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oaquín (Día ‘ el célebre Angel Pino de ANORES
P L i n a s c h i l e n s b a s t a n t e joven, de cuaren-
ta y cuatro años, el 14 de saptiernibre de 1921, tras SA BELLA
de vivir urn sola constante de amor: el periodis-
mo. Si se buscesen razone paria recordarlo, única-
mente como pepiodista, repetiríamos que fue el
primer. Secretario de Redacción de El Mercurio, de
Santiago, al apamxr el 1.0 de junio de 1300,
y que más tarde, en 1902, dirigió al dundarse Las
U l t l l n a ~Noticias. Pero Díaz Cfarcés rdbasa est0 sim.
pie reputación de oficio.
Lo memorable suyo son sus artículos de mstum-
brw, condimentados por su agudeza nacional, nun-
ca desmedida, ’pero siempre, cabahente, medida en
su gracia. Tomás P. MacHale, cn el prólogo de
sus (Cuentos Escogidos, de la Editorial del Pacífi-
co, io acomoda en eii *%&lo carimtumco”, situw-
ci6n que le permitió descubrir en los seres y en
las circunmncias, su ~ 1 6 n(de ridículo. La mri-
Catura de Díaz iGar&s parecía nutrirse de nuestro
b m o ají. Miraba en su torno y no demoraba en
percibir de qu’e hdo surgía ‘Ya grotesca comici- que se equivocan, lamentablemente, como escola-
dad de un individuo’’, medida que para Bernardo res, influidos por su vanidad dre sabihondos, con-
Barrios determina la fuerza de una caricatura. Vea-
mos dos ejemplos de individuos y conjunto:
fundiendo un arigi’nal de Murillo.. ., con una
copia de Mandidla.
“Don Hermógenes mascaba y tragaba ‘$E1 respetable caballero, colocado
con el ruido con que masca y traga ifrente a la ~mpiade Mandiola, se cal6
una chi+ncadora. de piedras que se le sus gaifas, observó largo nato y mur-
i arrojan”. mur6 a (mediavoz:
“Habk urn media docena de señoras 4 esto es un Mvrillo legítimo,
de un mismo modelo, año 65 más indudwble, seguro, o yo soy un ani-
o menos. Todas d a s se fbailanwban id.
un paco ai andar, no con (la peculiar Y sin más rodeas ofreció quinientos
‘pesos por e1 cuadro”.
El primer humor negro de las letras chilenas
lo secogemos del cuento La Batalla de Hmmwtaga,
dolorosa biografía de un héroe pwblerino que, de

Páginas chilenas xppente, cae !gloria abajo, reduci&dose ia verdad


de su hazaña y el frescor de sus laureles. ;Pobre
don Cri~sólogoTorres, degradado, ai !final de su
vida, de capitán a sargento, víctima de la menti-
ra de las que no se conformaban con lucir un hé-
cojera de los patos, simno con el rítmico roe pequeño.
balanceo de un0 fhagalta sdbre el mar El cuento maestro de Díaz Garcés Almina, dra-
en a h a ” . máticamente, en el coraje de Juan Neira (¡qué
Jotabeche til #fundar el artículo de costumbres encantadora fi’gura de huaso valiente y ileal te-*
comprendió, sagazmente, que éste no podía care- d a Neira!), quien en cierto momento de su he-
cer de buen humor; tal vez powue, al transcu- roísmo enfrenta a un joven traidor despechado, a
rrir el tiempo, el buen humor, de sonrisa ama- quien acompañan cinco mocetones cdbardes que no
Me, será 10 únilca sal que ,io conserve grato. Sin le ahormrin cortes al viejo. Este cuento de Angel
este carguío sutil un artículo de costumbres sería Pino evoca, por el conitrapunto experiencia-wber-
‘tcomido” por los años, como una fotografía ve- bia juvenil Los dos, de R i k l Maluenda. El sÓ-
Liada. La caricatura, destacando un rasgo esencial lido Elecazar Fimrro, de Mailuenda, y Juan Nei-
del sujeto, convierte este rasgo en el verdadero es- ra, son troncos de ram, ‘I‘rotos’’en quienes hierven
qu&to, el esqueileto incorruptible del caricaturi- al par, la sangre, la bomdad y la inteligencia.
ado. Jotdxche sazonó sus artículos: cosmimbristas (En Angel Pino, el periodista no anabló ail es-
con mano de sabio cqcinero. La lección no la des- critor. Antes ,bien lo ayudó a tocar, rápidamen-
deñó Angel (Pino. Su cuento Ime*diario se levan- te, el hueso del interés, librándolo de literatura.
ta maestro en ironía. Ese don Serafín, candoroso Es un ejemplo que conviene no extrawbr. Tomás
y honrado, que pide a las ánimas bendkas que P. MacHale lo entiende y además lo diestaca
realicen por 41 lo que su conciencia le prohíbe: con acierto, en su intención de chilenidad. Su abra
incendiar su baratillo La Bola de Oro, nos brinda es “un retrato fiel del carácter naciowl”. Periadis-
una estampa delilciosa de burla y de guignol. La taS y wcritures honramos, en el cincuatenario de
Bola de Oro va a pérdidas, hundikndw, venta a su muerte, (B este ámgel ddl igracejo patrio, que
venta, por su generosidad. Don Serafín consigue, tanto @;no #$epuso a su empresa de relator de los
una noche de aventuras, que arda consumihiose a1tiGhjosde nuestras gentes de “media tijera”. S
completamiente; mas no a oausa del fuego milagro-
so aplicado al negmio por las ánimas benditas,
sino por 1&i parnifina con que lo inunda uno de
los vecinos, que ha escuchado, a t i a 6 del taibi-
que, las rogativas de imposible del honesto co-
merciante.
En esta línea de burla y de lguignol cabe, asinis-
&o, HRrtoria de sn cuadro, sátira que no per-
dió actualidad, contra los “entendidos en pintura”

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