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J. M.

NEESON, Commoners: common right, enclosure and social change


in England, 1700-1820, Cambridge, Cambridge University Press, 1996
(1993), capítulo 10, pp.297-330.

[Commoners: derecho común, cercamiento y cambio social en Inglaterra,


1700-1820]

ABSTRACT

Commoners es tanto una historia social de los pequeños propietarios y de los


usuarios de las tierras comunales en las aldeas inglesas del siglo XVIII y
comienzos del siglo XIX, cuanto una poderosa reinterpretación de la evolución
de la historia rural inglesa en su totalidad.
Durante gran parte del siglo XVIII y a comienzos del siglo XIX, tanto los
propietarios de parcelas bajo régimen de campos abiertos (open-fields) como los
cottagers, compartieron derechos comunales sobre los campos cultivados y
sobre las tierras baldías. En señoríos situados en bosques y tierras
pantanosas, y en aquellos con grandes extensiones de tierras baldías, también
los no propietarios podían usufructuar los pastos colectivos y recoger
combustible, comida y leña. En estos casos, el derecho comunal aseguró,
hasta los cercamientos parlamentarios, la supervivencia de un campesinado
cuyas relaciones sociales estaban en parte moldeadas por el acceso a la tierra,
por la agricultura colectiva y por los derechos de uso compartidos. Commoners
describe algunas de estas aldeas. Se interesa por la propiedad de las tierras
comunales, por la regulación cooperativa de los campos abiertos y de las
praderas, y por los recursos obtenidos en las tierras baldías. Analiza las
razones por las que, en ciertas áreas, los derechos comunales sobrevivieron
hasta la difusión de los cercamientos. La autora pasa revista también al debate
contemporáneo sobre las implicancias sociales del derecho comunal y sobre los
objetivos de la política estatal, aspectos ambos relacionados con el fenómeno
de los cercamientos parlamentarios. Finalmente, Neeson estudia la vigorosa
oposición suscitada por los cercamientos, y la significativa declinación del
número de pequeños propietarios que se producía cada vez que los campos
abiertos eran cercados.
En síntesis, Commoners hace del uso compartido de la tierra un prisma a
través del cual observa tanto las economías como las relaciones sociales de las
aldeas de campos abiertos (open-fields). Con inusual fuerza e imaginación,
Commoners desafía la visión de que Inglaterra no tenía ya campesinos para
comienzos del siglo XVIII, y critica la idea que sostiene que los pequeños
productores desaparecieron antes del inicio de la industrialización. Finalmente,
Neeson demuestra que los cercamientos parlamentarios alteraron las
relaciones sociales tradicionales, agudizaron los antagonismos, e imprimieron
en la cultura popular un duradero sentido de perdida.

Jeanette M. Neeson es profesora asociada del Departamento de Historia,


York University, Toronto.

Traducción del inglés: Fabián Alejandro Campagne

La presente traducción se realiza exclusivamente para uso interno de los alumnos de la Facultad
de Filosofía y Letras, de la Universidad de Buenos Aires

Neeson, Commoners 1 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


CAPÍTULO 10

“Convirtiendo esclavos en hombres libres”


(pp.297-330)

Los commoners♠ no eran asalariados. En ello coincidían tanto sus


defensores como sus detractores. Tal vez algunos lo eran. Tal vez
algunos percibían un salario. Pero incluso éstos no dependían por
completo del trabajo asalariado. Sus tierras y sus derechos comunales
les permitían un modo de vida muy diferente al de los proletarios
rurales, aún cuando los cercamientos terminaran transformándolos en
minifundistas o en inmigrantes temporarios. Resulta difícil, aunque
crucial, definir con exactitud a los commoners. En pocas palabras,
podríamos decir que eran campesinos. Admito que empleo este rótulo
con cierta renuencia, pero creo que el término resulta necesario. El valor
de la palabra reside en que permite enfatizar una continuidad con el
pasado, una continuidad basada en la ocupación del suelo y en el
usufructo de derechos dentro del sistema de campos abiertos (common-
field system)*.
Existen otras palabras que podrían definir a los commoners. Como
alternativa a “campesino” podríamos describirlos como “cottagers”;
algunos contemporáneos así lo hacían. Pero en términos del derecho
común, “cottager” tenía un significado demasiado específico; si lo
empleásemos aquí, excluiríamos de nuestra definición a muchos
commoners que no eran cottagers**1. Además, aunque George King lo
usaba ya en 1688 para describir a los campesinos muy pobres, cottager
guarda connotaciones que son propias de finales del siglo XVIII y


La palabra commoner no posee equivalente castellano exacto. Preferimos mantener el original
inglés, habida cuenta de que la autora define in extenso el sentido preciso del concepto (nota
del traductor).
*
Common-fields se utiliza como sinónimo de open fields, es decir parcelas de propiedad o
usufructo individual, pero que se hayan dispersas y mezcladas. El término common-fields
resulta confuso, porque su nombre parece sugerir una posesión o usufructo colectivo, lo que no
era precisamente el caso. Por estos motivos, Paul Mantoux recomendaba en su clásico ensayo
de 1928 emplear open-fields en lugar de common-fields, recomendación que, como vemos, no
sigue la Dra. Neeson (La Revolución Industrial en el Siglo XVIII, Madrid, Aguilar, 1962, p.126).
Por otra parte, las common-fields no debe confundirse con las common-lands o waste-lands,
términos que sí corresponden a lo que en castellano denominamos tierras comunales o baldías,
es decir aquellas praderas, bosques o yermos cuya propiedad eminente era del titular del
señorío, pero cuyo usufructo y aprovechamiento pertenecía a la totalidad de la comunidad
aldeana de propietarios (nota del traductor).
**
Cottager tenía por lo menos dos significados. En algunos casos, hace mención al no
propietario que, contando con cierta tolerancia tácita de parte de la comunidad, se instala en las
tierras comunales o baldías, y vive allí en un suelo cuyo usufructo corresponde exclusivamente
a la comunidad de propietarios. Pero el sentido más estricto del término, aquel con que lo utiliza
la Dra. Neeson, se refiere al campesino cuya sola propiedad es una casa y su pequeño huerto
(el antiguo manso de las aldeas medievales), es decir, aquel que no posee parcelas en el open-
field system. Pero aún cuando fuera propietario tan sólo de una casa y uno o dos acres de
huerta, el cottager formaba parte de la comunidad de propietarios, y tenía derecho a usufructuar
las tierras baldías comunales (recoger madera, dejar pastar ganado, etc.) (nota del traductor)

Neeson, Commoners 2 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


comienzos del XIX. El término está como marcado por el sello del
comisionado de cercamientos. La Vieja Sally y su esposo Dick en Lark
Rise, de Flora Thompson, eran cottagers. Ambos son descriptos como
tacaños, como individuos que mantenían poco contacto con el dinero
(criaban abejas, preparaban cerveza, atendían un extenso jardín y
cultivaban una parcela). Sally y Dick despreciaban a los proletarios
rurales con familias numerosas. Tenían una vaca, que les otorgaba
grandes ventajas. Nadie más en la aldea poseía una. Eran cottagers
porque el padre de Sally había sido campesino en el sistema de open-
field, y había recibido una compensación territorial luego del
cercamiento de la parroquia2. Los padres de Sally y de Dick habían sido
campesinos y commoners. Pero tras el enclosure, ambos ya no lo eran. A
finales del siglo XVIII cottager implicaba privilegios pero también un
cierto grado de aislamiento, una posición minoritaria, una carga
semántica de la que el término carecía antes de los cercamientos. Peor
aún, cuando Thompson o Gregory King emplean la palabra, excluyen del
concepto toda relación con la propiedad de parcelas en el open-field o
con los derechos comunales. La noción de cottager ignora la
reciprocidad, el sentido de pertenencia, la voluntad de pleitear, el oficio
de campesino, la alianza con un señor (lord) en contra de otro, las
celebraciones colectivas, la memoria común y la ayuda mutua,
características todas asociadas con las nociones de campesino y de
commoner.
El hecho de que los commoners fueran campesinos no significa
que la Inglaterra del siglo XVIII fuera feudal, o que la mayor parte de la
producción agrícola en las parroquias no cercadas fuera de origen
campesino. Claramente no lo era. También soy consciente de que
existían importantes relaciones económicas entre los commoners y los
grandes arrendatarios capitalistas. Tengo en claro el importante papel
que jugaba la industria rural como refuerzo, sostén o factor de
debilitamiento del campesinado. Tampoco estoy proponiendo un tipo
ideal cuando defino como campesinos a los commoners del siglo XVIII.
Digo tan sólo que se trata de un tipo peculiar de campesinado inglés,
con una economía y una cultura distintivas. Es por este motivo que los
seguiré llamando commoners a lo largo de este libro, y no campesinos a
secas. Los commoners, pues, no eran un fenómeno aislado,
característico del siglo XVIII, sino los descendientes de muchas otras
generaciones anteriores de campesinos ingleses.
Resulta necesario realizar esta aclaración, porque la versión
ortodoxa de la historia de los cercamientos no la hace. La historiografía
oficial ha transformado al siglo XVIII en un territorio de paso para los
pocos campesinos que habrían logrado sobrevivir al siglo XVII. Aún eran
campesinos entonces, ahora sólo son cottagers en vías de extinción. En
este capítulo pretendo sostener, que negar la naturaleza campesina de
los commoners del siglo XVIII, implica renunciar a comprender las
consecuencias sociales producidas por la desaparición de las tierras
comunales tras la difusión de los cercamientos parlamentarios.

Neeson, Commoners 3 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


LOS CAMPESINOS Y LOS HISTORIADORES.

Definir al campesinado es una ardua tarea. En tanto clase social,


siempre se ha mostrado como un concepto elusivo3. Existió por
demasiado tiempo, cambió demasiado con el paso de los siglos, y su
identidad económica resulta por ello poco clara4. Los historiadores
evitan elaborar una definición. Muchos emplean el término para denotar
a los pequeños propietarios, y allí acaban toda discusión. En la
historiografía inglesa, la imagen más común no es la de una clase sino
la de un individuo, un pequeño productor que se asemeja notablemente
a los pequeños granjeros modernos5. Se lo ve como un productor
autosuficiente, que no necesita ninguna otra fuente de ingreso
alternativa. Aunque se vea obligado a arrendar tierras, siempre posee
parcelas propias y seguras. Durante mucho tiempo sus derechos
legales fueron en aumento. Tuvo poco que temer de los cercamientos
parlamentarios, pero siempre fue vulnerable a las malas cosechas, a los
bajos precios y a la voracidad del mercado de tierras. En definitiva, se
trataría de una variedad muy insular de campesino, diferente de su
contrapartida francesa o irlandesa. A menudo, sin embargo, no
hallamos en la bibliografía siquiera una descripción tan detallada como
la anterior. Las definiciones son siempre tácitas, nunca aparecen
formuladas en forma explícita.
Tal vez lo más prudente resulte, dadas las dificultades para definir
al campesinado, comenzar directamente escribiendo su historia6, y
emplear el término en un sentido muy amplio. En el periodo temprano
moderno, los campesinos ingleses que vivían en aldeas con régimen de
campos abiertos tenían al menos tres características. Primero, eran
propietarios (freeholders) o tenentes enfitéuticos (copyholders) de sus
parcelas. Vivían de su tierra, aunque los recursos que obtenían no les
permitía acumular demasiado, porque sus parcelas eran a menudo muy
pequeñas, y la renta, los impuestos y los diezmos absorbían cualquier
excedente posible. El grado de sustento que obtenían de la tierra
variaba, no sólo en el largo plazo, del siglo XVI al XIX, sino también en el
corto plazo, durante los distintos ciclos vitales, de década en década, de
generación en generación. Se sigue de ello que también eran campesinos
los pequeños productores que tenían un oficio artesanal, o que se
empleaban ocasionalmente a cambio de un salario, así como los no
propietarios que usufructuaban derechos comunales,7. En segundo
lugar, los campesinos trabajaban la tierra por sí mismos, pues
raramente pagaban salarios por el trabajo de otros, aunque
probablemente dependían de vecinos y amigos en periodos estacionales
como la siembra, la cosecha y la parición, así como en caso de viudez o
edad avanzada. Y en tercer término, los campesinos del common-field
compartían una cultura común. Sus derechos colectivos se sustentaban
en la fuerza de la costumbre, y en una práctica cotidiana que imbricaba
el trabajo agrícola, la ayuda mutua, y en ocasiones, un sentido de la
solidaridad política.

Neeson, Commoners 4 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


También es importante definir aquello que estos campesinos no
eran. Siempre numerosos, no constituían ya sin embargo la mayoría de
la población rural -alguna vez lo habían sido. Todavía eran, sin
embargo, el grupo más numeroso de propietarios rurales. Tampoco
controlaban ya la mayor parte de la tierra, ni generaban la mayor parte
del producto agrícola. En consecuencia, ni la producción ni los
impuestos campesinos eran esenciales para el estado, en tanto que las
rentas campesinas eran sólo una parte del ingreso de los
terratenientes.8 Los campesinos ingleses ya no producían beneficios
importantes en el siglo XVIII, y al menos en los condados del centro del
país, los cercamientos se encargarían de que nunca más fueran parte
importante del paisaje agrario9.
A pesar de la renuencia con que la historia académica encaró la
definición del concepto de campesinado (o quizás, a causa de ello), se ha
transformado en parte del sentido común historiográfico la tesis que
sostiene que la mayor parte del campesino inglés había ya desaparecido
para finales del siglo XVII, o a más tardar para comienzos del siglo XVIII.
Quiero comenzar analizando esta visión ortodoxa.
En el Capitan Swing, un estudio sobre el trabajo agrícola y la
revuelta rural en 1830, Eric Hobsbawm y George Rudé comienzan el
libro afirmando que “la Inglaterra agrícola presentaba en el siglo XIX un
espectáculo único y asombroso para el viajero curioso: no tenía
campesinos”10. El campesinado inglés habría llegado cuanto más hasta
1750, ciertamente “antes del comienzo de la Revolución Industrial”.
Ambos autores dejan en claro no sólo que la transición del feudalismo
hacia el capitalismo había concluido ya para el siglo XVIII, sino que
tampoco tuvo lugar por entonces el pasaje del cultivo de subsistencia al
trabajo asalariado11. Naturalmente, Irlanda era la excepción: allí los
campesinos habían logrado sobrevivir. Subsistieron también en muchas
regiones de Gales y Escocia, escasamente pobladas, “quizás en parte de
la Inglaterra del Norte”, y en “concentraciones localizadas” en el resto del
país. Pero en la mayor parte de Inglaterra el proletariado rural era dueño
de la situación ya para 1750. Todo campesino o pequeño propietario que
subsistió más allá de esta fecha no era, en palabras de Hobsbawm y
Rudé, más que exponente de “un grupo minoritario sin importancia”12.
Para defender esta tesis, ambos autores recurren a una rara
convergencia de autoridades, que incluyen desde Karl Marx hasta
muchos historiadores contemporáneos13. Al citar a Marx, Hobsbawm y
Rudé estaban reproduciendo, de hecho, un punto de vista sobre la
sociedad rural inglesa del siglo XVIII, que para la década de 1960 se
había transformado en la visión ortodoxa. El último aporte exitoso
realizado por esta visión ortodoxa fue el trabajo de J. D. Chambers y G.
E. Mingay. Aunque ambos aceptan la supervivencia de un gran numero
de pequeños propietarios (smallholders) durante el siglo XIX, Chambers
y Mingay sostienen que la desaparición del campesinado tuvo lugar
antes de 1760. Desde comienzo mismo del siglo XVIII, los crecientes
impuestos característicos de los tiempos de guerra y los bajos precios de

Neeson, Commoners 5 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


los productos agrícolas provocaron el endeudamiento del campesinado.
Luego, el fracaso en las cosechas, la enfermedad, y la competencia del
comercio y de la industria aceleraron la decadencia. En ocasiones, las
parcelas de los pequeños propietarios había pasado a engrosar el
patrimonio de los grandes terratenientes. La tendencia se aceleró en la
primera mitad del siglo XIX, tras la depresión provocada por el fin de las
guerras napoleónicas. En Enclosure and the Small Farmer in the Age of
Industrial Revolution, Mingay estableció las fechas con más precisión: “la
declinación de los pequeños propietarios y granjeros debe haberse
producido, en general, antes de 1760, probablemente entre 1660 y
1750”14. Junto con los viejos trabajos de Johnson, Davies, Gonner y
Clapham, Chambers y Mingay lograron desarraigar la tesis Hammond,
según la cual el cercamiento parlamentario de la segunda mitad del
siglo XVIII había sido la causa principal de la desaparición del
campesinado inglés15.
La popularización de la visión ortodoxa fue tan completa que, diez
años después de la publicación de The Agricultural Revolution, Roger
Wells se animó a sostener, en una artículo sobre la protesta rural entre
1700 y 1850, que constituía un “hecho fáctico elemental de la historia
de la agricultura inglesa” que “desde mediados del siglo XVIII el grueso
de los habitantes del campo inglés eran asalariados rurales sin tierra,
un grupo que ha podido ser caracterizado –con bastante justificación
económica- como el único y verdadero proletariado marxiano (sic) de la
historia inglesa”. Esta opinión es compartida por los sociólogos Corrigan
y Sayer. Es también la postura de Harold Perkin, quien considera al
campesinado como la antítesis del progreso económico. Perkin sólo halla
rastros del campesinado en las regiones celtas, donde aún vivían
“inmersos en estructuras tribales, dominados por terratenientes cuasi-
feudales o foráneos... y donde no existía casi rastro de los prósperos y
enérgicos estratos medios característicos de la Inglaterra anglosajona”16.
Incluso K. D. M. Snell, en una reivindicación de la interpretación de
Hammond sobre los efectos sociales de los cercamientos, se muestra
inseguro sobre la relación entre los enclosures y la desaparición del
campesinado17.
Si los historiadores han descripto a los siglos XVIII y XIX como
periodos sin campesinos, los estudiosos del siglo XVII tuvieron, por su
parte, que asumir que la desaparición del campesinado inglés había
tenido lugar durante su centuria. Robert Brenner basó su tesis, sobre el
carácter determinante de la política de clase en el desarrollo diferenciado
de Inglaterra respecto del resto de Europa, en el supuesto de que el
campesinado inglés no sólo perdió poder político en los siglos XVI y XVII,
sino que de hecho había dejado de existir para entonces18. Ésto se debe,
en parte, a la manera en que tradicionalmente los especialistas
encararon la historia agraria, como el estudio de aldeas y comunidades
individuales. Así, en los últimos veinte años hemos leído que Terling,
Chippenham, Orwell y Kibworth Harcourt perdieron sus campesinos
muy tempranamente. Y estos casos, que no reflejan sino situaciones

Neeson, Commoners 6 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


particulares, fueron a menudo generalizados hasta abarcar el resto del
país. Pero la temprana modernización de la parroquia de Kibworth no
debe hacernos olvidar que en Wigston Magna, apenas a seis o siete
millas de distancia, el campesinado y el sistema de campos abiertos
sobrevivieron durante todo el siglo XVIII19.
Y podría continuar citando otras excepciones a la ortodoxia
vigente, como el trabajo de Alan Everitt sobre los asalariados con tierra
en el siglo XVII, el de Joan Thirsk sobre el campesinado de Lincolnshire,
o el de E.P.Thompson sobre los asalariados rurales20. Todas estas
monografías, sin embargo, fueron ignoradas por los manuales y por los
libros de síntesis recientes. En los términos de Hobsbawm-Rudé,
autores como Hoskins, Everitt, Thirsk o Thompson habrían dedicaron
sus monografías al estudio de “minorías sin importancia”, presentes
aquí y allá en concentraciones muy localizadas.
Existen también otras dos razones por las que deberíamos prestar
mayor atención a esta cuestión. En primer lugar, porque resulta posible
demostrar que un número importante de individuos continuó viviendo,
de hecho, en los commonfields y en las aldeas no cercadas durante los
siglos XVIII y XIX. En segundo lugar, hasta la generalización de los
cercamientos parlamentarios la mayor parte estos propietarios
compartieron una economía sustentada en el usufructo colectivo de los
derechos comunales. Inglaterra pudo haber tenido un campesinado en
el siglo XVIII, después de todo.

***

LOS CAMPESINOS Y LA TIERRA.

Hace más de treinta años, W.G.Hoskins demostró que en Wigston


Magna (Leicestershire), en vísperas del cercamiento de 1765, no menos
de la mitad de los habitantes era propietaria de parcelas, y la otra mitad
tenía en usufructo alguna extensión de tierra21. Pero Wigston Magna,
aunque grande y localizada en un área típica, en la confluencia de los
condados de Leicester, Warwick y Northampton, es sólo una aldea, y fue
cercada en 1765. Podría ser una concentración localizada que, después
de todo no, sobrevivió mucho más allá de la fecha establecida por
Hobsbawm y Rudé. Resulta entonces fundamental analizar una
cantidad mayor de comunidades, y avanzar más en el tiempo, hasta
finales del siglo XVIII.
Nuestro trabajo sería más sencillo, si Mingay no hubiera
publicado sus críticas al empleo de los registros del impuesto
inmobiliario como fuente para la historia agraria. Pero el descubrimiento
de que diferentes parroquias utilizaban diferentes tasas de impuesto,
convierte la utilización de aquellos registros en materia riesgosa22. A
partir de estas constataciones, la historia de la propiedad inmobiliaria
devino necesariamente estudio de base parroquial, antes que regional,
provocando una fragmentación de la información que ha dificultado las

Neeson, Commoners 7 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


generalizaciones. Teniendo en cuenta estas prevenciones, retomo ahora
el análisis de los registros de cercamientos y los ingresos por censos e
impuestos inmobiliarios en 23 parroquias no cercadas del condado de
Northampton, entre 1776 y 181523.
Estos registros sugieren que, en los common-fields de
Northamptonshire una gran proporción de la población era dueña de
tierras a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. De hecho, las
proporciones de pequeños y grandes propietarios iban de un mínimo del
22 % de la población de la parroquia, hasta un máximo del 73 %.
Expresada como una proporción del total de la población de estas
aldeas, en 1801 los propietarios de tierra eran el 53%, o como en
Wigston Magna, aproximadamente la mitad de la población24. Podemos
hallar proporciones aún mayores en las parroquias de las tierras
pantanosas. Pero si excluimos estas últimas, la proporción de
propietarios en todas las otras parroquias nunca cae por debajo del 49
%25. El número de propietarios en las parroquias del valle Nene, por
ejemplo, excedía a menudo la mitad del total26. El tamaño de esta
población indica que la propiedad de tierras era un fenómeno que
resultaba todavía profundamente característico de la economía rural
inglesa. Si cifras como estas se hubieran detectado para los zapateros y
los tejedores, en lugar de los propietarios de tierra, los historiados se
habrían visto obligados a sostener que economía inglesa estaba todavía
dominada por la manufactura rural.
La sensación de la persistencia de una conexión duradera entre la
población y la tierra se fortalece cuando consideramos separadamente a
los pequeños propietarios. Defino como pequeño propietario al productor
que poseía al menos 50 acres, una cantidad suficiente para proveer al
sustento de una familia27. Se trata de una categoría que incluye también
a los tenentes más pequeños, y a los vecinos que usufructuaban las
tierras comunales sin poseer parcelas en el open-field. También abarca a
aquellos artesanos y mercaderes que eran propietarios de tierra. Así
definidos, los pequeños propietarios (freeholders) llegan al 35% del total
de la población; los tenentes enfitéuticos (copyholders), al 22 %. Y estas
cifras subestiman, en una tercera parte de las aldeas bajo estudio, la
importancia de copyholders con menos de 50 acres28.
Cálculos como éstos poseen limitaciones obvias, por lo que
ofrecemos estas cifras sólo como estimaciones aproximadas. Aparte de
las deficiencias del censo de 1801, el número de propietarios de tierras
extraído de los ingresos impositivos puede aparecer inflado por la
inclusión de los propietarios absentistas y de los tenentes no residentes.
Pero al mismo tiempo, la cifra está deflacionada por la omisión de los
sub-tenentes y de algunos propietarios pobres que poseían menos de
tres acres29; así como por el hecho de que en ciertas parroquias las
encuestas anteceden significativamente a la realización del censo,
existiendo serias razones para suponer que el número de sus habitantes
debía haber aumentado para el año 180130.

Neeson, Commoners 8 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


Hechas las aclaraciones, la evidencia del condado de Northampton
sigue sugiriendo la existencia de un número sustancial de pequeños
propietarios y tenentes, cerca del 50 % de la población que a finales del
siglo XVIII poseía tierras en las aldeas con régimen de campos abiertos.
La evidencia decimonónica corrobora esta imagen. Mike Reed sostuvo,
incluso, que una masa sustancial de campesinos, que no estaba
precisamente confinada a las regiones celtas, sobrevivió hasta muy
entrada la segunda mitad del siglo XIX. Quedan aún por determinar
cuáles fueron los lugares en los que el campesinado logró sobrevivir, y
que relaciones tenían con el grupo de los proletarios rurales.
Ciertamente, la importancia de este campesinado era menor que la de
su contraparte dieciochesca. Pero resulta razonable sostener que, en las
áreas en las que las tierras comunales y baldías no fueron cercadas, o
en las aldeas que lograron preservar sus open-fields, la economía de tipo
campesino sobrevivió hasta muy entrado el siglo XIX. La aldea del
condado de Surrey, estudiada por Bourne, sobrevivió hasta 190031.
Podemos hallar, incluso, otros motivos que expliquen la supervivencia
del campesinado: la monografía de Ian Carter, dedicada al condado de
Aberdeen, describe a un conjunto de campesinos escoceses que
subsistieron hasta la década de 1870, en perfecta simbiosis con las más
extensas granjas capitalistas, que los necesitaban para realizar los
reclamos de tierra32. Ninguno de estos lugares fue cercado por acta del
Parlamento.
A pesar de que un importante número de campesinos vivía en la
Inglaterra de open-fields en los siglos XVIII y XIX, debemos dejar bien en
claro que no eran ellos quienes ocupaban la mayor parte de la tierra. Por
varias razones, la economía rural no era primariamente una economía
campesina para 1750. En primer lugar, porque la franja media de
campesinos propietarios de entre 40 y 80 acres era relativamente
reducida. En segundo lugar, porque el pequeño campesinado
sobreviviente, aunque numeroso, no controlaba la mayor parte de la
tierra. Los propietarios libres (freeholders) y los tenentes enfitéuticos
(copyholders) de al menos 50 acres, no poseían usualmente más que un
cuarto, quizás un tercio del suelo de la parroquia bajo régimen de
campos abiertos. Por ejemplo, el 75% de los campesinos de Wigston
poseía menos de 50 acres, y la mayoría trabajaba en menos de 12. En
conjunto tenían acceso a poco más del 20 % de la tierra de la parroquia.
En Cumbria la proporción era de aproximadamente un tercio. En
Oxfordshire, Gray afirma que un tercio del condado estaba en manos de
propietarios y tenentes de todos los tamaños. Hunt calculó que en 44
aldeas del condado de Leicester, el 32 % de la tierra en pertenecía a los
pequeños propietarios33. Pero incluso estas proporciones son mayores
que el 10 o 20 % que hasta hace poco se asumía, y las cifras
aumentarían si se incluyera a los tenentes enfitéuticos más pequeños 34.
De hecho, las cifras no son muy inferiores a las estimadas en la misma
época para ciertas regiones de Francia: Arthur Young sostenía que, para

Neeson, Commoners 9 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


la década de 1780, un tercio del suelo francés estaba en manos de
propietarios campesinos35.
La evidencia obtenida en estos condados deja en claro que los
pequeños productores no poseían la mayor parte de la tierra, aunque
tenían más de lo que habíamos supuesto. En términos de poder
económico, la mayor parte de la producción de condados como
Northampton, Oxford y Leicester provenía de granjas de al menos 100
acres, propiedad de arrendatarios o freeholders capitalistas. Pero resulta
igualmente claro que el acceso a la tierra no estaba tan sólo restringido
a este grupo. Por el contrario, una parte importante de los aldeanos
tenía tierras, producía hasta cierto grado su propio alimento, proveía de
trabajadores jóvenes a los farmers y de comida a los mercados locales36.
¿Cómo describirían a estos commoners los historiadores que
caracterizan al siglo XVIII como una era sin campesinos? Argumentarían
que los commoners, aún cuando más numerosos de lo que ellos habían
supuesto, no eran campesinos. Debían pertenecer, en cambio, a uno de
dos grupos alternativos: a los pequeños granjeros propietarios o a los
proletarios con tierra. En lo que respecta a los pequeños granjeros,
existe cierto desacuerdo sobre de su numero y sobre la naturaleza de su
economía37. Este desacuerdo no tiene por qué detener nuestra crítica
respecto de su posible indentificación con los campesinos commoners,
porque estos mismos historiadores coinciden en que los pequeños
granjeros no representan una proporción importante de la población
rural de mediados del siglo XVIII.
Los historiadores ortodoxos también estarían de acuerdo en que el
segundo grupo, los proletarios con tierra, era más numeroso que el de
los pequeños productores. En este caso, sin embargo, la pobreza que los
caracterizaba sería el factor por el que dichos historiadores se resistirían
a considerarlos como campesinos. El hecho de que tuvieran menos
tierra que un pequeño propietario, y de que se vieran obligados a
trabajar a cambio de un salario, impediría considerarlos como parte del
campesinado inglés (aunque estos mismos factores no parecen influir
para que los historiadores ortodoxos acepten la posibilidad teórica de la
existencia de un campesinado con dichas características en Irlanda), y a
pesar también del hecho de que los campesinos siempre han recurrido a
múltiples fuentes de ingresos, incluyendo los salarios38. Hobsbawm y
Rudé sostuvieron que estos proletarios con tierra vivían inmersos en la
pobreza más abyecta, gozaban de una independencia precaria, y sólo
sobrevivían gracias a sus magros salarios y al derecho de usufructuar
las tierras comunales. Los enclosures, cuando finalmente se produjeron,
les administraron el golpe de gracia, y tras disipar “la bruma que
rodeaba a la pobreza rural”, dejaron ver “sin contemplaciones la masa
de trabajadores no propietarios” disimulada detrás del sistema de open-
fields39.
Pero las evidencias que demuestran una fuerte presencia de la
pequeña propiedad commoner sugiere otra realidad. Un gran número de
familias en la Inglaterra de los open-fields vivía, en parte, de los recursos

Neeson, Commoners 10 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


obtenidos gracias al cultivo o al arrendamiento de pequeñas parcelas de
tierra: en el centro del país, al menos un tercio de la población lo hacía.
Y parece poco probable que estos pequeños productores existieran tan
sólo en los condados de los Midlands. A lo largo del país esta variedad
de pequeñas economías campesinas poblaba los valles, las colinas y las
praderas, tanto como los bosques, los pantanos y los páramos.
Pero para los historiadores ortodoxos la pregunta fundamental
parece ser la siguiente: “¿Cuan pobres eran estos pequeños
productores?”. Debemos olvidarnos, por un momento, del hecho de que
los campesinos a menudo son pobres, y determinar, en cambio, el valor
que podían alcanzar un par de acres en el siglo XVIII (la ventaja de
emplear para el análisis una explotación promedio tan pequeña, es que
luego nos permitirá deducir que las propiedades más grandes debían ser
aún más provechosas).
En primer lugar, si la posibilidad de tener una vaca estaba al
alcance del productor, un par de acres le permitirían mantenerla sin
problemas. A mediados del siglo XVIII, el precio de una vaca iba de 45
chelines a 9 libras, dependiendo de la calidad, de la edad y de la región
de que se trate40. Si varias familias compartían los mismos animales, el
riesgo y los costos podían reducirse sustancialmente41. Los terneros
costaban mucho menos, entre 1 y 2 libras según de la edad. Los
jornaleros y los sirvientes tenían incluso la posibilidad de adquirir un
ternero y criarlo en los terrenos de sus empleadores y vecinos. Apenas
un acre y medio de pasto alcanzaba para alimentarlo, aunque en este
caso se requería también media docena de ovejas para mantener la
tierra abonada.42. En tierras comunales ricas, como las que existían en
las regiones pantanosas, las vacas podían sobrevivir aún con menos
tierra. El heno y la paja eran un forraje oneroso durante el invierno; una
vaca y su ternero requerían no menos de quince libras por día. Pero
estos animales también podían pastar en las tierras en barbecho y en
los prados comunales. Los ríos proporcionaban una abundante
provisión de cañas: en 1803, un párroco de Hampshire comunicó a los
Annals of Agriculture que las cañas provistas por el riacho local
permitían alimentar las vacas de varios commoners de la parroquia43.
Las aldeas de las regiones costeras utilizaban algas –ricas en calcio y
magnesio- para alimento de los bovinos44. Robert Trow-Smith sostiene
que, en las granjas medievales más prósperas, los promedios de parición
podían ser “extraordinariamente altos”, y sugiere que el “mantenimiento
invernal de la vaca era de hecho más adecuado de lo que muchos
historiadores modernos han supuesto”45. Estas vacas medievales eran
alimentadas de la misma forma que los bovinos domésticos en el siglo
XVIII.
El valor de una vaca residía en sus terneros y en la leche que
proporcionaba. En estación, entre la primavera y el otoño, podía
obtenerse entre 1 y 3 galones diarios de leche. Si se tenía más de una
vaca, se podía disponer también de leche durante el invierno, si al
menos uno de los animales tenía cría luego de Navidad46. A fines del

Neeson, Commoners 11 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


siglo XVIII, Arthur Young calculaba en 5 libras anuales el valor de tres
galones diarios de leche47. En los duros años de la década de 1790,
Nathaniel Kent elevó dicha cifra a 9 libras con 2 chelines por año,
incluyendo el valor del ternero48. Una estimación reciente sobre la
productividad promedio de las vacas pobres sugiere una producción
anual de 330 galones de leche o 300 libras de queso. Se trata de una
cantidad importante. Pero incluso las estimaciones más conservadoras -
un galón de leche por día en temporada (que resulta más realista para
las vacas de los cottagers)- equivalía a la mitad del salario anual de un
jornalero. La leche también se utilizaba para la elaboración de manteca
y queso, productos que podían comercializarse; el suero se bebía, o se
utilizaba para alimentar a los cerdos49. Finalmente, el precio de un
ternero en otoño permitía cubrir el valor de la renta y del impuesto
inmobiliario.
Pero aún si una vaca era demasiado cara, si su mantenimiento no
podía compartirse, si moría y no podía reemplazarse, unos pocos acres
permitían fácilmente el mantenimiento de algunas ovejas, siempre más
accesibles que las bovinos. Los ovinos producían lana, leche, corderos y
carne. Las ovejas proporcionaban, desde finales de la parición hasta
mediados de agosto, hasta tres pintas de leche por día. La parición
comenzaba luego de Navidad50. Los rebaños de los open-fields más
pequeños eran resistentes y, en relación a su tamaño, comían menos
que los rebaños más grandes. Se ha demostrado que soportaban
intensas hambrunas con menor pérdida de masa muscular que las
variedades más grandes, y cuando eran llevados a tierras pobres
también engordaban más rápido51
La ganadería era el uso más fácil y beneficioso que podía darse a
unos pocos acres de tierra, aun cuando franjas de apenas 2 o 3 acres
podían llegar a sembrarse con cebada, centeno, avena, trigo, legumbres
y tomates. Pequeños commoners en Maulden (Bedfordshire), cultivaban
todas estas especies, además de nabos y otros tubérculos forrajeros.
Entre las explotaciones afectadas en 1775 al pago del diezmo, hallamos
una que cultivaba dos acres de cada de las siguientes especies: trigo,
cebada y lentejas; otra cultivaba lo mismo, más dos acres de centeno y
dos hileras de tomates52. Otras sembraban sólo un acre de avena,
centeno y tomates, respectivamente. Los firmantes en contra del
cercamiento proyectado en la aldea de Wilbarston, condado de
Northampton, una parroquia con terreno poco apto para la agricultura,
aseguraban que en los años de escasez sus pocos acres les
proporcionaban cereales panificables para sus familias53. Ciceley Howell
ha calculado que en la Edad Media, en el sudeste del condado de
Leicester, una familia necesitaba para alimentarse al menos 12 acres.
Dado que la productividad de los granos se duplicó entre la Edad Media
y el 1800, una explotación de apenas dos o tres acres podía
proporcionar tanto como un tercio o la mitad de la comida de un grupo
familiar a mediados del siglo XVIII54. William Pitt, en un informe sobre la
situación del condado de Northampton dirigido al Departamento de

Neeson, Commoners 12 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


Agricultura, concuerda: cuatro acres podían alimentar a una familia en
la década de 1790. Ésta era una contribución sustancial para una
economía cuyo gasto más importante eran los alimentos. Y, a diferencia
de las pequeñas propiedades cercadas, las franjas de tierra de los open-
fields sufrían pocos perjuicios económicos de escala, porque en cierto
grado podían confiar en los recursos externos de las pasturas
comunales.
Hasta aquí hemos descripto, tan sólo, una parte de la importancia
económica que una pequeña parcela podía tener para los pequeños
campesinos que dependían del trabajo asalariado, para aquellos cuya
pobreza los priva del status conceptual de campesinos en la visión
historiográfica hegemónica. El valor de un par de acres sugiere que esta
pobreza era sólo relativa: siempre era mejor tener tierra, aún cargada
con deudas, que no tenerla. Además, los campesinos ingleses, fueran o
no propietarios, tenían también derechos comunales, cuestión que nos
permite avanzar hacia la segunda parte de mi argumentación.

***

LOS CAMPESINOS Y EL DERECHO COMUNAL.

En la common law*, el derecho comunal era la facultad de


compartir el producto de la tierra, no la propiedad del suelo. Implicaba
los derechos de pastoreo (common of pasture), de recolección de turba
(common of turbary), de recolección de leña y madera (common of
estovers)55. Claro que esta definición ignora las complejidades de las
costumbres y de los usos locales. En realidad, sobre el terreno, el
alcance de los recursos comunales era magníficamente amplio, los usos
que se le daban era minuciosamente variados, y la defensa de las
practicas locales era firme y a menudo exitosa.
Un ejemplo claro de derecho comunal era el gleaning (espigueo),
que las mujeres y los niños realizaban en los campos de trigo
inmediatamente después de levantada la cosecha**. En algunos lugares,
el gleaning alcanzaba también a las legumbres. El espigueo era una
*
La common law es la ley no escrita, basada en la tradición y en las decisiones de los tribunales
reales, antes que en las leyes del Parlamento. Como su nombre indica, tiene también un
carácter general, por oposición a las costumbres locales. Las decisiones de los tribunales
señoriales (manorial courts) también se basaban en la common law (nota del traductor).
**
El derecho de gleaning es uno de los usos más universales del sistema de open-field en la
Europa pre-industrial. La práctica consistía en el derecho que los habitantes de la aldea tenían
en ingresar en las parcelas de propiedad individual, luego de que el propietario hubiera
levantado su cosecha, para recoger los granos, semillas o espigas remanentes que pudieran
haber quedado. Los defensores de los cercamientos y los críticos del sistema de open-field
atacaban duramente a este derecho comunal, porque a diferencia del resto de los derechos
comunales, que se ejercían en las tierras baldías de propiedad comunal, el gleaning se ejercía
sobre la propiedad privada de terceros. De hecho, resulta de más decir que luego de los
enclosures el espigueo fue uno de los derechos comunales que desaparecieron de inmediato.
En las aldeas de open-fields, en cambio, el gleaning perduró como práctica hasta muy entrado
el siglo XIX (nota del traductor).

Neeson, Commoners 13 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


práctica generalizada, universalmente considerada como derecho
comunal. Desahuciada por la common law con posterioridad a 1788,
logró sin embargo sobrevivir y prosperar en muchas aldeas agrícolas.
Los comentaristas reconocían que el grano así recogido (gleaned corn)
podía proveer suficiente harina como para elaborar pan durante un par
de meses en otoño, en ocasiones hasta la Navidad misma. En
Canterbury, el gleaning podía proveer el grano para todo el invierno56.
Se decía que los espigadores (gleaners) de la aldea de Long Buckby,
almacenaban el grano recogido (gleaned corn) en sus dormitorios,
cuando se les acababa el espacio en los pisos superiores57. En
Atherstone, en la década de 1769, el valor del gleaned corn era de 15
chelines, más del doble del salario de una mujer durante la cosecha58. F.
M. Eden calculaba que los gleaners de la aldea de Roade, en el condado
de Northampton, recogían suficiente grano luego de la cosecha como
para amasar pan durante el resto del año, lo que equivalía al 6 % del
ingreso anual familiar59. La importancia de este recurso fue aún mayor
durante la década de 1790, cuando el costo familiar de la harina osciló
entre los 5 y los 8 chelines semanales. Amén del grano, la paja recogida
durante el espigueo podía utilizarse para mantener encendidos hogares
y hornos, o para secar la malta empleada en la elaboración de cerveza.
Podía utilizarse para recubrir el techo de las chozas, y mezclada con
estiércol del establo, servía también como abono. El gleaning perduró
más que ningún otro derecho comunal. En la década de 1870, la
campana del espigueo (gleaning bell) sonaba todavía en más de
cincuenta parroquias del condado de Northampton, anunciando el inicio
y el cierre del plazo de recolección60.
Las tierras comunales baldías -bosques, páramos, matorrales-
eran tan importantes como los derechos comunales ejercidos sobre las
parcelas cultivadas de propiedad individual. De hecho, el bosque ofrecía
una enorme variedad de recursos61.
A pesar de la abundancia de testimonios en contrario, muchos
especialistas dudaron de la importancia que los derechos comunales
tenían durante el siglo XVIII. Los agrónomos iluministas sostenían que
valían menos que una posición asalariada permanente en una aldea
cercada, aunque reconocían que existían por doquier y eran
celosamente defendidos. Chambers y Mingay sostuvieron que los
derechos comunales tenía una importancia limitada, y que pocas
personas los usufructuaban. Garret Hardin sostuvo que el fin de los
recursos comunales se debió a la inevitable sobreexplotación a la que
fueron sometidos, ella misma resultado de su carácter de propiedad
colectiva. Hobsbawm y Rudé, así como Chambers (antes que Mingay),
afirmaron que los comunales eran mejor que nada, pero que tampoco
valían demasiado62.
Esta interpretación esta sufriendo importantes revisiones. En
Whigs and Hunters, E.P.Thompson inició un proceso de revalorización
de los derechos de uso de los bosques reales, investigación continuada
luego por Charles Searle en su estudio sobre la economía

Neeson, Commoners 14 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


consuetudinaria del siglo XVIII, y por Jane Humphries en su análisis del
significado que las tierras comunales adquirían para mujeres y niños63.
La oposición a los enclosures en los condados de los Midlands estaba
motivada por la necesidad de preservar los derechos comunales, tanto
como por el temor a la perdida de la tierra –derechos que fueron
protegidos y regulados con gran cuidado en el siglo previo a los
cercamientos. Los defensores de las tierras comunales (y en ocasiones
sus mismos críticos) eran conscientes de la importancia de los recursos
que podían derivarse de ellos, así como de la función social que
cumplían. Quiero continuar mi argumento analizando ahora el derecho
comunal de pastoreo (common of pasture), en particular en los condados
de las Midlands, una región más densamente poblada que Cumbria, y
más productiva en términos agrícolas que los bosques del Berskshire y
el Hampshire; en otras palabras, un área más próxima al corazón del
capitalismo agrario.
¿Puede ponerse un valor monetario al derecho de uso de los
prados comunales durante el siglo XVIII? Algunos expertos pensaban
que se podía. A fines de la década de 1760 Henry Homer, no
precisamente un defensor de los comunales, equiparó el valor del
usufructo de dichas tierras a un cuarto o a un tercio del monto de un
canon de arrendamiento64. Obviamente, los valores variaban de lugar en
lugar, pero Homer no exageraba. He aquí algunas estimaciones
realizadas en bosques, pantanos, ciénagas, colinas y cañadas65. En
1716, Mrs. Barbara Welch, una arrendataria del duque de Montagu,
estimaba el valor de los derechos comunales que le correspondían por
sus 200 acres en “casi un tercio del valor de su propiedad”. En otras
palabras, Mrs. Welch pensaba que sus tierras eran efectivamente un
tercio más extensas de lo que su tamaño real en acres indicaba66. En las
tierras pantanosas los derechos comunales eran más útiles aún: los
prados bastaban en si mismos para alimentar a la vaca familiar y a
algunas ovejas, y a los residentes sin tierra se les reconocía el mismo
derecho que a los propietarios. Como consecuencia, algunos
productores podían convertirse en ganaderos importantes sin necesidad
de poseer gran cantidad de acres de tierra propia. Las estimaciones de
valor más conservadoras –extraidas del informe presentado por el
condado de Cambridge al Departamento de Agricultura- tasan en 30 o
40 chelines anuales el derecho de apacentar una vaca en los comunales.
El autor del reporte consideraba irrisorio este monto, aunque reconocía
que los commoners no pensaban lo mismo: “un perito agrónomo sería
golpeado en la cabeza con sólo sugerir la necesidad de impulsar el
cercamiento de la aldea”67. Las zonas de ciénagas tenían ventajas
similares. El historiador William Stout sostiene que en dichas áreas, el
valor que los comunales aportaban al mantenimiento del rebaño
familiar, equivalía a un cuarto del valor de las propiedades individuales:

“Mi padre podía mantener entonces en aquel páramo cien ovejas durante todo
el verano; además, aproximadamente durante el séptimo mes del año, la marea

Neeson, Commoners 15 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


alta depositaba estiércol de oveja y algas marinas, que los habitantes recogían,
consciente cada aldeano del límite de sus propios derechos de recolección”68.

Los comunales en las regiones boscosas y pantanosas eran a


menudo generosos, pero también lo eran en las parroquias situadas en
colinas y cañadas. En Long Buckby (Northamptonshire), el canon de
arrendamiento de una parcela con derechos comunales era siempre más
alto69. En 1738, los cottagers de la aldea de Atherstone, en el condado
de Warwick, rehusaron una compensación anual de 20 chelines por sus
derechos comunales en el open-field, porque pensaban que éstos valían
más que cualquier pago en dinero. Disfrutaban también de derechos de
pastoreo sobre otros 800 acres de tierra baldía no cultivada. El valor de
mercado de este beneficio era, en términos monetarios, equivalente al 15
% del ingreso anual de un asalariado, o tal vez más70. Su valor era
mayor aún en términos prácticos, porque permitía el ahorro del canon
que requería el arrendamiento de praderas privadas, costo que trepaba
hasta un tercio de la renta de una explotación promedio. Finalmente,
dos ejemplos tomados de las tierras bajas. A comienzos de la década de
1790 Thomas Davis, informante del Departamento de Agricultura en el
condado de Wilt, observaba que la economía agrícolo-ganadera de los
pequeños granjeros quedó desbastada cuando perdieron el acceso a los
comunales a causa del enclosure, dado que no pudieron entonces criar
suficiente cantidad de ganado para mantener sus tierras abonadas. Y en
1834, en la aldea de Bucklebery (Berkshire), casi 200 peticionantes
opuestos al enclosure realzaron la importancia que para ellos sus
comunales, y proporcionaron como evidencia el hecho de que “los
arrendatarios de pequeñas parcelas vecinas a las tierras comunales
pagaban cánones de arrendamiento 50% más elevados que otros
tenentes, por su mayor cercanía con aquellos valiosos recursos71. En
este rango de agricultores el valor del acceso a los comunales oscilaba
entre un cuarto y la mitad de la renta pagada por la tierra.
Si los prados comunales tenían tanto valor en una amplia gama
de regiones agrícolas, resulta importante conocer quiénes tenían
realmente acceso a ellos durante el siglo XVIII. ¿Era una rareza el
derecho de apacentar una vaca? ¿Eran pocos los cottagers con derechos
comunales? Los derechos comunales estaban más ampliamente
extendidos de lo que muchos historiadores supusieron. En el condado
de Northampton, las disposiciones en torno al derecho consuetudinario,
los litigios y los acuerdos, demuestran que todos los ocupantes de
parcelas en el open-field, y la mayoría de los hogares en los bosques,
pantanos y páramos, disfrutaban del derecho de apacentar vacas y
ovejas en el siglo XVIII. En los open-fields de las aldeas agrícolas, en
cambio, los derechos de pastoreo se hallaban restringidos a los
propietarios de parcelas o casas (cottages). Para tener derecho a
apacentar una vaca en estas parroquias, los habitantes más pobres
debían tener acceso a la tierra, entre 6 y 10 acres a fines del siglo XVIII,
o habitar una casa (cottage) a la que estuviera adosado el usufructo de
derechos colectivos. Habitantes con no más de un acre o dos, podían

Neeson, Commoners 16 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


compensar su falta de tierra con un pago en dinero por acre comunal
usufructuado. Claro que, los derechos de pastoreo para ovejas requerían
de menos tierra, sólo un acre por animal. El derecho de apacentar
cerdos y gansos raramente se relacionaban con la propiedad de tierras o
casas: existían allí donde las tierras o la costumbre lo permitían.
He sugerido que, en el condado de Northampton, un cuarto o más
de los habitantes de las aldeas que conservaban sus open-fields eran
pequeños propietarios a finales del siglo XVIII. Resulta probable,
entonces, que todos ellos, aún los más pequeños, tuvieran en cierto
grado acceso a las praderas colectivos. Resulta complejo, en cambio,
contabilizar el número de los simple cottagers sin parcelas en el ager,
que disfrutaban también de las tierras baldías. Mientras que los
derechos comunales que se desprendían del usufructo de parcelas eran
inseparables de la ocupación de éstas, podía ocurrir que los derechos
adosados a los cottages se compraran o vendieran por separado. Por
ello, a pesar de que los cottages con derechos comunales adosados,
abarcaban con frecuencia sólo la mitad o un tercio de las casas de la
parroquia, dichos derechos estaban sometidos a un constante traspaso
por medio de compraventas. La ocupación efectiva de las casas se había
separado, entonces, del usufructo de los derechos colectivos.
En vista de lo anterior, existen muchas posibilidades de que los
derechos comunales de los cottages se hayan devaluado mucho antes de
finales del siglo XVIII, provocando con ello la desposesión de los
cottagers mismos. Sin embargo, no resultaba tan sencillo comercializar
estos derechos. En ciertas parroquias, las cortes señoriales prohibían
explícitamente la separación entre ocupación y usufructo: sólo quien
ocupaba de manera efectiva un cottage estaba autorizado a hacer uso de
los derechos comunales correspondientes. En cualquier caso, los
cottages alquilados con usufructo de derechos incluido, eran más
valiosos para sus propietarios que los cottages arrendados sin ellos.
Esto era así, porque permitían percibir cánones de arrendamiento más
elevados, al tiempo que, en caso de cercamiento, sus ocupantes
resultarían beneficiados con compensaciones territoriales. En los
bosques reales o en los estados consolidados, las viviendas con derecho
a acceder a los comunales eran compradas por los grandes propietarios,
nada más que para librar a los bosques del ganado de los cottagers.
Finalmente, la evidencia de la separación entre ocupación y usufructo
coincide casi siempre con los cercamientos, cuando a causa de la
inminente extinción de los comunales, los cottagers comenzaron a
vender sus derechos a los especuladores. Existen pocas evidencias de
separaciones más tempranas. Era más probable que los cottages con
acceso a los comunales permanecieran intactos, aunque a menudo los
compraran farmers o terratenientes, que al dividirlos en dos o más
propiedades pequeñas, las obligaban de allí en más a compartir los
derechos originales –incrementando de tal forma, el número de cottagers
con acceso a los comunales72.

Neeson, Commoners 17 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


El derecho comunal de pastoreo era más valioso que lo que
admitían los partidarios de los enclosures, y más ampliamente utilizado
que lo que algunos historiadores han supuesto. Si bien no era en todas
partes patrimonio de los más pobres, adquiría una importancia crítica
para las economías de los campesinos más pequeños. Combinados con
rentas más bajas que las existentes en las aldeas cercadas, y con un
acceso a la tierra relativamente fácil, otorgaban cierta independencia
respecto de los precios y de los salarios. Generaban cierta esperanza
para el futuro, aún para aquellas familias de proletarios sin tierra73.

***

LOS CAMPESINOS Y LA PRÁCTICA.

Al comienzo de este capítulo hemos dicho que la visión ortodoxa de la


historia agraria inglesa sostiene que para 1750 el campesinado había
desaparecido ya del país. Creo, sin embargo, que la supervivencia de la
pequeña propiedad y de los derechos comunales hasta muy entrado el
siglo XIX, demuestran que dicha tesis debe ser revisada. Hemos visto
también, que el mantenimiento de los derechos comunales en los open-
fields es síntoma de la existencia de una peculiar economía de carácter
campesino. Deseo ahora retomar este punto, y analizar, primero, la
práctica agrícola en los campos abiertos, y luego, las reacciones de los
commoners ante el avance de los enclosures.
La agricultura en los regímenes de campos abiertos requería
cooperación y protección de los intereses comunes. Compartir los
prados comunales y explotar parcelas dispersas por toda la parroquia,
demandaba una fuerte regulación de carácter colectivo. Cada primavera
y cada otoño, los propietarios establecían las normas para el uso de los
pastos, imponían limitaciones, se proveían de bueyes, proscribían los
animales enfermos, y ordenaban la reparación de canales y cursos de
agua. Establecían o alteraban, también, la rotación de cultivos,
castigaban las violaciones a la propiedad individual y el abuso en la
utilización de los derechos comunales. Elegían autoridades para forzar
el cumplimiento de estas disposiciones, y empleaban guardianes con
facultad sumaria para la aplicación de multas o para demandar a los
infractores ante los tribunales.
Y, aunque los jurados eran casi siempre los commoners más
importantes74, el interés de los más pequeños era tomado en cuenta con
frecuencia: sus derechos de pastura estaban relativamente seguros. Así,
cuando nuevas restricciones reducían la cantidad de ganado que podía
ingresar en los comunales, por lo general los jurados aplicaban dichas
limitaciones tan sólo a los rebaños más grandes, dejando relativamente
a salvo los derechos de los ocupantes más pequeños. Igualmente, los
tribunales apoyaban los derechos de los commoners más pobres a
recoger leña y madera. A menudo percibimos, en el idioma de las
ordenanzas parroquiales, las necesidades colectivas y las obligaciones

Neeson, Commoners 18 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


comunales. En la aldea de Stowe, condado de Warwick, ningún hombre
podía atravesar los campos cultivados con carromatos u otros medios de
carga; no estaba permitido cabalgar por el ager, a menos que fuera en
las parcelas propias; no debían dejarse en las parcelas individuales,
bordes con hierba que pudieran “perjudicar al rebaño comunal”75. Al
menos una vez al año en cada parroquia, los commoners escuchaban la
lectura de fragmentos bíblicos que recalcaban siempre los mismos
puntos. Las rogativas –luego de la Reforma, la única procesión tolerada
por el calendario anglicano- consistían en un recorrido alrededor de la
parroquia, durante el cual el ministro y su congregación daban gracias a
Dios por los frutos de la tierra y proclamaban: “maldito sea quien altere
los límites de la propiedad de sus vecinos”, a lo que los presentes
respondían “Amén”76.
Los open-fields no albergaban necesariamente comunidades
tranquilas, democráticas y auto-reguladas. Los cambios económicos y
políticos afectaban el comportamiento de los propietarios, dividían sus
intereses, y los impulsaban a actuar de manera independiente en todos
los sentidos posibles. En algunas parroquias, la dinámica del mercado
de tierras, o la habilidad de los terratenientes para consolidar sus
explotaciones, redujeron el número de pequeños campesinos a la nada,
mucho antes que los cercamientos. Casi siempre, los grandes
propietarios y los arrendatarios capitalistas tenían más interés que los
pequeños commoners en la introducción de reformas en los derechos de
propiedad.. En ocasiones, ellos mimos se mostraban partidarios de la
sobreexplotación de los comunales. Pero casi nunca negaban a los
pequeños productores y a los cottagers el acceso a los prados colectivos.
Los terratenientes no cancelaban los arrendamientos, ni duplicaban o
triplicaban los cánones en el espacio de un año; tampoco impulsaban
las ventas de tierras hasta niveles récord. Se requería de un enclosure
parlamentario para que los grandes propietarios pudieran lograr todos
estos objetivos. Antes de los cercamientos, los terratenientes podían
alterar los términos de las relaciones de propiedad en algún aspecto
puntual, pero no podían romper los contratos. Estas limitaciones, que la
costumbre imponía al avance del capitalismo agrario, favorecían a los
pequeños y medianos productores, permitiéndoles acceder a recursos
que resultaban vitales para su supervivencia. Los campos abiertos
permitían compartir riesgos, generaban oportunidades de intercambio
entre pobres y ricos, y sostenían una tradición de cooperación mutua.
La eficiencia social alcanzada por este colectivismo de los campos
abiertos, es a menudo ignorada por los historiadores que evalúan
únicamente la eficiencia económica del enclosure77.
Si nos guiamos por las reacciones que provocaban los enclosures,
es evidente que los commoners reconocían su dependencia respecto de
esta economía compartida. En el último capítulo sostuve que una
alianza entre los pequeños productores y los commoners sin tierra,
resistió el avance de los enclosures parlamentarios en el condado de
Northampton. Respondieron a las actas de cercamiento con peticiones,

Neeson, Commoners 19 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


amenazas, remoción de mojones, panfletos, asambleas espontáneas,
destrucción de postes y cercas, robos e incendios intencionales. Es
posible que una búsqueda similar en la correspondencia privada de los
terratenientes, en la documentación sobre los enclosures, en los
periódicos y en los archivos judiciales, demuestre la existencia de una
oposición similar en otros condados78. La protesta, que duró mucho
tiempo, y logró impedir o dilatar muchos bills of enclosures, no fue
patrimonio exclusivo de las parroquias con comunales extensos.
Creo que es posible detectar una conciencia campesina en
acciones colectivas de esta clase. Ello se deduce también del escenario
que los commoners eligieron para ofrecer su resistencia. Raramente
llevaban su protesta al Parlamento; si lo hacían, era únicamente como
último recurso. La resistencia era un asunto intensamente local. Ello no
se debía al carácter supuestamente cerrado del mundo campesino, sino
a que los commoners veían al Parlamento como parte del problema. En
las Midlands, la importancia del Parlamento como defensor de la
economía local había decaído desde finales del siglo XVI, cuando
permitió que los estatutos anti-enclosures caducaran79. Los campesinos
tenían conciencia de que su opinión no era por lo general tenida en
cuenta por el estado. En lo que respecta a los enclosures, comprendían
muy bien cuáles eran los intereses que el Parlamento representaba. En
Atherton, los partidarios de los cercamientos reconocían el hecho ante
los vecinos: “hace mucho que existe un sentimiento generalizado en el
Parlamento respecto de que los campos abiertos son ocasión de
frecuentes violaciones de la propiedad privada, de disputas y de
obstáculos para la industria y el mejoramiento de la tierra”80. Los
commoners se enfrentaban a un Parlamento de cercadores, y eran bien
conscientes de ello.
En consecuencia, los campesinos dirigían su lucha en contra de
los enclosures locales, y la expresaban en términos reveladores.
Acusaciones de autosuficiencia y avaricia plagaban el lenguaje de los
commoners. Los campesinos de West Haddon afirmaban que los grandes
propietarios tenían tierras suficientes para vivir con más de lo necesario;
los cercamientos era perversos e injustos, contrarios a la buena
conciencia, puesto que promovían el beneficio privado antes que el
bienestar general. Los commoners de Brigstock acusaron al Duque de
Grafton de manifestar una codicia indecorosa y desmedida. Se sentían
defraudados por su señor. En la aldea de Atherstone, los commoners
afirmaban que el propósito del enclosure era “servir a los intereses
particulares de dos o tres personas particulares, mientras que las tierras
comunales, correctamente administradas, tal como fueron pensadas en
su origen, implicaban un beneficio para todos, sin excepción”. Le
pidieron al Lord of the Manor+ que actuara respetando siempre el
espíritu de dicha tradición, y así

+
Titular del señorío (nota del traductor)

Neeson, Commoners 20 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


“restableciera para el pueblo la paz y tranquilidad que vuestro intento en
contrario ha turbado, con tantas rupturas de contratos; cuanto más afecte esta
rectificación vuestros intereses, más noble y generoso será vuestro sacrificio, y
más lo elevará a Usted en la estima y la buena voluntad de todas las personas
sabias y virtuosas”81.

No caben dudas de que estas expectativas surgían, en parte, de


los intercambios y contactos que formaban parte de la rutina diaria del
trabajo en el open-field. Muchas de estas expectativas eran compartidas
también por quienes no eran commoners todavía. Los sirvientes de
granja y los asalariados soñaban con convertirse en propietarios. George
Cornewall Lewis percibió esta esperanza cuando, a comienzos del siglo
XIX, sostenía que los proletarios irlandeses trabajaban con la esperanza
de comprar tierras algún día. Puede ser que, en comparación con los
irlandeses, pocos asalariados ingleses estuvieran tan seguros de que el
acceso a la tierra era un objetivo posible, pero no hay dudas de que en
las aldeas de open-field muchos jornaleros así lo creían82. Este “interés a
futuro” los involucraba también en la defensa de los bienes comunales,
por lo que los partidarios de los cercamientos debían enfrentar la
resistencia de los commoners y la de aquellos que un día aspiraban a
serlo. Esta red de conexiones parece haber sido extremadamente sólida.
En Orwell, a comienzos del siglo XVII, la historiadora Margaret Spufford
descubrió que las ramas rica y pobre de las mismas familias mantenían
fuertes lazos entre sí83. He aquí otra de las razones que impulsaban a los
jurados a proteger los derechos de los pequeños commoners y a defender
la práctica del gleaning al mismo tiempo que negaban asistencia a los
pobres de las parroquias vecinas.
El parentesco y el trabajo compartido en el open-field
desalentaban, también, toda ostentación excesiva de las diferencias de
status social. La ropa, las casas, el lenguaje y el ocio dividían o unían a
personas de diferente riqueza y situación económica. Pero cuando los
granjeros se vestían con la rústica ropa de los agricultores, cuando
servían sus mesas con vajilla de peltre, cuando sus esposas e hijas
trabajan con otras mujeres en los campos, cuando comían con sus
trabajadores y sirvientes en la misma mesa todos los días, cuando se
reunían a beber en las mismas tabernas, cuando el contacto entre
personas se daba en forma tan regular y personal, era inevitable que
surgieran lazos de interdependencia y un sentimiento de solidaridad y
obligaciones mutuas. El poema de Clare, “The Parish”#, describe la
polarización entre asalariados y propietarios profundizada por los
cercamientos; señala, en particular, la decadencia de productores como
Ralph Wormstall, “una persona tan rica, como simple y supersticiosa”.
Clare recordaba su frugalidad (él mismo concurría al mercado para
vender las manzanas y peras de su huerta; y después de cuarenta años,
seguía vistiendo cada domingo su traje de bodas), pero también la
meticulosidad con que observaba las formas y la etiqueta:

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“La Parroquia” (nota del traductor)

Neeson, Commoners 21 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


“siempre colocaba puntualmente la olla con el alimento de los pastores, nunca
dejaba pasar el fin de año sin calentar su viejo barril de cerveza para
acompañar la cena, ni se olvidaba de preparar el pastel que cortaría la Noche de
Reyes, ni dejaba de reservar el ganso más gordo para Navidad y un par de patos
para el festival del Lammas day, ni dejaba de observar cada fiesta del santoral
con una jarra extra luego de la comida y una pipa extra fumada junto al
Vicario, lo que él llamaba `honrar el día`”84.

Clare describía la vida de viejo Ralph luego del cercado de su parroquia,


cuando las costumbres que el anciano siempre había honrado apenas ya
sobrevivían, en un contexto social profundamente transformado. Antes
de los enclosures, las mismas celebraciones se festejaban una y otra vez
en una aldea llena de commoners. A las celebraciones de Navidad, Reyes
y Lammas* se sumaban decenas de ocasiones de festejo particulares,
cuando el trabajo era compartido y recompensado con comida, bebida y
otras expresiones de camaradería85. Las fiestas en la aldea eran un
reconocimiento de que los salarios por sí mismos no alcanzaban para
remunerar el trabajo de los jornaleros y sirvientes. Las celebraciones
acercaban entre sí a quienes tenían mucha o poca tierra. Matizaban lo
que de otra manera hubiera sido una relación estrictamente económica.
Era menos probable que quien bailaba con sus vecinos la noche del
domingo, abusara de los pastos comunales la mañana del lunes86.
Luego de los cercamientos, las ocasiones de festejo declinaron. No debe
sorprendernos que las acusaciones de indiferencia y arrogancia entre
vecinos aumentaran desde finales del siglo XVIII. Indudablemente, éstos
eran los frutos amargos de la quiebra de la economía moral y del triunfo
de los cercamientos parlamentarios87.
Toda cercanía entre la gentry, los yeomen y los commoners parece
haber terminado para mediados del siglo XVIII; en Northamptonshire, en
particular, llama la atención la ausencia de granjeros medianos (entre
60 y 100 acres)88. La interrelación entre campesinos y proletarios, en
cambio, continuaba vigente. Ambos grupos compartían todavía una
historia de colaboraciones, de antiguos favores, de intereses comunes,
de rutinas cotidianas. Veamos, por ejemplo, la afirmación de los
commoners de Brigstock, respecto de que

“los antiguos derechos dados a los pobres para el bien general del pueblo
(Town) deben asegurarse, preservarse y mantenerse de acuerdo con los usos
tradicionales, no deben ser pervertidos por los más ricos, en pos de fines
privados e intereses siniestros”89.

Pero la colaboración trascendía las meras emergencias: era un modo de


vida. Los commoners colaboraban con “los más ricos” no sólo con una
finalidad limitada y particular, sino como parte de una política general
de protección social. Trabajaban para construir una red de relaciones
que enfatizara los intereses comunes. Aquí sólo podremos esbozar
*
Festival agrario relacionado con la temporada de cosecha, que se celebraba el primer día de
agosto (nota del traductor).

Neeson, Commoners 22 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


algunas de las estrategias empleadas, pero resulta obvio que la
agricultura de campos abiertos, las tierras baldías compartidas, la
expectativa por acceder a la tierra, el parentesco, las fiestas y las
celebraciones, eran parte importante de estos lazos comunitarios90. Aún
la obligación del señor de mantener un toro reproductor para las vacas
de los commoners, o de contribuir con la cerveza que los jurados bebían
una vez finalizada las sesión, eran puntos de contacto que los
commoners podían transformar en una ética que regulaba las
obligaciones de los poderosos91.
Todo ello explica las razones por las que, cuando los enclosures
seguían su curso y las cartas y peticiones de protesta eran ignoradas,
cambiaba el tono de la oposición. De manera creciente, se difundía la
sensación de que se estaba produciendo una violación de los códigos de
conducta esperados, la percepción de que los derechos y las necesidades
de los commoners, alguna vez respetados, comenzaban a ser entonces
despreciados. “¿Dónde está ahora”, preguntaba una carta enviada al
marqués de Anglesey, “la virtud necesaria para resistir el egoísmo de los
intereses personales?”

“Si un hombre pobre llegara a tomar una de Vuestras ovejas de los comunales,
sería castigado por la ley. Pero si Usted le arrebata los comunales a las ovejas
de cien hombres pobres, la ley le da la razón a Usted. ¡El pobre se expone a ser
ahorcado por tomar de Usted algo que no pone en peligro vuestra subsistencia,
y Usted no estaría haciendo nada ilegal cuando priva a aquel pobre de su
subsistencia; ni tampoco vuestra familia es afectada, siquiera un día, por la
pérdida que perjudica a aquél otro para siempre! Pero sin embargo, los
causantes de los crímenes son menos culpables que los perpetradores. ¿Qué
deducciones deben sacar los pobres, cuando ven a aquellos que deberían ser
sus apoyos, desafiar la moral en nombre de la ganancia, especialmente cuando,
si la riqueza puede dar alegría, ellos tienen suficiente con que contentarse? ¿O
cuando las leyes no son accesibles para los pobres afectados, y el gobierno no
les da ninguna satisfacción?”

Pero el marqués no se dejó conmover, y desde su mansión en Uxbridge


dio por terminado el diálogo:

“A excepción del mero hecho del Inclosure (sic), la implementación del cual
nadie tiene el derecho de cuestionar, todas vuestras afirmaciones carecen de
fundamento, y por tanto vuestro lenguaje resulta estudiadamente ofensivo, me
veo en la obligación de declinar toda futura comunicación con vosotros92”.

En Atherstone los commoners se preguntaban:

“¿Qué debemos pensar de aquellos que se ocultan detrás de su indiferencia y


neutralidad mientras está pendiente un asunto de tal importancia para nuestro
pueblo? ¿Cómo debemos mirar a aquellos que, dominados por fines siniestros y
egoístas, se aprestan a dar su voto para permitir tal Inclosure (sic)?”93.

Y en Ashill (Norfolk):

Neeson, Commoners 23 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


“nos han cegado a menudo diciéndonos que la culpa de todo la tenían los
hombres del Parlamento; pero ahora usted nos ha abierto los ojos, sabemos que
tienen un gran poder, y sabemos también que no tienen por qué entrometerse
en los asuntos de esta parroquia”94.

Pero el llamado a recrear la antigua comunidad campesina fue desoído.


La poesía de John Clare está llena de furia ante el repudio de las
expectativas consuetudinarias, la negación de las conexiones entre
fuertes y débiles: lo que el poeta denominaba “el lazo comunitario”. Para
Clare, los cercadores, "los pequeños tiranos", "los expoliadores", daban
la espalda a la mayor parte de la aldea. “Los viejos usos y costumbres
desaparecían día a día”. Otro poeta coincidía con Clare, y daba como
ejemplo la decadencia de las antiguas celebraciones: “¡Fiesta de la feliz
aldea! ¿dónde te encuentras?”, escribía Ebenezer Elliott

“El budín del pobre, sazonado con ricas especias


adornado con filas de grosellas gruesas como mis pulgares
¿Dónde te encuentras, festivo budín de nuestros señores?
Te has ido, para engordar a los herederos de los ladrones y de los mentirosos”

Mucho después, en otra aldea, un campesino se expresaba con estas


palabras:

¿Sabes lo que los árboles dicen cuando el hacha penetra en el bosque? ...
Cuando el hacha penetra en el bosque los árboles dicen: ¡Miren! ¡El mango es
uno de nosotros!”95.

La consciencia campesina, alimentada diariamente por las rutinas de la


agricultura de campos abiertos y por los derechos comunales, alcanzó
sus mayores cuotas de lucidez, precisamente, cuando la economía de los
pequeños productores se vio en peligro de extinción.

Para concluir: es posible considerar campesinos a una proporción


substancial de la sociedad inglesa del siglo XVIII. No se trata de un
mero sentimentalismo96. Por el contrario, el término permite definir con
precisión a una parte importante de la Inglaterra rural, liberándola del
status minoritario, marginal, asociado con términos tales como cottagers
pobres o proletarios con tierra, que sólo incluyen a la franja más pobre
del campesinado. Considerar como campesinos a los commoners
implica, también, reconocer la importancia que tenían los derechos
comunales y la agricultura de campos abiertos para la conformación de
sus relaciones sociales y de su modo de vida. La tierra y los derechos
comunales venían primero. Eran los bienes más deseados, la base para
la propia subsistencia. El trabajo asalariado, como la venta de productos
en el mercado o la manufactura rural, reforzaban esta economía
campesina, pero la tierra venía siempre primero. Mucho después de que
los enclosures hubieran creado granjas compactas, y elevado el precio de
la tierra por encima de las posibilidades de los más pobres, los
proletarios rurales continuaron sintiendo añoranza por la tierra. En

Neeson, Commoners 24 Traducción Campagne (FFyL-UBA)


palabras de E.P.Thompson, hasta muy entrada la segunda mitad del
siglo XIX, “los fundamentos de la protesta rural continuaban
remitiéndose al problema del acceso a la tierra”97.
Finalmente, aceptar la supervivencia de este campesinado hasta el
siglo XIX, proporciona una visión más dramática de las consecuencias
sociales del enclosure que la sugerida por la visión ortodoxa de la
historia agraria. Entre 1750 y 1820, el 20,9 % del suelo inglés fue
cercado mediante actas del Parlamento, aproximadamente 6,8 millones
de acres; la superficie es aún mayor si sólo tomamos en cuenta las
tierras dedicadas a la agricultura, quizá un 30 % del total. Además, en
las Midlands, el enclosure afectó a las áreas más densamente
pobladas98. No fue precisamente un evento pequeño; afectó a un número
importante de personas, mujeres y niños que vivían y trabajaban en lo
que aún era el sector más grande la economía – la agricultura. Ann
Kussmaul y Keith Snell sostuvieron que el cercamiento alteró
seriamente los patrones de empleo de los sirvientes de granja, de los
asalariados y de las mujeres99. Resulta ahora evidente que el
cercamiento transformó también las economías consuetudinarias de los
commoners. Por otra parte, los cercamientos eran una intervención
política o institucional. Ningún otro ataque en contra del derecho
comunal tuvo tanto éxito como el enclosure. Ningún otro método pudo
elevar tanto las rentas, ni tan rápido. El cercamiento, aprobado por ley,
publicitado por el Departamento de Agricultura, y sancionado por los
miembros del Parlamento para su propio beneficio, fue el golpe de gracia
contra los campesinos y las aldeas de campos abiertos. El resultado fue
una memoria de expropiación, que legitimó y agudizó los
enfrentamientos de clase en la Inglaterra del el siglo XIX.

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