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OBSTACULOS Y DESAFIOS.
Comentario al artículo de Orlando Villas Bôas Filho, Titulado “Juridification and the
Indigenous Peoples in Brazil”.
Nancy Yáñez Fuenzalida1
Introducción
En este artículo se nos ha solicitado pronunciarnos respecto al documento de Orlando Villas Bôas
Filho, Titulado “Juridification and the Indigenous Peoples in Brazil”.
El autor, siguiendo a Rodríguez Barón (2015), Dandler (2000) y Davis (2000), plantea que el aumento
de la "inflación normativa" es un fenómeno verificable en todo el contexto latinoamericano. Reconoce
que este proceso, también observable en el ámbito internacional, sería el resultado de un aumento de
la expresión e influencia política de los movimientos indígenas en el Hemisferio Sur.
Bóas Fihlo critica la tendencia general de los juristas a concebir la juridificación como un proceso
progresivo de implementación de garantías que sólo presentaría dimensiones positivas. Concluye que
el "sentido común jurídico" es incapaz de ver el carácter complejo y ambivalente de la juridificación,
y enfatiza como los juristas puede recibir una contribución muy valiosa de los enfoques
antropológicos y sociológicos para superar estas barreras de comprensión. Según el autor, la
juridificación se describe como la imposición de una normatividad exógena al orden indígena
ignorando sus usos y formas tradicionales de regulación, que siguiendo a Davis (2000) difieren
sustancialmente de los sistemas judiciales eurocéntricos. En un análisis comparado evidencia la
contraposición entre estos ordenes normativos, relevando que la juridificación garantiza la hegemonía
del sistema legal estatal eurocéntrico/occidental basado en documentos escritos, en oposición a la
oralidad que es propia de las formas indígenas de regulación de la vida social; elaborados por
profesionales del derecho, proscribiendo le ecología de saberes que es deseable en una comunidad
plurinacional, imponiendo procesos legales contra adversarios y decisiones en las que claramente hay
ganadores y perdedores, omitiendo procesos alternativos de resolución de conflictos, concluyendo
que la juridificación se desarrolla en un contexto de asimetría de poder que discrimina respecto de los
pueblos indígenas y garantiza el imperio de la Ley como estrategia de subordinación política y
“saqueo” de dichos pueblos para poner sus bienes comunes a disposición del capitalismo y sus
estructuras de poder.
1
Abogada, Universidad de Chile. Master en Derecho Internacional de los Derechos Humanos, Center for Civil
and Human Rights, University of Notre Dame. Doctora en Derecho, Universidad de Chile. Especialista en
Derecho de los Pueblos Indígenas. Directora del Centro de Derechos Humanos de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Chile.
1
En principio debo manifestar mi concordancia con los planteamientos del profesor Villas Boas en
relación al impacto que implica la hegemonía de la Ley respecto de los pueblos indígenas, cuando
ésta es el resultado de un orden legal que responde exclusivamente a los paradigmas epistemológicos
de la cultura dominante de tipo colonialista y es funcional a los grupos de poder en sociedades
excluyentes, como se ha expresado la mayoría de los países del continente. No obstante, es mi parecer
que esta perspectiva – a diferencia de lo planteado por el autor -, nuestra una dimensión de la
problemática que no permite realmente alumbrar sobre la complejidad del fenómeno de juridificación
de las demandas indígenas en América Latina. En este trabajo quisiera plantear, en contraposición a
lo señalado por Villas Boas, que el aumento de la inflación normativa relacionada con el
reconocimiento de los derechos de los indígenas no se reduce exclusivamente al imperio de la Ley y
la hegemonía de un orden colonialista y contemporáneamente capitalista. De hecho, la situación de
la región en estas materias refleja una diversidad de procesos políticos de distintas índoles que han
sido impulsados por los pueblos indígenas y sus propias demandadas de juridificación de sus
derechos, enarbolados como una estrategia contra - hegemónica del movimiento étnico (De Sousa,
2010: Bondia et. al., 2011). Ello ha implicado en algunos países del continente la refundación, más
o menos exitosa, del Estado moderno, capitalista, colonial (De Sousa, 2010) y s, el reconocimiento
de los pueblos indígenas como sujeto colectivo diferenciado dentro de la comunidad política, con
derecho a la autodeterminación y al mantenimiento de sus propias instituciones y sistemas jurídicos,
utilizando el potencial deconstructivo que tiene una institución propiamente liberal y hegemónica
como son los derechos humanos (De Sousa, 2010).
“La globalización, en efecto, está haciendo surgir, precisamente a causa de la creciente integración
mundial, el valor tanto de las diferencias como de las identidades. Y está revelando, a veces de manera
explosiva y dramática, el carácter artificial de los Estados, sobre todo de aquellos de formación
reciente, la arbitrariedad de sus confines territoriales y lo insostenible de su pretensión de subsumir
pueblos y naciones dentro de unidades forzadas que niegan las diferencias, así como las identidades
2
comunes. Es así que la forma del Estado -en cuanto factor de inclusión forzada y de indebida
exclusión, de unidad ficticia y de división- ha entrado en conflicto con la de “pueblo”, convirtiéndose
en una fuente permanente de guerra y de amenaza a la paz y al derecho mismo de autodeterminación
de los pueblos.” (Ferrajoli, 2001)
Destaca, bajo el nuevo paradigma de la "plurinacionalidad", los impactos positivos del marco
internacional de derechos humanos para definir el Estado de Derecho, generando un nuevo paradigma
que incluye bajo este principio los derechos de los pueblos indígenas y sus sistemas jurídicos.
Asimismo, resalta que esta concepción dota a los pueblos de garantías idóneas para hacer efectivo el
principio de la paz y de los derechos fundamentales, tanto de los individuos como de los pueblos
como sujeto colectivo, en relación con los Estados. (Ferrajoli, 2001)
No obstante, la mayor complejidad de los grupos sociales, ya sea por el aumento del número de sus
miembros -y con ello el incremento y la diversificación de sus grupos internos- y/o por la interacción
con otros grupos da paso al pluralismo jurídico no solo como proceso de juridificación, sino como
una realidad social (David, 1968). Adicionalmente, los grupos sociales son esencialmente dinámicos,
adaptan sus patrones culturales y sus distintos sistemas normativos a las problemáticas que deben
afrontar en las distintas coyunturas históricas, contextos y necesidades, acorde a las circunstancias
que imponen las aspiraciones de cada grupo o sub grupo social y la interacción con otros (Bertini y
Yáñez, 2013).
En la comunidad internacional no existe ningún Estado que no tenga una conformación social de tipo plural
y ello es aún más característico en América Latina por la amplia presencia de los Pueblos Indígenas. En
efecto, concentra la mayor diversidad de pueblos indígenas del mundo, y la población crece como
consecuencia de los procesos de auto identificación. Según la Comisión Económica para América Latina y
el Caribe (CEPAL, 2014) la población indígena creció en América Latina un 49,3% entre los años 2000 y
2010, la conforman 826 pueblos, integrados por 45 millones de personas, representando el 8,3% de la
población total.
Habida consideración de dicha pluralidad y de las condiciones de subordinación en que han vivido los
pueblos indígenas del continente en su relación con los Estados, sometidos al orden legal y al modelo social,
3
económico y cultural hegemónico, no cabe duda que la democratización de nuestros países implica el
reconocimiento del pluralismo en su expresión más robusta. En el ámbito normativo, esta diversidad como
acertadamente plantea Cabedo, se refleja en la vigencia del Derecho indígena y su necesaria coexistencia
con el Derecho estatal, lo que da lugar al pluralismo jurídico e impone la necesidad de articular o coordinar
ambas jurisdicciones (Cabedo, 2012) bajo el paradigma de la libre determinación y el respeto a los derechos
fundamentales cómo lo plantea Ferrajoli y De Sousa, citados precedentemente (Ferrajoli, 2001; De Sousa,
2008 y 2010). Estas nociones favorecen un proceso de deconstrucción de la homogeneidad cultural
eurocéntrica del Estado – Nación y los procesos hegemónicos de raíz colonial que lo sostienen, para
construir un entorno de diversidad y pluralismo que favorezca un diálogo intercultural propiamente
democrático (Bondía et. al, 2011).
En otros artículos, hemos sostenido, siguiendo a Rouland y otros que “[e]l desafío que presenta el
pluralismo jurídico es validar las distintas formas en que se interrelacionan los sistemas normativos
para regular el comportamiento social en un mismo tiempo y lugar y, paralelamente, zanjar una
dicotomía persistente entre igualdad y/o dominación. En efecto, la cuestión del pluralismo jurídico
ha sido abordada históricamente de diferentes maneras, como: relaciones de exterminio o exclusión,
asimilación/integración -forzada o voluntaria-, tolerancia -parcial- y, finalmente, la coexistencia
pacífica de distintos sistemas jurídicos en un contexto de reconocimiento del derecho de libre
determinación de los pueblos” (Rouland 1999, citado en Bertini y Yáñez, 2013).
No obstante, cuando los distintos grupos sociales están interrelacionados y son interdependientes,
incluso en un contexto de colonización o globalización, es necesario identificar cuáles son los
mecanismos jurídicos y políticos más idóneos para el diálogo intercultural. Instrumentos
institucionales que garanticen el respeto a las diferencias de todas las nacionalidades que convergen
en la comunidad política, la preservación de sus respectivos proyectos civilizatorios y de los sistemas
jurídicos por medio de los cuales regulan sus relaciones sociales y organizan sus sociedades. La
plurinacionalidad como modelo de Estado y el pluralismo jurídico, resultan ser cuestiones n
fundamentales para garantizar la subsistencia de estos pueblos en la actual coyuntura histórica; y,
asimismo, para proveer de legitimidad al Estado. Lo planteado adquiere relevancia si consideramos
que la autodeterminación de los pueblos indígenas parece proyectarse mayoritariamente, aunque no
exclusivamente, dentro de los Estados plurinacionales y no fuera de ellos. Por otro lado, los Estados
plurinacionales no pueden subsistir sin que sus diversos pueblos mantengan lealtad a la comunidad
política ampliada en que están integrados y con la que cohabitan. Este marco, impone al Estado y a
los pueblos, la necesidad de convivir dentro de órdenes más globales, en condiciones de igualdad y
4
donde se permita una interpretación intercultural de ciertas distinciones valóricas para la convivencia
(Bondía et. al., 2011).
En vista de lo anterior, a partir de la década de los años noventa y el primer decenio de siglo XXI, se
abre un nuevo horizonte para la plurinacionalidad y el pluralismo jurídico en la mayoría de los países
de América Latina, donde surge el reto de articular los modelo normativos indígenas y el orden legal
estatal, garantizando el respeto a los derechos colectivos de los pueblos indígenas, a sus
características culturales y las bases epistemológicas que los sostienen y, al mismo tiempo,
resguardando la unidad estatal y el respeto de los derechos humanos contenidos en los tratados
internacionales y en los textos constitucionales (Sieder, Rachel, 2006; De Souza, 2008, 2009, 2010;
Valladares, 2009; Albó, 2010; Sierra; 2010; Bondía, et. al., 2011)
En la práctica el pluralismo jurídico plantea retos. Martínez y otros autores, así lo consignan,
evidenciando que la convivencia e implementación de los preceptos programáticos y normativos que
configuran el derecho propio de los pueblos indígenas y el derecho estatal generan dificultades, que
se expresa, por una parte, en el hecho irrefutable que la convivencia de cosmovisiones y valores
diversos conlleva conflictos sociales, políticos y económicos, agudizados por la carga histórica de las
relación colonial; y,por la otra, en la tarea que enfrentan los Estados plurinacionales para redefinir
sus democracias dentro del marco de los derechos indígenas internacionalmente reconocidos, el
pluralismo jurídico y la maximización de las autonomías indígenas. (Martínez y otros Coords., 2012).
Los derechos humanos han coadyuvado a la validez jurídica del pluralismo jurídico en América
Latina y en esta misma línea la opción por el pluralismo jurídico en el derecho interno ha sido recogida
en las reformas constitucionales adoptadas en los años noventa, una vez concluidos los regímenes
dictatoriales, y de un modo más robusto en las Constituciones de Ecuador (2008) y Bolivia (2009),
donde se han configurado Estados plurinacionales. En este proceso de constitucionalización del
pluralismo jurídico, con mayor o menor fuerza, comienzan a derribarse las concepciones del Estado-
Nacióny del monismo jurídico que han imperado en nuestra historia republicana.
Los mismos autores citados en los párrafos precedentes sostienen que la circulación de la información
favorece el diálogo intercultural en un contexto de pluralismo jurídico, donde el Estado puede percibir
mejor las virtudes de la institucionalidad indígena para resolver de un modo más eficaz la
conflictividad social y, de igual modo, puede influir en el gobierno de los pueblos indígenas que
incorporan los derechos humanos como parámetros de convivencia intercultural ((Martínez y otros
Coords., 2012).
Se observa en el análisis una problemática no zanjada respecto a la supremacía que ejercen los
derechos humanos sobre los usos y costumbres de los pueblos indígenas y me quisiera hacer cargo
de ello. Lo cierto es que los derechos humanos actúan como límite a la soberanía de los Estados y a
5
la soberanía originaria de los pueblos y ciudadanos en ejercicio de la soberanía popular, en cuanto
regla insustituible de convivencia democrática. No obstante, esto requiere matizarse en el ejercicio
del diálogo intercultural por medio de consensuar mínimos comunes. Tal es el caso del paradigma
referido al principio de minimización de las restricciones y maximización de la autonomía2,
desarrollado por la Corte Constitucional Colombiana y que indica que los mínimos jurídicos que
actúan como límite material a la jurisdicción indígena son el derecho a la vida, a la integridad física
y psíquica y al debido proceso (Martínez y otros Coords., 2012).
En este escenario, el pluralismo jurídico también implica obligaciones a los Estados que emanan del
límite material (mínimo jurídico) impuesto por los derechos humanos y que le exigen definir los
ámbitos de competencia y los alcances del ejercicio de derechos colectivos que tienen los pueblos
indígenas, por la vía constitucional, legal o jurisprudencial, incluyendo la delimitación de las
potestades reservadas a los pueblos indígenas sobre sus asuntos propios, en un marco de libre
determinación (maximización de la autonomía).
A partir de lo expuesto, se concluye que los pueblos indígenas, en razón de su condición de pueblos,
ejercen potestades como sujeto colectivo que - antes de la implementación constitucional de los
derechos indígenas en el continente - estaban reservadas exclusivamente para el Estado nacional. En
este nuevo contexto, donde se reconfiguran los Estados como plurinacionales dando cabida al
pluralismo jurídico, los pueblos indígenas ejercen válidamente potestades y competencias en sus
territorios que habían sido usurpadas por el Estado. En las actuales circunstancias, esta juridificación
del pluralismo jurídico genera como resultado que los pueblos indígenas hacen parte del pacto
constitucional, de hecho así ha quedado de manifiesto en los procesos políticos que en el continente
han llevado a reformular las Constituciones, particularmente aquellos que tuvieron lugar en Ecuador
y Bolivia en el primer decenio del siglo XXI.
2
Corte Constitucional de Colombia. Sentencia T-349/96.
6
Alcance del Reconocimiento Constitucional del Pluralismo Jurídico
7
En Bolivia, la Constitución de 2009 , declara que Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social
de Derecho Plurinacional Comunitario, el cual se funda en la pluralidad y el pluralismo político,
económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país (Artículo 1).
Reconoce a los pueblos indígenas el derecho a la autonomía, al autogobierno, a su cultura, al
reconocimiento de sus instituciones y a la consolidación de sus entidades territoriales, conforme a la
Constitución y la ley (Artículo 2). Establece que uno de los fines y funciones esenciales del Estado
es el reafirmar y consolidar la diversidad plurinacional. (Artículo 9, núm. 3). El pluralismo jurídico
está consagrado en los artículos 190 y siguientes, en los siguientes términos. Artículo 190 reconoce
el pluralismo jurídico, disponiendo que las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos
ejercerán sus funciones jurisdiccionales y de competencia a través de sus autoridades, y aplicarán sus
principios, valores culturales, normas y procedimientos propios. La jurisdicción indígena originaria
campesina respeta el derecho a la vida, el derecho a la defensa y demás derechos y garantías
establecidos en la presente Constitución. En esta línea, el Artículo 191, dispone que la jurisdicción
indígena originario campesina se fundamenta en un vínculo particular de las personas que son
miembros de la respectiva nación o pueblo indígena originario campesino.
El Convenio 169 regula la aplicación y vigencia del derecho propio indígena en los artículos 8 al 12.
Estas normas imponen al Estado la obligación de respetar el derecho consuetudinario indígena,
disponiendo que al aplicar la legislación nacional deberán considerarse las costumbres o derecho
consuetudinario indígena. Además, reconoce el derecho de los pueblos indígenas a conservar sus
costumbres e instituciones propias, siempre que éstas no sean incompatibles con los derechos
humanos definidos en los sistemas jurídicos nacional e internacional. Frente a potenciales conflictos
jurídicos derivados de la superposición de normas y principios en un contexto de pluralismo jurídico,
surge la obligación de establecer procedimientos para solucionar los conflictos, cuestión que según
veremos a continuación se pronuncia mayoritariamente sobre la preeminencia del derecho propio o
consuetudinario indígena.
El derecho propio también opera como base normativa del reconocimiento de los derechos de
propiedad y posesión indígena sobre tierras que tradicionalmente ocupan, e incorpora la noción de
propiedad indígena conforme a los paradigmas epistemológicos que le son propios. Así, está
establecido en los artículos 13 al 19 del Convenio 169, que imponen a los Estados la obligación de
instituir procedimientos adecuados en el marco del sistema jurídico nacional para solucionar las
reivindicaciones de tierras formuladas por pueblos interesados, salvaguardando la especial relación
de los pueblos indígenas con sus tierras y territorios, los que constituyen la base de la identidad étnica
de estos pueblos.
El artículo 14 del Convenio N° 169, reconoce explícitamente los derechos de propiedad y posesión
sobre las tierras que tradicionalmente ocupan los pueblos indígenas. La interpretación que la
Comisión de Expertos en Aplicación de Convenios y Recomendaciones de la OIT (CEACR) ha hecho
del artículo 14 del Convenio 169, citado en el párrafo anterior, y que tiene la fuerza jurídica que le
confiere el hecho que configure la interpretación fidedigna del Tratado, ha determinado que los
derechos de propiedad y posesión de que trata este artículo no solo se refieren a aquellas tierras sobre
las cuales los pueblos indígenas tienen propiedad legal, sino también sobre aquellas de propiedad
ancestral, aunque no tengan título de dominio sobre ellas.
En efecto, la CEACR ha dispuesto que el establecimiento de los derechos de los pueblos indígenas
sobre las tierras se basa en la ocupación y en el uso tradicional, y no en el eventual reconocimiento o
registro legal oficial de la propiedad de la tierra por parte de los Estados, argumentando que la
9
ocupación tradicional confiere el “derecho a la tierra en virtud del Convenio,... independientemente
de que tal derecho hubiera sido reconocido o no [por el Estado]”3.
La concepción que subyace tras estas normativas, como los señaló el Relator de Naciones Unidas
James Anaya es que los pueblos indígenas “[…] tienen derecho a una relación continuada con las
tierras y recursos naturales de acuerdo a sus patrones tradicionales de uso y ocupación.” (Anaya,
2005). Dicha ocupación debe tener relación con el presente para que otorgue derecho de propiedad y
posesión, pero se entiende que dicha vinculación se mantiene incluso con aquellas tierras que han
sido perdidas, o dicho de otra forma de las que han sido desplazados los indígenas, en la medida que
se mantenga una relación cultural continuada con las mismas, especialmente si éstas han sido
substraídas del dominio indígena en tiempos recientes (Anaya, 2005). La obligación impuesta a los
Estado de instaurar procedimientos adecuados en el marco del sistema jurídico nacional para resolver
las reivindicaciones de tierras de los pueblos indígenas carece de un horizonte temporal y, por tanto,
es aplicable a reivindicaciones que tienen su origen en un pasado remoto (Anaya, 2005).
La Corte IDH, ha consolidado una jurisprudencia en esta materia siguiendo la interpretación fidedigna
formulada por los órganos de aplicación del Convenio 169, así como las de las disposiciones de la
Declaración de Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas, al reconocer que el
derecho de propiedad comunal ancestral de los pueblos indígenas sobre sus tierras confiere pleno
dominio. Ello, haciendo una interpretación evolutiva del derecho de propiedad privada consagrado
en la Declaración y la Convención Americana, acorde a la epistemología indígena en materia de
propiedad. Así en el caso Awas Tingni vs. Nicaragua (2001), la Corte IDH reconoció a la luz del
artículo 21 de la Convención Americana la propiedad comunal de los pueblos indígenas sobre la
tierra6. Asimismo, reconoció la validez de la posesión de la tierra basada en la costumbre indígena,
3
Conferencia Internacional del Trabajo, CEACR 2003, 73.ª sesión, Observación, Perú: párr. 7.
4
Conferencia Internacional del Trabajo, CEACR 2009: 742.
5
Artículo 26.1, Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.
6
Corte IDH. Caso de la Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni Vs. Nicaragua. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 31 de agosto de 2001. Serie C No. 79. párr. 148-149.
10
aun a falta de título, como fundamento de su propiedad sobre ellas, y la necesidad de que la estrecha
relación que los indígenas tienen con sus tierras sea reconocida y comprendida como la base
fundamental de sus culturas, su vida espiritual, su integridad y su supervivencia económica7. La Corte
extendió la protección de la propiedad basada en el artículo 21 de la Convención Americana de
Derechos Humanos a la ocupación basada en el derecho consuetudinario indígena8.
Respecto a la validez del derecho consuetudinario, señala la Corte IDH que “[el] derecho
consuetudinario de los pueblos indígenas debe ser tenido especialmente en cuenta, para los efectos
de que se trata. Como producto de la costumbre, la posesión de la tierra debería bastar para que las
comunidades indígenas que carezcan de un título real sobre la propiedad de la tierra obtengan el
reconocimiento oficial de dicha propiedad y el consiguiente registro”9. De este modo, entonces, el
Sistema Interamericano de derechos humanos reconoce la propiedad derivada de patrones
tradicionales o consuetudinarios de uso y posesión, generados por los propios pueblos indígenas10.
En años posteriores, la Corte IDH ha ratificado su interpretación sobre la materia en diversos fallos.
Cabe resaltar la jurisprudencia de la Corte IDH que reconoce los derechos de carácter comunal sobre
sus tierras ancestrales a las comunidades de Yakye Axa, Sawhoyamaka y Xákmok Kasek en
Paraguay11. La Corte IDH acogió el reclamo de estas comunidades por la violación del derecho de
propiedad ancestral de carácter colectivo en base al artículo 21 de la Convención Americana (además
de la violación del derecho a la vida, la integridad personal, los derechos del niño, la protección
judicial, la personalidad jurídica). Se pronunció, además, sobre la persistencia en el tiempo de los
derechos de propiedad sobre las tierras ancestrales de pueblos indígenas cuando estos han perdido la
posesión sobre las mismas por haber sido desplazados de sus territorios ancestrales sin su
consentimiento o en contra de su voluntad libremente expresada.
En fallos recientes la Corte IDH se ha pronunciado sobre el caso que los pueblos indígenas hayan
perdido involuntariamente la posesión de sus tierras, reconociendo que mantienen el derecho de
propiedad, salvo que hayan sido transferidos a terceros de buena fe “ […] 3) los miembros de los
pueblos indígenas que por causas ajenas a su voluntad han salido o perdido la posesión de sus tierras
tradicionales mantienen el derecho de propiedad sobre las mismas, aún a falta de título legal, salvo
cuando las tierras hayan sido legítimamente trasladas a terceros de buena fe, y 4) los miembros de los
pueblos indígenas que involuntariamente han perdido la posesión de sus tierras, y estas hayan sido
7
Corte IDH. Caso Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni vs. Nicaragua, 2001, párr.151.
8
Corte IDH, Caso Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni vs. Nicaragua, 2001, párr. 149; Corte IDH. Caso
Comunidad Indígena Sawhoyamaxa Vs. Paraguay. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 29 de marzo
de 2006. Serie C No. 146. párr. 118, y Caso del Pueblo Saramaka. Vs. Surinam, párr. 90. Corte IDH. Caso
Comunidad Indígena Xákmok Kásek Vs. Paraguay. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 24 de agosto
de 2010. Serie C No. 214. párr. 88.
9
Corte IDH, Caso Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni Vs. Nicaragua, 2001, párr. 151.
10
ANAYA J., 2005: 204.
11
Corte IDH. Caso Comunidad Indígena Yakye Axa Vs. Paraguay. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 17 de junio de 2005. Serie C No. 125; Corte IDH, Caso Sawhoyamaka vs. Paraguay, 2006; Corte IDH, Caso
Xákmok Kásek vs. Paraguay, 2010.
12
Así la Corte sostiene que “mientras que esta relación exista, el derecho de reivindicación permanecerá
vigente.” Corte IDH, Caso Sawhoyamaxa vs. Paraguay, 2006, párr. 131.
11
trasladadas legítimamente a terceros inocentes, tienen el derecho de recuperarlas o a obtener otras
tierras de igual extensión y calidad” 13.
Si los pueblos están en posesión plena de sus territorio los estándares fijados por la Corte IDH son:
“[…] en el Caso Mayagna (Sumo) Awas Tingni Vs. Nicaragua la Corte señaló que los Estados deben
garantizar la propiedad efectiva de los pueblos indígenas y abstenerse de realizar actos que puedan
llevar a que los agentes del propio Estado, o terceros que actúen con su aquiescencia o su tolerancia,
afecten la existencia, el valor, el uso o el goce de su territorio. En el Caso del Pueblo Saramaka Vs.
Suriname se estableció que los Estados deben garantizar el derecho de los pueblos indígenas de
controlar efectivamente y ser propietarios de su territorio sin ningún tipo de interferencia externa de
terceros. En el Caso Sarayaku del Pueblo Indígena Kichwa de Sarayaku Vs. Ecuador se dispuso que
los Estados deben garantizar el derecho de los pueblos indígenas al control y uso de su territorio y
recursos naturales. “14.
En esta línea la Corte IDH, se ha pronunciado respecto a que los procesos administrativos de
delimitación, demarcación, titulación y saneamiento de territorios indígenas son mecanismos que
garantizan seguridad jurídica y protección efectiva al derecho de propiedad. Sin embargo, si de este
proceso resoluta una colisión de derechos entre los derechos territoriales de los pueblos indígenas y
de terceros, a efectos de precisar la obligación estatal, la Corte IDH ha establecido criterios para
realizar el juicio de ponderación de derechos15, obligación que por lo demás corresponde
exclusivamente al Estado como garante del derecho16.
El año 2018 en un caso que involucra precisamente a Brasil la Corte ha señalado que “cuando existan
conflictos de intereses en las reivindicaciones indígenas, o cuando el derecho a la propiedad colectiva
indígena y la propiedad privada particular entran en contradicciones reales o aparentes, habrá de
valorarse caso por caso la legalidad, necesidad, proporcionalidad y el logro de un objetivo legítimo
en una sociedad democrática (utilidad pública e interés social), para restringir el derecho de propiedad
privada, por un lado, o el derecho a las tierras tradicionales, por el otro” 17. Para realizar
adecuadamente el juicio de ponderación, considerando las especificidades de los derechos indígenas
respecto de sus territorios, se proveen dos estándares adicionales que debe tener en consideración el
Estado al cumplir esta obligación: la relación especial que los pueblos indígenas tienen con sus
tierras18; y, asimismo, que una eventual limitación al derecho de los pueblos indígenas respecto a sus
tierras tradicionales no implique la denegación de su subsistencia como pueblo19.
13
Corte IDH, Caso Comunidad Garífuna de Punta Piedra y sus miembros con Honduras, 2015,
párr.172.
14
Corte IDH, Caso Comunidad Garífuna de Punta Piedra y sus miembros con Honduras, 2015, párr.172.
15
Corte IDH, Caso Comunidad Indígena Yakye Axa con Paraguay, párr. 144 y 146; Corte IDH. Caso Pueblos
Kaliña y Lokono Vs. Surinam. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 25 de noviembre de 2015. Serie C
No. 309. párr. 155.
16
Corte IDH, Caso Comunidad Indígena Sawhoyamaxa con Paraguay, Sentencia, 2007, párr. 136; Corte IDH,
Caso Pueblos Kaliña y Lokono con Surinam, párr. 156.
17
Corte IDH. Caso Pueblo Indígena Xucuru y sus miembros Vs. Brasil. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 5 de febrero de 2018. Serie C No. 346, párr. 125.
18
Corte IDH, Caso Comunidad Indígena Yakye Axa con Paraguay, 2005, párr. 146; Corte IDH, Caso Pueblos
Kaliña y Lokono con Surinam, 2015, párr. 156.
19
Corte IDH, Caso Comunidad Indígena Yakye Axa Vs. Paraguay, 2005, párr. 143; Corte IDH, Caso Pueblos
Kaliña y Lokono con Surinam, 2015, párr. 155; Corte IDH, Caso Pueblo Indígena Xucuru y sus miembros con
Brasil, 2018, párr. 125.
12
Cabe resaltar que este juicio de ponderación20 se ha estimado como necesario y útil en un proceso de
reconocimiento, demarcación y titulación de los derechos territoriales de los pueblos indígenas, salvo
que el derecho interno establezca la preeminencia del derecho a la propiedad colectiva indígena por
sobre la propiedad privada. En el caso que analizamos que involucra al Estado de Brasil con el pueblo
Xucuru y sus miembros, dispuso que la ponderación no es necesaria cuando el derecho interno otorga
preeminencia al derecho a la propiedad colectiva sobre el derecho a la propiedad privada, haciendo
prevalecer los derechos de los pueblos indígenas frente a terceros de buena fe y ocupantes no
indígenas, máxime cuando el Estado se ha impuesto el deber constitucional de proteger las tierras
indígenas21.
En una sentencia reciente la Corte IDH explicita que los pueblos indígenas tienen el derecho a ser
propietarios de su territorio sin ningún tipo de interferencia externa de terceros” 22. Precisa que la
titulación y demarcación deben implicar el uso y goce pacífico de la propiedad23, ello supone que el
derecho de propiedad colectiva indígena debe estar libre de la interferencia del Estado y terceros,
incluso de terceros de buena fe, aun cuando éstos pertenezcan a grupos vulnerables que dependan de
la tierra para su subsistencia.
Conclusiones
Coincido con el autor que este progresivo proceso de implementación de garantías jurídicas no solo
presenta dimensiones positivas, sino que también presenta retos y obstáculos difíciles de superar.
Dichos obstáculos se expresan en la persistencia de la asimetría de poder en la que se encuentran los
Pueblos Indígenas respecto al Estado y grupos de interés nacionales y transnacionales y el
colonialismo no superado en la región. Sin embargo, la disputa por el derecho expresada en la
preeminencia del derecho propio indígena y la judicialización de estas controversias, ha abierto una
camino contra hegemónico para las reivindicaciones indígenas que relativiza las afirmaciones
contenidas en el paper respecto a que la juridificación solo arrastra efectos negativos para la causa
indígena. La juridificación de los derechos indígenas en Latino América revela procesos políticos y
jurídicos tremendamente diversos y complejos donde los pueblos indígenas han utilizado con fines
contra hegemónicos el orden jurídico estatal y han luchado por la deconstrucción del sistema legal
20
Corte IDH. Caso Kimel Vs Argentina. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 2 de mayo de 2008. Serie
C No. 177, párr. 51; Corte IDH. Caso Mémoli Vs. Argentina. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones
y Costas. Sentencia de 22 de agosto de 2013. Serie C No. 265, párr. 127.
21
Corte IDH, Caso Pueblo Indígena Xucuru y sus miembros con Brasil, 2018, párr. 127.
22 Corte IDH, Caso comunidades indígenas miembros de la Asociación Lhaka Honhat Vs. Argentina, Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 6 de Febrero de 2020, párr. 98.
23 Corte IDH Caso comunidades indígenas miembros de la Asociación Lhaka Honhat Vs. Argentina, párr. 96.
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hegemónico y sus instituciones incluso poniendo en el debate constitucional la refundación del Estado
– Nación y su reemplazo por un Estado plurinacional.
Finalmente, me parece importante precisar que, tal y como hemos sostenido en este documento, la
juridificación de los derechos indígenas no se ha traducido necesariamente en la imposición de un
orden jurídico estatal sino que, por el contrario, ha significado la validación del derecho propio
indígena como regla de adjudicación de derechos, generando una tendencia - con matices por cierto
– que busca reemplazar el monismo jurídico por el pluralismo jurídico. En el caso de Brasil ello ha
quedado claramente consignado en los casos analizados en este artículo en los que dicho Estado ha
sido condenado por la Corte IDH y se le ha impuesto la obligación de reconocer la propiedad ancestral
indígena y garantizar los derechos territoriales de estos pueblos de conformidad a lo dispuesto en la
Convención Americana de Derechos Humanos y en el ámbito interno en el artículo 231 de la
Constitución.
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