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UNIFORMIFDAD Y DIVERSIDAD

Compendio realizado con fines académicos.


UNIFORMIDAD

Cualidad, carácter, estado cualidad o condición de uniforme, así mismo la semejanza, igualdad, afinidad,
homogeneidad o simetría de forma o aspecto entre dos o más elementos, individuos, cosas u objetos del
mismo género o clase.

En la psicología y en la psiquiatría, se usa la uniformidad como un criterio para definir lo normal, y se


percibe a quienes se separan demasiado de la norma o del promedio, como raros, extravagantes,
anormales, disfuncionales, enfermos o peligrosos. De nuevo lo uniforme se asume como el parámetro
de aceptación. Según Buda, a todos, sin excepción, nos iguala el sufrimiento, especialmente expresados
en la vejez, la enfermedad y la muerte.

La uniformidad puede darse en diferentes esferas entre las cuales se encuentra la uniformidad u
homogeneización cultural, la cual abarca estilo de vida, tendencias al vestir, alimentación, el
entretenimiento, la música o los cambios que han sufrido las diversas expresiones de las culturas como
sus tradiciones, bailes, artesanías entre otros.

Se puede decir que la uniformidad puede llevar a la aculturación general o sea a adoptar modelos
culturales del mundo desarrollado; esta apreciación no es casual, pues la globalización económica ha ido
acompañada de un proceso de expansión de los modelos culturales del mundo desarrollado, es por eso
que lentamente hemos ido integrando en nuestra tradición más arraigada, costumbres, hábitos y lenguajes
que no pertenecen a nuestra historia, sino que son fruto de esa lenta, pero persistente colonización cultural
que identificamos con el eufemismo de globalización.

Con este tipo de adopciones, crece el peligro de que una única imagen sea lo que ocupe todas las pantallas
del mundo, ya sean de televisión o de ordenador, un peligro que ya se puso de manifiesto durante la
primera guerra del Golfo, cuando todas las imágenes de la guerra fueron distribuidas por la CNN con lo
que, a pesar de poder coexistir ideas distintas sobre la guerra, la difusión de imágenes fue idéntica en todo
el planeta.

Se explica entonces, porque el ser humano tiene necesidad de novedades y curiosidad hacia las cosas que
vienen de fuera, por lo que no es de extrañar que el disfrute de las novedades culturales sea algo que
comparte cualquier ser humano, tanto el que vive en una gran ciudad como el que lo hace en los lugares
más remotos, pero lo malo en todo esto es que se desprecia lo propio para reconocer lo foráneo.

DIVERSIDAD

La atención a la diversidad supone el reconocimiento de la otra persona, de su individualidad,


originalidad e irrepetibilidad, y se inscribe en un contexto de reivindicación de lo personal, del presente,
de las diferencias, de lo más próximo.
La diversidad hace referencia a que todas las personas son diferentes y no es de recibo categorizarlas o
jerarquizarlas en función de estas diferencias. La diversidad es una realidad absolutamente natural,
legítima y habitual.

En los últimos años el mundo ha experimentado una profunda transformación en aspectos tan diversos
como el económico, el social, el político, las comunicaciones, las relaciones familiares o los sistemas
educativos, entre otros muchos. Al mismo tiempo, la sociedad está viendo cómo importantes masas de
grupos humanos se desplazan de unos continentes a otros, en busca de una mejor calidad de vida y de un
mayor bienestar para sus hijos.

Todas las personas somos distintas, esto es un hecho incuestionable y observable empíricamente. Los
distintos son en primer lugar los demás: el negro, el emigrante, el discapacitado. Que los demás sean
distintos de mí no dice más que el hecho igualmente irrebatible de que yo también soy distinto de los
otros. El primer diferente soy yo, cada uno de nosotros. Y somos diferentes, al menos, en dos sentidos
básicos (Aranguren y Sáez, 1998):

 Todos somos distintos en la medida en que somos irrepetibles. Ni ha habido, ni hay, ni habrá nadie
como yo ni nadie como tú;
 Cada uno de nosotros es absolutamente insustituible. En esto de vivir y transitar por el mundo cada
cual ha de hacer acopio de su propia mochila para emprender la marcha, y de la brújula con la que
orientarse.

LA TOLERANCIA, APROBADA POR LA UNESCO COMO PRINCIPIO DE CONVIVENCIA EN


LA DIFERENCIA

La tolerancia como el respeto, la aceptación y la estima de la riqueza y diversidad de las culturas de


nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y de nuestras maneras de manifestar nuestra cualidad de
seres humanos. La tolerancia se fortalece por el conocimiento, la apertura de espíritu, la comunicación y
la libertad de pensamiento, de conciencia y de creencia. La tolerancia es la armonía en la diferencia.

La tolerancia es, en primer lugar, el reconocimiento de los derechos universales de la persona y de las
libertades fundamentales de los demás. En ningún caso la tolerancia puede ser invocada para justificar
atentados a estos valores fundamentales. La tolerancia debe ser practicada por los individuos, los grupos y
los estados.

La tolerancia implica el rechazo del dogmatismo y del absolutismo, y sostiene las normas enunciadas en
el conjunto de los instrumentos internacionales relativos a los derechos humanos. La práctica de la
tolerancia significa que cada uno es libre de escoger sus convicciones y reconoce que los demás tienen la
misma libertad. Significa la aceptación del hecho de que los seres humanos, que se caracterizan
naturalmente por la diversidad de su aspecto físico, de su situación, de su forma de expresión, de sus
comportamientos y de sus valores, tienen el derecho de vivir en paz y de ser tal como son. También
significa que nadie tiene derecho de imponer sus opiniones a los demás.

Para Aranguren y Sáez (1998) la tolerancia y la solidaridad aparecen como:


• valores con los que construir la sociedad presente y la futura, donde el desarrollo económico y social de
los pueblos esté acorde con el progreso moral de las personas y de la sociedad en su conjunto;
• valores con los que educar en una cultura marcada por el mestizaje y la diversidad, entendidas como
realidades valiosas y constructivas, en la perspectiva del respeto a la divinidad de toda persona, sea cual
sea su condición o procedencia;
• valores éticos apropiables desde el conjunto de la ciudadanía y con los cuales esbozar un mínimo
referente moral que, defendiendo la dignidad de la persona, acepte el legítimo pluralismo axiológico de
nuestra cultura;
• valores con los cuales podemos ayudar a edificar el complejo proyecto de vida individual de cada
persona,

La cultura de la diversidad es un patrimonio, una conquista ineludible a pesar de su ambigüedad


semántica, a pesar incluso de la instrumentación ideológica de que pueden ser objeto. Así lo señala Flecha
(1990) cuando explica que el principio posmoderno de singularidad ha sido el principal instrumento
legitimador del impulso de esa desigualdad educativa y cultural en algunos países. Con él se ha
combatido el criterio de universalizar en todos los ciudadanos un nivel cultural básico suficiente para
asegurar el desarrollo en la sociedad en la que vive.

A cambio se ha propuesto el criterio de hacer que cada uno se adapte a su propio medio sociocultural. El
posmodernismo ha contribuido a promocionar el objetivo de diversidad enfrentándolo al antiguo objetivo
de igualdad. Toda anterior reivindicación igualitaria fue condenada como intento de imposición de unos
valores pretendidamente universales que dificultaban e impedían el desarrollo de la individualidad.

 Luego entonces lo más importante es tener en cuenta que una cultura estática y aislada es una
cultura muerta, pero una cultura incapaz de resistir a tal embate colonizador, también es una
cultura condenada a desaparecer. El problema no es, por lo tanto, el preservar las culturas en un
estado primitivo, sino el hecho de que, hasta ahora, la globalización ha distribuido una imagen
única del mundo, una imagen, que parte de unas pocas empresas multinacionales que concentran
el mercado de los productos culturales, ocasionando entonces desigualdad educativa y cultural en
algunos países. (Promover un consumo responsable y un modo de desarrollo que tenga en cuenta
la importancia de todas las formas de vida y el equilibrio de los recursos naturales del planeta. )

En este nuevo entorno de comunicación, la cultura creada y difundida, la cibercultura, tiene el potencial
necesario para escapar de la homogeneización cultural que propician otros medios de comunicación
centralizados y permite una difusión cultural que favorece la diversidad.

LA DIVERSIDAD: DIMENSIONES ÉTICO-POLÍTICAS PARA UNA CULTURA DE PAZ

Hablar de diversidad nos puede llevar a la Cultura de Paz, al considerarse la paz como ideal normativo y
regulativo desde el que se debe organizar una verdadera convivencia entre las personas. De hecho, y tal y
como promueve la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO), a través del «Manifiesto 2000 para una Cultura de Paz y no violencia», la podemos
configurar del siguiente modo:
 Respetar la vida y la dignidad de cada persona, sin discriminación ni prejuicios.
 Practicar la no violencia activa, rechazando la violencia en todas sus formas: física, sexual,
psicológica, económica y social, en particular hacia los más débiles y vulnerables, como los niños
y los adolescentes.
 Compartir mi tiempo y mis recursos materiales, cultivando la generosidad a fin de terminar con la
exclusión, la injusticia y la opresión política y económica.
 Defender la libertad de expresión y la diversidad cultural, privilegiando siempre la escucha y el
diálogo, sin ceder al fanatismo, ni a la maledicencia y el rechazo del prójimo.
 Promover un consumo responsable y un modo de desarrollo que tenga en cuenta la importancia de
todas las formas de vida y el equilibrio de los recursos naturales del planeta.
 Contribuir al desarrollo de mi comunidad, propiciando la plena participación de las mujeres y el
respeto de los principios democráticos, con el fin de crear juntos nuevas formas de solidaridad.

Efectivamente, y tal y como conocemos por el filósofo británico John L. Austin (1911-1960) y, sobre
todo, por una de sus principales tesis que mantiene en su Teoría de los Actos del Habla , "cuando
hablamos, decimos". Y, en ese decir, realmente, lo que estamos haciendo es actuar (es decir,
realizamos acciones con las palabras).

En el caso que nos ocupa, nos puede ser de utilidad en el sentido de que cuando estamos usando un
término en detrimento de otro, estamos actuando. Es decir, estamos realizando la "acción de crear" un uso
del lenguaje no discriminatorio, para empezar. Pero, fundamentalmente, "realizamos" (creamos,
construimos) una realidad diferente, distinta..., diversa en sí misma.

Las políticas públicas deben, entonces, pasar de la homogeneidad a la diversidad. Esta homogeneidad es
similar al argumento de la unidimensionalidad de H. Marcuse, donde la persona pierde toda capacidad
crítica y queda absorbida por los marcos de referencia de la sociedad de la que vive.

La homogeneidad es la unidimensionalidad aplicada a la cultura. Las políticas públicas no deben ser


unidimensionales, sino que deben contemplar que los mismos bienes que distribuyen (como por ejemplo
la salud, la educación, la seguridad, la cultura, etc.) tienen que atender a un público cada vez más diverso
y, por lo tanto, a una diversidad de interpretaciones de los mismos bienes.

Como orientaciones básicas, debemos ser conscientes de que formamos parte de un proceso de cambio,
un cambio de paradigma que es el paso de la visión monocultural de la sociedad a la visión de la sociedad
diversa. Y cada vez más las sociedades son multiculturales. Desde este punto de vista estamos pasando de
una sociedad monocultural, donde la diversidad no forma parte del elemento cultural, a una sociedad
donde la diversidad forma parte de la sociedad y se convierte en una cultura.

Éste es el elemento clave en este proceso de cambio. Así, estamos en un proceso de construcción de este
nuevo contexto donde el elemento de cohesión es importante. Debemos buscar, por lo tanto, el elemento
de cohesión dentro de la diversidad, y sobre todo no correr el peligro de vincular inestabilidad o desunión
con diversidad, como se hace a veces desde las esferas políticas.

En este sentido, tenemos que invertir el marco de referencia valorativo (positivo/negativo) y ético
(bueno/malo) como marcos de referencia en el tema de la diversidad puesto que ésta es vista como mala o
como un aspecto negativo a evitar. Este proceso de inversión que haga que la diversidad sea vista como
positiva es fundamental y es lo que debemos hacer.

Del pluralismo de valores al pluralismo cultural y el principio de la diferencia cultural

En este siglo XXI hemos pasado de la cuestión del pluralismo (a secas) a la cuestión del pluralismo
cultural. Esto significa que, si bien la cuestión del pluralismo fue el gran tema a resolver del siglo XX
desde el punto de vista de la democracia (resolver el conflicto entendido weberianamente como de los
“Dioses del Olimpo”, esto es, la noción de conflicto entre diferentes concepciones del mundo, pero con
una misma base cultural compartida), hoy en día, la política y la sociedad deben cada vez más gestionar
tipos de conflictos que están relacionados con el pluralismo cultural.

Este tipo de diversidad es un pluralismo de marcos de referencia, de tradiciones y culturas diferentes. Por
lo tanto, la pregunta de nuestra época ya no es cómo gestionar el pluralismo de valores con principios
democráticos, sino cómo gestionar el vínculo entre democracia y pluralismo cultural. En este marco, la
diferencia cultural adquiere el estatuto de principio, en tanto que se percibe como el principio orientador
de la nueva articulación de la sociedad, construida históricamente sobre la base de que la diferencia y lo
no-idéntico son anormales y forman parte de la categoría de “deficiencia social”.

La cultura adquiere, de este modo, una importancia normativa. El intento de dar una respuesta política al
reconocimiento del valor de la diversidad de la identidad cultural es una de las características distintivas
de nuestra época.

En este contexto, ya Javier de Lucas advertía hace más de una década que existen tres tipos de
reduccionismos liberales que deben evitarse: la “patologización de la diversidad”, la proyección universal
de un único modelo de cultura, y la reducción del pluralismo cultural al pluralismo de valores. Este
reduccionismo es un recurso que, en última instancia, tiene una explicación en términos de relación de
poder.

El proceso de cambio que presenciamos es, en este sentido, un movimiento donde “lo diferente” deja de
ser la principal categoría perteneciente a la anormalidad e inestabilidad y todos los calificativos negativos
que tienen un efecto sobre la cohesión y convivencia social y política.

Si bien el pluralismo de valores de nuestras sociedades liberales democráticas fue uno de los principales
marcos de referencia del debate político del siglo XX, en estos inicios del siglo XXI, la dimensión
cultural del pluralismo constituye uno de los principales ejes del discurso político. Es un hecho que
nuestras sociedades se han construido sobre la base de la homogeneidad y lo idéntico en términos
culturales, y ubicado incluso en el seno de un Estadonación.8 Sólo se ha aceptado el pluralismo cuando
procede de la persona, de sus intereses y es fruto de su voluntad, y no el pluralismo cultural, como
principio articulador de la sociedad.

Las que forman parte de nuestra tradición de la diversidad son el género, la orientación sexual, la edad y
las minusvalías. No incorporamos aquí otras dimensiones que marcan la diferencia, pero que tienen un
origen social, como podrían ser las diferencias debidas a la educación, las diferencias socioeconómicas,
etc. Las nuevas expresiones de la diversidad, especialmente incrementadas en número y variedad debido a
la llegada de inmigrantes, tanto procedentes de dentro como de fuera de la Unión Europea, son
básicamente las relacionadas con la religión, la lengua, el origen y la procedencia y, por último, las
costumbres y prácticas culturales.

BIBLIOGRAFÍA

Rodríguez Cancio, Mónica. Concepto de Diversidad

Torralba Rosello Francesc. La homogeneización cultural

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