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¡PERROS!

“Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del
cuerpo.” (Fil 3:2)

¿Quiénes eran esas personas a las que se refería el apóstol Pablo?

Por el contexto eran creyentes, pero con un mensaje de justicia distorsionado, predicaban
otro evangelio, llegaban a las congregaciones y enseñaban que la salvación dependía de
sus obras, de su obediencia, de sus logros espirituales, teniendo como base la ley.

El efecto de ese mensaje era la mutilación del cuerpo al apartar a los cristianos del Señor,
del cuerpo de Cristo, sustituyendo la Fe por los méritos propios y presentarse justos ante
Dios por lo que hacían y no por lo que eran.

Por esa razón, Pablo los llamó ¡perros! mutiladores del cuerpo a los que llevaban esa
enseñanza. Los miembros que recibían ese falso mensaje ya no tenían parte en el cuerpo
de Cristo.

Cuando un cristiano cae de la Gracia al justificarse por sus obras de obediencia, deja de ser
parte del cuerpo, el cuerpo queda mutilado cuando algunos de sus miembros se pierden.

La respuesta del apóstol, a ese mensaje dañino, fue presentarse él mismo como ejemplo.

“Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más,…” (v. 4)

Confiar en la carne significa tener méritos o credenciales o logros para presentarse ante
Dios y ser aceptado, recibido por Él.

Pueden leer todas las cosas buenas que Pablo tuvo y logró en su vida antes de ser
cristiano en los versos 5 y 6

Lo que más me sorprendió, “…en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible.”

Es decir, la conducta de Pablo era intachable, una conducta excelente entre sus
semejantes, un testimonio irreprensible, nadie podía señalarle de alguna falta.

Pero el apóstol sabía por revelación, que ningún logro, ninguna obediencia por muy
perfecta que fuera alcanzaba la gloria de Dios, él sabía que por muchos méritos que
acumulara en la vida, de nada le serviría para presentarse justo delante de Dios.

Él dijo, “…ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es
por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;…” (v. 9)
Estimado hermano, si usted cree que la salvación, la justicia que es de Dios, depende de
sus prácticas eclesiásticas, de su conducta, de su servicio, si usted cree que son sus logros
espirituales las credenciales para entrar al cielo, con todo respeto se lo digo, usted está
creyendo otro evangelio.

Y si usted enseña ese falso evangelio a los hermanos, con amor y respeto se lo digo, tenga
cuidado, mire bien lo que hace, pues como lo diría el apóstol Pablo, usted sería un ¡perro!

“Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para
entrar por las puertas en la ciudad. Mas LOS PERROS estarán fuera, y los hechiceros, los
fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira.”
(Apo 22:14-15)

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