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Mamá
Mamá
La caída del muro de Berlín marcó el final de la Guerra Fría y el inicio de un nuevo
orden mundial, caracterizado por la globalización y el surgimiento de nuevas
fuerzas opuestas al poder de Estados Unidos.
La caída del muro marcó el fin de procesos históricos mayores: fue el punto final
de la posguerra, el portazo definitivo a la división y los odios que Hitler y el
nazismo, Stalin y el Kremlin y Washington y sus ambiciones imperialistas le habían
heredado a la humanidad. Partió el tiempo en dos. La caída del muro decretó el fin
de la historia. Y, en un instante, volvió a darla a luz.
Desde que se rompió la vieja dualidad política y económica, el poder
preponderante actúa sin oposición real a pesar de la aparición de nuevos
contrarios –terrorismo internacional, narcotráfico, fundamentalismos,
nacionalismos extremos, revueltas, etcétera–, muchas veces estimulados por el
propio sistema plutocrático para atemorizar a la población y justificar la imposición
de una política alienante y devastadora.
Esta fue una de las peticiones que hizo el canciller a los cónsules y los
embajadores, a quienes pidió hacer una revisión de los acuerdos que tiene México
con esos países y de las experiencias que ha tenido a lo largo de la historia.
Pero los científicos y organismos internacionales no son los únicos que piensan
negativamente sobre este tema en México. De acuerdo con Eduardo Durón
Araujo, director de la empresa de consultoría Big, especializada en innovación y
marketing, sólo 5 por ciento de las empresas en México ha desarrollado algún tipo
de innovación en su vida, ya sea mejorar un producto o crear uno nuevo.