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Las Virtudes

Formación GSF

HNO. THIAGO & HNA.


NURIANA – FUNDADORES Y
MODERADORES
VIRTUDES

Para Aristóteles no es suficiente la idea de bien,


sino que es preciso que el hombre practique
la idea de bien. La ética no es una simple teoría,
sino que es una ciencia práctica.

El hombre bueno es el hombre virtuoso, o sea,


aquel que habitualmente actúa con rectitud
ética.

Estudiamos ya las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad)


al considerar el primer mandamiento. De las cuatro virtudes cardi-
nales, ya vimos la justicia al estudiar el séptimo mandamiento.
Nos queda por estudiar la prudencia, la fortaleza y la templanza.
VIRTUDES

Las virtudes son perfecciones de la persona. Les pertenece esen-


cialmente el concepto de “hábito”, es decir, son una disposición
constante y firme para hacer el bien. La virtud es un “hábito ope-
rativo bueno”. Las virtudes posibilitan obrar el bien con más faci-
lidad. Lo contrario de la virtud es el vicio: “hábito operativo malo”.

División de las virtudes estudiada en


Moral Fundamental: naturales, cardi-
nales y teologales. La denominación
de “cardinales” nace del término lati-
no “cardo” (quicio), porque son como
el gozne o el quicio sobre el cual gira
la vida moral. Además, en torno a ellas
se aúnan otras virtudes.
Las Virtudes
TEOLOGALES
VIRTUDES

“Dar gloria a Dios” equivale a aceptar su grandeza y a adorarle. El


hombre da gloria a Dios cuando cree en Él, si pone en Él toda su
confianza y si le ama sobre todas las cosas; es decir, cuando vive
la fe, la esperanza y la caridad. El primer mandamiento (amar a
Dios sobre todas las cosas) abarca estas tres virtudes.

Es Dios mismo quien infunde en


el alma del cristiano, en el bautismo,
estas virtudes “teologales”.

La fe, la esperanza y la caridad crean


una especial comunión de vida con
Dios y con el prójimo.
VIRTUDES

CCE 155: “Creer es un acto del entendimiento que asiente a la


verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios me-
diante la gracia”.

Deberes con la fe

- Responder a la llamada de Dios: diálogo entre Dios que lo inicia


y el hombre que responde libremente; - Creer todas las verdades
que se encuentran en el Credo, con fe divina y católica los dogmas,
y firmemente las verdades propuestas de modo definitivo por el
Magisterio; - Conservar la fe: enriquecerla mediante la oración y la
recepción de los sacramentos; - Ilustrar la fe: esforzarse en enten-
der lo que se cree (ni fideísmo -renunciar a la razón-, ni fanatismo
religioso); - Defender la fe; - Comunicar la fe: mandato de Jesús.
VIRTUDES

Pecados contra la fe

- Duda: voluntaria o involuntaria.


- Incredulidad: menosprecio de la verdad
revelada.
- Herejía: cuando no solamente se defiende
un error contra la fe, sino que se desobedece
la advertencia de la jerarquía.
- Apostasía: el que abandona e impugna la fe
que había profesado.
- Cisma: separación de la Iglesia católica y
rechazo de la autoridad y obediencia al Papa.
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Esperanza
CCE 2090: “Cuando Dios se revela y llama
al hombre, éste no puede responder plena-
mente al amor divino por sus propias fuerzas.
Debe esperar que Dios le dé la capacidad de
devolverle el amor y de obrar conforme a los
mandamientos de la caridad. La esperanza es
aguardar confiadamente la bendición divina
y la bienaventurada visión de Dios; es tam-
bién el temor de ofender el amor de Dios y
de provocar su castigo”.

San Josemaría: “La esperanza no me separa de las cosas de esta


tierra, sino que me acerca a esas realidades de un modo nuevo”
(Amigos de Dios 305).
VIRTUDES

Pecados contra la esperanza:


- por defecto, desesperación;
- por exceso, presunción.

Fe y esperanza son dos virtudes


distintas, pero tienen entre sí una
gran afinidad y cercanía:

- Tener fe supone también tener confianza en Dios y mantener la


esperanza de que se alcanzará la vida eterna;
- La esperanza en Dios requiere la fe en Él, pues se está seguro de
que Dios siempre es fiel a su palabra y mantiene sus promesas;
- Por ello, la fe integra la esperanza y ésta supone la fe.
VIRTUDES

La caridad es la virtud teologal por la que se ama a Dios, sumo bien


y a los hombres por Dios.

Los griegos distinguían entre “éros” (amor sensi-


ble), “filía” (amor afectivo-sentimental) y “agápe”
(estima y preferencia totalmente desinteresadas
que pueden existir entre las personas).

El término “agápe” se tradujo por “caritas”. Signi-


fica el amor superior: se emplea cuando se dice
que “Dios es amor”, cuando se menciona el amor
de los esposos, y con él se designa el amor de Dios
a los hombres y el amor con que el hombre debe
amar a Dios.
VIRTUDES

La moral cristiana es la “moral del amor”.


Sus preceptos se reducen a uno solo: amar
(a Dios y al prójimo).

Col 3, 14: la caridad “es el vínculo de la


perfección”.

1 Jn 3, 11. 18: “El mensaje que habéis recibido es éste: que nos
amemos unos a otros (...). Hijos, no amemos de palabra ni con
la boca, sino con obras y de verdad”.

1 Cor 13, 13: “Ahora perduran estas tres virtudes: la fe, la esperanza
y la caridad; pero la más excelente de ellas es la caridad”.
VIRTUDES
Pecados contra el amor a Dios

- Indiferencia (se descuida o se rechaza el


amor con Dios); - Ingratitud (no se reconoce
el amor que Dios nos tiene o no se le devuel-
ve ese amor); - Tibieza (se trata con negli-
gencia y descuido las cosas referentes a Dios);
- Acedia (pereza espiritual: desecha el gozo de
la entrega a Dios, se siente tristeza en seguirle);
- Odio a Dios (razón última: orgullo, ocasión:
suele ser el hecho de que Dios condene el peca-
do y lo castigue); - Odio al prójimo (supone un
agravio directo a Dios, se incluyen murmura-
ción, crítica, etc.); - Escándalo (falta grave
cuando por acción u omisión se induce delibe-
radamente a otro a pecar).
Las Virtudes
CARDINALES
VIRTUDES

La justicia es la virtud que exige que se dé a cada uno lo que le


corresponde. El objeto de la justicia es el derecho (“ius”): porque
existen derechos, es obligado que se respeten.

La justicia hace rela-


ción a otro. Es una Para que se cometa
virtud de “alteridad”. una injusticia se re-
Entraña una obliga- quiere que quien la
toriedad: origina un padece no la quiera
“debitum” que debe sufrir: “al que sabe
ser respetado. De lo y consiente no se le
contrario se deberá hace injuria”.
una reparación.
VIRTUDES

El cristianismo tiene mucho que aportar en el campo de la justicia,


dado que la moral cristiana enseña que debe ser completada con
el ejercicio de la caridad. “La caridad es como un generoso desor-
bitarse de la justicia” (San Josemaría, Amigos de Dios 283).

Quien comete injusticia, además de con-


fesarse del pecado cometido, está obliga-
do a restituir. Por dos razones: 1) la injusta
retención de lo ajeno con el consiguiente
lucro personal; 2) el daño ocasionado al
prójimo, aunque no se haya obtenido ga-
nancia personal alguna.

Los colaboradores pueden estar obligados a restituir según la diver-


sa forma en que participaron en la injusticia (ordenar, encubrir, etc.).
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Prudencia es el hábito que posibilita a la razón


juzgar rectamente y determinar aquello que
se debe hacer. No es una virtud negativa o pa-
siva, sino activa: no es prudente el que no ac-
túa, el que no hace nada, sino el que hace lo
que debe hacer. Es la “regla recta de la acción”
(“recta ratio agibilium”: S. Th. II-II, q. 47, a. 2).

Orienta y dirige las demás virtudes (“auriga virtutum”): les indica


qué, cuándo y cómo se debe o no actuar. La persona prudente, antes
de actuar, pondera los pros y los contra que conlleva aquella acción,
elección u omisión. Pero tal “ponderación” intelectual no es sufi-
ciente, sino que la prudencia aporta también a la voluntad la fuerza
y el coraje para llevar a término lo que se debe hacer.
VIRTUDES

Pertenece a la esencia de la prudencia: 1) formar un juicio adecua-


do sobre lo que es mejor entre las diversas opciones; 2) una vez
formado el juicio recto, entra en acción el ejercicio de la libertad.

Dado que se trata de tomar decisiones sobre lo que


es prudente hacer u omitir, la conciencia cristiana
debe recurrir a la práctica de la oración y acudir a
la acción del Espíritu Santo (don de consejo).

Para formar el juicio correcto y para decidir llevarlo a término,


frecuentemente será preciso pedir consejo. Para el hábito de la
prudencia se requieren tres cosas: juzgar rectamente, decidir y
pedir consejo.
VIRTUDES

La prudencia ha de estar de acuerdo con los juicios morales que for-


mula la conciencia. Con la luz que le aporta la conciencia, la pruden-
cia perfecciona el entendimiento porque le ofrece no sólo los crite-
rios de verdad y de error, sino de bien y de mal ético. Perfecciona
también la voluntad comunicándole qué es lo que se ha de elegir.

A su vez la prudencia ayuda a la conciencia a


formar rectos juicios y aplicarlos. CCE 1806:
“Es la prudencia quien guía directamente el jui-
cio de conciencia. El hombre prudente decide
y ordena su conducta según este juicio. Gracias
a esta virtud aplicamos sin error los principios
morales a los casos particulares y superamos las
dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal
que debemos evitar”.
VIRTUDES
La prudencia no es (1)
El simple no hacer: se trata de una virtud activa. Quien no
a
ejerce sus derechos, por ejemplo, es “imprudente”.

Actuar precipitadamente: no basta la “buena voluntad”.


Se requiere conocer las circunstancias que concurren
b
y las consecuencias que se seguirán, y considerar los
medios necesarios para llevar la acción a la práctica.

Esperar para no correr riesgos: hay momentos y materias


c
en los que es preciso actuar de inmediato, “aquí y ahora”.

d Optar por lo más fácil o menos arriesgado.


VIRTUDES
La prudencia no es (2)
e No actuar por miedo a equivocarse.

El recurso al “exagerado realismo”: el que tiene a la vista


sólo las dificultades sin considerar otros factores como,
f
por ejemplo, los imperativos de la caridad o de la justicia
o el cumplimiento costoso de la voluntad de Dios.

La falsa “prudencia de la carne”: la que no tiene en con-


sideración datos sobrenaturales que son necesarios para
g el creyente si quiere emitir un juicio verdadero y tomar
la decisión adecuada, como son apoyarse en la ayuda
divina y confiar en la Providencia.

h Confundirla con la astucia o la picardía o la timidez.


VIRTUDES

La prudencia exige valentía: la falsa prudencia es


el recurso de los que quisieran llegar tarde siempre
a los momentos de peligro. En el comportamiento
individual y en la convivencia social no es raro
identificar prudencia con pereza o cobardía, y no
prudencia con veracidad y valentía.

Si no hay prudencia, no hay posibilidad de que


haya virtud moral: ni justicia, ni fortaleza, ni tem-
planza.

Las injusticias sociales tienen su origen en la falta de prudencia de


los gobernantes para diagnosticar lo justo y llevarlo a la práctica.
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Determinarse por el bien no siempre es tarea fácil: de ahí la


importancia de la fortaleza para llevar a término lo resuelto
por la voluntad prudente. Las virtudes de la prudencia y de
la fortaleza se posibilitan mutuamente.

La fortaleza es la virtud cardinal que potencia la


voluntad para que se decida por el bien difícil
con el fin de alcanzarlo, empleando para ello
todas las fuerzas, incluso con riesgo de la pro-
pia vida corporal.

Fortaleza natural = firmeza de carácter y energía de la voluntad.


Fortaleza virtud = origen en el auxilio de la gracia para sobrelle-
var las dificultades.
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La fortaleza equivale al imperativo cristiano de cumplir en todo,


también en lo arduo, la voluntad de Dios. Debe superar el desor-
den en la naturaleza humana, debido al pecado original. Las di-
ficultades pueden ser internas o externas.

El cristiano fuerte no sufre “por sufrir”:


la disposición a morir antes que renegar
de la fe supone el ejercicio máximo de la
virtud de la fortaleza; pero “el soportar la
muerte no es laudable en sí mismo, sino
sólo en la medida en que se ordena al
bien” (S. Th. II-II, q. 124, a. 3).
VIRTUDES

Martirio es el acto de la virtud de la


fortaleza por el cual, para testificar la
fe, se sufre voluntariamente la muerte.
Se requiere que esta muerte se produz-
ca por odio a la fe.

Los mártires cristianos han dado siempre


el testimonio público de que lo absoluto
es Dios y la vida eterna, por lo que todo
lo demás, incluso la existencia terrestre,
es relativo y subordinado a alcanzar la
salvación eterna.

El que sobrevalora la vida placentera no entiende la virtud de la


fortaleza.
VIRTUDES

No es fácil que en la vida de los cristianos se les presente la ocasión


de hacer grandes cosas por Dios, pero a diario pueden vivir la for-
taleza en las circunstancias normales y cotidianas de su vida.

San Josemaría, Amigos de Dios 7: “Ciertamen-


te se trata de un objetivo elevado y arduo. Pero no
me perdáis de vista que el santo no nace: se forja
en el continuo juego de la gracia divina y de la
correspondencia humana. (...) Si deseas portarte
como un cristiano consecuente (...), has de poner un
cuidado extremo en los detalles más nimios, por-
que la santidad que Nuestro Señor te exige se al-
canza cumpliendo con amor de Dios el trabajo, las
obligaciones de cada día, que casi siempre se com-
ponen de realidades menudas”.
VIRTUDES

La fortaleza del audaz toma la iniciativa cuando es necesario por-


que lo exige el bien que está amenazado. La verdadera fortaleza
está más en la resistencia que en el ataque.

El miedo y el temor que acompañan a la


acción decisiva y fuerte para afrontar el
riesgo e incluso la muerte, no se oponen
a la fortaleza.

Fuerte no es el que no teme, sino quien, a


pesar del miedo, se mantiene firme en la
defensa del bien, aunque en el empeño
tenga que exponer su vida.
VIRTUDES
Virtudes derivadas y unidas a la fortaleza, 1
Si se refieren a la actitud y disposición para acometer
grandes empresas:
- Magnanimidad: inclina a la persona a acometer, en el
ejercicio de cualquiera de las virtudes, grandes obras,
dignas de honor y de aprecio. El magnánimo practica
también la caridad, la honradez, la veracidad, la sinceri-
dad, la justicia, etc.. Pecados por exceso: presunción,
ambición y vanagloria; por defecto: pusilanimidad.
- Magnificencia: dispone a llevar a cabo grandes obras
y no fáciles de ejecutar, sin que sea obstáculo para rea-
lizarlas las dificultades, incluida la cuantía económica.
Pecados por exceso: despilfarro; por defecto: tacañería.
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Virtudes derivadas y unidas a la fortaleza, 2
Si se trata de superar las dificultades que se levantan ante los males
presentes:
- Paciencia: el paciente soporta, sin tristeza pero con fortaleza y
constancia, las dificultades físicas o morales que le aquejan. Peca-
dos: impaciencia y su opuesto, dureza de corazón.
- Longanimidad: da ánimos para persistir en lograr algo bueno,
pero que parece inalcanzable. Pecado: “poquedad de ánimo” (no
se aspira a alcanzar una virtud o la santidad por lo lejano que se
presenta).
VIRTUDES

Virtudes derivadas y unidas a la fortaleza, 3

En el caso de que las dificultades sean duraderas o per-


manentes:
- Perseverancia: virtud de permanecer en el bien, a pe-
sar de que se alarga la consecución de aquello a lo que se
aspira y para lo cual se lucha, bien sea para adquirir una
virtud o para desarraigar un vicio.
- Constancia: tiene por objeto robustecer la voluntad
para que no desfallezca en el empeño por resistir en la
práctica moral a pesar de las dificultades.
- Pecados contra estas dos virtudes parecidas: por exceso,
terquedad; por defecto, inconstancia.
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Pecados contra la virtud de la fortaleza:


Cobardía: pecado por defecto. Puede incluirse
el llamado “respeto humano”. Es pecado mortal
o venial según sea grave o leve la materia que
se omite en el ejercicio de la fortaleza debida.

Impasibilidad: se deja de actuar por indiferencia,


por despecho o vanidad. Es pecado mortal o ve-
nial según el grado de obligación o de la materia
que impone la acción, aunque sea costosa.

Temeridad: pecado por exceso. Se actúa sin contar con el peligro o


los riesgos que entraña la acción. Gravedad según la magnitud del
riesgo al que se expone quien así actúa.
VIRTUDES

Templanza natural: dominio del gusto y del tacto que impone la


razón, de forma que el hombre y la mujer se guíen por la mode-
ración y no sean esclavos de los placeres sensibles. Se puede
practicar por motivos bien diversos.

Templanza cristiana: virtud cardinal que orienta y modera la


tendencia a los placeres sensibles para que la persona se man-
tenga dentro de los límites que le señala la fe.

San Agustín concreta la templanza en “la


entrega de un amor entero” (De las cos-
tumbres de la Iglesia I): se precisa domi-
nar y orientar las pasiones y los instintos
(aspecto positivo de la templanza).
VIRTUDES

Las pasiones en sí mismas no son malas: suponen una riqueza de


la psicología del hombre y de la mujer. La más fundamental es el
amor, que culmina en el placer y el gozo del bien poseído.

El pecado original introdujo en el hombre un dese-


quilibrio que afecta a la relación entre la razón, la
voluntad y las pasiones. “Pertenece a la perfección
del bien moral o humano el que las pasiones estén
reguladas por la razón” (CCE 1767).

La tendencia natural hacia el placer que se obtiene


en la comida, bebida y deleite sexual es la forma
de manifestarse de las fuerzas naturales más poten-
tes que actúan en la conservación del hombre.
VIRTUDES

San Pablo castiga su cuerpo y lo domina para


ser fiel al Evangelio y salvarse (1 Cor, 9 27).
También alienta a Timoteo para que predique
a los cristianos esta misma ascesis (2 Tim 4,
1-8). Estímulo fundamental para vivir la
templanza: el amor a Dios. Gracia de Dios y
entrega amorosa del hombre a Dios suponen
el dominio de las pasiones.

CCE 2015: “El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay


santidad sin renuncia y sin combate espiritual. El progreso espi-
ritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradual-
mente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas”. “Todo
lo útil y lo honesto es deleitable, pero lo deleitable no siempre es
útil ni honesto” (S. Th. II-II, q. 145, a. 3).
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Pecado por exceso contra la templanza: la intemperancia
Relativo al exceso en la comida y la bebida, en el afán desordenado
de poseer y en lo relativo a la vida sexual:
- Placer del comer y beber: anexo al deber de conservar la vida. Por
ello es lícito. Pero la concupiscencia puede suscitar un desorden,
de forma que uno conscientemente se extralimite en la medida a
causa del placer producido por los alimentos. “La gula contraría al
amor de Dios, fin último amable sobre todas las cosas” (S. Th. II-II,
q. 148, a. 2, ad 2); - Las cosas son buenas: poseerlas y usarlas es
honesto. Pero el desorden que lleva a poner en los bienes el corazón
con pasión, hace al hombre esclavo de las riquezas. Llega a fomen-
tar la avaricia o a emplear medios injustos para adquirirlos; - Place-
res sexuales: sexto mandamiento. Los pecados en este ámbito redu-
cen al hombre al puro instinto como los animales, ofuscan la inte-
ligencia y embotan la voluntad.
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Pecado por defecto contra la templanza: la insensibilidad
Es el rechazo total del placer, incluso de los placeres necesarios
para la conservación del individuo o de la especie, por un afán
de puritanismo o con el deseo de no mezclarse con lo que, des-
pectivamente, se considera un mal.

Los placeres sensibles en el triple campo de


comida-bebida, posesión de cosas y sexualidad
están de acuerdo con la “recta razón”. Pero se
puede renunciar a ellos por muchos motivos
nobles, como la salud, o aumentar la fuerza fí-
sica, o por valores más altos como la mortifi-
cación, vivir la pobreza, la dedicación a Dios
(celibato apostólico, virginidad consagrada...),
etc..
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Virtudes anexas a la templanza (derivan de ella y la acompañan):
Humildad: modera el apetito desordenado de la
propia excelencia (vicio opuesto: la soberbia,
origen y causa de todos los pecados).

Modestia: inclina al hombre a comportarse en


todas sus manifestaciones internas y externas
dentro de los límites propios a su estado y po-
sición social. Hace referencia especialmente al
cuerpo y al adorno del mismo.

Mansedumbre: modera el carácter según la recta razón (vicios


opuestos: iracundia, indignación desmedida...). Clemencia: incli-
na al superior a mitigar el castigo que debe imponer al culpable (vi-
cio opuesto por exceso: crueldad; por defecto: excesiva blandura).
VIRTUDES

La mortificación ayuda al individuo a lograr el dominio de las


pasiones, y a encontrar equilibrio psíquico. Incluye la abstinen-
cia de ciertos gustos en sí mismo lícitos, lo que facilita que se pro-
grese y se alcance otras etapas en la lucha ascética.

Con la mortificación se logra también la so-


briedad, la cual permite mantenerse en la
medida de lo verdaderamente útil y conve-
niente, y se adquiere mayor sensibilidad
para los valores del espíritu.

Vivir sobrenaturalmente es el mejor medio


para dominar y orientar las pasiones.
VIRTUDES

El hombre debe valorar el


sentido de los placeres sen-
sibles que son buenos, y al
mismo tiempo, percibir la
superioridad que encierran
los placeres espirituales.
PAZ Y BIEN
SALVE SAGRADA
FAMILIA

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