile distópico de la dictadura.
Por otra parte, Dante había desaparecido. Nada se sabía de
él. Siempre desaparecia. Ya se habia enterado de la
desaparición de su hermana y se dice que la andaba
buscando. O Bruno creía eso. No podía mantenerse
impávido ante la desaparición de su hermana y menos si
sospechaban de los chacales de la dictadura.

6:37 AM. El adolescente termina de leerse “De Caligari a


Hitler” un libro sobre la historia del cine alemán. Piensa que
tiene que pasarle ese libro a Jaime. Ambos padecen la
desaparición de sus amadas. Y a Bruno ese libro pareció
distraerlo de la angustia que corría su cuerpo. A veces va al
colegio, a veces no. Tiene que terminar el cuarto medio, no
puede quedarse fuera del sistema. Sabe que Antonia no le
perdonaría faltar al colegio así fuera el contexto que fuera.
¿Porqué Dante no da señales de vida? Siempre hace lo
mismo. Podría confirmar por último que está en la búsqueda
de su hermana, asi el adolescente estaría más tranquilo
sabiendo que el poeta está poniendo todos sus recursos con
el fin de dar con su paradero.
Jaime apenas duerme. Piensa mucho en Angélica. En su
paradero. A diferencia de Antonia, sospecha que ellos
escaparon por su cuenta. Que en alguna parte de Chile deben
estar a salvo de quienes lo amenazaban. Tiene fe que así es.
Pero quiere dar con ella, no puede olvidarse de sus labios.
De su mirada perdida. Jaime tiene que confesarle todo lo que
siente a la joven, es muy viejo para guardarse esos
sentimientos. Sólo le confesaría su amor, más nada. Porque
una relación así entre un cuarentón y una adolescente no sólo
era mal visto, sino además estaba penado por la ley. Jaime es
capaz de ir a pelear directamente contra el orden establecido
por el amor de su amada. Piensa tal vez que debe organizarse
con Bruno para ir en búsqueda de sus amadas. Mientras tanto
en la televisión Don Francisco grita ¡Dispara usted o
disparo! Temía que eso mismo gritasen henchidos los
supuestos secuestradores de Angélica. Por eso mismo apaga
el televisor, esa frase lo tortura. Piensa en ella, no deja de
pensar en eso. Y esto afecta su rendimiento como profesor.
Se deconcentra en clases, desapareció la pasión con la que
hablaba de física.
Lee un libro de Ray Bradbury, el autor de alguna manera lo
ilumina, es un escritor hecho para el cine. Y su literatura fue
hecha para verse en la pantalla grande. El libro es de no
ficción, son ensayos sobre el arte de la escritura en donde el
autor invita a todos a escribir. A liberarse de sus miedos y
trancas a través de la literatura. Jaime piensa que tal vez
debería escribirle un libro a Angélica. Eso es mejor que
declararse con toda la vergüenza del mundo.
“Querida Angélica, parto esta escritura diciendo que te
amo, desde que vi tu mirada de gato contemplativo…”
La metáfora es muy mala, pero así lo percibía el profesor.
Era su aspecto leonino que tanto le atraía de Angélica, su
misterio, sus silencios. Porque en ella cabía todo el silencio
del mundo. El misterio de un gato contemplativo pensaba el
profesor. Tenia que llegar a dar con ese ángel atormentado.
Es así como un día suena el teléfono de su casa, era Silvana,
su mejor amiga. Le dijo que la había llamado desde Chiloé.
Desde esa exótica isla llena de mitos sonaba la voz de
Angélica. Tenía que ir para allá, pero no podía dejar sus
responsabilidades tiradas ¿Qué era más importante el amor
que le profesaba a la joven o sus mediocres
responsabilidades como profesor de colegio público? Sabe
que si lo despiden le será difícil encontrar trabajo. Y con la
crisis que había se moría de hambre, lo echaban del sucucho
que arrendaba y todo se venía cuesta abajo. Piensa que tal
vez Bruno lo puede acoger en su casa. Pero un hombre ya
entrado en los cuarenta no puede depender de un
adolescente, simplemente no va. ¿Qué hacer? ¿Ir
directamente a Puerto Montt y cruzar a Chiloé? ¿Continuar
con sus clases para alumnos desinteresados? Por primera vez
en mucho tiempo la vida de Jaime parece que está tomando
tono. Antes solo pululaba por la vida, acatando lo que el
destino o mala fortuna le tocó para él. Pero el amor de
Angélica era tan grande como las sesiones del Antisocial
cinema Club. Por fin podía decir que tenia sentido vivir.
Antes vivía por inercia. Ahora tiene una meta, un plan, un
amor. Es así que Jaime comienza ahorrar el poco dinero que
ganaba en el liceo piojento en el que impartía clases para ir
en búsqueda de lo que el llamaba amor. Hace mucho tiempo
no sentía esto, tenía que agradecerle a la chica todo el
sentimiento que había encendido dentro suyo.
CAPITULO XII

Una bomba de ruido estalla frente a la casa de gobierno. Y el


autor era nada menos que Jaime. El profesor estaba desatado
en la ausencia de Angélica. Y más bombas vendrían. Habia
que desafiar a la dictadura, aunque fuera solo ruido. El profe
estableció un orden en su vida; Viviría con lo justo para no
morir de hambre, ahorraría para su vieja a Chiloé y
desafiaría al gobierno de las formas que se le ocurriera, claro
siempre y cuando su vida no estuviera en peligro. Sin
quererlo de alguna manera Jaime se acerca a los
procedimientos de grupos subversivos. Si algún miembro
paramilitar lo invitaba a formar parte, él habría aceptado sin
duda alguna. Y ahí estaba el cuarentón asustando con
bombas de ruido a Pinochet. El amor de Angélica había
despertado todas las ganas de vivir. Se sentía como aquella
noche en que disparó contra los milicos. La vida después de
todo aportaba episodios interesantes que merecían ser
gozados.

Sus mujeres están desaparecidas, pero ellos bailan igual.


Suena un merengue. La vida no podía ser entregada a la
tragedia. Había que bailar así sus amores estuvieran
disipadas en algún lugar del país.
¡Caligula caerá! Grita Cavieres que había sido torturado por
los tigres de la patria. Le habían quebrado una costilla, pero
al menos salió vivo.
Todos celebran que Cavieres hubiera salido vivo de esa
tortura, perfectamente pudieron matarlo, pero no lo hicieron.
Y por eso celebran, además el Antisocial Cinema Club era
un festejo en si mismo. Había que disfrutar ahí todo lo que la
dictadura no te permitia.
¿Y si matamos a los chacales de la dictadura? Le plantea
Jaime a Bruno refiriéndose a los autodenominados Tigres de
la patria. Coincidían en lo ordinario del nombre.
Pero nosotros no tenemos armas, ni entrenamiento – le
contesta Bruno.
Podemos entrenarnos, si ellos lo hicieron ¿Por qué nosotros
no? – Masculla Jaime.
Era raro que Jaime, el más avejentado de todos los miembros
de los visionados le planteara una misión tan suicida. Bruno
por su parte había editado en su moviela a Pinochet con
sonidos guturales de fondo. El dictador hablaba y sonaban
eructos. Siempre cuando hablaba había un erupto o un
sonido indecoroso.
Los miembros del Antisocial Cinema Club estaban
entregados a la disidencia. Todos de alguna manera estaban
involucrados contra a dictadura de Caligula.

6:01 AM. Bruno pedalea arduamente por las calles de


Santiago, en su mochila cintas de VHS. Parte por centros
culturales, casa de militares y hasta algún centro de tortura
repartiendo cuán repartidor de diarios sus cassettes. En ellos
Pinochet es humillado al hablar con sonidos de peos y
eructos. Una broma inocente que no salva a ningún detenido.
Pero la guerra estaba declarada hasta en esos aspectos más
minúsculos. Fue un día así que a la salida del Goethe
Institute se topó con un tipo que conocía a Antonia. Ese dia
no pudo seguir pedaleando, le bajó toda la pena. Su amor
aún no parecía y tampoco habían señales de Dante.
Sus estados de ánimo vilipendiaban de cuanto se acordará de
la argentina. A veces veía peliculas que lo dejaban prendido.
Pero una vez se acostaba y se daba cuenta que estaba sólo
bajaban todas sus energías. Al menos estaba involucrado en
actos contra el gobierno. Eso también le daba energías.
Estaban todos encalillados con el gobierno:
Cavieres los desafiaba en las noches con su ak 47
Sebastián había sido cómplice de un asesinato contra un
Coronel de la República y repartía cabezas de cerdo por las
calles del centro.
Dante y Vasili, asesinaban milicos
Jaime le había disparado a un convoy militar
Y Bruno, bueno el adolescente repartía cassettes de VHS que
difamaban al vilipendiado dictador.

Por su parte, los tigres de la patria seguían actuando en


secreto. Lo curioso es que no atacaban directamente a los
cinéfilos. Habían raptado a Antonia para entregárselo a unos
paramilitares, los denominados “mercenarios”. Podían
perfectamente atacar a Bruno cuando pedaleaba repartiendo
sus VHS. Salvo el secuestro a la argentina y la tortura a
Cavieres, no habían actuado con mayor celeridad para acabar
con los visionados del Antisocial Cinema Club. Podían
perfectamente poner una bomba en la casa de Bruno, pero no
lo hacían. Era misterioso el actuar de ese grupo filofascista
¿Por qué permitían que los visionados continuasen sabiendo
que algo ilegal se tramaba en esa casa de Ñuñoa?
¿Porqué permitían que Cavieres actuara todas las noches
contra el toque de queda?
¿Por qué dejaban que Bruno humillase de tal forma a nuestra
excelencia el presidente de la república?
Ellos continuaban actuando contra opositores al gobierno,
pero curiosamente dejaban que existieran los visionados,
cuando ya habían seguido en secreto a casi todos sus
miembros. Parece que esperaban el momento adecuado para
desarticular los visionados. Algo pasaba. Y los cinéfilos
apenas sabían de la existencia de este grupo. Aún no tenían
claro si había sido Milenko o los chacales quienes habían
raptado Antonia. Y del doctor se decían las peores cosas;
Que actuaba con gas sarín, que le sacabas las vísceras con un
corvo a opositores con tal de que delataran a sus cómplices.
Un hombre de tal calaña seguro estaba involucrado en el
secuestro de la argentina. Es por eso que Bruno lo espiaba.
Una semana podía ser un lunes y la otra un martes, luego un
miércoles y así hasta que diera con algo sospechoso. Pero
Milenko parecía reproducir un mismo patrón. No había nada
sospechoso en el calvo doctor. Algo andaba mal, algo se
ocultaba ante los ojos de Bruno.

Chile es un país de poetas y mujeres desaparecidas. O al


menos lo fue hasta antes de la dictadura. Los trovadores
proliferaban por este angosto pasillo del continente. Ya sin el
gran símbolo que fue Neruda, los poetas pasaban a la
clandestinidad, eran asesinados o expulsados. Sin mujeres a
la vida le falta sentido, la pierna suave relaja a todo hombre.
Sin las féminas realmente cuesta vivir y así lo sienten Bruno
y Jaime. Con sus mujeres ataviadas por la dictadura ya poco
había porque sonreír. Pero el Antisocial Cinema Club
sobreviviría a cualquier desaparición. Los visionados eran la
más ferra resistencia contra la dictadura. Las sesiones de cine
sobrevivirían hasta llegada la democracia.
¿Qué sentido tiene despertar sin Antonia a su lado? Bruno
padecía de sobremanera su desaparición. Extraña su olor, su
sonrisa, la servial existencia en su vida. La argentina era
como una especie de madre para él. Lo ayudaba con todo lo
que estuviera relacionado con el mundo normal. Y es que
entre tanta película que se veía, el joven vivía en un mundo
paralelo. Estaba loco por las peliculas, por el cine exótico,
por lo inusual. Las cintas que se hacían en lugares que nunca
conocería. Y ahora se volvía loco por la desaparición de su
mujer. Antonia era todo un símbolo en el Antisocial Cinema
Club, tal vez la voz de la cordura entre tanto hombre
enloquecido por el cine.

Bruno leía Esculpir en el tiempo del soviético Andrei


tarkovsky, el día que explotó la segunda bomba en el barrio.
Ahora la victima era el viejo Volvo de Don Heráclito. El
mismo vecino que era sindicado como el sapo del barrio era
atacado esta vez
¿Eran los tigres de la patria quienes perpetraban una vez más
con una bomba? Todo era muy sospechoso, porque un
adherente al gobierno era atacado con una bomba ¿Habían
sido grupos subversivos quienes los tenian identificado?
¿O serían los mismos tigres de la patria quienes habían
puesto al bomba con tal de confundir a la audiencia? El
barrio no era seguro, en menos de un par de meses ya habían
explotado dos bombas en el que supone ser un barrio
residencial. Bruno vivía en un lugar donde explotaban
bombas ¿Sospecharía el joven que una próxima bomba
detonaría en su casa?
CAPITULO XIII

Continuaba Bruno leyendo el libro de Tarkovsky. Se lo


compró a un viejo librero que había quebrado con su librería
y terminó en un callejón del centro, cuando se enteró de la
noticia. Dante había aparecido y tenía información sobre el
paradero de Antonia
Se dice que en una noche de Agosto los poetas arrinconaron
al gordo Benedetto en una calle del centro a quien a punta de
patadas le arrancaron la información sobre el paradero de
Antonia. Se decía que estaba en el norte. En un campo de
prisioneros políticos en medio del desierto. Que ahí estaba
sobreviviendo junto a moribundos hombres que pertenecían
a la oposición. Eso era lo que el gordo había confesado a los
poetas tras la emboscada. Las cartas estaban echadas, Bruno
debía partir al norte en busca de su amor. Pero no sabía con
que se encontraría ¿Iría solo?¿Los poetas lo socorrerían en la
operación rescate? Sólo sabía que el campo de concentración
se llamaba Chacabuco y nada más. Que estaba cerca de
Antofagasta y que estaba custodiada sólo por hombres
¿Además sabíamos si esa información era cierta? No habían
sido los mercenarios quienes secuestraron Antonia, sino su
neófito grupo de paramilitares llamados tigres de la patria.
Daba vergüenza ajena autodenominarse tigre como sinónimo
de testosterona. Pero habían sido estos ridiculos quienes
entregaron el cuerpo a los mercenarios.
Ahora habia un lugar en donde ir a buscar a Antonia, el
cuartel Chacabuco tenia que estar en los mapas. El único
detalle es que era un cartel rescguardado hasta los dientes.
- De eso no te preocupes pendejo – le interrumpe Dante – Si
quieres puedes venir nosotros mientras no estorbes. Seremos
nosotros los que atacaremos ese centro y liberaremos a un
par de personas, sobretodo Antonia, puede que alguno se
escape en el camino.
- No sabemos si está viva - comenta Vasili el joven que era
participe del Antisocial Cinema Club, pero debido a sus
labores clandestinas nunca aparecía – Vamos con los ojos
vendados.
- Pero vamos, eso lo importante – responde Bruno.

Y desde ya se fraguaba el rescate a Antonia, irían en la


desvencijada camioneta de Bruno, algo que no levantase
sospecha. El ataque al lugar sería a punta de bazucas y
granadas, desde todos los puntos cardinales. Piensan que
aparecer en medio de la nada disparando pondría a todos en
alerta ¿A todo esto, era buena idea integrar a Bruno? Puede
que su pasión desmedida jugara en contra al hora del ataque
y la retirada. El joven no tenía entrenamiento alguno, a lo
más una escopeta de a postones con la cual disparaba al cielo
en las noches de verano. La idea era mejor apartarlo, ellos
hacían el trabajo sucio y él esperaría a kilómetros en algún
lugar común. No se podía ser tan irresponsable involucrando
a un adolescente en un claro acto de guerra. Los poetas
debían apartarlo. ¿Pero cuál era el plan?
¿Involucrar a Dante?¿Ocupar de Cavieres de Farol? No,
simplemente atacarían como solían hacerlo. Suponían que en
Chacabuco sería más fácil que aquella vez que escaparon de
Colonia Dignidad. Los poetas vuelven a desaparecer, mejor
harán los planes por su cuenta, sin involucrar a nadie del
Antisocial Cinema Club.
Bruno estaba indignado, quería ser parte de rescate. No lo
podián dejar fuera en tan importante misión. Pero los poetas
estaban decididos, no participaría ningún civil. Y cuando
hablaban de civiles lo hacen asumiendo que son grupo
paramilitar. A ellos no les agradaba creer que eran un grupo
paramilitar, eso le venía mejor a los fachos adherentes al
gobierno. Ellos sólo eran la resistencia. Jóvenes que resistían
a la dictadura recitando poesía, eso no era muy paramilitar
para ellos.
El rescate no demoraría en fraguarse. A las semanas los
poetas ya estaban en el norte, se habían llevado la camioneta
desvencijada de Bruno y llegaron hasta un campo de
concentración que se suponía estaba vacío.
Rasantes, no esperaron mucho para atacar el destartalado
recinto.
Con una bazuca propiedad de la FAMAE atacan la torre
central e inundan las entradas con más bazucas y granadas.
La resistencia no se deja esperar, la tronadera es total. Balas,
explosiones, todo es un caos. Los detenidos entran en sus
pequeños corredores. Ahí se supone debe estar Antonia.
Violada quizás por agentes de estado. Pero entre tanto polvo
es difícil ver, el encargado de entrar al centro de
concentración es Dante, quién a ojo rápido revisa las salas en
donde estaban recluidos los detenidos. Rostros demacrados,
hechos mierda. Pero nada de Antonia, el ataque había sido en
vano. Revisa todos los corredores, pero este campo de
concentración ya no alberga los detenidos que antaño en los
setenta. La pista había sido falsa, pero no del todo. Con el
tiempo se enterarían que Antonia estaba en la región.

Los poetas regresan a la ciudad con las malas nuevas. Nada


se sabia que de Antonia. No podía estar desaparecida tanto
tiempo. En alguna parte debía estar. Dante piensa que debe
recorrer cada centro de detención del país, pero hasta el
mismo que se considera temerario sabe que algo asi, solo
acarrería la muerte de ambos. Además tampoco saben donde
están todos los centros de tortura. Si lo supiera seguro iría a
bombardearlas todas. La cosa se pone peor para los poetas.
Quizás si estaba en el norte, pero no un lugar semi
abandonado que era Chacabuco por aquél entonces.
¡La puta madre! grita Dante y es que el poetas a ratos se
cansa de luchar contra Pinochet, son tantas las personas que
tienen que pagar, que ellos no dan a basto. A veces, solo a
veces los poetas se cansan de ser poetas. Les gustaría llevar
una vida normal, pero muy rara vez se sentían así. Luchar
contra la dictadura los llenaba de adrenalina.

- Cuñadito – le dice Dante a Bruno – la pista era falsa.


Aún no sabemos nada de Antonia. Pero no te preocupes
tarde o temprano aparecerá. Ya no estamos en época
que la gente simplemente desaparece.

Pero Bruno no sabe como reaccionar, es sólo un


adolescente y tiene todas las neuronas y los hormonas
mezcladas. Quien más sufre en todo es él. Antonia
desaparecida es su familia desaparecida. De un día a otro
se quedó sin su familia, volvía a ser un bebe en búsqueda
de su madre.

¡Hagamos explotar Chile! Grita Cavieres, quizás así logre


aparecer Antonia. Siempre tan oportuno en sus
comentarios el payaso ridículo. Exasperado Bruno ya no
le contesta. Comienza a llorar, la angustia se tomo su
pecho, solo le queda lagrimar. Ante la escena los
miembros del Antisocial Cinema Club lo consuelan. En el
abrazo de sus amigos el adolescente llora aún más fuerte.
Es extraña la vida sin Antonia. Habían vivido tantos
momentos juntos que de un día para otra desapareciera era
devastador.
Bruno en sus ratos más depresivos piensa que debe cerrar
el Antisocial Cinema Club. Pero luego recapacita y se da
cuenta que el cine le da sentido a la vida. A la dura vida
que llevaba hasta entonces. En honor a Antonia se abren
las sesiones de los visionados. El cine debe continuar.
¡El cine es por lo que estamos acá!
¡Y acá seguiremos hasta que nos alcance la vida!
¡Hasta que nos maten! Le contesta Jaime
¡Que así sea!
¡El Cine no se detiene por nadie!
Los jóvenes alzan su vaso de néctar por el cine. Por
Antonia que ya aparecerá, por Bruce Lee que es un
maestro que no deja de deslumbrarlos. Por Sam Pekinpah
y sus tiroteos. Por el gordo Hitchcock. Por el novato
Spielberg, por los japoneses que se sacaban películas
hechas de otro planeta. Por ellos mismos.
La juerga en el Antisocial Cinema Club se detendría solo
si matasen a todos sus miembros. Si los hicieran
desaparecer. Y aún así nacería otro visionado perpetrados
por otros jóvenes idealistas.
Los visionados no se detienen por nadie.
CAPITULO XIV

Gonzalo, Felipe, Ignacio y Matías conformaban los


autodenominados Tigres de la patria. Que nombre más malo,
pero es que tampoco necesitaban un nombre tan
rimbombante. Si no eran maricas, eran paramilitares.
Actuaban a las ordenes del Gordo Benne. A veces por su
cuenta. Estaban ahí para apoyar la labor del gobierno. Salían
por las noches. Ocupaban acido contra los opositores,
querían dejar su marca. Eran unos fanáticos del gobierno de
facto. Habían heredado de sus padres su afición por Pinochet
y es que los jóvenes eran unos niños. Salvo Ignacio que
estudiaba Ingeniera en minas, el resto eran escolares. La
mejor edad para ser un fanático. Tenían pololas y llevaban
una vida relativamente sana de acuerdo a sus edades.
Estaban casi todos en la enseñanza media y se criaron con lo
que habían visto por los medios de prensa, siempre
terroristas cazados. Sus padres veían a Don Francisco y leían
las editoriales de El Mercurio
¿Quién carajo puede leer las editoriales de ese diario?
La ventaja de estos jóvenes es que no tenían aspecto de
paramilitares, ni había en sus caras el odio parido que
caracterizaban a los milicos de la época. Al contrario, sus
rostros eran guapos y prominentes. Tenían pinta de ser
taquilleros, de ser jóvenes de discotecas más que
paramilitares simpatizantes con el gobierno. Eso facilitaba
las acciones en las marchas cuando golpeaban con cadenas a
opositores por la espalda. Eran maricones, peleaban armados
contra gente desarmada. Y ese era el valor más conciso de su
adhesión al gobierno: actuar contra desarmados. Y es que
cuando tienes a un régimen totalitario actuando
impunemente contra la población civil los valores se
trastocan y es válido ser el malo de la película. Y esa mala
película era un país llamado Chile. Si las autoridades
atentaban libremente contra las personas ¿Porqué no podías
tú? A eso se dedicaban Los tigres de la patria. El fanatismo
venia de familia. Sus padres celebraban con champagne cada
11 de septiembre y se emocionaban con la parada militar. Y
es que la chilenidad debía ser exaltada. Y estos imberbes
compañeros de colegio así lo entendían. Para ellos la patria
era más que septiembre, era más bien colaborar con el
gobierno para mantener la serenidad y así alejarse de ser un
país gobernado por terroristas pro Unión Soviética.
Los tigres de la patria, eran maricones y tenían todo el
mundo por delante: una buena carrera, una buena casa,
novias guapas. Daba envidia que los malos tuvieran tantos
privilegios y además actuaban en la lucha armada contra el
marxismo internacional – o eso ellos querían creer. Lo cierto
es que actuaban contra el obrero que marchaba por sus
derecho, contra el estudiante que pedía menos represión y así
un largo etcétera. Eran un comodín que tenían otros grupos
paramilitares. Por ejemplo, Los Mercenarios, ellos se
dedicaban a lo mismo, pero estaban más centrados en cazar a
los poetas. Para el resto, estaban Los tigres de la patria, quien
a ordenes del gordo Benne actuaban a su impulso.
Golpeaban estudiantes, opositores de escasa jerarquía. Y así
espiaban a los miembros del Antisocial Cinema Club.
Pasaban horas esperándolos. En sus casas, en sus colegios,
en los hospitales y dónde fuera que fueran. Estos alumnos de
cuarto medio se dedicaban a tiempo completo a su afición de
paramilitar. Salvo Ignacio, los tres iban en cuarto medio y
soñaban con pertenecer a la Armada. El universitario poco
tiempo tenía para desempañarla de terrorista, puesto que su
carrera ocupaba buena parte del tiempo, pero esto no
impedía que participara en acciones como un buen miembro
de los paramilitaes.

Sus ojos no daban créditos a lo que estaba viendo. Por fin


Milenko daba señales sospechosas. Luego de semanas de
investigarlo fuera de su casa y su trabajo, el doctor daba
indicios de que algo se tramaba. Pues había cambiado el
recorrido, está vez su auto se iba a la pre cordillera. Un lugar
completamente deshabitado donde se avistan zorrillos y
conejos. Fue así que cada dos semanas el auto se iba a la
montaña. Se estacionaba hasta donde llegaba la calle y partía
su recorrido a pie. Pululaba por un valle que Bruno
desconocía. Lo cierto es que Santiago colinda con la pre
cordillera, así que no era un viaje tan largo.
Jueves 5:37 PM. Bruno toma sus antioxidantes, lleva en un
frasquito mediano su zumo de naranja. Está solo.
Estacionado en la pre cordillera. Se queda allí. Es muy malo
como investigador, su papel de Sherlock Holmes se trastoca
al no saber como reaccionar ante la acometido de Milenko.
Pero ahí se queda, esperando ver algo. Tal vez espera ver
más hombres arrastrando un cadáver y echarlo en la maletero
del auto o algo parecido. Espera algo fuera de la común. Se
siente intimidado de actuar si no ve algo sospechoso. Algún
día tendría que seguir al doctor a donde fuera que este se
dirigiese, pero hoy no era ese el día. Su decisión es azarosa.
Tiene que desenmascarar a Milenko, seguro él o los famosos
tigres de la patria tienen que ver con la desaparición de
Antonia. ¿Será que ha hecho todo mal desde el principio y
debió partir investigando a esos famosos tigres? Pero nada
sabe de ellos, solo sabe que existen y que se infiltran en
marchas opositoras para agredir. Tal vez debía partir por eso,
ir a una marcha y descubrirlos en el acto. Y así fue.
La escena era dantesca, en una marcha organizada por
mujeres, en una esquina cerca de la Universidad de Chile
tres jóvenes golpeaban con cadenas a un civil completamente
desarmado. La victima tendría unos veinte años,
probablemente estudiaba derecho en la universidad que
estaba cerca. La sangre le brotaba de la cabeza, dejaba su
marca en la acera de Santiago. Ahí estaban, esos maricones
habían secuestrado a Antonia, era seguro. Pero el siendo un
adolescente no podía hacer mucho ¿Intentar detener la pelea?
Si lo hacía seguro le lloverían a cadenazos ahí mismo. Pero
no podía quedar indiferente viendo tan violenta escena. Por
lo mismo fue a un parque a buscar unas piedras y comenzó a
tirárselas. Ellos al darse cuenta fueron tras él, pero Bruno
estaba lo bastante alejado para correr. Tenían cadenas y
Bruno sólo tenía las piedras. Una piedra que podía salvar la
vida del joven que era brutalmente golpeado. Los mal
denominados tigres de la patria eran desalmados, no
perdonaban condición alguna. Solo sabían que los opositores
iban contra el orden establecido. Para ellos cualquier
manifestación contra el gobierno era ilegitima y merecía ser
severamente reprimida. Y ahí estaba un joven sangrando
caudalosamente en el suelo. Nadie se atrevía actuar en su
contra, ellos tenían cadenas y estaban locos. Sin embargo, las
piedras de Bruno habían logrado su meta y Los tigres de la
patria comenzaron a disolverse, uno escapó hacia el norte y
los otros fueron tras el adolescente.
Bruno estaba cagado, tarde o temprano Los tigres atacaban
en su contra, sabían donde vivía, sabían de sus visionados
ilegales. Por ordenes del Gordo Benne no actuaban. Pero
tarde o temprano desobedecerían sus ordenes y atacaban.
Los visionados eran un antro de terroristas. Cavieres
desafiando al gobierno con su AK47, Dante matando
adherentes al gobierno. Y el resto en su jolgorio viendo
películas que estaban prohibidas.
Bruno piensa como puede combatir a esos maricones, si
tuviera la ayuda de los poetas tal vez podría cazarlos y dar
con Antonia. Pero los poetas siempre desaparecen.
Seguramente ellos mismos buscan a Antonia por su cuenta,
debe mantener la calma y pensar que su hermano está
haciendo todo lo posible por rescatarla.
CAPITULO XV

Cuando Sebastián piensa en María Jesús sale a pedalear.


Pone punk en su walkman y pedalea arduamente por las
callecitas de la montaña. No puede evitar que la nostalgia
tome su cuerpo. Alguna vez amó a una mujer que se llamaba
María. Pero ya no está. Ese es el problema de los hombres,
ponen todas las fichas en una mujer pero no han de
percatarse que las mujeres se van, desaparecen, dejan de
existir en la vida de los desgraciados. Y así fue con
Sebastián, nada fuera de lo normal. Él tenía 16 y ella catorce.
Era un ángel. Inmaculada y linda como la primavera. Era un
premio que Sebastián había ganado de alguna forma. Pero
desapareció, ya no está. Tomó junto a sus padres un vuelo a
Norteamérica y nunca más supo de ella. Sólo un par de
difusas cartas y postales entre Washington y Santiago. Con
el tiempo las cartas comenzaron a diseminarse y ya un
tiempo dejaron de llegar. Pero Sebastián atesoraba esas
cartas como el lugar que alguna vez amó. Las miraba, las
hojeaba, las releía. María Jesús fue tal vez la única cosa
buena que le había pasado en la vida. No es que mirara en
menos su radio, el punk y toda la literatura que había en su
pieza. Pero con esa mujer él se sentía superior. Y es
agradable poder palpar esa grandeza, estar henchido de gozo
y gratitud. De alguna manera se sentía invencible, podía
desafiar a la muerte sin miedo, se sentía más vivo que nunca.
Como nunca antes más bien, era una sensación nueva para
él. Ahora no es que ande deprimido, continua sintiéndose
vivo mientras sintoniza música por en su radio, mientras
pedalea. Pero no es lo mismo que gozar el amor de una
mujer.
Si seguramente María Jesús estuviera presente en la vida de
Sebastián ya Los tigres de la patria la habrían secuestrado o
al menos hubieran husmeado en su vida. Y es que estos
infelices no perdían ocasión para dejar de vigilar a los
cinéfilos. Les llamaba la atención Bruno y Sebastián. Tal vez
si no estuviesen en el bando contrario hasta amigos podrían
ser. Eran más o menos de la misma generación, eran
apasionados y curiosamente a Los tigres de la patria también
les gustaba el cine. Si sus padres no hubieran estado
aferrados al gobierno, probablemente integrarían el
Antisocial Cinema Club, pero la realidad era distinta ¿Será
que los fascistas sentían una simpatía por los cinéfilos? No
podían reconocerlo abiertamente, pero si los investigaban
con la vehemencia que lo hacían, era porque sentían
admiración por ellos. Los tigres de la patria envidiaban las
películas que ellos mismos no podían ver. Y no tenían como
hacerse pasar por espías, porque el Antisocial Cinema Club
era un secta. Por eso los odiaban demasiado, pero no podían
actuar si el gordo Benne no daba la venia. Y es que el gordo
esperaba que ellos dieran más pistas, principalmente de los
poetas. Esperaba que se juntaran todos en la casa de Bruno
para atacarlos. Pero en la realidad eso nunca ocurriría, el
gordo esperaría en vano, ya que los poetas se juntaban en su
casita en la pre cordillera. A lo más en la casa del
adolescente podían llegar Dante y Vasili.
Por su parte Los tigres de la patria sólo querían desmantelar
el Antisocial Cinema Club y robarse todas sus películas. Ya
habían secuestrado a Antonia, habían dejado un hoyo
enorme en los cinéfilos. En cualquier momento la cosa
estalla y se enfrentan cara a cara con los cinéfilos. Los
adictos al cine igual podían dar la pelea y vencer a Los
tigres. Tanta película te deja un poco cagado y los cinéfilos
estaban desenfrenados, podían matar a una rata a palos. En
cualquier momento se verían enfrentados a miembros del
oficialismo y lucharían con fruición. Ellos querían pelear,
ellos querían derrotar a la dictadura. Habían puesto bombas
de ruidos en las inmediaciones de la casa de gobierno.
Querían a un Pinochet aterrado, el problema es que un
dictador aterrado era más represión contra personas que no
podían pelear. Civiles desarmados pagarían las ofensivas del
gobierno. Podían imaginarse al gordo Benne torturando
gente, a Los tigres de la patria tirándole ácido a los
opositores, a los miembros de inteligencia raptando gente
inocente para molerla en sesiones de interrogatorio. Pinochet
y su gente siempre atacaban a los más débiles. Por ejemplo
la misma Antonia, el hilo siempre se cortaba por lo más
débil. Antonia era el hilo más frágil de los Antisocial
Cinema Club. La República de Calígula era maricona.
Tremendamente maricona con los más desvalidos.
Sebastián salta, canta y grita en su casa en la montaña.
Piensa en María Jesús, en los felices que serian juntos, pero
eso no lo detiene ama la canción que está sonando. Tiene
ganas de agarrar un arma y salir a pelear contra el gobierno,
pero ni siquiera sabe disparar un arma ¿Qué importa? Acá un
alma dispuesta para derrocar a Calígula. Para eso están los
cinéfilos: para ver cine y hacer la revolución.

3:33 AM
Bruno se va acostar, acaba de terminar una de esas películas
soviéticas que no entendió un carajo lo que decían porque ni
subtitulo al ingles tenían.
- Puta que te demoraste.
- Concha de su madre – grita Bruno.
- ¿Qué pasa cuñadito? Pregunta Dante ¿Calígula te tiene
temeroso?
- No, es que no es normal verte tirado como puta en mi
cama en plena oscuridad.
- Soy una zorra, lo reconozco. Te tengo buenas noticias.
- ¿Qué cosa?
- Al parecer tenemos un paradero de donde podría estar
Antonia. En la misma zona de la vez anterior. En el
norte
- ¿Quién te lo dijo?
- Da lo mismo, pero parece real. Es en la intendencia de
Atacama
- ¿Y porqué un civil detenido iba a terminar en una
intendencia? Algo raro hay en todo esto.
- En la Republica de Caligula todo es posible cuñadito.
Yo también me pregunté lo mismo, en principio pensé
que el dato era falso, por lo mismo que te preguntas tú.
Pero la fuente estaba involucrada. Así que créeme, si
me dijeron que está en el norte, es que en el norte está.

4:45 AM
Los cinéfilos bailan en mitad de la noche. Nadie alega por la
música. Y cuando hablo de cinéfilos me refiero
sencillamente a Bruno y Dante. Ambos están contentos,
tienen noticias del supuesto paradero de Antonia. Escuchan
Los prisioneros y se mueven al unísono de la melodía.
Parecen dos maricas bailando en una discoteca gay. Se
toman de las manos, saltan enajenados. Pareciera que en
cualquier momento terminan besándose. Así continúan
bailando hasta la hora que el adolescente tiene que ir al
colegio. La vida de Bruno era muy caótica. Lo era con la
argentina a su lado y sin ella es mucho peor. Pero al menos
tiene vida, una mejor vida que cualquier chileno promedio.
No se puede quejar, nació afortunado. Vivía mejor que un
burgués promedio. Su madre le daba dinero mensual, una
buena cuota del que podía vivir dichosamente. Y además le
pagaba las cuentas. Así el Antisocial Cinema Club jamás se
iba a quedar sin electricidad para sus funciones. Aunque en
dictadura la luz se cortaba. Sobretodo si eras de oposición.
Pero salvo Los tigres de la patria, nadie del gobierno estaba
encima de los cinéfilos. Podían existir en la ilegalidad todo
el tiempo que quisiesen. Todos los cinéfilos tenían un
motivo por el que luchar, en sus camas tirados no se iban a
quedar.
Las pistas estaban echadas, irían junto a por Antonia. Bruno
sentado no se iba a quedar, se involucraría tanto como los
poetas. Pero al parecer de los poetas solo irían Dante y
Vasili. Este ultimo era un ser demasiado misterioso, no
contaba mucho de su vida, su familia, su entorno. Solo se
sabía que tocaba piano y le encantaba Julio Cortazar. Fue la
prohibición de sus publicaciones lo que lo hizo unirse a los
poetas. Pero seguro en ese viaje al norte Dante averiguaría
más de este enigmático cinéfilo.

El furioso viento de la Patagonia golpea su rostro. Y es que


Jaime abandonó todo por ir en búsqueda de Angélica.
Miraba el horizonte cruzando el canal que separa la isla del
continente. Había abandonado su trabajo, su departamento,
su pusilánime vida por buscar a la mujer que le había
alegrado la existencia. Nunca había estado en Chiloé y ya se
había enamorado de la isla. Ojalá envejecer algún día en un
lugar así, piensa. Ya en el barco no sabía por donde empezar
¿Ir pueblo por pueblo preguntando por nuevos inquilinos?
Jaime estaba completamente loco. Abandonar todo por una
mujer que no conoce del todo y buscarla en una isla inmensa.
Peor era quedarse rumiando en Santiago. Era lo más seguro.
Pero el profesor ya no quería apostar por lo seguro, había
estado en esa zona de confort toda su vida y merecía algo
más apasionado que eso. Su aburrida vida cobraba sentido
buscando algo que amaba. Indiana Jones se quedaba
pequeño a su lado. Parece que Jaime habría perdido la
cordura. No tenía más información que esa ¿Cómo podría
encontrarla así? Seguramente no la encontraría, pero al
menos estaba haciendo algo. Y ese algo le satisfacía la vida.
No se quedaba sentado viendo la vida pasar. Estaba actuando
y eso era justamente lo que tenía hacer. Hacer algo por su
vida más que hacer clases e ir a los visionados del Antisocial
Cinema Club. Necesitaba acción. No podía más, algún día
tenía que estallar, su vida no podía ser tan poca cosa. En
Chiloé cobraría todo el sentido que había perdido.

Cavieres y Sebastián cargan dos mochilas de 90 litros cada


uno, de esas con las que te vas a recorrer el mundo para
encontrarle sentido a la vida. Dentro traen cabezas de
chancho que tiran por las dependencias de gobierno y casas
de prestigiosas autoridades. La revolución debe ser
anticipada y así lo entienden estos desfachatados jóvenes. El
gobierno tiene que saber que va a caer de alguna forma.
Estos dos enajenados son felices, lidian con la adrenalina.
Cavieres no trae su AK 47 por lo que podrían caer en
cualquier momento abatidos por una bala oficialista. Pero
eso les da lo mismo. Ellos celebran la pronta caída del
gobierno. No saben cuándo caerá, pero lo pronostican. Las
presiones nacionales e internacionales son demasiado
fuertes. Las protestas se han intensificado y tarde o temprano
los milicos deberán sacar sus traseros de la casa de gobierno.
Y por eso mismo las cabezas de chancho, sepan que esas
serán sus cabezas cuando caigan. Pronto llegan a una casa de
Vitacura, un militar que vigila la casa de alguna supuesta
autoridad comienza a disparar. Los cinéfilos zafan, se
esconden detrás de un auto. El militar continúa disparado,
quería acción y ahí la tenía acribillando a dos jóvenes
desarmados. Así son los militares en Chile. Gustan de abatir
a desarmados. Los jóvenes no saben que hacer, no tienen
siquiera una piedra para desviar la atención del milico.
- Vamos a salir concha de tu madre, pero deja de
disparar- grita Cavieres.
El militar accede a la petición y sospechosamente deja de
disparar. Momento en el que los jóvenes escapan. Todo muy
inverosímil, un militar accediendo a la petición de un civil y
los jóvenes escapando de una segura pena de muerte. Pero
así fue. Tal vez fue la ocasión que más cerca estuvieron de
dejar de vivir. Dejaron las mochilas tiradas y escaparon
como conejos. A la próxima tendrían más cuidado. Pero es
que la adrenalina consistía en eso. En enfrentarse frente a
frente con los milicos. Eran unos suicidas. Pero al final de
todo querían vivir. Querían ver la cabeza de Calígula pateada
en el suelo como habían hecho con Musolini. Pero eso nunca
sucedería en Chile. El dictador jamás moriría así. No
mientras tuviera a las fuerzas armadas bajo su manto.
Los jóvenes corren. Corren mientras escuchan su walkman.
Pareciera que vivieran en un país libre de la oscura
dictadura. Pero no. Viven probablemente en el país más
distópico del continente. La música en sus fonos los hacen
libres. Parecen drogados. Son sencillamente felices. Esta vez
no se mueven en bicicleta, han recorrido Santiago
caminando, corriendo, tirando cabezas de chancho por el
sector oriente. No miden el riesgo que corren caminando a
esas horas por la ciudad. El gen suicida habita en sus
cuerpos, en sus ganas de desafiar a la autoridad. Alguien
tiene que hacerlo.
Capitulo XVI

En dictadura está prohibido soñar. Pero Bruno no cree en la


dictadura y sueña. Sueña con el momento en que volverá
hacer el amor con Antonia. Lo ve vívidamente, piensa ir al
baño a masturbarse, pero seguro sería muy incomodo. Se
ahorra esa posibilidad y mira al valle. Lo hermoso que es
Chile y que algún día planea conocer junto a su polola. Ese
es su sueño: recorrer Chile junto a su amada. La cordillera
alzada como telón de fondo. Algún día Bruno logrará su
sueño. Y va encaminado a ella en este destartalado bus que
lo lleva al norte. Quedó de juntarse con Dante allá.
“Sabes que no puedo mostrarme tan libremente, debo
resguardarme” le dijo la noche anterior a que desapareciera.
Y ahí va Bruno leyendo un libro de cine. “Esculpir en el
tiempo” del soviético Tarkovsky. El adolescente respira cine
incluso viajando. De los pocos libros que tiene rodeado entre
tanto VHS destacan sus libros de cine. Libros que le abrieron
la cabeza. Páginas que todo cinéfilo debería saborear. Tenía
libros de todo tipo y distintos idioma, libros en ruso, ingles,
coreano. Lo importante eran las imágenes que ellas
contenían.
Y ahí están en su mochila camino al norte de Chile. Hacía la
tierra de nadie. Porque el norte es inhóspito, tiene el desierto
más árido del planeta y probablemente en algún lugar de
aquél paraje puede que esté maniatada Antonia. El joven no
tiene certeza alguna de volver a encontrar a su amada. Ya
hace meses había llegado hasta un desalojado campo de
concentración y nada. Sólo el polvo inundaba el lugar. Pero
hay que agotar todos los recursos, no puede quedarse en su
casa viendo cine. Él mismo iría a la casa de los
autodenominados Tigres de la Patria para dar con el paradero
de Antonia. Seguramente ellos la habían raptado, no estaba
seguro. Sospechaba tanto del doctor Milenko como de estos
imberbes escolares que recorrían el sector oriente
defendiendo al gobierno. Si eso debe hacer, pedirle ayuda a
los poetas para dar con estos represores aficionados. Sabía
algo de karate y podía enfrentarlos uno a uno. La venganza
se viene todo. Bruno no dejará pasar estos atropellos y se
vengará personalmente. La única ayuda que pedirá a los
poetas será la dirección de estos energúmenos. Pero ahora va
en un bus y ve como el sol se esconde en el horizonte. Va
solo, las sesiones del Antisocial Cinema Club se suspenden
mientras él intenta rescatar a su novia. Piensa pedirle
matrimonio apenas aparezca, formar una familia, tener un
perro. Hacerle el amor cuantas veces pueda. Beber zumo de
naranja en el entre ludio. Los visionados de cine volverán a
florecer con su matriarca a la cabeza. Todo volverá a ser
como antes: saltarán, gritaran y bailarán con Antonia. Nada
detendrá estos momentos piensa Bruno mientras comienza a
dormirse. El bus es de lo más incomodo, pero el sueño es
más grande y necesita estar descansado para cuando mañana
llegue a la región de Atacama. Él daría su vida por Antonia,
pero a veces no se nota.
El bus llega con una hora de retraso, el sol de Atacama
abraza a todos por igual. Bruno baja lentamente, mirando el
tumulto. No ve a Dante a primeras. Saca su bolso en donde
lleva sus libros de cine y ropa para abrigarse de las noches
más heladas del país.
¡Cuñadito! Se escucha entre la gente y es cuando Bruno es
abrazado por Dante. El poeta no lo suelta y es que no puede
evitar emocionarse al encontrarse con el recién llegado.
Llegamos las estrellas, masculla Bruno.
Y salen juntos del lugar.

Escuchar punk y coexistir en un régimen totalitario como


que no pega. Eso piensa Sebastián mientras mira a Caligula
en televisión y suena un grupo ingles de los setenta. El punk
siempre suena en su casa. no hay segundo despierto que no
suene la música. Y es que con su radio daba a conocer a
grupos de difícil escrutinio. No basta con tirar cabezas de
chancho, hay que poner un parlante gigante e iluminar Chile
con todas estas caóticas melodías. La nación tiene que
despertar a gritos de punk ¡Vamos Chile que se puede! Grita
mientras escucha una canción que lo excita. ¡Vamos Chile
Caramba que se puede! ¡Chile tiene que despertar con punk
por la chucha! Grita en la soledad de la Cordillera. Era un
milagro tener una radio en zonas de tan difícil acceso. El tipo
era un genio, había montado una radio con los vinilos que le
traía su tío desde Inglaterra. Discos cortos de difícil acceso
por que hasta en su propio país eran desconocidos. Discos
denominados EP por su corta duración. Sebastián tenía
discos que ni los mismos Sex Pistols conocían. Era un
experto en punk ingles. La música sonaba por todo el valle.
Eso era lo bueno de no tener vecinos. Seguro le tocaba un
facho de vecino ya la inteligencia estaría encima suyo.
Sebastián piensa que debe hacer algo concreto contra el
gobierno, como bien sabe las cabezas de chancho son una
buena forma de ridiculizar al gobierno, pero él quiere ir más
allá. Puede ser sumándose a un grupo de paramilitares,
colaborando con ellos. Sumarse al grupo de los poetas,
también es una posibilidad. La radio y las peroratas contra
Pinochet no son suficiente. El quiere armarse, disparar, ir
más allá. Ocupar sus puños contra los malos. Pero claro, lo
cierto es que el era demasiado burgués para sumarse a un
grupo de resistencia. Sólo le quedaban sus travesuras contra
el gobierno.

¿Habrá llegado aquí una niña que se llama Angélica?


Pregunta Jaime a la dueña de un hostal en Ancud. Y es que
el profesor se había decidido recorrer las principales
ciudades de Chiloé preguntando por su amada. No tenia una
foto siquiera de ella. Sólo preguntaba por su nombre y su
condición de adolescente. Había partido por Ancud, para
luego ir por Dalcahue, Castro, Chonchi, Quellón. Todas
pequeñas ciudades de la isla grande. Hostal por hostal
preguntando por la llegada de una adolescente junto a su
padre. Y claro, los hostales tenían sus políticas de
privacidad, no podían revelarle toda la información a este
desesperado hombre.
Está sentado a los pies de una estatua mirando el horizonte
mientras el frio comienza lentamente a calarse en sus huesos.
La búsqueda es incierta y lo sabe, pero no podía quedarse
quieto en Santiago mientras su atormentada amada
desaparecía. Antes que oscurezca agarra un teléfono público
y llama a la vecina de Angélica, le pregunta si ha tenido
noticias, pero no, nada se sabe de ella aún. Puede que algún
día vuelva. Quien sabe.
El profe extraña las sesiones del Antisocial Cinema Club,
piensa que si tuviera dinero fundaría un visionado
clandestino en Chiloé. La isla necesita de buen cine y ojalá
hacerlo masivo, contra la ley. Todos merecen ver el buen
cine que se da en el mundo. Agarrar una plaza pública, una
telón blanco, un proyector y mostrar esas extrañas peliculas
coreanas que Bruno se jactaba de mostrar. Chiloé tiene que
despertar. Parece una isla dormida, ajetreada por el trabajo y
la pesca.
¿Podrá algún día el profesor revolucionar la isla? Eso anhela
él. Despertar la isla junto a su amada Angélica. Sabe que eso
es imposible, es ilegal, ella es menor de edad, pero tal vez en
unos años más, cuando ya sea mayor y sea legal.

La revolución tiene que llegar a todo Chile, sino no es


revolución. Pero es que el sur es tan inhóspito que seguro de
haber una revolución demoraría meses en llegar a estas
localidades. Ese es el sueño de Jaime, ya no sólo piensa en el
sur, piensa en todo Chile. Todas las grandes ciudades del
país deberían tener su Antisocial Cinema Club que te haga
cuestionar el Statu Quo. Desafiar a la autoridad a través de
hilarantes y estrambóticas maratones de cine. Para eso existe
el séptimo arte, para revolucionar las consciencias.
CAPITULO XVI

El calor del norte es implacable. Se ensaña con todos los por


igual, pero Bruno lleva tanto bloqueador que parece
pingüino. Camina por la acera junto a Dante mientras toman
un helado de chocolate. Se sienten en otro pais y es que las
temperturas del norte te hacen sentir lejos de casa, en un
hábitat completamente nuevo. Aquí hace miles de años
habían mastodontes, cuando todo esto era hielo. Pero ahora
no, todo es polvo, perros y putas como dicen en estos lados
de la ciudad. Viajar es lo mejor del mundo y sobretodo si lo
haces para rescatar a tu amada. Antes de llegar Bruno miraba
las noches del norte con la luna posada sobre el cielo y las
montañas escondidas entre el horizonte y el infinito.
Atacama tiene la magía. Algo especial hace a estas noches
en el norte. Piensa que los indígenas que dieron vida a este
lugar fueron muy afortunados debido al magnetismo que
tiene la tierra. Este era un lugar hecho para hacer poesía.
Bruno se siente enamorado de Atacama, seguro debe ser por
la noticia de que Antonia esté acá. Al igual que Jaime en
Chiloé, al adolescente le gustaría envejecer acá. Siente que
podría hacer muchos documentales sobre la región. Grabar
los atardecer con esa luna inmensa que se posa en el paraje,
grabar los montañas moradas cuando se esconde el sol.
Grabar ese infinito desierto. Todo era muy épico para bruno.
Iba a rescatar a su amor en el lugar más mistico del mundo.
Pero ahi estaba Dante, recordándole que no estaban acá para
hacer turismo. Dentro de dos días irían a la intendencia para
salvar a Antonia ¿Y porqué dos días? Pregunta Bruno
cuando perfectamente se podía rescatarla mañana.
- Porque en dos días más hay menos gente y puedo actuar
sólo cuñadito – contesta Dante.
Mientras tanto Bruno sale a recorrer las calles de Atacama,
la gente un poco apática al santiaguino lo mira con recelo.
Pero al le importa un carajo y toma un bus que le deja
directamente en San Pedro. Pasará un dia allá mientras se
pierde en sus rusticas callecitas mirando tiendas de artesanías
y de turismo que te llevan a lagunas a cinco mil metros sobre
el nivel del mar. Bruno piensa que cuando recupere a
Antonia harán todos estos viajes, lo valen, si que lo valen.
No hay lugar que más vivo se sintiera que en Atacama.
El sol pega duro, debe ser uno de los lugares más asoleados
del planeta. Eso piensa, mientras espera a las a fueras del
museo del cura Le Paige. Su nombre se debe a que él, un
cura belga, investigó a cabalidad la cultura atacameña. Si
alguien teniía autoridad para decirse conocerlos, era él. Pero
no entrará. Piensa regresar a Calama la ciudad ordinaria en la
que están asentados a la espera de atacar la intendencia de
Antofagasta, ciudad que no quedaba muy lejos de donde
dormían. Bruno no contiene la emoción y llora. Lo hace
mientras escucha en su walkman una melodía andino y mira
las montañas. Está completamente enamorado de esa ciudad.
Incluso a ratos se olvida que Antonia está detenida y
contempla la magia del lugar. Pero ya es hora de dejarse de
soñar y tiene que volver a la realidad que es el motivo por el
que está ahí. Bruno llegó el lunes a Atacama y el miércoles
después de las seis estará aparentemente solitaria. En alguna
de esas dependencias está Antonia. Esa fue la información
que recobró Dante. Se enfrentarán a un guardia y
problablemente un par de funcionario dentro.
Ya es miércoles y los jóvenes comen papas fritas de un local
roñoso de comida rápida. Bruno le echa todo el kétchup. Sin
esto la vida no tiene sentido dice el joven. Ambos comen un
pollo asado con papas fritas y el olor a fritanga se siente por
toda la cuadra. Hoy mismo atacan la intendencia, sólo están
haciendo tiempo para esperado el momento.
Son las tres de la tarde y los funcionarios ya deberían irse a
sus casas, sólo debían quedar algunos miembros de
seguridad, pero muy fácil para Dante que peleaba contra
batallones de milicos.
Se sientan en las escaleras de la intendencia y espera. El
milico que resguarda el lugar nada sospecha al parecer. Ve a
dos imberbes sentados en una dependencia de gobierno,
aparentemente para él esto no incurre en ningún peligro.
5:01 PM Los jóvenes ya no están en las escaleras, merodean
por la intendencia. A las seis en punto atacan. Bruno está
algo inquieto, no sabe con qué se van a encontrar. Es la
ansiedad lo que tiene al joven así. Ya va ser la hora y el
adolescente que no está acostumbrado a estos ataques piensa
que deberían atacar ahora. Pero no, el que manda en esta
misión es Dante y el dijo que si era a las seis, es que porque
a las seis es mejor hora para atacar una entidad de gobierno.

6:03 PM Llegó la hora. Dante salta la reja


- Quédate ahí hueon o te mato – grita el militar
- Tranquilo hermano, solo necesito saber algo – responde
Dante
- Quédate ahí mierda o te mato.

Dante ante la negativa saca de sus mochila unas piedras y


comienza a tirárselas. El militar dispara, pero ninguna da en
Dante que no deja de tirarle unas inocentes piedras. Cuando
sube la escalera de un salto le pega una patada que lo deja
tumbado en el sueño y luego el poeta lo asfixia. Primer
blanco listo. Ahora solo tenian que correr por Antonia.
Bruno desde fuera salta la reja y corre a las interiores del
edificio, no hay nadie. Al menos en el primer piso. El
edificio es grande. Bruno y Dante van al ascensor y toman el
séptimo piso. Desde ahí para bajo irían recorriendo el lugar
en busca de la argentina. Agarran el viejo elevador y
presionan el séptimo piso. Sube lento, más lento de lo que
ellos quisieran. Finalmente llegan al piso que querían. Se
abren sus puertas y ante ellos aparecen ante dos militares que
los miran incrédulos. Sus ojos daban crédito de lo que
estaban viendo. Dante que reacciona más rápido que ellos
agarra dos piedras y de un solo camotazo los derriba a
ambos.
Ahora los militares están maniatados en una silla. Siendo
apuntados con sus propios fusiles. Bruno mira toda la
escena, ve dos militar ensangrentados débiles como ratas de
laboratorio. Pero Dante sabe de esto y cree que el
adolescente tiene que ser testigo de cómo rescatan a su
polola. Dante los golpea con la culata a ambos.
- ¡Donde esta la mujer, la argentina! – Grita Dante
Pero los militares en un principio se negaron a hablar,
cumplían ordenes y esos dos milicos parecían mansos.
Luego de varios culatazos en la cabeza y más sangre
derramada, Dante opta por lo sano: les dispara en un pie a
ambos. No necesitaba más que esa acción para se decidieran
hablar.
- ¡No está aquí! – dice el militar maniatado
- ¡Fue trasladada ayer! – responde el otro.
- ¿Dónde? Dime dónde mierda – contesta Dante.
- Está en un pucará en pleno desierto, si me dejas libre te
puedo llevar.
El poeta sabía que el militar decía la verdad, no iba a
arriesgar a recibir otro disparo. Así que lo desamarra, lo
levanta y con la ayuda de Bruno se lo llevan cojeando a un
jeep que tenia fuera de la intendencia.
- Manejo yo eso si – menciona Dante
- Como quieras – responde el militar desganado.
Y fue así que un vieja de cuatro horas llegaron en pleno
desierto a un Pucará. Para quienes no saben un Pucará
andino es un asentamiento construido de piedra solido por
aborígenes para poder vivir.
- ¿Cómo pueden tener a mi hermana viviendo ahí? –
pregunta Dante
Y es que los Pucará eran meras piedras que no te
protegían del frio y el frio andino congelaba ríos.
A cien metros del lugar Dante se baja con su fusil. Ve que
hay dos convoy y sin razonar mucho va directo a la pelea.
Corre y entra al Pucará se escuchan disparos, gritos.
Bruno en el auto no sabe lo que pasa, pero por los ruidos
está pasando de todo. Por atrás del asentamiento sale un
militar sale junto a Antonia. Ella amarrada. Bruno
anonadado agarra el fusil del militar herido y va tras su
polola.
Era primera vez que Bruno disparaba contra una persona.
Primera y única cabe señalar. Pero si era para salvar a su
amada, apretar el gatillo era un acto de amor. La sangre
derramaba tenía su justificación. Henchido de gozo
justiciero miraba el cadáver del militar en el suelo. No
había sangre, ni existía la espectacularidad de un
enfrentamiento. Sentir remordimiento era de timoratos
pensaba él. Pero ahí estaban, en la soledad del desierto,
entre polvo e improvisados torbellinos. Antonia había sido
secuestrada por Los tigres de la patria para terminar
recluida en un helado pucará.
Sus captores en su mayoría jóvenes no entendían la causa
por la que peleaban. Pero ahí estaban listos para disparar a
quien se les pusiera en frente. Antonia era un regalo de la
vida y valía la pena enfrentar la muerte por ella.

10.30 PM Dante está herido de una pierna, debe ir a un


hospital, la emoción se entremezcla con la gravedad de la
herida del poeta. Deciden ir pronto a un hospital. Bruno es
quien maneja, dejaron al militar en el Pucará. Ahora solo
están Dante, Bruno y la amada Antonia. Bruno sonríe
mientras la mira, pero ella está cansada vestida de harapos
solo cierra los ojos. Y el poeta se retuerce de dolor, no es
una herida superficial. Entretanto la argentina abraza a su
hermano como si eso le aliviara un poco el dolor.
El adolescente va a toda marcha. Llegan a la ciudad y de
un plomazo Dante está en una camilla en la sección de
urgencias del hospital. En la espera Bruno y Antonia
permanecen abrazados, harían el amor ahí mismo.
- ¿Quién fue? Le pregunta Bruno decidido a cobrar
venganza
- Fueron cuatro cabros, adolescentes se veían. Nunca los
había visto.
Pudo Bruno sospechar entonces que no era Milenko, sino
que eran los mal denominados Tigres de la patria. Pagaría
cada uno por el daño causado. Esa era la nueva misión del
joven, preparar buenos visionados de cine y vengar la
desaparición de Antonia, alguien tenía que pagar todo el
daño causado, esto no podía quedar impune.

Ya camino a Santiago, Bruno se tramaba como harían para


vengarse de esos chicos que raptaron a su amada. No sé tal
vez no estaban tan preparados como ellos, pero la venganza
iba, asi tuviera que pagar con un brazo o una pierna. No
iban a dejar que una lamebolas de la dictadura pasaran por
encima sin ellos sin pagar el precio.
Antonia apoya su cabeza sobre él. Bruno se la violaría ahí
mismo, pero no puede, hay muchos testigos presentes,
incluido su hermano Dante que viaja detrás del asiento. Ayer
lo dieron de alta y ya puede caminar. Al parecer estará
alejado de las pistas un tiempo. No podrá combatir fachos
hasta que sane bien. Mejor, asi participará más
continuamente en las sesiones del Antisocial Cinema Club.
Que lindo que es ver cine por la chucha, piensa Bruno. Se
imagina a sus amigos bailando, saltando al unisono de la
música disco luego de terminar de ver una película. Le
encanta ser anfitrión de tanta felicidad. Ojalá que la
venganza que se viene contra esos idiotas no cueste
demasiado. Ya sabes, te puede costar un ojo o algún otro
miembro del cuerpo. El adolescente se da cuenta que la vida
es como el cine, que tarde o temprano algo o alguien va a
salir dañado. No puede impedirlo, por eso se obsesiona con
vengarse de los fachos sin salir herido. No se le ocurre.
Tendrá que convivir con la presuntas secuelas que les hagan
en la pelea.
Capitulo XVIII

- Necesito que me des la dirección de esos infelices de la


patria.
- ¿Planeas vengarte?
- Obvio que si, sufrirán lo que yo sufrí pensando en
Antonia.
- Vale, pero cuídate. Quiero a mi cuñadito intacto. A todo
esto ¿Cuál es tu idea?
- No tengo aún idea, solo quiero vengarme, ya pensaré
con el tiempo lo que haré. Tú solo dame la dirección.

Ambos beben zumo de naranja contemplando el horizonte.


Están en el techo. Desde ahí se ve la luz que irradia el
televisor de Don Heráclito. Ese vieja es el sapo de la cuadra,
pero nunca ha denunciado a Bruno. No podría, si lo vio
crecer. En el walkman del adolescente suena una canción de
Bowie y este se estremece, debería estar pedaleando
mientras escucha esta canción.

- Me preocupa que te pase algo cuñadito, eres el único


cuñado que tengo – dice Dante
- Y tú el mío – responde Bruno - que yo sepa Ignacia no
está pololeando con nadie, si se la vive viajando, yo
creo que igual nadie le aguantaría.

La verdad es que Ignacia nunca se ha asomado por el


Antisocial Cinema Club. Y es a ella quien se le debe todos
los favores, porque si no fuera por Ignacia, no habría
visionados y tendrían todos que ir a aprisionarse en
Goethe Institute en donde solían dar cine.
- ¿Cuándo nos presentarás a tu hermana? – musita Dante
- No lo sé, ni yo la veo. La veo sólo cuando me trae cajas
de peliculas. A veces las trae en un bolso grande. No sé
cómo lo hará en los aeropuertos, pero siempre trae una
excesiva cantidad de material. Mi hermana querida, me
gustaría que compartiera con nosotros en el Antisocial.

Ignacia era todo un misterio para los miembros del


Antisocial Cinema Club. Solo habían dos fotos de ella. Una
cuando eran niños en la playa y la otra más actual cuando
Bruno se graduó de Octavo Básico. Y asi se mantenía
Ignacia, igual de joven que en la foto. Pero para Bruno ya
había una mujer en la casa: Antonia. Es que sin ella este
espacio era un lugar vacío. Se veía cine, pero faltaba lo
esencial que era su amor. Apenas llegaron del norte hicieron
el amor por el tiempo perdido. Antonia parecía un poco más
arrugada que de costumbre y claro dormir entre el polvo y el
frio seguro te sobrecogía el rostro.
Antonia era nuevamente la matriarca de la casa, con ella
llegaba la dulzura a los visionados del Antisocial Cinema
Club. Su reclusión había sido tortuosa, conviviendo con el
frio y la inanición se veía más flaca de lo que era.
Pero ya era libre, finalmente sus dos amores habían dado con
ella. Dante era el único hermano que le quedaba. De niña
tuvo otro que murió enfermo de cáncer. Por eso el cariño
enorme que le tenia a su hermano. Incluso veía una parte de
su hermano fallecido en Bruno. Sentía que la vida era tan
frágil. Por eso amaba tanto a estos dos hombres. Bruno y
Dante no podían quejarse de el amor que la argentina les
concedía. Ambos habían sido malcriados por Antonia. Y ya
estaban juntos finalmente los tres.

Por otra parte, Jaime continuaba en Chiloé con una tarea tan
ardua como imposible: Encontrar a su amor en un enorme
archipiélago. Y es que solo un loco hacía lo que él había
hecho. No tenia datos alguno de Angélica.
Ahora está en un pub en la avenida central que cruza Castro,
desde la plaza hasta el mar. El lugar está lleno, está jugando
Colo Colo un partido de la Copa Libertadores. Todos
esperan ganarle, se sobreponen al robo del siglo en la final
de 1973. Jaime se distrae un poco, pero sabe que mañana
debe continuar la búsqueda por las principales ciudades de la
Isla, no cree que se haya ido a alguna islita del archipielago.
Debe estar en un hostal o algo así. Jaime disfruta su cerveza.

Desde tiempos inmemoriales los mapuches plantan un


canelo una vez finalizan un conflicto. Pero acá no hay canelo
ni algo parecido, sólo deseos de venganza. Jorge Cavieres
quiere vengarse de los jóvenes que lo detuvieron, que
curiosamente son los mismos que raptaron a Antonia, pero
eso los amigos no lo saben. Planean vengarse de las mismas
personas. Era jueves cuando sólo estaban Sebastián, Bruno,
Antonia y Cavieres. Ambos estaban en la cocino preparando
unos sandwichs.

- Sabes que quiero dar con esos famosillos Tigres de la


patria, pero no tengo la inteligencia de saber donde
están, podrían estar en cualquier parte – musita
Cavieres
- ¿Piensas vengarte de ellos?
- Solo hacerles pasar un mal rato
- Hermano, tienes mi apoyo. Junto somos más – finaliza
Bruno para irse a ver la película

Los dados estaban echados. Los cinéfilos se vengarían de


Los Tigres de la Patria, esos infelices no se la llevarían
pelada. Pagarían con sangre sus jugadas. Y es que esto ya
parecía un juego de niños. Niños contra niños jugando a
derramar sangre.
Ya en la sala de cine donde el ruido es ensordecedor
Bruno le comenta “Podríamos juntarnos en la semana,
días que no haya Antisocial Cinema Club. Yo sé que
Dante nos puede dar la dirección o sino los seguimos
nosotros mismos” El adolescente ya tenía experiencia
investigando a Milenko y este no había sospechado
siquiera su presencia.
“Yo personalmente me voy a vengar uno por uno, esos
hijos de puta no van a salir libre, te apoyo en la moción” le
dice Bruno segundos antes que comience la película
africana.
Y así sería una tarde en las afueras de la Universidad
cuando se encuentra con Ignacio, el mayor de los Tigres
de la patria. Era el único que estudiaba en la educación
superior, por ende era el ocupado, el que más faltaba a las
acciones cometidas por ellos. Pero eso no bastó para que
Bruno con el poco karate que adquería las emprendiera
contra suya. No conocía su rostro, pero fue Cavieres quien
lo reconoció y la señaló el camino.
Uno, dos y tres combos dejan a Ignacio atónito tirado en
el suelo. Sangrando. Nunca había sido una pelea tan fácil
piensa Bruno, este si que salió débil
- Ahí quedaste facho concha de tu madre – le grita
Bruno. El joven estupefacto no sabe como reaccionar,
se toca la nariz, se levanta de a poco. No ofrece
resistencia. Sabe por lo que está pagando, pero da la
pelea. Él por su edad es el más pacifico de este grupo
paramilitar, lo pilló en un mal momento, acababa de dar
una prueba y salio nervioso. Mal momento era para
hacer patria
- ¿Disculpa? Le pide Ignacio
- ¡Disculpa concha de tu madre raptaste a mi mujer!

Y Bruno se lanza nuevamente a golpearlo. Uno, dos, tres,


cuatro, cinco. No cuenta los golpes que le da, pero al
parecer fueron tanto que le dejó en ojo lleno de sangre. Un
trauma ocular tal vez. Bruno piensa que esto es muy
sádico para él y decide partir. Agarra a Cavieres y se van
del lugar. No sabe si actuó bien, no tiene claro se la
venganza es un buen lugar para habitar. Pero tenía que
hacerlo fue mucho lo que sufrió por Antonia.
Esa noche Bruno se quedó pensando en su actuar ¿Tenía
acaso el temple para vengarse? Y es que a pesar de las
miles de películas e historias que ha visto continua siendo
un niño. Está en plena adolescencia, hace poco años
estaba en la pubertad. Se cuestiona. Él no sirve para pelear
contra la dictadura, no al menos derramando sangre. Esta
le violenta. Quedó un poco impactado al ver a su verdugo
sangrar.

- La sangre es necesaria mi amigo, no te atormentes – dice


Jorge Cavieres antes de agarrar su bicicleta y partir a su
casa.
Capítulo XIX

De todos los libros que tenía: Tolstoi, Dostoyevski, Erta


Muller, de todos podía entender algo. Pero si había algo que
no entendía en este mundo era a Jorge Luis Borges. Sentía
que el argentino se iba en su volada y despegaba él sólo para
quedarse con su erudición. De adolescente cuando en sus
manos cayo El Aleph supo que nunca entendería al escritor,
era demasiado denso para alguien que lee con fruición a
Julio Verne. Eso piensa rodeado de libros, porque su casa es
más una biblioteca que un lugar de vinilos. Sebastián ama
sus libros, daría su vida por ellos. Compartía la idea de
Bolaño al decir que su patria era su biblioteca. Él es quien le
presta libros a Bruno para que el adolescente se forme. A
ojos de cualquier entendido Sebastián sería un snob dado que
no le da para mucho más que leer a Julio Verne. Solo alguien
de ideas pueriles podía tener como escritor favorito al
francés le diría un pseudo intelectual. Pero así todo
confesaba abiertamente su fanatismo por el visionario
escritor.
Con su radio resiste a la dictadura, el punk es un ejercicio de
resistencia, pero piensa que debería formar un ejército de
dadaístas para combatir a Pinochet y ser como uno de los
protagonistas de alguna novela de Julio Verne ¿Serán los
cinéfilos el grupo que él desea? Y es que ellos combaten a
Caligula todos desde sus trincheras. Pero estaba bien así, al
menos no eran indiferentes ante el presente que vivían.

- ¿Qué habrá sido de Milenko? – le pregunta Bruno un


día que fue a verlo a su casa
- No sé hueon, igual ese pelado me intriga – responde
Sebastián
- ¿Y si continuamos investigándolo? Algo deberá tramar.
- ¿Pero la meta no era encontrar a Antonia? Ya lo
logramos.
- Si, pero ese viejo es trucho, trabaja para la dictadura. Es
un deber moral investigarlo, ir al fondo del asunto.

A Sebastián le entusiasma la idea. Y es que quería algo para


su vida algo más que el pedaleo y el punk. Se traman
continuar investigando a Milenko. Ese viejo era más trucho
que los famosos Tigres de la patria. Traficaba órganos,
trabajaba para organismos de inteligencia. Incluso se decía
entre sus estudiantes que mutilaba a opositores, él mismo
dejaba que sus victimas viesen como se desangraban
lentamente. Habia que combatir al doctor. Al satánico doctor
Milenko.

No fue mucho lo que duró Jaime en Chiloé. Más pareció un


viaje de turismo que de una incesante búsqueda. Angélica ya
habría regresado a su casa, eso al menos le dijo Silvana, su
mejor amiga. El profesor estaba exhausto de esta burda
búsqueda. Ahora podía regresar a casa y descansar, porque
no dormía mucho, a pesar de lo bucólico del lugar, Jaime
apenas pestañaba. No podía dejar de pensar en Angélica. Y
no solo pensaba en ella, también se inspiraba en la isla
grande. Pero Jaime tenía además otras preocupaciones que
con la búsqueda de su amor había obviado. El profesor tenía
deudas que pagar, era otro chileno de clase media
endeudado. Tenía que llegar a Santiago y buscar
prontamente un trabajo. Esta empresa de ir en búsqueda de
una adolescente extraviada había atareado del tal forma su
bolsillo que era indispensable encontrar un laburo. No
pensaba mucho en eso, puesto que la emoción de saber que
Angélica estaba viva lo mantenía ajeno de sus verdaderos
enemigos.
Ahora el profe no solo lidiaba con la edad y los dolores
físicos, sino que lidiaba con el peor de los enemigos: la
pobreza.
A penas le alcanzaba para el boleto de regreso y debía pagar
el departamento que alquilaba. Eso sumado a las cuentas que
tenía pendiente de la luz y el agua. Sorprendentemente no le
habían dado de baja los servicios. Y a eso súmale la comida.
O sea el profe estaba cagado. Viendo los paisajes del sur a la
vuelta recién recupera la cordura y piensa en el embrollo que
está metido ¿Qué hará?¿De dónde sacará el dinero? El amor
hace mal piensa. Olvidó toda su vida por una intrincada
adolescente ¿Era tan poderoso el amor? ¿Era amor lo que
realmente sentía o solo estaba caliente?
- ¡Quédate en mi casa hueon! – le grita Bruno al profe
Y es que apenas el adolescente se enteró que el profe estaba
de regresó pasó a verlo a su departamento después de salir
del colegio. Jaime le contó que estaba ataviado por las
deudas. Que no tenia para pagar la luz, el agua, el
departamento, la comida. A lo que Bruno le contestó
honestamente. Veía en el profe una especie de hermano
mayor. El hermano que nunca tuvo. A veces lo hueveaba,
pero realmente lo respetaba. Añoraba la idea de poder vivir
con él. Podrían escoger juntos las peliculas que se
visionarían en el Antisocial Cinema Club. Podía
perfectamente convivir con Antonia y Jaime. Serían juntos
una familia. La idea le encantaba, pero para Jaime resultaba
embarazoso ser mantenido por un adolescente, no ayudaba a
su autoestima tener que ser alimentado por un menor de
edad. Pero qué quedaba, Bruno era una buena persona y su
oferta venía desde el corazón. Al final el profe terminaría
aceptando la oferta.
¿Y para qué esperar más? Al dia siguiente aparece Bruno
con su camioneta fuera del departamento de Jaime. Se llevan
los cachivaches que tiene el profesor, así no más. Unas pocas
cajas donde llevaba sus libros de ciencia ficción y el resto lo
llevaba a la intemperie. Ahora su colección de libros
conviviría con las peliculas del adolescente. Esa casa sería de
locos. Pero Bruno estaba feliz, muy feliz. Quería demasiado
a Jaime como para invitarlo a vivir a su casa. Y este aceptaba
lentamente la idea de tener que ser alimentando por alguien
25 años menos que él.

- ¡Cuñadito! – grita Dante desde la calle al ver la ventana


de su pieza abierta
- ¡Cuñissss! – responde Bruno.

Baja rápido la escalera y le abre la puerta


- Hueon acabo de leerme este libro ¡Es una obra
maestra! Le insinúa Dante para terminar pasándole “El
Cine según Hitchcock”
- Puta lo tengo, pero aún no me lo leo. Es que veo
muchas peliculas, me la paso en eso y el resto estudio
para terminar el cuarto medio.
- Es cierto, nunca he visto un cineasta sin cuarto medio.
- Oye ¿Y?¿Cómo te fue?
- ¿Con qué cosa?
- Con los putos de la patria
- Ahh eso, bien. Muy fácil seguirlos y saber donde
estudian, van en un colegio de La Reina, salen a eso de
las cinco. Vamos con cadenas y los pillamos por
sorpresa. No creo que sean difíciles de vencer. Nos
cagaremos de la risa poder actuar juntos cuñadito.
- Gracias, será genial, anhelo vengarme de esos hijos de
puta, Bruce Lee habría hecho lo mismo.
Aparece Antonia y abraza a Dante como se abraza al
hermano que viene llegando de la guerra.
- No te mueras nunca hermanito, por favor.
No se lo dice, pero Antonia sufre cada que vez que Dante
desaparece. Piensa que va a morir en manos de agentes de
inteligencia. Que los milicos lo atraparán y lo tratarán
como un perro. Peor que un perro. Un insecto, una
cucaracha. Pero sabe que su lucha tiene sentido. Combatir
a Caligula desde cualquier prisma tiene sentido y honra.
- Eres el único hermano que tengo, cuídate.
- Tranquila mi amor, que mala hierba nunca muere – le
responde Bruno al comprender el miedo que sentía
Antonia.

Era verano y ya iban a ser las nueve. Comían pizzas de


berenjena y veían una película japonesa. No era día de
visionado. Pero Dante se queda aprovechando de comer la
deliciosa pizza que preparaba su hermana. Por su parte,
Jaime estaba en su pieza leyendo, se acostumbraba
tácitamente a vivir con la pareja.
En esta casa si que había amor.
Capitulo XX

Y fue así una tarde de marzo que los cinéfilos decidieron


vengarse de los temibles Tigres de la patria. Las fichas
estaban echadas, asistirían todos los cinéfilos con cadenas a
vengarse de quienes habían raptado a Antonia. Total los
fachos venían saliendo del colegio, no tenían como
defenderse. Saliendo de clases no advertirían que escondidos
tras unos arbustos aparecerían los cinéfilos para golpearlos
con cadenas. Los tigres de la patria fueron fácilmente
reducidos, ya no eran los temibles fachos que echaban acido
a sus victimas. Ahora los temibles adolescente estaban en el
suelo completamente ensangrentados por el ataque de los
cinéfilos. La venganza estaba completa, bastaron unos
breves cadenazos en la cabeza para derrotar a un grupo que
era conocido por sus brutales ataques.Los cinéfilos ya no
eran tan inofensivos. Salvo Dante que mataba militares, los
demás eran ataques metafóricos a Caligula. Ahora con el
ataque a los momios se convertían en enemigos de Estado
¿Suena bien o no?

Bruno no sabe si ama más el cine o a Antonia, el amor que


siente por ambos es inconmensurable. El sexo que tienen lo
deja en las nubes, completamente obnubilado, igual que lo
dejan las películas asiáticas y sin subtitular que le trae su
hermana Ignacia. A todo esto Ignacia nunca aparece en esta
historia, se la pasa ocupada viajando por el mundo,
recolectando piezas escondidas para su hermano. La
videoteca que tiene Bruno es magistral, digno del Goethe
instituto que es donde se ve cine en dictadura. El adolescente
piensa que podría hacer visionados abiertos de cine, para que
vengan todos los amantes del séptimo arte, pero piensa que
si eso ocurre se infiltraría algún espía de la dictadura y
terminarían allanando la casa del joven. Y eso no puede
ocurrir, la gracia de ver estas películas es que son ilegales.
Prohibidas por la dictadura por su contenido contra el
régimen. Todo en dictadura es ilegal, por eso la felicidad que
producían esas películas era inmensa. El antisocial Cinema
Club era una secta de adictos al cine ¿Arbitrario? Si, pero
necesario. Quizá cuántas sectas existían en dictadura. Sectas
que al igual que ellos combatían a la dictadura ¿Era Chile un
país de sectas?

Y como directamente salido de las cloacas aparece la cabeza


de Milenko Ivankivic en la puerta de la casa. La imagen era
brutal, completamente llena de hematomas aparece el
miembro del desgraciado. Los tigres de la patria habían
cobrado venganza, así como diciendo si esto le hacemos a
uno de los nuestros, imagínate que le haremos a uno de los
tuyos. Los momios eran brutales, habían mutilado al doctor,
sólo porque sospechaban que tenía relación con los cinéfilos.
– ¡Mira lo que nos traen las putas de Pinochet – grita
Cavieres al apreciar la cabeza del doctor tirada en el
antejardín.
- Esto se pone feo – comenta Sebastián, quien toma el
acto con más severidad.
Y realmente la cosa se ponía fea, esa cabeza podría ser a
cabeza de un cinéfilo. Los Tigres de la patria realmente
buscaban vengarse de los miembros del Antisocial Cinema
Club. Ahora los jóvenes realmente corrían peligro. La cosa
estaba peluda.
- ¡La dictadura ha llegado señores! Grita Cavieres
- Ahora la tenemos en la puerta de la casa – agrega
Jaime, a quien le atormentaba la sola idea de que los
Tigres de la patria irrumpieran en la casa y la
posibilidad era altamente probable.
La dictadura ya no estaba en las calles y poblaciones de
Chile, ahora habiía llegado hasta el mismísimo Antisocial
Cinema Club. Las emociones eran contrariadas, por un
lado a Dante y Cavieres les alegraba la idea de tener que
enfrentar a los momios en su propia casa, era casi
divertido para ellos. Por otro lado, Bruno, Jaime y
Sebastián estaban más expectantes ante este evento, ellos
no querían ser atacados en terreno propio. No lo deseaban,
la cabeza de Milenko si que los había horrorizado ¿Qué se
podía esperar?¿Un ataque sorpresa en plena noche?¿Un
ataque mientras visionan películas de algún lugar de Asia?
No sabían que esperar, Bruno pensaba que iban a ser
mutilado así como terminó Milenko, que los iban a cortar
pedacitos a pedacitos. Y es que Los Tigres de la patria
eran bravos. Como diría Eduardo Gatti “cada uno aferrado
a sus Dioses” así estaban los cinéfilos, conviviendo con el
espanto, con el horror, con la dictadura. No habían dejado
una carta escrita con sangre en su puerta, habían dejado la
cabeza de un colaborador de la dictadura, ni más, ni
menos. Había que tomar acciones contra ese acto,
Cavieres propone atacarlos de nuevo, pero hasta
asesinarlos, si son personas comunes y corrientes que van
al colegio como cualquier chileno
- Ese día les dimos duro y no eran tan temibles como
ahora sentimos que son, podemos con ellos – dice
Cavieres.
El payaso si pudiera se enfrentaría él solo a ellos y los
hizo aquella vez que lo raptaron y le dejaron varias
cicatrices. En realidad el artista tenía las de perder. Los
tigres eran crueles por antonomasia, peor que los propios
agentes de inteligencia. El secuestro de Antonia era un
alpargata al lado de este suceso. Era nada menos que el
oscuro doctor Milenko. Bruno tomó la decisión de que
todos los miembros de los visionados pasaran la noche en
su casa. ahora nadie andaría de noche por la ciudad.
Porque podrían toparse con el lobo. Así debieron llamarse:
Los lobos de la patria, eran más lobos que tigres. Y es que
llamarse Tigres de la patria era muy ridículo, digno de
fachos. No son muy creativos por esos lados. Salvo
Borges, los fachos no tienen gente interesante, creativa y
talentosa. Y bueno como la casona de Bruno era grande
podían quedarse todos sin toparse unos con otros. Y así
serian las nuevas sesiones del Antisocial Cinema Club,
serían verdaderas pijamadas cinéfilas. Eran casi una
familia, Bruno los consideraba a todos hermanos mayores
y en la práctica eso eran, ayudaban a Bruno en sus
quehaceres. Eran todos hermanos y Antonia la matriarca
del lugar, ella llenaba de femeneidad el lugar con su
esencia de mujer. Entre tanto hombre, faltaba una mujer
que le diese la sutiliza al lugar. A riesgo de sonar
machista, ella servía las cosas para comer, preparaba los
zumos, las pizzas de berenjenas, en general las cosas ricas
para que los cinéfilos pudieran gozar de las vetadas
películas en dictadura. Sin Antonia la casa es otro lugar.
La Cinefilia tenía que llegar a la democracia, no podía ser
cuartada por la dictadura, ni por los lobos de Calígula. El
cine debía triunfar por sobre todas las cosas, el séptimo
arte debe ser el arte más bello de todos, porque mezcla un
sin fin de artes, es la yuxtaposición de todas las artes,
donde convergen la música con la literatura, la danza con
la fotografía. No podían cuartar cuán sublime arte a los
chilenos. Solo eso ya daba asco. El prohibirte lo que tienes
que ver. Por eso el Antisocial Cinema Club era una secta.
Porque si fuera por Bruno haría sesiones abiertas para
todos los amantes del cine ¿Cuántas personas interesantes
se quedaban fuera de lo visionados de los cinéfilos?
Probablemente miles, ellos se juntaban en el Goethe
Institute, ellos suplían lo que Bruno no podía otorgarle al
pueblo. Sería realmente revolucionario, esa si que sería La
revolución: mostrar a público abierto todas las películas
que Ignacia le traía de los lugares más desconocido. Dicen
que estuvo en una productora de Tanzania. Imagínate las
cosas que podía concederle a su hermano. Los cinéfilos
gozaban de esta variedad para luego discutir su contenido.
Las noches en el visionado era toda la felicidad que Bruno
podía sentir, estar rodeado de hermanos, con una mujer
que lo ama, viendo cine. Así debería ser siempre la vida.
Al menos intentaría que su vida fuera así por el tiempo
que durara su estadía en este planeta. En la radio suena el
gran Leonardo Favio y es que por influencia de Antonia,el
adolescente se había hecho fanático del cantautor
argentino. En esta casa suena música disco, Leonardo
Favio y Los Prisioneros, siempre suena algo, nunca la casa
está silenciosa, si hasta cuando duermen suena la radio de
onda corta

La algarabía de los pueblos estaban en las sesiones del


Antisocial Cinema Club y el matonaje en las calles de
Chile y ahora en la casa de Bruno tras una cabeza lanzada
desde la calle. La dictadura alcanza para todos señores.
Para viejos, artistas, jóvenes y políticos. Todos somos
victimas del mismo terror. Ahora los cinéfilos estaban
amenazados como nunca lo habían estado. Se podían
acabar los visionados ante la amenaza latente de los tigres
de la patria.
Por segunda vez el miedo calaba en los huesos de Bruno.
La primera había sucedido con la desaparición de Antonia,
ahora podrían desaparecer todos los cinéfilos. Sería un
mal final terminar muertos en dictadura. Una tragedia
griega. No era la idea, tenían que resguardarse como
nunca la habían hecho. Bruno sugiere que se queden vivir
todos junto a él, Antonia y Jaime. La idea no era mala “si
no nos unimos nos mataran por separado” afirma
Cavieres. Todos aceptan quedarse en la casa de Bruno,
menos Dante. El poeta tenía su propio organigrama. Era
uno de los hombres más buscados por los hombres de
Caligula, no podía quedarse quieto en un solo lugar, vivía
en movimiento, durmiendo de casa a casa como el
clandestino que era. “Y yo tendré que suspender la radio”
lamenta Sebastián, pero sabe que eso es mejor que
terminar mutilado por unos fanáticos de Pinochet. “El
punk puede aspirar camarada, ya llegarás a casa y tocaras
esos inéditos vinilos que tanto aprecias, pero ahora
estamos en guerra” Recalcó Jaime. Entonces la casa de
Bruno se transformaba en un hotel del cine. Se veía cine
todo el día, las peliculas más raras del mundo. El
encargado de hacer las compras era Jaime y el
aprovechando el vuelo iba a la casa de Angelica, a hablar
con su mejor amiga Silvana. Cuando llega al pasaje un
perro callejero lo saludo de modo poco cordial, casi se le
tira encima. Pero ahí estaba, no se dejaba amedrentar por
los Tigres de la patria y lo iba amedrentar un perro
callejero. Jaime toca la puerta y abre Silvana, quien lo
hace pasar. “Angelica ya regresó, no sé muy bien que
pasó, al parecer tenian miedo que los habían sapeado el
sapo de la cuadra porque recibió amenazadas y todo eso”
recalca Silvana.

- Pero Angelica está en su casa – pregunta el profesor


- Claro que está, pero ni se asoma – contesta Silvana –
tienen miedo que efectivamente hayan sido espiado
para el gobierno. Si tocas la puerta no te va abrir.
- Pero soy su profesor
- Aunque le digas que eres su profesor no te va a abrir,
están como blindados por dentro, esperando algún acto
en su contra talvez.
- Pero bueno al menos pudiste ver que está bien, me
imagino – masculla Jaime
- Si profesor, ella está bien, encerrada, pero bien.

Jaime ante la eventual llegada de Angelica decidi volver al


Antisocial cinema club, no sabe que uno de los tigres de la
patria lo sigue para agarrarlo del cuello y formarle una cruz
en la frente con un cuchillo. El profesor sangra, corre rápido
a la casa. entra sin que nadie se percate mucho y se dirige al
baño a ponerse unas toallas mojadas. Bruno lo va a buscar al
baño y al descubrir lo que pasó no necesitó mucho para saber
que habia sido los fachos de la patria.
- ¡Tenemos que vengarnos por la chucha! grita Bruno
- Cuenta conmigo – dice Cavieres

A ellos se le suma Dante y Sebastian. Irían los cinco


nuevamente a vengarse contra los fachos de la patria. No
podían dejar pasar en alto tal impunidad. Esta vez irían
armados, claro que del grupo los únicos que sabían disparar
eran Dante y Cavieres, el resto no tenía conocimiento en
armas de fuego. Bruno disparaba una escopeta a postones.
Pero filo, todo servía. El poeta será encargado de suministrar
el armamento para vengar la cruz en la mente de Jaime.
“Que sea un viernes” grita Cavieres “Y luego nos vamos de
juerga”
Entonces sería un viernes de Marzo, esta ves esperarían que
cada uno llegara a su casa, y los recibieron en la puerta de
sus propio hogar. Para buena suerte de los poetas, los tres
alumnos iban juntos a hacer un trabajo, por lo que no
tendrían que dividirse.
Sebastian agarra un mortero apunta a la casa de uno de los
Tigres de la patria justo antes que entren y dispara. Luego
comienza el tronador sonido de las balas disparando, la
mayoría eran tiros fallados debido a la inexperiencia de los
cinéfilos disparando. Pero Dante y Cavieres tenian mejor
puntería y ellos dieron en los fachos. La idea era dejarlos en
silla de ruedas, que no pudiesen hacer mas maldades. Todos
disparan. Los vecinos gritan, los autos se detienen. Los
fachos quedan en el suelo, rodeado de sangre. Los cinéfilos
corren, ahora había sangre en sus manos. En cualquier
momento los agentes de la inteligencia caerían sobre ellos.
Ahora más que nunca los cinéfilos estaban jodidos. Habían
herido de gravedad a tres adolescentes en la comuna de La
Reina, en televisión sale hablando el alcalde, un ministro y
hasta el propio Pinochet menciona palabra para los jóvenes
heridos. La Vendetta sería tortuosa. Ahora van por la
cabezas de los cinéfilos, debían estar más juntos que nunca,
armados hasta los dientes. Solo Dante se movía, el tenia
licencia, era uno de los poetas de overol. Pero la expectación
era latente en el Antisocial Cinema Club. Y un dia sin que
nadie se enterase Bruno decide hacer una sesión abierta a
público. Llegan 70 personas de las cuales muchas se
quedaron en la calle y desde ahí incomodos veían la película
proveniente de Las filipinas, era una película de terror. La
casa de Bruno estaba atiborrada de gente. El público reía
sobretodo al ver las escenas de terror, miedo no daba. Era
extraño compartir desconocidos lo que uno ama, la pasión
por el cine convocó a estos 70 jóvenes a disfrutar del
séptimo arte. Bruno sabe que si le pidiese a cada uno de esos
jóvenes que formaran un muro contra los fachos, ellos lo
harían. Pero esta no es su guerra. Esta le pertenece a los
cinéfilos. Y ellos deberán asumir las consecuencia de sus
actos. A veces cuesta conciliar el sueño, Bruno se queda
mirando el techo preguntándose en qué momento atacarán,
secuestraran a Antonia y lo matarán a él. El día es incierto,
saben que juegan con la muerte, que los segundos que pasan
ya no volverán más, por eso viven el día a día, como si fuese
el último. Porque efectivamente puede ser el último, en el
Chile de Calígula el tiempo pasa más lento, es un lugar en
donde todos los horrores son posibles.
Dante sirve té entre los comensales. Van a ver una película
japonesa y luego una brasileña. Menos mal la hermana de
Bruno está recorriendo el mundo, sería para ella un espanto
vivir en un pais tan gris. El adolescente piensa que cuando
sea mayor de edad debería acompañar a su hermana a buscar
peliculas “es mucho trabajo para una mujer sola” dice Bruno.
Y si que sería fascinante recorrer desastrosas productoras de
idioma ininteligible. Pero soñar era gratis, ahora estaba en
una situación devastadora, había sido cómplice y participe de
un acto tremendamente violento que recorrió todos los
diarios del país. Una vez los jóvenes se mejoraran irían por
cada uno de los cinéfilos. Eso era sabido. Habia que preparar
a resistencia ¿Pero cómo? Si no eran militares, ni
guerrilleros. Eran sencillamente unos cinéfilos que se habían
metido en una pelea de matones. Bruno sueña con su casa
llena de sangre así como la película El Resplandor. Las
pesadillas persiguen al joven, está muy inquieto. No quiere
volver a perder a Antonia, ni a ninguno de sus amigos. Son
todos juntos una gran familia y no quiere perderlos por nada
del mundo. Sacrificaría su vida por ellos. El estrés no deja al
adolescente dormir y cuando lo hace vive puras pesadillas.
Jaime por su parte se queda despierto pensando en Angélica,
la venganza no lo perturba tanto, digamos que el profesor a
su edad ya está entregado a la muerte, sus mejores días ya
pasaron, si alguien quiere matarlo él le gritaría “Apreta
fuerte el gatillo hijo de puta”
Dante se queda sobre el techo de la casa a modo de guardían,
desde ahí ve todos los movimientos de los vecinos y de
quienes caminan por la calle, siempre alerta. No puede dejar
a su hermanita sola frente a los caprichos de unos
endemoniados llamados Tigres de la patria. No se lo
perdonaría, ya una vez la perdió y si la vuelve a perder ahí
estaría él para dar su vida por ella.
Sebastian y Cavieres hablan sobre los capítulos de Hitchcock
presenta, el primero le dice al segundo que el cineasta era un
hijo de puta que hacia sufrir a sus actrices, pero era la idea
para que se acomodaran al papel. Ellos como que viven en
una realidad paralela, no les atemoriza que vengan unos
fachos heridos a vengarse. Tal vez los mutilarían y tirarían
su parte a una olla de aceite ardiendo. Con esos fachos todo
era incierto. Si mira el pobre Milenko había pagado los
platos de otros. Si fueron capaces de mutilar al doctor, que
no le harían a los poetas, probablemente morirían mutilados
asi como la carne cuando se muele. Todos juntos siendo
molidos por una maquina para hacer puré de sus cuerpos y
órganos vitales. La cosa estaba difícil, se veía difícil. La
dictadura estaba encima de los cinéfilos y ellos tomaban sus
resguardos, pero en la época de Caligula ningún lugar es
seguro. Mueren políticos de alta esfera y no morirán unos
insignificantes ociosos del séptimo arte. Los cinéfilos ya
sabían que la cocina es el lugar más seguro de la casa ante un
posible atentado. Bruno dejaría de ir al colegio. Cavieres yo
no animaba fiestas para niños. Sebastián ya no sintonizaba
punk por su radio clandestina. Jaime ya no hacía clases, o
cierto es que al profesor más que su propia muerte le
interesaba saber el estado de Angélica. Y Dante siempre
campante permanecía la mayor parte del tiempo en el techo,
arriba de la casa. Parecía una especie de Batman, solo le
faltaba la capa y el antifaz. Nadie quería que esta familia se
disolviera. Dante pensó incluso citar a sus amigos poetas
para resguardar la guarida de los cinéfilos. Pero no se pudo,
ellos combatían a los militares en las partes más recónditas
de Chile, tenían su propia pelea. Habia que defender el
Antisocial Cinema Club con los provisiones que tenian no
más. Si morían al menos morían de pie, campantes luchando
contra el enemigo. Los cinéfilos ahora estaban malditos
Capitulo XXI

Don Heráclito, de quien se decía era el sapo del vecindario


regaba tranquilamente sus plantas en el antejardín, cuando
una bomba estalla frente a su cara. El anciano terminó
mutilado abierto como quien abre un diario. Ese era el aviso
que daban los Tigres de la patria a los cinéfilos. Si a los
nuestros les hacemos esto, imagino que ocurrirá con los
tuyos. Bruno estaba aterrado, habían mutilado a Milenko,
habían hecho explotar a su no tan inocente vecino, tal vez
peor que ser un sapo de la dictadura era ser televidente de
Don Francisco, un conocido acosador de mujeres. Pero
tampoco era razón para ser asesinado. Ahora sin Heráclito, el
barrio carecía de sapos. Los Tigres de la patria tendrían que
replegarse por el vecindario y dar noticias a su superior el
gordo Bene. Por si no lo recuerdas, el gordo pertenecía al
grupo llamado los mercenarios quienes combatían a los
poetas. O sea el bene era enemigo directo de Dante. Ambos
campantes ante sus circunstancias. Pero el tema ahora es
otro, los Tigres de la patria quieren vengar ese cobarde
ataque en su contra y harán todo lo posible para estrujar en
sufrimiento a los cinéfilos. esta humillación no podían
dejarla pasar, acá iba a correr sangre señores y
probablemente varias muertes.
Bruno apenas duerme, se imagina mutilado, así como un
rompecabezas, imagina a Antonia mutilada. A Jaime, a
Cavieres y al loco de Sebastián. Piensa que todos cumplirán
el mismo destino. Todos morirán y esa casa arderá en fuego
con todas sus peliculas convirtiéndose en polvo. Ese será el
destino de quienes desafiaron a la dictadura. Todo el que
desafiara abiertamente a Calígula estaba condenado a morir.
Ellos tenían toda la maquinaria, toda la inteligencia y el
poder. “somos hormigas frente a un ejercito” le confesaría
una tarde Dante a su cuñado “Sacar a Pinochet por las armas
es imposible, por eso lo que hacemos nosotros es poesía”
Pero Bruno no estaba para poesías, él realmente quería vivir
bien, quería llegar a la democracia y ahora era amanazados
por unos locos que mutilaban y tiraban acido a sus enemigos.
El tiempo pasaba lentamente para los cinéfilos. Miraban
peliculas, pero siempre expectantes ante la puerta y la
ventana que daban a la calle. Desde ahí comenzaría un
presunto ataque de los fachos de la patria.

Y comenzó. Una bomba tras otra explotaba al interior del


Antisocial Cinema Club, no era dos, eran cinco. La idea de
lo Tigres de la patria era demoler la cosas a bombazo.
Dinamitaron la entrada y echaron bombas por toda la casa.
pero lo que nos sabían los fachos es que los cinéfilos estaban
en la parte de más segura de la casa. estaban en la cocina.
Sonaba ABBA por toda la casa “Ginme Ginme Ginme a man after
midnight” mientras los jóvenes resistían parapetados en la
cocina la ráfaga que los autodenominados “Tigres de la
patria” propagaban contra los ya no tan desconocidos
cinéfilos. Se sabía que dentro de ese grupo habían tres
guerrilleros. Que cada uno luchaba por su cuenta. Se sabía
también de uno que grababa discursos de Pinochet y le
agregaba sonido guturales para difamarlo. Otro grababa un
chancho cercenado en VHS y le agregaba las palabras de
Pinochet que transmitía el canal oficial del gobierno. Nada
era inocuo. Pero ahí estaban los jóvenes escuchando el
impacto de las balas, mirando el polvo levantado por las
mismas. Con la certeza de que cada tiro era una amenaza
desesperada. No se sabe de donde tenían la convicción de
que vivirían, pero la tenían y eso los hacía mantener la
gallardía en una escena que perfectamente podía costarles la
vida. Los Tigres de la patria una vez escucharon el silencio
sepulcral de la casa decidieron partir. No pudieron escapar
los cinéfilos pensaron en ellos. Así que le venganza estaba
cobrada, habían destruido la casa en donde ocurrían los
visionados, miles de cassettes terminaron dañados, al igual
que todos los televisores que Bruno tenia apilados. Desde
ahora El Antisocial Cinema Club dejaba de existir. Pero lo
que no se enteraron los fachos de a patria es que estaba todos
tirados en la cocina que fue el lugar más seguro de la casa. Y
esto no se iba acabar, acá la cosa era ojo por ojo. Los
Cinefilos vengarían este acto, esta vez con la ayuda de los
poetas. Los tigres de la patria deberían desaparecer.

A partir de ahora los poetas entrarían con todo en el


extermino de los Tigres de la patria, ese grupo filofascista
habia destruido uno de los pocos lugares de América en
donde podias ver peliculas de cualquier lugar del planeta.
Los poetas juntos con los cinéfilos se encargarían de la
venganza y esta vez sería definitiva. Los poetas no
permitirían que unos adolescentes adherentes al gobierno
continuaran causando más daño. Milagrosamente todos los
ocupantes de la casa salieron con vida. La historia se escribe
con sangre y aquí vamos ha hacer historia. Acabaremos con
el grupo paramilitares que tanto daño a chilenos a causado.
Jaime por su parte quería saber de Angelica, quería salir de
la casa e ir corriendo donde vive para verla y saber que
estaba bien. Pero los cinéfilos se lo impiden. Los tigres de la
patria podrían estar rondando por Ñuñoa y si se lo topaban lo
aniquilaban a tiros. La limpieza de la casa comienza desde el
primer dia, ya con muchos cassetes inservibles apenas cabian
en los tarros de basura. Había que refundar el Antisocial
Cinema Club, a partir del ataque el club de se llamaría
abiertamente Antifascista Cinema Club y sería abierta a
quienes quisieran disfrutar del séptimo arte, pero solo los
viernes, lo días de fiesta. El resto de la semana el club
continuaba siendo una secta. Pero una secta peligrosa, una
secta que combatía a agentes de gobierno. Ahora la
incorporación de los poetas les daba otro estatus, ya pasaban
a ser guerrilleros: Dante, Vasili, Javier y Nicolás, protegerían
el Antifascista Cinema Club y vengarían su destrucción

Se dice que los tigres de la patria fueron a la fiesta de la


tirana a matar unos comunistas que eran parte del staff y
hasta ya irián los cinéfilos juntos a los poetas en busca de su
vendetta. No habia mejor escenario que la algarabía de los
pueblos. Este mismo pueblo sería testigo de un
ajusticiamiento que tanto Chile necesitaba. Junto con los
fachos los acompañaban dos miembro de Los Mercenarios:
el gordo Bene y la Mariana Callejas, esa tipa que algún día
quiso ser escritora y que ahora trabajaba para la dictadura.
Eran 20 comunistas que estaban infiltrados entre los
bailarines de la tirana, la labor de Los mercenarios era
identificarlos y asesinarlos, para eso llevaban por primera un
grupo de apoyo: Los tigres de la patria, habían demostrado
que estaban para cosas grandes y esta vez fueron incluidos
en las operaciones.
- La dictadura es vil, es cruel. Pisotea tu libertad, tu esencia.
Todo lo que puedes llegar a ser en la vida. Ninguna dictadura
puede ser creativa. Todas tus inquietudes intelectuales y
artísticas quedan prohibidas. La dictadura es vil, hermano,
recuérdalo – le dice Dante a Jaime antes que Bruno
comience la presentación de la película.
- ¡Buenas noches hijos de George Romero! - Grita Bruno
mirando a cada uno de los miembros del Antisocial Cinema
Club – Como sabemos tuvimos una contingencia, los fachos
destruyeron nuestra casa, pero aún así nos conseguimos un
proyector y unos VHS para disfrutar de buen cine y hoy
veremos a un clásico. Esta noche tendremos al inigualable
Béla Lugosi, así. que disfruten sus pizzas, que nada, pero
nada destruirá nuestros visionados, aunque dinamiten la casa
entera ¡Que viva el cine!
La película comienza con los créditos de la cinta. Pero los
cinéfilos están más centrados en cómo combatirán a los
tigres de la patria. Ven la película, pero su cabeza está en
otra parte. Tienen miedo, están expectantes, por poco no
mueren dinamitados por los fachos que destruyeron parte de
la casa. milagrosamente nadie resultó herido. Los cinéfilos
tienen que acabar con estos infelices de una buena vez por
todas, ambos grupos no pueden coexistir. Son ellos o
nosotros

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