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Entre los muchos oficios que he tenido la opción de admirar en mi vida uno de los que más

curiosidad me planteó era el de Cantor a lo Divino. No lograba develar las motivaciones, sutiles y
apócrifas para el lego, que podrían llevar a una persona a dedicar su vida a entonar largos versos
con una prosodia lastimera y, para el oído académico templado en 440 Hz, destemplada.
Mi lógica, forzadamente racional, no lograba penetrar en el sutil entramado de una rueda de
cantores y mi entendimiento se desvanecía intentando absorber los significados y protocolos
imbricados, de forma inextricable, detrás del ritual de una vigilia bien entendida y llevada a cabo
por esos seres sabios y de espíritu poderoso que son los verdaderos Cantores a lo Divino.
Esos que hoy se extrañan, porque, aunque el rótulo para definirse como uno aún existe, se puede
contar con los dedos de una mano a quienes realmente merecen tal reconocimiento.
Cuando busqué la guía de un maestro, como es Alfonso Rubio Morales de Pirque, empecé a
comprender que el acto de cantar no se alimenta de una necesidad propia, por el contrario, es una
entrega solidaria, completa y compleja, para con la comunidad.
Ser parte de una alojada, recorrer el país para aprender de próceres de otras generaciones,
compartir el pan y los versos, amanecer tañendo el Guitarrón Chileno o la Guitarra Traspuesta
para que pudieran entonar sus melodías me hizo, gradualmente, darme cuenta del valor de lo que
estaba heredando.
En muchas culturas, solo por evitar el absolutismo explícito de decir todas, esta conexión con lo
místico, trascendental y fabuloso está presente, constituyendo parte de la tradición. El homenaje a
los idos, la rogativa por los que están, el agradecer, el celebrar un día más de vida o, en el lado
opuesto de la moneda, acercarse de una manera contemplativa a la muerte; son sucesos que nos
comunican la necesidad del ser humano de buscar develar los misterios que le rodean. Y no solo
aquéllos, también los que subyacen al misterio de ¿Qué hay en la otra vida?
Interesarse por estos fenómenos es algo que merece un estudio constante para el entusiasta que
requiera un manejo, por muy superficial, de los conceptos asociados al umbral que se atraviesa
cuando se extingue el soplo vital.
Esta inquietud que, debo confesar, es una pulsión importante en mi vida, me ha permitido
dialogar y compartir con personas muy interesantes, conocer sus proyectos, ideas y trabajos. No
recuerdo con exactitud fecha o lugar, pero recuerdo haber entablado más de alguna charla en
relación con lo mortuorio con mi colega mexicana Aura Cerón, narradora avecindada en nuestro
país hace ya algunos años, para quien la conmemoración a quienes han dejado el plano material
es un motor importante en su labor.
Y así, entre conversaciones casuales, intercambios de leyendas y cuentos me invitó a ser parte de
lo que era una ruta de narración desde la figura tradicional de la catrina, pero que, en vista de la
situación de confinamiento actual, se transformó en un Coloquio, el Coloquio Internacional
Catrinas Junto a la Cordillera.
Formar parte de este equipo de trabajo, sólido y efectivo, ha sido gratificante. Amigos del arte de
narrar y fieles colaboradores de Aura se sumaron inmediatamente, figuras reconocidas y
consolidadas del medio local han otorgado su aprobación a participar, hemos establecido nuevos
contactos, hemos recibido calurosos elogios, felicitaciones por poner a disposición esta
herramienta terapéutica tan necesaria en esta época.
Llevamos algunas funciones de cuentacuentos de terror, obviamente, y esperamos con redoble de
tambores a que lleguen las fechas comprometidas para este evento, esto es, Viernes 6 y Sábado 7
de Noviembre.
Sin duda que habrá sorpresas, pero el programa está definido. Puedo compartir con gran orgullo la
buena nueva de que serán parte del mismo Norma López, Irene de León, Berenice Vargas, Emilio
Lome, el colectivo Para Remendar el Dolor, Encuentro Interdisciplinario Sobre la Muerte, como
expositores; Víctor Manuel “El Gallo” y su mariachi, y un selecto grupo de narradores orales,
encabezado por Aura Cerón e integrado por Mabelyn Ibáñez, Cristián Pinto, Teté Cuentacuentos y
Claudia Castora.
Quien suscribe participará compartiendo la propia experiencia del Velorio de Angelito, antigua
forma de despedir a los niños practicada en Chile, regalando algunos versos relacionados con la
muerte acompañados del Guitarrón Chileno de 25 cuerdas y, también, con música para amenizar
ambas jornadas.
La parrilla está nutrida de diversas manifestaciones de patrimonio, arte y cultura, enriquecidas por
las diferentes perspectivas presentes en cada país y localidad.
Será un evento vía zoom, con cupos limitados, por lo que te aconsejo asegurar el tuyo. La
invitación está hecha, para mayores informaciones puedes visitar los perfiles de Instagram
@auracadabra y @huentemil. Ante cualquier inquietud, no dudes en consultar.
Agradecimientos a My Desk Chile Cowork por su auspicio y gentileza, sin su colaboración este
evento no sería posible de realizar.

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