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OCHO JALONES DEL

COMUNISMO DE HOY
16 DE MARZO, 2018 · MARXISMO> FUNDAMENTOS

HUELGA DE ESTIBADORES EN ALGECIRAS.

El proletariado es la clase universal. Y lo es un doble sentido. En primer

1 lugar geográfico: es una clase que existe en todo el mundo, como producto
que es de un capitalismo que hace mucho que conquistó ya todo el planeta.
Pero de forma igualmente importante porque cuando lucha como clase no
reclama ningún tipo de privilegio particular que prepare una nueva forma de
explotación, reclama necesidades universales, humanas y genéricas; anticipando
una sociedad, el comunismo, en el que la producción se convierte en una
actividad consciente y colectiva orientada no por el capital y su lógica de
acumulación sino por la satisfacción de esas propias necesidades. Por eso, como
dice el Manifiesto de 1848, los comunistas…

No tienen intereses que los separen del conjunto del


proletariado.

No proclaman principios especiales a los que quisieran amoldar


el movimiento proletario.

El proletariado es una única

2 clase global con los mismos


y únicos intereses en todo el
mundo porque se enfrenta
como una única clase a un sistema
global de dominación del capital.
Por eso, el Manifiesto sigue la cita MANIFESTACIÓN DE TRABAJADORES EN SULAIMANIYA,
anterior diciendo que: KURDISTÁN IRAQUÍ.

Los comunistas sólo se distinguen de los demás partidos


proletarios en que, por una parte, en las diferentes luchas
nacionales de los proletarios, destacan y hacen valer los
intereses comunes a todo el proletariado, independientemente
de la nacionalidad; y, por otra parte, en que, en las diferentes
fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y
la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento
en su conjunto.

Los nacionalistas nos intentan llevar


una y otra vez al supuesto «sentido
común» según el cual lo
internacional sería la mera suma de
luchas «nacionales», que el
proletariado tendría que
constituirse como sujeto político
nacional en cada estado primero. La
cuestión es que en esas
aseveraciones «nacional» lleva
veneno: el veneno nacionalista que
pretende que los trabajadores
tenemos «intereses nacionales»
característicos e incluso EL «RED LION» EN GREAT WINDMILL STREET, HOY «B@1»,
SEDE DEL 2º CONGRESO DE LA LIGA DE LOS COMUNISTAS,
contradictorios con los de los DEL QUE SURGIÓ EL MANIFIESTO.
trabajadores de otros lugares,
intereses nacionales que permitirían
además alianzas con sectores nacionalistas o «anti-imperialistas» de la burguesía
nacional. El mismo Marx respondió a esto ya en su «Crítica del Programa de
Gotha» en 1875:

Naturalmente, la clase obrera, para poder luchar, tiene que


organizarse como clase en su propio país, ya que éste es la
palestra inmediata de su lucha. En este sentido, su lucha de
clases es nacional, no por su contenido, sino, como dice el
Manifiesto Comunista, «por su forma». Pero «el marco del
Estado nacional de hoy», por ejemplo, del imperio alemán, se
halla a su vez, económicamente, «dentro del marco» del
mercado mundial, y políticamente, «dentro del marco» de un
sistema de Estados. Cualquier comerciante sabe que el
comercio alemán es, al mismo tiempo, comercio exterior, y la
grandeza del señor Bismarck reside precisamente en algún tipo
de política internacional.

¿Y a qué reduce su internacionalismo el Partido Obrero


Alemán? A la conciencia de que el resultado de sus aspiraciones
«será la fraternización internacional de los pueblos», una frase
tomada de la Liga burguesa por la Paz y la Libertad, que se
quiere hacer pasar como equivalente de la fraternidad
internacional de las clases obreras, en su lucha común contra
las clases dominantes y sus gobiernos.

El desarrollo del

3 capitalismo creó la antesala


del comunismo. El
capitalismo fue durante un
largo periodo un sistema
progresivo. Progresivo no en el
falso sentido moral de
«humanitario» o igualitario, sino en BOTADURA DE UNO DE LOS PRIMEROS GRANDES VAPORES
BRITÁNICOS.
el sentido de que revolucionó el
mundo entero mercantilizando las
relaciones sociales y creando una clase obrera universal, como muy bien relata,
incluso con tonos épicos, el propio Manifiesto en 1848.

La burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente


revolucionario.

Dondequiera que ha conquistado el poder, la burguesía ha


destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas. Las
abigarradas ligaduras feudales que ataban al hombre a sus
«superiores naturales» las ha desgarrado sin piedad para no
dejar subsistir otro vínculo entre los hombres que el frío
interés, el cruel «pago al contado». Ha ahogado el sagrado
éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el
sentimentalismo del pequeño burgués en las aguas heladas del
cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad personal un simple
valor de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades
escrituradas y adquiridas por la única y desalmada libertad de
comercio. En una palabra, en lugar de la explotación velada por
ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación
abierta, descarada, directa y brutal.

La burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones


que hasta entonces se tenían por venerables y dignas de piadoso
respeto. Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al
hombre de ciencia, los ha convertido en sus servidores
asalariados.

La burguesía ha desgarrado el velo de emocionante


sentimentalismo que encubría las relaciones familiares, y las ha
reducido a simples relaciones de dinero.

La burguesía ha revelado que la brutal manifestación de fuerza


en la Edad Media, tan admirada por la reacción, tenía su
complemento natural en la más relajada holgazanería. Ha sido
ella la primera en demostrar lo que puede realizar la actividad
humana; ha creado maravillas muy distintas a las pirámides de
Egipto; a los acueductos romanos y a las catedrales góticas, y ha
realizado campañas muy distintas a las migraciones de pueblos
y a las Cruzadas.

La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar


incesantemente los instrumentos de producción y, por
consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las
relaciones sociales. La conservación del antiguo modo de
producción era, por el contrario, la primera condición de
existencia de todas las clases industriales precedentes. Una
revolución continua en la producción, una incesante
conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y
un movimiento constantes distinguen la época burguesa de
todas las anteriores. Todas las relaciones estancadas y
enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas
durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejas antes de
llegar a osificarse. Todo lo estamental y estancado se esfuma;
todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven
forzados a considerar serenamente sus condiciones de
existencia y sus relaciones recíprocas.

Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus


productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita
anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear
vínculos en todas partes.

Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha


dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de
todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha
quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias
nacionales han sido destruidas y están destruyéndose
continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya
introducción se convierte en cuestión vital para todas las
naciones civilizadas, por industrias que ya no emplean materias
primas indígenas, sino materias primas venidas de las más
lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no sólo se
consumen en el propio país, sino en todas las partes del globo.
En lugar del antiguo aislamiento y la amargura de las regiones y
naciones, se establece un intercambio universal, una
interdependencia universal de las naciones. Y eso se refiere
tanto a la producción material, como a la intelectual. La
producción intelectual de una nación se convierte en
patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo
nacionales resultan de día en día más imposibles; de las
numerosas literaturas nacionales y locales se forma una
literatura universal.

Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de


producción y al constante progreso de los medios de
comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de la
civilización a todas las naciones, hasta a las más bárbaras. Los
bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada
que derrumba todas las murallas de China y hace capitular a los
bárbaros más fanáticamente hostiles a los extranjeros. Obliga a
todas las naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar el modo
burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada
civilización, es decir, a hacerse burgueses. En una palabra: se
forja un mundo a su imagen y semejanza.

La burguesía ha sometido el campo al dominio de la ciudad. Ha


creado urbes inmensas; ha aumentado enormemente la
población de las ciudades en comparación con la del campo,
substrayendo una gran parte de la población al idiotismo de la
vida rural. Del mismo modo que ha subordinado el campo a la
ciudad, ha subordinado los países bárbaros o semibárbaros a los
países civilizados, los pueblos campesinos a los pueblos
burgueses, el Oriente al Occidente.

La burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los


medios de producción, de la propiedad y de la población. Ha
aglomerado la población, centralizado los medios de
producción y concentrado la propiedad en manos de unos
pocos. La consecuencia obligada de ello ha sido la
centralización política. Las provincias independientes, ligadas
entre sí casi únicamente por lazos federales, con intereses,
leyes, gobiernos y tarifas aduaneras diferentes han sido
consolidadas en una sola nación, bajo un solo Gobierno, una
sola ley, un solo interés nacional de clase y una sola línea
aduanera.

La burguesía, a lo largo de su dominio de clase, que cuenta


apenas con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas
más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones
pasadas juntas. El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza,
el empleo de las máquinas, la aplicación de la química a la
industria y a la agricultura, la navegación de vapor, el
ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la asimilación para el cultivo
de continente enteros, la apertura de ríos a la navegación,
poblaciones enteras surgiendo por encanto, como si salieran de
la tierra. ¿Cuál de los siglos pasados pudo sospechar siquiera
que semejantes fuerzas productivas dormitasen en el seno del
trabajo social?

Esto no solo no se limitaba a los


países en los que el capitalismo se
desarrolló originalmente, sino a los
entonces «países coloniales».
Todavía en 1853 Marx, consciente
de las brutalidades de la conquista
británica de India, escribe:

REPRESIÓN BRITÁNICA DE LA REVUELTA DE 1857 EN LA


Bien es verdad que al INDIA..

realizar una revolución


social en el Indostán,
Inglaterra actuaba bajo el impulso de los intereses más
mezquinos, dando pruebas de verdadera estupidez en la forma
de imponer esos intereses. Pero no se trata de eso. De lo que se
trata es de saber si la Humanidad puede cumplir su misión sin
una revolución a fondo en el estado social de Asia. Si no puede,
entonces, y a pesar de todos sus crímenes, Inglaterra fue el
instrumento inconsciente de la historia al realizar dicha
revolución. En tal caso, por penoso que sea para nuestros
sentimientos personales el espectáculo de un viejo mundo que
se derrumba, desde el punto de vista de la historia tenemos
pleno derecho a exclamar con Goethe:

¿Quién lamenta los estragos


Si los frutos son placeres?
¿No aplastó miles de seres
Tamerlán en su reinado?

El desarrollo progresivo del

4 capitalismo tuvo un límite,


el capitalismo es un sistema
decadente desde hace un
siglo. Desde el mismo Manifiesto de
1848 el movimiento comunista tuvo
claro que la tendencia expansiva del SOLDADOS FRANCESES MARCHAN HACIA VERDÚN. LA
BATALLA SE SALDÓ CON UN CUARTO DE MILLÓN DE
capitalismo alcanzaría un límite MUERTOS Y MEDIO MILLÓN DE HERIDOS.
objetivo y que para ese momento la
clase obrera ya supondría una fuerza
social y productiva prácticamente universal.

El desarrollo de la gran industria socava bajo los pies de la


burguesía las bases sobre las que ésta produce y se apropia lo
producido. La burguesía produce, ante todo, sus propios
sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son
igualmente inevitables.

¿Pero cuáles eran los límites


objetivos del desarrollo progresivo
del capitalismo? Para descubrirlo
Marx inicia una investigación de
años, que quedará en buena parte
inconclusa, pero que desvela lo
esencial bajo la nube ideológica de la
Teoría Económica burguesa: «El
Capital». Su primer descubrimiento
es que el capitalismo es un sistema
mercantil, centrado en la
producción de mercancías. No todo
producto es una mercancía, la
mercancía se produce no para ser
consumida sino para ser vendida,
supone por tanto la propiedad
privada. Hay sin embargo distintas
economías mercantiles diferentes
del capitalismo. Lo que define al
capitalismo es una relación social
nueva: la relación capital-trabajo.

El trabajo en el capitalismo es una mercancía más. Una mercancía que tiene un


precio de mercado, el salario. Y que tiene una propiedad única: genera el
incremento de valor de los productos respecto al coste de sus componentes,
incluido el trabajo (cuyo coste es el salario). Es ese incremento de valor (la
plusvalía), el que al realizarse (venderse la mercancía a un precio mayor que el de
sus componentes sumados) produce la ganancia, el beneficio… beneficio que se
acumula en una nueva forma: el capital. Capital que a su vez tendrá que
«rentabilizarse» aplicándolo (invirtiéndolo) a nuevos ciclos de producción que
generen nuevas plusvalías y por tanto beneficios engrosando de nuevo el capital.

Marx entonces estudia cómo son las


dinámicas de evolución del capital
en el supuesto de una economía
ideal 100% capitalista. Esa reducción
le permite aislar las tendencias más
importantes, entre ellas la de la baja
de la tasa de ganancia (rentabilidad
del capital) que conlleva el aumento
de la masa de productos fabricados y
el del peso relativo del trabajo
muerto (el capital) sobre el trabajo
vivo (trabajo realizado por
personas). Todo esto es
importantísimo porque explica
cómo y por qué en su propia lógica
interna el capitalismo empuja,
acerca a la humanidad hacia la
abundancia, desarrollando sus
capacidades productivas y el
conocimiento entre los FERROCARRILES BRITÁNICOS EN INDIA.
estremecimientos y miserias propias
de un sistema que en cada ciclo
tiende a pauperizar a más y más trabajadores hasta llegar al absurdo de la super-
producción capitalista en tiempos de crisis.

Pero eso no quita para que Marx sea


plenamente consciente de que entre
crisis y crisis hay algo más y que ese
algo más está relacionado
precisamente con el sector no
capitalista de la economía mundial:
todos esos campesinos
independientes que no explotan
trabajadores, los artesanos, etc. Los
sectores productivos que habían
sido mayoritarios hasta la llegada del
capitalismo y a los cuales el
capitalismo parasita. ¿Por qué los
parasita? Porque dado que la
plusvalía es trabajo no pagado, por «LA LLEGADA» CHRISTOPHER RICHARD WYNNE, 1913. LOS
PINTORES PRE-FUTURISTAS AMERICANOS RETRATARON EL
definición los trabajadores no
ÚLTIMO GRAN SALTO DE LAS FUERZAS PRODUCTIVAS DEL
pueden pagar el total de la CAPITALISMO ANTES DE QUE EL SISTEMA ENTRARA
DEFINITIVAMENTE EN UNA FASE DE DECADENCIA Y GUERRAS
producción. Darles crédito para
IMPERIALISTAS.
hacerlo, solo deja el problema,
agravado por intereses, para más
adelante. Que la propia burguesía «consuma» la plusvalía total producida
eliminaría la rentabilidad del capital. Mover los excedentes de unos sectores más
capitalizados a otros tampoco podría hacerse si no es a costa de destruir el capital
una vez más.

Como las «restringidas bases» del sector capitalista solo puede haber
«sobreproducción», es decir, los salarios no son suficientes para comprar todo lo
producido… el capitalismo necesita desde el primer momento expandirse. En
primer lugar hacia sus mercados no-capitalistas internos. En segundo lugar hacia
los exteriores. Ese fue el motor material de la expansión mundial del capitalismo.
Marx es muy explícito en varios textos pero en especial en el capítulo XV del
libro III de «El Capital» (1867)-

Puesto que el fin del capital no es la satisfacción de las


necesidades, sino la producción de ganancias, y puesto que sólo
logra esta finalidad en virtud de métodos que regulan el
volumen de la producción con arreglo a la escala de la
producción, y no a la inversa, debe producirse
constantemente una escisión entre las restringidas
dimensiones del consumo sobre bases capitalistas y una
producción que tiende constantemente a superar esa
barrera que le es inmanente. Por lo demás, el capital se
compone de mercancías, y por ello la sobreproducción de
capital implica la sobreproducción de mercancías. De ahí el
curioso fenómeno de que los mismos economistas que niegan
la sobreproducción de mercancías, admitan la de capital. Si se
dice que dentro de los diversos ramos de la producción no se da
una sobreproducción general, sino una desproporción, ello no
significa sino que, dentro de la producción capitalista, la
proporcionalidad entre los diversos ramos de la producción se
establece como un proceso constante a partir de la despro-
porcionalidad, al imponérsele aquí la relación de la producción
global, como una ley ciega, a los agentes de la producción, y no
sometiéndose a su control colectivo como una ley del proceso
de producción captada por su intelecto asociado, y de ese modo
dominada. Además, de esa manera se exige que países en los
cuales el modo capitalista de producción no está
desarrollado, hayan de consumir y producir en un grado
adecuado a los países del modo capitalista de producción.
Si se dice que la sobreproducción es sólo relativa, ello es
totalmente correcto; pero ocurre que todo el modo capitalista
de producción es sólo un modo de producción relativo, cuyos
límites no son absolutos, pero que sí lo son para él, sobre su
base. ¿Cómo, de otro modo, podría faltar la demanda de las
mismas mercancías de que carece la masa del pueblo, y cómo
sería posible tener que buscar esa demanda en el
extranjero, en mercados más distantes, para poder pagar
a los obreros del propio país el promedio de los medios de
subsistencia imprescindibles? Porque sólo en este contexto
específico, capitalista, el producto excedentario adquiere una
forma en la cual su poseedor sólo puede ponerlo a disposición
del consumo en tanto se reconvierta para él en capital. Por
último, si se dice que, en última instancia, los capitalistas sólo
tienen que intercambiar entre sí sus mercancías y comérselas,
se olvida todo el carácter de la producción capitalista, y se
olvida asimismo que se trata de la valorización del capital, y no
de su consumo. En suma, todos los reparos contra las
manifestaciones palpables de la sobreproducción
(manifestaciones éstas que no se preocupan por tales reparos)
apuntan a señalar que los límites de la producción capitalista no
son limitaciones de la producción en general, y por ello
tampoco lo son de este modo específico de producción, el
capitalista. Pero la contradicción de este modo capitalista de
producción consiste precisamente en su tendencia hacia el
desarrollo absoluto de las fuerzas productivas, la cual entra
permanentemente en conflicto con las condiciones específicas
de producción dentro de las cuales se mueve el capital, y que
son las únicas dentro de las cuales puede moverse.

La consecuencia por tanto es que efectivamente hay un límite al desarrollo


progresivo del capitalismo. Como había descubierto ya en todos los modos de
producción anteriores y relataba en el prefacio a su primera «Contribución a la
Crítica de la Economía Política», en enero de 1859, existe un momento a partir
del cual las relaciones de producción capitalistas…

de formas de desarrollo de las fuerzas productivas que eran,


estas relaciones se convierten en trabas de estas fuerzas.
Entonces se abre una era de revolución social.

Cuando Rosa Luxemburgo empezó


el primer estudio científico del
imperialismo, «La acumulación de
capital» (1913), partió precisamente
de estos apuntes de Marx. Se dio
cuenta ya entonces de que esa
carencia crónica de mercados solo
podía llevar a alcanzar tal límite y
que el momento se expresaría «con
vientos de catástrofe» bélica.
EL IMPERIALISMO NO ES MÁS QUE EL RESULTADO DE LA
IMPOSIBILIDAD DE REALIZAR TODA LA PLUSVALÍA EN UN
MERCADO INTERNO DONDE LOS TRABAJADORES SON YA LA
GRAN MAYORÍA DE LA POBLACIÓN Y POR DEFINICIÓN NO
La existencia de adquirentes PUEDEN COMPRAR TODO LO QUE HAN PRODUCIDO.
no capitalistas de la
plusvalía es una condición
vital directa para el capital y su acumulación. En tal sentido,
tales adquirentes son el elemento decisivo en el problema de la
acumulación del capital. Pero de un modo o de otro, de hecho,
la acumulación del capital como proceso histórico, depende, en
muchos aspectos, de capas y formas sociales no capitalistas. (…)
El capitalismo necesita, para su existencia y desarrollo, estar
rodeado de formas de producción no capitalistas. (…) La
segunda condición previa fundamental, tanto para la
adquisición de medios de producción, como para la realización
de la plusvalía, es la ampliación de la acción del capitalismo a las
sociedades de economía natural.(…)

El imperialismo es la expresión política del proceso de la


acumulación del capital en su lucha para conquistar los medios
no capitalistas que no se hallen todavía agotados.
Geográficamente, estos medios abarcan, todavía hoy, los más
amplios territorios de la Tierra. Pero comparados con la
potente masa del capital ya acumulado en los viejos países
capitalistas, que pugna por encontrar mercados para su
plusproducto, y posibilidades de capitalización para su
plusvalía; comparados con la rapidez con la que hoy se
transforman en capitalistas territorios pertenecientes a culturas
precapitalistas, o en otros términos: comparados con el grado
elevado de las fuerzas productivas del capital, el campo parece
todavía pequeño para la expansión de éste. Esto determina el
juego internacional del capital en el escenario del mundo. Dado
el gran desarrollo y la concurrencia cada vez más violenta de los
países capitalistas para conquistar territorios no capitalistas, el
imperialismo aumenta su agresividad contra el mundo no
capitalista, agudizando las contradicciones entre los países
capitalistas en lucha. Pero cuanto más violenta y enérgicamente
procure el capitalismo el hundimiento total de las civilizaciones
no capitalistas, tanto más rápidamente irá minando el terreno a
la acumulación del capital. El imperialismo es tanto un método
histórico para prolongar la existencia del capital, como un
medio seguro para poner objetivamente un término a su
existencia. Con eso no se ha dicho que este término haya de ser
alegremente alcanzado. Ya la tendencia de la evolución
capitalista hacia él se manifiesta con vientos de catástrofe.

La catástrofe vino en la forma de una guerra mundial que abrió también la era de
las revoluciones proletarias porque como seguía el estudio de Rosa Luxemburgo:

El capitalismo es la primera forma económica con capacidad de


desarrollo mundial. Una forma que tiende a extenderse por
todo el ámbito de la Tierra y a eliminar a todas las otras formas
económicas; que no tolera la coexistencia de ninguna otra. Pero
es también la primera que no puede existir sola, sin otras
formas económicas de qué alimentarse, y que al mismo tiempo
que tiene la tendencia a convertirse en forma única, fracasa por
la incapacidad interna de su desarrollo. Es una contradicción
histórica viva en sí misma. Su movimiento de acumulación es la
expresión, la solución constante y, al mismo tiempo, la
graduación de la contradicción. A una cierta altura de la
evolución, esta contradicción sólo podrá resolverse por la
aplicación de los principios del socialismo; de aquella
forma económica que es, al mismo tiempo, por naturaleza, una
forma mundial y un sistema armónico, porque no se
encaminará a la acumulación, sino a la satisfacción de las
necesidades vitales de la humanidad trabajadora misma y a la
expansión de todas las fuerzas productivas del planeta.

La guerra es la forma de

5 vida del capitalismo en su


decadencia. Aunque en los
primeros momentos el
imperialismo apareciera tan solo
con claridad en las naciones más
desarrolladas, es decir, aquellas con LA VIª FLOTA DE EEUU SURCARDO EL MEDITERRÁNEO. EN EL
CAPITALISMO DE HOY LA VIOLENCIA ARMADA Y LA
grandes masas de capital incapaces
INTERVENCIÓN MILITAR DIRECTA SON ARGUMENTOS
de encontrar colocación dentro de COMERCIAL DE PRIMER ORDEN, COMO AFIRMA SIN
AMBAGES LA DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL DE EEUU.
sus fronteras, se evidencia pronto
como global bajo la forma de guerra
mundial. Lo que da paso a una primera guerra mundial es precisamente lo que
caracteriza el paso a la decadencia y es la base misma del imperialismo: la
ausencia de mercados internos suficientes en los que realizar la plusvalía
producida mundialmente por el capitalismo como un todo.

La causa última del primer imperialismo fue que el mercado mundial no-
capitalista se estaba tornando demasiado pequeño ya para las necesidades de la
acumulación capitalista. Pero si esto lo sufrieron antes y rápidamente los estados
con capitales más concentrados, en realidad era un fenómeno global que se hizo
abiertamente omnipresente con el estallido de la guerra. Por algo es la primera
guerra mundial. Si faltan mercados extracapitalistas suficientes para los grandes,
en realidad faltan para todos. El imperialismo, aunque pudiera parecerlo en un
primer momento, no es un grado de desarrollo de un capital nacional
determinado, es una fase, un estadio que se va consolidando conforme el
capitalismo se acerca al momento en el que se torna incapaz de desarrollar las
fuerzas productivas como hasta entonces y comienza a ser un corsé para ellas.

Esta cuestión que es obvia a poco


que se piense, es importantísima
desde el punto de vista de los
trabajadores y sus alianzas. Porque
quiere decir que no existe
posibilidad para que ninguna
fracción de la burguesía pueda ser ya
progresista. Todas ellas chocarán CELEBRACIONES FRENTE AL PARLAMENTO CATALÁN TRAS LA
APROBACIÓN DE LA PROPUESTA DE INDEPENDENCIA DE JXSÍ
frente al mismo muro. Si hablamos
de liberación nacional, descubrirán
la imposibilidad de un desarrollo independiente del capital nacional. Si hablamos
de los sectores «democráticos» de la burguesía, acabarán impulsando la guerra
como los más autoritarios. Todo apoyo a una sección de la burguesía nacional en
cualquier lugar llevará indefectiblemente al encuadramiento y la matanza de
trabajadores en pos de un capital nacional necesariamente imperialista.

Como había sabido prever ya Rosa Luxemburgo en «La cuestión nacional y la


autonomía» (1908) criticando la consigna de la «autodeterminación», el famoso
«derecho a decidir» no acerca hoy ni un ápice a un desarrollo capitalista
«progresivo» pero sí al imperialismo y la guerra imperialista.

La «autodeterminación», la existencia autónoma de las mini y


micronaciones, es cada vez más ilusoria. Este retorno a la
existencia autónoma de todas o, al menos, de la gran mayoría
de las naciones actualmente oprimidas solo sería posible si la
existencia de pequeños estados tuviera posibilidades y
perspectivas de futuro en la época capitalista. Por ahora son tan
necesarias las condiciones económicas y políticas propias de un
gran estado en la lucha por la existencia de las naciones
capitalistas, que incluso los pequeños estados políticamente
independientes, formalmente iguales en derechos, que existen
en Europa, solo desempeñan un papel simbólico y la mayor
para de las veces son títeres de otros estados.(…)

El segundo aspecto fundamental de la evolución reciente, que


hace utópica esta consigna, es el imperialismo capitalista. (…)
Teniendo en cuenta esta evolución y la necesidad que tienen los
grandes estados capitalistas de la lucha por la existencia en el
mercado internacional, de la política universal y de las
posesiones coloniales, «lo más adecuado para realizar sus
funciones en las condiciones actuales», es decir, lo que mejor
corresponde a las necesidades de la explotación capitalista, no
es el «estado nacional» -como supone Kautsky- sino el estado
imperialista. (…)

Tal como lo entienden los socialistas, este derecho [la


autodeterminación] debe tener, por su misma naturaleza, un
carácter universal, y el solo hecho de reconocerlo así basta para
poner de manifiesto que la esperanza de realizar este «derecho»
en el sistema existente es una utopía en contradicción directa
con la tendencia del desarrollo capitalista, sobre cuya base se ha
constituido la socialdemocracia. Volver al objetivo de dividir
todos los estados existentes en unidades nacionales y limitarlas
mutuamente según el modelos de los estados y los pequeños
estados nacionales es una tentativa desesperada y, desde un
punto de vista histórico, reaccionaria.

Ni hablemos de «guerras de
liberación nacional», que no pueden
ser sino guerras imperialistas por
diferentes que sean las formas que
tomen. Y es que ya en 1914 la
guerra no solo era la expresión de la
contradicción permanente en que se
había convertido el capitalismo, era PASE DE REVISTA DE UNIDADES FEMENINAS DEL YPG-PKK.
también la peculiar vía de solución NO SE PUEDE DECIR QUE TRATEN DE OCULTAR EL
MILITARISMO NI EL CULTO A LA PERSONALIDAD DEL
hacia la que se orientaba la FUNDADOR DEL PKK Y RESPONSABLE DE LA MUERTE DE
burguesía, el único camino al que DECENAS MILES DE PERSONAS.

recurrirá una y otra vez en un ciclo


perverso de crisis, guerra,
reconstrucción y nueva crisis que solo la clase trabajadora puede romper. Como
apuntaba Amadeo Bordiga desde prisión allá por 1929:

Es interesante considerar cómo una solución «conservadora»,


es decir, que prolongue los tiempos del ciclo capitalista, consiste
en la destrucción del capital constante producido, es decir,
instalaciones y recursos, y en la reducción de países ya ricos,
avanzados en el sentido industrial, a países verdaderamente
devastados, destruyendo sus instalaciones (fábricas,
ferrocarriles, barcos, maquinaria, construcciones de todo tipo,
etc.). De este modo la reconstitución de esa enorme masa de
capital muerto permite una ulterior carrera alocada en la
inversión de capital variable, es decir, de trabajo humano
viviente y explotado.

Las guerras llevan a la práctica esta eliminación de


instalaciones, recursos y mercancías, mientas que la destrucción
de brazos obreros no sobrepasa a su producción, debido al
incremento del prolífico animal-hombre.

Se entra después en la civilizadísima reconstrucción (el mayor


negocio del siglo para los burgueses: un aspecto todavía más
criminal de la barbarie capitalista que la propia destrucción
bélica) basada en la insaciable creación de nueva plusvalía.

Por eso de 1914 en adelante da igual quienes sean los bandos burgueses
enfrentados en una guerra. Todo el que llama al reclutamiento, sea en un ejército
estatal, sea en una «resistencia» nacional o «partisana», está sirviendo de
proveedor de carne para la matanza imperialista y desviando a la clase de elevar
su propia respuesta independiente, la única que puede parar la carnicería igual
que hizo en 1917.

El capitalismo de estado es

6 la forma de organización
característica de la
burguesía en el capitalismo
decadente. El primer imperialismo,
aparentemente limitado a los
grandes estados capitalistas
europeos, Japón y EEUU, mostrará EL PRESIDENTE DEL GOBIERNO, MARIANO RAJOY, SALUDA
los primeros signos también de una AL PRESIDENTE DEL BANCO SANTANDER, EMILIO BOTÍN,
DURANTE EL POSADO PARA LA FOTOGRAFÍA DE FAMILIA CON
nueva forma de organización de la LOS GRANDES DIRECTIVOS ESPAÑOLES QUE INTEGRAN EL
burguesía y el estado que se CONSEJO EMPRESARIAL POR LA COMPETITIVIDAD (CEC) EN
MONCLOA EN 2014.
generalizarán en la etapa decadente
del capitalismo. Poco a poco la
competencia capitalista es sustituida por pequeños grupos de grandes empresas
nacidos de fusiones y concentraciones gigantescas de capital. Estas, hasta
entonces dueñas de los bancos, se convierten en propiedad de estos. Y todos se
entreveran con el estado en lo que no es sino una forma de socialización, es decir,
de orientación organizada de toda la sociedad hacia un único objetivo: la
reproducción del capital. Con ella cambia la estructura misma de la burguesía: las
fronteras entre las viejas clases latifundistas, los capitanes de industria, los
banqueros y la alta burocracia del estado se harán borrosas. Buena parte de la
burguesía dejará de tener «la» propiedad de una gran industria para convertirse
en accionistas de consorcios financieros. Otros ni siquiera eso, las rentas que
mantienen e incentivan a la burguesía contemporánea en todo el mundo, han
perdido la centralidad productiva de otrora a pesar de la desigualdad infame de
ingresos y toman formas extremadamente diversas y a veces imaginativas que a
veces se clasifican simplemente como «corrupción». En buena parte de los
nuevos estados producto de revoluciones nacionales, comenzando por Turquía,
el primer país que consiguió su «liberación nacional» en la época imperialista, la
nueva burguesía nacional estará formada fundamentalmente por militares, altos
burócratas, gestores, banqueros y miembros del propio aparato político del
nuevo estado… que generarán también burguesías empresariales. Aunque hoy
resulte lejano es algo muy parecido a lo vivido desde 1914 por la burguesía
española o la argentina, cuyas principales facciones industriales vienen de la
absorción de algún fenómeno empresarial exitoso, es decir con capacidad
monopolista e imperialista -como ha pasado recientemente con Inditex en
España- pero con aun más frecuencia, de la privatización compañías públicas y la
creación de compañías privadas monopolísticas bajo el ala del estado y los bancos
(Repsol, Telefónica, Prisa, etc.).

Ese es el capitalismo en el que


vivimos hoy en día, en el que la
burguesía de estado es descrita
incluso por la prensa burguesa como
una amalgama de «castas»,
«oligarcas», «aparatchiks» y «redes
de poder». Lenin nos contaba en su
EL MINISTRO MONTORO, EL REY FELIPE VI, ANA PATRICIA
famoso folleto «El imperialismo,
BOTÍN Y FRANCISCO GONZÁLEZ.
fase superior del capitalismo» (1916)
cómo todo esto comenzó a tomar
forma a principios del siglo XX:

Esta transformación de la competencia en monopolio


constituye uno de los fenómenos más importantes, -por no
decir el más importante- de la economía del capitalismo en los
últimos tiempos. (…)

(…)La competencia se convierte en monopolio. De ahí resta un


gigantesco progreso de socialización de la producción. Se
socializa también, en particular, el proceso de los inventos y
perfeccionamientos técnicos.

Esto no tiene nada que ver con la antigua libre competencia de


patronos dispersos, que no se conocían y que producían para
un mercado ignorado. La concentración ha llegado a tal punto
que se puede hacer un inventario aproximado de todas las
fuentes de materias primas (por ejemplo, yacimientos de
minerales de hierro) de un país, y aun, como veremos, de varios
países y de todo el mundo. No solo se realiza este cálculo, sino
que asociaciones monopolistas gigantescas se apoderan de
dichas fuentes. Se efectúa el cálculo aproximado de la capacidad
del mercado, que las asociaciones mencionadas se «reparten»
por contrato. Se monopoliza la mano de obra capacitada, se
contratan los mejores ingenieros, y las vías y los medios de
comunicación -las líneas férreas de América y las compañías
navieras en Europa y América- van a parar a manos de
monopolistas. El capitalismo en su fase imperialista, conduce de
lleno a la socialización de la producción en sus más variados
aspectos; arrastra, por decirlo así, a los capitalistas, en contra de
su voluntad y su conciencia, a cierto régimen social nuevo, de
transición de la absoluta libertad de competencia a la
socialización completa.(…)

Nos hallamos en presencia, no ya de la lucha competitiva entre


grandes y pequeñas empresas, entre establecimientos atrasados
y establecimientos adelantados en el aspecto técnico. Nos
hallamos ante la estrangulación por los monopolistas de todos
los que no se someten al monopolio, a su yugo, a su
arbitrariedad.(…)

El desarrollo del capitalismo ha llegado a un punto tal que,


aunque la producción mercantil sigue «reinando» como antes y
es considerada base de toda la economía, en realidad se halla ya
quebrantada y las ganancias principales van a parar a los
«genios» de las maquinaciones financieras. Estas
maquinaciones y estos chanchullos tienen su asiento en la
socialización de la producción; pero el inmenso progreso de la
humanidad, que ha llegado a esa socialización, beneficia… a los
especuladores. Más adelante veremos cómo, «basándose en
esto», la crítica pequeñoburguesa y reaccionaria del
imperialismo capitalista sueña con volver atrás, a la
competencia «libre», «pacífica» y «honrada». (…)
La supresión de las crisis por los cárteles es una fábula de los
economistas burgueses, los cuales ponen todo su empeño en
embellecer el capitalismo. Al contrario, el monopolio que se
crea en varias ramas de la industria aumenta y agrava el caos
propio de toda la producción capitalista en su conjunto.(…)

Los capitalistas dispersos vienen a formar un capitalista


colectivo. Al llevar una cuenta corriente para varios capitalistas,
el banco realiza, aparentemente, una operación puramente
técnica, únicamente auxiliar. Pero cuando esta operación crece
hasta alcanzar proporciones gigantescas, resulta que un puñado
de monopolistas subordina las operaciones comerciales e
industriales de toda la sociedad capitalistas, colocándose en
condiciones -por medio de sus relaciones bancarias, de las
cuentas corrientes y otras operaciones financieras- primero, de
conocer con exactitud, la situación de los distintos capitalistas,
después, controlarlos, ejercer influencia sobre ellos mediante la
ampliación o la restricción del crédito facilitándolo o
dificultándolo, finalmente decidir enteramente su destino,
determinar su rentabilidad, privarles de capital o permitirles
acrecentarlo rápidamente y en proporciones inmensas, etc.(…)

Paralelamente se desarrolla, por decirlo así, la unión personal


de los bancos con las más grandes empresas industriales y
comerciales, la fusión de los unos y de las otras mediante la
posesión de las acciones, mediante la entrada de los directores
de los bancos en los consejos de supervisión (o directivas) de las
empresas industriales y comerciales, y viceversa.(…) La «unión
personal» de los bancos y la industria se completa con la «unión
personal» de unas y otras sociedades con el gobierno. «Los
puestos en los consejos de supervisión -escribe Jeidels- son
confiados voluntariamente a personalidades de renombre, así
como a antiguos funcionarios del Estado, los cuales pueden
facilitar en grado considerable (!!) las relaciones con las
autoridades». (…)

Resulta, de una parte, una fusión cada día mayor, o según la


acertada expresión de N.I. Bujarin, el engarce de los capitales
bancario e industrial y, de otra, la transformación de los bancos
en instituciones de un verdadero «carácter universal». (…)

En los medios comerciales e industriales se oyen con frecuencia


lamentaciones contra el «terrorismo» de los bancos (…) En el
fondo, se trata de las mismas lamentaciones del pequeño capital
con respecto del yugo del grande, solo que en este caso la
categoría de «pequeño» capital corresponde a ¡todo un
consorcio! La vieja lucha entre el pequeño y el gran capital se
reproduce en un grado de desarrollo nuevo e
inconmensurablemente más elevado.(…)

Concentración de la producción; monopolios que se derivan de


la misma; fusión o engarce de los bancos con la industria: tal es
la historia de la aparición del capital financiero y lo que dicho
concepto encierra. (…)
La gestión de los monopolios capitalistas se convierte
indefectiblemente, en las condiciones generales de la
producción mercantil y de la propiedad privada, en la
dominación de la oligarquía financiera (…) [Mientras] los
apologistas del imperialismo y del capital financiero no ponen
al descubierto sino que disimulan y embellecen el mecanismo»
de la formación de las oligarquías, sus procedimientos, la
cuantía de sus ingresos «lícitos e ilícitos», sus relaciones con los
parlamentos etc., etc.

Una tendencia que recordaba la pertinencia de las críticas de Marx contra


aquellos oportunistas alemanes que confundían la meta socialista con un eventual
«socialismo de estado». Ni que decir tiene que la expansión del modelo capitalista
de estado stalinista, muchas veces con aspectos y formas monstruosas, a partir de
los años cuarenta en Asia, Africa y el Caribe llevó esta tendencia hasta la parodia
más cruel y sanguinaria bajo las banderas de la liberación nacional y de la misma
gran mentira actualizada: presentar como socialismo lo que no era sino la
particular forma de capitalismo de estado resultante de la contrarrevolución rusa.

El comunismo no es un

7 capitalismo de estado. Ni
siquiera el capitalismo de
estado es la forma de llegar
a él. El comunismo es un modo de
producción en el que, tras liberarse
las fuerzas productivas hoy
aprisionadas y tornadas destructivas EL GENERAL RAÚL CASTRO RUZ, PRESIDENTE DE LOS
por el capitalismo, la CONSEJO DE ESTADO Y DE MINISTROS DE CUBA, HABLA EN
LA ASAMBLEA NACIONAL DEL PODER POPULAR QUE ACLAMA
desmercantilización total es un UNANIMEMENTE TODAS LAS PROPUESTAS.
hecho extendido y la abundancia
total lo es con ella. Es una sociedad
sin estado y sin ningún tipo de trabajo asalariado ni «esclavo de la necesidad»;
una sociedad no fracturada en clases, pero que tampoco divide entre trabajo
manual e intelectual, entre campo y ciudad, entre ramas del conocimiento.

El periodo de transición es tal, como todo lo que hace al movimiento de clase,


precisamente en la tensión hacia ese futuro. Socialismo es solo ese periodo en el
que el capitalismo de estado -forma concreta de organización del capital nacional
hoy día- se ve erosionado no solo por la sustitución del estado burgués por otro
basado en asambleas y comités electos y revocables bajo control de la clase, sino
sobre todo por la subversión y la negación permanente, estratégica, desde el
primer momento, de la ley del valor. Como dice el «Pro segundo Manifiesto
Comunista» (1961)

Se ha hecho imperativo establecer que la transición del


capitalismo al comunismo, la dictadura del proletariado, es un
concepto sociológico marxista, inseparable de la más completa
democracia en el seno de las masas trabajadoras, ellas mismas
en proceso de desaparición como clase. La emancipación de los
trabajadores es obra de los trabajadores mismos. Le vuelven la
espalda cuantos la identifican con la dictadura de un partido o
siquiera de varios, cual la dictadura capitalista llamada
democracia parlamentaria. Sólo la desaparición de la ley
mercantil del valor, basada toda ella en el trabajo asalariado,
acarreará la extinción del Estado. Sin adentrarse en ésta desde el
principio mismo de revolución, el Estado se transforma
rápidamente en el organizador de la contrarrevolución.

El capitalismo de estado

8 absorbe todas las


«instituciones
representativas obreras».
Comenzando por los grandes
partidos de masas, como se vio ya en
la primera guerra mundial, cuando
el SPD y con él todos los grandes
partidos socialistas de la II
ASAMBLEA DE TRABAJADORES DE ROCA EN «HUELGA
Internacional cerraron filas en torno SALVAJE» -RECHAZADA POR LOS SINDICATOS- EN 1977.
a «sus» burguesías y llamaron a filas
a los trabajadores a degollarse y
masacrarse de a millones. Con ellos moría la posibilidad también de una
«representación parlamentaria» de los trabajadores. Entre otras cosas porque esa
concentración de la burguesía en el estado ha vaciado también a los parlamentos
mismos. Otrora eran lugar de encuentro de los grupos y tendencias de las clases
dominantes, hoy representan los sabores de su aparato político, no las tendencias
de los distintos grupos de capital, fundidas hace tiempo en un metabolismo no
menos contradictorio, pero común, que recorre en canal toda la maquinaria
directiva del estado, la comunicación, las finanzas y las grandes empresas.

Tres cuartos de lo mismo ha pasado con los sindicatos. Aunque se olvide a


menudo, los sindicatos no solo fueron parte del esfuerzo de guerra y abanderados
del reclutamiento bajo banderas burguesas en todas las guerras desde 1914,
cuando llegó la primera gran oleada revolucionaria, se pusieron en contra de la
revolución y desde entonces, los sindicatos han sido constantemente un freno al
desarrollo político de las luchas de clase. El capitalismo decadente que comenzaba
entonces, es un capitalismo de estado, con sus monopolios y organizaciones
industriales en cada sector. Todo lo que había pasado es que los sindicatos
obreros habían pasado de instituciones mediadoras a organizaciones
monopolísticas -ligadas al estado por tanto- de la fuerza de trabajo.

Lo hemos visto en estos meses: en


tanto que institución estatal
especializada, los sindicados se
integran en la determinación estatal
de los salarios en todas las ramas de
la producción: primero calculan con
el gobierno un salario mínimo que
se adapte a los objetivos de
inflación, a partir de ahí crean un MAYO 68. 5000 OBREROS OCUPAN LA FÁBRICA DE RENAULT
EN LAS AFUERAS DE PARÍS.
marco con la patronal y finalmente
este marco se adapta en cada
empresa, teniendo en cuenta su situación particular, en «mesas de negociación»
entre el comité de empresa y la dirección. Como escribían G. Munis y Benjamin
Peret en 1947 en «Los sindicatos contra la revolución»:

El recorrido de los sindicatos y el del capitalismo individual se


funde y confunde en la centralización suprema, estatal, del
capital y del poder político. La experiencia rusa precisamente,
nos mete por los ojos el dicho recorrido sindical ya cumplido.
Allí, los sindicatos no conviven con la burguesía inexistente, ya
no son vendedores sino compradores de la fuerza de trabajo
obrera, como parte constituyente que son, de la depositaria
general del capital, que es el Estado. En suma, su función cerca
del capital variable (el proletariado) les ha llevado a la
copropiedad indivisa del capital constante. El siervo de ayer se
ha transformado en señor, meta anhelada de los sindicatos y sus
mentores políticos en el mundo occidental.

Todos los sindicatos del mundo Occidental y «neutro», sin


excepción, están en trance de pasar de la «libre» concurrencia
entre la oferta y la demanda de la fuerza de trabajo a la fase de
regimentación de la oferta por la demanda, o sea, de la clase
obrera por el capital monopolista o estatal, monopolio
exclusivo. (…)

Es el burócrata sindical quien paraliza la acción obrera. La


primera consigna de los revolucionarios debe pues ser: «!Fuera
los burócratas sindicales¡» pero el principal enemigo lo
constituye el stalinismo y su aparato sindical, por ser partidario
del capitalismo de estado, es decir, de la fusión completa del
estado y del sindicalismo. Es pues el más clarividente defensor
del sistema capitalista, ya que señala, para tal sistema, la forma
más estable que pueda concebirse hoy.

No se podrá, empero, destruir un organismo existente sin


aprontar otro adaptado a las necesidades de la revolución social.
Esta misma se ha encargado de mostrarnos, cada vez que ha
hecho aparición, su instrumento predilecto, el comité de fábrica
directamente elegido por los trabajadores en sus lugares de
trabajo, de componentes revocables en todo momento. Es el
único organismo que puede, sin cambiar, dirigir los intereses
obreros en la sociedad capitalista sin dejar de apuntar a la
revolución social, dar cumplimiento a ésta y, una vez su
victoria asegurada, constituir la base de la sociedad futura. Su
estructura es la más democrática que cabe concebir, puesto que
elegido en los lugares mismos de trabajo por el conjunto de los
trabajadores, que controlan cotidianamente su acción y puede
destituirlo siempre para nombrar otro. Su constitución ofrece
el mínimo de riesgos de degeneración debido al control
constante y directo que los trabajadores pueden ejercer sobre
sus delegados. Además, el contacto permanente entre
responsables y electores favorece al máximo la iniciativa
creadora de la clase obrera, llamada así a tomar sus destinos en
sus propias manos y a dirigir directamente sus luchas. Tal
comité, que representa auténticamente la voluntad obrera, está
llamado a gestionar la fábrica, a organizar su defensa contra la
policía y las bandas reaccionarias del stalinismo o del
capitalismo tradicional. Una vez victoriosa la revolución, a él
tocará indicar a la dirección económica regional, nacional, e
internacional después, (estas también directamente elegidas por
los trabajadores), la capacidad de producción de la fábrica, sus
necesidades en materias primas y de mano de obra. En fin, los
representantes de cada fábrica se verán llamados a constituir en
las escalas regional, nacional, e internacional, el nuevo
gobierno, distinto de la dirección económica, cuya principal
tarea consistirá en liquidar la herencia del capitalismo y
asegurar las condiciones materiales y culturales de sus propia
desaparición progresiva.

Es el organismo revolucionario por excelencia a la vez político


y económico, por lo cual su simple constitución representa una
especie de insurrección contra el estado capitalista y sus
esbirros sindicales, puesto que aglomera todas las energías
obreras contra el estado capitalista, incluso el estado investido
de poderes económicos. Por esa razón misma lo vemos surgir
espontáneamente en momentos de crisis social aguda, pero en
nuestra época de crisis crónica, es preciso que los
revolucionarios lo preconicen desde ahora si quieren terminar
con la injerencia de los burócratas sindicales en las fábricas y
devolver a los trabajadores la iniciativa de su emancipación.
Destruyamos pues los sindicatos en nombre de los comités de
fábrica democráticamente elegidos por la asamblea de obreros
en cada lugar de trabajo y revocables en cualquier momento.

Algunas consecuencias
El texto anterior ya se nos hacía
demasiado largo para este medio y
abre muchas preguntas para
discusiones posteriores. Sin
embargo muestra a las claras lo que
a nuestro juicio es central en la
situación actual: el comunismo no
es un ideal ni un sueño profético de
unos cuantos iluminados, sino una
UN PARÍS «VERDE» Y «POST-ESCASEZ» IMAGINADO POR
necesidad material de la especie
EL ARQUITECTO VINCENT CALLEBAUT COMO LA CIUDAD DE
humana que solo los trabajadores 2050. UNA UTOPÍA BAJO EL CAPITALISMO, TAL VEZ UNA
POSIBILIDAD EN UNA SOCIEDAD EN DESMERCANTILIZACIÓN
podemos llevar a hacer realidad.
(SOCIALISMO).
Usando un lenguaje querido a las
viejas generaciones: las condiciones
materiales están dadas por el desarrollo decadente del capitalismo durante más de
un siglo. Las condiciones subjetivas están lastradas por la gran mentira que
presentó machaconamente al capitalismo de estado stalinista como
«comunismo», mentira que se impuso como verdad social con el concurso de
todas y cada una de las burguesías de estado, la máxima implicación de sus
medios de comunicación, educación y propaganda y todo su aparato político
desde la ultraizquierda a la ultraderecha pasando por la universidad. Ser útiles a
que nuestra clase venza esa trampa sigue siendo la primera batalla a la que
estamos llamados para superar el capitalismo.

El legado nefasto del período anterior, que se entrama a las


rivalidades interimperialistas exige, para que se desate una
ofensiva persistente por encima de las fronteras, la presencia de
una o varias organizaciones que hayan puesto en claro la
copiosa experiencia del pasado y suficientemente conocidas
para atraer la atención del proletariado en lucha. Las
condiciones objetivas de la revolución comunista no bastan
para garantizar su victoria, y la condiciones subjetivas no serán
necesariamente engendradas por las primeras. Las condiciones
subjetivas no son otra cosa que la conciencia teórica de la
experiencia anterior y de las posibilidades máximas ofrecidas al
proletariado; es el conocimiento anhelante de acción humana y
listo para mudar su existencia subjetiva en existencia objetiva.
Ahora bien, jamás la preparación teórica ha estado tan
descentrada, tan en zaga de la experiencia y de las posibilidades
como hoy. Es otra consecuencia, directa e indirecta, de la
superchería aún vivaz de la contrarrevolución stalinista. Y tal
retraso explica que la práctica esté tan alejada de las
posibilidades inmediatas.

Partido-estado, stalinismo, revolución. G. Munis, 1976

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