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INDICACIONES

Este subsidio ha sido elaborado para facilitar la celebración de la semana


santa en familia.
El bautismo hizo de nosotros un pueblo sacerdotal y, por tanto, nuestra fa-
milia, es una Iglesia doméstica.
En virtud de este sacerdocio bautismal, por el cual podemos entrar en re-
lación con Dios como nuestro Padre, cualquier miembro bautizado de la
familia puede dirigir la oración en calidad de «ministro». Lo ideal es que sea
el padre o la madre.
Este subsidio usa diferentes tipos de letra:

Rúbrica En letra roja: son solo indicaciones. Nunca se leen en voz alta.

Negrita Contiene el texto del ministro que dirige la celebración.

Normal Contiene el texto que responde la asamblea.

V. Indica la frase que dice quien dirige la oración.

R. Indica la respuesta de la asamblea.

Es recomendable que todos los miembros de la familia tengan copia, al me-


nos electrónica de este guion.
Rogamos encarecidamente a quien va a servir como ministro, leer previa-
mente el subsidio, orarlo, pedir a Dios que ilumine a todos los integrantes
de la familia para que obtengan todo el provecho espiritual y para que la
celebración sea fluida, cooperando de esta manera con el Espíritu Santo.
Recuerde, que actúa ejerciendo su sacerdocio bautismal, que ora con toda
su familia que es realmente la Iglesia doméstica y que actúa en representa-
ción de toda la Iglesia universal.
Diócesis de Armenia

SUBSIDIO LITÚRGICO
en tiempo de crisis COVIT-19

DOMINGO XXXIII
del tiempo ordinario

CELEBRACIÓN DE LA PALABRA
EN FAMILIA

Elaborado por la Delegación diocesana de liturgia,


con las orientaciones del obispo diocesano de Armenia,
apartir de los textos oficiales aprobados para Colombia,
con la cooperación de la Delegación diocesana para animación bíblica
y el Centro de comunicaciones,
para el uso no comercial de los fieles.
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Lucernario (solo en la noche)


Reunidos en torno a un pequeño altar sobre el que se ha puesto la Palabra de
Dios, un crucifijo y -de ser posible- un cirio, puede entonarse un canto adecua-
do.
Si la celebración se lleva a cabo de noche, conviene que se lleve a cabo el rito
del lucernario, mientras se enciende el cirio principal. De lo contrario, se pasa
a la página siguiente. En el primer caso, el ministro dice:

Querida familia: al encender este cirio en el domingo,


memorial de la resurrección del Señor, pidamos a Dios
que ilumine nuestros corazones con su luz y nos ayude
a vivir siempre como hombres nuevos:
Y enciende el cirio que tiene sobre el altar.
A continuación, el ministro dice, con las manos juntas:

Bendito seas Dios, Padre nuestro,


que has permitido que nuestros sentidos
palparan a tu Hijo, luz que no conoce el ocaso.
R. Bendito seas por siempre, Señor.
Bendito seas Dios, Padre nuestro,
que nos has arrancado del dominio de las tinieblas
y nos has trasladado al reino de tu luz.
R. Bendito seas por siempre, Señor.
Bendito seas Dios, Padre nuestro,
que nos invitas a iluminar el mundo
con nuestro testimonio cristiano.
R. Bendito seas por siempre, Señor.
Y concluye, diciendo:

Oh luz gozosa
de la santa gloria del Padre celeste inmortal,
Santo y feliz, Jesucristo.
Al llegar el ocaso del sol,
contemplando la luz de la tarde,
cantamos al Padre y al Hijo y al Espíritu de Dios.
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Tú eres digno de ser alabado siempre por santas voces


Hijo de Dios, que nos diste la vida,
el mundo entero te glorificará.
R. Amén.

Y prosigue con los ritos iniciales, en la página siguiente.


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Ritos iniciales
Entonces el ministro dice:

En el nombre del Padre +


y del Hijo
y del Espíritu santo.
R. Amén.
Ministro con las manos juntas:

Bendito sea Dios


que nos reconforta en nuestras tribulaciones.
R. Bendito seas por siempre, Señor.
Ministro:

Querida familia: Cada domingo nos recuerda a los cris-


tianos que somos en este mundo solo peregrinos, pues
esperamos los cielos nuevos y la tierra nueva. La litur-
gia de hoy nos anima a prepararnos con alegría a la se-
gunda venida de nuestro Señor, viviendo cada momen-
to como hijos de la luz. Acojamos la esperanza que esta
celebración intenta suscitar en nosotros y sintámonos
alegres en el Señor.
Antes de continuar, reconozcamos con humildad, que
somos pecadores:
Y tras un momento de silencio, todos dicen:

— Señor, ten misericordia de nosotros.


R. Porque hemos pecado contra ti.
— Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Y danos tu salvación.

El ministro concluye con las manos juntas:

Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados
y nos lleve a la vida eterna.
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R. Amén.
El ministro:

Porque reconocemos que Dios ha sido bueno con no-


sotros, por todas las bendiciones que hemos recibido,
glorifiquémoslo diciendo:
Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo;
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque solo tú eres Santo, solo tú Señor,
solo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.
Y el ministro, con las manos juntas, dice:

Oración

C
oncédenos,
Señor, Padre nuestro,
alegrarnos siempre en tu servicio,
porque en dedicarnos a ti,
autor de todos los bienes,
consiste la felicidad completa y verdadera.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Y se sientan todos para escuchar la Palabra de Dios.


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Primera parte:
LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA Prov 31, 10-13. 19-20. 30-31


Trabaja con la destreza de sus manos

Lectura del libro de los Proverbios.

U na mujer fuerte, ¿quién la hallará?


Supera en valor a las perlas.
Su marido se fía de ella,
pues no le faltan riquezas.
Le trae ganancias, no pérdidas,
todos los días de su vida.
Busca la lana y el lino
y los trabaja con la destreza de sus manos.
Aplica sus manos al huso,
con sus dedos sostiene la rueca.
Abre sus manos al necesitado
y tiende sus brazos al pobre.
Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura;
la que teme al Señor merece alabanza.
Cántenle por el éxito de su trabajo,
que sus obras la alaben en público.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
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Salmo responsorial Sal 127, 1bc-2. 3. 4-5 (R.: cf. 1b)

R. Dichosos los que temen al Señor.

V. Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.


Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R.

V. Tu mujer, como parra fecunda,


en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R.

V. Esta es la bendición del hombre


que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sion,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R.

SEGUNDA LECTURA 1 Tes 5, 1-6


Que el Día del Señor no los sorprenda como un ladrón

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los


Tesalonicenses.

E n lo referente al tiempo y a las circunstancias, her-


manos, no necesitan que les escriba, pues ustedes
saben perfectamente que el Día del Señor llegará como
un ladrón en la noche.
Cuando estén diciendo: «paz y seguridad», entonces, de
improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores
de parto a la que está encinta, y no podrán escapar.
Pero ustedes, hermanos, no vivan en tinieblas, de for-
ma que ese día los sorprenda como un ladrón; porque
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todos son hijos de la luz e hijos del día; no somos de


la noche ni de las tinieblas.
Así, pues, no nos entreguemos al sueño como los de-
más, sino estemos en vela y vivamos sobriamente.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Aleluya Jn 15, 4a. 5b

R. Aleluya, aleluya, aleluya.


V. Permanezcan en mí, y yo en ustedes
—dice el Señor—;
el que permanece en mí da fruto abundante. R.

EVANGELIO Mt 25, 14-30


Como has sido fiel en lo poco, entra en el gozo de tu señor

+ Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

E n aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta pa-


rábola:
«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los
dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talen-
tos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capa-
cidad; luego se marchó.
El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar
con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo
lo mismo y ganó otros dos.
En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la
tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos
siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos.
Se acercó el que había recibido cinco talentos y le pre-
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sentó otros cinco, diciendo:


“Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros
cinco”.
Su señor le dijo:
“Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco,
te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu se-
ñor”.
Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo:
“Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros
dos”.
Su señor le dijo:
“¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo
poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo
de tu señor”.
Se acercó también el que había recibido un talento y
dijo:
“Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no
siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y
fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo
tuyo”.
El señor le respondió:
“Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Conque sabías
que siego donde no siembro y recojo donde no espar-
zo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco,
para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los
intereses. Quítenle el talento y dénselo al que tiene
diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero
al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese
siervo inútil échenlo fuera, a las tinieblas; allí será el
llanto y el rechinar de dientes”».

Palabra del Señor.


R. Gloria a ti, Señor Jesús.
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Reflexión

El ejemplo del libro de los Proverbios nos presenta pre-


cisamente a una mujer, la “mujer fuerte”, hija, hermana
o madre en la que se puede confiar. La mujer judía, en-
cargada de mantener el fuego en el hogar, y de encender
las luces del shabat, experimentó desde muy pronto lo
que significó su llamado al Reino. Ella encarnaba en Is-
rael la sabiduría de Dios y, por lo tanto, debe enseñarla,
iniciar a sus hijos en su camino. En el hebreo bíblico
espíritu (ruah) y sabiduría, (hokma), son términos fe-
meninos. Sofía, como una niña que danza ante Dios,
(Prov 8,22ss), es el rostro humano del pensamiento di-
vino y por lo tanto es a la madre a quien corresponde
la iniciación de sus hijos en la prudencia. Israel valoró
a la mujer como a una perla, desde su escondimiento e
invisibilidad, pero también la apreció como profetisa,
guerrera y reina. La amada de Yahvé a quien profetas y
sabios dieron nombres y destinos femeninos, al repren-
der en sus desvíos la respuesta del pueblo a un amor
de Alianza. Israel fue la elegida, la virgen, la esposa, la
ramera. Oseas, Jeremías y Ezequiel describieron las in-
fidelidades de Israel con nombres femeninos. En reali-
dad aquí se habla de la mujer como si se tratara de la
“sabiduría”. Esa sabiduría bíblica, que es una sabiduría
práctica, es la que se propone aquí en la imagen de la
mujer.
La segunda lectura, en continuación con la del domin-
go pasado, nos muestra al Pablo primitivo al que la co-
munidad de Tesalónica le plantea grandes cuestiones y,
concretamente, en lo que se refiere a la venida del Se-
ñor. Los primeros cristianos estuvieron obsesionados
con ello. Esta es la segunda instrucción del apóstol so-
bre dicho acontecimiento. Para su enseñanza se vale del
lenguaje profético del AT, de la literatura apocalíptica:
vendrá como cuando una mujer da a luz, que casi siem-
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pre es un momento inoportuno, entre la luz y las tinie-


blas, entre el velar y el dormir. Pero el objetivo de Pablo
es liberar la tensión que pesa sobre el momento y la hora
de la venida e incidir en la actitud que hay que tener,
como lo más importante: ese debe ser un instante de luz
porque es evento de salvación, para lo cual se debe estar
preparado. Por eso, el falso problema de cuándo, con
su angustia e incerteza, se cambia por el cómo: desde la
luz, desde la praxis del amor, la justicia, la solidaridad
y el perdón. Así viviremos con Cristo.
El evangelio de Mateo (25,14-30) nos muestra, tal
como lo ha entendido el evangelista, una parábola de
“parusía” sobre la venida del Señor. Es la continuación
inmediata del evangelio que se leía el domingo pasa-
do y debemos entenderlo en el mismo contexto sobre
las cosas que forman parte de la escatología cristiana.
La parábola es un tanto conflictiva en los personajes
y en las reacciones. Los dos primeros están contentos
porque “han ganado”; el último, ¿qué ha hecho? “ente-
rrar”. Los hombres que han recibido los talentos deben
prepararse para esa venida. Dos los han invertido y han
recibido recompensa, pero el tercero los ha cegado y la
reacción del señor es casi sanguinaria. El siervo último
había recibido menos que los otros y obró así por miedo,
según su propia justificación. ¿Cómo entendieron estas
palabras los oyentes de Jesús? Parece que la recompen-
sa divina, tal como la Iglesia primitiva pudo entender
esta parábola, es injusta: al que tiene se le dará, y al que
tiene poco se le quitará. Pero se le quitará si no ha dado
de sí lo que tiene. Cada uno, desde lo que es, debe espe-
rar la salvación como la mujer fuerte de los Proverbios
que se ha leído en primer lugar. Tampoco el señor de la
parábola es una imagen de Dios, ni de Cristo, porque
Dios no es así con sus hijos y Cristo es el salvador de
todos. Es una parábola, pues, sobre la espera y la espe-
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ranza de nuestra propia salvación. No basta asegurarse


que Dios nos va a salvar; o aunque fuera suficiente: ¿es
que no tiene sentido estar comprometido con ese pro-
yecto? La salvación llega de verdad si la esperamos y si
estamos abiertos a ella.
Silencio meditativo.

Oración universal

Oremos a Dios Padre todopoderoso, por Jesucristo su


Hijo, el Señor, en la unidad del Espíritu Santo:
R. Te rogamos, óyenos.
• Para que conceda a los sacerdotes la santidad, a los
pueblos la paz y a los magistrados la justicia. R.
• Para que santifique a su pueblo, reafirme los proppó-
sitos de las vírgenes y fortalezca la fidelidad de los es-
posos. R.
• Para que los niños lleguen a la madurez de la fe, los
convertidos perseveren, los catecúmenos se hagan dig-
nos del bautismo y los no creyentes busquen y encuen-
tren la verdad. R.
• Para que venga en ayuda de cuantos padecen injusti-
cia, conceda el éxito a nuestros trabajos, buen tiempo
a las cosechas y gobierne el mundo con su misericor-
dia. R.
COMUNIÓN ESPIRITUAL

Oración dominical
Luego, con las manos juntas, invita a orar el Padre nuestro.

Fieles a la recomendación de nuestro salvador, y si-


guiendo sus divinas enseñanzas, atrevámonos a decir:
Y todos juntos dicen, si lo desean, con las manos discretamente extendidas:

Padre nuestro, que estás en el cielo,


santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
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hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.


Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación
y líbranos del mal.

Comunión espiritual
El ministro invita a todos para recibir la comunión espiritual:

Hermanos: ya que las circunstancias actuales nos impi-


den celebrar el domingo, día del Señor, en la Asamblea
litúrgica, y por ello no es posible recibir la comunión
sacramental, los invito para que pidamos con humildad
al Señor, que venga a nuestra vida y a nuestras familias:
Jesús mío, yo creo que estás verdaderamente presente
en el Santísimo sacramento del Altar.
Yo te amo sobre todas las cosas,
te declaro junto con el Padre y el Espíritu Santo,
como único Dios y Señor
y te deseo ardientemente en el alma.
Ya que no puedo recibirte ahora sacramentalmente,
ven, por lo menos, espiritualmente a mi corazón.
Y después de un momento de silencio, continúan:

Como si ya hubieras venido,


yo te abrazo y me uno enteramente a ti.
Nunca permitas que me separe de ti. Amén.

Canto

Cristo está conmigo,


junto a mí va el Señor;
me acompaña siempre,
en mi vida, hasta el fin.

Ya no temo, Señor, la tristeza;


ya no temo, Señor, la Soledad,
porque eres, Señor, mi alegría;
tengo siempre tu amistad.
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Ya no temo, Señor, a la noche;


ya no temo, Señor, la oscuridad ,
porque brilla tu luz en la sombras,
ya no hay noche, Tú eres luz.

Ya no temo, Señor, los fracasos;


ya no temo, Señor, la ingratitud,
porque el triunfo, Señor, en la vida,
Tú lo tienes, tú lo das.

Ya no temo, Señor, a la muerte,


ya no temo, Señor, la eternidad;
porque tú estas allá esperando
que yo llegue hasta Ti.

Ya no temo, Señor, los abismos;


ya no temo, Señor, la inmensidad,
porque eres, Señor, el camino
y la vida y la verdad.

Statio mariana

Antes de terminar, invoquemos a nuestra madre, di-


ciendo:
Santísima Virgen María,
que habéis sido concebida sin pecado,
yo os elijo hoy por Señora y dueña de esta casa
y os pido por vuestra Inmaculada Concepción,
os dignéis preservarla de la peste, del fuego, del agua,
del rayo, de los terremotos, de los ladrones, de los impíos,
de los bombardeos y de los peligros de la guerra.
Bendecid y proteged a las personas que habitan
y que vivirán en ella
y concededles la gracia de evitar el pecado
y todas las demás desgracias y accidentes.
¡Oh María concebida sin pecado, rogad por
nosotros que recurrimos a vos!

Invocación final
Para finalizar, el ministro dice, trazando el signo de la cruz sobre sí mismo:
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El Señor nos bendiga,


nos proteja de todo mal
y nos conceda celebrar este día
santamente, en su presencia.
R. Amén.

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