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Las estrategias de política exterior de México en la era de la globalización

Guadalupe González González

División de Estudios Internacionales, cide.

Los acontecimientos mundiales desde el fin de la guerra fría han modificado


drásticamente el entorno estratégico de la política exterior mexicana. Tres son
los cambios internacionales más importantes: el paso de una estructura híbrida
del poder mundial1 a otra de carácter unipolar, el avance de la globalización,2
y la creciente relevancia de las instituciones internacionales. A principios de
los noventa, la elite gobernante en México tomó decisiones en torno al modelo
de desarrollo que tendrían importantes consecuencias de largo plazo sobre las
estrategias diplomáticas del país frente a los cambios globales. En abierta
ruptura con la tradicional postura de desconfianza y aislamiento frente al
mundo, se optó por fomentar, en lugar de resistir, el proceso de globalización
económica. Se adoptaron reformas de liberalización económica y apertura
comercial, y se decidió institucionalizar una asociación económica formal con
Estados Unidos a través del tlcan. Las principales consecuencias para la
política exterior fueron el tránsito de una visión ideológica y legalista al
pragmatismo, un alineamiento más próximo con EU, y un patrón de
compromiso selectivo con instituciones internacionales.3
El presente trabajo examina la evolución del proceso de adaptación de México
a la globalización y a las transformaciones del sistema internacional desde el
fin de la guerra fría, y sostiene dos argumentos. El primero es que las
respuestas gubernamentales a los cambios globales han sido de carácter
reactivo, desigual y, en ocasiones, contradictorio. Mientras que la elite política
aceptó adecuarse a las consecuencias económicas de la globalización, mostró
fuertes resistencias frente a sus facetas políticas y sociales como el
surgimiento de redes transnacionales de actores no gubernamentales y el
fortalecimiento de los mecanismos de supervisión internacional en materia de
democracia y derechos humanos.

El segundo argumento es que se requiere integrar al análisis el papel que los


factores políticos internos desempeñan en la definición de las estrategias de
política exterior. Con base en una revisión crítica de tres interpretaciones
sistémicas acerca de las políticas exteriores de países que como México
ocupan una posición intermedia4 en la estructura de poder internacional, se
plantea que los enfoques teóricos que parten exclusivamente de las
características del sistema internacional resultan insuficientes para explicar el
carácter parcial y desigual de las respuestas gubernamentales mexicanas frente
a la globalización.

Con base en el enfoque de Kahler5 acerca de los posibles efectos de los


procesos de liberalización económica y democratización sobre las estrategias
de política exterior de los países en transición, se sugiere que la explicación
del carácter desigual y parcial de las respuestas gubernamentales de México
frente a la globalización se encuentra en variables internas relacionadas con la
asincronía entre las reformas económicas y políticas, y con los requerimientos
de la clase política en el poder para mantener sus bases de apoyo y amarrar sus
propuestas de política pública.

Enfoques sistémicos sobre la política exterior de países intermedios


Tres grandes enfoques intentan explicar cómo las tendencias globales de la
posguerra fría han afectado a países que, como México, ocupan una posición
intermedia dentro de la distribución internacional de poder: el enfoque
sistémico-estructural en América Latina, la visión liberal-institucionalista
sobre potencias medias y el revisionismo realista acerca de los llamados países
pivote.

Tesis 1. Diplomacia de bajo perfil. La tesis de Peter H. Smith6 es que el


sistema internacional de la posguerra fría limita las opciones estratégicas de
los países intermedios, en particular los de América Latina, dada la
profundización de la distribución unipolar del poder por la desaparición del ex
bloque socialista y el desinterés de Europa Occidental por el continente
americano. De esta forma, las condiciones internacionales habrían restringido
el rango de opciones estratégicas abiertas para México y reducido a tal grado
su margen de acción, que los líderes políticos mexicanos no tendrían otra
alternativa que buscar una alineación más estrecha con Estados Unidos y
adoptar una diplomacia de bajo perfil en el contexto internacional.

Tesis 2. Diplomacia internacional proactiva. Desde la perspectiva liberal-


institucionalista, el fin de la guerra fría y la globalización abren nuevas
oportunidades de acción para los países intermedios al disminuir la voluntad y
los recursos de las grandes potencias para ejercer su liderazgo. Según Cooper,
Higgot y Nossal la característica que distingue a las potencias medias es que
cuentan con la voluntad y habilidad necesarias para desarrollar una diplomacia
activa orientada a buscar una mayor y más eficaz influencia sobre el sistema
internacional mediante el ejercicio de formas no estructurales de poder como
el uso hábil de sus capacidades diplomáticas.7 Un sistema internacional, como
el actual, crecientemente institucionalizado, es un campo fértil al activismo
multilateral de este tipo de países.

Tesis 3. Diplomacia reactiva. La perspectiva realista revisionista distingue a


los países intermedios que son democracias estables y economías
desarrolladas de aquellos que no lo son. Para referirse a estos últimos, Chase,
Hill y Kennedy desarrollan una categoría alternativa, la de países "bisagra"8,
los cuales se definen con base en tres criterios. Primero, se trata de países en
vías de desarrollo con serios rezagos sociales y déficit democráticos. Segundo,
debido a su tamaño, posición geoestratégica, población y capacidad
económica están en condiciones de poder afectar los intereses de seguridad de
Estados Unidos y del resto de los países industrializados. Tercero, son países
que atraviesan por situaciones de inestabilidad política, debilidad institucional
e incertidumbre económica.9 Dado que en los Estados "bisagra" tiende a
concentrarse una parte importante de los problemas asociados a los nuevos
temas de la agenda global, como medio ambiente, crimen organizado
transnacional, derechos humanos, y migración internacional, es de esperarse
que sean objeto de una atención mayor por parte de EU que el resto de los
países no desarrollados. De ahí su tendencia a desplegar una diplomacia
reactiva en función del tipo de atención (positiva o negativa) que reciben por
parte de la potencia hegemónica.

Consecuencias de la liberalización económica y la apertura política sobre la


política exterior de México
Miles Kahler propone un enfoque analítico alternativo, que estudia la política
exterior desde la óptica de las variables internas y su interacción con factores
sistémicos. Un supuesto tácito detrás de esta propuesta es que los cambios
internos más importantes -liberalización económica y democratización- que
han experimentado muchos países intermedios durante el periodo de la
posguerra, se refuerzan mutuamente y generan consecuencias similares para la
política exterior.

Según Kahler, la proclividad hacia la colaboración internacional y el


compromiso institucional de los países en transición emana de cuatro
dinámicas internas inducidas por la liberalización económica. La primera
dinámica obedece al déficit de credibilidad inherente a los gobiernos
aperturistas y los regímenes en transición. La segunda dinámica tiene que ver
con el cambio en la correlación de fuerzas entre distintas burocracias e
instancias gubernamentales que la liberalización económica trae consigo. La
tercera dinámica es la creciente internacionalización y movilización de una
amplia gama de actores sociales y grupos de interés. La cuarta dinámica es
resultado de los efectos colaterales del proceso de apertura económica sobre
otras áreas temáticas como transparencia gubernamental y corrupción,
certidumbre jurídica, medio ambiente, derechos sociales, migración
económica o violencia social.

Simultáneamente, las cuatro dinámicas que operan en el nivel interno se ven


reforzadas por un conjunto de factores externos. El más importante es que la
liberalización económica acentúa el interés de importantes actores
internacionales -como instituciones financieras, inversionistas privados,
agencias gubernamentales extranjeras y organizaciones no gubernamentales-
por brindar mayor atención y seguimiento a las condiciones económicas y
políticas que imperan en los países en proceso de liberalización.

Sin embargo, el caso mexicano ilustra que la relación entre liberalización


económica y democratización es más compleja de lo que sugiere este enfoque.
Si bien las grandes tendencias de la política exterior mexicana en las últimas
dos décadas coinciden con las predicciones de Kahler, el carácter incompleto
y desigual de la apertura política hizo que los cambios en el ámbito de las
estrategias diplomáticas se dieran en forma lenta y gradual. En consecuencia,
a partir de los años ochenta México inició un largo y accidentado proceso de
adaptación al nuevo entorno internacional dando lugar a una política exterior
en transición caracterizada por un manejo desarticulado de sus distintos
componentes y la adopción de respuestas ambivalentes frente a la
globalización. A continuación se revisan las principales características de la
política exterior de México durante el periodo de liberalización económica y
apertura política.

La primacía de la economía. La liberalización económica condujo a un cambio


en las prioridades internacionales de México, de tal manera que la política
exterior se orientó cada vez más al objetivo de apoyar los requerimientos de
inversión y acceso a mercados de la nueva estrategia de desarrollo. A lo largo
de la década de los noventa, México instrumentó una activa diplomacia
económica a nivel bilateral con el propósito de establecer una amplia red de
tratados de libre comercio tomando como modelo el tlcan. Las iniciativas
mexicanas en la omc, el Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico
(apec), en el Comité de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo
(unctad) y el fmi se enfocaron en la promoción de mecanismos de alerta
anticipada y respuesta rápida ante el estallido de crisis financieras que
pusieran en peligro los nuevos motores del desarrollo económico nacional: el
comercio exterior y la inversión extranjera.

Alineamiento explícito más cercano con Estados Unidos. México empezó a


articular una nueva identidad internacional, por la cual aspiraba a formar parte
de la comunidad de países desarrollados. Así, el país buscó ingresar a diversos
organismos multilaterales tales como la ocde y redujo su participación en los
mecanismos de representación y concertación multilateral del tercer mundo,
como el Movimiento de Países No Alineados. De acuerdo con Kahler, la
principal ventaja inmediata de buscar convertirse en un miembro pleno del
club de naciones industrializadas proviene de la credibilidad adicional y la
mejor reputación que se adquiere en los mercados financieros internacionales.

México decidió también institucionalizar su relación bilateral con EU, lo cual


llevó a la política exterior mexicana a alinearse a las posturas estadounidense
en el ámbito multilateral. Un indicador útil para medir esta tendencia es el
grado de coincidencia de México con las posiciones de Estados Unidos en las
votaciones en el seno de la Asamblea General de la onu, sobre todo durante el
periodo 1989-96. Sin embargo, en contraste con la relación de alianza
estratégica formal entre Canadá y Estados Unidos, en el caso de México el
grado de alineamiento en temas de seguridad internacional y hemisférica con
EU todavía tiene límites definidos. Ejemplos ilustrativos de ello son la reserva
de México ante la invasión de Kosovo en 1999, y su pronunciamiento a favor
del levantamiento del embargo a Cuba.

Diplomacia multilateral ambivalente. Cabe señalar que la apertura no ha sido


igual en lo que respecta al fortalecimiento del régimen multilateral para la
promoción de la democracia y los derechos humanos. Todavía durante la
administración de Zedillo el discurso diplomático oficial de México giraba en
torno a la primacía indiscutible del principio de no intervención como el
núcleo doctrinario tradicional de la política exterior mexicana. La persistencia
de esta visión impidió que México participara en los programas de la oea
encaminados a la promoción de la democracia en el hemisferio occidental o en
las diversas operaciones de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas.

Fragmentación del proceso de toma de decisiones. La liberalización


económica y la apertura política han derivado en un alto nivel de
fragmentación del proceso de toma de decisiones en el ámbito de la política
exterior. Las responsabilidades de la Secretaría de Relaciones Exteriores han
disminuido mientras que las secretarías de Comercio, Hacienda y Energía,
entre otras, han asumido un papel cada vez más activo en la definición y
conducción de la agenda económica internacional del país. El desplazamiento
de la burocracia diplomática tradicional también se ha dado con respecto a la
agenda de seguridad. La creciente importancia de los llamados nuevos temas
de seguridad, como el narcotráfico y el crimen organizado, ha conducido a una
participación cada vez más activa y directa de las agencias encargadas de la
seguridad pública, principalmente la pgr. Además de esto, ha crecido el interés
y la capacidad de otros actores, como el Congreso y el poder Judicial, de
participar en forma directa en la conducción y el monitoreo de la política
exterior. Sin embargo, debido a que los gobiernos liberalizadores optaron por
un manejo segmentado de la agenda internacional, a lo largo de los últimos
quince años se han agravado los problemas de falta de coordinación y
ausencia de una visión estratégica de conjunto en torno a la orientación, las
prioridades y los instrumentos de la política exterior.

Nuevos instrumentos. El rango de nuevas herramientas ha incluido iniciativas


tales como el lanzamiento de programas de "relaciones públicas" y proyectos
de promoción cultural, la expansión de relaciones con la prensa extranjera, el
fortalecimiento de la red consular, el establecimiento de mecanismos
permanentes de cabildeo, y la aceptación casuística y selectiva de
observadores extranjeros en procesos electorales.10
En busca de una nueva gran estrategia
México entró en la era de la interdependencia económica bajo condiciones de
vulnerabilidad extrema, determinada por la secuencia de crisis económicas
sexenales desde los años setenta y ochenta, el declive mundial de los precios
del petróleo, y la silenciosa integración de facto con Estados Unidos. La
necesidad urgente de capital extranjero forzó a México a acelerar sus reformas
económicas y a buscar la institucionalización de una asociación económica
con Estados Unidos.

Esta decisión llevó al gobierno mexicano a concentrar sus esfuerzos


diplomáticos en la relación con EU, lo que condujo a la adopción de una
participación más cautelosa en foros multilaterales. Un ejemplo de esta
tendencia fue la decisión de México en 1991 de rechazar la candidatura como
miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la onu en el periodo
1992-94. A nivel regional, el gobierno mexicano comenzó a disminuir su
participación en mecanismos de mediación, como el Grupo Contadora, y a
temperar su posición tradicional de oponerse abiertamente a cualquier forma
de intervención estadounidense, como lo demostró durante la invasión
norteamericana a Panamá.

Detrás del tlcan, algunos factores domésticos vinculados a la presencia de


partidos políticos de oposición en México en Estados Unidos después de la
cuestionada elección presidencial de 1988 motivó a la administración de
Carlos Salinas a emprender un relación bilateral más activa y menos defensiva
visa-vis el vecino, con el objetivo de influir en la política estadounidense y de
contrabalancear a sus competidores políticos internos. En 1990, el gobierno
mexicano implementó junto con la Secretaría de Relaciones Exteriores un
programa para las comunidades mexicanas residentes en el extranjero con la
finalidad de proveer mejores servicios a un mayor número de ciudadanos
mexicanos en Estados Unidos así como modificar la imagen de México a nivel
internacional. Simultáneamente, la Secretaría de Comercio estableció una
oficina del tlcan en Washington y contrató a un equipo de abogados
estadounidenses y empresas de relaciones públicas.11
En tan sólo algunos años, México se hizo miembro de la omc, ocde, apec, y el
bid. A nivel bilateral y regional, México firmó una serie de tratados de libre
comercio con Chile (1991, 1999), Estados Unidos y Canadá (1994), Bolivia,
Costa Rica (1995), Colombia y Venezuela (G-3, 1995), Nicaragua (1998),
Israel (2000), el Triángulo del Norte (El Salvador, Honduras y Guatemala, y la
Unión Europea (2001). Esta línea de acción se ha mantenido con el gobierno
de Vicente Fox, hoy comprometido en negociaciones de libre comercio con
Belice, Ecuador, Perú, Panamá, Trinidad y Tobago, y más recientemente,
Brasil.

Ahora bien, problemas internos serios, como el conflicto en Chiapas y el


colapso financiero (1994-95) llevaron al gobierno mexicano a centrar sus
esfuerzos en recuperar la imagen y credibilidad internacionales de México.12
El restablecimiento de la confianza de los inversionistas extranjeros, del
gobierno estadounidense y de las instituciones financieras internacionales se
convirtió en la prioridad a corto plazo de la administración del presidente
Zedillo. La necesidad de mantener una imagen de "buen vecino" y "socio
confiable" llevó al gobierno mexicano a adoptar una posición más
complaciente con Estados Unidos en otros asuntos no económicos, como el
control de drogas y la inmigración, a pesar de que el gobierno estadounidense
adoptó políticas más agresivas para controlar la frontera y promocionar la
democracia.13
En el ámbito político, las crecientes presiones internas para la democratización
desde 1994, así como la proliferación de problemas de gobernabilidad
vinculados con el surgimiento de grupos guerrilleros, la ola de asesinatos
políticos y el auge del crimen organizado condujeron al gobierno mexicano a
aceptar gradual y renuentemente la participación de instituciones
internacionales y de actores extranjeros en algunos aspectos del proceso de
democratización en México. La lógica detrás de todo esto fue la necesidad de
obtener credibilidad y legitimidad internacional. Así, por ejemplo, en 1994,
por primera vez el gobierno mexicano permitió la presencia de observadores
electorales extranjeros.

¿Cómo la transición hacia una asociación económica formal con Estados


Unidos ha afectado la posición internacional de México? Los efectos han sido
tanto positivos como negativos. La asociación con el norte fue exitosa en el
cumplimiento de los objetivos inmediatos de establecer un sector exportador
industrial fuerte, atraer flujos de inversión extranjera directa y asegurar el
acceso al mercado estadounidense.14 Entre los principales aspectos negativos
de esta liberalización se cuentan la dependencia del crecimiento económico
tanto en el mercado de EU como en los flujos de capital internacionales, la
distribución inequitativa de los beneficios del auge exportador a través de
regiones y sectores, principalmente la industria maquiladora y los estados
industrializados del norte de México, y el creciente componente de
importación en las exportaciones mexicanas.

En general, a pesar de la perpetuación de las asimetrías estructurales de poder,


el tlcan incrementó la importancia estratégica de México para Estados Unidos,
al mismo tiempo que intensificó la expansión de los lazos económicos y
sociales entre ambos países. Las crecientes conexiones bilaterales y la
proximidad geográfica han ampliado y profundizado la "interdependencia" de
esta relación bilateral altamente asimétrica. En este sentido, aunque el tlcan
ciertamente ha atado las manos y limitado las opciones de políticas de
México, también ha constreñido las opciones políticas abiertas a Estados
Unidos, aumentando los costos de la acción unilateral y los beneficios de la
cooperación bilateral.

Conforme se fue acercando al nuevo milenio, México pareció estar al borde de


una segunda ronda de reformas políticas estratégicas para manejar las
presiones de la globalización y los riesgos del unilateralismo hegemónico. En
primer lugar, otros "pendientes" están tomando importancia en las
negociaciones globales y la agenda de la relación bilateral, tales como la
innovación tecnológica, los mercados de trabajo transnacionales, los flujos
migratorios, la desigualdad social, la nacionalidad múltiple, la
transnacionalización del crimen, entre otros.

En segundo lugar, la asociación económica con Estados Unidos también ha


manifestado sus límites. Está claro que hechos como la intensificación de
controles migratorios y vigilancia policiaca a lo largo de la frontera suroeste
en la última década permanece como un indicador de conflictos políticos no
resueltos y un nivel bajo de confianza de Estados Unidos hacia México.

Tercero, la secuencia de las virulentas crisis financieras en México (1995), el


sudeste asiático (1997), Rusia (1998) y Brasil (1999), han enseñado la
necesidad de establecer reformas fundamentales tanto en la arquitectura
financiera internacional como en las estructuras financieras domésticas.15
En cuarto lugar, en el nivel interno, el proceso de ajuste ante la globalización
mediante políticas orientadas al mercado ha contribuido a la erosión de la base
social e institucional. La rebelión indígena en Chiapas, la ola de asesinatos
políticos, la expansión del crimen organizado, la violencia relacionada con la
droga, y la participación creciente del ejército en operaciones públicas de
seguridad, son algunos de los síntomas más visibles de la existencia de riesgos
serios de gobernabilidad. Uno de los desafíos reales que enfrentan los líderes
políticos mexicanos es cómo aumentar la arquitectura institucional necesaria
para implantar un gobierno democrático bajo condiciones de creciente
fragmentación política, de disparidades en el ingreso, y de amplia exposición a
crisis externas y la alta competitividad.

Consideraciones finales
Una de las características principales de la estrategia de liberalización
comercial de México es que ha combinado elementos unilaterales, bilaterales
y multilaterales, inicialmente en un patrón secuencial y alterno, y más
recientemente, en una forma simultánea. El propósito clave detrás de esta
estrategia, como señala Mares, tuvo un doble efecto. Primero, usar el mercado
internacional para obtener un mejor acuerdo con Estados Unidos; y segundo,
utilizar la relación única del país con EU para beneficiarse de la economía
internacional.16
En contraste con otras potencias intermedias como Canadá, Australia y Brasil,
México no exploró consistentemente la estrategia alternativa de formar
coaliciones con un número grande de países para aumentar su poder en las
negociaciones de comercio multilateral. El rechazo a formar coaliciones
rígidas llevó a la administración del presidente Zedillo, en contraste con la
estrategia del gobierno de Salinas, a adoptar una postura más flexible que
reconoce la posición de México como el puente entre el norte y el sur y como
parte de múltiples regiones geoeconómicas. Así, el Plan Nacional de
Desarrollo del periodo1995-2000 claramente definió a México como "un país
que requiere tanto alianzas estratégicas selectivas como flexibles" en lugar de
principios generales de solidaridad regional o de desarrollo en la identificación
de temas de interés común, principalmente con naciones emergentes
principales cuyo desarrollo sea comparable con México. Desde esta
perspectiva, en lugar de promocionar la ampliación del tlcan mediante la
anexión de otros países en el acuerdo trilateral, México tomó la decisión de
firmar una serie de tratados bilaterales y subregionales con otros países,
tomando como modelo el tlcan.17
Hasta la llegada del gobierno de Fox, México mantuvo una política más bien
conservadora frente a instituciones multilaterales encargadas de la seguridad
colectiva a nivel global y regional. El compromiso permanente de México con
el multilateralismo se caracterizó por un acercamiento legalista defensivo en
vez de una postura política proactiva. Mientras que los gobiernos de Salinas y
Zedillo siguieron un patrón de diplomacia multilateral activa en los asuntos
tradicionales de control de armamentos y desarme, adoptaron una postura
pasiva o crítica en algunos de los asuntos de seguridad de la posguerra fría,
como son las operaciones para el mantenimiento de la paz, y mostraron
cautela y reserva abiertas frente al llamado "derecho de intervención
humanitaria".

Del análisis anterior es posible concluir que el poder estructural a nivel


sistémico es siempre un débil indicador del comportamiento de los actores.
Otros factores, como la política interna, parecen desempeñar un papel
importante en las decisiones de política exterior. En el caso mexicano, el
accidentado proceso interno de liberalización económica y política trajo
consigo cambios en las estrategias de política exterior en los últimos dos
decenios, que apuntan hacia un mayor pragmatismo, un mayor alineamiento
con Estados Unidos, y un creciente compromiso con las instituciones
internacionales. En el futuro, no hay duda de que los acontecimientos del 11
de septiembre de 2001 y la eventual consolidación de una estructura de
hegemonía unipolar negativa forzarán a un replanteamiento de la agenda de
política exterior de México. Sin embargo, es de esperar que la orientación
general no ideológica, alineada e institucionalista que ha caracterizado a la
política exterior durante los años noventa seguirá constante en el futuro
1 Véase Samuel Huntington, "The lonely superpower", Foreign Affairs, 78
(1999).

2 Para el propósito de este trabajo, la globalización es entendida como un


proceso multifacético de interconexión creciente que va más allá de lo
económico pues incluye la internacionalización de la política y el surgimiento
de redes sociales de carácter transnacional.

3 En este trabajo se utiliza el término "diplomacia multilateral ambivalente"


para referir un patrón de participación activa pero selectiva y segmentada en
instituciones internacionales.

4 Es posible distinguir entre dos definiciones básicas de la categoría de


potencia media: como posición y como papel. Aquí se emplea el concepto
como categoría descriptiva de una posición específica en la estructura
internacional de poder. Véase Louis Bélanger y Mace Gordon, "Middle
powers and regionalism in the Americas: The cases of Argentina and
Mexico", en Andrew Cooper (comp.), Niche diplomacy after the cold war,
New York, St. Martin's Press, 1997, pp. 164-183.

5 Véase Miles Kahler, "Introduction", en Kahler (comp.), Liberalization and


foreign policy, New York, Columbia University Press, 1997, pp. 1-23.

6 Peter H. Smith, Talons of the Eagle. Dynamics of U.S.-Latin American


relations, Oxford, Oxford University Press, 1996, p. 303.

7 Andrew Cooper, "Niche diplomacy: A conceptual overview", en Cooper


(comp.), op. cit.

8 Robert Chase, Emily Hill y Paul Kennedy, The pivotal States. A new
framework for U.S. policy in the developing world, New York, Norton &
Company, 1999.

9 Chase, Hill y Kennedy identifican nueve países bisagra: México, Brasil,


Argelia, Egipto, Sudáfrica, Turquía, India, Paquistán, Indonesia.

10 Véase Jorge Chabat, "Mexico's foreign policy after nafta: The yools of
interdependence", en Rodolfo de la Garza y Jesús Velasco (comps.), Bridging
the Border: Transforming Mexico-U.S. Relations, Maryland, Rowman &
Littlefield, 1997.

11 Véase Todd Eisenstadt, "The rise of the Mexico lobby in Washington:


Even Further from God, Even Closer to the United States", en De la Garza y
Velasco, Bridging the border, op. cit.
12 Un indicador claro al respecto es el hecho de que el ex presidente mexicano
Zedillo no mencionó ningún asunto sobre política exterior en su primer ni en
su quinto informes de gobierno.

13 La excepción a la complacencia de la política exterior mexicana fue la Ley


Helms-Burton, por la que el gobierno de Zedillo desafíó al estadounidense.
Véase Denise Dresser, "Post-nafta politics in Mexico. Uneasy, uncertain,
unpredictable", en Carol Wise (comp.), The post-nafta political economy:
Mexico and the western hemisphere, Pennsylvania State University Press,
1998, p. 250.

14 Para 1998 México llegó a ser el tercer país receptor de inversión extranjera
directa más grande, después de China y Brasil, recibiendo 11.7% de la ied
total de las economías en vías de desarrollo (World Development Indicators,
The World Bank, 1999). Además, México desplazó a Japón como el segundo
socio comercial más grande de Estados Unidos, seguido de Canadá.

15 Véase Stephan Haggard, "The political economy of regionalism in the


western hemisphere", en Carol Wise (comp.), The post-nafta, op. cit., 6-7.

16 Véase David Mares, "Strategic interests in the U.S.-Mexican relationship,


en John Bailey y Sergio Aguayo (comps.), Strategy and security in U.S.-
Mexican relations beyond the cold war, San Diego, ucsd, Center for U.S.-
Mexican Studies, 1996, p. 33. Dos estudios excelentes sobre la evolución de
las políticas de liberalización económica en México desde la mitad de los años
ochenta son Claudia Schatan, "Out of the crisis: México", en Tussie y David
(eds.), ibid., y Organization for Economic Cooperation and Development
(ocde): "Trade liberalization policies in Mexico, 1996.

17 Este aspecto es analizado detalladamente por Sergio López-Ayllon,


"Mexico's expanding matrix of trade agreements. A unifying force?", nafta:
Law and Business Review of the Americas, 5:2, 1999. Para un análisis sobre
las consecuencias del comportamiento económico de México en el proceso de
integración regional, véase Haggard, op. cit., 1998, p. 303.

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