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7:33 AM
Jaime no ha dormido un carajo. Camina rápido a su colegio
abrigado con un su bolso de cuero en donde tiene las pruebas
corregidas de sus alumnos. Algo que hizo rápidamente el día
anterior antes de asistir a los visionados de cine. El profesor
piensa que debería hacer algo. Su cabeza lo perturba, los
visionados lo perturban. Vive una realidad tan poco
matizada. O es feliz o es un pobre desgraciado soportando la
realidad del Chile de la dictadura. A duras penas come.
Come lo básico: arroz, papas, fideos. Envidia sanamente a
los demás miembros del Antisocial Cinema Club. Su
juventud, su algarabía, su situación económica. Pero sabe
que sobrevivirá a la dictadura. De alguna forma tiene la
certeza que el Chile distópico no acabará con su vida. Tiene
cuarenta años, la carne le pesa, pero tiene fe. Fe en que
saldrá adelante, fe en Chile. Fe en la ciencia ficción. Si no
fuera por ella seguro estaría postrado en la cama o se habría
suicidado con veneno para moscas. Todo muy mediocre,
nada teatral, ni parafernálico. Lo básico para acabar con una
realidad desdichada.
12:37 AM. Acaban de ver una película de amor de una isla
del pacifico. Parece que era oceánica, no saben muy bien. Es
otra de las películas raras que le trajo Ignacia a Bruno. No
entendieron su idioma, pero si la trama, era una película de
amor entre palmeras y los suburbios de una ciudad
asquerosa. Hoy no hay fiesta. Antonia está durmiendo y
Bruno tiene sueño. No suena música disco, ni punk y nadie
está gritando. Por lo que Jaime y Dante se van caminando
arrastrando sus bicicletas. Conversan sobre la película. Sobre
Pinochet. Las calles están vacías. Perfectamente se podría
hacer una cinta apocalíptica en donde no queda ser humano
despierto con este trasfondo. Podrían estar pedaleando, pero
prefieren caminar. No tienen miedo. El cine hace que éste no
exista, el vivir otra realidad te saca de la triste existencia que
embarga a Chile.
Tres balas de fusil caen sobre los jóvenes, ambos se agachan
por el estruendo. ¡La concha de su madre! Grita Sebastián.
Jaime que yace en el suelo no piensa mucho y corre tras unas
piedras que están a metros suyo en la plaza que están tirados.
Comienza a lanzárselas al convoy ¡Milicos conchas de su
madre! A provecha la oscuridad a su favor y lanza todas las
piedras que puede. Y a continuación junto a Sebastián
agarran sus bicicletas y se pierden pedaleando por alguna
callecita de la ciudad.
Jaime había perdido el miedo.
3:37 AM
Dante y Jaime caminan por la Avenida Ángel Cruchaga, la
calle tiene una arquitectura europea, es por eso que caminan
por ahí, se pegaron una distancia de kilómetros para sentirse
caminando por Europa y no sentirse en la pérfida ciudad de
Santiago. A lo lejos un camión de milicos se acerca a su
posición. Ambos están armados.
Y es así como al son de la música de Abba sonando en su
cabeza y sin medir consecuencias comienza a disparar contra
el camión de milicos que custodiaba la noche de verano en
Santiago. Dante lo mira perplejo, era primera vez que veía a
Jaime envalentonado. La pasión que liberaba al disparar lo
dejó marcando ocupado. Jaime se liberaba de sus miedos, de
sus trancas, de su fracasado presente en cada bala que
disparaba y lo hacía con fruición. Con la misma fruición –
creía él – con la que los poetas se vengaban de los milicos.
La alevosía con que atacaba él sólo un camión de militares
era sorprendente. El problema es que el fusil no tenia balas
ilimitadas y tarde o temprano debía correr, escapar. Esa
corriente de pasión lo hacía libre de todo lo que asediaba: el
miedo, la frustración, la nostalgia. Estaba vivo y lo palpaba
al enfrentarse a quienes mataron a su hermano hace casi diez
años.
A partir de ese momento el timorato profesor de física, ya no
era un vulgar chileno para la dictadura; se convertía en un
enemigo de Estado.
Que bella que está Angélica hoy día, piensa Jaime mientras
mira a su alumna escribiendo en su cuaderno. Y es que ella
era una de las cosas que amaba junto a la Ciencia Ficción y
el Antisocial Cinema Club.
Ya en su casa, suena una canción de Yazoo. Y Jaime no deja
de pensar en Angélica; Su trigueña estudiante de la cual el
profesor ama en secreto. Es triste tener un amor imposible.
Es triste saber que se debe continuar viviendo luego de eso.
Amando a una mujer que no puede amar. Es triste.
Desdichado. Un infeliz. Muy infeliz. La realidad lo hace
muy infeliz. Puta vida ¿Que sentido tiene vivir sin Angélica?
Que sentido tiene vivir si no puedes amar libremente a la
mujer que ama.
Solía gritarles “infeliz concha de tu madre” a los milicos que
se asomaban en las noches que tocaba visionados en el
Antisocial Cinema Club, pero en realidad, él era el infeliz
concha de su madre. Sabia que no iba a encontrar mujer así.
Simplemente no la iba a encontrar.
Angélica era un ángel atormentado. Había dolor en su
mirada, no es que Jaime la mirara lascivamente. A Jaime le
dolía el dolor de Angélica.
Lo que de ella sabía era que amaba las canciones de Virus y
Jaime pensaba obsesivamente en ella cuando escuchaba sus
canciones
“Es el mundo tan poco sensual”
“Sofocado por el sueño y la presión, busco un cuerpo para
amar”
Jaime estaba condenado. Condenado a un amor imposible.
A amar un ángel que nunca bajaría para agasajarlo. A una
realidad tan insustancial como las hipotética realidades que
imaginaba para escapar de su depresión. Jaime estaba
condenado y lo sabia. Amaba a una mujer que no podía
amar. ¿Qué amaba de Angélica? Sus gruesos labios, su triste
mirada, la forma de su pelo, su afición por la poesía. Entre
otras cosas.
“Si no existiera, la inventaría” Piensa mientras yace sentado
mirando a sus alumnos que realizan una prueba.
Angélica a ratos parecía distante. Esta mujer estaba
destinada a convertirse en leyenda.
CAPITULO III
Dante corre por su vida. Eso luego de que fracasara una acción
contra una comisaría en un pueblo de la Patagonia. No
advirtieron que el gobierno había tomado sus resguardos luego
de que el Frente Patriótico Manuel Rodríguez se tomaran otra
comisaria. Los poetas se dispersaron. Cada uno corrió por su
vida ante la sorpresa de que un batallón entero los esperaba
escondidos tras los arboles. Los superaban en número, no
había por donde combatirles. Lo mejor era correr. Los disparos
no cesan en medio de la selva patagónica. Ya no hay poesía,
solo el aliento que se les escapa tras el acecho del ejercito de
Pinochet
¡Comunista de mierda! – se escucha a la lejanía.
¡Rata concha de tu madre! – grita otro militar.
Y es que los poetas habían sido derrotados. Siempre
actuaban desde la sorpresa. El hecho de que solo fueran
cuatro hacía que fuera más difícil para el gobierno
descifrarlos. Si caía uno, simplemente callaba hasta morir.
Semanas atrás se habían tomado la comisaria en una
localidad llamado Macau. Era la única entidad de gobierno a
kilómetros entre todos esos pueblitos de la Patagonia.
Habían matado al comisario que se había resistido y tomaron
como rehenes a los seis cabos que estaban para salvaguardar
de terroristas ese pedazo de la Patagonia. Se perdieron en la
selva. No pidieron rescate, solo querían hacer notar su
presencia. Que no eran unos meros artistas enloquecidos, que
tenían la fuerza para tomarse una entidad de gobierno y salir
ilesos. Los poetas venían con todo.
Y así fue cuando se tomaron un rodeo. En la mitad de la
medialuna se hallaba Dante. Guapo y campante en medio de
una localidad campesina que apenas aparecía en el mapa.
¡Mírenme huasos de mierda! Grita.
En la galería estaban sus cómplices mirando cuán triste
espectáculo de maltrato animal. Y es que abusar de animales,
también era visto como abuso de poder ¿Qué culpa tenía el
novillo que dos huasos decidieran golpearle por diversión?
Pero eso no era todo. De esos huasos se sabía que habían
sido cómplices de la desaparición de campesinos que
apoyaron la Reforma Agraria en los años setenta. Los
ajusticiados siempre eran bien estudiados y habían testigos
quienes sostuvieran las acusaciones. Los poetas siempre iban
con la acusación bajo la manga. Podían matar fachos por
placer, pero lo hacían por la justicia que no existía. Ellos
repartían justicia, esa que la institucionalidad no te
aseguraba. Y quién podía creer en la justicia cuando las
leyeras las imponía la dictadura.
Los campesinos sorprendidos ante la presentación de los
poetas no saben como reaccionar, si bien saben el crimen
que se les atribuye, no entienden muy bien como unos
jóvenes con pinta de artistas van a pelear a tan lejana
localidad cuya entretención es practicar el rodeo y golpear a
sus mujeres. Son siete contra cuatro. Los poetas siempre
actúan en conjunto.
¡Mátalos luego hueon, quiero irme de este pueblo de mierda!
Grita Vasili desde la galería que estaba a media llenar.
La gente mira sorprendido al joven que acaba de gritar, la
escena es extraña. Nadie viene a este pueblo, ni la policía. Es
un pueblo que ni los gobernadores locales han pisado. Pero
ahí están los poetas para impartir justicia.
Dante no lo piensa y con su fusil dispara a uno de los huasos
arrimado al caballo. Este cae estrepitosamente. El otro
intenta escapar, pero para Dante que está bien entrenado no
es difícil herirlo en una pierna. Cinco hombres desde la
galería entran a la medialuna con el fin de matar a Dante,
pero Javier y Vasili disparan desde el palco. Como dirían los
mosqueteros Uno para todos y todos para uno
Nicolás está fuera de la medialuna reprimiendo cualquier
ayuda externa. Los culpables deben morir. Acá la cosa se
paga sangre con sangre. Si asesinaste a un campesino por su
forma de pensar, deberás someterte a la justicia de los
poetas.
Las mujeres gritan, otras lloran. Los poetas van a vengar a
cada una de las victimas o esa es la idea. No importa si
exponen sus valiosas vida. Porque tienen toda la vida por
delante. De seguro triunfarían en las cosas que se
propusieran. Ya fuera ser doctores, abogados, ingenieros.
Pero no, prefirieron entrenarse y armarse contra Pinochet.
Dante camina hacia el huaso herido en la pierna mientras el
griterío y las balas no cesan. Lo tiene en frente
¿Te da placer torturar vacas, cobarde concha de tu madre?
Le pregunta el poeta.
El huaso lo mira con ojos de gato enjaulado, pero Dante no
pierde el tiempo y de un solo balazo en la cabeza le da
muerte.
Quedan otros cinco por matar, pero no se ven muy bien, de
los cinco que saltaron en rescate de los huasos sólo
reconocieran a dos como cómplices de las desapariciones.
De seguro la noticia aparecería en primera plana mañana
“Terroristas atacan deporte nacional” y las cadenas de
televisión visitarían ese pueblo de mierda junto a autoridades
de gobierno.
La cosa se ponía difícil para los poetas, cada vez más la
presión aumentaba. La represión era muy grande.
Bruno veía las películas más raras del mundo. Veía películas
de Hollywood que le gustaban como E.T., pero le apasionaba
enormemente ese cine que aún así viviendo en democracia
sería difícil de ver. Si su hermana no hubiese sido ese bicho
raro que se dedicaba a viajar por el planeta, probablemente
Bruno vería el cine que el underground en Chile veía. Se la
pasaría en el Goethe Institute viendo peliculas de Wim
Wenders con artistas y opositores al gobierno.
Ahora es el turno de una película inglesa llamada Satan’s
Slave, cuya particularidad – a parte de lo intrigada de la
trama – es que el sacerdote de la historia de igual a Don
Ramón. Luego de eso vería una película mexicana de los
sesenta sobre una mujer rica que hacía justicia vestido de
murciélago, un plagio directo de Batman. Y así
sucesivamente hasta quedarse dormido. Bruno ya no iba al
colegio, la desaparición de Antonia era exasperante. Pasaban
los días y nada se sabía de ella. Tenia como principales
sospechosos a los Tigres de la Patria y a Milenko, asi se
llamaba al médico que la acosó en la universidad. De este
último tenían la sospecha que trabajaba para el gobierno en
procedimientos de dudosa reputación. Así que sería difícil
encontrar Antonia por sus medios, ya que ambos grupos
estaban protegidos por el gobierno. Pero los cinéfilos eran
unos suicidas, eso no los detendría en la búsqueda de la
mujer de la casa.
3:33 AM
Bruno se va acostar, acaba de terminar una de esas películas
soviéticas que no entendió un carajo lo que decían porque ni
subtitulo al ingles tenían.
- Puta que te demoraste.
- Concha de su madre – grita Bruno.
- ¿Qué pasa cuñadito? Pregunta Dante ¿Calígula te tiene
temeroso?
- No, es que no es normal verte tirado como puta en mi
cama en plena oscuridad.
- Soy una zorra, lo reconozco. Te tengo buenas noticias.
- ¿Qué cosa?
- Al parecer tenemos un paradero de donde podría estar
Antonia. En la misma zona de la vez anterior. En el
norte
- ¿Quién te lo dijo?
- Da lo mismo, pero parece real. Es en la intendencia de
Atacama
- ¿Y porqué un civil detenido iba a terminar en una
intendencia? Algo raro hay en todo esto.
- En la Republica de Caligula todo es posible cuñadito.
Yo también me pregunté lo mismo, en principio pensé
que el dato era falso, por lo mismo que te preguntas tú.
Pero la fuente estaba involucrada. Así que créeme, si
me dijeron que está en el norte, es que en el norte está.
4:45 AM
Los cinéfilos bailan en mitad de la noche. Nadie alega por la
música. Y cuando hablo de cinéfilos me refiero
sencillamente a Bruno y Dante. Ambos están contentos,
tienen noticias del supuesto paradero de Antonia. Escuchan
Los prisioneros y se mueven al unísono de la melodía.
Parecen dos maricas bailando en una discoteca gay. Se
toman de las manos, saltan enajenados. Pareciera que en
cualquier momento terminan besándose. Así continúan
bailando hasta la hora que el adolescente tiene que ir al
colegio. La vida de Bruno era muy caótica. Lo era con la
argentina a su lado y sin ella es mucho peor. Pero al menos
tiene vida, una mejor vida que cualquier chileno promedio.
No se puede quejar, nació afortunado. Vivía mejor que un
burgués promedio. Su madre le daba dinero mensual, una
buena cuota del que podía vivir dichosamente. Y además le
pagaba las cuentas. Así el Antisocial Cinema Club jamás se
iba a quedar sin electricidad para sus funciones. Aunque en
dictadura la luz se cortaba. Sobretodo si eras de oposición.
Pero salvo Los tigres de la patria, nadie del gobierno estaba
encima de los cinéfilos. Podían existir en la ilegalidad todo
el tiempo que quisiesen. Todos los cinéfilos tenían un
motivo por el que luchar, en sus camas tirados no se iban a
quedar.
Las pistas estaban echadas, irían junto a por Antonia. Bruno
sentado no se iba a quedar, se involucraría tanto como los
poetas. Pero al parecer de los poetas solo irían Dante y
Vasili. Este ultimo era un ser demasiado misterioso, no
contaba mucho de su vida, su familia, su entorno. Solo se
sabía que tocaba piano y le encantaba Julio Cortazar. Fue la
prohibición de sus publicaciones lo que lo hizo unirse a los
poetas. Pero seguro en ese viaje al norte Dante averiguaría
más de este enigmático cinéfilo.
Por otra parte, Jaime continuaba en Chiloé con una tarea tan
ardua como imposible: Encontrar a su amor en un enorme
archipiélago. Y es que solo un loco hacía lo que él había
hecho. No tenia datos alguno de Angélica.
Ahora está en un pub en la avenida central que cruza Castro,
desde la plaza hasta el mar. El lugar está lleno, está jugando
Colo Colo un partido de la Copa Libertadores. Todos
esperan ganarle, se sobreponen al robo del siglo en la final
de 1973. Jaime se distrae un poco, pero sabe que mañana
debe continuar la búsqueda por las principales ciudades de la
Isla, no cree que se haya ido a alguna islita del archipielago.
Debe estar en un hostal o algo así. Jaime disfruta su cerveza.