En otras palabras, ¿puede prosperar la democracia en una sociedad científica
y tecnológica como es la actual y, previsiblemente, lo será la futura? Esta pregunta se la hace el analista Shawn Lawrence Otto en un reciente artículo publicado en la revista New Scientist. Lawrence Otto es un galardonado autor, director, estratega político, orador, defensor de la ciencia, guionista y coproductor cinematográfico (Casa de Arena y Niebla).
MAX WEBER • Históricamente, las relaciones entre ciencia y política siempre
han sido un buen motivo de preocupación y análisis. En su República Platón refiere que Sócrates opinaba que los filósofos deberían ser quienes gobernasen puesto que solo ellos tenían el conocimiento del bien en sí mismo. Y no olvidemos que Sócrates, el defensor del saber, fue ejecutado en la democrática Atenas cuando un jurado concluyo que su práctica filosófica desestabilizaba el orden cívico. Posiblemente uno de los ejemplos históricos más relevantes de análisis sobre tal relación es el de Max Weber (Efurt 1864 - Munich 1920), un gran historiador y sociólogo alemán que todavía hoy sigue siendo considerado como uno de los pensadores más influyentes de Occidente, con aportaciones que son elementos centrales de la sociología contemporánea. Precisamente, su obra El político y el científico, refleja el contenido de dos discursos dictados en 1919, en su mejor madurez, con el propósito de estudiar las relaciones entre la vocación del político y el deber del científico, a través de unas consideraciones, que tras casi 100 años transcurridos tienen siendo vigentes. La primera reflexión de Weber sobre ¿qué debe ser un político? le llevaba a recomendar equilibrio: “un político debe contar con tres virtudes: pasión, sentido de responsabilidad y mesura”. Un equilibrio difícil, si no imposible, cuando se tratan de dos virtudes racionales y una irracional, lo que tiende a exigir el sacrificio de una de las partes. Son muy aleccionadoras sus consideraciones sobre la moral de la convicción y la moral de la responsabilidad, la eficacia y la esencia de la política, los tipos de dirigentes políticos, la estructura de los partidos políticos, la burocratización del Estado moderno o las características de la violencia de Estado. En el caso del científico, algunos de sus puntos de reflexión señalaban que los Juicios de valor no deben interferir en los hechos y que el deber del científico es abandonarse a su causa. Sobre la posición del hombre de ciencia ante los fenómenos políticos concretos y el reconocimiento del proceso de desencantamiento que acompaña al proceso de racionalismo e intelectualización señalaba Weber que ya habían naufragado todas las ilusiones que veían en la ciencia el camino hacia el verdadero ser, arte o Dios o hacia la verdadera naturaleza o felicidad, aunque reconocía el gran valor que, en si mismo, posee el conocimiento científico. EJEMPLOS • Los dogmatismos políticos anticientíficos son peligrosos. En una ocasión, en otro de estos artículos nos referimos al caso del extremo lamarckista Lysenko, en la extinta Unión Soviética, quien opinaba sobre los genetistas que eran “como un rebano de clérigos burgueses seudocientíficos en su torre de marfil”. La consecuencia de la aplicación de sus ideas fue un retraso de 40 años en la agricultura soviética, acompañado del hambre y la muerte de muchas personas. Aunque vivimos en un mundo científico y tecnológico para algunos políticos ello sigue siendo extraño. Estados Unidos es el país paradigmático de esta realidad. En el Congreso americano solo tienen una formación profesional científica el 2% de sus componentes. Y buena parte de los 222 abogados que lo integran confiesan haber seguido sus estudios universitarios huyendo de las materias científicas. Sin ningún género de dudas, la situación española es similar o peor. Un solo ejemplo. .Con que base pueden opinar y legislar los políticos, por ejemplo, respecto al cambio climático? 96 de los 100 últimos miembros del Congreso del partido republicano en Estados Unidos niegan el cambio climático o se han opuesto a que se tomen medidas legislativas para mitigarlo. Michele Bachmann, candidata de la nominación republicana del 2008 para la presidencia de Estados Unidos, coincidente con las ideas de su rival Rick Perry, gobernador de Texas, dijo que una de las principales tareas actuales era la de luchar contra el engaño sobre el calentamiento global. Al respecto, una frase de la política Sarah Palin nos recuerda la ya citada antes de Lysenko: “tácticas de miedo al fin del mundo impulsadas por un sacerdocio del medio ambiente”. Peor aún, la confluencia de intereses entre empresas y política es peligrosa. Entre enero del 2009 y junio del 2010 la industria energética americana invirtió más de 500 millones de dólares para luchar contra la legislación reguladora del cambio climático y más de 73 millones de dólares en anuncios anti energías limpias. Una parte del esfuerzo se dedicó a intentar desprestigiar los hallazgos relacionados con el calentamiento global y a los científicos que lo habían investigado. Otras perlas, también sustentadas por políticos no solo norteamericanos: a) Que la vacuna contra el virus del papiloma humano causa retraso mental; b) El creacionismo tiene tanto soporte científico como la evolución; c) Y, según Newt Gingrich, que fue portavoz de la Casa Blanca: “la investigación con células embrionarias persigue matar niños para disponer de material de investigación”. Ante esta situación, la única solución posible es la demanda de más y mejor conocimiento científico. CONCLUSIÓN • Las consecuencias de no haber sabido anticiparnos a los acontecimientos en el pasado son evidentes: perdidas en la biodiversidad, contaminación, sobrepoblación, cambio climático, sobrepesca, etcetera. No debemos permanecer ciegos cuando sabemos que en el curso de los próximos 40 años la ciencia creara más conocimiento que el acumulado en el transcurso de toda la historia. Para encontrar vías de solución a los grandes problemas de la humanidad dependemos absolutamente de la ciencia. Los ciudadanos normales llegan a entender esto pero observamos con estupor que bastantes responsables de decisiones políticas actúan equivocadamente: niegan problemas reales y tangibles, rechazan las soluciones científicas o toman decisiones sobre temas científicos, de investigación, creación y funcionamiento de instituciones científicas, académicas e investigadoras, con criterios “políticos” que normalmente son contrapuestos a los exclusivamente científicos que serían los únicos a considerar. Y ya hemos comentado que Max Weber, hace casi un siglo, denunciaba la condenable intervención del estado o de la política en parcelas científicas que no les son propias. El resultado de todo ello es un mal uso de los recursos y del dinero público, dificultar en lugar de ayudar al avance científico y desconcertar a los científicos, sobre todo a aquellos jóvenes bien preparados e ilusionados que estarían dispuestos a servir a sus conciudadanos y a su sociedad a través de su esfuerzo profesional científico. Pretender que los científicos se encierren en sus laboratorios o afirmar que la ciencia es apolítica es un tremendo error. La Ciencia siempre ha de ser política porque crea nuevos conocimientos que redefinen nuestros criterios, entre ellos los éticos y morales. Estado, política y ciencia son una trilogía de actores que, en nuestra sociedad, deben actuar con total coordinación a fin de lograr el deseable progreso social.