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EL SIGNIFICADO DE LA BENDICIÓN

La bendición o la alabanza es un género literario de oración que expresa la COMUNIÓN.

1.- INTRODUCCIÓN:

La Eucaristía es una acción de Comunión. A lo largo de la acción dinámica del sacramento son muchos los gestos simbólicos que
celebran y desarrollan la comunión de la comunidad:
- es estar activamente juntos, reunidos.
- el diálogo profundo y confiado.
- el ejercicio de la fraternidad compartiendo vida y bienes.
- la unión en la misma plegaria y en el canto.
- los gestos de amor; el saludo, la acogida, el darse la mano, los abrazos
y besos de paz.
- el sentarse a comer y beber entorno a la misma mesa compartiendo los
símbolos eucarísticos.

Junto a todas estas acciones de comunión hay una, que a la par del pan y el vino, adquiere un gran relieve: la plegaria de
bendición.
Esta plegaria es un género literario de oración con la que se expresa comunión:
- con Dios;
- con Jesús y
- con la comunidad.

(Hay diversos géneros de oración que expresan diversas perspectivas o aspectos de las relaciones con dios ver.: la queja, la
petición, la intercesión, la acción de gracias, la alabanza).

Al expresar la comunión por medio de la plegaria, estamos ejercitando el amor, y por tanto estamos viviendo intensamente la
comunión. Quien hace acción singular de amor está viviendo singularmente ese amor.

Me gustaría destacar que no solamente “entramos” en comunión cuando compartimos el pan y el vino eucarísticos, sino también
a lo largo de la plegaria de bendición, en la que estamos celebrándola. No hay una separación entre los diversos elementos simbólicos de la
acción eucarística. Todo el desarrollo eucarístico, desde el hecho de la comunidad reunida - cuerpo de Cristo- hasta el banquete de
comunión, es una acción única que se va expandiendo “in crescendo”.

Por tanto, la plegaria eucarística no es un simple elemento previo - prefacio - u ornamental, cargado de poderes consecratorjos,
por los que logramos los dones de la comunión, ella misma es ya comunión.

¿ Qué expresa el género literario de la oración de bendición?

2.- BENDECIR ES UN ACTO PURO DE AMOR DE BENEVOLENCIA A DIOS:

ES UN ACTO DE COMUNIÓN CON DIOS

Bendecir es más que dar gracias.

Los LXX traducen indistintamente:

También los escritos de N.T. (Mt 26,26-27; Mc 14,22;Lc 22,13; 1 Cor 11,24; 14,16)

Sin embargo , en hebreo, baraka no corresponde al concepto de gracias usual en nuestra lengua.

“En hebreo la “acción de gracias” se coloca entre la súplica y la alabanza. Por esta ambigüedad no tiene una estructura y forma
bien definida como género literario. Su sentido está expresado por el verbo “Hódáh” y su nombre derivado “tódáh”. El verbo “en el uso
profano no tiene el sentido de dar gracias; en el lenguaje religioso es sinónimo de “hll”, que significa alabar. Ello no quiere con todo decir
que no exista el sentimiento de gratitud y que este sentimiento no tenga su expresión” (A. González, La oración en la Biblia, Cristiandad
1968, p. 118)

Para poder entender bien el género literario de la Eucaristía es necesario distinguir entre bendecir y dar gracias.

e Para nosotros “dar gracias”, “agradecer” , “ agradecimiento” es la acción que expresa un sentimiento que surge ante un BIEN
QUE SE HA RECIBIDO. “Beneficia Dei”.

Este favor recibido provoca UN DEBER de agradecimiento hacia la persona que nos lo ha hecho. “estoy en deuda contigo”, se
dice “es de bien nacidos”.

La acción de gracias se mueve en tomo al don recibido, al bien que me ha proporcionado y trata de satisfacer un obligación
moral de correspondencia: quedar bien; es de mal educados no agradecer. Una de la respuestas del creyente al Dios-Salvador es la oración
de acción de gracias, correspondiendo a Dios por el beneficio tan grande que me ha concedido: la Salvación. “La acción de gracias es la
reacción inmediata ante el bien o un favor” (A. González, La oración en la Biblia o.c. p.l 18; La oración en la Biblia para el hombre de hoy,
Marova 1977, pp 332-335).

Muchas plegarias eucarísticas, respondiendo a la expresión de este sentimiento de agradecimiento, muestran la estructura
literaria de la ación de gracias: “es nuestro deber y salvación, es justo y necesario, darte gracias”

Un gran número de plegarias eucarísticas del Misal Romano se estructuran como acción de gracias: “Darte gracias
1,11,1V Adviento
1,11,111,1V Navidad
Epifanía
1,11,111,1V Cuaresma
1,11 Pasión
1,11 Ascensión
I,II,III,IV,V,VI,VII ,VIII,IX Tiempo ordinario
Bautismo
Confirmación
1,11,11, Stma. Eucaristía
1,11 Ordenaciones
Penitencia
Unción enfermos
I,II,III,IV,V Stma Virgen
De los ángeles
S, José
1,11 Apóstoles
1,11 Santos
Pastores
I,II,III,iV,V,VI,VII.VIII,XI Común

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I,II,III,IV,V Difuntos 11,111 Plegarias eucarísticas.

• Bendecir, sin embargo, expresa un sentimiento mucho más rico que “agradecer” y manifiesta y realiza una relación personal
mucho más desinteresada.

Cuando alguien bendice o alaba a otra persona SE OLVIDA DE SÍ MISMO Y DE SU PROPIO INTERES O BENEFICIO Y
SÓLO SE FIJA EN LA PERSONA A QUIEN VA DIRIGIDA LA BENDICIÓN.

“La oración de alabanza ... va buscando a Dios para detenerse ante él, cantar sus atributos y sus obras,
ensalzarle y adorarle ... El hombre se olvida de sí mismo por un momento, y se detiene ante Dios en actitud de
adoración y canto” (A. González, La oración en la Biblia, o.c. p 120).

es propiedad del amor perfecto no querer admitir ni tomar nada para sí, ni atribuirse a sí nada, sino todo al
Amor; que esto aún en los amores bajos lo hay, cuanto más en el de Dios” (S.J. de la Cruz, Cántico, Canc. 32,2;
Obras Completas, Edt. Espiritualidad, Madrid 1980, p. 854).

La bendición persigue alabar, ensalzar, encomiar, engrandecer, magnificar, honrar, encumbrar, renombrar, gloriar, aplaudir,
homenajear -son todos sinónimos de bendecir- a aquella realidad que se pretende alabar. Una muestra magnifica la encontramos en la
oración de bendición del “Te Deum”:
Te Deum laudamus. A Ti, oh Dios, Te alabamos
Te Dominum confitemur A Ti, Señor, te reconocemos
Te oeternum Patrem A Ti, Eterno Padre
omnis terra veneratur. te venera toda la creación
Tibi ommes angeli ... Los ángeles todos
incesabili voce proclamant te cantan sin cesar:
Sanctus ... Santo
Pleni sunt coeli et terra Los cielos y la tierra
maiestatis gloriae tuae están llenos de la majestad de tu gloria.
Te gloriosus apostolorum chorus A Ti te ensalza
laudat exercitus el glorioso coro de los apóstoles
Te per orbis terrarum ATi la Santa Iglesia
Sancta confitetus ecclesia: extendida por toda la tierra
Patrem inmensae maiestatis proclama: Padre de inmensa majestad
Tu Rex gloriae, Chiste ... Tú eres el Rey de la Gloria, Cristo
Per singulos dies Día tras día
benedicimus te te bendecimos
et laudamus nomen tuum y alabamos tu nombre

(Trad. de la Lit. de la Horas T.IV p 493 ss)

El movimiento de la bendición busca algo más que agradecer por un “don” recibido. La alabanza se recrea en la belleza y la
bondad de la persona que ha originado tal bien. Quien exclama con verdad: “!que bueno, inteligente, amable”, no gira en tomo al
propio interés, sino que se centra en la contemplación de quien alaba. No se detiene sólo en los “mirabilia Dei”, sino que salta al “Deus
mirabilis”. De esta realidad dan los salmos muchos testimonios:

“Señor, ..., qué admirable eres Tú en toda la tierra.


Ensalzaré tu majestad” (Sal 8,2-10)

“Digan siempre: Grande es el Señor” (Sal 40,17)


“Es incalculable su grandeza” (Sal 145,3
“Alabadlo por su inmensa grandeza” (Sal 150,2)
“Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre” (Sal 34,2-4)
“Tú eres deslumbrante, magnifico” (Sal 76,5)

“Todos mis miembros te proclamaran:


Señor, ¿ quién como tu? (Sal. 35,10)
“~,Quién como el Señor nuestro Dios? (Sal. 113,5

“Como tu renombre, oh Dios tu alabanza” (Sal. 48,11)


“alabad su gloria” (Sal 66,1-2)

“Porque tú eres ... Altísimo” (Sal 97,9)

“Ensalzad al Señor:... El es Santo” (Sal 99,5)

Alabar porque es “ES BUENO” (54,8; 100,S;lO6,l;lO7,l;118,1;136,lss)


“Proclamaré delante de tus fieles:
‘TU SÍ QUE ERES BUENO”’ (SAL 52,11
(“Gustad y ved que bueno es el Señor” (Sal 34,9)

“Bendice alma mía al Señor,


~DIOS MÍO, QUE GRANDE ERES! (Sal 104,1)

El libro del Eclesiástico, después de recorrer todas las obras de Dios, no tiene más remedio que escribir:
Aunque siguiéramos. no lo acabaríamos, la última palabra: “ES LO ES TODO”. Encarezcamos su
grandeza impenetrable, él es más grande que todas sus obras ¿Quién lo ha visto que pueda descubrirlo?
¿Quién lo alabará como él es?
(43,27-28-31)

Y San Pablo, en una explosión de toda su capacidad bendicional (II Cor 1,3-4; 2,14; Gal 1,5; Efe 1,3-4; 3,21; 5,19-20; Fil 4,6-20;
Col 1,12; 3,16-17; 4,2; Y Tes 5,16-18; II les 2,13; Itim 1,17; 6,16; II hm 4,18), exclama:
“El (Dios) es origen.
camino
y meta del universo:
a él la gloria por los siglos. Amen”. (Rom 11,36)

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La fe encuentra en la alabanza su más genuina y plena expresión.

La fe es aceptar, como principio y proyecto del hombre, a Dios que se nos entrega por amor. Un amor de benevolencia: amor
gratuito, sin ninguna necesidad de que el ser amado tenga que ser amado, amor al otro por el bien del otro. El encuentro con Dios-Amor
desencadena en el creyente un proyecto de vida en el amor de benevolencia: salir de sí hacia el otro, con libertad, buscando gratuitamente
el bien del ser querido.

La experiencia de Dios tiene como punto de referencia básico este amor de benevolencia.

K. Rahner sostiene que la presencia de Dios en nosotros puede ser descubierta cuando hemos sido capaces de ser
desinteresados, cuando no hemos buscado la recompensa humana, cuando hemos amado el bien por el bien. Esta experiencia “sólo se la
puede buscar olvidándose de sí mismo, sólo se la puede encontrar buscando a Dios y entregándose a él con amor desinteresado, sin retornar
a nosotros mismos” (Sobre la experiencia de la gracia, en Escrit de Teol. III, Madrid 1967, p 105 y 109). Para L. Boff sólo se puede tener la
experiencia del don de Dios en lo gratuito: cuando nos dejamos mover por lo gratuito, por el don de nosotros mismos. (Gracia y liberación
del hombre, Cristiandad 1978, p 53 ss).

El amor de benevolencia es tal, y tan gratuito, que amando a Dios sólo porque le queremos, lo amamos además sin que él
necesite ser amado. F Ladaria reflexiona así: “ Es evidente que Dios no necesita de nuestro amor. Pero, si solamente podemos amar a
quienes nos necesitan, quitamos al amor su último sentido. En efecto, cuando amamos a quien de uno u otro modo nos necesita podemos
tener la sensación de la autosuficiencia o incluso bajo la capa del amor puede esconderse el más sutil de los egoísmos, el de tener a los
demás en nuestra mano. En realidad, cuando nuestro amor se manifiesta en el servicio que prestamos a alguien, lo que pretendemos o
deberíamos pretender es que este servicio se haga inútil, que la persona de que se trata supere la situación de necesidad que le hace
depender de nosotros. Amar a alguien es desear su plenitud, alegrarse en su bien como en el propio. El amor de Dios se traduce por esto
en alabanza, en el gozo de que él sea Dios” (Antropología teológica, Publ. Univ. Pontif. de Comillas, Gregoriana, 1987, p. 414)

La fe es reconocer a Dios como Dios y la alabanza es a la vez querer que Dios sea como Dios es: que Dios sea Dios.
“Santificado sea tu nombre” (“proclámase que tú eres Santo” (Mt 6,9). “Por el amor ..., destinándonos ... a ser un himno a su gloriosa
generosidad” (Ef 1,4-69.

El género literario de la bendición expresa esta experiencia en forma de oración. Es el supremo grado de la expresión de la
relación con Dios: amor que busca solamente el bien del que se ama, amor fuera de sí, amor entregado, COMUNIÓN. “La bendición es la
forma más desinteresada y elevada de oración” (A. González, La oración en la Biblia, o.c. p. 120).

Bendecir es una acción de amor puro, desinteresado, olvidado de sí. Es lo que


- maravillosamente expresa la gran doxología inicial de la misa:
“Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias.

El colmo de la acción de gracias es transformarla en bendición por el gran “bien que Dios es en si mismo : nuestro bien no es
otro -si se ama- que el bien de Dios. Como el género literario de 1 petición - hay que pedir lo que conviene- se concentra en el deseo del
bien para Dios:
santificado sea tu nombre, que Dios sea bendito; el bien del prójimo, réaliza el designio de Dios.
Todo género de oración es honesto sólo si busca el Bien de Dios.
La gloria y el bien del hombre es buscar, por amor, la gloria y el bien de Dios:
“En alabanza está siempre en mi boca,
yo me enorgullezco del Señor”. (Sal 34,2)

“Dios ha sido siempre nuestro orgullo


y siempre te daremos gracias”. (Sal 44,9)

“No a la nuestra, Señor no a la nuestra,


hazle honor a tu fama”. “Sal 115,1)

“Alabarte será nuestra gloria”. (Sal 106,47)

e La bendición es el lenguaje de los enamorados -en- amor: los que viven en raigados en el amor-, de los extasiados en la
contemplación del otro, del amor olvidado de sí mismo.

Bendecir es la acción de entregarse a quien se alaba, recreándose -es el juego lingüístico del amor- en lo que es y en su bondad.
“Me brota del corazón un poema bello, recito mis verso a un rey, mi lengua es ágil pluma de escribano.
Eres el más bello de los hombres, de tus labios fluye la gracia.” (Sal 45,2-3)

“El mejor cantar, por Salomón. ¡ Que me bese con besos de su boca! Son mejores que el vino tus amores,
es mejor el olor de tus perfumes. Tu nombre es como un bálsamo fragante, y de ti se enamoran las
doncellas. ¡Ah, llévame contigo, sí, corriendo,
a celebrar contigo nuestra fiesta
y a alabar tus amores más que el vino. (Can. Can 1,1-4)

“~Qué hermosa eres, mi amada, qué hermosa eres! Tus ojos de paloma, por entre el velo;
tu pelo es un rebaño de cabras descolgándose por las laderas de Galaad Tus labios son cinta escarlata y tu
hablar melodioso Es tu cuello la torre de David. constituida con sillares Son tus pechos dos crías mellizas
de gacela paciendo entre azucenas
¡Toda eres hermosa, amada mía, y no hay en ti defecto! (4,1-7)

Mi amado es blanco y sonrosado descuella entre diez mil.


Su cabeza es de oro, del más puro; su rizos son racimos de palmera, negros como los cuervos.
Sus ojos, dos palomas a la vera del agua que se bañan en leche y se posan al borde de la alberca.

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Sus mejillas, macizas de bálsamo que exhalan aromas; sus labios son lirios con mirra que fluye.
Sus brazos, torneados en oro, engastados con piedras de Taron; su cuerpo es de marfil labrado, todo
incrustado de zafiros; sus piernas, columnas de mármol apoyadas en plintos de oro.
Gallardo como el Líbano, juvenil como un cedro; es muy dulce su boca, todo él pura delicia.
Así es mi amado, mi amigo, muchachas de Jerusalén” (5,10-16)

La acción de bendición nace del amor y lo expresa. El amor genera la capacidad de admiración, de maravillamiento, de
fascinación, de asombro, encantamiento, contemplación, de adoración. EL QUE ODIA, MALDICE. EL QUE AMA, BENDICE: BIEN
DICE DE LA PERSONA AMADA. “ Benevolere” es “benedicere” y “benefacere”. E. Schillebeeckx sostiene que el amor -hesed- del
hombre al amor -hesed- de Dios culmina en la doxología. (Cristo y los cristianos, Cristiandad, 1982, p. 90-91).

Cuando se ama se puede dejar escrito de la persona amada:


“Mil gracias derramando pasó por estos sotos con premura y yéndolos mirando con sola su figura vestidos
los dejó de su hermosura.

ya no tengo otro oficio


que ya sólo en amar es mi ejercicio.

Cuando tú me mirabas su gracia en mi tus ojos imprimían; por eso me adamabas


y en eso merecían
los míos adorar lo que en ti vían.

Gocémonos, Amado,
y iremos a ver en tu hermosura
al monte y al coyado
do mana el agua pura ...“ S.J. de la Cruz, Cántico espiritual, u.c.p. 680-
685)
A propósito de “iremos a ver en tu hermosura” merece la pena recordar lo que la carmelita descalza Francisca de la Madre de
Dios refiere: “Preguntándole (Juan de la Cruz) un día a esta testigo en que traía la oración, le dijo QUE EN MIRAR LA HERMOSURA DE
DIOS Y EN HOLGARSE DE QUE LA TUVIESE; y el santo se alegró tanto de esto que algunos días decía cosas muy levantadas, que
admiraban, de la hermosura de Dios y, así, llevado de este amor, hizo unas cinco canciones ...“(S.J. de la Cruz, Obras Completas, o.c. p 871,
nota 2).

Y San Juan, comentando esta estrofa, escribe una de las páginas más bellas de amor de toda la historia:
“Qué quiere decir ...:
vernos en tu hermosura ...; esto es,
que de tal manera esté yo transformada en tu hermosura,
que, siendo semejante en hermosura,
nos veamos entramados en tu hermosura,
teniendo yo tu misma hermosura;
de manera que, mirando el uno al otro,
vea cada uno en el otro su hermosura,
siendo la una y la del otro tu hermosura sola,
absorta yo en tu hermosura;
y así te veré yo a ti en tu hermosura,
y tu a mí en tu hermosura,
~‘ yo me veré en ti en tu hermosura,
y tú te verán e mí en tu hermosura;
y así parezca yo tú en tú hermosura,
y parezcas tú yo en tu hermosura
y mi hermosura sea tu hermosura

y tu hermosura mi hermosura;
y así seré yo tú en tu hermosura
y serás tú yo en tu hermosura,
porque tu misma hermosura será mi hermosura;
y así no veremos el uno al otro en tu hermosura” (o.c. 870-87 1)

El género literario de la oración de bendición recoge todo el lenguaje del amor: “tesoro”, eres maravilloso/a, encantador/a,
bueno/a, fabuloso/a, estupendo/a, admirable. “La alabanza tiene su origen en la capacidad de contemplar, maravillarse, admirar, adorar ...“
(A. González. La oración de la Biblia para el hombre de hoy, o.c. p 385-3 88).

Amor y bendición están unidos.

“Daba gracias a Dios alabando la gloria del Altísimo de todo corazón amó a su creador, entonando Salmos
cada día” (Ecclo 47,8 ; refiriéndose a David)

5. Agustín, maestro en tantas cosas, sabe muy bien que la alabanza nace del amor:

“Alábete mi alma para que te ame” (Confesiones L.V,c.I,l)

“Laudant te opera tua ut amemus te et amamuste


ut laudent te opera tua” (Confesiones L. XIII, e XXXIII, 48)

Laudemus ... Dominum. non tantum voce sed etiam corde, quoniam qui corde laudant interioris hominis
voce laudat. Vix ad homines sonus est
- la voz que se dirige a los hombres es el sonidoVOX AD DEUM AFFECTUS EST
(SERMO 257, 1, SCH 116, p 338; Confesiones L X, c II, 2; L XI, c II, 2)

“~,Por qué hago relación de tantas cosas? (de los pecados y alabanzas -L II, e Y, 1 ).No
ciertamente para que las sepas por mi, sino que
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excito con ellas hacia ti mi afecto y el de aquellos que leyeren estas cosas, para que todos digamos: Grande
es el Señor y laudable sobremanera. Ya lo he dicho y lo diré: ‘POR AMOR DE TU AMOR HAGO
ESTO”’. (Confesiones L. XI , c Y, 1).

“¿,Qué daré en retorno al Señor ...?


Te amaré Señor
y te daré gracias
y confesaré tu nombre por haberme perdonado.

(Confesiones L. II, e VIII, 15)

Entre en mi interior
y te cante un cántico de enamorado”

- cantem tibi amatoria-


(Confesiones L. XII. e XVI, 23)

El destino del ser humano es la alabanza:

Efe 1,

“Quiere alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación. Tu mismo le excitas -tú excitas- a
ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos han hecho para ti y vuestro corazón está inquieto hasta
que descanse en ti” (Conf L. !‘, e ~ 1); “donde está la hartura” (L. y, e ~, 1)

La plenitud del ser humano, que llamaban la “visión beatífica”, que es comunión con Dios: porque se están en Dios, se ve a Dios.
(5. Ireneo, Adv. Haer. IV, 20, 5; cfr A Orbe, Visión del Padre e incorruptela según 5. Ireneo, Gregorianum 64 (1983) 199-2 14). “Nullus
potest videre gloriam~isi que ~st in gloria (5. Tomás, Quod 8, q7, a 16).

El estado de comunión en plenitud conduce a la contemplación del amor y a su expresión:


la ábanza:
“Allá reposaremos y veremos, veremos y amaremos, amaremos y alabaremos. Esto es lo que sucederá
en el fin que no tendrá fin”. (5. Agustín, De civitate Dei 22,30)

“~,Cuál será nuestra actividad (en la gloria)? Alabar a Dios


amar y alabar, ALABAR EN EL AMOR AMAR EN LA ALABANZA.
¡Dichosos los que habitan en tu casa! ¡Te alabarán por los siglos de los siglos! ¿Por qué, sino “porque te
amarán por los siglos de los siglos”? ¿Por qué, sino porque
“por los siglos de los siglos te verán”? (5. Agustín, Enar. in Psal. 147,3)

Sto.Tomás narra de tal modo la vida eterna que no podemos menos de pensar que se ha inspirado en la experiencia de la
Eucaristía terrena, elevándola a su grado sumo:
“En la vida eterna, lo primero es que el hombre se une con Dios. Pues el mismo Dios es el
premio y el fin de nuestros trabajos ... Esta unión consiste en la perfecta visión ... cara a cara (Y Cor 13,
12). Consiste igualmente en la suma alabanza ... e igualmente en la perfecta saciedad del deseo ...
Igualmente en comunión feliz de todos los bienaventurados y esta comunión se da en gran medida
placentera, porque cada uno tendrá todos los bienes con todos los bienaventurados. Pues cada uno amará al
otro como a sí mismo, y por esos se alegrará del bien del otro como del suyo” (Opuse. lheol. 2)

(Cfr L. F. Ladaria, Antropología teológica, Verbo Divino 1993, pp 180-181; J. L. Ruiz de la


Peña, La otra dimensión, Escatología cristiana, Santander 1986, pp 243-246; A. Tomos, Escatología II,
Madrid 1991, pp 108-111).

La alabanza plena es el fruto de la plena comunión y, por lo tanto, alabar es la actividad de la comunión y su enriquecimiento.

• La bendición a Dios es acción de comunión con El.

La entrega y el bien que el Dios bueno (Mt 5, 48; 13,17) realiza en favor del hombre, más que la gratitud, persigue que el hombre
desarrolle en sí el principio del amor, la capacidad de relación, de comunión -“sed buenos del todo, como es bueno vuestro Padre” (5,48)-.
Cuando se dice y se hace: “Tú eres grande, Tú eres misericordioso”, se está respondiendo al amor de Dios con amor y por, por lo tanto, se
está haciendo un ejercicio de comunión. Cuando dos personas que se quieren se contemplan y se “bendicen” - se dedican palabras bonitas
mútuamente- están manifestando el amor que se tienen y, a la vez, esa misma expresión es un ejercicio privilegiado de su amor.

Así la alabanza realiza el movimiento del amor que es “unitivo” y “congrega” con el amado (5. Tomás, 1, q. 20, a.2, ad 2).
Comunión de alianza, visualizada en imágenes conyugales, que se realiza y se vive ejercitando la bendición.

“Cuando se cumple debidamente ese admirable cántico de alabanza entonces es en verdad la


voz de la misma esposa que habla al esposo”
(Sgd. Lit. n0 84);
“En la alabanza la esposa, es decir, la Iglesia, habla de su amado y se complace en decir todas
sus bellezas” (Dom. Gréa, La Sainte Liturgie, París 1909, p.2)

(Cfr J. M. Rovira Belloso, Vivir en comunión, Salamanca 1991)

• Este es el sacrificio que Dios quiere: la bendición. Sal 50, 14-23, 56,13; 51, 19
Oseas 14, 3
Hebr. 1315

• Como a Dios no lo conocemos en sí mismo (Rom. 1, 20; 1 Jn 4,20), sino a través de sus obras - es el Dios de este mundo y
este mundo es suyo- para lograr bendecirle y contemplarlo no tenemos más remedio que narrar sus huellas entre nosotros: De la misma
manera que los que se quieren exaltan la interioridad personal a través de sus manifestaciones en el cuerpo, elogiando la geografia de la
figura que vemos, - ojos, labios, pelo, cuello, manos, sonrisa, etc . . .- pretendemos llegar a bendecir y contemplar la belleza profunda de
quien amamos. La obras o huellas de Dios son los “mirabilia”, los vestigios que nos revelan el rostro de ese Dios que intuimos maravilloso.
A este Dios a quien amamos, lo celebramos NARRANDO lo que captamos que Él es para nosotros.
Por eso, la bendición entraña una “memoria”, que consiste en la narración del “motivo” o la “causa” por la que hemos
descubierto a Dios y ha arrancado la alabanza del corazón: la actuación de Dios en la que se nos sugiere el mismo ser suyo. “Te
bendecimos ... por
“Les mostró sus maravilla para que se fijaran en ellas, para que alaben el Santo Nombre, y cuenten sus
grandes hazañas”
(Ecclo. 17, 8-10; un autor griego a 17, 4 añade que Dios concedió
al hombre el don del “lenguaje” que interpreta la obras del Señor” (Biblia Española, nota p.
1405)).

“Cantad al Señor,
hablad de sus maravillas” (Sal. 105, 2)

El cielo pregona su justicia,


y todos los pueblos contemplan su gloria” (Sal 37, 6-8)

San Pablo escribe en Romanos:


“Lo invisible de Dios, es decir, su eterno poder y su
divinidad resulta visible para el que reflexiona sobre sus obras
(para) al descubrir a Dios ... tributarle alabanza” (Rom 1, 20-21)

De este modo la bendición recorriendo, para alabar a Dios, los acontecimientos de la historia en los que Él se muestra se
convierte en un anuncio del Evangelio -“doy culto a Dios con toda mi alma proclamando la buena noticia de su Hijo” (Rom 1, 3)-, en
profesión de fe -credo- y en acción de comunión con el acontecimiento salvador y el mismo Dios – eucaristía -.

La “narración” de la alabanza no es un discurso aséptico, ni el simple recuerdo de una historia, sino la conversación de dos
enamorados que recuerdan su vida juntos, agarrados de la mano. Recordar, rememorar, pasar revista a lo vivido significativamente,
comentarlo, recrearse festivamente en ello, volverlo a rumiar en un clima de amor, ES UN EJERCICIO DE LA COMUNIÓN, ES
COMUNIÓN. Por eso el género literario de la bendición se recrea en la narración, disfruta enumerando los acontecimiento, no se cansa
nunca de mirar, contar, repasar, contemplar, ese mural de la historia tras el que palpita el mismo Dios al que amamos.
EL AMOR TIENE SU HISTORIA
Y SU MEMORIA.
ACTUALIZARLA ES UN ACTO DE AMOR: COMUNIÓN.

La plegaria de bendición es una de la expresiones de la celebración del Sacramento de la Comunión eucarística. Como todo lo
que se mueve en el ámbito del amor, esta plegaria ha de poseer también un aliento poético. Poético el contenido, la experiencia, el
sentimiento, el ritmo y el lenguaje. Las palabras de bendición de los enamorados se pronuncian siempre en un clima y contexto en el que,
hasta la expresión más simple, se toma poética. Es lo que refleja la expresión popular! “me estoy poniendo romántico”. Toda palabra de
amor es portadora de una intencionalidad, intensidad, textura y color distinto; hasta corporalmente hay un cambiar, “ me he puesto
colorado”. La máxima intimidad, hondura, sólo puede salir a flote con la máxima expresión: el lenguaje poético.
“Me brota del corazón un poema bello, recito mis versos a un rey, mi lengua es ágil pluma de escribano”.
(Sal 45, 2-3)

3.- LA PLEGARIA DE BENDICIÓN CELEBRA TAMBIÉN LA COMUNIÓN DE LA COMUNIDAD CON JESÚS.

La plegaria eucarística desea contemplar y proclamar “quién es Dios”. Pero esto sólo se puede hacer mediante la narración de las
“huellas” de Dios en la historia.

La “huella” privilegiada de Dios es Jesús de Nazaret. La gloria de Dios se vislumbra en el resplandor del “rostro” de Cristo:
El Cristo glorioso, imagen de Dios
haciendo resplandecer el conocimiento de la gloria de Dios, Reflejada en el rostro de Cristo” (II Cor. 4, 5-
6)

‘‘El es imagen del Dios invisible pues Dios, la plenitud total, quiso habitar en Él” (Col. 1, 15-20; 2,9)

Dios lo ha marcado con su sello” (Jn. 6, 27)


“Contemplamos su gloria,
gloria del Hijo único del Padre” (Jn 1,14)

La comunidad sabe que “alabar a Jesús” es, a la vez, alabar al Padre, porque están indisolublemente unidos:
“yo y el Padre somos uno” (Jn 10, 30)
“el Padre está conmigo y yo estoy con el Padre” (Jn 10,35)
“Si supierais quién soy yo,
sabríais también quién es mi Padre” (Jn 8, 19)

Están tan unidos, y Dios se revela de tal manera en Él, que Jesús se convierte en el “camino” para entrar en comunión con Dios:
“Nadie se acerca al Padre sino por mí; si me conocieseis a mí, conoceríais también a mi Padre. Quien me
ve a mí está viendo al Padre
es el Padre que está conmigo realizando sus obras”. (Jn 14, 6-7.9)

Esta es la razón por la que en el mismo bendecir a Jesús se bendice al Padre:


“Honrar al Hijo
significa honrar al Padre que lo envió”. (Jn 5, 23)

En la alabanza se exalta la maravillosa realidad de Jesús de Nazaret, que realizó su existencia según el designio de Dios.
Narramos su vida, sus palabras y sus obras:
“Esas obras que hago
me acreditan como enviado del Padre”. (Jn 5, 36)

“Los ciegos ven,


los cojos andan
a los pobres se les anuncia la buena noticia” (Mt 11, 5)

Vida de Jesús que consiste en “dar vida a los demás”:


“Ha venido ... para dar su vida ... por todos” Mc 10, 4)

“Es pastor bueno


se desprende de su vida” (Jn 10, 11); “yo les doy la vida” (y. 28)

La oración de bendición alaba a Jesús extendiéndose en la contemplación de lo que hizo: curando todo achaque y enfermedad ...
(a los que) andaban maltrechos y derrengados” (Mt 9, 35-37), cargando Él mismo con nuestras dolencias (Mt 8, 17), hasta entregar su vida:
“cuerpo entregado”, “copa de la sangre derramada”. Esta es la culminación de la vida de Jesús, y en la narración de la Cena de despedida
alcanza la plegaria eucarística su punto culminante. Porque en la vida de Jesús, entregada hasta la muerte, se patentiza:
“ese amor de Dios presente en Cristo Jesús” (Rom 8, 39)
“En esto se hizo visible entre nosotros el amor de Dios:
en que envió al mundo a su Hijo para que nos diera vida”
(IJn4,3;5, 11-12)
“Hemos aprendido lo que es el amor,
-Dios es amor (1 Jn 4, 8)-

por aquel que se desprendió de su vida por nosotros” (1 Jn 3, 16)

La contemplación del “crucificado” -“portento de Dios y saber de Dios” (1 Cor 1, 24)- hace brotar la alabanza a Dios:
“El se hizo servidor
para demostrar la fidelidad (de Dios)
haciendo que alabasen a Dios por su misericordia” (Rom 15, 8-9; cfr Actos 3, 6.8-9 y 4, 21)
Por eso Pablo puede escribir:

“Doy gracias a Dios


que constantemente nos asocia
a la victoria que Él obtuvo por su Cristo”
(II Cor 2, 14; ICor 15, 57; Efe 1, 3.4.6; Col 1, 13; Act 3, 26)

La comunidad glorifica al Jesús glorificado por Dios:


“Dios ... ha glorificado a su siervo” (Act 3, 13)

“Dios lo encumbró sobre todo


y toda boca proclama que Jesús ... es Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil 2, 9-11)

“Es mi Padre quien me honra” (Jn 8, 54)

La “gloria” de Jesús es “gloria” para Dios. La alabanza de la vida de Jesús sigue el mismo movimiento de su existencia: “todo
para Dios”:
“Busca el prestigio del que le envió” (Jn 7, 18)

“honores humanos iio los aceptó” (Jn 5, 41)

“Honro a mi Padre
yo no busco mi prestigio” (Jn 8, 49 -50)

La culminación de la vida de Jesús en la Pascua constituye la máxima glorificación de


Dios:
“Padre ¡Glorifica a tu Nombre! lo he glorificado
y volveré a glorificarlo” (Jn 12, 28)

La bendición a Jesús es acción de comunión profunda con El.

Es la celebración del ”por nosotros”: continuamente presente, actuante, transformador, atrayente.

Es la expresión de la fascinación de la fe, la contemplación de la belleza de su vida entregada y del esplendor con que Dios le ha
colmado. La comunidad puede exclamar extasiada:
“El es el modelo y fin del universo creado
El es también cabeza del cuerpo, que es la Iglesia
El primero en nacer de la muerte” (Col 1, 16.18)
Es el ungido, el hijo de David (Act 2, 36; 9, 22; 18, 28; Mt 1, 1) El elegido
el hijo de Dios (Act 9, 20; 13, 33)
el señor, (Act 1,21; 2, 36; 9, 17)
e hombre por excelencia (Mt 16, 27; 24, 30 ss)
el profeta,
el Sumo Sacerdote (Hebr2, 17;3, 1;4. l4ss; 5,1-5; 6,20 ...)
el nuevo templo (Jn 2, 19)
la Fiesta definitiva,
el primogénito de muchos hennanos (Rom 8, 29)
la primera creatura de la nueva creación,
el nuevo adán (1 Cor 15, 21.45; Rom 5, 13)
el justo
el Testigo fiel (Apoc 1, 5; 3, 14)
el libertador, liberador,
el perseguido (J. Sobrino, Jesucristo liberador, p 258)
piedra angular,
el príncipe de la paz
coronado de gloria (Hebr 2, 9)
la palabra (Jn 1,1)
Enmanuel (Mt 1, 23)
Salvador(ActS,31;13,23;4,12;Lc2,l1;Jn4,42;Fip 3,20)
Redentor,
Maestro,
Camino (Jn 14, 16)
Verdad,
Vida,
Luz;
Agua - Manantial (Jn 4 y 7)
Pan - alimento (Jn 6)
Servidor de Dios (Act 4, 27-30),
Resucitado
Exaltado
Cordero de Dios (Jn 1, 29.36;Act 8, 32; ¡ Pt 1, 19)
Pascua
Nueva Alianza,
Amén (Apoc 3, 14; liCor 1, 20),
Bendito(Mt21,9;Lc 1,42; 11,27)
Príncipe de la obras de Dios (Apoc 3, 14)
Nueva creatura (Gal 6, 15),
Sentado a la derecha (Hebr 1, 3),
Esposo (Ef 5, 25 ss),
Cabeza de la Iglesia (Ef 1, 22 ss:4, 15 ss; 5, 23 Ss; Col 1, 18; 2, 10-19) de la Creación (Ef 1,22; 4, 15;
Col 2, 9.10)
Mediador (Gal 3, 19; 1 Tim 2, 5; Heb 8, 6; 9, 15; 12, 24)
Piedra angular,
Puerta (Jn 10)
Pastor (Jn 10)
Vid (Jn 15)
El Santo (Act 3, 14 ss)
El alfa y la omega (Apc 1, 8)

Tiene motivos el discípulo de Jesús para poner su “orgullo” en Él, regocijarse en Él, extasiarse:
“Pongo mi orgullo en Cristo Jesús” (Rom 15, 17)
El que está orgulloso
que esté orgulloso del Señor”
(1 Cor 1, 30-31 “pues él se hizo por nosotros
saber que viene de Dios”. (cfr Jer. 9, 22).

En la plegaria eucarística al bendecir a Dios alabando a Jesús se ejercita intensamente la relación interpersonal, el amor mutuo, la
entrega. La bendición visibiliza la comunión invisible, pero real, con El. Nadie bendeciría a Dios por Jesús si no fuera para él lo más
entrañable, lo más presente, el encuentro más decisivo de la vida.
“Si uno confiesa (a Jesús),
Dios está con él y él con Dios” (1 Jn 4, 15; 3, 23-24)

De este modo irá cristalizando, a lo largo de la plegaria de alabanza, esa profunda comunión cristiana:
“Uno que me ama hará caso de mi mensaje,
mi Padre lo amará
y los dos vendremos con él
y viviremos con él” (Jn 14, 23)

4.- LA PLEGARIA EUCARÍSTICA, POR FIN ES CELEBRACIÓN DE LA COMUNIÓN ENTRE LOS HERMANOS REUNIDOS

El género literario de la bendición exige un público nadie se habla solo. Nadie alaba a
.1
otro solo. La alabanza exige un clima de relación y comunicación; no es un monólogo; pide un interlocutor y genera el diálogo.

La oración de bendición al ser una plegaria, va dirigida a Dios. Pero no se entra en comunicación con Él sino a través de los seres
humanos. Por eso la bendición supone la presencia de los otros.

Así, la plegaria comienza con un diálogo:

- Bendigamos al Señor, nuestro Dios.


- Vamos a bendecirlo o estamos dispuestos a alabarlo.

Y se realiza en presencia de la comunidad:


“voy a cantar tu nombre ante los hermanos,
voy a bendecir en medio de la asamblea” (Sal 22, 23)
“En la asamblea bendeciré al Señor” (Sal 26, 12)
“Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
exaltemos juntos su nombre” (Sal 34, 4)
“Te daré gracias en la gran asamblea,
te alabaré entre la multitud del pueblo” (Sal 35, 18)
“He proclamado que eres justo ante la gran asamblea” (Sal 40. 10)
‘‘En la asamblea bendecir a Dios, al Señor en la reunión de Israel” (Sal 68, 27) “Proclamaré delante de tus
fieles:
Tú, sí que eres bueno” (Sal 52, 11)
“Aclámenlo en la asamblea del pueblo, alábenlo en el consejo de los ancianos” (Sal 107, 32) “lo alabaré en
medio de la multitud” (Sal 109, 30) “¡Alleluia! Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los
rectos en la asamblea” (Sal 111, 1)
¡Alleluia! Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles” (Sal 143, 1)
“Los justos ... cantaron, Señor, un himno a tu Santo Nombre, ensalzando a coro tu brazo victorioso” (Sab
lO, 20)
“Unánimes, a una voz, alabéis a Dios Padre” (Ron 15, 21)
“Comían juntos alabando a Dios
con alegría y de todo corazón”(Acta 2, 46; Ef 5, 18-20; Col 3, 16)

¿Qué entraña esta realidad comunitaria de la oración de alabanza en relación con la comunión eucarística fraternal?

- La plegaria de alabanza realizada ante los demás es un acto de comunicación fraterna.

Supone el ejercicio de la confianza mutua, el encuentro personal. Bendecir a Dios ante los otros conlleva poner en sus manos la
experiencia más honda e íntima de la existencia, al compartir con ellos la relación de amor con Dios y con Cristo. No hay comunicación o
confidencia -confianza- más perfecta que la de expresar el sentimiento de amor a otra persona: se da lo más íntimo, sagrado y profundo de la
vida; se entrega al otro la clave y la fuente de la propia existencia.

Esto, cuando se realiza, es un ejercicio del amor mutuo, se entabla una relación fraternal de un modo singular, se realiza una
acción de comunión. Se ha abierto el Sancta Sanctorum de la intimidad y se ha hecho ofrenda del “secreto” de la vida.

- La comunidad - personas que viven en fraternidad- es también una “huella” del Dios al que pretendemos bendecir. Por eso
como decíamos cuando Jesús, le bendecimos a Dios por nosotros y, al mismo tiempo, ejercitamos el amor a los otros y el amor mutuo, al
alabarnos como huellas de Dios.

• Le alabamos a Dios narrando-alabando la maravilla del ser humano:

“a su imagen y semejanza” (Gen 1, 26 ss)


“Lo hiciste poco inferior que un Dios,
lo coronaste de gloria y dignidad
Señor ..., qué admirable eres Tú en toda la tierra” (Sal 8, 6-10)
“Estirpe suya somos” (Act 17, 28) “Qué magnífico regalo nos ha hecho el Padre:
que nos llamemos hijos de Dios; y además lo somos” (1 Jn 3, 1)
“Y nosotros, que llevamos la cara descubierta (no como Moisés, “velada” y. 13) y reflejamos la gloria del
Señor, nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente” (liCor 3, 18).
“El Cristo ... reproduciendo en nosotros el esplendor del suyo” (Fil 3, 21). “Os vestisteis de ese hombre
nuevo que ... se va renovando a imagen de su Creador” (Col 3, 10).
“Ver a un hombre como persona no es sólo mirarlo, sino admirarlo; sorprenderse por la originalidad y
hondura de ese ser único; descifrar en sus rasgos y captar en su interpelación la presencia vivienté de Dios;
responder a esa interpelación con un acto de confianza y disponibilidad. Una tal mirada ... sobre la imagen
de Dios es ya ... un confesión de fe Quien no sabe o no quiere captar el mensaje emitido por esa realidad
personal que le interpela es ciego para la presencia real de Dios; no amando a quien ve, no puede amar a
quien no ve, como advertía 1 Jn.” (J. L. Ruiz de la Peña, Imagen de Dios, Sal Terrae, 1988, p. 181)

La alabanza a Dios alabando al ser humano, cumple el mandato de ¡ Jn:

“Quien ama a Dios,


ame también a su hermano” (1 Jn 4, 21)
Porque:
‘‘quien ama (a Dios)
ama a todo lo que ha nacido de Dios” (1 Jn 5, 1)
• Alabamos a Dios también alabando a la comunidad, que es el cuerpo de Dios, el sacramento de su misterio de comunión en
medio de la historia.

Al bendecir a Dios, alabando a la comunidad y sus miembros, estamos en comunión con Dios y haciendo, a la vez, el ejercicio de
la comunión eclesial.

Contemplando la acción de Dios en nosotros deberíamos de ser capaces de exclamar como Cristo:
“Bendito seas, Padre porque ... esta cosas se las has revelado a la gente sencilla; sí, Padre bendito seas, por
haberte parecido eso bien” (Mt 11, 25, 26)

San Pablo no tenía reparo en alabar a Dios por la comunidad:

“Doy gracias a mi Dios ... por todos vosotros, porque en el mundo entero se pondera vuestra fe” (Rom 1,
8; Col 1, 3 ss)
“Continuamente damos gracia a Dios por vosotros ... recordando ...“ (1 Tes 1,2-3 y 2, 13 Ss; II Tes 1, 3-4;
II Tim 1, 3; Filemón 4-5; Icor 1, 4-5; Fil 1,3).

“Enterado de vuestra adhesión al Señor Jesús y de vuestro amor a todos los consagrados no ceso de dar
gracias a Dios por vosotros” (Efe 1, 15-16).

El mismo San Pablo se propone a las comunidades como un motivo que suscita la alabanza:
“Os doy argumentos para que presumáis de mí” (II Cor 5, 12)
“Muchos le darán gracias por mi causa” (II Cor 1, 11)
“Alaben a Dios por mi causa” (Gal 1, 24; II Cor 9. 12-15)

Del mismo modo que se bendice a Jesús para alabar a Dios, se puede también hacer con un hermano, teniendo en cuenta aquello
de Juan:
“Quien cree en mí
hará obras como las mías y aún mayores” “Jn 14, 12)
“Al extenderse la gracia a más y más gente, multiplique la acción de gracias para gloria de Dios” (1 Cor 4,
15.

Como Pablo, cada uno, de su hermano y del conjunto, puede decir ante Dios: “es mucho mi orgullo por vosotros” (II Cor 7, 4.14;
8, 24) “mi alegría y mi corona” (Fil 4, 1; 1 Tes 2, 20). Pues todos han sido “sellados por el Espíritu.., para himno a su gloria” (Ef 1, 13-14).
Teniendo siempre en cuenta que para que la bendición sea posible es necesario vivir, pues la alabanza a Dios es la existencia según la fe, que
es la vida en comunión:

“(que) Dios os ponga a la altura de vuestra vocación y con su poder dé


plena realidad a todo buen propósito y actividad de la fe; así glorificaréis a
nuestro Señor Jesús y Él, a vosotros, con la generosidad de vuestro Dios y
del Señor, Jesús el Cristo” (II Tes 1, 11-12)

- Le bendecimos a Dios alabándole en el acontecer de la historia y en las criaturas de todo el universo.

No sólo el ser humanos es la huella de Dios, también son los otros en su mundo y el mismo desarrollo de la historia que
construimos. Los acontecimientos de la historia, su devenir, sus hechos positivos y negativos, son, a los ojos del creyente, signos de los
tiempos, reveladores a favor o en contra - de la Presencia de Dios y de su Palabra.
Vivir en el cauce de la historia, interpretando su significado, descubriendo la presencia de Dios y de Cristo, y bendiciendo a Dios
en ella, con ella y por ella es un acto de solidaridad, de compartir el mismos destino, de entrar en explícita comunión con esa humanidad de
la que nos sentimos parte de un todo, y con esa historia de la que somos actores y responsables de su trayectoria.

Hay que aventurarse a bendecir a Dios no sólo haciendo memoria de la historia pasada, - Abrahám, éxodo, pascua, profetas,
Jesús -, sino también con y por la historia presente - concreta, equívoca, conflictiva, sangrante- en la que sigue realizándose a trompicones el
designio de Dios y donde Él también se nos desvela como el Dios de la misericordia. (Mt 11, 25; Lc lO. 21; Jn 11, 42). A propósito de esta
bendiciones de Jesús suscitadas por lo que estaba aconteciendo, J. Sobrino escribe: “la oración está históricamente situada ... Es claro que ya
había transcurrido un tiempo de práctica evangelizadora de Jesús ... y que ya se había suscitado un conflicto ... con los dirigentes del pueblo
... En ese contexto, Jesús da gracias al Padre porque son precisamente los pequeños los que han comprendido. (Aquí aparece) un Dios
bueno, amoroso con los pequeños. La acción de Jesús ante ese Dios es alegrarse de que Dios sea así, y darle gracias” (Jesucristo liberador,
Trotta, 1991, p 186).

El A.T. está cuajado de plegarias de bendición suscitada por acontecimiento históricos. Y en el N.T. también hay ejemplos:

18
“proclama mi alma la grandeza del Señor
porque su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Su brazo interviene con fuerza,
desbarata los planes de los arrogantes,
derriba del trono a los poderosos
y levanta a los humildes.
-“Se ha fijao en su humilde esclava” (y 48)
aquí está la esclava del Señor (y 38)-,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos”
Como lo había prometido a nuestros padres” (Lc 1, 46-5 5)

“Bendito sea el Señor Dios de Israel,


porque ha venido Él, a liberar a su pueblo
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz” (Lc 1, 68.79)

“Simeón ... bendijo a Dios diciendo:


porque mis ojos han visto a tu Salvador;
lo has colocado ante todos los pueblos
como luz para alumbrar a las naciones”
(Lc 2, 32). Bendice por un acontecimiento
que “será una bandera discutida” (y 24)

San Pablo recomienda a las comunidades realizar “acciones de gracias por la humanidad entera” (1 Tim 2, 1; porque no hay más
que un solo Dios que es el Dios de toda la historia, y 5).
“Puesto que una vez más, Señor,... carezco de pan, de vino y de altar, me elevaré por encima de los
símbolos y ... os ofreceré sobre el altar de toda la tierra el trabajo y el esfuerzo del mundo ... que se
elevarán desde todos los puntos del globo y convergerán en el Espíritu. ¡Que vengan a mí el recuerdo y la
mística de aquellos a quienes la luz despierta a un nuevo día!”
(Theilhard de Chardin, La misa sobre el mundo).
• Todas las criaturas, y el cosmos en general, son huellas de Dios. Nos revelan a Dios, y con ellas alabamos a Dios. (Sab 13, 1-5;
Sal 19, 2-7).
Para San Juan de la Cruz, “las cosas son migajas de la mesa de Dios” (Subida al monte Carmelo 1, 6,3 BAC, 1965, p 526); “cada
una, a su manera, da su voz de lo que en ella es Dios” (Cántico Espiritual, Canc. 14-15, ??? 25-27, p. 393), “una armonía de música
subidísima” (de). “cada uno da su voz de testimonio de lo que Dios es y ... cada uno a su manera engrandece a Dios, teniendo en sí a Dios
según su capacidad. Y así todas esta voces hacen una voz de música de grandeza de Dios ... (Sab 1, 7): el Espíritu de Dios llenó la redondez
de las tierras y este mundo que contiene todas las cosas que el hizo tiene ciencia de voz que es la soledad sonora que decimos conocer el
alma aquí, que es el testimonio que de Dios todas ellas dan de si”. (e4’ canción 14-15, pp 983-984; cfr canción 4).
“El cielo proclama tus maravillas”. (Sal 89, 6)
“¡Qué grande es el Señor que lo hizo!” (Edo 43, 5)

Cuando alabamos a Dios por la criaturas estamos haciendo un ejercicio de estima y valoración de ellas mismas, en la línea del
autor del Génesis que exclamaba “era bueno (Gen 1, 10.12.18.25), “era muy bueno” (Gen 1,31).
Es sabio constata:
“las obras de Dios son todas buenas” (Ecclo 39,16)
y es capaz de exclamar:
“¡qué amables son tus obras Señor!” (Bedo 42, 22)

Alabando a Dios, alabando a sus criaturas, entramos y realizamos la comunión con la tierra y el universo, del que formamos
parte - somos terreno, somos celestes, somos cosmos -. De este modo nos incorporamos al cosmos del que formamos parte.

La alabanza nombra a las criaturas, que es lo primero que hizo el hombre al entrar en contacto con ellas: darles nombre, entrando
en una relación - no de apropiación- sino de mutua pertenencia y ayuda (Gen 2, 19-20). De este modo se comparte el mismo origen y el
mismo destino -se es amigo de las criaturas u hostil. El recontar las cosas, renombrarlas, recrearse en lo que en ellas resplandece - luceros,
valles, cumbres, laderas, flores, animales- supone una estima, ternura y cuidado amoroso de y por la naturaleza que es, en su misma
expresión un acto de amor con ellas y con su Creador.

La plegaria al reagrupar y ordenar a las criaturas, colocándolas a cada una en el lugar que les corresponde en el cortejo, les
reconduce a su origen, las reorienta a su fin y las desvela en el presente. La alabanza coloca a las criaturas en su lugar liberándolas de
convertirlas en un ídolo (Sab 13, 1-3); (Ecclo 43, 5). El que alaba es como un pastor de todas las criaturas que las irá conduciendo, en una
romería universal, hacia Dios. En este encaminamiento es cuando la creación encuentra y realiza su ser. El libro de la Sabiduría dice de
Aarón: “en su ropa talar estaba el mundo entero”. (Sab 18,24).
(Cfr L. A. Schókel, Treinta Salmos. Poesía y oración, Cristiandad 1981, pp 439-451).

Además, nuestra alabanza es la alabanza de toda la creación. Las cosas le alaban a Dios con nuestra plegaria: “ et creatura ista
laudant Deum cum considerata ea laudatur Deus” (5. Agustín).

La liturgia tiene conciencia de esta realidad:


“También nosotros llenos de alegría, y por nuestra voz las demás criaturas, aclamamos tu nombre,
cantando:
Santo... Hosanna.” (Pleg IV)

“Todas las criaturas se unen a tu alabanza” (Prefacio después de la Ascensión).

“Ya ves que por nosotros es sonora la vida igual que por las piedras lo es el cristal del río por eso nos has
puesto a un lado del camino con el único fin de gritar asombrados Porque si no existiéramos, ¿Para qué
tantas cosas inútiles, bellas, como Dios ha creado, tantos ocasos, rojo y tanto árbol sin fruta y tanta flor y
‘tanto pájaro vagabundo? Solamente nosotros sentimos tu regalo y te lo agradecemos en éxtasis de gritos.

Tú sonríes, Señor, sintiéndote pagado con nuestro aplastamiento de asombro y maravilla (J. M. Valverde,
Oración por nosotros, los poetas, en hombres de hoy Madrid 1945).

- La oración de bendición edifica en la comunión.

El que bendice a alguien ante otro, le incita a éste a admirar, a bendecir y a entrar en comunión con la persona alabada.

San Agustín narra esta experiencia:

“Era alabado aquel hombre y se le amaba aunque ausente. Pero ¿acaso el amor entra en el corazón del que
escucha por la boca del que alaba? De ninguna manera, sino que de un amante, se enciende otro. De aquí
que se ama al que es alabado, pero sólo cuando se entiende que es alabado con corazón sincero o, lo que
es lo mismo, cuando se le alaba con amor” (Confesiones L. IV, e XIV, 21).

El mismo San Agustín al tratar del motivo que le lleva a escribir sus confesiones escribe:

excito - con la confesión y la alabanza- mi afecto y el de aquello que leyeran estas cosas para que todos
digamos: grande es el Señor, laudable sobre manera” (L XI, e 1, 1 y L XII, e III, 5). Dios mío, que yo te
recuerde en acción de gracias y confiese tus misericordias ..., y todos los que te adoran dirán cuando lo
oigan: bendito sea el Señor ..., grande y admirable”. (L VIII, e. 1, 1).

San Pablo para hacer ver a la comunidad que en medio de ella hay que decir palabras inteligibles que sirvan para edificar a los
demás, pone el ejemplo de la plegaria de alabanza: si no se comprende, ¿cómo se va a suscitar en los demás la adhesión y la alabanza

“supongamos que pronuncias la bendición llevado por el espíritu; ese que ocupa un puesto de simpatizante
¿cómo va a responder “amen” - cfr. II Cor 1, 20- a tu acción de gracias si no sabes lo que dices? Tu acción
de gracias estará muy bien pero al otro no le ayuda” (1 Cor 14, 16-17); sin embargo, si entiende la
plegaria, “se postrará y rendirá homenaje a Dios, reconociendo que Dios está realmente en vosotros” (y
25).

La expresión de la bendición por ser un acto de amor puro, no puede retener en sí tanto bien, y tiende a expandirlo y comunicarlo
a todos, para que puedan participar de su comunión y de tanto beneficio. La bendición no se agota en el que alaba: es contagiosa,
participativa, busca producir eco más allá del que alaba. Por eso, en su género literario aparece la llamada, la incitación y la invitación:
“bendigamos”, “alabad”, “bendigamos al Señor nuestro Dios
“Alabad al Señor” (Sal 148, y ofrece los motivos para provocar
alabanza. vv 5-6, 13-14)

“Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo, porque el Señor es sublime tañed para
Dios”. (Sal 47, 2.7)

‘‘Proclamad conmigo la grandeza del Señor,


ensalcemos juntos su nombre” (Sal 34, 4)

“Exaltad la gradeza de su nombre” (Bedo 39,15)


“Cantad al Señor
contad a los pueblos su gloria
familias de los pueblos, aclamad a 1 Señor” (Sal 96, 1.3.7)

“Quiero hacer memorable tu nombre por generaciones y generaciones y los pueblos te alabarán por los
siglos de los siglos” (Sal 45, 18).

Toda esta riqueza de comunión se puede celebrar y vivir cuando se realiza la plegaria de bendición en la acción eucarística.

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