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LA ECONOMÍA KEYNESIANA

A LOS VEINTE AÑOS

¿QUE ES LO QUE HA SOBREVIVIDO?

Consideración de la economía keynesiana en su vigésimo aniversario


Por WILLUM FELLNER

En los veinte años transcurridos desde la publicación de la obra


de John Maynard Keynes, General Theory of Employment, Inlerest
and Money, ésta ha llegado a significar distintas cosas para distintos
economistas. Ni siquiera en una primera aproximación resulta la
"influencia keynesiana" un concepto claramente definido. Creo que
es imposible entender el problema de que se ocupa esta sesión con-
memorativa, a menos que queramos distinguir por lo menos tres
significados de la influencia keynesiana.
Para evitar la frecuente repetición de largas frases, hablaré en
lo sucesivo de 1.° keynesianismo cíclico; 2..° keynesianismo del es-
tancamiento, y 3.° keynesianismc- fundamentalmente teórico. Anti-
cipando conclusiones, añadiré que, en mi opinión, el "keynesianismo
cíclico" ha sobrevivido a estos veinte años y continuará siendo una
doctrina influyente en un futuro previsible. El "keynesianismo del
estancamiento" y el "keynesianismo fundamentalmente teórico"
ban recibido serios golpes, y podría ser que no sobrevivieran, o al
menos no con mucha fuerza. También añadiré que los instrumen-
tos analíticos específicos del sistema keynesiano conservarán su
utilidad en textos en los que es aconsejable no tener en cuenta la
facultad equilibradera de los cambios en el nivel general de precios.
Ocupémonos en primer lugar de lo que, en honor a la brevedad,
he llamado "keynesianismo cíclico".
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Dado un nivel general de precios, indudablemente el ahorro no


tiene que ser igual a la inversión planeada. Puede suceder que se
produzca una acamulación de existencias (1) no planeada (inespera-
da), combinada con el atesoramiento de dinero anteriormente acti-
vo o con el fallo en la creación de dinero nuevo para mantener el
ritmo con el aumento de producción; o puede ocurrir que tenga
lugar una reducción no planeada de existencias, juntamente con el
dcsatesoramiento o con la creación de dinero nuevo que exceda el
aumento de producción. El primero de estos casos es aquel en que
la inversión planeada queda por debajo del ahorro, y el segundo
aquel en que la inversión planeada excede al ahorro. En el segun-
do caso, cuando la inversión planeada excede al ahorro a un nivel
estable de precios, es siempre posible, al menos en principio, res-
taurar el equilibrio con una política restrictiva del crédito. Pero
eu el primer caso, cuando el ahorro excede la inversión planeada a
un nivel estable de precios, no siempre e3 posible restablecer el
equilibrio mediante 3a política convencional de dinero barato de
los Bancos centrales.
Los sistemas coavencionales de los Bancos centrales pueden pro-
porcionar más reservas a los bancos, y pueden reducir los tipos de
interés de fondos públicos a niveles muy bajos, aunque no es pre-
sumible que puedan reducir tales tipos hasta cero. Esto deja los
tipos de interés relativos a préstamos comerciales sujetos a un nivel
positivo (y quizás no tan bajo). Si, para einpe'zar, la capacidad total
de ahorro excede a la inversión planeada al nivel de precios dado
y si nos limitamos a una política convencional de dinero barato, no
se puede predecir qué cantidad del dinero nuevo irá a parar a una
inversión adicional y qué cantidad terminará en depósitos inactivos.
En un período de grandes tendencias a la depresión, la mayor par-
te de este dinero muy probablemente irá a parar a depósitos inac-
tivos. Mientras supongamos constancia del nivel general de precio?,
lü política compensatoria fiscal y monetaria puede eer necesaria
¡..ara evitar el paro cíclico en gran escala y el exceso de capacidad.

(1) En tanto que lengamos constancia del nivel general de precios, quizás
podamos postular qne las ahorros planeados y realizados son siempre iguales.
Pero incluso si esta; dos magnitudes no fueran ¡guales, ello no necesitaría crear
el mismo problema que crea la desigualdad ds la inversión planeada y reali-
zada. Por lo tanto, no entraré aquí en la discusión de los ahorros inesperados.
SEI'TBRE.-DICBRE. 1957] LA ECONOMÍA KEYNESIANA... 1349

Pero, ¿por qué tener constancia o casi constancia del nivel ge-
neral de precios? La lógica del asunto no3 lleva a preguntarnos si
en ausencia de una rigidez de precios y salarios el equilibrio ahorro-
inversión quedaría o no restablecido a la capacidad de producción
mediante cambios en el nivel de precios y salarios monetarios. La
lógica del asunto nos llevaría al problema de los reajustes del nivel
<de precios en cualquier caso, incluso si la política convencional de
«lüiero barato fuera un medio generalmente digno de confianza para
restaurar el equilibrio, porque incluso los sistemas convencionales
de los Bancos centrales son interferencias, y la lógica de la cuestión
inevitablemente suscita el problema de si una economía de mercado
se reajusta por si misma mediante cambios en los salarios moneta-
rios y en los precios.
Es una propiedad característica de lo que he llamado aquí key-
uesianismo cíclico el hecho de rodear la cuestión de las consecuen-
cias de los reajustes de salarios monetarios y precios, dando una
•contestación que es evasiva y sin embargo no carente de significa-
ción. La contestación es que cuando nos encontramos frente a los
problemas de la política del ciclo económico, frecuentemente que-
remos proceder como si no existiera un mecanismo de auto-reajuste
a través de cambios significativos en el nivel general de salarios y
precios. Y hacemos esto porque incluso si en una economía de mer-
cado libre existiera tal mecanismo de reajuste, muy probablemente
sería un mecanismo muy torpe, que operaría lentamente y con ro-
deos y se vería estorbado por obstáculos institucionales cuya exis-
tencia no deberíamos despreciar, incluso en una economía de mer-
cado razonablemente libre. Por lo tanto, cuando surge una discre-
pancia entre el ahorro en pleno empleo y la formación planeada de
capital, el keynesianismo cíclico favorece la política que opera en
pro de la restauración del equilibrio sin confiar en cambios de im-
portancia en el nivel general de los salarios monetarios y de los
precios. Esta política comprende una regulación anticíclica de la
relación entre los ingresos fiscales y los gastos fiscales, así como de
los sistemas del banco central.
Esta breve revisión se ha movido en un terreno completamente
íamiliar; suscita la cuestión de si el keynesianismo cíclico debería
liamarse keynesianismo. Por lo menos en algunos países la acción
•compensatoria del banco central tiene una historia superior a un
135» TEMAS Y POLÉMICAS [S. E. P., VIH, 3

siglo, habiendo sido los objetivos de la política compensatoria del


banco central aquellos del keynesianismo cíclico. Hacia fines del
siglo pasado y al principio del presente, la obra de Wicksell con-
venció a muchos economistas de que, en el análisis del ciclo eco-
nómico, resulta fructífero conceder un papel importante a las dis-
crepancias entre ahorro e inversión. Desde 1920 en adelante, Ro-
bertson, en Inglaterra, y un importante grupo de economistas en
tuecia, han utilizado sistemas propios en el análisis del ahorro-in-
versión. Sus conclusiones caen bajo el título de keynesianismo cí-
clico, en alguna medida incluso con respecto a la política fiscal
anticíclica. En relación con estas aportaciones resulta anacrónico
hablar de keynesianismo. La General Theory se publicó en 1936;
incluso el Trcatise on Money se publicó después de la década de
1920 (1930). La verdad de esta cuestión es que" la aportación keyne-
siana llegó después de una larga sucesión de importantes anteceden-
tes, y que cualquier presentación inteligente de los llamados puntos
c?o vista "keynesianos" exigen que se integre el aparato formal
k'eynesiano con los elementos analíticos que se encuentren en los
escritos del período precedente. Sin embargo, la aportación de Key-
nes al problema que ahora estamos estudiando fue muy significati-
va, y en la historia de las doctrinas no es poco frecuente el que se
asocien unas orientaciones fundamentales al nombre de los escrito-
res que, hacia el final de un período histórico, dieron una formu-
lación especialmente efectiva a una cierta doctrina. Por esto es por
lo que el keynesianismo cíclico puede no ser un término equívoco,
ímn cuando sea una expresión que no hace justicia a las aportacio-
nes de los fundadores.
Creo que es extraordinariamente verosímil que el mundo se
habría ahorrado muchos trágicos acontecimientos si el keynesianis-
mo cíclico hubiera sido una doctrina generalmente aceptada allá
por 1930. El caso alemán HO3 proporciona el argumento quizás más
convincente en apoyo de e&la tesis, especialmente teniendo en cuenta
e! hecho de que la política mundial ha sido influenciada de una
manera tan duradera y decisiva por lo que ocurrió en Alemania
durante el decenio de 1930. El paro en masa fue indiscutiblemente
el más poderoso de cuantos factores son responsables de' la subida
de Hitler al poder en enero de 1933, y por consiguiente de la se-
gunda guerra mundial y sus consecuencias. Es imposible comparar
SEPTBRE.DICBRE. 1957] LA ECONOMÍA KEYNESIANA... 1351

el ejemplo alemán con otros igualmente agudos referentes a otros


países, pero dadas las características generales de los sistemas so-
ciales del occideTite contemporáneo, el no llevar a cabo una política
compensatoria, tanto fiscal como monetaria en períodos de depre-
sión aguda, tendría consecuencias extraordinariamente graves en
cualquier sitio. Así como tampoco puede un país llevar a cabo con
éxito una política compensatoria por sí solo; es decir, sin una cierta
medida de cooperación internacional en estas materias.
El entusiasmo de uno por el keynesianismo cíclico puede muy
bien quedar atemperado por una tendencia por parte de los Estados
a adoptar políticas compensatorias en una forma asimétrica, con el
resultado de que, al final, se produce una presión inflacionista
crónica. Esto supone un peligro grave, especialmente allí donde los
aumentos de salario monetario, que exceden el ritmo de aumento
de la productividad siempre que existe pleno empleo, pueden obli-
gar a elegir entre la inflación y un cierto grado de paro. En esta
situación, las presiones del sistema social podrían muy bien inclinar
los esfuerzos de la política compensatoria en la dirección infla-
cionista.
En su calidad de consejeros, los peritos económicos no deberían
despreciar este peligro. Sin embargo, me parece que es preferible
con mucho tratar de evitar este peligro recomendando con insis-
tencia una actitud menos perfeccionista frente al problema del
pleno empleo, antes que dejar de utilizar una política enérgica
cuando nos encontramos frente a oscilaciones cíclicas fuertes. Efec-
tivamente, parece inconcebible que un Gobierno responsable pueda
volver a los sistemas anteriores a la guerra en esta materia.
Por otra parte, la inclinación a recurrir inmediatamente a la
política fiscal, incluso cuando la economía hace frente a oscilacio-
nes débiles o moderadas, está también relacionada con la influencia
del keynesianismo cíclico. Esta actitud, que reduce la promesa de
política compensatoria del banco central en una medida totalmente
injustificada, se basó en una versión no razonable del keynesianis-
mo cíclico. Afortunadamente', esta actitud se ha debilitado recien-
temente. Es cierto que los bancos centrales no pueden combatir
por sí mismos las fuertes tendencias hacia la inestabilidad, pero
pueden hacer mucho para contrarrestar tendencias débiles o mode-
radas hacia la inestabilidad, y tienen la gran ventaja de ser rápida-
1352 TEMAS V POLÉMICAS [R. E. P., VIII, 3

mente ajustables. Esto está siendo reconocido cada vez coa más
amplitud.
Pasemos ahora a lo que he llamado "keynesianismo del estan-
camiento".
Los principios fundamentales del keynesianismo del estanca-
miento comprenden los del keynesianismo cíclico y también un
principio ulterior. Se sostiene que cuando, a capacidad de produc-
ción, la inversión planeada empieza a quedar por debajo del ahorro
en un margen significativo, la política convencional de dinero ba-
rato es insuficiente para restablece* el equilibrio, y que no se puede
o no se debe confiar en el mecanismo de flexibilidad precios-salarios
para restablecerlo. Esto está también implícito en el keynesianismo
cíclico. Además, el keynesianismo del estancamiento implica que
en economías industriales avanzadas tal infra-inversión o exceso
de ahorro tiende a ser la situación típica de la vida económica. Así,
se produce tina tendencia hacia el paro crónico; esto es, hacia un
nivel de infra-utilización cuando el ahorro deja de ser mayor que
la inversión planeada.
El keynesianismo del estancamiento produjo una fuerte influen-
cia 6obre el pensamiento de los economistas en la década que siguió
a la publicación de la. General Thcory. El número de conversos fue
especialmente grande en los Estados Unidos. Incluso ahora no re-
sulta infrecuente tratar de explicar Ia9 características de IOB dece-
nios distintos del de 1930-39 mediante la hipótesis de que los demás
decenios han tenido alguna propiedad excepcional.
En la actualidad, las predicciones del estancamiento han adqui-
rido una gran impopularidad. Desde el principio, los proponentes
de la doctrina se enfrentaron con la dificultad de que, por la lógica
de su argumento, los peligros del estancamiento deberían haber sur-
¡•ido gradualmente durante un período que empezó hacía mucho
tiempo, a finales del siglo pasado, o iacluso antes. La lógica de la
argumentación, tal como yo la veo, se centra sobre la hipótesis de
tuie una presión hacia la reducción de beneficios que aumenta gra-
dualmente reduce el tipo de beneficio a los inversores sobre la can-
tidad de nueva inversión que sería necesaria para igualar al ahorro
en pleno empleo. Las innovaciones, se dice entonces, se harían cada
vez más insuficientes para compensar esta creciente presión de dis-
minución de Iieneficios.
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Sin embargo, el proceso de expansión capitalista a zonas vírgenes


o primitivas empezó a disminuir mucho antes del decenio de 1930.
Esto mismo es verdad en relación al índice proporcional de creci-
miento de la población. Seguramente, en los Estados Unidos y tam-
bién en el mundo capitalista occidental en conjunto, el ritmo de
aumento de la "tierra utilizada" y de la disponibilidad de mano de
obra (el aumento del compuesto tierra más mano de obra, por así
decir) fue mucho menor en relación al ritmo de aumento en el
stock de capital allá por 1900 de lo que fuera varios decenios antes.
Al doblar el siglo, con toda seguridad las innovaciones obraban en
contra de una "creciente presión de disminución de beneficios".
Han estado obrando en contra de la presión creciente durante mu-
cho tiempo. A largo plazo han ido compensando con mucho éxito
esta tendencia ascendente. Nos hemos ido ajustando a la creciente
escasez del elemento tierra más trabajo en relación con el capital.
Quizás la mejor manera de expresar esto sea decir que Keynes
y los defensores de la tesis del estancamiento tenían razón al soste-
ner, o al menos dejar implícito en su doctrina, que los cambios en
las situaciones relativas de los recursos de economías avanzadas re-
quieren ciertos reajustes. Para especificar nosotros más de lo que
lo ha hecho la literatura del estancamiento, diremos que se necesi-
ta de uno o más de los siguientes reajustes si se quiere que los tipos
de beneficio no queden reducidos a niveles muy bajos: 1.°, una
actividad innovadora más abundante (es decir, una actividad inno-
vadora que eleve la producción por unidad de elemento-recurso
más de lo que era en fases anteriores); o 2.°, una actividad inno-
vadora que sea relativamente menos ahorradora de capital y rela-
tivamente más ahorradora de tierra y mano de obra (esto es, una
actividad innQvadora que tenga un efecto más favorable sobre la
parte relativa al capital, del que produjeran las innovaciones an-
teriores) ; o 3.°, una propensión más baja al ahorro (proporción
inversión-producción más baja), en correspondencia con el menor
ritmo de adquisición de nuevos recursos complementarios del ca-
pital.
Parece ser que Keynes y los defensores de la tesis del estanca-
miento no estaban en lo cierto al implicar que no se puede hacer
una combinación de estos ajustes. Las economías avanzadas parecen
haber llevado a cabo el primero y el tercero de estos ajustes; es
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decir, una actividad innovadora más abundante y una reducción de


la proporción, inversión-producto. Hay una presunción, a mí me
parece, de que a este respecto 6e debería dar más importancia a la
actividad innovadora acelerada que a la reducción de la proporción
inversión-producto. En los Estados Unidos, por ejemplo, cada uni-
dad de formación de nuevo capital motiva un aumento de produc-
ción, que es ahora mayor de lo que era en períodos anteriores; el
ritmo creciente del progreso tecnológico y de organización (activi-
dad innovadora más abundante) resulta ser la explicación más
adecuada de esto. No existe razón alguna válida para sostener que
históricamente caeríamos en una disminución de rendimientos en
mayor escala, o con gran firmeza, aun cuando la proporción ahorro-
producto, o inversión-producto, fuera actualmente la misma que
hace dos o tres generaciones. La proporción ahorro-producto o
inversión-producto es más baja, pero «cría una conclusión forzada
sostener que con un ahorro algo superior las economías occidenta-
les- caerían en «na disminución de rendimientos al extremo de pro-
tlucir una presión deflacionista crónica.
En el mundo occidental las oportunidades de inversión han sido
muy numerosas hasta ahora, excepto en períodos de depresión cí-
clica (alguno de los cuales, sin embargo, fue de considerable dura-
ción). El progreso tecnológico y de" organización puede muy bien
ser un proceso auto-acelerador. En cualquier caso, la tesis del es-
tancamiento secular puede ahora dar la explicación de cinco dece-
nios o más como decenios típicos, al representar un solo decenio
como elemento que refleja condiciones consideradas típicas en sis-
tenias industriales avanzados. Las innovaciones han sido suficiente-
mente numerosas y su característica de ahorro de tierra y mano de
obra ha sido Jo suficientemente pronunciada para evitar cualquier
reducción secular apreciable de los tipos de beneficio de los in-
versores.
Incluso aun cuando el estancamiento económico se convirtiese
en el futuro típico del estado de los negocios en las sociedades
occidentales, la cuestión de si las razones son keynesianas o schum-
peterianas seria, naturalmente, objeto de controversia, toda vez que
los tipos netos de rendimiento de los inversores están influenciados
por medidas redistributivas políticas, lo mismo que por las ofertas
relativas de los factores de la producción. Pero la cuestión impor-
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tante ahora es que las predicciones realizadas por la teoría del


estancamiento no pueden, en la actualidad, derivarse de la pro-
yección en el futuro de las relaciones observables a largo plazo en
el pasado.
No obstante las tendencias seculares favorables, la influencia
del keynesianismo basado en la tesis del estancamiento puede des-
vanecerse tan sólo gradualmente. En efecto, su influencia ha estado
en declive durante algún tiempo, pero ha sido un descenso suave.
Los peligros de una ideología del estancamiento en la opinión de
un profesional son dignos de tenerse en cuenta. Los expertos con
tendencias hacia el estancamiento pueden recomendar fuertes me-
didas antideflacionistas al movernos en una fase cíclica que más
tarde resulta ser una fase de recesión de no gran importancia; en
otras palabras, una política de keynesianismo cíclico puede resultar
claramente desequilibrada (inflacionista) si es llevada a cabo por
peritos influenciados por el keynesianismo del estancamiento. Más
aún, en épocas de depresión cíclica aguda tales peritos pueden
mostrar una tendencia a favoreceT no meramente las medidas pú-
blicas antideflacionistas que, al mismo tiempo, proporcionan incen-
tivos para el subsiguiente resurgimiento total de la inversión pri-
vada, sino también medidas públicas de inversión que descartan,
por así decir, la incapacidad de la inversión privada para volver a
colocarse con su significación primitiva.
En conjunto, mi punto de vista es, por consiguiente, que én tanto
que el keynesianismo del estancamiento ha suscitado cuestiones de
gran interés analítico y práctico (y en este sentido ha sido altamente
fructífero), grandes perjuicios pueden derivarse de la tesis del es-
tancamiento frente a problemas de política económica. Creo que
es extraordinariamente importante separar la versión razonable del
keynesianismo cíclico del keynesianismo del estancamiento, o si
preferimos decirlo de otra manera, acelerar el proceso gradual en
virtud del cual ambas doctrinas están divorciándose.
La tercera y última significación del keynesianismo que vamos
a considerar en este estudio es la que he llamado "keynesianismo
fundamental teórico". Me refiero aquí a la posición teórica que
niega el efecto de Pigou, o el "efecto de equilibrio real" de Patin-
kin. Las posiciones que hemos denominado en este estudio keyne-
sianismo cíclico y keynesianismo del estancamiento se pueden per-
1356 TEMAS Y POLÉMICAS [R. E. P., VIH, 3

mitir el evitar la cuestión fundamental de si, en el caso de una


amenazadora demanda insuficiente em un nivel de precios dado, un
descenso de los salarios monetarios y de los precios no elevaría la
fieman da efectiva a una altura compatible con la plena ocupación.
Si n© tomamos en consideración los problemas de transición (espi-
rales en espectativa y similares), la perfecta flexibilidad de los
tipos de salarios monetarios y de los precios podría producir esta
consecuencia beneficiosa al elevar el valor real de los. depósitos de
dinero ya existentes, animando así a utilizar el dinero para comprar
bienes. Esto ya fue señalado por Haberler en las primeras fases de
la controversia sobre la General Theory. El keynesianismo cíclico
y el del estancamiento fueron definidos en el sentido de que impli-
can que o bien el razonamiento que establece e?l efecto de equili-
brio real de las reducciones de precios no es válido, o que el razo-
namiento, 6Í bien teóricamente válido, carece de significación prác-
tica. Esto es un tanto evasivo. Lo que yo llamo aquí keynegianismo
fundamental teórico se diferencia de los otros dos tipos de keyne-
sianismo en -que no es evasivo en lo que se refiere al efecto de
equilibrio real de los salarios monetarios y <íe las reducciones de
precios. El keynesianismo fundamental teórico niega la existencia
de este efecto.
Quizás se pudiera presentar la objeción de que" Keynes no ar-
gumentó en relación con lo que nosotros definimos aquí como key-
nesianismo fundamental teórico. En la estructura analítica que
presentó, Keynes no incluyó el efecto de equilibrio real (apenas si
será contradicha esta afirmación), pero las razones por las que no
lo hizo no aparecen muy claras. Es posible que haya excluido desde
el principio de su sistema formal aquellos elementos analíticos que
(si los hubiera incluido) habría tenido que dejar de lado al final,
debido a su convicción de que los retrasos, las fricciones y la rigi-
dez institucional hacen que el efecto de equilibrio real sea prácti-
camente insignificante. En conjunto, yo creo, sin embargo, que el
hecho de que Keynes no desarrollara un argumento verbal clara-
mente establecido con relación isl efecto de equilibrio real, que al
mismo tiempo está ausente de su sistema formal, nos debería llevar
a contrastar sus puntos de vista con los de aquellos que realmente
atribuyen importancia teórica al efecto de equilibrio real. Por esto
es por lo que yo hablo de keynesianismo fundamental teórico
SEPTBRE.-DICBHE. 1957] LA ECONOMÍA KEYNESIANA... 1357

cuando quiero significar negación de la validez teórica del efecto


de equilibrio real.
Me parece que el razonamiento antikeynesiano que establece el
efecto de equilibrio real es un razonamiento válido, pero que un
sistema teórico que confía en el poder equilibrador del efecto de
equilibrio real debería reconocer que el ritmo de crecimiento pue-
de depender en gran manera del mayor o menor uso que la econo-
mía pueda hacer de los cambios de precios para equilibrarse a
sí misma.
Por un momento dejemos totalmente aparte los retrasos en el
proceso de reajuste, y también las rigideces de carácter sociológico-
político. Incluso en este caso, subsiste la dificultad de que es impo-
sible describir una serie de reducciones de precio consecutivas y
apreciables sin postular un tipo de interés real muy alto. Esto sig-
nifica un crecimiento muy pequeño o, si llevamos la hipótesis sufi-
cientemente lejos, quizás ningún aumento. Si en lugar de la expan-
sión monetaria se utilizasen las reducciones de precios como medio
de satisfacer el deseo de saldos reales adicionales, el tipo real de
interés tendría que subir sin tener en cuenta lo que hubiera bajado
el interés del dinero. Después de todo, el tipo del dinero está sujeto
a un tope, que quizás se encuentra un tanto cercano al cero. Los
tipos de aumento se reducirían, y si la importancia de las reduccio-
nes de precios requeridas fuera lo suficientemente grande incluso
para tipos de desarrollo relativamente pequeños, el equilibrio esta-
cionario o casi estacionario sería el único resultado analítico com-
patible con estas hipótesis.
Para expresarlo con brevedad, con ayuda del efecto de equili-
brio real de los cambios de precio es posible describir un proceso
que elimine cualquier demanda de" saldos reales adicionales y, por
lo tanto, cualquier posible deficiencia de la demanda efectiva; pero
si la demanda de saldos reales fuese igualada por la oferta de saldos
reales por este mecanismo en lugar de por el propio grado de ex-
pansión monetaria, el proceso de crecimiento podría sufrir perjui-
cio e incluso quedar destruido. Este es el proyecto de conclusión
a que me lleva el estado actual de la controversia en lo relativo al
efecto de equilibrio real. Si bien esta conclusión es no keyncsiana,
está evidentemente influenciada por desarrollos analíticos que fue-
ron fuertemente estimulados por la obra de Keynes. Si rechazamos
1358 TEMAS Y POLÉMICAS [R. E. P . , V I I I , 3

el keynesianismo fundamental teórico, podemos considerar el apa-


rato analítico keynesiano como un instrumento simplificador que
L>O tiene en cuenta el poder equilibrador de los cambios del nivel
general de precios. Por las razones aquí indicadas, me parece que
frecuentemente es ésta una simplificación muy útil en la teoría del
desarrollo a largo plazo, así como para el análisis.de las políticas
anticíclicas.
Quizás hubiera debido, en esta ocasión conmemorativa, dedicar
menos tiempo a tratar de analizar problemas en detalle, empleando
más tiempo en hacer observaciones generales. Pero es que la prin-
cipal observación de carácter general que yo querría ofrecer exigía
una referencia al detalle. Algunas ideas específicas de la General
Theory han llegado a incorporarse a la teoría económica general-
mente aceptada, si bien no está completamente claro en qué
medida el producto resultante de esa integración es keynesiano,
robertsoniano, neo-wickselliano o neo-clásico. Las ideas que han
conseguido entrar en la corriente principal del desarrollo doctrinal
son las del keynesianismo cíclico, más bien que las correspondien-
tes al keynesianismo del estancamiento o del fundamental teórico.
También se ha desarrollado recientemente una clara consciencia
de las diferencias entre las versiones razonables del keynesianismo
cíclico, que toman en consideración la eficacia de la política del
banco central en períc-dos de perturbaciones moderadas, y las ver-
siones extremas o irrazonables del keynesianismo cíclico, que con-
ceden toda la importancia a la política fiscal. Pero los elementos
de la teoría keynesiana que se han introducido en la corriente
principal de la historia doctrinal no contienen la versión completa.
Incluso allí donde la generación actual y la próxima no pueden
marchar de acuerdo con las respuestas dadas por Keynes encon-
trarán que Keynes planteó los problemas de una manera fructífera.
Y querrán marchar junto a Keynes en algunos trozos de su camino
analítico, si bien es d-e presumir que no quieran permanecer en el
camino de Keynes hasta llegar a la etapa de las conclusiones defini-
tivas. Esto es lo que yo trataba de decir en un estudio algo detallado
de proposiciones específicas.
Con seguridad, aun cuando Keynes tituló su libro de hace veinte
años General Theory of Employment, Interesl and Money, el nú-
mero de problemas de importancia en «se ámbito que dejó fuera del
SEPTBRE.-D1CBRE. 1957] LA ECONOMÍA KEYNESIANA... 1359

campo de acción de su libro, es bastante grande. La lista de pro-


blemas omitidos o dados de lado comprende la relación entre los
incentivos y las corrientes igualitarias de nuestra época, monopolio
y competencia, la posible coexistencia de tendencias inflacionistas
y del pleno uso de equipo con el subempleo de la mano de obra, y
el efecto del progreso tecnológico sobre los precios relativos de los
factores. Aun con esto, la cantidad de problemas sobre los cuales
nos ha obligado a mostrarnos en desacuerdo o de acuerdo con él
cz muy grande. Por esto, la posteridad le estará agradecida. Analizó
muchos temas, y no sería delicado quejarse de que no hubieri ana-
lizado más. Después de todo, les economistas han seguido tomando
inspiración de varias obras, no de una sola, y de varios autores dis-
tinguidos, no de uno solo. Nadie puede negar a Keynes un impor-
tante puerto entre estos autores, y a la General Theory un lugar
destacado entre esas obras.
1360 TKMAS Y POLÉMICAS IR. E. P., VIII, 3

LA INFLUENCIA DE LA ECONOMÍA KEYNESIANA SOBRE


EL PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO

Por DUDLET DILLAR»

Al considerar la influencia de la economía kcynesiana nos en-


contramos inmediatamente ante la pregunta de si la economía
keynesiana se refiere exclusivamente a los instrumentos de análi-
sis, tales como la propensión al consumo, la eficiencia marginal del
capital y la preferencia de liquidez, o si encierra también una
aportación substantiva; esto es, juicios cuantitativos y cualitativos
sobre hechos institucionales e históricos. Para la gran mayoría de
los universitarios y profesionales, la economía keynesiana proba-
blemente significa instrumentos -de análisis, y en este caso su in-
fluencia tendría que ser considerada desde el punto de vista de la
aceptación u oposición a los conceptos keynesianos. Para el mun-
do ajeno a los salones académicos la economía es algo más subs-
tantivo, y en consecuencia la economía keynesiana deberá ser
juzgada, en este caso, desde los puntos de vista de su influencia
en la política y la ideología.
Los economistas académicos también muestran interés por
cuestiones políticas, pero se muestran inclinados a valorar la eco-
nomía keynesiana como un sistema conceptual que en sí no tiene
ninguna relación con la política y la ideología. Esto hace posible
SKPTBHE.-DICBRE. 1 9 5 7 ] LA ECONOMÍA KEYNESIANA... 1361

que muchos que no están de acuerdo con los puntos de vista de


Keynes sobre política económica, utilicen de buena fe los instm-
raentos de análisis keynesianos, e incluso se consideren ellos mis-
inos keynesianos. En este sentido, hay mucho de verdad en la
afirmación "Ahora somos todos keynesianos", si hien, y para la
tranquilidad de conciencia de una minoría que puede no encontrar-
se a gusto dentro -de esta clasificación, la afirmación podría corre-
girse en el sentido de decir que "Ahora casi todcs somos keynesia-
r>os". Con relación a esto deberíamos tener en cuenta que Keynes
tuvo sumo cuidado de no decir que la economía clásica no era
cierta. Su mayor crítica se refirió a la irrelevancia de Ia6 explica-
ciones del paro. La economía keynesiana complementa, más bien
que suplanta, la teoría de la asignación de recursos. En condiciones
de pleno empleo, la teoría clásica adquiere plena validez.

I.—Estado actual de los conceptos técnicos.

Comparando los libros de texto de nuestros días con los de hace


veinte años podemos obtener una medida, sencilla pero significa-
tiva, de la influencia del keynesianismo sobre la economía contem-
poránea. Los cambios han sido profundos. El análisis de la renta
nacional, nacido en 1936, figura ahora en primer 'lugar, sin haber
siquiera cumplido los veintiún años. La teoría de la empresa —vein-
te años mayor y considerablemente más difícil— ha sido destro-
nada, y en algunos casos el análisis del ingreso y del coste-marginal
se considera como un liijastro y ha sido relegado a los apéndices.
La numerosa progenie, compuesta de lo que podríamos llamar pro-
blemas secundarios, es tratada con menos atención que antes, por-
que el nuevo y joven señor reclama muchos cuidados. El dinero
juega un papel más importante en los asuntos familiares porque el
Rey Macro siente una afinidad especial con la preferencia por la
liquidez. Las relaciones familiares son buenas, pero algunos miem-
bros de la familia no tienen una idea clara de los lazos que les unen
con los demás.
Yo creo que las partes más importantes de la economía de
Keynes permanecen en muy gran medida Hal como él las concibió,
con, naturalmente, los inevitables perfeccionamientos y adiciones.
1362 TEMAS Y POLÉMICAS [R. E. P., VIII, 3

Teda formación teórica significativa tiene que poseer unidad or-


gánica; es decir, está compuesta de conceptos, teoremas y propo-
siciones., todos ellos en relación entre sí y con el sistema como un
todo. En este caso, la supresión de una parte importante debilitaría
notablemente toda la teoría. Es más fácil abandonar un sistema
completo que abandonar partes substanciales de un sistema. Si una
formación teórica sobrevive, porque resulta útil o por cualquier
otra razón, es mucho más probable que se le hagan adiciones y
EO cortes.
La función de consumo keynesiana se ha conservado perfecta-
mente frente a muchas críticas teóricas e investigaciones estadísti-
cas. Keynes sostuvo únicamente que la relación entre consumo y
renta es una "función bastante estable". Reconocía la influencia de
otras variables y aconsejaba que no se las echase en olvido. Nadie,
que yo sepa, ha refutado su tesis principal; esto es, que la renta es
la principal variable de la que depende el consumo.
En mi opinión, la adición más importante que se ha hecho a
la teoría keynesiana ha sido la función de consumo a largo plazo,
como complemento de función de consumo a corto plazo de Keynes.
El tipo de función de consumo a largo plazo de Duesenberry es
importante-, no sólo como pieza de un aparato técnico, sino también
porque la idea que encierra modera el mensaje fundamental de la
General Theory. La medida del vacío que ha de ser cubierto con
inversión crece mucho menos rápidamente de lo que supone Key-
nes, a causa del movimiento ascensional de la función a corto plazo.
El alcance de la inestabilidad y la amenaza de estancamiento
se reducen de esta forma, aunque en manera alguna quedan eli-
minados.
Un problema conceptual que surge en relación con la estabili-
dad de la función de consumo es el uso de "consumo" en el sentido
de gasto de dinero, en lugar del proceso real de utilización de
bienes y servicios. Si un bien no perecedero comprado por el con-
sumidor durante el período uno dura por espacio de varios períodos,
el gasto efectivo en el período uno sobrepasa el consumo real
cuando definimos este último término como utilización del bien; y
en los períodos que siguen, el consumo real sobrepasa el gasto. La
acumulación de compras de bienes no perecederos que tuvo lugar
al empezar el conflicto de Corea, en 1950, y de automóviles durante
SEPTBRE.-DICRRE. 1957] LA ECONOMÍA KEYNESIANA... " 1363

los tres primeros trimestres de 1955 puede ofrecernos datos que


muestran el consumo aumentando más rápidamente que la renta,
porque los consumidores están invirtiendo en bienes no perecede-
ros a un ritmo acelerado. La inestabilidad de la función de consumo
puede ser más aparente que real, dependiendo <le la definición de
consumo que se escoja. Si como medida de consumo se prefiere el
consumo real al gasto de dinero, entonces se necesitan relaciones
de consumo para determinar basta qué punto se corresponden las
dos medidas de consumo.
Keynes reclamó para su teoría de la preferencia de la liquidez
una consideración de mayor novedad que la que han querido con-
cederle comentaristas posteriores. En tanto que la teoría del interés
de los fondos prestables parece haber conquistado un primer puesto
en popularidad entre los economistas, la teoría de la preferencia
de la liquidez está todavía muy en evidencia. La idea general parece
ser que sostiene que no hay una diferencia fundamental entre estas
dos teorías del interés. Quizás el perfeccionamiento más importante
de la teoría keynesiana del interés haya sido hecho por los Profe-
sores Hicks y Hansen. El punto discutido no es, sin embargo, su-
mamente importante. En su modelo formal, Keynes no tuvo en
cuenta la influencia de los cambios del nivel de renta 6obre la can-
tidad de dinero disponible para saldos especulativos. El profesor
Hansen está teóricamente en lo cierto al decir que el tipo de interés
permanece indeterminado hasta que se conocen los ingresos o renta.
Otros perfeccionamientos lógicos de la formulación Hicks-Hansen
muestran la relación de la productividad y la austeridad en la de-
terminación del tipo de interés keynesiano'. La perfección lógica
tiene su virtud, pero la sencillez tiene su encanto. Keynes prefería
el encanto a la virtud.
El concepto de la eficiencia marginal ha sufrido menos altera-
ciones que las otras dos formulaciones básicas de la construcción
keynesiana. En sus propiedades puramente formales, fue menos
original de Keynes que la función de consumo o la función de
preferencia por la liquidez. La aportación de Keynes aquí se refiere
a la incertidumbre de las expectativas de inversiones a largo plazo,
más bien que al concepto formal de la eficiencia marginal del ca-
pital. Un estudio ulterior de Keynes me lleva a la convicción de
que la incertidumbre en las expectativas constituyeron para él la
1564 TEMAS Y POLCMICH.S [R. E. P., VIII, 3

más importante premisa en su teoría monetaria de la producción (1).


Para los keynesíanos que acentúan la irracionalidad del proceso de
inversión, la eficiencia marginal del capital es el concepto más im-
portante de todo el sistema.
Apenas hay un concepto o proposición de la General Thcory de
Keynes que no haya sido discutido, pera Ja mayor parte de estas
críticas, aunque no todas, carecen de significación efectiva. Una
actitud típica de las críticas es refutar enérgicamente a Keynes
para reconocer al final que la crítica carece de significación prácti-
ca. Por ejemplo, casi nadie recomienda ya la disminución de los
salarios monetarios como remedio del paro, pero los escritores
todavía demuestran que si los salarios y los precios son completa-
mente flexibles y el efecto de las expectativas no es desfavorable,
la disminución de salarios eliminaría el paro. Otros ejemplos de
este tipo de critica se refieren al efecto Pigou, el equilibrio en si-
tuación de empleo no pleno, la ley de los mercados de Say, el des-
crédito de la definición de la preferencia de Ja liquidez y las pro-
posiciones que invocan los supuestos totalmente no keynesianos
de las expectativas inmutables.
Las formulaciones construidas por teóricos carentes de sensibi-
lidad para la política práctica son frecuentemente tan poco realistas
en sus supuestos —y, por consiguiente, en sus conclusiones— que
no pueden resultar de utilidad posible, a no ser para probar la
capacidad de nuestros estudiantes en materia de gimnasia lógica.
Puede que, a veces, Keyne3 no haya sido mucho más lógico que 6US
adversarios, pero lo que él dijo fue normalmente de mayor rele-
vancia para los problemas de la experiencia real.

II.—La influencia keynesiana en sus aspectos más amplios.

Al estudiar la influencia de la economía keynesiana sobre la


política, las instituciones y la ideología, hago mías las palabras de

(1) "Monetary Theory oí Prodnclion" fue «3 tí lulo que Keynes dio a sus
conferencias en Cambridge en los primeros años del decenio de 1930. Para nn
estadio de esle concepto en relación con el lema central de la General Theory,
véase mi "The Theory of a Monetary Economy", en Post-Keynesian Economics
(Rntgers Univershy Press, 1954), publicado por Kenneíh K. Kurihara, pp. 3-30.
5EPTBRE.-DICBRE. 1957] LA ECONOMÍA KEYNESIANA... 1365

Alfredo Marshall declarando que la pobreza constituye el problema


más importante y la justificación fundamental del estudio de la
economía. Mi tesis es que la diferencia esencial entre la economía
pre-keynesiana y la keynesiana reside en las actitudes frente a la
solución del problema de la pobreza. El paso de lo que podemos
llamar la economía de la escasez a la economía de la abundancia
potencial, refleja nada menos que el reconocimiento en la esfera
-del análisis económico, de la era de la producción en masa, un
movimiento que tuvo sus raíces en el siglo xix pero cuyas manifes-
taciones concretas no aparecieron con claridad hasta el siglo XX.
Los historiadores de la economía a veces hablan de esto como de la
segunda revolución industrial. Dado que la economía keynesiana
refleja el desarrollo económico de más largo alcance del siglo XX,
apenas si puede ser considerado co-mo una concepción pasajera de
la Gran Depresión de los años 30, aun cuando fue aquella gran
catástrofe la que precipitó una visión keynesiana de veinte años en
un sistema de técnicas analíticas que conocemos como teoría gene-
ral de la ocupación.
Durante la Gran Depresión, Jos economistas continuaron ense-
bando que el principio económico se relaciona con la asignación de
recursos escasos y que, por lo tanto, los problemas económicos son
problemas de escasez. Nadie puede negar a los economistas el de-
recho de definir los temas que tratan de la manera que les apetezca,
pero se necesitaba muy poco sentido común para saber que la es-
casez no era el problema económico. Así eran de falsas, por consi-
guiente, las enseñanzas <le los economistas, en sentido pragmático,
histórico y funcional. Cuan poco realista debe haber ¡parecido a los
hombres hambrientos que vivían a la sombra de hogares sin fuego,
que rezaban para que les ofrecieran un trabajo, oír cómo les decían
-que los obreros emplean los medios de producción y, consiguiente-
mente, determinan el volumen de empleo. Cuan defraudador resul-
taría que dijesen, en medio de un derroche social incalculable y de
un paro forzoso, que las soluciones de nuestras necesidades econó-
micas estaban en la frugalidad y el trabajo serio. Los economistas
-ortodoxos estaban violando su primera máxima: que la ciencia debe
tratar de lo que es, más bien que de lo que debería ser.
La vieja ideología de la escasez, la frugalidad y la abstinencia
so desacreditó por la pura fuerza de las circunstancias. Keynes

24
1366 TEMAS Y POLÉMICAS IR. E. P., V I I I , 3

trabajó para ocupar el vacío con lo que el Profesor Schumpter


solía llamar una "visión", definida como un "acto preanalítico cog-
nilivo". Esbozos de la visión de Keynes aparecieron en sus prime-
ros escritos, pero fue claramente percibida por vez primera en
Means lo Prosperity (1933), recibiendo aplicación teórica en la
General Thcory (1936). Keynes expresó su visión con palabras en
la primera frase de Means ío Prosperity de la siguiente manera:
"Si la pobreza fuera debida al hambre crónica, a los terremotos o
a la guerra, si nos faltasen las cosas materiales y los recursos para
producirlas, no podríamos tener esperanza de encontrar los Medios
para la Prosperidad a no ser en el trabajo serio, en la abstinencia
y la invención. De hecho-, nuestra situación es notoriamente dife-
rente."
. Siguiendo al Profesor Rogin, hablaremos de la concepción de
Keynes como de la hipótesis optimista de la abundancia. Adquiere
una significación trascendental, no porque Keynes fuera el primero
en expresar la idea de que la pobreza es innecesaria,1 sino porque
fue el primero en elevarla a la categoría de principio director de
la economía, que encontró amplia aceptación en una época en que
estaba de acuerdo con las condiciones tecnológicas fundamentales
Je la producción en masa y con las instituciones políticas funda-
mentales de la democracia de masas.
Con anterioridad a la Gran Depresión, la economía estaba pe-
netrada por la hipótesis pesimista de la' escasez. Encuentra esto su
clara expresión en el principio malthusiano de la población y en
la ley de k« rendimientos decrecientes. Marshall luchó para dar
al principio económico de la escasez una significación funcional
que no fuera la de la pobreza inevitable, y el Profesor Pigou elevó
la "economía del bienestar" a 'la primera línea de la discusión eco-
nómica. Sin embargo, continuaron atribuyendo la pobreza a las
limitaciones de la naturaleza humana y material. Por el contrarío,
Keynes abrazó la herejía que atribuye la pobreza a las instituciones
sociales y económicas.
La revolución del pensamiento acaudillada por Keynes sólo pudo
tener lugar en un momento de aguda crisis. Keynes estaba ideal-
mente formado para dirigir una guerra de dos frentes: la teoría
clásica y la práctica, toda vez que tenía un pie en el mundo de los
negocios y oiro en King's College. Su posición pareció realista a la
SEPTBHE.DICBRE. 1957] LA ECONOMÍA KEYNESIANA™ 1367

luz de lá situación dominante de la economía y satisfizo las exi-


gencias de la ciencia entre los economistas de la generación más
joven, ganando incluso muchos conversos entre los miembros de la
vieja generación. La crisis concedió a sus ideas mayor influencia de
la que la General Theory habría merecido como tour de forcé pu-
ramente intelectual.
La visión keynesiana de la abundancia penetra todos los con-
ceptos y obitér dicta de Ja General Theory, pero está fundamental-
mente representada por el principio de la demanda efectiva. Esta
es la respuesta que dio Keyne9 al muy importante problema de la
pobreza de Marshall. Inmediatamente después del resumen preli-
minar del principio de la demanda efectiva, en el Capítulo 3,
Keyncs dice: "Este análisis nos proporciona una explicación de la
paradoja de la pobreza en medio de la abundancia." El principio
de la demanda efectiva es muy conocido. En una sociedad poten-
cialmente rica, todo el mundo no puede ponerse a trabajar en la
producción de bienes de consumo porque no habría demanda sufi-
ciente para comprar todos los bienes de consumo producidos. Hay
que encontrar un medio de desembolsar una renta adicional, la
mayor parte de la cual se gaste en bienes de consumo, sin llevar
al mercado más bienes de consumo para su venta. La "inversión"
es la actividad que inyecta la renta adicional. Normalmente asume
la forma de producción de bienes-capital, pero el mismo resultado,
desembolsar renta, pueden producir los pagos hechos por la reco-
gida de hojas en las calles, por la construcción de barcos para la
Armada o por la devolución de impuestos satisfechos en años an-
teriores. Mi propósito aquí es mostrar cómo el principio de la
demanda efectiva derivó de la hipótesis optimista de la abundancia
y cómo vino a contrarrestar la hipótesis pesimista de la escasez,
la frugalidad, la abstinencia y el trabajo excesivo.
La hipótesis optimista de la abundancia está de maniíies'lo en
muchas otras facetas del análisis keynesiano: en la noción de que
la eficiencia marginal del capital puele llegar a cero en un par de
generaciones de producción de pleno empleo; en la actitud frente
a una gran deuda pública; en el papel pasivo asignado al ahorro;
en la crítica de la "hacienda sana"; y en el punto de vista de que
la igualdad' de renta es totalmente compatible con el progreso en
la acumulación de riqueza. Para que no haya equivocación posible,
3368 TEMAS Y P0LE3HCAS [R. E. P., V I I I , 3

hay que señalar que la hipótesis de la abundancia es aplicable sólo


;: los países capitalistas adelantados. La economía keynesiana no es
muy afín con los países poco desarrollados, en los que la abun-
dancia no es una .posibilidad a corto plazo y donde se aplica la
medicina clásica para la pobreza..
El gasto deficitario fue el medio de Keynes para la prosperidad
durante la depresión. Esto suponía, desde luego, presupuestos de-
liberadamente desiquilibrados, e iba en contra de los principios
de hacienda publica admitidos. En 1930, la Tesorería Británica re-
bujo los sueldos del magisterio y se retrajo en otros gastos con
objeto.de obtener un equilibrio presupuestario. El presidente Ho-
over_ se irritó tacto con las ideas de Keynes que llamó al gasto
deficitario y recomendaciones anejas la "Operación Calamar" y
e5tó a Keynes, juntamente con Marx y Mussolini, como uno de los
Ires mayores enemigos de la civilización moderna. Franklin D. Ro-
oaevelt, que más tarde apoyó el gasto deficitario, en la campaña de
1932 llevó a cabo un ataque sangriento contra el presidente Hoover
por no haber conseguido nivelar el presupuesto, y pidió enérgicas
reducciones de. los gastos federales. Los economistas profesionales
tenían poca ciencia que ofrecer para señalar un modo de escapai
a la crisis. Keynes, sin embargo, sabía lo que se debía hacer, y su
prescripción del gasto deficitario se ha convertido actualmente en
un remedio corriente para las depresiones. La aceptación de la
financiación del déficit como un tipo respetable de política publica
constituye uno de los cambios más notables del pensamiento pú-
blico, que ha de ser atribuido fundamentalmente a la economía
keynesiana.
Otra forma de expresar el significado funcional de la economía
keynesiana consiste en la repudiación de los fundamentos teóricos
del laissez faire, por una parte, y la sanción teórica de una econo-
mía mixta, por otra. De una forma muy parecida a como el socia-
lista Marx presenta una teoría del capitalismo como base para una
argumentación del socialismo, así el intervencionista Keynes pre-
senta una teoría del laissez faire como base para una argumentación
en favor de una economía mixta. Si el sistema económico no se
auto-ajusta, entonces son necesarias medidas positivas para asegu-
rar el pleno empleo. Al abstenerse, eri la General Theory, de estereo-
tipar el tipo de intervención que sería necesario para dominar la
SEI'TBRE. DICBRE. 1 9 5 7 ] LA ECONOMÍA K.EYNESIANA... 1369

paradoja do la pobreza en ruedio de la abundancia potencial,


Keynes deja abierta una visión flexible del • futuro, pero con la
dirección claramente indicada. El capítulo final de la General
Theory sienta la filosofía social de una economía mixta. El grado
de mezcla es flexible, pero el área de actividad gubernamental será
mucho .mayor que bajo el renqueante laissez jaira que existía en
los Estados Unidos y en el Reino Unido al principio de la Gran
Depresión. La propiedad privada no resulta atacada ni defendida
en el terreno económico. Keynes siempre mantuvo que el asunto de
la propiedad privada de los medios de producción frente a la pro-
piedad pública de dichos medios carece de importancia. En tanto
que la propiedad privada de les medios de producción no milite en
contra de la consecución de la abundancia, debería ser fomentada
por las muchas ventajas no económicas que ofrece. Pero el lugar
sagrado que la propiedad privada ocupó en la economía clásica se
ve debilitado al darse al gasto la importancia que antes se conce-
diera a la austeridad.
La aceptación verbal de una nueva filosofía sccial es importante
incluso porque abre un camino a través del cual las nuevas ideas
pueden llegar a los estadistas aptos para recibir innovaciones en
materia de política. En el mundo de la postguerra, casi todas las
naciones han adoptado programas de pleno empleo o de im alto
nivel de empleo. Los dos grandes partidos políticos de los Estados
Unidos, y casi todos los partidos políticos en los demás países están
comprometidos en el papel a utilizar el poder del Gobierno para
evitar otro hundimiento general del sistema económico. La Ley de
Empleo de 1946 de los Estados Unidos es una importante manifes-
tación de la nueva filosofía social de tipo keynesiano. Uno de los
puntos culminantes en esta dirección se produjo cuando en 1952 el
general Eisenhower solicitó el uso total y complete del poder fede-
ral para evitar un paro en gran escala.
Aunque los estadistas, desde F. D. R. al presidente Eisenhower,
han utilizado políticas de tipo keynesiano contra la depresión, no
es obvio que lo que ha sucedido en el área de la actividad econó-
mica haya estado muy influido- por esas ideas. Los Estados Unidos
fueron a la segunda guerra mundial con una depresión de vastas
proporciones aún sin liquidar, sin más solución a la vista que la
guerra. Desde entonces, la nación ha atravesado quince años de
1S70 TEMAS Y POLÉMICAS [R. E. P., VIII, 3

expansión bélica y postbélica. Once años de prosperidad postbélica


nos colocan ahora en la misma posición relativa en que se encon-
traba la nación en 1929. Lo mismo que antes de 1929, existe una
fu erre creencia de que. no habrá más depresiones de importancia.
Una nueva filosofía de la Nueva Era está desarrollándose entre los
economistas,, los hombres de negocios 7 el público. La confianza de
que los acontecimientos dejarán de parecerse al pasado en esta
particular coyuntura de la historia descansa, en parte no pequeña,
sobre la fe en la propiedad de Ia9 políticas de tipo keynesiano:
construcción de estabilizadores, política monetaria y política fiscal.
Esto aparece como una ilusión extraña y peligrosa, la ilusión de
la estabilidad, económica, en la que hemos caído. Aunque los acon-
tecimientos, no ce han visto grandemente influenciados durante los
últimos veinte años por la economía keynesiana, ahora centramos
implícitamente nuestra fe sobre la aplicación consciente de este
tipo de política para salvarnos del destino que ha caracterizado el
desarrollo capitalista con intensidad creciente durante el último
siglo y medio-. Tenemos la soberbia de suponer que a partir de
ahora haremos lo que jamás había sido hecho con anterioridad.
Parece ser que pensamos que porque ahora conocemos las causas
de las depresiones y del estancamiento, evitaremos que vuelvan a
jiToducirse. Esta fe en la inteligencia humana es admirable, pero
apenas si está justificada -por la experiencia. La carga de la prueba
está sc-bre aquellos que creen que esta vez ha llegado realmente
una Nueva Era. La historia no se repite, pero tampoco se niega a
sí misma de repente. No es otro 192,9 a 1932 lo que hemos de temer
fundamentalmente, sino otro 1936 a 1939.
Tan importante como no sobreestimar la influencia de la eco-
nomía keynesiana es nt> subestimarla. El ¡poder de las ideas para
dominar los acontecimientos es, en el mejor de los casos, limitado,
y opera con moderada influencia tan sólo a través de largos períodos
tle tiempo. El mismo Keynes se equivocó al exagerar la influencia
úe las ideas. Escribió en el párrafo final de la General Theory.
"Las ideas de los economistas y de los filósofos políticos son más
poderosas de lo que comúnmente se cree, «tanto cuando son equivo-
cadas como cuando son ciertas. Realmente, el mundo se gobierna
con poco más.** Mis lecturas históricas no confirman esta fe en el
poder de las ideas para influenciar los acontecimientos. Más cerca
SEPTBRE.-DICBRE. 1 9 5 7 ] LA ECONOMÍA KEYNESIAJiA... 1371

de la verdad parecía estar el profesor Pigou, en el párrafo final


áe su discurso como presidente de la Royal Economic Society-:
''Temo que la esperanza de que el progreso del conocimiento eco-
nómico afecte de una manera apreciable los acontecimientos rea-
les sea muy tenue. No es probable que haya mercado para nuestro
producto." He aquí un ejemplo, por lo menos, en el que el profe-
sor Pigou admite que la oferta no crea su propia demanda.
Lo más que se puede esperar de un economista es que aclare
grandes cuestiones y señale la dirección a seguir para encontrar
soluciones. Por consiguiente, el sine qua non de la grandeza es la
perspicacia para los problemas históricos contemporáneos. Como
dice el profesor Schumpeter, una nueva visión, tal como la visión
de la abundancia de Keynes, tiene que estar necesariamente aso-
ciada en su génesis con una ideología; es decir, con juicios de valor,
un punto de vista, un juego de intereses y selección y énfasis, en-
tre les hechos que son más importantes y aquellos que son menos
importantes en el complejo total de una situación social. Para que
la visión se convierta en parte de la ciencia, según la metodología
del profesor Schumpeter, ha de ser purgada de su contenido ideo-
lógico porque la teoría económica (ciencia) es neutral frente a
los juicios de valor y a la política práctica. Consecuentemente,
Schumpeter acusó a Keynes del vicio ricardiano de "ofrecer bajo
la apariencia de verdad científica general pareceres que sólo tie-
nen sentido con referencia a las exigencias prácticas de la situa-
ción histórica única de un país y un tiempo dados." En la recen-
sión que hizo de la General Theory Schumpter dijo de Keynes:
"... en todas partes aboga por una política definida, y en cada pá-
gina el espíritu de esa política mira por encima del hombro del
analista, ensambla sus supuestos, guía su pluma... Es vital recha-
zar la comunión con cualquier intento de resucitar la práctica ri-
cardiana... La economía jamás tendrá ni mérito ni autoridad, en
tanto no se disuelva esa diabólica alianza. Este libro nos lanza
a ella de nuevo." Es mi opinión que este juicio, que ve la General
Theory como una enorme desgracia para la teoría económica,
estaba equivocado, y que, por el contrario, sirvió más que ningún
otro acontecimiento de este siglo para vitalizar la ciencia eco-
nómica. El vicio ricardiano es realmente una virtud, o si no es
una virtud, defendamos el vicio. La enorme estatura de Ricardo
1332 TEMAS V POLÉMICAS [ R . E. P , V I H , 3

y de Keynes como economistas 6urge del hecho de tomar actitu-


des positivas sobre los grandes problemas de sus tiempos. Mis lec-
turas de historia de la teoría económica llevan esta afirmación a
la categoría de verdad general sobre el desarrollo de nuestra dis-
ciplina. Al luchar por la neutralidad, los.economistas generalmen-
te logran la esterilidad. Afortunadamente, Keynes no era uno de
esos neutralistas, y estaba por ello en inmejorables condiciones
para hacer progresar la ciencia. Para ser hombre de ciencia uno
debe ser objetivo en el sentido de dejarse guiar por los hechos
de la experiencia, pero uno no tiene que ser neutral en el sentido
de rechazar la formulación de proposiciones que tienen una signi-
ficación funcional para la práctica. Para que les economistas sean
influyentes en el sentido ricardiano y keynesiano, sus {programas,
que representan el significado funcional de sus teorías, deben ser
compatibles con las condiciones históricas e institucionales funda-
mentales de la época y ser susceptibles de ser realizadas política-
mente. El programa de Ricardo para la derogación de las Leyes
de Cereales era compatible con la mejor asignación de recursos
entre ¡la agricultura y la industria y con el creciente poder polí-
tico de los capitalistas industriales, representado, por ejemplo, por
la Ley de Gran Reforma de 1832. El programa de .pleno empleo
de Keynes es una respuesta a la inestabilidad capitalista y está
de acuerdo con el crecimiento de la democracia de masas, con
su desee1 de actuar a través del estado si la empresa privada no
proporciona suficientes oportunidades de empleo. Si bien es una
pena que una teoría sobre un medio variante no puede ser al mis-
mo tiempo históricamente relevante y umversalmente válida, es
éste uno de los hechos de la vida que los mortales deberían apren-
cler a aceptar.
Muy a la larga, la iuflueucia de las grandes ideas sobre el cur-
so futuro de les acontecimientos no puede ser predícha, (pero el
tema merece ser objeto de especulación. Quizá la aportación más
importante de la economía keynesiana resulte ser un más alto ni-
vel de racionalización de la vida económica—en el sentido de ra-
cionalización de Max Weber—a través del impulso que ha dado
al análisis de renta y a la. contabilidad nacional. Como han se-
ñalado Werner Scmbart y otros, el moderno capitalismo no bu-
hiera sido posible sin el cálculo racional de los negocios a través
SEPTBRE.-DICBRE. 1957] LA ECONOMÍA KEYNESIANA... 1373

del sistema de contabilidad por partida doble. La gran época de


la empresa comercial se caracteriza por la extrema racionalidad
de la contabilidad comercial, por una parte, y por la total falla
de un cálculo consciente relativo a la economía como un todo, por
otro lado. Parece ser que vamos entrando lentamente en una épo-
ca en la que el cálculo afecta a la economía como un todo y no
sólo a la empresa individual, alcanzando todo el sistema econó-
mico en conjunto. Esto es una consecuencia lógica de la muerte
del "laissez faire". Un sistema de cálculo cuidadoso sobre la base
de una amplia economía significa que las decisiones económicas
se loman en relación con sus efectos sobre la renta nacional, más
que en relación con las ganancias y pérdidas de los negocios pri-
vados. Cuando la contabilidad se lleva a cabo sobre la base de
Ja renta nacional quedan automáticamente resueltos muchos de los
más difíciles problemas económicos. Por ejemplo, dado que los
obreros parados no hacen aportación alguna a la renta nacional,
es deseable, desde el punto de vista de la contabilización de la
renta nacional!, que estén empleados mientras produzcan algo. Así,
el resultado inmediato de la dirección consciente de los asuntos
económicos sobre esta base contable sería la desaparición del paro.
La gran irracionalidad social del paro, que tanto extrañó a la ge-
neración de Keynes, resultaría no ser problema en absoluto. La
mano visible del contable de la renta nacional reemplazaría a la
mano invisible de Adam Smitfh.

DISCUSIÓN

DAVID MCCORD WRIGHT: Acepto la norma del profesor Dillard


cié que el valor de una teoría se ha de juzgar por su susceptibi-
lidad de produccir conclusiones políticas relevantes para el mun-
do contemporáneo. Pero encuentro poco realista el afirmar que
el estancamiento (de la variedad de exceso de oferta de capi'tal)
deba ser considerado como el gran peligro de esta época de es-
caseces mundiales en la mayor parte de los países y de presión
inflacionista en todos ellos, prácticamente.
El profesor Dillar dice que actualmente ha sido demostrado
que no hay diferencias de importancia entre las teorías de la ofcr-
1374 TEMAS Y POLÉMICAS IR- E. P., VIII, 3

ta y demanda de préstamos de la preferencia de liquidez. Esta


afirmación dice mucho y no dice nada, al mismo tiempo. Admito
que se pueden trazar varios esquemas de definición que las asi-
milen formalmente. Pero cuando abandonamos la tautología se
presentan una serie de casos diferentes, en algunos de los cuales
ambas teorías producen los mismos resultados, pero no sucedien-
do lo mismo en otros casos.
Un diagrama (más abajo) servirá, yo espero, para aclarar la
cuestión.
Supongamos dado un producto nacional bruto en pleno empleo.
El eje de las abscisas medimos cantidades de ahorro e inversión.
El eje de las ordenadas representa porcentajes de interés y bene-
ficios esperados. El ahorro planeado se supone (para simplificar)
que es inelástico respecto del tipo de interés a corto plazo. Con-
secuentemente, se representa con una línea recta vertical.
Se han trazado tres curvas, que representan la eficiencia mar-
ginal del capital: MEC^ MEC2, MEC3. Cada una de ellas repre-
senta los beneficios marginales esperados a distintos niveles de
inversión planeada, con el GNP inicial dado, y bajo diversas con-
diciones generales de expectativa y de cambio técnico1, durante un
período de tiempo de, por ejemplo, seis meses a un año.
MECi intersecta la recta de ahorro al nivel del 4 por 100. Es
evidente, por elemental lógica económica, que 4 por 100 es el úni-
co tipo de interés en equilibrio. Si el tipo es más elevado, el aho-
rro planificado excederá a la inversión planificada, y la renta se
contraerá. Si el •tipo es más bajo, la inversión planificada será
mayor que el ahorro planificado, y si no se raciona el crédito
(puesto que el pleno empleo se supone desde el primer momento),
comenzara la inflación.
La curva MEC2 intersecta a la recta de ahorros al nivel de'l 7
por 100. Es evidente' que el 7 por 100 será de nuevo el tipo de in-
lerés de equilibrio. Algunos keynesianos del tipo que yo he llama-
do "stream-lined" parece que piensan que" la afirmación de Keynes
de que el tipo de interés viene "solamente" determinado por la
interacción de la preferencia de liquidez y la cantidad de dinero,
excluye cualquier efecto de un desplazamiento positivo en la cur-
va MEC sobre el tipo de interés. Esto es un error, como he demos-
trado en mi artículo publicado en la American Economic Revietv,
SKPTBRE.-DICBRE. 1 9 5 7 ] LA ECONOMÍA KEYNESIANA... 1375

fí£C TA OE AHORRO

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Volúmenes de a&erro e f/?rers/on

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1376 • TEMAS Y POLÉMICAS [R: E. P., VIII, 3

'\Future of Keynesian Economics" (junio, 1945). Un desplazamien-


to en la curva MEC producirá una elevación en Lx o demanda de
transacciones para liquidez. Los hombres de negocios atraídos por
un nivel más alto -de expectativas de beneficio buscarán nuevas
transacciones con las que hacer caja. Si las palabras hacen feliz a
alguien, podemos decir que desearán abastecerse con vistas a más
altos niveles de renta.
Es cierto que la elevación del tipo de interés puede ser evitada
temporalmente mediante un descenso de la demanda L2 de liqui-
dez debido a una baja en el motivo de especulación. Esto opera,
sin embargo, como un aumento de la velocidad. Producirá infla-
ción (a menos que se imponga una acción compensadora positiva
de las autoridades monetarias). Pero una vez que el impulso infla-
cionista de las cantidades lanzadas se ha extinguido, el tipo subirá
hasta la conveniente cifra de equilibrio. Se verá que el resultado
final es, pues, el mismo para la preferencia de liquidez o la oferta
y demanda de préstamos. El esquema de Keynes, sin embargo,:
hace especialmente visible la posibilidad de un moviminto inflac-
cionista temporal. Dudo, sin embargo, que esta parte de su análi-
sis pudiera haber causado sorpresa a Ricardo, o a Smitli, o a Mili
o Hume. . ..
La aportación realmente importante de Keynes aparece en nues-
tra curva MEC3. Ahí el teórico de la oferta y demanda de préstamos
sostendría que el tipo de interés descendería al medio por ciento,,
o incluso más bajo, y así la inversión planeada continuaría siendo
igual al ahorro planeado. Pero Keynes, con su análisis del motivo
especulativo L25 que no necesito repetir, muestra que puede per-
manecer, digamos, en el 2 por 100. En este caso, la inversión pla-
neada queda muy por debajo del ahorro planeado, y empezará a
producirse una baja general en el nivel de producto nacional bruto.
Algunos estudiosos me han preguntado qué es lo que liaría cam-
biar el programa MEC. Seguramente es obvio que una elevación
o una baja en el estado general de las expectativas puede produ-
cirse mediante nuevos descubrimientos, nuevos Gobiernos, nuevos
cambios en la política social, la puesta en marcha de nuevas zonas.
El diagrama y la explicación que he dado solamente aclaran
el análisis que publiqué en 1945, que fue aprobado por escrito por
el mismo Keynes y por Sir Dennis Robertson. Recuérdele, también-
-SEPTSflE.-DICBRE. 1957] LA ECONOMÍA KEYNESIANA... 1377

que Keynes dijo al Profesor John H. Williams que estaba tratando


de educar a los ingleses para la necesidad de un tipo superior de
interés después de la guerra, y que yo tengo cartas suyas diciendo
que espera que después de la guerra el problema sea la inflación,
no el paro. £1 no reconocer la relatividad de las enseñanzas de
Keynes no es meramente mala economía, sino mal keynesianismo.
La teoría de Keynes no prueba que un aumento del ahorro
(planeado) o una elevación del tipo de interés reduciría el ahorro
efectivo. Esto sería cierto solamente "suponiendo que no hubiera
ningún cambio favorable en el programa de inversión". El texto
de Klein contiene la equivocación relativa al ahorro, y el de Dil-
lard se refiere al tipo de interés. Todavía existen otros igualmente
dogmáticos. Más aún, no es forzosamente cierto (aunque aquí hablo
fundamentalmente en mi propia representación) que uno tenga que
fiarse de un aumento en la curva MEC. Porque si la recta de aho-
rro se mueve hacia la derecha y la curva MEC permanece inmuta-
ble, entonces el gasto de consumo reducido podría dejar saldos ade-
cuados para satisfacer un aumento cualquiera en la demanda L2 de
liquidez debida al motivo especulativo. ¿Por qué no habría de ba-
jar necesariamente la curva MEC? Porque la inversión y el con-
sumo no están necesariamente unidas por ninguna relación mecá-
nica fija. La inversión podría ser principalmente autónoma.
Uno de los principales inconvenientes es, creo yo, que los dis-
cípulos de Keynes han dado mucha importancia a la tradición oral
relativa a lo que él dijo, no prestando demasiada atención a lo que
escribió. Podría ilustrar con varias anécdotas, tomadas de mi propia
experiencia, la diferencia que hay entre un profesor improvisado
en su casa o en un seminario y sus escritos. Nosotros los economis-
tas debemos darnos cuenta que tan sólo progresamos y somos hom-
bres de ciencia en la medida que* tenemos consciencia de la múlti-
ple variedad del progreso social. La persistencia de un keynesianis-
mo de características torrenciales—quiero decir de doctrinas tales
como que el tipo de interés es un fenómeno puramente monetario
en la realidad y no por definición, o que un mayor intento de aho-
rrar o un tipo de interés más elevado deben significar una baja
en el ahorro realizado, o de que la invasión del mercado por el
capital es inevitable cuando la economía se expansiona—es sola-
mente posible a causa de un colapso en masa del respeto a los
1378 TEMAS Y POLÉMICAS [R. E. P., VIII, 3

hechos, de la exactitud investigadora y de la consciencia cientí-


fica en una gran parte de la profesión económica.
WILLUM A. SAIANT: El profesor Fellner ha expresado el pun-
to de vista de lo que él llama keynesianismo cíclico ha obtenido
una aceptación muy amplia, pero añade que esta variedad de key-
nesianismo es obra no sólo del mismo Keynes, sino de predeceso-
res tales como Wicksell y Robertson. Me gustaría definir lo que
yo creo que es la característica de la aportación de Keynes. Esto
requerirá un breve estudio de la relación entre el llamado sistema
"•clásico", la obra de los precursores a que se ha referido Fellner,
y el sistema keynesiano.
.Estaba en el espíritu de los análisis clásico y neoclásico que
un 6Í3tema económico que funcionase fácilmente tendería hacia el
equilibrio en pleno empleo. (En este texto, "funcionar fácilmente"
equivale a decir dinámicamente estable y libre de rigideces.) Esto
implicaba que una reducción de cualquier componente de la deman-
da efectiva pondría en movimiento una serie de respuestas que
repondrían la totalidad de la demanda (en condiciones reales, aun-
que DO necesariamente monetarias) en un nivel de pleno empleo.
El sistema podría ser comparado a un piloto automático que man-
tiene un curso estable compensando las perturbaciones exteriores.
El mecanismo automático, en virtud del cual se mantenía o res-
tablecía el pleno empleo, no fue enunciado con demasiada cla-
ridad por los escritores clásicos y neoclásicos; efectivamente, he-
mos aprendido mucho en la discusión promovida por la General
Theory, acerca de cómo se suponía que operaba el sistema clá-
sico. Está claro, sin embargo, que el tipo de interés era la fuerza
estabilizadora clave, ayudado por variaciones en el nivel de cos-
tes y precios, que operaban bien a través de sus efectos sobre el
tipo de interés o directamente sobre el valor real de los activos
monetarios.
Les estudiosos del proceso ahorro-inversión, empezando con
Wicksell, centraron su atención sobre las fuerzas capaces de alte-
rar el nivel de la demanda total. Estas fuerzas se podrían clasifi-
car así: las que afectan al ahorro, a la inversión, al atesoramiento
y a la cantidad de dinero. Estos escritores dedicaron mucha aten-
ción al problema de la acción de la autoridad monetaria dirigida
a contrarrestar las fuerzas perturbadoras. Aceptaban un nivel de
SEPTBRE.-DICBRE. 1957] LA ECONOMÍA KEYNESIANA... 1379

precios estable (o, en algunos casos, rentas monetarias estables per


capita) como objetivo deseable de la política, ya como medio de
estabilización de la producción o como un fin en sí mismo. En re-
lación con esto, no siempre distinguieron entre la repercusión de
las fuerzas perturbadoras sobre los precios y sobre la producción,
sino que generalmente subrayaron el nivel de precios. Quizá 6ea
justo decir que ellos suponían que la caída de precios provocaría
efectos depresivos sobre la producción y que e-1 alza de precios ten-
dría un efecto estimulante en tanto que la producción se manten-
dría en equilibrio en pleno empleo mientras los precios (o las ren-
tas monetarias) estuvieran estabilizados. Habría que añadir que lo
que explica en gran parte la importancia dada a 'los precios es, in-
dudablemente, el hecho de que las fluctuaciones de precios eran más
violentas y se ponían de manifiesto con mayor claridad en las es-
tadísticas que las fluctuaciones de la producción y del empleo.
Estos escritores trataron de las perturbaciones del equilibrio
del sistema clásico. Algunos de entre ellos abogaron por la inter-
vención de la autoridad monetaria para contrarrestar estas peí-
turbaciones, en lugar de defender la confianza en las fuerzas auto-
correctoras automáticas que eran inherentes al sistema. Sin em-
bargo, no expusieron una teoría complementaria de la determina-
ción del nivel de producción. El sistema keynesiano produjo esta
teoría.
Con objeto de poner de manifiesto claramente las caracterís-
ticas del análisis keynesiano que yo considero distintivas, añadiré
a los tres tipos de keynesianismo de Fellner un cuarto tipo que
podría ser llamado keynesianismo "contingente" o "condicional".
Esta subespecie" parte de la suposición de que los estabilizadores
clásicos son inoperantes, de que el piloto automático está desco-
nectado. En qué condiciones serán efectivamente inoperantes, en
qué forma ha de modificarse el sistema clásico para obtener este
resultado, es un problema de-l tipo que Fellner llama teórico-fun-
damental; el keynesianismo contingente lo "evade", simplemente,
para decirlo con una palabra de Fellner, y no trataré de él.
Utilizando como punto de partida el supuesto de que ni las
variaciones del tipo de interés ni de precios y costes estabilizan
la demanda total, el keynesianismo contingente nos dice, dado el
nivel de inversión y la función de consumo, que la renta real es-
1300 TEMAS Y POLEMIOS [R. E. P., VIII, 3

tara en equilibrio en el punto en que el ahorro y la inversión sean


iguales. Al haberse hecho totalmente inoperantes los estabiliza-
dores clásicos, la renta real tiene que realizar toda la tarea de
equiparar el ahorro y la inversión. Esto es, desde luego, un tipo
I jarato y adulterado de un modelo keynesiano. Está claramente re-
Jacionado con el keynesianismo cíclico de Fellner. Si esto es pro-
ducto de una línea continua de desarrollo, o una mutación com-
parable a ]a que tuvo lugar el día memorable en que un jugador
de fútbol cogió por primera vez la pelota y echó a correr con
ella, inventando así el rugby, es algo que no voy a intentar ave-
riguar.
Una característica notable del sistema keynesiano es que se pres-
ta al desarrollo en muchas direcciones, y que tal desarrollo ha
florecido durante los dos decenios que siguieron a la publicación
de la General Theory. El sistema puede ser ampliado mediante la
incorporación de elementos omitidos en sus primeras versiones,
tales como el comercio exterior y el gobierno, y mediante la se-
gregación de variables agregadas. Las hipótesis sencillas, tales como
la función del consumo original, pueden ser sustituidas por otras
más complejas y, esperamos, más realistas, tales como la hipóte-
sis de la renta relativa de Brady-Duesenberry-Modigliani. El siste-
ma keynesiano esencialmente estático puede transformarse en di-
námico mediante la introducción de retardados (lags), de tipos de
cambio como variables, o permitiendo cambios en el capital re-
sultante de la inversión, como en el multiplicador-acelerador de
Samuelson, el modelo de inventario de Metzler y los tipos de des-
arrollo de Harrod-Domar.
Con relación a la teoría del estancamiento derivada del key-
nesianismo, Fellner llega a la conclusión de que no ha hecho una
¿portación teórica de significación. Pero es que el estancamiento,
como forma distinta de otras manifestaciones de keynesianismo,
no es, de ningún modo, y fundamentalmente, materia de teoría,
sino más bien una serie de razonamientos cuantitativos relativos
a las posiciones futuras de las funciones de la inversión y de con-
sumo. Es muy cierto que los presentimientos del estancamiento no
han sido confirmados (un economista del estancamiento apasiona-
do añadiría aquí la palabra "todavía"), y que los años de los de-
cenios de 1940 y 1950 han sido períodos de inflación más que de
•SEPTBRE.-DICBRE. 1 9 5 7 ] LA ECONOMÍA KEYNESIANA... 1381

estancamiento. Totalmente aparte de la influencia de la guerra y


de la guerra fría habría que recordar que la tesis del estancamien-
Jto descansaba en gran medida sobre la proyección de un índice
decreciente de crecimiento de población, proyección que ha re-
sultado estar muy lejos del punto de partida. En esta medida, el
curso real de los acontecimientos ha desacreditado uno de los su-
puestos no económicos del estancamiento, más que sus prediccio-
jnes económicas, que, a pesar de sus méritos, permanecen en gran
medida sin probar.
TIBOR SCITOVSKY: Al ser el último orador de una sesión que
pone fin a un largo y fatigoso día, no estoy en condiciones de lan-
zarme" a un análisis académico, y probablemente ustedes tampoco
están en disposición de escucharlo. Además, no difiero grande-
mente de las tesis presentadas en las dos comunicaciones. Así, tan
.sólo comentaré una afirmación del profesor Dillard, y haré la muy
-sencilla indicación de que Keynes ha simplificado mucho la teo-
ría económica, la ha hecho más realista, dando con ello un tre-
mendo impulso al posterior desarrollo de la economía.
El profesor Fellner está en lo cierto, desde luego, al decir que
la mayor parte de los ingredientes de la teoría de Keynes, así como
también la mayor parte de sus conclusiones de política econó-
mica, fueron conocidos por mucha gente con anterioridad a Key-
nes. Como lo ha manifestado el profesor Whitehead: "Todo lo im-
portante ha sido dicho anteriormente, por alguien que no llegó
ÍI descubrirlo." Keynes coordinó trozos sueltos de teorización eco-
nómica ya conocidos, proporcionó algunos lazos de unión que fal-
taban y creó, además, una teoría coherente del empleo. Llamar a
esto, como el profesor Fellner lo llama, dar una formulación es-
pecialmente efectiva a doctrinas conocidas es, en mi opinión, una
declaración que disminuye su valor.
Una de las aportaciones principales de Keynes—y la de im-
portancia crucial para la teoría del empleo—fue la noción del equi-
librio con Eubcmple'o. Puede ser que esto no haya llevado a con-
ceptos que fueran nuevos para Wicksell o Sir Dennis Robertson;
pero ha realizado un papel mucho más importante. Ha hecho que
Ja especulación sobre el nivel de prosperidad y lo que determina
ei nivel de prosperidad fuera mucho más sencilla de lo que nunca

25
1382 TEMAS Y POLÉMICAS [R. E. P , VIII, 3

fue; y ha establecido un lenguaje y un -terreno comunes entre el


economista y el público.
Tengamos presente que antes de la General Theory el paro se
consideraba como el resultado de la fricción, del desequilibrio tem-
poral o del poder monopolizador de los sindicatos obreros. Esto
significaba que el ciclo económico había de explicarse dentro de
un marco teórico que no daba margen a la posibilidad de* varia-
ciones en el empleo y la renta. También significaba que la polí-
tica del ciclo económico había de ser formulada sin contar con los
beneficios de una medida de prosperidad conceptualmente satis-
factoria, tal como el nivel de renta o de producción o de empleo.
Esto puede parecemos absurdo hoy día; pero fue la General Theo-
ry, de Keynes, la que hizo que nos diéramos cuenta de este ab-
surdo.
Muchos teóricos del ciclo económico admitían, desde luego, la
posibilidad del paro. Pigou incluso utilizó el porcentaje de em-
pleados como un índice de prosperidad; pero esto fue una conce-
sión al sentido común, más que una parte integrante de la teoría.
El nivel de precios, la duración del período de -producción, la
proporción de inversión respecto del producto total, eran las va-
riables teóricamente importantes que servían para medir y expli-
car el ciclo económico. De aquí que, para ser un competente teó-
rico del ciclo según los cánones de la época, había que dominar
los nebulosos conceptos y la complejidad teutónica de la teoría
del capital. No hay que maravillarse si la mayor parte de las per-
sonas huían, y solamente los mejores, como Wicksell y Sir Den-
nis, trataban de hacer evolucionar las teorías del ciclo y su po-
lítica, que habían resistido la prueba del tiempo. La mayor parte
de los economistas llegaron a padecer una especie de esquizofre-
nia. Creían, y enseñaban, una teoría de los precios lógicamente
elegante; y, al mismo tiempo, daban su adhesión a una teoría mo-
netaria y del ciclo económico que a veces era buena, a veces mala,
pero casi siempre era incompatible con &u teoría de los precios.
El concepto de Keynes del equilibrio d&I paro encubierto ha
cambiado todo esto. Ha armonizado, o, por lo menos, ha hecho
compatibles, la teoría de los precios y la teoría del empleo, y ha
simplificado la teoría del empleo. Tengamos en cuenta que esta
parte de la economía es la de mayor relevancia para el bienestar
SEPTBRE.-DICBRE. 1957] LA ECONOMÍA KEYNESIANA... 1383

y el sufrimiento humanos, y que gracias a Keynes esta parte su-


mamente importante de la economía, desde el punto de vista hu-
mano, se ha hecho lo suficientemente sencilla para ser enseñada
en cursos de introducción destinados a estudiantes elementales.
Creo que es muy importante poder mostrar la relevancia de la
teoría económica para los problemas humanos y sociales al prin-
cipio. Después de todo, los jóvenes se hacen economistas no—o, por
lo menos, yo espero que sea así—con vistas a aumentar sus ga-
nancias, sino a consecuencia de una preocupación idealista por los
problemas.humanos y sociales. Sin embargo, cuando yo era estu-
diante había que pasar años estudiando mapas de indiferencia,
rectas de balance, elasticidades de sustitución, esto y lo otro mar-
ginal, y tan sólo cuando estos estudios habían hecho desaparecer
toda la compasión del estudiante por los problemas sociales y hu-
manos, solamente entonces era considerado apto para los más ele-
vados misterios de la teoría del capital y el estudio del ciclo eco-
nómico.
Mientras tanto, desde luego, hemos aprendido que la teoría del
empleo y del ciclo económico no son tan sencillas como Keynes
y los primitivos keyncsianos creían. Pero poseemos una teoría del
empleo, y podemos partir de una primera aproximación sencilla,
umversalmente inteligible y casi umversalmente aceptada, y de
ahí seguir explorando las complejidades más elevadas de la fun-
ción de consumo o de la función de inversión o de los tipos de
crecimiento dinámico. Gracias a Keynes la teoría económica es
hoy día un bloque, y el economista no se ve ya obligado a vivir
con un conflicto interno entre su teoría y su sentido común.
Al mismo tiempo que Keynes eliminó el conflicto que había
en el seno del economista, suprimió también el conflicto existente
entre el economista y el público. La noción del equilibrio con
subempleo, el uso de la renta nacional o producto nacional bruto
o el empleo como variable básica, han proporcionado al economis-
ta un lenguaje y un estructura conceptual que el público entiende
y aprecia. Esto no quiere decir, naturalmente, que el público com-
prende totalmente al economista. Después de todo, el New Yorker
encontraba gracioso hace poco que el Harvard Club, de New Jer-
sey, hubiera presentado al profesor Seymour Harris en un banque-
te como "un economista sumamente calificado para decirles a us-
1384 TEMAS V POLÉMICAS [R. E . P., VIII, 3

por qué no habrá depresión y qué hacer cuando se pro-


duzca". Evidentemente, nosotros los economistas no vemos que
haya nada de gracioso o de incompatible en esto.
No obstante, creo firmemente que hoy día hay un mayor con-
tado y una mayor interacción entre los economistas, de una par-
te, y los políticos prácticos y el público, de otra. Me doy cuenta
de que la mayor influencia de los economistas sobre los asuntos
prácticos es, en opinión de algunos, una bendición; pero todos
ustedes estarán seguramente de acuerdo conmigo en que la ma-
yor consciencia por parte del economista de sus responsabilida-
des de carácter público—el reconocimiento por su parte de la eco-
nomía como ciencia social y no un mero ejercicio lógico—es una
buena cosa. Y no puedo dejar de creer que fue a Keynes a quien
Be debió en muy gran parte que se° lograra este aspecto de la ac-
titud del economista actual.

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