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Aun cuando nosotros hemos sentido esta frustración con las tendencias en
nuestra propia cultura, para ser sinceros, debemos admitir que nos sentimos
frustrados con Dios tanto como con nuestros políticos y potentados de los medios
de comunicación o de la industria del entretenimiento. Dios podría estar haciendo
algo respecto a nuestra declinación nacional. Si es el gran Soberano sobre las
naciones -y lo es-, entonces ¿por qué no ha respondido ya? La realidad es que no
ha respondido. Más bien nuestra sociedad parece abalanzarse en espiral
descendente más rápido que nunca. Parece que estamos perdiendo nuestra
guerra de culturas. Barrera tras barrera moral se derrumban ante la masacre
producida por el concepto radical de tolerancia. Nociones anteriormente
sacrosantas respecto a la sexualidad se descartan a ritmo espeluznante. Nuestra
cultura, habiendo rechazado toda base trascendente para la moralidad, ha
descubierto que las murallas al parecer impenetrables de los matrimonios, las
relaciones familiares y civiles son porosas, o simplemente una ilusión, como el
paisaje en un escenario que muestra una fortaleza con defensas insuperables,
pero que en realidad no está hecha sino de muselina vaporosa y pintada.
5. ¿Por qué Habacuc estaba en peligro de agotamiento?
¿No se preocupa usted al considerar el mundo que heredarán sus hijos y nietos?
Suplicamos: "¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo?" Este fue igualmente el
clamor de Habacuc. "¿Por qué, Señor, no me escuchas? Sé que puedes hacerla.
Sé que quieres hacerla. Así que, ¿por qué no lo haces?" Habacuc se hallaba en
peligro de agotamiento, sin estar seguro de que podía seguir esperando, sin estar
seguro de que podía seguir orando, y Dios seguía en silencio.
¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y
violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan. (Habacuc 1:3)
La segunda gran pregunta que Habacuc hace es "¿por qué?" "¿Por qué, Señor,
toleras el mal?" Habacuc es como el sociólogo, que observa las tendencias de su
día. Desdichadamente los paralelos con nuestro día presente son demasiado
obvios. Habacuc observaba una nación de Judá que estaba en medio de un
trastorno social. Las agencias del gobierno, que se suponía que debían asegurar
la seguridad de la población, estaban fracasando. La violencia iba en aumento. La
conducta antisocial estaba llegando a ser más la regla que la excepción. ¡Habacuc
parece estar describiendo nuestra propia nación! Sin embargo, Habacuc se
desesperaba no solo por la violencia abierta sino también por una actitud más
diluida y ampliamente extendida que infectaba su sociedad. La cortesía y la
generosidad estaban siendo reemplazadas por las rencillas y el conflicto. La
confianza estaba siendo suplantada por la suspicacia.